“Despréndete de todas las impresiones de los sentidos y de la imaginación y no te fíes sino de
la razón”. (Descartes) Apreciado Decart, después de escribirle algunas cartas en las que he compartido con usted una cantidad de ocurrencias significativas, las cuales se fueron originando a medida que iba leyendo tus meditaciones metafísicas, veo que es necesario concluir con esta carta mi comunicación con usted, y poder así seguir preguntándome por aquello que vislumbra el pensamiento que en la actualidad catalogamos como moderno a la luz de otros autores que al igual que usted, se dedicaron al libre pensamiento. Dicho pensamiento que es libre, solo es posible en aquellas personas que logran aplicar un saber al ámbito corporal. Es por eso, que con alegría, y dudando de todas las cosas que carecen de confiabilidad, me cuestioné sobre el fundamento de una realidad más allá de la mente. Ahora bien, considero que no hay nada mejor que intentarlo, aun cuando sea tan complicado o imposible como lo es intentar imaginar un quilógono, sin embargo, ante esta imposibilidad, veo que sigue siendo posible pensar o concebir, puesto que si no lo hago, entonces, ¿cómo puedo saber que existo? Ya que, si soy una cosa que piensa, así mismo, soy una cosa que concibe. No obstante, es claro, que a diferencia de la tercera meditación, no es suficiente pensar para poder imaginar cosas corporales para saber que existen, sino que, por el contrario se requiere de algo otro respecto del espíritu. Ese algo otro me remitió inmediatamente a pensar en el cuerpo como res extensa respecto del espíritu como necesario para poder imaginar. Aun así, solamente el cuerpo no podría ser necesario, puesto que el espíritu debe estar vinculado de manera especial, con el fin de poder imaginar las cosas corporales. Es por esto que se me fue desvelando que el cuerpo como res extensa, es decir, como cuerpo material y externo, o bien, incluso objeto, no es el cuerpo al que haces referencia, pues ese cuerpo, al que haces referencia, es a un cuerpo propio, carente de voluntad y sujeto al espíritu. Por tanto, si se carece de alguno, es decir, del cuerpo o del espíritu, entonces no puede existir la imaginación. En este orden dialéctico, adquiere mucho sentido lo que vas desarrollando en esta sexta meditación acerca de los sentidos, puesto que si alma y cuerpo trabajan, por así decirlo, de la “mano”, entonces el alma podría acceder a aquellas cosas que el cuerpo le proporcione a través de los sentidos. Es por ello que el cuerpo y su capacidad de recibir información por los sentidos no se pueden reducir a una mera extensión, ya que, esta, dota de diversidad a la imaginación misma. Sin embargo, entiendo por qué rechazar esta tesis, puesto que hay que procurar en todo momento, fiarse de la razón. Por ultimo no queda más que agradecerte por permitirme leer, dudar, comprender, cuestionarte, cuestionarme, replantearme y muchas otras cosas más. Siempre es bueno acercarme al conocimiento a través de personas que ponen en duda hasta lo que categorizamos como obvio. Disculpa si hubo alguna ofensa, pues espero poder escribirte nuevamente.
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