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siempre apasionante, no solo por su interés histórico, sino por que es un tema siempre
abierto a nuevas perspectivas.
Entre los primeros mártires hubo dos médicos, junto con el primer contingente de
españoles que Colon deja en el Fuerte de la Natividad en las islas recién descubiertas:
maestre Alonso y maestre Juan. La ciencia medica fue la primera en pagar con su
sangre y su vida la nueva etapa del Descubrimiento.
El contacto con la nueva patología americana, desconocida en su mayor parte por los
españoles, les hace conocer tempranamente garrapatas y coloradillas, jejenes y
morrongóys, moscas y mosquitos de voracidad inusitada, pulgas arenarias y niguas, y
les da pestilencias "de las cuales murieron muchos soldados y demás desto todos los
demás adolecimos de unas malas llagas en las piernas" según dirá Bernal Díaz del
Castillo.
¿Qué hacer ante esta variada, polimorfa e infinita de nueva patología, muchas veces
de insospechado origen?
Hernán Cortes dará solución, observando en carta al Rey que "no necesita médicos de
España, ya que con los curanderos indios tiene bastante", Cortes comprobó en si
mismo la eficacia terapéutica de aquellos hombres que si no tenían hospitales, ni
religión cristiana, ni ancestrales avances filosóficos, tenían algo que para él era mucho
más sutil como hombre práctico que era: un empirismo tradicional, una experiencia de
ensayos milenarios y que les había hecho llegar al conocimiento por medio del acierto
y el error, transmitido de generación en generación de los efectos curativos de las
plantas. La extensa Botánica del Nuevo Mundo proveían al descubridor de toda clase
de nuevos remedios desconocidos para el europeo. Dios daba la llaga, pero también
daba la Medicina.
Bernal nos habla del mucho padecimiento de bubas que sufrieron los soldados de
Cortes, Pedrarías Dávila sufrió una úlcera en sus partes pudendas, probablemente
leishmaniasis, hasta el fin de sus días. Y así, infinidad de nuevas enfermedades, junto
con exacerbación de otros viejos padecimientos, maltrataron a los descubridores.
No es de extrañar que desde el primer momento que los españoles pisaron tierra de
América se despertase en ellos el interés por las cosas que en ella había y en especial
de las plantas. Basta leer a los cronistas de todo tiempo para comprobarlo. Así
debemos al propio médico de Colón, Álvarez Chanca, el conocimiento de la patata,
cacao, maíz, mandioca, copaiba, guayaco y palo Brasil. El mismo Colón anota que hay
miles de árboles nuevos para él. Oviedo dedica buena parte de su obra a la descripción
de las plantas y animales de las tierras recién descubiertas y una especial atención a la
acción medicinal y alimenticia de las plantas del Nuevo Mundo.
Agustín de Zárate en su Historia del Descubrimiento y conquista del Perú (1555) habla
también de la patata.
El chamanismo era una institución generalizada como lo es aún en los grupos que,
como fósiles vivientes, conservan sus antiguas tradiciones y culturas lo es aún en
Oceanía y África. Pero en las altas culturas americanas había evolucionado hacia una
medicina sacerdotal, como ya había ocurrido en el antiguo Egipto, Siria y Babilonia por
ejemplo.
En Méjico, capital del Anahuac, el emperador disponía cerca de sus templos de grandes
jardines botánicos donde se aclimataban, a la par que plantas ornamentales de todo el
imperio, otras medicinales de todos los territorios bajo su mando. En los tianquez o
mercados aztecas, que eran verdaderas instituciones, los herbolarios vendían toda
clase de plantas medicinales. Los Tlama-tepati-ticitl eran los medicos generales que
curaban con plantas, baños, dietas, laxantes o purgantes. El Texoxo-Tlacicitl era el que
se dedicaba a la cirugía. Los que practicaban flebotomías y sangraban eran los Tzoc-
tzoani. Las parteras eran las Tlamatkiti-tzitl. Los yerberos eran los Papiani-
Panamacani. Los especialistas en las enfermedades de los ojos tlancotinalitztli y los
arregla huesos eran los teomiquetzani.
La cultura médica de los mayas fue en conjunto muy similar a la azteca. El ahmen es
el que sabe y era capaz de curar por diversos procedimientos, seguían a la previa
ceremonia de adivinación o diagnostico.
Entre los incas, al llegar los primeros españoles, la medicina era como entre aztecas y
mayas, una mezcla de religión, magia y empirismo. El amauta es el medico-sacerdote
de la nobleza incaica, casta sacerdotal dedicada al arte de curar, con sus propias
escuelas donde eran entrenados los mas selectos de sus descendientes. Llegaron a
tener conocimientos muy por encima de su tiempo en Neurocirugía, cirugía craneal
principalmente, practicando con profusión la trepanación craneal (a veces parece haber
existido una verdadera locura de trepanar) logrando un elevado índice de
supervivencias, incluso en casos muy delicados de traumas craneales tan frecuentes a
causa de sus armas y forma de luchar. Sus mazas golpeaban espacialmente la cabeza,
de manera que la fractura con hundimiento fue su principal lesión craneal en la que
adquirieron gran practica quirúrgica los cirujanos militares.
Los hampi-camayoc, por su parte, eran los guardadores de medicinas. Otros eran los
comasca o sancoyoc, que en un plano inferior equivalían al curandero, hechicero,
envenenador y médico del pueblo llano. Utilizaban la adivinación diagnóstica lanzando
las hojas de coca y la succión como terapéutica unida al uso de hierbas de acción
medicinal.
Los collahuaya eran otros buenos hierberos, buenos botánicos y el ichuri era el chaman
adivino.
Todos los cronistas de Indias refieren extensos capítulos al arte de curar entre los
pueblos amerindios.
Ruiz y Pavón estudiaron la Flora de Perú y Chile, resultado de lo cual es su obra Flora
peruviana et chilensis. Ellos fueron quienes extendieron el uso de la Ratania y la
Calaguala y el conocimiento de las quinas del Perú.
O las plantas de uso industrial como las tintóreas: añil (Indigofera tinctorea), palo
Brasil (Caesalpina brasiliensis), alheña (Lawsonia inermis), achiote (Bixa orellana),
jagua (Genipa americana), cúrcuma (Cúrcuma longa), glasto (Isatis tinctorea), Reseda
silvestre (Reseda lutea), y otras maderables o productoras de substancias tan
difundidas como el caucho (Hevea brasiliensis), el marfil vegetal o cabeza de negrito
(Phytelephas seemanii), la caoba, el guayacán, los cedros amargos, los bongos, los
tangarés, etc.
La quina (Cinchona spp) fue una verdadera panacea. Decía Ramazzini que "la quina
fue a la medicina lo que la pólvora al arte de la guerra". Una verdadera revolución.
Y el maíz y la yuca (Zea mays y Manihot utilísima o mandioca para millones de seres
humanos en el continente africano) que son originarias de América, hoy son base
alimenticia, especialmente la yuca.
La quina tiene una larga historia que no vamos a exponer aquí, pero ha dado lugar a
muchos libros escritos sobre sus propiedades y ha curado a millones de personas,
especialmente sus derivados, utilizados aún hoy día para curar la malaria.
El Bálsamo del Perú (Myroxylon peruiferum) aunque nunca lo hubo en el Perú, sino en
Méjico, América Central y Colombia, fue muy usado por los indios (su savia negruzca)
para la curación de las heridas. Luego se difundió por Europa para curar enfermedades
de la piel, entre ellas la sarna y para la elaboración de pomadas. A este árbol se le
llamó en Méjico huitziloxitl.
La Ratania o estancadera (Ratania trinada) usada por los indios tupí como
antihemorrágico fue introducido por Hipólito Ruiz en España. La había encontrado en el
Perú. Hizo extractos que proporcionó al famoso médico Ruiz de Luzuriaga quien trató a
varios pacientes con excelentes resultados, presentando luego un trabajo sobre el
tema a la Real Academia de Medicina.
La Cuasa (Cuasia amara L.) traída a Europa desde Surinam pasando del Caribe a las
Farmacopeas europeas como febrífugo, aperitivo y alexitérico, diurético y tónico
estomacal, así como vermífugo en enemas.
La Angostura (Cusparia trifoliata) estudida por Mutis, se difundió por Europa como
febrífugo, antipalúdico y tónico digestivo.
La Escobilla (Scoparia dulcis) que cito aquí por ser la preferida de Mutis quien la usaba
como tónico y febrífugo, asegurando que había reducido toda su farmacopea personal
a esta sola planta.
La lista sería in terminable y aún más... ya que existen en América todavía miles de
especies y géneros de plantas cuyos efectos terapéuticos aún no se han difundido.
Los indios conocen muchos de sus efectos terapéuticos aunque las utilicen por sus
aspectos mágicos. El amplio campo de los líquenes, de los hongos, de los cactus, aún
casi virgen, está aún por estudiar. Creemos que en este terreno existe aún un gran
futuro para la medicina y la terapéutica de las enfermedades que no debemos olvidar.