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¿ÉTICA Y/O ECONOMÍA?

UN DILEMA POR RESOLVER


Fredy Mantilla Mantilla

Sin pretender abordar una disciplina tan amplia pero si con el ánimo de
contextualizar la reflexión definida desde el título, es preciso tener en cuenta
que la Economía es la ciencia que trata de la producción, distribución y
consumo de los bienes materiales. Su definición viene del griego οίκος – oikos
= "casa", y νομος – nomos = regla, norma, ley; de donde se lee como ‘la
dirección o administración de los bienes y servicios de la casa, que en su
comprensión social traduce estado, nación, grupos social’. Dentro de los temas
fundamentales se encuentran, el trabajo, la mercancía, el dinero, la ganancia,
la utilización del trabajo, el comercio, la utilización de bienes y la prestación de
servicios de primera, segunda y tercera necesidad para beneficio de toda la
comunidad, entre otros.

De esta manera, la relación de esta ciencia para con la Ética lo determina el


sujeto para quien va dirigida su acción: estar el servicio del ser humano, desde
aspectos tan específicos de la vida particular y social el mismo como son: su
subsistencia, sus problemas pecuniarios, su lucha diaria por el alimento, la
vivienda, la ropa, entre otros; cuestiones que se agravan cuando vistas con
perspectiva ética y moral, de manera contextualizada desde nuestro continente
latinoamericano, se ven afectadas por situaciones como la explotación del
asalariado, la injusticia en el pago de los sueldos, la falta de higiene y
condiciones mínimas de bienestar y seguridad laboral, la manipulación de la
necesidad de trabajar para subsistir que se ve reflejada en contratos de
condiciones infrahumanas donde no se reconoce sino lo estricta y a duras
penas legalmente exigido por los códigos laborales no muy éticos que se digan;
la falta de esmero en el trabajo del obrero o la responsabilidad de los
empleados, la mentalidad del consumismo que lleva al mal gasto de lo poco
ganado y la falta de solidaridad cuando de dinero se trata, especialmente en la
relación patrono obrero, empleado empleador, estado capitalista sociedad civil.

En el contexto del sistema económico imperante, planteado como el modelo


ideal a seguir bajo el nombre de capitalismo o neoliberalismo, es decir,
economía de mercados globalizados que se impone y exige hay que seguir con
criterios de obligatoriedad so pena de ser perseguido, sancionado y aniquilado
no sólo comercial sino también militar y existencialmente, estrategias como la
ley de la oferta y la demanda, la de las aperturas económicas en estados
débiles y poco desarrollados, la ética tiene mucho que decir, ya que en más de
una ocasión este modelo en mención es el relato de una serie de abusos,
desmanes y atrocidades que no sólo atentan contra los estados financieros y la
estabilidad de las sociedades en donde se aplica con el máximo rigor pero bajo
sofismas de distracción, sino también contra los derechos más fundamentales
como la salud, la educación, la vivienda y el empleo dignos, y hasta el
descanso personalizante.

Por tal motivo, tanto la investigación – reflexión, como el ejercicio de los


esquemas y paradigmas económicos y éticos implementados tienen que ir
entrelazados para así evitar inmoralidades como la explotación del trabajador,
la marginación del asalariado, la usura en los intereses cobrados a nivel
internos a los mismo ciudadanos y a nivel externo por ejemplo a los países
llamados Tercermundistas, la colonización del trabajo, la producción y la
manipulación de los gobiernos de los países débiles.

Hoy más que nunca urge plantear preguntas desde criterios éticos a
situaciones como el diseño de políticas económicas en pro de la salvaguarda
de los bienes y servicios propios de los pueblos, la asignación de recursos a las
necesidades básicas de los ciudadanos sin el marketing de productos
comerciales con los que se desea acrecentar las arcas de la empresa privada,
o en el peor de los casos, a proyectos de intervencionismo económico que
desangra las economías locales con proyectos que benefician los intereses
extranjeros y trasnacionales bajo el logo tratados de integración o libre
comercio en condiciones desiguales que llevan a la injusticia y a la usura, muy
practicada por el sector financiero que es el que menos invierte en las
necesidades básicas de la sociedad en términos éticos.

Una de las situaciones que más preocupan es la falsa comprensión de pobreza


que pone en tela de juicio valores como la solidaridad a favor del consumismo.
Convertir la pobreza en un problema individual argumentando que los pobres lo
son porque no han hecho suficientes esfuerzos en su vida, o tienen tendencias
hacia el alcoholismo, a la indolencia, a la drogadicción, a la pereza laboral y el
malgasto consumista como si esta acción fuera privilegio de quienes pueden
hacerlo porque les sobra, es una actitud inmoral y excluyente. La pobreza en
nuestro contexto no es un fenómeno natural y mucho menos divino; tiene sus
raíces históricas que hay que desempolvar para entender que no existen los
pobres sino los empobrecidos.

Plantear que las desigualdades económicas son inevitables y que responden a


leyes naturales es la mejor excusa para justificar la falta de responsabilidad
social con el otro, dar supremacía al individualismo excluyente y antisocial y
atentar contra uno de los valores más necesarios en la actualidad: la
solidaridad. Por esto, un tema como el de la usura en todos los aspectos de la
economía, en especial de uso y manejo del dinero, exige gran atención y
delicado tratamiento. ¿Es lícito cobrar intereses, buscar un fruto de algo que no
produce nada en si? Más aún: ¿Es lícito hacerlo cuando se manipula, se juega
con la necesidad básica de los seres humanos como el derecho a la vivienda
digna, a la educación, a la sana alimentación, a la salud básica? Pero claro
cuando conviene se es maquiavélico: ‘el fin justifica los medios’… Creada la
necesidad, no subsidiada por el directo responsable, el estado, el dueño de los
medios hace de las suyas…, el sector financiero.

Ante la pobreza intolerable, ante el consumismo que aniquila proyectos de vida


y justifica el despilfarro a costa de las necesidades básicas de las mayorías,
ante los niveles escandalosos de usura en los que se basan las relaciones
económicas que pretender solucionar los problemas de subsistencia y
desarrollo de los pueblos, especialmente en los países empobrecidos, la ética
debe recordar que una economía sin ella es inmoral y por ende antinatural.
Algunas situaciones1 escandalizan, sólo a manera de ejemplo:
- Existen en el mundo 36 millones de personas con SIDA. El 70% viven en
África. En el año 2000 cerca de 3 millones de personas murieron por SIDA, y
más de 5 millones contrajeron el virus, el 80% africanos. Si no se toman
medidas de fondo, países como Sudáfrica, Zimbawe, y Zambia verán
devastada su población y sufrirán decenas de millones de muertes en los
próximos años. 5000 africanos mueren diariamente por el mal. Existen nuevas
drogas para atacarlo, pero sus precios de venta las colocan fuera de alcance.
Los africanos no pueden pagar 10.000 Dólares anuales por el llamado triple
compuesto antisida. Laboratorios hindúes y brasileños han demostrado que se
puede producir como genérico por menos de 500 dólares. Diversos laboratorios
internacionales demandaron al Gobierno de Sudáfrica por intentar generarlo.

- Siete millones de personas mueren anualmente por enfermedades


prevenibles o curables como la tuberculosis y la malaria. Son pobres en su
gran mayoría, no son “mercado”. Los grandes laboratorios no tienen por ende
interés en estos temas. El último fármaco contra la tuberculosis que salió al
mercado fue elaborado en 1967. Según informa la American Medical
Association, de los 1223 nuevos fármacos que salieron al mercado entre 1975
y 1997 solo 13 eran para el tratamiento de enfermedades tropicales. Un banco
colombiano hace unos años, por motivos económicos, hizo cerrar el primero y
único laboratorio de investigación científica para la vacuna sintética contra la
malaria en América Latina, dirigido por el Dr. Manuel Elkin Patarroyo. Muchos
quisieron comprar las patentes, como si se tratase de un simple negocio…

- Las tarifas aduaneras son discriminatorias, escalan cuando hay valor


agregado de procesamiento en los productos de los países en desarrollo, y los
subsidios a la agricultura de los países ricos son muy elevados. Un economista
del Banco Mundial, Nicholas Stern, ha afirmado: “La clase de proteccionismo
practicada por las naciones industrializadas más ricas es simplemente
indefendible. El costo de los países en desarrollo en oportunidades de
exportación perdidas es mucho mayor a la ayuda para el desarrollo que
reciben“. Y el exsecretario General de la ONU Koffi Annan planteó, dirigiéndose
a los países desarrollados: “Los países pobres no quieren vuestra caridad,
simplemente quieren el derecho a vender sus productos en vuestro mercados a
precios correctos”.

¿Hasta qué punto son justificables o argumentables desde la ética tales


situaciones sociales basadas en criterios económicos? ¿Qué argumentos
éticos son plausibles para sostener tales actitudes y comportamientos
comerciales y empresariales? ¿En qué medida ha dejado de ser la justicia
social menos importante que la usura, la solidaridad que el consumismo
compulsivo? He aquí algunos de los tantos dilemas por resolver…

1
Lectura comentada del texto de Bernardo Kliksberg: Ética y economía. La relación marginada. Se encuentra
en: dialnet.unirioja.es/servlet/oaiart?codigo=751241

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