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Taller para Coros y Animadores de Canto
Taller para Coros y Animadores de Canto
Año 2012
EL CANTO EN LA LITURGIA
¿Qué es Liturgia?
Para comprender el papel que juega el canto en la Eucaristía, debemos empezar por
comprender qué es la Liturgia, y luego entrar en la Liturgia de la Eucaristía, porque es allí
donde generalmente los coros ejercen su servicio.
Muchas veces la liturgia ha sido vista como algo secundario, meramente ritual (“se trata
de cumplir con algunos ritos”) o como algo puramente estético (“lo importante es que
salga todo muy bonito”). Pero desde hace algunos años se ha vuelto a reflexionar sobre
ella y se le ha devuelto el papel central que tiene en la vida de la Iglesia.
La palabra Liturgia viene del idioma griego. Surge de la unión de dos palabras: Leitos
(pueblo, público) y Ergon (obra, acción). Así, Liturgia viene a ser una “Acción en relación
con el pueblo” o “Acción o servicio a favor del pueblo”. Y más propiamente, a la luz del
Vaticano II tenemos que decir que Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo (SC 7)
Ya con este significado podemos comprender que la liturgia no se reduce a unos ritos, o a
unas ceremonias: es ante todo acción de santificación en la Iglesia (se realiza en el
ámbito de la comunidad cristiana), de la Iglesia (es acción de la Iglesia total: Cristo y los
suyos) y para la Iglesia (se realiza a favor de quienes componen el cuerpo de Cristo)
Y es que debemos recordar que cuando Cristo estuvo sobre la tierra fue él mismo quien
se encargó de ejecutar la voluntad de Dios; pero cuando más tarde regresó a la casa del
Padre, fue necesario que la obra realizada, que la invitación hecha no se perdiera, y por
eso –tras enviar al Espíritu Santo- designa a personas comunes, hombre y mujeres de
carne y hueso para que se hagan cargo de este proyecto.
Y para que esta obra de la salvación se pudiera realizar, fue necesaria la participación de
cuatro elementos:
1. La Presencia de Dios
2. Un lenguaje que todos pudieran entender
3. Un conjunto de acciones
4. Que permanecen a través del tiempo.
Jesucristo realizó esto en su propia persona. Veamos: Él es el Hijo de Dios hecho hombre
(Presencia de Dios), que con sus propias palabras (lenguaje que todos podían
comprender) y con su propio modo de actuar (acciones), nos trae la salvación.
Los herederos de estas maravillas de la misericordia de Dios (permanencia a través del
tiempo) deben ejecutarla haciendo uso de los mismos elementos: presencia de Dios,
lenguaje y acciones. Si faltase alguno de estos elementos, no habría liturgia.
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a) Una acción sagrada: se llama así porque no es una acción cualquiera, algo que los
hombres hemos inventado, sino que es iniciativa de Dios y algo que Él mismo hace.
b) a través de la cual: esto quiere decir que la liturgia no es sólo un instrumento que se
usa para que Dios se haga presente y luego se desecha, sino que ella es ya la
presencia de Dios. No es que primero hagamos la liturgia y después venga Dios, sino
que gracias a que Dios está presente, podemos hacer liturgia.
c) con un rito: cuando Cristo estuvo sobre la tierra, él siendo de carne y hueso realizó la
obra de la salvación, pero en estos tiempos en que ya no está presente de la misma
forma, los ritos litúrgicos hacen presente al Señor con sus gestos y palabras, para que
él continúe salvando a todos los hombres.
Hay que destacar entonces un punto central en la Liturgia: no se trata de una acción
individual ni privada, sino que es acción comunitaria. Es muy importante diferenciar
entonces entre culto público y culto privado. Definamos cada uno de ellos, para
entendernos mejor.
1. el culto público (el que realiza la Iglesia entera, siendo signo de unidad).
2. el culto privado (la oración de cada quien, sus devociones privadas, etc.)
e) mediante la Iglesia: porque Cristo quiso tener una familia, la cual a su vez continúa su
obra, es que ya no actúa por sí sólo sino a través de la Iglesia.
f) se ejerce y continúa: la salvación realizada por nuestro Señor no es algo que sucedió
hace 2000 años y que quedó perdido en el tiempo tan sólo como algo bueno que hay
que imitar, sino que ese acto salvador se hizo permanente, es decir seguirá sin
interrupción hasta el final de los tiempos, pero realizado en y por la Iglesia.
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LITURGIA Y CANTO
La asamblea que se reúne en la celebración litúrgica participa de diversas formas:
con sus respuestas y aclamaciones,
con su postura corporal,
con el silencio,
y con el canto.
En la liturgia, el canto tiene una función clara: expresa nuestra postura ante Dios
(alabanza, petición, reverencia...) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio
que celebramos.
Si nuestra oración aspira a ser algo más que rutina, o el mero cumplimiento de un deber,
si quiere ser una expresión viva de la fe y de la alegría cristiana, es natural que muchas
veces se convierta en canto. El canto contribuye a que la oración sea más plena y cale
más hondo en nuestra vida.
Por eso dice San Agustín que el canto es el lenguaje del corazón, algo así como el
lenguaje más pleno del hombre. Es algo que brota desde dentro y que hace brotar lo más
íntimo del hombre. Cantos de pasión o de penitencia, cantos de triunfo y euforia, cantos
de esperanza... un canto bien escogido puede resultar más eficaz que muchas palabras.
Hemos dicho que la liturgia realiza las acciones de nuestra santificación. Estas acciones
las realiza la Iglesia a través del ministerio (servicio) de muchos de sus miembros.
Tenemos el ministerio que ejerce el sacerdote: presidir la celebración en nombre de
Cristo. También está el servicio de los lectores, los ministros extraordinarios de la sagrada
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El servicio de cada una de estas personas está ordenado (porque como ya dijimos, no se
trata de culto privado, sino de culto público) y debe responder a lo que la Iglesia celebra, y
a las condiciones particulares de cada comunidad.
De la misma forma que un lector no puede -a su antojo- leer cualquier pasaje bíblico en la
misa, o un sacerdote no puede “inventar” cómo presidir la Eucaristía, los encargados del
canto debemos entender que incluso nuestra creatividad tiene límites, porque
En un documento que se llama “Instrucción sobre la música sagrada” se nos recuerda que
con el canto “la oración adopta una expresión más penetrante”, y que mediante la unión
de las voces se llega también a una más profunda unión de los corazones...
Es algo que pasa notoriamente en los niveles humanos y sociológicos: cantar crea una
atmósfera de sintonía, es un signo de solidaridad y de comunión por encima de edades y
culturas. Un himno nacional conserva todavía una evidente fuerza de unión, renovando
continuamente la razón de ser del grupo y recordando sus raíces.
Cantar en común ayuda a salirse de uno mismo -de nuestros intereses que son tantas
veces egoístas- para incorporarse a la comunidad. Cantar en la celebración cristiana tiene
también algo de esto. Nos hace salir de nosotros mismos y nos incorpora a la comunidad.
El canto nos va uniendo y nos saca de una actitud pasiva para involucrarnos de una
manera activa en lo que todos estamos celebrando.
Por eso podemos decir que el canto es un buen termómetro de la vida de una parroquia.
Un canto desmayado o entusiasta, desafinado o sin ninguna coordinación, o incluso una
asamblea que no canta... todo es signo de cómo va la sensibilidad de esa comunidad y su
expresión de fe.
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Difícilmente nosotros nos imaginamos una fiesta sin música. En toda cultura, la música es
signo de fiesta, de celebración. Si realmente llegamos a vivir nuestra celebración litúrgica
(y sobre todo la Eucaristía) como una fiesta, entenderemos también la importancia del
canto en ella. Lo que nunca debemos confundir, es que una cosa es una fiesta popular
(una “pachanga”) y otra -muy diferente- la fiesta de los cristianos, la fiesta del Señor.
3. Ser un grupo cerrado. No sólo debe estar unido el grupo entre sí (testimonio…) sino
también unido y en comunión con los otros grupos de la parroquia, como un grupo
más dentro del conjunto de la parroquia.
Para que el coro cumpla con su función ministerial (de servicio) dentro de la liturgia,
debemos insistir en algunos puntos fundamentales.
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2. Ser participantes de la liturgia antes que animadores de la liturgia. Es decir, que sean
miembros activos de la asamblea a la que sirven, sintiéndose miembros de la
asamblea que ora y celebra, dando testimonio de su participación gozosa, orante y
escuchando la Palabra con la asamblea. No pueden quedarse fuera, o sentirse ajenos
a la asamblea, mientras animan a los demás a participar. Si no se integran en la
asamblea no pueden esperar que esa asamblea responda a sus esfuerzos de
animación.
4. Prever el momento y la duración de las actuaciones. Hay cantos que son muy
opcionales (como el canto para el saludo de la paz), que quizá conviene obviar, y otros
que hay que saber “cortar” en el momento justo (Ej. canto de entrada)
5. Debe haber buena comunicación entre el sacerdote celebrante y el coro. Esto no sólo
hará que los pastores valoren más el papel que tiene el coro, sino que también es una
oportunidad para intercambiar ideas, pequeños consejos, etc.
6. El coro debe tener un gran dominio (y la práctica hace al maestro) en escoger, suprimir
o seleccionar estrofas, inclinándose por aquellas que van más en consonancia con la
liturgia del día. Debe tener programados los cantos antes de la celebración y no andar
buscando y rebuscando los papeles mientras se proclama la Palabra, se predica o se
consagra.
Para la programación de los cantos de cada misa, les sugerimos utilizar la ficha que se
encuentra al final del folleto.
El Canto en la Eucaristía
Lo primero que debemos señalar es que el canto en la Eucaristía es el canto de la
Asamblea, y aunque históricamente ha tenido muchos cambios (épocas en que no se
cantó nada, épocas en que todo se cantaba...) lo que hay que rescatar es esta
característica fundamental: es el canto del pueblo de Dios, de la Asamblea Santa, del
cuerpo de Cristo.
En la Iglesia primitiva el canto era sencillo, popular, espontáneo. Eso sí, siempre quiso
diferenciarse del canto de los paganos (hoy también el canto litúrgico debe diferenciarse
del canto pagano...).
Con el transcurso de los siglos se han dado diferentes progresos en el canto litúrgico
(surgió el gregoriano y el canto polifónico) rescatando el deseo de cada época de alabar
al Señor con sus particulares formas de expresión.
Hoy por hoy se encuentra una gran variedad de música religiosa, que es también
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expresión de ese deseo de alabanza y glorificación. Pero, como hemos visto, hay algunas
características que cualquier canto -y cualquier coro- deben poseer para participar en el
canto litúrgico, entre ellas:
Por tratarse de una acción litúrgica (culto público) el canto debe ser el canto de toda la
asamblea (como en las primeras comunidades cristianas) y nunca, nunca el concierto de
un coro por más profesional que éste sea.
También podríamos decir: “pero a la gente le gusta así”. Esto es sólo porque no están
bien catequizados (y es función de nosotros hacerlo). Además, si la asamblea llega a
cantar poco a poco se sienten más protagonistas y no simples espectadores, como es
en realidad.
Ya anotamos que desde el principio del cristianismo, los cantos intentaron diferenciarse
de la música pagana, y también que aunque la Eucaristía es una fiesta, no debemos
convertirla en una “charanga”. Expliquemos un poquito por qué.
La música para la Eucaristía debe expresar el amor que sentimos por Dios. Debe ser
instrumento para la alabanza, la meditación y para la comunión entre los hermanos. Por
esto desde siempre se han compuesto expresamente piezas musicales para ser utilizadas
en la celebración litúrgica.
Utilizar música popular (aún cambiándole la letra) presenta serios inconvenientes, entre
los principales:
3. Algo también incorrecto es tomar una canción “con algún mensaje positivo” y de
buenas a primeras introducirla en la Eucaristía. El canto en la liturgia no es sólo “para
oír algo bonito”. Muchas veces, junto a ese “mensaje” se introducen una serie de ideas
incorrectas y nocivas.
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Aún así, si tomamos en cuenta los esfuerzos de apertura a las otras denominaciones
cristianas, nada impide que en algún concierto o actividad pastoral (algún encuentro de
formación, convivencia, etc.) se utilicen cantos de esta índole, siempre y cuando se
mantengan dentro de los límites de la doctrina de la Iglesia católica, y se especifique.
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Son los cantos más propios de la Asamblea. De toda la Asamblea. Así que los
encargados de animar el canto deben procurar que todos canten.
Aún cuando debe respetarse el texto, existe la gran posibilidad de crear música
para estos cantos, aprovechando nuestros potenciales creativos.
Según hemos anotado, estos cantos tienen su propia letra, que debe ser respetada: por
muy bonito que suene, no podemos sustituir el texto litúrgico.
Así por ejemplo, el canto del Gloria tiene que contener TODA la letra del himno del Gloria.
Y no porque cualquier canto contenga esa palabra, ya puede utilizarse. Hay ejemplos por
montones de "glorias" que no deben utilizarse, anotemos dos:
El "Gloria, gloria aleluya" (que de paso está prohibido porque su música está tomada de
una marcha militar de los Estados Unidos) y "Gloria a Dios, Gloria a Dios, Gloria al
Padre...a Él, le sea la gloria". Porque, aunque por lo menos da gloria a cada una de las
personas de la Santísima Trinidad, es decir, es una glorificación trinitaria (y esa es la
primera característica del himno), se “come” el contenido del mismo, y por lo tanto no es
un himno de Gloria.
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te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del
mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del
mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado
a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Vamos ahora a destacar algunos puntos de cada uno de los cantos de la Eucaristía
(incluidos los que acabamos de mencionar).
El canto de entrada
La IGMR2000 nos dice respecto al canto de entrada:
"La finalidad de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de los que
se han congregado e introducir los espíritus en el misterio del tiempo litúrgico o
de la fiesta, y acompañar la procesión del sacerdote y los ministros". (n.46 Cf.
también OGMR 25)
- Es deseable que la melodía sea "sólida" y bien conocida (o bien aprendida si el canto es
nuevo). Un canto demasiado rápido o saltarín no favorecería la unión de los fieles y el
desarrollo de la celebración. El canto de entrada, salvo excepción, es claramente uno de
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- El canto de entrada debe estar en línea con el Misterio Pascual celebrado cada
domingo, o con el tiempo litúrgico en curso. Puede ser escogido en función de su relación
con las lecturas bíblicas, pero no hay que olvidar que éstas todavía no han sido
escuchadas.
El canto de entrada da el tono, tanto por el texto como por la música, a la celebración. Es
un canto-obertura que expresa la idea base o contiene los sentimientos con los que la
asamblea debe celebrar el misterio de la fe.
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Puntos de atención
- Hay que notar que la IGMR considera que el Kyrie es ante todo una aclamación antes
que una imploración. Por esto, en el caso de la primera y segunda forma que no son
aclamatorias, se canta el Kyrie después de la preparación penitencial. Es preferible
escoger un Kyrie bastante breve, que mantenga el carácter invocatorio de este canto.
Es, ante todo, una aclamación confiada a Cristo, el Señor. Aunque incluye súplica de
piedad, es también una alabanza, un homenaje a Cristo, vencedor del pecado y de la
muerte, que viene a sanar los corazones afligidos y a llamar a los pecadores.
El Señor, grande y poderoso, fuente de bondad, luz y origen, creador del universo, conoce
nuestra debilidad y quiere ayudarnos, por eso está sentado a la derecha del Padre para
interceder por nosotros.
Históricamente el Kyrie eleison parece provenir de las oraciones de los fieles. Estas
desaparecieron de la misa quedando la respuesta litánica del pueblo: Kyrie Eleison, que
se trasladó al comienzo de la misa. Las más antiguas melodías de los Kyries muestran su
carácter de letanía. Más tarde, estas melodías antiguas, más sencillas, se fueron
enriqueciendo y adornando con abundantes melismas. Cantar una sola sílaba con
muchas notas era familiar a los pueblos latinos, en cambio, a los nórticos les resulta
desagradable.
Hemos de cantarlo tres veces dobles:
Señor ten piedad (2)
Cristo ten piedad (2)
Señor ten piedad (2)
Y en algunas ocasiones alternar el canto con los tropos (frases que amplían el canto
intercalándose en su melodía) IGMR30
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Gloria (Alabanza)
Se trata esta vez de un himno, no de una simple aclamación o de unas respuestas
litánicas. Un himno llamado “angélico”, por las palabras con que empieza, y también “gran
doxología”, en relación con la pequeña doxología o alabanza que es el “Gloria al Padre”.
El texto de este himno no puede ser cambiado por otro. Lo comienza el sacerdote o un
cantor o el coro, pero es cantado o por todos juntos, alternando el pueblo con los
cantores, o sólo por los cantores. Si no se canta, lo recitarán todos juntos o alternando en
dos coros (y no sacerdote-asamblea.)
Insistimos: se recita o se canta este texto del Gloria, y no se remplaza por otro
únicamente porque está la palabra "gloria". Es el único texto que tenemos en común con
la Iglesia ortodoxa de Oriente desde el siglo V. Ya contiene todos los elementos básicos
de la Plegaria Eucarística.
Este venerable y antiquísimo himno consta fundamentalmente, como todo canto, de una
letra y de una melodía. La melodía puede variar. A lo largo de los siglos se ha cantado el
Gloria de innumerables modos: las melodías gregorianas, las polifonías del clásico y del
barroco, etc., y ahora se debe buscar siempre algo más digno y bello.
Pero la letra hay que respetarla; traducida primero del griego al latín, ahora traducida al
español, puede tener ciertas variaciones, pero de tal modo que se pueda decir siempre
que es realmente el texto original traducido. No se deben admitir, pues, textos que sean,
sí, una glorificación trinitaria pero NO el himno «Gloria»; ni mucho menos algún canto
usado por el único motivo de que en él viene la palabra «gloría».
Por ejemplo:
GLORIA, GLORIA, ALELUYA, (3)
EN NOMBRE DELSEÑOR.
Cuando sientes que tu hermano necesita de tu amor, no le cierres las entrañas, ni el calor del
corazón: busca pronto en tu recuerdo la palabra del Señor: «Mi ley es el amor». (Siguen otras 2
estrofas)
Totalmente fuera del tema, se usaba sólo porque aparece la palabra gloria. Además la
melodía es una marcha revolucionaria de Estados Unidos, que no debe usarse en la
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Liturgia.
Su nota dominante es el júbilo, la alabanza confiada y alegre a Dios Padre, por la obra
que ha realizado en el Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo.
El gloria lo canta toda la asamblea, o alternando los cantores una parte y la asamblea
otra.
El Gloria empieza con el canto de los ángeles, y sigue con una serie de alabanzas al
Padre, para pasa después a alabanzas de Cristo, intercaladas con súplicas al mismo, y
concluir con una doxología trinitaria.
a) El canto de los ángeles, tomado de Lc. 2,14, da nombre al himno: “Gloria a Dios en el
cielo...” Este inicio se puede pensar como dividido en dos pensamientos: gloria a Dios y
paz a los hombres. O bien, como prefieren en sus explicaciones varios Padres orientales,
en tres: a Dios, gloria en el cielo; en la tierra, paz; y a los hombres, buena voluntad
b) A continuación cantamos alabanzas al Padre. Una alabanza que se fija más en Dios
mismo que en los favores recibidos de Él.
c) Sigue la alabanza a Cristo. Aquí se suceden los nombres o títulos dirigidos a Cristo:
“Señor Hijo único, Jesucristo; Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre”. A los títulos
les sigue una letanía de súplicas precisamente porque estamos convencidos del Señorío
de Cristo le podemos dirigir confiadamente nuestra petición de ayuda. Finalmente
dirigimos a Cristo más alabanzas: “porque sólo Tú eres Santo...”
d) Todo concluye con una doxología, breve pero densa: “con el Espíritu Santo en la gloria
de Dios Padre”.
Puntos de atención
- El Gloria, al igual que "Luz gozosa " y la primera parte del Te Deum, es un himno del
siglo II. El hecho de que los cristianos canten estos himnos desde hace dieciocho siglos
merece veneración y respeto.
- Habrá que evitar hacer de este himno un canto más.
- Habrá que evitar también hacer de él un gran trozo de concierto que se escucha estando
sentados.
- Aunque está previsto también que pueda ser recitado por todos o alternadamente (ver
OGMR 31), no hay que olvidar que es un himno hecho para ser cantado.
- El "Gloria" puede ser entonado, ya sea por el sacerdote, ya sea por el animador de los
cantos o por el coro, ya sea directamente por la asamblea misma (ver OGMR 87).
- Se omite durante el Adviento y la Cuaresma.
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Salmo responsorial
Una de las partes de la Liturgia de la Palabra más maltratadas es el Salmo Responsorial.
La causa principal podría ser el desconocimiento, muy generalizado, de su finalidad y
características. Su nombre expresa la forma normal de hacerlo: con responsorios; y su
naturaleza: ser canto.
Cualquiera de las dos formas debe hacerse desde el ambón (OLM 22) que es el lugar de
la proclamación de la Palabra y no desde el lugar del coro. (Se entiende que quien va al
ambón es el solista y no todo el coro)
Evidentemente no es el lugar de cantar cualquier otro canto en lugar del salmo escogido
en función de la lectura: es otra forma de la proclamación de la Palabra de Dios. Sería
empobrecer la Liturgia de la Palabra, ya que la función de esta pieza es ayudar a meditar
e interiorizar el mensaje de la Palabra escuchada que se prolonga en el salmo. Felices las
parroquias y/o comunidades con un cantor o un director de coro que tiene el carisma y el
arte de improvisar hermosas melodías sálmicas que todos escuchan con recogimiento y
emoción...
Algunos salmos se han convertido en cantos conocidos por su frecuente utilización: "Que
alegría cuando me dijeron", "El Señor es mi Pastor", "Cantad alegres a Dios". No
recomendamos utilizarlos cuando se presentan como salmo responsorial, sino utilizar una
melodía recitativa, distinta de la de los cantos, lo cual permite evitar la rutina y el desgaste
del texto que no llama más la atención, y permita oírlos de una manera nueva que
promueva una meditación mas interiorizada.
Sin embargo hay excepciones, p. Ej. S. 14 "¿Quien puede entrar?" (Palazon); S. 114
"Caminaré en presencia del Señor" (J. Espinoza),
Y otros, cuya melodía se presta para la contemplación, con la condición de que sea un
solo cantor el que actúe de salmista, la asamblea respondiendo con el estribillo.
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El nuevo orden de las lecturas (leccionario) facilita un verso que o se canta o no se canta,
pero que no debemos simplemente leer interrumpiendo el canto, por ejemplo, cantar
aleluya, hacer una pausa para que un lector diga la aclamación y luego volver a cantar
aleluya.
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Canto de ofrendas.
No es el más importante. Quizás es el único canto que se podría reservar al coro, como
canto de meditación. La intervención de la asamblea no es tan necesaria en este
momento muy secundario.
Una vez terminada el lavabo, debe terminarse el canto, de manera que no espere para
formular la invitación: "Oren hermanos..." Si no hay procesión, mejor que no haya canto.
Una vez terminada la oración de los fieles (con la que se concluye la liturgia de la
Palabra), comienza la “Liturgia Eucarística”.
-Al mismo tiempo, este canto pone en calor y acentúa líricamente el gesto del momento
(procesión de ofrendas). Este canto acompaña la procesión de los dones que en el altar
serán transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo.
-Incluso, cuando no hay procesión de dones podría perfectamente omitirse, como hemos
dicho, y así dar oportunidad para escuchar la bellísima oración que hace el sacerdote al
presentar el pan y el vino (ver cuadro) o puede ambientarse este momento de la
preparación de los dones con un acompañamiento instrumental.
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Cuando la asamblea escucha un canto del coro, éste debe ayudar a crear un clima de
oración.
No es necesario cambiar cada domingo de canto de ofrendas. Se puede tener uno para
cada tiempo litúrgico y una colección para los domingos ordinarios.
Ante todo, este canto debe hablar de la unión, la caridad y la fraternidad de todos los
miembros de la asamblea, y no tanto de “ofrecer”, porque el ofrecimiento se hace
después, en el momento en que el sacerdote ofrece de Dios Padre a Cristo, nuestro
sacrificio de salvación, de allí que a esta parte de la misa ya no se le llama ofertorio. Por
esto son preferibles cantos sobre la caridad, el amor entre los hermanos, etc.
Sanctus.
Es la doxología (glorificación) que concluye la motivación de la acción de gracias iniciada
en el Prefacio.
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus Deus
Es una aclamación bíblica (Isaías 6,3, Apoc. Sábaoth. Pleni sunt caeli et térra gloria tua.
y Mt 21,9) que no corresponde cambiar por Hosanna in excélsis. Benedictus qui venit in
cualquier canto. Forma parte integrante de la nomine Domini. Hosanna in excélsis.
Plegaria Eucarística, y la 2ª parte ("Bendito el
que viene" Mt 21,9) sirve de transición con el Y que en la versión castellana se ha
memorial que sigue: "Santo eres en convenido en estas expresiones:
verdad..."). Esta segunda parte en muchos
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del
cantos es eliminada, por lo que valdría la Universo. Llenos están el cielo y la tierra de
pena revisar cuales están completos y a tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el
cuáles es necesario hacer el añadido. que viene en nombre del Señor. Hosanna
en el cielo.
Por el género literario que poseen la oración
sobre los dones y el himno bendicional de
alabanza y de acción de gracias, o prefacio, se deberían cantar siempre, -pero, esto
corresponde al Presidente decidirlo-. De allí que por lógica consecuencia también el
“santo y el bendito”, o aclamación jubilosa y solemne en que el prefacio termina debe
cantarse, aún cuando no se cante el prefacio.
La incorporación del Sanctus a la misa es tan remota que figura en todas las liturgias. En
oriente parece datar de fines del s. II, pero antes de ser aceptado por la liturgia estaba
muy en uso en la oración privada, como himno en honor a Cristo.
El texto es muy antiguo y se inspira en Isaías 6,3. La expresión “Dios de los ejércitos” se
ha cambiado por “Dios del universo” con gran acierto. El Benedictus está inspirado en Mt.
21,9 y en el s. VII se incorpora al Sanctus, colocándose en el s. XV después de la
consagración, pues la polifonía se había extendido mucho en la primera parte del
Sanctus. Hoy ha vuelto a su lugar primero.
El “Sanctus” es la expansión, el ensanchamiento de la alabanza formulada en el prefacio.
El diálogo inicial entre el Presidente y la asamblea invita a la acción de gracias. El
celebrante proclama en la asamblea las maravillas que Dios ha hecho con los hombres y
la asamblea entra en juego con el himno de los serafines, asociándose así a la alabanza
de la creación (“El cielo y la tierra...”), los ángeles (“Santo...”) y la Iglesia (“Bendito el que
viene...”).
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El santo, junto con el salmo responsorial, es el principal de las cantos del Ordinario, es
decir, de la misa. Es la primera aclamación de la asamblea en la plegaria eucarística y por
ello debe procurarse la participación de toda ella.
Toda la asamblea alaba; bien por medio de un canto continuo o bien alternando las
aclamaciones (los serafines se dirigían uno al otro: “Santo, Santo”, dice Isaías...). El
pueblo debe intervenir, por lo menos, en el “Santo es el Señor” y en los dos “Hosanna”.
Se puede dialogar con el coro y éste puede enriquecer polifónicamente esta alabanza.
Hay que tener mucho cuidado al final del canto, ya que conviene que se mantenga un
buen clima de oración (“Santo eres en verdad...” sigue la oración); por tanto, aquel final no
es, en realidad, un final.
Finalmente, debemos recordar que se hay que respetar el texto y no adaptarle música
que no sea exclusivamente litúrgica.
Durante la Consagración.
Al momento de la consagración -desde que el Presbítero impone las manos sobre los
dones y hasta la aclamación- los fieles deben permanecer de rodillas como signo de
humildad y pequeñez que el hombre reconoce ante la grandeza de Dios que se hace
presente eucarísticamente entre la asamblea congregada a no ser que lo impida la
estrechez del lugar o la aglomeración de la concurrencia o cualquier otra causa razonable
(OGMR 21); pero además estará mirando hacia el Altar donde se están consagrando las
especies eucarísticas, pues el momento de la elevación es para que los fieles adoren a su
Señor a quien miran en el Pan y el Vino consagrados.
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El Padre Nuestro.
Conviene cantar esta oración tan importante que inicia la preparación a la comunión pero
que sea el texto del Señor por ser, como el Credo, un "símbolo" de unidad, y no textos
arreglados. Por ello debemos erradicar “el famoso” "Padre nuestro tú que estás en los que
aman la verdad..." herético y que utiliza la melodía lánguida de una película más bien
erótica.
Tanto la invitación -que hace el Presidente-, la oración misma del Pater Noster, el
embolismo -propio del Presidente- y la doxología, con que el pueblo cierra esta parte, se
pronuncian o con canto o en voz alta (OGMR 56a).
Además debemos tener presente que si se canta no se reza, y se reza no se canta,
entonces porque hacer las dos cosas, ¿No es más bien esto una repetición…? Si se
canta, se debe seguir la letra propia del Padre Nuestro y no otra, además tener en cuenta
que NUNCA TERMINA CON EL AMÉN. Además tengamos presente que la música
sagrada es la que se ha creado propiamente para la celebración del culto divino. Por lo
que se ha de evitar la adaptación de música “profana” como música sacra (Musicam
Sacram 4a. 60)
Canto de Paz.
Las normas no mencionan canto de paz. El rito de la paz es un rito optativo y, por lo tanto
secundario. Muchos cuestionan su lugar en este momento de la misa, y lo verían mejor
ubicado antes de la presentación de los dones (Cf. Mt 5,23) "Si, al acercarse al altar, te
acuerdas..." o como convivencia al terminar la celebración. El rito de la fracción es mucho
más importante; es de institución divina. Es este rito de la fracción que habría que
destacar con el canto del Cordero que lo acompaña.
Darse la paz es un RITO, no es un canto. Se trata de un elemento gestual y no musical.
Siendo un gesto, lo importante es el intercambio del saludo fraterno. Cantar durante el rito
de la paz no es oportuno porque además de desvirtuar su sentido de gesto físico, también
opaca el rito siguiente de la Fracción con su canto propio del Cordero de Dios. Con la
sobrecarga de dos cantos seguidos, se vuelve pesado y se alarga sin necesidad en este
momento. Cantar en el rito de la paz no tiene fundamento sustentable y, además, distrae
restando agilidad y simplicidad a la celebración. (Además no se puede cantar y al mismo
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tiempo decirse: "¡la paz contigo hermano!", a no ser que sea el coro que actúa solo por su
cuenta para la asamblea, pero no con la asamblea.
Tampoco los cantos que se usan son muy adecuados, generalmente pobrísimos textual y
musicalmente: "La paz esté con vosotros..." Texto inadecuado, muy pobre y reiterativo, sin
la presencia de Dios. El único canto aceptable que se podría cantar de vez en cuando es:
"Shalom, Shalom, Shalom haya paz en tu corazón", sin que se convierta en una
costumbre obligatoria, "Shalom hebreo" que sí afirma que la paz viene de Dios: "Shalom
para ti, Dios te da la paz, Dios te da el amor"…
Lo que no es correcto es el sustituir el cordero de Dios por los llamados cantos de paz,
desarrollando el rito de la paz a bombo y platillo. Estos cantos de la paz, generalmente, se
sitúan en un nivel sociológico o antropológico. Pocas letras hacen referencia a Cristo, a la
paz del Resucitado, y sus melodías son, con frecuencia, bastante ligeras.
El canto de paz es un canto potestativo, no ritual, es decir, se puede o no cantar. Pero no
abusemos de los cantos de la paz. Los podemos reservar para determinadas
celebraciones como el “día mundial de la paz” (1 de enero), el Jueves Santo, el día de
Pascua de Resurrección y en alguna eucaristía en que el rito de paz se extiende
demasiado, por ejemplo en las ordenaciones de Presbíteros o Diáconos.
El principal problema que presenta este canto es que opaca el Cordero que debe
acompañar el rito de la fracción del Pan.
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Según el Líber Pontificalis fue el Papa Sergio I, de origen sirio, quien introdujo el canto del
Agnus Dei en la Misa romana. Es, desde su origen, un confractorium, es decir, un canto
para acompañar la Fracción del Pan.
La Instrucción General para el uso del Misal Romano dice así:
«Agnus Dei: mientras se hace la fracción del pan y la mezcla, los cantores o un cantor,
cantan el Agnus Dei, según la costumbre, con la respuesta del pueblo: o lo dicen al menos
en voz alta. Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar
la fracción del pan. La última vez se concluirá con las palabras: «Danos la paz». (IGMR 56
e).
Este canto acompaña la fracción del pan, porque contiene una idea fundamental: el
Cordero de Dios que se parte en el altar es el mismo Cordero que en la cruz fue “partido”
por nuestra salvación. A Él le pedimos que tenga misericordia de nosotros, y que nos
conceda la paz.
Este rito no tiene sólo una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que
somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un
solo cuerpo (I Cor 10,17) (OGMR 56c) Por ello no debe iniciarse este canto durante el
gesto de la paz, sino hasta que el intercambio del saludo ha terminado, es decir cuando el
Presidente de la Celebración toma el Cuerpo de Cristo en sus manos y lo parte. La
primera invocación (Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros) puede repetirse cuantas veces sea necesario (si por ejemplo hay muchas
hostias que partir), terminando la última vez con “danos la paz”.
¡El pan ya viene prepartido! (las hostias «pequeñas»). La hostia «grande» se parte, pero
no se reparte: «La naturaleza misma del signo exige que la materia de la "celebración
eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan
encáustico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga en tal forma
que el sacerdote en la Misa celebrada con el pueblo, pueda realmente partirlo en partes
diversas y distribuirlas, al menos a algunos fieles» (IGMR 283). No hay, pues,
inconveniente en que se consagren varias hostias «grandes», que se dividan en varias
partes (unas cuatro al menos) y se repartan.
Se comienza a cantar y se sigue cantando durante la Paz (por supuesto nadie le hace
caso). No es canto para acompañar la Paz, sino la Fracción.
El actual «canto de la Paz» (que no es litúrgico, tampoco necesariamente antilitúrgico)
muchas veces oculta y aún elimina al «Cordero».
Su finalidad original de acompañar la Fracción del Pan determina que se pueda multiplicar
(ver más arriba OGMR 56 e). Según esto, ¿Se podría, dada la rapidez con que se hace la
Fracción en las Misas ordinarias disminuir su número cuando se canta, es decir, no
necesariamente cantarlo tres veces?
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Es muy poco acertado el cambio que algunos hacen, al decir: "Hermanos la misa ha
terminado, ¡podéis ir en paz!" Es como, decir al final de una reunión: "Se levanta la sesión,
¡nos vamos!
Las últimas palabras de la misa son palabras de envío de parte de Cristo mismo, como en
la Ascensión: "Vayan, es ahora su misión" La Misa no termina con un "Amen" final, sino
con la palabra "Gracias": "¡Demos gracias a Dios!" que abre a la vida, al mundo, a la
misión...
La celebración eucarística que tuvo un inicio más bien lento en el rito inicial, tiene un
desenlace rápido. La antigua liturgia eucarística descrita por Hipólito de Roma a inicios del
S. III terminaba con estas significativas palabras: "Cuando se hubiere concluido,
apresúrese cada uno a hacer buenas obras".
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Y al final de un matrimonio, será latoso imponer un canto, cuando los invitados tienen
ganas de felicitar a los novios recién casados: es la marcha nupcial que se impone (la de
Mendelsohn o la de Wagner: ¡hay una para la entrada y otra para la salida!...)
Y ¿no sería incongruente que, después de la despedida del sacerdote: "Podéis ir en paz",
el monitor se apresure de dar la contra-orden: "Nos quedamos para rezar a la Virgen!"?...
Una vez pronunciado el envío, el sacerdote da el ejemplo, besa el altar y empieza la
salida con los ministros... (No para desparecer en los bastidores, sino)... para saludar y
despedir a los fieles a la puerta del templo, fomentando así una breve convivencia y
acercamiento familiar... Nos parecerá pérdida de tiempo, pero entonces, ¿Por qué
hablamos de inculturación?
Pero, sinceramente, ¿cómo podríamos "terminar" la misa?
Inmediatamente después de la postcomunión, se dan los avisos.
Antes de la bendición final se puede, sobre todo en los santuarios, invitar a rezar una
oración a la Virgen o al santo del lugar, o bien, incluso, el Ángelus o un breve canto a la
Virgen; y solamente después, dar la bendición final y las palabras de envío.
Luego, música de órgano o música grabada, o cualquier canto no necesariamente
estrictamente religioso, más bien festivo, de estilo carismático... sobre todo si hay muchos
jóvenes y niños.
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Fecha_______________
Salmo ________________________________________
Evangelio _____________________________________
Salmo o antífona
Responsorial _______________________________________________
Aclamación antes
del Evangelio _______________________________________________
Presentación de
los dones __________________________________________________
Santo _____________________________________________________
El gran amén de
la Plegaria _________________________________________________
Padrenuestro_______________________________________________
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— Para verificar si el canto ya está bien sabido hay que incitar a cantar, escuchar
y callar. Si todavía no —en .período de aprendizaje—, se debe tener cuidado con
las deformaciones (los casos son numerosos).
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Cada tiempo litúrgico destaca algún punto específico de esta historia salvífica, y
obviamente, los cantos que acompañan ese tiempo también deben ayudar a destacar
esas mismas ideas. Así nos aseguramos que el canto se convierta en una agente de
catequesis para la asamblea.
Sí es bueno introducir cada año un canto nuevo y conservar los cantos de años anteriores
de modo que puedan convertirse con el paso del tiempo en “tradicionales”, es decir, en
“indicadores” de ese tiempo.
Aún cuando el comercio nos va llenando la cabeza con la idea de que “ya es navidad” –a
veces desde octubre-, la Iglesia tiene plena conciencia de que este tiempo aún no ha
empezado (la Navidad va del 25 de diciembre al 6 de enero). Por eso no se deben incluir
villancicos, sino cantos que hablen de la esperanza en la venida del Señor.
Las dos primeras semanas del Adviento hacen más énfasis en la segunda venida de
Cristo, la venida final que todos anhelamos (lo que llamamos parusía), y las semanas
tercera y cuarta vuelven sus ojos para recordar los elementos previos a su nacimiento en
Belén. Así también podemos buscar cantos que destaquen estas ideas clave (tal vez
asomar algún villancico bien buscado…)
“Se solemnizarán con el canto aquellas celebraciones a las que la liturgia concede un
relieve especial a lo largo del año litúrgico” (M.S. 44).
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“Utilícense con la moderación que conviene a este tiempo sin que se anticipe
la alegría plena de la navidad” (C.E. 236)
Saber escoger los cantos. Recordar que no son cuaresmales, es decir penitenciales. La
música sólo debería usarse para acompañar los cantos y si en algún caso se tocara
música instrumental que sea creadora de un ambiente de serenidad. Antes y después de
las celebraciones convendría una ambientación musical con cantos gregorianos de
Adviento o música de órgano que mantengan el ambiente discreto y recogido. NUNCA
VILLANCICOS. Hay que cuidar también en este tiempo el canto de entrada, el cual
deberá crear el ambiente de la celebración, cantos como: 'Ven, Señor no tardes', "Cielos,
lloved vuestra justicia", 'Esperando al Mesías' pueden ser muy oportunos. Este canto es
preferible repetirlo los cuatro domingos en vez de cambiarlo perdiendo el sentido creador
de atmósfera.
1. El Aleluya debería cantarse los domingos y mejor omitirse los días feriales.
2. Sería también oportuno cantar los cuatro domingos una misma respuesta para la
oración de los fieles, la cual podría ser: "Ven, Señor Jesús", "Ven, Señor no tardes
más", "Venga a nosotros tu reino". etc.
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Esta teología de los textos de navidad nos dará la pauta y el contexto tanto para
componer música para la navidad como para seleccionar los cantos y villancicos cuya
letra vaya más en consonancia con lo que la Iglesia quiere celebrar.
Además, otro canto que hay que destacar es el Santus, que hace eco de la alegría
desbordante de los ángeles en el "Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. ¡¡Hosanna
en el cielo!
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la Iglesia, (pero excluyamos los que no dicen nada a la fe sino que se quedan en los
elementos accesorios o los que, siendo tan regionales, traicionen la cultura propia.
La escogencia de los cantos en este tiempo debe hacerse con cuidado para no caer en la
repetitividad de los cantos, es decir cantar siempre lo mismo sin tener en cuenta la liturgia
de la palabra de ese domingo o día entre semana.
¡Algunos coros o animadores de cantos, piensan que preparar los cantos de la misa es
muy sencillo, es simplemente buscar qué vamos cantar y listo! Sin embargo, esto no es
así. Una verdadera elección de los cantos implica:
Ejemplo:
Domingo XX del tiempo Ordinario (20 de Agosto del 2006)
1 paso: leemos las lecturas y sacamos las ideas principales.
I Lectura: Prov. 9,1-6
Nos muestra a la sabiduría personificada: ha construido una casa, ha plantado siete
columnas, preparado un banquete. Hace una invitación a comer de su pan y beber de su
vino etc. Esta sabiduría se puede identificar en el Nuevo Testamento con Cristo.
Salmo 33
Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él -bis- (Puede cantarse)
33
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Evangelio: Jn 6,51-58
Adherirse a Jesús no es sólo creer en él, es también comer su Carne y beber su Sangre.
No simbólicamente sino realmente. Sólo alimentados de Cristo podemos aspirar a tener
vida eterna, pues Él es el Pan de Vida que ha bajado del cielo.
Entrada:
Cantando la alegría de vivir (31)
Que bien todos unidos (160)
Ofrendas:
En torno a tus altares (189)
Cuando un niño con hambre (52)
Comunión:
Yo no soy nada (272)
Como el siervo que a las fuentes (37)
Envío:
Hemos de ser sinceros (98)
Entrada:
La misa es una fiesta muy alegre (353)
Cantad alegres a Dios (30)
Ofrendas:
Esto que te doy (109)
Pan de vida te presentamos (314)
Comunión:
Yo soy el pan de vida (246)
Tu eres Señor el pan de vida (208)
Señor tu eres el pan (180)
Envío:
Id amigos por el mundo (105)
Den al Señor sus alabanzas (257)
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Empieza afirmando que “los cantos de las celebraciones, especialmente de la Misa, pero
también los de los ejercicios piadosos, han de ser conformes al espíritu de este tiempo, y
corresponder lo más posible a los textos litúrgicos” (19). Cuando habla del Domingo de
Ramos recuerda que “durante la procesión los cantores y el pueblo cantan los cantos
indicados en el Misal Romano, como son el salmo 23 y el 46, y otros cantos apropiados
en honor de Cristo Rey” (32). Pero sobre todo al hablar del Triduo Pascual se preocupa
de que también se cuiden los cantos, como luego diremos.
Aquí sería bueno recordar las direcciones en que debe moverse el canto durante
Cuaresma. A la luz de estas claves teológico-espirituales cabría discernir los cantos que
ya existen, los que vale la pena seleccionar para nuestro repertorio y los que habrá que
componer para ayudar a las comunidades cristianas a expresar bien su fe y crecer en su
celebración más profunda de la Pascua.
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Los grandes temas que deben aparecer en los textos de Cuaresma reflejan las distintas
directrices de la Cuaresma actual. Los cantos con el tema del pecado y el perdón son
abundantes. Es una directriz que se ha desarrollado bastante, pero en Cuaresma
tenemos que cantar algo más que el pecado y el perdón.
Otros temas cuaresmales los encontramos en las lecturas, las oraciones, las Plegarias
Eucarísticas, los sacramentos de este tiempo: el paso de la enfermedad a la salud, de la
oscuridad a la luz, de la debilidad a la fortaleza, de la tentación y el pecado a la gracia y la
victoria. De la muerte a la vida. Experimentando en nuestra existencia este mismo paso
Pascual de Cristo Jesús.
La Pascua de Jesús, el paso del Señor, debe estar siempre en el horizonte de nuestros
cantos. El tema del éxodo, por lo que tiene de movimiento, de dinamismo. El prójimo, la
solidaridad con los necesitados, como apertura a los hermanos; la escucha atenta y
meditativa de la Palabra como apertura a Dios.
Es lógico que la Cuaresma la empecemos escuchando la frase con que el sacerdote nos
pone la ceniza: “conviértete y cree en el Evangelio”. Cuaresma de pecadores.
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Otra actitud, quizá la primera, actitud que debería reflejarse en los cantos es la de
sentirnos y reconocernos débiles. Comunidad de pecadores, que necesitan la salvación.
Los que son ricos no piden. Los que lo saben todo no preguntan. Los que se creen
santos no piden perdón. Pero nosotros nos sentimos pecadores.
Esta actitud debe ir unida a otra muy importante: la de conversión. Las tres direcciones en
que esto se concreta tradicionalmente, a modo de prácticas cuaresmales, son el ayuno
(control de sí), la oración (apertura a Dios) y la caridad (apertura al prójimo). Un ayuno
que no ha pasado de moda: el cristiano tiene que seguir diciendo a veces “no”, para lograr
ser libre y recordarse a sí mismo que lo material no es lo absoluto. Una oración que no
sólo es decir oraciones, sino abrirse a Dios. Una caridad que no es sólo limosna, sino
solidaridad y apertura al prójimo.
Además de los símbolos que acabamos de nombrar -agua, luz y vida- se habla del
hombre viejo que deja paso al hombre nuevo, de los cristianos revestidos de Cristo, del
grano de trigo que tiene que morir para dar fruto, y se ponen en juego simbolismos como
el de la ceniza o el fuego, los cirios que participan de la luz del Cirio de Cristo, etc.
El canto de entrada debería ser más bien de tono penitencial en las cuatro primeras
semanas, y en las últimas más centrado en la redención de Cristo y la Cruz. Por ejemplo,
sería bueno cantar una o dos estrofas del canto “Danos, un corazón” (u otro canto), y
volver a cantar otra estrofa como acto penitencial, dando así unidad a todo el rito de
entrada. ¿Qué mejor cosa podemos pedir, cantando, a Dios, que el que nos dé un
corazón nuevo?
Cabe también cantar las letanías de los santos como canto de entrada en los domingos
de Cuaresma. Durante la procesión se inicia el canto de las letanías, eligiendo los santos
más significativos. Se interrumpe para el saludo del presidente y una breve monición, y
luego se sigue con las invocaciones penitenciales que hay en las mismas letanías, para
concluir todo con la oración colecta del día. Esta iniciativa, además de dar mayor variedad
al modo de comenzar la celebración, proporciona la ocasión de invocar a los santos, lo
que hace bien a una comunidad cristiana: los santos, con la Virgen al frente, son los que
han celebrado mejor la Pascua del Señor, son los mejores frutos de la Pascua de Cristo,
los que nos han demostrado que vivir el evangelio es posible desde todas las condiciones
de la vida.
El salmo responsorial debe ser el propio. Es bueno aprovechar los del Libro del
Salmista, conscientes de la importancia meditativa de este salmo y la respuesta cantada
por parte del pueblo.
En torno al Evangelio hay una doble serie de aclamaciones. Antes de la lectura, como en
Cuaresma no se canta el Aleluya, es la ocasión para dar a esa pequeña aclamación el
tono de alabanza al Cristo que nos va a hablar. Por poco que se pueda, sería bueno
ensayar las que el Libro del Salmista pone como propias de cada día, y si no puede ser,
recurrir a las aclamaciones más comunes: “Tu Palabra me da vida”, “Señor, tú tienes
palabras de vida eterna”, que se convertirían en específicas del tiempo Cuaresmal.
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Para después del evangelio están las aclamaciones normales, pero con canto: “Palabra
del Señor. Gloria y honor a ti, Señor Jesús”.
La respuesta (a ser posible cantada) a la oración Universal en Cuaresma podría ser más
distintiva de este tiempo. Si siempre se canta “Te rogamos, óyenos”, “Te lo pedimos,
Señor”, en este tiempo podría ser “Kyrie, eleison”, con músicas gregorianas sencillas.
La aclamación memorial, después del relato de la institución, podría ser para todo el
tiempo de Cuaresma-Pascua: “Cristo se entregó por nosotros. Por tu Cruz y Resurrección
nos has salvado, Señor”.
En Cuaresma es bueno que se cante siempre el Cordero de Dios durante la fracción del
Pan, que debería ser prolongada, como pide el Misal, comulgando siempre del pan
partido en la misma celebración.
El canto de comunión podría ser más austero: centrado en el Cristo que nos redime, que
quiere ser nuestro alimento en el camino para la Pascua.
“Durante la procesión los cantores y el pueblo cantan los cantos indicados en el Misal
Romano, como son el salmo 23 y el 46, otros cantos apropiados en honor de Cristo Rey”
(PFP 32). Escoger cantos apropiados para este día es una tarea pastoral muy importante
ya que a través del canto vamos a favorecer el que todos sintonicen con el misterio que
celebramos.
Es un buen modelo de cómo deberían cuidarse los cantos “propios” de cada tiempo o
fiesta, para dar a su celebración la máxima expresividad y profundidad posible.
Pero también pide que “no se omitan con facilidad los textos litúrgicos de los cantos para
la participación del pueblo” y que sus traducciones tengan melodías apropiadas.
“Prepárese un repertorio propio para estas celebraciones, a ser utilizado únicamente en
las mismas”. O sea, que no se resuelvan estas celebraciones tan específicas de la Sema-
na Santa con cantos “comunes”, sino con “propios”, los más cercanos posible al texto que
los libros litúrgicos proponen.
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La Misa Crismal tiene dos aspectos de gran utilidad pedagógica para nuestros cristianos.
Por un lado, el obispo consagra el Crisma y bendice los Óleos para los distintos
sacramentos, dentro de la eucaristía. Por otro lado, esta eucaristía es como una
manifestación de la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el único y
mismo sacerdocio y ministerio de Cristo (P.O. 7).
2.2- Misa Vespertina: En la Cena del Señor.
La misa vespertina en la Cena del Señor no es ni más ni menos que una eucaristía,
celebrada con toda dignidad, autenticidad y emotividad por celebrarse en la noche en que
fue entregado nuestro Señor. Pero la eucaristía central en el Triduo Pascual es la Vigilia
Pascual.
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Para la adoración de la cruz úsese una única cruz, tal como lo requiere la verdad del
signo. Durante la adoración, cántense las antífonas, los “improperios” y el himno Oh cruz
fiel, que evocan con lirismo la historia de la salvación, o bien otros cantos apropiados.
- la oración universal del Viernes Santo sobre todo la aclamación de respuesta del
pueblo,
- los cantos de la ostensión y la adoración de la Cruz (“Mirad el árbol de la Cruz”,
etc.),
La comunión puede ser en silencio para que el signo sea más expresivo.
EL USO DE INSTRUMENTOS MUSICALES DEBERÍA SER NULO ESTE DÍA.
4.- SÁBADO SANTO
Durante el Sábado Santo -hasta la Vigilia- la Iglesia permanece junto al sepulcro del
Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso al lugar de los muertos, y esperando
en la oración y en el ayuno su resurrección.
Es un día de silencio, lleno de oración, esperanza y gozosa expectativa. Día de serenidad,
recogimiento, sosiego y sobriedad. Todo el peso espiritual de este día recae en la Liturgia
de las Horas.
- En la Vigilia Pascual, se cantan las aclamaciones en torno al Cirio Pascual y al pregón,
las respuestas a los salmos responsoriales -como mínimo-, el Aleluya, las letanías de lo
santos -si hay bautizos- y la aclamación que sigue a la bendición del agua, así como los
cantos que acompañan a la aspersión con el agua (que también podrían servir para
cuando los domingos la Eucaristía se inicia con esta aspersión).
En pascua tenemos que conseguir que la liturgia, en su conjunto, suene y resuene como
una gran obra sinfónica: la sinfonía de la nueva creación en Cristo, afinados y vibrantes
todos sus instrumentos.
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La Vigilia pascual, “la madre de todas las santas vigilias” (san Agustín), es una noche de
vela de la comunidad en honor del Señor. Con ser la noche más importante del año, no es
muy popular, aunque poco a poco la comunidad cristiana se va centrando en esta noche.
El ideal está fijado en cantar todos los salmos enteros. Cuando esto no es posible
podemos cantar al menos las antífonas.
I lectura: Salmo 103. nº 140 “Oh Señor envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra”
II lectura: Salmo 15. nº 270 o la siguiente respuesta: “Protégeme Dios mío me refugio
en ti. Protégeme Dios mío me refugio en ti”
III lectura: Salmo Ex15, 1-6.17-18 Nº 338 o la siguiente respuesta: “Cantemos al Señor,
sublime es su victoria. Cantemos al Señor, sublime es su victoria”
IV lectura: Salmo 29. Cantar la siguiente respuesta: “Te ensalzaré, Señor, porque me
has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”
V lectura: Salmo Is 12,2-6. Cantar la siguiente respuesta: “Sacaréis aguas con gozo de
las fuentes de la salvación”.
VI lectura: Salmo 18. nº 209 “Tu Palabra me da vida” o cantar la siguiente
respuesta:“Señor tu tienes palabras, palabras de vida eterna”
VII lectura: Salmo 41. Se puede cantar la primera estrofa y el estribillo del canto nº36,
como respuesta del salmo: “Como el siervo al agua va, vamos hacia ti Señor...”
VIII lectura: Salmo 117. nº 86 “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra
alegría...”
4- El gloria.
Se entona con toda la solemnidad y la alegría de Cristo resucitado, después de la séptima
lectura con su salmo.
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6- Liturgia Bautismal.
Si esta noche hay bautizos, entonces se deben preparar cantos para el momento del rito:
Letanías de los Santos y otros: eje. nº 310: “Hay que nacer del agua”
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La música Litúrgica, como su nombre lo dice, es la música que utilizamos dentro de las
celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia; Misa de Domingo, funerales, bodas,
confirmaciones ó bautismos. La Liturgia Católica es una Liturgia musical. La asamblea de
creyentes tiene un papel central en el canto de la Liturgia. La gente canta textos de la
Palabra de Dios y textos de los rituales de la Liturgia.
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Los pastores de nuestra Iglesia entendieron que el pasivismo en el canto y las respuestas
era algo más apropiado para un salón de conciertos y no para una asamblea de creyentes
expresando y profundizando su fe como comunidad.
Después del Concilio Vaticano II, hemos visto que la participación activa en una
celebración litúrgica bien planeada tiene el poder de formar a la persona en su fe y
fortalecerle para evangelizar a la sociedad. La participación activa puede convencer al
pueblo de Dios de que el ministerio es también su misión
El propósito del canto en la liturgia es el proclamar el mensaje y expresar sentimientos
humanos. Cantamos los ritos, respondemos, proclamamos la Palabra de Dios y
compartimos en el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo. El presidente nos envía a
continuar nuestro ministerio en el mundo como Cuerpo de Cristo. Somos los ministros
responsables de construir el reino en el mundo. Salimos a evangelizar.
Cuando la Iglesia se estableció en Roma, entre los siglos VI (seis) y IX (nueve), definió
como sagrada la música que se utilizaba en la liturgia y como profana la música popular.
Con la ayuda de investigaciones y recursos de los Benedictinos, el Papa Gregorio I
organizó la liturgia en el siglo VI, asignando cantos propios a los textos de la liturgia
durante el año litúrgico. Los compositores europeos de la iglesia del mundo conocido
escribieron cantos simples para los salmos, cánticos, e himnos de la liturgia y la Sagrada
Escritura.
Más tarde el Papa Pío X (1903 - 1914) reunió a los oficiales de la Iglesia para delinear la
forma en que los compositores pudiesen escribir e implementar música para la liturgia.
Los compositores de música sacra debían ser aprobados por Roma y la lista original
estaba constituida por compositores europeos solamente. Con esta forma de control,
Roma desarrolló un sistema de criterios y estándares que les permitía juzgar
objetivamente la naturaleza sacra o profana de la música.
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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.
El documento también abrazó la opción de que la música fuese hecha por la gente de las
varias culturas en el mundo. Roma no controlaría ya más una lista de compositores
aprobados de música litúrgica. Como resultado, la música católica se convirtió en música
multicultural
El Cantor o Salmista canta los versos de los salmos en forma tal que cada palabra es
escuchada claramente. El cantor tiene la responsabilidad de utilizar la Biblia y otros
recursos de estudio para conocer los antecedentes históricos de cada salmo para que, al
cantarlo, sepa quien lo cantaba en tiempos bíblicos y porqué razón. Un cantor debe estar
bien preparado; es un ministro que presenta un salmo después de haberlo orado,
estudiado su lugar en la tradición y estudiado cada matiz de su utilización musical. Este
método toma tiempo y permite al cantor interiorizar el salmo. Cuando finalmente el salmo
es cantado, el Cantor lo hace desde dentro de su corazón.
El Cantor debe resistir la tentación de atraer la atención hacia sus habilidades musicales.
La música en la liturgia es una actividad comunal, no individual. En su lugar, estas
capacidades, el resultado del talento y trabajo duro, son entregadas a la comunidad y la
liturgia como una avenida para acercarnos a la presencia de Dios. Aunque la comunidad
puede y debiera apreciar las habilidades del cantor, esas habilidades son utilizadas a su
máximo para ayudar a la asamblea a participar activamente ya cantar a toda voz. El
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La Constitución de la Sagrada Liturgia aclara que cada persona, ministro o laico, que tiene
un oficio dentro de la liturgia, debe hacer todas, pero solamente, las partes que le
corresponden a ese oficio en particular, de acuerdo con la naturaleza de el ritual y los
principios de la liturgia (CSL 28). El sacerdote no proclama la primera y segunda lecturas
o el salmo, y así mismo, el cantor no toca el instrumento.
Cuando hay un coro, la función del coro, como grupo, es muy similar a la del cantor.
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Un coro litúrgico está más preocupado en establecer un diálogo musical entre sí, la
asamblea y el presidente de la liturgia. Esta preocupación será mayor que el deseo de
actuar frente la asamblea.
El coro actúa como un grupo de cantores para introducir música nueva, para enseñar a la
asamblea como participar activamente en la liturgia, y para animar a la asamblea a cantar.
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Para lograr que una asamblea cante hace falta establecer un repertorio de música
litúrgica que le guste a la gente. Estos cantos deben ser repetidos durante las temporadas
litúrgicas del año. Un repertorio sólido da forma e instruye a la asamblea que le gusta
cantar en una espiritualidad cristiana.
Por lo menos una parte de la asamblea debe tener acceso al texto y la música. La
utilización de himnarios es recomendable cuando sea posible para unificar a la asamblea.
También es una buena práctica el planear música que la gente pueda aprender de
memoria.
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cantores para planear el año litúrgico por llegar. Juntos pueden hacer una lista de los
cantos, himnos y aclamaciones que la asamblea canta bien. La meta es tener un
repertorio utilizado por todos y así evitar que cada Misa tenga un repertorio diferente. El
repertorio puede ser lo suficientemente extenso para que cada Misa no sea una replica de
la anterior en cuanto a la selección de cantos, pero que todos los cantos utilizados en
varias Misas de un sólo día tengan una verdadera unificación en tema. Trabajando juntos
el director ayuda a acordar lo siguiente:
1. Un esbozo del año litúrgico completo: Adviento, Navidad, tiempo Ordinario de invierno,
Cuaresma, Triduo Pascual, Pascua (incluyendo Pentecostés) y tiempo Ordinario de
verano.
2. Hacer una lista de alrededor de seis cantos que la asamblea ya conoce para cada
temporada. Lo mejor es escoger los más conocidos en todas las Misas de la parroquia.
Incluir seis cantos procesionales o convocatorios, (cantos de entrada), que la gente sepa
ya de memoria y los cante regularmente.
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Cuando se enseña un canto nuevo a la asamblea, éste se debe utilizar por algunas
semanas. Es importante que las primeras tres o cuatro veces que se utiliza un canto
nuevo, el coro no realice arreglos vocales complicados si no que canten la melodía base
que la asamblea debe aprender hasta que la asamblea empiece a dominarla.
Las aclamaciones que se deben cantar son el Salmo, la aclamación antes del Evangelio,
las aclamaciones durante la plegaria eucarística (Santo, Aclamación Memorial y Amen), y
el rito de la fracción.
Se debe planear música apropiada para la procesión de entrada y la de comunión. El
canto de entrada prepara a la asamblea para la Palabra de Dios y la temporada litúrgica
del año. Crea unidad entre la gente para convertir una asamblea de desconocidos en una
comunidad de creyentes, hermanos en Cristo.
Durante la procesión de Comunión el canto debe hablar de la acción que está haciendo la
asamblea: la unión en la Eucaristía. Siendo que el canto debiese durar tanto como la
acción de la asamblea y terminar cuando la acción termina, es importante no seleccionar
cantos demasiado largos que tengan que cortarse a la mitad, para terminarlo al mismo
tiempo que la acción de la procesión. Es importante no seleccionar un canto muy largo.
Esto porque los cantos largos suelen llevar un mensaje que se forma a lo largo del canto
completo, y el terminar el canto en la mitad destruye el mensaje que el canto tiene en sí.
Algunos coros optan equivocadamente por seguir cantando hasta terminar el canto que
seleccionaron aún después de que la procesión de la comunión ha terminado. Esto
desfigura la misión principal del canto procesional y transforma el sentido litúrgico del
momento en un capricho del coro.
La asamblea puede cantar los cantos ordinarios como el Señor ten Piedad, el Gloria y el
Cordero de Dios. Sin embargo, la utilización de estos cantos requiere de planeación
especial. Siendo estas oraciones las que la asamblea recita cuando no hay música, es
muy importante que el coro utilice melodías sencillas y que dé tiempo a la asamblea para
que aprenda a cantarlas antes de que se empiecen a utilizar dentro de la Misa, pues sería
un error litúrgico si el coro se dedica a cantarlas bellamente quedándose la asamblea
callada durante un momento en que ésta debía participar activamente con viva voz. Hay
que ensayarlas, si es necesario, antes de la Misa para que la asamblea las aprenda y
participe como es debido.
El canto de salida nunca ha sido una parte oficial de la liturgia. Técnicamente hablando, la
liturgia acaba en el momento en que el sacerdote da la bendición y envía al pueblo en
paz. Es por esto que el canto de salida se puede suprimir o se puede cantar con mayor
flexibilidad en tema, estilo, duración etc. Básicamente queda a libre opción del coro. Las
reglas estrictas de liturgia ya no aplican en este momento. Sin embargo es recomendable
que se utilice un canto con un tema de alabanza, agradecimiento o de envío a llevar a
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Dios a los lugares a donde ahora va cada uno de los integrantes de la asamblea, más ya
como individuos y no como asamblea.
Uno de los temas que preocupó largo tiempo a los liturgistas después del Concilio
Vaticano II fue la inteligibilidad de la celebración para la asamblea. Para ello era necesario
que se desarrollara ésta en la lengua del pueblo.
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de cantos, pero lo cierto es que se pasó de piezas populares que podían en algunas
ocasiones acompañar las celebraciones paralitúrgicas o incluso las litúrgicas, a la
utilización del texto litúrgico en su totalidad en lengua vernácula.
Y todavía debemos distinguir entre comunidades que se han preocupado por tener un
nivel musical en la celebración que se debe ir elevando, y las comunidades que han
creído suficiente un cierto uso de la música y del canto en sus celebraciones.
Las primeras son comunidades religiosas o comunidades con un grupo de fieles que
celebran, diariamente la liturgia.
La situación musical de estos grupos, a pesar de no ser óptima, es muy buena, porque
vemos en ellas como un camino que se está recorriendo. No podemos decir que estas
comunidades hayan resuelto ya la cuestión musical, pero sí que hay un intento generoso
en bastantes de ellas para que la liturgia sea expresión de alabanza, para que suba la
oración acompañada con notas y armonías agradables como el incienso ante el Señor.
Como hemos dicho, están en camino y cada vez mejoran sus celebraciones, y podemos
decir también, que intentan dar vida a los textos litúrgicos, con melodías -de uno u otro
estilo-, pero respetando el texto litúrgico.
Respecto al texto litúrgico es preciso clarificar que es intocable el ordinario de la misa, que
no se deben hacer cambios en los textos que forman el ordinario (Señor, ten piedad,
Gloria, Santo, Cordero de Dios, así como las respuestas y aclamaciones), y por otra parte
que para los textos que no forman este ordinario (canto de entrada, posible canto en la
presentación de ofrendas, canto de comunión, canto final) se pueden usar cantos
apropiados aprobados por la Conferencia episcopal. El misal presenta unas antífonas -
normalmente sálmicas- para el canto de entrada y para el canto de comunión, pero hay
que decir que conviene no reducir la celebración a estas antífonas ya que la forma
musical de la celebración quedaría reducida a la forma responsorial, sin mucha diferencia
entre el canto auténticamente responsorial (el salmo entre lecturas) y los cantos que de
por sí no lo son, como es el caso del procesional de entrada o el de la comunión.
Digamos también que el texto del Salmo Responsorial no debe ser cambiado por otros
textos, Y que el versículo antes del evangelio (aleluya o aclamación) debe sintonizar con
el mensaje evangélico.
Las comunidades que celebran a diario la liturgia, podemos afirmar que están en una
buena situación musical, generalmente. Luego están las comunidades parroquiales.
La situación es bastante diferente. Nos encontramos con una extensa gama, amplia por lo
que respecta a la realidad musical. Desde la parroquia en que el único que canta es el
casethe o el CD que se conecta para que la celebración sea "más solemne", o la que
tiene un presbítero que realiza todos los ministerios que prevé la liturgia -desde presidente
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A pesar de los esfuerzos por introducir cantos y más cantos en nuestras celebraciones,
muchos de ellos no son más que la expresión de la piedad, más o menos elaborada, con
más o menos gracia musical, que uno o diferentes autores ofrece a las comunidades para
que enriquezcan su celebración litúrgica. Podemos decir que dichos cantos no pueden
atribuirse la categoría de litúrgicos, por muy inculturados que sean, o por muy atractivos
que resulten. La liturgia quiere músicas actuales, ciertamente, pero que no evoquen el
último anuncio de la televisión; la liturgia quiere música que exprese el sentimiento del
pueblo, pero no el sentimentalismo (nos dan mucho miedo esos cantos que, después de
cantarlos, producen una sensación de "¡ay! ¡Qué bien que estamos aquí!'").
Ciertamente que los .responsables de las celebraciones intentan mejorarlas, pero muchas
veces no encuentran material apto para hacerlo. Quizás los compositores de música y de
letra deberían hacer un examen de conciencia serio y ver si lo que componen es para una
celebración litúrgica o para cantar en cualquier otra situación. Y si lo que pretenden es
componer cantos religiosos -no litúrgicos- deberían especificarlo sin temor, en sus obras
editadas, de manera que cuando llega un material nuevo publicado a cualquier persona,
pueda tener claro si es realmente litúrgico o no. De no ser así los compositores están
ejerciendo un mal servicio a la comunidad cristiana.
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Con esta base se pueden elegir ya los cantos que la comunidad debe cantar en una
celebración:
cantos litúrgicos: por tanto, que la letra responda al texto litúrgico, o que se inspire
en dicho texto sin que deforme el contenido,
cantos con una letra aceptable teológicamente,
cantos que la asamblea conozca y pueda cantar sin dificultad: se trata
de alabar a Dios con el canto y no padecer cantando en una celebración,
cantos con una cierta calidad musical.
Debemos superar este momento actual que es decadente en cuestión musical. Debemos
hacer un gran esfuerzo para que nuestras celebraciones litúrgicas sean tales. No
podemos volver a transformar la celebración en un concierto -como últimamente está
pasando con algunos cantos que por tan modernos y por tener unos ritmos tan actuales
impiden a la asamblea participar y la transforman en espectadora-, ni podemos convertir
nuestras celebraciones en la sucesión de cancioncillas, que de tan simples desagradan.
El canto litúrgico es el que da vida al texto litúrgico o al contenido que la liturgia evoca en
cada fiesta, este canto puede nacer del pueblo y de su folklore, pero no debe ser vulgar.
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Bibliografía Utilizada
Antonio Alcalde. Canto y música litúrgica
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