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Trastornos Somatomorfos
Trastornos Somatomorfos
Definición general
Las personas con trastornos de este tipo presentan una serie de quejas y síntomas
físicos, pero las pruebas médicas realizadas no indican enfermedad orgánica alguna
o, si hay alguna enfermedad, no puede explicar sus síntomas, ya que el origen de
dichos síntomas es psicológico. Suelen presentarse en las consultas de los médicos
convencidos de que sus síntomas se deben a alguna enfermedad física y a menudo
no aceptan la posibilidad de una etiología psicológica. Los síntomas aparecen en
periodos de estrés.
Muchas personas tienen a veces síntomas de este tipo sin que por ello padezcan un
trastorno somatomorfo. Para diagnosticar este trastorno es necesario que los
síntomas sean lo bastante graves como para interferir en la vida de estas personas
(relaciones, trabajo, etc) e impedirles funcionar con normalidad.
Algunos autores piensan que ese trastorno se debe a un rechazo real o imaginado
por parte de personas significativas. Las continuas quejas de dolor o síntomas
físicos tendrían la función de obtener la atención de dichas personas y modificar su
comportamiento, aunque esto se realiza de un modo inconsciente. Sin embargo, las
quejas prolongadas infundadas suelen acabar suscitando más rechazo, el cual a su
vez agravaría los síntomas.
El abuso físico y sexual en la infancia, así como una historia de secretos familiares
suele ser también un antecedente de estos trastornos. En estos casos suele darse
una represión de las emociones (por ejemplo, cuando una familia niega la
existencia de los abusos y nunca habla de ellos), de modo que los conflictos que no
pueden ser expresados emocionalmente acaban siendo expresados mediante
síntomas físicos. A veces es también un modo de pedir ayuda sin tener que hablar
ni contar lo sucedido, como puede pasar en casos de abusos sexuales en la
infancia.
En una investigación (Reilly, 1999) se comparó grupos de personas sin enfermedad
orgánica (convulsiones no epilépticas y enfermedad del intestino irritable) con
personas con síntomas similares procedentes de enfermedades físicas (epilepsia y
enfermedad de Crohn). Los pacientes del primero grupo (con los dos tipos de
síntomas) se asemejaban entre ellos en que recordaban más abusos físicos y
sexuales que el otro grupo. También eran similares respecto a padecer más
problemas emocionales y sociales y estar más orientados hacia la enfermedad que
los dos grupos con enfermedades orgánicas.
Trastorno de somatización
En el pasado, este trastorno recibía el nombre de histeria. Consiste en la aparición
de numerosos síntomas físicos que comienzan antes de los 30 años y causan un
mal funcionamiento en la vida de estas personas. Durante la exploración médica no
aparece ninguna enfermedad o bien si aparece alguna no explica todos los
síntomas. Para que se diagnostique el trastorno es necesario que se cumplan todos
estos criterios:
Dolor en cuatro zonas diferentes (por ejemplo, cabeza, abdomen, espalda y
pecho) o en cuatro funciones diferentes (por ejemplo, dolor menstrual, dolor al
orinar, dolor durante las relaciones sexuales, etc.).
Dos síntomas gastrointestinales diferentes del dolor (por ejemplo, náuseas y
vómitos).
Un síntoma sexual y reproductivo que no sea dolor.
Un síntoma psiconeurológico (por ejemplo, parálisis, afonía, retención
urinaria... de origen psicológico).
Cualquier parte del cuerpo puede verse afectada, y entre los síntomas que pueden
aparecer se encuentran: dolores de cabeza, náuseas, vómitos, hinchazón, dolor
abdominal, diarrea o estreñimiento, dolor menstrual, fatiga, desvanecimientos,
coito doloroso, pérdida del deseo sexual, dolor al orinar, problemas de erección o
eyaculación, síntomas psiconeurológicos. Es habitual que estas personas padezcan
también ansiedad y/o depresión.
Suelen describir sus síntomas como insoportables o lo peor que se pueda imaginar
y a menudo se vuelven dependientes y manipuladores en sus relaciones y exigen
atención y cuidados, llegando a enfadarse si los demás no satisfaces sus
necesidades. No suelen ser conscientes de que su problema principal es psicológico
y buscan ayuda médica. Aunque a veces su síntomas les reporten ganancias
secundarias, no es raro que se sientan culpables y duden de su capacidad y valor
personal.
Ejemplo de caso: Susana era una chica de 15 años que había padecido durante dos
años los siguientes síntomas: dolores corporales, fatiga, fiebre, dolores de cabeza,
diarrea, náuseas, dolor articular, dolor al orinar y menstruaciones irregulares. Los
análisis médicos fueron normales, no apareciendo ninguna enfermedad física. En un
principio negó padecer una situación estresante o haber sido víctima de algún
trauma psíquico.
Sin embargo, más tarde se decidió a revelar una historia de abuso sexual por parte
de su hermano y la pareja de su madre y violencia doméstica durante años. Sus
síntomas eran debidos al intenso malestar provocados por los abusos y el ambiente
de violencia que debía mantener en secreto.
Hipocondría
Consiste en una preocupación marcada por las funciones corporales con miedo a
adquirir o padecer una enfermedad grave.
Para llegar a estas conclusiones se basan en síntomas físicos que interpretan de
manera errónea. Sus preocupaciones les provocan un gran malestar emocional y
les dificulta funcionar de un modo normal.
Por ejemplo, una adolescente de 13 años pensaba que tenía cáncer porque sus
pechos se habían desarrollado de forma asimétrica. También tenía la sensación de
que se le caía el pelo, lo cual, según ella, confirmaba el diagnóstico.
Estas preocupaciones persisten a pesar de que los médicos les aseguren que están
sanos. Son usuarios habituales de los servicios médicos, aunque suelen sentirse
insatisfechos con los servicios prestados o el trato recibido por el personal sanitario.
Es habitual que padezcan algún otro trastorno simultáneamente, siendo el más
frecuente un trastorno de ansiedad generalizada (71%) seguida de distimia,
depresión mayor, trastorno de somatización y trastorno de pánico.
Algunos autores explican que estas personas toleran peor que los demás los
síntomas físicos y los perciben de modo exagerado. Por ejemplo, lo que para la
mayoría de las personas es una presión abdominal, para ellos es dolor. Sus
síntomas más leves son interpretados con una intensa ansiedad como indicios de
que les sucede o les podría suceder algo muy grave. Es decir, se trataría de
distorsiones en su pensamiento, con tendencia al catastrofismo y la exageración.
Las principales áreas corporales de preocupación son piel, cara, acné, genitales,
arrugas, dientes, pecho, nalgas, cicatrices, pelo fino, asimetría facial, bello facial
excesivo, labios, nariz, etc. En los hombres la preocupación principal suele
centrarse en los genitales, mientras que las mujeres suelen preocuparse más con
su cara, pelo y pecho. No suelen revelar lo que les pasa debido a que se sienten
avergonzados y, como mucho, dicen que se consideran feos en un sentido general,
sin especificar el motivo.
Este trastorno suele comenzar en la adolescencia e ir disminuyendo con la edad,
aunque en ocasiones puede volverse crónico.
Trastorno de conversión
Se trata de uno o más síntomas que afectan al funcionamiento sensorial o motor y
que asemejan una enfermedad neurológica pero que no pueden ser explicados
mediante ninguna enfermedad física. Su aparición suele estar asociada a algún
acontecimiento estresante. Los episodios suelen ser breves, recuperándose
totalmente en el plazo de un mes o menos. En la mayoría de los casos no vuelve a
repetirse, aunque en otras ocasiones los síntomas pueden volver a aparecer al cabo
del tiempo.
Este trastorno puede ocurrir a cualquier edad. Se estima que hasta un 34% de la
población experimenta algún síntoma de conversión a lo largo de su vida, pero el
trastorno suele ser más frecuente en personas de bajo nivel educativo y cultural.