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Desde otra perspectiva, más bien se destacan las similitudes de los dos tér-
minos y se plantea que es su uso político el que posee distintos énfasis. Desde este
punto de vista, en el ámbito penal el “femicidio” implica la muerte de una mujer en
un contexto de género. No puede, por tanto, ser tratado como una igura neutral, en
el marco de los tradicionales delitos contra la vida o contra la integridad corporal.4
En el ámbito latinoamericano, un sector del movimiento feminista ha lu-
chado porque los asesinatos de mujeres motivado en el sexo de las víctimas,
sea identiicado como un tipo especial de asesinato y sea denominado como
femicidio. La propuesta se originó en el contexto de las desapariciones, torturas
y asesinatos de mujeres en México y Guatemala, cuya motivación estaba rela-
cionada con la juventud y el sexo de las víctimas, y con un desprecio hacia ellas
exteriorizado en conductas sexuales extremadamente violentas, lo cual, unido a
la actitud de indiferencia, negligencia o mala fe de las autoridades encargadas
de investigar los delitos, habría generado un clima de zozobra e impunidad. En
efecto:
6. El art. 450 del Código Penal decía: “Es asesinato y será reprimido con reclusión mayor especial
de dieciséis a veinticinco años, el homicidio que se cometa con alguna de las circunstancias si-
guientes: 1a. Con alevosía; 2a. Por precio o promesa remuneratoria; 3a. Por medio de inundación,
veneno, incendio, o descarrilamiento; 4a. Con ensañamiento, aumentando deliberada e inhuma-
namente el dolor del ofendido; 5a. Cuando se ha imposibilitado a la víctima para defenderse; 6a.
Por un medio cualquiera capaz de causar grandes estragos; 7a. Buscando de propósito la noche o
el despoblado para cometer el homicidio; 8a. Con el in de que no se descubra, o no se detenga al
delincuente, excepto cuando el homicida sea ascendiente o descendiente, cónyuge o hermano del
delincuente al que se haya pretendido favorecer; 9a. Como medio de preparar, facilitar, consumar
u ocultar otro delito, o para asegurar sus resultados o impunidad; o por no haber obtenido los
resultados que se propuso al intentar el otro hecho punible. 10. Con odio o desprecio en razón de
raza, religión, origen nacional o étnico, orientación sexual o identidad sexual, edad, estado civil o
discapacidad, de la víctima”.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 421
7. Resolución No. 388-95-OR de 3 noviembre de 1999, Corte Suprema de Justicia, Primera Sala de
lo Penal, Registro Oicial No. 89, Quito, 1 de junio de 2000.
8. El art. 449 del Código Penal prescribía: “El homicidio cometido con intención de dar la muerte,
pero sin ninguna de las circunstancias detalladas en el artículo siguiente, es homicidio simple y
será reprimido con reclusión mayor de ocho a doce años”.
422 Catalina Mendoza Eskola
Estudiada la sentencia impugnada por parte de la Sala, se encuentra que [...] ha incu-
rrido en error en los siguientes aspectos: a) No se ha tomado en cuenta la alevosía con
que actuó el encausado, al agredir gravemente con un palo a una anciana de 85 años
de edad, como fue la (fallecida), esto es a una persona indefensa, que ninguna acción
pudo realizar para repeler o impedir el ataque, y con el mismo instrumento contun-
dente a una niña de 11 años de edad, [...] cuya gravedad de las lesiones consta en el
informe médico legal de fs. 23, lo que convertía el hecho en asesinato, de acuerdo con
9. Resolución No. 124-2001 de 10 de junio de 2001, Corte Suprema de Justicia, Segunda Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 411, Quito, 13 de septiembre de 2001.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 423
el art. 450 número primero del Código Penal, esto es que hubo error en la tipiicación
del delito [...].10
Del estudio de la sentencia por parte de la Sala se iniere que hay una correcta aprecia-
ción de la prueba, tanto en lo relacionado con la existencia material del delito, muerte
de la (esposa), como en lo relacionado con la responsabilidad del procesado, autor del
disparo que causó la muerte de la occisa, en presencia de sus hijos menores de edad
y luego trató de suicidarse, sin conseguirlo, pero comete error de derecho en la tipii-
cación de la infracción, al hacerlo como homicidio simple de acuerdo con el art. 449
del Código Penal y no como parricidio o uxoricidio al tenor del art. 452 ibídem [...].11
Siendo un caso de homicidio agravado, este debía ser sancionado con la pena
de doce a dieciséis años de reclusión mayor extraordinaria, en lugar de ocho años
de reclusión menor ordinaria. No obstante, teniendo presente que la Constitución
Política de 1998, en su art. 24, num. 13, impedía empeorar la situación jurídica del
condenado si este era el único recurrente, la Sala declaró improcedente el recurso
de casación interpuesto.
En otra ocasión, un Tribunal de lo Penal de Pichincha condenó al procesado
a doce años de reclusión mayor ordinaria como autor del delito de homicidio de
su exconviviente. En opinión de la Sala de Casación, el encausado había obrado
con conciencia y voluntad cuando llegó al domicilio de su exconviviente “movido
por los celos para reclamarle por la situación de traición de que fue objeto”, razón
por la cual desechó el recurso de casación interpuesto por el acusado, expresando:
10. Resolución No. 286-02 de 2 de julio de 2002, Juicio Penal No. 554-99, Corte Suprema de Justicia,
Segunda Sala de lo Penal, Registro Oicial, No. 674, Quito, 1 de octubre de 2002.
11. Resolución No. 72-03 de 12 de febrero de 2003, Juicio Penal No. 362-01, Corte Suprema de Jus-
ticia, Segunda Sala de lo Penal, Registro Oicial, No. 107, Quito, 19 de junio del 2003.
424 Catalina Mendoza Eskola
Al sustanciarse la etapa plenaria, obra en contra del recurrente la denuncia sobre mal-
tratos (de su exconviviente), presentada y reconocida en legal forma ante la Comisaría
Sexta de Policía de la Mujer y la Familia de Quito, el día 30 de junio de 1999; a las
10h45, esto es, dos meses antes aproximadamente al día en que ocurrió el hecho
materia del presente juicio penal, antecedente que en armonía con las diligencias pro-
batorias de cargo y el contenido del acta de la audiencia pública de juzgamiento,
sustentan el fallo condenatorio motivado como exige la Constitución y la ley, sin que
las alegaciones defensivas del sentenciado recurrente, hubieren sido demostradas en
el proceso.12
del texto de la sentencia se advierte que los actos antijurídicos realizados por el acu-
sado se encasillan en el art. 452 del Código Penal, que reprime con reclusión mayor
especial de 16 a 25 años, a los que a sabiendas y voluntariamente mataren a cualquier
ascendiente o descendiente, cónyuge o hermano. En el presente caso, aunque no se ha
demostrado con la partida de matrimonio que (el acusado fue cónyuge de la víctima),
en ningún momento ha negado que esta fue su mujer, por lo que no era imprescindible
haber probado tal acto. Por otra parte el art. 57 del Código Penal dice que no se im-
pondrá pena de reclusión al mayor de 60 años y el que cometiera un delito reprimido
con reclusión, cumplirá la condena en un establecimiento destinado a prisión correc-
cional, pero en ninguno de sus incisos faculta al Juez para que reemplace la pena de
reclusión por 5 años de prisión, tanto más cuanto que el homicidio cometido en las
personas indicadas en el art. 452 del Código Penal causa gran alarma a la sociedad
por quebrantar principios fundamentales de carácter afectivo y por eso la ley es más
drástica en su sanción [...].13
12. Resolución No. 171-03 de 16 de mayo de 2003, Corte Suprema de Justicia, Primera Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 134, Quito, 28 de julio del 2003.
13. Resolución No. 119-2005 de 9 de mayo de 2006, Corte Suprema de Justicia, Tercera Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 32, Quito, 2 de marzo de 2007.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 425
rior de una habitación de un hotel, a causa de “un corte en el cuello”. A partir del
análisis de la sentencia impugnada, la Sala encontró que, por las circunstancias en
que se produjo el hecho, los medios empleados y los antecedentes que habían sido
destacados por los juzgadores, “no había duda alguna de que el recurrente era el
autor de la muerte de su esposa y que lo había hecho con alevosía”, manifestando:
Por su parte, un Tribunal Penal del Guayas dictó sentencia en contra del pro-
cesado por considerarlo autor del delito tipiicado y reprimido en el art. 450 con las
circunstancias 1, 4, 5 y 7 del Código Penal, en concordancia con el art. 452 del mis-
mo Código; por lo que le aplicó la pena de veinticinco años de reclusión mayor es-
pecial. De acuerdo con los testimonios de los peritos que practicaron la autopsia de
la víctima, el reconocimiento del exterior del cadáver y el reconocimiento del lugar
de los hechos, el cuerpo presentaba varias laceraciones, oriicios de entrada y de
salida de disparos y una esquirla de proyectil en la mano de la fallecida. El cadáver
había sido encontrado en el fondo de un barranco de dos metros de profundidad,
rodeado de montañas, cerros, árboles y arbustos, y alejado de las viviendas. La Sala
concluyó que existían varios indicios que, necesariamente, conducían a establecer
la autoría y responsabilidad del acusado en el cometimiento del delito objeto del
juicio, por lo que rechazó el recurso de casación interpuesto por él, expresando:
14. Resolución No. 54-2007 de 7 de enero de 2008, Corte Suprema de Justicia, Primera Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 56, Quito, 28 de octubre de 2009.
426 Catalina Mendoza Eskola
De los datos que nos proporcionan estos fallos, es posible concluir que los
atentados contra la integridad personal y la vida de las mujeres están motivados
en el sexo de las víctimas. En primer lugar, los comportamientos violentos de los
agresores buscan imponer determinadas conductas socialmente exigidas a las
mujeres. Ciertamente, en los casos analizados, la violencia masculina se exacer-
ba debido a la decisión de la mujer de dejar el domicilio conyugal,16 a su voluntad
de poner in a la relación,17 a la resistencia que opone frente a una agresión sexual,18
o porque culturalmente no se tolera la “traición” de una mujer.19 En segundo lugar,
los signos externos de violencia que se describen en las autopsias20 o las referen-
cias a la forma en que se perpetró el delito21 evidencian el desprecio del agresor
por la víctima o su deseo de humillarla. En tercer lugar, en la generalidad de los
casos, la agresión que causa la muerte de la mujer representa el último eslabón de
una cadena de violencias experimentadas en el ambiente doméstico o en el ámbito
de las relaciones personales entre los cónyuges o convivientes.22 Las denun-
cias presentadas en las Comisarías de la Mujer y la Familia23 son una muestra de
que estamos ante una situación de violencia sostenida en el tiempo que culmina
con la muerte de la mujer.
Las Salas de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia frente a los recursos
de casación que impugnan las sentencias dictadas por los Tribunales de lo Penal,
generalmente, acogen los argumentos del acusador particular o del Ministerio Pú-
blico sobre lo que estiman un error en la caliicación del delito como homicidio
simple cuando en realidad se trata de asesinato. En algunos casos, las Salas decla-
ran procedente el recurso interpuesto y enmiendan el error de derecho. En otros
casos, a pesar de que las Salas están de acuerdo en que la sentencia examinada
comete un error de derecho en la tipiicación de la infracción, sin embargo, al ser el
15. Resolución No. 45-08 de 11 de febrero de 2008, Juicio Penal No. 482-06, Corte Suprema de Jus-
ticia, Segunda Sala de lo Penal, Registro Oicial, No. 84, Quito, 9 de diciembre de 2009.
16. Ver caso No. 45-08.
17. Ver caso No. 388-95-OR.
18. Ver caso No. 124-2001.
19. Ver los casos No. 17-03; No. 171-03; No. 388-95-OR; No. 45-08.
20. Ver los casos No. 388-95-OR; No. 17-03.
21. Ver los casos No. 17-03; No. 72-03.
22. Ver los casos No. 388-95-OR; No. 45-08.
23. Ver los casos No. 171-03; No. 54-2007.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 427
prueba que relacionada con la declaración preprocesal rendida por el encausado ante
el Fiscal, con la presencia de su defensor, en la que explica su enfurecimiento al en-
contrar a su conviviente desnuda yaciendo con otro hombre, comenzó dándole golpes
en todo el cuerpo, que como ella cogiera un palo de eucalipto con un clavo en la
punta, aprovechando un descuido le arrebató el mismo, le agredió con tal instrumento,
introduciéndole, sin precisar si fue en el ano o en la vagina. Luego, salió del cuarto
y se dirigió a una cantina donde libó por el lapso de una hora, regresando a su casa y
encontrándole a su conviviente en la calle completamente desnuda, a quien la aban-
donó, ingresando a su casa a descansar. Circunstancias estas que relejan su ánimo
homicida, ya por el cuerpo contundente utilizado –palo de eucalipto con un clavo en la
punta– como por la multiplicidad de golpes propinados a la víctima en diferentes par-
tes del cuerpo, inclusive produciendo una herida punzocortante de cuatro centímetros
en la región anal izquierda y traumatismos cráneo encefálicos, que desencadenaron su
fallecimiento, las zonas del cuerpo de la víctima que fueron afectadas, principalmente
el cráneo, todo lo que denota que no tuvo intención únicamente de herirla o golpearla
sino la de matarla [...].25
24. Resolución No. 17-03 de 7 de enero de 2003, Juicio Penal No. 534-01, Corte Suprema de Justicia,
Segunda Sala de lo Penal, Registro Oicial, No. 92, Quito, 29 de mayo de 2003.
25. Ibíd.
428 Catalina Mendoza Eskola
26. Resolución No. 124-2001, 10 de junio de 2001, Corte Suprema de Justicia, Segunda Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 411, Quito, 13 de septiembre de 2001.
27. Resolución No. 286-02 de 2 de julio de 2002, Juicio Penal No. 554-99, Corte Suprema de Justicia,
Segunda Sala de lo Penal, Registro Oicial, No. 674, Quito, 1 de octubre de 2002.
28. Resolución No. 54-2007 de 7 de enero de 2008, Corte Suprema de Justicia, Primera Sala de lo
Penal, Registro Oicial, No. 56, Quito, 28 de octubre de 2009.
29. Para un análisis de este tema: Luz Rioseco Ortega, “Culminación de la violencia doméstica: Mu-
jeres que asesinan a sus parejas–defensas penales posibles”, en Alda Facio y Lorena Fríes, edit.,
Género y Derecho (Santiago: LOM Ediciones / La Morada, 1999), 11; Elena Larrauri, “Una crítica
feminista al Derecho penal”, en Mujer, derecho y sociedad (Sevilla: Fundación El Monte, 1996),
55; Francisco Muñoz Conde, “La mujer víctima del delito sexual”, en Mujer, derecho y sociedad
(Sevilla: Fundación El Monte, 1996), 37-43; y, Julieta Lemaitre, “Violencia”, en Cristina Motta
y Macarena Sáenz, edit., La mirada de los jueces. Género en la jurisprudencia latinoamericana
(Bogotá: Siglo del Hombres Editores / American University Washington College of Law / Center
for Reproductive Rights, 2008), 593-602.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 429
dominio del marido sobre la esposa y consagrando, de este modo, una evidente
discriminación en contra de la mujer.
no existe alevosía tan solo en el hecho de que el infractor se oculte moral o física-
mente, sino que esta circunstancia también existirá en todo caso en el que se busque
“[...] el aseguramiento de la ejecución del hecho, mediante la ausencia de riesgo ante
una posible defensa del ofendido [...]”, lo cual ha ocurrido en el caso concreto en el
que el agresor alejó a la ahora occisa [...], de cualquier tipo de ayuda que esta pudiera
pedir de otras personas, al esperar que los dos, víctima e infractor, se encontraran
solos en su vivienda, inclusive mandando a dormir a la hija que tenían en común,
para que no existiera peligro alguno en la ejecución del acto delictivo, evidenciando
claramente que la violencia ejercida sobre su víctima es una manifestación del poder
30. Juicio No. 482-2011-VR (Asesinato), Corte Nacional de Justicia, Jurisprudencia Ecuatoriana.
Ciencia y Derecho. Período enero-diciembre de 2012 (Quito: CNS, 2012), y Juicio No. 396-2011
(Asesinato), Corte Nacional de Justicia, ibíd.
430 Catalina Mendoza Eskola
que ejercía sobre ella, adaptando así su conducta a la causal primera del art. 450 del
Código Penal.31
31. Juicio No. 396-2011 (Asesinato), Corte Nacional de Justicia, Jurisprudencia Ecuatoriana. Ciencia
y Derecho. Período enero-diciembre 2012 (Quito: CNS, 2012), 181.
32. Ibíd.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 431
una densa red nerviosa que está conectada al sistema nervioso simpático, del cual
depende el funcionamiento de los órganos que se encuentran en la región abdominal
del cuerpo; el golpe provocado en esta área, propinado con la suiciente fuerza (como
en el caso concreto en el que ha llegado a causar hasta la muerte), ocasiona, por lo
menos, que la persona caiga desplomada y le falte el aire, cuestión que inhabilita cual-
quier posible defensa de una persona ante ataques posteriores de su agresor, mucho
más tratándose de una mujer que anteriormente ya había sentido violencia ejercida
por su pareja, razón suiciente para considerar que ha existido en el caso sub judice
la circunstancia agravante constitutiva de asesinato, contenida en el art. 450.5, del
Código Penal.33
Por las razones expuestas, la Corte airmó que el juzgamiento de estos actos
exige la utilización de una perspectiva de género, a partir de la cual se pueda ana-
lizar cuál es la posición concreta de hombres y mujeres en la sociedad para poder
determinar si la causa del homicidio o asesinato se produjo por una cadena sucesi-
va-temporal de hechos de violencia doméstica, mediante el abuso de poder social-
mente asignado a los hombres sobre las mujeres en el ámbito de las relaciones ín-
timas, producto de relaciones de desigualdad entre los géneros, donde el homicidio
o el asesinato se constituye en el eslabón inal de dicha cadena de violencia. En este
escenario de violencia de género, no se puede –en opinión de la Corte– reducir la
muerte de una mujer a un homicidio, pues se estaría deslindando del hecho ilícito
los elementos constitutivos de lo que es un típico caso de femicidio:
[...] se logra desprender claramente, de los hechos que han sido probados por el juz-
gador de instancia, mediante su propia valoración de la prueba, y a los que se remite
este Tribunal de Casación para juzgar que el asesinato de (la víctima), se dio por una
clara visión que el procesado tenía de la nombrada, como si fuera un objeto de su
propiedad, razón por la cual ha preferido terminar con la vida de su víctima, a verla
en manos de otro hombre, circunstancia que le hubiese hecho perder el dominio que
sobre ella ejercía. Lo que el recurrente intenta excluir con una circunstancia de ex-
cusa, como ya se ha dicho, es parte de la antijuridicidad, esto es, del juicio negativo
de valor que recae sobre una conducta humana, lo que implica la aceptación de que
la conducta que en un principio se considera prohibida, fue realizada con un justi-
icativo, y en el caso concreto, no existe justiicativo que el tribunal de instancia o
este órgano jurisdiccional le pueda dar a la conducta del procesado, más aún cuando,
como ya se ha mencionado, el Estado tiene la obligación de sancionar la violencia en
contra de las mujeres, para establecer la protección jurídica de sus derechos, la cual,
como establece el art. 2.c de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas
de Discriminación Contra la Mujer, se da entre otros, por parte de los tribunales na-
cionales competentes, órganos que no pueden ser los primeros en promover este tipo
de discriminación, que “[...] se evidencia en las prácticas jurídicas a través de la falta
de seriedad con que los operadores de la justicia penal emprenden las investigaciones
sobre hechos de violencia de género; de los prejuicios y estereotipos a la luz de los
cuales valoran las pruebas recolectadas [...]”.34
35. Juicio No. 482-2011-VR (Asesinato), Corte Nacional de Justicia, Jurisprudencia Ecuatoriana.
Ciencia y Derecho. Período enero-diciembre 2012 (Quito: CNS, 2012), 230.
434 Catalina Mendoza Eskola
violencia de género, podemos señalar que hubo discriminación por ser mujer (sexo)
de acuerdo a la legislación internacional ya citada. La agravante general “discrimi-
nación por sexo”, no es la misma que la agravante constitutiva del delito prevista en
el art. 450.10 que se reiere al cometimiento del homicidio por odio o desprecio en
razón de la orientación sexual o identidad sexual, puesto que esta se ocupa de aquellos
asesinatos que se cometen hacia las personas de diversa condición sexo-genérica, o
lo que comúnmente se denomina como preferencia sexual. Es evidente que en el caso
que nos ocupa nada tuvo que ver la orientación o identidad sexual de la víctima pero
sí su condición de ser mujer.36
Las organizaciones de mujeres del país “fueron las primeras en alertar sobre
la recurrencia de muertes de mujeres por solo el hecho de serlo: muertes en ma-
nos de sus parejas, exparejas, familiares o conocidos eventuales (como el caso
de las trabajadoras sexuales) que se ensañan con los cuerpos de las mujeres
dejándolas violadas, apuñaladas, mutiladas, ahorcadas, torturadas”.39 Ciertamente,
las acciones de sensibilización, debate, construcción de propuestas y negociación
política, impulsadas por el movimiento de mujeres con la inalidad de que se in-
corpore el femicidio como delito autónomo en la ley penal, permitieron evidenciar
la gravedad de esta problemática y la importancia de la intervención estatal para
prevenirla y sancionarla.40
La movilización de las mujeres logró visibilizar en los ámbitos social, políti-
co, legal y académico la necesidad de que el femicidio sea considerado una forma
especíica de asesinato que se origina en las relaciones de poder y dominación
que se ejercen sobre las mujeres, en el plano afectivo, familiar o jerárquico, y
que representa el resultado inal de una serie de comportamientos violentos que
buscan imponer a las mujeres una serie de conductas que socialmente les han
sido asignadas. Se trata de la mayor expresión de violencia machista que culmina
con la muerte de la mujer y que, por lo tanto, merece la intervención del Estado.
Lamentablemente, el juzgamiento de este tipo de conductas no está exen-
to de problemas: las diicultades técnicas que la caracterización del tipo penal
puede suministrar, las estrategias de defensa que se ponen en práctica en perjuicio
de las víctimas, los esquemas sexistas que se expresan en el momento de la
aplicación e interpretación de las normas penales, la debilidad o inexistencia
de mecanismos de reparación para los familiares de las víctimas, así como el
39. Coalición Nacional de Mujeres para la Elaboración del Informe Sombra de la CEDAW, Informe
Sombra al Comité de la CEDAW. Ecuador 2014 (Quito, 2014), 15.
40. El art. 141 del proyecto de Código Orgánico Integral Penal aprobado en segundo debate por la
Asamblea Nacional tipiica el femicidio de la siguiente manera: “La persona que, como resultado
de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer por el
hecho de serlo o por su condición de género, será sancionada con pena privativa de libertad de
veintidós a veintiséis años” (la misma pena prevista para el asesinato). Las circunstancias agra-
vantes del femicidio son descritas en el art. 142: 1. Haber pretendido establecer o restablecer una
relación de pareja o de intimidad con la víctima; 2. Exista o haya existido entre el sujeto activo y
la víctima relaciones familiares, conyugales, convivencia, intimidad, noviazgo, amistad, compañe-
rismo, laborales, escolares o cualquier otra que implique conianza, subordinación o superioridad;
3. Si el delito se comete en presencia de hijas, hijos o cualquier otro familiar de la víctima; y, 4. Si
el cuerpo de la víctima es expuesto o arrojado en un lugar público.
436 Catalina Mendoza Eskola
rol que desempeñan los medios de comunicación social, entre otros, son aspectos
a considerar.41
Las reformas penales, por lo tanto, se enfrentan con diicultades que superan con
creces los tibios remiendos a ciertos artículos e incisos. Implican enfrentarse a una
tradición jurídica que, casi desde su concepción como derecho moderno, ha excluido
a las mujeres tanto en el papel de agresoras como en el de víctimas, y por lo tanto tiene
un modus operandi, unos principios, unas técnicas legislativas, una forma de com-
prender los derechos y un prototipo de ser humano razonable que no se compadece de
la situación femenina, o lo hace con diicultad.42
41. El Informe Sombra al Comité de la CEDAW cita el testimonio de los familiares de Vanessa Lan-
dinez Ortega, joven víctima de femicidio en la provincia de Tungurahua, lo cual ilustra esta
situación: “No hay una norma o una ley que sancionen a los medios sensacionalistas que expropian
el cuerpo de las mujeres. Existe una primera muerte, la muerte física (delito), segunda, la de los
medios de comunicación; y tercera muerte cuando hay impunidad, culpabilizando a las mujeres”.
Coalición Nacional de Mujeres para la Elaboración del Informe Sombra de la CEDAW, 16.
42. Julieta Lemaitre, “Violencia”, 581.
43. Lorena Contreras Taibo y Alejandra Ramírez Lema resaltan los efectos que el femicidio impone en
la vida de las denominadas “víctimas indirectas”. Ciertamente, los más afectados una vez ocurrida
la muerte de una mujer son todos aquellos que mantenían una relación familiar o de dependencia
con la víctima, particularmente, los niños, niñas y adolescentes hijos de la mujer asesinada; sin em-
bargo, la respuesta estatal tiende a invisibilizar las implicaciones prácticas en sus relaciones perso-
nales, familiares y sociales (“Niños, niñas y adolescentes víctimas del femicidio de sus madres”,
en Hilda Marchiori, dir., Victimología 9. Violencia en Niños y Adolescentes (Córdova: Encuentro
Grupo Editor, 2010), 91-101.
Los asesinatos de mujeres en un contexto de género 437
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