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RESUMEN
El objetivo de este trabajo es presentar y describir una forma de intervención
terapéutica a través de la creación artística. La metodología que se expone se ha ido
perfilando a partir de la práctica, en el contexto de hospital de día con enfermos
graves en su mayoría con esquizofrenia, en torno a una serie de ejes de trabajo, que
funcionan como guías o pilares sobre las cuales el/la paciente pueda ir construyendo
desde la creación, una nueva dimensión personal. Para ello se parte de explorar las
características específicas del arteterapia y su relación con otros abordajes terapéu-
ticos en los que se utiliza el arte. Se observan las dinámicas a las que dan lugar, se
analizan en relación con las características de los/las pacientes y se exponen las
líneas de intervención, las posibilidades y dificultades que presentan.
* Psiquiatra.
** Arteterapeuta. Profesora de la Universidad Autônoma de Madrid.
Correspondencia: Dra. Belén Sanz-Aránguez Ávila. Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitario Puerta de
Hierro Majadahonda. Manuel de Falla, 1. 28222 Majadahonda. Madrid (España)
Correo electrónico: belenosanz@terra.es
SUMMARY
The aim of this work is to present and describe a path of therapeutic intervention
through art creation. The methodology exposed has outlined from the practice, in the
context of day hospital with severe patients mostly with schizophrenia, around any
work axis, which work as rails or girders on which the patient can start constructing
from creation, a new personal dimension. To achieve this, we start exploring the
specific characteristics of art therapy and its relation with other therapeutic boarding
in which art is used. The dynamics they give place are observed, are analysed in
relation to the patients’ characteristics and the intervention lines, possibilities and
difficulties they show are exposed.
.
KEY WORDS: Art therapy. Schizophrenia. Creative process. Language.
INTRODUCCIÓN
A la luz de las últimas revisiones que se han realizado en relación con la eficacia de los
dispositivos de arteterapia en el tratamiento de la esquizofrenia, parece demostrado
que esta vía de trabajo resulta especialmente eficaz en el abordaje de la sintomatología
negativa.1 Este hecho conduce a plantearse la necesidad de explorar y analizar los
elementos que la convierten en un instrumento terapéutico específico, así como de
desarrollar diseños de intervención-investigación que se articulen coherente y eficaz-
mente, con el fin de proporcionar pruebas clínicas suficientemente consistentes.
La enfermedad mental, y en especial la esquizofrenia, afecta a un segmento de po-
blación considerable, causando importantes dificultades en su desarrollo vital. Para su
tratamiento se ha incidido, estudiado y avanzado, especialmente desde la farmacología,
en el control de los denominados síntomas productivos, que afectan fundamentalmente
a la estructura y el contenido del pensamiento y de la percepción (delirios, alucinacio-
nes auditivas, cambios de conducta, agitación, etc.) y que, aun cuando constituyen el
aspecto más evidente de la enfermedad, por su disruptividad, no parecen conformar su
estrato más profundo.
La clínica revela que, como afirmaba Clérambault: «Cuando el delirio aparece, la
psicosis ya es antigua» y que más allá de las construcciones delirantes existen una serie
de áreas del sujeto como son la afectiva, la comunicativa y la volitiva, que se encuentran
ARTE Y PSIQUIATRÍA
A día de hoy la práctica clínica en salud mental contempla aun muy raramente in-
tervenciones terapéuticas en las que la creación artística esté presente. No obstante
cada vez son más quienes se interesan por una vía de trabajo que se encuentra
claramente inexplorada. Si bien desde el punto de vista artístico existe una importante
tradición vinculada a lo que Dubuffet denominó Art Brut,3 desde el punto de vista
médico existen muy pocas investigaciones y menos aun suficientemente documentadas
y contrastadas.
En el año 2003, se publicó por primera vez el estudio de Ruddy y Milnes,4 para La
Crochane Library, con el título Art therapy for schizophrenia or schizophrenia-like
illnesses (Arteterapia para la esquizofrenia o las enfermedades similares a la
esquizofrenia), cuyo objetivo es «revisar los efectos del arteterapia como tratamiento
adyuvante para la esquizofrenia en comparación con la atención estándar y otras
intervenciones psicosociales», en el que se concluye que, a esa fecha «existen aun
muchas dudas acerca de su eficacia comprobada, más allá de lo experimental», y que
«no está claro si el arteterapia puede mejorar el estado mental, las relaciones
interpersonales o las redes sociales y no hay datos disponibles para resultados tales
como la calidad de vida y la satisfacción con la atención».
Actualmente existen ya publicaciones que concluyen la eficacia del arteterapia en el
tratamiento de la enfermedad mental, y más específicamente de la esquizofrenia. El
Perspectivas y trayectoria
Desde una perspectiva histórica, podría decirse que el arte, cuando ha aparecido en
ámbitos psiquiátricos, ha sido y sigue siendo en la mayoría de los casos un instrumento
al servicio de diferentes formas de trabajo terapéutico. Con esto no quiere decirse que
Arte y locura
Probablemente la vía que se ocupa de estudiar las posibles relaciones entre el artista y
la locura sea la que más literatura ha generado. El carácter a menudo aislado y excén-
trico del artista, su dimensión «visionaria», su entrega a la creación y despegue de la
realidad, etc., han hecho de este binomio una conjunción casi paradigmática. Es posible
encontrar textos que exploran esa correlación de diferentes formas: partiendo de las
biografías de diferentes artistas10-12 y su posible sintomatología; buscando datos ciento-
ficos acerca de la vinculación entre el trastorno mental y la creatividad a través de
estudios de campo comparativos;13,14 o desarrollando formulaciones teóricas acerca del
psiquismo del artista desde una perspectiva psicoanalítica.15,16
En todos ellos parece revelarse cierta capacidad de la actividad artística para cons-
tituirse como vía alternativa a la locura, lo que a menudo conduce a importantes
distorsiones. Una mitificación del binomio artista-loco y la fantasía de una curación
milagrosa de la enfermedad a través del arte, hace que el fenómeno artístico dentro de
las instituciones psiquiátricas se haya abandonado durante muchos años a la intuición,
a la creencia inequívoca de que la enfermedad mental es fuente de creatividad y sobre
todo al valor expresivo que se presume en toda creación enferma. A ello habría que
añadir el factor de excentricidad que caracteriza a muchos enfermos, que toma sentido
desde el carácter creativo y una profunda carga ideológica, derivada de las posiciones
de la antipsiquiatría: la consideración de la enfermedad como una ruptura inevitable de
la persona con una realidad alienante (familia, religión, sociedad, estado), que el arte,
de alguna manera, viene a restaurar.17
Partir de esta concepción implica detenerse a pensar acerca de sus elementos fundantes
o constitutivos, para posteriormente analizar y discriminar aquellos que la convierten
en una vía especifica de abordaje en el tratamiento de la enfermedad mental:
La actividad artística es una actividad propia del ser humano independientemente
de su estado de salud, por ello, al introducirla dentro de un marco terapéutico procura
un espacio para la normalidad (diferenciándose de otras posiciones terapéuticas que
tienen sentido en función del tratamiento de la enfermedad); movilizando capacidades
y recursos expresivos, comunicacionales y adaptativos que están en el paciente, hacién-
dolos visibles, y poniéndolos en acción; aprovechándolos para su propio desarrollo
personal.
El continuo percepción-interpretación-representación se pone en marcha desde el
momento en que se inicia la actividad creadora. Los valores de lo que se denomina
creatividad son tomados a día de hoy como indiscutibles factores promotores de la
salud (flexibilidad, capacidad de adaptación, capacidad de innovación, búsqueda de
soluciones, sensibilidad a los problemas, capacidad para cambiar de perspectiva,
etc.),20-24 sin embargo, ellos no resultan suficientes para delimitar el campo de valencias
propio del arteterapia. La creación artística en tanto acción se propone ir más lejos; los
procesos de creación acontecen a partir de los dos primeros elementos del continuo
descrito: percepción-interpretación, pero se desarrollan sólo en el momento en que el
tercero de ellos, la representación, entra en juego. La actividad artística es sobre todo
una forma de acción, una vía de representación que vincula elementos de la realidad
externa con otros de naturaleza interna como recuerdos, deseos, miedos, fantasías, etc.,
pero sobre todo supone un conjunto de operaciones simbólicas y fácticas al servicio de
la transformación, del cambio en lo real.
Por otra parte, crear supone también asumir un riesgo: el de la pérdida o el de la
frustración. Si es posible decir que toda representación es en sí misma deficitaria, lo es
aun más cuando se inscribe en un lenguaje no sistematizado, cuya matriz de opera-
ciones, retóricas y analógicas fundamentalmente, la configura articulada sobre la ambi-
güedad y la ambivalencia. El artista, la artista, se comprometen con la realidad mien-
tras renuncian a ella; su trabajo no consiste en conseguir reproducirla literalmente,
sino en un lograr, con un mayor o menor grado de iconicidad, una forma indicial que la
represente.
La posición creadora sólo es posible cuando existe un margen del psiquismo que se
despega de la literalidad representada para ingresar en lo posible aun-no-representado;
un borde intersticial o fronterizo entre la realidad interna y externa del sujeto, lo sufi-
cientemente permeable como para favorecer su presentividad (emocional, cognitiva,
física y social) en el proceso; un espacio del sí mismo sostenido, no por la represen-
tación sino por lo que aun está por representar, capaz de convertir el soporte (lienzo,
papel, arcilla, escenario, etc.) en un campo de acción, en una especie de «arena» de
entrenamiento donde desplegar, no ya abstracciones o idealizaciones, sino posibili-
dades.25
Esta posición resulta especialmente relevante, por cuanto habilita al proceso crea-
dor como proceso de simbolización vital.26 Aun cuando la capacidad simbólica aparezca
completamente inhibida, la obra impone un distanciamiento de sí mismo que, si bien
puede resultar un agente desestabilizador en un primer momento, constituye un ele-
mento clave para el abordaje terapéutico, por cuanto desactiva gran parte de la carga de
amenaza que puede advertirse en una intervención permitiendo una mayor accesi-
bilidad.
Su peculiar estatus, en los límites de la realidad externa e interna del sujeto,
favorece un acercamiento terapéutico poco invasivo y facilita el trabajo de análisis y
elaboración de una forma contenida, dejando al descubierto formas de afrontamiento,
estrategias adaptativas o defensivas, operaciones de construcción de significados, etc.
La formación artística viene habitualmente inscrita en el espacio de la recursividad, y
permite el avance de lo nuevo al abrigo de lo ya conocido. La obra en curso constituye,
en tanto material en proceso, un elemento transicional, en el sentido más winni-
cottiano, que evoluciona desde la neutralidad, en la medida en que se carga
simbólicamente, hasta conformarse como objeto relacional, que se ofrece al creador
como representante o valedor de una parte de su subjetividad.27
Por último, cabe destacar que todo proceso de creación es productivo en el sentido
más literal: da lugar a un producto, a una imagen que perdura en el tiempo como forma
real, de la cual es posible derivar nuevas formas de subjetividad, por cuanto puede ser
retomada como objeto de miradas y lecturas diferentes, permitiendo una lectura longi-
tudinal que puede ser actualizada cada vez mientras arroja luz o cobra sentido «en
relación con».
Ejes de trabajo
Los procesos que la actividad artística pone en marcha, si bien interaccionan con las
características sintomáticas de la enfermedad, son sobre todo modulados por las carac-
terísticas individuales del sujeto: rasgos de personalidad, estilos atributivos y de afron-
tamiento, mecanismos defensivos y adaptativos, habilidades sociales, etc. Este hecho
conduce a plantear una formulación descriptiva diferenciada acerca de cómo cada
sujeto-paciente encuentra en cada uno de los ejes de trabajo descritos una forma de
vincularse a la actividad artística y por tanto al tratamiento; y como este vínculo pro-
mueve dinámicas creadoras de transformación y cambio. Si bien es posible encontrar
siempre elementos vinculares entre el sujeto y su producción/proceso artístico, este
vínculo no siempre es suficiente para dar lugar a un cambio. En ocasiones el proceso de
creación parece quedar prendido del propio proceso de enfermedad, poniendo de
manifiesto la insuficiencia terapéutica de la vía. Cuando el vínculo sujeto-proce-
so/producto no va acompañado de una internalización del proceso de creación en sí
mismo como un proceso de maduración personal, el trabajo artístico puede enquistarse
en las dinámicas patológicas del sujeto, no dando lugar a un movimiento de cambio
significativo.
Por tanto podría decirse que este vínculo resulta fundamental, puesto que de su
naturaleza se desprende lo específico de la función que desempeña la actividad artística
dentro del dispositivo terapéutico y el tipo de intervención que desde ella puede
plantearse.
De forma esquemática podrían describirse las siguientes líneas de trabajo en
relación con:
— El espacio de creación
— El lenguaje artístico plástico
— Las operaciones
— El proceso creador
— Las dificultades
El espacio de creación
Pacientes con alto grado de bloqueo en relación con conflictos intra o interpersonales
que utilizan el lenguaje y los procesos artísticos de forma consciente para dar lugar a
una narración que facilita la expresión y elaboración de dicho conflicto.
Para estos pacientes el espacio de creación se convierte en un lugar donde poder
explorar y dar sentido a aspectos que tienen que ver directamente con su vida. El papel
es un campo de batalla, sobre el que pueden ser trabajadas las dificultades que apare-
cen en el proceso de construir. Esta forma, que constituye posiblemente la vía más
directa para el trabajo terapéutico se basa en un desplazamiento metafórico por el que
el tiempo, el espacio, los materiales, las personas, las palabras, y todo aquello que tiene
que ver con la obra, remiten a una experiencia real. De esta forma es viable la represen-
tación de algo que no había podido aparecer previamente, dando lugar a un recono-
cimiento, a un reposicionamiento que favorezca una elaboración verbal a posteriori.
Son pacientes para los que el espacio de creación es fundamentalmente un espacio
transferencial y para quienes la persona del terapeuta cobra una dimensión especial. El
trabajo desde el arteterapia permite desplazar una parte importante de la carga deposi-
tada en esa relación (paciente/terapeuta) hacia la obra, favoreciendo la canalización de
emociones en ocasiones muy intensas y facilitando el cambio. La intervención tera-
péutica por tanto ha de basarse en una actitud que indique la presencia de un inter-
locutor fiable; desprovisto de complacencia vana, de juicios de valor; capaz de dar
lugar, en la interacción, a movimientos creativos que faciliten la integración de la
experiencia, la elaboración de emergentes emocionales y, en último caso, su resig-
nificación.
En este apartado se incluyen también aquellos pacientes que presentan un alto
grado de impulsividad, hiperactividad, obsesividad u otras conductas desadaptativas
que dificultan las relaciones y especialmente el vínculo con el tratamiento. El espacio
artístico procura un lugar abierto pero contenedor, donde poder descargar sin daño.
activarse adaptativamente o convertir la respuesta sintomática en forma de expresión,
lo que promueve la posibilidad de elaborar nuevos significados sobre ella.
Pacientes que, bien por estar muy defendidos, bien por presentar déficit comunica-
cionales y/o cognitivos importantes en el lenguaje verbal, utilizan el lenguaje artístico,
las técnicas (experimentación, exploración, descubrimiento) y la materia, como punto
de enganche en la construcción de un discurso que va tomando forma a partir de ahí,
permitiéndoles expresar aquello que no puede ser expresado de otro modo, y
manteniendo siempre su referencia material, sensorial y formal.
En estos casos la dimensión formal del lenguaje artístico permite la aparición de
una dimensión expresiva que hace posible un discurso desde lo háptico-visual, aun
cuando se evidencian dificultades en la comunicación verbal y corporal. Lo sensorial de
la técnica promueve la apertura de una vía de simbolización a partir del color, la
textura, el tacto y la materia, capaz de generar y sostener desplazamientos efectivos que
favorezcan el control y el cambio.
Son pacientes que presentan un alto nivel de introversión, con quienes la posibi-
lidad de establecer un vínculo terapéutico es muy limitado. El trabajo en arteterapia
proporciona un elemento intermediario que actúa como aglutinante de la relación
(paciente/terapeuta) y que, si bien no consigue funcionar como un perfecto puente para
la subjetividad, resulta lo suficientemente consistente como para permitir cierta inter-
acción.
La intervención ha de basarse en una actitud de acompañamiento en la creación,
que permita al terapeuta ser percibido como una presencia nítida, que no ejerce
presión, que deja libre de interpretación todo avance artístico y puede conectar con la
persona a través de su quehacer creando, favoreciendo una implicación cada vez mayor
del paciente con su obra y promoviendo el desarrollo de un lenguaje y un discurso
artístico propios.
Las operaciones
El proceso creador
Pacientes que encuentran en los procesos creadores una forma de vincularse con la
realidad y con su enfermedad.
Puede tratarse de pacientes que presentan importantes rasgos narcisistas de perso-
nalidad o nula conciencia de enfermedad, que tratan de evidenciar con su distancia-
miento del medio terapéutico una posición diferenciada del resto de los pacientes. Las
mayores dificultades son justamente relativas a la aceptación de un tratamiento que
exigiría de ellos asumir un rol (el de enfermo) que no quieren. No colaboran con la
terapia y son muy poco comunicativos, evitando cualquier acercamiento que les recuer-
de a la enfermedad. La posición desde el arteterapia, claramente diferenciada del resto
de abordajes, les permite adoptar un rol más acorde consigo mismos. Puede ser que se
nieguen por completo a participar o que, por el contrario, se acojan al papel de artista-
genio para poner en evidencia su individualidad.
La intervención en estos casos se basa sobre todo en una actitud respetuosa y
altamente profesionalizada, que enganche con los conceptos de normalidad, capaci-
tación, individuación. De esta manera es posible conseguir una adherencia al trata-
miento que no ponga en peligro su autoconcepto, y desde ahí promover vías para la
elaboración y el análisis de la realidad.
Por otra parte, encontramos aquí también pacientes de características muy diferen-
tes, que pueden encontrar en el medio artístico un nuevo estatus que les ofrece segu-
ridad, incrementa su percepción de capacidad y por ello promueve el desarrollo de una
nueva manera, más vital, de verse a sí mismos.
Su relación con la obra, en todos ellos, se inscribe dentro de un proceso de
búsqueda que trasciende la sesión dando lugar a un recorrido por el cual los elementos,
las formas, los temas, van siendo progresivamente incorporados como vías de trabajo
con su individuación, produciéndose así una significativa vinculación con la terapia.
Dificultades
Todos estos puntos reenvían a las posiciones de partida, y ponen de relieve una vez más
la importancia de contar con profesionales bien cualificados, capaces de detectar y
trabajar con estas dificultades como tales; pero sobre todo haciendo prevalecer los
objetivos terapéuticos referidos al paciente sobre posibles buenos resultados estéticos o
personales.
CONCLUSIONES
El análisis que aquí se ha expuesto revela algunos de los puntos que parecen claves en
este tipo de intervención:
— Procesos de creación, operaciones, lenguaje y espacio de creación, resultan ser
ejes desde los que poder realizar intervenciones terapéuticas específicas
utilizando el medio artístico.
— Los pacientes, en función de: sintomatología, rasgos de personalidad, estilos de
funcionamiento y capacidades, se vinculan con la actividad artística desde un
lugar que conecta con alguno de los ejes descritos.
— Las posibilidades de éxito terapéutico se desprenden de la conjunción de dos
factores: por un lado las características del paciente definen su implicación en el
trabajo artístico, lo que permite la movilización de sus capacidades y la posibi-
lidad de cambio; por otra, la intervención ha de estar diseñada y construida ad
hoc, lo que implica una comprensión del proceso y una formulación teórica
coherentes.
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