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La flor que muere en la oscuridad

Los giralunas son plantas autóctonas del continente de Dánnuca, identificables por su
gran flor de treinta y cuatro pétalos azules. Nacen en la primera noche de luna creciente
y alcanzan su momento más radiante con la luna llena. Durante el día permanecen
cerrados.
Los giralunas no resisten la noche de luna nueva, lo cual parece indicar que la presencia
del astro nocturno es fundamental para su supervivencia. La duración de la vida de un
giraluna es equivalente a un ciclo lunar.
Un día es el tiempo que no hay giralunas sobre la Tierra. Toda una generación ha
perecido la noche anterior, y la que nacerá con la primera luna creciente nada sabrá
acerca de su predecesora.
¿Qué pasaría si un giraluna trascendiera el mes lunar?
Algunas voces aseguran que irremediablemente fallecerá a los pocos días, aduciendo
que sus treinta y cuatro pétalos representan su estadía máxima en este mundo. Esta
sentencia, sin embargo, tiene poco fundamento; muchas otras flores cuentan con igual
cantidad de pétalos, lo que hablaría más de una característica general de cierto tipo de
plantas que de un rasgo distintivo del giraluna.
Voces aún más inverosímiles sostienen que cuando un giraluna sobreviva a la noche
opaca, su flor se tornará resplandeciente y de una blancura taciturna. Habrá alcanzado
un estado de tal perfección que ya no necesitará de la luz de la luna nunca más.
Pero semejante acto de soberbia no será perdonado.
Si un giraluna resplandeciente apareciera, la luna se irá.
La noche se quedará para siempre.
Y ese será nuestro final.

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