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Hemos pasado por tantas cosas, ya casi se cumplirá dos años desde
que llegó este virus cruel a nuestro País y aún resulta difícil creer
como ha podido triturar inmisericordiosamente nuestro estilo de vida.
La noche del domingo 15 de marzo estaba cayendo sobre esta parte del
mundo. Los documentos legales habían sido preparados, el discurso
estaba listo. Un pequeño grupo de alcaldes y gobernadores se quedó
después de la ceremonia. Junto con los ministros que estaban en ese
momento sumaron un grupo de 21 personas que se formaron delante
del gran vitral del antiguo comedor de Palacio. De pie, Vizcarra leyó un
discurso poco inspirado, como todos los suyos, pero que contenía
información suficiente para detener la marcha de un país y encerrar a
todos en sus casas. En cadena nacional anunciaba el estado de
emergencia y el «aislamiento social obligatorio». Las reglas de una
nueva forma de vivir comenzarían a regir desde las 00 horas del lunes
16. Una época había terminado, comenzaba otra. (Jochamowitz & León,
2021, pp. 31-32)
Las dos semanas se volvieron dos meses y seguía en aumento; cada vez
era peor la pesadilla de la covid-19. Esta enfermedad ataca
bruscamente los pulmones de las víctimas, hasta el punto de dejar de
respirar; necesitaban ser conectadas a un respirador artificial. Pero en
el Perú apenas pasábamos los quinientos respiradores ´´Como lo ha
informado el Gobierno, el país dispone de 504 respiradores instalados
en camas UCI y planea alcanzar los 1,000 ventiladores mecánicos en los
próximos días´´(Gestión, 2020, párr. 6).
Ya no servía de nada llevar a un caso positivo de covi-19 a un hospital
donde no había respiradores ni camas disponibles. Llegó el colapso de
hospitales.
Con una breve vista de estos datos, es posible apreciar la debilidad del
sistema de salud peruano. En ese sentido, podríamos decir que el país
no se encontraba preparado para enfrentar una pandemia. Esto
porque, desde antes, nuestro sistema estaba siempre al borde del
colapso. (López Lozano, 2020, p. 2).
Fue todo un proceso de dolor por cada pérdida, el miedo crecía cada
vez más. Tu mente no descansaba ni un minuto pensando que en
cualquier momento podías contagiarte, miedo a la muerte: