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EN TORNO A LA POLEMICA ENTRE CRISTIANOS

Y PAGANOS A TRAVES DE LA OBRA DE CELSO

Mercedes García Martínez


Universidad de Oviedo

Nuestra intención no es la de hacer un estudio de las persecuciones hacia


los seguidores de la "nueva doctrina" ya que este aspecto de la historia del cris-
tianismo, tema que por otra parte tiene la suficiente entidad e importancia co-
mo para merecer un estudio monográfico, no forma parte de los objetivos fun-
damentales que nos hemos planteado en el momento de abordar nuestra inves-
tigación, y que no son otros que realizar un análisis sobre los motivos que
configuraron la polémica entre paganos y cristianos, cuáles eran las razones en
las que se basaban las acusaciones de los primeros y los argumentos que utili-
zaban en su defensa los segundos.
Celso y su obra, El discurso verdadero contra los cristianos, constituye nuestra
referencia inicial, la génesis de la que parte nuestro proyecto, y que ha Ilegado
curiosamente a nosotros, a través de dos autores cristianos: Orígenes y San
Ambrosio. Las ideas de este filósofo griego del siglo II d.C. y seguidor de
Platón, influirían como dice el Dr. Serafín Bodelón 1, con el que estamos plena-
mente de acuerdo, en el nacimiento y desarrollo de la literatura apologética
cristiana. Nuestro estudio no sería, en absoluto, objetivo si no expusiéramos y
contrapusiésemos, a las teorías que de forma irónica, dura y apasionada Celso
va analizando, la defensa igualmente agresiva y Ilena de sentimiento de los au-
tores cristianos que recogemos en este trabajo: Tertuliano, Minucio Félix, San
Agustín, Arbonio, Lactancio, etc...
Por lo que respecta a la procedencia y naturaleza de las fuentes, hemos de
dejar constancia de las abundantes obras que exponen la filosofía y el pensa-
miento cristiano, mientras que la visión pagana ha Ilegado a nosotros en n ŭmero
muy reducido, dándose incluso la circunstancia de que es a través de autores
cristianos como hemos podido conocer y analizar algunas teorías y textos, pues-
to que de otra forma no hubiéramos sabido de su existencia. Así mismo, conta-
mos con el inconveniente de la escasez de fuentes documentales que recojan las

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disposiciones y actitudes del poder político hacia el tema que es objeto de nues-
tra investigación.
El razonamiento de Celso no radica, fundamentalmente, en discutir el mo-
nonoteísmo que propugnaba la secta cristiana, pues, no es la veneración a un
ŭnico Dios, que para los cristianos es el Verdadero, contra lo que lanza sus crfti-
cas, sino contra los poderes y capacidades que le otorgan los cristianos a ese
Dios.
Un aspecto al que alude el autor a lo largo de toda su obra, pero que trata-
remos en profundidad más adelante, es la figura de Jesŭs, su vinculación hu-
mana y divina con Dios.
Celso no concibe que Dios envie emisarios (Cristo) o que se muestre como
hombre, ya que si es omnisciente, esa aparición física ante el mundo supondría
una debilidad muy humana, es lo que compara con los nuevos ricos que tienen
que hacer ostentación de su poder económico para ser respetados y reconocidos
por los demás, pues si es necesario este tipo de demostración "... sería atribuirle
una vanidad muy humana... 2 impropia de Dios.
Una muestra del dominio que posee de la ironía y del sarcasmo, es su alu-
sión al concepto del Bien y del Mal cristiano, y lo aprovecha para criticar la ig-
norancia de los mitos utilizados por los cristianos, ya que nos muestran un
Satán seductor contra el que la ŭnica "vacuna" efectiva de defensa es la con-
fianza ciega en el Hijo de Dios; sus burlas van dirigidas hacia los charlatanes
que proclaman tales afirmaciones, e intenta demostrar que son producto de una
mala asimilación de viejos mitos paganos relativos a una guerra divina, esta
aseveración la realiza retomando viejas tradiciones y a autores antiguos que
aluden al tema, tales como Heráclito y Ferecido, cuando éste representó en un
mito dos ejércitos enemigos, uno capitaneado por Cronos y otro por Ofioneo.
El desprecio e intransigencia cristiana hacia las estatuas, templos y altares
también será objeto de análisis, poniéndolo en relación con aquellas naciones
más salvajes, en el sentido de que considera que es propio de seres irracionales
y simples el creer que esos objetos representan en sí mismos dioses y no lo que
realmente son, es decir, objetos consagrados a los mismos o imágenes que los
simbolizan; el ataque a la idolatría no se configura tampoco como una novedad
cristiana, pues el mismo Celso recoge en su texto las palabras de Heráclito
cuando dice: "... dirigir preces a imágenes, sin saber lo que son los dioses y los
héroes, !vale tanto como hablar con las piedras!".
El politeísmo de Celso viene enmascarado por un cierto monoteísmo, pero,
ino nos confundamos!, pues no debemos entenderlo dentro de la concepción ac-
tual del mismo, él concibe la existencia de algo o alguien que puede ser el gran
Dios y al mismo tiempo la presencia de otros seres subordinados al mismo4.
Esto estaría en la línea de los platónicos que vieron en la naturaleza o en los dé-
mones, a los que alude Celso, manifestaciones o personificaciones divinas de
un Dios supremo, esta concepción estaría ligada a la idea de que las divinida-
des inferiores y locales serían «secretarias» de aquel Dios supremo o «di-
rector>>5; esta teoría tuvo gran aceptación en el mundo y pensamiento griego
del que Roma se siente como la legítima heredera.
El principio cristiano de que es imposible servir a dos seriores al mismo
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tiempo6, pues sería dividir el reino de los cielos, queda refutado y ridiculizado
cuando analiza el origen humano y divino de Jes ŭs, obligando a los autores
apologetas posteriores a desarrollar toda una teoría explicativa puesto que
"...además de a Dios, ellos adoran a su Hijo, se deduce, que, seg ŭ n reconocen,
es preciso adorar no sólamente a un Dios, sino igualmente a sus ministros..."'
para concluir afirmando que cristianos y paganos tienen en com ŭn la existencia
de ministros de Dios y la ŭnica diferencia entre ambos reside en el nombre que
les dan.
Autores cristianos posteriores a Celso retomaron estos temas pasando de
una actitud defensiva de sus dogmas a un ataque directo de los principios pa-
ganos. Así nos encontramos a comienzos del siglo III con Minucio Félix, el cual
pone en entredicho no sólo el origen y el poder protector de los dioses, sino
también la honradez y castidad de las personas encargadas de dirigir esos cul-
tos8.
Igualmente en las Actas de los mártires 9 es frecuente que en el diálogo entre
el juez y el mártir se polemice sobre el Dios verdadero y los dioses paganos: " el
procónsul les dijo: «sacrificad a los dioses de acuerdo con el mandato del em-
perador>>. Carpo respondió: «que mueran los dioses que no hicieron el cielo
y la tierra»... El procónsul dijo: «te conviene hacer sacrificios». Carpo res-
pondió: «es imposible eso que dices porque yo nunca he hecho sacrificios a
estatuas sordas e insensibles»".
Toda la historiografía cristiana esta plagada de alusiones al Dios verdade-
ro, de ataques a la idolatría romana", y a los oráculos paganos", intentando ri-
diculizar no sólo la existencia de los dioses paganos sino sus mismas caracterís-
ticas físicas".
Otro aspecto a destacar, en relación a las acusaciones de Celso contra los
cristianos, está vinculado a la antigtiedad de la doctrina.
En principio, identifica a cristianos y judíos con una historia com ŭ n, éstos
eran esclavos originarios de Egipto, pastores de cabras y ovejas cuya ""genealo-
gía se remonta a la primera familia de impostores y vagabundos"", seguidores
de un buen inventor de cuentos, Ilamado Moisés" carentes de tradiciones pro-
pias, poniendo el ejemplo de la circuncisión tomada del pueblo egipcio, y sin
ningŭn tipo de raíces en los pueblos más poderosos y sabios de la antigiiedad,
"jamás hicieron algo de notable y nunca destacaron en nada, ni por su n ŭmero
ni por su importancia"".
Es en el pueblo judío donde sit ŭa a los cristianos, pues es entre aquéllos
donde encontraron al jefe de la nueva secta. Un aspecto interesante de la obra
son los motivos que da el autor para justificar la diferencia entre judíos y cris-
tianos; por un lado, lo explica como una sedición contra el Estado Egipcio y por
otro, la causa sería la figura de Jes ŭs.
Igualmente, compara el nacimiento de pueblos que han dejado su huella en
la historia, hasta entonces conocida, con el del pueblo judío, considerándolo co-
mo narraciones fantasiosas, pues si en aquéllas nace la primera generación del
seno de la tierra, los judíos se imaginan una historieta donde Dios fabrica con
sus manos un hombre y de él saca una mujer, siendo ambos expulsados del
Paraíso por culpa de una serpiente.

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Celso es consciente y critica al judaísmo por apartarse de la tradición (au-
sencia de culto a los ídolos, etc.), sin embargo muestra una cierta consideración
por los judíos que respetaban el legado de sus padres, legado que fué nueva-
mente traicionado por los cristianos.
No podemos dejar de citar, aunque sea excesivamente extenso, un párrafo
en donde consideramos que el autor refleja el concepto que tiene de la disputa
de cristianos y judíos: "...Judíos y cristianos me parecen una bandada de mur-
ciélagos o de hormigas saliendo de su agujero, ranas reunidas en torno a su
charco, o gusanos en medio de su lodazal, y disputándose entre sí cuáles erán
los mayores pecadores. Parece oírse a esos animalitos decirse entre sí: «es a
nosotros a quien Dios revela y predice todas las cosas. Del resto del mundo él
no se preocupa'8....»."
En arios posteriores, encontramos autores cristianos que se esfuerzan en
contestar estas críticas, demostrar su relación con el Antiguo Testamento y con
el pueblo hebreo, e incluso que éste posee una antigiiedad histórica y una enti-
dad ancestral tan digna de mención y consideración como cualquier otro pue-
blo de la historia.
Así podemos nombrar a Tertuliano (160 d.C-225 d.C.) quien sit ŭa a Moisés,
cronológicamente, mil arios antes a la guerra de Troya, incluso dice que "prece-
dió a Homero en quinientos arios"". El mismo San Agustín comenta que cuan-
do se produce el nacimiento de Roma, el pueblo de Israel poblaba la tierra des-
de hacía más de setecientos arios.
En toda la historiografía cristiana se alude y se insiste en que el Dios de los
Cristianos no es una nueva invención, sino que es el mismo que el de los
hebreos", mientras que los dioses paganos, serían dioses inventados por los
hombres.
En principio, rechaza el fanatismo y la sinrazón de los dogmas propugna-
dos por la nueva secta, hemos de tener presente que Celso es un hombre inmer-
so en los problemas de su tiempo, pero fundamentalemnte un filósofo, de ahí
su ataque a la negativa cristiana de discutir u ofrecer a debate los pilares en los
que se sustenta la ética y la filosofía de los cristianos21.
Analiza, dejando de lado la ironia, la procedencia y el origen de los segui-
dores de la reciente doctrina, es evidente su preocupación pues si considera que
esos charlatanes e impostores "sólo saben conquistar a los necios, a las almas
viles y sin apoyos, a los esclavos, a las pobres mujeres y a los nirios"", se da
cuenta cómo esas ideas penetran con fuerza entre la plebe urbana y la plebe
rŭstica, gentes de las capas bajas de la población, cuyas actividades y oficios
contribuyen a sustentar la economía romana: "...vense cardadores de lana, za-
pateros y rentistas"...", e incluso esa amenaza alcanza a la célula familiar:
"...padres, preceptores son locos que ignoran el verdadero bien y son incapaces
de enseriarlo"24.
Su conocimiento de las religiones y misterios que se practicaban a lo largo
del Imperio es evidente, como lo muestra la comparación que hace de los ritos de
iniciación cristianos y paganos". No es la composición social de la nueva secta lo
que preocupa fundamentalmente a Celso, el objeto de su censura y acusación es
la ilegalidad en la que se mueven los cristianos, su carácter secreto y asociativou;
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en definitiva ve en la teoría y la práctica cristiana un intento de sedición" y de las
más pura traición hacia las instituciones civiles y religiosas romanas s. Ese es el
temor de un filósofo del siglo II d.C., de un hombre vinculado a los acontecimien-
tos de su época, y al que la historia le concederá la razón, habiendo visto con an-
ticipación la amenaza que supone para el Imperio Romano la existencia y el desa-
rrollo de los principios cristianos.
Igualmente sabe de las luchas o disputas internas que comienzan a apare-
cer en el seno de la doctrina cristiana, y que hoy las podríamos calificar de he-
rejías: "conozco igualmente otras divisiones y sectas entre ellos: Los Sibilistas,
los Simonianos, y, entre éstos los Helenianos..., los Marcelinianos..., los
Carpocratianos..., se injurian hasta la saciedad los unos a los otros con todas las
afrentas que les pasan por las mentes..., y están animados de un mutuo odio
mortal"".
La figura de Cristo, fundador de la nueva secta, parte principal de las dife-
rencias entre cristianos y judíos, elemento generador de la teoría y los dogmas
propugnados por la nueva religión que se abre paso en el Imperio, va a ser uno
de los temas tratados por Celso con mayor amplitud, sirviéndose del mismo
para demostrar, una vez más, las incongruencias del cristianismo.
Partiendo desde el mismo origen de Jes ŭs, nuestro autor ejecuta un análisis
descalificador de la vida y milagros del Hijo de Dios, comienza negando su en-
carnación sin la intervención del varón, le atribuye una madre campesina que
habiendo cometido adulterio con un soldado Ilamado Pantero, y rechazada por
su marido, tiene que dar a luz en secreto, viéndose obligada a marchar, a causa
de la miseria, a Egipto. Allí se desarrollarán los primeros arios de la vida del ni-
rio y también sería en ese país donde Jes ŭs aprendería "algunos de esos pode-
res mágicos de los que se ufanan los egipcios" 30. Este ŭltimo hecho tendrá un
especial interés, pues le servirá a Celso como base para justificar la imitación de
esas acciones extraordinarias realizadas por Jes ŭs. Igualmente, alude a los suce-
sos acaecidos con Juan el Bautista en el río Jordán, y a la figura alada que des-
cendió del cielo sobre la cabeza de Cristo; nuevamente vuelve a mostrar su in-
credulidad, puesto que si bien es cierto que existen viejas leyendas que nos
cuentan el nacimiento divino de Perseo o de Minos, actualmente, nadie cree en
ellas, pero al menos poseen ciertos rasgos de verosimilitud, ya que se trata de
individuos que realizaron hazarias importantes y ŭtiles a la humanidad, mien-
tras que: "...tŭ, biué hiciste o dijiste hasta tal punto maravilloso?. En el templo
la insistencia de los judíos no pudo arrancarte una sóla serial que pudiera mani-
festar que eras verdaderamente el Hijo de Dios"33.
La traición que sufrió Jes ŭs", también es utilizada para negarle la capaci-
dad de liderazgo y demostrar que ni entre los suyos fue capaz de ejercer la con-
ciliación y la plasmación de los principios por él propugnados: "...cuando lo
vieron torturado y muriéndose, no quisieron ni morir con él, ni morir por él; ol-
vidaron el desprecio por los suplicios, es más, negaron que eran discípulos su-
yos..." 33.
El tema de la pasión, muerte y resurreción, escenas representadas dentro de
la iconografía del arte cristiano hasta la saciedad, nuevamente le sirve de justifi-
cante para desmontar la teoría cristiana reincidiendo en el concepto de Jesucristo
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como hombre", y anulando la veracidad de su presencia física tras la crucifixión35,
pues de apariciones póstumas estan Ilenas todas las literaturas conocidas. Las ar-
mas empleadas por éste filósofo son bien simples y como él mismo comenta: "...la
experiencia nos obliga a verlo así y la razón nos convence de ello.
Las respuestas a estas críticas las encontramos, punto por punto, en las
obras de los autores cristianos posteriores a Celso; así podemos citar a Arnobio,
autor de comienzos del siglo IV que retoma el tema de los milagros, ya que pa-
ra él no son magia aprendida en Egipto, pues Jes ŭs posee el poder curativo en
sus palabras y órdenes", mientras que el de los dioses paganos se limita a "or-
denar tomar algŭn alimento, beber alguna bebida, o poner cataplasmas de plan-
tas y de hierbas..."' cualidades que seg ŭn él son perfectamente atribuibles a
simples médicos. Por su parte Lactancio (mediados del siglo III) y Rufino (me-
diados del siglo IV)" aluden al nacimiento de Jes ŭs, intentando con todos los
argumentos posibles e imposibles, convencer del origen divino de aquél, y para
ello se basan en mitos como el del ave Fénix que nace y renace de sus propias
cenizas, o buscan similitudes en otras especies de la naturalza, donde la con-
cepción y el parto se realizan sin intervención masculina, poniendo como ejem-
plo el mundo de la apicultura, incluso recurren a los propios dioses paganos
mostrando que aŭn es más inconcebible que Minerva nazca del cerebro de
Jŭpiter, y que Afrodita surja de la espuma del mar, que un espíritu santo sople
el vientre de una virgen y sea la madre del Hijo de Dios.
El planteamiento o base teórica sobre los que se asienta el pensamiento cris-
tiano son un elemento más de la reflexión que realiza Celso. Su análisis parte
del concepto que tienen los cristianos de la creación, considerándolo totalmente
pueril, pues ni el hombre es el centro de la misma 40, ni está hecho a imagen y se-
mejanza de Dios", pareciéndole especialmente ridícula la tesis de dividir la for-
mación del mundo en varios días: "...descansando al séptimo como un mal tra-
bajador que, fatigado tiene necesidad de holganza para restablecerse"?".
La teoría del fin el mundo y el juicio final también están presentes en su
obra, si bien el comentario que de ellos hace es muy superficial, poniéndolo en
comparación con "...los fantasmas que hacen aparecer en los misterios de
Dionisios para impresionar las imaginaciones".".
Celso, influido por el pensamiento de Platón, realiza un verdadero discurso
acerca de la esencia de Dios, cuya naturaleza considera que es incorpórea 44, in-
mutable45 y fuera del alcance de la inteligencia humana; esta similitud con las
ideas platónicas queda perfectamente reflejada en la siguiente cita que aunque
excesivamente amplia es explicativa de su teoría: "...si el alma es obra de Dios,
el cuerpo tiene un origen distinto; a este respecto no hay diferencia de naturale-
za entre el cuerpo de un murciélago, el de una rama y el de un hombre, porque
están formados de la misma materia e igualmente sujetos a corrupción...de todo
lo que proviene de la materia nada es inmortal..."46
Así mismo, muestra la escasa originalidad de los preceptos cristianos, pues
el consejo de "ofrecer la otra mejilla" 47 y la máxima "es más fácil a un camello
pasar por el agujero de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios"",
fueron extraídos de la filosofía y la ética platónica.
Hemos visto como ridiculiza muchas de las teorías y dogmas de la nueva
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doctrina, las cosmogonía, el origen divino de Jes ŭs, la resurrección, etc., a los
que califica "cuentos para hacer dormir de pie" 49, pero no deja de ser significati-
vo las acusaciones de plagio que realiza hacia los cristianos en relación a los
principios expuestos por los sabios de la antigiiedad, en especial de Platón, la
diferencia segŭn nuestro autor radica en que se trata de copias erróneas.
Un tema básico de estudio y que consideramos como uno de los motivos de
preocupación que llevó a Celso a escribir su obra, es la participación de los cris-
tianos en la vida social del Imperio Romano a lo largo del siglo II d.C.
Las acusaciones que vierte contra los cristianos manifiestan, una vez más,
sus termores hacia el peligro que implicaba la nueva secta para la Pax Romana
introduciéndose paulatinamente en la vida social, afectando a los fundamentos
básicos y por lo tanto contrario al pensamiento y práctica de cualquier ciudada-
no romano que se precie. Es por esto que los argumentos en los que se basa son
importantes y definitorios: traidores a la patrias°, desobediencia y falta de res-
peto a la figura del emperador" e inhibición en la participación de los deberes
cívicos (defensa militar y funciones políticas)".
A las recomendaciones que hace para llevar una coexistencia pacífica, se
ariade una postura dura, ofreciendo dos vías: integrarse en la sociedad aceptan-
do todos los derechos y deberes como cualquier ciudadano romano, o, "que se
marchen todos juntos para lejos de aquí dejar el menor descendiente y que la
tierra sea espurgada de esta canalla"". Como la historia se encargará de demos-
trar arios después, los cristianos aprenderán y aprovecharán recomendaciones
como las de Celso, para disfrutarlas y ejercerlas en beneficio propio.
El efecto que causarían este tipo de acusaciones entre los cristianos, espe-
cialmente entre los intelectuales, debía ser terrible como así lo atestiguan la can-
tidad de autores y obras, cuyos contenidos intentan demostrar, por un lado,
que se trata de una falacia, y por otro, que en todo caso es una errónea interpre-
tación pagana de las Sagradas Escrituras".
Poseemos abundantes testimonios literarios de procedencia cristiana, ver-
daderas cartas de descargo que son un auténtico discurso demostrativo de su
lealtad, respeto, y servicio al Imperio, y por tanto, al emperador.
Tertuliano basa la defensa en la distinción que hace entre el poder divino y
el poder humano emanado de aquel", y lo utiliza para justificar la negativa cris-
tiana de rendir culto al emperador, rechazando así la acusación de lesa majes-
tad", y haciendo, al mismo tiempo, todo un alegato de patriotismo, pues "... no-
sotros pedimos para ellos (los emperadores) una larga vida, un Imperio tran-
quilo, una corte segura, unas tropas valerosas, un senado fiel, un pueblo leal,
un universo apaciguado y aquello, en fin, que pueda desear un hombre y un
César..."", incluso se muestra piadoso al pedir a Dios que retrase la "terrible ca-
tástrofe que amenaza a todo el Universo"" con lo que favorece la perduración
del Imperio Romano".
Existen otro tipo de críticas hacia los cristianos, que comentaremos muy su-
perficialmente pues Celso, segŭn las fuentes consultadas, no las recoge en su
obra, tal vez porque no creyera en ellas o bien las considerase de írifima impor-
tancia, y que aluden al incesto, prácticas sexuales libertinas, orgías, infanticidio,
etc. Uno de los autores que responde a estas acusaciones es Minucio Felix para

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el que todas estas prácticas son de procedencia pagana", el principio que aplica
es que la mejor defensa es un buen ataque, como lo demuestra a lo largo de sus
escritos: "...y ese que se ha inventado contra nosotros lo de la adoración de las
partes genitales de nuestros sacerdotes está intentando trasladar a nosotros vi-
cios que son suyos..."6', incluso va más lejos al considerar que lo ŭnico que hacen
los paganos es seguir el ejemplo de sus dioses62.
Finalmente cabría citar la postura cristiana hacia los espectáculos pŭblicos
(circo, teatro, etc.) vinculándolos con ritos paganos e identificándolos con la
ido1atría63 y considerándolos como centros de corrupción y atrocidad64. En tales
presupuestos se basaba la ética y la moralidad de los apologetas cristianos.
Como hemos intentado analizar a lo largo de las líneas anteriores, los moti-
vos que Ilevarían a Celso a redactar su Discurso verdadero contra los cristianos son
importantes englobándolos en la situación real del Imperio Romano del siglo II
d. C.; la preocupación por esta secta que en el siglo anterior se había constitui-
do, y tejido su "tela de araria" de manera peligrosa y amenazante para la pervi-
vencia de las estructuras del sistema romano, daría lugar a la proliferación de
escritos en contra de esa religión, muchos de los cuales, para ser sinceros, por
culpa del fanatismo religioso de los cristianos, no han Ilegado a nosotros.
En nuestro caso, tenemos que agradecer a Orígenes (autor del Contra
Celso) y a San Ambrosio 65, ambos autores cristianos, el poder leer y estudiar la
obra de Celso, que recoge los temores y acusaciones paganas, éstas globalmente
son de dos tipos: religiosas y político-sociales. Ambas están intrínsecamente re-
lacionadas, pues en la sociedad del siglo II d.c. es inconcebible separar religión
y política, como explicaremos más adelante.
Nuestro autor, al igual que el resto de los intelectuales paganos, ve en los
cristianos una amenaza que pone en peligro las bases del Imperio Romano, tie-
nen "al enemigo en casa", pues son valoradas como comunidades con un carác-
ter cerrado y secreto, cuyo lider, un charlatán con dotes mágicas aprendidas en
Egipto, es el hijo de una adŭltera; su doctrina es una desviación de la judía y
por ende está basada en viejos mitos y en copias erróneas de algunos principios
de otros sabios y civilizaciones; sus hábitos y constumbres inspiran una total
desconfianza, no sólo por su negativa a cumplir con sus deberes cívico-sociales
y militares, sino fundamentalmente por la falta de respeto a la figura del empe-
rador, con lo que son acusados del crimen de lesa majestad y de traidores a la
patria. Consideramos que en lo expuesto anteriormente es donde se basan los
motivos de conflicto, indudablemente que no pueden ser los ŭnicos, pero sí de
los más importantes.
No podemos dejar de hacer referencia, porque a ello alude Celso, a la im-
portancia que conceden los romanos a la tradición, a la antig ŭedad de la doctri-
na, mientras que la religión romana disfrutaba de ésta, poseía un carácter na-
cional respetando además los cultos locales", y contaba con el respaldo estatal;
la religión cristiana carecía de esa tradición, por mucho que se esforzaran en
demostrar lo contrario los cristianos, mostraban un gran desprecio y rechazo al
resto de las creencias y no contaban con la defensa y el apoyo del Estado.
El conocimiento de los textos sagrados, que recogen la ética y los dogmas
cristianos, queda reflejado a lo largo de la obra por las innumerables alusiones

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y ejemplos que cita; igualmente demuestra que es un perfecto conocedor de la
situación en la que se encontraban las comunidades cristianas: formación de
nuevas sectas, disputas internas, etc.
El Discurso verdadero contra los cristianos no es la biblia pagana, ni tampoco
representa un intento de paganizar a los cristianos 67, sino de mostrar racional-
mente que la nueva doctrina no tiene nada de novedoso u original, y que el he-
cho de recibir el nombre de cristiano no tiene que ser incompatible con el de ser
un buen ciudadano romano, aceptando disfrutar de los derechos y cumplir los
deberes que conlleva tal condición. Lo cierto, es que con el paso del tiempo,
fueron precisamente los cristianos quienes de una forma voluntaria, se mostra-
rán interesados en participar en la vida política y social del Imperio.
En este orden de cosas, Celso y sus escritos constituyen la esencia filosófica
y el motor ideológico de la reacción pagana, pero cuando se empieza a conside-
rar que la nueva religión configura en sí misma una auténtica amenaza y se in-
tenta reaccionar ante ella, ya será demasiado tarde. El «virus» que había
aparecido en el siglo I d.C. se había fortalecido, creando sus propias defensas y
comenzaba a expandirse por todo el Imperio, siendo imposible recuperar el te-
rreno y el tiempo perdido.
Es indudable, como así lo ha demostrado la historia, que la religión cristia-
na supo aprovecharse de la coyuntura que existía en el Imperio Romano duran-
te los dos primeros siglos de nuestra era arraigando, fundamentalmente, sobre
todo al principio, entre las capas bajas de la población, los esclavos, los campe-
sinos sin tierras y arruinados, la plebs urbana descontenta y empobrecida, sol-
dados licenciados y sin dinero, etc... 68 que veían como su situación no tenía sali-
da y estaban condenados a seguir viviendo en las mismas condiciones, ante
ellos se presentaba una doctrina que ofrecía un camino terrenal muy duro 69, és-
to no debía producirles ning ŭn temor, pues en sus vidas poco había de felici-
dad y bienestar, pero el premio final era mucho más cuantioso y satisfactorio
que el de las demás religiones: la salvación eterna y el paraíso donde todos los
hombres serían iguales a los ojos de Diosm.
A lo largo del siglo II d.C. la pequeria comunidad cristiana se fue exten-
diendo, en cuanto al n ŭmero de adeptos, por todo el Imperio, la composición
social de la misma ya no estaba formada exclusivamente por las clases bajas; la
época de liberalismo y tolerancia que existió, en líneas generales, bajo la dinas-
tía de los Antoninos permitió el reclutamiento de nuevas gentes que pertene-
cian a la clase media y procedían tanto del mundo urbano como rural: comer-
ciantes, artesanos, rentistas, pequerios propietarios de tierra, etc''.
,Por qué los principios de la nueva doctrina se hacían tan atractivos a la
población romana?
Es innegable la proliferanción de cultos a lo largo del territorio imperial,
cultos que tenían distintas procedencias, y ofrecían multitud de esperanzas n, pe-
ro contaban con un problema, ya no daban satisfacción a las nuevas necesida-
des, el escepticismo y la crisis ideológica—religiosa se dejaba sentir, no sólo entre
los más desarraigados sino también en los estratos más altosn. Por otro lado y
basándonos en los mismos presupuestos cristianos, y en las acusaciones paga-
nas, la religión que ahora se ofrecía al ciudadano, poseía un carácter cerrado, un

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sentido de comparierismo y solidaridad muy intenso, pero fundamentalmente
destacaba el sentimiento comunitario entre todos los miembros 74, siempre esta-
ban dispuestos a prestarse ayuda ante todo tipo de peligros y amenazas, por
tanto, esas comunidades cristianas diseminadas por el Imperio, fundamental-
mente por las ciudades más importantes, estaban siempre en contacto, lo cual •
vendría muy bien a esas clases medias que se verán afectadas por la crisis que se
gestaba desde el siglo II. De esta manera, el beneficio que se obtenía pertenecien-
do a la religión cristiana no era sólo espiritual sino también económico.
No sólo se modificó la composición social del cristianismo, sino que tam-
bién fue acompariada de cambios en las estructuras directivas del mismo, era
lógico que la dirección, pues así lo exigían las circunstancias, pasara de aquellos
predicadores errantes por el mundo, carentes de una amplia cultura, que habla-
ban de la igualdad de los hombres, la segunda venida del Mesías para liberar a
los pobres, la distribución justa y equitativa de las riquezas..., a manos de
miembros que velaran por los intereses de la comunidad y que siempre perte-
necían a esa élites intelectuales o económicas que habían ingresado en la nueva
religión.
De esta forma, se abandonan conceptos y teorías que hablan en contra de
los ricos y poderosos dichas originariamente por el lider de la secta, Jes ŭs: "es
más fácil que un camello pase a través del ojo de una aguja que un rico entre en
el reino de los cielos m", por otras en las que se reconocen explicitamente las di-
ferencias: "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"76.
Así pues, el cristianismo en el siglo II d.C. adopta una postura conservado-
ra77 no sólo en cuanto a ideología, sino que va más allá, pues interfiere y condi-
ciona la vida cotidiana de los fieles, las jerarquías dictan las normas de conduc-
ta de los condiscípu1os 78, afectando a todos los niveles no sólo en las prácticas
religiosas, sino más importante a ŭn, en las actitudes de sus seguidores.
?:,Cómo podrámos explicar la postura pagana y su reacción ante la nueva re-
ligión que aparecía en el imperio?.
La tolerancia del Estado Romano hacia los diferentes cultos era totalmente
reconocida por los ciudadanos; en el siglo I d.C. los emperadores se dieron
cuenta de la importancia que tenía la religión para mantener la paz en todos los
territorios, la solución fue obtener un condordato político—religioso que garan-
tizaba la sumisión de todos aquellos pueblos que Roma había conquistado por
las armas, permitiendo conservar los cultos locales pero prevaleciendo por en-
cima de todo el culto al emperador y la lealtad a Roma, así aparecerá la figura
del Pontífice Máximo, asociado al emperador m, clave fundamental para mante-
ner la unidad y la seguridad. A las calamidades naturales y los peligros exterio-
res" se une la actividad dentro del Imperio de un grupo cuyas actividades pro-
vocan sospechas de toda índole, pero sobre todo, lo que preocupa son los prin-
cipios que proclaman, principios que atentan contra los pilares que sustentan la
sociedad de la época, pues solicitan una separación de los poderes políticos y
religiosos, ésta era una proclama inédita en el mundo romano, en donde el em-
perador personificaba el Imperio y de este modo su poder y su persona eran sa-
gradas, y él mismo era objeto de veneración religiosa, la majestad y el Imperio
se encarnaba en él; incluso niegan al emperador su carácter divino rechazando

208
el rendirle culto, pues sí gobierna es porque Dios así lo ha querido", con ello
subordinan el poder civil al religioso, el poder terrenal al espiritual".
El conflicto entre cristianos y paganos, indudablemente que existió, pero no
fueron básicamente las discrepancias religiosas el origen de todos los proble-
mas, si recapacitamos sobre lo expuesto con anterioridad, en especial acerca del
análisis de la obra de Celso observamos como los principios ideológicos cristia-
nos preocupan bien poco a las autoridades y a los intelectuales paganos, pues
no dejan de ser consideradas como fábulas contadas por charlatanes. La dispu-
ta entre el Imperio y el cristianismo, a la vista de lo expuesto, adquirió un matiz
fundamentalmente político".
En definitiva, para el Estado Romano, la filosofía y ética cristiana no eran
sólo culpables de traición y del delito de lesa majestad, sino que resultaban sos-
pechosas de practicar toda clase de acciones ignominiosas, (infanticidio, inces-
to, orgías, etc). Para los intelectuales paganos los dogmas o principios en los
que se basaba el cristianismo (la creación, la divinidad de jes ŭ s, su resurrec-
ción, el juicio final, etc...) eran totalmente incomprensibles; es más, los cristia-
nos representaban en sí mismos la negación absoluta de un concepto sagrado:
el logos". Serán la intransigencia y el fanatismo" de esta nueva doctrina los mo-
tivos que harán imposible el entendimiento entre paganos y cristianos, entre el
Estado romano y la Iglesia cristiana en el siglo II d.C.

209
NOTAS

(1) Celso; El Discurso verdadero contra los cristianos, Introd. trad. y notas de Serafín Bodelón,
Alianza Editorial, Madrid, 1988, pág 11.
(2) Celso, op, cit., pág. 56.
(3) Celso, op. cit. pág. 109.
(4) Celso, "... es absurdo tener escrŭpulos en servir a varios dioses al mismo tiempo, pues lejos
de hacer sombra al gran Dios es por el contrario, puesto que se sirve a alguno de los seres
que dependen de él agradarle..., en consecuencia honrar y adorar a todos los que están su-
bordinados a Dios no es desagradar a Dios que a todos mantiene bajo su dependencia." Op.
cit., pág.111.
(5) FERNANDEZ UBIÑA, J.: "Celso, la religión y la defensa del Estado", Memorias de Historia
Antigua VII, 1986, pág. 100.
(6) LUCAS 16:13 " Ningŭn sirviente de casa puede ser esclavo de dos amos; porque u odiará al
tmo y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro. No pueden ser esclavos de
Dios y de las riquezas".
(7) Celso, op.cit., pág.112.
(8) MINUCIO FÉLIX, 25; "...todo lo que los romanos tienen, veneran y poseen es producto de su
osadía: todos sus templos proceden de pillajes, de destrucción, de ciudades de despojos de
divinidades y de matanzas de sacerdotes. Esto es insultar y ultrajar..., ,qué van a poder por
los romanos estos dioses que no pudieron hacer nada por los suyos en su lucha contra aque-
llos?..., entre esas vírgenes la mayoría de ellas tuvieron que ser castigadas por incesto al ha-
berse unido a varones..., en cuanto a los sacerdotes, uitté otros sacerdotes de otros pueblos
comenten más estupros, practican más lenocinios y meditan más adulterios en los altares y
dentro de sus templos?..." SANCHEZ SALOR, E.; Polémica entre cristianos y paganos, Madrid,
1986, págs. 201-203.
(9) RUIZ BUENO, D.: Actas de los Mdrtires, Madrid, 1974.
(10) Pasio Carpi (Recensio Latina), 2; SANCHEZ SALOR, C. cit., pág. 82.
(11) Tertuliano, Apol., 12; "... a vuestros dioses, lo ŭnico que veo son nombres de algunos ancia-
nos ya muertos, lo ŭnico que oigo son fábulas..., y en cuanto a sus estatuas yo no veo en ellas
otra cosa que una madera...". SANCHEZ SALOR, op.cit., pág. 95.
(12) San Agustín, Civ. 5,1;"...aquellos que hacen depender de la voluntad divina la posición de las
estrellas..., y piensan que esas estrellas tienen potestad recibida de la voluntad suprema, de
forma que con voluntad consciente decreten esas cosas hacen gran injuria al cielo, porque
creen que en su brillante senado y espléndida curia se deciden los crimenes que se tienen
que cometer..." SANCHEZ SALOR„ op. cit. pág. 215.
(13) MINUCIO FÉLIX, 20 ss; "...Acaso no es verdad que la forma y el porte exterior de vuestros
dioses evidencian su ridiculez y su indignidad. Vulcano es un dios cojo y enfermo; Apolo, un
imberbe; Juno tiene los ojos como los de los bueyes; Mercurio tiene los pies alados; Pan un-
gulados y Saturno entrelazados; Jano tiene dos frentes...; y para que hablar de Marte y
JupIter cogidos en flagrante adulterio, o del estrupo llevado a cabo por J ŭpiter con la bendi-
ción del cielo, en la persona de Ganímedes..." SANCHEZ SALOR, op. cit., pág. 98 y ss.
(14) CELSO, op. cit., pág. 59.
(15) CELSO, "...es evidente, que en su historia de la torre de Babel y de la confusión de
lenguas, Moisés no hizo más que copiar, de la misma manera que la historia de
Sodoma y Gomorra fue sacada del mito de Faetón..." Op. cit., pág. 58.

210
(16) Celso, op. cit., pág. 59.
(17) Celso, "...nada tiene fundamento en este debate, donde las dos partes (judios y cristianos)
concuerdan en unos profetas inspirados por un espíritu divino y en que dichos profetas pre-
dijeron la venida de un Salvador del género humano; pero no se ponen de acuerdo en si di-
cho personaje anunciado vino efectivamente o no..." Op. cit., pág. 45.
(18) Celso, op.cit., pág. 58.
(19) TERTULIANO, Apol., 19,3 ss.; SANCHEZ SALOR, op. cit., pág. 41.
(20) Ter., Apol., 21; "...y es que, a Excepción de la antígŭedad, nosotros no conincidimos con los
judíos ni en la abstinencia de ciertos alimentos, ni en los días de fiesta, ni en la señal corporal
distintiva, ni siquiera en el nombre deberíamos coincidir, sin embargo, si es que somos servi-
dores del mismo Dios...". SANCHEZ SALOR, op. cit., pág. 58.
(21) Celso, "... ninguno de ellos quiere ofrecer o escrutar las razones de las creencias adoptadas.
Dicen generalmente: No examineis, creed sólamente, vuestra fé os salvará...". Op. cit., pág. 21.
(22) Celso, op. cit., pág. 49.
(23) Celso, op. cit., pág. 50.
(24) Ibidem
(25) Celso, "... en los otros misterios, en los ritos de iniciación se oyó proclamar solemnemente:
Que se aproximen sólo los que tienen las manos puras y la lengua prudente,... escuchemos
ahora a qué canalla convocan los cristinaos a sus ceremonias y misterios: Quien fuera peca-
dor, quien no tuviera inteligencia, quien sea flaco de espíritu, en una palabra quien sea mise-
rable, que se aproxime, el Reino de Dios le pertenece...". Op. dt., pág. 50.
(26) MATE0 6:17-18 "Mas tŭ, cuando ayunes, ŭntate la cabeza (con aceite) y lávate el rostro, pa-
ra que no les parezca a los hombres que ayunes, sino a tu Padre que está en lo secreto; enton-
ces tu Padre que mira en secreto te lo pagará". Lucas 8:10 "A ustedes se les concede entender
los secretos sagrados del reino de Dios, pero para los dernás está en ilustraciones, para que,
aunque estén mirando, miren en vano y, aunque están oyendo, no capten el significado".
Conceptos y expresiones símilares los encontramos en Lucas 10:21-22; Lucas 10:24; Mateo
6:6; Mateo 11:25.
(27) Jesŭs se dirige a sus discípulos y les dice: Mateo 10:34 "No piensen que vine a poner paz en
la tierra; no vine a poner paz, sino espada". En similares términos se expresa en Lucas 12:51;
Hechos 5:29 "En respuesta Pedro y los otros apóstoles dijeron: « Tenemos que obedecer a
Dios como gobernante más bien que a los hombres»".
(28) Celso, "...Mientras las sociedades autorizadas y organizaciones tradicionales se reunen abler-
tamente y a la luz del día, ellos mantienen reuniones secretas e ilícitas para enseñar y practi-
car sus doctrinas. Se unen entre sí por un compromiso más sagrado que un juramento y así
quedan confabulados para conspirar con más seguidad contra las leyes y así resistir fácil-
mente a los peligros y a los suplicios que les amenaza". Op. cit. pág. 19.
(29) Celso, Op. cit., pág. 77.
(30) Celso, op, cit., pág. 27.
(31) Celso, Op, cit., pág. 30.
(32) Las narraciones sobre la negación del apóstol Pedro hacia Jes ŭs y la traición sufrida por éste,
en la persona de Judas, se recogen en Lucas 22:56-62; Mateo 26:69-75; Marcos 14:66-72 y
Lucas 22:47-48; Mateo:26:45-50; Marcos 14:41-46; Marcos 14:50.
(33) Celso, Op. cit., pág. 37
(34) Celso, "... ayor qué suelta entonces lamentos y gemidos y suplica que el tormento que le ate-
moriza le sea evitado?: i0h, Padre mio, si es posible, aparta de mi este cáliz!". Op. cit., pág. 34.

211
(35) Celso, "...convendría previamente examinar si alguna vez alguien realmente muerto, resucitó
con el mismo cuerpo...ujuién vió todo eso. Una mujer en extásis, segŭn vosotros mismos re-
conoceis y algŭn otro hechizado por el mismo estilo...".0p. cit., pág. 39.
(36) Celso, Op. cit., pág. 41
(37) Arnob., Nat. 1,48 ss., Sánchez Salor, Op. cit., págs. 176-178.
(38) Ibidem
(39) Lactancio, Inst., 4,12; Rufino, Symb., 9, Sánchez Salor, Op. cit., págs. 322-325.
(40) Celso, "...pretendeis que Dios nos dió el poder de apresarlos y usarlos (a los animales) seg ŭn
nuestra fantasfa; pero es mucha casualidad que, antes de que los hombres hubiesen consti-
tuido sociedades, inventará las artes, fabricado armas y redes, fuesen éstos casi siempre
apresados y comidos". Op. cit., págs. 63-64.
(41) Celso, "...es falso sostener que el hombre haya sido hecho a imagen de Dios; Dios no tiene
forma humana ni la de ninguna criatura sensible...más él en sí no es nada de modificable: no
puede ser aprendido por la razón ni expresado por la palabra, él no está sujeto a ning ŭn
cambio capaz de determinarlo". Op. cit., pág. 93.
(42) Ibidem
(43) Celso, Op. cit., pág. 56
(44) Celso, "...Dios no tiene nada de mortal las esencias inmortales son ŭnicas obras y por ellas
fueron hechas los seres mortales...". Op. cit., pág. 61.
(45) Celso, "...la esencia inmortal permanece necesariamente identica a si misma e inmutable.Por
lo tanto un cambio tal no podria convenir a un Dios...". Op. cit., pág. 57.
(46) Celso, op. cit., pág. 61.
(47) Celso, Op. cit., pág. 105.
(48) Celso, Op.cit., pág. 81.
(49) Celso, Op. cit., pág. 91.
(50) Celso, "No se puede tolerar oiros decir: si los emperadores que hoy reinan, después de dejar-
se persuadir por nosotros corrieran a su propio desastre, seduciremos incluso a sus vencedo-
res...hasta que todos nos hayan entregado y sean igualmente exterminados por los enemi-
gos.". Op. cit., pág. 123.
(51) Celso, mal hay en procurar atraer la benevolencia de los que de Dios recibieron su
poder, y, en especial de los reyes y poderosos de la tierra?. Pues no fueron elevados al lugar
que ocupan, sin la intervención de la voluntad divina.". Op. cit., pág. 121.
(52) Celso, "...Apoyad al emperador con todas vuestras fuerzas, Compartid con él la defensa del
derecho; combatid por él, ayudadlo en el control de sus ejércitos. Por ello, cesad de hurtaros
a los deberes civiles y de impugnar el servicio militar; tomad vuestra parte en las funciones
pŭ blicas, si fuere preciso, para salvación de las leyes y de la causa de la piedad.". Op.
pág. 123.
(53) Celso, Op. cit., pág. 119.
(54) JEDIN, HUBERT: Manual de historia de la Iglesia. I Barcelona, 1966, pág. 266; se hace una breve
reflexión del alcance y efecto que produjo la obra de Celso entre los cristianos y los paganos.
(55) TERTULIANO, Apol., 33,2-3; 33,1-2; "...Si coloca su majestad debajo de la majestad de Dios
y le encomiendo así al ŭ nico Dios al que le someto; y le someto a aquél con el cual no puedo
igualarle. ". SANCHEZ SALOR, Op. cit., págs. 403-404.
(56) TERTULIANO, Apol., 32,2-3; 33,1.2; "Pero nosotros juramos, y si bien no lo hacemos por el
genio de los emperadores, si lo hacemos por su salud..." SANCHEZ SALOR, op. cit., pág.
403.

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(57) TERT., Apol., 30; SANCHEZ SALOR, Op. cit., pág. 401.
(58) TERT., Apol., 32,1; SANCHEZ SALOR, Op. cit., pág. 403.
(59) Un estudio profundo del pensamiento y actitud de Tertuliano se recoge en los siguientes ar-
tículos. FONTAINE, J.: "Chrétiens et barbares. Un aspect éclairant du débat entre Tertullien
et la cité rornaine", RomBarb 11,1977, págs. 27-57. FREDOUILLE, J.C.: Tertullien et lémpire",
RecAug XIX, 1984, págs. 111-131
(60) Min. Fel., 31,1-5; SANCHEZ SALOR, Op. cit., pág. 302.
(61) Min. Fel., 28,10 ss; SANCHEZ SALOR, Op. cit. pág 300
(62) Min. Fel., 30; "...Hay mujeres vuestras que, con medicamentos y bebidas, apagan, cuando to-
davía estan en sus entrañas la semilla de un futuro hombre... y todas esas prácticas tienen
ciertamente su origen en lo que os han enseñado vuestros proplos dioses: efectivarrtente
Saturno no es que abandonara a sus hijos, sino que los devoró...". SANCHE.Z SALOR, op. cit.,
pág. 445.
(63) Tert., De spect., 14; 17; SANCHEZ SALOR, Op. cit., págs. 434-435.
(64) Min. Fel., 37,12; SACHEZ SALOR, Op. cit., pág. 436
(65) Celso; Op. cit., pág. 10-11.
(66) Celso, "no existe por lo tanto mal alguno en que cada cual conserve las costumbres religiosas
de su país...". Op. cit., pág. 69.
(67) Tema analizado por FERNANDEZ UBIÑA, J., Op. cit., pág. 102
(68) KOVALIOV, S.I.: Historia de Roma, Madrid, 1985, pág. 351 y ss.; Dodds E.R.: Paganos y cristia-
nos en una época de attgustia, Madrid, 1975, pág. 179.
(69) Ejemplos los encontramos en Lucas 9:23-23 :Siguiendo entonces dijo a todos: "Si alguien
quiere venir en pos de mí, repŭdiese a sí mismo y tome su rnadero de tonnento día tras día y
sigame de continuo. Porque el que quiera salvar su alma la perderá; pero el que pierda su al-
ma por causa de mí es el que la salvará. En términos semejantes Jesucristo se manifiesta en
Lucas 21:16-17, Mateo 10:22; Marcos 13:9; Marcos 13:12-13
(70) Suficientemente explícitas son las palabras de Jes ŭs en Lucas 6:20-36 «..."Felices son uste-
des, los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios. Felices son ustedes los que tienen
hambre ahora, porque serán saciados. Felíces son ustedes los que lloran ahora, porque rei-
rán...Regocíjense en aquel día y salten, porque, imiren! su galardón es grande en el cielo,
porque ésas son las mismas cosas que hacían los antepasados de ellos a los profetas". Un
sentido similar se encuentra en Lucas 6:38; Lucas 11:9; Lucas 11:13; Lucas 12:29-32; Mateo
6:31-34; Mateo 7:11-14; Juan 16:20-22.
(71) DODDS, E.R., Op. cit., pág. 173 y ss.
(72) CUMONT, FRANZ; Las religiones orientales y el paganismo romano, Madrid, 1987.
(73) PUENTE OJEA, G.; Ideología e historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico,
Madrid, 1989, págs. 237-239.
(74) Hechos 2:44-45; "Todos los que se hicieron creyentes estaban juntos por tener todas las cosas
en comŭ n, y se pusieron a vender sus posesiones y propiedades y a distribuir el (producto)
entre todos, segŭ n la necesidad que cualquiera tuviese". Testimonios similares se encuentran
en Juan 15:12-13; Hechos 28:7-10.
(75) Mateo 19: 24; Marcos 10:25; Lucas 18:25.
(76) Mateo 22:21; Marcos 12:17; Lucas 20:25.
(77) Puente Ojea recoge el pensamiento de Ireneo de Lión en su obra Contra las herejías y esa men-
talidad conservadora a finales del siglo II d.C. Op. cit., págs. 255-257.
(78) Cipriano, Epist. 4; 'Tanto nosotros las jerarquias como los fieles tenemos la obligación de temer

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a Díos y observar totalmente sus preceptos divinos, y de no consentir que nuestros hermanos
pequen ni vivan en su arbitrio y gusto...". Sánchez Salor, Op. cit., pág. 321.
(79) BAYET, J.; La religión romana, 1984, pág. 183 y ss.
(80) ROUGIER, LOUIS; El conflicto del cristianismo primitivo y de la civilización antigua, Barcelona,
1989, pág. 5.
(81) Romanos 13:1 "...porque no hay autoridad a no ser por Dios; las autoridades que existen están
colocadas por Dios en sus posiciones relativas"; Romanos 13:6; también Puente Ojea recoge el
testimonio de Tertuliano que hace referencia al origen del poder imperial, Op. cit., págs.
257-258.
(82) BAYET, JEAN; Op. cit., pág. 280.
(83) Diversas interpretaciones de este tema se recogen en: Cruz, N.: "Las relaciones Imperio
Romano—Cristianismo: La polémica Siniscalco—Sordi", Revista de Historia Universal, ne13,1987.
Santos Yanguas, N.: "Los Rescriptos de Trajano y Adriano y la persecución de los cristia-
nos", Studium Ovetense, X, 1982. Sordi, M.; Los cristianos y el imperio romano. Madrid, 1988.
Rougier, L., Op. cit., pág. 79.
(84) Celso, "la sabiduría bárbara vale poco en sí misma, sino la corrige, depura y ultima el logos o
la razón griega, de la cual Roma se siente heredera". Op. cit., pág. 20.
(85) Romanos 8:38-39 "Porque estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobier-
nos, ni cosas aquí, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra
creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jes ŭs nuestro Serior."

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