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Unidad 6

Antonio Gramsci / Nestor Kohan

Introducción

¿Por qué Gramsci hoy?

Aparentemente, no hay frontera que detenga al capitalismo. El llamado “nuevo orden


mundial” no hace más que potenciar el expansionismo del colonialismo y el
imperialismo. Se globalizan los mercados, los capitales y los medios de comunicación.
El poder de los empresarios adquiere escala planetaria.
Esta fuerza arrolladora solo es torna posible por la imposición autoritaria de un modelo
único de vida. Bajo la falsa retórica de “la libertad” y “la sociedad abierta” el mundo
padece una dominación cultural sin antecedentes en la historia. Esta dominación
cultural se ejerce a través de dos modalidades complementarias. Una fabricación
industrial del consenso a favor del sistema y una permanente guerra ideológica (que
acompaña las guerras militares, los bombardeos y las invasiones) contra los pueblos,
los trabajadores y todos los oprimidos y oprimidas del mundo. La cultura autoritaria de
los poderosos ahoga cualquier disidencia radical.
Pero si los poderes del dinero y el mercado se globalizaron, también se mundializaron
las resistencias. En este nuevo contexto del capitalismo la cultura se ha convertido en
un espacio privilegiado del conflicto político, de las contradicciones sociales, de la
dominación, las resistencias y la lucha de clases.
Esta es la principal razón por la cual emerge ante los disidentes del “nuevo orden
mundial” capitalista la necesidad de un pensamiento alternativo que ubique en la
batalla de las ideas el eje de disputa.

La vida de un joven al servicio de la revolución

Antonio Gramsci (1891-1937) es un revolucionario italiano cuyo pensamiento se ha


tornado célebre a nivel mundial. De origen humilde (empieza a trabajar a los once
años) nace en Cerdeña, una de las zonas más marginales y atrasadas del sur de Italia.
En 1911 gana una beca de estudio y se traslada a Turín, el centro moderno, urbano,
cosmopolita e industrial del norte de Italia, sede de la empresa FIAT: Allí, militando ya
en el Partido Socialista Italiano (PSI), supera su regionalismo y estrecha filas junto a los
trabajadores.
Saludando la revolución de 1917 publicará en la edición nacional de Avanti: “La
revolución contra El Capital”, un texto clave en su formación teórica juvenil, donde
defiende a los bolcheviques desde un ángulo totalmente polémico con el
evolucionismo oficial de los principales intelectuales de la Internacional Socialista. El
joven Gramsci de este período (ya por entonces profundo admirador de la figura de
Lenin) insiste, una y otra vez, en defender un punto de vista del socialismo marxista
desde una perspectiva radical donde la batalla cultural se torna decisiva en la lucha de
clases. Esta idea, aunque modificada, no la abandonará en toda su vida.
Poco tiempo después, junto a un círculo de militantes funda “L’ Ordine Nuovo”, órgano
teórico de los consejos obreros. Estas instituciones proletarias construían su poder
contra las patronales burguesas mientras desafiaban, al mismo tiempo, el reformismo
de los sindicatos tradicionales y la moderación del Partido Socialista.
En septiembre de 1920 Gramsci participa en la ocupación de las fábricas y allí subraya
la necesidad de crear un defensa militar obrera ya que, sostiene, “la ocupación pura y
simple de las fábricas no resuelve el problema del poder”.
En enero de 1921, tras la finalización del período que se extiende entre la insurrección
de agosto de 1917 y la derrota de la huelga general de abril de 1920, Amadeo Bordita,
Antonio Gramsci y otros se separan del PSI y fundan el partido Comunista de Italia
(PCI).
El balance de la derrota del bienio rojo (los dos años de rebelión obrera y predominio
del consejismo en Italia) divide las aguas. La principal conclusión que extrae Gramsci es
que los obreros insurrectos del norte industrial no lograron construir la hegemonía
sobre los campesinos del sur. Los trabajadores urbanos quedaron asilados. Por eso
perdieron.
Gramsci atribuye la responsabilidad ideológica de ese fracaso al economicismo
(acompañado del positivismo y de culto de las ciencias naturales) predominantemente
en la tradición socialista italiana. Al reducir la perspectiva socialista únicamente al nivel
de reivindicaciones económicas, la ideología economicista impide a los trabajadores ir
más allá de los reclamos inmediatos del mundo fabril.
No es esta la única vez que Gramsci cuestiona las limitaciones economicistas del
socialismo. Más tarde, en sus “Cuadernos de la cárcel”, extiende esa crítica a la
ideología oficial consolidada en la URSS tras la muerte de Lenin (1924). Esta visión
política oficial, autodenominada “marxismo ortodoxo”, impedía dar una batalla
ideológica y cultural por la hegemonía socialista. Por eso Gramsci, aunque intenta
explicarla históricamente, la somete a crítica.
Gramsci critica la conjunción de:
a) Economicismo político: es una corriente política que se caracteriza por reducir la
ideología socialista al nivel inmediato de la lucha económica, sin dar cuenta de
la necesidad de generalización de los valores obreros socialistas al conjunto de
la clase trabajadora, los campesinos y los intelectuales.
b) Determinismo económico: constituye la creencia de que la sociedad está regida
por regularidades y leyes absolutas, al margen de la lucha de clases. El
determinismo cree que el capitalismo se derrumbará solo (por sus
contradicciones objetivas) sin necesidad de derrocarlo, sin necesidad de que
intervenga un sujeto colectivo que luche.
c) Materialismo metafísico: es aquella corriente filosófica que privilegia de manera
unilateral la regularidad objetiva, privilegiadamente natural, por sobre la
actuación práctica y política del sujeto social. Para el materialismo metafísico la
historia no juega ningún papel en la historia de la sociedad.

Según Gramsci la conjunción de estas tres posiciones erróneas, aunque se esgrimieran


desde un supuesto “marxismo ortodoxo”, tenía dentro del PCI consecuencias
marcadamente negativas. La principal era que de a, b y c se derivaba se derivaba
una actitud política pasiva (a la espera de la crisis Terminal del capitalismo) que
condenaba a la clase trabajadora a perder la iniciativa en la lucha de clases. Por
eso Gramsci rompe con Bordita.
Antonio Gramsci se convierte entonces en el máximo dirigente del PCI. Pero la clase
obrera ya había sido derrotada. Luego de avanzar sobre Roma (el 28 de octubre de
1922) el fascismo de Mussolini se consolida en el poder. En esta coyuntura y en
consonancia con la perspectiva abierta por Lenin en la Internacional Comunista, la
estrategia que para Italia promueve Gramsci es el frente único antifascista y
anticapitalista.
En 1926, poco antes de ser arrestado por los fascistas, envía una carta al comité central
del Partido Comunista de la URSS (PCUS) alertando sobre las nefastas consecuencias
para la revolución mundial que tendría una lucha fraticida al interior del partido ruso.
El poder, hilo rojo de los Cuadernos de la cárcel

La obra de Gramsci es muy fragmentaria. Sus Cuadernos de la cárcel reúnen miles de


páginas en miles de notas dispersas.
El principal objeto de reflexión que quita el sueño a Gramsci, desde su juventud
hasta su madurez, es el problema del poder. Él es un revolucionario que cree en el
marxismo como una teoría política de la revolución, no como una receta evolucionista
de los cambios graduales de la sociedad. Está convencido de que sin revolución no
habrá socialismo y que el problema central de la revolución es la cuestión del poder.
El capitalismo jamás se derrumba solo. ¡Hay que derrocarlo! Para eso hace falta un
sujeto social colectivo que intervenga, que sea activo, que no espere pasivamente la
crisis y el derrumbe como quien se sienta de brazos cruzados ver caer una fruta madura
de un árbol.
El sujeto debe intervenir políticamente. Pero la intervención política no se realiza en “el
aire”, sino a partir de determinadas relaciones de poder y de fuerzas porque, según
Gramsci, el poder no es una cosa sino que son relaciones. Este es uno de sus grandes
descubrimientos. Muchos años después que él, un pensador universitario francés,
llamado Michel Foucault (1926-1984), sostuvo la misma tesis, adquiriendo fama
mundial. En las academias, todos atribuyeron ese gran descubrimiento que en realidad
corresponde a Gramsci, quien formuló cuarenta años antes desarrollando lo que había
comenzado a pensar Lenin.
Gramsci entiende el poder como relaciones, pero no de cualquier tipo. El poder
está conformado por relaciones de fuerza entre las clases sociales. Gramsci
denomina “catarsis” al paso de la economía a la política, de lo meramente particular a
lo general, de reivindicaciones particulares a una visión abarcadora de la totalidad de la
sociedad.
Para los revolucionarios el principal obstáculo a resolver consiste en superar la
conciencia socialista, que no limite su alcance a reivindicaciones mínimas (permitidas y
hasta alimentadas por el sistema) sino que intente transformar el conjunto global de las
relaciones de poder de la sociedad.
La gran conclusión gramsciana sostiene que los obreros perdieron su batalla
contra la burguesía en 1920 porque lucharon solos. No pudieron construir una
fuerza social ni un bloque histórico que superara el límite de su lucha fabril. No
lograron construir la hegemonía. Los responsables principales fueron los
dirigentes del viejo PSI que estaban completamente ganados por la ideología
economicista.

La hegemonía en el pensamiento de Gramsci


Al reflexionar sobre la hegemonía Gramsci advierte que la homogeneidad de la
conciencia propia de una clase social y la disgregación de su enemigo se realiza
precisamente en el terreno de la batalla cultural. He aquí su tremenda actualidad para
pensar y actuar en las condiciones abiertas por la globalización capitalista, su guerra
ideológica contra toda disidencia radical, su dominación cultural mundializada y su
fabricación industrial del consenso.
La hegemonía es un proceso de dirección política y cultural de un grupo social
sobre otros segmentos sociales, subordinados a él. A través de la hegemonía un
grupo social colectivo (nacional o internacional) logra generalizar su propia
cultura y sus valores para otros, permitiéndole, de esta manera, ejercer un poder
sobre otros.
Este proceso de generalización de lo propio y subordinación de lo ajeno expresa la
conciencia y los valores de determinadas clases sociales, organizadas prácticamente a
través de significados dominantes que conviven con significados subalternos y
dominados.
La hegemonía constituye un proceso social vivido de manera contradictoria,
incompleta y hasta muchas veces difusa. Para ser eficaz y suficientemente
“elástica”, la dominación cultural necesita incorporar siempre elementos de la
cultura de los sectores dominados para resignificarlos y subordinarlos dentro de
las jerarquías de poder existente. En tiempos de Gramsci, las principales instituciones
de hegemonía eran la escuela y las Iglesias. En nuestra época son los medios de
comunicación masivos.
Hegemonía no es solo consenso, también presupone violencia y coerción sobre
los enemigos. Para Gramsci, no existe ni consenso puro ni la violencia pura. Las
principales instituciones encargadas de ejercer la violencia son el Estado (policías,
fuerzas armadas, servicios de inteligencia, cárceles, etc). Las instituciones donde se
ejerce el consenso forman parte de la sociedad civil (movimientos sociales, partidos
políticos, sindicatos, iglesias, instituciones educativas, asociaciones vecinales, medios de
comunicación, etc). Siempre se articulan y complementan entre sí, predominando
uno sobre otro según la coyuntura histórica.
Por último, la hegemonía nunca se acepta de forma pasiva. Está sujeta a la lucha,
a la confrontación, a toda una serie de “tironeos”. Por eso quien la ejerce debe
todo el tiempo renovarla, recrearla, defenderla y modificarla, intentando
neutralizar sus adversarios incorporando sus reclamos pero desgajados de toda su
peligrosidad.
Como la hegemonía no es entonces un sistema normal cerrado, sus articulaciones
internas son elásticas y dejan la posibilidad de operar sobre ellas desde otro lado:
desde la crítica al sistema, desde la contrahegemonía (a la que permanentemente
la hegemonía debe contrarrestar).
Para triunfar (a nivel nacional y también internacional), los trabajadores necesitan crear
sus propios intelectuales (que él denomina “orgánicos”) para a su vez ganar a una
franja importante de intelectuales tradicionales, ya que ellos son los encargados de
elaborar el cemento ideológico del consenso y la cultura con que se construye y
reproduce el orden social.

En el pensamiento de Gramsci “economía” (conflictos y reivindicaciones
puntuales de los movimientos sociales), “política-cultura” (elaboración de la
hegemonía y la conciencia socialista) y “guerra” (confrontación y lucha para la
toma revolucionaria del poder) son tres momentos internos de una misma
totalidad social. No se pueden escindir, son grados y niveles diversos de una
misma relación histórica de poder.

Gramsci: Estado y sociedad civil / Carlos Pereyra

Discute y crítica ciertas visiones que se hicieron en torno a los conceptos de estado y
sociedad civil.

Enfoque liberal: supone una relación de completa exterioridad. El rechazo al


intervencionismo estatal y la pretensión de que el Estado limite su función a la de
simple guardián (vigilante nocturno) de las reglas del juego. El liberalismo económico
reduce las funciones del Estado a la tutela del orden público y del respeto a las leyes.
La insuficiencia teórica de esta concepción, que supone la disociación orgánica entre
sociedad civil y Estado, es decir, la absoluta exterioridad entre ambos, ha sido exhibida
históricamente. Además, la idea de que la dirección del desarrollo histórico pertenece a
las fuerzas privadas, a la sociedad civil, ha sido conjugada, cuantas veces fue necesario,
con la exhortación de los liberales a la intervención pública allí donde solo ella puede
preservar los privilegios del capital. Quienes sostienen el liberalismo económico y el
convencimiento respecto a la eficacia de los mecanismos autorreguladores de la
sociedad capitalista no pueden prescindir, sin embargo, de las intervenciones
autoritarias y coercitivas del Estado. Nada verifica la confianza en que la estructura
misma del capitalismo contiene elementos reguladores cuyo desarrollo reduciría
progresivamente esas intervenciones estatales. De ninguna manera pueden
concebirse Estado y sociedad civil como entidades separadas, con un
funcionamiento exterior de una respecto a la otra.

Enfoque totalitarista: hay sin duda alguna vinculación entre Estado y sociedad civil,
pero de ello no se refiere a que ésta se desvanece hasta confundirse con aquél.
Englobar el conjunto de actividades superestructurales en una unidad
indiferenciada solo puede conducir a tergiversaciones analíticas y posiciones
políticas incorrectas. Medios de comunicación, centros educativos, sindicatos,
organismos eclesiales, etc, no son “aparatos ideológicos del Estado”, son instituciones
ideológicas y políticas de la sociedad civil cuyo funcionamiento se deslinda de los
dictados gubernamentales en la medida en que son espacios abiertos a la lucha de
clases.
Desde sus primeros escritos Gramsci estuvo empeñado en combatir el
economicismo predominante en la II Internacional. Su insistencia en este punto
llega al extremo e incurrir en proclamas voluntarias y en el exabrupto de considerar la
acción bolchevique como una revolución contra “El Capital” de Marx. Sin detenernos
ahora en examinar tales excesos, debe subrayarse la importancia de la contribución
gramsciana en la pugna contra ese flanco débil de la tradición marxista, el
economicismo y sus lamentables consecuencias en el plano del análisis teórico y en la
práctica política. Gramsci sostuvo que la quiebra de la sociedad capitalista no se
produce por el estallido de las crisis económicas. Su investigación revelaba la existencia
de Estados más avanzados, donde la “sociedad civil” se ha convertido en una estructura
muy compleja y resistente a las “irrupciones” catastróficas del elemento económico
inmediato (crisis, depresiones, etc): las superestructuras de la sociedad civil son como el
sistema de trincheras en la guerra moderna, se trata por consiguiente de estudiar con
“profundidad” cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los
sistemas de defensa en la guerra de posición.
En efecto, para otros países con una endeble organización sociopolítica, el
resquebrajamiento económico pone en primer término la cuestión del poder estatal. La
crisis económica se traduce allí rápidamente en crisis general del sistema. No ocurre lo
mismo donde el régimen político se beneficia con una sólida articulación con el tejido
social.
No se trata, por supuesto, de minimizar la función del Estado en países con “una
robusta estructura de la sociedad civil”, pero sí asumir el hecho de que la
dominación de clase se apoya en esta estructura tanto como el aparato estatal
propiamente dicho.

Se debe rechazar el reparto simétrico de coerción y consenso en cada lado de la pareja


terminológica Estado-sociedad civil. El Estado es un aparato represivo y, a la vez,
generador de consenso y fuente de hegemonía. Como veremos, por su parte, las
instituciones de la sociedad civil, aunque recurren a la coerción de manera más
eventual, no quedan eximidas de esta responsabilidad, así sea cierto que su
funcionamiento característico es el opuesto.

Algo semejante ocurre con la coerción, la cual si bien es cierto que el Estado pretende
arrogarse en exclusiva, la realidad histórica muestra los límites de esa pretensión. En
todas partes, en diferentes coyunturas, es fácil advertir la existencia de organismos en
el interior e la sociedad civil cuyo cometido es estrictamente funcionar como
instrumentos de coerción.

En este nivel abstracto se puede conceder, en efecto, a Weber frente a Gramsci, que la
coerción es un “monopolio legal” del Estado capitalista. Sin embargo, la circunstancia
de que el ejercicio de la represión está “jurídicamente ausente” de la sociedad civil no
cancela los hechos. Para mencionar solo un ejemplo cercano: las “guardias blancas”
organizadas por los terratenientes podrán ser una figura “jurídicamente ausente”, pero
ello no elimina la brutalidad de su comportamiento real. En situaciones históricas de
relativa “paz social” tal vez quede enmascarado el potencial coercitivo existente en la
propia sociedad civil, pero no es nada excepcional la actualización de ese potencial: en
la historia de todos los países hay abundante evidencia empírica al respecto.

Lo que Gramsci llama “guerra de posiciones” es el progreso a través del cual el


bloque dominado vigoriza su presencia en las instituciones de la sociedad civil,
alterando la correlación de fuerzas en el tejido social característico de la
formación capitalista.

En este espacio se sustenta parte considerable de la hegemonía del bloque dominante


pero, a la vez, es el espacio abierto a la confrontación social, el “lugar” de la
actividad política de los dominados. La homogeneidad de la clase obrera se va
logrando mediante “posiciones” conquistadas en este espacio de la sociedad civil.

El marxismo después de Marx: Lenin y Gramsci, Portantiero e Ipola

Este es escrito por él

Hacia finales del siglo XIX se consolida como teoría dominante el movimiento
socialista. En Europa especialmente Alemania, empieza a tener un considerable peso el
cual puede observarse en los partidos socialdemócratas inspirados por Marx y Engels,
estos influyen fuertemente, y lo demuestran en las elecciones, donde comienzan a
tener grandes influencias en los sindicatos, transformando a la teoría del materialismo
histórico en una doctrina política que se convierte en una referente para grandes
masas de trabajadores.
Se establece el sufragio universal y la apertura de ciertos poderes legislativos a los que
los trabajadores no accedían, esto plantea la urgencia de la reflexión sobre el Estado.
Todos estos sucesos junto con las consecuencias del capitalismo por la Gran Represión
(el cual marca el comienzo de su fase “organizada” o monopolista definirán los rasgos
el llamado marxismo de la Segunda internacional.
En los primeros años del siglo XX se consolidan 3 líneas: la línea “revisionista” cuya
figura central será la del alemán Eduaurd Bernstein; la “ortodoxa” que reconocerá el
liderazgo intelectual de Karl Kautzkuy y la “revolucionaria” que se surge luego de la
Revolución rusa de 1905, cuyas figuras centrales serán la de Rosa Luxemburgo, Trotsky
y Lenin. La revolución hizo que se reabra un tema hasta entonces clausurado: la
insurrección, el problema de la destrucción violenta del Estado había salido de la
agenda luego del fracaso en la comuna de Paris en 1870 y los éxitos posteriores en la
integración electoral de los partidos socialdemócratas. Esta recuperación del POV
revolucionario iba a oscurecer otra vez la reflexión sobre el Estado, este sería visto
desde la perspectiva de su destrucción, como mero aparato de dominación de clase, y
el eje del discurso estaría colocado el clásico tema anti hegeliano de su extinción, para
lo cual se extremarían los sesgos instrumentalistas de la teoría, aquellos según los
cuales el Estado, no sería más que un comité administrativo de los negocios burgueses”
El texto clave de esta visión centrada en la utopía de una desaparición progresiva de la
estructura estatal como resultado del triunfo de la insurrección proletaria es “El Estado
y la revolución” de Lenin. En la medida en que otra vez se planteaba la actualidad de
una salida revolucionaria, las alas radicales del marxismo retomaban, para su
caracterización de las formas estatales, las proposiciones con que Marx había
comentado la comuna parisiense de 1870

La idea central el texto de Lenin afirmaba la certeza de la destrucción-transformación


del Estado burgués por parte de la clase obrera y su partido, que daría lugar a un
estadio de transición (la dictadura del proletariado) en el que la figura del ciudadano
como titular de la soberanía es reemplazada por la del productor. La especificidad del
hecho estatal se diluida absolutamente como problema; de administración sobre los
hombres” iba a pasar a sr “administración sobre las cosas” y las dificultades de la
gestión especializada serían minimizadas por una visión ingenua, según la cual el
desarrollo capitalista “simplifica la administración del Estado (y) permite desterrar la
administración burocrática”

Hoy día podemos ver que esas profecías fueron incumplidas. -Como plantea
Tocqueville en el texto de Ansaldi y Funes en “La revolución: ese sueño eterno” que las
circunstancias que hacen posible el cambio de situación no se reproducen de manera
mimética de un país a otro- la ola revolucionaria no se extendió más allá de Rusia y
como contrapartida, en la década del 20 la intervención de Estados capitalistas obligó a
una reflexión diferente sobre la temática. Dicha reflexión tendrá como principal figura a
Gramsci, su pensamiento gira alrededor de la capacidad que el capitalismo ha
demostrado luego de la guerra para recomponer su dominación, los nudos de su
reflexión están centrados en los rasgos modernos de la hegemonía burguesa. Sus
preocupaciones no eran solo académicas, sino también políticas.
Teoría de la hegemonía y teoría de la crisis aparecen así entrelazadas como temas
complementarios de un enfoque que privilegiará la mediación que las instituciones
efectúan en la relación entre clases dominantes y clases subordinadas.
Para Gramsci a fines del siglo XIX se produce un desarrollo de la política y el Estado
comienza a penetrar en la sociedad civil, y en el interior de esta, las mases se organizan
en grandes masas y sindicatos

Recupera un concepto clásico de la filosofía política, el de sociedad civil, redefinido en


clave más hegeliana que liberal como “hegemonía política y cultural de un grupo social
sobre la sociedad entera, como contenido ético del Estado”. Gramsci logra superar,
dentro de la tradición marxista, una visión unidimensional de la dominación
política. Según él, el Estado no puede ser concebido de manera mecánicamente
instrumentalista:
Según él, el Estado no puede ser concebido de manera mecánicamente
instrumentalista “es todo el complejo de actividades prácticas y teórica con las cuales
la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su domino, sino también logra obtener el
consenso activo de los gobernados”.
“El Estado es concebido como organismo propio de un grupo destinado a crear las
condiciones favorables para la máxima expansión del grupo, pero este desarrollo y esta
expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión
universal, de un desarrollo de todas las energías nacionales. El grupo dominante se
coordina con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es
concebido como una formación y superación continua de equilibrios inestables (en el
ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de grupos
subordinados, equilibrios en los cuales los intereses del grupo dominante prevalecen
pero hasta cierto punto, no al del mezquino interés económico-corporativo)

Gramsci ubica la primera crisis del Estado liberal en el momento de la Primera Guerra
Mundial, se define en que los grupos sociales se separan de los partidos tradicionales,
en tanto no son más reconocidos por estos como expresión propia. La crisis se
convierte en una crisis de representación, de autoridad. Crisis de la hegemonía o el
Estado en su totalidad, observamos como el compromiso entre dominantes y
dominados se va descomponiendo así como también una desagregación de la vida
estatal por las grandes masas.
Su concepto de crisis trata de eludir dos condicionamientos habituales en el discurso
marxista: El economicismo y el catastrofismo
El estallido de la crisis no produce un colapso del sistema en el acto, su desenlace es un
problema abierto a como las características de la situación se van dando, entendida
como un haz complejo de relaciones de fuerza.

Una salida de la crisis posible es la revolución social. Otra es la revolución pasiva es


decir el conjunto de procesos de tipo transformista a través de los cuales los grupos
dominantes recomponen, en otras condiciones, su hegemonía sobre la sociedad. (Esta
última fue más frecuente desarrollada por G). La forma política habitual de
reconstrucción transformista seria la del cesarismo, formula por la cual se ven
reforzados los poderes de la burocracia, civil y/o militar, por lo que la autonomía del
Estado se acentúa frente a la sociedad.

Análisis de las situaciones, relaciones de fuerza

-Elementos de observación empírica

-Relaciones de fuerza

o Relaciones objetivas sociales

o Relaciones de fuerza política

o Relaciones políticas inmediatas


-Hegemonía de los partidos

-Problema de las relaciones entre estructura y súper estructura

-Fenómenos orgánicos

-Concepción liberal vulgar

-Momentos en relaciones de fuerza

1. Relación de fuerzas sociales

2. Relación de las fuerzas políticas: diversos grados:

>Económico corporativo:

>Solidaridad de intereses

>Intereses corporativos impuestos

-Fuerzas internacionales y nacionales

-Fuerzas militares: dos grados

-Cierre, tarea esencial:

- Viguera, A., “Movimientos sociales y lucha de clases”

-Lucha de clases

-Movimientos sociales
-Cambio de concepción de la sociedad contemporánea, la condición capitalista se

diluye (naturaliza) y emerge lo postindustrial

- Touraine concepción y 2 aspectos de enfoque

-Melucci “movimiento social” “acción colectiva” “solidaridad, conflicto y tendencia a

quebrar los límites del sistema al que se orienta esa acción)

- Movimiento social antagónico

-Teoría de la movilización de recursos

-Agenda de investigación

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