envuelve su magro seno con lana de oveja negra. Y el seno ya no es más el sitio de la ternura.
Agotada la dulce leche,
la madre hace el rito ancestral del destete: el niño viene y encuentra el animal de lana negra en el pecho amado donde sólo el viejo pezón nutricio asoma todavía como una provocadora trampa. El niño huye escarmentado y ahíto de su primer gran miedo.
Su amor renacerá de ese miedo.
Y ella será la madre que le temblará siempre en la boca.