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DE
HISTORIA NAVAL
Año VI 1988 23
Núm.
REVISTA
DE
HISTORIA NAVAL
CONSEJO RECTOR:
Presidente: Director
del Instituto de Historia y Cultura Naval, D. Federico Fernando
Bordejé y Morencos, contralmirante.
Vicepresidente
y Director: José
D.Cervera Pery, coronel auditor de la Armada.
Vocales: Secretario
general del Instituto de Historia y Cultura Naval, D. Antoni
Meirás Baamonde, capitán de navío.
Redacción: Maria
D. Vigón Tabar, Lda. en Biología. D. Maria del Pilar San Pío Ala
drén, Lda. en Filosofía y Letras. D. Belén Rivera Novo, Lda. en Geografía
e Historia y D. Lola Higueras Rodriguez. Lda. en Filosofía y Letras.
D. Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, capitán de Infanteria de Marina,
Ldo. en Derecho.
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
Museo Naval—Montalbán, 2.
28014 Madrid (España).
IMPRIME
Suscripción anual:
Printed in Spain.
CUBIERTA:
Págs.
Felipe Ile Isabel de Inglaterra: una paz imposible, por Manuel Fer
nández Alvarez19
Documento107
AlIo 1988
NOTA EDITORIAL. UN AÑODE CE1WENARIOS
6 23
LA ARMADA FELICISIMA:
REFLEXIONES AL FINAL
DE UN CENTENARIO
José CERVERA PERY
Director de la Revista
de Historia Naval
Aio 1988
JOSE CERVERA PERY
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LA ARMADA FELICISIMA: REFLEXIONES AL FINAL DE UN CENTENARIO
Año 1988
JOSE CERVERA PERY
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LA ARMADA FELICISIMA: REFLEXIONES AL FINAL DE UN CENTENARIO
más poderosa aún de los que había sido. Felipe II había asimilado las ense
ñanzas de la acción y comenzó la preparación de una nueva flota con bar
cos mejores y más modernos eligiéndose diseños y modelos más uniformes
y fabricando cañones de más largo alcance (culebrinas y semiculebrinas).
Los astilleros españoles trabajaron intensamente y poco después el tonelaje
de la flota española había superado con mucho el que tenía antes de produ
cirse el gran desastre.
Como ha señalado Domínguez Ortiz, la óptica de este encuentro ha sido
deformada por prejuicios nacionalistas; para los ingleses fue una gran vic
toria naval; para los españoles, no el enemigo, sino las tempestades fueron
la causa de los fracasos. Evidentemente hoy los hechos son mejor conoci
dos... y razonados; y los notables trabajos que ilustran las páginas de esta
revista así lo abonan. Criterios de objetividad y supuestos racionales, fruto
de serias y modernas investigaciones han contribuido a un mejor conoci
miento de las distintas versiones, y una amplia y reciente aportación biblio
gráfica, británica, española o de otros países, completan y perfeccionan
la imagen.
Sin tratar de agotar el tema —que hoy discurre bien canalizado en las.
distintas investigaciones y pesquisas de los estudiosos— quisiéramos lla
mar la atención en las coincidencias y afinidades de dos autores, el inglés
Froude y el español Fernández Duro, a la hora de la reflexión, completadas
por el norteamericano Mattingly y un buen plantel de seguidores, que pue
den motivar la interrogante de cómo han visto, compulsado o analizado las
vicisitudes y consecuencias de la Empresa de Inglaterra desde opuestos pro
tagonismos. La primera respuesta la encontramos en James Anthony
Froude, que en un ya raro y valioso libro “The Spanish Story of The
Armada” editado en Leipzig en 1892,se propone ofrecer al lector inglés una
visión de los acontecimientos basada en fuentes españolas, mejor dicho una
fuente española, y comienza diciendo: “La suerte de la gran expedición
enviada por Felipe II a restaurar la autoridad del papa en Inglaterra, ha sido
frecuentemente contada en prosa y verso. Es el más dramático suceso de
nuestra historia nacional y el material que se encuentra en las narraciones
de la época es de inusitada excelencia para extraer de él una relación fide
digna... Aquella época no había descubierto aún la moda del triunfalismo
exagerado y bien sabemos que cuando el valor anima a las acciones merito
rias, gusta de llaneza y sencillez a la hora de contarlas; y como no había
nacido todavía el corresponsal de guerra, fueron los que estuvieron en el fra
gor de la lucha los que escribieron los comunicados, animados, de un bando
y otro, por la bondad y la modestia. Con todo y por necesidad, a los ingleses
sólo les fue posible contar lo que ellos habian presenciado directamente. La
historia vista por el otro lado quedó prácticamente sin relatar. Los historia
dores españoles nunca intentaron minimizar la magnitud del desastre
sufrido por los suyos; dejaron sin embargo que las memorias oficiales que
dasen olvidadas en la oscuridad de los archivos; casi no llegó a imprimirse
nada de lo que los comandantes españoles hubieran relatado ellos mismos
Año 1988
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12 Núm. 23
LA ARMADA FELICISIMÁ: REFLEXIONES AL FINAL DE UN CENTEN4RIO
Afio 1988
JOSE CER VERA FERY
este episodio nacional y del análisis objetivo que han hecho salen mejor
parados tanto el sentido común de Felipe II como el sentido de responsabi
lidad ante el deber y la entereza en su cumplimiento que caracterizaron a
Medina Sidonia. Quizá el más interesante de estos modernos historiadores
—por no ser ni español ni inglés— sea el norteamericano Garret Mattingly,
autor del libro “The Spanish Armada’ editado por primera vez en Nueva
York en 1959,aunque hay posteriores ediciones españolas. Con su libro este
autor ha dado un justo tono a mucho de cuanto se ha escrito en los últimos
veinticinco años acerca del tema, pese a que el escritor dice en su prefacio
que no se dirige a los especialistas, sino a la generalidad de los lectores inte
resados en materias históricas.
A Mattingly debemos un minucioso estudio de la actuación de Felipe II
desde España y del comportamiento de Medina Sidonia durante los prepa
rativos en alta mar, en los combates, en los consejos de guerra durante la
triste travesía de vuelta, y más tarde en España, una vez terminado este epi
sodio. Desecha la noción de un rey obcecado por el empeño de controlar
hasta los soldados y de la gente de mar o la noción todavía más peregrina de
que, en aras de ese empeño, el rey eligiera para el mando supremo de tan
ambiciosa empresa a un monigote que por añadidura le resultara cobarde.
El historiador norteamericano atribuye parte de la dureza con que se ha juz
gado a Medina Sidonia a la circunstancia de que, en un momento en que el
país quiso o necesitaba encontrar una víctima propiciatoria hubo un monje
dominicano, Fray Juan de Victoria, dispuesto a dar a luz una historia
manuscrita de la campaña, “notable ante todo por su calenturienta falta de
exactitud en el relato de los hechos y por su insidiosa calumnia del duque a
cuya altanería, estupidez y cobardía atribuye todos los desastres que sufrie
ran los españoles”. Nadie, añade Mattingly ha ido tan lejos como Victoria,
pero aparecen ecos de sus difamaciones en algunos de los cronistas españo
les mejor conocidos. Estos relatos tendenciosos y el hecho de que Fernán
dez Duro decidiera incluir en su colección de documentos de la Armada,
por lo demás perfectamente auténticos, un considerable extracto del relato
de Victoria “han dado a su versión del consejo de guerra más crédito del que
merecía”. El consejo de guerra en cuestión fue el que Medina Sidonia con
vocó a bordo de la capitana el “San Martín” en la mañana del sábado 30 de
julio de 1588 a la altura de Lizard, a la vista de la costa de Inglaterra. Aquel
mismo día el duque enviaba noticia al rey de que el consejo había decidido
no pasar más allá de la isla de Wight sin tener perfectamente concertada la
reunión con Parma (objetivo principal señalado en las instrucciones del
rey) puesto que la Armada no encontraría ya ningún puerto de gran calado
una vez rebasado el estrecho y quedaría expuesta a que cualquier temporal
la arrastrara hasta dar en los bajos y placeres que caracterizan a ese litoral.
Un testigo presencial, el capitán Alonso Venegas que iba en el “San Martín”
contó más tarde que cuando los jefes de las escuadras se juntaron para deli
berar acerca de las disposiciones tácticas que procedía tomar, don Alonso
de Leyva insistió en que convenía atacar a Plymouth, pues allí, según infor
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LA ARMADA FELICISIMA: REFLEXIONES AL FINAL DE VN CE]VTENARJO
mes recibidos estaba Drake con el ala occidental de la flota inglesa. Varios
oficiales apoyaban la idea, pero según Venegas, el duque se opuso adu
ciendo dos buenas razones para no entrar en Plymouth. Primero que tal
entrada iría contra las instrucciones recibidas del rey; segundo, que aquella
era boca angosta y barrida por fuertes baterías costeras. Discutido el asunto
se llegó a la decisión unánime de no atacar el puerto inglés, pero cuando ya
fracasada la empresa empezaron a llegar a Santander y a otros puertos de la
costa norte española, las naves castigadas por la metralla y maltrecha por
los temporales, corrió la especie de que todoslos comandantes habían ins
tado a Media Sidonia que se atacara Plymouth y que éste alegando falsa
mente que las órdenes del rey no se lo permitían impuso su voluntad. Según
aquellas voces que pronto iban a correr por la Península “la falsedad, arro
gancia y cobardía del duque privaron a la Armada de su mejor oportunidad
de conseguir una victoria”.
Mattingly deshace por “absurda” esta interpretación de los hechos. Era
tradicional entre los españoles —explica— que cuando no se producía una
nimidad en un consejo de guerra, aunque ello se debiera a una sola voz disi
pante, se levantara acta pormenorizada indicando el parecer de cada uno y
se remitiera desde luego al rey la minuta completa de lo sucedido. Medina
Sidonia como correspondía a su rango y alcurnia fue siempre pundonoroso
en cuanto al respeto de la costumbre y la etiqueta. Jamás hubiera pasado por
alto los formulismos tradicionales y menos aun si para ello había que igno
rar el parecer unánime de los jefes que le rodeaban. Aquel 30 de julio hacía
ya más de seis meses que el duque había asumido el mando de la flota; tenía
motivos para sentirse más seguro de sí mismo que cuando quiso excusarse
ante Felipe II y declinar tan grave responsabilidad; pero el carácter de aquel
hombre no había cambiado. El duque nunca dejó de hablar con gran
modestia de su ignorancia en materia naval y militar y en ese terrerno siem
pre siguió el consejo de los expertos.
Dadas las hipótesis que sin duda se tuvieron que barajar, la decisión de
los mandos españoles en aquella oportunidad fue acertada y la más correcta
militar y estratégicamente. Hoy sabemos lo que ellos no podían conocer:
que mientras en el “San Martín” se celebraba aquella junta a la altura de
Lizard, Drake y Howard estaban ya muy lejos y sus respectivas flotas
habían remontado la punta de Rame Head y esperaban con natural preven
ción la llegada de los españoles.
Del desarrollo de los encuentros tenemos puntuales descripciones en
Mattingly y en otras obras modernas, entre ellas la de Michael Lewis (“The
Spanish Armada. Londres, 1960) que se distingue por la originalidad del
estudio que hace de las características técnicas de las naves españolas e
inglesas y de la artillería que desplazaban. Otra obra importante para com
prender la actitud de Felipe II es la de Wiston Graham, publicada también
con el repetido título de “The Spanish Armada” en Glasgow en 1972.Este
autor explica cómo los dos monarcas más poderosos del siglo XVI, Isabel de
Inglaterra y Felipe II, se vieron obligados por los acontecimientos a pasar de
Año 1988
JOSE CER VERA FERY
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lA ARMADA FEIJCISIMA: REFLEXIONES AL FINAL DE UN CENTENARIO
mar en el siglo que nace. Conviene meditar sobre ello porque de Lepanto a
la Jornada de Inglaterra, el recorrido matiza unas constantes que van de la
esperanza al desaliento y que a cuatro siglos de distancia —por la contribu
ción constructiva de unos y otros— ha dejado de ser ya asignatura pen
diente...
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FELIPE II E ISABEL
DE INGLATERRA
(Una paz imposible)
Manuel FERNANDEZ ALVAREZ
Prof. Dr. Emérito de la Universidad
de Salamanca y de la Real Academia
de la Historia
Año 1988
MANUEL FERNANDEZ ALVAREZ
tingly a raíz de la Segunda Guerra Mundial (1), o el que hace siete años
escribió David Howarth (2). En España despertó el interés a su vez de un
ilustre académico, D. Gabriel de Maura y Gamazo (3). Para mí, constituyó
el objetivo de lo que fue mi Tesis Doctoral, defendida hace la friolera de
cuarenta años (4).
Para entender la postura de la Monarquía Católica que regía Felipe II
habría que tener en cuenta los principios que marcaban su política exterior,
que venían marcados ya por sus antecesores en el trono. Esos principios, en
los que se basaba la grandeza de la Monarquía, eran uno político, otro ideo
lógico y un tercero económico. El político, el mantenimiento de los territo
rios heredados; el ideológico, la defensa del Catolicismo, y el económico, el
monopolio de la navegación con las Indias Occidentales. Evidentemente, la
defensa de esos tres principios traía consigo una serie constante de conflic
tos en una época en que la Reforma había triunfado en media Europa y
cuando la tendencia general hacia una economía mundial hacía que las
potencias marítimas llevasen cada vez peor, y como un notorio abuso del
poder, la veda del comercio por las nuevas rutas descubiertas. No pocas de
las guerras de Carlos V arrancaron de tales situaciones conflictivas. Ahora
bien, Carlos Y era un rey soldado, mientras que Felipe II odiaba la guerra,
proponiéndose desde un principio establecer una era de paz para sus pue
blos. Así se le vería zanjar la guerra heredada frente a Francia con la paz de
Cateau Cambresis de 1559.De forma que su drama particular estribaría en
que muy pronto se vería arrastrado, él también, a guerras interminables.
Yo no creo que Felipe II careciera de un plan-concreto de gobierno, tal
como indica el profesor Koenigsberger (5). Cuando el Rey llega al trono de
aquella monarquía autoritaria —que era el signo político del siglo—, ya
hacía tiempo que había sido incorporado al poder, gobernando España
como lugarteniente de su padre. En 1559,el año de la paz de Cateau Cam
bresis, su experiencia política era ya grande, habiendo dado muestras de efi
cacia en el puesto que le había asignado sg padre. Pero es cierto que a la
muerte de Carlos V iba a introducir cambios en la manera de llevar las rela
ciones internacionales no siempre convenientes; el peor de ellos, su aisla
miento, al encerrarse en la meseta, entre Madrid y El Escorial, apartando de
su vida aquellos largos y continuos viajes que habían sido una de las carac
terísticas más notables del Emperador. Con lo cual, los encuentros en la
cumbre que había cuidado Carlos Y, iban a desaparecer, y con ello una de
las posibilidades más claras de que la diplomacia sustituyera a la guerra.
(1) Garret Mattingly: The defrar of the spanish Armada, Oxford, 1959.
(2) David Howarth: Thevovageof rheArmada, Londres 1981; trad. esp.LaArmadalnvencj
ble, Barcelona 1982.
(3) Gabriel de Maura y Gamazo: El designio de Felipe II y el episodio de la Armada,
Madrid 1957.
(4) Manuel Fernández Alvarez: Tresembajadores de Felipelien Inglaterra, Madrid 1951.
(5) ¡-1.G. Koenigsherger: “El arte de gobierno de Felipe II” (en Rey, de Occidente,n.° mon.°
sobre Nueva visión de la Historia de España n.° 107, fehr. 1972, pp. 127-159).
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FELIPE HE ISABEL DE INGLATERRA
Año 1988
MANUEL FERNANDEZ AL VAREZ
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FELIPE HE ISABEL DE INGLATERRA
(8) Luis Cabrera de Córdoba: FelipeIL rey de España, Madrid, 1877, 1, 51.
Año 1988
MANUEL FERNÁNDEZALVAREZ
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FELIPE HE ISABEL DE INGlATERRA
(10) Archivo de Simancas, Estado, Inglaterra, leg. 811,fol. 96; cf. mi obra: Tresembajado
res de Felipe lien Inglaterra, op. cit pp. 29 y ss.
(11) Para Carlos Y y las negociaciones con Inglaterra en 1553,V. mi estudio: lA España
del Emperador Carlos < Madrid 1979, pp. 878 y SS.
(12) AG.S.,E. Inglaterra, leg. 811, fol. 92.
Año 1988
MANUEL FERNANDEZ ALVAREZ
Durante diez años, la diplomacia filipina luchó por mantener esa alian
za inglesa. Sin embargo, hubo sus dudas, pues el partido belicoso de la Corte
apostaba por un acto de fuerza, recelando de las intenciones de Isabel. In
cluso se planteó la posibilidad de una temprana invasión de Inglaterra, en
este caso alentada por el propio Enrique II de Francia, como sabemos por el
testimonio del duque de Alba. Fue una negociación paralela, llevada a cabo
en 1559,mientras se tanteaba la paz de Cateau Cambresis (14). Si se aproba
ba, se podía aprovechar la armada que se estaba preparando en Flandes pa
ra pasar a Felipe II a España, armada que organizaba uno de los mejores
marinos con los que contaba por entonces Felipe II: Pedro Menéndez de
Avilés. La ocasión, pues, parecía ni pintiparada, por contar, incluso, con el
factor sorpresa.
Es esta una cuestión que no ha sido, a lo que yo sé, suficientemente di
fundida: una posible Armada invasora, saliendo directamente de los puer
tos de los Países Bajos en 1559,cuando todavía aquellas tierras se mante
nían en la fidelidad a Felipe II. Una gran Armada mandada por un marino
competente —acaso el más destacado del reinado de Felipe—, cuando toda
vía Isabel no parecía suficientemente afianzada en el poder, y cuando aún
no contaba ni con una marina fuerte ni con expertos marinos (recuérdese
que por entonces Drake andaba por los 19años). Ese plan de invasión exis
tió, pero Felipe II lo desechó. El no era un rey conquistador. Por otra parte
estaba el argumento de que aunque la empresa fuera factible (indudable
mente más que en 1588),quedaba el aspecto fundamental: ¿Qué podían ha
cer los invasores, aunque lograsen una primera victoria? Pues a la larga, es
taba claro que el problema no se reducía tan sólo a invadir, sino a mantener
se en el territorio invadido; como dina después Unamuno, con frecuencia
no basta con vencer, sino que es preciso convencer. La invasión, en el mejor
de los casos, convertiría al español en el odioso ocupante, echando por los
suelos años y años de esfuerzos diplomáticos, desde los tiempos de los Reyes
Católicos, para afianzar una alianza anglo-española. Y, curiosamente, el
duque de Alba sería el primero en desaconsejar aquella empresa.
En esa línea estaría también el mismo Rey, desoyendo a los que (como el
conde de Feria) le aconsejaban la acción violenta. Y así lo anota al margen
(13) Ibidem. fol. 93.Todos los documentos oficiales cruzados entre ambos soberanos por
esas fechas van en latín y con esos tratamientos tan amistosos; a su vez, Felipe II firmaba co
mo bonusfrater er perpetuus confederatus (ibidem, fol. 100).
(14) Duque de Alba a Felipe II, 24 Febrero 1570;publ. por Tomás González: “Apunta
mientos para la historia de Felipe II por lo tocante a sus relaciones con la reina Isabel de In
glaterra” (en Memorias de la Real Academia de la Historia, VII, 421 y ss.
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FELIPE IlE ISABEL DE INGLATERRA
Año 1988
MANUEL FERNÁNDEZ ALVAREZ
sas, en las que se creía ver, por España, la mano de los ministros de Isabel;
en segundo lugar, la presencia en Inglaterra de María Estuardo, que catali
zaría muy pronto las esperanzas de los católicos ingleses, con rebeliones en
las que, a su vez, el gobierno inglés sospechaba que eran favorecidas por la
ayuda española. Y a los sentimientos religiosos se unirían muy pronto los
intereses económicos, cuando fue desbaratada, y casi destruida, la tercera
expedición —medio pirática, medio comercial— organizada por John
Hawkins a las Indias Occidentales en 1568;y no se puede olvidar que a ella
había cooperado la misma Reina, pues de los seis navíos con que había par
tido Hawkins, dos eran regios.
Desastre de San Juan de Ulúa del que Inglaterra se resarció muy pronto,
incautándose del tesoro que a poco trató de enviar la Corte española al du
que de Alba, para el pago de los tercios viejos; se trataba de medio millón de
escudos mandados en una flotilla que se había visto obligada, por la tor
menta, a refugiarse en los puertos ingleses; “ayudada”, eso sí, si se había de
creer a los despachos de la embajada española, por los barcos de William
Hawkins, el hermano del derrotado en las aguas mexicanas de San Juan
de Ulúa.
La excomunión de la reina Isabel, pronunciada por Roma en 1570,agra
vó la situación, radicalizando las dos posturas. Algo antes se había produci
do la conjura contra la Reina del duque de Norfolk, con el alzamiento de los
nobles católicos y, a poco, el complot de Ridolfi, en el que se había planeado
la muerte de la propia Isabel.
No es posible, ciertamente, entrar en detalles, por otra parte de sobra co
nocidos; baste con decir que los servicios secretos de Isabel se mostraron
muy eficaces, y que a la gran Reina le fue relativamente fácil sojuzgar los al
zamientos de sus vasallos católicos mientras que Felipe II, con todo su po
derío, y pese a mandar para cumplirlo a las grandes estrellas de su milicia (el
duque de Alba, don Juan de Austria, Alejandro Farnesio), jamás pudo paci
ficar los Países Bajos.
Los Países Bajos. Es ahora cuando se comprende el gran error de la Mo
narquía Católica —y en especial, de los Austrias— por permanecer en ellos,
manteniendo aquella fuente de discordia y aquella herida siempre abierta.
En ese fallo estribó, posiblemente, que el sincero deseo de Felipe II por rei
nar en paz en sus dominios europeos —cosa que conseguiría hasta 1566—se
viniera abajo. Y no estamos ante una mera cuestión erudita, tratada a toro
pasado. También los hombres del tiempo se la plantearon, si bien encon
trando argumentos para convencer al Rey de la necesidad de seguir en los
Países Bajos. Sólo advierto en el duque de Alba, y en una consulta realizada
en el reinado anterior del Emperador —en la famosa alternativa de 1544—
que señalase la conveniencia de abandonar los Países Bajos, conservando
el Milanesado (18). Pero muchos otros eran los cortesanos que defendían a
(18) F. Chahod: “Mi1án o los Países Bajos? Las discusiones en España sobre la alternati
va de 1544,’,en Carlos V. Homenaje de la Universidad de Granada Granada 1958, pp. 331 y ss.
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FELIPE IlE ISABEL DE INGL4TERRA
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Año 1988 29
MANUEL FERNANDEZ AL VAREZ
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FELIPE HE ISABEL DE INGLATERRA
(20) Felipe II a don Alvaro de la Quadra, Madrid, 15 Agosto 1563 (A.G.S., E., 816,
fol. 171).
Año 1988
MANUEL FERNANDEZALVAREZ
mundo, por ser sólo V.M. a quien había de dar quenta, por lo
cual no pasasse adelante ninguno dellos en la materia, sino fuese
con la espada en la mano, que lo del castigarmela Reina era risapa
ra míy excesivo contento el partirme al momento que me embia
se pasaporte, no pareciéndome novedad, por ser dama, el tener
menor agradecimiento con los que la deseaban servir más, como
yo lo había procurado...”
(21) De ellos el de ingleses fundado en Valladolid con tal poderío económico que aun
subsiste como un centro cultural de gran valía, con una biblioteca que es un refugio exquisito
para el investigador interesado por estos temas.
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FELIPE HE ISABELDE INGLATERRA
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FELIPE HE ISABELDE INGlATERRA
Año 1988
MANUEL FERNÁNDEZ AL VAREZ
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PILOTOS Y NAVEGACION
EN LA GRAN ARMADA
DE 1588(1)
Dr. M. J. RODRIGUEZ SALGADO
The London School of Economics.
University of London
Año 1988
M J RODRÍGUEZ SALGADO
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN L4 GRAN ARMADA DE 1588
1. La estrategia
the command of the Spanish Armada”, Historical Journal, xii (1969), pp. 197-216; y “The
Armada and a administrative reform: the Spanisch council of war in the reign of Phiip II”. The
English HistoricalReviess vol. lxxxiii (1967). G. Parker, “Why the Armada failed”, en Historv
Today, vol. 38 (1988), pp. 26-33. Estas ideas fueron ampliadas en el libro que escribió con C.
Martin, The SpanishArmada (London, 1988).
(6) “Why the Armada failed”, p. 33.
(7) AGS E. 590,f. 125.Parma recordó a Felipe esto tres años más tarde. Yo no he visto el
informe original.
(8) L. Cabrera de Córdoba. Felipe II Rey de España, (2. Ed., 4 vois., Madrid. 1876-7),
III p. 228.
Año 1988
M J RODRÍGUEZSALGADO
(9) AGS E. 431,ff. 15y 16.Felipe dio tres copias del Theatrumal Escorial: el contenido de
al menos otro Atlas estaba en cuadros repartidos por sus habitaciones. P. Guillermo Antolín:
“La librería de Felipe II. Datos para su reconstitución” en Reivindicaciónhistóricadel sigloXVi
Boletín de la Real Academia (Madrid, 1928), pp. 335-426. B. Rekers, Benito Arias Montano,
152 7-1598 (Roningen, 1961), esp. pp. 127, 147, 157.
(10) M. J. Rodríguez Salgado. Armada, Introducción por Rodríguez Salgado, pp. 17-
20.
(11) Martin y Parker. The Spanish Armada, p. 119.
4’.) 23
PILOTOS YNA VEGAClON EN LA GRANARMADA DE ¡588
lar. La principal defensa de Inglaterra era su marina y por tanto hacía falta
algún apoyo naval para el éxito del ataque. Por desgracia Felipe no tenía
buques de guerra en los Países Bajos, en donde se encontraban sus mejores
tropas, y era inconcebible que se pudiera invadir con éxito sin éstas.
También influyeron en su estrategia consideraciones políticas y dinásti
cas. Tenía que nombrar al duque de Parma como jefe de la empresa, tanto
por ser el jefe militar más distinguido del Imperio como a causa de su acep
tación por el Papa (cuya ayuda Felipe II consideraba vital), pero no con
fiaba en él totalmente. Parma y Felipe tenían derechos a la corona de
Inglaterra y al planear una operación conjunta, el rey podía nombrar un
segundo jefe que pudiera controlar a Parma si fuera necesario imponer los
derechos del rey en Inglaterra.
Por último Felipe recordaría el gran éxito de las operaciones combina
das para la ocupación de Portugal (especialmente Lisboa) en 1580,como un
ejemplo reciente de lo eficaz que podía ser su ejército dándole un potente
apoyo naval (12).
Naturalmente, ni Parma ni Santa Cruz quedaron contentos con la pro
puesta del rey, ya que se veían cada uno privados del honor del mando
único. No obstante, Felipe, después de otorgarles privilegios y favores, dejó
claro que no admitiría quejas; podían aceptar el mando conjunto o dimitir.
Santa Cruz y Parma refunfuñaron, pero luego se entregaron a la tarea
haciendo lo que pudieron para aumentar su parte en la empresa. En los
meses siguientes experimentaron períodos de depresión y desaliento cuando
criticaban la estrategia del rey, mejor dicho, las estrategias, ya que Felipe II
varió en detalle el plan varias veces entre 1587y 1588,según las agresiones
inglesas y el tiempo. No obstante, Santa Cruz y también Medina Sidonia
escribieron muchas cartas lisonjeras acerca del plan que fue adoptado final
mente y expresaron su firme convicción de que tendría éxito. En fechas tan
avanzadas como febrero de 1588Parma describía la estrategia real para una
doble invasión como admirable y no aceptaría cambios en ella (13).
La estrategia del rey, esbozada en septiembre de 1587 y más o menos
conformada en febrero del 88,era enviar una gran flota desde Lisboa a Cabo
Margate, donde esperaría la llegada de Parma y sus tropas. Podía incluso
entrar en el estuario del Támesis si la situación era favorable. Desde una u
otra posición la flota española desorganizaría toda fuerza naval enemiga y
posiblemente podría bloquear a la flota inglesá en el río Támesis; pero el rey
dejaba bien claro que la príncipal misión de la Armada era cubrír el paso y
desembarco de Parma. No debía intentarse derrotar a la flota inglesa a
menos que ésta intentara impedir el desembarco (14).Se añadían limitaciones
Año 1988
M J RODRIGUEZ SALGADO
(15) Detalle de las experiencias de Felipe como rey en Inglaterra se puden ver en M. J.
Rodríguez Salgado. The Changing face of empire. Char/es V Philip II and Habsburg authoritv,
1551-1559 (Camhridge. 1988)y D. M. Loades. The reign of Mary Tudor (London, 1979).
(16) AGS E. 165, f. 11. Felipe a Santa Cruz.
(17) C. Fernández Duro, La Armada Invencible (2 vois. Madrid, 1884-5);II, pp. 169-172.
Opinión de Recalde. Evaluación negativa del plan por Escalante. AGS E. 165 f. 223, carta a
Felipe de Sevilla. 3 abril 1588.Medina Sidonia informó desde La Coruña que varios pilotos le
habían aconsejado tomar un puerto antes de llegar a Dover. AGS E. 165, f. 125. Felipe a
Medina Sidonia. 21junio 1588.
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PILOTOS Y N4 VEGAClON EN LA GRAII ARMAI24 DE 1588
rra, si es que podía actuar; y que la Armada tenía que valerse de los pocos e
inexpertos soldados disponibles en la península Ibérica; sobre todo, esta
estrategia occidental suponía un empeño militar y naval de larga duración,
lo que Felipe deseaba evitar. Todos sus partidarios admitían que la con
quista sería lenta aunque aseguraban a Felipe que sus fuerzas llegarían
finalmente a Londres. El plan de Parma tenía la ventaja del ataque directo a
la capital, y los resultados serían inmediatos, e incluso con éxito parcial
podían llevar a Isabel a la mesa de negociación; además el ejército de Flan
des operaría cerca de sus bases y podría efectuar una retirada rápida en caso
necesario, aparte de que el ataque al punto más fuerte del enemigo era siem
pre de mucho mayor prestigio.
Felipe II se daba cuenta de que había ideado una estrategia difícil que
requería una perfecta coordinación en el tiempo y el concurso de factores
favorables internos e internacionales; no obstante, estaba convencido de
que tendría éxito si actuaba rápidamente y mantenía el muy importante fac
tor de sorpresa. Sin embargo, cuando dio la orden de atacar en septiembre
de 1587sobrevino el primero de los muchos conflictos entre el rey y sus man
dos y expertos.
Felipe quería iniciar la campaña en seguida, por varias y sólidas razo
nes: primera, la situación internacional era favorable; segunda, Roma le
había prometido un préstamo considerable si actuaba antes de diciembre;
tercera, necesitaba desesperadamente rehacer su prestigio después de las
últimas agresiones inglesas contra España y el Nuevo Mundo; y por último,
estaba ansioso por evitar otro ataque inglés en la primavera de 1588.Aun
que tanto Santa Cruz como Parma comprendían esto, se opusieron a la
voluntad real porque no estaban sus fuerzas preparadas y ambos temían a
los temporales del invierno. En sus instrucciones a Santa Cruz, Felipe reco
nocía los riesgos de la navegación a Inglaterra en pleno invierno, “y más por
aq(ue)l Canal y sin tener puerto cierto, mas las otras causas q(ue) hazen
tomar este resolución vien a ser aun a ser de más peso”. Aparte de poner su
confianza en Dios —cuya causa trataba de defender— y su fuerza numé
rica, Felipe confiaba en que se dotaría a la flota de la necesaria información
y pericia para realizar su tarea: “las relaciones y cartas particulares de
aq(ue)llas costas que Ilevara el marq(ué)s daran luz, y los pilotos del armada
del Oquendo serán platicos” (18).
Estas breves palabras son extremadamente importantes. Sugieren que
ya habían surgido dudas acerca de los preparativos técnicos de la Gran
Armada y no es probable que la seguridad que Felipe tenía en que el capitán
general poseía suficientes mapas e información calmaran las ansiedades
del resto de la flota. El riesgo de separarse de la capitana en los inevitables
temporales del invierno era muy grande, y aún más importante, la flota evi
dentemente sufría gran falta de buenos pilotos: escasez que los buques gui
puzcoanos de Oquendo se suponía remediarían.
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M J RODRÍGUEZ SALGADO
(19) AGS E. 165, ff. 133-4. Felipe a Medina Sidonia, San Lorenzo, 5 julio 1588.
(20) AGS GA. 220, f. 4. Lisboa, 4 febrero 1588.
(21) AGS GA. 221, f. 46: GA 221, f. 59.
(22) Fernández Duro, La Armada Invencible,1 p. 451.
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN lA GRAN ARMADA DE ¡588
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PILOTOS YNAVEGACIONENLA GRANÁRMADA DE 1588
rimentados podían llevar a otros a las nuevas tierras y junto con cartógrafos
establecer la posesión de aquellos territorios después que las naciones ibéri
cas y el Papado dividieron el mundo con sus arbitrarias líneas.
Era esencial el control de la información y pronto se hizo corriente la fal
sificación deliberada y el empleo de trucos para confundir al enemigo. Las
prolongadas y poco decorosas disputas sobre la posición y posesión de las
Molucas y las Filipinas, ilustran el valor de los pilotos y cartógrafos, y la
forma en que los gobiernos explotaban la nueva tecnología (26).
Cuando Felipe II volvió a España como regente en 1551, inmediata
mente mostró su interés por la navegación y la geografía y su deseo en mejo
rar estas ciencias, e inició una completa reforma de la instrucción técnica
que se daba a los pilotos y maestres en la Casa de la Contratación de Sevilla.
Creó una cátedra de navegación y cosmografía en 1552y reguló el contenido
de los cursos. Los aspirantes a piloto recibían buena base teórica para las
observaciones astronómicas, así como instrucción en el empleo de instru
mentos como la aguja magnética, el astrolabio, el cuadrante, la ballestilla y
los relojes. En 1582fundó en Madrid una nueva Academia de Matemáticas,
siendo la navegación una parte muy importante del currículum; se preten
día que sirviera de modelo para otras instituciones provinciales y urbanas
pero, al no poder financiarlas la Corona, no se materializaron (27). El apre
cio de la pericia de los pilotos era evidente en la legislación y en los nuevos
tipos de pagas, como muestran contratos del siglo XVI en que muchos pilo
tos eran pagados mejor que los maestres de los buques en los viajes al Norte
ya las Indias. Después de 1573se permitió a los pilotos hacerse maestres, ya
partir de 1580,armadores sin conocimientos de navegación eran permitidos
a ser maestres en sus propios barcos siempre que llevaran a bordo al menos
dos pilotos, estando claro que los pilotos eran considerados ahora con sufi
ciente experiencia para realizar las tareas desempeñadas anteriormente por
el maestre y el piloto, es decir, fijar el rumbo, navegar y maniobrar el
barco (28).
Los aspectos teóricos de la navegación aumentaron notablemente
durante este siglo. Los españoles y portugueses eran los primeros en carto
grafía yen la construcción y empleo de instrumentos náuticos, produciendo
también los mejores maestros, como pronto se dieron cuenta los demás paí
ses. El Arte de Navegar, de Medina, publicado en 1545,se utilizaba ya en su
traducción francesa en 1554 y posteriormente se publicó en la mayoría de
las lenguas europeas. El libro Breve compendio de la spheray delArte de Nave-
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN LA GRAN ARMADA DE 1588
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y derrota y otros de alta mar” (32).El mecenazgo real estaba casi totalmente
dedicado a la reglamentación de los últimos y específicamente de las derro
tas de Indias, pero en 1575 Felipe II trató de mejorar el pilotaje norteño
designando a un profesor, Andrés de Poza, para viajar y enseñar a los pilo
tos de las costas del Norte las nuevas técnicas de navegación (33). No pode
mos decir qué éxito tuvo, pero esta resolución es indicio de su conciencia de
que la navegación declinaba en sus dominios septentrionales.
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ARMADA DE 1588
PILOTOS Y NA VEGAClON EN lA GRAI%T
desde los años 1560. En 1572 los riesgos eran tan excesivos que Felipe II
había prohibido los seguros de barcos de la ruta España-Países Bajos. Ese
mismo año los rebeldes habían ocupado muchos de los puertos de Holanda,
yen 1574tomaron Middleburg con la última gran flota española de la lana,
dejando al rey sin puertos de buen calado en los Países Bajos, y a sus súbdi
tos privados de contactos comerciales regulares (36). Desde 1574se encarga
ron del transporte comercial entre los países septentrionales y España
buques norteños, y los barcos, pilotos y marineros españoles cambiaron a
otras rutas o se dedicaron a otras ocupaciones, lo que explica la abundancia
en España de buques alemanes y de otras naciones del Norte en 1588, así
como la escasez de marinos españoles con experiencia en regiones ibéricas
que antes habían mantenido contacto regular con los puertos del Canal.
Cuando Felipe II ordenó a sus funcionarios de Galicia buscar en 1588pilo
tos prácticos en el Canal, solamente pudieron encontrar uno que única
mente había navegado dos veces por él; otro piloto gallego más experto en
aquellas aguas, estaba fuera del país (37).
Mejor respuesta tuvo con la costa de Vizcaya. El corregidor don Ordoño
de Zamudio, a quien confió esta importante misión, previno al rey que no
seria fácil encontrar pilotos del Canal, pues el comercio con los Países Bajos
había cesado hacía bastantes años y los pilotos y marineros con experiencia
en el Canal estaban dedicados al lucrativo comercio con Francia (las derro
tas de Vizcaya-Nantes-Rouen) o habían abandonado de todo la mar. No
obstante, encontró relativamente pronto seis “pilotos famosos” en Laredo y
Castro Urdiales junto con unos cincuenta marineros con experiencia; des
graciadamente tuvo que emplear soborno y violencia para que se alistasen
en la Armada. Zamudio cuenta “Ban forçados blasfemando de mi” (38).
Posteriores investigaciones elevan la cifra a nueve pilotos y un centenar de
hombres (39). A los pilotos se les dio sustanciosos incentivos: 100 ducados al
contado y muy buenos salarios, así con promesa de un trato honorable (40),aun
así, Zamudio avisaba al rey que algunos eran extremadamente hostiles por
haber sido forzados a dejar sus casas y obligados a entrar al servicio del rey.
Todos ellos eran muy expertos y sólo cuatro fueron descritos como disgusta
dos pero razonables. Otros tres (López de Ocina, Juan de Escalante y Martín
Vélez de Liendo) fueron señalados como “de los más principales” tan
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(59) Ver por ejemplo, Rodríguez Salgado,Annada, sección 12, p. 213 ff., esp. n. 12, 13, 16,
19 y 21.
(60) AGS GA. 22, f. 9; Fernández Duro, La Armada Invencible,1;p. 493,499. La cifra más
alta ha sido sugerida por Martin y Parker, The Spanish Armada, p. 285, n. 30.
(61) Rodríguez Salgado et al., Armada, p. 217. Una edición facsímil titulada “Porloan
Chart of the Dover Straits” ha sido publicada por Editions Alecto en conjunción con el Natio
nal Maritime Museum (Londres, 1988).Se espera una segunda edición con introducción de R.
Baldwin, quien está convencido que una carta de la colección del Dr. Englehrecht, Prinz Hen
drik Museum, pudo haber sido tomada por los holandeses de uno de los buques de la Armada.
Cubre, aunque en mucho menor detalle, la costa entre Poole y Dover, dando detalles de fon
dos, bajos y fondeaderos.
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(64) El relato del joven está plagado de mentiras e inconsistencias y Fernández Duro lo
rechaza como pura invención en su introducción a La Armada Invencible,1, pp. 195-7.Colin
Martin, FullFathom Five(Londres, 1975),pp. 45-53,no la rechaza totalmente: dice que el joven
al principio fue mal entendido, después fabricó parte de la historia.
(65) AGS E. 165, f. 251. Relación del sargento Alonso de Torres, 4 octubre 1588.
(66) Fernández Duro, La Armada Invencible, II. p. 476.
(67) El príncipe de Asculi estaba a bordo del buque. AGS E. 165, ff. 296-7, E. 594, f.
182.
(68) Informe de Coco Calderón, AGS GA. 221. f. 190; AGS E. 431 f. 37.
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(69) Fernández Duro, La Armada Invencible,II, p. 205-li, pilotos 210: Fernán Gabriel,
Juan Ramos. Andrés de Urquiza, Domingo Ochoa, López de Ozina, Juan de Llatado, Antonio
Francisco, Juan Aivarez de Proa, Jerónimo Pérez, Sebastián Muñoz, Martín Vélez, Juan de
Escalante. De éstos sólo Ochoa había sido citado en la lista de mayo de pilotos experimenta
dos. La mayoría de los expertos fiables nombrados aquí pertenecían probablemente a las
escuadras de Castilla y Portugal cuyos nombres no habían sido incluidos en la lista. Otros tres
eran de la costa guipuzcoana. Ver pp. 000.
(70) “Gouchep, Herlaga y Romanlos hasta Dobla” eran algunas de las opciones, aunque
si el viento era SSW o SW no intentaba rodear Beachy Head. Fernández Duro, La Armada
Invencible, II, p. 114.La opinión del duque sobre la estrategia en mayo ha sido publicada tam
bién en ibíd. pp. 101-5.
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN LA GRAN ARMADA DE ¡588
(71) AGS E. 594, f. 117.Medina Sidonia a Parma, 5 agosto1588, ver también Rodríguez
Salgado et al. Armada, pp. 239-40.
(72) AGS E. 594. ff. 114, 117, 122. Cartas de Medina Sidonia a Parma, 1, 5 y 7 de
agosto.
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aunque apreciaba estos riesgos, mantenía que dejar el fondeadero sería aun
peor, ya que los pilotos afirmaban que una vez fuera de Calais los vientos
dominantes y las corrientes obligarían a la Armada a navegar hacia el norte
a lo largo de la costa oriental de Inglaterra, y sería muy difícil y probable
mente imposible volver al Canal para unirse a Parma. En otras palabras,
para Medina Sidonia esto “hera abenturar la Jornada por la dificultad que
ay después el volver” (73). Hasta entonces la flota había conseguido mante
nerse unida y evitar daños; habían llegado con éxito tan cerca de Parma,
que Medina Sidonia confiaba que se podrían juntar con la flota en
poco tiempo.
La invasión abortó porque Parma no estaba preparado para salir
cuando Medina Sidonia llegó a Calais, y no porque la estrategia original
fuese imposible. Parma no estaba listo por dos razones principales: lo pri
mero y más importante, porque no recibió los mensajes de Medina Sidonia
hasta el 6 de agosto de 1588, pues una serie de accidentes y el mal tiempo
habían impedido a los mensajeros llegar a los Países Bajos; segundo, por
que Parma no había preparado el embarque como debía haber hecho. Su
papel en el desastre sigue siendo objeto de controversia. Martín y Parker
creen que su aparente falta de preparativos era debido a un inteligente sub
terfugio que había montado para confundir al enemigo. No explican por
qué los mismos confidentes de Medina Sidonia también dijeron lo mismo.
Parma, al principio, niega todas las acusaciones de mala dirección y retraso,
más tarde acepta algunas cuando el rey le presentó evidencias incontroverti
bles. Reconoció que debía haber estado en la costa y no en el interior; que no
tenía suficientes barcos, y que algunos de los que tenía no eran apropiados
para navegar. Estaba escaso de suministros para el viaje, especialmente de
agua (74).
Pudo ser que después de tantas noticias falsas sobre la llegada de la
Armada durante el años anterior, Parma ya no tenía fe en que ésta llegara a
su destino. Sospecho que también estaba confuso y preocupado por la apa
rición de una potente fuerza naval holandesa a lo largo de la costa flamenca.
Parma había tomado pocas medidas para contrarrestar este peligro; su
principal preocupación fue por las fuerzas de tierra y no había sabido
mucho de la marina rebelde hasta enero de 1588.A partir de entonces se dio
cuenta que sus buques, desarmados, no serían capaces de resistir un
encuentro con los barcos rebeldes, fuertemente armados, y que sus bajas
serían grandes. Por esto insistió Parma tan ahincadamente en 1588 que la
Gran Armada debía acercarse a los Países Bajos, pero nunca admitió que
no podría cumplir con su parte de la invasión.
Cualesquiera que fueran sus razones, él tenía que haber estado prepa
rado para salir, y silo hubiera hecho, se habría logrado la unión de las dos
Núm. 23
PILOTOS YNA VEGAClON EN LA GRANARMADA DE 1588
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cañones con rapidez. Pero se ha probado la teoría aún, y hay que decir que
los ingleses seguían teniendo mucho miedo de los soldados españoles y no
se atrevieron a abordar al final de la batalla a un buque que estaba casi hun
diéndose y con poca gente. Las bajas españolas fueron fuertes, pero los
ingleses no apresaron un solo buque. Tres barcos muy averiados fueron a la
deriva después de la batalla de Gravelinas hasta aguas flamencas, donde los
asaltaron los rebeldes.
La violencia del ataque inglés se debe a su determinación en desalojar a
los españoles del fondeadero de Calais y empujarles hacia los bancos de
Zelanda, para que allí el mal tiempo, las corrientes y la mar destruyeran
toda la flota.
Los ingleses fueron ayudados por los rebeldes holandeses, que quitaron
todos los barriles y marcas que balizaban los bajos y otros peligros para los
barcos en las traicioneras aguas flamencas. Aunque la Armada hubiera
tenido suficientes pilotos y un puerto en los Paises Bajos, pocos buques de
gran calado hubieran podido navegar a salvo sin las balizas (78). Medina
Sidonia estuvo obsesionado con los bajos durante toda la batalla de Grave
linas. Los pocos pilotos flamencos de la flota demostraron entonces su valía
al navegar continuamente en botes manteniendo vigilancia y avisando a los
buques que se acercaban demasiado a las aguas someras. Ellos urgieron al
duque a retirarse del combate y hacer rumbo por el Mar del Norte, pero de
nuevo Medina Sidonia rehusó el consejo de los expertos, porque ello signifi
caba abandonar la costa de Flandes y así perder la oportunidad de escoltar
a Parma hacia Inglaterra. El 9 de agosto, el día después de la batalla, el
viento cambió y tal como los pilotos habían predicho toda la flota iba a la
deriva hacia las arenas. Los pilotos advirtieron al duque “que no era possi
ble salvarse baxel ninguno delarm(a)da porque yva toda sin remedio a dar
en los bajos de la costa de Gelanda... solo Dios lo podía remediar” (79). Lle
garon a sondar seis brazas y media; unos rezaban, otros lloraban, algunos se
preparaban para morir peleando. En pocos minutos el primer barco estaría
varado. Los ingleses se quedaron mar afuera por temor a correr el mismo
peligro. Entonces se produjo el milagro que deseaba la Gran Armada: el
viento roló al WSW y su sopló sacó a los barcos filipinos de los bancos hacia
el Mar del Norte. No estaban aún fuera de peligro: se dijo a todos los barcos
que siguieran de cerca a la capitana, ya que pocos de los pilotos sabían hacia
dónde poner el rumbo en aquellas aguas y a fuerza de estricta disciplina e
incansable actividad de los pilotos expertos, Medina Sidonia mantuvo
(78) AGS E. 693.f. 30. Guillén San Clemente, embajador de Felipe llante el Emperador,
Praga 13septiembre 1588,dando cuenta de una queja de la ciudad de Emhden cuyos ciudada
nos fueron gravemente afectados por eso. Los holandeses tuvieron que ofrecerles compensa
ciones por la pérdida del comercio, etc. Es irónico que unas semanas antes la misma ciudad de
Emhden había pensado en quitar estas balizas por temor a que la Armada pudiera intentar
fondear en el puerto Calendar of StatesPapers,Foreign. Elizabeth, vol. xxii, p. 157, agosto
12/22.
(79) AGS E. 431, f. 47.
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN LA GRAI’JARMADA DE ¡588
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los víveres yo estoy inclinada a creer parte de la explicación dada por los funcionarios en Lis
boa que señalaron que el retraso (la gente se comió las provisiones antes de la salida) y las con
diciones de almacenamiento (calientes y húmedas en buques sobrecargados y con vías de
agua) importaron más. Véase por ejemplo la explicación de Bernabé Pedroso en 14 mayo
1588, GA. 223, f. 111.La flota tenía suficientes prçovisiones hasta su destino en Inglaterra. en
donde podían haber recogido más. Martin y Parker (77wSpanish Armada, pp. 199-200)afirman
que había abundancia de munición pero que los mandos durante la última parte del conflicto
del Canal de la Mancha se lamentaban por las escaseces. ¿Vamos a suponer que todos men
tían o se engañaban? El capitán de navío González Aller demostró en su trabajo.ieido en la
Tercera Conferencia Anglo-Española que mientras unos barcos volvieron con muchas balas
de cañón, otros las habían empleado todas, por tanto no es posible generalizar.
(82) AGS GA. 221, f. 190. Coco Calderón.
(83) AGS GA. 221, f. 190.
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PILOTOS Y NA VEGAClON EN JA GRAN ARMADA DE 1588
IV. Conclusión
La campaña de 1588 fue notable en todos los sentidos. Felipe II, que no
tenía flota ni puerto norteño, lanzó una gran invasión desde el mar, reu
(84) AGS GA. 227, f. 157.El relato de Aramburu es un buen ejemplo de informe bien ano
tado y muestra lo que un experto navegante era capaz de hacer.
(85) AGS E. 165,f. 251.Relación del sargento Alonso de Pones, 4octubre 1588:AGC GA.
227, f. 45. Medina Sidonia a Felipe II. 27 septiembre 1588,con detalles de cómo los soldados
ayudaron en la maniobra de los buques.
(86) AGS GA. 221, f. 190.
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PILOTOS YNAVEGÁCIONENLA GRANARMÁDA DE 1588
Año 1988
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/
—•‘/• ‘‘A
Escudo de Don Alvaro de Bazán. Palacio del Viso. Planta alta. Salón de Linajes.
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LA BATALLA
QUE NUNCA EXISTIO
Reconsideración sobre la Estrategia
de la Campaña de la Armada
Simón ADAMS
Universidad de Stracthclyde
(*) Nota del Traductor. Las dobles fechas límite son consecuencia de la aceptación y no
aceptación de la Reforma Gregoriana del calendario por españoles e ingleses.
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LA BATALLA QUE NUNCA EXISTIO
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puesto por el exiliado católico galés Hugh Owen. Este tramo de la costa de
Kent tenía además otra ventaja, estaba bordeado por The Downs, posible
mente el fondeadero mejor conocido de los Estrechos. Allí, como Sir
William Monsón escribió “pueden fondear miles de barcos con tanta segu
ridad como en cualquier puerto de Europa”. La combinación de playa y
fondeadero era inmejorable.
La sorpresa era esencial para este plan de invasión. En el verano de 1587,
Parma se quejaba de que habiéndose perdido el secreto necesitaría protec
ción naval; a consecuencia de esta exigencia, Felipe II trazó su versión final
de la operación combinada primero a Parma y después al marqués de Santa
Cruz en septiembre de 1587.La clave de este nuevo plan de invasión con-
junta radicaba en la rapidez, debía llevarse a cabo inmediatamente, a pesar
de los riesgos que implicaba una gran operación naval en el Canal de la
Mancha en otoño, con la esperanza de coger a los ingleses desprevenidos.
La flota tenía que navegar Canal arriba y “dar fondo en el cabo de Margata”.
El duque “en viendo así asegurado el passo con el armada puesta sobre el
dicho cabo o andando sobre las bueltas a la boca del río de Londres si el
tiempo lo sufriere” cruzaría entonces.
“El cabo de Margata” era, desde luego, el North Foreland (mencionado a
veces como St. Margaret’s Head) cuyos acantilados calizos lo hacían total
mente inapropiado para un desembarco. ¿Por qué había de enviarse allí la
flota? Hay que buscar la respuesta en la aun esperada sorpresa. Con suerte
(ola divina providencia) la llegada de la flota cogería los barcos ingleses dis
persos y los buques de guerra de la reina estarían inmovilizados en sus fon
deaderos del Támesis. La Armada se situaría frente al “cabo de Margata”,
actuando como una cortina para impedir la salida de los ingleses del Táme
sis y con ello su interferencia en el desembarco. Era una posición estratégica
“aquel puesto que corta el paso a que no se puedan juntar los navíos del río
de Londres y de allí al levante.., con los del mediodía”. Posición que sería
mantenerse sólo el tiempo necesario para que el ejército cruzara; después
Santa Cruz quedaba libre para atacar a los ingleses en sus puertos. Las ins
trucciones terminaban con una observación sobre el pa so que iba a jugar un
papel cada vez más importante en futuras discusiones. El tiempo invernal
probablemente obligaría a la Armada a buscar un fondeadero abrigado. En
primera instancia se sugirió Margate Roads, o si fuera necesario, Santa Cruz
podía introducirse más adentro en el estuario del Támesis. Ambas posicio
nes le permitirían mantener el bloqueo de Londres.
La Armada, por supuesto, no salió en el otoño o invierno de 1587, este
retraso permitió el despliegue inglés. El espionaje español sobre la flota
inglesa iba a producir un importante impacto a partir de este momento y
merece un comentario. La figura central era el embajador en París don Ber
nardino de Mendoza; sus fuentes comprendían no solamente al notorio
“Julio” y a los exiliados católicos ingleses en Francia, sino la más impor
tante que procedía de Antonio de Viegas, espía en la corte del pretendiente
portugués don Antonio en Londres. El relativo acierto y la precisión de
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LI BATALLA QUE NUNCA EXJSTIO
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sentaban batalla, la flota iba a “pasar a las Dunas y de allí asistir y dar la
mano a lo que está en Dunquerca”, proporcionando así seguridad al trans
porte del ejército “a la parte que tuviere designada por más cónveniente que
debe ser el más corto camino de leguas, más o menos a un lado u otro del río
de Londres.
Poco después de salir de La Coruña en el viaje final (el 15/25), Medina
Sidonia envió al capitán Rodrigo de Tello a Parma con un mensaje similar
al enviado en junio. Incluía también una pregunta sobre el “parage que le
parecía mejor para juntarse con esta Armada”. Al igual que en la carta ante
nor esto implica también una reunión sobre la costa de Kent. Por tanto, la
Armada llegó a la entrada del Canal sin conocer la disposición de la flota
inglesa, aunque con la intención de dirigirse a The Downs, pero nunca llegó
a su meta; lo que exige un examen de las principales decisiones estratégicas
tomadas por Medina Sidonia durante el curso de la batalla del Canal: el
acercamiento a Plymouth el 20/30 de julio y la detención en .Calais el 27 de
julio/6 de agosto.
Entre los 19/29y 20/30 de julio a bordo del buque insignia “San Martín”
tuvieron lugar acontecimientos importantes. La costa inglesa cerca del cabo
Lizard fue avistada, acto que se celebró con el izado del estandarte real y el
recitado de oraciones; se reunieron casi todos los buques dispersos; Medina
Sidonia escribió dos cartas al Rey (las últimas antes de la batalla); se celebró
un consejo de guerra; se descubrieron velas inglesas hacia sotavento; el
Alférez Juan Gil fue despachado para conseguir algún prisionero. Cuando
Gil volvió con varios pescadores ingleses, se obtuvo la confirmación defini
tiva de que Drake y Howard habían reunido sus fuerzas y estaban prepa
rando su salida de Plymouth. Estos hechos son bastante conocidos, la
dificultad yace en la cronología y la relación entre ambos. Incluso el capitán
Alonso Vanegas del “San Martín”, cuyo diario se considera uno de los más
completos y fiables del viaje, confunde las cosas al incluirlas en su relato del
día 30.
Lo menos controvertido es la hora del regreso del Alférez Gil con los pes
cadores, establecida hacia la una de la mañana del 21/31. Había sido envi
dado la tarde antenor, posiblemente cuando fueron avistadas velas inglesas,
lo que Vanegas sitúa al amanecer. Por tanto un punto importante es cierto
no se tuvo pleno conocimiento del despliegue inglés hasta después de
tomarse cualquier decisión previa. Igualmente claro es el punto inicial: el
Lizard fue avistado después del mediodía del 19/29.La cuestión central es lo
que sucedió en el tiempo intermedio, especialmente en conexión con las
cartas enviadas al Rey y el consejo de guerra.
Conviene citar estas cartas, para distinguirlas, como la larga y la corta;
dela primera existen dos versiones, una fechada el día 29,la otra el 30y data
das “a vista del cabo de Lisarte”. Ambas relatan los acontecimientos del 29;
al avistamiento de tierra, la celebración, y el estado de la flota. La del 29
declara que está siendo escrita a las seis de la tarde; la del 30 incluye un
párrafo que comienza “y hasta ahora, que es sábado 30 de julio” y comenta
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L4 BATALLA QUE NUNCA EXISTIO
Destrucción de la Armada Invencible, tomado del Atlas Van Stolk, tomado dela obra de
Jean Savant: Histoire de la Marine, Hachette, París, 1961.
Año 1988 83
SIMON ADAMS
los daños en la capitana de las galeazas. Esta es, claramente, una segunda
versión de la anterior, terminada en la mañana del día siguiente. La carta
corta declara específicamente que está escrita después de la primera. Es la
más importante, porque esboza las intenciones inmediatas del duque de
Medina Sidonia, especialmente su decisión de no sobrepasar la Isla de
Wight antes de establecer comunicación plena con el duque de Parma y su
preocupación por no haber podido acercarse a la costa de Flandes debido a
los bancos. También se queja de no haber visto ningún barco o persona
desde que salió de La Coruña, “así se va muy a ciegas”; pero que cuando la
Armada se acerque a Plymouth espera enviar una pinaza para capturar
prisioneros.
No hay nada que impida deducir que esta carta fue escrita inmediata
mente después de la segunda versión de la carta larga, es decir, en la mañana
del 30 casi 24 horas antes de que el Alférez Gil informara de la presencia de
la flota inglesa combinada. Mayor dificultad ofrece el fechar el consejo de
guerra; ya que solamente se conocen tres fuentes que lo mencionen, el relato
de Vanegas y las dos declaraciones hechas por don Pedro de Valdés después
de su captura. Vanegas lo sitúa el día 30,inmediatamente después del avista
miento de tierra; y Valdés después del interrogatorio al pescador. Por otra
parte Valdés declara también que el avistamiento de las velas inglesas ocu
rrió dos horas después de la reunión del consejo, situándolo así claramente
en la tarde del 30. De acuerdo con Vanegas el objetivo del consejo era bien
sencillo; “para tomar resolución en la orden que se había de tener en el
pelear”. Sin embargo, durante su transcurso don Antonio de Leiva y otros
propusieron un ataque por sorpresa a Plymouth como medio de eliminar
todo buque inglés que pudiera encontrarse allí. La propuesta fue rechazada
por Medina Sidonia basándose en que era contraria a las órdenes del rey,
demasiado arriesgada e implicaba pérdida de tiempo.
¿Qué sucedió primero, la escritura de las cartas, o la celebración del con
sejo? Si fue esto último, entonces la decisión de no seguir más allá de Wight,
habría sido una consecuencia del consejo; esta es la conclusión a que se ha
llegado en algunos de los estudios más eruditos sobre la Armada. Sin
embargo, la ausencia de cualquier referncia al consejo en las cartas y en
toda la cadena de acaecimientos de los relatos de Vanegas y Valdés sugiere
que se celebró en la tarde del 30, después de haber sido escritas las cartas. En
la mañana del 30, parece que Medina Sidonia estaba profundamente preo
cupado por la ausencia tanto de inteligencia general como de noticias de
Parma y por ello propuso ganar tiempo. Igualmente interesante resulta un
cierto cambio respecto al “rendez-vous”. Al no haber recibido información de
Parma sobre el lugar, estaba inquieto ante el hecho de que la Armada
tuviera que ir a Flandes a encontrarle, lo que era imposible dada la natura
leza de la costa. La flota tampoco podía esperar en el Mar del Norte pues
una sola tempestad la dispersaría. Estas consideraciones explican también
el rechazo por parte de Medina Sidonia del ataque a Plymouth. En caso de
que las esperadas noticias de Parma llegasen, no podía permitir que le
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LA BATALLA QUE NUNCA EXISTIO
Año 1988
SIMON ADAMS
86 23
lA BATALLA QUE NUNCA EXISTIO
Año 1988
SIMONADAMS
parece haber sido evitar una desembarco en los otros fondeaderos indica
dos por la comisión de reconocimiento. Gran parte de la confusión que
rodea a los combates frente a la Isla de Wight puede haber sido causada por
el hecho de que los ingleses intentaban impedir una entrada en el Solent,
cosa que los españoles no tenían intención de hacer. Sin embargo, una vez
pasado el Solent quedaban solamente The Downs. Para Howard esto tuvo
muchas ventajas; estaría más cerca de sus bases; podía unirse a la escuadra
de los estrechos, y podía reabastecerse. Desde Londres se envió más muni
ción a Dover el 26 de julio/5 de agosto, parte de la cual fue recibida por la
flota inglesa el domingo 28 de julio/7 de agosto.
De este modo, también Howard estaba esperando un encuentro decisivo
en The Downs. De acuerdo con el agente portugués de Mendoza, Howard
había advertido a la reina que esperaba esta batalla: “siendo la intención
que a la llegada de nuestra Armada a The Downs, debía ser atacada por
todos los lados”. Tan seguro está Viegas de que la batalla se había de dar allí,
que incluso informó sobre el combate de Gravelinas como si se hubiera
dado en The Downs. La decisión de Medina Sidonia de detenerse en Calais
fue una sorpresa para los ingleses, que lo vieron como una buena oportuni
dad para aprovechar las mareas de los Estrechos de Dover como inteligente
medio de empujarse hacia el Mar del Norte y así ahorrarse su persecución.
El alto en Calais fue por tanto más decisivo para la campaña, que la
batalla frente a Gravelinas, porque permitió, al fin, a los ingleses desordenar
la formación de la Armada. También convirtió la potencial batalla de The
Downs en la batalla que no existió. Si se hubiera dado, habría sido la pri
mera de la gran serie de combates navales allí empeñados durante el siglo
XVII. Para cualquier flota que operará en los Estrechos, The Downs consti
tuían el punto decisivo. Este argumento no pone en duda la conclusión
general de que la estrategia de la Armada era demasiado ambiciosa para
una flota que sufría de ciertas debilidades, ni altera la mayoría de las inter
pretaciones aceptadas sobre las tácticas de los combates en el Ctna1, pero
sugiere que la focalidad de The Downs para la estrategia de ambos bandos,
confiere al planteamiento y operaciones de ambas partes una mayor cohe
rencia que la hasta ahora reconocida.
88 23
“ESPAÑA LOS EMBARGOS
ESPAÑOLES Y LA LUCHA
POR EL DOMINIO
DEL COMERCIO MUNDIAL,
1585-1648”
Jonathan 1. ISRAEL
University College
London University
Año 1988
JOSJATH4N1 ISRAEL
90 23
“ESPAÑA, LOS EMBARGOS ESPAÑOLES YLA LUCHA...”
Isabel Ide Inglaterra (Galería Pitti, Florencia), de la obra del marqués de Lozoya: Histo
ria de España, Salvat Editores, Barcelona, 1987.
Año 1988 91
JONATHAN 1 ISRAEL
que hallan así en algunos naturales como en extranjeros que residen en los
puertos yla poca diligencia que las justicias ordinarias ponen ene! castigo o
remedio” (5).
La opinión de que los embargos eran un aspecto marginal e ineficaz de
la política imperial española al final del siglo XVI y primera mitad del XVII
parece haber sido apoyada por las numerosas declaraciones contemporá
neas que afirman existir una amplia evasión. Es el tipo de evidencia en que
Henry Kamen pensaba al rechazar la opinión de que los embargos fueran
un importante factor histórico, resaltando que “hay una evidencia sustan
cialmente contraria” (6). Todo ello suena muy plausible y encaja bien con la
tendencia general de los estudios históricos recientes a minimizar la capaci
dad de los estados modernos para intervenir eficazmente en las esferas
sociales y económicas.
En estas circunstancias es comprensible que no se acepte fácilmente el
argumento de que los embargos fueran eficaces y constituyeran un impor
tante factor histórico, con grandes efectos para España, los holandeses y
todo el globo, aunque se encuentre apoyado fuertes indicios o evidencia. En
efecto, varios libros recientes sobre historia de la España de principios de la
edad moderna raramente mencionan los embargos, y los tratan como si fue
ran un aspecto totalmente marginal de su política imperial y del papel de
España en los asuntos europeos. Seria difícil adivinar por los trabajos de
investigación general de Henry Kamen y R. A. Stradling, por ejemplo, que
desde 1598a 1659,la administración de los embargos y la estrategia y com
plicada diplomacia en que se apuntalaban, fue una de las preocupaciones
más constantes y frecuentemente deliberadas en el Consejo de Estado y sus
consejeros y por muchas décadas una de las más altas prioridades de la
corona española (7).
El objeto esencial de mi trabajo es subrayar el papel central de los
embargos en la política española, especialmente a partir de 1598,reafirmar
su eficacia y finalmente mostrar cómo en combinación con la ofensiva del
corso transformaron la pauta del transporte comercial europeo.
Convendría también empezar recordándonos que España en el período
en discusión era en muchos aspectos, a pesar de sus dificultades y debilida
des, la mayor potencia económica del mundo (8). A pesar de la persistencia
de algún tráfico de contrabando, España había conseguido en gran parte
aislar toda la América española del resto de Europa, creando un mercado
cautivo que le proporcionaba la parte del león en el suministro de plata del
92 23
ESPAÑA, LOS EMBARGOSESPAÑOLESYLA LUCH4...”
(9) Ver primera versión de Braudel, F. Braudel. (París, 1949), págs. 492-5; Gómez-
Centurión Jiménez, FelipeiL págs. 211-15.
(10) Archivo General de Simancas (AGS). E. Flandes Leg. 2218-120 “4o que ay en el
embargo de las urcas que se han detenido en el Andaluzia por el Duque de Medina Sidonia”.
(Estoy muy agradecido al C.N. José Ignacio González-Aller Hierro por facilitarme una foto
copia de este documento clave); ver también Gómez-Centurión Jiménez, ¡oc cit 215.
Año 1988
JONATHANI ISRAEL
1). Es posible que las autoridades danesas anotaran en los registros barcos
que conocían ser holandeses como procedentes de Hamburgo o Lübeck,
pero no hay indicios de que esto sucediera; y dada la prueba definitiva de
que hubo un “boom” en el Spanienfahrt durante estos años en Ltibeck y que
los barcos de Lübeck registrados mostraron mayor incremento que los de
Hamburgo (11), podemos excluir definitivamente la posibilidad de que la
navegación holandesa a la península Ibérica quedara esencialmente
intacta.
Tabla 1
Barcos holandeses y hanseáticos que navegaron desde España y Portugal
directamente al Báltico a través del Sound Danés, 1581-90 (barcos por
año)
1581 92 58
1582 76 45
1583 78 46
1584 93 48
1585 71 64
1586 22 52
1587 12 82
1588 4 87
1589 3 83
1590 101 128
94 23
“ESPA]Ç4,LOS EMBARGOS ESPAÑOLES YIÁ LUCHA...’
plir y que no es realista esperar que tuvieran gran impacto. Por el contrario.
ministros españoles claves como el conde de Chinchón y Baltasar de
Zúñiga en los años siguientes a 1598 (12) y el duque del Infantado, el mar
qués de Montesclaros, el marqués de Aytona y el mismo Olivares reiteraban
constantemente que como decía Chinchón en 1605,“los rebeldes sustentan
la guerra con lo que sacan del trato de España y de la pesquería” (13) y que
según lo expresaba Aytona en 1621, “como tienen (los holandeses) toda su
ganancia en el comercio de España e Italia perdiendo tanto serán enemigos
menos poderosos y se podrá esperar algún buen concierto favorable para
España” (14). Estos ministros claves reafirmaban constantementela necesi
dad de imponer los embargos y hacerlos más rigurosos.
Con tal persistencia durante tantos años, ¿es posible que los asesores de
Felipe III y Felipe IV demostraran tan continua falta de lógica y realismo?
Pues esto es lo implicado en el argumento de que los intentos de imponer
embargos contra los enemigos de España fuera tan inútil esfuerzo. La res
puesta es un rotundo no. Por el contrario, aunque hubiera un cierto ele
mento de exageración en las expectativas de los ministros españoles sobre el
efecto de privar a los holandeses de la sal ibérica —la francesa de grado más
bajo era adecuada para la conservación de carnes pero no de pescados— es
totalmente cierto que la sal ibérica de alta graduación (o una equivalente
libre del alto contenido de magnesio y color oscuro que caracterizaba a la
sal francesa), era indispensable para las pesquerías holandesas y escandi
navas y un elemento de la mayor importancia para el comercio báltico de
los holandeses. Es también cierto que éstos comenzaron a desalojar a los
hanseáticos de su tradicional dominio del rico tráfico del Báltico por los
años 1590,sosteniendo al mismo tiempo el propio y tradicional transporte
de cereales, más reexportaciones de plata, azúcar, especias, frutos medite
rráneos, aceite de oliva, así como sal, y arenque salado con sal ibérica (15).
En sí misma, es correcta la preténsión de que los embargos de privar a los
holandeses de muchos productos ibéricos que reforzaban su comercio sep
tentrional tenían que dañar gravemente su sistema comercial europeo.
Tampoco es nada irreal el suponer que los rivales de Holanda suplantaran
su transporte de grano y suministros navales a la península. La ventaja del
transporte holandés sobre el inglés y el hanseático se basaba en sus fletes y
seguros más baratos. Es realista y lógico suponer que los embargos en com
binación con ofensivas de corso hicieran más arriesgados que antes el trá
fico holandés, eliminando sus ventajas anteriores.
Lo necesario para hacer más eficaces los embargos era que la maquina
ría diplomática y burocrática actuara más duramente sobre el tráfico naval
(12) Colección dedocumentos inéditosparala HistoriadeEspañay desirsIndias.Consultasdel
Consejode Estado,1 (1600-3,),
págs. 98-9,263-5e ji (1603), págs. 87, 207,232-5,241, 345-6.
(13) Consultasdel ConsejodeEstado,ji, pág. 207. Consulta 10 de mayo de 1605.
(14) AGS Estado 2036, consulta 6 de julio de 1622, fol. 5.
Año 1988
JONATHAN 1 ISRAEL
duques”, y para evitar los fraudes, todas las mercancías que desde Inglaterra
se envíen a España o Portugal “tengan el registro y sello de la villa o ciudad
de donde se llevaren; y aquellas mercadurias que no fuesen registradas y
...
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“ESPAÑA, LOS EMBARGOS ESPAÑOLES YLA LUCHA...”
(20) Jonathan 1. Israel, “The Politics of International Trade Rivairy during the Thirty
years War: Gabriel de Roy and Olivares Mercantilist ProjectS, l62l-1645, TheInternational
Histoty Review,viii (1986), págs. 541-7.
(21) Israel: TheDutch Republic,págs. 141-143,
(22) John Thurloe: A Goilectionof State Papers. (7 vols. London, 1742), u,págs. 144-5.
(23) Stradling: Europe and me Declineof Spain, págs. 58-9, 64.
(24) Ver, en particular, J. H. Elliott: TheCount-Duke of Olivares.TheStatesrnanin an Age of
Decline. (New Haven and London, 1986), págs. 161-2,216-18, 450.
Año 1988
JONATHAI’!1 ISRAEL
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“ESPAJA, LOS EMBARGOS ESPAÑOLES Y lA LUCHA...
hazer della en estos reynos, y particularmente en las Indias y Punta del Rey”
(27), estaban suponiendo un grado de éxito en Portugal que parece estar
Tabla 2
Viajes desde Amsterdam a la península Ibérica, en 1597-1602 (contratos de
fletamento de Amsterdam que se conservan).
En buques A Valencia
Año Total A Portugal A Castilla y Mallorca
hanseáticos
Año 1988
JONATHAN1 ISRAEL
Tabla 4
Viajes directos de la península Ibérica al Báltico, 1618-41.
loo 23
“ESPAÑA, LOS EMBARGOS ESPAÑOLES YLA LUCHA...’
Tabla 5
Precios de fletes holandeses para viajes a Portugal y vuelta al entretop
holandés con sal, 1600-20 (guilder por last).
(30) Ch. F. Wurm, Überden Lebensschicksaledes Foppius van Aitzema, ersten niederk2ndis-
chen Residenten bei den Hansestddten, (Hamhurg, 1854), pág. 32; Baasch, Ernst, “Hamhurgs
Seeschiffahrt und Warenhandel vom Ende des 16,bis zur Mitte des 17.Jahrhunderts”, Zeitsch
r(ftfürHamburgische Geschichteix (1894),págs. 310-31; H. Kellenbenz, Unternehmerkrqfteim
Hamburger Portugal-und Spanienhandel, 1590-1625. (Hamburg, 1954),págs. 60-4.
Alto 1988
JONATHAN 1 ISRAEL
Tabla 6
Precios de fletes holandeses para viajes a Portugal y vuelta al entretop
holandés con sal, 1620-36 (guilder por last).
102 23
‘ESPAÑA, LOS EMBARGOS ESPAÑOLES YLA LUCHA...’
el más grave y duradero impacto y daño para los fletes holandeses se pro
dujo en los viajes a la Europa meridional. En efecto, los precios de los fletes
holandeses para Italia en 1621se doblaron en tres meses desde la reanuda
ción del conflicto hispano-holandés en abril de 1621 (34). La consecuencia
de ello y el hecho de que los holandeses quedaron ahora excluidos del trans
porte de sal, lana, y otros productos de España a Italia (y desde Italia a
España) fue una grave contracción de todo el tráfico holandés con Italia.
Algunas de las ganancias de éstos beneficiaron a los hanseáticos. La enfá
tica afirmación de Braudel “au début du XVII siécle, les Hanséates étaient
eliminés et leurs navires ne dépassaient plus guére l’escale de Malaga” (35)
es totalmente errónea. En realidad hubo una considerable reanimación del
tráfico hanseático con Italia después de 1621(36).Pero los que más ganaron
fueron los ingleses; además, en Levante, la empresa holandesa se hundió
casi completamente, de lo que principalmente se beneficiaron los ingleses.
Desde 1621 hasta finales de la década 1640,los ingleses barrieron, casi sin
adversarios, con el comercio del Egeo y el imperio otomano, a excepción de
la venta de telas finas, aún en manos de los venecianos. Lewes Roberts
comenta en su “Marchant’s Mapp of Commerce” de 1638 que los ingleses,
franceses y venecianos son “the onely three Christian nations that have any
trade of moment” en el emporio clave otomano de Aleppo; “the trade driven
here by the Dutch [beingi not worthy of consideration”, comentario apo
yado por la evidencia holandesa. Pero es un comentario que cesó de ser
cierto desde el momento en que se levantaron los embargos españoles. Para
1649 la compañía inglesa de Levante estaba en grades apuros y muy preocu
pada por el repentino y tremendo aumento de las empresas holandesas en
- Lavante, donde en pocos año&sus ganancias, así como con el comercio con
España fueron tan fuertes que empezaron a transportar muy grandes canti
dades de mercancías ibéricas, italianas y turcas a la misma Inglaterra. El
comentario de Benjamin Worsley en su panfleto de 1651“en España, Cana
rias, Zante y varios otros lugares en los estrechos, donde ellos (los holande
ses) antes raramente cargaban allí un barco con mercancías, últimamente
cargaron más que nosotros” puede parecer extremo, y presentar un asom
broso contraste con la situación que sólo cinco años antes, cuando el entre
pot holandés recibía la mayoria de sus importaciones del sur de Europa
desde el entrepot de Dover, pero está apoyado por una gran variedad de
indicios y no debe haber duda de que es sustancialmente correcto.
La presión ejercida por la corona española sobre el sistema comercial
holandés en los años 1598-1608y 1621-47 cambió fundamentalmente las
realidades del comercio ibérico y de todo el Mediterráneo, pero su impacto
Mo 1988
JONATHAN 1. ISRAEL
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“ESPAÑA. LOS EMBARGOSESPAÑOLES YLA LUCHA...’
Año 1988
DOCUMENTO
Real Provisión, fechada en 1587,mayo 23,por la que se nombra a Miguel
de Oquendo capitán general de la Escuadra que se aprestaba en Guipúzcoa,
que debía unirse con la que se juntaba en la ciudad de Lisboa, de la que era
capitán general el marqués de Santa Cruz.
Copia; el original está en el Archivo del marqués de San Millán, que fue
cedido a la Real Sociedad Vascongada y depositado en el Archivo Munici
pal de San Sebastián.
Año 1988
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DOCUMENTO
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110 Núm. 23
LA HISTORIA MARITIMA
EN EL MUNDO
Por María Pilar SAN P10
María Pilar San Pío Aladren, es Jefe de Investigación del Museo Naval de Madrid.
Aio 1988
M4RL4 PILAR SAN P10
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NOTICIAS GENERALES
Lola HIGUERAS RODRIGUEZ
Año 1988
NOTICIAS GENERALES
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CONGRESOS Y SIMPOSIOS
1988-noviembre. Viareggio (Italia).
Mo 1988
NOTICIASGENERALES
OTRAS NOTICIAS
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RECENSIONES
Hugo O’DONNELL
Año 1988
RECENSIONES
118 23
Con objeto de facilitar la labor de la redacción, se ruega a nuestros
posibles colaboradores se ajusten a las siguientes líneas de orientación
en la presentación de sus artículos: