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LA AUTORIDAD DE JESÚS

“La palabra autoridad contiene dentro de sí la palabra autor. Dios es


el autor de todas las cosas sobre las cuales tiene autoridad. Dicha
propiedad le da ciertos derechos. Puede hacer con su universo lo
que agrade a Su santa voluntad. Asimismo, todo poder en el
universo fluye del poder de Dios. Todo poder en este universo está
subordinado a Él”1
Cuando el Señor y sus discípulos volvieron a Jerusalén desde
Betania y como de costumbre, Jesús andaba por el templo
enseñando al pueblo y anunciando el evangelio. En aquella misma
hora vinieron a Él los líderes oficiales de Israel: los principales
sacerdotes, los escribas y los ancianos (Mr 11:27). ¿Quiénes eran
estos personajes que todo el tiempo buscaban arremeter contra
Jesús? Los principales sacerdotes, constituían un grupo u orden
compuesto por el sumo sacerdote, quién era el responsable máximo
del Templo y presidente del Sanedrín. Los escribas, que en su
mayoría eran fariseos, porque estos eran los hombres que
estudiaban, interpretaban y enseñaban la ley. Por último, los
ancianos eran los jefes de las familias laicas más influyentes, que
representaban a la nobleza laica en el Sanedrín. Estos tres grupos
podrían ser definidos por dos palabras: RELIGIOSOS
INFLUYENTES.
Presentándose delante de Jesús le dijeron: ¿con qué autoridad
haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?
(Mr. 12:28) Esta pregunta no estaba motivada por la curiosidad; se
trataba de un ataque. Estos dirigentes se hallaban furiosos en su
odio, debido a las enseñanzas de Jesús. Buscaban la mínima
oportunidad para desacreditar públicamente al Señor y acusarlo de
blasfemia, y de esta manera exigir su ejecución. Sin embargo,
Jesús conocía el verdadero trasfondo de esa astuta interrogante, no
obstante, Jesús les planteo otra interrogante, exponiendo la
ignorancia y la falta de sinceridad que los caracteriza,
respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta;
respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas. El
bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme
(Mr.12:29-30)
Varios interpretes han señalado que el método de responder a una
pregunta por medio de otra pregunta era algo bastante común en
las pláticas entre los rabinos (Mr. 2:7-10; 2:18-22; 3:22-30; 8:11-13).
Sin duda alguna Jesús al ser Dios conocía las verdaderas
intenciones del corazón de estos individuos, la dureza y grosor del
corazón de cada uno les impedía contemplar la Deidad de Cristo y
la Supremacía de Su autoridad. Con su pregunta Cristo arrinconó a
sus enemigos. Los enemigos de Jesús no podían gozar de la
verdad porque su mente estaba entenebrecida y reprobada. La
razón por la que mucha gente conoce tan poco sobre Jesús y el
gozo de vivir una vida cristiana, es porque rehúsan someterse a su
voluntad.
Ellos razonaban entre sí, “si decimos, del cielo, Él nos dirá, ¿Por
qué, entonces no creísteis? ¿Pero si decimos, de los hombres...?
Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un
verdadero profeta. Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No
sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco os digo
con qué autoridad hago estas cosas. (Mr. 11:31-33)
La pregunta planteada por Jesús prácticamente los ha dejado entre
la espada y la pared. Negar la opinión popular de que Juan era un
verdadero profeta habría tenido graves y hasta fatales,
consecuencias. Rechazar al verdadero profeta de Dios equivalía a
rechazar y blasfemar al mismo Dios. Ya que las dos únicas
alternativas eran inaceptables para los RELIGIOSOS
INFLUYENTES, solo se atrevieron a responder: No sabemos. Con
esta respuesta manifestaron su verdadera ignorancia entorno a los
asuntos divinos, fue un trago amargo para su orgullo y egoísmo, ya
que eran expertos en asuntos teológicos y sabios en debates.
El dulce knockout de Jesús fue expresado en su respuesta final:
Tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas. Después de
tres años de enseñar y realizar señales, prodigios y milagros que
demostraron ampliamente que era el Mesías, ya no les daría más
información. Los religiosos cavaron su propia condenación al no
creer en el Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque
sus obras eran malas (Juan 3:19). Aquellos que con dureza de
corazón rechazan la luz finalmente serán abandonados.
Una pregunta similar a la que expresaron los RELIGIOSOS
INFLUYENTES sería ¿Por qué haces esto en mi vida y quién te dio
permiso de hacerlo? La respuesta es sencilla, porque es Dios y no
necesita autorización de nadie. Él posee la autoridad para ejercer lo
que le plazca. Lejos esté en nosotros cuestionar la autoridad del
Señor, en su lugar Dios nos dé un corazón nuevo, obediente,
sencillo y sujeto al Señorío de Jesús. Dios tiene toda autoridad
sobre mi vida y en todo lo que existe. Lo que ha determinado según
el Designio de Su Voluntad es bueno y perfecto, aun cuando
desconozca los misterios en Su obrar.
Él tiene todo el derecho de hacerlo. Sean remplazadas las múltiples
cuestiones a nuestro único y sabio Dios por un sometimiento a la
Autoridad de Jesús. Quien recibe la autoridad de Cristo en su vida,
recibe Su Señorío y quien recibe su Señorío acepta totalmente Su
voluntad. Dios es el autor de todas las cosas sobre las cuales tiene
autoridad.
La oración de cada uno debe ser: “Enséñame a hacer tu voluntad
porque tú eres mi Dios” (Sal. 143:10).

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