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Publicado en Carmen Colazo, Yuderkys Espinosa y Romina Fascendi (comp), De-
construyendo la cultura de género en el sistema educativo cordobés. INECIP, regional
centro, Córdoba, Argentina, 2009.
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En este trabajo, al igual que en mis últimos escritos usaré la “x” para tachar la intensionalidad genérica
e impugnarla. Ya no se trataría de pensar en dos géneros…sino más bien de abandonar la empresa de
hacer incluir en ellos todo lo que le excede, abandonar la idea de la necesidad del género para pensarse,
para existir. La "x" se ha usado desde la edad media para indicar algo como malo, peligroso, venenoso, de
lo que debe unx cuidarse...eso me gusta, me gusta el gesto de tachar, impugnar la intensionalidad de
asignación del género en el lenguaje. La "x" me invoca el recuerdo de un pasado y un aún presente
funesto del que reniego y al que me opongo, es también un acto de denuncia, es un no definitivo. Ese
pasado y presente habla de una compulsiva asignación de género y los efectos que produce. En el camino
de la construcción de una lengua desgenerada, me gusta la "x" por su denuncia radical del género como
tecnología de poder.
La idea de hacer un diagnóstico participativo provino de las incursiones previas
y la trayectoria de abordaje del campo de género y educación por parte del equipo de
coordinación. Tanto la coordinadora general como la coordinadora académica habían
sido parte de proyectos precursores en la inserción de la temática de género en la
escuela a principios de la década de los 90 en América Latina. Siendo parte de estas
primeras iniciativas de entrecruzamiento entre género y educación nos preguntábamos
por el estado de la cuestión a casi veinte años después: si cuando hicimos esas primeras
incursiones nos encontramos con un medio hostil, reacio, indiferente, y cuando no
ignorante en el tratamiento de la temática ¿Con qué nos encontraríamos luego de dos
décadas? Durante todo este tiempo ¿Había cambiado el medio escolar en relación al
tratamiento del género? Si fuera así, ¿Qué es lo que había cambiado? Sabíamos que
durante las dos últimas décadas habrían proliferado diferentes iniciativas de
introducción y abordaje de la cuestión ¿De qué forma habrían impactado tales acciones?
¿Qué contenidos y qué perspectiva habían introducido? ¿Cuáles experiencias se estaban
desarrollando y con cuáles obstáculos se estaban enfrentando? El grupo con el que
íbamos a trabajar eran docentes del Ministerio de Educación de Córdoba, una de las
provincias Argentinas. En el peor de los contextos, suponiendo que nada se hubiera
hecho desde el sistema educativo para trabajar la cuestión ¿De qué forma la
proliferación de un discurso de género y feminista a diferentes niveles de la sociedad,
había penetrado a la escuela y a sus agentes y cuáles eran sus efectos?
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Entendemos por paradigma deconstructivista del género a la nueva forma de abordaje del mismo que se
inicia desde finales de la década de los 80 y que a partir del desarrollo de una potente crítica al paradigma
anterior basado en el sistema sexo-género, asume la tarea deconstructiva propuesta por el
posestructuralismo francés a partir de Derrida. Aunque Derrida se ha negado sistemáticamente a dar una
definición de lo que significa la reconstrucción, asumiremos con Cristina de Peretti que esta tarea consiste
fundamentalmente: “en deshacer, en desmontar algo que se ha edificado, construido, elaborado pero no
con vistas a destruirlo, sino a fin de comprobar cómo está hecho ese algo, cómo se ensamblan y se
articulan sus piezas, cuáles son los estratos ocultos que lo constituyen, pero también cuáles son las fuerzas
no controladas que ahí obran. La deconstrucción trabaja, pues, no ya al modo de un análisis que, sin
«pillarse los dedos», se limita a reflexionar y/o a recuperar un elemento simple o un presunto origen
indescomponible de un determinado sistema, sino como una especie de palanca de intervención activa,
estratégica y singular, que afecta a [o, como escribe a veces Derrida, «solicita», esto es, conmueve como
un todo, hace temblar en su totalidad] la gran arquitectura de la tradición cultural de Occidente (toda esa
herencia de la que nosotros, querámoslo o no, somos herederos), en aquellos lugares en que ésta se
considera más sólida, en aquellos en los que, por consiguiente, opone mayor resistencia: sus códigos, sus
normas, sus modelos, sus valores” (De Peretti (1998)).
Es nuestro interés en este trabajo centrarnos en una historización del tratamiento
del género en la educación que nos permita desarrollar un análisis preliminar de los
hallazgos del diagnóstico realizado para pasar, finalmente, a presentar el marco de
mirada desconstructivista desde el cuál nos posicionamos para el desarrollo de
estrategias a futuro.
Como nos recuerda Donna Haraway (1995) si bien la idea de género tal como la
comprendemos hoy se podría rastrear ya en la clásica frase “no se nace mujer, se llega a
serlo” de S. de Beauvoir, no será sino hasta los años setenta cuando la misma aparecerá
condensada en el concepto de género retomado por las feministas anglófonas de las
ciencias médicas y la sexología que venían usándolo desde finales de los años 50.
A partir de entonces y podríamos decir que hasta avanzado los años 80 “la
teorización feminista se esforzó en distinguir entre sexo y género, entendiendo por sexo
las características anatómicas de los cuerpos, incluida la genitalidad, así como las
características morfológicas del aparato reproductor y aspectos tales como diferencias
hormonales y cromosómicas. El término género se reservó para designar la elaboración
cultural de lo femenino y lo masculino” (Maquiera D´Angelo, 2001: 161)4.
Ahora bien, si este fue el punto de vista consensuado desde el que se desarrolló
toda la primera teoría y campo de investigación feminista, a partir de los 80 comienzan
a aparecer voces que señalarían los límites que presentaba esta hasta entonces
solidificada visión sobre un sexo biológico inmutable y ahistórico al cual corresponde
un género socio-cultural aprendido y contingente. Voces nuevas comenzarán a abrirse
paso a la escucha, provenientes desde sectores marginalizados del feminismo, así como
desde el análisis marxista, los estudios culturales y la literatura. Estas voces nuevas
denunciantes del atravesamiento de las mujeres por otras múltiples categorías de
subordinación como raza, clase y sexualidad, perfilarán desde su primera aparición una
nueva manera de comprender la naturaleza de la opresión de las mujeres ya no como
grupo homogéneo anclado sobre una base material (el sexo cromosómico y hormonal)
previa a la cultura que les uniría en un mismo destino sino como grupo problemático,
escindido, habitante de “la casa de las diferencias”5.
Se podría decir que a principios de los 80 la acción política del feminismo ha
habilitado el surgimiento de múltiples voces de mujeres y particularmente el desarrollo
de un campo de la sexualidad altamente productivo desde donde estallarán los sentidos
construidos de la mujer dentro del campo de la teorización y los estudios de género en
pleno proceso de conformación.
Una autora fundamental y que sin lugar a dudas ocupa un lugar privilegiado en
la configuración de esta mirada crítica y la nueva manera de abordaje del género es la
escritora Monique Wittig. De origen francés, de la corriente del feminismo materialista
fundado por Christine Delphy y heredera de la misma Simone de Beauvoir, Wittig
desarrolla una ardua y potente crítica al concepto de sexo presente, según argumenta, en
la base de todas las instituciones sociales y en todos los sistemas teóricos modernos,
incluyendo el feminismo. Para ella el discurso tiene un efecto material sobre los cuerpos
y es fundante de las categorías de diferencia, como raza y sexo, sobre las que se asientan
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Es impresionante la proliferación de estudios y trabajos del período que se incorporarán al desarrollo de
esta mirada. Habrá que considerar entre todos el análisis previo de Kate Millet en “Política Sexual”
(1969), en donde el sexo se considera como “categoría social impregnada de política” (151), asentada en
la institución social del patriarcado, que deposita en manos del hombre las vías del poder y ubica a la
mujer en lugares de inferioridad y sumisión. Para mayor información consultar: Haraway, Donna J.
(1995). “Género para un diccionario marxista: la política sexual de una palabra” en: Haraway, Donna J.,
Ciencia, cyborgs y mujeres. Ediciones Cátedra, Madrid, pp. 213-251; Maquiera D´Angelo, Virginia
(2001). “Género, diferencia y desigualdad” en Beltrán y Maqueira (eds), Et. Al., Feminismos. Debates
teóricos contemporáneos, Alianza editorial, Madrid, pp. 127-184; Osborne, Raquel y Molina Pettit,
Cristina (2008). “Evolución del concepto de género”, en: Empiria. Revista de Metodología de Ciencias
Sociales. 15: enero-junio 2008, pp. 147-182.
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Este concepto es propuesto por Audre Lorde, poeta, escritora, feminista, lesbiana, afroestadounidense a
principios de los 80 en EEUU. Su idea se puede sintetizar en su poema “Quién dijo que era simple”:
Tiene tantas raíces el árbol de la rabia/ que a veces las ramas se quiebran/ antes de dar frutos./
Sentadas en Nedicks/ las mujeres se reúnen antes de marchar/ hablando de las problemáticas
muchachas/ que contratan para quedar libres./ Un empleado casi blanco posterga/ a un hermano que
espera para atenderlas primero/ y las damas no advierten ni rechazan/ los placeres más sutiles de su
esclavitud./ Pero yo que estoy limitada por mi espejo/ además de por mi cama/ veo causas en el color
además de en el sexo/ y me siento aquí preguntándome/ cuál de mis yo sobrevivirá/ a todas estas
liberaciones.
Para más información ver: Lorde, Audre ([1982] 2002). La hermana, la extranjera. Editorial Horas y
horas, Madrid.
los sistemas de dominación y explotación de forma que “es la opresión la que crea el
sexo, y no al revés” (Wittig, [1976] 2006- c:22). Citando a su cofrade Collette
Guillaumin6 afirma que “cuando se analiza la opresión de las mujeres con un enfoque
materialista y feminista, se destruye la idea de que las mujeres son un grupo natural, es
decir, “un grupo racial de un tipo especial: un grupo concebido como natural, un grupo
de hombres considerado como materialmente específicos en sus cuerpos” (Wittig,
[1981] 2006-b:31).
Aunque estas ideas no encuentran todavía campo fértil en los 70, posteriormente
estas serán retomadas y desarrolladas con amplitud al interior de los gay and women, y
queer studies, pero ineludiblemente abandonarán estos lugares restringidos de abordaje
y hacia finales de la década de los 90 traspasarán todo el desarrollo contemporáneo de la
teoría de género. En parte ello se lo debemos al desarrollo argumentativo llevado a cabo
por la teórica feminista estadounidense Judith Butler.
Parte del proyecto teórico de Butler será demostrar los límites discursivos de la
idea de sexo natural implícitos y así, afirmados, en la formula sexo-género. Como ya he
comentado en un trabajo anterior (Espinosa Miñoso, 2007), en su reconocido trabajo
“Género en Disputa” ella demuestra como la idea de género refiere “a un “dimorfismo
ideal”, a una “complementariedad heterosexual de los cuerpos”, a unos ideales de
feminidad y masculinidad apropiados o inapropiados de acuerdo a este ideal regulador
centrado en una matriz heterosexual que conceptualiza al género y al deseo. Se
preguntará: “¿qué sucede con el sujeto y con las categorías de género cuando el régimen
epistémico de supuesta heterosexualidad se desenmascara como lo que produce y reifica
estas categorías supuestamente ontológicas?”. Con ello intentará dar cuenta de la
imposición de una supuesta unidad de experiencia entre sexo, género y deseo dentro de
los regímenes de heterosexualidad obligatoria y la manera en que ello se articula al
falogocentrismo imperante. Se pregunta, junto con Wittig, la manera en que la
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Ver: Guillaumin, C. (1977) “Race et nature: systeme des marques, idées de groupe natural et rapport
sociaux”, Pluriel, No. 11. También publicado en Sexe, race et practique du pouvoir (1992) Côte-femme,
Paris.
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La idea de sistema heterosexual normativo ha sido rastreada como elaboración del grupo Purple
September Staff en “The Normative Status of Heterosexuality” publicado en: Charlotte Bunch and Nancy
Myron (ed) (1975). Lesbianism and the Women‘s Movement, Diana Press, Baltimore.
construcción del sexo como algo del orden de lo natural sirve a la producción normativa
de los cuerpos, los géneros y el deseo” (ibid:110).
“¿Y qué es el “sexo” al fin de cuentas? ¿Es natural, anatómico, cromosómico u hormonal, y
cómo puede una crítica feminista valorar los discursos científicos que pretenden establecer
tales hechos? ¿Tiene el sexo una historia? ¿Posee cada sexo una historia diferente, o varias
historias? ¿Hay una historia de cómo se estableció la dualidad del sexo, una genealogía que
presente las opciones binarias como una construcción variable? ¿Acaso los hechos
supuestamente naturales del sexo se producen discursivamente por medio de diversos discursos
científicos al servicio de otros intereses políticos y sociales? Si se impugna el carácter
inmutable del sexo, quizás esta construcción llamada “sexo” esté tan culturalmente construida
como el género; de hecho, tal vez siempre fue género, con la consecuencia de que la distinción
entre sexo y género no existe como tal”
Podríamos decir que esta idea del sexo como algo que “tal vez siempre fue
género”, aunada a la crítica a la categoría mujer por sus pretensiones de universalidad
ha conformado un campo problemático para la teorización feminista y para la praxis que
de ella deriva. Si previo a la inscripción de significación no hay sujeto ni materialidad
en la que se soporte y si ese proceso de significación lo admitimos como parte de la
trama de actuación del poder, entonces quedarían desmentidas las posiciones anteriores
de búsqueda de reconocimiento y afirmación de un sujeto mujer que sobrevive más allá
de la cultura que lo desvaloriza. No porque ese sujeto mujer no haya sido efectivamente
desvalorado, sino porque la desvalorización le es intrínseca y no habría resto que le
anteceda o que le exceda. No habría por tanto, posibilidad de pensar a la mujer por
fuera de los sistemas que la oprimen. Las categorías dicotómicas de mujer y varón
serían propias de los regimenes patriarcales y heterosexuales, igual que blanco y negro
lo serían de los regimenes racistas, igual que burguesía y proletariado lo serían de los
regímenes capitalistas. Como anunció Wittig dos décadas antes, la mujer igual que el
varón son ficciones productivas que deberían desaparecer.
Las construcciones feministas sobre la categoría de género han marcado, sin lugar a
dudas, el abordaje y el horizonte de búsqueda de la política feminista así como sus
intentos de denuncia y exigencia de transformación de las instituciones, entre ellas y
especialmente la escuela. Como siempre, desde los principios mismo de la modernidad,
la educación se prefigura como lugar privilegiado para la experimentación de nuevas
configuraciones de sujeto y constituye parte de las esperanzas de (tras)tocar las bases
mismas de los sistemas actuales de opresión.
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Estos tres elementos se pueden rastrear como campos de preocupación y acción de las políticas de
equidad de género o de igual de oportunidades en la educación en casi todas las experiencias conocidas.
A modo de ejemplo ver: Equidad de género y reformas educativas. Argentina, Chile, Colombia, Perú
(2006). Hexagrama Consultoras/FLACSO, Buenos Aires/ IESCO, Universidad Central de Bogotá,
Santiago de Chile; Bonder, Gloria (1999) La equidad de género en la política educativa. Lecciones de una
experiencia. Centro de Estudios de la Mujer, Argentina; Gajardo, Marcela (1999) Reformas educativas en
América Latina. Balance de una década. PREAL, Chile; Igualdad de género en la educación básica de
América Latina y El Caribe (estado del Arte) (2001) UNESCO, Santiago de Chile; Discriminación de
género y educación en la Argentina Contemporánea (2003) UNICEF/Instituto Nacional contra la
discriminación (INADI), Buenos Aires.
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Resulta paradójico que estas críticas se estuvieran haciendo justo en el momento clave de instalación y
apropiación del modelo de equidad de género en la educación en América Latina. Esta paradoja la
desarrollo a mayor profundidad en mi trabajo: “La política educativa perforada por la política de
identidad en la era pos-identitaria. Cuando al fin nos acomodamos en el barco ya tenemos que bajarnos”
publicada en Identidades, Revista Interdisciplinaria de Estudios de Género, Vol. 1, No. 1, agosto 2003.
Pp. 9-22. Para un ejemplo de la forma de comprensión de la perspectiva de género en la educación como
equidad de género en la educación ver: Equidad de género y reformas educativas. Argentina, Chile,
Colombia, Perú (2006). Hexagrama Consultoras/FLACSO, Buenos Aires/ IESCO, Universidad Central
de Bogotá, Santiago de Chile. Para observar variaciones en la formas de abordaje desde la perspectiva de
los derechos humanos y la discriminación ver: Discriminación de género y educación en la Argentina
Contemporánea (2003) UNICEF/Instituto Nacional contra la discriminación (INADI), Buenos Aires. Este
último es la compilación de las reflexiones realizadas por un grupo de especialistas convocados en
ocasión de la realización del seminario: “Creciendo en igualdad: equidad entre mujeres y varones” cuyo
Qué es lo que saben y lo que hacen lxs docentes con la “perspectiva de género”.
En la introducción del informe final del proyecto se puede leer que las jornadas
diagnósticas evidenciaron: “a través de las voces de lxs propixs protagonistas, que la
categoría “género”, como tal, aunque conocida lo era de forma superficial y poco
incorporada en las prácticas, concepciones y normativas escolares y en la formación
docente. En general, los/as participantes tenían cierto acercamiento al tema y sólo para
un grupo minúsculo era desconocido. Una buena parte de estas/os docentes habían
recibido algún tipo de formación y/o sensibilización sobre género y habían participado
de cursos y actividades específicas. De todos modos, fueron evidenciadas importantes
confusiones en el manejo de la categoría… así como el anclaje en el enfoque tradicional
de la teoría de género superado ya en la última década. En ese sentido, encontramos
ideas esencialistas fuertemente arraigadas y la falta de información y manejo de los
avances conceptuales que se vienen produciendo en este terreno del conocimiento.
También fue evidente la falta de experiencia y manejo de metodologías que permitieran
una concreción del enfoque en la práctica, las currículas, los textos y materiales, en la
propia formación docente, y en la transversalización del sistema”10.
objetivo fue: “hacer visible entre los y las docentes las situaciones de discriminación de que son objeto las
mujeres y las niñas en la Argentina contemporánea para de esta manera promover algunos cambios
culturales imprescindibles en pos de la equidad entre los géneros” (ibid:9).
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Para mayor información sobre el proyecto desarrollado ver: Colazo, Carmen, Espinosa Miñoso,
Yuderkys y Fascendi, Romina (2008) “Formación docente en perspectiva y equidad de género en
Córdoba: un esfuerzo diagnóstico y propositivo entre estado y sociedad civil.” de próxima aparición en
Fondo Concursable “Formación docente en equidad de género”. FLACSO/Ford
manejos importantes de la problematización de género y educación en base al
paradigma sexo-género y al modelo de equidad en la educación, introducido en los 90.
Más allá de esto, denunciamos la manera en que los límites son inherentes a la
lógica misma de la perspectiva. Desde una lógica heredada de aquello que combate con
más fuerza, se pretende introducir cambios en el tratamiento de las mujeres en la
educación sin cuestionar al sujeto y a los fines de la escuela. Como nos recuerda Lopes
Louro, mientras “la posición central es considerada una posición no problemática todas
las otras posiciones de sujeto están de algún modo ligadas y subordinadas a ella”
(ibid:3).
Así, el problema de la perspectiva de la equidad de género es que asume la
ficción regulativa de dos sexos-géneros dicotómicos y complementarios proponiéndose
la meta de la equiparación de aquello que no puede ser equiparado. Invocar aquí a
Derrida nos puede servir para reconocer de qué forma “la mujer”, “el homosexual”, “el
negro”, “el salvaje”, “la naturaleza”, son los pares funcionales a la estabilidad y
supervivencia del sujeto de la hegemonía. Asumir que la empresa de transformación se
resuelve “dando la entrada” a los sujetos inferiorizados, a las voces minoritarias,
silenciadas, oprimidas, es olvidar que éstas no son previas a la operación de sustracción
y subordinación, es olvidar la manera en que el sujeto universal masculino ha sido
construido, y así sólo existe, sobre las bases de la producción del sujeto de la diferencia.
La estrategia de “dar la entrada” siempre es un acto tramposo en tanto la atención se
desvía y se fija sobre el recién llegado, el extranjero y sobre la acción compulsiva de
hacerle entrar. Con la mirada puesta en este proyecto, se deja intacta la lógica que
produce a este sujeto exterior, la misma que produce al dueño de casa. Sin sujeto
normativo no habría por supuesto sujeto de la diferencia, como no habría texto al
margen si este no funcionara efectivamente como delimitación del texto principal. La
idea de texto12 y (sub)texto opera bajo la misma lógica que sujeto y sujeto de la
diferencia.
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Aquí estoy usando una idea extendida de la noción de texto: “… mucho más allá de un soporte
limitado: un gesto o un trabajo son también textos. A su vez, la “práctica social” pasa necesariamente por
la mediación de textos y discursos. No hay oposición ni distinción sólida entre texto y práctica social.
Toda práctica social pasa por textos y todo texto es en sí mismo una práctica social” (Derrida:1997)
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Una vez más nos recordará Lopes Louro: “los sujetos…que no ocupan este lugar [de la universalidad]
reciben las marcas de la particularidad, de la diversidad, e inestabilidad” (ibid:3)
Podría comenzar excusando mi imposibilidad de aportar una salida fácil, urgente
y pragmática, una especie de recetario accesible y programático a lo que sería un nuevo
modelo de abordaje del género en la educación. También debería excusarme, y es mejor
que lo advierta, por mi incapacidad de dedicarme ampliamente al espacio de “las
soluciones” –como si el trabajo de la crítica no fuera en sí mismo productivo-, por lo
que al fin este acápite se vuelve apenas un balbuceo de intencionalidades, más que un
programa para la acción. Dado su carácter efímero, dubitativo, incompleto, apenas
esbozo de “algo”, también me excuso por su brevedad. Así quiero si acaso dejar algunas
ideas fuerzas que puedan servir para actuancias futuras.
Bibliografía.
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Estas palabras de Valeria Flores las he tomado de la lista de discusión electrónica “educadorxs
LGTTBI” de google groups, en su intervención del 22 de octubre 2008. Para más información:
http://groups.google.com/group/educadorxs?hl=es&pli=1
Derrida, Jacques (1997). “Una filosofía deconstructiva Selección de dos
entrevistas realizadas en Chile en noviembre de 2005”, en Zona Erógena, Nº 35.
De Peretti, Cristina (1998). Entrada del Diccionario de Hemenéutica dirigido por
A. Ortiz-Osés y P. Lanceros. Bilbao: Universidad de Deusto. Edición digital de Derrida
en Castellano.
Espinosa Miñoso, Yuderkys (2007). Escritos de una lesbiana oscura.
Reflexiones críticas sobre feminismo y política de identidad en América Latina. Buenos
Aires/Lima: en la frontera.
--------------------------------- (2003). “La política educativa perforada por la
política de identidad en la era pos-identitaria”. Cuando al fin nos acomodamos en el
barco ya tenemos que bajarnos” en Identidades, Revista Interdisciplinaria de Estudios
de Género, Vo. 1, No. 1, agosto 2003.
Guerrero Caviedes, Elizabeth, Provoste Fernandez, Patricia y Valdéz Barrientos,
Alejandra (2006) “Acceso a la educación y socialización de género en un contexto de
reformas educativas” en: Equidad de género y reformas educativas. Argentina, Chile,
Colombia, Perú. Santiago de Chile: Hexagrama Consultoras/FLACSO, Buenos Aires/
IESCO, Universidad Central de Bogotá.
Haraway, Donna J. (1995). “Género para un diccionario marxista: la política
sexual de una palabra” en: Haraway, Donna J., Ciencia, cyborgs y mujeres. Madrid:
Ediciones Cátedra, pp. 213-251.
Maquiera D´Angelo, Virginia (2001). “Género, diferencia y desigualdad” en
Beltrán y Maqueira (eds), Et. Al., Feminismos. Debates teóricos contemporáneos.
Madrid: Alianza editorial, pp. 127-184.
Molina Pettit, Cristina (2000). “Debates sobre el género” en Celia Amorós (ed),
Feminismo y filosofía. Madrid: Editorial Síntesis, pp. 255-284.
Lopes Louro, Guacira (2002). “Currículo, gênero y sexualidades: refletindo
sobre o “normal”, o “diferente” e o “excêntrico”. En Labrys, estudos feministas, No. 1-
2, julio/dezembro 2002. Disponible en:
http://www.unb.br/ih/his/gefem/labrys1_2/index.html
------------------------ (2001). “Teoría queer: una política pos-identitaria para la
educación”. En Cuaderno de Pedagogía, Año IV, No. 9, octubre 2001.
Osborne, Raquel y Molina Pettit, Cristina (2008). “Evolución del concepto de
género”, en: Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales. 15: enero-junio
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un concepto. Valencia: Universitat de València.
Valeria Flores (2008). Palabras circuladas por lista de discusión electrónica
“educadorxs LGTTBI” el 28 de octubre 2008. Disponible en:
http://groups.google.com/group/educadorxs?hl=es&pli=1
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pensamiento heterosexual, pp. 45-57.[1981] 2006-b: No se nace mujer, pp. 31-43.