Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Salmivalli et al. (1996) sostienen que todo el alumnado está implicado en los
episodios de violencia escolar de alguna manera, aunque no estén activamente
agrediendo, y añaden una serie de roles que son muy útiles para analizar la
dinámica intragrupos e intergrupos que se establece.
Estos mismos roles se utilizan por Sutton y Smtih (1999) para replicar el trabajo
de Salmivalli, informando de la idéntica consistencia de los roles.
Posteriormente, Olweus(2001) analiza las reacciones y roles de los alumnos/as
implicados en la violencia escolar, bajo el término de “ciclo del bullying”,
diferenciando entre: bullyo agresor, víctima, seguidor secuaz (no empieza el
bullying pero adopta un papel activo), bullypasivo (apoya la violencia escolar
pero no adopta un papel activo), seguidor pasivo (le gusta la agresión pero no
1.1.1. Agresor
1.1.2. Víctima
- Poseer pocos recursos sociales en la escuela, lo que les lleva a tener pocos
amigos y menor popularidad, y en algunos casos manifiestan preferencias a la
hora de relacionarse con los adultos, más que con sus iguales.
- Muestran poca asertividad, mucha timidez, inseguridad y ansiedad.
- Sentimiento de culpabilidad, lo que les inhibe para poder comunicar su
situación a los demás.
- Poseen una baja autoestima e interiorización de problemas tales como
ansiedad y depresión, tener pocos amigos, ser rechazados y encontrarse
aislados socialmente por sus compañeros.
- No necesariamente tienen bajo rendimiento académico.
- Suelen tener una complexión y temperamento débil, y en ocasiones algún tipo
de hándicap (ser bajito o gordo, tener nariz pronunciada, etc.).
- Falta de asertividad y seguridad.
- Tendencia a somatizar. Pueden fingir enfermedades e incluso provocarlas por
su estado de estrés.
- Viven sus relaciones interpersonales con un alto grado de timidez, lo que en
ocasiones les puede llevar al retraimiento y al aislamiento social.
- Aceptación pasiva de la frustración y el sufrimiento, carencia del deseo de
confrontación, competitividad, venganza o agresión.
- A diferencia de lo que ocurría con los agresores, el papel de la víctima lo
encontramos tanto en chicos como en chicas.
- Se autoevalúan como poco sinceros.
- Tienen una opinión de sí mismos y de su situación muy negativa.
- Se sienten sobreprotegidos por sus padres y con escasa independencia.
- Tienen dificultades para imponerse y ser escuchados en el grupo de
compañeros/as.
- Poseen creencias irracionales como confiar en los “milagros”, el horóscopo o
la “varita mágica” para la solución de los problemas.
- Tienen puntuaciones altas en neuroticismo, junto con altos niveles de
ansiedad e introversión.
Todo ello unido a los efectos negativos derivados de las experiencias de ser
agredido por sus iguales (ansiedad, depresión, etc.) hace que su actitud hacia
la escuela sea pasiva y negativa, llegando a presentar episodios de
somatización de enfermedades, y con ello altos índices de absentismo (Blaya,
2005 y Cerezo, 2001).
En el ámbito familiar, las víctimas pasan más tiempo en casa. Se indica que
una excesiva protección paterna genera niños dependientes y apegados al
hogar, rasgos que caracterizan a las víctimas (Olweus, 1998). Las víctimas
suelen tener un contacto más estrecho y una relación más positiva con sus
madres (Avilés, 2006).
Los miembros de este grupo sufren más rechazo social, se enfrentan tanto a
los agresores como a las víctimas pasivas (Olweus, 1998). Este grupo de
víctimas entraría dentro del conjunto de alumnos/as que, en función de
variables contextuales y/o situacionales, asumen el rol de víctima o el de
agresor, dando lugar a la figura de agresor-víctima (Griffin y Gross, 2004).
1.1.3. Observador/a
Así pues, desde una actitud activa se pueden aprobar o desaprobar las
situaciones de agresión y victimización, generalmente movidos por la amistad
hacia uno de los compañeros/as, el grado de responsabilidad que se atribuyan
en estas circunstancias y los sentimientos de respeto a la autoridad o temor
ante las posibles reacciones adversas.
1.1.4. Adultos
En este sentido los aspectos fundamentales que inciden en las relaciones con
los hijos/as es el apoyo parental y la comunicación entre padres e hijos/as.
Respecto al apoyo parental, la percepción de los hijos/as de un bajo apoyo de
sus padres se ha asociado con el rechazo del grupo de iguales y la expresión
de problemas de conducta (Patterson et sl., 1989).
Estos datos quedan confirmados con otros estudios, como el que nos presenta
el informe de Monbuso (1994), indicando que el 50.6% de los padres y madres
no saben que sus hijos/as son víctimas y que el 67.4% de los progenitores se
enteran por las víctimas y no por el centro escolar. Estos datos apoyan la idea
de que una parte muy importante del profesorado no tiene conocimiento de lo
que está pasando (Monbuso, 1994; Defensor del Pueblo, 1999 y
2006) y tampoco se siente preparado para afrontarlo (Byrne, 1994).
Con respecto a la ayuda recibida, el Informe del Defensor del Pueblo (2006)
indica que el 68.5% señala que son los amigos/as quienes intervienen para
ayudar a la víctima; un 15.3% dice que reciben ayuda de los docentes; otro
19.8% manifiesta que no le piden nada por desconocimiento; y un 6.6% no
hace nada aún conociendo la situación.
Por ello, podemos afirmar que el profesorado y los familiares juegan un papel
muy importante en la violencia escolar, aunque en ocasiones pueden ser los
últimos en conocer la existencia del problema, ya que la falta de información
por parte del adulto dificulta la intervención.
Respecto a las medidas educativas que se están trabajando para afrontar este
problema, podemos decir que se están llevando a cabo iniciativas o programas
en los que deben participar y trabajar de forma cooperativa alumnos/as,
profesores y familiares para, en primer lugar, prevenir y erradicar la violencia en
los centros educativos.
Olweus (1998) enfatiza como factores que favorecen o protegen las situaciones
de agresión los siguientes:
- Formas de educación en que no se proporciona suficiente carga afectiva a
los/as niños/as, no reciben la suficiente atención y no interiorizan pautas claras
de comportamiento.
- Problemas en las relaciones familiares, que hacen que se vivan situaciones
conflictivas entre los padres, situaciones de divorcio, alcohol, enfermedades,
violencia, etc.- Situaciones de desfavorecimiento social y de pobreza no como
causas en sí, pero sí como caldo de cultivo donde se da una crianza menos
satisfactoria y más conflictiva para los/as niños/as.
- Actitudes y conductas personales en el ámbito educativo, especialmente del
profesorado, de cara a la prevención y reorientación.
Factores individuales
“Tipología” de la Víctima
Factores individuales
Olweus (1998) señala a las víctimas como débiles, inseguras, ansiosas, cautas,
tranquilas, tímidas y con bajos niveles de autoestima (Farrington, 1993). Según
Olweus, describiendo los dos prototipos de víctimas encontramos:
- Las víctimas pasivas se suelen caracterizar por estar aisladas, ser ansiosas,
inseguras, precavidas y sensibles, tener baja autoestima, poseer una mala
opinión sobre la violencia, ser niños/as físicamente débiles, sensibles y con
dificultades para defender sus derechos.
Los factores familiares de riesgo son muy similares a los de los agresores:
familia disfuncional, poca comunicación familiar y prácticas de crianza
autoritaria o negligente, y sobreprotección de la familia con carencia de
habilidades para la resolución de problemas.
Factores escolares
Las experiencias de los niños/as y adolescentes no sólo son escolares sino que
se le suman las vividas en sus hogares, ante la pantalla del televisor,
ordenador o videoconsola, su grupo de amigos, el barrio, etc., multitud de
sensaciones, emociones, deseos y sueños que vienen determinados por esas
experiencias que les acompañan cada día y que entran en las escuelas.
Algunas de sus cualidades son que tienen elementos útiles para enseñar y
transmitir las actitudes, valores y comportamientos de la sociedad. Aunque se
encuentran más valoraciones negativas hacia los medios de comunicación que
positivas, no son neutrales, están hechos para distraer y no para informar
(Ortega, 2008), fomentan la violencia (Monclús et al., 2004), promueven el
consumismo; estimulan el erotismo; obstaculizan las relaciones familiares y el
rendimiento académico (Cerezo, 2006a).
Otros factores de riesgo social tenidos en cuenta por Trianes (2000) son, sobre
todo, la pobreza, la baja calidad de vida familiar (desavenencias familiares,
inconformidad, bajo nivel cultural, etc.), los problemas económicos y sociales,
la frustración y la inestabilidad familiar, problemas todos ellos vinculados a
conductas agresivas.
Por otro lado, Serrano e Iborra (2005) y Sánchez Lacasa (2011) señalan otros
factores de riesgo socioculturales, como son la situación económica precaria, el
desempleo, los estereotipos sexistas instalados en la sociedad, la falta de
espacios adecuados para el ocio, el fácil acceso a drogas y armas, los
fanatismos religiosos e ideológicos, y la justificación social de la violencia como
medio para conseguir un objetivo.
Los agresores también sufren los efectos de este problema, llegando a obtener
consecuencias negativas, como aprender a conseguir sus objetivos de manera
inadecuada y, por tanto, estar en la antesala de conductas delictivas más
graves. En el ámbito académico éstos no ponen atención en sus tareas y su
aprendizaje se resiente, lo que suele también provocar tensiones, indisciplina y
disrupciones en la dinámica de la actividad escolar (Farrington, 2005).
Por otro lado, con respecto a las consecuencias a medio y largo plazo, señalar
que si ellos/as aprenden que esa es la forma de establecer los vínculos
sociales, generalizarán esas actuaciones a otros grupos en los que se integren,
estableciendo relaciones futuras basadas en conductas de abuso de poder, con
tendencia a comportarse antisocialmente (Avilés, 2006a).
Por otro lado, destaca que aunque el espectador/a reduce su ansiedad de ser
atacado por el agresor/a, en algunos casos podría sentir una sensación de
indefensión semejante a la experimentada por la víctima.
Por todo ello se puede afirmar que la observación por parte de los
espectadores/as de este tipo de conductas violentas, contribuye a que aumente
la falta de sensibilidad, la apatía, la insolidaridad respecto a los problemas de
los demás, características que aumentan el riesgo de que sean en el futuro
protagonistas directos de la violencia (Ortega, 1998).
Otros autores, como Monclús, et al. (2004) y Serrano (2006), entre otros,
matizan esta clasificación y proponen la siguiente clasificación sobre las
diversas formas de agresión:
- Agresión encubierta: sus manifestaciones no son abiertamente hostiles
(ironía, celos, odio, gritos, resoplidos, etc).
- Agresión instrumental: utilizan la agresión como medio para alcanzar otro fin
más importante que el de causar daño a la víctima.
- Agresión hostil: provocada por el enojo ante una situación agresiva y su
objetivo es reducir dicha estimulación. Es un comportamiento para causar dolor
a alguien.
- Agresión reactiva: reacción de venganza contra un acto intencional o
accidental.
- Agresión intimidatoria: aplicada a un ataque contra un compañero/a sin
provocación previa.
Los tipos de violencia pueden adquirir formas muy distintas, entre las que
destacan las de tipo físico y verbal. A veces son presiones y juegos
psicológicos que intentan coaccionar al más débil, otras son violencia personal
entre compañeros/as, rechazo social de alguien y/o intimidación psicológica.
Sin embargo también existen conductas más violentas y que tienen que ver con
actos vandálicos, ataques, etc.
Por otro lado, las agresiones indirectas son caracterizadas por ser encubiertas
y difícilmente detectables, encontrándonos en este tipo con agresiones físicas
(robar, romper o esconder objetos…) y agresión verbal (hablar mal de alguien a
las espaldas, difundir falsos rumores, contar mentiras acerca de alguien, etc.).
En este tipo de agresiones también debemos incluir las agresiones
relacionales, las cuáles se engloban en el tipo indirecto o encubierto.
El informe del Defensor del Pueblo realiza una clasificación sobre la violencia
escolar en España (1999) que nos gustaría presentar mostramos a
continuación:
- Agresión física indirecta: Romper cosas; robar cosas; esconder cosas.
- Agresión física directa: Pegar. Agresión verbal: Insultar (violencia verbal
directo); poner motes ofensivos (violencia verbal directo); hablar mal de otro a
las espaldas (violencia verbal indirecto).
- Exclusión social: Ignorar a alguien; no dejar participar.