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Trilogia Hopeless 3 - Colleen Hoover
Trilogia Hopeless 3 - Colleen Hoover
Traductoras
Annabelle Val_17 Aimetz
Deydra Eaton Dylan Andrade Sofí Fullbuster
Issel Juli Julieyrr
Aleja E CrisCras Sasu.Funes
Nnancy Francisca Abdo Arias Mel Cipriano
Mel Markham Buty Maddox Moni
Vanessa VR Katyandrea Mery West
Correctoras
ElyCasdel xx.MaJo.xx Meliizza
niki26 mariaesperanza.nino Melii
Gabbita Paltonika
SammyD Alessa
Lectura Final
Juli
Diseño
Deydra Eaton
Prólogo 4
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Agradecimientos
Sobre el Autor
SINOPSIS
Un casual encuentro en la oscuridad conduce a Daniel, de
dieciocho años, y a la chica que se tropieza contra él a profesar
5 su amor el uno por el otro. Pero este amor viene con
condiciones: ambos se ponen de acuerdo en que sólo durará
una hora y que será dejado la imaginación.
Cuando la hora termina y la chica sale corriendo como
Cenicienta, Daniel intenta convencerse a sí mismo que lo que
sucedió entre ellos sólo parecía perfecto porque ambos
pretendían que lo era. Momentos como ese con chicas como esa
no sucedían más allá de los cuentos de hadas.
Un año y una mala relación después, su incredulidad ante
el amor instantáneo se derrumba el día en que conoce a Six:
una chica con un nombre extraño y una personalidad aún más
extraña. Daniel pronto se da cuenta que todo lo que sentía por
Cenicienta y todo lo que siente por Six no resulta tan diferente
después de todo. Especialmente cuando los dos amores de su
vida terminan siendo la misma persona.
Desafortunadamente para Daniel, encontrar a Cenicienta
no garantiza su felices para siempre… de hecho, lo complica
aún más.
Hopeless #2.5
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—¿Te hiciste un tatuaje?
Es la tercera vez que le había preguntado a Holder lo mismo, pero es
que simplemente no le creo. Está fuera de lugar para él. Sobre todo porque
no soy yo el que lo alentó.
—Jesús, Daniel —gruñe al otro extremo de la línea—. Detente. Y
deja de preguntarme por qué.
—Es algo extraño un tatuaje en ti. Hopeless. Es un término muy
deprimente. Pero aun así, estoy impresionado.
—Me tengo que ir. Te llamaré después esta semana.
Suspiro en el teléfono. —Dios, esto apesta, hombre. Lo único bueno
de toda esta escuela desde que te mudaste es el quinto período.
—¿Qué hay en el quinto período? —pregunta Holder.
—Nada. Se olvidaron de asignarme una clase, así que me escondo en
el armario de mantenimiento todos los días durante una hora.
Holder se ríe. Me doy cuenta de que lo estoy escuchando reír por
primera vez desde que Les murió hace dos meses. Quizás mudarse a
Austin será realmente bueno para él.
Suena la campana y sostengo el teléfono con el hombro, doblo mi
chaqueta y luego la tiro al piso del armario de mantenimiento. Apago la
luz. —Te llamaré más tarde. Hora de la siesta.
—Hasta pronto —dice Holder.
Termino la llamada y programo la alarma para cincuenta minutos
después, luego coloco el teléfono en el mostrador. Bajo al piso y me
acuesto. Cierro los ojos y pienso cuanto apesta este año. Odio que Holder
esté pasando por lo que ha tenido que pasar y no hay una maldita cosa
que pueda hacer al respecto. Nadie que sea cercano a mí ha muerto, y
mucho menos alguien tan cercano como una de mis hermanas. Una
hermana gemela, para ser exactos.
Ni siquiera trato de darle consejos, pero creo que le gusta eso. Creo
que me necesita sólo para continuar siendo él mismo, porque Dios sabe
que todo el mundo en toda esta maldita escuela no tiene ni idea de cómo
actuar cerca de él. Si no estuvieran todos esos imbéciles estúpidos,
probablemente todavía estaría aquí y la escuela no apestaría la mitad de lo
que lo hace.
Pero apesta. Todo el mundo en este lugar apesta y los odio a todos.
Odio a todo el mundo ya que son la razón de que Holder ya no está aquí.
Estiro las piernas delante de mí y cruzo los tobillos, luego doblo el
brazo sobre los ojos. Por lo menos tengo quinto período.
Mis ojos se abren rápidamente y me quejo cuando algo cae sobre mí.
Escucho el sonido de la puerta golpeando al cerrarse.
¿Qué demonios?
Pongo mis manos en lo que sea que acaba de caer sobre mí y
empiezo a rodarlo fuera de mí cuando mis manos rozan una cabeza llena
de pelo suave.
¿Es un ser humano?
¿Una chica?
Una chica cayó sobre mí. En el armario de mantenimiento. Y está
llorando.
—¿Quién diablos eres? —pregunto con cautela. Sea quien sea, trata
de empujarse lejos de mí, pero los dos parecemos estar turnándonos para
movernos en la misma dirección. Me levanto y trato de rodarla a mi lado,
pero nuestras cabezas chocan.
—Mierda —dice.
Caigo de nuevo en la almohada improvisada y agarro mi frente. —Lo
siento —murmuro.
Ninguno de los dos se mueve en esta ocasión. Puedo oírla sollozando
tratando de no llorar. No puedo ver dos centímetros en frente de mí,
porque la luz todavía está apagada, pero de repente no me importa que
aún esté encima de mí porque huele increíble.
—Creo que estoy perdida —dice—. Pensé que caminaba hacia el
baño.
Niego con la cabeza, aunque sé que no lo puede ver. —No es un
baño —le digo—. Pero, ¿por qué lloras? ¿Te lastimaste cuando te caíste?
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Un año después.
—¡Oh, Dios mío! —digo, frustrado—. Relájate. —Encendí el auto
justo cuando Val entró y cerró la puerta enfurruñada, y luego se empujó
contra el asiento.
Tan pronto como está dentro del coche, la abrumadora cantidad de
perfume que lleva, comienza a asfixiarme. Abro la ventana, pero sólo lo
suficiente para que no piense que la estoy insultando. Ella sabe cuánto me
molesta ese perfume, especialmente cuando las chicas huelen como si se
bañasen en él, pero nunca parece importarle lo que pienso, porque
continúa aplicándose todo el frasco
—Eres tan inmaduro, Daniel —murmura. Voltea la visera hacia
abajo, saca su lápiz labial de su bolso, y comienza a aplicárselo—. Estoy
empezando a preguntarme si alguna vez vas a cambiar.
¿Cambiar?
¿Qué demonios se supone que significa eso?
—¿Por qué debería cambiar? —le pregunto, inclinando la cabeza por
curiosidad.
Suspira y deja caer su lápiz labial en el bolso, frota sus labios
juntos, y se vuelve hacia mí. —¿Así que me vas a decir que estás contento
con la manera en la que te comportas?
¿Qué?
¿La manera en que me comporto? ¿Realmente está comentando
sobre mi manera de comportarme? ¿La misma chica que he visto insultar a
camareras por algo tan simple como el exceso de hielo en su vaso, está
comentando realmente sobre mi manera de comportarme?
Hemos estado juntos una y otra vez desde hace meses y no he tenido
ni una sola pista de que esté esperando que eventualmente yo cambie.
Esperando que me convierta en alguien que no soy.
Ahora que pienso en eso… sigo regresando con ella, pensando en
que es la única que debería cambiar. Para estar bien de una vez por todas.
Pero en realidad, las personas son lo que son y nunca cambian. ¿Entonces
por qué demonios Val y yo continuamos perdiendo nuestro tiempo en esta
relación agotadora si ni siquiera nos gusta la manera de ser del otro?
—No lo creo —dice con aire de suficiencia, asumiendo
incorrectamente que mi silencio era el reconocimiento de que no estoy
contento con la forma en que actúo. En realidad, mi silencio era por el
momento de claridad que he necesitado desde el día en que la conocí.
Me quedo en silencio hasta que nos estacionamos en su camino de
entrada. Dejo el auto en marcha, lo que indica que esta noche no tengo
19 planes de ir dentro con ella.
—¿Te vas? —pregunta.
Asiento y miro por la ventanilla del lado del conductor. No quiero
mirarla, porque soy un hombre y ella es caliente y sé que si la miro, mi
momento de claridad en cuanto a nuestra relación se convertirá en niebla
y voy a terminar en el interior de su casa, reconciliándome con ella en su
cama como siempre lo hago.
—Tú no eres el único que está enojado, Daniel. Te comportaste
ridículo esta noche. ¡Y nada menos que delante de mis padres! ¿Cómo
esperas que te aprueben alguna vez, si actúas de la manera en que lo
hiciste?
Tengo que exhalar despacio, calmando mi respiración por lo que no
levanto mi voz como ella lo está haciendo en este momento. —¿Cómo me
comporto, Val? Porque fui yo mismo en la cena, al igual que soy cada
minuto del día.
—Exactamente —dice—. ¡Hay tiempo y lugar para tus apodos
estúpidos y payasadas inmaduras, y la cena con mis padres no era el
momento ni el lugar!
Me froto las manos en la cara por frustración, entonces me doy la
vuelta y la miro. —Este soy yo —le digo, haciendo un gesto hacia mí
mismo—. Si no te gusta todo de mí, entonces tenemos problemas graves,
Val. No voy a cambiar y, sinceramente, no sería justo de mi parte pedirte
que cambies, tampoco. Nunca te pediría que pretendas ser algo que no
eres, que es exactamente lo que me estás pidiendo ahora. No voy a
cambiar, nunca voy a cambiar y realmente me gustaría que te largaras de
mi coche en este momento porque tu perfume está haciendo que me den
jodidas náuseas.
Sus ojos se estrechan y agarro su bolso de la consola y se lo tiro. —
Oh, eso es muy bonito, Daniel. Insultas mi perfume para vengarte de mí.
¿Ves lo que quiero decir? Eres el epítome de la inmadurez. —Abre la
puerta del coche y desabrocha su cinturón de seguridad.
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2
Traducido por Julieyrr, Sasu.Funes, Sofí Fullbuster & Moni
Corregido por Gabbita
27
—¿Esto luce bien? —le pregunto a Chunk cuando entro a la cocina.
Se voltea, me mira de arriba abajo y se encoge de hombros.
—Supongo. ¿A dónde vas?
Camino al frente de uno de los espejos que recubren el pasillo y
reviso mi cabello otra vez. —Una cita.
Gime, luego da la vuelta alrededor de la mesa frente a ella. —Nunca
te has preocupado por cómo luces. Será mejor que no le propongas
matrimonio. Me divorciaré de esta familia antes de que la hagas mi
hermana.
Mi mamá camina delante de mí y me da una palmadita en el
hombro. —Te ves muy bien, cariño. Sin embargo, no usaría esos zapatos.
Contemplo mis zapatos. —¿Por qué? ¿Qué hay de malo con mis
zapatos?
Abre un armario, saca una sartén y después gira hacia mí. Sus ojos
caen a mis zapatos de nuevo. —Son demasiado brillantes. —Se da la
vuelta y camina a la cocina—. Los zapatos nunca deberían ser de neón.
—Son color amarillo. No neón.
—Amarillo neón —dice Chunk.
—No estoy diciendo que creo que son feos —dice mamá—, pero
conozco a Val y es muy probable que odie tus zapatos.
Camino a la mesada y agarro las llaves, luego pongo el celular en mi
bolsillo. —Me importa una mierda lo que piense Val.
Mi madre se da vuelta y me mira con curiosidad. —Bueno, estás
preguntando a tu hermana de trece años de edad si luces lo
suficientemente bien para tu cita, por lo que creo que te importa lo que Val
piense.
—No voy a salir con Val. Rompí con Val. Tengo una nueva cita esta
noche.
Los brazos de Chunk suben al aire y levanta la vista al techo. —
¡Gracias al Señor! —proclama en voz alta.
2 Toro.
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—¡Vamos! —le digo por quinta vez.
Agarra su mochila y gime, luego se levanta y empuja su silla. —
¿Cuál es tu problema, Daniel? Nunca tienes prisa para llegar a la escuela.
—Bebe el resto de su jugo de naranja. Estoy de pie en la puerta en la que
he estado durante cinco minutos, listo para salir. Mantengo abierta la
puerta y la sigo al exterior.
Una vez que estamos en el coche ni siquiera espero a que ella cierre
la puerta antes de ponerlo en reversa.
—En serio, ¿por qué tienes tanta prisa? —pregunta.
—No tengo prisa —le digo a la defensiva—. Estabas siendo muy
lenta.
La última cosa que necesita saber es lo absolutamente patético que
soy. Tan patético que he estado despierto durante dos horas, esperando
hasta que pudiéramos salir. Probablemente ni siquiera veré a Six hasta el
almuerzo si no tenemos clases juntos, así que realmente no sé por qué
estoy apurado.
Había pensado en eso. Espero que sí tengamos clases juntos.
—¿Cómo estuvo tu cita anoche? —pregunta Chunk mientras se pone
el cinturón de seguridad.
—Bien —digo.
—¿La besaste?
—Síp.
—¿Te gusta?
—Sí.
—¿Cómo se llama?
—Six.
—No, en serio. ¿Cuál es su nombre?
—Six.
—No, no el apodo que le diste. ¿Cómo la llaman los demás?
Giro mi cabeza y la miro. —Six. La llaman Six.
Chunk arruga la nariz. —Qué extraño.
—Le queda bien.
—¿La quieres?
—Nop.
—¿Te gustaría?
51 —Sí…
Guau.
Espera.
¿Me gustaría?
No sé. Puede ser. ¿Sí? Mierda. No sé. ¿Cuán jodido es romper con
una chica hace dos días y ya estar contemplando la posibilidad de amar a
otra persona?
Bueno, técnicamente, no creo que realmente amara a Val. En cierto
modo me pareció que lo hice en alguna ocasión, pero creo que si una
persona está real y verdaderamente enamorada, entonces tiene que ser
incondicional. Lo que sentía por Val no era definitivamente incondicional.
Tenía condiciones para cada sensación que tenía de ella. Diablos, la única
razón por la que alguna vez la invité a salir en primer lugar fue que
durante unos quince segundos, pensé que era Cenicienta.
Después de esa experiencia en el armario el año pasado, la
misteriosa chica era todo en lo que podía pensar. La busqué por todas
partes, a pesar de que no tenía ni idea de cómo lucía. Estaba bastante
seguro de que tenía el pelo rubio, pero estaba oscuro, así que podría haber
sido un error. Escuché la voz de cada chica que pasaba para ver si sonaba
como ella. El problema era, que todas se parecían. Es difícil memorizar
una voz cuando no tienes una cara que la respalde, así que siempre
encontraba cosas pequeñas que me recordaban a ella en todas las chicas
con las que hablaba.
Con Val, en realidad me convencí de que era Cenicienta. Una tarde,
caminaba junto a ella en el pasillo de camino a clase de historia. La había
visto en el pasado, pero nunca le presté mucha atención porque parecía
un poco exigente para mí. Choqué accidentalmente con su hombro cuando
pasaba cerca porque miraba en otra dirección y hablaba con otra persona.
Ella gritó detrás de mí. —Cuidado, muchacho.
Me quedé inmóvil en mi camino. Estaba demasiado asustado para
dar la vuelta porque oírla utilizar el término “muchacho” me había
convencido de que estaba a punto de encontrarme cara a cara con la chica
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Traducido por Juli & CrisCras
Corregido por xx.MaJo.xx
—Me gusta mucho esta —digo, mirando la foto en mis manos. Estoy
apoyado en la pared, sentado en el suelo en la habitación de Sky. Six está
mostrando las fotos que tomó en Italia para Sky, Holder y yo.
—¿Cuál estás mirando? —dice. Está acostada a mi lado en el suelo.
La miro y volteo la foto para que pueda verla. Sacude la cabeza mientras
rueda rápidamente los ojos—. Sólo te gusta porque mi escote se ve muy
bien.
Inmediatamente doy vuelta la foto otra vez. Tiene razón. Se ve muy
bien. Pero esa no es la razón por la qué me gustó al principio. Parece feliz
en esta. Pacífica.
—Me tomé esa foto el día que llegué a Italia —dice—. Puedes
quedártela.
—Gracias. De todos modos, no pensaba devolvértela.
71 —Considéralo un regalo de aniversario —dice.
Inmediatamente miro hacia abajo, a la hora en mi teléfono.
—Oh. Vaya. Realmente es nuestro aniversario. —Me acomodo hasta
que estoy inclinado sobre ella—. Casi se me olvida. Soy el peor novio del
mundo. No puedo creer que todavía no me hayas abandonado.
Sonríe.
—No pasa nada. Puedes recordar el siguiente. —Desliza la mano en
mi nuca y me atrae hacia adelante hasta que nuestros labios se
encuentran.
—¿Aniversario? —dice Sky, confundida—. ¿Hace cuánto tiempo
exactamente han estado saliendo?
Me alejo de Six y me siento contra la pared.
—Exactamente veinticuatro horas.
Un silencio incómodo viene a continuación, entonces, por supuesto,
Holder lo llena.
—¿Soy el único que tiene un mal presentimiento sobre esto?
—Creo que es genial —dice Sky—. Nunca he visto a Six tan...
¿amable? ¿Feliz? ¿Comprometida? Le sienta bien.
Six se sienta y envuelve los brazos alrededor de mi cuello, y luego me
jala hacia el suelo con ella.
—Eso es porque nunca he conocido a nadie tan vulgar e inapropiado
y horrible en los primeros besos como Daniel. —Lleva mi boca a la suya y
me besa mientras se ríe de sí misma.
Esta es una primera vez. ¿Un beso y una sonrisa al mismo tiempo?
Creo que podría estar en el cielo.
—Six tiene una habitación, ya sabes —dice Holder.
Six se pone de pie riendo. Y deja de besarme.
Holder está a punto de entrar en mi lista negra.
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—Te equivocas —dice ella.
Estamos de pie en la cocina. Su espalda está presionada contra el
mostrador y yo estoy de pie en frente, con mis brazos a cada uno de sus
lados. Atrapo sus labios con los míos y la hago callar. No dura mucho
porque aleja mi cara.
—Hablo en serio —susurra—. No creo que les guste.
Levanto una mano, la enrollo en la parte de atrás de su cuello y la
miro directamente a los ojos. —Les gustas. Lo prometo.
—No, no nos gusta —dice mi papá mientras entra a la cocina—. No
la soportamos. De hecho, esperamos que nunca la traigas de nuevo. —
Llena de nuevo su vaso con hielo, y luego camina de vuelta a la sala.
Los ojos de Six lo siguieron mientras salía de la habitación, luego
regresa su mirada hacia mí, con los ojos muy abiertos.
—¿Lo ves? —digo con una sonrisa—. Te aman.
Señala hacia la sala. —Pero él acaba…
La voz de mi padre la detiene cuando camina de regreso a la cocina.
—Sólo bromeaba, Six —dice riendo—. Una broma interna. Realmente nos
gustas bastante. Más temprano, traté de darle al pequeño Danny el anillo
de la abuela Wesley pero dice que aún es muy pronto para hacerte una
Wesley.
Six se ríe al mismo tiempo que deja salir un suspiro de alivio. —Sí, a
lo mejor. Sólo llevamos un mes. Creo que debemos esperar al menos dos
semanas más antes de hablar de proposiciones.
Papá se interna más en la cocina y se recuesta contra el mostrador
en frente de nosotros. Ahora me siento un poco incómodo parado tan cerca
de Six, así que me muevo a su lado y me recuesto en el bar.
—¿Regresaste acá para así poder pensar en cosas que puedas decir
que me avergüencen? —pregunto. Sé que es por eso por lo que está parado
aquí. Puedo verlo centelleando en sus ojos.
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No podía darles a mis padres una explicación cuando volví adentro
para agarrar las llaves. Se disculparon, sintiéndose mal por las bromas
que realizaron, pensando que hicieron algo incorrecto, pero ni siquiera
tuve el valor para asegurarles que no fueron el problema. No podía hacerlo,
porque ni siquiera sé cuál es el problema.
Sin embargo, estaré maldito si no lo descubro esta noche. En este
mismo momento.
Coloco el auto en el estacionamiento y apago el motor, aliviado de
ver su auto aparcado en el camino de entrada. Salgo y cierro de golpe la
puerta, luego me dirijo a la entrada principal. Antes de llegar hasta el
porche frontal, me desvío al costado de la casa. Sé, por la manera que dejó
mi casa hace unos minutos, que no hay forma de que hubiera pasado por
la puerta principal. Debió haber tomado la ventana.
Llego a su habitación y la ventana está cerrada, al igual que las
cortinas. El cuarto está oscuro, pero sé que está adentro. Golpear no hará
ningún bien, así que ni siquiera me molesto. Empujo la ventana hacia
arriba, luego deslizo las cortinas al lado.
—Six —digo con firmeza—, voy a respetar tu regla de la ventana,
pero es muy difícil justo ahora. Tenemos que hablar.
Nada. No dice nada. Sin embargo, sé que está en su cuarto. Puedo
escucharla llorar, pero apenas.
—Voy al parque. Quiero que me encuentres ahí, ¿de acuerdo?
Varios minutos de silencio pasan antes de que responda.
—Daniel, ve a casa. Por favor. —Su voz es suave y débil, pero el
mensaje detrás de esa voz triste y angelical es como una puñalada para mi
corazón. Me alejo de la ventana, luego pateo el costado de la casa con
frustración. O ira. O tristeza o… mierda. Todo eso.
Me recuesto en la ventana, sujetándome del marco. —¡Encuéntrame
en el maldito parque, Six! —digo fuerte. Mi voz suena irritada. Estoy
enfadado. Está enojándome muchísimo—. No hacemos este tipo de cosas.
No juegas esos juegos. Me debes una puta explicación.
88
A veces cuando estoy casi dormido, oigo algo que me lleva de nuevo
a un estado de alerta máxima, escucho con atención, preguntándome si
realmente escuché un sonido o si es sólo mi imaginación jugando conmigo.
Aguanto la respiración, me mantengo quieto y sólo escucho en silencio.
Estoy callado.
Estoy quieto.
Conteniendo la respiración.
Estoy escuchando.
Estoy concentrándome realmente duro mientras descanso la cabeza
sobre sus muslos.
No sé cuándo bajé hasta aquí, pero mis manos todavía están
agarrando su cintura.
Estoy tratando de averiguar si esas palabras golpearán y noquearán
por completo mi corazón de nuevo, como si fuera un saco de boxeo, o si
fue sólo mi imaginación.
Dios, espero que fuera mi imaginación.
Una lágrima que acaba de caer de sus ojos, golpea en mi mejilla.
—No me enteré hasta que ya estaba en Italia —dice, su voz
recubierta y surcada por el dolor y la vergüenza—. Lo siento.
En mi cabeza, estoy contando hacia atrás. Contando los días, las
semanas y los meses, tratando de dar sentido a lo que está diciendo,
porque es obvio que ahora no está embarazada. Mi mente sigue revuelta,
calculando números, borrando errores y calculando más números.
Estuvo en Italia durante casi siete meses.
Siete meses allí, tres meses antes de irse y un mes desde que
regresó.
Eso es casi un año.
Mi mente duele. Me duele todo.
—No sabía qué hacer —dice—. No lo podía criar sola. Tenía apenas
dieciocho cuando me enteré, así que…
Inmediatamente me levanto y miro su cara. —¿Él? —le pregunto,
sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo supiste…? —Cierro los ojos y exhalo un
gran respiro, luego, libero mis manos de su cintura. Me levanto y me doy
la vuelta, caminando de un lado a otro, absorbiendo todo lo que está
pasando.
—Six —digo, sacudiendo la cabeza—, yo no... estás diciendo… —
Hago una pausa y luego volteo y la encaro—. ¿Me estás diciendo que tuve
89 un jodido bebé? ¿Que tuvimos un bebé?
Está llorando otra vez. Sollozando, incluso. Diablos, no sé si alguna
vez se detuvo y asiente como si fuera doloroso hacerlo.
—No sabía qué hacer, Daniel, estaba muy asustada.
Se pone de pie y camina hacia mí, entonces coloca sus manos con
delicadeza en mis mejillas. —No sabía quién eras, así que no sabía cómo
decírtelo, si hubiera sabido tu nombre o cómo lucías, nunca hubiera
tomado esa decisión sin ti.
Llevo mis manos a las de ella y las aparto de mi cara. —No —le digo,
mientras siento el resentimiento construyéndose en mí, estoy tratando
tanto de detenerlo, para entender, para dejar todo se asimile.
Simplemente no puedo.
—¿Cómo no me lo dijiste? No es como si encontraras un cachorro,
Six. Esto es… —Niego con la cabeza, todavía sin entenderlo—. Tuviste un
bebé, ¡y ni siquiera te molestaste en decirme!
Agarra mi camisa en sus puños, sacudiendo la cabeza, deseando que
vea su lado de las cosas. —Daniel, ¡es lo que estoy tratando de decirte!
¿Qué se supone que debía hacer? ¿Esperabas que pusiera volantes en todo
el colegio pidiendo información sobre quién me embarazó en el armario de
mantenimiento?
La miro directamente a los ojos. —Sí —digo en voz baja.
Da un paso atrás, por lo que doy un paso adelante. —¡Sí, Six! ¡Eso
es exactamente lo que habría esperado que hicieras, debiste haberlos
pegado por todas partes en los pasillos, emitido por la radio, publicado en
el maldito periódico! ¿Te embarazas de mi hijo y te preocupas por tu
reputación? ¿Me estás tomando el pelo?
Mi mano cubre mi mejilla un segundo después de que me abofetea.
El dolor en sus ojos ni siquiera está cerca de igualar el dolor de mi
corazón, así que no me siento mal por haber dicho lo que dije. Incluso
cuando comienza a llorar más fuerte de lo que pensé que la gente era
capaz de llorar.
92
—No te ves bien —dice Holder, apoyándose contra el casillero junto
al mío—. ¿Siquiera dormiste anoche?
Sacudo la cabeza. Claro que no dormí. ¿Cómo diablos podría
dormir? Sé que ella no está durmiendo, así que de ninguna manera yo
podría dormirme.
—¿Vas a decirme que ocurre? —pregunta. Cierro mi casillero, pero
mantengo mi mano en él mientras bajo la mirada al suelo e inhalo
lentamente.
—No. Sé que normalmente te cuento todo, pero no esto, Holder.
Golpea la taquilla de al lado un par de veces con su puño, luego se
aparta. —Six tampoco le ha dicho nada a Sky. No sé lo que pasó, pero… —
Me mira hasta que hago contacto visual con él—. Me gustas para ella. Sólo
soluciónalo, Daniel.
Se marcha y cierro por completo mi casillero. Espero un par de
minutos más de los necesarios porque mi siguiente clase es cerca del
pasillo donde está la taquilla de Six. No la he visto desde que se fue del
parque anoche y no estoy seguro de querer verla. No estoy seguro de nada.
Tengo tantas preguntas que hacerle, pero sólo pensar en decirlas en voz
alta hace que mi pecho duela tanto que no puedo respirar.
Después de que suena la última campana, decido ir a mi siguiente
clase. Hoy me debatí entre quedarme en casa o venir a la escuela, pero
pensé que sería peor quedarme en mi habitación pensando sobre ello todo
el día. Prefiero estar preocupado por qué momento en el día puedo
toparme con ella.
O quizás, supuse que debía enfrentarme a ella hoy, porque tan
pronto como doblo la esquina, mis ojos se posan en ella.
Me detengo silenciosamente y la observo. Es la única en el pasillo.
Sigue de pie allí, frente a su casillero. Quiero irme antes de que me vea,
pero no puedo dejar de mirarla. Todas sus expresiones me rompen el
corazón y quiero correr hasta ella y abrazarla, pero… no puedo. Quiero
gritarle y abrazarla y besarla y culparla por cada extraña emoción que he
sentido últimamente y que no he podido procesar.
Suspiro pesadamente y ella se vuelve a mirarme. Estoy lo
suficientemente lejos para no poder escuchar su llanto, pero lo
suficientemente cerca para poder ver sus lágrimas. Ninguno de los dos se
mueve. Nos miramos fijamente. Pasan varios segundos y puedo ver que
espera que yo diga algo.
Me aclaro la garganta y comienzo a caminar hacia ella. Cuanto más
me acerco, más audible es su suave llanto. Cuando avanzo unos cinco
metros, me detengo. Cuanto más cerca estoy de ella, más duro me es
respirar.
93 —¿Él es…? —Cierro los ojos y tomo una respiración para relajarme,
luego los abro de nuevo para reunir fuerzas y terminar la oración con los
ojos sin emoción—. ¿Cuándo hablaste sobre el chico que rompió tu
corazón en Italia… te estás refiriendo a él, verdad? ¿Al bebé?
Apenas puedo ver el movimiento de su cabeza cuando confirma mis
pensamientos. Cierro los ojos con fuerza y echo mi cabeza hacia atrás.
No sabía que el corazón pudiera doler tanto como ahora. Esto duele
demasiado, quiero abrirme el pecho y sacarlo para nunca sentir esto otra
vez.
No puedo hacer esto. No aquí. No podemos quedarnos en el pasillo
de la escuela y tener esta discusión.
Me doy la vuelta antes de abrir los ojos, así no tengo que ver su
mirada otra vez. Camino directo a mi salón de clases y abro la puerta,
luego entro sin mirar atrás.
94
No sé por qué sigo aquí. No quiero estar aquí y estoy bastante seguro
de que me iré en media hora. Sólo no puedo irme antes de eso porque
tengo miedo de lo que ella podría pensar si no aparezco para el almuerzo.
Podría mandarle un mensaje y decirle que hablaré con ella más tarde, pero
ni siquiera me siento seguro de querer enviarle un mensaje. Todavía hay
mucho que tengo que procesar, prefiero simplemente ignorarlo todo hasta
que encuentre la fuerza para investigar a fondo.
Camino a través de las puertas de la cafetería y me dirijo a nuestra
mesa. No hay manera en que pueda comer, así que ni siquiera me molesto
en pedir comida. Breckin está sentado en mi asiento habitual junto a Six,
pero probablemente eso sea algo bueno. De todos modos, no estoy tan
seguro de poder sentarme junto a ella en este momento.
Sus ojos están concentrados en el libro de texto que tiene enfrente.
Ya no está llorando. Tomo asiento delante de ella y sé que sabe que me
acabo de sentar, pero sus ojos nunca se mueven. Sky y Holder están en
una profunda conversación con Breckin, así que los observo, tratando de
encontrar un punto para involucrarme.
Sin embargo, no puedo porque soy completamente incapaz de
prestar atención. Sigo robando miradas hacia ella para asegurarme que no
está llorando o para ver si me está mirando. Nunca hace nada de eso.
—¿No estás comiendo? —dice Breckin, robando mi atención.
Sacudo la cabeza. —No tengo hambre.
—Tienes que comer algo —dice Holder—. Y una siesta también te
vendría bien. Tal vez deberías ir a casa.
Asiento, pero no digo nada.
—Si vas a casa, deberías llevar a Six contigo —dice Sky—. Ambos
lucen como si les vendría bien una siesta.
Ni siquiera respondo a eso con un asentimiento. Mi mirada baja de
nuevo a Six, justo a tiempo para ver a una lágrima aterrizar en una página
delante de ella. La limpia rápidamente con su mano y voltea la página.
Demonios si eso no me hizo sentir como una completa mierda.
Sigo observándola y las lágrimas continúan cayendo en las páginas,
una por una. Su mano está siempre dispuesta a secarlas rápidamente
antes de que alguien lo note y siempre le da la vuelta a la página antes de
que incluso haya leído la última.
—Levántate, Breckin —digo. Me mira fijamente, pero no hace un
esfuerzo para moverse—. Quiero tu asiento. Levántate.
Finalmente se da cuenta de lo que estoy diciendo, así que
rápidamente se pone de pie. Me levanto y camino alrededor de la mesa,
luego tomo asiento junto a ella. Me siento a su lado y, cuando lo hago,
95 pone sus brazos sobre la mesa. Los dobla y entierra su cabeza en el
pliegue de su codo. Observo cómo sus hombros comienzan a sacudirse y
maldita sea si puedo permitir que se siga sintiendo así. Envuelvo un brazo
a su alrededor y bajo mi frente a un lado de su cabeza y cierro los ojos. No
digo nada. No hago nada. Simplemente la sostengo mientras llora en sus
brazos.
—Daniel —le escucho decir entre lágrimas ahogadas. Levanta la
cabeza y me mira—. Daniel, lo siento mucho. Lo siento tanto. —Sus
lágrimas se convierten en sollozos y sus sollozos se hacen demasiado. Es
jodidamente demasiado.
La empujo a mi pecho. —Shh —digo en su cabello—. No lo hagas. No
te disculpes.
Su cuerpo se queda sin fuerzas contra el mío y todos en la cafetería
están empezando a mirarnos. Quiero sostenerla y decirle lo mucho que lo
siento por dejarla alejarse anoche, pero necesita privacidad. Envuelvo mi
brazo más fuerte alrededor de ella, y luego recojo sus piernas en mi otro
brazo. La jalo hacia mí, me pongo de pie y la cargo hacia el pasillo. Sigo
caminando hasta que doblo en la esquina y encuentro nuestro cuarto.
Sigue llorando en mi pecho, envuelta con fuerza a mí alrededor. Abro la
puerta del armario de mantenimiento, entonces la cierro detrás de
nosotros. Regreso hasta la puerta y me deslizo hasta que me encuentro
con el suelo, aún sosteniéndola en mis brazos.
—Six —digo, bajando mi boca a su oído—, quiero que intentes dejar
de llorar, porque tengo tantas cosas que quiero decirte.
Siento su cabeceo contra mi pecho y me quedo quieto, esperando a
que se calme. Varios minutos pasan antes de que finalmente se tranquilice
lo suficiente para que continúe.
—Antes que nada, lamento mucho dejarte ir anoche, pero no quiero
que pienses ni por un segundo que fue porque juzgaba tus decisiones. ¿De
acuerdo? No voy a ponerme en tus zapatos y decirte que hiciste una mala
elección, porque no estaba ahí y no tengo ni idea de lo difícil que debe
haber sido para ti.
fin
UNA NOVELA DE HOPELESS
Agradecimientos
No puedo contar las veces que me han dicho que estaba loca por
regalar esta historia corta de forma gratuita. Tal vez así sea, pero nunca he
estado tan emocionada por un lanzamiento como lo he estado por este.
Estoy tan agradecida de ser capaz de mostrar mi agradecimiento a todos
los lectores que me han apoyado a lo largo de los últimos dos locos años. 100
Esta novela es para ti, por cambiar por completo mi vida.
Sobre el Autor
Colleen Hoover es la autora #1 del New York
Times por sus obras Slammed, Point of Retreat,
Hopeless, This Girl y Losing Hope. Colleen vive
en Texas con su esposo y sus tres hijos.
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página web: ColleenHoover.com.
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