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GUÍA NÚMERO 4 DE HISTORIA GRADO SEPTIMO.

1) Describa dos hechos históricos que dieron origen al nacimiento de los


estados europeos.

Rta:

La cuestión nacional en Europa: La formación de los estados nacionales


europeos modernos (excepto Holanda e Inglaterra) comenzó con la
Revolución Francesa. Hasta ese momento la noción de estado nacional era
idéntico al de monarquía. La nación era propiedad del soberano reinante.
Esta forma legal anticuada, herencia directa del feudalismo, entraba en
conflicto con las nuevas relaciones surgidas del ascenso de la burguesía.
El año 1848 marcó el punto de inflexión de la cuestión nacional en Europa.
En medio de las llamas de las revoluciones, aparecieron bruscamente las
ahogadas aspiraciones nacionales de alemanes, checos, polacos, italianos
y magiares.
De haber triunfado la revolución, habría abierto el camino para solucionar
por métodos democráticos el problema nacional en Alemania y en todas
partes. Pero como Marx y Engels explicaron, la burguesía
contrarrevolucionaria traicionó la revolución de 1848. La derrota de la
revolución obligaba a resolver el problema nacional por otros medios.
Unificación de Alemania: En Alemania la cuestión nacional se puede
resumir, en una palabra: unificación. Después de la derrota de la revolución
de 1848, el país estaba dividido en pequeños estados y principados. Esta
situación era un obstáculo insuperable para el libre desarrollo del
capitalismo en Alemania y también de la clase obrera.
La unificación era una demanda progresista. Pero lo más importante era
quién unificaría Alemania y con qué medios. Marx esperaba que la tarea de
la unificación viniera desde debajo de la clase obrera con métodos
revolucionarios. Pero no fue así. En 1848 el proletariado no consiguió
resolver esta cuestión, y lo haría con métodos reaccionarios el Junker
conservador prusiano Bismarck.
Para conseguir este objetivo primero era necesario poner fin a la guerra. En
1864 los Austriacos y los Prusianos se unieron para derrotar a los daneses.
Dinamarca perdió la provincia de Schleswig–Holstein que, después de una
lucha entre Austria y Prusia, se unió a Alemania en 1865.
Bismarck maniobró para mantener a Francia fuera del conflicto, y después
formó una alianza con Italia para luchar contra Austria. Cuando Austria fue
derrotada en la batalla de Königgrätz en julio de 1866, quedó ya
garantizado el dominio prusiano de Alemania.
La unificación alemana se consiguió con métodos reaccionarios, con el
militarismo prusiano. Esto fortaleció la posición del militarismo prusiano y
del régimen bonapartista de Bismarck, y sembraría las raíces para nuevas
guerras en Europa.
2) La causa de la guerra de los 100 años fue de carácter feudal. - ¿Explique
en qué consistió este conflicto y cuáles fueron sus consecuencias?

Rta:

Historia de la Guerra de los Cien Años: Se da el nombre de Guerra de


los Cien Años al largo conflicto que sostuvieron los reyes de Francia e
Inglaterra entre 1337 y 1453. En realidad, fue una extensa serie de choques
militares y diplomáticos, caracterizada por breves campañas bélicas y
largas treguas. No fue, por tanto, un estado de guerra permanente, aunque
las prolongadas y frecuentes treguas se veían continuamente salpicadas de
escaramuzas al estilo de la guerra de guerrillas, y las maniobras
diplomáticas más tradicionales estaban al orden del día. Se inició en medio
de condiciones feudales y por causa de un litigio típicamente feudal; y
terminó en guerra entre dos países que se estaban convirtiendo
rápidamente en naciones bajo la administración centralizada de sus
respectivas monarquías.
El origen de la Guerra de los Cien Años: Libro de arte, Sin embargo, las
raíces de la Guerra de los Cien Años se remontan a la conquista del trono
inglés por Guillermo el Conquistador en 1066. Como duque de Normandía,
Guillermo -y, posteriormente, sus herederos- participaba tan activamente en
la política feudal de Francia como en el gobierno de Inglaterra. Tanto
económica como culturalmente, Inglaterra se había convertido en colonia
de Normandía, y los intereses de los nuevos reyes "ingleses" seguían
firmemente asentados en Francia.
Esta situación se acentuó a partir de 1154, al acceder al trono de Inglaterra
Enrique de Anjou, fundador de la dinastía angevina o Plantagenet. En su
condición de conde de Anjou, duque de Normandía y de Aquitania, y ahora,
como Enrique II de Inglaterra, este monarca tenía un pie firmemente
plantado a cada lado del Canal. Según los principios feudales, Enrique y,
después de él, sus hijos Ricardo y Juan, eran vasallos de la monarquía
francesa, que era el poder central; pero el enorme poderío derivado del
dominio de las riquezas y de los recursos humanos de Inglaterra, hizo de
los primeros Plantagenet todo menos vasallos sumisos del rey de Francia.
Crecimiento del poderío francés: Los primeros años de este "imperio
angevino" coincidieron con un crecimiento sin precedentes del poder y el
prestigio de los monarcas franceses. En 1202, el rey Felipe Augusto de
Francia convocó al rey Juan de Inglaterra a su corte de París, en relación
con el pretendido incumplimiento por parte de este último de sus
obligaciones como señor feudal de Aquitania.
En base al principio de que las tierras de Francia eran poseídas por sus
señores sólo en su condición de vasallos del rey de Francia, Felipe Augusto
desposeyó a Juan de todas sus posesiones francesas. Naturalmente, la
medida fue seguida de una serie de guerras. Hasta la firma del Tratado de
París, de 1259, no pudo llegarse a una solución aceptable. El rey de
Inglaterra pudo reasumir sus derechos en Aquitania, pero con la condición
expresa de que lo hacía como vasallo del monarca francés.
En 1294 se inició un nuevo período de actividades militares esporádicas,
interrumpidas por largas y complejas negociaciones diplomáticas, que
culminaron con la desposesión parcial de Aquitania. Los franceses se
negaban a limitar la soberanía de su rey sobre dicha región para dar
satisfacción a los ingleses. Estos, por su parte, sostenían los derechos de
su rey a la plena soberanía. La siguiente fase de este conflicto se inició en
1337, cuando Felipe VI de Francia decretó una vez más la desposesión del
ducado de Eduardo III de Inglaterra y organizó una campaña militar para
apoderarse de las tierras por la fuerza. Esta es la fecha que se toma como
inicio de la guerra de los Cien Años. La magnitud del conflicto pronto se
incrementó cuando Eduardo se proclamó rey legítimo de Francia, en 1340,
e invitó a los nobles franceses a reconocer su derecho. De este modo, la
disputa sobre Aquitania se convirtió en una guerra por la sucesión de
Francia.
Este conflicto entre dos monarcas por la posesión de un reino se complicó
aún más por el resentimiento que los nobles franceses venían manifestando
desde hacía largo tiempo por la intromisión del gobierno central en su
esfera de poder. Y Eduardo era lo suficientemente astuto para capitalizar
ese resentimiento. Les hizo ver que sus esfuerzos eran la lucha de un señor
francés que, al mismo tiempo, resultaba ser rey de Inglaterra, frente a la
política expansiva de una serie de reyes cada vez más poderosos. Y,
efectivamente, logró el reconocimiento de sus derechos en algunos
círculos. Por tanto, a partir de 1340, existieron dos reyes de Francia.
La Batalla de Crécy: Las famosas batallas de Crécy (1346) y de Poitiers
(1356) se produjeron de modo casi fortuito. Crécy rindió escasos frutos a
Eduardo, excepto, indirectamente, el puerto de Calais y sus alrededores.
Poitiers culminó con la captura del rey Juan II de Francia, aunque,
curiosamente, este acontecimiento tuvo escasas consecuencias prácticas.
Sin embargo, el efecto de estas dos victorias sobre el prestigio de Eduardo
fue tal, que en 1359 se encontraba en una posición extremadamente fuerte.
Batalla de Crécy, Guerra de los Cien Años: En 1359, Eduardo había
conseguido el apoyo de varias facciones en los ducados de Flandes,
Normandía y Bretaña, y estaba negociando la adhesión del duque de
Borgoña. Además, seguía teniendo al rey de Francia como prisionero. En
ese momento Eduardo propuso una tregua, bajo cuyos términos le sería
cedida toda la mitad occidental de Francia, además de un cuantioso rescate
por el rey Juan. Cuando los franceses, en un derroche de valor, rechazaron
tales términos, Eduardo reunió un poderoso ejército y montó una campaña
que, según esperaba, iba a resultar decisiva.
Esta ofensiva inglesa fracasó estrepitosamente. Como consecuencia de
ello, se firmaron los tratados de Brétigny y Calais (1360), que fueron los
primeros acuerdos destinados a poner fin a la guerra. Según estos tratados,
Francia reconocía la plena soberanía de Eduardo sobre una Aquitania
bastante más extensa que antes. A cambio, Eduardo renunciaba a todo
derecho a la corona de Francia. Este fue el primero de dos puntos
culminantes del conflicto.
Poco después, los protagonistas del drama volvieron a las andadas.
Eduardo retiró su renuncia a los derechos sobre la corona francesa, y el rey
de Francia, en represalia, se negó a declinar su soberanía sobre Aquitania.
En consecuencia, la guerra se reanudó. Hacia 1375, Carlos V de Francia
había conseguido hacer retroceder a las fuerzas de Eduardo casi hasta el
Canal. Todo lo que este rey había conseguido conservar era Calais, una
franja costera que incluía Burdeos y Bayona, y unas pocas fortalezas
sitiadas en Bretaña y Normandía.
A principios del siglo XV, los ingleses tuvieron una nueva oportunidad de
apoderarse de gran parte de Francia, por no decir de todo el país. La
ocasión fue el estallido de una guerra civil o, más concretamente, un
conflicto armado entre los duques de Borgoña y de Orleans. Carlos VI, que
había accedido al trono de Francia en 1380 a la edad de once años era un
enfermo crónico incapaz de gobernar efectivamente. En el vacío de
autoridad así creado sus ducales tíos rivalizaban por el poder personal y
por adquirir una influencia dominante sobre la administración central.
Fieles al espíritu de la política feudal francesa, ni el duque de Borgoña ni el
de Orleans tuvieron escrúpulo alguno en buscar la ayuda inglesa. Después
de haberse asegurado la neutralidad benevolente del primero, Enrique V
desembarcó cerca de Harfleur en 1415. Sin embargo, la supuestamente
gloriosa victoria que obtuvo en Agincourt poco después resultó ser poco
más que una desesperada acción de retaguardia para cubrir su retirada.
Enrique regresó con un nuevo ejército en 1417, encontrando esta vez mejor
suerte. Mientras se dedicaba a conquistar Normandía, fortaleza por
fortaleza, su reticente aliado, el duque de Borgoña, sitió y se apoderó de
París. Cuando el duque fue asesinado en 1419, su sucesor decidió
concertar una alianza formal con Enrique. Este acuerdo llevó directamente
al tratado de Troyes, de 1420. Fue el segundo punto culminante, al menos
aparentemente, de la prolongada guerra.
Con arreglo al tratado de Troyes, Enrique debía ser reconocido rey legítimo
de Francia cuando quedase vacante el trono por la muerte de Carlos.
Parecía que todo lo que le quedaba por hacer a Enrique era completar la
conquista de aquellas regiones que todavía se resistían al avance de los
ejércitos ingleses. Una vez más, los sueños de Eduardo III de crear un
imperio que abarcara toda Francia e Inglaterra parecían a punto de
realizarse.
Enrique VI: Pero Enrique V murió unos meses antes que el incapaz Carlos,
por lo que el tratado de Troyes nunca entró en vigor. El pequeño Enrique VI
fue coronado rey tanto de Inglaterra como de Francia, y los ejércitos
ingleses prosiguieron la conquista del norte y del sudoeste de Francia.
Pronto resultó evidente que, si lograban apoderarse de Orleans y cruzar el
Loira, sería militarmente imposible cortar su avance por el resto de Francia.
Sitio de Orleans. guerra de los Cien Años: Pero fue precisamente en
Orleans, en 1429, donde el signo de la guerra cambió finalmente en favor
de Francia. Estando Orleans sometida al tenaz asedio de los ingleses,
apareció en escena la enigmática figura de Juana de Arco. A la cabeza de
los ejércitos franceses, Juana levantó el asedio y convenció al Delfín, hijo
mayor del fallecido Carlos VI, para que se hiciera coronar en Reims como
rey Carlos VII de Francia. El país recobró su aliento, porque otra vez tenía
un rey, así como un general victorioso. A partir de entonces, las posiciones
inglesas fueron deteriorándose continuamente; Borgoña se sometió
nuevamente a la casa real francesa en 1435, y París fue por fin
reconquistado al año siguiente.
Carlos VII de Francia Sólo en 1449 Carlos se sintió lo suficientemente
fuerte para pasar a la ofensiva. Cuando lo hizo, reconquistó rápidamente
Maine y Normandía. Burdeos, la última plaza fuerte inglesa en Aquitania,
cayó finalmente a manos de los ejércitos de Carlos en 1453. Eso significó el
fin efectivo de la presencia inglesa en Francia, por lo que la fecha es
considerada como el final del centenario conflicto.
Aparte de confirmar a la dinastía Valois como casa reinante de Francia, y
de forzar a los Plantagenet a ser más "ingleses" que antes, la guerra
produjo otros efectos importantes a largo plazo. La guerra se había
desarrollado exclusivamente en Francia, dejándola empobrecida y
despoblada. El resurgimiento francés, durante la guerra y después de ella,
sólo podría conseguirse bajo una administración central fuerte, y toda
Francia reconoció esta realidad.
Los reyes de Francia, en aras de esa necesidad de contar con un gobierno
central fuerte, pronto llegaron a adquirir poderes que habrían de
desembocar en la monarquía absoluta de tres siglos después. Antes de la
guerra, Francia era un mosaico de ducados y condados casi
independientes, frecuentemente en conflicto unos con otros o con el rey.
Sus duques y condes, así como el pueblo, tenían muy poca conciencia de
ser "franceses". Después de la guerra, apareció un embrionario sentido de
unidad nacional, bajo la bandera del rey de Francia y de todos los
franceses. El viejo estilo feudal había desaparecido para siempre.

3) Subraye la respuesta según sea el caso:

Rta:

En 1346 (S.XIV), una enfermedad terrible y desconocida se propago por


Europa y en pocos años sembró la muerte y la destrucción por todo el
continente.
En medio de tensiones sociales, crisis y guerras, apareció la más letal
epidemia que conocería el medioevo como.

a) La fiebre amarilla.
b) La gripa española.
c) La peste negra.

4) Coloque en el paréntesis Verdadero o Falso según sea el caso.

Rta:
a) Entre las causas que motivaron los movimientos sociales populares
contra la nobleza feudal fueron: El hambre, los altos impuestos, la
carestía, las guerras, Las enfermedades entre otros… (V)

5) Describa dos hechos históricos que más le llamen la atención sobre el paso
de la edad media a la edad moderna.

Rta:

La Edad Moderna suele secuenciarse por sus siglos, pero en general los
historiadores la han definido como una sucesión cíclica, que algunos han
intentado identificar con ciclos económicos similares a los descritos por
Clement Juglar y Nikolái Kondrátiev, pero más amplios, con fases A de
expansión y B de recesión secular.
En el siglo XVI, tras la recuperación de la Crisis de la Baja Edad Media, en
economía se produjo lo que se denomina Revolución de los Precios,
coincidente con la Era de los Descubrimientos que permitió una expansión
europea posibilitada en parte por los adelantos tecnológicos y de
organización social que surgieron. Pocos hechos cambiaron tanto la historia
del mundo como la llegada de los españoles a América y la posterior
Conquista y la "apertura" de las rutas oceánicas que castellanos y
portugueses lograron en los años en torno a 1500. El choque cultural
supuso el colapso de las civilizaciones precolombinas. Paulatinamente, el
océano Atlántico gana protagonismo frente al Mediterráneo, cuya cuenca
presencia un reajuste de civilizaciones: si en la Edad Media se dividió entre
un norte cristiano y un sur islámico (con una frontera que cruzaba al-
Ándalus, Sicilia y Tierra Santa), desde finales del siglo XV el eje se invierte,
quedando el Mediterráneo Occidental, (incluyendo las ciudades costeras
clave de África del Norte) hegemonizado por la Monarquía Hispánica (que
desde 1580 incluía a Portugal), mientras que en Europa oriental el Imperio
otomano alcanza su máxima expansión. Las civilizaciones orientales de
carácter milenario (India, China y Japón), reciben en algunas ciudades
costeras una presencia puntual portuguesa, (Goa, Ceilán, Malaca, Macao,
Nagasaki misiones de san Francisco Javier), pero tras los primeros
contactos se mantuvieron poco conectados o incluso ignoraron
olímpicamente los cambios de Occidente; por el momento se lo podían
permitir. Las islas de las especias (Indonesia) y Filipinas serán objeto de
una dominación colonial europea más intensiva. Frente a la continuidad
oriental, los cambios sociales se concentran en los vértices del llamado
comercio triangular: notables en Europa (donde comienzan a divergir un
noroeste burgués y un este y sur en proceso de Re feudalización), y
cataclismos en América (colonización) y África (esclavismo). El crecimiento
de población en Europa probablemente no compensó el descenso en esos
continentes, sobre todo en América, en que alcanzó proporciones
catastróficas y ha sido considerado como el mayor desastre demográfico de
la Historia Universal (varios investigadores han estimado que más del 90 %
de la población americana murió en el primer siglo posterior a la llegada de
los europeos, representando entre 40 y 112 millones de personas). Las
convulsiones políticas y militares son asimismo espectaculares. En la mítica
Tombuctú, el Askia Mohamed I (1493-1528) produce el apogeo del Imperio
songhay, que entra en la órbita del islam y decaerá en el período siguiente.
Simultáneamente, el Renacimiento da paso a los enfrentamientos de la
Reforma y las guerras de religión. La expansión ideológica de Europa se
manifiesta en el avance del cristianismo por todo el mundo, excepto en los
Balcanes, donde retrocede frente al islam, con el que también entra en
contacto en Extremo Oriente, tras dar la vuelta al globo.
En el siglo XVII la humanidad presenció posiblemente una crisis general
(quizá provocada por la Pequeña Edad del Hielo) que se conoce como
crisis del siglo XVII, que además del descenso de población (ciclos de
hambres, guerras, epidemias) y del descenso de la serie de precios o de la
llegada de metales de América, fue muy desigual en la forma de afectar a
los distintos países, incluso en Europa: catastrófica para la Monarquía
Hispánica (crisis de 1640) y Alemania (Guerra de los Treinta Años), pero
impulsora para Francia e Inglaterra una vez resueltos sus problemas
internos (Fronda y Guerra Civil Inglesa). Durante este período, se
produjeron en Europa del Este numerosas guerras entre Polonia, Rusia y
Turquía, después también Suecia. Durante el período comprendido entre
1612-1613 el ejército polaco ocupó Moscú, y hasta mediados del siglo XVII,
Polonia continuó dominando dicha parte de Europa. La época dorada del
imperio polaco finalizó después de dos hechos acaecidos, el primer hecho,
la Rebelión de Jmelnytsky y el segundo, el Diluvio. El Imperio otomano
perdió en la batalla de Viena su última oportunidad de expandirse frente a
Europa, y comenzó un lento declive, en parte para el beneficio de una
Polonia que enseguida pasará el relevo al gigantesco Imperio ruso. En su
frente oriental, resurge el Imperio persa con la dinastía safávida que lleva a
un breve apogeo el Sah Abbas I el Grande, que convirtió a Isfahán en una
de las ciudades más bellas del mundo. Al mismo tiempo, en la India, que
mantuvo la presencia colonial europea en la costa, se levanta un gran
imperio continental y comenzó a desmembrarse con Aurangzeb. Todos
estos movimientos tienen que ver con el vacío geoestratégico formado en el
Asia Central, que los kanatos herederos de Horda de Oro son incapaces de
ocupar. En China los intemporales ciclos dinásticos se renuevan con el
acceso de la dinastía manchú: los Qing. Japón expulsó a los portugueses
(no así a los holandeses) y se cerró en el relativo aislamiento del período
Tokugawa, que incluyó el exterminio de los cristianos, pero que
posiblemente haya sido un factor que evitara que la sociedad japonesa
fuese colonizada y permitió un desarrollo endógeno que en el siglo XIX la
hará irrumpir abruptamente en la modernización. En este período, las
embarcaciones pertenecientes al Imperio español transitan en menor
medida por los océanos (que había llegado a su cúspide, temporalmente
unido al portugués) en beneficio del neerlandés y el británico. Es el período
existía una alta práctica de la piratería, que provocaba el efímero auge de
un modo de vida violento y excesivo, pero románticamente percibido como
una utopía libre en el Caribe (isla de la Tortuga).
La pimienta, objeto de lujo en la Edad Media, provocó la codicia comercial
que empujó a la búsqueda de las rutas hacia las Islas de las Especias.
Carlo Cipolla, en Allegro ma non tropo, desarrolló en clave irónica una
interpretación de la Historia moderna basada en ello.
El siglo XVIII comenzó con lo que Paul Hazard definió como crisis de la
conciencia europea (1680-1715), que posibilitó la Revolución científica
newtoniana, la Ilustración, la Crisis del Antiguo Régimen y la que
propiamente puede llamarse Era de las Revoluciones, cuyo triple aspecto
se categoriza como la Revolución industrial (en el desarrollo de las fuerzas
productivas, lo tecnológico y lo económico incluyendo el triunfo del
capitalismo), la Revolución burguesa (en lo social, con la conversión de la
burguesía en nueva clase dominante y la aparición de su nuevo
antagonista: el proletariado) y la Revolución liberal (en lo político-ideológico,
de la que forman parte la Revolución francesa y las revoluciones de
independencia americanas). El desarrollo de esos procesos, que pueden
considerarse como consecuencias lógicas de los cambios desarrollados
desde el fin de la Edad Media, pondrán fin a la Edad Moderna. En Europa
se encuentra de nuevo en ascenso demográfico, que se convierte esta vez
en el comienzo de la transición demográfica, superadas las mortalidades
catastróficas: la última peste negra en Europa Occidental (Marsella, 1720)
se extinguió gracias a la presencia de la rata parda, que sustituyó
biológicamente a la pestífera rata negra;6 y con la vacuna de Jenner se
obtiene el primer recurso para el tratamiento de epidemias. En cuanto al
hambre, no desaparece, de hecho, en el siglo ocurren numerosos motines
de subsistencia (que en Inglaterra anteceden al nuevo tipo de protesta,
ligado al naciente proletariado industrial), nota pero que en las zonas que
desarrollan precozmente una agricultura capitalista y un sistema de
transportes modernizado pueden salvarse (en Inglaterra, Francia y Holanda
el sistema de canales fluviales antecede en un siglo al trazado del
ferrocarril). En otras continuó habiendo hasta bien entrado el XIX, como
España (hambruna de 1812, cuando se recurrió al consumo masivo de la
tóxica almorta, que por las mismas fechas también fue detectado por los
ingleses en la India)7 o Irlanda (monocultivo de la patata que llevará a la
hambruna irlandesa de 1845 y a la emigración masiva). El equilibrio
europeo iniciado en el Tratado de Westfalia (1648) se recompone en el de
Utrecht (1714) y se mantiene no sin conflictos (varios de ellos llamados
Guerra de Sucesión), con hegemonía continental para Francia (vinculada a
España por los Pactos de Familia de la dinastía Borbón) y hegemonía
marítima para Inglaterra, certificada más tarde en Trafalgar (1805). Las
exploraciones de James Cook y la ocupación de Oceanía concluyen la era
los descubrimientos geográficos nota La integración mundial avanza y
surgen las primeras guerras mundiales ya que los imperios coloniales
europeos se reparten territorios distantes (India, Canadá) al tiempo que se
dirimen otros repartos en Europa (como el de Polonia). Las posesiones
europeas llegaron a su máxima expansión en América previo a la
Independencia de Estados Unidos (1776) y de la Emancipación
Hispanoamericana (1808-1824), anticipada por la Revolución de los
Comuneros en 1737 y la rebelión de Túpac Amaru en 1780. Para recoger el
testigo de la sumisión colonial, África y Extremo Oriente habrán de esperar
al siglo XIX, pero en el Asia Central se asiste a una carrera por la ocupación
de un espacio geoestratégicamente vacío entre Rusia y China.
Simultáneamente, en el Pacífico norteamericano la emprenden Rusia,
Inglaterra y España, mientras la colonización de Australia es iniciada por
Inglaterra sin apenas oposición.
6) Realice una breve descripción y la importancia relacionada con los
términos.

Rta:

Juana De Arco: Juana de Arco es probablemente la francesa más famosa


de la historia. Luchó contra los ingleses en la Guerra de los Cien Años, las
victorias se sumaron de su mano, hasta que fue capturada. Si hay una
francesa conocida en todo el mundo, esa es Juana de Arco (c. 1412-1431),
la heroína de la lucha contra los ingleses. Una simple niña asegura tener
visiones: el arcángel Miguel, santa Margarita y santa Catalina de Alejandría
le encomiendan, en plena guerra de los Cien Años, salvar a Francia. En
esos momentos, los ingleses controlaban la mitad de su territorio y la
situación interna no podía ser más calamitosa: derrotas militares,
disensiones.
Tal vez la corte tomó en serio a Juana de Arco precisamente porque se
vivían momentos de desesperación y se necesitaba alguna esperanza, por
mínima que fuera. El hecho es que su presencia iba a representar un punto
de inflexión en el conflicto. El rey, Carlos VII, la envía a Orleans, cercada
por el enemigo, junto con el ejército de socorro. Pocos días después, los
ingleses se ven obligados a retirarse. ¿Hay que atribuir a la “doncella” el
éxito? Los historiadores no han conseguido ponerse de acuerdo.
Capetos: Casa real que gobernó Francia desde el año 987 al 1328.
La dinastía de los Capeto se inició con Hugo Capeto, duque de París,
aunque en un principio su gobierno estuvo limitado al ducado de París,
pronto el poder de los Capetos se extiende a toda Francia, gracias a las
conquistas armadas y a las estratégicas alianzas matrimoniales. La
importancia de la familia de los Capeto fue, entre otras, el fortalecimiento y
engrandecimiento de Francia al evitarse las pugnas por la sucesión al trono,
mediante la hábil maniobra de Hugo de asociar en su reinado al
primogénito, de esta forma se aseguraba la sucesión, estrategia repetida
por sus descendientes. Los reyes más destacados de los Capeto fueron
Felipe II (1180-1223) fortaleció la monarquía y consagró a París como
capital del reino; San Luís IX (1220-1270), rey devoto y enemigo de la
corrupción, participó en la séptima y octava cruzada; Felipe IV, el hermoso,
(1285-1314) responsable del traslado de la sede papal a Avignon y la
supresión de la orden de los Templarios. Al fallecer Carlos IV, sin dejar
heredero varón, asumió el trono de Francia la casa de los Valois. En
conclusión, los quince reyes Capeto no sólo gobernaron a Francia, sino que
su influencia se extendió a otros países europeos debido a las alianzas
matrimoniales.
Cortes: Asambleas convocadas por el rey. En el siglo XV se unificaron los
reinos de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de Isabel y Fernando, Reyes
católicos. Estos concluyeron la conquista de la península ibérica, que
finalizaría con la caída del reino musulmán de granada y así consolidarse el
estado principal.
Condes: Conde viene de la palabra latina comes que significa compañero.
Entre los romanos se usó este título para designar a los que estaban al lado
del emperador y le acompañaban en sus viajes. Algunos pretenden que era
ya conocido en tiempo de la república, otorgándose a los tribunos,
prefectos, a otros que acompañaban a los procónsules y demás oficiales
superiores en las provincias de sus departamentos. Mas no se consideró
como dignidad hasta el imperio de Constantino, quien nombró condes para
el servicio de tierra y de mar, para los asuntos de paz y guerra y para los de
religión, entre otros.
Jacqueline: es un término francés empleado para referirse a las revueltas
de campesinos que tuvieron lugar en Francia durante la Edad Media, el
Antiguo Régimen y la Revolución francesa.
El término proviene de la Grande Jacquerie de 1358. En la crónica que hizo
de este levantamiento el cronista medieval Jean Froissart, este denominaba
a los campesinos "Jacques Bonhomme" probablemente por la chaqueta
que solían llevar, la jaque. De la misma manera, los nobles llamaban de
manera despectiva "Jacques" a los siervos y campesinos que trabajaban en
sus tierras.
Cisma De Occidente: La crisis de la Iglesia abierta a fines del siglo XIV
como consecuencia de la permanencia del papado en Aviñón (Francia),
durante varios años, y la vuelta a Roma del pontífice Gregorio XI en 1377,
provocaría la división de obediencias en la Cristiandad. A la muerte de este
papa en 1378, el cónclave romano eligió a Urbano VI dentro de un clima de
tensión que fue aprovechado por los cardenales partidarios del papado de
Aviñón -que no habían vuelto a Roma- para declarar ilegítima la elección y
designar a Clemente VII con el apoyo de Francia y de sus aliados.

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