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Caso Clínico 9:

El nerviosismo que refería Lucy no incluía en realidad ataques de pánico;


nunca había sentido que no pudiera respirar o estuviera a punto de morir.
Experimentaba una agitación motriz intensa que le había hecho salir corriendo
de centros comerciales, supermercados y cines. Tampoco podía viajar en
transporte público; los autobuses y trenes la aterrorizaban. Tenía la sensación,
vaga pero siempre presente, de que algo terrible ocurriría y nadie sería capaz
de ayudarla. No había estado sola en público desde la semana previa a su
ingreso a la secundaria. Sólo había sido capaz de subirse al estrado a recibir
su diploma porque estaba con su mejor amiga, quien sabría qué hacer en caso
de que ella necesitara ayuda.
Lucy siempre había sido una niña tímida, y sensible. La primera semana del
preescolar, había llorado cada vez que su madre la dejaba sola en la escuela.
Pero su padre había insistido en que “se fortaleciera”, y en pocas semanas casi
había olvidado su terror. Posteriormente, había mantenido un registro escolar
de asistencia casi perfecto. En aquel entonces, poco antes de su cumpleaños
número 17, su padre había muerto de leucemia. Su terror de estar alejada de
casa había iniciado en el transcurso de algunas semanas del funeral. Para
mejorar las cosas, su madre había vendido la casa y se habían mudado a un
condominio que estaba enfrente de la secundaria. “Fue la única forma en que
logré terminar mi último año”, explicó Lucy.
Durante varios años, Lucy se había encargado de las tareas del hogar mientras
su madre ensamblaba tableros de circuitos para una firma electrónica ubicada
fuera del pueblo. Lucy se sentía perfectamente cómoda en ese papel, incluso si
su madre se mantenía alejada durante horas. Su salud física había sido buena;
nunca había consumido drogas o alcohol; y nunca había tenido depresión,
ideas suicidas, ideas delirantes o alucinaciones. Sin embargo, un año antes,
Lucy había desarrollado diabetes dependiente de insulina, lo que la obligaba a
hacer viajes frecuentes al médico. Había tratado de tomar el autobús sola, pero
después de algunos fracasos –en una ocasión, a la mitad del tráfico, había
forzado la puerta posterior para abrirla y había salido corriendo hacia su casa–
se había dado por vencida. Ahora su madre estaba solicitando un apoyo por
discapacidad, para poder permanecer en casa y darle a Lucy la ayuda y
atención que requería.

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