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Universidad San Sebastián


Curso Antropología Filosófica
Profesor: Rodrigo Figueroa Weitzman

Algunas ideas en relación con el tema de la quinta semana del curso


Nuestra quinta semana de este curso aborda el tema del entendimiento y de los modos como el ser
humano habla de sí mismo, según un capítulo del libro del filósofo estadounidense Robert
Sokolowski Fenomenología de la persona humana. El tema de la clase, y en buena medida de
dicho libro, es la persona humana como “agente de la verdad” (que amplía lo “racional” del ser
humano) y, en cierto sentido, aclarar qué se entiende por verdad cuando se habla de ella.
De acuerdo a lo expuesto en la sesión, es importante decir que la palabra racional (aplicada al
hombre como “agente de la verdad”) abarca todas las formas del entendimiento y muestra que
alcanzar la verdad es un quehacer y no sólo una recepción pasiva. No sólo se trata de hablar de la
razón, sino de tener éxito al razonar (no podemos evitar vernos a nosotros mismos y a los demás
implicados en la verdad). Nuestro ejercicio filosófico es en sí mismo la cima de nuestra
racionalidad, no algo ajeno a ella. Tal como vimos en clases, es nuestra racionalidad la que nos
hace personas. No podemos mostrar lo que somos en tanto que personas sin también mostrar lo que
significa que las cosas se nos aparezcan. Nuestra racionalidad no es simplemente la capacidad de
tener ideas, sino que es esencialmente una revelación de cosas, e incluso razonar sirve en última
instancia para poner de manifiesto lo que las cosas son. La razón “descansa” cuando logra
comprender.
En la perspectiva de Sokolowski usamos tres términos diferentes para referirnos a nosotros mismos:
primero, nos llamamos seres humanos o, en el sentido genérico de la palabra, hombres. Segundo,
hablamos de nosotros como personas. Y tercero, decimos que somos sí mismos. El primer término,
hombre, es el más básico y espontáneo. Nos destaca simplemente como una de las especies de
cosas en el mundo, una entre los muchos tipos de ser: hay minerales, plantas y animales; y entre los
animales hay osos, lobos, gatos, caballos y, finalmente, hombres (como nombre de una especie
biológica). El segundo término, persona, es más sofisticado y su definición filosófica clásica fue
dada al inicio del siglo VI por Boecio, quien dijo que una persona es una substancia individual de
naturaleza racional. Esta definición pone de relieve nuestra racionalidad: una persona es un ser
individual que ha sido dotado de razón. La definición deja abierta también la posibilidad de que
haya personas que no sean seres humanos (Boecio aplicó el término a lo divino y angelical). El
tercer término, el sí mismo, suena muy extraño. ¿Acaso cada cosa o, por último, cada animal no es
un “sí mismo”? Para responder a esta interrogante, Sokolowski remite fundamentalmente a la
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distinción entre lenguaje informativo y lenguaje declarativo. Nuestra racionalidad queda expuesta y
nuestro ser persona se manifiesta en nuestra habilidad para usar la primera persona del pronombre
personal. Menciona dos modos de utilizar este término:
1. El primer modo es el uso informativo de la palabra yo. Aquí simplemente nos nombramos a
nosotros mismos tal y como nombraríamos cualquier otro objeto del cual queremos decir algo. Por
ejemplo, “yo mido tantos centímetros” o “yo estoy en Santiago”. Esto mismo podría decirse de una
tercera persona. 2. Otro modo es el uso declarativo de la palabra “yo”. Supongamos ejemplos:
“(Yo) sospecho que estás estafando” o “(yo) debo pagar mis deudas” o “(yo) sé que esto es una
cebra” no enuncio meros datos sobre mí (mi sospecha, mi deber, mi conocimiento), sino que me
declaro a mí mismo como desconfiando de ti, y por consiguiente me declaro en mi quehacer
racional. Me comprometo en lo que digo. Este uso del término yo me expresa a mí, el hablante, en
cuanto agente racional, y, por tanto, en cuanto persona o agente de la verdad. Me exhibe
directamente en mi quehacer personal.
Esta diferencia entre el uso informativo y el uso declarativo del término yo es en ocasiones bastante
sutil. Esto se manifiesta en el hecho de que uno y el mismo enunciado puede ser utilizado de ambas
maneras. Cabe la posibilidad, aunque inusual, de que yo diga. “(Yo) desconfío de ti” y aseverarlo
como un simple hecho. Quizás diga algo así: “Bueno, después de todo lo que ha pasado, no es una
sorpresa que yo desconfíe de ti y que lo venga haciendo desde hace un tiempo”. No te estaría
declarando mi desconfianza en este momento, sino simplemente mencionándola como cierta
información (tal como informo de otras cosas). El declarativo “(yo) desconfío de ti” instituye o
reafirma desconfianza, mientras que el informativo simplemente lo dice. El declarativo se apropia
(el habla humana está “sazonada” por este lenguaje), cuando por el contrario el informativo
menciona.
Otra indicación de la sutileza de la distinción reside en el hecho de que es posible que no estemos
seguros si un enunciado es informativo o declarativo. Una oración como “(yo) estoy en esta
habitación” parece informativa, enunciando un hecho, pero también podría ser utilizada
declarativamente si el hablante estuviera transmitiendo un dato importante y reafirmándose en su
quehacer racional.

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