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Análisis y resolución de

problemas
NOMBRE DE CURSO

UNIDAD 3

Conversar para
cambiar la mirada
Curso: Análisis y resolución de problemas

UNIDAD X 2
Conversar para cambiar la mirada:
los cuatro ingredientes del diá logo
estraté gico
Su aparente simplicidad no puede ocultar que sólo un profundo conocimiento de la
mente humana permite su aplicación en situaciones complejas. ¿Cuáles son esos 4
ingredientes?

1. Preguntar (mejor que afirmar)


Es tan simple como entender que, aunque nuestra enorme sabiduría y experiencia (léase
con un punto irónico) nos permita vislumbrar con certeza cuál ha de ser el paso
siguiente que ha de dar la otra persona, es más probable que lo dé si se siente
protagonista de él. Si preguntamos adecuadamente, contribuimos a reducir las
resistencias al cambio y favorecemos una narración de los hechos o las emociones
que orientan a la mejora. Porque, en la comunicación estratégica, preguntar no es sólo
un instrumento para recoger información. Es una de las herramientas básicas para
intervenir a la vez que investigamos, para proponer cambios a la vez que conocemos.

Existe un tipo de preguntas, las preguntas de doble alternativa, que permiten guiar
la conversación ayudando a realizar el análisis de las soluciones intentadas y a
movilizar las emociones que contribuyen a cambiarlas. Parece obvio que una buena
pregunta (por ejemplo: “¿qué crees que puedes hacer en esta situación que tanto
malestar te provoca?”) mejora siempre una afirmación, especialmente si ésta está hecha
con lo que llamamos mensajes tú (“lo que tienes que hacer es…”). Si, además, somos
capaces de orientar la respuesta con una pregunta de doble alternativa (por ejemplo:
“¿tienes claro qué puedes hacer ante esta situación o te gustaría que yo te ayudara a
pensar alternativas?”) estamos abriendo puertas que facilitan la comunicación, animan
el proceso de cambio y mantienen empoderada a la persona a la que estamos
acompañando.

2. Pedir confirmación (mejor que sentenciar)


Igual que hacemos con las preguntas, nuestra reacción ante las respuestas puede ser una
palanca de cambio, que vaya anclando los aspectos clave de la narración y permitan que
ésta avance en la dirección adecuada.

En la práctica, se trata de incorporar a la conversación afirmaciones que


parafraseen y soliciten la aprobación de nuestro interlocutor, introduciendo giros
imperceptibles que abran el relato a nuevas posibilidades. Si alguien nos expresa
amargamente su malestar o su impotencia ante una situación que vive, podemos recoger
y resumir sus sentimientos con un “veo que lo estás pasando muy mal y te sientes
impotente”. Pero también, sin traicionar los hechos o los sentimientos que estamos
escuchando, podemos introducir, en la frase anterior un “ahora mismo” que sitúa
temporalmente las dificultades, pero mantiene abierta la puerta a alternativas
posteriores. A la vez, subrayamos que se trata de nuestra interpretación (con un
“corrígeme si me equivoco”) o pedimos directamente confirmación (“¿lo estoy
entendiendo bien? ¿es así cómo lo vives?”).

A esta forma de parafrasear la llamamos reestructuración. Parafraseamos no sólo


para verificar lo que hemos comprendido, sino para ir consolidando avances en la
narración, para generar puntos de no retorno (hacer el cambio no sólo deseable, sino
inevitable) en el proceso de mejora.

Parafraseamos no sólo para verificar lo que hemos comprendido, sino para ir


consolidando avances en la narración

3. Evocar (mejor que explicar)


Más allá de las convicciones o descubrimientos cognitivos, son las emociones asociadas
a estos las que movilizan los procesos de cambio. El diálogo estratégico incorpora
necesariamente el manejo de las emociones y, en muchas ocasiones, la generación
intencionada de lo que llamamos experiencias emocionales correctoras.

Conseguir despertar en nuestro interlocutor emociones que predispongan a cambiar o


que dificulten el mantenimiento de soluciones intentadas (las que perpetúan los
problemas) es uno de los objetivos de las conversaciones que se desarrollan en los
contextos sociales y educativos. Si, además, somos capaces de provocar ese cambio de
perspectiva haciendo reaccionar a la persona con la que hablamos con una frase breve o
con una imagen mental que conecte con lo que está viviendo, sin duda obtendremos
mejores resultados que con el mejor de los discursos profesionales.

A este tipo de reestructuraciones las llamamos analógicas (por el uso de analogías y en


oposición a las reestructuraciones lógicas, que se ajustan más a lo explicado en el
apartado anterior). En entornos clínicos se desarrollan mediante metáforas o aforismos
contrastados para cada tipología de problemas. Decía Cervantes que “en algún lugar de
un libro hay una frase esperando para darle un sentido a la existencia”. Pues de eso se
trata, de conseguir mucho con poco, de tocar la tecla adecuada, de encontrar la
palabra, la canción, la fotografía, la escena de película o el cuento que haga que la
persona que tenemos delante no pueda seguir viendo las cosas de la misma
manera, que provoque un cambio de mirada que invite a caminar en otra dirección.

4. Ayudar a actuar (mejor que ayudar a pensar)


Una parte importante de los seres humanos, especialmente si tenemos formación
universitaria, vivimos en la fantasía de que nuestro pensamiento dirige nuestras
acciones. Esa fantasía nos lleva, con frecuencia, a dedicar tiempo y energía a profundos
análisis sobre nuestra vida y la de los que nos rodean y, mientras pensamos, dejamos
que la vida siga su curso, muchas veces sin hacer lo que conviene, aunque podríamos
escribir un tratado sobre ello.

Quizás el párrafo anterior suene a exageración, porque también sabemos por experiencia
que, en ocasiones, pensar de manera adecuada ayuda a analizar la realidad, a tomar
buenas decisiones y a mejorar nuestra vida. Sin embargo, lo más normal (en términos
estadísticos) es que utilicemos nuestro pensamiento para justificar nuestras acciones
(más que al revés) o que intentemos darle vueltas a las cosas en nuestra cabeza en lugar
de dedicarnos a hacer lo que toca para arreglarlas fuera de ella.

El diálogo estratégico invita a caminar, a experimentar cambios que desequilibren


para buscar nuevos equilibrios generadores de salud y bienestar. Como dice Blanco
(en un recomendable artículo que podéis encontrar aquí), primero implicar para después
explicar. No se trata de negarle espacio al pensamiento, sino de entender que se hace
camino al andar y que el buen uso del pensamiento tiene más que ver con narrar el
camino andado que con sentarnos a pensar cómo lograr que otros anden nuestro camino
por nosotros.

El diálogo estratégico invita a experimentar cambios que desequilibren para buscar


nuevos equilibrios generadores de salud y bienestar

Estos cuatro ingredientes son como los pasos en un baile de salón, que uno puede
reproducir mecánicamente a la perfección, pero que sólo convierten los movimientos en
arte cuando quien los ejecuta entiende lo que necesita su pareja, se adapta a su ritmo y
anticipa sus cambios. Para que esa experiencia artística, fluida y sencilla en apariencia,
llegue a producirse, se necesita método, ensayo reiterado y la lucidez para aceptar que
los errores son una fuente excepcional de aprendizaje.

http://peretarres.professorat.org/cuatro-ingredientes-dialogo-estrategico/

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