ENTRADA: Nuestro Señor Jesucristo, el verdadero y eterno Sacerdote
de la Nueva Alianza, nos invita a vivir la auténtica religión, es decir, la inseparable y complementaria unión del amor a Dios y del amor al prójimo… ¡Que la devota participación en esta santa Eucaristía – memorial de la entrega que Jesús continúa realizando por nosotros– nos ayude a vivir como miembros de su misma y única familia!
1ª. LECTURA: El Deuteronomio nos ofrece un extracto de la oración
que todo buen israelita debía recitar varias veces al día… Esa conocida plegaria resume toda la Ley, fincada en el amor total y absoluto al único Dios y Creador.
2ª. LECTURA: El autor de la Carta a los Hebreos contrapone
radicalmente el sacerdocio ejercido en el templo de Jerusalén, con el sacerdocio de Cristo… Él –que no conoció pecado– sigue intercediendo ante el Padre en favor nuestro.
EVANGELIO: [Mc 12, 28b-34] En el evangelio Jesús cita casi al pie de
la letra la gran «profesión de fe» que escuchamos en la primera lectura… La novedad que Él nos presenta está en unir en un solo mandamiento el amor a Dios y el amor al prójimo.
OFRENDAS: En su Hijo Jesucristo, Dios nos ha amado «hasta el
extremo» y sin medida… Que el llevar nuestros dones al altar nos comprometa a hacer vida el «mandamiento nuevo», que Jesús nos dejó como signo visible de ser discípulos suyos.
COMUNIÓN: Deseosos de amar a Dios «con todo el corazón» y a
nuestros prójimos «como a nosotros mismos» vayamos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo… Sólo Él puede hacernos crecer en nuestra entrega, comprometida y solidaria.
DESPEDIDA: Como al pueblo de Israel, hoy el Señor nos ha insistido
en la necesidad de «escuchar» en profundidad… ¡Abrámonos a la Buena Nueva del Evangelio para así buscar transformar nuestro mundo en Reino de Dios!