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ESA DIFÍCIL TAREA DE APRENDER A LEER Y ESCRIBIR…

La lectura es una de las herramientas básicas para adaptarse al contexto


social y escolar; un fracaso en este aprendizaje genera prematuramente una
serie de riesgos para el niño: actitudes negativas, repetición, deserción
escolar y fundamentalmente, una asociación entre aprendizaje con angustia y
sentimientos de incompetencia en relación a la tarea.
El habla está constituida por sonidos y a estos sonidos les llamamos fonemas;
estos fonemas están conformados por las consonantes, las vocales, los
grupos consonánticos y los diptongos. Aprender a leer y escribir, requiere de
una persona que tenga los recursos cognitivos para asociar en su cerebro el
sonido o fonema, con el símbolo gráfico o visual que le corresponde, (llamado
grafema); esto implica que pueda reconocer las letras y las agrupaciones de
letras, para que luego pueda acceder a lo que significa esa palabra. Este
proceso, que parece tan común y que se realiza casi mecánicamente, es sin
embargo para algunos niños, una fuente de dificultades y sufrimientos.
Existe un grupo de dificultades en el desarrollo del lenguaje que no pueden
ser justificadas por defectos instrumentales auditivos o de mecánica
fonoarticulatoria, ni por retraso intelectual ni por otros trastornos
psicopatológicos o deprivación socio-afectiva. Estas dificultades reciben el
nombre de Trastornos Específicos del Desarrollo del Lenguaje, (TEDL), y
presentan ciertas modalidades clínicas, según la proporción en que estén
afectadas las competencias fonológicas, sintácticas y lexicales en las áreas
de comprensión y expresión. A su vez, pueden asociarse a trastornos de la
comunicación, (espectro autista), o proporcionar el trasfondo de trastornos del
aprendizaje, como la dislexia-disortografía.
El niño disléxico-disortográfico, es biológicamente diferente, porque posee un
bagaje genético especial, que ya ha moldeado su percepción del mundo, aun
antes de todo aprendizaje formal. Los estudios actuales, permiten señalar
que su cerebro, es diferente desde el nacimiento y cuando llega la hora de
enseñarle a leer, ya ha interactuado con su entorno de manera diferente a la
de todos los demás. Desde las primeras palabras, su lengua materna ha sido
percibida por su cerebro de manera diferente; desde los primeros contactos
con su entorno visual, la representación que se construye su cerebro sobre el
mundo circundante y hasta sus percepciones del espacio y el tiempo, serán
igualmente diferentes.
El desarrollo de la neuropsicología nos ha permitido conocer que el cerebro
del niño, a semejanza que el del adulto, esta organizado de forma modular, es
decir, que esta constituido por redes interconectadas, teniendo cada una bajo
su dependencia distintas partes del funcionamiento intelectual. Cada una de
esas redes puede estar alterada en su funcionamiento, al menos de dos
maneras: por haber sufrido una lesión, un daño circunscrito a una zona del
cerebro, (como un grave traumatismo de cráneo), o porque esa zona se ha
desarrollado de manera imperfecta desde los primeros momentos de la vida
del feto o del recién nacido. En ambos casos, las consecuencias suelen ser
similares. Cuando las redes alteradas son normalmente necesarias para una
actividad compleja como lo es la lectura, el individuo, es entonces confrontado
a dificultades específicas en la lectura, respondiendo al término general de
dislexia. Cuando la dislexia surge en el adulto que había aprendido a leer de
manera normal anteriormente, se habla de dislexia adquirida. Pero cuando el
problema está presente antes de la edad de la lectura, es el aprendizaje el
que resultará perturbado, y se habla entonces de dislexia de desarrollo.

¿Qué ocurre en el cerebro del niño con dislexia?


El cerebro humano, está formado por dos hemisferios: derecho e izquierdo,
los que se comunican entre si, por una estructura que hace de puente entre
ellos, llamada cuerpo calloso. Cada hemisferio está especializado en ciertas
funciones. El izquierdo se especializa en los procesos de lenguaje, mientras
que el derecho se especializa en el procesamiento de la información visual y
espacial. Los hemisferios cerebrales trabajan de modo diferente: el izquierdo
procesa la información secuencialmente, es decir, unos datos tras los otros,
mientras que el derecho, lo hace simultáneamente, o sea, muchos datos a la
vez. Al leer, se combinan los dos tipos de estrategias en el manejo de la
información, pero en los niños disléxicos, la disfunción o fallo en el hemisferio
izquierdo, afecta la velocidad de procesamiento de la información, lo que hace
difícil al niño poder procesar cambios rápidos de estímulos o sucesiones,
tanto en el área visual como auditiva. La evidencias de alteraciones
anatómicas y funcionales en la dislexia, quedaron expuestas exhaustivamente
en un informe presentado por Kaufman y Galaburda en 1989, quienes
demostraron que en los cerebros de los disléxicos, se presentan
malformaciones específicas de la corteza cerebral, así como diferentes
asimetrías, en los lóbulos: parietal, temporal y frontal y un metabolismo
anormal en el cerebelo derecho. Siendo la dislexia, en principio, un problema
de aprendizaje, acaba por desarrollar una personalidad característica que en
el aula se hace notar, bien por la inhibición y el retraimiento, o bien por la
aparición de conductas disruptivas como hablar, pelearse, no trabajar, como
formas de obtener el reconocimiento que no puede alcanzar por sus
resultados escolares. En ocasiones, la dislexia va unida a dificultades de
pronunciación, con mayor incidencia en la dificultad de pronunciación de
palabras nuevas, largas o que contengan combinaciones de letras del tipo de
las que le producen dificultades en la lectura. La dislexia ocupa un lugar
central y va unida en ocasiones, a otros problemas de aprendizaje escolar,
tales como la disgrafía, (dificultades en el trazado correcto de las letras), en el
paralelismo de las líneas, en el tamaño de las letras, en la presión de la
escritura y en fases posteriores, aparece la disortografía (dificultades para el
uso correcto de las reglas de ortografía, desde las que se llaman de ortografía
natural a las de nivel más complejo).

La constelación “Dis”.

¿Cuáles son los síntomas a los que deben prestar atención los padres y
educadores?

Es posible apreciar, ya desde la etapa preescolar, algunos signos o detalles


que pueden hacernos sospechar que un niño es disléxico.

En la etapa preescolar, entre los 3 y los 5 años.


 Puede haber retraso en el desarrollo del habla con dificultades para
pronunciar palabras, y una lenta adquisición de vocabulario.
 Podemos observar que tienen cierta torpeza al correr o saltar, se llevan
muebles por delante, no pueden controlar bien sus movimientos y
fuerza; a nivel de su motricidad fina, les cuesta abrocharse los botones
y atarse los cordones de los zapatos, destapar botellas y otras
acciones que impliquen coordinación de brazo manos y dedos, como
escribir, usar tijeras para cortar.
 Tiende a ser muy disperso, le cuesta mucho concentrar su atención,
controlar sus impulsos y hay una preferencia por los juegos que
implican mucha actividad.
 Les cuesta memorizar los números, las vocales, los días de la semana,
los colores y las formas.
 Puede presentar conductas de inhibición por un lado, pero también
irritabilidad y actitudes oposicionistas que afectan su vínculo social con
adultos y con otros niños.

En la etapa escolar, entre los 6 y los 11 años:


 Presenta dificultad para asociar el sonido, a una letra en particular,
y en poder descifrar las palabras aprendidas.
 Confunden derecha e izquierda, algunos escriben en espejo.
 Invierte letras, números, palabras.
 Confunde el orden de las letras dentro de las palabras al escribir, y
también puede hacerlo al querer representar números.
 También pronuncia mal las palabras, invirtiendo, sustituyendo o
agregando silabas.
 Su comprensión lectora es deficitaria, no obstante, logra relatar bien
el argumento de una película o una lectura o programa de TV que
ha escuchado.
 Se acentúa su torpeza motriz e incluso, tiende a ser de esos niños a
los que todo le pasa, es propenso a accidentarse con más
frecuencia que otros.
 Tiene un ritmo lento de trabajo, en general, no logra finalizar las
tareas propuestas por la maestra en el aula, y da muchos rodeos a
la hora de tener que hacer los deberes en casa.
 Su déficit a nivel de motricidad fina, hace que su producción escrita
sea desprolija, con mala caligrafía, muchas veces ilegible.
 Le cuesta planificar sus acciones y pensamientos, por lo que la
producción de textos puede aparecer muy desorganizada, con
dificultad de hallar un hilo conductor del relato.
 Presenta déficit de secuenciación auditiva y visual, así como de su
memoria de trabajo, eso implica que necesite mas tiempo para
procesar la información que recibe; esto no sólo se ve reflejado a
nivel del lenguaje, sino que le trae consecuencias importantes a
nivel del aprendizaje de las matemáticas, afectando su
razonamiento y el desarrollo de estrategias de incorporación de
algoritmos y resolución de problemas.

Etapa posterior a los 12 años


 Tendencia a la escritura descuidada, desordenada, en ocasiones
incomprensible.
 Inconsistencias gramaticales y errores ortográficos, a veces
permanencia de las omisiones, alteraciones y adiciones de la etapa
anterior.
 Dificultad para planificar y para redactar relatos y composiciones
escritas en general.
 Tendencia a confundir las instrucciones verbales y los números de
teléfono.
 Gran dificultad para el aprendizaje de lenguas extranjeras.
 Baja auto-estima
 Dificultad en la percepción del lenguaje, por ejemplo en seguir las
instrucciones.
 Baja comprensión lectora.
 Aparición de conductas disruptivas o de inhibición progresiva. A veces,
depresión.
 Aversión a la lectura y la escritura.

Todos estos trastornos de inicio, en la infancia, la niñez o la adolescencia,


requieren ser tratados lo más tempranamente posible, para evitar un monto
muy elevado de sufrimiento del niño y su familia, y que tengan mayores
posibilidades de mejorar su calidad de vida. La evaluación neurocognitiva,
permite varios niveles de investigación, que parten de lo sindromático, lo
fisiopatológico y lo etiológico. El nivel sindromático permitirá evaluar los
síntomas y signos que lo constituyen y nos lleva a pensar en un síndrome
clínico que deberá confrontarse, más tarde, con pruebas especificas de las
habilidades académicas para confirmar el diagnostico presuntivo. La
neuropsicología desempeña un papel relevante para poder reconocer los
mecanismos cerebrales básicos involucrados en cada caso y asociada a
estudios fisiopatológicos, nos brindará un panorama para poder diferenciar
subtipos neuropsicológicos precisos. La posibilidad de contar con estudios
complementarios que investiguen la estructura cerebral, (neuroimágenes y
estudios funcionales con compuestos radioactivos, PET, Spect y CBF, y la
funcionalidad de la misma, (neurofisiología, potenciales evocados, potenciales
cognitivos, EEGq, análisis de la coherencia inter e intrahemisférica, completan
el tercer nivel de investigación clínica básica para conocer la causa del
trastorno y así, poder comprender el pronóstico del cuadro, como también
plantear el tratamiento adecuado a la medida de cada chico.

Silvia Pérez Fonticiella


Esp. en Neuropsicología

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