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Taller para Coros y animadores de Canto

Taller para Coros


y animadores de Canto

Año 2012

Material preparado por


Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.
Cura Párroco, San Joaquín de Flores
Diócesis de Alajuela
Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

EL CANTO EN LA LITURGIA
¿Qué es Liturgia?
Para comprender el papel que juega el canto en la Eucaristía, debemos empezar por
comprender qué es la Liturgia, y luego entrar en la Liturgia de la Eucaristía, porque es allí
donde generalmente los coros ejercen su servicio.
Muchas veces la liturgia ha sido vista como algo secundario, meramente ritual (“se trata
de cumplir con algunos ritos”) o como algo puramente estético (“lo importante es que
salga todo muy bonito”). Pero desde hace algunos años se ha vuelto a reflexionar sobre
ella y se le ha devuelto el papel central que tiene en la vida de la Iglesia.
La palabra Liturgia viene del idioma griego. Surge de la unión de dos palabras: Leitos
(pueblo, público) y Ergon (obra, acción). Así, Liturgia viene a ser una “Acción en relación
con el pueblo” o “Acción o servicio a favor del pueblo”. Y más propiamente, a la luz del
Vaticano II tenemos que decir que Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo (SC 7)

Ya con este significado podemos comprender que la liturgia no se reduce a unos ritos, o a
unas ceremonias: es ante todo acción de santificación en la Iglesia (se realiza en el
ámbito de la comunidad cristiana), de la Iglesia (es acción de la Iglesia total: Cristo y los
suyos) y para la Iglesia (se realiza a favor de quienes componen el cuerpo de Cristo)

Y es que debemos recordar que cuando Cristo estuvo sobre la tierra fue él mismo quien
se encargó de ejecutar la voluntad de Dios; pero cuando más tarde regresó a la casa del
Padre, fue necesario que la obra realizada, que la invitación hecha no se perdiera, y por
eso –tras enviar al Espíritu Santo- designa a personas comunes, hombre y mujeres de
carne y hueso para que se hagan cargo de este proyecto.
Y para que esta obra de la salvación se pudiera realizar, fue necesaria la participación de
cuatro elementos:

1. La Presencia de Dios
2. Un lenguaje que todos pudieran entender
3. Un conjunto de acciones
4. Que permanecen a través del tiempo.
Jesucristo realizó esto en su propia persona. Veamos: Él es el Hijo de Dios hecho hombre
(Presencia de Dios), que con sus propias palabras (lenguaje que todos podían
comprender) y con su propio modo de actuar (acciones), nos trae la salvación.
Los herederos de estas maravillas de la misericordia de Dios (permanencia a través del
tiempo) deben ejecutarla haciendo uso de los mismos elementos: presencia de Dios,
lenguaje y acciones. Si faltase alguno de estos elementos, no habría liturgia.

Podemos ahora entonces intentar una definición de lo que es liturgia:

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“Una acción sagrada (presencia de Dios) a través de la cual, con un rito


(lenguaje y acciones) en la Iglesia y mediante la Iglesia, se ejerce y
continúa la obra sacerdotal de Cristo (permanencia de la obra en el
tiempo), es decir, la santificación de los hombres y la glorificación de
Dios”

Tomemos esta definición y desmenucémosla para entenderla mejor:

a) Una acción sagrada: se llama así porque no es una acción cualquiera, algo que los
hombres hemos inventado, sino que es iniciativa de Dios y algo que Él mismo hace.

b) a través de la cual: esto quiere decir que la liturgia no es sólo un instrumento que se
usa para que Dios se haga presente y luego se desecha, sino que ella es ya la
presencia de Dios. No es que primero hagamos la liturgia y después venga Dios, sino
que gracias a que Dios está presente, podemos hacer liturgia.

c) con un rito: cuando Cristo estuvo sobre la tierra, él siendo de carne y hueso realizó la
obra de la salvación, pero en estos tiempos en que ya no está presente de la misma
forma, los ritos litúrgicos hacen presente al Señor con sus gestos y palabras, para que
él continúe salvando a todos los hombres.

d) en la Iglesia: se refiere a que en el grupo de los congregados se forma realmente el


mismísimo cuerpo de Cristo, y Él es la cabeza: somos un pueblo reunido bajo un sólo
pastor.

Hay que destacar entonces un punto central en la Liturgia: no se trata de una acción
individual ni privada, sino que es acción comunitaria. Es muy importante diferenciar
entonces entre culto público y culto privado. Definamos cada uno de ellos, para
entendernos mejor.

1. el culto público (el que realiza la Iglesia entera, siendo signo de unidad).

2. el culto privado (la oración de cada quien, sus devociones privadas, etc.)

¿Por qué es importante


destacar esto?
Pues porque vamos a entender que debido a que es acción pública, de toda la Iglesia, el
culto litúrgico se ordena, se regula. Y también entenderemos que mis gustos personales
(¿caprichos?) no son los que deben privar en el culto público.

e) mediante la Iglesia: porque Cristo quiso tener una familia, la cual a su vez continúa su
obra, es que ya no actúa por sí sólo sino a través de la Iglesia.

f) se ejerce y continúa: la salvación realizada por nuestro Señor no es algo que sucedió
hace 2000 años y que quedó perdido en el tiempo tan sólo como algo bueno que hay
que imitar, sino que ese acto salvador se hizo permanente, es decir seguirá sin
interrupción hasta el final de los tiempos, pero realizado en y por la Iglesia.

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g) la obra sacerdotal de Cristo: en la liturgia no se realiza sólo una parte de la obra


salvadora de Cristo, sino toda la esa obra. ¿Y en qué consiste esa obra salvadora?
pues:

h) santificación y glorificación: santificando a los hombres, haciéndolos puros y buenos


como Dios nos quiso desde el principio, Dios mismo se ve glorificado, porque por fin se
ha realizado todo lo perfecto que Él quería que su obra fuese desde que fue creada y
por la cual se le rinde gloria.

LITURGIA Y CANTO
La asamblea que se reúne en la celebración litúrgica participa de diversas formas:
 con sus respuestas y aclamaciones,
 con su postura corporal,
 con el silencio,
 y con el canto.

El canto expresa nuestras ideas, sentimientos, actitudes y deseos. Es un lenguaje


universal, que está presente en todas las épocas de la humanidad. Es uno de los signos
de expresión que con mayor facilidad utilizamos para manifestar alegría, dolor, protesta o
triunfo. El canto y la música envuelven al hombre entero, y se unen a la Palabra para
darle mayor fuerza y expresividad. Por eso el canto siempre se ha utilizado en el terreno
religioso y cúltico.

En la liturgia, el canto tiene una función clara: expresa nuestra postura ante Dios
(alabanza, petición, reverencia...) y nuestra sintonía con la comunidad y con el misterio
que celebramos.

Si nuestra oración aspira a ser algo más que rutina, o el mero cumplimiento de un deber,
si quiere ser una expresión viva de la fe y de la alegría cristiana, es natural que muchas
veces se convierta en canto. El canto contribuye a que la oración sea más plena y cale
más hondo en nuestra vida.

Por esto, en la Iglesia el canto no se considera un simple adorno que se añade a la


oración, algo añadido o artificial, sino que es algo que sale de lo más profundo del espíritu
de la persona que ora y de la Iglesia entera, y es parte sustancial de la alabanza y
glorificación al Señor.

Por eso dice San Agustín que el canto es el lenguaje del corazón, algo así como el
lenguaje más pleno del hombre. Es algo que brota desde dentro y que hace brotar lo más
íntimo del hombre. Cantos de pasión o de penitencia, cantos de triunfo y euforia, cantos
de esperanza... un canto bien escogido puede resultar más eficaz que muchas palabras.

El ministerio (servicio) del canto

Hemos dicho que la liturgia realiza las acciones de nuestra santificación. Estas acciones
las realiza la Iglesia a través del ministerio (servicio) de muchos de sus miembros.
Tenemos el ministerio que ejerce el sacerdote: presidir la celebración en nombre de
Cristo. También está el servicio de los lectores, los ministros extraordinarios de la sagrada

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Comunión, y por supuesto, el servicio de los que animan el canto (individualmente o en


coro).

El servicio de cada una de estas personas está ordenado (porque como ya dijimos, no se
trata de culto privado, sino de culto público) y debe responder a lo que la Iglesia celebra, y
a las condiciones particulares de cada comunidad.

De la misma forma que un lector no puede -a su antojo- leer cualquier pasaje bíblico en la
misa, o un sacerdote no puede “inventar” cómo presidir la Eucaristía, los encargados del
canto debemos entender que incluso nuestra creatividad tiene límites, porque

1. estamos dentro del ámbito de la liturgia (culto público) de la Iglesia, y

2. porque nuestra función es un ministerio, un servicio determinado que


prestamos, no animamos el canto por simple gusto de hacerlo o por afición, sino porque
queremos servir a Dios y a los hermanos, y entonces estamos dispuestos a asumir las
directrices que la Iglesia nos da como Madre y Maestra.
Por la función tan especial que tiene el canto (hemos dicho que es capaz de envolver a la
persona en su totalidad), quien lo dirige tiene una gran responsabilidad respecto a la
asamblea. Insistimos: es un verdadero ministerio dentro de la Iglesia, y su objetivo es el
de ayudar a esa comunidad a celebrar con profundidad y realismo el misterio de la
salvación. Es una función pedagógica. Más que artistas invitados, son miembros de esa
asamblea, que por sus dones particulares estimulan y sostienen con sus cantos esa
celebración.

El canto hace comunidad.

En un documento que se llama “Instrucción sobre la música sagrada” se nos recuerda que
con el canto “la oración adopta una expresión más penetrante”, y que mediante la unión
de las voces se llega también a una más profunda unión de los corazones...

Es algo que pasa notoriamente en los niveles humanos y sociológicos: cantar crea una
atmósfera de sintonía, es un signo de solidaridad y de comunión por encima de edades y
culturas. Un himno nacional conserva todavía una evidente fuerza de unión, renovando
continuamente la razón de ser del grupo y recordando sus raíces.

Cantar en común ayuda a salirse de uno mismo -de nuestros intereses que son tantas
veces egoístas- para incorporarse a la comunidad. Cantar en la celebración cristiana tiene
también algo de esto. Nos hace salir de nosotros mismos y nos incorpora a la comunidad.
El canto nos va uniendo y nos saca de una actitud pasiva para involucrarnos de una
manera activa en lo que todos estamos celebrando.

Por eso podemos decir que el canto es un buen termómetro de la vida de una parroquia.
Un canto desmayado o entusiasta, desafinado o sin ninguna coordinación, o incluso una
asamblea que no canta... todo es signo de cómo va la sensibilidad de esa comunidad y su
expresión de fe.

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El canto hace fiesta

Difícilmente nosotros nos imaginamos una fiesta sin música. En toda cultura, la música es
signo de fiesta, de celebración. Si realmente llegamos a vivir nuestra celebración litúrgica
(y sobre todo la Eucaristía) como una fiesta, entenderemos también la importancia del
canto en ella. Lo que nunca debemos confundir, es que una cosa es una fiesta popular
(una “pachanga”) y otra -muy diferente- la fiesta de los cristianos, la fiesta del Señor.

La diferencia fundamental es que a una fiesta social vamos a divertirnos, o sea, a


vertirnos, a vaciarnos fuera de nosotros mismos; y la Eucaristía es una fiesta para intro-
vertirnos, o sea, vaciarnos dentro de nosotros mismos, porque el Señor entra en nosotros
con su Palabra y con el Santísimo Sacramento del Altar.

La enseñanza de la Iglesia nos dice que además de ayudar a expresar mejor la fe y de


unir a la comunidad, el canto crea un ambiente más festivo y solemne: ya sea expresando
con mayor delicadeza la oración o fomentando la unidad, ya sea enriqueciendo los ritos
sagrados.

Teniendo ya un panorama claro de lo que es la liturgia y la función del canto en ella,


veamos ahora unas notas sobre los coros, antes de ver el canto en la Eucaristía.

I. En el coro no estamos para

1. Ser un adorno estético de las celebraciones. No se trata de que la celebración quede


“bonita”, que nos feliciten por lo bien que lo hemos hecho. Si la liturgia es acción de
toda la comunidad, la música es también cosa de toda la comunidad, y no exclusiva
del coro. Por tanto, en el coro no estamos para adornar, sino para celebrar. La música
es liturgia
.
2. Hacer un espectáculo. Es verdad que vivimos en una sociedad que cada vez más vive
de espectáculos: una sociedad de espectadores. Somos poco creativos y preferimos
que nos den todo hecho. Pero en la liturgia el coro no está para hacer espectáculo,
para divertir a los mudos espectadores, para amenizarles la celebración como se
ameniza una velada.

3. Ser un grupo cerrado. No sólo debe estar unido el grupo entre sí (testimonio…) sino
también unido y en comunión con los otros grupos de la parroquia, como un grupo
más dentro del conjunto de la parroquia.

II. El coro, participante y animador de la liturgia.

Para que el coro cumpla con su función ministerial (de servicio) dentro de la liturgia,
debemos insistir en algunos puntos fundamentales.

1. Cantar es la forma y el signo más profundo de participación en la fiesta litúrgica,


después de la comunión sacramental. No podemos quitarle este elemento al resto de
la asamblea y guardárnoslo sólo para nosotros. Y cabe cuestionarse: si somos
participantes de la liturgia: ¿Cómo anda nuestra participación en la comunión
sacramental?

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2. Ser participantes de la liturgia antes que animadores de la liturgia. Es decir, que sean
miembros activos de la asamblea a la que sirven, sintiéndose miembros de la
asamblea que ora y celebra, dando testimonio de su participación gozosa, orante y
escuchando la Palabra con la asamblea. No pueden quedarse fuera, o sentirse ajenos
a la asamblea, mientras animan a los demás a participar. Si no se integran en la
asamblea no pueden esperar que esa asamblea responda a sus esfuerzos de
animación.

3. El gran papel del coro como ministerio musical consiste en

a) Enriquecer y animar el canto del pueblo


b) Crear espacios de descanso que fomenten la contemplación (silencio)
c) Dar un colorido más propio a cada celebración, para no cantar siempre lo
mismo, distinguiendo tiempos litúrgicos, fiestas y solemnidades, etc.

4. Prever el momento y la duración de las actuaciones. Hay cantos que son muy
opcionales (como el canto para el saludo de la paz), que quizá conviene obviar, y otros
que hay que saber “cortar” en el momento justo (Ej. canto de entrada)

5. Debe haber buena comunicación entre el sacerdote celebrante y el coro. Esto no sólo
hará que los pastores valoren más el papel que tiene el coro, sino que también es una
oportunidad para intercambiar ideas, pequeños consejos, etc.

6. El coro debe tener un gran dominio (y la práctica hace al maestro) en escoger, suprimir
o seleccionar estrofas, inclinándose por aquellas que van más en consonancia con la
liturgia del día. Debe tener programados los cantos antes de la celebración y no andar
buscando y rebuscando los papeles mientras se proclama la Palabra, se predica o se
consagra.
Para la programación de los cantos de cada misa, les sugerimos utilizar la ficha que se
encuentra al final del folleto.

El Canto en la Eucaristía
Lo primero que debemos señalar es que el canto en la Eucaristía es el canto de la
Asamblea, y aunque históricamente ha tenido muchos cambios (épocas en que no se
cantó nada, épocas en que todo se cantaba...) lo que hay que rescatar es esta
característica fundamental: es el canto del pueblo de Dios, de la Asamblea Santa, del
cuerpo de Cristo.

En la Iglesia primitiva el canto era sencillo, popular, espontáneo. Eso sí, siempre quiso
diferenciarse del canto de los paganos (hoy también el canto litúrgico debe diferenciarse
del canto pagano...).

Con el transcurso de los siglos se han dado diferentes progresos en el canto litúrgico
(surgió el gregoriano y el canto polifónico) rescatando el deseo de cada época de alabar
al Señor con sus particulares formas de expresión.

Hoy por hoy se encuentra una gran variedad de música religiosa, que es también

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expresión de ese deseo de alabanza y glorificación. Pero, como hemos visto, hay algunas
características que cualquier canto -y cualquier coro- deben poseer para participar en el
canto litúrgico, entre ellas:

 Por tratarse de una acción litúrgica (culto público) el canto debe ser el canto de toda la
asamblea (como en las primeras comunidades cristianas) y nunca, nunca el concierto de
un coro por más profesional que éste sea.

La función del coro (o de un solista) es animar la participación de todos en el canto, y no


ahogar esa participación. Podríamos decir “es que la asamblea no canta”, pero si
nosotros nos dedicamos a cantar cosas rarísimas, con ritmos que hemos tenido que
ensayar ochenta veces para aprenderlo ¿cómo esperamos que la gente se lo aprenda
oyéndolo un par de veces (o treinta)?

También podríamos decir: “pero a la gente le gusta así”. Esto es sólo porque no están
bien catequizados (y es función de nosotros hacerlo). Además, si la asamblea llega a
cantar poco a poco se sienten más protagonistas y no simples espectadores, como es
en realidad.

 Un punto muy delicado es el de la utilización de música protestante y música popular.


Hay que considerar varios puntos.

Ya anotamos que desde el principio del cristianismo, los cantos intentaron diferenciarse
de la música pagana, y también que aunque la Eucaristía es una fiesta, no debemos
convertirla en una “charanga”. Expliquemos un poquito por qué.

La música para la Eucaristía debe expresar el amor que sentimos por Dios. Debe ser
instrumento para la alabanza, la meditación y para la comunión entre los hermanos. Por
esto desde siempre se han compuesto expresamente piezas musicales para ser utilizadas
en la celebración litúrgica.

Utilizar música popular (aún cambiándole la letra) presenta serios inconvenientes, entre
los principales:

1. Cuando las personas de la asamblea la escuchan, piensan más en la pieza original


que en la que están escuchando. (Si escuchamos un “Señor ten piedad” con la música
de “Quince años tenía Martina” no vamos a interiorizar, más bien nos puede dar
risa…)

2. Muchas veces ese mensaje original es absolutamente incompatible con la doctrina


cristiana, y aunque le cambiemos la letra, seguimos -indirectamente- recordando el
mensaje original. Por ejemplo, utilizar una canción de Gloria Trevi (con el respeto que
como ser humano se merece), sólo porque en una estrofa dice “entre dos es más fácil
cargar una cruz”, aunque todo el resto de la canción sea un desastre, no se justifica.

3. Algo también incorrecto es tomar una canción “con algún mensaje positivo” y de
buenas a primeras introducirla en la Eucaristía. El canto en la liturgia no es sólo “para
oír algo bonito”. Muchas veces, junto a ese “mensaje” se introducen una serie de ideas
incorrectas y nocivas.

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¿Y la música que proviene de otros grupos cristianos no católicos?

Aún cuando sea cristiana, la música proveniente de otras denominaciones cristianas no


puede usarse “así como así” en la Eucaristía. Primero, porque poco a poco llega a dar la
impresión de que la Santa Misa es igual a cualquier otro culto protestante. Segundo,
porque posee una serie de problemas y errores doctrinales. Veamos algunos ejemplos:

 La óptica protestante se ha llenado de una insistente “jesuseadera” (Jesús para arriba,


Jesús para abajo...), que algunos piensan es para recordar e insistir en la dimensión
humana del Señor. Pero han olvidado que Jesús es, sobre todo, el Hijo de Dios, y que
es Dios como el Padre y como el Espíritu. Y a Ellos los han dejado de lado,
quedándose con una visión muy reducida.

 En esa misma visión, han perdido la dimensión de comunidad. Para ellos lo único
importante parece ser la comunicación individual con el Señor, algo así como
“encerrarme yo con Dios, y el resto me vale...”. Y esto contradice las mismas bases
del cristianismo. Cristo vino para redimirnos a todos, y el camino que nos ha señalado
para la salvación es el camino de la comunidad, el camino de hermanos que se
reúnen y caminan juntos, en las buenas y en las malas. Por eso, más que “mi
redención”, “mi oración”, “mi Señor”, en la liturgia católica (y en el canto católico) se
celebra nuestra redención, nuestra oración, nuestra acción de gracias, celebramos a
nuestro Señor.

 La música protestante jamás ha valorado -obviamente- el sacrificio del altar. La


eucaristía no se menciona. Lo más sagrado que tenemos los católicos ni siquiera es
tomado en cuenta. ¿Cómo animar una Eucaristía con cantos que ni siquiera valoran lo
que se está celebrando?

Aún así, si tomamos en cuenta los esfuerzos de apertura a las otras denominaciones
cristianas, nada impide que en algún concierto o actividad pastoral (algún encuentro de
formación, convivencia, etc.) se utilicen cantos de esta índole, siempre y cuando se
mantengan dentro de los límites de la doctrina de la Iglesia católica, y se especifique.

Concluyendo: Debemos seguir la enseñanza y el sentir de la Santa Madre Iglesia, que


prohíbe la utilización de música popular en la Eucaristía, y que desaconseja el uso de
música protestante (en este punto hay que ser muy prudentes).

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Decálogo del Cantor

1. Todo instrumento musical es digno de participar en la liturgia, si se toca


debidamente.
2. Todo canto que se usa en la liturgia debe ser compuesto expresamente para
ella.
3. El canto y la música deben estar al servicio de la Palabra. Esta debe
extenderse claramente.
4. Canto, música y letra deben ayudar a la comunidad a expresar su fe cantando.
5. El canto y la música son parte integrante de la celebración litúrgica, nunca
motivos de adorno o lucimiento personal.
6. Deben preferirse los cantos inspirados en los Salmos o en la Palabra de Dios a
otro tipo de cantos llamados piadosos o sentimentales.
7. Los cantos que acompañan a una acción litúrgica, entrada, ofrendas, saludo de
la paz, comunión, no deben prolongarse más allá de estos momentos.
8. El canto debe apoyar y expresar la acción litúrgica que se realiza: procesión de
entrada, presentación de ofrendas, comunión, etc.
9. Los cantos y la música que se toquen deben estar de acuerdo con los tiempos
litúrgicos que celebra la Iglesia.
10. Deben excluirse de la acción litúrgica los cantos y música compuestos para
otros fines, independientemente de su belleza o nobleza. (Por ejemplo los
cantos no católicos)
(TOMADO DE ACTUALIDAD LITÚRGICA MARZO-ABRIL 1982)

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LOS CANTOS DE LA EUCARISTÍA


El orden que marca cómo se desarrolla la Eucaristía se llama Ordinario de la Misa. En él
se detallan algunos cantos que son propios de la celebración, y que tienen algunas
características importantes:

 Son los cantos más propios de la Asamblea. De toda la Asamblea. Así que los
encargados de animar el canto deben procurar que todos canten.

 Son cantos invariables en su texto, y necesitan ser respetados como textos


litúrgicos, aunque de hecho existan pequeñas variaciones en las letras, que no
alteran el contenido. Estos textos del Ordinario de la Misa son textos "ne varietur":
no pueden sustituirse por otros, como son el Gloria (IGMR n.53) el Santo, y el
Cordero de Dios (IGMR n.366)

 Aún cuando debe respetarse el texto, existe la gran posibilidad de crear música
para estos cantos, aprovechando nuestros potenciales creativos.

¿Cuáles son estos cantos?

 Kyrie (Señor ten piedad)


 Gloria
 Aleluya (antes del Evangelio)
 Sanctus (Santo)
 Agnus Dei (Cordero de Dios)

Según hemos anotado, estos cantos tienen su propia letra, que debe ser respetada: por
muy bonito que suene, no podemos sustituir el texto litúrgico.

Así por ejemplo, el canto del Gloria tiene que contener TODA la letra del himno del Gloria.
Y no porque cualquier canto contenga esa palabra, ya puede utilizarse. Hay ejemplos por
montones de "glorias" que no deben utilizarse, anotemos dos:

El "Gloria, gloria aleluya" (que de paso está prohibido porque su música está tomada de
una marcha militar de los Estados Unidos) y "Gloria a Dios, Gloria a Dios, Gloria al
Padre...a Él, le sea la gloria". Porque, aunque por lo menos da gloria a cada una de las
personas de la Santísima Trinidad, es decir, es una glorificación trinitaria (y esa es la
primera característica del himno), se “come” el contenido del mismo, y por lo tanto no es
un himno de Gloria.

De la misma forma, el Santo debe incluir todo el texto litúrgico, a saber:

-Gloria a Dios en el cielo,


y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te
alabamos,
te bendecimos,
te adoramos, te glorificamos,

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te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del
mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del
mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado
a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.

Vamos ahora a destacar algunos puntos de cada uno de los cantos de la Eucaristía
(incluidos los que acabamos de mencionar).

El canto de entrada
La IGMR2000 nos dice respecto al canto de entrada:

"La finalidad de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de los que
se han congregado e introducir los espíritus en el misterio del tiempo litúrgico o
de la fiesta, y acompañar la procesión del sacerdote y los ministros". (n.46 Cf.
también OGMR 25)

Los ritos iniciales de la Eucaristía incluyen: Puntos de atención


La procesión de entrada, el saludo al Santísimo Los textos de los cantos de
Sacramento, la veneración del altar. Luego viene la señal entrada que ofrece el Misal
de la cruz y el saludo al pueblo. Siguen la preparación son, en su gran mayoría,
penitencial y el Gloria (cuando corresponde). Finalmente tomados de los salmos. Se
viene la oración colecta (se llama así porque recoge, les puede reemplazar por
colecta, todas las intenciones de los fieles. otros cantos que estén de
acuerdo con la acción
litúrgica (ver OGMR n. 26) pero sería lamentable no utilizar jamás los salmos.

- Es deseable que la melodía sea "sólida" y bien conocida (o bien aprendida si el canto es
nuevo). Un canto demasiado rápido o saltarín no favorecería la unión de los fieles y el
desarrollo de la celebración. El canto de entrada, salvo excepción, es claramente uno de

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aquéllos en que no sería normal que el coro hiciera imposible la participación de la


asamblea.

- El canto de entrada debe estar en línea con el Misterio Pascual celebrado cada
domingo, o con el tiempo litúrgico en curso. Puede ser escogido en función de su relación
con las lecturas bíblicas, pero no hay que olvidar que éstas todavía no han sido
escuchadas.

- La duración del canto de entrada (número de versos o de estrofas...) debe adaptarse al


desarrollo de la acción litúrgica. El canto de entrada debe acompañar la procesión, y
terminar cuando el sacerdote que preside ya está en la sede. Continuar cantando otras
estrofas, (o todo el canto) en ese momento ya no tiene sentido. Pero, tampoco debe
interrumpirse de golpe. Lo más lógico y normal es que terminemos la estrofa que se está
cantando y cerrar con el estribillo del canto.

Su función es constituir y crear la asamblea, ayudarle a acogerse mutuamente y unir las


voces, abrir la celebración sonorizando el carácter festivo de toda eucaristía que
comienza gozosa porque se han reunido los hermanos; fomentar la unión de los fieles
que se han reunido con el privilegio de cantar juntos; introducirnos en el misterio litúrgico
o fiesta que celebramos... (OGMR 22-25)

El canto de entrada da el tono, tanto por el texto como por la música, a la celebración. Es
un canto-obertura que expresa la idea base o contiene los sentimientos con los que la
asamblea debe celebrar el misterio de la fe.

Características musicales del canto de entrada


1. Debe ser un canto amplio, sonoro, alegre, fuerte, solemne.
2. Su tono debe ser medio, para que todas las personas de la asamblea puedan
participar. Un canto muy alto o muy bajo haría que unos “no lleguen” o que otros “se
ahoguen”.
3. La melodía debe facilitar la marcha, el movimiento. Por tanto debe preferirse una
melodía fácil, con intervalos fáciles de entonar.

Formas de realizar el canto de entrada


1. La forma más corriente es la alternancia estribillo-estrofa. El pueblo canta el estribillo y
el coro o un solista las estrofas.
2. Otra forma es la hímnica. Toda la asamblea canta el canto completo o bien se alterna
entre ella a dos voces.
3. Se puede dar también el silencio musical, como en el caso del Viernes Santo, o los
domingos de Cuaresma.

Criterios para seleccionar el Canto de entrada


a. Debemos tomar en cuenta el tiempo litúrgico que celebramos
b. Si es un canto procesional, no debe entorpecer la marcha de la procesión ni con su
ritmo ni con su tiempo.
c. El texto debe ir en consonancia con el carácter del canto. Un texto meditativo no
procede como texto de entrada.
d. El canto de entrada no es para ser escuchado o meditado, sino para ser cantado.

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e. Música y texto han de compenetrarse mutuamente. No podemos cantar un texto triste


con una música alegre.
f. Debe tratar de tomar en cuenta el “tema” de la liturgia de la Palabra del día.

Kyrie eleison (Señor ten piedad)


"Es un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia, regularmente
habrán de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y los cantores" (OGMR
30).
Es la aclamación a Cristo resucitado cuyo nombre nuevo es "Señor". No es un segundo
acto penitencial; no corresponde por lo tanto reemplazarlo por alguna súplica de perdón,
sería duplicar el acto penitencial.

Puntos de atención
- Hay que notar que la IGMR considera que el Kyrie es ante todo una aclamación antes
que una imploración. Por esto, en el caso de la primera y segunda forma que no son
aclamatorias, se canta el Kyrie después de la preparación penitencial. Es preferible
escoger un Kyrie bastante breve, que mantenga el carácter invocatorio de este canto.

- Cantarlo en griego (Kyrie), como lo propone el Misal, recordará que el griego es la


lengua materna de la Iglesia; estas palabras no son más difíciles de comprender que el
hebreo del Amén o el Aleluya.

Es, ante todo, una aclamación confiada a Cristo, el Señor. Aunque incluye súplica de
piedad, es también una alabanza, un homenaje a Cristo, vencedor del pecado y de la
muerte, que viene a sanar los corazones afligidos y a llamar a los pecadores.

El Señor, grande y poderoso, fuente de bondad, luz y origen, creador del universo, conoce
nuestra debilidad y quiere ayudarnos, por eso está sentado a la derecha del Padre para
interceder por nosotros.

Históricamente el Kyrie eleison parece provenir de las oraciones de los fieles. Estas
desaparecieron de la misa quedando la respuesta litánica del pueblo: Kyrie Eleison, que
se trasladó al comienzo de la misa. Las más antiguas melodías de los Kyries muestran su
carácter de letanía. Más tarde, estas melodías antiguas, más sencillas, se fueron
enriqueciendo y adornando con abundantes melismas. Cantar una sola sílaba con
muchas notas era familiar a los pueblos latinos, en cambio, a los nórticos les resulta
desagradable.
Hemos de cantarlo tres veces dobles:
 Señor ten piedad (2)
 Cristo ten piedad (2)
 Señor ten piedad (2)

Y en algunas ocasiones alternar el canto con los tropos (frases que amplían el canto
intercalándose en su melodía) IGMR30

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Gloria (Alabanza)
Se trata esta vez de un himno, no de una simple aclamación o de unas respuestas
litánicas. Un himno llamado “angélico”, por las palabras con que empieza, y también “gran
doxología”, en relación con la pequeña doxología o alabanza que es el “Gloria al Padre”.

Dice la Ordenación General del Misal Romano:


«El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia congregada en el
Espíritu Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas»
(n.31).

Y la IGMR2000 nos dice:

"Es el himno antiquísimo y venerable por el que la Iglesia congregada en el Espíritu


Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero y le suplica (n.53).

El texto de este himno no puede ser cambiado por otro. Lo comienza el sacerdote o un
cantor o el coro, pero es cantado o por todos juntos, alternando el pueblo con los
cantores, o sólo por los cantores. Si no se canta, lo recitarán todos juntos o alternando en
dos coros (y no sacerdote-asamblea.)

Insistimos: se recita o se canta este texto del Gloria, y no se remplaza por otro
únicamente porque está la palabra "gloria". Es el único texto que tenemos en común con
la Iglesia ortodoxa de Oriente desde el siglo V. Ya contiene todos los elementos básicos
de la Plegaria Eucarística.

En efecto, es antiquísimo que hay citas de él o versiones de su texto ya en el s. IV. No es


raro encontrarlo en manuscritos bíblicos como apéndice a los salmos. Por ejemplo en el
Codex Alejandrino de la segunda mitad del s. V. A comienzos del s. VI ya tiene un lugar
establecido en la Misa del Rito Romano. Y muy a menudo es llamado gran doxología
(glorificación).

Este venerable y antiquísimo himno consta fundamentalmente, como todo canto, de una
letra y de una melodía. La melodía puede variar. A lo largo de los siglos se ha cantado el
Gloria de innumerables modos: las melodías gregorianas, las polifonías del clásico y del
barroco, etc., y ahora se debe buscar siempre algo más digno y bello.

Pero la letra hay que respetarla; traducida primero del griego al latín, ahora traducida al
español, puede tener ciertas variaciones, pero de tal modo que se pueda decir siempre
que es realmente el texto original traducido. No se deben admitir, pues, textos que sean,
sí, una glorificación trinitaria pero NO el himno «Gloria»; ni mucho menos algún canto
usado por el único motivo de que en él viene la palabra «gloría».
Por ejemplo:
GLORIA, GLORIA, ALELUYA, (3)
EN NOMBRE DELSEÑOR.
Cuando sientes que tu hermano necesita de tu amor, no le cierres las entrañas, ni el calor del
corazón: busca pronto en tu recuerdo la palabra del Señor: «Mi ley es el amor». (Siguen otras 2
estrofas)
Totalmente fuera del tema, se usaba sólo porque aparece la palabra gloria. Además la
melodía es una marcha revolucionaria de Estados Unidos, que no debe usarse en la

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Liturgia.

El gloria es el himno de alabanza propio para ser cantado en el tiempo de pascua y


navidad (sobre todo), omitiéndose en adviento y cuaresma.

Su nota dominante es el júbilo, la alabanza confiada y alegre a Dios Padre, por la obra
que ha realizado en el Hijo, con la fuerza del Espíritu Santo.

El gloria lo canta toda la asamblea, o alternando los cantores una parte y la asamblea
otra.

UN BUEN RESUMEN DE NUESTRA HISTORIA DE SALVACIÓN

El Gloria empieza con el canto de los ángeles, y sigue con una serie de alabanzas al
Padre, para pasa después a alabanzas de Cristo, intercaladas con súplicas al mismo, y
concluir con una doxología trinitaria.

a) El canto de los ángeles, tomado de Lc. 2,14, da nombre al himno: “Gloria a Dios en el
cielo...” Este inicio se puede pensar como dividido en dos pensamientos: gloria a Dios y
paz a los hombres. O bien, como prefieren en sus explicaciones varios Padres orientales,
en tres: a Dios, gloria en el cielo; en la tierra, paz; y a los hombres, buena voluntad

b) A continuación cantamos alabanzas al Padre. Una alabanza que se fija más en Dios
mismo que en los favores recibidos de Él.

c) Sigue la alabanza a Cristo. Aquí se suceden los nombres o títulos dirigidos a Cristo:
“Señor Hijo único, Jesucristo; Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre”. A los títulos
les sigue una letanía de súplicas precisamente porque estamos convencidos del Señorío
de Cristo le podemos dirigir confiadamente nuestra petición de ayuda. Finalmente
dirigimos a Cristo más alabanzas: “porque sólo Tú eres Santo...”
d) Todo concluye con una doxología, breve pero densa: “con el Espíritu Santo en la gloria
de Dios Padre”.

Puntos de atención
- El Gloria, al igual que "Luz gozosa " y la primera parte del Te Deum, es un himno del
siglo II. El hecho de que los cristianos canten estos himnos desde hace dieciocho siglos
merece veneración y respeto.
- Habrá que evitar hacer de este himno un canto más.

- Habrá que evitar también hacer de él un gran trozo de concierto que se escucha estando
sentados.
- Aunque está previsto también que pueda ser recitado por todos o alternadamente (ver
OGMR 31), no hay que olvidar que es un himno hecho para ser cantado.

- El "Gloria" puede ser entonado, ya sea por el sacerdote, ya sea por el animador de los
cantos o por el coro, ya sea directamente por la asamblea misma (ver OGMR 87).
- Se omite durante el Adviento y la Cuaresma.

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Salmo responsorial
Una de las partes de la Liturgia de la Palabra más maltratadas es el Salmo Responsorial.
La causa principal podría ser el desconocimiento, muy generalizado, de su finalidad y
características. Su nombre expresa la forma normal de hacerlo: con responsorios; y su
naturaleza: ser canto.

Ordinariamente es leído, ni siquiera es proclamado, cuando no hay posibilidad de


cantarlo. Es muy de desear que por lo menos la antífona sea cantada por la asamblea
(IGMR 61)

Al respecto, imaginémonos a un grupo de amigos que vienen a felicitar al amigo


cumpleañero y a la hora de llegada, recitan el “cumpleaños feliz”, o un grupo de escolares
recitando el Himno Nacional...
Con respecto al Salmo diremos que se recomienda, en la medida de lo posible, que el
salmo que acompaña el conjunto de la “Liturgia de la Palabra” sea cantado por algún
salmista o alguna persona que pueda hacerlo. Para este fin existen diversas melodías,
pero sobre todo debe tenerse el cuidado de que el Pueblo Santo debe participar en algún
momento con el canto.

Puede cantarse de dos formas:


 de forma responsorial: se ha de preferir en cuanto sea posible. El salmista o el cantor
del salmo canta la estrofa del salmo y toda la asamblea participa de la respuesta.

 de forma directa: el salmo se canta sin que la asamblea intercale la respuesta y lo


cantan, o bien el salmista o cantor del salmo él solo.

Cualquiera de las dos formas debe hacerse desde el ambón (OLM 22) que es el lugar de
la proclamación de la Palabra y no desde el lugar del coro. (Se entiende que quien va al
ambón es el solista y no todo el coro)

Evidentemente no es el lugar de cantar cualquier otro canto en lugar del salmo escogido
en función de la lectura: es otra forma de la proclamación de la Palabra de Dios. Sería
empobrecer la Liturgia de la Palabra, ya que la función de esta pieza es ayudar a meditar
e interiorizar el mensaje de la Palabra escuchada que se prolonga en el salmo. Felices las
parroquias y/o comunidades con un cantor o un director de coro que tiene el carisma y el
arte de improvisar hermosas melodías sálmicas que todos escuchan con recogimiento y
emoción...

Algunos salmos se han convertido en cantos conocidos por su frecuente utilización: "Que
alegría cuando me dijeron", "El Señor es mi Pastor", "Cantad alegres a Dios". No
recomendamos utilizarlos cuando se presentan como salmo responsorial, sino utilizar una
melodía recitativa, distinta de la de los cantos, lo cual permite evitar la rutina y el desgaste
del texto que no llama más la atención, y permita oírlos de una manera nueva que
promueva una meditación mas interiorizada.

Sin embargo hay excepciones, p. Ej. S. 14 "¿Quien puede entrar?" (Palazon); S. 114
"Caminaré en presencia del Señor" (J. Espinoza),

Y otros, cuya melodía se presta para la contemplación, con la condición de que sea un
solo cantor el que actúe de salmista, la asamblea respondiendo con el estribillo.

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Aleluya (Canto antes del Evangelio)


El canto que precede al Evangelio está básicamente marcado por esta frase antiquísima
proveniente del hebreo, y que significa Alabad a Yahveh. Es un grito de victoria de los
redimidos (Cf. Ap. 19, 1-3) y tiene una dimensión eucarística: nuestro aleluya, nuestra
alabanza al Padre es el mismo Cristo en el altar. Pero también tiene una dimensión
escatológica: nuestra alabanza terrestre se dirige hacia la alabanza definitiva que
cantaremos en la vida eterna.

Es la aclamación entusiasta “con que la asamblea de los


fieles recibe y saluda al Señor que va a hablar y profesa su fe
cantando” (OLM 23). En tiempo penitencial la aclamación es
diversa. Por esto, si no se canta, puede suprimiese (IGMR
39).

«La lectura del Evangelio constituye la cima de la Liturgia


de la Palabra» (OLM 13), pues aunque todas las lecturas sean
palabra de Dios, la Iglesia siempre ha visto en el Evangelio
la palabra de la Palabra personal del Padre. Las otras
lecturas son su preparación o su extensión; por eso ha
rodeado la lectura evangélica con signos particulares: un
ministro especial, un libro especial (el evangeliario) un
saludo antes de proclamarlo, signaciones, incensación, beso
y aclamación especial al terminar. Otros signos
especiales son la petición y bendición antes de su
proclamación y la aclamación del pueblo.

El nuevo orden de las lecturas (leccionario) facilita un verso que o se canta o no se canta,
pero que no debemos simplemente leer interrumpiendo el canto, por ejemplo, cantar
aleluya, hacer una pausa para que un lector diga la aclamación y luego volver a cantar
aleluya.

Deberíamos tener menos preocupación por recitar el versículo correspondiente y provocar


en cambio, la participación masiva en un versículo común que conozca toda la asamblea.
Entonces sí, la aclamación del aleluya es otro canto dentro del rito de las lecturas; la
asamblea, que antes ha escuchado, meditado, asentido, ahora aclama jubilosa al Señor.

Proclamar la Palabra es celebrar la presencia de Cristo, y el canto del Aleluya es la


celebración de esa presencia. Por eso, excepto en Cuaresma, que es un tiempo
penitencial, el canto antes del evangelio debe ser siempre Aleluya, y no otros. Además si
el canto se compone de varias estrofas, aparte del aleluya, éste aparecerá como un
pobrecito apéndice, perdido entre las estrofas, asimilándose al salmo responsorial -
cuidado si no se le da más importancia que al salmo, que quizá ni se cantó- por lo que
deberíamos simplemente cantar aleluya, aunque nos parezca un canto simple. Sólo en el
tiempo cuaresmal deberían utilizarse piezas como "Tu palabra me da vida" “Evangelio es
decir...” “Cuando hablas tu” u otras similares.

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Canto de ofrendas.
No es el más importante. Quizás es el único canto que se podría reservar al coro, como
canto de meditación. La intervención de la asamblea no es tan necesaria en este
momento muy secundario.

Recordemos: no es un "canto de ofertorio" (habrá que modificar el canto "Te ofrecemos


Padre Nuestro..." por "Te presentamos este pan"...)
Es el momento en que, estando el sacerdote sentado a la sede, se efectúa la colecta. Se
levanta y va a la entrada del presbiterio para recibir el pan y el vino, junto con las canastas
de la colecta. Las palabras de presentación pueden rezarse en silencio o dialogadas con
la asamblea.

Una vez terminada el lavabo, debe terminarse el canto, de manera que no espere para
formular la invitación: "Oren hermanos..." Si no hay procesión, mejor que no haya canto.

Una vez terminada la oración de los fieles (con la que se concluye la liturgia de la
Palabra), comienza la “Liturgia Eucarística”.

Este canto es a la vez:

-Inicio, preparación de la Eucaristía (la asamblea se transforma en vista del banquete)

-Al mismo tiempo, este canto pone en calor y acentúa líricamente el gesto del momento
(procesión de ofrendas). Este canto acompaña la procesión de los dones que en el altar
serán transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo.

- Precisamente porque acompaña esta procesión, es un canto breve, conduciendo a la


asamblea hasta la oración sobre las ofrendas (concluyendo allí el prólogo, la preparación
de la Eucaristía).

-Incluso, cuando no hay procesión de dones podría perfectamente omitirse, como hemos
dicho, y así dar oportunidad para escuchar la bellísima oración que hace el sacerdote al
presentar el pan y el vino (ver cuadro) o puede ambientarse este momento de la
preparación de los dones con un acompañamiento instrumental.

Bendito seas, Señor por este pan, fruto de la tierra y del


trabajo de los hombres, que ahora te presentamos, él será
para nosotros alimento de salvación.

¡Bendito seas por siempre, Señor!

Bendito seas, Señor por este vino, fruto de la vid y del


trabajo de los hombres, que ahora te presentamos, él será
para nosotros bebida de salvación.

¡Bendito seas por siempre, Señor!

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Cuando la asamblea escucha un canto del coro, éste debe ayudar a crear un clima de
oración.

No es necesario cambiar cada domingo de canto de ofrendas. Se puede tener uno para
cada tiempo litúrgico y una colección para los domingos ordinarios.

Ante todo, este canto debe hablar de la unión, la caridad y la fraternidad de todos los
miembros de la asamblea, y no tanto de “ofrecer”, porque el ofrecimiento se hace
después, en el momento en que el sacerdote ofrece de Dios Padre a Cristo, nuestro
sacrificio de salvación, de allí que a esta parte de la misa ya no se le llama ofertorio. Por
esto son preferibles cantos sobre la caridad, el amor entre los hermanos, etc.

Sanctus.
Es la doxología (glorificación) que concluye la motivación de la acción de gracias iniciada
en el Prefacio.
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus Deus
Es una aclamación bíblica (Isaías 6,3, Apoc. Sábaoth. Pleni sunt caeli et térra gloria tua.
y Mt 21,9) que no corresponde cambiar por Hosanna in excélsis. Benedictus qui venit in
cualquier canto. Forma parte integrante de la nomine Domini. Hosanna in excélsis.
Plegaria Eucarística, y la 2ª parte ("Bendito el
que viene" Mt 21,9) sirve de transición con el Y que en la versión castellana se ha
memorial que sigue: "Santo eres en convenido en estas expresiones:
verdad..."). Esta segunda parte en muchos
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del
cantos es eliminada, por lo que valdría la Universo. Llenos están el cielo y la tierra de
pena revisar cuales están completos y a tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el
cuáles es necesario hacer el añadido. que viene en nombre del Señor. Hosanna
en el cielo.
Por el género literario que poseen la oración
sobre los dones y el himno bendicional de
alabanza y de acción de gracias, o prefacio, se deberían cantar siempre, -pero, esto
corresponde al Presidente decidirlo-. De allí que por lógica consecuencia también el
“santo y el bendito”, o aclamación jubilosa y solemne en que el prefacio termina debe
cantarse, aún cuando no se cante el prefacio.
La incorporación del Sanctus a la misa es tan remota que figura en todas las liturgias. En
oriente parece datar de fines del s. II, pero antes de ser aceptado por la liturgia estaba
muy en uso en la oración privada, como himno en honor a Cristo.
El texto es muy antiguo y se inspira en Isaías 6,3. La expresión “Dios de los ejércitos” se
ha cambiado por “Dios del universo” con gran acierto. El Benedictus está inspirado en Mt.
21,9 y en el s. VII se incorpora al Sanctus, colocándose en el s. XV después de la
consagración, pues la polifonía se había extendido mucho en la primera parte del
Sanctus. Hoy ha vuelto a su lugar primero.
El “Sanctus” es la expansión, el ensanchamiento de la alabanza formulada en el prefacio.
El diálogo inicial entre el Presidente y la asamblea invita a la acción de gracias. El
celebrante proclama en la asamblea las maravillas que Dios ha hecho con los hombres y
la asamblea entra en juego con el himno de los serafines, asociándose así a la alabanza
de la creación (“El cielo y la tierra...”), los ángeles (“Santo...”) y la Iglesia (“Bendito el que
viene...”).

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El “Sanctus” es un pequeño himno compuesto por una serie de aclamaciones que


expresan actitudes humanas y espirituales bastante diversas:
“Santo, santo, santo es el Señor...”: triple adoración.
“Llenos están el cielo y la tierra...”: una “confesión” (proclamación).
“¡Hosanna...!”: un grito de alabanza.
“Bendito el que viene...”: una bendición.

El santo, junto con el salmo responsorial, es el principal de las cantos del Ordinario, es
decir, de la misa. Es la primera aclamación de la asamblea en la plegaria eucarística y por
ello debe procurarse la participación de toda ella.

Toda la asamblea alaba; bien por medio de un canto continuo o bien alternando las
aclamaciones (los serafines se dirigían uno al otro: “Santo, Santo”, dice Isaías...). El
pueblo debe intervenir, por lo menos, en el “Santo es el Señor” y en los dos “Hosanna”.
Se puede dialogar con el coro y éste puede enriquecer polifónicamente esta alabanza.

Hay que tener mucho cuidado al final del canto, ya que conviene que se mantenga un
buen clima de oración (“Santo eres en verdad...” sigue la oración); por tanto, aquel final no
es, en realidad, un final.

Finalmente, debemos recordar que se hay que respetar el texto y no adaptarle música
que no sea exclusivamente litúrgica.

Durante la Consagración.
Al momento de la consagración -desde que el Presbítero impone las manos sobre los
dones y hasta la aclamación- los fieles deben permanecer de rodillas como signo de
humildad y pequeñez que el hombre reconoce ante la grandeza de Dios que se hace
presente eucarísticamente entre la asamblea congregada a no ser que lo impida la
estrechez del lugar o la aglomeración de la concurrencia o cualquier otra causa razonable
(OGMR 21); pero además estará mirando hacia el Altar donde se están consagrando las
especies eucarísticas, pues el momento de la elevación es para que los fieles adoren a su
Señor a quien miran en el Pan y el Vino consagrados.

Por esta razón no es recomendable distraer a la asamblea con música instrumental en


este momento, ya que lo verdaderamente importante en este momento es la adoración en
silencio. Por ello, una vez concluido el santo, cesa toda música y todo instrumento
musical. Inclusive, si el Presidente de la celebración canta las palabras de la institución,
debe evitarse todo acompañamiento, máxime si no se tiene pleno conocimiento de la
melodía que va a usar el Presbítero.

Después de la consagración, si el Presbítero canta la aclamación, puede acompañarse


con música la respuesta de la asamblea, pero nunca se deberá sustituir o ahogar la
respuesta del pueblo.

Doxología Final: “Por Cristo con él y en él...”


La doxología final, expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con la
aclamación del pueblo que es el Amén. Además al ser parte de la Plegaria Eucarística
tenemos que tener presente lo que nos dice la OGMR al respecto:

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La Plegaria Eucarística que exige que todos la escuchen con reverencia y en


silencio y que tomen parte en ella por medio de las aclamaciones previstas en
el mismo rito (n.55h).

De allí que la doxología si se canta, lo hará únicamente el Presidente (y los


concelebrantes si es que hay). La asamblea únicamente responderá con el Amén, que en
la medida de la posible debe ser cantado con gran júbilo, pues es el asentimiento que la
asamblea da a toda la oración que el Presidente acaba de realizar. El acompañamiento
musical aquí, resulta igualmente apropiado, si se conoce la melodía. Si no, se debe evitar
improvisar ya que esto perturba al que canta y puede incluso perturbar a la asamblea.

El Padre Nuestro.
Conviene cantar esta oración tan importante que inicia la preparación a la comunión pero
que sea el texto del Señor por ser, como el Credo, un "símbolo" de unidad, y no textos
arreglados. Por ello debemos erradicar “el famoso” "Padre nuestro tú que estás en los que
aman la verdad..." herético y que utiliza la melodía lánguida de una película más bien
erótica.

Tanto la invitación -que hace el Presidente-, la oración misma del Pater Noster, el
embolismo -propio del Presidente- y la doxología, con que el pueblo cierra esta parte, se
pronuncian o con canto o en voz alta (OGMR 56a).
Además debemos tener presente que si se canta no se reza, y se reza no se canta,
entonces porque hacer las dos cosas, ¿No es más bien esto una repetición…? Si se
canta, se debe seguir la letra propia del Padre Nuestro y no otra, además tener en cuenta
que NUNCA TERMINA CON EL AMÉN. Además tengamos presente que la música
sagrada es la que se ha creado propiamente para la celebración del culto divino. Por lo
que se ha de evitar la adaptación de música “profana” como música sacra (Musicam
Sacram 4a. 60)

Canto de Paz.
Las normas no mencionan canto de paz. El rito de la paz es un rito optativo y, por lo tanto
secundario. Muchos cuestionan su lugar en este momento de la misa, y lo verían mejor
ubicado antes de la presentación de los dones (Cf. Mt 5,23) "Si, al acercarse al altar, te
acuerdas..." o como convivencia al terminar la celebración. El rito de la fracción es mucho
más importante; es de institución divina. Es este rito de la fracción que habría que
destacar con el canto del Cordero que lo acompaña.
Darse la paz es un RITO, no es un canto. Se trata de un elemento gestual y no musical.
Siendo un gesto, lo importante es el intercambio del saludo fraterno. Cantar durante el rito
de la paz no es oportuno porque además de desvirtuar su sentido de gesto físico, también
opaca el rito siguiente de la Fracción con su canto propio del Cordero de Dios. Con la
sobrecarga de dos cantos seguidos, se vuelve pesado y se alarga sin necesidad en este
momento. Cantar en el rito de la paz no tiene fundamento sustentable y, además, distrae
restando agilidad y simplicidad a la celebración. (Además no se puede cantar y al mismo

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tiempo decirse: "¡la paz contigo hermano!", a no ser que sea el coro que actúa solo por su
cuenta para la asamblea, pero no con la asamblea.

Tampoco los cantos que se usan son muy adecuados, generalmente pobrísimos textual y
musicalmente: "La paz esté con vosotros..." Texto inadecuado, muy pobre y reiterativo, sin
la presencia de Dios. El único canto aceptable que se podría cantar de vez en cuando es:
"Shalom, Shalom, Shalom haya paz en tu corazón", sin que se convierta en una
costumbre obligatoria, "Shalom hebreo" que sí afirma que la paz viene de Dios: "Shalom
para ti, Dios te da la paz, Dios te da el amor"…

Lo que no es correcto es el sustituir el cordero de Dios por los llamados cantos de paz,
desarrollando el rito de la paz a bombo y platillo. Estos cantos de la paz, generalmente, se
sitúan en un nivel sociológico o antropológico. Pocas letras hacen referencia a Cristo, a la
paz del Resucitado, y sus melodías son, con frecuencia, bastante ligeras.
El canto de paz es un canto potestativo, no ritual, es decir, se puede o no cantar. Pero no
abusemos de los cantos de la paz. Los podemos reservar para determinadas
celebraciones como el “día mundial de la paz” (1 de enero), el Jueves Santo, el día de
Pascua de Resurrección y en alguna eucaristía en que el rito de paz se extiende
demasiado, por ejemplo en las ordenaciones de Presbíteros o Diáconos.

El principal problema que presenta este canto es que opaca el Cordero que debe
acompañar el rito de la fracción del Pan.

Agnus Dei. (Cordero de Dios)


Es el canto de la fracción del pan, gesto de institución
divina que dio su nombre a la misa. Lo canta la ¡Pobre Cordero!
asamblea (no el sacerdote) mientras éste parte el pan y
lo reparte entre varios o en distintos copones para la
comunión de los fieles. (Ni hablar de buscar hostias
consagradas en misas anteriores: en el Sagrario, pues
lo ideal es que se consagren las hostias para cada misa
y no que se guarden cientos de ellas en el sagrario,
cuando está previsto que esto último es solo para los
enfermos o la comunión fuera de la Santa Misa.
Se canta mientras dure el reparto del Pan, sobre todo si
se demora en la concelebración.

Estos son los cantos litúrgicos del "Kyriale" que no


deben ser sustituidos por otros textos o cantos. Pertenecen a la asamblea.
El principal “pecado” que se comete con este canto es que cuando se hace, ya ha pasado
el rito al que debe acompañar: la fracción del Pan. Esto, porque el canto se paz de
extendió en demasía y porque la materialidad de este canto, que no ha sido bien
entendido y por lo mismo no es bien realizado.
Este canto está inspirado en las palabras por las que Juan Bautista reconoció y saludó al
Redentor, y con los acentos de gloria y alabanza que se tomaron del Apocalipsis.
«El acto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la última Cena, en los tiempos
apostólicos fue el que sirvió para denominara la íntegra acción eucarística.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Según el Líber Pontificalis fue el Papa Sergio I, de origen sirio, quien introdujo el canto del
Agnus Dei en la Misa romana. Es, desde su origen, un confractorium, es decir, un canto
para acompañar la Fracción del Pan.
La Instrucción General para el uso del Misal Romano dice así:

«Agnus Dei: mientras se hace la fracción del pan y la mezcla, los cantores o un cantor,
cantan el Agnus Dei, según la costumbre, con la respuesta del pueblo: o lo dicen al menos
en voz alta. Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea necesario para acompañar
la fracción del pan. La última vez se concluirá con las palabras: «Danos la paz». (IGMR 56
e).

Este canto acompaña la fracción del pan, porque contiene una idea fundamental: el
Cordero de Dios que se parte en el altar es el mismo Cordero que en la cruz fue “partido”
por nuestra salvación. A Él le pedimos que tenga misericordia de nosotros, y que nos
conceda la paz.
Este rito no tiene sólo una finalidad práctica, sino que significa además que nosotros, que
somos muchos, en la comunión de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un
solo cuerpo (I Cor 10,17) (OGMR 56c) Por ello no debe iniciarse este canto durante el
gesto de la paz, sino hasta que el intercambio del saludo ha terminado, es decir cuando el
Presidente de la Celebración toma el Cuerpo de Cristo en sus manos y lo parte. La
primera invocación (Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros) puede repetirse cuantas veces sea necesario (si por ejemplo hay muchas
hostias que partir), terminando la última vez con “danos la paz”.

“Pecados” contra el Cordero


El principal es que no acompaña a la Fracción del Pan. La causa es que ésta se ha hecho
muy insignificante (no significa), contrariando así a la Tradición y lo estatuido:

¡El pan ya viene prepartido! (las hostias «pequeñas»). La hostia «grande» se parte, pero
no se reparte: «La naturaleza misma del signo exige que la materia de la "celebración
eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan
encáustico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga en tal forma
que el sacerdote en la Misa celebrada con el pueblo, pueda realmente partirlo en partes
diversas y distribuirlas, al menos a algunos fieles» (IGMR 283). No hay, pues,
inconveniente en que se consagren varias hostias «grandes», que se dividan en varias
partes (unas cuatro al menos) y se repartan.

Se comienza a cantar y se sigue cantando durante la Paz (por supuesto nadie le hace
caso). No es canto para acompañar la Paz, sino la Fracción.
El actual «canto de la Paz» (que no es litúrgico, tampoco necesariamente antilitúrgico)
muchas veces oculta y aún elimina al «Cordero».
Su finalidad original de acompañar la Fracción del Pan determina que se pueda multiplicar
(ver más arriba OGMR 56 e). Según esto, ¿Se podría, dada la rapidez con que se hace la
Fracción en las Misas ordinarias disminuir su número cuando se canta, es decir, no
necesariamente cantarlo tres veces?

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Canto procesional de comunión.


El Ordenamiento General del Misal Romano (OGMR) nos explica la finalidad y sentido de
este canto:
“Mientras el sacerdote y los fieles reciben el sacramento, tiene lugar el canto de
comunión, canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual de
quienes comulgan; demostrar, al mismo tiempo, la alegría del corazón y hacer más
fraternal la procesión de los que van avanzando para recibir el cuerpo de Cristo.” (OGMR
21. 56)
El canto comienza cuando comulga el sacerdote y se prolonga mientras comulgan los
fieles, hasta el momento que parezca oportuno, porque puede -y debe- dejarse también
un momento de silencio para la oración y acción de gracias de cada persona.
La actitud más acertada durante la comunión es cantar. Los fieles se unen cantando y
caminando juntos para recibir el cuerpo del Señor. Aún después de comulgar, debemos
seguir cantando, porque permanecemos unidos a los hermanos que todavía están rumbo
al altar. Para la oración personal tendremos oportunidad cuando concluya el canto.
También puede entonarse un himno de acción de gracias cuando toda la asamblea ha
terminado de comulgar. Con él expresamos la alabanza por la Eucaristía celebrada y por
la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor. Es una aclamación comunitaria de acción
de gracias.

Canto final (envío).


Y ¿EL CANTO FINAL ?...
No hay "canto final". La liturgia no le prevé. Estaría fuera de la acción litúrgica, ya que la
Asamblea ha sido disuelta por el rito de envío. Es este rito de envío que habría que
revalorizar.

Es muy poco acertado el cambio que algunos hacen, al decir: "Hermanos la misa ha
terminado, ¡podéis ir en paz!" Es como, decir al final de una reunión: "Se levanta la sesión,
¡nos vamos!
Las últimas palabras de la misa son palabras de envío de parte de Cristo mismo, como en
la Ascensión: "Vayan, es ahora su misión" La Misa no termina con un "Amen" final, sino
con la palabra "Gracias": "¡Demos gracias a Dios!" que abre a la vida, al mundo, a la
misión...
La celebración eucarística que tuvo un inicio más bien lento en el rito inicial, tiene un
desenlace rápido. La antigua liturgia eucarística descrita por Hipólito de Roma a inicios del
S. III terminaba con estas significativas palabras: "Cuando se hubiere concluido,
apresúrese cada uno a hacer buenas obras".

Es lo que, en forma muy expeditiva, realiza el rito de despedida (y no de conclusión). La


Eucaristía no termina. Está siempre empezando.
Por eso, ¿qué sentido tendría añadir un cántico de acción de gracias a una Eucaristía
Acción de gracias que ya acaba de durar más de una hora?...
Al terminar la larga Vigilia Pascual, el Aleluia de Haendel impacta como una explosión de
alegría, mucho más que un canto.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Y al final de un matrimonio, será latoso imponer un canto, cuando los invitados tienen
ganas de felicitar a los novios recién casados: es la marcha nupcial que se impone (la de
Mendelsohn o la de Wagner: ¡hay una para la entrada y otra para la salida!...)

Y ¿no sería incongruente que, después de la despedida del sacerdote: "Podéis ir en paz",
el monitor se apresure de dar la contra-orden: "Nos quedamos para rezar a la Virgen!"?...
Una vez pronunciado el envío, el sacerdote da el ejemplo, besa el altar y empieza la
salida con los ministros... (No para desparecer en los bastidores, sino)... para saludar y
despedir a los fieles a la puerta del templo, fomentando así una breve convivencia y
acercamiento familiar... Nos parecerá pérdida de tiempo, pero entonces, ¿Por qué
hablamos de inculturación?
Pero, sinceramente, ¿cómo podríamos "terminar" la misa?
Inmediatamente después de la postcomunión, se dan los avisos.
Antes de la bendición final se puede, sobre todo en los santuarios, invitar a rezar una
oración a la Virgen o al santo del lugar, o bien, incluso, el Ángelus o un breve canto a la
Virgen; y solamente después, dar la bendición final y las palabras de envío.
Luego, música de órgano o música grabada, o cualquier canto no necesariamente
estrictamente religioso, más bien festivo, de estilo carismático... sobre todo si hay muchos
jóvenes y niños.

Si hubiere necesidad de cantar algún canto no religioso (Himno nacional, himno de


Colegios, etc.) se hará finalizada la Misa, entre la bendición y las palabras de envío. Los
cantos a la Virgen María pueden, según la ocasión, cantarse al comienzo o al final de la
Misa, pero no durante la presentación de dones o en la comunión.

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Cantos para el domingo ________________ de __________________

Fecha_______________

Primera Lectura ________________________________

Salmo ________________________________________

Segunda Lectura _______________________________

Evangelio _____________________________________

Canto de entrada ___________________________________________

Acto penitencial _____________________________________________

Himno del gloria _____________________________________________

Salmo o antífona
Responsorial _______________________________________________

Aclamación antes
del Evangelio _______________________________________________

Presentación de
los dones __________________________________________________

Santo _____________________________________________________

El gran amén de
la Plegaria _________________________________________________

Padrenuestro_______________________________________________

Canto de paz _______________________________________________

Cordero de Dios _____________________________________________

Canto de comunión ___________________________________________

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NO CANTE CON LA ASAMBLEA DESDE EL MICRO


Jean Lebon

Más de un animador de cantos se sobresaltará al leer


este título. Pero, ¡si pudiera hacer que escucharan dos
grabaciones tomadas en directo en una misma
asamblea: una en la que el animador se calla y otra en la
que vocifera desde el micro...! Esta última actitud es un
grave error. He aquí mis argumentos:

— Contrariamente a una opinión muy extendida, cantar


con la asamblea desde el micro, lejos de incitarla, la
invita a no cantar. Los grandes del mundo de la canción
lo saben: cuando quieren que el público participe y
cante, ellos callan.

— Cuando el animador canta desde el micro, la imagen sonora de la


asamblea queda falseada.
Se oye un vago murmullo acompañando la voz de un líder. ¿Es esto el Pueblo de
Dios?

— Si el animador canta desde el micro con la asamblea, ésta no podrá progresar,


quedará ahogada. El animador se convertirá inevitablemente en la boquilla vocal
sin la cual la asamblea no tiene voz.

— La Liturgia —y muy a menudo el canto— es diálogo en el que cada cual tiene


su papel (vocal). Entonces, y sólo entonces, la liturgia será viva.

— Si todos lo cantan todo, el "templo" se adormece de estrofa en estrofa. Es


entonces cuando el solista debe reanimar el canto y devolverle la vivacidad que ha
ido perdiendo poco a poco.

El animador no logrará su propósito si en el fondo busca inconscientemente una


seguridad cantando: por lo menos que haya uno que cante. En cambio, todo irá
mejor si él calla y busca únicamente mediante el gesto obtener lo que espera de la
asamblea.

— Para verificar si el canto ya está bien sabido hay que incitar a cantar, escuchar
y callar. Si todavía no —en .período de aprendizaje—, se debe tener cuidado con
las deformaciones (los casos son numerosos).

— Si el animador está convencido y actúa con decisión, sin vacilar, la asamblea


responderá sin titubeos. La naturaleza siente horror al vacío y la asamblea
también. Si el animador calla, quizá después de alguna vacilación un tanto
miedosa, se elevará un canto, no el del animador, sino aquel original e
irremplazable del Pueblo de Dios.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Algunas observaciones complementarias...

— Hablamos del canto con micrófono.


Estas observaciones son válidas también para el presidente de la celebración,
para el lector desde el ambón. Su deseo de cantar con la asamblea es totalmente
legítimo: pero que sepan retirarse del micro.

El principio aquí expuesto tiene una excepción: cuando el canto es nuevo,


totalmente desconocido por la asamblea, y, sobre todo, cuando no hay
acompañamiento musical. En estos casos el animador podrá cantar con la
asamblea, pero manteniendo una distancia del micro de unos 40 cms.

"Eglise qui chante" (noviembre 1989)


(publicado en Misa Dominical)
Actualidad Litúrgica Julio - Agosto 1990 pág. 10

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EL CANTO EN LOS DIFERENTES TIEMPOS


LITÚRGICOS
A través de todo el año litúrgico, la Iglesia celebra en diferentes momentos las distintas
etapas de nuestra historia de la salvación.

Cada tiempo litúrgico destaca algún punto específico de esta historia salvífica, y
obviamente, los cantos que acompañan ese tiempo también deben ayudar a destacar
esas mismas ideas. Así nos aseguramos que el canto se convierta en una agente de
catequesis para la asamblea.

EL CANTO LITURGICO EN ADVIENTO


El adviento es un tiempo relativamente corto; cuatro semanas en total. Por esta razón no
es conveniente cambiar totalmente de cantos cada año o cada domingo de adviento,
sobre todo pensando en parroquias y comunidades pequeñas.

Sí es bueno introducir cada año un canto nuevo y conservar los cantos de años anteriores
de modo que puedan convertirse con el paso del tiempo en “tradicionales”, es decir, en
“indicadores” de ese tiempo.

Aún cuando el comercio nos va llenando la cabeza con la idea de que “ya es navidad” –a
veces desde octubre-, la Iglesia tiene plena conciencia de que este tiempo aún no ha
empezado (la Navidad va del 25 de diciembre al 6 de enero). Por eso no se deben incluir
villancicos, sino cantos que hablen de la esperanza en la venida del Señor.

Las dos primeras semanas del Adviento hacen más énfasis en la segunda venida de
Cristo, la venida final que todos anhelamos (lo que llamamos parusía), y las semanas
tercera y cuarta vuelven sus ojos para recordar los elementos previos a su nacimiento en
Belén. Así también podemos buscar cantos que destaquen estas ideas clave (tal vez
asomar algún villancico bien buscado…)

Si al comenzar el adviento nos encontramos que en la celebración litúrgica se respira


novedad por la decoración del templo, el color de los ornamentos, la entronización del
leccionario, la corona de adviento, etc.; ¿Cómo no va a estar presente el canto en esta
novedad siendo parte integrante de la liturgia? La instrucción “Musicam Sacram” nos lo
recomienda vivamente:

“Se solemnizarán con el canto aquellas celebraciones a las que la liturgia concede un
relieve especial a lo largo del año litúrgico” (M.S. 44).

1.- La ambientación musical del templo.


Musicalmente podemos también ambientar el templo donde la comunidad se va a reunir.
Esta ambientación musical nos ayuda a crear un clima propicio, nos indica que no
entramos en un sitio vacío, sin vida, en una casa impersonal, anónima. Es nuestra casa,
la casa del pueblo de Dios y la música ambiental nos acoge.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

El adviento es tiempo de cierta sobriedad, que debe contrastar con la ornamentación


festiva y alegre propia de la navidad. Por eso el canto ha de expresar esta cierta
sobriedad, en cuanto al uso de los instrumentos; como nos lo aconseja el Ceremonial de
los Obispos:

“Utilícense con la moderación que conviene a este tiempo sin que se anticipe
la alegría plena de la navidad” (C.E. 236)

2.- Los cantos del ordinario.


En el Adviento hay un especial relieve de los cantos del Ordinario, recordando que se
suprime el gloria en este tiempo. Muchos de ellos expresan la dimensión escatológica del
adviento; por eso tenemos que hacer un esfuerzo mayor para cantarlos con total
expresividad, pues tienen resonancias y armónicos de gozosa expectación.

3.- Los cantos marianos en Adviento


La exhortación sobre el culto a María “Marialis cultus”, de Pablo VI, nos recuerda que el
adviento es el tiempo litúrgico donde debe brillar más la figura de la Santísima Virgen
María, porque ella es la puerta del cielo y la estrella del adviento; por ella nos viene el
Salvador; y por eso hay que destacar la figura de María en algunos momentos (sobre todo
en el cuarto domingo de adviento). Ella viene a librar al pueblo que tropieza.

Las celebraciones pueden terminar con un canto a la Virgen.

Saber escoger los cantos. Recordar que no son cuaresmales, es decir penitenciales. La
música sólo debería usarse para acompañar los cantos y si en algún caso se tocara
música instrumental que sea creadora de un ambiente de serenidad. Antes y después de
las celebraciones convendría una ambientación musical con cantos gregorianos de
Adviento o música de órgano que mantengan el ambiente discreto y recogido. NUNCA
VILLANCICOS. Hay que cuidar también en este tiempo el canto de entrada, el cual
deberá crear el ambiente de la celebración, cantos como: 'Ven, Señor no tardes', "Cielos,
lloved vuestra justicia", 'Esperando al Mesías' pueden ser muy oportunos. Este canto es
preferible repetirlo los cuatro domingos en vez de cambiarlo perdiendo el sentido creador
de atmósfera.

1. El Aleluya debería cantarse los domingos y mejor omitirse los días feriales.
2. Sería también oportuno cantar los cuatro domingos una misma respuesta para la
oración de los fieles, la cual podría ser: "Ven, Señor Jesús", "Ven, Señor no tardes
más", "Venga a nosotros tu reino". etc.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

EL CANTO LITURGICO EN NAVIDAD


El tiempo de navidad es un tiempo breve en su duración, pero repleto de festividades.
Comprende desde las primeras vísperas de la Natividad del Señor, el 24 de diciembre,
hasta las segundas vísperas del domingo en que se celebra el Bautismo del Señor. Es el
tiempo en que se da cumplimiento a las promesas del adviento.
En navidad cantamos el misterio de Dios hecho hombre por nosotros. Por tanto, las
eucaristías de este tiempo no se pueden reducir a meros villancicos. Debemos cantar
algo más que villancicos. Estos encontraran su momento en la eucaristía, pero no
sustituirán ni al salmo ni a los cantos del Ordinario. Y también debemos destacar, por
ejemplo, el himno del Gloria, que es el gran canto litúrgico de la navidad.
1.-El canto del Gloria
Es el gran canto litúrgico de la navidad. Conviene que se aprenda entero y sea cantado
por toda la asamblea como himno. Recordando que el Gloria que se ha de cantar es el
Gloria litúrgico y no el Gloria in excelsis Deo, canto nº 242 del Cantad Alegres a Dios,
que ni siquiera está colocado con los demás Glorias litúrgicos, pues es un villancico.

La Iglesia celebra la navidad siempre a la luz de la resurrección. Navidad es ya el inicio de


la redención salvífica. Por ello los textos en navidad nos hablan de una alegría
desbordante, de contemplar la victoria de nuestro Dios, de “aclamad al Señor tierra
entera”, de “alégrese el cielo y goce la tierra retumbe el mar y cuanto contiene”; el cielo y
la tierra se unen; Dios baja a la tierra y el hombre sube junto a Dios, etc. Esta es la alegría
desbordante de la navidad que alcanza a todos, al santo, al pecador, al gentil, al triste...

Esta teología de los textos de navidad nos dará la pauta y el contexto tanto para
componer música para la navidad como para seleccionar los cantos y villancicos cuya
letra vaya más en consonancia con lo que la Iglesia quiere celebrar.

Además, otro canto que hay que destacar es el Santus, que hace eco de la alegría
desbordante de los ángeles en el "Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. ¡¡Hosanna
en el cielo!

2.- El canto de los villancicos


El tiempo de navidad es un tiempo muy querido y entrañable para la Iglesia y para la
piedad popular, que lo ha expresado no sólo en la rica imaginería navideña, sino también
en su popular y folclórica música: el villancico. No es fácil en el villancico conjugar la
alegría juguetona y traviesa con la profundidad teológica y mistérica. “El villancico ha de
ser comprometido y tierno a la vez; no amargo ni contestatario, sino universal y
ecuménico.
Los villancicos tienen su lugar en la eucaristía en la presentación de las ofrendas, y al final
de la eucaristía, en la adoración de la imagen del Niño. Los villancicos para este momento
los podemos seleccionar con un criterio abierto y universal. (Debe hablar de lo que toda la
Iglesia celebra)”.

Si alguno se adapta, podría utilizarse también para el canto de entrada. No debemos


olvidar nunca los matices particulares que tienen los diversos días de este período, en su
mayor parte pueden ser acompañados por aquellos cantos que son parte de la música de

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

la Iglesia, (pero excluyamos los que no dicen nada a la fe sino que se quedan en los
elementos accesorios o los que, siendo tan regionales, traicionen la cultura propia.

EL CANTO LITURGICO EN EL TIEMPO ORDINARIO


Durante el tiempo ordinario, la Iglesia celebra el Misterio de Cristo y de la Iglesia en su
totalidad, y cada domingo nos habla de este acontecimiento maravilloso. La clave de
lectura (y de los cantos) de este tiempo es siempre el misterio de Cristo. La lectura
continua del Evangelio está en el centro de la Espiritualidad de este tiempo, y nos
propone la vida y las palabras de Jesús como norma de vida.

El misterio de Cristo en el tiempo ordinario significa tomar en serio el ser discípulos,


escuchar y seguir al Maestro en el vivir diario. Este tiempo es tiempo de crecimiento y
maduración, un tiempo en el cual Cristo quiere llegar a ser nuestro rey (último domingo
del año litúrgico).

La escogencia de los cantos en este tiempo debe hacerse con cuidado para no caer en la
repetitividad de los cantos, es decir cantar siempre lo mismo sin tener en cuenta la liturgia
de la palabra de ese domingo o día entre semana.

¡Algunos coros o animadores de cantos, piensan que preparar los cantos de la misa es
muy sencillo, es simplemente buscar qué vamos cantar y listo! Sin embargo, esto no es
así. Una verdadera elección de los cantos implica:

 una lectura seria y orante de la Palabra de Dios que se va a proclamar en la


celebración (para esto tenemos el calendario litúrgico).
 Tratar de encontrar el tema principal o temas principales que trata de regalarnos Dios
por su Palabra. Casi siempre el tema de la primera lectura es continuado en el
Evangelio.
 Hacer una lista de posibles cantos (2 por rito) que servirían para acompañar la
celebración. Podemos ayudarnos con la lista que ofrece “La Misa de cada día” o el
índice del “Cantad Alegres a Dios”.
 Escoger de la lista los cantos que verdaderamente se adaptan al sentido de la
celebración.

Ejemplo:
Domingo XX del tiempo Ordinario (20 de Agosto del 2006)
1 paso: leemos las lecturas y sacamos las ideas principales.
I Lectura: Prov. 9,1-6
Nos muestra a la sabiduría personificada: ha construido una casa, ha plantado siete
columnas, preparado un banquete. Hace una invitación a comer de su pan y beber de su
vino etc. Esta sabiduría se puede identificar en el Nuevo Testamento con Cristo.

Salmo 33
Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él -bis- (Puede cantarse)

II Lectura Ef. 5,15-20


Exhortaciones para no dejarse llevar por la presión de las costumbres paganas. Lo que
realmente es bueno es dejarse llenar del Espíritu.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Evangelio: Jn 6,51-58
Adherirse a Jesús no es sólo creer en él, es también comer su Carne y beber su Sangre.
No simbólicamente sino realmente. Sólo alimentados de Cristo podemos aspirar a tener
vida eterna, pues Él es el Pan de Vida que ha bajado del cielo.

2 paso: Ya tenemos algunas ideas de la liturgia de la Palabra. En concreto, vemos que el


tema de este domingo es el Pan de Vida, de allí que los cantos deben buscarse en esta
línea: cantos eucarísticos.
3 paso: vemos que cantos sugiere “La misa de cada día”:

Entrada:
Cantando la alegría de vivir (31)
Que bien todos unidos (160)
Ofrendas:
En torno a tus altares (189)
Cuando un niño con hambre (52)
Comunión:
Yo no soy nada (272)
Como el siervo que a las fuentes (37)
Envío:
Hemos de ser sinceros (98)

4 paso: hacer una lista con otras opciones:

Entrada:
La misa es una fiesta muy alegre (353)
Cantad alegres a Dios (30)
Ofrendas:
Esto que te doy (109)
Pan de vida te presentamos (314)
Comunión:
Yo soy el pan de vida (246)
Tu eres Señor el pan de vida (208)
Señor tu eres el pan (180)
Envío:
Id amigos por el mundo (105)
Den al Señor sus alabanzas (257)

5 paso: escoger las mejores opciones, según el tema de la liturgia.

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EL CANTO LITÚRGICO EN CUARESMA


La Cuaresma, como el Adviento, son tiempos litúrgicos no tan importantes como la
Pascua y la Navidad. Estas son centrales, nucleares en el año litúrgico, y vienen
precedidas cada una de su tiempo que las prepara: la Cuaresma es a la Pascua algo
parecido a lo que es el Adviento a la Navidad. Pero Adviento y Cuaresma son tiempos en
que las comunidades cristianas están psicológicamente más predispuestas a la
creatividad, a hacer cosas, a organizar algo. Por esta razón debemos aprovechar estas
disposiciones para mejorar y potenciar el canto.

1.- Tiempo de austeridad en el canto


La carta que publicó la Congregación para el Culto Divino, en 1988, sobre la “Preparación
y Celebración de las Fiestas Pascuales” entre otros aspectos que recuerda y aclara, tiene
muy presente el del canto.

Empieza afirmando que “los cantos de las celebraciones, especialmente de la Misa, pero
también los de los ejercicios piadosos, han de ser conformes al espíritu de este tiempo, y
corresponder lo más posible a los textos litúrgicos” (19). Cuando habla del Domingo de
Ramos recuerda que “durante la procesión los cantores y el pueblo cantan los cantos
indicados en el Misal Romano, como son el salmo 23 y el 46, y otros cantos apropiados
en honor de Cristo Rey” (32). Pero sobre todo al hablar del Triduo Pascual se preocupa
de que también se cuiden los cantos, como luego diremos.

Durante la Cuaresma tiene que cambiar nuestro repertorio. En el Tiempo Ordinario


cantamos el “Juntos como hermanos” o “Junto a ti al caer de la tarde”, pero en los tiempos
fuertes y fiestas los cantos deben ser nuevos, propios, casi exclusivos de este tiempo,
porque así es como ejercen su mejor influencia educativa, marcando los diversos tiempos
del Año.

Aquí sería bueno recordar las direcciones en que debe moverse el canto durante
Cuaresma. A la luz de estas claves teológico-espirituales cabría discernir los cantos que
ya existen, los que vale la pena seleccionar para nuestro repertorio y los que habrá que
componer para ayudar a las comunidades cristianas a expresar bien su fe y crecer en su
celebración más profunda de la Pascua.

No podemos olvidar que el tiempo de Cuaresma es un tiempo penitencial; tiempo de


austeridad, que se manifestará tanto en el ornato del templo como en el canto. Esta
austeridad hay que destacarla para que resalte más el gozo cuando se haga desbordante
en la Pascua. Por este motivo, desde el comienzo de la Cuaresma hasta la vigilia Pascual
queda prohibido adornar con flores el altar; no se recita ni se canta el gloria ni el aleluya
en ninguna celebración.

Durante la Cuaresma, por ejemplo, callan los instrumentos, no acompañan “festivamente”,


permitiéndose sólo para sostener el canto, como corresponde al carácter penitencial de
este tiempo; es decir, acompañan “prácticamente”. Así también el aleluya deja de
cantarse pues el silencio resulta una buena pedagogía, para que el Aleluya de la Noche
Pascual y el sonido de los instrumentos en Pascua destaquen su intensidad festiva. Es
indudable la eficacia psicológica del silencio con que empieza la celebración de la Muerte
del Señor el Viernes Santo, cuando normalmente buscamos la ambientación con un canto
de entrada.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Un detalle de la pedagogía maternal de la Iglesia es la excepción en todo este largo


recorrido en la austeridad: el cuarto domingo de Cuaresma, domingo laetare, se permiten
los instrumentos y el adorno discreto del altar con flores.

Como signo de austeridad no deberíamos cantar el canto final ni tampoco en el rito de la


paz, para resaltarlo más en Pascua como signo de la presencia del Resucitado. En
Cuaresma, como en cualquier tiempo, debemos cantar, pero no debemos cargar de
cantos la celebración. Demos oportunidades en este tiempo al silencio musical y a la
austeridad en el canto.
2.- Los textos de los cantos
Cuidar la letra (los contenidos) de un canto, así como su calidad musical, su adaptación al
momento de la celebración, al tiempo litúrgico y a la comunidad concreta, son aspectos
importantes, no indiferentes. De ellos puede depender en buena medida la eficacia
espiritual de la Cuaresma como preparación a la Pascua.

Los grandes temas que deben aparecer en los textos de Cuaresma reflejan las distintas
directrices de la Cuaresma actual. Los cantos con el tema del pecado y el perdón son
abundantes. Es una directriz que se ha desarrollado bastante, pero en Cuaresma
tenemos que cantar algo más que el pecado y el perdón.

Otros temas cuaresmales los encontramos en las lecturas, las oraciones, las Plegarias
Eucarísticas, los sacramentos de este tiempo: el paso de la enfermedad a la salud, de la
oscuridad a la luz, de la debilidad a la fortaleza, de la tentación y el pecado a la gracia y la
victoria. De la muerte a la vida. Experimentando en nuestra existencia este mismo paso
Pascual de Cristo Jesús.

Esto es lo que fundamentalmente deberían reflejar también los cantos de la Cuaresma y


la Pascua: nuestra incorporación a la Pascua de Jesús.

Ahora bien, el proceso de Pascua recibe expresiones muy variadas y complementarias.


La primera es la negativa: la experiencia que todos tenemos de ser débiles y de que
existe el pecado en nosotros, en la comunidad eclesial y en el mundo. No todo en
nosotros es ya Pascua o evangelio. Hay muchas cosas que son anticristo. Como también
hay estructuras, en nuestro mundo, que se pueden considerar estructuras de pecado.

La Pascua de Jesús, el paso del Señor, debe estar siempre en el horizonte de nuestros
cantos. El tema del éxodo, por lo que tiene de movimiento, de dinamismo. El prójimo, la
solidaridad con los necesitados, como apertura a los hermanos; la escucha atenta y
meditativa de la Palabra como apertura a Dios.

Otros temas son el desierto, con su travesía y su experiencia de libertad; la montaña


sagrada, con su escala para llegar a la Pascua; los sacramentos Pascuales: el recuerdo
vivo de nuestro bautismo; el agua (la mujer samaritana), la luz (el ciego de nacimiento), la
vida (la resurrección de Lázaro). Todos estos temas nos señalan la dirección catecumenal
de la Cuaresma. La conversión, la alianza nueva, la renovación bautismal, etc.

Es lógico que la Cuaresma la empecemos escuchando la frase con que el sacerdote nos
pone la ceniza: “conviértete y cree en el Evangelio”. Cuaresma de pecadores.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Otra actitud, quizá la primera, actitud que debería reflejarse en los cantos es la de
sentirnos y reconocernos débiles. Comunidad de pecadores, que necesitan la salvación.
Los que son ricos no piden. Los que lo saben todo no preguntan. Los que se creen
santos no piden perdón. Pero nosotros nos sentimos pecadores.

Esta actitud debe ir unida a otra muy importante: la de conversión. Las tres direcciones en
que esto se concreta tradicionalmente, a modo de prácticas cuaresmales, son el ayuno
(control de sí), la oración (apertura a Dios) y la caridad (apertura al prójimo). Un ayuno
que no ha pasado de moda: el cristiano tiene que seguir diciendo a veces “no”, para lograr
ser libre y recordarse a sí mismo que lo material no es lo absoluto. Una oración que no
sólo es decir oraciones, sino abrirse a Dios. Una caridad que no es sólo limosna, sino
solidaridad y apertura al prójimo.

Además de los símbolos que acabamos de nombrar -agua, luz y vida- se habla del
hombre viejo que deja paso al hombre nuevo, de los cristianos revestidos de Cristo, del
grano de trigo que tiene que morir para dar fruto, y se ponen en juego simbolismos como
el de la ceniza o el fuego, los cirios que participan de la luz del Cirio de Cristo, etc.

3. Los cantos en la Eucaristía cuaresmal


Unas breves sugerencias sobre el recorrido de los cantos de la Eucaristía en el tiempo de
Cuaresma.

El canto de entrada debería ser más bien de tono penitencial en las cuatro primeras
semanas, y en las últimas más centrado en la redención de Cristo y la Cruz. Por ejemplo,
sería bueno cantar una o dos estrofas del canto “Danos, un corazón” (u otro canto), y
volver a cantar otra estrofa como acto penitencial, dando así unidad a todo el rito de
entrada. ¿Qué mejor cosa podemos pedir, cantando, a Dios, que el que nos dé un
corazón nuevo?

Cabe también cantar las letanías de los santos como canto de entrada en los domingos
de Cuaresma. Durante la procesión se inicia el canto de las letanías, eligiendo los santos
más significativos. Se interrumpe para el saludo del presidente y una breve monición, y
luego se sigue con las invocaciones penitenciales que hay en las mismas letanías, para
concluir todo con la oración colecta del día. Esta iniciativa, además de dar mayor variedad
al modo de comenzar la celebración, proporciona la ocasión de invocar a los santos, lo
que hace bien a una comunidad cristiana: los santos, con la Virgen al frente, son los que
han celebrado mejor la Pascua del Señor, son los mejores frutos de la Pascua de Cristo,
los que nos han demostrado que vivir el evangelio es posible desde todas las condiciones
de la vida.
El salmo responsorial debe ser el propio. Es bueno aprovechar los del Libro del
Salmista, conscientes de la importancia meditativa de este salmo y la respuesta cantada
por parte del pueblo.

En torno al Evangelio hay una doble serie de aclamaciones. Antes de la lectura, como en
Cuaresma no se canta el Aleluya, es la ocasión para dar a esa pequeña aclamación el
tono de alabanza al Cristo que nos va a hablar. Por poco que se pueda, sería bueno
ensayar las que el Libro del Salmista pone como propias de cada día, y si no puede ser,
recurrir a las aclamaciones más comunes: “Tu Palabra me da vida”, “Señor, tú tienes
palabras de vida eterna”, que se convertirían en específicas del tiempo Cuaresmal.

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Para después del evangelio están las aclamaciones normales, pero con canto: “Palabra
del Señor. Gloria y honor a ti, Señor Jesús”.

La respuesta (a ser posible cantada) a la oración Universal en Cuaresma podría ser más
distintiva de este tiempo. Si siempre se canta “Te rogamos, óyenos”, “Te lo pedimos,
Señor”, en este tiempo podría ser “Kyrie, eleison”, con músicas gregorianas sencillas.

La aclamación memorial, después del relato de la institución, podría ser para todo el
tiempo de Cuaresma-Pascua: “Cristo se entregó por nosotros. Por tu Cruz y Resurrección
nos has salvado, Señor”.

En Cuaresma es bueno que se cante siempre el Cordero de Dios durante la fracción del
Pan, que debería ser prolongada, como pide el Misal, comulgando siempre del pan
partido en la misma celebración.

El canto de comunión podría ser más austero: centrado en el Cristo que nos redime, que
quiere ser nuestro alimento en el camino para la Pascua.

EL CANTO LITÚRGICO EN SEMANA SANTA Y


TRIDUO PASCUAL
La Congregación para el Culto Divino publicó el 16 de enero de 1988 el documento La
preparación y celebración de las fiestas Pascuales (PFP) con un objetivo claro: “recordar
algunos aspectos doctrinales y pastorales..., en orden a mejorar la celebración de los
misterios de la redención y favorecer la participación más fructuosa de los fieles a las
mismas” (PFP 5).

1.- DOMINGO DE RAMOS


La Semana Santa comienza con el domingo de Ramos en la Pasión del Señor en
Jerusalén.

“Durante la procesión los cantores y el pueblo cantan los cantos indicados en el Misal
Romano, como son el salmo 23 y el 46, otros cantos apropiados en honor de Cristo Rey”
(PFP 32). Escoger cantos apropiados para este día es una tarea pastoral muy importante
ya que a través del canto vamos a favorecer el que todos sintonicen con el misterio que
celebramos.

Es un buen modelo de cómo deberían cuidarse los cantos “propios” de cada tiempo o
fiesta, para dar a su celebración la máxima expresividad y profundidad posible.

Pero también pide que “no se omitan con facilidad los textos litúrgicos de los cantos para
la participación del pueblo” y que sus traducciones tengan melodías apropiadas.
“Prepárese un repertorio propio para estas celebraciones, a ser utilizado únicamente en
las mismas”. O sea, que no se resuelvan estas celebraciones tan específicas de la Sema-
na Santa con cantos “comunes”, sino con “propios”, los más cercanos posible al texto que
los libros litúrgicos proponen.

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Cantos recomendados para la procesión:


Anunciaremos tu Reino Señor nº 16 Cantad Alegres a Dios
Camina Pueblo de Dios nº 27
Juntos como hermanos nº 111B
Que alegría cuando me dijeron nº 159
Tu reinarás nº 210
Tu Reino es vida nº 211
Vienen con Alegría nº 236

Para la Eucaristía se entonan los cantos de Cuaresma

2.- JUEVES SANTO


2.1- Misa Crismal

La Misa Crismal tiene dos aspectos de gran utilidad pedagógica para nuestros cristianos.
Por un lado, el obispo consagra el Crisma y bendice los Óleos para los distintos
sacramentos, dentro de la eucaristía. Por otro lado, esta eucaristía es como una
manifestación de la comunión existente entre el obispo y sus presbíteros en el único y
mismo sacerdocio y ministerio de Cristo (P.O. 7).
2.2- Misa Vespertina: En la Cena del Señor.
La misa vespertina en la Cena del Señor no es ni más ni menos que una eucaristía,
celebrada con toda dignidad, autenticidad y emotividad por celebrarse en la noche en que
fue entregado nuestro Señor. Pero la eucaristía central en el Triduo Pascual es la Vigilia
Pascual.

El canto nos ayudará a celebrar con mayor autenticidad y sentido.


Los cantos que hay que tener en consideración.
1-Canto de Entrada.
2-Gloria (se canta con una adecuada y oportuna monición)
3-Lavatorio de los pies
4-Procesión de los dones
5-Canto de Comunión
6-Traslado del Santísimo al lugar de la reserva.
Cantos recomendados para la Eucaristía y la Vigilia:

Cantos Eucarísticos, de adoración y de la caridad o amor.


Ver índice del Cantad Alegres a Dios. CANTOS CATÓLICOS Y NO DE OTRAS
DENOMINACIONES.
3.- VIERNES SANTO
Es un día para contemplar en silencio la muerte del Señor y por eso los cantos no se usan
o por lo menos con mucha austeridad. Este día está completamente centrado en la cruz.
La comunidad cristiana proclama la pasión del Señor y ejercita su función sacerdotal
rogando por todos los hombres, adora la cruz y comulga de la reserva del día anterior.
En la celebración de la pasión del Señor, “el sacerdote y sus ministros se dirigen en
silencio al altar sin canto alguno” (PFP 65). La pasión según san Juan se canta o se
proclama.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Para la adoración de la cruz úsese una única cruz, tal como lo requiere la verdad del
signo. Durante la adoración, cántense las antífonas, los “improperios” y el himno Oh cruz
fiel, que evocan con lirismo la historia de la salvación, o bien otros cantos apropiados.
- la oración universal del Viernes Santo sobre todo la aclamación de respuesta del
pueblo,
- los cantos de la ostensión y la adoración de la Cruz (“Mirad el árbol de la Cruz”,
etc.),
La comunión puede ser en silencio para que el signo sea más expresivo.
EL USO DE INSTRUMENTOS MUSICALES DEBERÍA SER NULO ESTE DÍA.
4.- SÁBADO SANTO
Durante el Sábado Santo -hasta la Vigilia- la Iglesia permanece junto al sepulcro del
Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso al lugar de los muertos, y esperando
en la oración y en el ayuno su resurrección.
Es un día de silencio, lleno de oración, esperanza y gozosa expectativa. Día de serenidad,
recogimiento, sosiego y sobriedad. Todo el peso espiritual de este día recae en la Liturgia
de las Horas.
- En la Vigilia Pascual, se cantan las aclamaciones en torno al Cirio Pascual y al pregón,
las respuestas a los salmos responsoriales -como mínimo-, el Aleluya, las letanías de lo
santos -si hay bautizos- y la aclamación que sigue a la bendición del agua, así como los
cantos que acompañan a la aspersión con el agua (que también podrían servir para
cuando los domingos la Eucaristía se inicia con esta aspersión).

También en otros momentos se pide que haya melodías oportunamente publicadas: el


pregón Pascual y la bendición del agua bautismal.

EL CANTO LITÚRGICO EN PASCUA


1.-Nota Introductoria.
Si la cuaresma era un tiempo de austeridad y silencio musical, la pascua es el tiempo de
realce musical, de abundancia y florecimiento del canto. Es un tiempo de alegría y de
gozo para entonar cantos de fiesta en honor de Cristo resucitado.

En pascua tenemos que conseguir que la liturgia, en su conjunto, suene y resuene como
una gran obra sinfónica: la sinfonía de la nueva creación en Cristo, afinados y vibrantes
todos sus instrumentos.

Una de las actividades principales de la comunidad cristiana durante el tiempo pascual es


el canto al Señor resucitado, vivo y glorioso “Sólo el hombre nuevo puede cantar el
cántico nuevo” (san Agustín). La pascua es la Fiesta de las fiestas y “Cristo resucitado -
nos dice san Atanasio - viene a animar una gran fiesta en lo más íntimo del hombre”.

La palabra clave es ¡Aleluya!

No podemos olvidar ni separar de la pascua los cantos al Espíritu Santo, pues


Pentecostés no es una fiesta aparte. Es la plenitud y el cumplimiento de lo inaugurado en
la noche de pascua: el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Es el culmen
de la pascua.

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2.- El canto en la Vigilia Pascual.


Durante la Vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los
sacramentos de la iniciación cristiana.

La Vigilia pascual, “la madre de todas las santas vigilias” (san Agustín), es una noche de
vela de la comunidad en honor del Señor. Con ser la noche más importante del año, no es
muy popular, aunque poco a poco la comunidad cristiana se va centrando en esta noche.

2.1-Cantos propios de la Vigilia.

A- El canto del Lucernario


La proclamación de “Luz de Cristo” que puede ser cantada y rearfirmada por la respuesta
de los fieles “Demos gracias a Dios” en el camino al templo, integra el sentimiento
comunitario a través de la marcha.

B-El canto del Pregón


El cantor del pregón, además de ensayarlo bien, es preciso que sienta su contenido y lo
exprese vibrando con el texto y el sentido al pueblo, el cual participará con las respuestas
que le son propias y que hacen más cercano el sentido final de este hermoso poema.
3- El canto de los Salmos en la noche pascual.
En la noche pascual se da un gran diálogo entre Dios y su pueblo. Dios habla a su pueblo
por medio de las lecturas y su pueblo le responde con los salmos y las oraciones.

El ideal está fijado en cantar todos los salmos enteros. Cuando esto no es posible
podemos cantar al menos las antífonas.

 I lectura: Salmo 103. nº 140 “Oh Señor envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra”
 II lectura: Salmo 15. nº 270 o la siguiente respuesta: “Protégeme Dios mío me refugio
en ti. Protégeme Dios mío me refugio en ti”
 III lectura: Salmo Ex15, 1-6.17-18 Nº 338 o la siguiente respuesta: “Cantemos al Señor,
sublime es su victoria. Cantemos al Señor, sublime es su victoria”
 IV lectura: Salmo 29. Cantar la siguiente respuesta: “Te ensalzaré, Señor, porque me
has librado. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”
 V lectura: Salmo Is 12,2-6. Cantar la siguiente respuesta: “Sacaréis aguas con gozo de
las fuentes de la salvación”.
 VI lectura: Salmo 18. nº 209 “Tu Palabra me da vida” o cantar la siguiente
respuesta:“Señor tu tienes palabras, palabras de vida eterna”
 VII lectura: Salmo 41. Se puede cantar la primera estrofa y el estribillo del canto nº36,
como respuesta del salmo: “Como el siervo al agua va, vamos hacia ti Señor...”
 VIII lectura: Salmo 117. nº 86 “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra
alegría...”

4- El gloria.
Se entona con toda la solemnidad y la alegría de Cristo resucitado, después de la séptima
lectura con su salmo.

5- El canto del aleluya

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Este canto es distintivo de todas las celebraciones pascuales. En la Vigilia Pascual se


toma como aleluya antes del Evangelio, el salmo 117 que se canta luego de la octava
lectura.

6- Liturgia Bautismal.
Si esta noche hay bautizos, entonces se deben preparar cantos para el momento del rito:

Letanías de los Santos y otros: eje. nº 310: “Hay que nacer del agua”

7- Los demás cantos son como en el ordinario.


No hay que olvidar que esta noche es factible el canto de la Paz con todo su sentido en
medio de la esperanza y en gozo pascual.

8- El canto del “Regina Coeli”


Es un canto pascual, de tinte mariano, que asocia la figura maternal de la Virgen el plan
Redentor de su Hijo.

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DUDAS SOBRE LA MÚSICA LITÚRGICA


1) ¿Que es la Música Litúrgica?

La música Litúrgica, como su nombre lo dice, es la música que utilizamos dentro de las
celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia; Misa de Domingo, funerales, bodas,
confirmaciones ó bautismos. La Liturgia Católica es una Liturgia musical. La asamblea de
creyentes tiene un papel central en el canto de la Liturgia. La gente canta textos de la
Palabra de Dios y textos de los rituales de la Liturgia.

El papel más importante de los coros o cantores es el


de ayudar a la asamblea de creyentes a participar de
lleno en la Liturgia en forma activa y consciente. El
canto en la Liturgia y sus ritos es una dimensión
normal de cada experiencia de oración en la
asamblea. Es muy importante que la gente
cante porque la acción de cantar la liturgia forma
cristianos. Cuando la comunidad canta, ésta expresa y profundiza su fe.

La música Litúrgica realza los textos y rituales de la liturgia y mueve a la asamblea a la


unidad. Abandonamos el individualismo para unirnos en una comunidad de creyentes
cantándole a Dios. Escogemos música que ayuda a la comunidad a cantar su fe en
unidad. Por lo tanto, debemos re-evaluar la utilización de cualquier canto que no cumple
completamente con la misión de mover a la asamblea a cantar en unidad y fe.

2) ¿Por qué el Vaticano II enfatizó que la gente debe cantar?

Citando 1 Pedro 2,9, el Concilio Vaticano II afirmó que el Pueblo


de Dios debe participar completa, consciente y activamente en la
Liturgia. El Concilio ordena a los Pastores de la Iglesia a hacer la
participación activa en la liturgia la meta prioritaria frente a todas
las otras metas. Cuando la asamblea de creyentes canta la
liturgia, esta está participando activamente en la liturgia y
expresando su fe. Expresar la fe, la profundiza.

En los años anteriores al Concilio Vaticano II, el pueblo no


cantaba ni respondía durante la Santa Misa. El pueblo era espectador pasivo que veía al
sacerdote y a los servidores hacer la liturgia y llevar a cabo los responsorios y
aclamaciones. Sólo el coro cantaba. La gente escuchaba. Sólo los Sacerdotes y diáconos
podían proclamar la Santa Escritura. Los catequistas instruían a los católicos a venir a oír
Misa. La gente entendía que 'ministerio' era algo reservado para los sacerdotes,
hermanos y hermanas religiosas. Estas prácticas, consecuentemente limitaban al pueblo
en su noción de responsabilidad personal de llevar el reino de justicia a su vida diaria.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Los pastores de nuestra Iglesia entendieron que el pasivismo en el canto y las respuestas
era algo más apropiado para un salón de conciertos y no para una asamblea de creyentes
expresando y profundizando su fe como comunidad.

Después del Concilio Vaticano II, hemos visto que la participación activa en una
celebración litúrgica bien planeada tiene el poder de formar a la persona en su fe y
fortalecerle para evangelizar a la sociedad. La participación activa puede convencer al
pueblo de Dios de que el ministerio es también su misión
El propósito del canto en la liturgia es el proclamar el mensaje y expresar sentimientos
humanos. Cantamos los ritos, respondemos, proclamamos la Palabra de Dios y
compartimos en el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo. El presidente nos envía a
continuar nuestro ministerio en el mundo como Cuerpo de Cristo. Somos los ministros
responsables de construir el reino en el mundo. Salimos a evangelizar.

3) ¿Cuál es la diferencia entre los términos "música sacra" y


"música litúrgica"?

Ambos términos "música sacra" y música


litúrgica" se refieren a la música utilizada dentro
de la liturgia. Lo que estos dos términos
diferentes indican es el cambio en la forma en
que la iglesia se refería a la música para la
liturgia antes del Concilio Vaticano II y como se
refiere después de éste.

Durante los primeros tres siglos de la Iglesia,


los Pastores de la iglesia enseñaban que la
música es sirviente de la religión. La música
para la liturgia era llamada "música sacra." La
música era sacra sólo cuando ésta abría las
mentes de los creyentes a las enseñanzas cristianas y preparaba sus corazones para la
vivencia de lo sagrado. Es por esto que la música instrumental estaba prohibida en las
iglesias, pues al carecer ésta de un texto de reflexión, no podía convertir los corazones de
los creyentes.

Cuando la Iglesia se estableció en Roma, entre los siglos VI (seis) y IX (nueve), definió
como sagrada la música que se utilizaba en la liturgia y como profana la música popular.
Con la ayuda de investigaciones y recursos de los Benedictinos, el Papa Gregorio I
organizó la liturgia en el siglo VI, asignando cantos propios a los textos de la liturgia
durante el año litúrgico. Los compositores europeos de la iglesia del mundo conocido
escribieron cantos simples para los salmos, cánticos, e himnos de la liturgia y la Sagrada
Escritura.

Más tarde el Papa Pío X (1903 - 1914) reunió a los oficiales de la Iglesia para delinear la
forma en que los compositores pudiesen escribir e implementar música para la liturgia.
Los compositores de música sacra debían ser aprobados por Roma y la lista original
estaba constituida por compositores europeos solamente. Con esta forma de control,
Roma desarrolló un sistema de criterios y estándares que les permitía juzgar
objetivamente la naturaleza sacra o profana de la música.

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En el siglo pasado el Concilio Vaticano II produjo el documento 'Constitución de la Liturgia


Sagrada' (Diciembre 4, 1963) Este documento menciona: "para promover la participación
activa, la gente debe ser motivada a tomar parte en la celebración por medio de
aclamaciones, respuestas, salmodia, antífonas y cantos, así como por medio de acciones,
gestos y presencia" (CLS 30). Con esto la asamblea reemplazó al coro como cantantes
principales en la liturgia.

Esta nueva perspectiva y la celebración de la liturgia en el lenguaje de la gente ampliaron


nuestra idea de la música litúrgica. Los pastores de la Iglesia estaban convencidos que el
texto cantado puede activar una conversión más profunda en el corazón de las personas
al cantar estas en su propio idioma en vez de Latín, el único lenguaje permitido hasta ese
tiempo. Como resultado, el canto en el idioma vernáculo paso a ser esencial en la liturgia.

El documento también abrazó la opción de que la música fuese hecha por la gente de las
varias culturas en el mundo. Roma no controlaría ya más una lista de compositores
aprobados de música litúrgica. Como resultado, la música católica se convirtió en música
multicultural

4) ¿Cuál es la función del Cantor?

El Cantor es un facilitador y un instructor. El


cantor anima a la asamblea a cantar y tiene la
capacidad de enseñarles música nueva. El
cantor actúa cuando no hay coro que guíe a la
asamblea a cantar en la liturgia. El Cantor
enfoca su atención en la gente para asegurar
que ésta cante.

Aunque el salmista, que tiene la función de


cantar los versos del Salmo responsorial y la
antífona de la comunión, tiene un papel diferente al del Cantor, estas dos funciones se
ven frecuentemente combinadas en una sola persona, el Cantor.

El Cantor o Salmista canta los versos de los salmos en forma tal que cada palabra es
escuchada claramente. El cantor tiene la responsabilidad de utilizar la Biblia y otros
recursos de estudio para conocer los antecedentes históricos de cada salmo para que, al
cantarlo, sepa quien lo cantaba en tiempos bíblicos y porqué razón. Un cantor debe estar
bien preparado; es un ministro que presenta un salmo después de haberlo orado,
estudiado su lugar en la tradición y estudiado cada matiz de su utilización musical. Este
método toma tiempo y permite al cantor interiorizar el salmo. Cuando finalmente el salmo
es cantado, el Cantor lo hace desde dentro de su corazón.

El Cantor debe resistir la tentación de atraer la atención hacia sus habilidades musicales.
La música en la liturgia es una actividad comunal, no individual. En su lugar, estas
capacidades, el resultado del talento y trabajo duro, son entregadas a la comunidad y la
liturgia como una avenida para acercarnos a la presencia de Dios. Aunque la comunidad
puede y debiera apreciar las habilidades del cantor, esas habilidades son utilizadas a su
máximo para ayudar a la asamblea a participar activamente ya cantar a toda voz. El

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cantor debe entender la importancia de la participación activa de la asamblea para llevarla


al centro del culto a Dios.
Para lograr el canto de la asamblea el Cantor es un animador que utiliza gestos para
indicar la entrada a la asamblea. Su cara expresa un envolvimiento participación
entusiasta en el canto. Si se utiliza un sistema de sonido, el Cantor debe ser cuidadoso de
no hacer que su voz sea el sonido dominante en la asamblea. El cantor puede guiar a la
asamblea en la primera frase o verso de un canto conocido, pero se alejará del micrófono
para que los instrumentos acompañen las voces del coro principal, la asamblea. La voz
del Cantor no debe ser amplificada todo el tiempo. Las personas en la asamblea deben
oírse a si mismas cantar sin la voz del cantor dominando la asamblea.

En el caso de haber un organista o pianista que acompaña a la asamblea, éste debiera


guiar a la asamblea sólo con el instrumento y no tomar, si no es necesario, el papel del
cantor de guiar también con la voz.

La Constitución de la Sagrada Liturgia aclara que cada persona, ministro o laico, que tiene
un oficio dentro de la liturgia, debe hacer todas, pero solamente, las partes que le
corresponden a ese oficio en particular, de acuerdo con la naturaleza de el ritual y los
principios de la liturgia (CSL 28). El sacerdote no proclama la primera y segunda lecturas
o el salmo, y así mismo, el cantor no toca el instrumento.

Cuando hay un coro, la función del coro, como grupo, es muy similar a la del cantor.

5) ¿Cuál es la función del Director Litúrgico de Coro?

Un director litúrgico conoce por experiencia la oración católica y


la celebración de festividades y temporadas del año litúrgico.
Esta persona debiera tener un profundo amor por la misión de
Jesús, quien le encarga a promover esa misión en cada aspecto
de la vida y ministerio de la persona.

La meta de los músicos litúrgicos es la participación completa,


consiente y activa de cada católico en la liturgia. Recordemos
que la asamblea completa ejerce un ministerio de música. Esto
es logrado a través del diálogo de oración cantada entre la gente, el dirigente y el coro o
cantor. El coro principal es la asamblea que canta la liturgia. El director se preocupa si hay
tan sólo una persona en la asamblea que no esté cantando.
El director convoca cantantes de fe a hacer un coro que expresan su fe al ministrar. El
director escoge música litúrgica integra y bien hecha que ayude al coro a expresar la
profundidad y belleza de su fe. Al mismo tiempo, el director lleva a cabo una formación
constante musical y catequética para los miembros del coro.

El director litúrgico se diferencia de un director de un coro en una escuela o universidad


porque su enfoque es único. Un director litúrgico de coro trabaja con música para ayudar
a la asamblea a cantar el rito en la liturgia lo cual levanta los corazones de los creyentes y
los mueve a la conversión y a la misión.

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6) ¿Cuál es la función del Coro?

El coro es un grupo de discípulos que son


músicos. Su meta es avivar la fe de cada persona en la asamblea al mover a cada uno a
cantar y expresar su fe. El coro apoya y anima el canto de la asamblea

El miembro del coro es primero un discípulo y después un ministro. El músico pertenece


primero que todo a la asamblea; es un devoto y es un ministro que comparte su fe, sirve
en la comunidad, y expresa el amor de Dios a través de la música.

Un coro litúrgico está más preocupado en establecer un diálogo musical entre sí, la
asamblea y el presidente de la liturgia. Esta preocupación será mayor que el deseo de
actuar frente la asamblea.

El coro actúa como un grupo de cantores para introducir música nueva, para enseñar a la
asamblea como participar activamente en la liturgia, y para animar a la asamblea a cantar.

7) ¿Por qué es el órgano el principal instrumento en la liturgia?


¿O realmente lo es?

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El instrumento principal en la liturgia es la voz de la asamblea (la gente, el sacerdote, el


coro, el cantor y todos los otros ministros). El órgano puede sostener la nota, la melodía y
el ritmo de los cantos o aclamaciones. Puede guiar y acompañar a la asamblea en su
cantar en la liturgia.

En tiempos antiguos de la Iglesia, el órgano se utilizaba fuera de la Iglesia. La música


dentro de la liturgia era solamente vocal. Después que el Papa Gregorio VI revisó los
cantos en el siglo VI, la Iglesia empezó a aceptar gradualmente el órgano en la liturgia en
los siglos VIII y IX para acompañar los cantos. La Iglesia fue utilizando el órgano y otros
instrumentos para hacer que el canto Gregoriano sonara más bello. Sólo los instrumentos
aprobados por Roma podían se utilizados en la liturgia. Aunque la Iglesia aceptó
gradualmente el órgano, no aceptaba originalmente algunos instrumentos de percusión.
Estos instrumentos eran considerados por la Iglesia instrumentos seculares, no sacros.
Conforme la fe se fue esparciendo a otras tierras este juicio debe haber sido extraño para
otras culturas en las cuales los instrumentos de percusión eran considerados sagrados.

Debido a la naturaleza universal de la Iglesia en el mundo, y su apertura gradual a otras


culturas, la apertura a otros instrumentos para la liturgia fue cambiando. El criterio para
instrumentos litúrgicos se amplió a aceptar los que el obispo local considerara apropiados.

Aunque el órgano se considera muy apropiado para la liturgia ya no es el único


instrumento capaz de levantar los corazones de los fieles o de facilitar su participación.

8) ¿Cuáles otros instrumentos son apropiados para


acompañar a la feligresía durante la liturgia?
Aunque la Constitución de la Sagrada Liturgia considera el órgano
altamente apropiado otros instrumentos pueden utilizarse también en la
liturgia.

Podemos utilizar clarinete, flauta, oboe, trompeta, tuba, trombón,


saxofón, violín, guitarra, arpa e instrumentos de percusión, para nombrar
algunos. Los instrumentos, así como los músicos, deben ayudar a la
asamblea a cantar la liturgia. Cuando la liturgia se detiene o el canto de
la asamblea es interrumpido por la utilización de un instrumento en
particular, dicho instrumento es inapropiado.
Se puede utilizar un instrumento o un grupo de instrumentos para la
liturgia. Sin embargo, se debe tener siempre presente que lo más importante en la liturgia
no es la instrumentalización. Si se puede lograr una buena instrumentalización pero esto
hace difícil el canto de la asamblea, se esta interrumpiendo la liturgia y deben hacerse
cambios inmediatamente.
Siempre es importante que quienes tocan cualquier instrumento durante la liturgia
busquen una constante superación en sus técnicas y capacidad musical, pero nunca para
llegar a opacar o sobresalir ante el canto de la asamblea, sino para embellecerlo cada vez
más.

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9) ¿Cómo podemos lograr que la asamblea


cante con gusto y bien?

Para lograr que una asamblea cante hace falta establecer un repertorio de música
litúrgica que le guste a la gente. Estos cantos deben ser repetidos durante las temporadas
litúrgicas del año. Un repertorio sólido da forma e instruye a la asamblea que le gusta
cantar en una espiritualidad cristiana.

El repertorio de la parroquia debe empezarse con una planeación cuidadosa. Un ministro


de música debe ser delegado con la responsabilidad de seleccionar y formar el repertorio
de la asamblea en tal forma que la asamblea pueda cantar cantos apropiados para cada
temporada del año litúrgico. Muchas veces se ve que no se le da la importancia necesaria
a esta necesidad. El repertorio litúrgico de la parroquia forma la espiritualidad católica. Si
el repertorio es débil o no existente esto puede deformar espiritualmente a la asamblea.
La asamblea necesita a un músico competente y principalmente fervoroso que entienda
los rituales de la liturgia y escoja la música apropiada para cada uno de estos de acuerdo
con la temporada litúrgica. Este músico debiera tener la capacidad de estudiar, enseñar y
dirigir la música litúrgica de modo que pueda llevar a la asamblea al centro de la
adoración para cantar la liturgia.

Por lo menos una parte de la asamblea debe tener acceso al texto y la música. La
utilización de himnarios es recomendable cuando sea posible para unificar a la asamblea.
También es una buena práctica el planear música que la gente pueda aprender de
memoria.

La parroquia necesita la utilización de instrumentos de buena calidad sonora,


debidamente afinados y acompañando al coro y a la asamblea desde un lugar apropiado
en la asamblea. Los músicos deben capacitarse constantemente en el manejo de su
instrumento para embellecer el canto de la asamblea.

10) ¿Cómo se puede organizar


un repertorio
litúrgico para la parroquia?
El encargado de la Pastoral Litúrgica debe
tener una reunión con todos los coros y

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cantores para planear el año litúrgico por llegar. Juntos pueden hacer una lista de los
cantos, himnos y aclamaciones que la asamblea canta bien. La meta es tener un
repertorio utilizado por todos y así evitar que cada Misa tenga un repertorio diferente. El
repertorio puede ser lo suficientemente extenso para que cada Misa no sea una replica de
la anterior en cuanto a la selección de cantos, pero que todos los cantos utilizados en
varias Misas de un sólo día tengan una verdadera unificación en tema. Trabajando juntos
el director ayuda a acordar lo siguiente:

1. Un esbozo del año litúrgico completo: Adviento, Navidad, tiempo Ordinario de invierno,
Cuaresma, Triduo Pascual, Pascua (incluyendo Pentecostés) y tiempo Ordinario de
verano.

2. Hacer una lista de alrededor de seis cantos que la asamblea ya conoce para cada
temporada. Lo mejor es escoger los más conocidos en todas las Misas de la parroquia.
Incluir seis cantos procesionales o convocatorios, (cantos de entrada), que la gente sepa
ya de memoria y los cante regularmente.

3. Para las aclamaciones de la oración eucarística, escoger unos tres Santos,


Aclamaciones Memoriales y varios Amen. Tratar de que la aclamación memorial y el
amén sean en el mismo tono para utilizarlos juntos. Hay que tomar suficiente tiempo para
enseñar a la asamblea cualquier nueva versión de estas oraciones cantadas. Aunque
parezca aburrido para los miembros del coro, no hay nada de malo en el utilizar las
mismas oraciones durante todo el año si es necesario para que la asamblea las aprenda y
las cante. Lo mismo se debe aplicar para el Cordero de Dios cantado.

El crear un repertorio como el mencionado arriba le da a la asamblea un repertorio lo


suficientemente extenso para el año litúrgico. Se debe permitir el tiempo necesario para
que la asamblea lo domine. El hecho de que la asamblea completa sepa un canto
determinado no es señal de que ya hay que cambiarlo, sino de que el coro esta
cumpliendo su misión ministerial.
Recuerda que la misión del coro de la parroquia es el que todas las personas en la
asamblea canten con gusto. Los miembros del coro podrán decir que están aburridos de
estar cantando los mismos cantos con la asamblea, pero el que la asamblea se sepa bien
un repertorio apropiado le puede dar la oportunidad a los miembros del coro de
concentrarse en otras áreas del canto para hacer los cantos más interesantes, por
ejemplo, hacer voces utilizando las diferentes voces, altos, sopranos, bajos, tenores para
crear polifonías mientras la asamblea canta la melodía base. Además, conforme la
asamblea se descubre como parte activa e importante en los momentos de canto, esta
estará más dispuesta a aventurarse a aprender nuevos cantos de vez en cuando.

11) ¿Cual es la mejor manera de introducir


un canto nuevo en Misa?

La mejor forma de introducir un canto nuevo es practicándolo con la asamblea antes de la


Misa. El coro debe estar conciente que lo que al coro le tomó horas de práctica no lo
podrá aprender la asamblea en cinco minutos antes de una Misa. Por esto es necesario
hacer esta pequeña práctica varias veces.

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Cuando se enseña un canto nuevo a la asamblea, éste se debe utilizar por algunas
semanas. Es importante que las primeras tres o cuatro veces que se utiliza un canto
nuevo, el coro no realice arreglos vocales complicados si no que canten la melodía base
que la asamblea debe aprender hasta que la asamblea empiece a dominarla.

12) ¿Que partes de la Misa se deben Cantar?

Las aclamaciones que se deben cantar son el Salmo, la aclamación antes del Evangelio,
las aclamaciones durante la plegaria eucarística (Santo, Aclamación Memorial y Amen), y
el rito de la fracción.
Se debe planear música apropiada para la procesión de entrada y la de comunión. El
canto de entrada prepara a la asamblea para la Palabra de Dios y la temporada litúrgica
del año. Crea unidad entre la gente para convertir una asamblea de desconocidos en una
comunidad de creyentes, hermanos en Cristo.
Durante la procesión de Comunión el canto debe hablar de la acción que está haciendo la
asamblea: la unión en la Eucaristía. Siendo que el canto debiese durar tanto como la
acción de la asamblea y terminar cuando la acción termina, es importante no seleccionar
cantos demasiado largos que tengan que cortarse a la mitad, para terminarlo al mismo
tiempo que la acción de la procesión. Es importante no seleccionar un canto muy largo.
Esto porque los cantos largos suelen llevar un mensaje que se forma a lo largo del canto
completo, y el terminar el canto en la mitad destruye el mensaje que el canto tiene en sí.
Algunos coros optan equivocadamente por seguir cantando hasta terminar el canto que
seleccionaron aún después de que la procesión de la comunión ha terminado. Esto
desfigura la misión principal del canto procesional y transforma el sentido litúrgico del
momento en un capricho del coro.

El coro debe preparase para cantar el Salmo cada domingo.

La asamblea puede cantar los cantos ordinarios como el Señor ten Piedad, el Gloria y el
Cordero de Dios. Sin embargo, la utilización de estos cantos requiere de planeación
especial. Siendo estas oraciones las que la asamblea recita cuando no hay música, es
muy importante que el coro utilice melodías sencillas y que dé tiempo a la asamblea para
que aprenda a cantarlas antes de que se empiecen a utilizar dentro de la Misa, pues sería
un error litúrgico si el coro se dedica a cantarlas bellamente quedándose la asamblea
callada durante un momento en que ésta debía participar activamente con viva voz. Hay
que ensayarlas, si es necesario, antes de la Misa para que la asamblea las aprenda y
participe como es debido.

Se pueden considerar cantos suplementarios para los momentos de la presentación de


las ofrendas, la acción de gracias después de la comunión y canto de salida. El canto
para la presentación de las ofrendas puede ser con participación de la asamblea,
instrumental, o puede ser cantado sólo por el coro. En todos los casos, este canto debe
estar preparado sólo para la duración del rito.

El canto de salida nunca ha sido una parte oficial de la liturgia. Técnicamente hablando, la
liturgia acaba en el momento en que el sacerdote da la bendición y envía al pueblo en
paz. Es por esto que el canto de salida se puede suprimir o se puede cantar con mayor
flexibilidad en tema, estilo, duración etc. Básicamente queda a libre opción del coro. Las
reglas estrictas de liturgia ya no aplican en este momento. Sin embargo es recomendable
que se utilice un canto con un tema de alabanza, agradecimiento o de envío a llevar a

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Dios a los lugares a donde ahora va cada uno de los integrantes de la asamblea, más ya
como individuos y no como asamblea.

¿QUÉ MÚSICA PARA NUESTRAS


CELEBRACIONES?
La lengua vernácula y la ampliación del repertorio musical

Uno de los temas que preocupó largo tiempo a los liturgistas después del Concilio
Vaticano II fue la inteligibilidad de la celebración para la asamblea. Para ello era necesario
que se desarrollara ésta en la lengua del pueblo.

Las Instrucciones de la Sagrada Congregación de Ritos de 1964 y de 1967 ya indican con


claridad la posibilidad de la utilización de la lengua vernácula cuyo uso "puede ser
adecuado en muchas ocasiones".

Poco a poco se va incorporando en la liturgia la lengua vernácula. Y decimos poco a


poco, porque traducir los textos exigió mucho tiempo y todavía más musicalizarlos.
El primer paso fue el de las traducciones de textos, buscando autores literarios que dieran
al texto litúrgico un cierto estilo, inteligible y no vulgar. El segundo paso será de los
músicos. Deberán dar expresión musical a dichos textos, y es el proceso que se ha
seguido, y que podemos decir que aún no está concluido, porque van apareciendo nuevos
textos, porque se van modificando algunos de los traducidos en un primer momento,
porque la liturgia es vida del pueblo y no permanece estática.

Los repertorios se ampliaron considerablemente con estas traducciones y


musicalizaciones. No podemos decir que con anterioridad no existiera un elenco amplio

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

de cantos, pero lo cierto es que se pasó de piezas populares que podían en algunas
ocasiones acompañar las celebraciones paralitúrgicas o incluso las litúrgicas, a la
utilización del texto litúrgico en su totalidad en lengua vernácula.

Y es en este momento donde situamos nuestra reflexión.

Situación actual de la música en nuestras comunidades


No podemos generalizar. Debemos distinguir entre las comunidades que celebran
diariamente la liturgia con un grupo estable de fieles y que han cultivado la música, y las
comunidades que solamente se reúnen el domingo para celebrar la Pascua Semanal.

Y todavía debemos distinguir entre comunidades que se han preocupado por tener un
nivel musical en la celebración que se debe ir elevando, y las comunidades que han
creído suficiente un cierto uso de la música y del canto en sus celebraciones.

Las primeras son comunidades religiosas o comunidades con un grupo de fieles que
celebran, diariamente la liturgia.

La situación musical de estos grupos, a pesar de no ser óptima, es muy buena, porque
vemos en ellas como un camino que se está recorriendo. No podemos decir que estas
comunidades hayan resuelto ya la cuestión musical, pero sí que hay un intento generoso
en bastantes de ellas para que la liturgia sea expresión de alabanza, para que suba la
oración acompañada con notas y armonías agradables como el incienso ante el Señor.

Como hemos dicho, están en camino y cada vez mejoran sus celebraciones, y podemos
decir también, que intentan dar vida a los textos litúrgicos, con melodías -de uno u otro
estilo-, pero respetando el texto litúrgico.

Respecto al texto litúrgico es preciso clarificar que es intocable el ordinario de la misa, que
no se deben hacer cambios en los textos que forman el ordinario (Señor, ten piedad,
Gloria, Santo, Cordero de Dios, así como las respuestas y aclamaciones), y por otra parte
que para los textos que no forman este ordinario (canto de entrada, posible canto en la
presentación de ofrendas, canto de comunión, canto final) se pueden usar cantos
apropiados aprobados por la Conferencia episcopal. El misal presenta unas antífonas -
normalmente sálmicas- para el canto de entrada y para el canto de comunión, pero hay
que decir que conviene no reducir la celebración a estas antífonas ya que la forma
musical de la celebración quedaría reducida a la forma responsorial, sin mucha diferencia
entre el canto auténticamente responsorial (el salmo entre lecturas) y los cantos que de
por sí no lo son, como es el caso del procesional de entrada o el de la comunión.

Digamos también que el texto del Salmo Responsorial no debe ser cambiado por otros
textos, Y que el versículo antes del evangelio (aleluya o aclamación) debe sintonizar con
el mensaje evangélico.

Las comunidades que celebran a diario la liturgia, podemos afirmar que están en una
buena situación musical, generalmente. Luego están las comunidades parroquiales.

La situación es bastante diferente. Nos encontramos con una extensa gama, amplia por lo
que respecta a la realidad musical. Desde la parroquia en que el único que canta es el
casethe o el CD que se conecta para que la celebración sea "más solemne", o la que
tiene un presbítero que realiza todos los ministerios que prevé la liturgia -desde presidente

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de la celebración a monaguillo, pasando por músico y organista- hasta comunidades que


disponen de coral, de director de cantos, e incluso instrumentos musicales.

Lo cierto es que también en estos últimos años se ha visto en estas comunidades


parroquiales una preocupación por la música en la celebración, pero los resultados son
diversos de una parroquia a otra y por eso nos preguntamos: ¿qué cantamos en nuestras
celebraciones dominicales? ¿Cómo cantamos? ¿Qué criterios tenemos para elegir los
cantos?

Los cantos en las asambleas dominicales parroquiales


Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la situación es bastante pobre, en general.
En las parroquias se canta poco y no muy bien.

A pesar de los esfuerzos por introducir cantos y más cantos en nuestras celebraciones,
muchos de ellos no son más que la expresión de la piedad, más o menos elaborada, con
más o menos gracia musical, que uno o diferentes autores ofrece a las comunidades para
que enriquezcan su celebración litúrgica. Podemos decir que dichos cantos no pueden
atribuirse la categoría de litúrgicos, por muy inculturados que sean, o por muy atractivos
que resulten. La liturgia quiere músicas actuales, ciertamente, pero que no evoquen el
último anuncio de la televisión; la liturgia quiere música que exprese el sentimiento del
pueblo, pero no el sentimentalismo (nos dan mucho miedo esos cantos que, después de
cantarlos, producen una sensación de "¡ay! ¡Qué bien que estamos aquí!'").

Si repasamos el repertorio musical en lengua castellana nos encontramos con muchos


cantos que reúnen estas cualidades. Y quizás lo peor de esta situación es que los que
han criticado en los últimos años aquellos cantos de principio de siglo, por sentimentales,
ahora están elaborando otros que se sitúan en el mismo plano, tanto de contenido como
de musicalidad. ¿No será que queremos hacer de la religión un refugio infantiloide ante la
realidad social que nos rodea?

Ciertamente que los .responsables de las celebraciones intentan mejorarlas, pero muchas
veces no encuentran material apto para hacerlo. Quizás los compositores de música y de
letra deberían hacer un examen de conciencia serio y ver si lo que componen es para una
celebración litúrgica o para cantar en cualquier otra situación. Y si lo que pretenden es
componer cantos religiosos -no litúrgicos- deberían especificarlo sin temor, en sus obras
editadas, de manera que cuando llega un material nuevo publicado a cualquier persona,
pueda tener claro si es realmente litúrgico o no. De no ser así los compositores están
ejerciendo un mal servicio a la comunidad cristiana.

La elección de los cantos


Si el compositor de letra y música no ha acertado en su composición, todavía hay la
posibilidad de no deformar una celebración. Es cuestión de que el responsable de elegir
los cantos de la celebración tenga claros los criterios que debe seguir:
 no se puede cantar un canto cualquiera,
 no se debe cantar el último canto que ha salido porque es más nuevo o más
moderno,
 no se debe hacer una elección en función -solamente- de lo que la asamblea sabe,
 no se debe cantar lo primero que se nos ocurre.
La elección de los cantos es un proceso serio, lo cual no quiere decir que tenga que
ocupar un tiempo exagerado para efectuarse.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Es preciso que el responsable de la celebración conozca la asamblea que debe animar y


también el repertorio musical que dicha asamblea domina, así como las líneas
conductoras de la celebración concreta que debe animar.

Con esta base se pueden elegir ya los cantos que la comunidad debe cantar en una
celebración:
 cantos litúrgicos: por tanto, que la letra responda al texto litúrgico, o que se inspire
en dicho texto sin que deforme el contenido,
 cantos con una letra aceptable teológicamente,
 cantos que la asamblea conozca y pueda cantar sin dificultad: se trata
 de alabar a Dios con el canto y no padecer cantando en una celebración,
 cantos con una cierta calidad musical.

Debemos superar este momento actual que es decadente en cuestión musical. Debemos
hacer un gran esfuerzo para que nuestras celebraciones litúrgicas sean tales. No
podemos volver a transformar la celebración en un concierto -como últimamente está
pasando con algunos cantos que por tan modernos y por tener unos ritmos tan actuales
impiden a la asamblea participar y la transforman en espectadora-, ni podemos convertir
nuestras celebraciones en la sucesión de cancioncillas, que de tan simples desagradan.

La música tiene un lugar importante en la celebración y debemos descubrirlo o


redescubrirlo. Nuestro esfuerzo está encaminado hacia la consecución de una música
religioso-litúrgica. No es suficiente con que sea popular-religiosa; la música en la
celebración debe ser diferente.

No estamos abogando por el gregoriano, que ya tuvo su momento y todavía hay


comunidades que lo mantienen. Debemos descubrir desde la situación actual que vivimos
un canto que sea litúrgico. Este canto -como demuestra la experiencia- no es el que se
canta en la radio, ni el que sonoriza las películas del cine o de la televisión.

El canto litúrgico es el que da vida al texto litúrgico o al contenido que la liturgia evoca en
cada fiesta, este canto puede nacer del pueblo y de su folklore, pero no debe ser vulgar.

Este canto ha de ser rico en contenido, el que nace de la liturgia, y de la Sagrada


Escritura. No se puede concebir que comisiones del mundo entero hayan realizado
esfuerzos considerables para componer unos textos litúrgicos válidos y actuales y que un
compositor prescinda de dicho esfuerzo para crear él una letra más actual y más válida
para la liturgia. Es un absurdo.

Si desde finales del siglo pasado se ha mantenido un esfuerzo constante en muchas


personas para hacer de la liturgia una realidad viva y encarnada en la sociedad, no
podemos ahora perder el tren y quedarnos en un cierto sentimentalismo musical. Es
preciso que continuemos el esfuerzo para conseguir que nuestras asambleas vivan en la
celebración la fe de la Iglesia, expresada también en música, y no que se limiten a vivir la
"grupitis" eclesial de unas cuantas personas que creen ser el corazón y la verdad de la
Iglesia.
Cantemos, sí, pero cantemos la fe de la Iglesia universal que está expresada en la
celebración litúrgica y, procuremos que la música que da vida a esta fe sea la más
adecuada y la más rica.

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Taller para Coros y animadores de Canto Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.

Bibliografía Utilizada
Antonio Alcalde. Canto y música litúrgica

Alberto Aranda. Manantial y Cumbre

Buena Prensa, Actualidad Litúrgica


Marzo-Abril 1982
Julio-Agosto 1990

CELAM. Celebrar la Eucaristía

Conferencia Episcopal Chilena, Comentando la Institutio Generalis 2000

Dionisio Borobio. La Celebración en la Iglesia

Editorial montecarmelo, Chapucillas Litúrgicas

OGMR Ordenación General Misal Romano Pablo VI, 1975

IGMR Institutio Generalis Missalis Romani Juan Pablo II, 2000

OLM Ordo Lectionum missae Pablo VI, 1969

Material elaborado por


Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.
Vicario Episcopal de Comunicación
Diócesis de Alajuela-Costa Rica,
2012

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