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En varias oportunidades, las autoridades rusas declararon que el gas utilizado era
inocuo y que, de acuerdo con las pericias médicas oficiales realizadas sobre los
cuerpos, no existía un nexo causal entre la utilización del gas y la muerte de los
rehenes. Ahora bien, carece de sentido afirmar que 125 personas de diferentes
edades y condición física murieron casi simultáneamente y en el mismo lugar a causa
de diferentes enfermedades, inmovilidad, estrés y falta de aire fresco. Aunque el gas
no haya constituido una “fuerza letal” sino un “arma no letal incapacitante”, lo cierto es
que resultó peligroso y potencialmente fatal para las personas débiles, por lo que el
caso se enmarca en el ámbito de aplicación del art. 2.
Con respecto a si podrían haberse utilizado medios menos drásticos para resolver la
emergencia de la toma de rehenes, lo cierto es que, en situaciones de tal magnitud y
complejidad, esta Corte está dispuesta a otorgar un margen de apreciación a las
autoridades nacionales. Sin embargo, algunas de las decisiones tomadas por las
autoridades hoy pueden parecer cuestionables.
A pesar de que la solución adoptada puso en peligro tanto la vida de los terroristas
como la de los rehenes, para estos significó una oportunidad de salvarse. Es más, el
uso del gas facilitó la liberación de los rehenes y redujo la probabilidad de una
explosión. Por ello, la decisión de las autoridades no resulta desproporcionada y no
vulnera el art. 2 de la Convención.
Además, los videos muestran que los rehenes estuvieron expuestos al gas por más de
dos horas antes de que comenzara la evacuación. No queda claro por qué el
comienzo de la evacuación se retrasó tanto ni por qué los médicos y rescatistas no
fueron informados de la utilización del gas. De haber contado con esa información, la
mayoría de los rehenes, quizás, habría sido colocada en una posición de recuperación
en vez de permanecer boca arriba con riesgo de sofocación.
Por otra parte, es sorprendente el hecho de que todos los documentos de trabajo de la
célula de crisis hayan sido destruidos. Como consecuencia, la Corte no puede saber
cuándo ni quién tomó la decisión de utilizar el gas, cuánto tiempo tuvieron las
autoridades para evaluar sus posibles efectos secundarios y por qué los demás
servicios que participaron en la operación de rescate fueron informados sobre el uso
del gas con tanta demora. Además, tampoco se proveyó otra información importante, a
saber: a) cuántos médicos estaban de guardia en los hospitales, preparados para
admitir a las víctimas y si ese número era suficiente; b) qué instrucciones recibieron las
ambulancias y los ómnibus de la ciudad en relación con dónde debían transportar a las
víctimas; c) por qué se tardó una hora y media para comenzar con la evacuación
masiva y cuánto tiempo se tardó en aniquilar a los terroristas y en neutralizar los
explosivos.