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Ponencia preparada para el XI Congreso Nacional de

Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la


Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, 17 al 20 de julio de 2013.

Titulo de la Ponencia: “Repensando la ciudadanía a partir de la Ley de Identidad de


Género”.

Canavese, José Andrés.


jose_canavese@hotmail.com
Universidad Nacional de Villa María.

Área temática: Género y Política.


Subárea temática: Teoría política y cuestiones de género.

El escrito tiene como objetivo presentar una postura crítica de ciertos aspectos de la
noción liberal de ciudadanía, a partir de un análisis de la Ley de Identidad de Género y
desde la noción de ciudadanía sexual disidente. Las demandas de reconocimiento de
nuevos derechos expuestas por determinados movimientos sociosexuales en los últimos
años en la República Argentina, y la legitimación de parte de ellos por el Estado,
constituyen una serie de acontecimientos a partir de los cuales se intentará reflexionar
sobre los límites del concepto de la ciudadanía liberal y los procesos de inclusión y
exclusión que la atraviesan.

1
Introducción
Existe una frontera muchas veces infranqueable que separa a quienes están
dentro de quienes están fuera, es decir que marca el límite entre ser incluido o ser
excluido. Nuestras sociedades en repetidas ocasiones llevan adelante diversos procesos
de exclusión de un otro, ese otro que es diferente a uno y que se puede ver a través de la
marginación y la discriminación de distintos colectivos sociales, por razones culturales,
étnicas, sexuales o de género. Mujeres, pueblos originarios, homosexuales, lesbianas,
personas trans1, afrodescendientes, etc., por ser considerados diferentes han sido
colocados en una situación de inferioridad, por una supuesta anormalidad. A su vez,
estos sectores en diversos momentos de la historia han llevado adelante distintas
acciones para ser reconocidos en su particularidad y salir así de la situación de
sometimiento y dominación a la que son, y han sido, expuestos.
Un claro ejemplo en nuestros días se expresa en las demandas de inclusión que
se manifiestan en la lucha de las personas trans por el derecho a la identidad de género
en la República Argentina, ya que se trata de uno de los colectivos que se encuentran
marginados y excluidos de una participación plena en la comunidad política. En este
caso se reclama el reconocimiento por parte del Estado de un derecho, el derecho a la
identidad de género. Expresión que puede ser comprendida como: “la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la
función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que
la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la
vestimenta, el modo de hablar y los modales”2.

1
“incluye en su enunciación a todas aquellas personas que, de modos diversos, contradicen la relación
congruente y necesaria entre corporalidad, deseo e identidad y expresión de género asociado con el
binarismo heteronormativo occidental” (Cabral, 2009: 338).
2
Principios de Yogyakarta sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en
relación con la orientación sexual y la identidad de género. Los Principios de Yogyakarta son una serie de
principios sobre cómo se aplica la legislación internacional de derechos humanos a las cuestiones de
orientación sexual e identidad de género. Los mismos ratifican estándares legales internacionales
vinculantes que los Estados deben cumplir y fueron desarrollados y adoptados por unanimidad por un
distinguido grupo de expertos en derechos humanos de distintas regiones y diversa formación, entre ellos:
jueces, académicos, un ex Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, los Procedimientos
Especiales de la ONU, miembros de órganos de los tratados, ONGs y otros. Su origen se remonta a un
seminario internacional que se llevó a cabo en Yogyakarta, Indonesia en la Universidad de Gadjah Mada
en 2006, y en donde participaron muchos de los expertos anteriormente mencionados.
www.yogyakartaprinciples.org.

2
Podemos pensar que la comunidad política es el espacio del que todos los seres
humanos deberíamos formar parte, donde la ciudadanía puede comprenderse como una
cualidad que poseemos las personas al estar inmersas dentro de una determinada
comunidad política. Ser ciudadano implica poseer derechos de los cuales el Estado es el
garante. En determinadas circunstancias históricas, sin embargo, los hechos nos
muestran que muchas personas denuncian que sus derechos no están siendo reconocidos
por el Estado, a partir de lo cual se encuentran en una situación de vulnerabilidad. En
este sentido, es posible interpretar que a partir del no reconocimiento de derechos, la
cualidad de ciudadanía de determinadas personas se ve disminuida y afectada. En otras
palabras, el no reconocimiento de derechos estaría implicando una negación de la
ciudadanía.
Tal como lo señala Aluminé Moreno: “Distintos autores han señalado que la
definición liberal de ciudadanía universaliza las características de un sujeto heterosexual
masculino que provoca tensiones en el momento de diseñar e implementar políticas
públicas que atiendan necesidades de diversos grupos interesados en impugnar las
categorías sexuales y genéricas hegemónicas” (Moreno, 2006: 120). Es decir que el
sujeto titular de derechos en el marco liberal de ciudadanía debe poseer ciertas
características como tal: masculino, heterosexual, blanco y burgués; y estas
características tienen efectos universalizantes al resto de la sociedad. Aquel que no
presente estas características, será un ciudadano parcial que verá menguada la
titularidad y el ejercicio de sus derechos. Existe una ciudadanía sexual dominante, que
es liberal, y responde a los patrones de la heterosexualidad, el androcentrismo y la
binariedad de las identidades de género, que es cuestionada desde una noción de
ciudadanía sexual disidente.
En el caso que analizamos, los reclamos y la lucha de los colectivos de
personas trans por el derecho a la identidad de género en nuestro país, y los
consecuentes resultados con la sanción de la Ley de Identidad de Género a mediados del
año 2012, nos permiten ver el proceso de interrelación entre los actores de la sociedad
civil y el Estado, y nos ayudan a repensar el concepto de ciudadanía, haciendo hincapié
en sus límites y alcances.

3
Discusiones en torno a la noción de Ciudadanía
Para comenzar es necesario decir, que el término ciudadanía no se trata de un
concepto unívoco, estanco, definido en un momento y para siempre. Al contrario, se
trata de una categoría que está en permanente discusión y que reactualiza sus límites y
contenidos en cada momento de transformación histórica.
En un intento de aproximarnos podríamos decir que la ciudadanía consiste en
la titularidad de derechos por parte del individuo. El status de los ciudadanos viene
definido por los derechos civiles (libertades de la persona, libertad de pensamiento y
culto, derecho a poseer propiedad y el derecho a la justicia); políticos (derecho a
participar en el ejercicio del poder político) y sociales (derecho a la seguridad y al
bienestar económico) que poseen los individuos frente al estado y al resto de los
ciudadanos (Marshall, 1950). Dicho conjunto de derechos es el instrumento a través de
los cuales los individuos protegen la libertad de perseguir sus propios intereses y formas
de vida individuales. Estas características son algunas de las que presenta el modelo
liberal de ciudadanía, pudiéndose apreciar que pone énfasis en los aspectos formales e
individuales de la ciudadanía (Barros, 2002; Smulovitz, 1997).
Por otro lado y en tensión con el concepto liberal de ciudadanía se presenta la
tradición cívico-republicana. Dicha noción republicana pone énfasis en el valor de la
participación política como parte del compromiso del individuo con su comunidad
política, es decir que la participación en los asuntos públicos y la promoción del bien
común es una responsabilidad y deber político que transforma al individuo en
ciudadano. La cualidad como ciudadano en este caso, no viene definida por el patrón de
libertades negativas sino por los derechos de participación en lo común. La postura
republicana presenta una crítica al excesivo individualismo liberal, donde la verdadera
ciudadanía se ubica en las formas de participación política activa y colectiva, poniendo
énfasis en la significación de los intereses compartidos (Barros, 2002; Moreno, 2002).
Nos encontramos así con la primera crítica a la tradición liberal ciudadana, que viene
desde el republicanismo y cuestiona el individualismo liberal.
Continuando con los cuestionamientos hacia el modelo liberal de ciudadanía
debemos considerar, que desde este punto de vista ortodoxo de la ciudadanía, el
reconocimiento de derechos particularistas atentaría contra la noción de derechos
iguales ante la ley. Sin embargo, los hechos históricos nos demuestran que ciertos
grupos poseen necesidades especificas a partir de su particularidad y diferencia, y

4
manifiestan que parte de sus derechos no son reconocidos (mujeres, pueblos originarios,
homosexuales, lesbianas, personas trans, afrodescendientes, etc) por el Estado. Se puede
interpretar que la pretendida igualdad tiene como objetivo excluir la diferencia. En
palabras de Fancesca Gargallo: “la idea de igualdad se erige como un instrumento de
dominio, necesariamente jerárquico. El que es igual a la idea generalizada de qué es ser
humano es humano, los demás son inferiores” (Gargallo, 2009: 91). La concepción
universal de ciudadanía vinculada al pensamiento liberal, presenta un sujeto universal y
es a partir de ese sujeto que se considera la igualdad, por lo que para ser ciudadanos
iguales ante la ley, debemos dejar de lado aquellas experiencias de vida particulares
(culturales, sexuales, étnicas, etc) que no se acomoden al sujeto tipo. Es decir ese
universal liberal, borra, margina, excluye lo diferente. Hacia lo que hay que aspirar es a
lograr que se incorpore e integre la diferencia, mediante la creación de políticas
diferenciadas logrando proveer medios institucionales para el reconocimiento de los
grupos diferenciados. El reconocimiento de la diferencia incluye a todos en una
sociedad plural.
Otro elemento importante a considerar en torno al debate de la ciudadanía es la
distinción entre la dimensión de titularidad y la del ejercicio. La condición de titularidad
de un derecho se adquiere cuando, una ley, una constitución o un instrumento jurídico
internacional, reconocen la existencia del mismo. El ejercicio es la concreción en la
realidad de ese derecho a cargo de la persona. De la titularidad al ejercicio no hay un
paso directo, son necesarias ciertas condiciones favorecedoras y medidas que garanticen
un ejercicio pleno de los derechos. Cuando nos preguntamos ¿Qué personas son
consideradas ciudadanos/as?, estamos hablando de quienes son titulares de derechos y
cuando nos cuestionamos acerca de ¿Cuáles son las bases materiales de la ciudadanía?,
nos estamos interrogando acerca de las condiciones materiales necesarias para un
ejercicio pleno de la ciudadanía. Las políticas de reconocimiento vendrían a saldar la
cuestión referente a la titularidad y las políticas de redistribución generarían las
condiciones favorables para el ejercicio. De lo que se trata es la necesidad de pensar
que reconocimiento y redistribución van de la mano, y son complementarias. En
palabras de Nancy Fraser: “Después de todo, género, raza, sexualidad y clase están
estrechamente conectados entre sí. Mejor dicho, todos esos ejes de injusticia se
interseccionan unos con otros en modos que afectan los intereses e identidades de todos.
Nadie es miembro de una sola colectividad. (…) por ejemplo, cualquier persona que sea
gay y de clase obrera necesitará a la vez la redistribución y el reconocimiento

5
independientemente de lo que haríamos con estas dos categorías tomadas por separado”
(Fraser, 1996: 30-31).
Las diferentes posturas anteriores demuestran, como lo enuncié al comienzo de
este apartado, que el concepto de ciudadanía es una construcción que está en
permanente debate, donde los acontecimientos sociales y políticos nos llevan
constantemente a repensarla.

Ciudadanía sexual dominante vs Ciudadanía sexual disidente.


La titularidad y el ejercicio de la ciudadanía se encuentran atravesados de
diferentes maneras por supuestos acerca de la sexualidad, por lo que se puede decir que
toda ciudadanía es sexual en algún punto (Moreno, 2006). Continuando con el eje del
escrito, debemos marcar la diferencia entre una ciudadanía sexual dominante, y una
ciudadanía sexual disidente.
En cuanto a la ciudadanía sexual dominante, ésta ha construido al ciudadano
normal, como masculino y heterosexual, incorporándose esta heteronormatividad y
androcentrismo en las legislaciones que fijan las condiciones para la titularidad de
derechos en las democracias liberales. La base normativa de la ciudadanía sexual
dominante se encuadra en los siguientes aspectos: la posibilidad de una única forma de
práctica sexual, la heterosexual; en segundo lugar la binariedad de las identidades de
género masculino-femenino, sin reconocer la posibilidad de otras identidades como la
travesti, transgénero, transexual, etc.; la primacía de la identidad masculina sobre la
identidad femenina; y por último la natural y necesaria correspondencia entre sexo y
género, encarnado en el binomio sexo biológico mujer y género femenino, o sexo
biológico varón y género masculino.
Opuesta a la anterior concepción nos encontramos con la noción de ciudadanía
sexual disidente. En un primer momento es necesario aclarar que la categoría disidencia
sexual, está marcando el desplazamiento, alejamiento y la confrontación respecto de una
norma, que es la que se encarna en la concepción liberal de ciudadanía (Flores, 2008).
Dentro de éste modelo liberal los/as disidentes sexuales se convierten en ciudadanos
parciales, ya que las garantías para el acceso a los derechos sólo se hacen efectivas para
los grupos privilegiados que coinciden con los aspectos normativos enunciados en el
párrafo anterior. Desde la ciudadanía sexual disidente se lucha por la posibilidad de:
“derechos a varias formas de prácticas sexuales, derechos relativos a la identidad propia

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y a las autodefiniciones y derechos en relación con instituciones sociales, tales como la
validación pública de una variedad de relaciones sexuales” (Moreno, 2006: 126). Como
se puede apreciar una de las demandas es el derecho a la identidad propia y a las
autodefiniciones, dicho reclamo encuentra una expresión concreta en la lucha que el
colectivo de las personas trans a llevado adelante en los últimos años en la Argentina,
por la sanción de una ley que reconozca dicho derecho.
La definición liberal de ciudadanía universaliza las características de un sujeto
heterosexual masculino y hace “necesaria una reformulación de la ciudadanía que
desarticule tanto el androcentrismo como la heteronormatividad del concepto e
incorpore una pluralidad creciente de voces sin ordenarlas jerárquicamente” (Flores,
2008: 4).
En este sentido la sanción de la Ley de Identidad de Género en mayo del año
2012 por el Congreso argentino, constituye un cambio fundamental en torno a la noción
de ciudadanía sexual, ya que representa un reconocimiento mediante el derecho positivo
de algunos de los reclamos que se levantaban desde la noción de ciudadanía sexual
disidente, además de convertirse en un paso hacia la apertura para la reformulación de la
ciudadanía sexual dominante inscripta en el paradigma liberal.

Ley de Identidad de Género: una posibilidad de reflexión sobre la


ciudadanía.
Para llegar a la sanción de la Ley de Identidad de Género en el año 2012, fue
necesario un largo proceso de lucha desde el colectivo de las personas trans que lleva
por lo menos casi dos décadas de recorrido. Es preciso aclarar que dichas demandas
deben inscribirse como parte de un movimiento más amplio que incluía además a
lesbianas, gays y bisexuales, todos ellos en conjunto movilizándose por una reducción
de la discriminación jurídica y una disminución de la segregación y estigmatización
social que históricamente han sufrido en la Argentina.
Para mostrar parte de ese largo camino por el reconocimiento tomemos unas
palabras de Lohana Berkins: “Regresamos al año 1991 y nuestro primer contacto con
Carlos Jáuregui, integrante de Gays por los Derechos Civiles. Llegamos a él buscando
ayuda. Un grupo de compañeras había sido visitada violentamente por la policía en su
domicilio particular. Jáuregui no sólo brinda el apoyo solicitado, también nos invita a
organizarnos. De la mano de este dirigente gay nace nuestra primera organización que,

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como dije antes, se llama ATA” (Berkins, 2003: 128). Como podemos ver la lucha
política de las personas trans comienza de manera organizada en el año 1991, a través
de la creación de la primera asociación que lleva el nombre de Asociación de Travestis
Argentinas. En estos primeros tiempos la estrategia por parte del colectivo trans fue la
de lograr la visibilización a partir de relatar sus experiencias de vida. Corre el año 1995
y se crean dos organizaciones más: Asociación Lucha por la Identidad Travesti (ALIT)
y Organización de Travestis Argentinas (OTRA). Otro punto clave fue la disputa en
torno a la derogación de los Edictos policiales, que rigieron en la Ciudad de Buenos
Aires hasta el año 1997, dichos instrumentos castigaban por ejemplo a “los que se
exhibieren en la vía pública con ropas del sexo contrario” y a “las personas de uno u
otro sexo que públicamente incitaren o se ofreciesen al acto carnal”, de tal manera que
los edictos funcionaban como mecanismos de persecución hacia los disidentes sexuales
(Moreno, 2006). Cuando se otorga la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, en virtud
de la Constitución Nacional, los edictos caducan y la nueva legislatura porteña debe
elaborar una norma que los sustituya. Es así que en marzo de 1998 se sanciona el
Código de Convivencia Urbana con el que desaparecen figuras tales como las
mencionadas anteriormente.
Por otro lado, es apropiado destacar que las motivaciones que guían la lucha
por el reconocimiento del colectivo de las personas trans, tienen como objetivo
revalorizar las identidades desvaloradas injustamente: “La rutinaria persecución
policial, las acostumbradas restricciones a circular libremente por las calles portando
una identidad subversiva, los permanentes obstáculos para acceder a derechos
consagrados para todos/as los/as ciudadanos/as del país, entre otros, hacen de la vida
travesti una vida en estado de sitio” (Berkins, 2003: 133).
La aprobación de la ley 26.618 de Matrimonio Igualitario por parte del
Parlamento argentino en julio de 2010 significó un enorme avance en materia de
derechos y promoción de la ciudadanía para lesbianas, gays, bisexuales, travestis y
transexuales en todo el territorio nacional. Dicha ley corona largos años de lucha y
sienta una base a partir de la cual, específicamente el colectivo de las personas trans
puede comenzar a discutir en público el reclamo por el derecho a la Identidad de Género
autopercibida. La población trans al no poder acceder al reconocimiento de su identidad,
enfrenta serios desafíos y situaciones de exclusión y discriminación.
Desde un punto de vista político el colectivo de las personas trans posee como
reclamos fundamentales, la afirmación de los derechos humanos y civiles con base en el

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respeto a la identidad y expresión de género. Más específicamente la posibilidad de
cambio de nombre y género reconocido por el estado sin obligación de cirugías de
cambio de sexo, además de protección frente a la discriminación basada en la identidad
y expresión de género (Cabral, 2009: 339).
Con la sanción de la Ley de Identidad de Género en mayo del año 2012 se
produjo la concreción del derecho a la identidad de género y otras demandas esbozadas
por la lucha del colectivo de las personas trans. La Ley N° 26743 viene a dar respuesta
a un reclamo histórico de la población trans: poder vivir el género tal como cada
persona lo sienta, se corresponda o no con el sexo asignado al nacer, sin perder el pleno
disfrute de todos los derechos humanos.
Los artículos más importantes de la Ley de identidad de Género que me
interesan destacar son los siguientes:
- Art. 1: Derecho a la identidad de género. “Toda persona tiene derecho:
a) Al reconocimiento de su identidad de género; b) Al libre desarrollo de su persona
conforme a su identidad de género; c) A ser tratada de acuerdo con su identidad de
género y, en particular, a ser identificada de ese modo en los instrumentos que acreditan
su identidad respecto de el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es
registrada”.
- Art. 2: Definición. “Se entiende por identidad de género a la vivencia
interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o
la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole,
siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género,
como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”.
Estos dos apartados en conjunto explicitan el reconocimiento de la identidad de
género como un derecho humano básico eliminando la existencia de condicionamientos
de terceros para representar el propio género.
- Art. 3: Ejercicio. “Toda persona podrá solicitar la rectificación del sexo,
y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de
género autopercibida”.
Con un solo trámite administrativo se puede solicitar la rectificación registral
del sexo y el cambio de nombre de pila e imagen cuando no coincidan con la identidad
de género autopercibida.

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- Art. 4: Requisitos. “(…) en ningún caso será requisito para solicitar la
rectificación registral del sexo, el cambio de nombre de pila e imagen acreditar
intervención quirúrgica genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro
tratamiento psicológico o médico”.
Es decir que ya no será necesario judicializar las identidades y por ende no
podrá exigirse intervenciones quirúrgicas, ni tratamientos hormonales u otro tipo de
tratamiento médico.
- Art. 5: Personas menores de edad. “Con relación a las personas
menores de dieciocho (18) años de edad la solicitud del trámite a que refiere el artículo
4º deberá ser efectuada a través de sus representantes legales y con expresa conformidad
del menor, teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva e interés superior
del niño/a de acuerdo con lo estipulado en la Convención sobre los Derechos del Niño y
en la Ley 26.061 de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
Asimismo, la persona menor de edad deberá contar con la asistencia del abogado del
niño prevista en el artículo 27 de la Ley 26.061”.
Vemos como la ley precisa que los niños, niñas y adolescentes trans menores
de 18 años podrán cambiarse el nombre o sexo con el consentimiento propio y el aval de
sus representantes legales.
- Art. 11: Derecho al libre desarrollo personal. “Todas las personas
mayores de dieciocho (18) años de edad podrán, conforme al artículo 1° de la presente
ley y a fin de garantizar el goce de su salud integral, acceder a intervenciones
quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales para adecuar su
cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de
requerir autorización judicial o administrativa. Para el acceso a los tratamientos
integrales hormonales, no será necesario acreditar la voluntad en la intervención
quirúrgica de reasignación genital total o parcial. En ambos casos se requerirá,
únicamente, el consentimiento informado de la persona. (…) Los efectores del sistema
público de salud, ya sean estatales, privados o del subsistema de obras sociales, deberán
garantizar en forma permanente los derechos que esta ley reconoce. Todas las
prestaciones de salud contempladas en el presente artículo quedan incluidas en el Plan
Médico Obligatorio, o el que lo reemplace, conforme lo reglamente la autoridad de
aplicación”.

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Éste articulo representa un hecho inédito ya que el sistema público de salud y
los programas obligatorios de las obras sociales deberán incorporar dentro de sus
protocolos tratamientos de hormonización e intervenciones de reasignación sexual.
Luego de haber realizado un análisis de algunos artículos podemos ver que:
antes de la sanción de la ley existía un conjunto de personas, más específicamente la
población trans que veían como parte de sus derechos eran negados por el estado, es
decir que ese no reconocimiento de derechos estaba implicando una negación de la
ciudadanía y colocando a las personas trans, en una situación de ciudadanos de segunda
categoría o ciudadanos parciales. La negación era doble, negación de titularidad y de
ejercicio de derechos. Con la sanción de la ley se produce una ampliación de la
ciudadanía y se avanza en el reconocimiento, desencadenando un proceso que se dirige
en la dirección de convertir a esos ciudadanos parciales, en sujetos de pleno derecho.
Los nuevos derechos establecidos representan claramente una opción por avanzar hacia
una ciudadanía más inclusiva y en gran medida simbolizan la apertura para pensar la
noción de ciudadanía más allá de su versión sexual dominante.
Respecto a los dos tipos de negaciones de la ciudadanía, podemos ver que la
negación en cuanto a la titularidad es superada, ya que la población trans se ha
convertido en nuevo sujeto derechos, por otro lado debemos seguir de cerca el proceso
del ejercicio de esos nuevos derechos para ver en qué grado, las personas trans pueden
ejercerlos concretamente sin impedimentos.
Respondiendo a la pregunta: ¿Qué personas son consideradas ciudadano/as?,
podemos decir que la población trans a partir de la sanción de la Ley de Identidad de
Género forma parte de este conjunto. Con respecto a la otra pregunta: ¿Cuáles son las
bases materiales de la ciudadanía?, debemos decir que es aquí donde se presentan los
desafíos venideros. La aprobación de la ley significa un gran paso, pero son necesarias
además un conjunto de medidas y políticas públicas que acompañen la ley, y permitan
revertir la vulneración de derechos que atraviesa al colectivo de personas trans en torno
al acceso a la educación, la salud, el empleo, la vivienda, el espacio público y los bienes
culturales entre otros.
Si partimos de tener en cuenta que detrás de toda ley hay un modelo de
sociedad y de ciudadanía configurado, esta nueva ley puede ser interpretada como una
alternativa de cambio, una reconfiguración acerca del tipo de sociedad y ciudadanía que
se está gestando actualmente.

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Por último, es preciso decir que la ley de identidad de género marca un proceso
de inclusión que considero como “inclusión disruptiva”, ya que si bien tenemos un
adentro y un afuera, en donde el adentro está representado por el espacio de la
ciudadanía liberal que se encuentra regida por la normatividad heterosexual, el
androcentrismo y la jerarquización sexual. Lo que se encuentra fuera del círculo, es lo
anormal lo que no encaja. Las luchas de los movimientos sociosexuales o colectivos de
la disidencia sexual por el reconocimiento de sus demandas, apuntan a incluirse en ese
espacio heteronormativo, androcéntrico y jerarquizado, no para dejarse asimilar y que se
produzca un borramiento de su particularidad y diferencia, sino para transformar y
romper dicho espacio, pasando de estar excluidos a estar incluidos, pero no en el viejo
espacio sino en uno nuevo, que contemple una pluralidad creciente de voces y
experiencias, un nuevo espacio, en el cual no exista una normalidad o una regla que rija
las identidades sexuales y de género.
Es decir, de lo que se trata es de iniciar un proceso de paulatina transformación
en pos de una “inclusión disruptiva” que implica incorporarse a un espacio para
transformarlo radicalmente y no una “inclusión asimilacionista”.

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13
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