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Encuentro con Jesús
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en el campamento
a Travis no sabía qué hacer con su compañero
de campamento. A los doce años, Logan era el
chico más rudo de la cabaña, y quería estar a cargo
l de todo y de todos. Una noche, Logan decidió que
no iría a dormir, así que Travis y su consejero
idearon un plan.
–Está bien –le dijeron al obstinado campista–,
puedes quedarte despierto siempre y cuando leas la Biblia.
dy A Logan le pareció buena idea, pero les dijo que él no tenía Biblia. De hecho, jamás había
r- leído la Biblia. Así que, el consejero le prestó a Logan su Biblia, y ayudado por la luz de la
luna y una linterna el niño se encontró por primera vez con los héroes del Génesis.
o, –La verdad es que encontré historias bien interesantes –le dijo Logan por la mañana.
Le había gustado especialmente la historia de José, e hizo muchas preguntas, sorprendido
de que José hubiera podido ser capaz de hacer todo lo que hizo.
“Aunque la actitud de Logan seguía siendo ruda, los engranajes ciertamente habían
ial
comenzado a girar a través de su interés”, recordó Travis. “Fue muy divertido ver el
cambio que tuvo lugar en él durante la semana.”
ly,
SE NECESITA MUCHA ORACIÓN
La mayoría de los niños que vienen al Campamento Polaris no conocen la Biblia. Travis
recuerda un tiempo en el que solo un campista conocía la historia de David y Goliat.
“Atendíamos niños que no provenían de hogares cristianos, y que no conocían la Biblia. Se
necesita mucha oración para alcanzar a esos niños, y para saber cómo llegar a ellos”.
Travis, un estudiante del último año de Ingeniería Mecánica en la Universidad de
Walla Walla, comenzó a trabajar en el Campamento Polaris en 2011. Aparte de consejería,
ha impartido una variedad de clases, incluyendo wakeboarding y modelismo espacial.
“Cada verano disfruto muchísimo, y es por eso que siempre regreso –dice–. He
ño, aprendido mucho sobre la confianza que debo tener en Dios, porque hay situaciones que
, no estás seguro cómo manejar durante la semana, pero se logran. Al ver las cosas en
retrospectiva, me doy cuenta de que incluso las cosas difíciles fueron positivas.
Definitivamente, se trata de aprender a confiar en Dios.
“Creo que ahora estoy mucho más preparado para cuando me encuentre con
n- situaciones repentinas. He aprendido a ser flexible y fluir con la corriente, y a estar listo
e para lo que sea, porque uno no sabe lo que va a pasar después”.
UNA LUZ EN EL MUNDO
Heather Ueeck creció en Delta Junction, un pequeño pueblo ubicado al final de la
Autopista de Alaska. Cuando era niña, a Heather le encantaba ir al campamento cada
verano y llevar un registro de sus experiencias, enumerando sus actividades diarias. Al
HISTORIAS DE FANTASMAS
Todos estábamos en la cabaña, y algunos de los chicos querían contar historias de
el fantasmas. Fue alrededor de las doce y media de la noche, y yo les dije que quería dormir,
pero igual comenzaron a contarlas. Nuestro consejero estaba dormido, así que no sabía lo
que estaba pasando. Después de un rato, las cosas comenzaron a ponerse realmente
espeluznantes. Uno de mis amigos estaba sentado en la esquina muy callado. Luego de que
contaron la última historia de fantasmas, se levantó de un salto y corrió hacia el otro lado
de la cabaña, donde yo estaba. El único rayo de luz que entraba a través de la puerta
brillaba sobre mi litera, y él quería estar ahí a mi lado.
–Chad –dijo–, no sé que pasa, pero estoy realmente asustado. Algo me pasa.
Yo también estaba asustado, y dije:
–¡Busquemos una Biblia!
Comencé a leer la Biblia con él, y otro amigo se nos unió en la litera; también estaba
asustado. Continué leyendo historias de la Biblia, pero noté que mis amigos seguían con
miedo, así que pregunté:
as –Jim, ¿tienes una Biblia?
Dijo que sí. Sin saber qué más hacer en ese momento, le dije que la abriera y la
colocara en su pecho. Seguí leyendo textos de la Biblia, pero ellos seguían asustados, así
s que les sugerí que saliéramos.
,
de ÁNGELES EN LAS MONTAÑAS
A la luz de la luna pudimos ver el lago Aleknagik, y las enormes montañas que nos
rodeaban. Mientras miraba las cumbres de las altas montañas, recordé una historia bíblica
que había aprendido cuando era niño: la historia de cuando el siervo de Eliseo tuvo miedo
al verse rodeados por el enemigo. Eliseo oró para que Dios abriera los ojos de su siervo. Al
recordar esa historia, de repente les dije a mis amigos:
–¡Miren! ¡Fíjense en las siluetas de las montañas! ¡Todos los ángeles están en estas
montañas!
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qu
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pa
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Ellos merecen
una oportunidad
Cuando Dan Jacko no está ocupado ayudando
a la gente a aprender a caminar de nuevo, está
ayudando a los miembros de su iglesia en su
caminar espiritual. El pastor Dan es fisioterapeuta
profesional, y también se desempeña como
pastor laico en la Asociación Mountain View
en el distrito de dos iglesia de Elkins y Parsons,
Virginia Occidental. También es profesor de Biología y Química en la secundaria de la
Escuela Adventista Highland en Elkins. Su esposa, Cheryl, es educadora y enfermera, y
trabaja como directora del preescolar y la escuela primaria. Su hijo Jeremy enseña Biblia,
matemáticas e historia.
Convencido de que su misión es importante, cada dos años el pastor Dan lleva a sus
alumnos y a los miembros de la iglesia en un viaje misionero. Hasta el momento, han
estado en México, Panamá, Honduras y Costa Rica.
En Costa Rica, construyeron una iglesia durante el día, y presentaron reuniones de
evangelización y escuelas bíblicas vacacionales en cuatro iglesias durante las noches. A
pesar de tener su agenda copada, el pastor Dan se quedó impresionado por la dedicación
del pastor en Costa Rica, que lidera seis iglesias y no tiene un automóvil con el cual
movilizarse.
El pastor Dan y sus miembros no solo construyen iglesias en el extranjero. También
lo hacen en casa, donde recientemente completaron su propia iglesia y escuela, ubicada
en un terreno de dos hectáreas, y están completamente libres de deudas.
ABRUMADOS CON TANTAS SOLICITUDES
El desafío más reciente para el pastor Dan y la iglesia de Elkins, compuesta por
ochenta miembros, es mantenerse al día con las muchas peticiones de estudios bíblicos
que reciben de su comunidad. Entre 2013 y 2014, hicieron tres envíos por correo que
cubrieron todo el Estado de Virginia Occidental invitando a recibir el curso “Discover”,
de La Voz de la Profecía. La respuesta fue abrumadora: diez mil personas mostraron
su interés en recibir estudios bíblicos. De ese número, más de doscientas procedían de la
zona de Elkins/Parsons.
“Algunos estudios se imparten personalmente –explica el pastor Dan–, y otros son
enviados por correspondencia. Estos son luego evaluados por los miembros de nuestra
iglesia”. Las iglesias son responsables de la compra de las lecciones y del envío de las
lecciones a los estudiantes a través del correo.
“Lo que hace que esta zona sea más que un campo misionero –dice el pastor Dan–
es que uno se encuentra con una gran cantidad de personas que dicen: ‘Yo creo en esto’,
pero si sus familias no están de acuerdo, simplemente no hacen el compromiso”.
Sin embargo, el pastor Dan y las pequeñas iglesias que dirige consideran
Un gran corazón
“¡Le dispararon a mi perro! –le dijo Brayden
llorando a su amigo Payton–. Me gustaría que
hablaras en su funeral”.
Payton tenía doce años, y nunca había
participado en un funeral, pero como deseaba
ce ayudar a su amigo, le dijo que haría lo que pudiera.
“Planeé todo el asunto –dijo–. El perro fue
enterrado en mi jardín. Brayden y yo cavamos la tumba”. Después de ofrecer unas
palabras, los chicos echaron el plato del perro, el collar y el juguete chillón antes de
la rellenar la tumba.
s Cuando Payton y su familia se mudaron al vecindario, Payton se hizo amigo de
Brayden y se enteró de las luchas que este enfrentaba en su casa. “Yo le dije que era
cristiano y compartí mis creencias con él –dijo Payton–, y entonces él me dijo:
‘¡Me gustaría probar eso!’ ”
Brayden comenzó a pasar más tiempo en la casa de Payton, y a menudo se
quedaba a dormir, especialmente los viernes, para poder ir con Payton y su familia a
ue la iglesia al día siguiente. Al poco tiempo, Hunter, el primo de Brayden, también
quiso quedarse con Payton. “Así que, alojaba a tres personas en mi habitación”,
a cuenta Payton.
Aunque la habitación de Payton es pequeña, su corazón es grande. Él se hizo
ro amigo de otro vecino llamado Wyatt, cuyo padre se suicidó. A los trece años, Wyatt
ha había sido expulsado de varias escuelas públicas, y su madre no sabía qué hacer con
e
él. Payton pasó tiempo con Wyatt, y lo invitó a ir a los Conquistadores y a la iglesia
junto con los otros chicos, pero la madre de Wyatt no permitió que su hijo
participara.
Durante los siguientes tres años Payton compartió su fe con Wyatt, y un día
después de enterarse de que tal vez se mudarían, Wyatt les entregó a Payton y a su
hermana, Stormy, una nota. La nota tiene tanto valor para Payton que la mantiene
en la caja fuerte de la familia.
“Queridos Payton y Stormy:
Antes de que se vayan, quiero darles las gracias. Cuando ustedes llegaron, yo
estaba descarriado. Dejé de ir a la iglesia y no pensaba regresar. Payton: cuando nos
hicimos amigos, yo estaba tratando de hacerme el duro, pero por dentro quería ser
más como tú. Cuando llegaron los tiempos difíciles y perdí a mi padre, hablar
contigo fue un consuelo. Aprendí de Dios a través de ti. Eras y sigues siendo un
héroe, una inspiración y un modelo a seguir para mí. Tus padres deben estar muy
orgullosos de ti, sabiendo que me ayudaste a encontrar a Jesús”.
Ea
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M
en
El experimento de la bondad
Miranda Starr, directora y profesora en la
Academia Parkersburg en Virginia Occidental,
ia, quiso hacer un experimento con sus alumnos de
primer y segundo grados.
“En la clase de Biblia estábamos estudiando
os acerca de la bondad, y la forma en que esta
se contagia –dice ella–. Queríamos ver
si realmente pasa”.
Entonces Miranda tuvo una idea: ¿Por qué no ir a Eagle Pointe, un hogar de
ancianos local, donde los estudiantes podrían practicar sus habilidades de lectura
Y y hacer amistad con los residentes? “Esto era algo que siempre había querido hacer
r –admite–. Nos gusta cantar, pero [me preguntaba] ¿qué otra cosa podíamos hacer
por ellos, de manera que pudiéramos entablar relaciones?” Entonces, otra idea se les
. ocurrió: los niños podrían practicar sus habilidades de lectura leyéndoles en voz alta
a los residentes de Eagle Pointe.
Miranda compartió su idea con la clase, y todos los niños se emocionaron y se
sintieron motivados a leer. En enero, ya los estudiantes estaban leyendo lo
suficientemente bien como para hacerlo por su cuenta.
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FELICES DE COMPARTIR
a
“Cada dos viernes vamos a Eagle Pointe –explica Ben, de ocho años–. Le cantamos
ué a todo el grupo, y les leemos a los residentes”.
mi “No fue difícil escoger una pareja –comenta Reagan, de siete años–. Veíamos
a los residentes, ¡y elegíamos al que nos gustaba!”
o Los alumnos también podían escoger el libro o los libros que querían leerles a sus
e parejas, e intercambiar libros con otros alumnos al terminar el suyo.
Los niños leen y al mismo tiempo desarrollan amistades. “El nombre de mi
pareja es Jane –dice Sofía, de seis años–. Yo le leí algo relacionado con las huellas de
los animales, y también acerca de un zorro rojo. ¡Ella me contó que una vez tuvo un
zorro como mascota!”
Los residentes disfrutan claramente de las visitas, al igual que los jóvenes lectores.
“Me gusta ver a los residentes sonreír”, dijo Ben.
Los estudiantes de tercer a octavo grado también participan en el ministerio en
Eagle Pointe. “Me gusta mucho ir allí –dice Ryleigh, de nueve años–. Yo le leo a un
abuelito que se llama Mark. Él siempre se alegra de verme, y me dice: ‘Dios te ama’.
Me gustaría poder ir más a menudo, porque él me cae muy bien”.
En agradecimiento por las visitas de los niños, Eagle Pointe celebró un banquete
en su honor, y le entregó una placa de reconocimiento a Miranda Starr: “Niños
De la desesperación
a la esperanza: 1a parte
os Yo apenas tenía cuatro años cuando mi madre
murió. Era demasiado pequeño para entender la
muerte, pero sabía que algo andaba mal. Mi infancia
fue infeliz. Por mucho que lo intentaba, no podía
complacer a mi padre. Él me prestaba poca atención.
Cuando tenía nueve años me fui de casa, y me
quedé con amigos y familiares hasta que me
pusieron en una serie de hogares de crianza.
Cuando era adolescente, estuve en un reformatorio durante tres años. Allí conocí
a un chico muy alto, que era un excelente jugador de baloncesto. Comenzamos a hablar,
y cuando le dije mi nombre me miró sorprendido. Me dijo que éramos primos.
“Tu mamá y mi papá eran hermanos”, me aseguró. Casi no podía creerlo. Nunca
había conocido a la familia de mi madre, y no sabía que tenía tías, tíos y primos
de su lado.
Mi primo me llevó a su casa a conocer a mi familia, y en la casa había más y más
parientes que querían verme. Durante la conversación, me enteré de que mi madre
murió debido a complicaciones producidas por las palizas que mi padre le daba.
Fui liberado del reformatorio y me fui a vivir con mi tío. A veces iba a casa de mi
padre a ver a mi hermano y mi hermana menores. Una vez estando cerca de la casa,
vi a mi padre tomar a mi hermano pequeño y lanzarlo contra la pared. Cuando corrí
y traté de detenerlo, cogió una tabla y me golpeó con ella.
Mi ira contra mi padre fue creciendo. Él era un hombre querido y respetado en la
isla de Guam, pero nadie fuera de nuestra familia sabía lo que él era en casa.
Yo me negué a depender de otra persona. La secundaria la completé solo, y trabajé
para comprarme mi propia ropa. Cuando me gradué, me uní a la Guardia Nacional,
para poder salir de la isla. Dos años más tarde, pedí que me transfirieran a la Infantería
de Marina, donde logré alcanzar el rango de sargento.
Me casé, y tuve tres hijas con mi esposa. Mi trabajo me mantuvo lejos de casa
durante mucho tiempo, y se me hizo difícil mantener mi matrimonio, debido a mi
temperamento y mis ausencias. Finalmente, nos divorciamos. Me sentí muy herido y
vacío por dentro. Una vez más me quedé sin familia, y me sentí completamente solo.
INSATISFECHO
Aunque tenía una exitosa carrera en la Infantería de Marina, aún me sentía
insatisfecho. Ya nada me importaba, y decidí que la vida no valía la pena, así que un día
tomé mi rifle y me fui a la playa para acabar con mi vida.
Llegué hasta una roca que estaba en el agua y me senté con mi arma a pensar en mi
vida fracasada. Después de estar un rato sentado, un policía se acercó. Al parecer, notó que
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