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John H. Hick
Hasta hace comparativamente poco tiempo cada una de las diferentes religiones del
mundo se había desarrollado en una substancial ignorancia de las otras. Es cierto que
existieron grandes movimientos de expansión que pusieron dos religiones en contacto:
sobre todo, la expansión del budismo durante los últimos tres siglos antes de la era
cristiana y los primeros siglos de ésta, en la cual se llevó su mensaje a través de la India,
el suroeste asiático, la China, el Tibet y el Japón, luego de lo cual vino el resurgimiento
de la religión hindú a expensas del budismo, al punto que hoy el budismo es raramente
encontrado en el subcontinente indio; luego, la primera expansión cristiana en el
imperio romano; a continuación la expansión del Islam en los siglos séptimo y octavo
en el medio oriente, Europa y más tarde en la India; y finalmente, la segunda expansión
del cristianismo en el movimiento misionero del siglo XIX. Pero estas interacciones, en
el caso del cristianismo y el Islam, fueron conflictos antes que diálogos. No
engendraron ningún tipo de entendimiento profundo o simpatético de la fe de los otros.
Solamente durante los últimos cien años, aproximadamente, el estudio académico de las
religiones del mundo ha hecho posible una apreciación adecuada de la fe de otros
pueblos y de esta manera ha traído a casa, para un número creciente de personas, el
problema del conflicto entre las pretensiones de verdad de diferentes tradiciones
religiosas. Esta cuestión surge ahora como un tema mayor que exige un lugar
prominente en la agenda del filósofo de la religión.
El problema puede ser formulado de forma muy concreta en los siguientes términos: si
yo hubiera nacido en India, probablemente sería un Hindú; si hubiera nacido en Egipto,
probablemente sería musulmán; si lo hubiera hecho en Sri Lanka, sería tal vez un
budista. Pero nací es Inglaterra y soy, seguramente, cristiano. (Naturalmente, en cada
caso se hubiera desarrollado un diferente “yo”). Ahora bien, todas estas religiones
parecen realizar afirmaciones diferentes e incompatibles acerca de la naturaleza de la
Realidad Última, los modos de la actividad divina y sobre la naturaleza y destino de la
raza humana. ¿Es la naturaleza divina personal o impersonal? ¿Se encarna la deidad en
el mundo? ¿Los seres humanos renacen una y otra vez? ¿El ser empírico es el ser real,
destinado para la vida eterna en comunidad con Dios, o se trata sólo de una
manifestación temporal e ilusoria de un ser eterno superior? ¿La palabra de Dios es la
Biblia, el Corán o el Bhagavad Gita? ¿Si las respuestas del cristianismo a estas
preguntas son verdaderas, no deberían ser falsas en gran medida las del hinduismo? ¿Si
lo que afirma el budismo es verdadero, no debería ser falso lo que dice el Islam?
La fuerza con que el escepticismo presiona sobre estas preguntas llega muy profundo,
porque hay un paso muy corto entre pensar que no todas las diferentes religiones
*
Traducción del capítulo 9 de la edición de 1990 del libro Philosophy of Religión (Prentice Hall, New
Jersey). El nombre original del capítulo es The conflicting Truth Claims of Different Religions. La
traducción fue realizada por Carlos Miguel Gómez Rincón (Ph. D. Filosofía de la Religion – Goethe
Universität, Frankfurt-, M.A. Religious Studies – Lancaster University -, Licenciado en filosofía –PUJ-,
Profesional en Estudios Literarios –PUJ-) para uso exclusivo de sus estudiantes. Se mantiene la manera
original de citar.
2
pueden ser verdaderas, aunque cada una pretende serlo, y pensar que probablemente
ninguna es verdadera. Así, por ejemplo, Hume propuso el principio según el cual “en
cuestiones de religión, lo que es diferente es contrario; de modo que es imposible que
las religiones de la antigua Roma, de Turquía, de Siam y de China se encuentren, todas
ellas, establecidas sobre algún fundamento sólido”. De este modo, en lo que respecta a
utilizar los milagros como evidencia para demostrar la verdad de alguna fe en particular,
se puede afirmar que “cada milagro pretendidamente forjado en cada una de estas
religiones (y todas ellas abundan en milagros), dado que su ámbito directo consiste en
establecer la religión particular a la cual es atribuido, tiene la misma fuerza, aunque de
manera más indirecta, para derrocar cualquier otro sistema”1. Mediante el mismo
argumento, cualquier fundamento que apoye la creencia en la verdad de una religión
particular debe servir para fundamentar la creencia en que cualquier otra religión es
falsa. En consecuencia, siempre habrá muchas más razones para creer que una religión
particular es falsa que para afirmar su verdad. Este es el argumento escéptico que surge
del conflicto entre las pretensiones de verdad de las distintas tradiciones religiosas del
mundo.
En su importante libro The meaning and End of Religión2, Wilfred Cantwell Smith
cuestiona el familiar concepto de “una religión”, sobre el cual descansa buena parte del
tradicional problema del conflicto entre pretensiones de verdad. Este autor enfatiza que
lo que llamamos una religión – una entidad empírica que pude ser rastreada
históricamente y ubicada geográficamente- es un fenómeno humano. El Cristianismo, el
Hinduismo, el Judaísmo, el Budismo, el Islam, y así sucesivamente con todas las
religiones, son creaciones humanas cuya historia forma parte de la más amplia historia
de la cultura humana.
Cantwell Smith rastrea el desarrollo del concepto de una religión como un fenómeno
histórico claramente limitado y muestra que esta noción, lejos de ser universal y auto-
evidente, es invención distintiva de occidente que ha sido exportada al resto del mundo.
Resumiendo el resultado de su detallado argumento histórico afirma que “es una
sorprendente aberración moderna para cualquier persona pensar que el Cristianismo o el
Islam son verdaderos – fue básicamente desde la Ilustración que Europa comenzó a
postular las religiones como sistemas intelectuales, patrones de doctrina, y así pudieron
ser llamados por primera vez ‘Cristianismo’ y ‘Budismo’ y pudieron ser denominados
verdaderos o falsos”3. En efecto, los nombres por medio de los cuales conocemos hoy
las múltiples “religiones” (con excepción del “Islam”) fueron inventados en el siglo
dieciocho y, antes de que fueran impuestos por la influencia de occidente sobre los
pueblos del mundo, nadie habría pensado de sí mismo como perteneciente a uno de los
sistemas de creencia que compiten entre sí y sobre los cuales es posible preguntar “¿cuál
de estos sistemas es el verdadero?”.
Esta noción de las religiones como entidades mudamente excluyentes con sus propias
características e historias – a pesar de que ahora tiende a operar como una de las
1
David Hume, An Enquiry Concerning Human Understanding, 1748, ed. L.A. Selby-bigge (Oxford:
Clarendon Press, 1936), para.95, p. 121.
2
Wilfred Cantwell Smith, The Meaning and End of Religion, 1962 (New Cork: Harper & Row and
London: Sheldon Press, 1978).
3
Wilfred Cantwell Smith, Questions of Religious Truth (London; Victor Gollanes Ltd, 1967), p. 73.
3
Sin embargo, tal vez deberíamos, en lugar de pesar que las religiones son sistemas
mutuamente exclusivos, ver la vida religiosa de la humanidad como un continuo
dinámico dentro del cual ciertos disturbios fundamentales han instaurado, de cuando en
cuando, nuevos campos de fuerza, de un poder mayor o menor, desplegando complejas
relaciones de atracción y repulsión, absorción, resistencia y reforzamiento. Estos
disturbios fundamentales son los grandes momentos de creatividad religiosa en la
historia humana a partir de los cuales brotaron las tradiciones religiosas. Desde el punto
de vista teológico, semejantes momentos son vistos como intersecciones entre la gracia
divina, la iniciativa divina, la verdad divina, y la fe humana, la respuesta humana, la
iluminación humana. Han impactado de tal modo la corriente de la vida humana que
han afectado el desarrollo de las culturas. Y aquello que llamamos Cristianismo, Islam,
Hinduismo, Budismo, se cuentan entre los fenómenos histórico-culturales resultantes.
Es claro, por ejemplo, que el Cristianismo se ha desarrollado a través de una compleja
interacción entre factores religiosos y no religiosos. Las ideas cristianas se han formado
dentro del marco intelectual dado por la filosofía griega; la iglesia cristiana fue
modelada como una institución el Imperio Romano y su sistema legal; la mente católica
refleja algo de la cultura latina mediterránea mientras que la mente protestante algo de
la cultura nórdica germana y así sucesivamente. No es difícil apreciar las conexiones
entre el cristianismo histórico y la vida de la humanidad en el hemisferio occidental, lo
cual es desde luego también verdadero, en sus propios términos, para todas las otras
religiones del mundo.
Esto significa que no es apropiado decir de una religión que es verdadera o falsa, más de
lo que puede decirse que una civilización lo es. Porque las religiones, en el sentido de
corrientes religioso-culturales distinguibles dentro de la historia humana, son
expresiones de la diversidad de tipos y temperamentos humanos así como de modos de
pensamiento. Presumiblemente, las mismas diferencias que se revelan entre Oriente y
Occidente a través de sus característicamente diferentes formas conceptuales,
lingüísticas, sociales, políticas y artísticas, subyacen también al contraste entre sus
religiones.
En su libro The meaning and End of Religión Cantwell Smith examina cómo se llegó,
desde el evento o la idea religiosa original – ya sea la iluminación del Buda, la vida de
Cristo o los actos de Mahoma-, a una religión en el sentido de un gran organismo
viviente con su esqueleto de creencias y su piel de instituciones. Este autor muestra en
cada caso que este desarrollo se sostiene sobre una relación cuestionable con aquella
idea o evento original del que surgió. Las religiones como instituciones, con las
doctrinas teológicas y los códigos de conducta que constituyen sus fronteras, no
aparecieron porque la realidad religiosa los requiriera, sino porque semejante despliegue
era históricamente inevitable en los días en los que no se había desarrollado la
comunicación entre los diferentes grupos culturales. Ahora que el mundo se ha
convertido en una unidad comunicacional, nos dirigimos hacia una nueva situación en la
cual no sólo es posible sino además adecuado para el pensamiento religioso trascender
4
estas fronteras histórico-culturales. Pero, ¿qué forma podría tomar este nuevo modo de
pensar y cómo afectaría el problema del conflicto entre pretensiones de verdad?
Hasta aquí, todo el proceso puede ser descrito como el crecimiento de la religión
natural. Esto quiere decir que la temprana adoración de los espíritus la cual expresa
temor hacia las fuerzas desconocidas y, luego, la adoración de deidades regionales –que
encarnan aspectos de la naturaleza (el sol, el cielo, etc.) o de la personalidad colectiva
de una nación- representan el alcance de la vida religiosa de la humanidad antes de
cualquier intrusión especial de la revelación o la iluminación divinas.
Pero en algún momento después del año 1000 A.E.C. surgió una época dorada de la
creatividad religiosa, denominada por Jaspers el Periodo Axial4. Éste consistió en una
serie de experiencias revelatorias que ocurrieron en diferentes partes de la Tierra, las
cuales profundizaron y purificaron las concepciones que los pueblos tenían de lo divino,
y que la fe religiosa sólo puede atribuir a la presión de la realidad divina sobre el
espíritu humano. Para citar a A.E.C. Bouquet,
es un lugar común para los especialistas en la historia de las religiones afirmar que en
algún momento alrededor del 800 A.E.C. ocurrió un revolcón en la mente de los
habitantes del planeta, el cual, si bien no ejerció comparativamente ninguna influencia
sobre un largo sector de la humanidad, produjo en varios lugares de la Tierra individuos
proféticos quienes crearon una serie de nuevos comienzos para el pensamiento y la vida
5
humana .
4
Kart Jaspers, The Origin and Goal of History, 1949 (New Haven: Yale University Press, 1953), Cap. 1.
5
A.C. Bouquet, Comparative Religion (Harmondsworth, Middlesex: Penguin Books Ltd., 1941), pp.77-
78.
5
En el umbral de este periodo aparecieron algunos de los grandes profetas hebreos (Elías
en el siglo noveno; Amós, Oseas y el primer Isaías en el siglo octavo; y luego Jeremías
en el séptimo) declarando que habían escuchado la voz del Señor pidiendo su
obediencia y exigiendo un nuevo nivel de rectitud y justicia en la vida de Israel. Durante
los siguientes cinco siglos, entre el 800 y el 300 A.E.C., apareció el profeta en Persia el
profeta Zoroastro, Grecia produjo a Pitágoras y luego a Sócrates, Platón y Aristóteles;
en China estaban Confucio y el autor de las escrituras taoístas; y en la India este periodo
creativo presenció la formación de los Upanishads, así como las vidas de Gautama el
Buda y Mahavira, el fundador del Jainismo, y, cerca del final de este periodo, la
escritura del Bhagavad Gita. Incluso el Cristianismo, que comenzó más tarde, y el
Islam, tienen sus raíces en la religión hebrea del Periodo Axial y sólo pueden ser
comprendidos en relación con ésta.
diferenciación cada vez mayor y a una elaboración contrastante – así, por ejemplo, el
Hinduismo es un fenómeno muy diferente del Cristianismo y dentro de él se dan formas
distintas de de experimentar y concebir lo divino. Sin embargo, en el “mundo
unificado” de hoy las tradiciones religiosas se encuentran interactuando concientemente
con las demás en un diálogo y observación mutuos, y es posible que sus desarrollo
futuros puedan alcanzar gradualmente cursos convergentes. Presumiblemente, durante
los siglos siguientes cada grupo continuará cambiando y puede ocurrir que las
tradiciones crezcan tan juntas la una de la otra que nombres como “Cristianismo”,
“Budismo”, “Islam” e “Hinduismo” no describirán adecuadamente las configuraciones
actuales de la experiencia y la creencia religiosa. No estoy pensando aquí acerca de la
extinción de la religiosidad humana en una secularización universal. Eso es, por
supuesto, un futuro posible y ciertamente muchos piensan que se trata del más probable.
Pero, si la criatura humana es un indeleble animal religioso, siempre experimentará,
incluso en medio de la secularización, un sentido de lo trascendente que al mismo
tiempo preocupa y edifica. El futuro que imagino es, consecuentemente, uno en el cual
las religiones actualmente existentes constituirán la historia pasada de diferentes énfasis
y variaciones, los cuales serán más como, por ejemplo, las diferentes denominaciones
del Cristianismo en Norteamérica o Europa hoy, que totalidades radicalmente
exclusivas.
Podemos distinguir tres aspectos de esta cuestión: las diferencias en los modos de
experimentar la realidad divina; las diferencias en las teorías filosóficas y teológicas
respecto de esa realidad o sobre las implicaciones de la experiencia religiosa; y las
diferencias en las experiencias clave o reveladoras que unifican una corriente de vida
religiosa.
6
Sri Aurobindo, The Life Divine (Pondicherry: Sri Aurobindo Asram, 1949, and N.Y.: Matagiri Sri
Aurobindo Center, Inc., 1980), Libro II, Cáp. 2.
7
cuando se atribuyen a una realidad finita pueden no serlo cuando se refieren a una
realidad infinita.
su voluntad como es conocida por ellos a través de la voz de su conciencia interna, esos
hombres pueden alcanzar la salvación eterna”7.
Una de las formas de esta distinción puede observarse en la diferencia que se establece
en el Hinduísmo entre nirguna Brahman, es decir, lo Supremo sin atributos que se
encuentra más allá del alcance del pensamiento humano, y saguna Brahman, lo
Supremo con atributos que entra en la experiencia humana como Ishvara, el creador y
gobernador personal del universo. En el occidente, el místico cristiano Meister Eckhart
desarrolló una distinción paralela entre el Dios-supremo (Godhead, Deitas) y Dios
(Deus). El Tao Te Ching, el libro sagrado del Taoísmo, comienza afirmando que “El
Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno”. Los místicos cabalistas judíos
distinguen entre En Soph, la realidad divina absoluta que no puede ser descrita por
medio del lenguaje humano, y el Dios de la Biblia. Para los Sufis, una de las vertientes
místicas del Islam, Al Haqq, lo Real, parece ser un concepto semejante al de En Soph,
refiriéndose al abismo del Dios-Supremo (Godhead) que subyace al auto-manifiesto
Allah. Más recientemente, Paul Tillich se ha referido al “Dios por encima del Dios del
teísmo”8; y Gordon Kaufman distinguió entre el “Dios real” y el “Dios disponible”9.
Todas estas distinción parecen ser de algún modo similares (aunque no idénticas). Si
suponemos que lo Real es uno, pero que nuestras percepciones humanas de lo Real son
varias y plurales, tenemos una base para la hipótesis según la cual las diferentes
7
Constitución Dogmática de la Iglesia, Art. 16.
8
Paul Tillich, The Courage to Be (New Haven: Yale University Press, 1952), p.190.
9
Gordon Kaufman, God the Problem (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1972), p. 86.
9
10
Summa Theologica, II/II, Q.1, Art. 2.
10
histórica particular. Por otra parte, Krishna es una figura divina muy diferente, la cual
existe en relación con una comunidad de fe diferente poseedora de su propio y
distintivos ethos religioso. Dada la hipótesis básica de la realidad de lo Divino, podemos
decir que Jahweh y Krishna (y del mismo modo Shiva, Allah y el Padre de Jesucristo)
son diferentes personae en términos de los cueles la Realdad Divina es experimentada y
pensada en diferentes vertientes de la vida religiosa. Así, estas diferentes personas son
en parte proyecciones de la Realidad Divina en la conciencia humana y en parte
proyecciones de la conciencia humana misma tal y como ha sido formada por las
diferentes culturas históricas particulares. Desde el extremo humano se trata de nuestras
diferentes imágenes de Dios, desde el divino de las personas de Dios en relación con
diferentes historias humanas de fe.
Una consideración semejante pude realizarse sobre las formas del Absoluto impersonal,
o impersonae, que es experimentado en las diferentes tendencias de las religiones no
teístas –Brahman, Nirvana, Şunyata, el Dharma, el Dharmakaya, el Tao-. Al respecto,
de acuerdo con nuestra hipótesis, la misma ilimitada Realidad Última es experimentada
y pensada mediante diferentes formas del concepto de lo Real como impersonal.
Es característico de las formas de conciencias más místicas de lo Real parecer ser más
directas y no mediadas –o por lo tanto distorsionadas- por el aparato perceptual de la
mente humana. Sin embargo, nuestra hipótesis mantiene que incluso las formas de
conciencia aparentemente directas e inmediatas de lo Real, como el moksha hindú, el
satori budista y como las uniones místicas del occidente, son todavía tipos de la
experiencia conciente de un sujeto humano y en cuanto tal son influenciadas por las
herramientas de interpretación de la mente cognoscente. Todos los seres humanos han
sido influenciados por la cultura de la cual forman parte y han recibido, o han
desarrollado en su apropiación de ella, ciertas profundas tendencias interpretativas que
ayudan a constituir su experiencia y son continuamente confirmadas en ella. Podemos
encontrar evidencia de estas profundas herramientas de interpretación cuando
observamos que los místicos formados por las culturas religiosas del Hinduismo, el
Budismo, el Cristianismo, el Islamismo y el Judaísmo reportan diferentes tipos de
experiencia. Así, antes que considerar que todos tienen una experiencia idéntica pero
que la expresan mediante lenguajes religiosos distintos, parece más probable que tienen
experiencias de unión característicamente diferentes (aunque con importantes rasgos
comunes), debido a los marcos conceptuales y las disciplinas de meditación aportados
por la tradición religiosa de la que participan11.
De este modo, se trata de una posible y de hecho atractiva hipótesis –como una
alternativa al escepticismo total- pensar que las grandes tradiciones religiosas del
mundo representan diferentes percepciones y respuestas humanas a la misma infinita
Realidad Divina.
11
Para profundizar en esta concepción sobre el misticismo puede verse Steven Katz, ed. Mysticism and
Philosophical Análisis (New York: Oxford University Press, 1978).