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Antes de comenzar el siglo XVIII destaca la figura de Christine de Pizan con la publicación
de su obra “La ciudad de las damas”, donde defiende la imagen del cuerpo femenino como
algo positivo, trata la violación y el acceso de las mujeres al conocimiento, rebatiendo los
argumentos misóginos que la sociedad de la época daba por válidos.
• Como Pizan, hubo más voces (algunas han llegado, otras no) que ponían en cuestión la
situación femenina. Pero son voces individuales, que no forman un colectivo más o menos
organizado.
• Hay que destacar que la Primera Ola del feminismo tiene lugar en el siglo XVIII, cuando
las mujeres y algunos hombres comenzaron a luchar colectivamente por los derechos
igualitarios de hombres y mujeres.
• 1791 fue el año en el que Olympie de Gouges escribió la Declaración de los Derechos
de la Mujer y de la Ciudadana.
• La Segunda Ola del feminismo va a abarcar parte de dos siglos, segunda mitad del XIX y
el XX, hasta la Segunda Guerra Mundial. Supuso una gran prueba de la capacidad,
estrategia y paciencia de las feministas, consiguiendo por fin en este entonces su primera
victoria; el sufragio.
• En el siglo XIX, en Estados Unidos tuvo lugar la Declaración de Seneca Falls, además,
en este país contaron con especialistas muy representativas del feminismo, como fueron
Soujourner Truth, Elizabeth Cady Stanton, Susan B. Anthony y Lucy Stone.
• Diferentes han sido las corrientes que se han desarrollado en busca de la identidad
femenina, como en Francia con el feminismo existencialista de Simone de Beauvoir o Luce
Irigaray; o en Estados Unidos, con la representación de Betty Friedan, Kate Millet, Ann
Oakley, Germaine Greer y Judith Butler.
• Al respecto de las Mujeres en la Historia, destacar que han sido muchos los puntos de
vista y los análisis que se han hecho de su posición en la sociedad, como por ejemplo
Sheila Rowbotham y Anna Jonásdottir.
¿Qué es el feminismo?
Cuando hablamos de feminismo, hablamos de una tradición política que tienes tres
siglos a la espalda. Aunque está todavía lleno de novedad, el feminismo no es nuevo. Pero
se le ha ignorado, obliterado, silenciado. Hay demasiada argumentación, autoría, hitos
como para no atribuir tanta ignorancia o tanto silencio a una cierta saña. El feminismo es
“aquella tradición política de la Modernidad, igualitaria y democrática, que mantiene que
ningún individuo de la especie humana debe ser excluido de cualquier bien y de ningún
derecho a causa de su sexo”. El feminismo no es un discurso de la excelencia que
contribuya positivamente a la desigualdad entre los sexos exaltando las virtudes y
cualidades femeninas, sino un discurso de la igualdad.
Pero para poder llegar a plantear el feminismo, fue necesario que existiera un marco
determinado de pensamiento que posibilitara su nacimiento. “En algunas épocas se
pudieron poner en cuestión algunas de las consecuencias del dominio masculino, las más
onerosas, pero oponerse de modo concreto a la jerarquía en sí, declararla ilegítima,
preguntarse su porqué y su hasta cuándo, no fue posible hasta que a su vez no se produjo
el adecuado marco de ideas”.
Así, aunque previamente pudo haber quejas y reivindicaciones por parte de mujeres
o colectivos por la injusticia del amargo destino que el patriarcado tenía preparado para
las mujeres, como es el caso de Christine de Pizan o del movimiento de las Preciosas, no
podemos hablar técnicamente de feminismo hasta el fin de la Modernidad.
Feminismo y Modernidad
Durante el Antiguo Régimen hubo una jerarquía que presionaba fuertemente a la
mayor parte de la sociedad. La nobleza y el clero ostentaban todo el poder, obteniendo
privilegios a costa de un “tercer estado” o “pueblo llano” que soportaba todo el peso del
trabajo y los impuestos. Con el tiempo, el sistema entró en crisis y fue cogiendo mayor
fuerza la burguesía, lo que precipitó el paso a la Modernidad. En este contexto, surge un
movimiento cultural que más tarde sería denominado Renacimiento, cuyas ideas
humanistas determinan una nueva concepción del mundo y del ser humano reivindicando
ciertos aspectos de la cultura clásica grecolatina. Tras siglos de predominio de una
mentalidad rígida y dogmática propia de la Europa medieval, surgiría una nueva etapa de
la Historia en la que se propone que cada ciudadano se proponga metas en función de su
propia voluntad, de manera lógica y racional, dando sentido a su vida y negando un destino
impuesto por la tradición, la autoridad, o los lazos de sangre. Estamos hablando de la
Edad Moderna, momento en que la sociedad pasa del teocentrismo al antropocentrismo.
Y su mejor fruto fue la Ilustración.
Así, comienza un cambio de época que culminó en la Revolución Francesa (1789),
en el cual las mujeres, como colectivo oprimido, encontraron un argumentario con el que
poder liberarse de las cadenas que hasta entonces se les habían impuesto. En palabras
de Amelia Valcárcel: “El feminismo comienza cuando, dentro del escenario de ideas del
racionalismo, es capaz de articular su discurso”. El espíritu de libre examen y el apetito de
saber comenzaban a dar muestras de que efectivamente se estaba gestando ese hijo no
querido de la Ilustración. “Gracias” a los planteamientos igualitarios de filósofos como
Rousseau, las mujeres pudieron hacer suyo el cuestionamiento de la desigualdad entre
los sexos y la reclamación de iguales oportunidades para el acceso a la educación.
Precedentes
Como hemos visto, durante el siglo XVIII tuvieron lugar numerosos
cuestionamientos que dieron como resultado un nuevo marco de pensamiento en el que
se puede deducir que la libertad debe ser extendida a toda la ciudadanía, y no solo a los
hombres, inaugurando como polémica la igualdad de ingenio y trato para las mujeres con
autoras como Mary Wollstonecraft y su obra Vindicación de los derechos de la mujer
(1792), que abren oficialmente lo que más tarde sería considerada la Primera Ola del
Feminismo. Sin embargo, antes de la Ilustración nos encontramos con algunas obras y
movimientos precursores del feminismo, que fueron adelantados a su tiempo:
Christine de Pizan (1364-1430), considerada la primera mujer escritora profesional,
fue una filósofa, escritora y poeta humanista que destaca por su obra La ciudad de las
damas. En esta obra, combate las afirmaciones misóginas de Jean de Meun en Roman de
la Rose, proponiendo una ciudad alegórica en la que se alojan mujeres ilustres de la
Historia. Esta compilación de mujeres célebres es a su vez un argumentario contra la
misoginia. Así, esta obra comienza la querelle des femmes, nombre con el que se conoce
al debate literario y académico que tuvo lugar desde el siglo XIV al XVIII y que surge en
defensa de la capacidad intelectual de las mujeres.
Marie de Gournay (1565-1645) fue una escritora, filóloga, traductora, poeta y
filósofa francesa, reconocida por la Europa erudita del momento, que analizó la tradición
filosófica y el mundo en el que vivió, argumentando acerca de las causas de la desigualdad
y los mecanismos de desautorización femenina. Por obras como Égalité des hommes et
des femmes o Agravio de damas está considerada como una de las precursoras históricas
del feminismo. De Gournay no solo defiende los deseos, necesidades y expectativas de
una mujer que buscaba ser dueña de su propia vida, sino que, al igual que de Pizan,
elabora una argumentada defensa de la dignidad y de las capacidades intelectuales de
las mujeres.
Más adelante, en la primera mitad del siglo XVII surgió en Francia el Preciosismo,
un movimiento cultural de naturaleza barroca protagonizado por mujeres, que precede al Comentado [AMM1]: PRECIOSISMO
clasicismo francés y que es vinculado a una moda que responde a un deseo de elevación
y refinamiento en los modales, costumbres y gustos por una parte de la alta sociedad
parisina del momento. En palabras de Ana de Miguel, “los salones comenzaban su
andadura como espacio público capaz de generar nuevas normas y valores sociales”, y en
ellos las mujeres establecieron normativas en terrenos en los que las mujeres rara vez
habían decidido. Dos siglos después, las preciosas retomaron la labor de Pizan y
trasladaron la luz a sus salones, para discutir abiertamente sobre igualdad de géneros y
amor libre, cuestionar la irrefutable sacralidad del matrimonio y la autoridad marital, y poner
sobre la mesa temas de escándalo moral como el divorcio o el control de la natalidad. Así,
impusieron un nuevo estilo de amor neoplatónico en el que generaron que los hombres
debían comportarse a la altura que ellas exigían. Este empoderamiento femenino se debe
a que estas mujeres fueron hijas de apoderados y hasta de padres protestantes, lo que les
permitió ilustrarse de manera secreta.
Por último, es imprescindible mencionar al escritor, sacerdote (mas tarde convertido
al calvinismo) y filósofo cartesiano Paulain de la Barre, autor del considerado primer gran
precedente del feminismo ilustrado con su obra De la igualdad de los sexos (1673). Su
discurso no es el memorial de agravios, tampoco es un discurso de la excelencia. Es un
género de vindicación que se produce a partir del momento en el que las ideas del Barroco
y las de la filosofía cartesiana fundamentaron un concepto de igualdad válido contra el
Antiguo Régimen y los privilegios de sangre que, sin embargo, excluía a las mujeres. La
modernidad del pensamiento de Poullain de la Barre se enmarca en la corriente de
pensadores que batallaron contra los prejuicios que constreñían la libertad de los
individuos. Celia Amorós llega a considerar que este autor transmite un mensaje mucho
más acertado e innovador que el de muchos de los hombres ilustrados que un siglo
después mostraron apoyo a las reivindicaciones de las mujeres.
La Segunda Ola
A las reivindicaciones feministas de la primera ola, originadas ante las revoluciones ilustradas y su
defensa de la igualdad solo para los hombres, le sigue una dura represión -encarcelamiento,
prohibición de reunión-. A principios del 1800 se extiende por Europa El Código Napoleónico, que
priva a las mujeres de todo derecho civil y las somete a las órdenes del hombre. No obstante, a
pesar de esta aparente derrota, el cambio de conciencia ha comenzado y no retrocede; los
postulados universalistas acerca de la igualdad confieren el marco teórico-político propicio para que
el feminismo se articule. Así pues, este primer movimiento, de corte más intelectual, se encadenará
a lo que se conocerá como sufragismo, que pone el foco en la acción social. Nos situamos en la
segunda ola del feminismo, que abarca aproximadamente desde la Declaración de Séneca Falls
(1848) al fin de la Segunda Guerra Mundial. Este movimiento comienza en los dos países
anglosajones, pero se extiende rápidamente al resto de países, motivo por el cual se ha
caracterizado como internacional.
Frente a la misoginia romántica como movimiento filosófico reaccionario a las reivindicaciones
feministas, y que trata de justificar la inferioridad de la mujer desde un discurso no religioso acorde
con la nueva era ilustrada, el contexto político del segundo liberalismo y el feminismo liberal de J.
S. Mill y H. Taylor se presenta como el cuerpo teórico que respalda esta segunda ola Así, ante
argumentos como los de Hegel, que defiende que el destino de los sexos -privado o público- es lo
que garantiza el bien de la comunidad, o los de Schopenhauer, que nos presenta a la hembra como
un “ser humano aparente”, pues para él es solo una estrategia de la naturaleza para reproducirse,
Mill y Taylor se centrarán en desarticular estas teorías. Por un lado, en contra de las ideas de la
diferente naturaleza y complementariedad de los sexos, se plantea que el carácter femenino que
se conoce es fruto de la socialización que han recibido y, por tanto, artificial. Se hablará también de
la universalidad de la conducta humana, por la que ambos sexos encontrarán la felicidad en la
autonomía, y no solo el hombre. Otro de los argumentos que se plantean es sobre el beneficio para
toda la comunidad de la emancipación de las mujeres. A nivel moral, la igualdad ayuda al desarrollo
de una auténtica democracia, donde el ciudadano sea cada vez más solidario y menos egoísta. A
nivel práctico, la igualdad supondría duplicar las facultades utilizables, generando mayor progreso.
Finalmente, la igualdad plantea también una nueva visión del amor por la que se ha de mantener
relación con alguien que, al no ser inferior, no nos suponga un empequeñecimiento moral o
intelectual. Mill, en el parlamento británico, será un constante defensor del voto femenino y, pese a
fracasar en numerosas ocasiones y estar sometido a la constante burla, deja abierto, de forma
definitiva, el debate sobre la emancipación de la mujer.
Uno de los hitos que se consideran el detonante de esta segunda ola es la convención organizada
por Lucrecia Mott y Elisabeth Cady en 1848 en pro de los derechos de la mujer. En EEUU, las
mujeres participaban en del movimiento abolicionista, pero encuentran trabas a su participación en
él -entre otras discriminaciones- por motivo de su sexo. Es así como estas dos mujeres deciden
organizar su lucha en favor de los derechos de la mujer. En esta convención se leerá el primer
manifiesto por los derechos de la mujer de EEUU, la Declaración de Sentimientos. Más de 300
participantes asisten a este evento, y este manifiesto consigue las firmas de 70 mujeres y 30
varones. En él se exigen derechos civiles -educación, propiedad, divorcio y custodia, acceso a
profesiones e igualdad de salario, voto- y se critican las costumbres y la doble moral religiosa. A
partir de este momento, y pese a las burlas y rechazo que genera este movimiento, se comprende
la necesidad de la lucha feminista como herramienta de cambio, ya que las instituciones no
garantizan estos derechos. Comienzan las décadas de convenciones, manifestaciones, marchas y
protestas que se extienden de Norteamérica a Europa y al resto del mundo, a las que debemos las
formas de manifestación ciudadanas comunes hoy en día.
La agenda de esta segunda ola se centrará en conseguir la educación y el voto. Con el argumento
conforme al canon doméstico, esto es, ser una buena ama de casa, madre y esposa, las mujeres
consiguen acceder a la enseñanza primaria. Más tarde, exigiendo un mecanismo de subsistencia
para aquellas que no pudieran cumplir con sus destinos como madres/esposas, se consigue el
acceso a profesiones donde se extienda la supuesta virtud femenina del cuidado a la sociedad. Se
crean escuelas de institutrices -más tarde maestras- y de enfermería, profesiones que, hoy, siguen
estando fuertemente feminizadas. El paso a la educación superior se da mediante la dinámica de
excepciones, por la cual se considera que hay mujeres que representan casos excepcionales -
confirmando esto la regla para el resto de ellas-. La conquista de este dominio, no obstante, será
también limitada, pues muchas veces no se las dejó obtener el título, colegiarse, o ejercer. La otra
cara de esta situación fue que muchas de ellas, ante la imposibilidad de ejercer su profesión,
deciden dedicarse a la investigación y acaban siendo galardonadas con el Premio Nobel. La lucha
por el voto va en paralelo a los avances en educación; cuando se consigue el sufragio universal
masculino es imposible invisibilizar el contraste entre sexos: mujeres de clase alta y más formadas
que algunos hombres siguen sin poder acceder al voto. Será el esfuerzo bélico realizado por las
mujeres para mantener la economía mientras los hombres se encuentran en la guerra lo que
propiciará que, al finalizar la guerra, todos los países que no fueran dictaduras reconocieran el
derecho al voto femenino. En este contexto se redacta la Declaración de los Derechos Humanos,
considerada como una declaración feminista por la supervisión e influencia de Eleanor Roosevelt,
quien fuera primera dama de los EEUU y estuviera implicada activamente en la lucha feminista.
No hay que olvidar que el movimiento sufragista representa un movimiento de mujeres blancas
burguesas, por lo que, a la vez que se desarrolla, empiezan a surgir otros movimientos dentro del
feminismo que nos hablan de las distintas realidades de la mujer. Sojourner Ruth será una esclava
negra que habla por primera vez de la doble exclusión por negra y por mujer. Flora Tristán se
centrará en las mujeres obreras, definiéndolas como “las proletarias del proletariado”, y será una
de las precursoras del feminismo socialista. Clara Zetkin, en Alemania, articulará estas diferencias
proponiendo que los intereses de las mujeres no son homogéneos, y que se definen según su
pertenencia a diferentes clases sociales. En Rusia, Alejandra Kollontai contradecirá los postulados
marxistas afirmando que no basta la abolición de la propiedad privada y la incorporación de la mujer
al trabajo para conseguir la igualdad, sino que es necesaria una transformación moral, sexual y
psíquica -La Nueva Mujer-. Así, la segunda ola finaliza con nuevos derechos civiles para la mujer y
con un debate, aún abierto, sobre el paso de un único feminismo a la concepción plural del mismo.
TEMA 4: HUMANISMO ILUSTRADO-LIBERAL EN LA EMANCIPACIÓN DE LAS
MUJERES. FEMINISMO Y CIUDADANÍA
Gracias a este primer feminismo las ideas barrocas se tornan vida vivida iniciando en
occidente un proceso que derivará en cambios radicales en el horizonte político y moral,
cambios que se suceden en torno a dos grandes ideas: la libertad y la igualdad. Este inicial
movimiento feminista constituye ya, por tanto, una teoría de la justicia social y trae consigo
una agenda de logros sociales a conseguir: el acceso a una cierta educación formal y la
libertad (de las mujeres) para casarse por voluntad.
Esta agenda, aunque escueta, será fundamental porque dará paso a las vindicaciones
recogidas tanto en la obra de Mary Wollstonecraft Vindicación de los derechos de la mujer
en 1791 como en la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe
de Gouges un año después. Esas vindicaciones se hacen posibles gracias a la existencia Comentado [AMM3]: Mary Wollstonecraft
previa de un corpus de ideas filosóficas, políticas y morales de vocación universalista, esto
es, aplicables a toda la humanidad.
En todas las épocas históricas el feminismo se caracteriza por cuatro grandes elementos
que lo han conformado: un conjunto teórico explicativo (bases del movimiento), una
agenda de objetivos a lograr, una vanguardia de gente comprometida y una poblacion
desconectada del feminismo pero participante del cambio social. El conjunto teórico, son
las bases en las que se basa el movimiento feminista para la confección de la agenda de
logros a perseguir y el activismo de la vanguardia de gente comprometida luchando para
revertir las tradiciones que han impedido la emancipación de las mujeres. Junto a estos
elementos hay todo un conjunto lateral de gente y acciones en las que se va reflejando el
cambio social (acciones deseadas y no deseadas) y muy a menudo también las
resistencias a éste.
Puesto que la agenda feminista continúa abierta por diferentes páginas en diferentes
lugares del planeta, el movimiento feminista sigue siendo un movimiento mundial e
irreversible de innovación social y moral. Además de conseguir plenos derechos y su
efectivo ejercicio, deberá dar paso a pensar un mundo según criterios feministas, basado
en una justicia universal que se nutra de los aprendizajes del feminismo y, por tanto, de
una idea humanitaria global.
El sufragismo es como se conoce la gran segunda ola del feminismo y abarca desde
el manifiesto de Seneca Falls de 1848 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial y la
Declaración de los Derechos Humanos de 1948, en la que casi todos los países que
habían sido contendientes aprobaron el voto y enmendaron los derechos civiles. 100 años,
con un resultado fantástico, una agenda dirigida a la consecución de los derechos
educativos, los derechos civiles y los derechos políticos, casi completada. Todos los
derechos educativos, incluida la educación superior, aunque no el ejercicio de algunas
profesiones, las magistraturas, el clero, que alguna puerta sigue cerrada todavía. La
consecución de los derechos políticos (el voto). La entrada a pie firme en el sistema de los
derechos civiles. Su entramado teórico fue la sólida doctrina del liberalismo individualista
milleano –Stuart Mill y Harriet Taylor fueron el principal aporte del constructo teórico-
político que tenía detrás. Comentado [AMM5]: 1 Según Nuria Varela en
La segunda ola fue además internacional y se define como internacionalista. Intenta Feminismo para principiantes, argumentando racional y
emocionalmente que la mujer es un individuo libre,
dotarse de programas, demandas y estructuras organizativas. Aprovecha las exposiciones defendiendo una reforma en la ley de matrimonio,
universales y las convenciones políticas. Las sufragistas se daban cita en las reuniones divorcio y la necesidad de una educación que
internacionales políticas y en las Exposiciones Universales. Aprovechaban cada evento permitiera la independencia económica de la mujer,
acabar con la desigualdad.
para encontrarse e intercambiar agenda y estrategias. Estaban también en las
Internacionales Socialistas, donde se gesta y funda su propio feminismo socialista. En
1910, en una reunión decisiva en Copenhague, a propuesta de Clara Zetkin acordaron no
diferir en lo sucesivo la demanda del voto. Dejaron de mantener que primero iba la
revolución y luego el sufragio. Bien al contrario, tomaron el 8 de marzo para recordar a
toda la Internacional Socialista que las mujeres socialistas pondrían delante el sufragio
como primer punto de la agenda. Gracias a esta importante decisión se unificó la agenda
del feminismo liberal con la del feminismo socialista. Un único movimiento estuvo presto
para actuar.
El movimiento fue mucho más amplio que antes: hubo un movimiento feminista en
todas las naciones de Occidente, a uno y otro lado del Atlántico. E incluso en naciones
que no eran occidentales, por ejemplo, Egipto, Turquía, Túnez, China y Japón. El
feminismo comenzó a ser un movimiento global.
Las mujeres eran declaradas como menores de edad, a disposición de sus maridos,
padres o tutores, sin capacidad económica o jurídica, ni la patria potestad sobre sus hijos
y con delitos propios como el aborto o el adulterio (todo ello establecido así por el Código
Civil de corte napoleónico, también en España), justificado porque eran madres y estaban
dotadas de una especial sensibilidad. Lo femenino era esencia. Para mantener esa
sensibilidad es adecuado ser semi-analfabeta y no tener presencia pública o visibilidad.
La minoría de edad perpetua denunciada por Poulain de la Barre. El mejor destino de una
mujer era casarse, fundar una familia, tener hijos, cuidarlos y a su marido.
La justificación de la consecución de los derechos educativos recae dentro del orden
prevalente, de la domesticidad existente. Por un lado, a golpe de utilitarismo elemental:
saber leer para llevar la casa y aritmética para hacer las cuentas. Por otro lado, alegando
que algunas mujeres no podrían casarse y sería mejor que tuvieran recursos para evitar
caer en la pobreza, la dependencia de parientes o que cayeran en el vicio para subsistir.
Al principio las mujeres reivindicaron escuelas elementales para formarse como
institutrices.
Conseguido ese primer escalón de la formación elemental, argumentaron que
podrían ser formadas como profesoras de primaria y extender sus papeles de madres
como maestras, alcanzadndo así el segundo escalón educativo: Las escuelas de
maestras. También pidieron la formación profesional como enfermeras, dado que
compasión y cuidado eran predisposiciones femeninas. Estas profesiones, a día de hoy
profesiones feminizadas, se les abrieron a causa de su pretendidas sensibilidad y
capacidad innata de abnegación, al estar relacionadas con niños, ancianos y enfermos
(institutrices, maestras, enfermeras, auxiliares), profesiones además mal pagadas y no
queridas por los hombres.
A partir de 1880 algunas universidades europeas, pocas, comenzaron a admitir mujeres
en las aulas, en muchos casos con restricciones respecto a los títulos y con la renuncia
expresa de la alumna a ejercer la profesión para la que le habilitaban los estudios (ej.
Concepción Arenal, primera mujer formada en Derecho en España, aunque sin derecho
a título ni a ejercer la profesión). Muchas de las primeras licenciadas se vieron abocadas
así a la investigación. La idea que lo permitió fue la “excepcionalidad”. Bajo esta dinámica
de excepciones algunas mujeres consiguieron abrirse paso en el seno de la cultura formal.
Como Lou Andreas Salome o Marie Curie. La obtención de títulos se fue generalizando,
lo que no significaba que pudieran optar a los ejercicios profesionales.
LA DERECHOS POLÍTICOS
El sufragismo hizo correlatar los méritos educativos con los votos. Las nuevas
habilidades y saberes de las mujeres probaban su derecho a la ciudadanía plena y la
injusticia de la merma de los derechos civiles y políticos. El espinoso camino educativo se
conectaba directamente con el de los derechos políticos. A medida que avanzaban las
mujeres en la educación se hacía más difícil negarles el voto. El movimiento sufragista
aprovechó esa tensión. En la segunda mitad del XIX multiplicaron sus convenciones,
reuniones, actos públicos y manifestaciones. Los derechos políticos se fueron
consiguiendo país por país en un lapso de 70 años. Se comenzó por poder votar en
elecciones a consejos municipales, poder votar en órganos variados de escaso nivel. Sin
embargo, poder votar a los parlamentos fue más difícil.
El esfuerzo bélico no fue ajeno a esta victoria. Cuando los varones fueron llamados
a filas y llevados al frente las mujeres tuvieron que sostener la economía fabril, la industria
bélica, así como grandes tramos de la administración pública y subsistemas estales. La
economía no falló, la producción no descendió y la administración estatal pudo afrontar sin
lagunas momentos críticos.
Las mujeres podían mantener en marcha un país. Ni siquiera los más misóginos pudieron
oponerse a la demanda del voto. Se limitaron a augurar catástrofes por la nueva libertad
de las mujeres y cómo afectaría a la familia.
Al movimiento sufragista le debe la política democrática dos grandes aportaciones
de estilo. Una es la palabra solidaridad, que remplaza a fraternidad, de connotaciones
masculinas. La otra los métodos de la lucha cívica: El activismo no violento, con
manifestaciones pacíficas, interrupción de oradores con preguntas sistemáticas, huelgas
de hambre, encadenamientos, lanzamiento de panfletos autoeditados…
SOCIETARISMOS Y FEMINISMO
La relación entre el feminismo y los societarismos es bastante turbia. Para el
movimiento obrero cualquier liberalismo es sospechoso porque todos intentan lo mismo:
encubrir con la excusa de la libertad la escisión social entre propietarios y proletarios. El
feminismo es percibido como amenazador en un doble sentido: por un lado, contribuye a
fragilizar la estima del varón obrero y, por otro, rompe la unidad de la lucha proletaria.
Desde el sindicalismo ocasional al anarquismo, la libertad liberal de las mujeres suscita
rechazo. Frente al liberalismo sufragista, el movimiento obrero afirma que cuando las
cadenas de la explotación capitalista se rompan para todos, habrá libertad de sobra para
repartir. Mientras eso no suceda, que las burguesas deseen tener lo que sus burgueses,
no es asunto que deba preocupar a las obreras, por el contrario, deben aprestarse a la
faena de dejar de serlo.
Todas las posiciones políticas resistentes a la ampliación de la ciudadanía a las
mujeres, interpretan que bajo la petición de sufragio y la educación, se oculta la negativa
de aceptar la jerarquía sexual heredada. Es decir, que las mujeres que piden el voto no
quieren ser mujeres. Las caricaturas de la época dan cuenta de esa lucha de dualidades.
“O ellas, o nosotros” dice una proclama del naturalismo científico.
El socialismo (como el conservadurismo), asume que en la sociedad futura las
mujeres seguirán haciendo de mujeres, pero serán libres para hacer por voluntad propia y
sin miseria moral aquello que desean porque a ello están destinadas: ser madre, amas de
casa y dignas enamoradas. La vinculación que Engels estableció entre dominio de las
mujeres y opresión de clase no tuvo apenas consecuencias. Aún admitida la teoría, ello
no significa que la supresión de las clases haya de variar la división natural de los sexos.
Morris en News from Nowhere (1972), abomina del sufragismo al que supone capaz de
acabar con la domesticidad, la maternidad y la belleza. La pésima condición social de las
mujeres se debe a la opresión de clase; redimidas gobiernan la casa, producen el contento
familiar y cumplen su misión: ser bonitas y cuidar de los demás. El mutuo respeto entre
los sexos se basa en que sus esferas estén separadas.
Existen en los societarismos los aspectos redentoristas también presentes en el
feminismo sufragista. La idea de igualdad que manejan, siendo más radical que la del
segundo liberalismo, porque incluye el reparto de bienes, o la desaparición de la propiedad
privada, y en algunos casos del Estado, tiene respecto al sexo restricciones mayores. Es
una igualdad mermada que asume la ideología de la complementariedad. Algunos
societarismos extremos incluso juegan con la idea de “comunidad de las mujeres”. Cuando
las mujeres se impliquen abrirán su propia agenda. Los societarismos desconfían de
cualquier principio generador de desigualdades, a la vez que intentan no nombrar por su
verdadero nombre a la más patente de ellas, la que divide a los sexos, así se elimina la
centralidad del cambio de la condición de todos provocada por el cambio en la condición
femenina; y puede seguirse tratando la cuestión como una política marginal de ayuda en
situaciones límite.
LA SOCIEDAD MASA
El sufragio masculino, que recibió el inapropiado nombre de sufragio universal, estaba
admitido en la mayoría de las democracias en el cambio del siglo XIX al XX. La exclusión
de las mujeres seguía argumentándose sobre la base de su deficiencia innata de tipo
intelectual y moral. Desde la convención feminista de Seneca Falls (1848) y su vindicación
de plenos derechos, casi 70 años habían transcurrido sin que el panorama de la ciudadanía
de las mujeres pareciera haber cambiado. Aunque algunas cosas se movían. Unas pocas
universidades admitían a mujeres en las aulas, solo en algunas licenciaturas y sin derecho
a obtener los títulos. Se habían creado instituciones educativas medias exclusivas para el
sexo femenino y se admitía solo la formación primaria, encomendada a cuerpos de
maestras. Existía una reconocida meritocracia a las excepciones de algunas mujeres fuera
de las normas y los estereotipos aceptados.
La filosofía política convencional y la naciente sociología, sin embargo, miraban para
otro lado. La idea de que existen fenómenos sociales independientes de la voluntad y
percepción individual, forma el núcleo de la naciente sociología. Durkheim asegura que
estamos en un conjunto teórico explicativo más que desiderativo (filosófico). Regresando
a los inicios del sorites, es claro que la libertad de las mujeres correlaciona negativamente
con la estabilidad social. Durkheim no necesita hacer esa afirmación, le basta con señalar
lo indeseable del resultado. La anomia social es la condición social errática cuyo peor no
puede pensarse. Émile Durkheim, uno de los teóricos cuyos postulados tuvieron mayor relevancia
en este sentido, sostiene que la sociedad es la encargada de integrar a los individuos que la forman
y de regular sus conductas a partir de del establecimiento de normas. El autor sostiene que si la
sociedad cumple adecuadamente, tanto la colectividad como cada uno de sus miembros, lograrán
un orden estable que les permita desarrollarse plenamente. Cuando esto no ocurre, y la sociedad
cae en una situación de anomia, pierde su fuerza para regular e integrar a los individuos, pudiendo
producirse consecuencias adversas tales como el suicidio estudiado por Durkheim
Los postulados feministas resultaban más peligrosos que los socialismos. Los
partidos obreros aceptaban las reglas de la democracia representativa, y la individualidad
del varón según el modelo antiguo. Carol Pateman (El contrato sexual, 1988) supone que
con el movimiento obrero se llegó a un pacto: el salario familiar; que pretendía cerrar el
camino al feminismo ya que suponía su repercusión sobre el precio de los bienes, pero
también su objetivo último, era apartar a las mujeres de las tareas productivas fabriles ya
que debía permitirle mantener a la familia (no así para los salarios de las mujeres reducidos
a mera subsistencia).
El pacto económico y social que favorecía a las familias creó barrios para reconducir a la
sociedad de las situaciones extremas producidas por la primera revolución industrial. Se
mantuvo este viejo rigor para el conjunto, concesiones de permisividad relativa para las
excepciones. Se las utilizó como “becarios desclasados” (expresión de Amorós). Pero no
se aflojó la mano en lo que tuviera que ver con el sufragio o la simetría de derechos. Y
mientras tales ajustes se hacían, el pánico a la sociedad de masa siguió creciendo.
En la primera década nuestro siglo, surgieron los temores al principio de mayorías.
El temor al “entusiasmo” como detonante de la acción colectiva ya fue expresado en el
sigo Ilustrado. La posibilidad real del establecimiento de la democracia avivó ese temor.
La desconfianza hacia el gregarismo, rasgo presente en las democracias. Pero en los
inicios del siglo XX el argumento se engrosaba a la par que se aplanaba. “La tiranía de
las mayorías” estaba cambiando de sentido rápidamente. En esos mismos se creó el
concepto de “hombre masa”, que era mayoría y que si tomaba conciencia de su poder
meramente numérico, haría tambalear cualquier orden. Quienes más lo vindicaban, unían
antidemocratismo con misoginia exacerbada. Acabó la Primera Gran Guerra, la dinámica
de las excepciones (que había dado figuras señeras en literatura y alguna premio Nobel)
de nada servía ya. Parecía que ellas reforzaran las aspiraciones del conjunto. El miedo a
las masas también influyó en el miedo al voto femenino, los conservadores pensaron que
su apoyo sería a los izquierdistas y viceversa.
FASCISMO Y PATRIARCADO
Los fascismos rara vez consiguieron gobernar gracias a las urnas, solo por
oligarquías que no eran capaces de controlar las nuevas condiciones. Fueron encargos el
hitlerianismo, el mussolinismo y la dictadura de Primo de Rivera. Sin partidos políticos,
organizados por el trabajo, de manera vertical y con las mujeres en su destino marcado
por la biología: maternidad y cuidado. Formación justa para llevar a cabo esa tarea. Algo
debe hacerse con las niñas. Deben ser instruidas por las ideas patrióticas y costumbres
higiénicas correctas. Las mujeres no estaban llamadas al mando. Valcárcel cree que los
fascismos no eran “además” sexistas sino “sobre todo” sexistas. Llevando la idea del orden
a la paranoia suprimieron las libertades de asociación, reunión, opinión y prensa.
Consiguieron, con su idea de orden, frenar la progresiva neutralización de la jerarquía de
sexos, los efectos de ello en la familia, las leyes, y los valores.
FEMINISMO Y DEMOCRACIA
Los fascismos fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial. En los diez años
posteriores, las mujeres consiguieron el voto en la mayoría de las democracias
representativas, así como se levantaron las restricciones pendientes en las altas
instituciones educativas. Los dos objetivos por los que el feminismo sufragista había
empeñado su acción se habían conseguido en un siglo. El New Deal de EE UU, el
consumo y el cambio del sistema tributario, supuso una nueva entrada de las mujeres en
el mundo fabril y administrativo. Finalizada la contienda, el contingente de mujeres nuevas
ciudadanas insertas en las instituciones y la economía eran cuantitativamente significativo.
Pero también fueron despojadas de los puestos de mando que habían desempeñado
durante la guerra, no porque no sirvieran, sino para que regresaran a sus antiguas
responsabilidades. Fueron llamadas a mantener trabajos, pero también y sobre todo,
fueron animadas a regresar a la vida familiar, por obra de una maniobra publicitaria: La
Mística de la Feminidad. Genialmente analizada por Friedam, puso un conglomerado de
técnicas operacionales cuya finalidad era redefinir el ámbito doméstico y convertirlo en
atractivo para un nuevo tipo de ciudadana que con instrucción y voto, se pretendió que
renunciara a los ejercicios normalizados de la ciudadanía. Se complementó la industria de
la imagen, la promoción asociativa de las mujeres ama de casa, y esa cultura hegemónica
de EEUU se exportó al resto de países desarrollados. En los años 50 y 60 el rasgo que
más estaba influyendo es el profundo cambio de los ámbitos sociales, el sistema
productivo y el consumo. Esto es la salida cuantitativamente significativa de las mujeres
de sus espacios tradicionales. Pero la sociología y la filosofía política ejercieron la política
del avestruz.
La tercera ola del feminismo gestada en los aledaños del 68, tuvo sus precursoras
en Beauvoir y en Friedam, cuyas obras fueron ignoradas. Del mismo modo que fue Comentado [AMM6]: 3 OLA
ignorado el movimiento feminista que en los 70 sacudió Occidente. Hoy cualquiera admite
que ha sido el cambio en la posición social de las mujeres el rasgo principal del siglo XX,
del mismo modo que reconoce su motor de legitimación en el feminismo y a este como
uno de los elementos fuertes de la tradición política moderna. Sin embargo, se ha
pretendido ningunearlo llamando al proceso “la revolución silenciosa”. En los años setenta
y ochenta, con los cambios legales de la tercera ola de vindicación feminista, el propio
feminismo y sus políticas ganan presencia institucional y pública. No fue pacífico: se
acudió sobremanera a la sociobiología, del mismo modo que en el pasado había
funcionado la misoginia romántica o el darwinismo social. Se hizo una fuerte llamada al
marco naturalista, pero no llegó a cuajar siendo poco homologables las libertades y
derechos de las mujeres con los animales, si bien nunca hay que desdeñar que estos
discursos recurrentemente resuciten.
TEMA 7. EL FEMINISMO EXISTENCIALISTA DE SIMONE DE BEAUVOIR.
Beauvoir no considera que las mujeres sean una clase social sino una casta, porque
las castas son grupos cerrados de los que no se puede salir y sin embargo, dentro de las
clases sociales existe el movimiento y el cambio, se puede ascender o descender. Opina
que, ni la división del trabajo ni la división de clases han podido ser la consecuencia directa
de la subordinación de la mujer. Para Beauvoir, es la estructura ontológica de la conciencia
humana la que permitió al hombre oprimir a la mujer desde los primeros tiempos, es decir,
la subordinación de la mujer al hombre ha sido una constante histórica. El único trabajo
que la mujer pudo compatibilizar con la maternidad en los inicios históricos es el trabajo
doméstico, pero éste es repetitivo y monótono y con él, la mujer no se trasciende sino que
permanece encerrada en la inmanencia.
Simone de Beauvoir fue una filósofa existencialista que consiguió volver a poner en pie al feminismo
después de la segunda guerra mundial con su obra, El Segundo Sexo. Se considera esta como la
obra puente entre el final de la segunda ola y el inicio de la tercera, y constituye uno de los estudios
más completos sobre la condición de la mujer. Beauvoir trata de dar respuesta al porqué de esta
subordinación del sexo femenino a través de los postulados existencialistas.
Para ello, Beauvoir intentará responder a la pregunta de qué es ser mujer. Se ha concebido a la
mujer, según esta autora, en relación con el hombre: el hombre es el modelo, el universal, la
realidad; la mujer es una variación del hombre, una especificidad, o como decía Aristóteles, un
hombre fallido. Así pues, Beauvoir establece como punto de partida la ausencia de la definición de
la mujer en sí, siempre concebida tomando la definición del hombre como referencia, como uno de
los elementos bases de la subordinación. El mecanismo que subyace a este fenómeno es el de la
autorrealización de la conciencia y la formación de la identidad.
Los seres humanos toman conciencia de sí mismos diferenciando lo que es Uno -yo- y lo que es
Otro -lo que no soy yo-. Como decíamos, la mujer ha sido definida desde los que son el Uno, por
lo que es la Alteridad. El Uno se considera esencial, la Alteridad es lo inesencial, lo no
universal, lo específico, lo que se define con relación a la carencia/presencia de
características que hay en lo esencial, en el modelo. El Otro es, pues, la categoría que
asociamos a todo aquello que no soy yo, y la mujer siempre ha sido la Otra. Establecer esta
dinámica de Yo/Otro hace que también seamos conscientes de su relatividad; para otra persona,
yo soy el otro. Sin embargo, Beauvoir encuentra que entre hombres y mujeres no funciona así,
replicándose las relaciones de amo/esclavo hegelianas; el hombre ha ocupado el lugar del amo, del
Ser, y se ha afirmado como lo esencial reconocido por otra conciencia inferior, la mujer, el Otro, lo
inesencial y, por tanto, nunca se ha revertido esta unión, pudiendo llegar a entender el hombre que
también es el Otro de la mujer. Esta situación es explicada por Beauvoir mediante el concepto de
Androcentrismo, donde el hombre es el centro y la medida de todas las cosas, y la mujer es solo
una proyección de lo que el hombre espera de ella, a lo que llamará heterodesignación.
Así, Beauvoir llega a la conclusión de que ser mujer es una construcción cultural y no una esencia
biológica, en la línea de lo que otros autores como Poullain de la Barre, J. Stuart Mill o Harriet Taylor
ya habían adelantado al aludir a las fuerzas educativas y sociales que llevan a la mujer a ser lo que
es, y es a través de esta concepción mediante la cual otras autoras formularán su concepto de
género dentro de un sistema patriarcal (e.g., Kate Millet).
Las aportaciones de Beauvoir, por tanto, se basan en revelar cómo la mujer ha sido concebida
siempre como una alteridad en función del hombre, lo que lleva a una subordinación a través de la
construcción cultural de falsas esencias o destinos para la mujer. Pone el foco de atención, siendo
una de las primeras, en la aparición de estos roles y relaciones de género para justificar la jerarquía
entre sexos. Para esta autora, las vías de liberación de la mujer pasan por la independencia
económica y afectiva. El trabajo fuera del hogar es una de las condiciones para la liberación, pero
resulta insuficiente si la mujer continúa sometida al trabajo doméstico. Beauvoir denuncia la
educación diferencial que reciben niños y niñas y las diferentes vocaciones que se les inculcan -
como la maternidad-. Así, Beauvoir propone una socialización del trabajo doméstico, como ya
pensara Kollontai, pero, a diferencia de esta, afirma que debe estar a cargo del grupo familiar y no
del Estado. También apostará por una educación, por tanto, igualitaria, que lleve a alcanzar un
cambio social donde las diferencias vengan dadas por las características de cada individuo, y no
por el sexo. Con estas propuestas desmontaría también el concepto clásico de familia, que para
ella es una trampa para la mujer.
Feminismo radical
Radical porque va a la raíz de las cosas. Esta nueva forma de feminismo se define
radical por buscar la raíz de la dominación. Radical en su teoría y en sus formas
intempestivas en la época que nació. Se origina en los movimientos contestatarios de los
años 60 del siglo XX, en particular como resultado de la insatisfactoria respuesta dadas a
las reivindicaciones feministas del Movement, nombre con el que se referían a SNCC Y
SDS. En su teorización del sexo como categoría social y política, el modelo racial es clave
para analizar las relaciones de poder entre hombres y mujeres. El Black Power que inició
las políticas de identidad en EE.UU. marcó la militancia feminista. En Europa, las teorías
circularon al calor de los movimientos de descolonización. El feminismo radical se
diferencia del feminismo liberal reformista que solo pedía la integración de las mujeres en
el mundo capitalista del trabajo asalariado y de la cultura. También la edad, sus militantes
eran jóvenes y solteras. De ahí que este movimiento reivindicara la sexualidad y el aborto. Comentado [AMM8]: El feminismo radical reivindica la
El feminismo radical se separa de la izquierda tradicional por su atención a las relaciones sexualidad y el aborto. El poder ya no reside en el
Estado y las clases, sino que hay que descender a las
de poder no originadas por la explotación económica. El poder ya no reside solo en el relaciones de pareja. Se amplia el concepto de
Estado o la clase dominante. Se encuentra también en relaciones sociales micro, como la construcción política al considerar la sexuaidad como
pareja. Fue pionero en considerar la sexualidad como una construcción política. Dará parte de ella. Dara origen al feminismo lesbico, como
forma de liberación de la mujer.Para el feminismo
origen a un feminismo lesbiano que considerará el amor entre mujeres que puede y debe radical no se trata solo de conseguir el espacio publico
ser un acto político de liberación. Rechazarán la pornografía y el sado masoquismo entre sino también transformar el privado.
lesbianas por considerarlos patriarcales. Las feministas radicales trabajaron a fondo el
tema de la violencia como política patriarcal. Violación no como acto aislado de un
individuo enfermo, sino como control patriarcal, toque de queda para todo el colectivo
femenino que ve reducida su movilidad: lugares y horarios donde no se aventuran las
mujeres decentes.
Lema “lo personal es político”: Dio lugar, en ciertos sectores del movimiento, a una
interpretación rígida que terminaba invirtiendo los términos al introducir un único código de
conducta y estilo para la “verdadera feminista”. Preocupación obsesiva que terminaría por
reducir lo político a lo personal.
Kate Millet (forma parte de la 2º Ola)
Germaine Greer
Australiana afincada en Gran Bretaña. Feminista que subraya la necesidad de
retornar a una de las convicciones más profundas y revolucionarias de un movimiento de
liberación que ha cambiado la faz de las sociedades modernas. “Lo personal sigue siendo
político. La feminista del nuevo milenio no puede dejar de ser consciente de que la
opresión se ejerce en y a través de sus relaciones más íntimas, empezando por la más
íntima de todas: la relación con el propio cuerpo”. Preguntas que siguen siendo ajenas al
colectivo femenino: ¿Deseos, fantasías, decisiones, temores o ideales estéticos sobre el
propio cuerpo, nos pertenecen o son producto del sistema de relaciones entre sexos que
nos oprime? ¿Es posible otro mundo sin la constante dominación masculina, entre
contestatarios, okupas o antiglobalización?
Las nuevas generaciones tienen la tarea de desentrañar la lógica de los lazos
opresivos. La represión es suplantada por una aparente libertad. Ahora no se discrimina
en las leyes, simplemente se deja actuar la inercia estructural erosionada por políticas de
igualdad. Obra: The Female Eunuch (1970) Denuncia de la profunda misoginia patriarcal.
Bipolaridad de sexos, roles sexuales que no dependen de la biología, sino que son
creaciones sociales. Por la discriminación, se reprime la energía e independencia de las
niñas desde la cuna. Recoge que la maternidad no es destino y que las mujeres deben
salir al ámbito de lo público y construir su identidad ejerciendo la autonomía. Y que, para
amar, el yo no debe sentirse degradado. Fiel a la teoría de la sexualidad revolucionaria
del freudo-marxismo, Greer critica la represión de la sexualidad femenina. Rechaza el
matrimonio y propone la promiscuidad. 1974.- Conferencia “Marxismo y feminismo”. El
colectivo femenino se integraría al sistema al adoptar la competitividad y agresividad
masculinas, perdiendo su potencial subversivo. Las mujeres deberían crear una nueva
forma de poder femenino, aunque Greer no nos explica cómo.
Amelia Valcárcel
A mediados del s. XIX, el concepto de patriarcado cambia su signo (de positivo e
idílico a negativo y explotador) pero solo en los 60-70 del s. XX, con el auge del feminismo,
el patriarcado será concebido en términos de relaciones de poder. Así, el feminismo
radical, con su noción de patriarcado como sistema político, es una respuesta a las
posiciones de la izquierda que consideraba “el problema de la mujer” o “la condición de la
mujer”, como se solía decir, como algo secundario que se solucionaría automáticamente
con la supresión del capitalismo.
En la actualidad, el feminismo radical ha dado extraordinarias aportaciones, aunque
ahora esté debilitado y fragmentado. Su idea de que el patriarcado es un sistema de
dominación diferente al capitalismo dio origen a un feminismo socialista liberado de las
tesis marxistas sobre la “condición femenina” Generó un movimiento de salud y
ginecología alternativas y ayudó a transformar nuestra visión de la sexualidad.
LO PERSONAL ES POLÍTICO designaba una nueva forma de entender la política que tenía
sus claves no en la política gerencial, sino en el registro contracultural. Se impuso un
registro más amplio y poco manejable del término político., heredero directo de la filosofía
frankfurtiana — político es todo aquello que entrañe una relación de poder— sobre todo a
través de Marcuse. Tal acepción, a la que luego se le añadieron aditamentos foucaultianos,
permitía volver a tematizar la veta más clásica y profunda del feminismo desde sus
orígenes: el injusto privilegio. Kate Millet, S. Firestone, J. Mittchell, C. Lonzi, cada una a su
manera, receptaban un minucioso trabajo previo, el de grupos de mujeres que por todas
partes habían surgido al amparo de «lo personal es político». De este humus previo,
ahormado por el lenguaje político prevalente de la izquierda contracultural, surgieron las
obras de cabecera de este período: Política sexual de Kate Millet y la Dialéctica del sexo
de Sulamith Firestone. A medida que los análisis iban abarcando más temas — situación
laboral, legal, medios de comunicación, educación, salud, sexualidad, pareja—, El
segundo sexo de Beauvoir se iba haciendo más relevante, aun no estando articulado en
un lenguaje inmediatamente político. Había iniciado en solitario el feminismo en la filosofía
de la sospecha. Sin embargo, había reservas, y estas eran mayores en los grupos más
radicalizados, que recibieron como algo propio el Manifiesto del SCUM de Valerie Solanas. Comentado [AMM10]: El Manifiesto SCUM,
publicado en 1967 por Valerie Solanas, es un texto que
intenta ofrecer una teoría homóloga a la teoría de
EL FREUDOMARXISMO supone un intento de síntesis entre el psicoanálisis freudiano y envidia del falo de Sigmund Freud. Se enmarca dentro
el marxismo, siendo en la primera época, (en la segunda década del siglo XX) su de la segunda ola del feminismo de los años 60
representante principal Wilhelm Reich. Posteriormente se darán nuevos intentos por
conjugar las dos teorías, especialmente a partir del movimiento de 1968 y en la década
de los setenta. En esta segunda fase, uno de los principales exponentes del
Freudomarxismo es Herbert Marcuse. Wilhelm Reich: Fundamentó que el germen de la
neurosis en el rechazo de las pulsiones sexuales desde una sociedad fundada en la
represión. Herbert Marcuse: Rescató del olvido, tras mayo de 1968, la obra de Reich y el
Freudomarxismo. En su obra previa de 1955, Eros y civilización, Marcuse diría que si bien
la represión pulsional colectiva es condición sine qua non de la existencia de la civilización,
actualmente, y debido a sus propias técnicas, ésta puede establecerse de un modo menos
rígido.
LA DIALÉCTICA DEL SEXO, Shulamith Firestone
Escritora feminista, figura importante en la historia del feminismo radical y de la
segunda ola del feminismo canadiense-estadounidense. Fue cofundadora de los tres
grupos feministas radicales de Nueva York: New York Radical Women, Redstockings y
New York Radical Feminists. Es especialmente conocida por su libro: La dialéctica del
sexo: el caso de la revolución feminista publicado cuando tenía 25 años, en septiembre
de 1970, convertido en un influyente libro en la historia del movimiento feminista. Firestone
extendió las teorías marxistas de opresión de clase para ofrecer un análisis radical de la
opresión de las mujeres, argumentando que la inequidad sexual surge de la carga de la
maternidad, que se transfiere a las mujeres por pura casualidad biológica. El libro, fue
traducido a varios idiomas y situó a Firestone a la vanguardia de las feministas de la
segunda ola, junto a Betty Friedan, Kate Millett y Germaine Greer.
Firestone argumentó que la sociedad moderna no podría lograr una verdadera
igualdad de género hasta que los rasgos biológicos de las mujeres fueran separados de
su identidad de género. Firestone consideraba que Freud y Marx habían ignorado la «clase
de sexo», la dominación de las mujeres por los hombres debido a su biología. La
desigualdad de género se origina en las estructuras sociales patriarcales impuestas a las
mujeres debido a sus cuerpos, particularmente las desventajas físicas, sociales y
psicológicas causadas por el embarazo, el parto y la crianza de los hijos. Ser humano es
superar a la naturaleza, «ya no podemos justificar el mantenimiento de un sistema
discriminatorio de clase sexual sobre la base de su origen en la naturaleza». La abolición
de la clase sexual requiere que las mujeres tomen el control de los medios de
reproducción. Consideraba que el embarazo y el parto eran «bárbaros» y la familia nuclear
como una fuente clave de la opresión de las mujeres. La anticoncepción, la fertilización in
vitro y otros avances significaron que el sexo algún día se separaría del embarazo y la
crianza de los hijos, y las mujeres podrían ser libres. Anticipó que grupos de personas en
el futuro se reunirían voluntariamente para criar niños sin recurrir a relaciones
permanentes entre hombres y mujeres y sin la idea de que ciertos niños «pertenecen» a
una pareja. Es considerada como una de las fundadoras del feminismo radical. Reformuló
el feminismo como un proyecto radical en el sentido marxista. Radical porque apunta a la
raíz misma de la opresión. Defiende «un nuevo materialismo histórico», que ella define
como: «Aquella concepción del curso histórico que busca la causa última y la gran fuerza
motriz de todos los acontecimientos en la dialéctica del sexo: en la división de la sociedad
en dos clases biológicas diferenciadas con fines reproductivos, y en los conflictos de
dichas clases entre sí; en las variaciones habidas en los sistemas de matrimonio,
reproducción y educación de los hijos creadas por dichos conflictos; en desarrollo
combinado de otras clases físicamente diferenciadas (castas); en la prístina división del
trabajo basada en el sexo, que evolucionó hacia un sistema (económico, cultural) de
clases». Para Firestone, que sigue a Marcuse, la familia es la causa de la existencia del
tabú del incesto, el auténtico origen de la represión sexual percibida por el niño desde la
infancia. Bastará por tanto con eliminar la familia biológica para eliminar el tabú del incesto
y, en consecuencia, desinhibir los instintos reprimidos, o las pulsiones básicas del placer
que oprimen a los individuos y a la sociedad. Llegaríamos así a la sociedad del Eros,
presidida por el principio de placer. Especial consideración tiene para Firestone el tema
de los niños. Según ella existe un paralelismo entre el mito de la infancia y el mito de la
feminidad. La infancia también es una construcción cultural, y de la misma manera que
debe producirse una emancipación de la mujer, debe también producirse una
emancipación sexual de la infancia. Ella repudia de la cultura de protección y cuidado de
los niños, y entiende que el programa del feminismo radical debe asumir la solidaridad
histórica con los niños y conseguir la emancipación de la infancia.
La Segunda Guerra Mundial abrió un mundo de sentido que pervive hasta el día de hoy.
Culminó casi entera la agenda sufragista, pues fueron conseguidos los derechos políticos,
afirmados los educativos y abordados los civiles. De manera que se dio por resuelto el
asunto feminista hasta que apareció Betty Friedan que en 1963 escribió un clásico del
pensamiento feminista “La mística de la feminidad”, un libro de investigación en el que
constataba que la mayoría de las mujeres de clase media sufrían un “malestar que no
tiene nombre”, una especie de insatisfacción constante. Porque, aunque las mujeres de
los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial no tuvieron que luchar por sus
derechos, la verdad era que lo más importante seguía siendo casarse y tener hijos y la
mayoría de las mujeres no tenían más horizonte vital que la familia y dentro de ella, la
perfección femenina promulgada por las revistas, la publicidad, las series y el cine, con
Doris Day como modelo. La rebelión de las mujeres contra la línea patriarcal de fondo que
“La mística de las mujeres” estudiaba en el caso estadounidense, tuvo lugar en todo
occidente. Es decir, el patriarcado se hizo visible porque las mujeres ya tenían las
capacidades intelectuales para detectarlo y habían perdido las complicidades que con él
habían establecido. Friedan y Beauvoir (con “El segundo sexo” de 1949) son
imprescindibles para entender el mundo actual: la libertad y expectativas nuevas de las
mujeres, la agenda actual de la democracia feminista. El feminismo de la tercera ola
supone un grito de libertad que encuentra su encaje teórico en la contracultura.
En primer lugar, cabe aclarar que en ninguna sociedad humana conocida ha ocurrido que
las mujeres y los varones tuvieran el mismo rango. En todas ellas, el sexo masculino tiene
un poder y una autoridad incuestionable. A esto se le denomina “patriarcado”. Eso no
quiere decir que cada uno de los varones sea poderoso, pero sí que cada uno de ellos
tiene derecho a sentirse mejor en su piel que el colectivo entero de mujeres que,
genéricamente, le son inferiores, aunque alguna le pueda ser superior en rango. Por tanto,
cada hombre sabe de su importancia como parte de un colectivo superior al de mujeres.
El patriarcado siempre supone una división del trabajo en función del género, es la división
entre lo público y lo privado. En su uso académico, “patriarcado” alude a la forma de poder
en la cual los varones dominan a las mujeres, tienen mayor relevancia que ellas en todas
sus actividades y resultan ser el polo humano por el que se mide el prestigio. El patriarcado
es universal, pero sus modalidades son históricas y civilizatorias.
Y con este panorama ya diagnosticado, aparece la agenda de la tercera ola que es la
plenitud de los derechos civiles – pasar de derechos a hechos – y la novedad vindicativa
de los llamados derechos sexuales y reproductivos. Aparece el “Mi cuerpo es mío” ante
el frente moralista que incluso representan algunas sufragistas. En España esta agenda
comenzó con la aprobación del divorcio en 1981 y del aborto en 1986, pero ha sido una
agenda dura que aún está en trámite en la mayoría de América. Lo primero fue que todos
los estados que no eran plenamente democráticos, fueran hacia la democracia, luego
conseguir la plenitud de los derechos civiles y por último conseguir los derechos sexuales
y reproductivos. Se juega el último bastión de la decencia femenina.
Ya en los años 80, después de asegurar los derechos sexuales y reproductivos se abrió
una segunda agenda: la paridad. Ante la pregunta de qué queremos las mujeres, la Comentado [AMM11]: ACCESO MEDIANTE
respuesta está clara, la mitad de todo. Hay, sin embargo, un error que conviene aclarar: MERITROCACIA
en la paridad, la discriminación positivai no existe. Discriminación positiva es conceder un
plus que no se posee a cambio de obtener un objetivo final, es decir, el objetivo de
cualquier medida de discriminación positiva es siempre lograr el bien mayor de la
integración social, aunque ello comporte no usar la misma evaluación con los colectivos
que la vindican que con el resto de los ciudadanos. Estas medidas de discriminación
positiva fueron adoptadas en los años 70 por sociedades multiétnicas que pretendían la
integración de diferentes minorías raciales y sobre todo para insertarles en el mercado
laboral o en la universidad. Más tarde, medidas de este tipo se aplicaron a las personas
con discapacidad. En cuanto a la discriminación por razón de género, se puede poner
como ejemplo las oposiciones de magisterio en Francia, donde entran el mismo número
de hombres y de mujeres, aunque ellos se presenten en menor número o saquen peores
notas. En todos estos casos, ser negro, ser discapacitado o ser varón supone un plus con
el que se compensan diversos déficits. En tal caso el plus es legítimo puesto que la
desviación de la imparcialidad que comporta sirve para obtener bienes mayores que la
sociedad política busca, es decir, concede una ventaja para garantizar un igual punto de
salida, igualdad de oportunidades. Estos serían casos de discriminación positiva, en
cambio, que el 50% de las listas electorales sean mujeres, no lo es, porque si no lo
aseguras por ley, se produce la discriminación. Con la paridad las mujeres no piden que
les den más, sino imparcialidad, que tu sexo no opere en tu contra. El uso del sistema de
cuotas, es decir, que ninguno esté sobrerrepresentado o disminuido en las esferas de la
autoridad o el poder, no es un caso de discriminación positiva. La paridad no busca integrar Comentado [AMM12]: INDIVIDUOS AFINES NO
al diferente, busca romper el techo de cristalii. El sistema de cuotas puede tener PUEDEN SER TRATADOS DE MOD AFIN PARA
ASEGURARNOS UN PEQUEÑO MARGEN A FAVOR
perversiones, como que se tenga en cuenta la cantidad y no la calidad. En este sentido DEL GRUPO MINORITARIO AL INICIO DE LA
cabe destacar que el sistema de poder, al que el feminismo del 68 llamó patriarcado, COMPETICION.
EL SISTEMA DE CUOTAS VISIBILIZA A LAS
existe y es un pacto fuerte que excluye a las mujeres de los bienes y de los derechos. MUJERES EN LAS ESFERAS DE LO PUBLICO
Funciona regularmente y se reproduce incluso en condiciones adversas. De este modo,
ante el sistema de cuotas, no dejarán que sean las vanguardias feministas las que elijan
a las mujeres que representen al resto, sino que es el propio patriarcado el que elegirá a
las mujeres menos combativas y menos molestas, cumpliendo únicamente la exigencia
numérica. Por otro lado, el techo de cristal no sólo existe, sino que se ha demostrado que Comentado [AMM13]: A MEDIDA QUE SE SUBE DE
actualmente hay menos mujeres en puestos de poder que hace una década y por tanto NIVEL JERARQUICO, A IGUAL FORMACION, LAS
MUJERES NO ACCEDEN A LOS PUESOS DE
debería estudiarse por cuáles procedimientos es apartado el talento femenino, por qué los PODER
genios que nacen mujer se pierden para la historia.
El objetivo de paridad y las leyes de igualdad son los objetivos de nuestros tiempos. El
feminismo tiene una amplia agenda internacional. Pero no sólo somos internacionalistas
por ética, sino también por necesidad. No podemos desentendernos del resto del mundo,
entre otras cosas porque a veces nuestras conquistas no sólo no avanzan, sino que
incluso retroceden. El feminismo en este momento está produciendo la autoconciencia de
las mujeres como grupo. Las mujeres nunca han tenido conciencia clara de pertenecer a
un colectivo, precisamente por su posición minorizada y ahora está surgiendo un
“nosotras” global. El feminismo nos está construyendo como sujeto político. Invertir en
redes de solidaridad es una cuestión de supervivencia. Sin contar con las que viven en
peores condiciones, que aún son muchas. Porque la agenda del feminismo está abierta
por diferentes páginas en cada lugar del mundo. Y es que la agenda puede ser diversa,
pero la teoría es sumamente estable. El feminismo no ha cambiado como conjunto teórico
explicativo en estos tres siglos. Tanto sus recursos argumentativos cuanto lo que dice, a
quién se lo dice, cómo lo dice, contra qué argumenta, con qué argumentos…todo se
mantiene estable a lo largo del tiempo.
Comunitarismo: Surge en los años 80. Vindica la comunidad como sujeto moral y político.
Afirma que (1) las comunidades que se integran en el estado son sujetos morales y
políticos que han de encontrar vías de interlocución y participación en el estado (2) y que
el individualismo es un mal compañero moral. Multiculturalismo y comunitarismo se
vinculan partiendo de que la diferencia añade riqueza a la convivencia.
La Modernidad: La gente cree tener derechos individuales, pero están lanzados a una
lucha de todos contra todos en la que la eticidad se diluye.A partir de la Ilustración,
comienza la disolución del sentido moral y el ascenso al individualismo.
Las comunidades: Para la mejor existencia de la comunidad, han de ser desterrados los
rasgos del individualismo y el ejercicio pleno de algunos derechos individuales. Hablar en
abstracto de la comunidad borra las diferencias de género. Una comunidad es un conjunto
de prácticas, entre ellas las de género. Hombres y mujeres no están separados por una
mera dimorfia natural espontánea, son conjuntos normativos los que separan los sexos.
Los varones: lo público, las mujeres: lo privado. Ningún grupo humano ha visto con buenos
ojos la indiferencia a estas normas. Las normas cambian, pero siempre existen normas
diferentes en función del sexo. En todas ellas se mantiene un estatuto diferencial de
mujeres y hombres, siempre hay una eticidad que norma al colectivo femenino: cuidado,
decencia, abnegación…. cualquier comunidad se fija en que sean las mujeres las que no
se desmanden. Las mujeres se sientan Hipernormadas, por la existencia de una doble
moral y por tener que cumplir el doble o triple de deberes. Hasta las sociedades más
individualistas mantienen esta eticidad, en las que se producen las “situaciones de
contraste”. Ejemplos: cuando cae enfermo alguien, se busca a las mujeres. Para ejercer
violencia o presión, a los hombres. Además existen regresos a esa eticidad grupal en forma
de ritos o festividades.
El relativismo cultural: Cada grupo tiene una serie de leyes distintas, se plantea si hay
una naturaleza humana común o no.
El núcleo del relativismo es que todas las sociedades son más o menos equivalentes. Ha
sido muy útil al feminismo. Permite relativizar. Contra la idea de que los rasgos que se
atribuyen a las mujeres en un determinado contexto son naturales, basta con buscar
rasgos diferentes en otro contexto. El feminismo ha utilizado la cara amable del
relativismo, no llevándolo al extremo. Pero el multiculturalismo puede utilizar la otra cara:
cada cosa es un rasgo de la cultura, defendible en su contexto.
LA AGENDA INTERNACIONAL
La agenda feminista tiene una enorme estabilidad a lo largo de la historia. Si bien es cierto,
que cada inflexión histórica del feminismo ha venido acompañada de una agenda
específica. Y la agenda ha definido aquellos temas de los que la vanguardia feminista
debía ocuparse. La agenda ilustrada comenzó tratando la obligada sumisión de las
mujeres; el entendimiento contractual del matrimonio y la equidad en la herencia. La
agenda sufragista, se fijó en los derechos educativos, civiles y políticos, más el
abolicionismo. La agenda contemporánea incluye la plenitud de los derechos individuales,
y, desde los ochenta, la paridad. Esas son agendas, por así decir, invariantes en el devenir
de la teoría y la acción pública.
Ahora bien, la agenda no se produce en un medio que no posea circunstancias propias.
Actualmente el feminismo en Occidente lidia con un par de agendas sobrevenidas que se
suman a la principal. El intenso y acelerado proceso de globalización, que ha producido
ya dos guerras mundiales y una paz vigilada durante el último siglo, ha empujado al
feminismo más allá de su internacionalismo inicial. El sufragismo fue un movimiento y una
vanguardia internacional que ocupó ambos lado del Atlántico con frecuentes relaciones.
La capacidad migratoria de los grupos humanos contemporáneos nos pone ante la agenda
sobrevenida.
Si sabemos que determinado grupo sigue con prácticas de la primera agenda, esto sin
duda puede parecernos desdichado, pero no compromete la claridad de la acción ni las
prioridades. Pero si miembros de ese grupo se instalan en nuestras propias sociedades,
sin duda la cosa cambia y bastante. Por esta circunstancia, aliada con el surgimiento de
políticas identitarias, el debate del multiculturalismo ha venido ocupando al feminismo
desde hace tres décadas. El multiculturalismo y sus derivados actuales son una.
No es la única. Dos debates se le han unido más recientemente. Se trata de la prostitución
voluntaria y los vientres de alquiler altruistas.
Respecto del primero hay que decir que proviene directamente del debate sobre la
pornografía habido en los años setenta del XX, el patriarcado supo reinterpretar ese
movimiento a su favor: desde el inicio intentó incluir la vieja maquinaria pornográfica y
prostitucional dentro del orden de la libertad. Con los resultados que conocemos.
Y otro tanto sucede con la maternidad. Adquiridos por fin los derechos de filiación, custodia
y patria potestad, ser madre se convirtió en algo diferente. Y cuando a ello se añadió la
libre elección, en algo radicalmente diferente. Sin embargo en el momento presente se
pretender comprar y alquilar los cuerpos de las mujeres para que unos terceros tengan
hijos, criaturas que a ellas no les pertenezcan.
La bandera del feminismo es pesada. Se enfrenta desde el principio a un sistema de
minoración, humillación y venta que funciona razonablemente. Que produce privilegios,
por lo tanto apoyo, en casi la mitad de la humanidad. Que cursa necesariamente con
violencia porque nunca ha tenido todo el asentimiento que tanta falta de equidad requiere.
La violencia es el huracán que llena las velas. Deflactar esa violencia, desaparecerla, es
por lo tanto una condición sine que non del cumplimiento completo de la agenda. No
parece que vaya a ser fácil ni que suceda espontáneamente de hoy para mañana. De ahí
la constante necesidad de políticas feministas. Instalan a la humanidad frente a su propio
objetivo humano. La obligan a trascenderse e inventarse como tal. La mantienen en pie.
Nunca por lo tanto dejarán de ser necesarias, porque la libertad y la igualdad no
pertenecen al orden espontáneo de las cosas.
GLOBALIZACIÓN Y NUEVAS SERVIDUMBRES DE LAS MUJERES
La globalización es el mayor proceso de transformación social después de la revolución
industrial. Está dando lugar a nuevas formas de estratificación social, nuevas relaciones
sociales, así como un nuevo imaginario colectivo.
El origen de la globalización se encuentra en dos factores: las tecnologías y la
reestructuración del capitalismo. Es un proceso que pretende hacer del planeta un espacio
único y sin fronteras para el dinero, las mercancías y los servicios. Este sistema crea
grandes bolsas de pobreza al privar de los beneficios del informacionalismo a millones de
personas en todo el planeta.
La hipótesis de la mayor parte de las investigaciones críticas con la globalización es que
los estados han facilitado los intereses del neoliberalismo. Sin embargo, han sido las
grandes entidades transnacionales de carácter financiero (FMI, Banco Mundial…) las que
han impuesto las reglas del juego que se están consolidando como estructuras de poder
políticas y económicas que trascienden los estados, socavando su soberanía y minando
las bases de la democracia.
En este sentido: ¿Qué capacidad tienen las mujeres para influir en las nuevas estructuras
sociales y en qué manera se pueden modificar los escenarios sociales que se están
creando en esta nueva era marcada por la globalización?
Es crucial producir conocimiento y reflexiones feministas que iluminen los nuevos hechos
sociales que se están gestando y que afectan las vidas de las mujeres. Se debe explicar
los múltiples cruces de dominación en que están inscritas las mujeres y que tan excelentes
beneficios están produciendo a los varones y la nueva economía capitalista.
Tenemos la obligación de desmontar conceptual e ideológicamente esa especie de
determinismo económico ya que las políticas económicas neoliberales tienen efectos
perversos para diversas zonas del planeta y para ciertos colectivos sociales.
La globalización tiene dos caras: la positiva y la perversa. El capitalismo aprovechó
ágilmente para adueñarse de estas tecnologías y expandirse con los menores controles
posibles con la idea de hacer imperar lo económico por encima de las consideraciones
éticas. Es importante entonces entender que las tecnologías informacionales, con internet
a la cabeza, no han servido solo para este fin si no también para el contrario. Las inmensas
posibilidades tecnológicas para la humanidad y las facilidades que abre a los individuos y
comunidades a efectos de una comunicación intercultural para a la larga construir una
comunidad moral global. Si el neoliberalismo no se hubiera apropiado de la globalización,
ésta hubiese podido desembocar en el interculturalismo.
El principal instrumento de las políticas económicas neoliberales son los Programas de
Ajuste Estructural (PAE) diseñados por los estados y dictados por el exterior (BM y FMI):
en general se basan en cortes en los presupuestos gubernamentales, programas de
privatización, desregularización de los mercados, entre otras medidas. “El propósito de
estas medidas era proporcionar la “competitividad” de las economías estatales, lo que
comúnmente significa agudas restricciones en los programas sociales”. Los PAE
“ciertamente han tenido en muchos casos el efecto contrario. Han aumentado la
dependencia y deuda de los estados, así como multiplicado el desempleo y la pobreza.
Estas políticas se basan en el recorte en el gasto público que, con el desempleo, suelen
tener efectos catastróficos pues obstaculizan el acceso a la salud y a la nutrición de los
sectores más vulnerables, mujeres e infancia. Cuanto esto sucede en países altamente
endeudados o con alta pobreza tiene efectos similares a un “genocidio económico”.
Es necesario reconocer que la reestructuración global se produce en un terreno marcado
por el género, ya que los efectos de la globalización neoliberal sobre la vida de las mujeres
son tan significativos como la feminización de la pobreza o la segregación genérica del
mercado laboral. ¿Cuál es el resultado de la aplicación de estas políticas sobre la vida de
las mujeres?: La pobreza, la supervivencia, la exclusión y el trabajo gratuito se feminizan
cada vez más. Ya que las funciones que el estado abdica, al realizar los recortes sociales,
recaen en las familias y son asumidos por las mujeres del mismo modo que antes de que
se aplicasen las políticas sociales. Por tanto, tenemos como resultado que las mujeres
trabajan más y en peores condiciones. Las mujeres no acceden al mercado laboral en las
mismas condiciones que los hombres ya que no cuentan con los mismos recursos ni
movilidad que ellos. Su acceso se ve muy condicionado al “impuesto reproductivo” surgido
de la explotación económica y doméstica en la familia, donde los varones controlan y
explotan los poderes de amor y cuidado de las mujeres sin devolver equitativamente lo
recibido. Este proceso de explotación las deja incapacitas para reconstruir reservas
emocionales y sus posibilidades de autoestima y autoridad. Lo cual explica en buena parte
la precaria y débil inserción de las mujeres en el nuevo mercado laboral global. De todas
formas, hay que señalar que la globalización económica está haciendo crecer el empleo y
el trabajo de las mujeres. En los países desarrollados, las mujeres se trasladas de la
industria a los servicios y en los países en desarrollo, se trasladan del trabajo gratuito del
hogar y la agricultura de subsistencia a la economía monetaria. Es cierto que, en la
mayoría de los lugares del mundo, la participación de las mujeres en el mercadora laboral
ha aumentado, pero las condiciones son desfavorables. Es obvio que las mujeres trabajan
más, pero en las mismas condiciones de invisibilidad de siempre.
Lo cierto es que estos nuevos sistemas de producción “flexible”, requieren de un nuevo
perfil de trabador/a: personas flexibles, capaces de adaptarse rápidamente a cambios, a
los que despedir fácilmente, dispuestos a trabajar en horarios irregulares. Esto se produce
en un marco en que los estados están eliminando progresivamente las regulaciones
protectoras con el objetivo de eliminar barreras para la competitividad y flexibilidad.
Se está intensificando la segregación laboral, distinguiendo entre dos clases de
trabajadores/as: autoprogramables y genéricos. Los primeros poseen educación en el
entorno organizativo adecuado por lo que pueden reprogramarse hacia las tareas en
cambio constante del proceso de producción; los segundos son asignados a tareas
determinadas, solo se espera que reciban y ejecuten señales. Los autoprogramables son
en su mayoría varones y las genéricas mujeres.
El hecho de que solo el 1% de la riqueza mundial este en manos de las mujeres y de que
la tasa de analfabetismo femenina duplique a la masculina sienta las bases de esta
desigual distribución laboral. Además, los prejuicios y estereotipos de género ejercen
poderosa influencia, este fenómeno también ocurre con las personas migrantes que llegan
al “primer mundo”. El género, la etnia, la inmigración, entre otras variables, determinan en
muchas ocasiones el espacio laboral de trabajadores y trabajadoras. Refuerza la reflexión
feminista que asegura que el sistema capitalista no actúa en solitario si no que consensua
con otros sistemas hegemónicos como el patriarcado.
Todos estos motivos muestran la necesidad de que el feminismo construya un discurso
crítico hacia la globalización económica. Los datos apuntan a la necesidad de que los
argumentos feministas tengan un espacio relevante en los movimientos antiglobalización.
Esto requiere que el feminismo se articule críticamente contra la feminización de la
exclusión social y contra la feminización de la supervivencia que se concreta en la industria
del sexo, pues si se construyen
alternativas creíbles a la globalización neoliberal y el feminismo está ausente de su
formulación y de su defensa política, después no podrá obtener ninguno de los beneficios
de ese éxito político.
TRATA Y PROSTITUCIÓN
La globalización ha producido otro conjunto de dinámicas en las cuáles las mujeres están
desempeñando un rol crítico, se está feminizando la supervivencia. En efecto, la
producción alimenticia de subsistencia, el trabajo informal, la emigración o la prostitución
son actividades económicas que han adquirido una importancia mucho mayor como
opciones de supervivencia para las mujeres. La participación de las mujeres está
creciendo, tanto en los sectores económicos legales como en los ilegales. El tráfico ilegal
de mujeres para la industria del sexo está aumentando como fuente de ingresos y las
mujeres son el grupo de mayor importancia en los sectores de la prostitución y la industria
del sexo.
TRATA Y PROSTITUCIÓN
La globalización ha producido otro conjunto de dinámicas en las cuáles las mujeres están desempeñando
un rol crítico, se está feminizando la supervivencia. En efecto, la producción alimenticia de subsistencia, el
trabajo informal, la emigración o la prostitución son actividades económicas que han adquirido una
importancia mucho mayor como opciones de supervivencia para las mujeres. La participación de las
mujeres está creciendo, tanto en los sectores económicos legales como en los ilegales. El tráfico ilegal de
mujeres para la industria del sexo está aumentando como fuente de ingresos y las mujeres son el grupo de
mayor importancia en los sectores de la prostitución y la industria del sexo.
La prostitución es el eje de la industria de la explotación sexual, en su mayor parte ilegal, que utiliza los
cuerpos de las mujeres como mercancía. La característica que tienen las mujeres para esta economía
ilícita es su bajo coste y sus altos beneficios.
El argumento para legitimar la prostitución por parte de los propios movimientos que representan a los
colectivos oprimidos, es el de la libertad y de la autonomía. Utilizar la palabra libertad para legitimar la
explotación sexual es inédito. Los seres humanos no elegimos en abstracto, elegimos en situaciones
concretas. La falta de recursos económicos y culturales, la racialización, la falta de expectativa o la
ausencia de estructuras de oportunidades, en una gran parte del mundo, está en el origen de la industria
de la explotación sexual. No hay libertad en la absoluta necesidad ni en la supervivencia. Y eso es la
prostitución: supervivencia.
La industria de la prostitución exalta los deseos, como así lo viene haciendo el capitalismo neoliberal, está
fabricando un imaginario en el que los deseos de las mujeres no cuentan. La prostitución niega los deseos
sexuales de las mujeres, deben renegar de sus deseos para satisfacer los masculinos. Esta concepción
del deseo responsabiliza a los colectivos oprimidos basándose en la premisa de la libertad individual.
Resulta increíble que desde el interior se defienda la prostitución con el objetivo de proteger a las mujeres
prostituidas. Ya que la única forma de ejercer esa defensa es ofrecer alternativas de vida que les permitan
construir su propio proyecto vital. Solo podemos hablar de libertad cuando existen otras alternativas y
oportunidades. La libertad sin igualdad se convierte en la ley del más fuerte.
¿Cómo erradicar la prostitución? Es imprescindible que la sociedad se conciencie de que no es aceptable
ni deseable y que por supuesto esto se traduzca en leyes que criminalicen la industria de la prostitución así
como políticas de discriminación positiva que aporten igualdad de oportunidades a las mujeres.