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De la información al conocimiento

DESARROLLO

Historia, desarrollo personal y plan de vida


Entre los primeros elementos que aparecen en un contrato se encuentra la defini­ Estás trabajando
ción de las partes (es decir, quiénes lo firman), sus declaraciones (que incluyen para reconocer la
datos sobre sí mismos que son importantes a considerar) y el establecimiento del importancia de los es-
objeto del contrato. Estos tres componentes tienen que estar articulados: el com­ tudios de bachillerato dadas
tus metas personales y tu plan
promiso debe responder a las necesidades de las personas y debe ser viable de
de vida para transitar en la
realizar en las condiciones establecidas. modalidad que cursas
En esta primera sección trabajarás con estos tres aspectos de tu contrato; rea­
lizarás una serie de reflexiones que te ayudarán a identificar con claridad quién es
la persona que firmará el contrato y qué quiere lograr con éste. Pasemos a pensar
en ti…
Una advertencia: las actividades que realizarás serán de carácter introspectivo,
por lo tanto te llevarán a indagar en tu interior. En este caso, no hay una respuesta
correcta, más bien cuida que sea sincera.

Tu historia personal
Todos los seres humanos tenemos una historia, un relato que se conforma al fijar
nuestra relación con el pasado y que se prolonga hacia el futuro. Establecer la vin­
culación con lo que ya pasó nos sirve para comprender mejor el presente y delinear
lo que hay por venir. Entender quiénes somos y qué hemos vivido nos ayuda a es­
tablecer metas para desarrollarnos y crecer como personas.

1 Lee detenidamente el siguiente cuento de Jorge Bucay y date la oportunidad


de ¡sentirlo!

El buscador
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca.
No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco ese alguien que sabe lo que está buscando.
Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso
riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y
partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco
antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de
un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por
completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba
(Continúa...)

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(Continuación...)
a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un
momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las pie-
dras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran
como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, quizá
por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción… “Abdul Taré, vivió 8 años, 6 meses,
2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese
lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una
inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada
piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del
muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido,
apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador
del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si
lloraba por algún familiar.
—No ningún familiar —dijo el buscador— ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible
hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible mal-
dición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano sonrió y dijo: —Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí
tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una
libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de
allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda qué
fue lo disfrutado…, a la derecha, cuánto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de
ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?, ¿una semana?, ¿dos?, ¿tres
semanas y media? Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del
beso? ¿Dos días?, ¿una semana?, ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?, ¿y el casamiento de
los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país le-
jano…? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?, ¿horas?, ¿días?
Así vamos anotando en la libreta cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costum-
bre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es,
para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

Jorge Bucay (1999). Cuentos para pensar.


Buenos Aires: Editorial del Nuevo Extremo. Pp. 27-30.

1. Detente y piensa en lo siguiente:

a) ¿Qué partes de la historia llamaron más tu atención?

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b) ¿Te provocó algún sentimiento?, ¿cuál?

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c) ¿Te hizo reflexionar sobre tu vida la lectura de este cuento?, ¿cómo?

d) ¿Te parece que es momento de considerar tus metas personales como un medio
para gozar más tu vida?

2. Es probable que sí, que la lectura del cuento te haya provocado sentimientos y reflexio­
nes sobre tu propia historia, sobre lo que has gozado y lo que te falta todavía disfrutar.
Analiza las ideas que vinieron a tu mente y ¡escribe tu historia personal en unas cuantas
líneas!... Considera los momentos más importantes de tu vida, incluyendo el presente.
Retrata tu aspecto físico en cada una, describe tus actividades centrales, preocupacio­
nes, estados de ánimo, intereses, aversiones y, sobre todo, tus metas en esos momentos.
Enuncia los logros y los obstáculos; recuerda lo que has disfrutado y aquello que deseas
disfrutar. Puedes comenzar por tu presente, e ir hacia el pasado, o viceversa.

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3. Reflexiona sobre lo siguiente: ¿Te fue fácil escribir sobre ti? ¿Definiste tus intereses,
preferencias y dificultades en tu proceso de vida? ¿Tomaste en cuenta tus estados de
ánimo? ¿Relataste tus logros escolares y laborales, así como los obstáculos que enfren­
taste?

Ahora, empecemos a pensar en el contrato. ¿Cuáles de las ideas que anotaste serán
importantes para incluir en las declaraciones de éste? Tú, como la persona que se
compromete a estudiar el bachillerato, tienes vivencias y características particu­
lares que inciden en tu forma de actuar y tendrán que ser consideradas en el con­
trato. ¿Cuáles son esas peculiaridades importantes a tomar en cuenta? Vuelve a leer
tu texto y subráyalas con un color diferente.

Metas personales
Al escribir sobre ti, y tomando en cuenta algunos de los factores anteriores, elabo­
raste tu retrato, de quién eres. Hablaste de una persona con identidad propia que
se ha ido transformando en el tiempo; un ser social con sensibilidad, con inteligen­
cia y voluntad, con ideales y deseos que determinan su actuar. Reconociste tus lo­
gros así como los obstáculos que has tenido o tienes que superar. Esa persona, tú,
esta lista para asumir el compromiso de estudiar el bachillerato.
Todos tenemos en mente una idea de hacia dónde queremos llevar nuestra
vida. A veces estamos muy conscientes de ello y preparamos un plan explícito para
movernos en ese sentido; otras, tenemos una idea vaga que nos cuesta trabajo arti­
cular. Entre más conscientes estemos de nuestros deseos e intenciones, tendremos
mayores posibilidades de cumplirlos.

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