1/12/21 17:00 Surrealismo puro 2021/12/01 | Excélsior

Surrealismo puro

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

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Dicen que no hay nada más tedioso que la vida de una ostra.

No estoy seguro.

Después de ver cómo se aburren los encargados de los sitios que recogen firmas para realizar la
consulta de revocación del mandato del Presidente, no me sorprendería saber que los moluscos se la
pasan bomba.

En días recientes, me ha tocado pasar frente a algunos de ellos –en diferentes ciudades del país– y
la constante ha sido que no los visitan ni las moscas. Quiero suponer que ellas, como las ostras,
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tienen mejores cosas que hacer.

—Firme aquí para que se quede el Presidente –invitaba un hombre robusto a quienes transitaban
cerca de la mesa receptora de firmas en el parque El Idilio de Puerto Escondido, Oaxaca.

El promotor, que se abanicaba con un ejemplar del periódico Regeneración, hablaba con la

convicción de un vendedor de hielo en el Ártico.

—¿Y quién lo está corriendo? –le respondió una mujer que cargaba una bolsa del mandado y llevaba
a su pequeña hija de la mano.

Días después, fui al parque de Tlacoquemécatl, en la Colonia del Valle de esta capital, donde hay
otro puesto de esos, a unos metros de una heladería que suelo visitar. Ya me retiraba, con una nieve
de toronja en la mano, cuando me detuve a presenciar el diálogo siguiente.

—Firme aquí para la consulta de revocación –le decían a un hombre.

—Pero yo no quiero que se vaya el Presidente.

—Entonces vote así, para que se quede.

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—¿Cómo? ¿Quiere que yo vote para que él no se vaya?

—Sí.

—¿Y para qué? Mejor no voto y ya. ¿A poco usted quiere que se vaya?

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—Para nada. Le acabo de pedir que firme para que se quede.

—Pero usted dijo revocación y su letrero también, ¿no? Revocación es que se vaya.

—Sí, pero yo quiero que se quede.

—Yo también. ¿Entonces para qué anda pidiendo firmas para la revocación?

—Porque estamos en contra.

—¿En contra de qué?

—Pues de la revocación…

—¿Entonces revocación en realidad quiere decir ratificación?

—Ajá, se podría decir.

—Pero si usted y yo estamos de acuerdo en que se quede el Presidente, ¿quién está pidiendo su
revocación? No entiendo.

—Bueno, ¿va a firmar o no?

—¿Para la revocación?

—Sí. Es decir, no.

—¿Entonces?

—Por la ratificación.

—Pero si ya es Presidente. Ya lleva casi tres años. ¿Para qué necesita que yo lo ratifique? No me
espante: ¿acaso hay alguna posibilidad de que se vaya?

—No… Ninguna… No creo.

—¿Ya ve? ¿Para qué voto?

—Bueno, que le vaya bien…

Mientras caminaba de vuelta a casa, imaginé que así pudo haber sido el intercambio de André
Breton con el fabricante de muebles que llevó al primero a concluir, luego de su visita en 1938, que
México era el país más surrealista del mundo.

Breton –quien no hablaba español– había elaborado un dibujo en perspectiva del mueble deseado y
el artesano le entregó una copia fiel: una mesa de tres patas, todas de diferente altura, que no se
tenía en pie.

“No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo”, recomendó el
escritor francés.

Ay, André. Si supieras que el hombre que hoy gobierna el país acaba de decir que informará sobre
las nuevas medidas para mantenernos protegidos del covid ante una plaza sin límite de cupo.

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