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La rata
Esta es la historia de un lugar llamado Libertad, tierra hermosa y llena de armonía. Cada
día era perfecto allí, los pájaros cantaban sus canciones, el pasto era verde en diversas
tonalidades, las nubes hablaban con el sol acerca de cómo el viento acariciaba los rostros
de todos los animales que en ese bello sitio habitaban. Las plantas eran felices también,
cada día saludaban a todos con sus hermosos colores y múltiples formas, dejando ver su
Irina, la tortuga, fue una de las primeras en llegar a Libertad. Originaria de Los Alpes del
Sur, se aburrió de tanto frío y decidió buscar lugares más cálidos para posar su caparazón.
En su camino hacia dichas tierras, se encontró con un pequeño ser, cuya especie no logró
había aburrido de vivir en lugares donde unos se comieran a otros y se fue buscando
nuevos rumbos más amistosos y menos individualistas. Fue así como Irina convenció a la
llamativa tórtola de acompañarla en su viaje a Libertad, lugar que, según había escuchado
Tras varias horas de viaje, Geopelia le sugiere a Irina tomar un pequeño descanso para
recuperar fuerzas. En eso estaban cuando sintieron un ruido estruendoso, sonido infernal
que parecía venir de los arbustos. Temerosas, pero decididas fueron a ver qué era lo que
dilucidar el estrepitoso misterio. Al llegar al lugar no vieron a nadie que pudiera estar
haciendo tales sonidos, buscaron y buscaron sin éxito, llegaron a pensar que aquello había
sido producto del cansancio que sentían por las horas de viaje. De pronto, cuando ya
dejaban el lugar, se volvió a sentir aquello que estremecía toda la zona. Rápidamente,
volvieron a indagar detrás de los arbustos. Fue en ese entonces cuando vieron lo más
insólito que habían encontrado en sus vidas, era una pulga albina que gritaba desesperada,
pues tenía una espina en su pata inferior izquierda, espina que no la dejaba caminar y que
la atormentaba enormemente. Con mucho cuidado, Geopelia retiró la astilla de la pata de
la pulga, mientras Irina le cantaba una canción para aliviar su dolor. Cuando pasó la
conmoción y todos estaban más calmados, la pulga se presentó. Su nombre era Aparicio,
pulga albina de naturaleza solitaria quien viajaba solo recorriendo lugares hermosos
donde dejar su huella artística, ya que, en palabras de Aparicio, él era un “neopoeta anti
artificialista pro hedonismo, pero sin extremismos”, término que sólo él entendía
completamente.
Irina y Geopelia le contaron a este nuevo amigo acerca de su viaje y de lo hermosa que
era la Tierra Libertad. Aparicio, entusiasmado con lo que estos dos seres le contaban,
Más y más personajes aparecían a medida de que estos tres nuevos amigos avanzaban.
Fue así como conocieron a Nemesio, un león vegetariano que escapaba de las burlas de
sus demás compañeros de especie; Perpetua, la serpiente sonriente, que fue expulsada de
su tierra por sus constantes ataques de risa, ataques que muchas veces no dejaban dormir
a nadie. Y así, mientras marchaban hacia su destino, iban conociendo cada vez más seres
que se decidían a acompañarlos hacia esa zona aparentemente tan bella. Un día, cerca del
río misterioso, los animales viajantes encontraron a un mono y una mantarraya sentados
en una roca, cada uno llorando por sus vivencias pasadas. El primero, se lamentaba de
todo el tiempo que había perdido en sus andanzas, vivencias de tipo bohemias y
laboralmente durante muchos años. La segunda, sollozaba de culpa, pues había sido
exiliada de su tierra por haber dado muerte a uno de los únicos humanos que respetaba a
los animales, se interesaba por ellos y por darlos a conocer. Eleodora alegaba que no fue
consolarla diciéndole que, al final, los humanos y los animales nunca se llevarían bien,
El viaje fue extremadamente largo y muy cansador, pasaron días y noches enteras sin
llegar a destino, hasta que un día de verano por fin arribaron a la hermosa Tierra Libertad.
En la entrada había una roca tallada donde decía “Vive y deja vivir”. El lugar era
hermoso, casi mágico, se podía sentir la paz en el ambiente. Durante muchos años,
animales y plantas vivieron sin problemas, compartían el espacio y la comida, todo les iba
de maravilla. Una tarde, cuando el sol se despedía y le daba la bienvenida a la luna nueva,
llegaron dos seres bípedos, de piernas largas y aspecto no animal ni vegetal. Eran
humanos, humanos de verdad. Los animales huyeron despavoridos, las plantas se cubrían
como podían, pues, como decía Clímaco, los humanos no eran de fiar, siempre usaban al
mundo y a todo lo que en él habitaba para su beneficio, sin importarles el hecho de que
todos habían llegado a esta tierra al mismo tiempo. Destrucción, odio, ansias de poder y
corrupción eran sinónimos de los seres humanos, quienes usaban su inteligencia para su
Desde lejos y muy camuflados, los animales y plantas gritaban a los humanos que se
fueran, que no eran bienvenidos allí, ya mucho daño habían hecho a varios animales,
plantas y hasta a su misma especie y no querían saber de nada que se relacionara con
ellos. Muy tristes, los humanos asumían que no eran una especie querida y que su
existencia trajo al mundo mucha tristeza y sufrimiento. Mas ellos no eran como todos los
humanos, ellos sí respetaban a las demás especies, sí creían en poder convivir todos
juntos sin abusar unos de otros. Por este motivo habían emprendido aquel viaje hacia
tierras más generosas, sin importarles las burlas, críticas, ataques y agresiones de otros de
su especie que no entendían por qué tenían consideración con seres inferiores, sin
Un día, mientras los animales habían ido a buscar frutos de la estación, Irina se dirigió al
arrollo a beber un poco de agua, un leve mareo la hizo caer dentro de él. Por haber vivido
siempre en los Alpes del Sur nunca aprendió a nadar. Rápidamente llegó hasta el fondo
del estanque, no había nadie allí quien pudiera salvarla. Los humanos, que se encontraban
a metros del lugar, notaron las burbujas que salían a la superficie. Supieron entonces que
lánguida tortuga. Fue en ese entonces cuando los animales llegaron y vieron toda la
escena. Indignados, pensaron que los humanos atacaban a Irina y arremetieron contra
ellos. En ese entonces Irina despertó y, con voz tenue, explicó lo sucedido. Los animales y
desinteresado. Desde aquel entonces, animales, humanos y plantas supieron cómo vivir en
defectos. Aprendían, de este modo, los unos de los otros, dejando demostrado que el
plantas y humanos que quisieron un presente y un futuro mejor, una vida sin lujos ni
tierra pudieron decir por fin que habían alcanzado la tan ansiada libertad.