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ARTÍCULO ESPECIAL

La creación artística como


tratamiento de la esquizofrenia:
una aproximación metodológica

Belén SANZ-ARÁNGUEZ*; María DEL RÍO**

RESUMEN
El objetivo de este trabajo es presentar y describir una forma de intervención
terapéutica a través de la creación artística. La metodología que se expone se ha ido
perfilando a partir de la práctica, en el contexto de hospital de día con enfermos
graves en su mayoría con esquizofrenia, en torno a una serie de ejes de trabajo, que
funcionan como guías o pilares sobre las cuales el/la paciente pueda ir construyendo
desde la creación, una nueva dimensión personal. Para ello se parte de explorar las
características específicas del arteterapia y su relación con otros abordajes terapéu-
ticos en los que se utiliza el arte. Se observan las dinámicas a las que dan lugar, se
analizan en relación con las características de los/las pacientes y se exponen las
líneas de intervención, las posibilidades y dificultades que presentan.

PALABRAS CLAVE: Arteterapia. Esquizofrenia. Proceso creador. Lenguaje.

* Psiquiatra.
** Arteterapeuta. Profesora de la Universidad Autônoma de Madrid.

Correspondencia: Dra. Belén Sanz-Aránguez Ávila. Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitario Puerta de
Hierro Majadahonda. Manuel de Falla, 1. 28222 Majadahonda. Madrid (España)
Correo electrónico: belenosanz@terra.es

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B. SANZ-ARÁNGUEZ; M. DEL RÍO

Artistic creation as treatment for schizophrenia: a


methodological approach

SUMMARY
The aim of this work is to present and describe a path of therapeutic intervention
through art creation. The methodology exposed has outlined from the practice, in the
context of day hospital with severe patients mostly with schizophrenia, around any
work axis, which work as rails or girders on which the patient can start constructing
from creation, a new personal dimension. To achieve this, we start exploring the
specific characteristics of art therapy and its relation with other therapeutic boarding
in which art is used. The dynamics they give place are observed, are analysed in
relation to the patients’ characteristics and the intervention lines, possibilities and
difficulties they show are exposed.
.
KEY WORDS: Art therapy. Schizophrenia. Creative process. Language.

INTRODUCCIÓN

A la luz de las últimas revisiones que se han realizado en relación con la eficacia de los
dispositivos de arteterapia en el tratamiento de la esquizofrenia, parece demostrado
que esta vía de trabajo resulta especialmente eficaz en el abordaje de la sintomatología
negativa.1 Este hecho conduce a plantearse la necesidad de explorar y analizar los
elementos que la convierten en un instrumento terapéutico específico, así como de
desarrollar diseños de intervención-investigación que se articulen coherente y eficaz-
mente, con el fin de proporcionar pruebas clínicas suficientemente consistentes.
La enfermedad mental, y en especial la esquizofrenia, afecta a un segmento de po-
blación considerable, causando importantes dificultades en su desarrollo vital. Para su
tratamiento se ha incidido, estudiado y avanzado, especialmente desde la farmacología,
en el control de los denominados síntomas productivos, que afectan fundamentalmente
a la estructura y el contenido del pensamiento y de la percepción (delirios, alucinacio-
nes auditivas, cambios de conducta, agitación, etc.) y que, aun cuando constituyen el
aspecto más evidente de la enfermedad, por su disruptividad, no parecen conformar su
estrato más profundo.
La clínica revela que, como afirmaba Clérambault: «Cuando el delirio aparece, la
psicosis ya es antigua» y que más allá de las construcciones delirantes existen una serie
de áreas del sujeto como son la afectiva, la comunicativa y la volitiva, que se encuentran

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profundamente afectadas, generando una sintomatología diferente de índole deficitaria


sobre la cual los fármacos apenas inciden, y que condiciona seriamente las posibili-
dades efectivas de desarrollo personal y competencia social. O dicho de otra forma,
existe en estos pacientes una dificultad en la capacidad para representar su estado
mental y el de los otros, en función de creencias, emociones, etc., que origina un dete-
rioro en su cognición social.2
Desde los dispositivos de hospital de día y centro de rehabilitación psicosocial, a
través de tratamientos farmacológicos combinados con psicoterapia y terapia ocupa-
cional se atiende más específicamente a estos aspectos en su dimensión cognitiva y
social/ocupacional, pero aun así parece existir un reducto sintomático, caracterizado
por déficit o disminución de algunas funciones psíquicas (embotamiento afectivo, dis-
tanciamiento emocional, apatía, alogia, anhedonia, falta de iniciativa, etc.), que se
resiste a casi cualquier tipo de tratamiento, y que es el que con más intensidad deter-
mina la cronicidad del trastorno.
Cada vez se considera más necesario por ello plantearse vías adyuvantes de trata-
miento más amplias y multidisciplinares, capaces de desarrollar y/o potenciar las pro-
pias capacidades del paciente generando recursos de afrontamiento personales; formas
de intervención que atiendan no sólo a la sintomatología, sino también a la persona del
enfermo: a sus capacidades, habilidades y singularidad, así como a sus respuestas emo-
cionales, sociales y ejecutivas.

ARTE Y PSIQUIATRÍA

A día de hoy la práctica clínica en salud mental contempla aun muy raramente in-
tervenciones terapéuticas en las que la creación artística esté presente. No obstante
cada vez son más quienes se interesan por una vía de trabajo que se encuentra
claramente inexplorada. Si bien desde el punto de vista artístico existe una importante
tradición vinculada a lo que Dubuffet denominó Art Brut,3 desde el punto de vista
médico existen muy pocas investigaciones y menos aun suficientemente documentadas
y contrastadas.
En el año 2003, se publicó por primera vez el estudio de Ruddy y Milnes,4 para La
Crochane Library, con el título Art therapy for schizophrenia or schizophrenia-like
illnesses (Arteterapia para la esquizofrenia o las enfermedades similares a la
esquizofrenia), cuyo objetivo es «revisar los efectos del arteterapia como tratamiento
adyuvante para la esquizofrenia en comparación con la atención estándar y otras
intervenciones psicosociales», en el que se concluye que, a esa fecha «existen aun
muchas dudas acerca de su eficacia comprobada, más allá de lo experimental», y que
«no está claro si el arteterapia puede mejorar el estado mental, las relaciones
interpersonales o las redes sociales y no hay datos disponibles para resultados tales
como la calidad de vida y la satisfacción con la atención».
Actualmente existen ya publicaciones que concluyen la eficacia del arteterapia en el
tratamiento de la enfermedad mental, y más específicamente de la esquizofrenia. El

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organismo londinense National Institute for Clinical Excellence National (NICE)


publicó en septiembre de 2008, el documento «Draft full guideline for consultation»1,
en el que aparece un apartado completo dedicado a las terapias expresivas, y en que se
recogen las investigaciones más relevantes hasta la fecha en dicha disciplina; se hace
una revisión sistemática y se analiza su viabilidad y pertinencia desde el punto de vista
económico y terapéutico. En este documento se concluyen una serie de recomenda-
ciones entre las que se encuentran: su especial indicación como tratamiento de la
sintomatología negativa presente en la esquizofrenia y su puesta en práctica por parte
de profesionales específicamente cualificados.
En marzo de 2009, dicha Guía NICE, en su punto referido a las intervenciones
psicológicas y psicosociales, recoge ya la recomendación de utilizar el arteterapia como
vía de intervención específica en el tratamiento de la esquizofrenia, especialmente en lo
referido a la sintomatología negativa (aplanamiento emocional, dificultades de relación,
abulia, apatía, etc): «considérese ofrecer arteterapia a todas las personas con esquizo-
frenia, en particular para aliviar los síntomas negativos. Esto puede iniciarse durante la
fase aguda o más tarde, incluido en lugares de internamiento».
En cuanto a España, en la Guía de Práctica Clínica sobre la Esquizofrenia y el
Trastorno Psicótico Incipiente,5 (que edita el Ministerio de Sanidad y Consumo) en su
edición de marzo de 2009, se menciona que: «Investigaciones más recientes permiten
recomendar la aplicación de técnicas expresivas (con independencia de la modalidad
utilizada: arteterapia, musicoterapia, etc.) realizada por profesionales con formación
especializada acreditada en pacientes con sintomatología negativa».
En este mismo documento se alude también al Modelo de Atención a Personas con
Enfermedad Mental Grave,6 publicado por el IMSERSO en el año 2006, y que en su
apartado 9.3 referente a la rehabilitación psicosocial, se refiere a las «Actividades
expresivas» como: «un conjunto de técnicas terapéuticas desarrolladas por personal
específicamente cualificado, basadas en la utilización de mecanismos de simbolización,
comunicación y expresión mediante canales verbales o no verbales (expresión artística,
musical o corporal) y diferenciadas en su finalidad y metodología de las actividades
ocupacionales. Incluye modalidades terapéuticas como arteterapia, musicoterapia y
técnicas de expresión corporal».
En cuanto a otro tipo de publicaciones recientes, dentro del ámbito psicoterapéu-
tico, cabe destacar el volumen 8 de la revista Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria
que edita el Servicio Regional de Salud. Hospital Psiquiátrico de Madrid, y que bajo el
título «Arte y Psiquiatría» recoge una panorámica del pensamiento actual acerca de las
posibilidades y características del arte como medio terapéutico.7

Perspectivas y trayectoria

Desde una perspectiva histórica, podría decirse que el arte, cuando ha aparecido en
ámbitos psiquiátricos, ha sido y sigue siendo en la mayoría de los casos un instrumento
al servicio de diferentes formas de trabajo terapéutico. Con esto no quiere decirse que

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la actividad artística no se encuentre presente en cierto número de instituciones psi-


quiátricas, sino que no aparece como práctica terapéutica específica, con unos objetivos
y metodología propios, sino que lo hace casi en todos los casos como coadyuvante o
reforzador de otras formas de intervención.
En este sentido es utilizada por psiquiatras, psicoterapeutas, terapeutas ocupa-
cionales y personal de enfermería, como complemento de los diferentes dispositivos
terapéuticos, siendo sus aplicaciones más usuales las siguientes: vía de descarga y/o
relajación, material proyectivo, instrumento diagnóstico, herramienta rehabilitadora,
vía de desarrollo de la creatividad, actividad de ocio o esparcimiento y vía de expresión
o comunicación personal.
Tal vez la aplicación más extendida sea esta última, por considerarse la más pró-
xima al arte y menos psicologizada. La creación artística libre supone aquí, no sólo una
forma de expresión genuina de la persona, sino también una expresión relativa a su
enfermedad: una forma de expresión que puede denominarse psicopatológica.
Desde que en 1864 Cessare Lombroso comenzara sus estudios acerca de la relación
entre arte y enfermedad mental, el interés de la psiquiatría por la producción artística
de sus pacientes ha ido en aumento. El desarrollo del psicoanálisis y su estudio del
inconsciente, junto con la revolución artística acontecida a principios del siglo XX
generaron el soporte conceptual y formal indispensable para la formación de una nueva
manera de concebir el Arte.
Si en el romanticismo se produjo un desplazamiento temático que condujo al artis-
ta, a través de la analogía exploratoria de los territorios desconocidos, hacia su propio
universo interior, la irrupción de las llamadas vanguardias históricas (cubismo, da-
daísmo, surrealismo, futurismo, etc) supuso la liberación del sometimiento formal y
cultural del Arte. La creación artística pasó a ser así una forma de acción, social y per-
sonalmente revalorizadora, que conmocionó los pilares de la Academia en tres aspectos
fundamentales: contenido (expresión de deseos o impulsos inconscientes; sueños, fan-
tasías, ficciones, etc.), lenguaje (simplificado, hibridado, simbólico, abstracto) y actitud
vital (provocadora, transgresora, rechazo de lo institucionalizado, etc.).
La función sublimatoria del arte, introducida por el psicoanálisis junto a su con-
cepción como vía de descarga y/o proyección de contenidos inconscientes, dio pie a las
primeras aproximaciones de la actividad artística al ámbito psiquiátrico. Algunos psi-
quiatras como Hans Prinzorhn,8 se interesaron por la producción artística de los
internos psiquiátricos, en la Colección de Heidelberg Prinzhorn logró reunir alrededor
de 4.500 trabajos de unos 350 pacientes de instituciones psiquiátricas de Alemania,
Suiza, Italia, Austria y Holanda, y en 1922 publicó Bildnerei der Geisteskanken (La
producción de imágenes de los enfermos mentales). A día de hoy es una línea bien
consolidada, a menudo presente en congresos de psiquiatría, exposiciones y catálogos
artísticos en la que las obras pueden simplemente exhibirse, mostrarse referidas a las
diferentes corrientes artísticas del siglo XX, o mezcladas con obra de muchos artistas
consagrados. En este sentido, existen colecciones en todas partes del mundo y se siguen
haciendo exposiciones que recogen esta tradición. En España la más reciente es

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Pinacoteca Psiquiátrica, organizada por la Dra. Ana Hernández en el Centro Cultural


La Nau, de la Universidad de Valencia de octubre 2009 a enero 2010.
En cuanto al ámbito del arte se integra dentro de un movimiento más amplio, que
comprende las creaciones de quienes no han recibido formación específica ni se
encuentran dentro de los circuitos culturales oficiales, y puede hablarse de una
tendencia que se argumenta teóricamente a partir de lo que Dubuffet3 denominó Art
Brut y más tarde Roger Cardinal9 Arte Marginal (outsider). Sirva como ejemplo que en
1995 La bienal de Venecia, concedió el máximo galardón a la obra de Arthur Bispo do
Rosario, un paciente psicótico internado en la colonia Juliano Moreira de Jacarepaguá,
en Río de Janeiro.

Arte y locura

Probablemente la vía que se ocupa de estudiar las posibles relaciones entre el artista y
la locura sea la que más literatura ha generado. El carácter a menudo aislado y excén-
trico del artista, su dimensión «visionaria», su entrega a la creación y despegue de la
realidad, etc., han hecho de este binomio una conjunción casi paradigmática. Es posible
encontrar textos que exploran esa correlación de diferentes formas: partiendo de las
biografías de diferentes artistas10-12 y su posible sintomatología; buscando datos ciento-
ficos acerca de la vinculación entre el trastorno mental y la creatividad a través de
estudios de campo comparativos;13,14 o desarrollando formulaciones teóricas acerca del
psiquismo del artista desde una perspectiva psicoanalítica.15,16
En todos ellos parece revelarse cierta capacidad de la actividad artística para cons-
tituirse como vía alternativa a la locura, lo que a menudo conduce a importantes
distorsiones. Una mitificación del binomio artista-loco y la fantasía de una curación
milagrosa de la enfermedad a través del arte, hace que el fenómeno artístico dentro de
las instituciones psiquiátricas se haya abandonado durante muchos años a la intuición,
a la creencia inequívoca de que la enfermedad mental es fuente de creatividad y sobre
todo al valor expresivo que se presume en toda creación enferma. A ello habría que
añadir el factor de excentricidad que caracteriza a muchos enfermos, que toma sentido
desde el carácter creativo y una profunda carga ideológica, derivada de las posiciones
de la antipsiquiatría: la consideración de la enfermedad como una ruptura inevitable de
la persona con una realidad alienante (familia, religión, sociedad, estado), que el arte,
de alguna manera, viene a restaurar.17

POTENCIAL TERAPÉUTICO DEL ARTE (ARTETERAPIA)

Sin embargo, el valor terapéutico de la actividad artística dentro de las instituciones


psiquiátricas cobró sentido especialmente de la mano del psiquiatra Leo Navratil,18
quien con su lema «los esquizofrénicos son artistas», fundó la comunidad artística y
terapéutica Los artistas de Gugging,19 lo que permitió observar una dimensión

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diferente de la exclusivamente artística, más vinculada con aspectos expresivos, crea-


tivos e interpersonales.
En este contexto, el desarrollo progresivo del arteterapia como disciplina, y la nece-
sidad de encontrar vías de trabajo diferentes para el tratamiento de la enfermedad han
ido configurando una panorámica muy diversificada, mediatizada por las diferentes
orientaciones teóricas de base: psicoanalítica, cognitivista, conductista y humanista
fundamentalmente.
Por otra parte, la creciente curiosidad acerca de los beneficios del arte en relación
con la enfermedad mental, ha llevado a la progresiva aparición de talleres artísticos,
dando lugar algunas veces a formulaciones ambiguas. Si bien es difícil siempre esta-
blecer con cierta claridad los límites de una disciplina, el arteterapia presenta al menos
una doble complejidad: la de formularse terminológicamente como disciplina com-
puesta, arte y terapia; y la que dichas disciplinas en sí mismas presenten una difícil
delimitación.
El arteterapia formulada como hibridación cobra sentido únicamente a partir de la
complementariedad, lo que incrementa el riesgo de confusión acerca de los objetivos y
metodología con que se presenta. Definirla en función de su posición sobre el continuo
de dos constructos conceptuales es preguntarse también por la naturaleza de dicha
posición: el arteterapia, concebida como combinación, resulta ser una vía de trabajo a
medio camino entre la terapia y el arte, cuyos principios disciplinares serán necesa-
riamente dependientes del lugar que ocupa dentro de ese continuo. A este lugar
impreciso y múltiple se suman dos problemas más: la controvertida realidad del arte y
de la terapia y cierta moda de lo terapéutico que ha conducido a una proliferación de
terapias de toda índole que han venido a restarle credibilidad.
En cierto sentido hablamos aquí de un problema antiguo, que podría resumirse
contraponiendo análogamente arte/artístico y terapia/terapéutico, pero que, aun
siendo fundamental, nos aparta definitivamente del problema del arteterapia, por
cuanto nos coloca en una posición que podría considerarse fundante, pero no delimi-
tadora del arteterapia, que considera que todo proceso de creación puede resultar
terapéutico y que todo proceso terapéutico puede resultar una forma de creación.
En primer lugar habríamos de considerar que del primer término «arte», el arte-
terapia toma lo concerniente al medio expresivo, al espacio en que se constituye y a los
procesos que genera; y en segundo lugar que en cuanto al segundo, «terapia», se refiere
al ámbito psicológico, alude a procesos de transformación y cambio y se formula bajo
objetivos psicoterapéuticos.
De esta manera el arteterapia se configura como una disciplina compleja, consti-
tuida a partir de la interacción de procesos vinculados a la creación y a la psicoterapia,
no del solapamiento de sus aspectos calificativos: artístico y terapéutico. Una disciplina
con entidad propia y claramente diferenciada de otras, con una fundamentación
multidisciplinar, de raíz psicológica, filosófica, antropológica, artística, psicoterapéu-
tica, fisiológica, sociológica, estética, hermenéutica, lingüística, etc.

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FUNDAMENTOS PARA UNA INTERVENCIÓN ARTETERAPÉUTICA

Partir de esta concepción implica detenerse a pensar acerca de sus elementos fundantes
o constitutivos, para posteriormente analizar y discriminar aquellos que la convierten
en una vía especifica de abordaje en el tratamiento de la enfermedad mental:
La actividad artística es una actividad propia del ser humano independientemente
de su estado de salud, por ello, al introducirla dentro de un marco terapéutico procura
un espacio para la normalidad (diferenciándose de otras posiciones terapéuticas que
tienen sentido en función del tratamiento de la enfermedad); movilizando capacidades
y recursos expresivos, comunicacionales y adaptativos que están en el paciente, hacién-
dolos visibles, y poniéndolos en acción; aprovechándolos para su propio desarrollo
personal.
El continuo percepción-interpretación-representación se pone en marcha desde el
momento en que se inicia la actividad creadora. Los valores de lo que se denomina
creatividad son tomados a día de hoy como indiscutibles factores promotores de la
salud (flexibilidad, capacidad de adaptación, capacidad de innovación, búsqueda de
soluciones, sensibilidad a los problemas, capacidad para cambiar de perspectiva,
etc.),20-24 sin embargo, ellos no resultan suficientes para delimitar el campo de valencias
propio del arteterapia. La creación artística en tanto acción se propone ir más lejos; los
procesos de creación acontecen a partir de los dos primeros elementos del continuo
descrito: percepción-interpretación, pero se desarrollan sólo en el momento en que el
tercero de ellos, la representación, entra en juego. La actividad artística es sobre todo
una forma de acción, una vía de representación que vincula elementos de la realidad
externa con otros de naturaleza interna como recuerdos, deseos, miedos, fantasías, etc.,
pero sobre todo supone un conjunto de operaciones simbólicas y fácticas al servicio de
la transformación, del cambio en lo real.
Por otra parte, crear supone también asumir un riesgo: el de la pérdida o el de la
frustración. Si es posible decir que toda representación es en sí misma deficitaria, lo es
aun más cuando se inscribe en un lenguaje no sistematizado, cuya matriz de opera-
ciones, retóricas y analógicas fundamentalmente, la configura articulada sobre la ambi-
güedad y la ambivalencia. El artista, la artista, se comprometen con la realidad mien-
tras renuncian a ella; su trabajo no consiste en conseguir reproducirla literalmente,
sino en un lograr, con un mayor o menor grado de iconicidad, una forma indicial que la
represente.
La posición creadora sólo es posible cuando existe un margen del psiquismo que se
despega de la literalidad representada para ingresar en lo posible aun-no-representado;
un borde intersticial o fronterizo entre la realidad interna y externa del sujeto, lo sufi-
cientemente permeable como para favorecer su presentividad (emocional, cognitiva,
física y social) en el proceso; un espacio del sí mismo sostenido, no por la represen-
tación sino por lo que aun está por representar, capaz de convertir el soporte (lienzo,
papel, arcilla, escenario, etc.) en un campo de acción, en una especie de «arena» de
entrenamiento donde desplegar, no ya abstracciones o idealizaciones, sino posibili-
dades.25

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Esta posición resulta especialmente relevante, por cuanto habilita al proceso crea-
dor como proceso de simbolización vital.26 Aun cuando la capacidad simbólica aparezca
completamente inhibida, la obra impone un distanciamiento de sí mismo que, si bien
puede resultar un agente desestabilizador en un primer momento, constituye un ele-
mento clave para el abordaje terapéutico, por cuanto desactiva gran parte de la carga de
amenaza que puede advertirse en una intervención permitiendo una mayor accesi-
bilidad.
Su peculiar estatus, en los límites de la realidad externa e interna del sujeto,
favorece un acercamiento terapéutico poco invasivo y facilita el trabajo de análisis y
elaboración de una forma contenida, dejando al descubierto formas de afrontamiento,
estrategias adaptativas o defensivas, operaciones de construcción de significados, etc.
La formación artística viene habitualmente inscrita en el espacio de la recursividad, y
permite el avance de lo nuevo al abrigo de lo ya conocido. La obra en curso constituye,
en tanto material en proceso, un elemento transicional, en el sentido más winni-
cottiano, que evoluciona desde la neutralidad, en la medida en que se carga
simbólicamente, hasta conformarse como objeto relacional, que se ofrece al creador
como representante o valedor de una parte de su subjetividad.27
Por último, cabe destacar que todo proceso de creación es productivo en el sentido
más literal: da lugar a un producto, a una imagen que perdura en el tiempo como forma
real, de la cual es posible derivar nuevas formas de subjetividad, por cuanto puede ser
retomada como objeto de miradas y lecturas diferentes, permitiendo una lectura longi-
tudinal que puede ser actualizada cada vez mientras arroja luz o cobra sentido «en
relación con».

Ejes de trabajo

La actividad artística como vía terapéutica, de acuerdo con todo lo anteriormente


expuesto, muestra algunas especificidades que no se encuentran presentes como tales
(configuradoras) en las formas terapéuticas habituales, ya sea por las características del
medio psicoterapéutico (verbal discursivo), o por el formato en que se incluye: terapia
ocupacional, rehabilitación, tests proyectivos o talleres artísticos por ejemplo. En la
terapia ocupacional la actividad en sí, y todo lo que el hacer despliega, son el auténtico
motor terapéutico, siendo la actividad artística una de las muchas posibles sin que
tenga porque tener un estatus especial. En la rehabilitación priman los aspectos rela-
tivos al desarrollo cognitivo, social y/o psicomotor, por lo que la actividad artística,
cuando se utiliza, sirve como medio para favorecer procesos perceptivos, atencionales,
comprensivos, etc., o motrices, a través de acciones como: cortar, pegar, rellenar,
copiar, discriminar, etc. En los tests proyectivos o en las producciones dirigidas que
tienen lugar dentro de un dispositivo psicoterapéutico, se atiende al correlato síntoma-
tico; dentro de este formato pueden encontrarse herramientas terapéuticas muy
concretas como la FEATS (The Formal Elements Art Therapy Scale).28 Por último, en
los talleres de arte se focaliza en la dimensión artística del producto, en las técnicas,

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materiales y componentes formales de la obra como elementos fundamentales en el


proceso de representación.
El procedimiento que tratamos de definir en este artículo podría incluir todos los
aspectos anteriores, pero su peculiaridad radica en su posición epistemológica, en
cuanto forma de configurar interacciones: articular mociones, hacer inferencias, y
establecer relaciones, a través de una formulación no discursiva. Una posición que se
sostiene sobre una matriz conceptual tejida a partir de la intersubjetividad, y se
describe en función de una lógica, no de la razón sino de la acción.
Es en este sentido que pueden extraerse los cuatro ejes que se desarrollan a
continuación y que hemos denominado ejes de trabajo, por cuanto vehiculizan el
proceso arteterapéutico: proceso creador, lenguaje artístico, operaciones y espacio de
creación.
La creación artística en tanto instrumento terapéutico nos remite a un proceso que
arranca con un fin y nunca queda del todo definido a priori, sino que va transfor-
mándose en el quehacer creador en un constante movimiento de reciprocidad (diálogo)
sujeto-obra, que la construye adaptándose a las circunstancias, al sentido, mientras el
propio sentido se transforma.29-34
La creación artística plástica conduce a un lenguaje diferente cuyo carácter condi-
ciona el discurso.35-38 Se trata de un lenguaje no verbal en el que el contenido del
«texto» se revela de forma sincrónica, de una vez; su sentido se desprende del conjunto
compositivo en su totalidad, sin embargo es de naturaleza subjetiva, no persigue
ninguna universalidad o veracidad unívoca. Un lenguaje que, inseparable de la técnica,
de su dimensión sensorial, puede convertirse en un vehículo de internalización excep-
cional,39 por cuanto el discurso que argumenta tiene lugar desde una acción fuerte-
mente anclada en lo corporal.
El lenguaje artístico queda fundado a partir de un conjunto de operaciones que se
definen desde la retórica (analógica) y no desde la lógica, lo que favorece la posibilidad
de trabajo con construcciones difíciles en el medio discursivo a través de tropos visuales
(metáforas, alegorías, hipérboles, metonimias, sinécdoques, antonomasias, énfasis, an-
tistasis e ironía.), que resultan indispensables para la expresión de buena parte de los
contenidos experienciales.
El marco en el que se desarrolla la actividad artística es el espacio, no el tiempo; la
imagen creada se inscribe en un espacio que es a la vez realidad y ficción, configurado
como sí, capaz de acoger casi cualquier cosa, proveniente de la realidad exterior y/o del
universo interno del artista. Un lugar intermedio de realidad que actúa como deposi-
tario de la mirada tanto como del gesto, donde explorar, experimentar, atreverse, cons-
truir o transformar, cuyos límites se encuentran bien asentados; que se puede abarcar,
manejar y controlar, transformar, destruir, etc.; y desde el cual es posible imaginar y
construir nuevas formas vinculares.40-42

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CREACIÓN ARTÍSITICA COMO TRATAMIENTO DE LA ESQUIZOFRENIA

Interacción medio terapéutico-sujeto

Los procesos que la actividad artística pone en marcha, si bien interaccionan con las
características sintomáticas de la enfermedad, son sobre todo modulados por las carac-
terísticas individuales del sujeto: rasgos de personalidad, estilos atributivos y de afron-
tamiento, mecanismos defensivos y adaptativos, habilidades sociales, etc. Este hecho
conduce a plantear una formulación descriptiva diferenciada acerca de cómo cada
sujeto-paciente encuentra en cada uno de los ejes de trabajo descritos una forma de
vincularse a la actividad artística y por tanto al tratamiento; y como este vínculo pro-
mueve dinámicas creadoras de transformación y cambio. Si bien es posible encontrar
siempre elementos vinculares entre el sujeto y su producción/proceso artístico, este
vínculo no siempre es suficiente para dar lugar a un cambio. En ocasiones el proceso de
creación parece quedar prendido del propio proceso de enfermedad, poniendo de
manifiesto la insuficiencia terapéutica de la vía. Cuando el vínculo sujeto-proce-
so/producto no va acompañado de una internalización del proceso de creación en sí
mismo como un proceso de maduración personal, el trabajo artístico puede enquistarse
en las dinámicas patológicas del sujeto, no dando lugar a un movimiento de cambio
significativo.
Por tanto podría decirse que este vínculo resulta fundamental, puesto que de su
naturaleza se desprende lo específico de la función que desempeña la actividad artística
dentro del dispositivo terapéutico y el tipo de intervención que desde ella puede
plantearse.
De forma esquemática podrían describirse las siguientes líneas de trabajo en
relación con:
— El espacio de creación
— El lenguaje artístico plástico
— Las operaciones
— El proceso creador
— Las dificultades

El espacio de creación

Pacientes con alto grado de bloqueo en relación con conflictos intra o interpersonales
que utilizan el lenguaje y los procesos artísticos de forma consciente para dar lugar a
una narración que facilita la expresión y elaboración de dicho conflicto.
Para estos pacientes el espacio de creación se convierte en un lugar donde poder
explorar y dar sentido a aspectos que tienen que ver directamente con su vida. El papel
es un campo de batalla, sobre el que pueden ser trabajadas las dificultades que apare-
cen en el proceso de construir. Esta forma, que constituye posiblemente la vía más
directa para el trabajo terapéutico se basa en un desplazamiento metafórico por el que
el tiempo, el espacio, los materiales, las personas, las palabras, y todo aquello que tiene
que ver con la obra, remiten a una experiencia real. De esta forma es viable la represen-

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tación de algo que no había podido aparecer previamente, dando lugar a un recono-
cimiento, a un reposicionamiento que favorezca una elaboración verbal a posteriori.
Son pacientes para los que el espacio de creación es fundamentalmente un espacio
transferencial y para quienes la persona del terapeuta cobra una dimensión especial. El
trabajo desde el arteterapia permite desplazar una parte importante de la carga deposi-
tada en esa relación (paciente/terapeuta) hacia la obra, favoreciendo la canalización de
emociones en ocasiones muy intensas y facilitando el cambio. La intervención tera-
péutica por tanto ha de basarse en una actitud que indique la presencia de un inter-
locutor fiable; desprovisto de complacencia vana, de juicios de valor; capaz de dar
lugar, en la interacción, a movimientos creativos que faciliten la integración de la
experiencia, la elaboración de emergentes emocionales y, en último caso, su resig-
nificación.
En este apartado se incluyen también aquellos pacientes que presentan un alto
grado de impulsividad, hiperactividad, obsesividad u otras conductas desadaptativas
que dificultan las relaciones y especialmente el vínculo con el tratamiento. El espacio
artístico procura un lugar abierto pero contenedor, donde poder descargar sin daño.
activarse adaptativamente o convertir la respuesta sintomática en forma de expresión,
lo que promueve la posibilidad de elaborar nuevos significados sobre ella.

El lenguaje artístico plástico

Pacientes que, bien por estar muy defendidos, bien por presentar déficit comunica-
cionales y/o cognitivos importantes en el lenguaje verbal, utilizan el lenguaje artístico,
las técnicas (experimentación, exploración, descubrimiento) y la materia, como punto
de enganche en la construcción de un discurso que va tomando forma a partir de ahí,
permitiéndoles expresar aquello que no puede ser expresado de otro modo, y
manteniendo siempre su referencia material, sensorial y formal.
En estos casos la dimensión formal del lenguaje artístico permite la aparición de
una dimensión expresiva que hace posible un discurso desde lo háptico-visual, aun
cuando se evidencian dificultades en la comunicación verbal y corporal. Lo sensorial de
la técnica promueve la apertura de una vía de simbolización a partir del color, la
textura, el tacto y la materia, capaz de generar y sostener desplazamientos efectivos que
favorezcan el control y el cambio.
Son pacientes que presentan un alto nivel de introversión, con quienes la posibi-
lidad de establecer un vínculo terapéutico es muy limitado. El trabajo en arteterapia
proporciona un elemento intermediario que actúa como aglutinante de la relación
(paciente/terapeuta) y que, si bien no consigue funcionar como un perfecto puente para
la subjetividad, resulta lo suficientemente consistente como para permitir cierta inter-
acción.
La intervención ha de basarse en una actitud de acompañamiento en la creación,
que permita al terapeuta ser percibido como una presencia nítida, que no ejerce
presión, que deja libre de interpretación todo avance artístico y puede conectar con la

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persona a través de su quehacer creando, favoreciendo una implicación cada vez mayor
del paciente con su obra y promoviendo el desarrollo de un lenguaje y un discurso
artístico propios.

Las operaciones

Pacientes que presentan habitualmente una gran destreza en el lenguaje verbal y


utilizan el canal artístico por equivalencia, desarrollando así su dimensión más simbó-
lica. Su relación con el proceso de creación es fundamentalmente de índole semántica,
el resultado formal es importante en la medida en que representa el contenido de una
idea, pero queda supeditado por completo a dicho significado, que suele aparecer
encapsulado, y casi impermeable a otros elementos.
Son pacientes con una gran tendencia a intelectualizar, que constantemente buscan
sentido a lo que hacen y suelen comenzar con una idea previa que a menudo no tiene
nada que ver con una intención artística, sino con algo que afecta al plano de sus
pensamientos en general.
La posición desde el arteterapia es, como en el resto de vías de abordaje, muy difícil,
por cuanto todo es interpretable y ya está interpretado, con lo que el margen para la
transformación o el cambio apenas existe. La carga simbólica es de tal magnitud que las
obras corren el riesgo de convertirse en literales, con el peligro que ello implica en
cuanto al nivel de exposición.
La intervención en estos casos parece más efectiva cuando se adopta una posición
dirigida al rol de artista, y se trabaja en esta línea, procurando mantener la obra des-
pegada de la idea. Sólo así es posible dar lugar a cierta sorpresa formal que consiga
transformar o distorsionar la perspectiva, provocando necesariamente la activación de
mecanismos adaptativos más flexibles. Aun así esto no es fácil de conseguir en este tipo
de pacientes.

El proceso creador

Pacientes que encuentran en los procesos creadores una forma de vincularse con la
realidad y con su enfermedad.
Puede tratarse de pacientes que presentan importantes rasgos narcisistas de perso-
nalidad o nula conciencia de enfermedad, que tratan de evidenciar con su distancia-
miento del medio terapéutico una posición diferenciada del resto de los pacientes. Las
mayores dificultades son justamente relativas a la aceptación de un tratamiento que
exigiría de ellos asumir un rol (el de enfermo) que no quieren. No colaboran con la
terapia y son muy poco comunicativos, evitando cualquier acercamiento que les recuer-
de a la enfermedad. La posición desde el arteterapia, claramente diferenciada del resto
de abordajes, les permite adoptar un rol más acorde consigo mismos. Puede ser que se

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nieguen por completo a participar o que, por el contrario, se acojan al papel de artista-
genio para poner en evidencia su individualidad.
La intervención en estos casos se basa sobre todo en una actitud respetuosa y
altamente profesionalizada, que enganche con los conceptos de normalidad, capaci-
tación, individuación. De esta manera es posible conseguir una adherencia al trata-
miento que no ponga en peligro su autoconcepto, y desde ahí promover vías para la
elaboración y el análisis de la realidad.
Por otra parte, encontramos aquí también pacientes de características muy diferen-
tes, que pueden encontrar en el medio artístico un nuevo estatus que les ofrece segu-
ridad, incrementa su percepción de capacidad y por ello promueve el desarrollo de una
nueva manera, más vital, de verse a sí mismos.
Su relación con la obra, en todos ellos, se inscribe dentro de un proceso de
búsqueda que trasciende la sesión dando lugar a un recorrido por el cual los elementos,
las formas, los temas, van siendo progresivamente incorporados como vías de trabajo
con su individuación, produciéndose así una significativa vinculación con la terapia.

Dificultades

Tanto la dimensión simbólica del proceso arteterapéutico como la implicación necesa-


ria para que tenga lugar, son factores que, por su enorme carga transferencial, pueden
habilitar al proceso artístico como vía de transformación y cambio terapéutico. Este
hecho permite argumentar la pertinencia de una intervención arteterapéutica siempre y
cuando se ajuste a las características del paciente y no sólo a la enfermedad, pero para
ello es necesario prestar atención a las dificultades o interferencias que puedan ir
derivándose del proceso.
La analogía mediante la cual ciertos valores de la realidad pueden ser desplazados
hasta la representación proporcionándole su sentido, puede dar lugar a operaciones de
equivalencia (isomorfismo) desde el momento en que dicha representación se actualiza
como obra artística (se convierte en entidad autónoma). Si bien la representación, al
amparo de la distancia que le procura su dimensión simbólica, resulta ser un excelente
mediador entre el sujeto y la realidad, también es cierto que este punto revela uno de
los mayores problemas de este tipo de terapia.
Sobre la obra no se encuentran depositados o transferidos en modo alguno sujeto o
realidad, sin embargo, para algunos pacientes es muy difícil separarse de esa entidad
que es ahora la obra, especialmente cuando la implicación puesta en juego ha sido
intensa. En estos casos podría decirse que es el proceso de enfermedad el que ha sido
arrastrado hasta el proceso de creación, hasta el punto de quedar la obra constituida
casi como una expresión sintomática:
— Pacientes que realizan una operación de equivalencia entre la obra y la visión
psicótica, tratando de encontrar en la primera datos o elementos de evidencia
de la segunda.

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— Pacientes que realizan una operación de equivalencia entre el proceso de crea-


ción artística y el proceso de creación delirante, tratando de encontrar en el
primero una reparación de la angustia que les procura el segundo.
— Pacientes que realizan una operación de equivalencia entre el lenguaje artístico
y el lenguaje sintomático, sintiendo que el primero resulta un decodificador del
segundo que no son capaces de controlar, arrastrando tanto al proceso de crea-
ción como a la obra y al terapeuta al interior de la vivencia de enfermedad.
— Pacientes que realizan una operación de equivalencia entre el logro artístico y el
logro terapéutico, adoptando una posición deficitaria, de enfermos, que conlleva
una gran carga de ansiedad.
— Pacientes que realizan una operación de equivalencia (identificación) entre ellos
y el terapeuta. Esta operación, que constituye una suerte de suplantación por la
cual todo el dispositivo artístico-terapéutico pasa a ser parte de su propio dispo-
sitivo personal, implica la anulación de su potencial creador por cuanto se
somete a la persona del terapeuta, convirtiéndose en una réplica de éste e impo-
sibilitando el cambio.

Todos estos puntos reenvían a las posiciones de partida, y ponen de relieve una vez más
la importancia de contar con profesionales bien cualificados, capaces de detectar y
trabajar con estas dificultades como tales; pero sobre todo haciendo prevalecer los
objetivos terapéuticos referidos al paciente sobre posibles buenos resultados estéticos o
personales.

CONCLUSIONES

El análisis que aquí se ha expuesto revela algunos de los puntos que parecen claves en
este tipo de intervención:
— Procesos de creación, operaciones, lenguaje y espacio de creación, resultan ser
ejes desde los que poder realizar intervenciones terapéuticas específicas
utilizando el medio artístico.
— Los pacientes, en función de: sintomatología, rasgos de personalidad, estilos de
funcionamiento y capacidades, se vinculan con la actividad artística desde un
lugar que conecta con alguno de los ejes descritos.
— Las posibilidades de éxito terapéutico se desprenden de la conjunción de dos
factores: por un lado las características del paciente definen su implicación en el
trabajo artístico, lo que permite la movilización de sus capacidades y la posibi-
lidad de cambio; por otra, la intervención ha de estar diseñada y construida ad
hoc, lo que implica una comprensión del proceso y una formulación teórica
coherentes.

La vinculación sujeto-proceso de creación-producto es imprescindible para este tipo de


abordaje. Sin embargo para que se produzca un movimiento de transformación o

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cambio es necesario que el grado de implicación permita un cierto distanciamiento. De


lo contrario se corre el riesgo de convertir el trabajo artístico en un correlato síntoma-
tico, produciéndose la obra como una especie de extensión de la enfermedad.

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