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S iendo un erudito, amante de los cuentos y leyendas, de las artes


arcanas, pionero del conocimiento; pasaba más tiempo que nadie en
bibliotecas. De archivo en archivo tratando de encontrar mi lugar en
este mundo, para dejar de ser un inútil y hacer algo con respecto a la
maldición que asolaba el reino de los vivos. No solo el reino de los
vivos, sino también mi reino y mi hogar. Y a los elfos nos enseñan
desde que somos semillas en el útero de nuestras madres que antes
de proteger algo más, primero se piensa en el lugar al cual llamamos
casa. Pero no estaba dispuesto a lanzarlo todo, pues soy un cobarde,
y Yoshímura se ha convertido en mi ancestral refugio cual me
resguarda de las sombras del exterior. Aun así… no lo sería
eternamente. La guerra que infesta a Winmar llegarían hasta aquí
junto con todo el caos y la muerte, como una plaga de peste que
destruye absolutamente toda la vida o como una lluvia ácida que
quema y arrasa hasta con la tierra volviéndola estéril.
Sorprendentemente, hay personas que, aun sabiendo las
consecuencias que tendría enfrentarse a tal oscuridad, se mantienen
luchando. Mortales que ya no tienen nada que perder y que rendirse
no es una opción. ¿Cómo? Yo por mucho que lo intente, pensar si
quiera en agarrar una espada me resulta repugnante y terrible, es
como si estuviese comiendo un plato de avena expuesto a los
residuos de una cloaca.

-¡Yo! ¡Ragnar! ¡Primero del linaje de los Darkwolf! ¡Nieto de Harald que
fue hijo de Erik! ¡Líder de la Cruzada Sagrada! ¡Moriré hoy si es
necesario, pero no descansaré hasta acabar con Eradur, y con su
maldita Legión Negra! ¡Por eso les pido que me acompañen,
hermanos y hermanas, en esta batalla… de la cuál hablarán hasta los
muertos!

Las palabras de Ragnar les llegan a los corazones de las personas


que vestían a todo un ejército de guerreros de armaduras plateadas y
resuenan en toda la entrada de la Colina de Bronce. La magistral
fortaleza construida por elfos y enanos al empezar de una gran
montaña llamada La Pica, situada al sur de Ciudadela Helada, que es
hogar de la Legión Negra. Se han reunido allí para un asalto final
contra el segundo Señor de las Almas quién derrotó al primero,
Galhand, en una longeva y brutal lucha por el poder varias décadas
atrás. Ragnar marcha colina abajo, a través de tierra y nieve. Más de
diez mil hombres a su espalda de todas las razas y rincones de
Winmar, orcos, elfos, humanos, enanos; todos, unidos por primera
vez, dispuestos a luchar por la desesperada supervivencia. Aunque su
impío y astuto enemigo se adelanta a sus pensamientos, pues
esperan en campo abierto en las Praderas Secas, a unas pocas millas
de Ciudadela Helada, con una hueste de cuarenta mil guerreros, una
aplastante superioridad numérica. Ragnar, sin embargo, no temía. Iba
a pie, aporreando su escudo con su hacha, mientras sus seguidores
hacían lo mismo. Podían ver la cantidad innumerable de enemigos que
les aguardan al otro lado de la densa niebla. Y aun así, llegados hasta
este punto, la retirada ya no era una estrategia válida.

Los tambores de guerra de la Cruzada detienen sus entonaciones,


hasta que solo el silencio de la llanura queda en aquel lugar el cual en
breve se convertiría en un cementerio de vivos y muertos por igual. La
niebla comienza a disiparse, y en poco tiempo se va revelando el
imponente rostro de la Legión. Como una plaga de langostas, cubrían
casi toda la llanura. Sus límites eran invisibles. Todo un ejército de
seres del otro mundo. Sí, había orcos, humanos, elfos y enanos
también en la Legión Negra, y ninguno daba señales de vida. Traídos
del cubil de las almas del dios de la muerte, para combatir con el doble
de fiereza de como lo hicieron en vida. Sin sentimiento alguno por los
que alguna vez llamaron hermanos del otro bando. Y eso pesa en la
conciencia de Ragnar, pero es el deber. Listos para batallar, la Legión
carga como una estampida de hormigas dispuestas a acabar con el
escorpión invasor. Pero Darkwolf ya había previsto todo y lo había
calculado fríamente en distintos escenarios, así que ordena a sus
hombres a crear un muro de escudos, mientras envía a sus lanceros
con pavés y su impenetrable formación de falange a recibir todo el
impacto de la ofensiva. Ambos bandos entablan combate, saliendo
adelante la Cruzada y atravesando a los no muertos con sus lanzas
deteniendo en seco el ataque. Ragnar, encontrándose en la
retaguardia, aprovecha este momento y la ventaja que poseen en
cuanto a distancia para ordenar a sus arqueros a provocar una lluvia
de flechas y fuego sobre sus enemigos. El cielo se torna rojo de
repente y los proyectiles ensartan a sus objetivos como agujas. Las
incontables muertes visten la tierra con un mantel de cadáveres
llameantes y agujereados. Miles de bajas sufría la Legión a cada
minuto que pasaba. La victoria para la Cruzada estaba a la vuelta de
la esquina, o al menos eso quería Eradur y Ragnar ya sospechaba. –
Esto es demasiado fácil, hay algo mal aquí- pensaba mientras
buscaba a sus alrededores alguna señal de emboscada o flanqueo,
pero nada.

La Legión ya no tenía nada más que planear. Los corazones de los


vivos llenándose de confianza a cada segundo que pasaba. La batalla
está ganada con el primer asalto. Los cadáveres cubrían la pradera y
el frente de la Cruzada aún intacta. Nadie movía ni un músculo,
muchos aún sin poder creer lo que ocurría.

-¿Ganamos?- decía un guerrero cerca de Ragnar mientras una


sonrisa de alegría rodeaba su rostro-¡Ganamos!

Todos al escucharlo saltan de la emoción y gritan como si hubiesen


cumplido un sueño hecho realidad. Pero Darkwolf sabía que algo
andaba mal. Tal cantidad no podía ser derrotada tan fácilmente, por
muy bien planificada que estuviese una estrategia. Por una hormiga
que mates salen diez del hormiguero.

-¡¡Silencio!!- Ordena Ragnar, sin mostrar la más mínima alteración en


su rostro interrumpiendo la conmoción del victorioso ejército-. No he
ordenado a bajar la guardia. Esto aún no ha acabado.

De pronto una densa niebla cubre la llanura nuevamente, como al


principio. Ragnar ordena a los lanceros del frente a retroceder diez
pasos, manteniendo la falange y cubriendo los flancos. Pensando cual
sería el próximo movimiento de la Legión comienza a sudar y ni
siquiera se estaba moviendo. Se ahogaba dentro de su casco así que
se lo quita y lo arroja a la nieve. Ya con algo de enfoque, Darkwolf da
la orden de hacer sonar a los tambores de guerra para evitar que el
desmoralizador silencio destruya a sus tropas. Aguantando y
esperando ver que sería lo próximo que les tenía preparado su oscuro
enemigo, se aferran a sus lanzas y escudos hasta que la niebla se
disipa. No sabían lo que era el verdadero terror hasta que se dieron
cuenta de que la gran montaña de cadáveres que habían dejado en la
rápida escaramuza había desaparecido completamente.

Los tambores dejaron de sonar, y los hombres temblaban al ver


aquello. Se habían ido, simplemente no estaban, esfumados como las
cenizas de un incienso en el viento. Ragnar no tenía eso en ninguna
de sus posibilidades. Tanto tiempo luchando contra un mismo enemigo
y aun no llegaba a conocerlo por completo. Pero ahora ya no era una
batalla contra la Legión, sino una contra el tiempo. Corre hasta el
frente para buscar alguna pista. Inspecciona el lugar de la batalla sin
saltarse nada. No había roturas en el suelo así que no fue cavando. El
muro de escudos cubría demasiado la retirada como para algún
flanqueo y tampoco había brechas en la defensa. ¿Volando?
Imposible. Luchando también consigo mismo, con mantener la calma,
y así estuvo unos veinte minutos. Si no estaban dispuestos a aparecer
solo quedaba pensar en una posibilidad.

-¡Retirada!- Exclama Ragnar mientras con apuro se adelanta a su


ejército-. ¡Hay que defender la Colina de Bronce!

A doble tiempo marchan las filas de la Cruzada, y su líder, con la


esperanza de que aún no se haya perdido todo por lo que se ha
luchado, y con eso me refiero a que… su mujer, Leliana, también
estaba allí, en aquella fortaleza. Y llevaba en su vientre un hijo suyo, y
su hijo mayor, Sven, de dos años; está junto con ella. Ambos fugados
de su seguridad para acompañar a Ragnar en su última batalla. Pero
ahora eran la única razón por la cual lo hicieron volver. Un buen
marido y un padre tienen el poder de presentir cuando peligra la vida
de su familia. Pero él antes ya había pensado que… si perdían esta
batalla, la Legión marcharía sobre La Pica, así que preparó defensas
en el lugar. La gruesa y rocosa montaña, sostenida por hierro y acero,
se transformó en el refugio del caos. Los sonidos de la batalla adentro
se esparcían por todo el exterior. Escaramuzas y cruentas peleas sin
fin decoraban el fuerte como día festivo. El intrépido líder rápidamente
entra en las calles con su ejército.

Esta vez los Legionarios ya no estaban desorganizados y repelen a


los refuerzos y destruyen a la guarnición de una manera sincronizada
y en grupos grandes de guerreros. Haciendo que por cada
escaramuza que ganaban se lanzaban hacia otra como refuerzo, y
también hacían muro de escudos, espadas y lanzas en cada sección
para defenderse de los guerreros de Ragnar que quisieran tomar las
distintas secciones de la montaña una vez capturadas. De repente
todo se convirtió en un escenario de buscar y destruir, algo que
Darkwolf quería evitar… ya que sus números eran muy inferiores a los
de la Legión, y no contaban con los refuerzos apurados de las demás
regiones de Litonum (es como originalmente se le llama a Cicatriz del
Norte; que es llamado de esta última forma vulgarmente).

Ragnar se abría paso, cada vez más cerca del centro de mando, allí
donde los generales y el personal de élite formaban barricadas y
aguantaban ola tras ola. Un abierto salón, obstaculizado por mesas
usadas como alamedas; y puertas y ventanas y muebles como
cobertura para los arqueros atrás y los lanceros en el frente. Llega
sudando y agitado por la fiera batalla que libró para alcanzarlos, se
introduce rápidamente cuando los hombres avistan su acercamiento
entre el fuego, el humo y la sangre.

En la vanguardia, al mando de las tropas se encontraba el


comandante Francis el Alto. De piel oscurecida, muy ancho y fornido, y
por lo que su apodo describe, su estatura era algo imponente, aún
mayor que la de Ragnar a pesar de ser este nativo de las tierras
inhóspitas y frías del norte.
-¡Ragnar!- Exclama Francis alegremente al ver su
aproximamiento-.La batalla está herrada, amigo mío, pero aquí
moriremos si es necesario.

Su allegado asiente. –Sobreviviremos, ¿Y Leliana, y mi hijo?

Para su sorpresa, Leliana, aquella bella mujer rubia de aspecto


delicado; aunque la sangre que la bañaba destruye completamente su
definición de delicado, pues su mano derecha esta armada con una
espada de plata y su mano izquierda aguanta su inmensa barriga.
Ragnar se complace al verla viva y ferviente por la batalla, y se acerca
a ella con nostalgia. Cual acerca su rostro al de ella recostando este
sobre su frente con una cálida sonrisa.

-Me alegra que no hayas caído, eres la mejor de mis guerreros-


Menciona Ragnar apretando la mejilla de Leliana con la palma de su
mano.

-Esto es un juego de niños, amor mío- Responde ella confiada-. El


pequeño Bjorn y yo hemos luchado aquí esperando por tu victorioso
regreso.

Él se gira hacia sus tropas y se aparta un poco de ella-. Aún hay que
seguir luchando, Leliana. ¡Quiero que evacuemos esta zona por los
túneles de la montaña! ¡Que un pelotón se quede resguardando la
entrada para cubrir la retirada!-

Las órdenes viajan rápido y velozmente los supervivientes de las


largas escaramuzas libradas por toda la fortaleza llegan apresurados a
huir por los túneles excavados para ocasiones escasas como esta
cuyas entradas estaban en una bóveda oscura justo detrás de la sala
de mando como una de las tantas habitaciones del salón. Mientras los
ataques de la Legión se habían detenido y Ragnar mueve a sus
impetuosas fuerzas hacía delante para cubrir el flujo constante de
refugiados en caso de ataque. Leliana se acerca a él, que aún estaba
en la retaguardia pero dispuesto a partir.
-Amor mío…-Lo llama para captar su atención, que este
rápidamente se la regala-. Vuelve a casa…-le dice después de una
preocupada pausa.

Él le responde con una sonrisa cálida y le asiente, junto con un


silencio tranquilizador. Pero ella lo entiende y se marcha junto con los
refugiados. Mientras Ragnar toma el mando guiando a sus fuerzas en
frente. La esperada Legión llega con sus tropas reagrupadas, esta vez
sus oleadas serán más implacables que la primera o la segunda. El
último en evacuar dio inicio al ataque. Las tropas restantes de la
Cruzada luego se vieron envueltas en una batalla exagerada.
Formados por orden de barricadas para ralentizar el avance de sus
malditos enemigos y facilitar la defensa.

No importa que tan duro sea el avance, o cuanta sangre derramen,


la Cruzada prevalece en todas sus líneas de defensa aún. Su moral
estaba por los cielos y cada vez enterraban a más y más legionarios
sobre cadáveres, tierra y sangre; a base de cortes, escudazos y
flechas. Aquella batalla parecía que no iba a terminar. Los mortales no
parecían afectados por nada, sin importar el coste perdurarían
mientras los sanadores atendían a los heridos mientras el resto
defendía y una vez atendidos volvían y los demás heridos eran
atendidos y nuevamente volvían a la batalla. Tomando suplementos
directos de la bóveda, llevan una hora sangrienta y comenzaron hasta
a formar barricadas con los cadáveres de los caídos; y aun así sus
enemigos eran cada vez más y más agresivos también. Y la primera
línea fuera del salón sucumbe ante la ola de no-muertos que arrasaba
todo tomando una forma de cuña tal poderoso avance.

Al entrar al salón se encontraron con más barricadas y flechas


incluso. Un perfecto cuello de botella, una trampa para ratones, una
valla para ganado. La Legión no tenía maneras de entrar allí sin salir
perdiendo y se formó nuevamente otra pila de cadáveres en la
entrada, destruidos por los virotes. De momento, igual que en el
principio, la batalla se detuvo. Y los Cruzados ansiaban su victoria.
Ragnar y Francis, que lideraban, esperan en la retaguardia señales
enemigas.

-Está ocurriendo de nuevo…-Menciona Ragnar aún con su hacha y


escudo en guardia-. ¡Preparen una defensa temible! ¡Escuchad,
hermanos! ¡Aquí lucharemos hasta que no nos quede sangre para
gastar! ¡Hasta que no quedemos en otro lugar que no sea el fango y la
tierra… pero también en la gloria!

La magia recorría el lugar mientras Ragnar aún pronunciaba sus


palabras. De repente un manto mágico azul envolvía los cadáveres
apilados tanto fuera como dentro del salón. Los hacía regresar a la
vida lentamente. La despiadada cara de la nigromancia era
responsable de aquellos hechos sobrenaturales.

Ragnar hace una pausa extensa mientras ve como todo el ejército


con el que habían lidiado y acabado volvía a la vida con el doble de
fuerza. Cerrando sus ojos, piensa en su esposa e hijos, Sven y Bjorn
aún no nacido pero sí en sus pensamientos, jugando en una tranquila
pradera verde cual cálido verano la hacía agradable. Lleno de
determinación se va acercando lentamente a Francis, que esperaba
en la última línea defensiva junto a sus hombres y abre sus ojos
súbitamente.

-¡No teman a la muerte! ¡Beban y rían junto a ella!- Posa su mano en


el hombro de Francis, quien lo atiende una vez lo siente-.Tengo que
pedirte, mi más fiel amigo, y te lo pido como guerrero también; que
cuides a Leliana y prepares a mis hijos.

Francis no cuestiona, viendo la determinación en los ojos de Ragnar,


y avanza solitario a tomar el rumbo que tuvieron los refugiados una
vez abandonaron el lugar, a través de los laberinticos túneles.

-¡Por Winmar! ¡Por la Cruzada!- Grita Ragnar llenando de inspiración


a sus guerreros quienes se abalanzan con él, que iba a la cabeza del
ataque, ante la inminente carga de la Legión.
Y Francis se alejaba, y en los túneles aún se escuchan los ecos de
la lucha, que lentamente se van desvaneciendo, y desaparecen
completamente justo detrás de una… ruidosa explosión que hace
temblar toda la montaña. Y los pasillos excavados comienzan a
derrumbarse. Francis comienza una veloz carrera para alcanzar el final
del túnel. Que al llegar al otro lado de la montaña todos esperaban a
que alguien más lograse salir. Y valió la pena la espera pues, el
comandante Francis, huyó por órdenes de Ragnar. Que explicar esto a
los restantes supervivientes debería ser de una manera metódica, y de
que posiblemente ya no queden supervivientes al otro lado.

Esta… inesperada y definitiva derrota es la causa de los hechos de


diecisiete años después. Donde personas con conocimientos,
habilidades y voluntad surgían de los lugares más inesperados del
mundo, envueltos en promesas de gloria y riquezas algunos; otros
solo querían la guerra, otros la paz. Y aquellos que deseaban mostrar
su valía a través del acero, la sangre y el caos, encontraban las
pruebas anheladas en gran abundancia.

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