Expo La Ruidosa Marcha

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r e s e ña s novela

La rica solvencia de esas crónicas que se apoya el novelista


para construir su historia, haciendo
Cuervo, en “Un cronista meritísimo”,
una nota preliminar de la publicación
una novela histórica de José María Caballero Llanos (este de dichos escritos en 1946, en Bogotá,
último apellido inventado por el au- dice: “Algún día habrá allí [la casa
tor) un personaje de la novela desde el que habitó] una losa recordatoria en
La ruidosa marcha de los mudos principio, aquel niño que queda mudo homenaje al hombre bueno y patrio-
Juan Álvarez a los ocho años y que en los muchos ta, sencillo y veraz, que escribió en
Planeta, Bogotá, 2015, 214 pp. días de afugias, placeres y aventuras sabroso estilo algunas de las mejores
revolucionarias, apuntará en diversos páginas de nuestros anales, y que salvó
En el prólogo de su libro Adiós a cuadernos lo que le va ocurriendo o lo del olvido acontecimientos que son, en
los próceres (Grijalbo, 2010), Pablo que va pensando. A estos el narrador síntesis admirable, deliciosos cuadros
Montoya dice, entre otras cosas, que alude con el nombre de “cuadernos de de costumbres”. Esta novela —digo
“la Independencia colombiana (...) no habla”, y llama “piensos” a las ano- yo—, tranquilamente, hace las veces
fue una época sabia y penetrada por la taciones del mudo en esos cuadernos. de la losa que vaticina Cuervo, y que
transparencia. La invadieron, al contra- La forma a la que acude Álvarez, a no sé si exista.
rio, la torpeza, el delirio, el equívoco instancias del narrador de la historia, El lector no sabe quién es el na-
y una gama variopinta de valentías”. es una cautivante combinación del rrador, aquel que sigue toda la se-
Y la novela de Juan Álvarez (Neiva, lenguaje de la época, finales del siglo cuencia de acontecimientos y quien
1978), La ruidosa marcha de los mu- XVIII y principios del siglo xix, y uno nos presenta al mudo como el hilo
dos, corrobora plenamente el aserto contemporáneo, digamos, sobre todo conductor de la trama independen-
de Montoya. en expresiones populares de nuevo tista, involucrándolo como uno de los
Se trata de una narración histórica cuño, al estilo de: “Pichan una hora, protagonistas, en el sentido de que está
en la cual Álvarez recrea plenamente con ansiedad y desquicio, en medio de allí, de principio a fin. Pero los prota-
la época de la Independencia en Co- vocales primitivas” (se refiere a un mo- gonistas declarados, claro, son otros.
lombia, y donde incluye, cómo no, el mento íntimo entre Nicolasa, hermana Antonio Nariño, Francisco José de
incidente que da pie al famoso grito. media de Caballero, y José María Car- Caldas, Camilo Torres Tenorio (con
Pero es una novela, y por lo tanto el bonell, su amante). Ese matrimonio ese segundo apellido, que casi nunca
autor se toma sus propias libertades lingüístico da excelentes resultados. se menciona, se establece la diferencia
(aquí con más derecho, claro, porque Y también son notorias las frases que con su homónimo el cura guerrillero,
es de la libertad de lo que se trata) y prescinden de elementos gramaticales, mucho más reciente, Camilo Torres
nos adentra en una trama en la que el a pesar de lo cual el lector entiende, Restrepo, también muy mencionado
hilo conductor es un mudo, José María poco a poco, que todo se debe a unas en nuestra singular historia nacional),
Caballero Llanos, hombre humilde y maneras narrativas de la época. O más Antonio José Amar y Borbón, Pablo
figura clave, andando el tiempo, de las bien a unas formas del habla cotidiana, Morillo (“el Pacificador”) y José Ma-
gestas de Independencia. En un inicio, presentes, sin duda, en los diarios de ría Carbonell, entre otros.
cuando era este apenas un niño de José María Caballero aludidos arriba, Y los títulos de los capítulos tam-
ocho años, en 1773, acompañaba a su los que, por otra parte, mucho tendrán bién nos dicen a las claras que el nove-
padre en labores propias de labriegos de crónicas que narraban al dedillo lista no quiere presentarnos en su obra
y comerciantes que tenían que vérselas lo que iba sucediendo. Elipsis como: de ficción un panegírico al estilo de
con duras cargas en mulas y burras “Usad mi nombre como presidente, los que tanto se acostumbran con un
maltrechas, por caminos empinados, si eso es lo que necesitáis, pero estáis tema que casi nadie se atreve a tocar
quebrados y pantanosos. Metido en tontos si creéis que voy presentarme en de manera que no alabe “la historia”,
estas faenas sufrió un grave percance público para refrendar vuestro teatro” que no respete las intocables tradicio-
por los caminos de Choachí (Cundi- (p. 118); o “Nadie está ebrio, aunque nes patrióticas. Vemos títulos como:
namarca) al ser botado con estrépito los cántaros vacíos” (p. 119), son solo “Ruidos le hacían las entrañas”, “Diga
por una burra, lo cual le causó un daño dos ejemplos —los énfasis en ambas algo, que parece mudo”, “Empercha-
rotundo en la mandíbula y, como con- citas son míos— de muchos que hay en dos y culisecos”, “Ambas cabezas,
secuencia, una rotunda mudez, aun- la novela. O la preposición “para”, que así nos lleve el putas” o “Los mismos
que por lo demás salió sano y salvo. se contrae en “pa” tantas veces (sin nuestros son los peores”.
En realidad, José María Caballe- apóstrofo, como debe ser), sin duda Y vienen entonces las historias
ro fue un cronista de la época de la para hacer más natural el lenguaje que juntas constituyen el período de
Independencia, autor de unos diarios coloquial de la novela, aunque otras la Independencia en nuestro país, na-
a los que dio el nombre de En la Inde- veces se usa “para”. Confieso que no rrado “con pelos y señales”, pero de
pendencia. De allí el novelista tomó supe descifrar si el autor quería dar una manera entretenida y sin rendirle
el epígrafe de su obra, parte del cual una señal usando una u otra en casos pleitesía a nada parecido a la “Historia
dice: “Los mismos nuestros son los particulares; o cuando creí saberlo, Patria”, o a los héroes que llevamos
peores”, refiriéndose a las catástrofes supe que no era por ahí la cosa, y mal aprendidos desde nuestra educa-
ya ocurridas y a la decepción que llegó entonces abandoné mis “pesquisas”. ción primaria, o a la muerte dignifica-
a sentir ante la debacle causada por A propósito de Caballero y la im- da por los más altos valores de amor al
nuestros declarados héroes. Y es en portancia de sus escritos, Luis Augusto país. Criollos y españoles son puestos

B O L E T Í N C U L T U R A L Y B I B L I O G R Á F I C O , V O L . L I I , N.º 9 4 , 2 0 1 8 [187]
NOVELA r e s e ña s

tal como fueron: tiranos, mezquinos, principio en la página de la dedicato-


impulsivos y sedientos de poder. Sola- ria, que aparentemente no tiene nada
pados, despectivos y violentos. que ver —pero sí—: “Para mi padre,
Pero el libro menudea en detalles de servidor público en Colombia más de
estos personajes y, de alguna manera, la mitad de su vida, lo que casi se la
enaltece su presencia en el espacio y el destruye”.
tiempo que les tocó vivir. La deliciosa
narración alrededor de las chicherías; Luis Germán Sierra J.
el florecimiento y la decadencia de
doña Efigenia, madre de José María
Llanos; la azarosa vida de Nicolasa,
hermana media de Caballero; la de
Saúl, hermano de este; los amores de
Nicolasa y Carbonell, aparte, pero
también parte de los intríngulis liber-
tarios. Por ello, esta es una novela en
toda ley. El lector no saca conclusiones
políticas o históricas de todo esto, sino
que vive con todos los personajes el
paso de sus días, sus amores y sus des-
gracias, sus defectos personales y sus
pequeñas grandezas cotidianas. Cada
quien con lo suyo. La conclusión de
Caballero Llanos “el Mudo”, el último
rayón en su cuaderno: “Los mismos
nuestros son los peores y nadie es pa-
tria”, expresa claramente que no fue-
ron heroicidades las que ocurrieron.
Más bien, pura guerra inútil, como
todas. Pura matanza. El narrador se
apodera de la conciencia decepciona-
da del cronista y lo acompaña en sus
terribles conclusiones: “Cuánta orfe-
brería de la muerte. Cuánto maltrato
entre paisanos. Cuánto infeliz de in-
tereses empequeñecidos por la propia
miseria reinante. Se iba y se venía de la
montaña. No de la desilusión” (p. 214).
José María Caballero Llanos es
quien se gana el cariño del lector,
quien se erige como figura central de
la narración porque, entre otras cosas,
sabe mostrar su desengaño de todo
eso y es quien encarna la verdadera
humanidad del conflicto. Es él quien
humaniza lo que nos han mostrado
toda la vida, en un decorado de linde-
zas, como el valor de nuestros héroes,
y quien, por una invención extraordi-
naria del novelista (un mudo que es-
cribe en cuadernos todo lo que, de otra
manera, nunca hubiéramos sabido),
muestra las evidencias de realidades
militares y políticas hipócritas y ase-
sinas, lo mismo que la delicia de los
detalles del lenguaje y la vida cotidia-
na de unos personajes que terminan
siendo entrañables.
La enigmática ironía del autor de
la novela queda anunciada desde el

[188] B O L E T Í N C U L T U R A L Y B I B L I O G R Á F I C O , V O L . L I I , N.º 9 4 , 2 0 1 8

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