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Hemos oído decir muchas veces que los bebés no pueden darse golpes en la
cabeza porque todavía no tienen huesos. Esto, pese a que hay que vigilar siempre
con los más pequeños, no es del todo cierto. En el momento que nacemos ya
tenemos estos huesos del cráneo; el problema es que, debido al tamaño
desproporcionado del cerebro en relación a los otros órganos en el nacimiento,
estos huesos no están bien soldados entre sí. A medida que se avanza en la
infancia, estos “huecos” van desapareciendo, conformándose así una estructura
compacta.
A continuación veremos uno por uno estos huesos del neurocráneo: dos de
temporales, dos de parietales y uno de frontal, occipital, etmoides y esfenoides.
1. El hueso frontal
El hueso frontal es aquel que se localiza en la frente. Empieza justo por encima
de las cuencas de los ojos y termina en la parte superior de la frente, siendo así el
nexo de conexión entre los huesos del cráneo y los del viscerocráneo.
Protegen también el tronco del encéfalo, que es la mayor ruta de comunicación del
cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos. Los huesos temporales se
encargan, por lo tanto, de asegurar que el área responsable de controlar la
respiración y el ritmo cardíaco no se vea afectada.
Estos dos huesos tienen un agujero que sirve para dar soporte al oído, permitiendo
así que los sonidos lleguen al tímpano por cada uno de los laterales de la cabeza.
De lo contrario, no podríamos percibir ningún sonido.
3. El hueso occipital
El hueso occipital es un elemento óseo de forma marcadamente cóncava y
localizado en la nuca. Su función es la de proteger, de nuevo, el tronco del
encéfalo. Además, también asegura la integridad del cerebelo y los lóbulos
occipitales, encargados de la coordinación muscular y de procesar las imágenes
que percibimos, respectivamente.
5. El hueso etmoides
El hueso etmoides el único de este grupo que no dispone de una forma
aplanada. De hecho, su morfología es rugosa y con cavidades. No se trata de un
hueso “externo”, pues está localizado en la parte interna de la cara, detrás de la
nariz.
6. El hueso esfenoides
El hueso esfenoides podría considerarse como la piedra angular de la base del
cráneo, pues es el que permite, situándose en la porción media de la base del
cráneo, que otros elementos óseos del cráneo queden unidos entre ellos.
Su función, por lo tanto, es la de dar apoyo a otros huesos del cráneo y también la
de dar forma a la estructura interna de la cara.
1. El hueso maxilar
El hueso maxilar es un hueso de morfología irregular que ocupa la parte
central de la cara, desde la parte superior de la boca hasta la base de las fosas
nasales.
2. El hueso palatino
El hueso palatino es una continuación del maxilar y es el que se adentra a
mayor profundidad con respecto a la superficie de la cara. Además de dar
apoyo a otros elementos óseos, también sirve como sostenimiento para tejidos
internos. Tiene una forma de L y conforma el techo de la boca.
5. El hueso vómer
El hueso vómer es un hueso situado detrás del maxilar, justo por debajo de la
nariz y que consiste en una fina lámina vertical que colabora en la formación del
tabique nasal.
6. La concha nasal inferior
La concha nasal inferior o cornete inferior es una estructura ósea situada justo
detrás de las fosas nasales. Su consistencia esponjosa le permite dar soporte a
tejidos recubiertos de mucosa nasal y de vasos sanguíneos y, a la vez, permitir la
entrada constante de aire a la cavidad nasal.
7. El hueso cigomático
El hueso cigomático tiene una forma romboidal que se sitúa en la parte
inferior lateral de las cuencas oculares, conformando así los pómulos. Es un
punto de inserción para varios músculos faciales responsables de la masticación y
también participa en el sostenimiento de los ojos.
8. La mandíbula
La mandíbula es el único hueso de la cabeza dotada de movilidad. Consta de
una base y de dos ramas mandibulares unidas al hueso temporal para su fijación.
Además de ser la base de la dentadura inferior, la mandíbula hace posible
funciones básicas de nuestro organismo como son el habla y la masticación.
Situados en la cavidad timpánica, un espacio hueco del oído medio, estos tres
huesos (martillo, yunque y estribo) están unidos entre ellos mediante articulaciones
y tienen la función imprescindible de amplificar el sonido. De hecho, son ellos los
encargados de transmitir el sonido desde el oído externo hasta el oído interno,
teniendo, por lo tanto, un papel fundamental en el funcionamiento del sentido del
oído.