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HTTP Jovenestepa - Wordpress.com 2007 07 03 El-Sindrome-De-La-Borrachera-Seca
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gana todas las partidas en el juego de la esquivación. Su estancia en A.A. puede hasta ser
usada para adoptar otra forma de sumisión para minimizar su malestar. Utilizando el
peculiar vocabulario de A.A., puede explayarse respecto de sus "defectos de carácter" o
de la "ingobernabilidad de su vida", porque sabe bien que, de decir lo contrario, incurrirme
en el desagrado de sus compañeros de A.A., lo que le ocasionara molestias. Su sumisión
es de dientes para afuera a los principios que podrán darle el bienestar de que carece. El
acto de hablar sobre sus faltas parece disipar, por el momento, la necesidad de hacer algo
para corregirlas. Vagamente se percata dentro de sí mismo de una necesidad de cambiar.
Pero la maniobra defensiva de la sumisión esta ideada para evitar un reconocimiento
pleno de una situación inaceptable.
El alcohólico que está padeciendo de una borrachera seca parece incapaz de tener una
evaluación realista de sí mismo. En la mayor parte de los casos esto significa que no
puede verse a sí mismo como lo ven los demás. Por desagradable que haya llegado a ser
su vida, persiste en considerarse exento de culpa, víctima de circunstancias fuera de su
control. Mientras más firmemente convencido esta de su falta de culpabilidad, más tenaz y
listo es para resistirse a la ayuda, ya que el primer paso hacia la recuperación de su
situación consisten en aceptar su responsabilidad de ella. Para aquellos que sinceramente
desean ayudarle, el problema inmediato consiste en proporcionarle las condiciones y
situaciones dentro de las que pueda empezar a lograr una evaluación realista de sí mismo.
Más adelante se tratara la cuestión de cómo puede lograrse esto.
Es difícil para la familia del alcohólico proporcionar estas condiciones. Es el centro de los
agravios familiares. La reacción de la familia a su conducta puede variar desde el
desaliento y la confusión hasta la depresión, el resentimiento y la amargura. Es difícil,
pero no imposible, que los miembros de la familia permanezcan objetivos en su relación
con el alcohólico. S Su conducta ha sido descrita como irrealista. Lo que necesita
desesperadamente es precisamente objetividad que la familia no le puede dar. En algunos
casos puede ser necesario hace uso de la coerción para que el alcohólico se preste a
recibir ayuda. La familia que trata de hacer esto por sí misma con frecuencia tiene que
enfrentarse a consecuencias desastrosas tanto para el alcohólico como para ella misma,
particularmente cuando pierden los miembros de ella el control de sí mismos y la
objetividad en él procesa de hacerlo.
La ayuda exterior es la alternativa más satisfactoria para todos los involucrados. Hay
centros de remisión, centros de consultoría, los grupos familiares de Al-Anon y A.A. son
grupos ampliamente conocidos. Alcohólicos Anónimos es la mejor fuente para una ayuda
inmediata. Los centros de remisión proporcionan información para la familia, ayuda para
llegar a las decisiones relativas a la necesidad de tratamiento, y remisión para las fuentes
adecuadas de terapia. Los centros de consultoría tienen personal entrenado y capacitado,
cuya especialidad son los problemas derivados del alcohol. Estos centros están equipados
para ayudar al alcohólico a manejar su situación en lo particular. Generalmente son para
consulta externa.
os grupos familiares de Al-Anon proporcionan a la familia el alcohólico el apoyo en sus
intentos de tratar constructivamente con el alcohólico. Son particularmente valiosos
cuando el alcohólico se muestra resistente a la ayuda exterior. Los miembros del grupo
están muy familiarizados con el síndrome de la borrachera seca, y pueden proporcionarle
a la familia una riqueza de información práctica. En algunos casos, el padrino de A.A.
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puede también ser una valiosísima fuente de ayuda para el alcohólico. En consecuencia,
están en buena situación para ayudar a que se tomen decisiones. En circunstancias
adecuadas, puede ser efectivo para persuadir al alcohólico de que por sí mismo busque
ayuda.
El alcohólico que padece de una borrachera seca vive una existencia empobrecida. Su
experiencia pasada y su tensión presente le impiden lograr la satisfacción de que otros
disfrutan en la vida. Experimentan limitaciones agudas en su capacidad para crecer, para
madurar y para beneficiarse de las posibilidades que brinda la vida. Carece de la frescura
y espontaneidad que otros alcohólicos genuinamente sobrios manifiestan, aun cuando
pueda ser impulsivo. Su vida es un sistema cerrado, y sus actitudes y conducta son
estereotipadas, repetitivas y consecuentemente, predecibles. Carece de la capacidad de
escoger, entre alternativas, el curso de acción que pueda ser mejor para él. Sus opciones
son pocas y estériles, y no puede sorprender a nadie cuando se excede.
Toda la evidencia existente apunta a la necesidad de que aprenda a conocer la humildad y
a darse cuenta de que hay un poder superior a él, antes de que pueda experimentar una
sobriedad genuina. Una medida desusada de autodisciplina debe acompañar este proceso
de desinflamiento del ego. Al principio, la autodisciplina respecto de honestidad, paciencia,
y responsabilidad será fastidiosa, porque estará acoplándose a un modo de vivir que le
parecerá arbitrario y difícil. Pero, con un esfuerzo sostenido para el logro de la
autodisciplina, crecerá en su aceptación del malestar y hasta el dolor a corto plazo,
conforme trabaja para llegar a la meta a largo plazo de una sobriedad genuina y duradera.
Vale la pena hacer notar que el alcohólico que está consciente de la tensión mental de la
borrachera seca instintivamente tratara de involucrarse más en los asuntos de A.A. Su
familia y amigos pueden oponerse a esta idea, sintiendo que ya está pasando el tiempo
suficiente en A.A. Deben ser advertidos de que debe, hasta donde le sea posible, resolver
su asociación con A.A.
Se le debe dar todo el ánimo para que medite concienzudamente si los Doce Pasos de
A.A. son todavía validos para él. Es de esperarse que empezara a darse cuenta de la
irónica insensatez del alcohólico que piensa que su vida se ha vuelto súbitamente
gobernable otra vez; cuyo sano juicio está fuera de duda; que no ve la necesidad de
poner su vida en manos de un poder superior a sí mismo; que piensa que los inventarios
personales son innecesarios, ya que rara vez deja de tener la razón; y que ya no está
sujeto a la embarazosa necesidad de reparar los daños que haya cometido. Una vez que
se percate de esta ironía: de que él, el todavía ingobernable, todavía impotente, es quien
ha hecho esta "recuperación" notable podrá sentirse lo suficientemente mortificado para
desear cambiar.
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El niño rey
―Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No
tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey‖.
Canción popular mexicana. José Alfredo Jiménez.
Una de las características principales del perfil psicológico de los alcohólicos es la
inmadurez emocional. En la psicobiografía de la mayor parte de los adictos al alcohol
encontramos antecedentes de rechazo afectivo, sobreprotección o responsabilidad
prematura. Estas vivencias infantiles determinan un retraso en el desarrollo de su
personalidad que da lugar a que este tipo de personas inseguras ansiosas, egocéntricas,
con baja autoestima y una serie de complejos que impiden un Optimo desarrollo de su
personalidad.
Al llegar a la adolescencia, surge una serie de fenómenos como la aparición de los
caracteres sexuales secundarios, la atracción por el sexo opuesto, la necesidad de ser
aceptado en su grupo de iguales, la búsqueda de una identidad propia y una mayor
presión social para el cumplimiento de responsabilidades escolares, familiares y sociales.
Estos futuros alcohólicos, al enfrentar esta serie de presiones, generan una gran angustia
que les produce un intenso malestar psicológico y al mismo sentirse incompetentes para
satisfacer esas necesidades.
Pero es también en la época de la adolescencia cuando se tienen los primeros contactos
con el alcohol. El inmaduro emocional, lleno de complejos y limitaciones en sus relaciones
interpersonales, al experimentar con alcohol, descubre una sustancia maravillosa que
transforma su personalidad y lo convierte de tímido en audaz, de cobarde en valiente, de
introvertido en extrovertido, de antipático en simpático y de lacónico en locuaz.
Es así, como este inseguro angustiado encuentra en el alcohol una muleta emocional que
le ayuda a sobrecompensar sus limitaciones psicológicas. De esta forma se inicia una
carrera que empieza por el uso, continua con el hábito, sigue con el abuso y termina con la
adicción al alcohol.
El alcoholismo es una enfermedad que produce un desgaste físico y psicológico
impresionante. La principal característica del desgaste psicológico del alcohólico es la
parálisis de su desarrollo emocional. Es decir, un alcohólico activo no crece
emocionalmente.
Está psicológicamente atrofiado porque para enfrentar los diferentes conflictos de su vida
o para evadirse de ellos, alcohol. Por lo tanto, en el alcohólico se presenta el fenómeno de
llover sobre mojado ya que antes de empezar a beber ya presentaba serias limitaciones
en el proceso de madurez de su personalidad, que eventualmente lo llevaron al
desarrollo de su alcoholismo, que a su vez produjo un estancamiento en ese proceso de
crecimiento emocional.
Pero una vez que el alcohólico decide dejar de beber y alcanza la abstinencia, persiste aun
la inmadurez emocional. La abstinencia por sí sola no provoca un crecimiento emocional,
sino que, el alcohólico en recuperación una vez que ha alcanzado un tiempo razonable de
abstinencia debe de empezar a trabajar en su crecimiento emocional. Por eso decimos
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que el alcohólico que deja de beber, pero que no crece emocionalmente padece del
Síndrome de la Borrachera Seca. Este primer síntoma de la borrachera seca constituye el
núcleo central del síndrome. Los otros once síntomas son en cierta forma, consecuencia
de una inmadurez emocional.
Al inmaduro emocional le llamamos el niño rey porque su comportamiento es típico de un
individuo terriblemente egocéntrico que exige todos los derechos del niño, pero que no
cumple ninguna obligación del adulto. En otras palabras, cuando le conviene se comporta
como niño y cuando le conviene se comporta como adulto autoritario.
Las principales características del perfil psicológico del niño rey son las
siguientes:
Los factores socioculturales también han influido mucho en el desarrollo del perfil
psicológico del niño rey. El machismo, la sobreprotección maternal, los roles
tradicionales de género en la familia mexicana, la sumisión de la mujer etcétera
han sido factores que han contribuido mucho a la configuración de este tipo de
alcohólicos, que son psicológicamente débiles pero que ejercen un dominio
basado en la fuerza física o en el poder económico.
En los hogares del niño rey, por lo general, la esposa o la madre son
psicológicamente fuertes. Para el niño rey la madre y la esposa son la misma
cosa, pues este tipo de personas siempre buscan una esposa con
características muy maternales y que no sea otra cosa que la continuación de su
madre. El niño rey domina a su esposa pero al mismo tiempo depende mucho de
ella; no puede vivir sin su esposa-madre y aunque suele engañarla, agredirla y
humillarla no puede tolerar que lo abandone o que lo ignore. Erich Fromm en su
Socio psicoanálisis del campesino mexicano describe esta dinámica en la familia
del campesino mexicano llamándolo el patriarcado minado, porque ese núcleo
familiar en donde aparentemente domina el hombre, la verdaderamente fuerte es
la mujer (madre o esposa), por lo que Fromm lo describió como ―un matriarcado
disfrazado de patriarcado―.
La irresponsabilidad, la inconsistencia y la inconstancia son otras características
típicas del perfil psicológico del niño rey. Son individuos que les cuesta mucho
trabajo asumir responsabilidades y tienden a evadirlas constantemente. Son
inconstantes e inconsistentes porque no terminan lo que empiezan. A veces se
ilusionan con un proyecto, lo empiezan con mucho entusiasmo y al poco tiempo se
aburren y lo abandonan. Este tipo de personas son de impulsos cortos pues les
cuesta mucho trabajo mantener una disciplina que implique perseverancia. El ser
irresponsables los hace atenidos. En muchas familias de niño rey la esposa es
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quien aporta la mayor carga económica. En otros casos son los padres o los
hermanos quienes los mantienen.
Obviamente al niño rey le molesta sobremanera que le impongan reglas o
limitaciones. Son individuos caprichosos, cuya intolerancia a la frustración los
incapacita a aplazar satisfacciones. Casi siempre se salen con la suya mediante
caprichos, chantaje sentimental o manipulación. Estas características los llevan a
tener casi siempre conflictos con la autoridad, llámese padre, madre, hermanos,
autoridades civiles, policía, médico o sacerdote. Es por ello que casi siempre les
gusta llevar la contraria. Son oposicionistas por naturaleza.
Finalmente son individuos egoístas, narcisistas y egocéntricos. Esto es
consecuencia de un mecanismo de sobre compensación a sus complejos de
inferioridad. Desean llamar la atención, ser el centro de atracción. Les gusta ser ―en
las bodas la novia y en los entierros el muerto―. Están siempre atentos a sus
propias necesidades, pero poco les interesan los sentimientos o las
necesidades de los demás. Esto provoca decepción y resentimientos en las
personas involucradas sentimentalmente con ellos.
Muchos alcohólicos que han dejado de beber, que son miembros de Alcohólicos
Anónimos (AA) y que ya han cumplido varios aniversarios sin recaer en el alcohol,
persisten manifestando estas características de personalidad. Evidentemente
estas personas sufren de un Síndrome de Borrachera Seca, pues a pesar de la
abstinencia de alcohol no han trabajado en su crecimiento emocional y esto los
expone o a una recaída o a que lleven una vida muy pobre emocionalmente,
con problemas familiares crecientes y una insatisfacción permanente. Una
importante cantidad de matrimonios de alcohólicos se divorcian después de un
lapso prolongado de abstinencia del alcohólico. Esta situación, aparentemente
contradictoria, no es más que la expresión de la desilusión y el desencanto de la
esposa, que esperaba un cambio más satisfactorio en el alcohólico y no
simplemente una abstinencia mediocre.
Solamente mediante de un trabajo psicoterapéutico consistente se puede lograr
un mejor autoconocimiento y una auto aceptación que lleve a un conocimiento
más objetivo de cuáles son las áreas de la vida que requieren de un cambio.
Este trabajo se puede desarrollar en algunos casos, por medio del programa de
los doce pasos, pero en otros casos de neurosis más severas no es suficiente el
apoyo de los grupos de autoayuda y debe recurrirse a una psicoterapia
profesional.
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―El engaño a los demás casi siempre tiene sus raíces en el engaño a nosotros
mismos―, sentencia el Grapevine de agosto de 1961. El alcohólico es una
persona que vive permanentemente autoengañada como consecuencia de la
no aceptación de su realidad, y esto lo lleva a desarrollar el mal hábito de
engañar a los demás. Pero como se cree sus propias mentiras, en ocasiones
se siente víctima de los demás porque no le creen ni le tienen confianza.
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El escorpión amargado
El alcohólico (y el adicto en general) cuando inicia su proceso de recuperación se
enfrenta a dos serios problemas de insanidad mental: La culpa y el
resentimiento. Ambos son sentimientos disruptivos que ponen en evidencia que la
persona en recuperación no ha logrado desencadenarse del pasado. No ha
logrado su verdadera liberación. Sigue atrapado por los fantasmas del ayer que le
impiden un correcto y adecuado manejo del presente. Es el alcohólico en
recuperación que no ha logrado ni perdonarse (culpa) ni perdonar a los demás
(resentimiento).
La culpa será motivo de un análisis posterior dentro de los doce síntomas de la
borrachera seca. Ahora analizaremos uno de los más frecuentes y que con más
tenacidad impiden el verdadero crecimiento del adicto en recuperación: el
resentimiento.
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vidas; por supuesto, una fuerza propulsora muy negativa que convierte al
resentido en ese escorpión que va emponzoñando a todo el que se le acerca y
que finalmente termina destruido por su propio veneno.
Hay resentidos famosos en la historia que hicieron de su resentimiento la fuerza
propulsora de sus vidas. Tal es el caso de Adolfo Hitler, que con su
resentimiento ancestral hacia los judíos desencadenó el terrible holocausto, o el
reciente caso del terrorista saudita Osama Bin Laden que tanta destrucción
provocó con su rencor hacia los estadounidenses.
Cuando te encuentras ocupado resintiendo a alguien o algo, ese alguien o algo
está controlando tu vida en ese momento. Tu resentimiento ocupa todo tu tiempo
y energía y no deja espacio para el desarrollo de tu salud mental y espiritual.
―El resentimiento es el ofensor número uno. Destruye más alcohólicos que
cualquier otra cosa, de esto se derivan todas las formas de enfermedad
espiritual...‖ (Libro grande de AA, pág. 60).
‖Es evidente que una vida en la que hay resentimientos profundos sólo conduce
a la futilidad y a la infelicidad. En el grado exacto en que permitamos que esto
ocurra, malgastamos más horas que pudieron haber sido algo que valiera la
pena‖ (Op. cit., pág. 62).
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Es muy importante que quien trabaje en sus resentimientos logre conectar con
quién está resentido, la causa del resentimiento y las necesidades instintivas
que estén amenazadas por la causa del resentimiento.
Por ejemplo, en el caso de Oscar F, él se sentía resentido con su hermano
menor porque por su causa sus padres lo relegaron (al menos, ésta es su
vivencia subjetiva). Al sentirse rechazado y falto de afecto, sintió seriamente
amenazadas sus necesidades instintivas de autoestima, orgullo y relaciones
personales positivas.
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pensando que aquel que desarrolla cualquier tipo de adicción, es un vicioso que
tiene que ser estigmatizado y expulsado por la sociedad. Todavía se sigue
utilizando la expresión Ya agarró el vicio para referirse al desarrollo de una adicción
a cualquier sustancia adictiva. Recuerden los términos que utilizan los padres
para dirigirse a sus hijos que han sido sorprendidos en el consumo de drogas:
¡Eres un vicioso! ¡Un degenerado! ¡No eres digno de llevar nuestro apellido! Y
quien sabe cuántas cosas más. 0 cómo se expresan los familiares de los
alcohólicos: ¡Eres un sucio y desgraciado borracho! ¡Eres un pobre diablo! ¡Eres
un mediocre bueno para nada!
La culpa genera vergüenza. Los alcohólicos y los adictos a otras drogas siempre
han estado girando alrededor de la culpa y la vergüenza. Los adictos siempre han
sido objetos de la vergüenza de los demás. La familia del alcohólico se
avergüenza de él. No se habla del problema en público, pero en privado siempre
lo están agrediendo y humillando. Los hijos del alcohólico no quieren llevar a sus
amigos a la casa pues sienten vergüenza de su padre. Los padres de los
consumidores de drogas ilegales no quieren hablar del problema y se convierte
en un secreto y en un tabú. Los propios adictos no quieren aceptar que tienen un
problema, pues aceptarlo sería reconocer que tienen un horrible vicio. En otras
palabras, el alcohólico y el adicto a drogas se avergüenzan de sí mismos.
Una gran cantidad de conductas que manifiestan los alcohólicos o los adictos
durante su etapa de actividad generan culpa y vergüenza: los insultos a la
esposa, la agresión a los hijos, aquel accidente automovilístico donde hubo
lesionados y se tuvo que pagar mucho dinero, el empleo que se perdió, las
deudas, los engaños, las mentiras descubiertas, la expulsión de la escuela, la
detención en la cárcel por posesión de drogas, etcétera.
Todo lo anterior va provocando que el adicto se vaya desprestigiando. Va
adquiriendo mala fama. Nadie confía en él. Este desprestigio, esta desconfianza,
esta permanente estigmatización familiar y social va creando en él, un intenso y
permanente sentimiento de culpa y de vergüenza que se va convirtiendo en un
lastre que día con día pesa más sobre su conciencia.
Y aunque en términos generales, el alcohólico y el adicto a las drogas, son unos
rebeldes y subversivos a las normas sociales y aparentemente rechazan los
señalamientos y las condenas de los demás y, hasta en ocasiones asumen una
actitud de cinismo y descaro, en el fondo de su ser son ellos mismos los que
más se autocondenan, los que más se rechazan y se odian a sí mismos y los
que más necesidad neurótica tienen de autocastigarse.
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Perdonar y perdonarse
Una vez que el adicto en recuperación logre romper el círculo vicioso y se
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de un extremo al otro.
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ANGUSTIA=>CONSUMO DE ALCOHOL=>LIBERACION DE LA
ANGUSTIA=>INTOXICACION=>CRUDA=>ANGUSTIA.
Permanecer atrapados en este círculo vicioso es uno de los factores que con más
fuerza impiden que el alcohólico pueda alcanzar la abstinencia.
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Debido a que el alcohol como la mayor parte de las drogas suelen enmascarar la
depresión y cuando se logra la abstinencia, que obliga al adicto a enfrentar su
realidad y a no evadirse de ella, se provoca un cuadro depresivo por la fuerte
predisposición del paciente a esta enfermedad. La depresión es un fenómeno
emocionalmente disruptivo, un sufrimiento psicológico que impide en el individuo la
plenitud a pesar de la ausencia de alcohol y de drogas. Por tanto, la persistencia
de la depresión es una forma de borrachera seca.
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Las principales drogas duras son la marihuana, la cocaína, las anfetaminas, los
inhalantes volátiles, los hongos, los alucinógenos, las pastillas tranquilizantes, el
ácido (LSD), las drogas de diseño (como éxtasis o el cristal) y los derivados de
opio como la heroína y analgésicos narcóticos.
Muchos alcohólicos piensan que solamente son adictos al alcohol, pero que
pueden consumir socialmente las otras drogas. Nada más falso que esto. No se
olvide que la verdadera enfermedad del alcohólico es su trastorno adictivo que
radica en su cerebro enfermo y que la tendencia a sustituir una droga por otra no
es más que una BORRACHERA SECA.
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En el artículo se explica con mayor detalle las características y los efectos de las
drogas blandas y las drogas duras.
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En contraste con nuestra época, la ética medieval poseía claras delimitaciones. De esta
manera el hombre medieval cuenta con una suerte de código de conducta que le señala
claramente como debe ser su actuar. Esta codificación tiene su base, por un lado, en las
llamadas ―Virtudes Cardinales‖, verdaderas llaves maestras que posibilitan el ejercicio de
una conducta conforme con lo que es éticamente correcto. Por otro lado, los ―Pecados
Capitales‖ (denominados así por ser ―cabeza‖ o principio de todos los demás pecados)
muestran claramente la cuna de todo lo moralmente reprobable. Esta codificación moral,
que si bien fue formulada en el Medioevo tiene una sorprende actualidad, está cruzada
transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger
hospitalariamente al ―otro‖, al prójimo (el que está próximo) como una persona válida por
sí misma. Dicho de otra manera el entender a los seres humanos que están frente a mí,
cualquiera sea su condición, como un ―interlocutor válido‖, como un fin en sí mismo.
Como veremos más adelante, Lo que verdaderamente constituye el mal moral es entender
al ―otro‖ como un ―medio‖, como un objeto que puede ser utilizado para el propio
beneficio, en conformidad al principio del ―amor a sí mismo‖. Veamos a continuación una
síntesis de la definición de cada uno de estos conceptos, nos hemos basado en un antiguo
pero esclarecedor ―diccionario de teología‖ (se han alterado la redacción, la extensión y la
ortografía castellana antigua en función de la comprensión, así mismo se han traducido
algunas citas que en el texto original aparecen en latín)
1. La Soberbia
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2. La Acidia (Pereza)
Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien
necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y
deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados
impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.
La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con
notable defecto.
La inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que
varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como
desiste de ella, sin ejecutar nada.
Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a
poner manos a la obra y se abandona a la inacción.
La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que
lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno
a sus propias pasiones.
La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.
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3. La Lujuria
Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la
finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica
especialmente la griega–, entienden por ―amor‖ algo muy distinto de lo que el mundo
contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el
cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor
es ―superabundancia‖, capacidad de dar y de darse, ―caritas‖, en definitiva: caridad, una
de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por
el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia
el Nuevo Testamento: ―…amar al prójimo como a sí mismo‖. El amor cristiano, y también
el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad,
incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible.
La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El ―hacer el amor‖
como sinónimo de ―relación sexual‖ es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería
entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El
pecado de la lujuria no considera al otro como una ―persona‖ válida y valiosa en sí misma,
como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto
una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun
más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que
olvida o suspende su propia dignidad. Por otro lado, para el pensamiento cristiano la
sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la
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4. La Avaricia
―La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las
riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a
violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.‖
En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por una
lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería
ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al
cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al
menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un ―no dar‖,
más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado, el
privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en
perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo
utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí
mismo.
5. La Gula
Como ―uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida‖ es definido este pecado.
La definición teológica se complementa con que ―el placer o deleite que acompaña al uso
de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia
especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia
conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que
se experimenta‖. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en:
proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo
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en los días de ayuno señalados por la Iglesi; laute: cuando se comen manjares que
superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebe o se come en
perjuicio de la salud de la persona; ardenter: cuando se como con extrema voracidad o
avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:
Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que no debemos
dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y
significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida.
Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior,
reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la
lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta
manera el ―glotón‖ se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el
principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en
particular a sí mismo es la más radical negación del otro.
6. La Ira
De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal
que trasgrede los límites de la legítima restitución de un bien ofendido. La violencia,
entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del
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Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un
mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es
sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida
propia o de terceros. Tal es el caso de la ―guerra legítima‖ que procura evita la propia
muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El
uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro,
evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe.
7. La Envidia
La envidia es definida como ―Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del
bien ajeno, en cuanto esté bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra
gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae‖
De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el
verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el
prójimo. De esta manera la envidia no es pecado cuando
Nos entristecemos por el cargo, potestad o bienes materiales alcanzado por quien
no los merece y podría hacer mal uso de esa autoridad causando grave daño a sus
semejantes.
Sentimos insatisfacción por los bienes que posee quien no los merece y en vista de
que nosotros le daríamos mejor fin. Por ejemplo, el que abunda en riquezas
haciendo mal uso de ellas: los avaros que no hacen uso de sus bienes ni para
beneficio propio ni para el de los demás.
Otras veces, nos entristecemos, no tanto de lo que el otro posee como del hecho
de que nosotros carecemos de ese bien, si esta constatación nos muestra el tiempo
y las oportunidades perdidas y alienta nuestro propio sentido de superación.
La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los
bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que
legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado
conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede
conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer
ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la
traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente
al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.
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…inventario moral…
En el Cuarto Paso se nos pide que hagamos un inventario moral. La primera vez que
oímos la palabra moral, algunos entendimos mal su significado, mientras que otros no
entendimos nada.
La moral es simplemente una serie de valores, de principios que elegimos para guiarnos
en nuestra recuperación. El propósito de esta guía no es definir la moral, ni especificar un
sistema moral que debe regir la vida de los demás. Sabemos que cada uno de nosotros
tiene sus propios valores internos. Podríamos elegir como definición de bueno: aquello
que tiene la capacidad de sacar a relucir lo mejor que tenemos dentro y de consolidar
nuestra recuperación; y definir lo malo como: aquello que tiene el poder de sacar a relucir
lo peor de nosotros y que debilita nuestra recuperación.
Aquí nos puede ayudar el examen de nuestros sentimientos. Al escribir el Cuarto Paso,
tendremos que observar no sólo lo que hemos hecho, sino también lo que hemos sentido.
Es posible que nuestros conceptos morales hayan sido vagos o indefinidos, pero en todo
caso los teníamos, incluso durante nuestra adicción activa. Por lo tanto, en las situaciones
en que nos sentíamos mal, o sentíamos que algo andaba mal, lo más probable es que
hayamos transigido con nuestros conceptos morales o bien que hayamos sido incapaces
de mantenerlos. Cuando llegamos a entender esto, vimos como los pasos encajaban unos
con otros.
Comenzamos a observar la naturaleza exacta de nuestras faltas. Esto significaba algo más
que ver sólo los errores que habíamos cometido; significaba mirar más allá, ver su propia
naturaleza.
Por ejemplo: si habíamos robado dinero a nuestros padres para comprar drogas, está
claro que esto fue una falta. ¿Cuál fue su naturaleza? Fue nuestro egocentrismo, nuestro
miedo, nuestra deshonestidad y nuestra desconsideración. Fuimos egocéntricos porque
aquello que queríamos, lo queríamos a costa de otra persona. Fuimos miedosos porque
temíamos no conseguir lo que queríamos. Fuimos deshonestos porque quitamos el dinero
de otro sin su permiso ni su consentimiento. Y fuimos desconsiderados porque hicimos
algo que hirió a otro ser humano.
…de nosotros mismos
Es importante recordar que este es nuestro inventario. No es el lugar para hacer una lista
de faltas o errores de los demás. Cuando miramos nuestra vida de esta manera, vemos
que la naturaleza de nuestras faltas y nuestros defectos de carácter son los rasgos que se
oponen a los principios espirituales. Nuestro inventario, pues, es el proceso de descubrir la
forma en que nuestros defectos de carácter traen dolor y pena, no sólo a nosotros, sino
también a los demás y cómo nuestra nueva vida, basada en los Doce Pasos, puede
traernos serenidad, paz y gozo. A partir del Cuarto Paso aprendemos a descubrir las cosas
que interfieren en nuestro camino y las que nos ayudan.
Esquema general
Cuando estemos listos para comenzar, le pediremos a Dios que nos ayude a ser
exhaustivos y valientes en este inventario. Hay, incluso, quienes al principio escriben una
oración. Lo importante es sentarse y empezar a escribir. A medida que vayan surgiendo
diferentes emociones, tendremos que estar dispuestos a enfrentarnos a ellas y a seguir
escribiendo.
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Algunos sentimientos pueden resultar incómodos o molestos, pero pase lo que pase,
sabemos que Dios está con nosotros. Podemos sentirnos satisfechos por el simple hecho
de saber que estamos tomando medidas positivas para con nuestra recuperación.
Pidámosle a un Dios bondadoso que nos ayude, y procuremos recordar que lo que
escribimos es un asunto entre nosotros y Él, tal como lo concebimos.
La siguiente guía nos da un esquema para examinarnos. Contiene los elementos básicos
que solemos usar en nuestro inventario. Para no quedar atascado, mantente en contacto
con tu padrino. He aquí algunas sugerencias:
1. Sigue el esquema y ocúpate sólo de una sección a la vez.
2. Deja márgenes amplios, así tendrás espacio para apuntar las ideas que se te vayan
ocurriendo mientras escribas.
3. No borres, ni taches nada y no corrijas tu inventario.
A lo largo de esta guía encontrarás ejemplos del tipo de preguntas que solemos hacernos.
Algunas pueden parecerte ajenas a tu caso. Se incluyen para ayudarte a hacer tu
inventario.
Escríbelas una por una a medida que avances. Cuando la respuesta sea un sencillo «sí»,
añade una lista de ejemplos. En cada una de las situaciones intenta ver dónde te
equivocaste, cuáles fueron tus motivaciones y cuál fue tu papel.
Al examinar nuestra conducta de antes, durante y después de la adicción activa, empiezan
a aparecer pautas de conducta típicas que se repiten. El objeto de un detallado inventario
moral es averiguar la verdad, mirar fríamente la realidad. Lo que estamos intentando
hacer aquí en el Cuarto Paso, no es sólo descubrir dónde nos habíamos equivocado, sino
también comprender cuál fue nuestro papel y de qué manera podríamos estar
perpetuando en nuestro comportamiento actual esas pautas de conducta. El
descubrimiento y reconocimiento de ellas, es lo que nos permite librarnos de nuestros
defectos en los pasos siguientes. Aunque algunas veces pueda resultar vergonzoso o
incluso doloroso ser honestos con nosotros mismos, el simple hecho de volcar esta
información sobre un papel, no puede hacernos daño.
Repaso de los tres primeros pasos. Ya has hecho los tres primeros pasos con tu padrino.
Estos nos dan la base y la preparación necesaria para hacer, sin miedo, un detallado
inventario de nosotros mismos. A muchos nos resultó útil tomar un lápiz y escribir sobre
estos tres pasos.
Ahora, antes de escribir tu inventario, vuelve a mirarlos y a repasarlos. Recordemos al
llegar a este punto que sólo a través de un Poder Superior, y no de nuestro propio poder,
seremos capaces de proceder sin miedo. Antes de empezar a escribir, pídele en silencio a
Dios, tal como lo concibes, que te dé valor para ser exhaustivo y para poder trabajar sin
temor.
AHORA SÍ ESTÁS PREPARADO PARA EMPEZAR A ESCRIBIR EL CUARTO PASO.
I. El resentimiento. Nuestros resentimientos nos causaron malestar. Volvimos a vivir las
desagradables experiencias del pasado una y otra vez en nuestra imaginación. Estábamos
enfadados con todo lo que nos había pasado y teníamos una lista mental de
resentimientos. Lamentábamos no haber llegado a decir algunas cosas ingeniosas y
planeábamos venganzas reales o imaginarias. Estábamos obsesionados con el pasado y
con el futuro, y debido a ello, nos quedábamos sin presente. Ahora tenemos que escribir
sobre esos resentimientos para darnos cuenta cuál fue nuestro papel en su formación.
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A. Haz una lista de las personas, organizaciones e ideas con las que estés resentido. La
mayoría de nosotros solemos empezar por la infancia, pero cualquier orden sirve, siempre
que la lista sea completa. Incluye a todas las personas (padres, parejas, amigos,
enemigos, tú mismo, etc.); organizaciones e instituciones (cárceles, policía, hospitales,
escuelas, etc.); e ideas (religiones, ideologías políticas, prejuicios, costumbres sociales,
Dios, etc.) con las que estés enfadado.
B. Haz una lista de la causa o causas de cada uno de los resentimientos. Con cada
resentimiento examinamos los motivos de nuestra ira y la manera en que éstos nos
afectaron. Solemos hacernos este tipo de preguntas, para ayudarnos a identificar nuestros
sentimientos:
• ¿Me sentí ofendido a causa de mi orgullo?
• ¿Puse en peligro mi seguridad?
• ¿Dañé o amenacé alguna relación personal o sexual?
• ¿Mi ambición me puso en conflicto con otras personas?
C. Con cada resentimiento tratamos de observar dónde nos equivocamos y cuál fue
nuestro papel en la situación. ¿Cómo reaccionamos frente a nuestras emociones en cada
situación?
Tenemos que ser lo más honestos que podamos y descubrir cuáles fueron los defectos de
carácter que intervinieron en nuestras acciones. He aquí algunas de las preguntas que
solemos formularnos:
• ¿Cuándo mis actos se basaron en la codicia y en la necesidad de poder?
• ¿Hasta qué extremos llevaba mis resentimientos?
• ¿De qué maneras manipulaba a los demás y por qué?
• ¿Cómo se manifestaba mi egoísmo?
• ¿Acaso creía que la vida me debía algo?
• ¿De qué manera aquello que esperaba de los otros me causaba problemas?
• ¿Cómo se manifestaban el orgullo y el ego en estas situaciones?
• ¿De qué forma el miedo me impulsaba a hacer las cosas?
D. Las situaciones en las que estábamos seguros de tener razón, requieren especial
atención y discusión con el padrino. La respuesta a estas preguntas y a otras que nos
podamos hacer nos ayudará a identificar nuestros defectos de carácter. Tenemos que
hacerlo con honestidad y no dejar nada de lado. En las situaciones en las que los demás
nos habían hecho daño, tenemos que darnos cuenta de la necesidad de dejar de esperar
que los otros sean perfectos. En nuestra recuperación no hay sitio para la santurronería.
Para tener paz mental, tendremos que aceptar a las otras personas tal como son.
II. Las relaciones personales. Aquí no se trata sólo de hacer una lista de las relaciones
sexuales. Hemos tenido problemas en todas nuestras relaciones personales. Muchos de
nuestros defectos de carácter salen a relucir e impiden que podamos mantener relaciones
sanas y prósperas.
A. Haz una lista de tus relaciones personales. Incluye en ella a compañeros de trabajo,
amigos, familia, parientes, vecinos, etc. Examina los aspectos positivos y negativos de
cada una de estas relaciones, siendo honesto sobre tus aciertos y tus errores. No pierdas
tiempo con las equivocaciones de los demás. Tratemos de concentrar nuestra atención
sobre nuestros propios errores, sobre las áreas en las que el egocentrismo u otros
defectos de carácter parecían ocupar el sitio más importante. Debemos buscar dentro de
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C. En cada una de las relaciones que has enumerado en las secciones A y B, resume la
manera en que te afectó y procura identificar cuáles son los defectos de carácter que
aparecen. Muchos de nuestros defectos de carácter dañaron nuestras relaciones
personales. Como adictos, las emociones nos suelen llevar a extremos que van más allá
del límite de lo apropiado. El hecho de escribir el inventario nos ayuda a ver dónde
nuestra adicción jugó un papel importante en nuestro trato con la gente, los lugares y las
cosas.
III. La autoobsesión y el egocentrismo. Parte del Cuarto Paso consiste en examinar
la forma en que hemos estado obsesionados con nosotros mismos. Muchos de nuestros
sentimientos, y hasta los mismos defectos de carácter tienen su origen en nuestro total
egocentrismo. Somos como niños pequeños que nunca llegaron a crecer. Durante toda
nuestra adicción activa y también, tal vez, durante nuestro tiempo «limpio», poníamos
énfasis continuamente en aquello que queríamos, necesitábamos o deseábamos.
Queríamos todo, pero a cambio de nada. No estábamos dispuestos a trabajar por ello, ni a
pagar su precio. Nos hemos dado cuenta de que estuvimos exigiendo demasiado.
Deseábamos que, de alguna manera, la gente, las cosas o los lugares nos hicieran sentir
felices, contentos y realizados. Ahora, en recuperación, hemos visto que sólo Dios puede
llevar a cabo esa tarea. A través de nuestro Cuarto Paso hemos examinado las situaciones
para ver que había detrás de nuestras acciones. También es útil prestar atención a los
sentimientos. Es importante aprender a identificar lo que podamos sentir. Quizás nos
interese buscar las palabras en el diccionario para empezar a saber lo que significan. Es
fácil decir: «Me siento mal por esto o por aquello», pero necesitamos profundizar aún más
para llegar a comprender lo que estos sentimientos quieren decir. A continuación hay una
lista de palabras que te pueden ayudar a identificar los sentimientos: culpabilidad,
vergüenza, intolerancia, autocompasión, resentimiento, ira depresión, frustración,
confusión, soledad, ansiedad, engaño, desesperación, fracaso, miedo, negación, soberbia,
e incapacidad…
A. Examina cada uno de los sentimientos de la lista de arriba, así como otros sentimientos
que hayas identificado en tu inventario. Haz una lista de los que experimentas más a
menudo y de las situaciones en las que suelen aparecer. Examina las circunstancias de
cada una de esas situaciones. Apunta las razones por las que te has sentido así y
pregúntate:
• ¿Cómo me afectó ese sentimiento?
• ¿Era adecuado ese sentimiento en esa situación?
• ¿Me comporté adecuadamente en esa situación?
• ¿Qué recuerdos me trajo?
B. Trata de ver qué papel desempeñó la autoobsesión y el egocentrismo en cada uno de
esos sentimientos y situaciones. Hazte las siguientes preguntas:
•¿Me sentí o me porté como si tuviera razón en esa situación?
•¿Fue egoísta mi conducta?
•¿Qué esperaba de mí mismo o de los demás?
•¿Me empeñé en salirme con la mía o me dio rabia al ver que no lo lograba?
•¿Qué reacción tuve con mis sentimientos?
IV. La vergüenza y la culpabilidad. Una de las excusas más frecuentes que utilizamos
para no hacer el Cuarto Paso son nuestros «profundos y oscuros secretos». Esas
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situaciones que nos han causado tanta vergüenza y culpabilidad, las cosas que nunca
hemos examinado suelen ser las más difíciles de escribir y compartir. El no querer
enfrentarlas puede ser un obstáculo en nuestra recuperación. Al tratar con la culpa y la
vergüenza debemos recordar que muchas de las cosas que ocurrieron se debieron a
nuestra enfermedad. Es importante que nos demos cuenta de que no somos responsables
de muchas de las cosas que hicimos durante nuestra adicción activa, aunque sí somos
responsables de nuestra recuperación. Al llegar a este punto de tu inventario, tal vez
hayas descubierto algunos sentimientos de vergüenza. Es muy importante que ahondes en
esas situaciones, ya que estos sentimientos son la base de muchas de nuestras acciones.
Por esta razón te animamos a escribir con toda la honestidad posible.
Escribimos acerca de las situaciones que nos hacen sentir culpables e incluso sobre
aquellas en las que no hemos cometido ninguna falta. A veces nos sentimos culpables por
situaciones en las que no estábamos en falta. Es importante examinar cuidadosamente
este punto para poder identificar los sentimientos que todavía puedan estar afectándonos.
A. También es importante reconocer nuestros sentimientos y nuestros defectos de
carácter en los siguientes casos:
• ¿Cuáles son las cosas que nunca conté a nadie?
• ¿Qué había allí, que me impulsara a guardarlo en secreto?
• ¿Hubo algunas experiencias (por ejemplo de tipo sexual, económico, familiar o
relacionadas con el trabajo) que me crearan sentimientos de culpa, vergüenza o
confusión?
• ¿Recibía o infligía malos tratos físicos?
• ¿Dónde intervenían el miedo y el egocentrismo?
• ¿Por qué me quedaba aferrado a los sentimientos de culpa y vergüenza?
• ¿Cómo reaccionaba cuando las cosas no salían como esperaba?
• ¿Me culpaba por la mala conducta de otra persona?
• ¿De qué modo la culpa y la vergüenza afectaban otros aspectos de mi vida?
V. Los momentos en que nos sentimos víctimas. A lo largo de nuestra vida es
posible que
nos hayamos creído víctimas. Puede que hayan existido numerosas razones para sentirnos
así. Por ejemplo: de niños, tal vez, hayamos recibido malos tratos físicos, mentales y/o
emocionales por parte de los adultos. En ese caso fuimos víctimas en el estricto sentido de
la palabra, puesto que no teníamos capacidad para protegernos.
Desgraciadamente, y por la razón que sea, muchos hemos desarrollado el hábito de
reaccionar frente a la vida y de percibir el mundo como si constantemente fuéramos
víctimas. El deseo de estar desamparados y querer ser rescatados, y, la negativa a asumir
la responsabilidad sobre nosotros, son claros aspectos de nuestra enfermedad.
Culpábamos a los demás y les guardábamos rencor por todas nuestras penas y, al mismo
tiempo, éramos incapaces de ver nuestro propio papel en los problemas que teníamos. Es
un círculo vicioso, nos encontramos una y otra vez en situaciones en las que pasamos de
víctimas a verdugos. Al repasar nuestro pasado nos hemos dado cuenta de que
necesitamos examinar las situaciones en las que podríamos haber sido incitadores o
receptores de vínculos abusivos. Padecemos una enfermedad autodestructiva que exagera
este tipo de problemas. Nuestros deseos de recuperación pueden hacernos detallar
exageradamente todo esto en nuestro inventario. Juzgar honestamente estas situaciones
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nos puede dar una nueva perspectiva que nos ayude a ver cómo nos hemos convertido en
víctimas. A través de este proceso, tenemos la oportunidad de librarnos de nuestros
pensamientos y reacciones de víctimas.
A. Contestemos preguntas de este tipo:
• ¿Me sentí víctima en alguna de las situaciones sobre las que escribí (o que todavía me
falte escribir)?
• ¿Qué esperaba de mis padres?
• ¿Sigo esperando lo mismo?
• ¿Cómo me comportaba de niño cuando no podía salirme con la mía?
• ¿Cómo me comporto en la actualidad cuando me pasa lo mismo?
• ¿De qué forma me comporto hoy en día como si fuera una víctima?
• ¿Qué siento en esas circunstancias?
• ¿Qué relación hay entre mi autoestima y esas situaciones?
• ¿De qué manera soy responsable de continuar con esa pauta de conducta?
VI. El miedo. Al haber observado de cerca nuestro egocentrismo, nuestros
resentimientos y nuestras relaciones personales, vimos que el miedo, la duda y la
inseguridad yacían en el centro mismo de gran parte de nuestra conducta. Queríamos
aquello que queríamos en ese preciso instante, y nos horrorizaba la idea de no poder
conseguirlo. En el fondo temíamos quedarnos desamparados. Muchos de nuestros
defectos y sus manifestaciones no eran más que torpes intentos de satisfacer nuestras
necesidades y de poder cuidar de nosotros mismos. Cuando lo miramos de cerca, nos
damos cuenta de que tenemos miedo de casi todo. Nuestros temores nos habían impedido
hacer las cosas que queríamos hacer y ser las personas que queríamos ser.
A. Hagamos una lista de todos nuestros miedos. Algunos de estos son: el miedo a lo
desconocido, al dolor, al rechazo, al abandono, a la responsabilidad, al compromiso, a ser
adultos, al éxito y/o al fracaso. Teníamos miedo de no tener nunca bastante, o bien de
perder lo que ya teníamos.
B. Contestemos las siguientes preguntas sobre nuestros temores:
• ¿Por qué tengo este miedo?
• ¿De qué manera este miedo me paraliza o impide que cambie?
• ¿Tengo miedo de sentir que dependo sólo de mí mismo?
• ¿Cómo reacciono frente a este miedo?
• ¿Cómo se manifiesta este miedo en mi vida actual?
VII. Las virtudes. Hemos examinado nuestras acciones, nuestros sentimientos, y hemos
descubierto la naturaleza exacta de nuestras faltas. Ahora ha llegado el momento de
considerar nuestras virtudes. Ten presente que un examen de nosotros mismos debe
incluir tanto lo positivo como lo negativo. Al mirar nuestra conducta es importante que
veamos qué es lo que queremos cambiar en nuestro comportamiento. Nuestras virtudes
nos proporcionan los modelos que nos pueden servir como ejemplo. Ganamos en
humildad cuando admitimos honestamente que somos seres humanos, ni perfectamente
buenos, ni completamente malos. Estamos hechos de virtudes y defectos, y siempre
podemos mejorar. Si no conseguimos encontrar nada bueno dentro de nosotros, debemos
investigar más cuidadosamente. Si buscamos, seguramente encontraremos algunas
virtudes. La siguiente lista te puede ayudar a reconocer algunas virtudes en ti:
buena voluntad
valor
bondad
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solidaridad
Grupo Fortaleza Tetela confianza
tolerancia
perdón
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fe
honestidad
receptividad
conciencia de Dios
paciencia
aceptación
generosidad
Estas virtudes nos demuestran que no somos tan «malas personas» como creíamos y nos
dan ánimo y fuerza para seguir adelante. Estamos limpios y dispuestos a cambiar y a
crecer; estamos tomando medidas positivas para nuestra recuperación. Hemos puesto
nuestra vida y nuestra voluntad al cuidado de un Poder superior a nosotros y estamos
aprendiendo a vivir de acuerdo a una nueva serie de principios. Aquellas actitudes y
comportamientos que no nos funcionaron en el pasado, se modificarán a medida que
sigamos adelante con los pasos. Estamos intentando edificar una vida feliz en
recuperación y el Cuarto Paso es un claro esfuerzo en esa dirección.
A. Escribe un párrafo sobre cada una de las virtudes anotadas en la lista de arriba (sección
VII).
Procura pensar en algún incidente del pasado o del presente en el que aparecieran estas
virtudes. Apunta ejemplos de tu vida diaria en los que practiques estas virtudes. Es tan
importante aquí, como en las otras secciones, no dejar nada de lado. Si te resulta difícil
reconocer en ti alguna virtud en particular, te sugerimos que hables con tu padrino.
Puedes hablar también con otros miembros de tu grupo a los cuales respetes. El talento
de saber reconocer lo bueno de los demás, es una virtud en sí misma. Este es el momento
de utilizar este talento en tu propio beneficio: poder ser tan buenos con nosotros mismos,
como podemos llegar a serlo con los otros. Descubrimos que al principio, muchas virtudes
son simples posibilidades y que sólo a través de la práctica se convierten en realidad.
¿Cuáles son los resultados de hacer sin temor un detallado inventario moral de nosotros
mismos? El Cuarto Paso nos ayuda a desprendernos de nuestros falsos conceptos y de
nuestras falsas percepciones de la vida, de la realidad y de nosotros mismos. El mundo de
fantasías en el que vivíamos durante la adicción activa se desvanece a medida que
empezamos a ver y a aceptar la vida tal cual es.
Ahora que hemos descubierto nuestros secretos, es hora de desprendernos de ellos. Los
defectos de carácter que habían destruido nuestra paz mental, empiezan a cambiar
mediante el trabajo continuo de los pasos. El hecho de poder ver la naturaleza exacta de
nuestras faltas, nos demuestra lo impotentes que en realidad somos. Vemos la futilidad de
intentar vivir por medio de nuestro propio esfuerzo. Al trabajar los pasos llegamos a creer
en un Poder superior a nosotros mismos. La honestidad del Cuarto Paso, nos reafirma el
Tercero, ya que vemos total y absolutamente el alivio que significa depender de un Poder
Superior. Al practicar los principios espirituales de honestidad, receptividad y buena
voluntad, nos damos cuenta de que el amor, la aceptación, la tolerancia, la fe, la
autoestima y la confianza se vuelven posibles. Cuando vivimos los Doce Pasos empezamos
a librarnos del pasado, a tener la libertad de ser nosotros mismos y a saber en realidad
quiénes somos y qué somos. Este proceso es un alivio y un gran paso hacia la libertad.
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Con este espíritu estamos listos para seguir caminando rumbo al Quinto Paso, para
compartir nuestro inventario con Dios y con otro ser humano.
La Espiritualidad y el Dinero
Me pregunto de dónde saca la gente la idea de que la espiritualidad no se lleva con el
dinero.
Muchos piensan que para ser una persona espiritual, se tiene que vivir en la pobreza
extrema, carecer hasta de lo indispensable y comer cuando alguien se apiade de nosotros
y nos regale un poco de ―sobras de comida‖ (aunque sea de lo que no quiso Firulais).
Puedo dar testimonio que he visto indigentes con una soberbia extrema.
Un día iba yo por la calle cargando un bulto de naranjas, pasó cerca de mí un indigente, y
yo de buena voluntad le quise obsequiar un par. Cuando extendí mi mano con el par de
naranjas para dárselas al hombre, éste sólo me dijo ―Ahí después‖ me esquivó y siguió su
camino.
En otra ocasión, saliendo de una reunión aproximadamente a las 6 de la mañana, (la
reunión duró toda la noche) un compañero me preguntó ―¿quieres ver un ejemplo de lo
que es la soberbia?‖ Me extrañó su pregunta, y sin saber exactamente a qué se refería
asentí con la cabeza.
Cruzamos la calle y se encontraba una señora vendiendo tamales, champurrado y arroz
con leche, pedimos cada uno de los que íbamos lo que deseábamos comer y mi amigo
pidió un arroz con leche y una torta de tamal extra.
Sin saber exactamente qué iba a hacer, vimos cuando se encaminó a la esquina en la cual
estaba sentado en el quicio de un establecimiento – que todavía no abría sus puertas – un
hombre. Era evidente que había tenido una noche de borrachera, supongo que la resaca
que estaría padeciendo sería terrible.
Mi amigo, solícito se acercó al hombre y le extendió la torta de tamal y el vaso de arroz
con leche, cuál no sería nuestra sorpresa al ver que el tipo, le dijo a mi amigo ―chinga tu
madre pendejo, ¿quién te está pidiendo algo?‖ Se levantó y se marchó tambaleándose.
¿Qué quiero decir con esto? Que hay personas que no tienen ni qué comer, ni en qué
caerse muertas y son propietarias de una soberbia extrema, lo que me lleva a la
conclusión de que el no tener o tener dinero no tiene nada que ver con lo espiritual.
El dinero es necesario, es muy útil y muy divertido tenerlo, es muy cierto el refrán que
dice ―el dinero no es la felicidad, pero como se le parece‖.
Es hora de cambiar la mentalidad y dejar de pensar que puede llegar a ser una persona
más espiritual quien carece de dinero.
De momento nos encontramos en un mundo físico, si es cierto todas esas teorías que
dicen que todo es una ilusión, estoy de acuerdo con ellas, pero mientras no alcanzo el
nivel de ser tan espiritual como para dedicarme a la contemplación de lo divino, es
necesario que compre comida, pague la renta, los servicios – agua, teléfono, luz, gas,
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renta - y por supuesto que algunas diversiones, entre ellas el internet. Me divierte
realmente el internet.
Y para estar escribiendo mis temas, necesito tener internet, mismo que si quiero ir a la
compañía de cable y pagarles con la oración de la serenidad, o alguna otra de mi
preferencia, voy a encontrarme con que los dueños de mi compañía de internet son muy
materialistas y no quieren nada con mi espiritualidad y sí con mi dinero.
Igual están todos los materialistas de las gasolineras, y no se digan los del súper mercado.
Cuando voy a comprar comida y llego a la caja registradora, quizá pueda hablar con la
cajera de lo lindo que es vivir hacia dentro de uno y no hacia fuera, pero no creo que en
ese momento a la cajera le sea de mucho interés el tema y me va a pedir que por favor
pague con efectivo o tarjeta y me deje de idioteces para mejor ocasión.
¿Es mala la espiritualidad?
Por supuesto que no. ¿Entonces es malo el dinero? Por supuesto que no. ¿Se pueden
conjugar los dos en mi vida? Por supuesto que sí.
Veamos, leí en un libro – y me quedo con eso – el asunto de por qué una estrella del
deporte debe ganar millones de DOLARES al año, por qué una estrella porno, debe ganar
millones de DOLARES al año y por qué quien quiera llevar una vida espiritual deba vivir del
carajo.
¿Por qué tenemos la costumbre de darle tan poco a lo más alto?
¿Por qué una ayuda de clase inmejorable que yo le dé a alguien debe ser gratis mientras
una conferencista en sexología gana millones en un fin de semana explicándome la
posición del ―perrito‖ que a mi mujer ni le gusta?
Creo que debemos hacer conciencia que somos un ser trino, Mente, Cuerpo, Espíritu. Y
cada uno de estos tres tiene necesidades. Debo alimentar mi mente, mi cuerpo y mi
espíritu.
No me puedo dedicar nada mas a la contemplación de lo divino y olvidarme de mi cuerpo,
porque es seguro que éste va a protestar ¡y de qué manera!
Mi mente, ¿con qué la alimento? (Mente sana en cuerpo sano). Así que es necesario hacer
unos pequeños gastos para la manutención del individuo.
Yo los clasificó así: La alimentación del Espíritu es gratis.
La alimentación de la Mente, tiene algunos gastos. (La compra de buenos libros, la
entrada a una obra de teatro, unos CD de música, etc.) Aunque éstos no son de primera
necesidad, también puedo darle buen alimento a mi mente gratuitamente.
La alimentación de mi Cuerpo no es gratis, ya ni el agua. Mi cuerpo necesita un lugar
donde pasar la noche y mi casera no es muy espiritual que digamos y mes a mes pasa por
lo del alquiler. Igual la comida que necesita mi cuerpo, tengo que pagarla con dinero.
Concluyo, no es necesario pasarla del carajo económicamente para poder ser una persona
espiritual.
No hay una pelea entre la espiritualidad y el dinero, de hecho, Dios nos da todo el dinero
que le pidamos, todo, millones o centavos o nada de dinero.
Pero lo sugerido es anteponer lo espiritual a lo material. No podemos vivir sin lo uno o lo
otro.
Mal empezamos si anteponemos el dinero a lo espiritual, es ahí donde en verdad
empiezan las dificultades pero ya hablaremos de esto en otra ocasión.
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¿Cómo se relaja mi mente si me paso una semanita tirado de panza al sol en una de las
Bahías de Huatulco?
¡Yo personalmente me la paso súper!, Mi Mente se siente bien, mi Cuerpo ni se diga y mi
Espíritu vuela hasta lugares inenarrables.
Pero hay que hacer un presupuesto y pagar con dinero esas vacaciones. Definitivamente,
desde mi óptica, lo espiritual no está peleado con lo material. Puedo tener todo el dinero
que desee tener, gastar es maravilloso, comprar lo que se me antoje es estupendo, ¿me
siento mal gastando dinero? Por supuesto que no.
Pero alguien dijo hace años – no sé quién sería – que tener dinero es malo y de ahí que
se ha venido de generación en generación esa idea. Yo sugiero a mi hipotético lector, que
cambie su manera de pensar y si se siente culpable por tener dinero, piense en cómo se
ha sentido las veces que ha comprado lo que se le antoje.
Créanme que Dios no se va a enojar si tienen mucho dinero porque es Él quien lo
proporciona.
Ahora que si tienes mucho, mucho, mucho, pues no te olvides de mí.
La historia es esta:
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Desde entonces, cuando cualquiera, en cualquier lugar del mundo en el que haya un
Grupo de Alcohólicos Anónimos, entre, encontrará un cuadro en el que está escrita la
Oración de la Srenidad. Hoy la rezamos al incicio de cada reunión de la siguiente manera:
"Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la
diferencia".
Tiene un inmenso valor para nosotros los AA, pero si revisa y medita en profundidad su
contenido, encontrará una pieza de magistral sabiduría en tan cortas palabras. A muchos
de nosotros, nos ayuda en el discurrir cuotidiano, cuando las cosas no nos salen como
queremos, cuando la perturbación aparece, cuando algo nos inquieta.
En lo que tiene que ver con nuestra realidad como enfermos alcohólicos, esta oración
encierra una gran verdad, contenida en su primera frase: Dios concédeme el valor para
aceptar las cosas que no puedo cambiar, es decir, la naturaleza incurable de la
enfermedad del alcoholismo, por mas que tratemos, seremos incapaces de sanarnos de
dicha enferemedad. Sin embargo, la aceptación de la misma, es la piedra fundamental,
mediante la cual se inicia el proceso de recuperación; solo cuando nos percatamos de dos
cosas fundamentales:
La segunda parte es mucho más esperanzadora: "...valor para cambiar aquellas que
puedo..." Esa es la buena nueva, la buena noticia que ofrece el programa de Alcohólicos
Anónimos: Que podemos recuperarnos, que eso es posible y que cientos, miles y millones
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Y la tercera parte nos habla de: "...sabiduría para reconocer la diferencia...", para ser
conscientes de la irremediabilidad de una condición de enfermos alcohólicos y nuestro
proceso de recuperación. Siempre estaremos enfermos, pero aún así, seremos personas
recuperadas, que volvemos a tener mucho de lo que perdimos por nuestro alcoholismo
desafortunado: Hay una gran diferencia entre el alcohólico activo y aquél que se
encuentra en franco estado de recuperación. Solo se nos pide -no para que se lo
demostremos al grupo o a cualquiera en particular- sino para que el programa nos
funcione, tres condiciones muy interiores, muy de nosotros mismos, que nadie puede ver:
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Si nuestra respuesta fue NO debimos medir las consecuencias de este nuestro defecto, no
solo en los demás, sino en nosotros mismos ¿Estamos dispuestos a seguir pagando por
este tipo de actividades? Comenzamos a entender que una actitud o comportamiento
procedente de un defecto de carácter nunca nos lleva a la PAZ de pensamiento que
estamos buscando. Sin importar lo que esas VOCES EN NUESTRA CABEZA digan. Pero
¿qué hay de los defectos que creemos que necesitamos para sobrevivir? Avaricia, Lujuria,
Ira, Gula, Envidia y Pereza, estos defectos son generalmente los subtítulos para una baja
autoestima. El resentimiento parecía acolchonar nuestros límites contra la invasión. El
miedo nos tenía a muchos en alerta por aquellos que quisieran lastimarnos ¿cómo
podríamos algún día estar enteramente dispuestos a que estos defectos se eliminasen? La
respuesta vino a nosotros que todos nuestros defectos de carácter eran, de alguna
manera, productos de nuestra propia voluntad. Existían herramientas de supervivencia en
nuestro pasado y a pesar de que parecían ser para nuestro bienestar, ya no eran
suficientes. Queríamos vivir y no solamente sobrevivir y para ello necesitábamos un
programa limpio DEJAR A DIOS QUE ELIMINASE TODOS NUESTROS DEFECTOS DE
CARÁCTER. Como en el caso anterior, en el sexto paso se sugiere que pongamos nuestra
voluntad a un lado y dejemos a Dios el trabajo. A través de nuestras vidas, la mayoría de
nosotros hemos sobrellevado la adversidad en nuestros términos (a nuestro modo).
Apoyándonos en nuestros defectos para atravesar situaciones dolorosas y a menudo
complejas, muchos de nosotros hemos usado a nuestro Poder Superior, dirigiéndose para
hacer que realice nuestro mandato: ―Querido Dios, has que ella me ame‖. ―Oh, Dios mío,
no dejes que ella me abandone‖, ―Señor, hazlos que me den este trabajo ahorita mismo‖.
Decíamos estas oraciones tan honestamente como podíamos. El problema era nuestro
acercamiento, erróneamente, cuando nos veíamos a nosotros mismos estropeados,
nuestra arrogancia nos hacía pensar que nosotros solo teníamos la respuesta a los
problemas de todos los demás, incluyendo los nuestros, fue este razonamiento
distorsionado lo que nos dejó en tal estado de ingobernabilidad. En el sexto paso se nos
ofreció una solución PONER NUESTRA RECUPERACIÓN EN MANOS DE DIOS otra vez.
Pero ¿qué hay de lo que dice que dejamos TODOS nuestros defectos a Dios? ¿Porqué no
estar enteramente dispuestos a que Dios eliminase ALGUNOS de nuestros defectos? Se
nos sugirió que viéramos esos defectos como una concha protectora, con la que hemos
crecido, aferrarnos a ello sería como autodestruirnos, como un pájaro quedándose con un
pedazo de su cascarón, o una mariposa colgándole un pedazo de su capullo. A este punto
de nuestra recuperación, nuestros defectos de carácter no nos protegen para nada, eran
un exceso de equipaje que nos hundía a menudo, limitándonos hasta nuestro potencial.
6. Estuvimos enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos defectos de
carácter. Este Paso nos ofrece uno de los mayores regalos espirituales del programa:
El cambio
No importa qué descubrimos acerca de nosotros mismos en los Pasos anteriores, el
cambio es posible. No estamos condenados a vivir una vida envenenada por nuestra
enfermedad. Un Poder Superior a nosotros mismos puede sacarnos el temor, la
deshonestidad, la auto-obsesión y nuestro deseo de incurrir en hacer lo posible por
enterrarnos en la mediocridad.
Los Pasos Cuarto y Quinto nos han mostrado claramente nuestros defectos y sus efectos
en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas; así como, en cada una de nuestras
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instante de agobio, es Dios ―….enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos
defectos de carácter…‖.
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De esas experiencias he aprendido que algunas personas heridas son, como dice el dicho
―de Missouri, hay que mostrarles‖. Algunas veces las acciones valen más que las palabras
y tuve que mostrarles mi sinceridad al continuar estando sobrio.
No hay sugerencias fijas para todos en cuanto a ―Cómo hacer reparaciones‖. Las
circunstancias y los individuos varían. Pero debería haber, a mi juicio, un requisito
necesario para todos nosotros. El éxito de nuestros esfuerzos, con respecto a nosotros
mismos o a aquellos a quienes dañamos, o a ambos, debería depender de nuestra
absoluta honestidad y sinceridad de propósito.
Las reparaciones no funcionarán correctamente si las usamos solamente como palabrerías
para zafar de un problema, para apaciguar a alguien de quien queremos obtener una
buena opinión, o de quien podría estar en una posición que nos beneficiaría en el futuro.
No ganamos mucho, o nada, al imponer esta responsabilidad sobre nosotros y tomarla
como una obligación hacia otros, si solamente es una acción mecánica que otro miembro
de AA nos dijo que era lo que había que hacer.
Deberíamos desear hacer reparaciones porque sinceramente estamos convencidos de que
hicimos mal y honestamente queremos enmendar un error.
No hay un sustituto para esta actitud o estado de mente esencial. Una de las dificultades
que tuve al tratar de reparar el daño con otras personas fue saber la diferencia entre el
deseo verdadero de hacer lo correcto y un intento falso de apaciguar la culpabilidad en mi
conciencia.
Por otro lado, nunca es aconsejable tratar de hacer reparaciones directas cuando al
hacerlo implica perjuicio para ellos, o para otros.
En mi opinión, nuestro hogar debería ser el primer lugar. Nuestras familias soportaron lo
peor de nuestro alcoholismo durante todos esos años y generalmente son los últimos en
recibir los beneficios de nuestro programa personal de rehabilitación.
Las reparaciones con el alcohólico, al igual que la caridad, comienzan en casa. Si primero
ordenamos nuestra habitación, entonces estaremos mejor capacitados, mental y
emocionalmente, para intentar rectificar aquellas condiciones causadas en el mundo
exterior por nuestro beber incontrolado.
Esto también aplica si queremos hacer reparaciones espirituales. Hay mejores
oportunidades de alcanzar esa meta después de enmendar nuestra vida en el hogar.
Entonces la ―decisión de poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios,
como nosotros lo concebimos‖ dará frutos más rápidamente.
El hacer reparaciones puede ser una experiencia rica y reconfortante en humildad,
tolerancia y una mejor comprensión de mis compañeros.
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