En la página 202 del libro Ética Cristiana: Un enfoque bíblico - teológico, de Gerald Nyenhuis y James P. Eckman dice: “Otra opción es la ética situacional, popularizada por Joseph Fletcher. El meollo de su argumento se centra en negar principios morales absolutos, porque se ponen por encima de las personas. El único absoluto que se puede afirmar es el amor. Pero ¿cómo se define este amor universal? Para Fletcher, hay que definirlo en un sentido utilitario. Cualquier acción que produce más placer y menos dolor, el mayor beneficio para la mayor cantidad de personas, es un acto de «amor». En otras palabras, como sugiere Lutzer, el fin justifica los medios. La Ética Situacional, de acuerdo con el modelo de Fletcher, establece que la toma de decisiones debe depender de las circunstancias de una situación particular, y no de leyes fijas. El único absoluto es el Amor. El amor debe ser el motivo detrás de cada decisión. Siempre que su intención sea el Amor, el fin justifica los medios. La justicia no está en la letra de la Ley, está en la distribución del Amor. Fletcher basó su modelo en una afirmación del Nuevo Testamento de la Biblia la cual dice: "Dios es Amor" (1ra de Juan 4:8). Este amor se define como que debemos hacer las cosas que salga de nuestro corazón. Amar a Dios es una actitud que implica voluntad, reflexión y compromiso, es decir, proyectar el amor que él nos da a través de nuestro espíritu y acciones diarias. Cabe destacar que Dios es amor, y que su amor lo demostró a través de Jesucristo. Por tanto, amar a Dios es aceptar que él está en nuestro espíritu. Dios nos ama porque es misericordioso y siempre busca a la oveja descarriada para abrazarla y no soltarla jamás. Dios te ama porque sabe tus virtudes, y te recuerda, que una sola virtud y mucha pasión consiguen éxitos jactanciosos, lo que no hacen muchas virtudes sin pasión.