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Como dicen las malas lenguas, hay veces que darle de comer a un

muerto vale la pena; y eso pensaba yo, muy ignorante de mí, dando por
hecho de que ese día iba a ser una aventura y un encuentro con la
abundancia.
Pues estaba yo en Almería con mi primo vasco de vacaciones, el Cabo
de Gata, un hotel fantástico vamos, menos en un aspecto: el restaurante
buffet libre, este sin lugar a dudas es un factor que degrada aún más mi
teoría. Una tarde de almuerzo que acabamos de llegar a este después
de una mañana muy ajetreada, encima sin haber desayunado ¡madre
mía qué hambre tenía! Pues fíjate que mi primo “no”. Vale, con esto
dicho nos dirigimos hacia las barras con la idea de que él coja primero la
comida ya que era el que menos hambre tenía y después el resto para
mí. Mira, empieza a coger filetes, pizzas, patatas, hamburguesas,
ensaladas césar, literalmente el doble que me hubiese comido yo, me
dejó la barra sin cosa. Y me pregunto cómo puede ser que alguien tan
delgado se hinche. La conclusión es que cuando tú vas a un buffet
DEBES coger primero toda la barra y después hablamos, sobre todo no
te fíes de lo que te diga un vasco.

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