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Ponencia Mata y Córdoba
Ponencia Mata y Córdoba
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intrínsecos a la posibilidad de vida democrática. En nuestras investigaciones
empíricas hemos constatado, también, que ellos son reconocidos por amplios
sectores poblacionales como derechos fundamentales1. Particularmente, el
derecho a la información ha dado lugar a un importante desarrollo en el terreno
jurídico-normativo nacional e internacional, recientemente revitalizado en el marco
de los debates promovidos por la UNESCO en torno a la sociedad de la
información.
Esas nociones, reconocimientos y desarrollos dejan en el tintero cuestiones
que consideramos cruciales para una perspectiva pragmática que articule la
dimensión comunicativa en el estudio de la acción colectiva: ¿Cuál es la
información necesaria para la esa acción y la práctica ciudadana? ¿Cuál es el
papel y valor atribuido a la información por los protagonistas de esas acciones?
¿De qué modo los movimientos sociales están demandando, accediendo y
construyendo esa información a la vez constitutiva e intrínseca a su
práctica?¿Qué rol juegan los medios masivos en ese accionar? Se trata de
cuestiones que necesariamente obligan a reflexionar acerca del concepto
hegemónico de información que opera en diferentes ámbitos prácticos y
discursivos.
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Nos referimos a las investigaciones colectivas desarrolladas desde el año 2004 bajo la dirección de la Profesora María
Cristina Mata: Proyecto: “Públicos y ciudadanía comunicativa: tensiones y convergencias en la sociedad mediatizada”,
primera, segunda y tercera etapa, con subsidio SECYT-UNC (años 2004 a 2007).
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añaden a lo ya conocido-, como noticia y como registro sistemático del acontecer.
Lo significativo es que, en un mundo en el cual la información así definida –y el
estar informado- opera como llave de acceso al poder ser y hacer, la circulación
de ese bien revela las distancias existentes entre unos y otros. Y no nos referimos
a las distancias existentes entre quienes producen la información y quienes la
reciben y/o usan –un clásico en los estudios de comunicación- sino entre los
diferentes receptores y/o usuarios de la información.
Lo que Herbert Schiller (1966) ha denominado información “socialmente
necesaria” es un bien escaso en la llamada sociedad de la información. Una
cuestión también desarrollada desde una perspectiva diferente por Alain Minc
(1995), al referirse a la “mediocridad de la información social”:
“Los datos macroeconómicos nos asaltan sin cesar. Tanto es así que
hemos terminado por adquirir una mínima cultura económica, a menudo
muy a pesar nuestro. Más aún, la realidad económica baña el conjunto
de nuestras preocupaciones, En cambio, el ámbito social sigue siendo
una terra incógnita: ni datos globales, ni conocimiento preciso de los
sectores afectados, ni información exhaustiva sobre el conjunto del
sistema, ni interés de la sociedad por una materia que sin embargo
determina su vida cotidiana, ni siquiera, en un plano más general, una
‘cultura social’ en vías de constitución” (1995:71-72).
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los suplanta- no son equivalentes a las compilaciones y fuentes especializadas
que tienen a su alcance estudiantes de instituciones que cuentan con mayores
recursos económicos. Hace algunos años, en una investigación empírica acerca
de las vinculaciones escuela-televisión, la directora de una escuela cordobesa
ubicada en un barrio marginal, fue la única que no criticó al medio por perturbar
las labores docentes. Por el contrario, resaltaba que los alumnos de esa escuela
sólo conocían algo del país y del mundo a partir de los programas televisivos que
proveían no los numerosos canales de TV por cable, sino las limitadas emisiones
de los tres canales abiertos de la ciudad.
Sin embargo, la centralidad de los medios y tecnologías de información
resulta innegable por su capacidad de modelar las ideas acerca del alcance de la
noción misma de información y de producir lo que usualmente se denomina
agenda informativa, ese dispositivo que más que un conjunto de temáticas
priorizadas por los medios masivos, deviene como lo hemos planteado en otras
ocasiones, un aspecto constitutivo e ineludible del quehacer periodístico acerca
del cual pueden distinguirse límites –lo que está o no en la agenda-, postularse
rasgos –agendas limitadas, concentradas, únicas, variadas, plurales- e hipotetizar
consecuencias –“lo que no forma parte de la agenda de los medios no existe”
(Mata, 2008). Pero se trata de un quehacer que excede en mucho a un mero
proceder técnico, aunque se lo justifique usualmente de ese modo. Al respecto,
decía Raymond Williams reflexionando sobre los fenómenos de la urbanización:
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“(una) forma específica de conciencia inherente a un modo dominante
de producción, en el cual, de maneras notablemente semejantes,
nuestras aptitudes, nuestras energías, el ordenamiento cotidiano de
nuestras vidas, nuestras percepciones sobre la configuración de toda
una vida quedan definidos y determinados, en un grado alarmante, por
formulaciones externas de una realidad necesaria: esa realidad externa,
ordenada –externa porque sus medios están en manos de una minoría-
de la cual, durante gran parte de nuestras vidas, nos parece que no
tenemos otra opción más que aprender” (Williams, 2001: 365)
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Según los datos obtenidos en la investigación “Condiciones objetivas y subjetivas para el desarrollo de la ciudadanía
comunicativa”, el noventa por ciento de los cordobeses consultados se siente suficientemente informado por los medios
masivos. Los resultados de esta investigación están disponibles en http://www.c3fes.net/docs/ciudadaniacomunicativa.pdf.
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Pero entre los movimientos sociales3, el panorama cambia
sustantivamente. A diferencia de lo que ocurre en términos de la población, el
reconocimiento del derecho a la información y la comunicación supera, en estos
casos, la enunciación genérica y aparece asociado a la propia práctica política. En
todos los casos, la vinculación entre información y acción colectiva –o, en nuestra
perspectiva, entre información y ciudadanía-, reviste una doble dimensión. Por un
lado, la información es el saber necesario para poder constituirse como colectivo y
diseñar las acciones que se emprenderán desde esa identidad. Por el otro, la
información es el dispositivo de presentación ante el resto de la sociedad,
mediado por las representaciones hegemónicas de los medios masivos.
Esa es la primera conclusión a la que arribamos en una investigación
realizada en la ciudad de Córdoba con tres movimientos sociales que, aunque
diferenciados en sus niveles de institucionalidad, naturaleza y alcance, han
permitido la emergencia, en el espacio público local, de actores y temáticas que
amplían los límites de lo hegemónicamente representado y excluido: H.I.J.O.S,
(Hijos e hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) cuya
finalidad central es la lucha por la verdad y la justicia en relación a los crímenes
cometidos durante la dictadura militar; la agrupación “Madres de Ituzaingó”, una
organización de carácter territorial fundada a partir de la defensa al derecho a la
salud y la vida en su zona; y la Cooperativa de Carreros de Villa Urquiza, que
nuclea alrededor de 250 familias dedicadas al cartoneo.
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Un movimiento social es tal si incluye: identidad colectiva, organización, continuidad en el tiempo
y extensión en el espacio. Los movimientos suponen, por ende, acción colectiva y, en muchos
casos, protesta. Pero la protesta no supone, en cambio, la existencia de un movimiento social.
Sobre estas distinciones puede consultarse específicamente Schuster (2006: 48-49)
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funcionarios que poseen esa información son incapaces de interactuar con sus
saberes previos; es decir, incapaces de reconocer su habla.
Los integrantes de la Cooperativa de Carreros relatan diversas situaciones
donde es evidente que la lógica de la burocracia estatal actúa como filtro,
impidiendo el acceso a la información requerida; es decir, negando el derecho
ciudadano a la información. Los procedimientos, los códigos de relación y los
lenguajes de las agencias estatales provocarían opacidad y profundizarían la
exclusión:
“Ellos te salen con esas frases, con esas palabras que uno no las conoce,
no las entiende...”
“Todos los años me llevan los chicos que se van a recibir de médicos, hacen las
prácticas, yo les hablo y les digo que aprendan a cómo somos nosotros los pobres
para que los atiendan bien... Se reciben de médicos, pero nuestra realidad no la
saben”.
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El barrio Ituzaingó Anexo está ubicado en las afueras de la ciudad de Córdoba, rodeado por campos de soja que son
regados, periódicamente, con endosulfán y glifosato. Actualmente, de los cinco mil habitantes del barrio, doscientos
padecen cáncer. El 30 de diciembre del año 2008, casi una década después de las primeras denuncias realizadas por las
Madres, la justicia cordobesa ha prohibido que se fumigue en las cercanías del barrio.
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información particular, que involucra conocimientos científicos y técnicos, y cuya
obtención y puesta en público fue parte central de su lucha:
En este caso, el Estado (con relativas diferencias a favor del municipio por
sobre la provincia) ha actuado como un poder que no sólo ha negado su
responsabilidad de producir información sobre una problemática que afectaba la
salud de gran cantidad de ciudadanos y ciudadanas, sino que obstaculizó el
acceso de las Madres a la información pública existente recurriendo,
insistentemente, a dos estrategias combinadas: la invisibilización del problema y
la deslegitimación de la información producida/obtenida por las Madres por otras
vías:
“Porque no saben, los mismos médicos no saben (…) a nosotros nos dijeron que
nos estábamos enfermando porque éramos pobres, porque comíamos mal”
Por eso, son otros movimientos sociales los que han funcionado, en el caso
de las Madres, como fuentes centrales de información relevante para su accionar
colectivo. Tanto para acceder a información sobre la problemática específica,
como para dar a conocer el problema, sus vínculos con el Grupo de Reflexión
Rural –ingenieros agrónomos que trabajan críticamente sobre el uso de los
agroquímicos-, el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, el Movimiento
Campesino de Córdoba, y la participación en encuentros como la Asamblea
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Mundial de la Salud de los Pueblos, han resultado para ellas las instancias más
significativas para valerse de la información que les permitió enfrentar al poder en
la arena pública judicial, gubernamental y también mediática.
M1: “(…)si nos decían “tienen endosulfan” ir a buscar que era el endosulfan, lo
que producía el endosulfan, todo, todo. O sea, vamos delante de los…
M2: Científicos
M1: De las personas que saben, nosotros también sabemos, ¿entendés? No nos
puedan decir ‘el endosulfan… no tiene nada; no les va a pasar nada’
M2: Y esto yo creo que pasa porque el contacto con tantas organizaciones, yo
creo que uno tiene esta metodología o política hacia la gente. No los que dirigen
sino la gente común, de educarla para que avance en ese sentido, porque
también es parte de lo mismo(…)”
Junto a esto, sus acciones directas en el barrio para registrar los casos de
enfermedades en las zonas donde los relevamientos ordenados por el gobierno
provincial omitieron llegar, “las diez manzanas del fondo del barrio, donde estaba
la mayor cantidad de gente enferma”, constituyen su principal capital informativo.
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Decíamos que los movimientos sociales que participaron de esta
investigación también consideran la información como un dispositivo de
presentación/representación del que depende, en buena medida, su legitimación
ante el conjunto de la sociedad. Con diferentes niveles de reconocimiento acerca
del carácter estructurante que ha adquirido el proceso de mediatización, lo
constante es la certidumbre de que la información que difunden los medios
masivos no es inocua, ni neutral ni unívoca y que de ella depende, en gran
medida, el reconocimiento público de su demanda.
“No nos ven como trabajadores, personas que nos levantamos todos los días para
laburar. Nos ven como un estorbo que anda rompiendo las bolas y haciendo
basurales”.
“Si la gente mira de otra manera es la única forma que nosotros vamos a tener
para avanzar; porque si nos siguen mirando como un estorbo, bueno, vamos a
seguir siendo un estorbo”.
“La televisión discrimina también. Cuando escuchas al noticiero te dicen: ´uy, mirá
andan los carreros con los chiquitos en el carro`, y te hacen quedar como una
mala persona que anda con sus hijos en el carro. Eso hace que la gente nos mire
mal. Porque si la televisión dijese `los carreros son personas luchadoras,
trabajadoras, que andan con sus hijos trabajando porque es lo único que
tuvieron…”
Si bien los carreros asumen que los medios construyen el espacio público,
y que buena parte de la legitimidad de los grupos y las prácticas urbanas se
dirime en la TV insisten en que, en su caso, la visibilidad mediática actúa como
amplificadora del estigma. Por eso, aún cuando visualizan al espacio público
mediático como un lugar para ser escuchados y demandar por sus derechos,
saben que allí sólo pueden expresarse mediante intervenciones directas (cortar
calles, quemar gomas o hacer ollas populares) emprendidas con el objetivo de
obtener la cobertura mediática para “ser escuchados” y comunicar públicamente
sus necesidades:
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“Sería más lindo poder hablar, decir lo que hace falta y las necesidades que
tenemos sin llegar al extremo, a quemar gomas”.
“Pienso que si los medios lo hacen (difunden el proyecto) va llegar un poco más a
la sociedad que ir puerta a puerta. Porque vos vas puerta a puerta y la gente te
escucha, toma el folletito, pero no lo va a tomar tanto como si fuera público,
porque cuando es público lo que ven con otra cara, con otra lente.” (En referencia
a la difusión de un proyecto de reciclaje de papel que impulsa la Cooperativa)
“Los medios decían ´las Madres de Barrio Ituzaingó hacen la denuncia tatata...´
(…) Al lado, lo ponían al señor ministro diciendo ´No pasa nada, entendés? Venía
la denuncia y el descargo de los demás y ahí quedaba todo…”
“Qué complicado. Yo creo que tendríamos que cambiar todo, es la única forma,
porque todo responde a lo que vivimos, como está organizada esta sociedad,
¿no? que lo único que interesa es abaratar costos y maximizar ganancias; y los
medios son parte de ello, porque incluso son los formadores de opinión, algunos
medios son más formadores de opinión que otros pero… entonces todo eso
influye en la gente. La televisión te vende un montón. Yo creo que no toda la
gente debe leer los diarios, pero la televisión y la radio…”.
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medios de que para ser objetivos y conservar su independencia es necesario
mostrar las distintas versiones de los hechos, “mostrar las dos campanas”. Por
otro lado, plantean que los periodistas saben lo que está sucediendo en el barrio y
que, en ese marco, entienden a qué sectores benefician o no con el tratamiento
que ofrecen de cada problemática.
“Los de Prensared nos han bajado artículos que ellos han conseguido, fueron muy
buenos. Por ejemplo del glifosato, que todo el mundo dice que no hace nada …”
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“Hoy, en Córdoba, los medios nos ven como interlocutores válidos para pensar,
para reflexionar sobre determinados temas. O sea hoy habría una acumulación
legitimada donde HIJOS dejó de tener esa imagen de jóvenes revoltosos que
solamente hacían escraches y hoy es una organización de la sociedad civil que
trabaja en temáticas de derechos humanos”
Esta nueva situación, es atribuida a dos factores: por una parte al cambio
de estatus que desde 2003 ha tenido en la agenda pública todo lo relativo a la
temática sobre violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la última
dictadura militar y, por otra, a una estrategia política propia de la organización
“con los medios de comunicación y con los comunicadores” que surge como
resultado de evaluar lo más conveniente en cada oportunidad:
IV. Conclusiones
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qué indica si no el reconocimiento, por parte de H.I.J.O.S., de que existe una
información pública que es, contradictoriamente, inaccesible? ¿O qué implica, por
ejemplo, el desconocimiento por parte de los carreros, de numerosas políticas
públicas que podrían favorecer sus proyectos cooperativos? La información como
saber se revela, por ende, como un bien concentrado en ámbitos y actores poco
dispuestos a garantizar su publicidad. Y esto vale, y no dejamos de decirlo con
dolor, también para la universidad pública y sus investigadores.
Por otra parte, el carácter ambivalente de los medios en relación a la
ciudadanía, en sus dos dimensiones -como ámbitos para la información y como
lugares para el reconocimiento– aparece relativizado en el contexto de las
experiencias estudiadas.
Por un lado, y en cuanto a la obtención de información relevante, ninguna
de las organizaciones estableció a los medios como una fuente de información
significativa. Muy por el contrario, abundaron las críticas a los modos superficiales
con que suelen tratarse las cuestiones y se señalaron las vinculaciones explícitas
entre intereses mediáticos e intereses económicos y políticos.
Por el otro, relacionado con el papel de los medios en la visibilización
pública, la cuestión adquirió mayores matices. Quienes han ganado en
institucionalidad y en recursos parecen mantener con los medios un tipo de
interacción que sería productiva o funcional a sus propios fines. De parte de los
sujetos –no desde los medios- se prioriza establecer un vínculo marcado por una
intencionalidad estratégica que, desplegando diversas tácticas, pretende
garantizar esa funcionalidad. Los medios, fieles a una lógica productivista y
mercantil, darán lugar a esas tácticas en tanto y en cuanto no alteren sus propios
cánones de producción informativa (celeridad, novedad, espectacularidad). Sin
embargo, lo que un movimiento como H.I.J.O.S. parece decirnos, es que esos
cánones no siempre serán contradictorios con la lucha ciudadana y que, en
muchos casos, resultarán asimilables en el marco de sus propias estrategias.
Para quienes ostentan, en cambio, las marcas de la exclusión y una mayor
marginalidad, los medios son un poder más al cual enfrentarse para emerger
ciudadanamente. Son, antes que un aliado o una herramienta, un otro poder a
resistir.
Pese a la importancia de estas distinciones, y a la necesidad de continuar
su exploración empírica, hay un rasgo común que perturba nuestras esperanzas y
que, en el cierre de estas reflexiones quisiéramos explicitar: en ninguno de los
casos, aunque las razones sean distintas, los medios se reconocen como un
nuevo ámbito para el ejercicio de la ciudadanía. Es decir, como un ámbito frente
al cual posicionarse como sujetos de demanda y proposición, como sujetos de
derecho. De alguna manera, la inquietante pregunta que Manuel Garretón dejara
planteada hace ya más de una década aún espera ser respondida: “¿Cómo se es
ciudadano frente a un medio de comunicación?” (Garretón, 1995: 107).
El pasado treinta de diciembre, en un fallo inédito, la justicia cordobesa
prohibió la fumigación con glifosato y endosulfán a menos de quinientos metros
de zonas urbanizadas, por considerar que eso viola la Ley Provincial de
Agroquímicos y constituye un delito penal de contaminación ambiental. Bajo la
figura de “contaminación dolosa del medio ambiente de manera peligrosa para la
salud” (Aranda, 2008), el fiscal de Instrucción del Distrito III, Carlos Matheu, ha
procesado a los productores, sentando precedente para todo el país. El fallo de la
justicia y la Ley se sustentan en la misma información que las madres de
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Ituzaingó lucharon por construir y revelar. Esa información, que en manos de la
ciudadanía, se muestra como un arma categórica para el ejercicio y conquista de
derechos.
Las decenas de grupos que actualmente se organizan contra los
agrotóxicos sojeros se verán fortalecidos por el camino recorrido por las madres.
Un camino que no es sólo político y judicial, sino también mediático. El ingreso del
tema a la agenda pública ha obligado a los medios a hablar del fallo, de los
agrotóxicos y de las madres, demostrando que la producción de información
socialmente relevante también es un modo, una estrategia, para la ampliación de
la agenda mediática. Y mostrando que, en la construcción de esa “conciencia
compartida” que hace posible la “comunidad” (Williams, 2001:364) las imágenes,
los signos, y los mensajes de la ciudadanía adquieren el peso revelador y
libertario de las palabras que el poder pretende silenciar.
Aranda, D. (2008) “El veneno que asoló el barrio de Ituzaingó”, nota publicada en
el diario Página 12, 12 de enero de 2009. Disponible en
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