Está en la página 1de 75

JORGE W.

PEYRANo
Profesor de Derecho Procesal Civil en In Facultad (le Derecho de la
Universidad Catolicn (Rosar10-Argentina). Miembro (101 Instituto

Magistrado en la Provincia de Rosario (Santa Fe).

Fraude Procesal
y problemática
conexa

Tomado de: El Proceso Civil. Principios y fundamentos, EcliL Astiea,


Buenos Aires, 1978, págs.176 a 223.

Jorge W. Peyrano
107

SUMARIO
A.-Definición y clasificación del fraude procesal.
B.-Vías para impedir la producción de la cosa
juzgada fraudulenta, o sus resultas. La llamada
acción revocatoria de la cosa juzgada. a) Principales
vías instrumentales. b) La pretensión autónoma
tendiente a enervar la eficacia de la cosa juzgada
fraudulenta: 1) ¿Procede en defecto de la previsión
legal expresa?. 2) Algo acerca de su interposición y
tramitación. 3) Requisitos de viabilidad de la
pretensión en estudio. 4) Análisis teleológico de la
pretensión que nos ocupa.
c) Recurso de revisión: 1) Análisis de los
antecedentes legislativos nacionales. 2) Tribunal
competente. 3) Causales de procedencia. 4)
Resoluciones susceptihloe de ser atacadas por esta
vía. 5) Plazo de interpo 6) Balance. d) Incidente de
nulidad. e) La interve de terceros en el proceso.
W

109
Jorge Peyrano
ocos temas jurídicos presentan igual dosis de
anarquía que el que motiva este título. Anarquía que
no sólo abarca el meollo de la problemática, sino
también el alcance y significado de los conceptos que
barajan los que han buceado en su seno. Razón por la
cual, una de nuestras mayores preocupaciones ha sido
intentar poner algo de orden en el catálogo conceptual
usado por los estudiosos.
Se podrá discrepar con el esbozo de
sistematización aquí propiciado, pero ello no invalida
lo perentorio de concretarlo, legal y científicamente,
so pena de que los jurisdicentes, los jurisconsultos y
los justiciables se vean expuestos a seguir
hundiéndose en tan peligrosas arenas movedizas.
Otra acotación que es menester efectuar
liminarmente, apunta a dejar establecido que una de
las principales causas de la nebulosidad que rodea el
tema reside en el secular rechazo a elaborar una teoría
del acto procesal abarcadora de su contenido
subJetivo.
Huelga afirmar que no defendemos, como
pareciera hacerlo Vélez Sársfield en la nota al art.
896 del Cód. Civil argentino, la concepción del acto
procesal como especie indifërenciada del acto
jurídico, pero nos suena a trasnochado lirismo
despreocuparse, verbigracia, por todo eventual vicio
de la voluntad sufrido por el litigante, arguyendo, tal
como lo hace el maestro Alsinalž, que la intervención
del sentenciante elimina todo riesgo.
El Fraude Procesal
Aparte del mote de optimista que podría tal sis, cae
por su base cuando se advierte que el legislador
ha reconocido la posibilidad de Propio dor pueda
ser víctima de engaños, implementando
110 ras penales, tales la estafa procesal, reprimirlos. Más
aún: no faltan disposiciones rituales que otorgan
relevancia procesal a vicios de la voluntad

Creemos que precisamente la tradicional negativa


a nuestro modo de ver injustificada, a ponderar el
aspecto subjetivo de los actos procesales, ha sido la
causa de la proliferación de figuras, tales como los
recursos de rescisión y revisión, la intervención de
terceros y la Ilamada acción revocatoria de la cosa
juzgada fraudulenta, que si bien se examinan, se
advertirá que su única misión es cubrir dicho vacío.
Nos parece especiosa y hasta contradictoria la
opinión de quienes, como Garrote14 y Vallej015,
niegan verbigracia, la existencia de vicios de la
voluntad computables en el acto procesal, sosteniendo
que todo vicio, aparentemente de esa clase, de que
adolezca el proceso, no es otra cosa que una infracción
al principio de buena fe procesal. Es que,
habitualmente, sólo se podrá afirmar que se ha
conculcado éste, si se comprueba la incidencia de
alguno de aquéllos.
A tenor de lo hasta aquí dicho, resumimos
nuestra postura afirmando que entendemos que el
acto procesal
de voluntad; pero en el proceso las partes no pueden ser negligentes en la
apreciación de las circunstancias que fundan su decisión, y la presencia del
juez impide que una de ellas actúe bajo la presión de la otra. Por eso
establece que, en principio, en materia procesal no son aplicables las
disposiciones del Código Civil sobre los vicios del consentimiento».
( 13) Código Pmcesal Civil Comepcial de la Proutncta de Santa Fe de 1962,
art. 166, inc. 4": confesión judicial provocada, aunque sea ante juez
incompetente hace plena prueba contra el confesante, salvo: ...Cuando se
pruebe de un modo indudable que ha sido el resultado de un error».
(14) Garrote, Angel, Fraude pmcesal, en *Revista de Estudios
Procesales», 4, Pi 67: uEs elemento característico en el fraude procesal el
fin, que consiste en desviar el proceso de su curso natural, que es la
El Fraude Procesal
decisión de la litis de acuerdo con el derecho. Esta finalidad dolosa implica
una violación al principio de la buena fe procesal. Es violación al principio
de la buena fey no vicio de la voluntad, porque es regla general admitida en
los actos o negocios procesales la prevalencia de la vol untad declarada
sobre la voluntad real».
(15) Vallejo, Ed uardo Lucio, Hechosy actosjurídicos procesales, en
uRevista de Estudios Procesales», nu 2, 84, al pie: Sin perjuicio de señalar
que el fraude lalude al procesal] no es vicio de la voluntad, sino de una
violación al principio de buena fe, importa el análisis de una conducta
dolosa...
El Fraude Procesal

W.

es una categoría del acto jurídico, en tanto y en cuanto tiene


por finalidad la constitución, conservación, modificación o
extinción de una relación procesal; circunstocia que hace
meritables los vicios de la voluntad que pudieran inficionarlo.
Tesis que parecieran compartir 1 1 1 Esclapez15 y Arazi,
cuando postula este último que: «Hasta tanto se elabore una
doctrina referente al contenido del acto jurídico procesal y sea
ella recogida por la legislación positiva, el mismo debe
regirse por el derecho civil».17
Por nuestra parte pensamos que los rasgos propios
que distinguen el acto procesal dentro del género acto
jurídico, entre los que se destaca el interés del Estado
en que el proceso se desenvuelve y resuelva con
equidad, impide la aplicación sic et simpliciter a su
respecto de la normativa que el derecho privado
positivo estatuye, en general, para los negocios
jurídicos. Ello no obsta a que dichas normas
sustantivas puedan servir de fuente de inspiración, a
los efectos de suplir la orfandad legal y doctrinaria
que aqueja a la vertiente subjetiva del acto procesal.
Es que aceptamos la diferencia, para nosotros
inconcusa, entre vicios intnnsecos del acto procesal
que hacen a su contenido subjetivo y sus vicios
extrínsecos que se relacionan con la violación de las
formas legalmente estatuidas para la exteriorización
de aquél. Suele suceder (así acaece en nuestro país)
que los ordenamientos adjetivos no incluyan
disposiciones que expresamente reglamentan los
primeros, como tampoco las consecuencias que
acarrea la verificación de su existencia en el acto
procesal determinado.
Pensamos que el primer déficit apuntado puede
ser salvado mediante el recurso de acudir a las
disposiciones que el derecho privado consagra en
materia de vi-
16) Esclapez, Julio, El fraude pmcescrl en los utievos ordenanuen tos
procesales, en «Problemática actual del Derecho Procesal» libro homenaje a
Amíleali Mercader)J Bs, As., 1971, Platense, p. 405: «El acto procesal es
un actojurídico con modalidades propias, que no puede juzgarse con el
Jorge Peyrano
nusmo criterio que el acto civil . Como todo acto jurídico Ise refiere al acto
procesall tiene sujeto, objeto Y forma. Estos tres elementos pueden estar
viciados por falta de capacidad, de legitimación y de voluntad. Dentro de
los vicios de la voluntad, cabe consignar el dolo propiamente el fraude y la
dicho, simulación».el error originado por el dolo, la coacción (fuerza o
temor),
Arazi, Roland, Fraude procesal y proceso Ira LL, 139-122C
cios de la voluntad, debiendo el intérprete adoptarlas
teniendo en cuenta que han sido pergeñadas para regular
situaciones extraprocesales. Advierte Berizonce que: «Ante
la inexistencia de disposiciones que en los códigos 112
rituales estatuyen sobre los vicios sustanciales propios de
los actos del proceso, debe recurrirse supletoriamente a las
normas contenidas en el Código Civil... Pero es necesario
adecuarlas a los caracteres propios de los actos que se
realizan en el proceso». 18
La segunda falencia puntualizada consiste en la
inexistencia de normas que legislen en materia de
nulidades procesales ocasionadas por vicios
intrínsecos de los actos procesales: Si bien tal falencia
también puede suplirse mediante el artilugio de
recurrir, verbigracia, al Código Civil, creemos que
exige, todavía con mayor prontitud que la
anteriormente examinada, su reglamentación
específica por la ley de rito.
Es que a pesar de defender la tesis que sostiene la
computabilidad de los vicios de la voluntad en los
actos procesales, no por ello dej amos de percatarnos
de que su aceptación, sin que medie una clara
reglamentación legal que ponga coto a su utilización
desleal, agregaría una nueva y poderosa arma al
arsenal de la «chicana».
Entre la preceptiva cuyo dictado impediría que
la ponderación del contenido subjetivo del acto
procesal pudiera tener tan nefastos efectos, podría
incluirse, por ejemplo, una restricción de los medios
probatorios conducentes a acreditar la existencia de
vicios intrínsecos de los actos procesales, así como
también la implantación de plazos de caducidad para
hacerlos valer. Concuerda Berizonce cuando señala
El Fraude Procesal

que: «¿Cuáles son las normas que los rigen? [se


refiere a los vicios intrínsecos de los actos
procesales]. Pensamos que los códigos procesales
deberían reglar expresamente el punto. En tal
sentido convendría establecer un plazo de caducidad
de un mes que correrá desde que se tuvo
conocimiento del vicio o cesó el impedimento
obstativo. De esa forma quedarían conciliados el
valor seguridad con el valor justicia»
( 18) Berizonce, Roberto, La nulidad en el proceso, La Plata, 1967, Platense, p.
41.
(19) Ibídem, p. 78.
Jorge W Peyrano
Finalmente, debe subrayarse, y he aquí el motivo del
tratamiento del tema sub examine en el presente Capítulo,
que la creciente, y a veces desordenada, actual preocupación
por delimitar y reprimir cl fraude procesal, es otro síntoma
del avance de la tendencia 1 1 3 moralizadora del proces020
Claro está que hay quienes opinan que dicho avance no es un
signo de progreso moral, sino más bien un intento de limitar
la proliferación existente de los denominados fraudes
procesales.

A. DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DEL FRAUDE


PROCESAL

Provisionalmente y dejando desde ya sentado que


el perfil que para nosotros posee el concepto en
cuestión sólo quedará en claro más adelante, decimos
que existe fraude procesal cuando media toda
conducta, activa u omisiva, unilateral o concertada,
proveniente de los litigantes, de terceros, del oficio o
de sus auxiliares, que parece el apartamiento dañoso
de un tramo del proceso o del proceso todo de los
fines asignados; desviación que, por cualquier
circunstancia y sin que medie culpa del afectado, no
puede ser subsanada mediante los remedios legales
instrumentados a otros efectos por el ordenamiento
respectivo.
Previamente a entrar en el análisis de la definición
propuesta, es necesario poner de relieve cuáles han sido
los propósitos que han animado su formulación. En
primer lugar se destaca la intención de concretar una
fór-
(20) Véscovi, Enrique, Fraude procesal: sus caracteristtca.s, con/igltruclón
legal y represu;n en «Revista de Estudios Procesales», n" 2, 87 OEI fraude
aparece en el proceso, como en los demás campos del derecho, y se disfraza
Jorge W Peyrano
a
alli COLIIO quí de las formas más imaginables. Su represión es a veces
difícil y choca contra principios de seguridad, como el de la propia cosa
juzgada que do tuina el ámbito de lus providencias judiciales. Dicha represión
represente a nuestro juicio, un aspecto de la tendencia a moralizar el proceson
(21) Morello, Augusto i en el prólogo (p XI) a la obra de Roberto
Beriuzoncetl„a nulidad en el proceso: «En los tiempos que corren
muchos abogados ipráctlcos' que, para desgracia, merecen el concepto
público de expeditivos y de dar soluciones milagrosas, no titubean en
aconsejar la 'fabricación' de procesos ejecutivos simulados o en fraude
de los acreedores... Y son muchas las facetas que requieren pronta
respuesta desde que no ocultamos esta observación: la complejidad del
actuarjudicial de nuestros días, lamentablemente, brinda sigs nos muy
llamativos en el apartamiento de la regla moral.
El Fraude Procesal

mula que aúne la condición de ser elástica a la de


ser todo lo precisa que la heterogeneidad de la materia
abarcada lo permite. Es que la calidad instrumental del
proceso lo hace vulnerable a la comisión de conductas 114
fraudulentas de toda laya. Más aún: puede afirmarse, y para
corroborar tal aseveración basta con repasar lo repertorios
jurisprudenciales, que no solo se advierte un aumento en la
cantidad de aquéllas, sino también una diversificación que
haría estéril todo ensayo de aprehenderlas en
conceptuaciones rígidas. Otra pauta que hemos seguido es
la de pretender lograr una noción de fraude procesal
despojada de todo doctrinarismo ocioso y, por el contrario,
dotada de la mayor virtualidad pragmática. También es
menester aclarar in limite que la utilización de la locución
«fraude procesal» no obedece a la expresa o velada idea de
efectuar un trasbasamiento a la materia ritual de la noción
civilística del fraude. Remarcamos que el esquema que
proponemos ninguna relación guarda con las numerosas
conceptuaciones, casi siempre divergentes entre sí, que
ostentan igual rótulo. Ello no quiere decir que desechemos
los aspectos de dichas disquisiciones que resulten
congruentes con nuestro esquema, especialmente aquellos
acerca de los cuales hay opinión pacífica.
Claro está que si bien optamos por utilizar la
tradicional fórmula del «fraude procesal», elección
motivada en la inconveniencia de introducir
novedades terminológicas cuando media consenso al
respecto, reconocemos que ella es susceptible de
producir reminiscencias que pueden confundir al
desprevenido. Por ello es que, quizá, resultare
conveniente emprender la tarea de reemplazar la
fórmula de marras, por otra que no posea
connotaciones equívocas. A manera de contribución
para quien asuma tal cometido, proponemos que la
El Fraude Procesal
locución «fraude procesal» sea reemplazada por la de
«desviación procesal»; propuesta cuyo fundamento se
aclarará en el desarrollo que sigue.
Pasando ahora a desbrozar la definición
propuesta, subrayamos el empleo de los términos
«toda conducta». De tal guisa pretendemos, en
congruencia con la posición que defendemos en
cuanto a la ponderación de los
Jorge W Peyrano

vicios de la voluntad en materia de actos procesales poner


de relieve la multiplicidad de caminos que puede transitar
el fraude procesal Disentimos en el punto con la fórmula
propiciada por Arazi", no por atribuir un contenido
distinto a la noción de fraude procesal, sino 1 1 5 porque
de su texto equívoco pareciera desprenderse que sólo
acoge el error como único vicio de la voluntad com
putable tratándose de actos procesales. Tesitura estrecha,
en la cual, preciso es decirlo, no se enrola el citado autor.
Por nuestra parte, creemos que también merecen el
calificativo de fraudulentas, por ejem PIO, las actitudes de
quienes coaccionan moral o físicamente a un demandado
para que suscriba un escrito de allanamien-
23

Decíamos que la conducta procesal fraudulenta


podía ser activa u omisiva. Un ejemplo,
lamentablemente frecuente, de conducta
fraudulenta pasiva lo constituye el caso del litigante
que permite el progreso del trámite contumacial no
obstante haber tomado parte en el debate mediante
una pieza que por inadvertencia no se ha glosado al
expediente. Dicho proceder apunta a que se dicte un
interlocutorio o una sentencia írritos, a fin de
provocar, con grave desmedro del valor justicia, el
alargamiento y la complicación del juicio. 24
Asimismo, la definición sub examine explicita que
el fraude procesal puede ser unilateral o concertado.
Con ello hacemos referencia al conocido distingo entre
«fraude procesal unilateral» y «fraude procesal
bilateral». Es

(22) Arazi,ob. Cit., p. 1224: «Se dijo entonces lalude a las Primeras
Jornadas de Derecho Procesal, celebradas en Rosario en 19691 que
debe entenderse por fraude procesal toda maniobra de las partes, de los
del juez o de sus auxiliares, que tienda obtener una sentencia con o sin
valor de cosa juzgada, 0 la homologación de un acuerdo procesal, con
fines ilícitos o impedir stt pronunciamiento o ejecuciónw El fraude
puede ser u n llateral o bilateral, realizado con el proceso o dentro del
proceso, para Inducir a engaño al Juez o a una de las partes y en
perjuicio de éstas, de terceros o del ordenamiento jurl(hco».
El Fraude Procesal

123) Ibídem; p. 1224' "Ejemplos de fraude en el proceso... impedir a la


contraparte interponer ciertos recursos ejerciendo violencia fisica o moral
obligarlos por los mismos medios firmar escritos que le peroudiquen, etc. Eli
estos tiltimos casos no se trataría de vicios formales, sino de VICIOS del
contenido del acto juridico-procesal y su similitud con las disposiciones del
Cód Igo Civil sobre viclos del consentimiento es evidente».
("24 C011ture, Eduardo, RevocaeiÓu c/c los actos procesales fraudulentos. en WES-

la habilidad y la astucia exceden sus limites naturales y asoma en el proceso la


tta ]'raudis, In que puede consistir en actividad y aun en pasividad de-
menester aclarar que buena parte de la doctrina
prefie_ re usar las denominaciones «dolo unilateral» y
"dolo bi Conceptuamos inadecuada dicha
terminolo-
gía, aun para las posturas que difieren de la nuestra en
1 16 cuanto al significado del giro «fraude procesal». Es que
aunque no haya sido ésa la intención de muchos de quienes la
usan, parece abarcar un elenco dem asiado estrecho de
situaciones suceptibles de ser encuadradas corno
procesalmente fraudulentas.
El fraude procesal unilateral, tal como su rótulo Io
indica, reconoce un único agente. El concertado, como
optamos por motejarlo, ya que tanto puede ser
bilateral como plurilateral, se da siempre que
concurran a producirlo dos o más sujetos procesales.
La enumeración que efectuamos de los sujetos que
hipotéticamente pueden cometer un fraude procesal,
obedece al propósito de no caer en el frecuente yerro
consistente en parcializar el tratamiento del tema en
torno a los litigantes y sus letrados 2(i
La definición propiciada prosigue diciendo que la
conducta fraudulenta produce el apartamiento de un
proceso, o de un segmento del mismo, de los fines
asignados por el ordenamiento. Esta parte de la
fórmula en estudio, que justifica la terminología de
reemplazo que hemos propuesto, trata de poner de
relieve que nosotros concebimos la figura del fraude
electoral, parafraseando a la doctrina penalista, como
«de resultado». Con ello queremos significar que
consideramos suficiente que una conducta encaje
Jorge W Peyrano

dentro de los límites que nosotros reconocemos al


fraude procesal, para que la califiquemos de
fraudulenta. De ahí la ausencia de todo aditamento
subjetivo, vinculado a las nociones de culpa o dolo, en
la fórmula sub examine.
(25 Podettll Teoría. , p. 98: «El dolo procesal de las partes, que es solo un aspecto del
arduo se clasifica generalmente ell dolo unilateral y bilateral Lus etée• tos y la
posibilidad (le. descubrirlo y castigarlo, son clitérentes en uno y en otro caso"
(26) Devjs Echandl\l, Hernando,Frautlcprocesal, sus caractertsllt•as,
configura Clón y represttj/1 presentada en la Comisión 1'1 de las Primeras
Jornadas de Derecho Procesal del Litoral Argentino, Rosarlo, 19GSÙt p-
2: presentlil corros Iva del fraude puede aparecer ell cl Istintas etapas
del proeesu y por conducto (le cualquiera (le sus sujetos, las partes y el
juez, C011i0 también puede ser obra de los llamados auxiliares de la
Justicia (peritos, testigos, intérpretes, traductores, depositarios, síndicos de
quiebras, ete,) y de los funcionarios subalternos del despacho Jlldicjal
(secretarios, notificadores, ete)•».
Claro está que ello no implica que neguemos toda
relevancia a la mayor o menor dosis (le buena fie procosal
que haya revestido el accionar de un participante en el debate.
Pero a los efectos de la configuración del frau de procesal, tal
como nosotros lo entendemos, no lo con 1 1 7 sideramos
computable.
Corresponde aquí puntualizar que, a nuestro
modo de ver, todo proceso es de naturaleza
teleológica; postura que, entre otros, cuenta con el
autorizado voto de Carnelutti27. Cuando se
traicionan los fines que se le asignan, se consuma la
«desviación procesal». Conviene ahora recordar la
siempre mentada clasificación que distingue el
fraude (o desviación) cometido con el proceso y el
perpetrado en el proceso. El primero aparece cuando
se lo consuma con miras a aprovecharlo fuera del
proceso dentro del cual se comete. Ejemplo de este
subtipo Io constituye el denominado «proceso
simulado», consistente en la búsqueda concertada
por parte de los aparentes contradictores de una
resolución judicial que ninguna eficacia poseerá
inter partes, ya que su único norte es hacerla
oponible a terceros. El segundo, en cambic, tiene
El Fraude Procesal

por meta el esgrimir el fraude procesal dentro del


mismo proceso que asistió a su génesis.
También decíamos que la desviación
teleológica caracterizante del fraude procesal podía
afectar a un tramo de un proceso dado. Así, v.g.,
sucede con las verificaciones de créditos ficticios
en los procesos concursales que tiene por objeto
lograr un acuerdo concordatorio perjudicial para los
intereses de los reales acreedores, Algo similar
ocurre con las verificaciones de créditos simulados
dentro de un sucesorio, para así defraudar al fisco
abultando el pasivo deducible.
Asimismo, la definición en examen aclara que
no toda desviación de los fines encomendados al
proceso produce sin más un caso de fraude
procesal. Para que ello suceda es necesario que el
apartamiento devengue un perjuicio. Como Couture
lo sintetizó en gráfica y afor-
(27) Carnelutti, Francesco, Contra et proceso lm Ildulent01 en «Estudios de
Derecho Procesal», trad. Santiago Sentis Melendo, Bs. As., 1952, EjeiU
t i I, p. (38 «Un elemento característico del fraude procesal es el fin, que
consiste en desviar el proceso de su curso, o, lo que viene a ser lo
nusmo, de Sil fin natural. Este fin es la decisión de la litis según justicia
o, en otros términos, su justa composició1E
Jorge
tunada expresión: «El proceso no es una misa
jurídica» Por lo tanto, sólo la existencia de un daño
computable hace relevante una desviación procesal acaecida
Devis Echandía subraya que: «Pero no basta el propósito
frau1 dulento de una parte, hace falta el elemento objetivo,
el daño sufrido por la que fue víctima del engaño»2R De
más está decir que el perjuicio invocado debe estar
vinculado por una relación causal adecuada, siguiendo la
terminología civilistica, con la desviación producida.
Finalmente, la fórmula aquí explicitada, reza: «des-
viación que, por cualquier circunstancia y sin que
medie culpa del afectado, no puede ser subsanada
mediante los remedios legales instrumentados a otros
efectos por el ordenamiento respectivo». Dicho colofón
procura poner en claro que nuestra concepción del
fraude procesal, insistimos que de carácter
eminentemente pragmático, tiende a la creación de una
figura «subsidiaria» que cobra operatividad cuando las
vías impugnativas que no han sido implementadas para
atacar directamente la comisión de fraudes procesales
se muestran impotentes para asumir de manera
indirecta tal cometido. Así, verbigracia, si uno de los
intervinientes en un contradictorio ha sido notificado
durante todo el curso del debate en un lugar que no es
su domicilio, excepción hecha de cédula judicial que le
noticia la sentencia que lo tiene por perdidoso, tal
anomalía procedimental no constituirá, según nuestro
modo de ver, un fraude procesal. Es que el litigante
perdidoso, por ejemplo, contará con los recursos de
apelación y conjunta nulidad que si bien no tienen por
finalidad propia remover la anomalía señalada, pueden,
por vía indirecta, obtener igual resultado
El medio más idóneo para conseguir que el
concepto de fraude procesal que propiciamos
adquiera real operatividad, consiste en implantar una
acción autónoma de nulidad, cuya misión, repetimos,
El Fraude Procesal
será la de servir de último valladar contra él.
Debemos insistir en que dicha acción deberá ser
cuidadosamente reglamentada a fin de obviar todo
peligro para la solidez de ins-
( 28) Devis Echanciia, Fraude procesal
W

trumentOS tan importantes como, por roernplo ja (toga juzgada.


También debemos destacar que, por Himple aplica.
ción de los principios vinculados con la preclusión, con- J J
9 sideramos que no media fraude procesal, y por ende no
puede prosperar ninguna impugnación que ge apoye en su
existencia, cuando el afectado, sin estar imposibilitado para
así hacerlo, no ha empleado los medios que por vía refleja
hubieran podido subsanar la injusticia que invoca. Así,
verbigracia, en el caso antes citado, si al perdidoso se le ha
notificado en forma la sentencia obtenida fraudulentamente
en su contra y no obstante ello la consiente, entendemos
que no puede esgrimir a posteriori las deficiencias de que
adoleció la tramitación de la causa. De ahí la salvedad que
formulamos en punto a la actitud negligente del
perjudicado por la comisión de un fraude procesal
Queda así delineado el concepto de fraude
procesal que proponemos. Hemos preferido
pergeñar una figura residual que comienza a actuar
allí donde las otras no pueden operar a los efectos
de subsanar la desviación procesal acaecida. Figura
que hemos concebido de propósito residual y
suficientemente plástica, para evitar caer en
rigideces conceptuales que pudieran dejar pasar por
su trama alguna hipótesis no prevista. Precisamente
su plasticidad hace que nos parezca provechosa su
recepción aun por ordenamientos que reglen
expresamente remedios, por ejemplo el recurso de
revisión, para atacar por vía directa al fraude
Jorge
procesal. En efecto, la multiplicidad de formas que
puede adoptar éste, asi lo aconseja.

B. VÍAS PARA IMPEDIR LA PRODUCCIÓN DE LA


COSA JUZGADA FRAUDULENTA O SUS
RESULTAS. LA LLAMADA Acc1óN
REVOCATORIA DE COSA JUZGADA

Corresponde ahora introducirse de lleno en el hoy


bastante transitado, pero no por ello mejor desbrozado,

tema de la llamada «cosa juzgada fraudulenta» Para


un mejor y más provechoso examen del mismo, nos
atendremos al concepto de fraude procesal
predominante
Abordamos aquí, y de manera preferente, tan
espi120 nosa problemática por constituir la «cosa juzgada
fraudulenta» el mayor perjuicio y la más grande afrenta que el
siempre deleznable fraude procesal puede ocasionar a la
majestad de la justicia.
Bien puede calificarse a la tesis de la
«inmutabilidad y santidad de la sentencia pasada
en autoridad de cosa juzgada», cualesquiera que
fueran los vicios que de su dictado adoleciera,
como mito propio de una ideología
exacerbadamente individualista. En la eterna
opción entre el valor seguridad, y el valor justicia,
debía prevalecer, a todo trance, el primero. 29
La razón de esa pertinaz resistencia de los
ordenamientos jurídicos fundados en los postulados
liberales clásicos a aceptar la revisibilidad de las
senten cias «firmes», quizá finque en la última
vinculación, tantas veces reconocida por nuestro
más alto tribunal, entre la cosa juzgada y el derecho
de propiedad. Derecho éste tan caro a los partidarios
del ahora, en parte injustamente, vilipendiado
El Fraude Procesal
laissez Taire, laissez passer. Es que acoger la tesis
de la revisibilidad de la cosa juzgada implicaba,
para la óptica de ellos, atentar contra el inviolable y
sagrado derecho dominial. Si en algo no se
equivocaban los seguidores de Adam Smith era en
vislumbrar la estrecha relación que vincula a la cosa
juzgada con el derecho de propiedad, relación que
también explica que varios cuerpos legales
sustantivos se hayan, aparentemente, entremetido en
el campo procesal al regular la cosa juzgada. En esa
corriente se enrola, por ejemplo, el famoso
Anteproyecto Bibiloni de Código Civil para la
Nación Argentina.
No obstante que nos parece condenable la
intransigente postura que arriba reseñamos, tampoco
merecen nuestro elogio otras que, por el contrario,
acogen la mutabilidad de la cosa juzgada invocando,
como Kohler,
29 Díaz, de/ delechoprocesal.-..p. 144: «Para el Estado liberal
individualista, la mera posibilidad de revisar la sentencia devenida
irrecurrible e inmutable importaría el quebrantamiento del
ordenamiento jurídico. El Inero hecho que se pudiera consagrar una
injusticia no alarma al Estado•.
W.

Schönke y Rothemberger, la preeminencia del orden


político sobre el jurídico y por ende la de la opinión y
voluntad del líder, que encarna el sentir del pueblo, en
desmedro de la de los juzgadores:10 Tesis como la
expuesta sólo pueden prosperar en el campo fértil de los
121 totalitarismos. No debe extrañar, entonces, el dictado
en la Alemania de 1941, de una ley en virtud de la cual el
fiscal del Reich podía impetrar la reapertura de una causa
fenecida con sólo sostener que... "existen motivos
racionales contra la justicia de la sentencia por razón de
los hechos o jurídicamente. 2) Si estima que el nuevo
juicio y resolución están exigidos por la importancia que
tiene el fallo para la comunidad popular"JJ Fácil resulta
colegir que la ancha puerta que dejaba abierta enunciando
Jorge
tan vago y de interpretación tan subjetiva, implicaba de
hecho la supresión de toda firmeza para cualquier
sentencia que pudiera contrariar, no los intereses del
pueblo alemán, sino los particulares de la partidocracia
gobernante. Pensamos que, como bien decía el filósofo,
lo concreto está en el justo medio. Ni endiosamiento del
valor seguridad en detrimento del valor justicia, ni
invocación indiscriminada de éste para convalidar
atentados, también en cierta medida inicuos, contra aquél.
La sensibilidad contemporánea reclama la
impugnabilidad de la cosa juzgada fraudulenta,
resultando hoy, a pesar de que sólo han transcurrido
cincuenta años, difícil de concebir una reiteración de
lo acaecido con el famoso caso «D Angelo c/
Pecoraino», que nos resume Couture: «En febrero de
1925, la Corte de Casación de Roma fallaba el
famoso caso Pecoraino. Una mujer profundamente
dominada y castigada por su marido, demanda a los
tribunales la declaración de nulidad del matrimonio.
Con la colaboración dolosa del esposo, se produce
una prueba absolutamente fraudu-

(30) Ibídem, p. 152 al pie: "Rothembergerjustifica esta posición Ise


refiere a la que resta firmeza a la cosa juzgada) con el supuesto del
individuo que reclama ante el partido o la administración o ante elJefe
contra una sentencia que 110 entiende o estima Injusta; el Individuo no
debe quedar desamparado, señalándole el único camino de la sentencia
que por hipótesis 110 entiende o considera iluusta, Sino que eljefe debe
convencerle de lajusticia de In resolución o haciendo ver al juez el error
en que ha incurrido" (31 j Ibídem, p. 152, al pie.
El Procesal
lenta, que el tribunal ignora en su verdadero sentido
el juicio termina por sentencia, declarando la
nulidad del matrimonio. La esposa, dictada la
sentencia, advierte lo terrible de su situación;
comparece ante la Corte de
Casacion denunciando el fraude y pidiendo la
revoca122
ción del fallo. La Corte, en definitiva, dice que la
sentencia es inexpugnable»o Pero el empuje de esa
nueva sensibilidad debe encauzarse por carriles
jurídico-legales que impidan que su vigencia se
transforme en un factor de inseguridad y anarquía. Se
impone, pues, y de ello nos ocuparemos más adelante,
reglar cuidadosamente las vías impugnativas de las
resoluciones dictadas «fraudulentamente».
En lo tocante a la calidad que debe revestir la
sentencia que, por cualquier medio idoneo, es
declarada jurisdiccionalmente fraudulenta, se
contraponen dos cornentes principales. Una, que
cuenta entre sus sostenedores a Carnelutti, considera
que en tal caso la sentencia en cuestión debe ser
tenida por inexistente. Esta teoría de la no-sentencia
presenta el grave defecto de no proteger los legítimos
intereses de los terceros de buena fe. Esa
preocupación por no perjudicar a terceros de buena
fe, puesta de manifiesto, v. g. , en la última parte del
art. 577 del Proyecto Couture 33 , ha provocado el
abandono general de la tesis de la no-existencia de la
sentencia fraudulenta, inclifiándose la opinión hoy
mayoritaria a tener ésta por nula. Ello sin perjuicio
de que, con referencia a algún caso particular, parece
estar abriéndose paso a la teoría de la inoponibilidad
de las sentencias viciadas por fraude procesal
Cabe destacar que en nuestro país se ha operado
una interesante evolución en el tema. Ello es así,
pues si bien la mayoría de los primeros prácticos y
procedimentalistas nativos (como así también los
tribu-
Jorge W.
(32) Cotitnre, Edilardot Omlldady regla mora/ en el proceso CltJ11, Imprenta (le
la Universidad de Bs As., 1949, p. G
33)Proyectt' Contuve, arl, 57710Pod rú pedirse aun después de terminado el
proceso, la anulación los actos realizados mediante cl Olo, fraude o
colusión han causado perjuicio y de acuerdo con los principios
mencionados en los artículos anteriores. Los terceros también pueden
solicitar esta anulación. Si los actos fueran simulados, se repondrán las
cosas al estado anterior a los mismos. Pero en uingúli caso la anulación
podrá perjudicar a terceros de buena fe, ni anular los actos y contratos
celebrados el dueño aparente de los
Peyrano

nales de la época) rechazaron con horror toda posibilidad de


que una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada pudiera
ser revisada, al hacerlo, cosa extraña, contradecían los
antecedentes de la legislación hispánica, que, como es sabido,
desde siempre había acogido tal 123 posibilidad. Hoy, en
cambio, la doctrina nacional asiste, no al debate, ya en los
hechos superado, sobre la procedencia de tal posibilidad, sino
directamente a la elección del método, procedimiento o recurso
que resulta más apto a tal efecto. Como vemos, la polémica se
ha desplazado del ¿se podrá? a ¿cuál será el camino más
idóneo?. Salvo contadas excepciones, éste es el único
interrogante que desvela a la doctrina nacional contemporánea.
En lo que respecta a los estrados judiciales, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el fallo que
puede ser considerado como leading case, sino por lo
novedoso, por lo menos por la inusual decisión y
audacia con que encara el tema, declaró: «son
revisables las sentencias fraudulentas o dictadas en
virtud de cohecho, violencia y otra maquinación. La
admisión genérica del ordenamiento jurídico de la
institución de la cosa juzgada no significa que no
pueda condicionarse su reconocimiento a la
inexistencia de dolo en la causa en la que se expidió la
sentencia. No puede reconocerse eficacia final a la
sentencia dictada en juicio en que se ha incurrido en
estafa procesal. La institución de la cosa juzgada,
como todas las instituciones legales, debe organizarse
sobre las bases compatibles con los derechos y
garantías constitucionales. No a toda sentencia judicial
puede reconocérsele fuerza de resolución inmutable,
El Procesal
sino sólo aquellas que han sido precedidas de un
proceso contradictorio en el que el vencido haya tenido
adecuada y sustancial oportunidad de audiencia y
prueba. No puede invocarse el principio de
inmutabilidad de la cosa juzgada cuando no ha existido
un auténtico y verdadero proceso judicial»u Tan
categórica declaración representa, por lo menos a nivel
jurisdiccional, la carta de ciudadanía, en lo que hace a
nuestro ordena-

134) cs.JN, 19-2-71, El), 36-290.


El Procesal
Fraude

miento, de la tesis de la revisabilidad de la llamada


«cosa juzgada fraudulenta»; sin perjuicio, claro está,
dc acla
rar que otros fallos de anterior data ya se habían
encargado de darle la «visa de residencia»,
124
a) Principales vías instrumentales.- En esta
parte trataremos de ofrecer un panorama de las vías
adoptadas al efecto indicado en el epígrafe, Es
menester reiterar, ya que antes lo habíamos insinuado,
que existen caminos indirectos para hacer caer la
sentencia fraudulenta. Así, por ejemplo, los recursos de
apelación y nulidad. Pero aquí nuestra intencion, en
líneas generales, es exponer una visión de conjunto,
necesariamente breve, sobre distintos remedios en
función del fraude procesal y con miras a dificultar su
concreción o cancelar sus efectos. Todo ello sin
perjuicio, como acontece en el caso del incidente de
nulidad, de incluir también algún método no pergeñado
ad hoc, pero de frecuente uso con esos fines.

b) La pretensión autónoma tendiente a


enervar la eficacia de la cosa juzgada
fraudulenta.Comenzamos por el tratamiento de este
recurso cancelatorio de la eficacia de la cosa
juzgada fraudulenta, por tratarse, sin duda, del que
goza actualmente de mayor predicamento
doctrinario.
En rigor de verdad esta preferencia no es más
que un reflorecimiento de las viejas ideas romanas.
Conocida es la abundancia de medios que el
derecho romano ofrecía para impugnar el fraude
procesal o defenderse de las secuelas de su
consumación3G Así es que, verbigracia, tanto
El Procesal
contemplaba la exeptio doli, como la querella
nulitatis insanabilis (que en esencia no es otra cosa
que una pretensión de sentencia declarativa
enervante de la eficacia de otra anterior), y, para
ciertos casos específicos, la restitutio in integrum.
(35) csJNt 23-10-70,ED, 34-403.
(3C) Couture, Revocación. de . 408: «Las formas autónomas de tevoeacióli
tienen origen ell el derecho romano, donde el arsenal de medios de ataque y
defensa contra el fraude era copioso. Del derecho romano esos medios de
defensa pasaron a la legislación de Partidas, donde también los medios de
illipugnación mediante ot cio eran amplios".
Jorge W.
Peyrano

Las viejas leyes hispánicas presentaban, como no podía


ser de otra manera de su raigambre latina. Sim ilar
particularidad. A modo de ejemplo pueden citarse la
famosa Partida III, que reglaba una suerte de pretenSión
autónoma revocatoria de la cosa juzgada fraudu- 1 25 lenta,
así como también la ley 2, Título XVIII Libro IV, de la
Nueva Recopilación, que adoptaba un temperamento
análogo.
Los siglos XVIII, XIX y parte del que corre,
conocieron el advenimiento y triunfò, en todos los
campos, de la ideología manchesteriana.
Probablemente, a ello obedezca, como ya decíamos,
el eclipse sufrido por figuras procesales como la aquí
examinada, que, ciertamente, conspiraban contra uno
de los pilares más caros a los juristas de corte liberal:
el valor seguridad jurídica. Claro está que no
paraban mientes en que la preocupación
intransigente por preservarlo a veces ocasiona la
aparición del disvalor «injusticia».
Producida la crisis del ideario liberal a ultranza,
comienzan a salir del olvido las instituciones
jurídicas que a aquél le resultaban poco potables.
Con lo dicho, no puede extrañar que sólo en
1935, con la sanción del Código Procesal Civil
brasileño, la legislación procesal contemporánea
parece despertar de un largo letargo, al consagrar
una forma autónoma revocatoria de la cosa juzgada
fraudulenta.
En lo que concierne a nuestro país, no obstante
el cuño hispánico de sus instituciones procesales,
sorprende el silencio guardado al respecto por su
legislación adjetiva; excepción hecha del Código
ritual de 1949.
Jorge W.
A modo de hipótesis puede arriesgarse que el
silencio legal de marras, por lo menos en lo que hace
a su primera época, se deba al hecho de que la Ley de
Enjuiciamiento Civil española de 1855, tan respetada
en nuestro medio, incurría en igual omisión. Quizá
también haya contribuido la circunstancia de que
Vélez Sarsfleld, cuya opinión tenía un peso
incuestionable, se había pronunci ado, si bien
incidentalmente, en la nota al art. 58 del Código Civil
argentino, contra una manera autónoma de cancelar
la cosa juzgada: la denominada restitutio in integrum.
El Procesal
Lo curioso es que toda v ta h 0 y, cl el
transcurrido, que ha conspi rado con t r la
solidez motivaciones antes enunciadas, la
legislacion nacional siga ignorando el clamor
doct 1' 1 na ri ()
126 sólo pretende suplir tan injustificada omision, silio
mismo que se reglamente cuidadosamente las
diversas facetas que ofrece el delicado tema de las
formas auto. nomas cancelatorias de la cosa juzgada
fraudulenta
En tren de precisiones, cabe destacar que se califi

ca de autónoma a la pretensión en estudio, por ser


creadora de una nueva instancia; independiente, en
princiPio, de la que intenta destruir.
Habida cuenta del silencio guardado sobre el
tema por las leyes formales nacionales, trataremos
seguidamente, teniendo presente la labor de la
doctrina y jurisprudencia nacionales, de bosquejar el
perfil que muestra en el ámbito local la pretensión
que nos ocupa.

1) ¿Procede en defecto de previsión legal


expresa? La ya mentada falta de reglamentación
local de las formas autónomas revocatorias de la
cosa juzgada fraudulenta hace que el tema propuesto
sea de primordial y singular importancia.
Hasta fecha no muy lejana la contradicción estaba
planteada entre quienes sostenían la aplicación
supletoria de las disposiciones contenidas sobre el
tema en las Partidas y en la Nueva Recopilación,
argumentando que los legisladores nacionales
habían practicado una remisión tácita; y los que, por
el contrario, consideraban que la seriedad del tema
no admite reenvío tácito alguno, y que si ésa
hubiera sido la intención de los órganos legiferantes
nacionales la habrían manifestado claramente sin
dar lugar a equívocos. Los partidarios de la primera
corriente invocaban en su apoyo la autorizada
El Procesal
opinión de Manresa, quien sostenía que el silencio
observado por la Ley de Enjuiciamiento Civil
española de

que 1855 el en legislador la materia estimó que que


nos subsistía ocupa, debía la vigencia atribuirse en ela
punto de las Partidas. Los seguidores de la otra tesis
enarbolaban la no menos prestigiosa autoridad de
Jofré• Si bien ha prevalecido la tesis de la
inaplicabilidad
Jorge W.
Peyrall()

supletoria de la antigua legislación española, especialmente


en el terreno jurisprudenciaP7 ello ha traído la
consecuencia de que para algunos deba tenerse por
improcedente la promoción de una pretensión autónoma
tendiente a enervar los efectos de la cosa juzgada frau- 127
dulenta en el caso de que el ordenam iento respectivo no la
prevea expresamente.
El centro de gravedad del problema se ha
desplazado de la cuestión de la aplicabilidad
supletoria de la legislación hispánica referida -
controversia que ha perdido actualidad y puede
considerarse finiquitada-, a la de dilucidar si el
accionar del instituto procesal en estudio está
supeditado ineludiblemente al «visto bueno» de una
disposición legal
Aunque no faltan autores como Ibañez Frocham
que sostienen: «en principio la cosa juzgada "purga"
toda nulidad, Si no alcanzare a cubrir el dolo o el
fraude cometido dentro del proceso, será el
legislador quien ha de decir si en el estado actual de
nuestro derecho y de nuestras costumbres de pueblo
sano, vale la pena recomenzar... y otorgará una
acción»"" la doctrina nacional mayoritaria se inclina
por desestimar como condición sine qua non para
incoar una pretensión autónoma cancelatoria de la
cosa juzgada fraudulenta, la circunstancia de que la
misma se encuentre expresamente contemplada por
la legislación ritual correspondiente. En general los
defensores de esta última tesis, que nos apresuramos
a aclarar que compartimos, abonan su postura
diciendo que se trataría de una pretensión
declarativa genéricamente viable. Más aún: estiman
que su íntima relación con garantías
constitucionales hace que, invirtiendo los términos
Jorge W.
de la cuestión, sea siempre procedente a menos que
una disposición legal se oponga a su ejercicio. Entre
muchos otros, se enrola en esa posición Berizonce:
«Hemos sostenido en oportunidad anterior que tanto
los terceros perjudicados, como las propias partes
pueden valerse de la acción de nulidad, sin que
obste a esa conclusión la circunstancia de que la ley
procesal no legisle expresamente sobre esa vía
autóno-
Ver fallo registrado en «Juris„ 2-281
Ibanez Frocham, Manuel, Tratarlo dc recursos el proceso ciril, 30 ed., As ,
1963, Omebn, p, 574,
El Fraude
ma, desde que -como bien se puntualiza en la
sentencia en cuestión- ciertos principios generales del
derecho no necesitan de formulación expresa, ya que son el
('derecho mismo"; sin ellos no habrá igualdad, ni seguridad
128 ni justicia».
En el plano jurisprudencial, puede decirse que la
tesis a que adherimos ha merecido general aceptación
Entre los fallos registrados que respaldan tal merece
deferente consideración el ya citado que pronunciara
la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
consonancia con lo dictaminado al respecto por el
Procurador Genera141. Dictamen que,
categóricamente, aceptó la viabilidad de la pretensión
en estudio, aunque no cuente con el apoyo legal
explícito.

2) Algo acerca de su interposición y tramitación.


Es coincidente el sentir de que el mismo tribunal que
dicta la sentencia cuya eficacia se intenta enervar, es el
competente para entender en la pretensión autónoma
cancelatoria del fraude procesal consumado. Razones
de economía procesal y también el respeto por el
principio de inmediación proces al justifican plena
mente ese criterio.42
En lo que repecta a la forma procesal en que
debe encausarse, es unánime la opinión que
considera que corresponde imprimirle el trámite del
juicio ordinario; postura que, por lo demás, se ajusta
a sus antecedentes históricos43. También debe
señalarse en su apoyo que la seriedad del thema
decidendum reclama que el debate sea lo más
amplio posible 44
Acerca de la cuestión del onus probandi, la
pretenSión que aquí nos ocupa no se aparta de los
principios generales. Ergo, su promotor deberá soportar
el esfuerzo probatorio del «fraude procesal» que invoca
El Fraude
y cuya acreditación será fuente de una situación jurídica
que
139) Berizollfiž, Roberto, Cusayuzgada /haudl/lcnta .y (ICCUi11 dc nulidad, Jas,
10-77 1 I san 2-5-72, ED. supl- 3-12-76, (4 1 j Ver fallo en la ajota 34 í 42)
Benzonce,La ululad
Juez q conoció del proceso p. 128. impugnado»demanda debe interponerse ante
el mismo (43) CCivC0111 1' Lit Plata, 2-5-55,JA, 1955-111-20, voto del doctor
Ponz
(44) nulidad. p. 12T «El procedimiento será el ordinario, con toda la
amplitud y garantías (lile implica, desde que 110 podría ser de otra forma
estan-
Jorge W. Peyrano
le será beneficiosa4•'. Debe, eso sí, destacarse que el juez
interviniente en su substanciación tendrá que analizar
cuidadosamente el material probatorio aportado; y si del
mismo no se desprende indubitadamente la existencia del
fraude procesal, se abstendrá de yolver írrita la sen- 1 29
tencia cuestionacWi Se explica el reparo, que bien podría
calificarse como el principio de conservación de la eficacia
de la cosa juzgada, cuando se ponen en el tapete las graves
consecuencias que el progreso de esta pretenSión acarrea.
Enseña Couture que: «Puede decirse que la doctrina está
edificada sobre las situaciones claras; en los casos confusos,
en las situaciones en las cuales los límites de la licitud y la
ilicitud sean dudosos, el magistrado se abstendrá de anular
la cosa juzgada».47
En lo referente al plazo prescriptivo para
interponer la pretensión que nos ocupa, tema arduo y
que ha sido soslayado generalmente por la doctrina,
cabe señalar que la incertidumbre existente al
respecto es uno de los mejores argumentos para
sostener lo perentorio de subsanar al déficit
reglamentario que padece la institución. Los pocos
autores que han buceado en el punto: Gelsi Bidart,
Berizonce y Esclapez, se inclinan por suplir el
déficit aludido apelando a las disposiciones
correspondientes del Código Civil. Empero, y he
aquí el quid de la cuestión, no precisan mayormente
cuáles de ellos son aplicables al caso.
Por nuestra parte adherimos al criterio propiciado
por quienes entienden que el Código Civil, en su calidad
de derecho residual, puede emplearse, por ahora, para
resolver el intríngulis planteado. También nos parece, y
vaya esto a manera de mera propuesta tentativa, que
debe aplicarse a la pretensión autónoma cancelatoria de
la cosa juzgada fraudulenta la prescripción bienal regida
por el art. 4030 del Cód. Civil argentin04S, Aplicación

14.5) Ver el fallo citado en la nota 40,


(46) Ver fallo citado en la nota 40.
Jorge W. Peyrano
147) Couture,Revocación de los , p. 402.
(48) Código CIUil argentino, art 4030: «La acción (le nulidad de los actos
juridieos, por violencia, intimldación, dolo, error o falsa ca usa, se prescribe
por dos años, desde que la violencia o intimidacion hu biese cesado y desde
que el error, el dolo o falsa causa fuese conocida. Prescribe los dos años la
acción, parn dejar sin efecto entre las partes un acto simulado, sea la
simulación absoluta o relativa. El plazo se computará desde que el aparente
titular del derecho hubiese intentado desconocer la simulación».
El Fraude
Procesal

que debe ser integral. Es decir que también deben


marse como punto de arranque del curso de la
prescrip ción de la pretensión en estudio, los
momentos indica. dos por la norma sustancial
prealudida.
Dos motivos nos mueven a formular tal
proposición 130
El primero no es otro que la evidente analogía del
Tatbestand contemplado en dicha disposición con
las si. tuaciones fácticas englobadas en la noción de
«fraude procesal». La segunda causal de nuestra
elección radica en la relativa brevedad, por lo menos
respecto de otros plazos prescriptivos aplicables, del
período prescriptivo reglado por el art. 4030 del
Cód. Civil argentino. Claro está que si en un futuro
que auguramos próximo, se disciplinara legal y
expresamente el punto, el plazo en cuestión tendría
que ser mucho más breve.
La tesis que propugnamos encuentra otro
apoyo en la circunstancia que de desecharse la
aplicabilidad del art. 4030, Cód. Civil, sólo podría
reclamar injerencia el art. 4023 del mismo cuerpo
lega1 49 ' artículo éste que impone un plazo
prescriptivo decenal que, como es lógico, sólo será
computable a partir del instante en que el
perjudicado se noticie del fraude procesal cometido
en su detrimento. El grave perjuicio para la
seguridad del tráfico jurídico que implicaría
adoptar tal temperamento, lo descalifica a ojos
vistas.
Creemos que la futura -y deseada- reglamentación
legal de las formas autónomas revocatorias de la cosa
juzgada fraudulenta, debería incluir un plazo máximo
para intentarlas, quizá diez años a contar desde la
El Fraude
fecha de la sentencia viciada, fenecido el cual
desaparecería toda posibilidad de atacar una sentencia,
aún cuando en su dictado hubiera incidido un fraude
procesal. Superiores razones de seguridad jurídica así
lo exigen.
Por último, cabe recordar que, como no podía ser
de otra manera, la interposición de la pretensión en
examen no interrumpe ni perturba el trámite de
ejecución de la sentencia impugnada. Lo que
equivale a decir que
(49) Código Civil argentino, 4023. «Toda acción personal por 'leuda exigible
se prescribe por diez sa Ivo disposición especial, Igual plazo regirá para
poner acción de u illi(latl, trátese (le actos nulos o anulables, si no
estuviese
Jorge W. Peyrano
su mera deducción no resta eficacia a la cosa juzgada, aun
cuando ésta hubiera sido cuestionada como fraudulenta.

3) Requisitos de la viabilidad de la pretenSión en


estudio. Aquí trataremos de ofrecer un pano- 13 1 rama,
necesariamente sintético, de diversas circunstancias que
deben concurrir para que la pretensión sub examine pueda
prosperar.
El esquema propuesto ha sido elaborado sobre la
base de no muy abundante material proporcionado por
la doctrina y la jurisprudencia nacionales,
incorporando al mismo únicamente los recaudos
acerca de los cuales media un consenso mayoritario.
Por ello es que advertimos desde ya que no se trata de
un esquema cerrado, de índole taxativo. Por el
contrario, vislumbramos una pronta ampliación a
poco que hoy anárquicas opiniones se decanten y
polaricen.
Lo dicho basta para advertir que, en principio, su
validez está limitada al ámbito local, sin perjuicio de
que en algún aspecto pueda trascender esa frontera.
Entrando.en materia, cabe aclarar, liminarmente,
aunque parezca de Perogrullo, que la «cosa juzgada»
cuestionada debe serlo, para poder achacarle que en
su configuración ha influido la comisión de un fraude
procesal. Además, este vicio, y no otro, es el único
que permite apelar al uso de la pretensión cancelatoria
en exa-
men.
La inexistencia en nuestro país de disposiciones
que delimiten qué debe entenderse por «fraude
procesal», deja librado el diseño de su perfil a jueces
y tratadistas, quienes, como es previsible, usualmente
le atribuyen rasgos disímiles. Tal labor, entonces, en
lugar de contribuir a esclarecer el contenido del tan
mentado «fraude procesal», ha conspirado, y esta
Jorge W. Peyrano
amonestación también puede endilgársenos a
nosotros, en sentido contrario.
Creemos que la definición (o descripción) del
fraude procesal que parece haber hecho más camino
en nuestro medio, es la recogida por un tribunal de
alzada de la localidad de San Martín, y que
seguidamente transcribimos a título informativo: «El
fraude procesal es toda maniobra de las partes, de los
terceros, del juez
El Fraude
Procesal

o de los auxiliares que tienda a obtener r/'Ct,ar


sentencia con o sin valor de cosa juzgada, o la
gación de un acuerdo procesal u otra ución cial,
con fines ilícitos o a imped ir su
pronunciamient/, sin perJuicio de
dejar establecido
132 rimos la ya expuesta.
Corresponde ahora inquirir, con miras a una
fut,u ra reglamentación de la forma autónoma en
estudio, la ventaja o desventaja de acunar un texto
abierto o enumerativo de situaciones que harían
admi sible su Instauración. En otras palabras,
seguir las aguas del Cód. Proc. Civil italiano de
1940, que determina con bastante precisión,
cuáles circunstancias justifican su promoción 'l o,
por el contrario, describir que se entiende por
fraude procesal y concatenarle la admisibilidad de
la pretensión bajo la lupa.
El más serio intento de redactar una disposición
orientada en el segundo de los rumbos arriba
reseñados, está representado por el texto elaborado
por el Instituto de Derecho Procesal de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La
Plata. Texto presentado como ponencia en las
Jornadas de Derecho Procesal de San Isidro (octubre
de 1970), que reza «Acción de nulidad de los actos y
procesos fraudulentos. Podrá pedirse, aún después de
terminado el proceso, la anulación de los actos
realizados mediante dolo, fraude o colusión. Esta
anulación podrá pedirse sólo por aquellos a quienes
esos vicios hubieran causado perjuicio,
(50) Ver fallo citado en la nota 40
El Fraude
1.51)Cód1grž Procesal C.ðt'll Italiano de 1940, art. 395: «Casos de revocación.
Las sentencias pronunciadas en grado de apelación o en instancia única
podrán ser impugnadas mediante revocación: 10) cuando sea efecto del
dolo de una de las partes en el daño de la ot ra; 2") cuando se haya juzgado
en base de pruebas reconocidas o, en general, declaradas falsas después de
la sentencia, o que la parte vencida ignorase que hubiesen sido recocidas o
declaradas tales antes de la sentencia; 3") cuando después de la sentencia se
descubra uno o mas elementos decisivos que la parte no hubiese podido
presentar en juicio por causa de fuerza mayor o por algún hecho del
adversario; 4") cuando la sentencia sea efecto de hecho resultante, los actos
o de los documentos del pleito Existirá dicho error cuando la decisión se
funde en la su postción de un hecho cuya verdad está positivamente
establecida y tanto en u no como en otro caso, cuando el hecho se
constituya en punto controvertido sobre la cual la sentencia hubiese tenido
que pronunciarse; 5") cuando la sentencia sea contrartn otra precedente que
tenga entre las partes autoridad de cosa Juzgada, siempre que se haya
pronunciado sobre la correspondiente excepción; cuando la sentencia sea
efecto del dolo del juzgador, declarado mediante sentenctlt con autoridad
de cosa juzgada»
Jorge W. Peyrano

los terceros y el ministerio público no están habilitados para


solicitarlo. La acción ha de promoverse dentro del plazo de
treinta días contados desde que se tuvo conocimiento de los
hechos en que se funda; su deducción no suspende la ejecución
de la sentencia. Al promovérsela se deberá consignar un
importe sobre el valor del pleito, 1 33 en la forma y con el
alcance establecido en el art. 280. Tramitará por la vía del
proceso ordinario o del plenario, según lo determine el juez,
atendiendo a las circunstancias del caso. Será ésta, asimismo, la
vía idónea cuando, bajo la apariencia de un vicio de actividad
por la indebida citación de las partes, se haya producido
fraudulentamente su indefensión. Sin perjuicio de las
disposiciones que establece el Código Civil en materia de
efectos de la nulidad de los actos jurídicos, regirá lo dispuesto
por el art. 174» 52 . Pese a su mérito, no nos convence el texto
transcrito. Es que en parte alguna el texto aludido aclara cuándo
debe considerarse configurado el dolo, el fraude o la colusión
que hacen viable la pretensión nulificante que implementa.
Creemos que debe rechazarse en el punto el manido argumento
consistente en afirmar que el definir no es misión del legislador.
La anarquía que padece el tópico y la no exacta
correspondencia entre las vertientes civilística y procesal de las
locuciones en cuestión (dolo, fraude, etc.) así lo exigen.
En trance de optar, preferimos la consagración de
un texto abierto a las situaciones siempre nuevas que el
fraude procesal genera, pero, eso sí, a condición de que
incluya una definición descriptiva de lo que para el
legislador constituye un «fraude procesal».
En otro orden de ideas nos parece conveniente, en
congruencia con lo afirmado más arriba, la adopción
de una parte de la reglamentación legal de una nueva
terminología en reemplazo del erosionado concepto de
«fraude procesal». Antes propusimos, y ahora
insistimos, en el de «desviación procesal», por carecer
Jorge W. Peyrano
de toda resonancia que se preste a equívocos, así como
también por sintetizar más ventajosamente la
diversidad de situacio-
(52) Morello, Augusto, Preten.su5n autónoma de sentenctct declarativa
revocatoria de la cosajuzgada írrita, ED. 36-289.
El Fraude
nes que, a nuestro modo de ver, justifican el
empleo de la pretensión autónoma cancelatoria de
la «cosa juzgada fraudulenta».
También es condición sine qua non de la
viabilidad de aquélla, la existencia de un daño provocado
por la 134 «cosa juzgada fraudulenta». Sobre el particular,
COUture enseña: «La revocación de los actos fraudulentos
es una solución ligada inseparablemente a sus fines propios.
Esos fines son, en lo esencial, reparar el daño causado por el
dolo o fraude. No se trata de anular por anular, ni de revocar
por revocar. Se anula o revoca para evitar los perjuicios
causados. Donde no hay perjuicio, no hay revocación».
Huelga decir que el perjuicio en cuestión no debe
ser necesariamente susceptible de apreciación
pecuniaria. Cabe, sí, poner de relieve que entre la
«cosa juzgada fraudulenta» impugnada y el daño
invocado debe mediar, como lo quiere la doctrina
civilística aplicable al caso; una relación causal
adecuada: Es decir, siguiendo54 las ideas de Kries
brillantemente recordadas por Orgaz que la
cosumación de la «cosa juzgada fraudulenta»
atacada, como así también las circunstancias
concomitantes, deben normalmente ocasionar el
perjuicio denunciado por el afectado. Para
desentrañar si se está frente a una causa «adecuada»,
debe formularse un juicio de probabilidad en
abstracto, consistente en interrogarse si el curso
ordinario de las cosas podría haber ligado tal
consecuencia dañosa a la comisión de un
determinado fraude procesal
La adopción de la tesis de la causalidad
adecuada en materia procesal tiene igual norte
que su recepción
(53) C011ture,Rettocac/ón de los... , p. 402
(54) Orgaz, Alfredo, El daño resarcible, 2" ed., Bs. As., 1960, Omeba, p, 70:
«Para establecer, por tanto, la causa de un daño, es preciso hacer un
El Fraude
jiliC10 de probabilidad. La pregunta a contestar es la sigu iente: la
acción u omisión del presunto responsable, ¿era por sí misma capaz de
ocasionar normalmente este daño?. Si se responde afirmativamente, de
acuerdo con la experiencia de la vida, se declara que la acción u omisión
era "adecuada" para producir el daño; y entonces éste es objetivamente
imputable al agente; SI se contesta que no, falta la conexión causal, atl
lique considerando el caso en concreto tenga que reconocerse que esa
conducta fue también condición sine qua non del daño; pero éste se
considera solamente casual o fortuito. Es fundamental destacar, por
consiguiente, como lo hacía reiteradamente Kries, que estejuicio de
probabilidad se hace abstracto -según el curso ordinario de las cosas y
las experiencias de la y no en concreto, esto es no teniendo en cuenta
cómo se producido
Jorge Peyrano
W

en sede civil' pretender limitar las consecuencias


que jurtdicamente pueden imputarse al ngente que
con su accionar ha incidido para dejar configurada
una «cosa juzgada fraudulenta». Asis v.g„ no
mediará una relacion causal adecuada entre una
sentencia cle declara-
13
5 ción de insania obtenida fraudulentamente con miras a
usufructuar el patrimonio del interdicto y el fallecimiento
de éste a consecuencia de una enfermedad
infectocontagiosa adquirida en un instituto frenopático en el
cual fuera internado. Asimismo es menester que medie una
relación causal adecuada entre el fraude procesal invocado
y el decisorio que se cuestiona.
Debe destacarse que precluye la posibilidad de
deducir la pretensión que nos ocupa cuando el afectado
no ha ejercitado los remedios legales que, por vía
indirecta, eran capaces de remover el fraude procesal
del que luego se muestra quejoso. Preciso es aclarar
que este «requisito» de viabilidad no goza del mismo
grado de consenso que los antes explicitados. De
cualquier manera creemos que el agotamiento de las
vías de referencia debe compartir dicho rango. El art.
183 del Cód. Proc. Civil jujeño de 1949, constituye la
punta de lanza del avance del criterio que
propugnamos56 Con igual consecuencia se sigue
adoptando al brocárdico nemo auditar propriam
turpitudine allegans a la materia procesal, donde recibe
la denominación de «Principio de protección», cuando
el, a la postre afectado colaboró o ocurrió a la
producción de la cosa juzgada que tilda de fraudulenta.

4) Análisis teleológico de la pretensión que


nos ocupa. En este lugar intentaremos esclarecer
Jorge Peyrano
la meta a la cual, en cada caso, puede arribar la
preten-
(55) Berizonce,La nulidad. p. 128• «.iies necesario que medie relación
causal entre el hecho invocado y el decisorio que se pretende hacer caer;
se requiere que existan motivos suficientes para creer que el resultado
del juicio hubiera sido distinto de no haber mediado las circunstancias
del agravio».
(56) Código Procesal Civil de la Provincia de taño 1949), art. 183:
"Podrá pedirse aun después de la terminación del proceso, la anulación
de los actos realizados mediante fraude, dolo o colusión, Esta anulación
que se hará valer conforme a los prmcipios enunciados en los artículos
anteriores, sólo podrá ser deducida por la parte que hubiese estado
imposibilitada, sin culpa suya, de ejercitar los respectivos remedios
legales Cuando se tratare de anular una sentencia ejecutoria, la demanda
se admitirá únicamente en el caso de que se funde en un instrumento
público o en uno privado otorgado por el adversaric»s. STSanta Fe,
26-3-46,JA, 1946-11-430.
El Fraude
Pil)cesal

Sión sub exa.mme en la hipótesis de que su


promoción resulte triunfante.
Tal aspiración se ve dificultada por la
incertidum bre terminológica que rodea el tema. La más
superficial 136 compulsa de los textos doctrinarios y de
los fallos registrados, permite comprobar la veracidad de
lo aseverado No es extraño verificar que algunas
sentencias no trepidan en usar indiscriminadamente los
diversos apelativos que se le endilgan57. También el
cambio de terminología que se nota en la obra del
maestro COUture ya que mientras en su Proyecto habla
de «anulación» toda su restante labor científica prefiere
el empleo del término «revocación», aporta 5S un sólido
argumento en pro de lo antes afirmado.
Empeñados en la tarea de remover la mencionada
dificultad, pasaremos revista a los rótulos comúnmente
empleados («acción revocatoria de cosa juzgada
fraudulenta», «acción de nulidad» y pretensión
declarativa de inoponibilidad de sentencia»), para
exponer, conjuntamente, nuestra óptica sobre el fondo
del tema propuesto, como así también respecto del
conflicto terminológico planteado.
Liminarmente debemos destacar que, a nuestro
entender, los calificativos generalmente propuestos
padecen del defecto de resultar unilaterales,
pudiendo mover a error sobre la diferencia de
alcances que la pretensión en estudio posee en
función de la posición observada por el impugnante
con relación a la sentencia cuestionada
Nos parece que debe diferenciarse el vínculo de
autoridad creado por la sentencia, del vínculo de
eficacia nacido de ella. El primero tiene por sujetos
El Fraude
pasivos a los sujetos de la relación sustancial
ponderada en la sentencia, así como también a todos
los vinculados ministerio legis a sus resultas59. El
segundo, analógicamente a lo que ocurre con los
derechos reales, tiene por sujetos pasivos a la
totalidad de los integrantes de la comuni-
(58) Couture, obra citada
(,59 ) Código Procesal la de Santa Fe (1962), art. 248. «La sentencia sobre
relaciones civiles no afecta sino a los litigantes y sus here-
Y a los que le suceden en el derecho litigando durante el pleito 0
después de fenecido. La sentencia sobre filiación dictada en pleito
entre pad e hijo aprovechará o perjudicará los demás parientes no
hubieran tomado
Jorge Peyrano
W.

dad; siendo posible que cualquiera de éstos, por


acción de lo que Chiovenda denominaba reflejos
directos e indirectOS de la sentencia, pudiera verse
afectado por las resultas de una sentencia. 60
Cuando el impugnante de una cosa juzgada fraudu137
lenta se encuentra, en principio, relacionado con ella por un
vínculo de autoridad que lo constriñe «directamente» a dar,
hacer o no hacer algo, no cabe duda de que el propósito
perseguido no es otro que el de hacer cesar el vínculo
autoritativo de marras.
Un problema, más teórico que pragmático, está
constituido por la elección entre los términos
habitualmente usados para rotular la consecuencia
del progreso de la pretensión sub examine, intentada
por quien está relacionado por el vínculo de
autoridad con la sentencia atacada.
Dos más son los términos propuestos al efecto:
«revocación» y «nulidad». Nos parece que el primero,
adoptado por la ley ritual italiana de 1940, presenta,
entre otros, el inconveniente, acentuado en nuestro
país, que no ha reglamentado la forma autónoma
cancelatoria de la cosa juzgada fraudulenta, de
suscitar la errónea creencia de que la pretensión en
estudio no es más que la derivación procesal de la
«acción pauliana». Tesis ésta que, por lo demás,
sustenta Couture: «La acción revocatona no es, pues,
otra cosa que la extensión al campo del derecho
procesal, de los principios de la acción pauliana» . 61
Por nuestra parte no advertimos qué beneficios
puede arrojar la adopción que al respecto propiciaba el
maestro oriental. En cambio, sí notamos las
desventajas que
Jorge Peyrano
(60) Carlos, Eduardo: Intervención de terceros en el proceso, en «Revista del
Colegio de Abogados de la Plata», n o 7, p. 78: «Se impone necesariamente
anotar aquí, aunque debamos detenernos un instante, que si bien es verdad que
la sentencia que se dicta en un proceso sólo produce sus efectos entre las
partes que en el han litigado (res inter alios illdicatu tertius nou nocet), se
presentan a menudo casos en que pueden ta les efectos, aunque
excepcionalmente, extenderse a quienes fueren extraños en esa controversia.
Ya anticipé esa idea, que ahora retomo siguiendo a un autor que desenvuelve
el pensamiento de Betti y Chiovenda al ocuparse del mismo problema, para
establecer que la extensión de la cosajuzgada puede ser directa o refleja. La
primera se da cuando el tercero es sujeto de la misma relación que fue
decidida entre las partes. En cambio es refleja cuando lo es de una similar que
depende necesariamente de la relación o estado jurídico decidido entre los
litigantes». ( 61 ) Couture, Reoocucu;n..., p. 416.
El
Frade Pwccsal

conlleva su recepción: incertidu mbre si la


calidad trictamente patrimonial de la «acción
paulianžl' bién debe exigirse, lo que sería un
error tratándose la pretensión autónoma
cancelatoria que nos ocupa; tación de trasladar los
diversos requisitos dc procodon
138 cia previstos por los arts. 955 a 960 del Cód Civil ar
gentino; estrechez del Tatbestand contemplado por
la «acción pauliana» temendo en cuenta la
diversidad de situaciones posibles de scr calificadas
procesalmcnte fraudulentas y por ende susceptibles
de ser removidas a través de la forma cancelatoria
bajo lupa
Un poco por el demérito de la alternativa ya
analizada y otro poco por el mérito propio de la
restante, nos inclinamos por creer que el
coronamiento con éxito de la pretensión sub examine
promovida por quien está vinculado autoritativamente
a una sentencia fraudulenta redundará en la
declaración de nulidad de ella. No nos parece que
conspire contra el criterio propuesto la circunstancia
de que, v.g., los ordenamientos rituales argentinos no
tratan expresamente la nulidad. El triunfo
generalizado de la doctrina de las «nulidades
procesales implícitas» así lo indica. Tampoco
pensamos que las especiales características del factor
nulificante (incidencia de un fraude procesal)
constituya un obstáculo. Por el contrario, si nadie
pone en tela de juicio que la ausencia de un elemento
substancial provoque la nulidad del acto procesal o de
una serie de actuaciones procedimentales(0, tampoco
creemos que pueda dudarse de que igual consecuencia
debe acarrear la ausencia de la garantía de la defensa
en juicio; circunstancia ésta,
El
en general, omnipresente cuando se impugna una
sentencia por parte de quien está relacionado con
ella por un vínculo de autoridad. Se funda
también nuestra elección en lo ventajoso, y
particularmente computable en nuestro país por el
vacío legal senalaclo, que resulta de la posi
bilidad de aplicar mutatis mutandis las
disposiciones que disciplinan el régimen de las
nulidades procesales a la pretensión autónoma
tendiente a cancelar la cosa juzgada fraudulenta;
sin perder de vista, claro está, las particularidades
de ésta y la impostergable ne-
Ver art. 124 del Código Procesal santefesino de 1962
Jorge Peyrano
W

cesidad de que se les otorgue un espaldarazo


legislati Así, v.g., dos de los requisitos de viabilidad que
tratamos anteriormente (el de la existencia de un daño yel
de la necesaria diligencia del perjudicado), podrían
encontrar apoyatura legal en normas tales como las con
tenidas en los arts. 126 y 128 del Código adjetivo 139
santafesino de 196264' pasando ahora al caso del
impugnante, afectado con un «fraude con el proceso»
relacionado sólo por un vínculo de eficacia (o respeto) con
la cosa juzgada que cuestiona, otro debe ser el plan teo. En
la hipótesis en estudio, aquél sólo podrá pretender que la
sentencia fraudulenta sea declarada inoponible a su
respecto. Pues si bien es cierto que «el interés es la medida
de las acciones», no vislumbramos cuál puede esgrimir para
fundamentar mayores aspiraciones.
Aunque aparezca sobreabundante debe subrayarse
que el éxito del impugnante en cuestión no afectará,
en principio, en manera alguna la solidez de la
sentencia que ha sido declarada inoponible a su
respecto. Huelga decir que si bien ello es así, dicha
declaración, que por aplicación de los principios
generales debería ser la culminación de un proceso
tramitado con todos los vinculados anteriormente por
la sentencia tildada de fraudulenta, constituirá un
invalorable punto de defensa si alguno de ellos se
sintiera tentado de hacerla valer frente a otro de los
relacionados por un vínculo de autoridad. Interesante
es traer a colación que el Proyecto García, cuando
trata del recurso de revisión, incluye una norma que
contempla el caso (i•.
(63) Berizonce,La nulidad..., p, 135: "Por nuestra parte, sostenemos la
conveniencia de Incorporar expresamente a los códigos la acción
autónoma (le nulidad procesal».
(64) Código Pžocesal Civil y Comercial de la Prouiucl(t de Santa Fe ( 1962h
art, , 126: «La nulidad de un acto o procedimiento sólo podrá declararse
cuando la Viola. ción de la ley hubiere producido un perjuicio que no
Jorge Peyrano
puede ser reparado sin la declaración de 128: «La
irregularidad de un acto o procedimiento quedará subsanada: 10) Si ha
cumplido sus finalidades especificas respecto de la parte que pueda
invocarla. 20) Si el interesado se manifiesta sabedor del acto, así sea
tácitamente, y no solicita su anulación dentro de los tres dias de sil
notificación o de la primera actuación o diligencia posterior en que
intervenga».
(65 Pmyecto García, art. 600' «El juez o tribunal, una vez dictada la sentencia
que admita el recurso de revisión y abrogue en todo o en parte la sentencia
firme impugnada, mandará expedir testimonio del fallo, y entregarlo a la
parte interesada para que use de su derecho, según le convenga, en el ju
icio correspondiente. En todo caso servirán de base al nuevojuicio las
declaraciones que se hubieran hecho en el recurso de revisión, las lales
podrán ser ya (I iscutidos»
El Fraude

La noción jurídica de «inoponibi lid ad», y su


correlato la de «oponibilidad», no represen tan una
novedad el mundo jurídico. Conocida y aplicada
desde a nt I O la legislacion concursalliti,
tambien ha sido puesta el tapete por civilistasl'î,
Asimismo, cabe seña In r que
140 la doctrina procesal no faltan autores de valla,
EsclapezGSy Berizonceožj, que, si bien algo ti m
idamente propugnan su utilización en el campo de su
Ergo, resumiendo, postulamos, en congruencia con
la tesis expuesta y con el. objeto de evitar todo
equívoco que la pretensión autónoma examinada reciba
la denominación genérica de «subsanadora de
desviaciones procesales», calificativo que engloba dos
subespecies según sea el propósito perseguido por su
promotor y su parti cular relación con la cosa juzgada
tachada de fraudulenta: una podría llamarse
«pretensión autónoma subsanadora nulificante de
desviaciones procesales» (su utilización correspondería
en el supuesto de que el promotor tuviera un vínculo
autoritativo con la sentencia impugnada) y la otra
«pretensión autónoma declarativa de inoponibilidad de
desviaciones procesales operadas» (su empleo sería
viable en la hipótesis de que el iniciador estuviera
relacionado por un vínculo de eficacia, o de mero
respeto, si se prefiere, con la sentencia atacada).
Aclaramos desde ya que las dos subespecies
prealudidas están suJetas, en principio, a igual
trámite, forma de interposición y recaudos, cayendo
ambas bajo la competencia del tribunal que dictó la
resolución cuestionada.
Ver art, 127 de la le ley
167) Diez Pica Lu is, Fundamentos de/ cit}ll patri mutual, Madrid, s/l', Tecnos,
p. '268' la idea de moponibili(lncl presupone la (le oponibiliclagl, que no
significa eficacia directa o refleja del negocio en la (le los terceros, sino
simplemente posibili(lnd que las partes nden eficazmente en negocio una
pretensión (Iltngi(lll contra el terceros»
El Fraude
(GS j Esclnpez , El procesal «En cambio la demanda incidental la decl uce
tercero contra ambas partes ante, el mismo juzgado y secretaria, y tiene por
objeto crear In inoponibill(lnd tle la sentencia que recaiga en el juicio
prmclljal, ron respecto n ese tercero. LII tercería inio es un ejemplo típico.
El tercero que promueve la tercería no tiene interés en el resultado del
pleito principal„

de In cosa juzgada'? La presu nción de JIIS ticia p. 71} q «¿Pero cu bre


qué la decir decisión frente pasada al valoren autoridad lle cosa Jitzgada ha
de ceder frente al frau de demost rado I/huaus rorrumpit). Es inoponible al
resultado (le un obten ido con escarnio de principios funda menta les,
como bi lateraliclad del contradictorio o el debido proceso legal..
Jorge W. Peyrano
También debemos destacar que la praxis enseña que,
habitualmente, el perjuicio provocado por el fraude procesal
cometido en detrimento del promotor de una pretensión de la
clase que aquí nos ocupa, no encontrará adecuado resarcimiento
por la mera declaración judi- 141 cial que nulifica (o declara
inoponible) la sentencia impugnada por fraudulenta. Por ello, el
afectado deberá deducir en forma acumulativa o sucesiva, otras
pretensiones tendientes a restablecer sus vulnerados derechos.
Couture advierte que: «Es evidente, asimismo, que la acción
[alude a la «revocatoria»] agota sus fines cuando ha conseguido
que la cosa juzgada haya quedado sin efecto. Pero no siempre
quedará satisfecho el interés del actor con esa revocación. Lo
probable es que (al par de lo que sucede con la acción de
simulación) a la acción principal deban agregarse otras conexas.
Así, si el tercero ha perdido la posesión mediante un proceso
fraudulento, podrá acumular la acción reivindicatoria; si lo ha
despojado de su legítima, podrá acumular la acción de petición
de herencia; si el demandado ha sido negligente, podrá
acumular la acción subrogatoria para defender el patrimonio del
deudor, etcétera. La revocación sería, en todo caso, el paso
previo para las acciones su bsiguientes». 70 Finalmente, debe
acotarse que la labor más delicada y difícil a la cual se verá
abocado todo tribunal que nulifique una sentencia en razón de
haber acogido la pretensión en examen, consistirá en determinar
la medida de la comunicabilidad de aquélla al proceso
antecedente. Es decir, qué partes de un proceso deben
considerarse viciadas, y por ende nulificadas, en razón de la
incidencia de fraude procesal 71
Si bien con referencia al recurso de revisión el Cód
de Proc. Civil chileno (ley 1552),en el art. 815 se
preocupa expresamente por recordar al tribunal
nulificante esa faceta de su labor. 72
(70)Couture, La revocación de los...,p. 413
(71)Ver art. 129 del Código Procesal santafesino de 1962.
Jorge W. Peyrano
( 72) Código de Procedtnuenlo Civil chileno (ley 1552), a,'t. 815: «Si el
tribunal estima procedente la revisión por haberse comprobado con arreglo a
la ley, los hechos en que se funda, Io declarará así y anulará en todo o en
parte la sentencia Impugnada. En la misma sentencia que acepte el recu rso
de revisión declarará el tribunal si debe o no segu irse nuevo juicio. En el
pruner caso determinará, además, el estado en que queda el proceso, le cual
se remitirá para su conocimiento al tribunal de que procede...
El Fraude
c) Recurso de revisión.- Ineluctable es el
hispánico de la vía cancelatoria de la cosa que ahora ocupara
nuestra atencion. Tanto es asl su primera aparición en el
panorama legislat ivo se produjo 142 a raiz de su inserción
en la base 19 de la ley espanola del 21 de junio de 1880, que
reglamentó las pautas seguir por la futura reforma de la Ley
de Enjuiciamien to Civil. Directiva respetada por los
redactores de l a Ley de Enjuiciamiento Civil española de
1881, a traves de la inclusión de su conocido artículo 1796
El recurso en estudio ha gozado, y goza, de gran
predicamento en nuestro medio, especialmente en el
plano legislativo; aunque tampoco faltan voces
doctrinarias que formulan juicios encomiásticos a su
respecto.
Una considerable cantidad de proyectos de leyes
rituales y un elenco numeroso de códigos adjetivos
locales atestiguan el singular éxito que ha alcanzado
en nuestro ámbito. Entre aquéllos merecen citarse por
sus bondades, el Proyecto Clariá75 el Proyecto
Fernández7 (i , el Proyecto Nazar77y el Proyecto
García, debiendo destacarse la prolijidad y excelencia
con que es reglado por este último el mencionado
recurso.
Como es sabido, y ya antes adelantáramos, varias
son las provincias argentinas cuyos códigos rituales
disciplinan ( o han disciplinado) el recurso de
revisión. ASI por ejemplo, sucede con la algo vetusta
ley adjetiva cordobesa7H y también con la
puntana79. Lo acontecido en

(73)Ley de Enjillt•tanuentf' ('11'11 Española de 1881, art. 1796, inc. Habrá


lugar a la revisión de una sentencia firme. si la sentencia firme se hubiere
ganado i 74) injustamente Castello cle Bneris, en vu•tlld Beatriz. de cohecho,
El fru Iltlc violencia procesal. u otra Sil maqu caracterizaclijjl inación
fraudulenta"legal y
El Fraude
presa)/t. Remrdjos procesales, «Juris", 39-289: «La solución ideal para los
easos en que ha habido proceso viciado, y de sus resultas se 110 dictado
sentencia, seria Inclusión en los códigos de procedimientos -la
propugnamos pu ra el
nuestro- del recu rso lle revis ión..

(
7
5
)
conf. Arts. HG0 865
conti Art* D 2.30 Y 23 1
conr Art. 370 conf. Arts
1272 1275.
(79T,ód1Æi' CII"/ y Comerctal ele (le San LIIIS (ley 3341), art. l"
"Adóptese como Código Procesal Civil y Comercial de la Provineut, el
texto (Iel Código ProceHnl Civil y Comercial de la Nación ( ley 17.454),
con las supresiones y modificaciones que se determinan continuación, n
los efectos de un correeto adecuamiento la organización y carncterístieas
vigen tes en la Administración de Justicia de la 820: «Al tiempo de entrar
en vigencia este Código, quedará derogado el de Procedi liuientos Civiles
de la Provincia ( ley
Jorge W. Peyrano

San Luis es ilustrativo de la reverencia guardada al


recurS0 sub examine en algunos distritos judiciales del
país; puesto que a pesar de haber adoptado el Cód. Proc.
Civil de la Nación (ley 17.454), esa provincia mantuvo la
vigencia en el punto del código ritual derogado. 143

1. Análisis de los antecedentes legislativos


nacionales. Encararemos aquí la tarea de enunciar,
más que de examinar, las constancias y las
singularidades ofrecidas por los distintos antecedentes
legislativos nacionales que se han preocupado por
disciplinar el recurso de revisión.

2. Tribunal competente. Prevalece el criter10 de


asignarle competencia para entender en el recurso en
estudio, al tribunal que oficia de cúspide de la
pirámide jurisdiccional respectiva. Tanto los proyectos
Fernández80, Clariá81, Nazar82 y el Código cordobés
(ley 1419), han puesto en cabeza de la máxima
autoridad judicial por ellos contemplada ese cometido.
Debe hacerse la salvedad de que el Proyecto Nazar
crea un recurso de revisión «limitado», al declararlo
admisible sólo respecto de sentencias definitivas
dictadas por la Corte Suprema en ejercic10 de su
competencia originaria.

3. Causales de procedencia. La gran mayoría de


los cuerpos legales que reglamentan el recurso en
estudio han optado por enumerar los casos que Io
hacen procedente, cayendo a veces en un alarde de
casuística que contribuye a la comisión de errores, tal
como acontece con el inc. 10 del art. 379 del Proyecto
Nazarg•d y con los incisos 1 0 a 40 del art. 1272 de la
ley adjetiva cordobesa
Jorge W. Peyrano
310/906), con excepción de las disposiciones que se refieren ...d) Recurso (le
revisión contra sentencias definitivas (arts. 468 al 561)» (80) Conf. Art 231.
181JProyecto Clariá, art. 865: «Demanda. La demanda de reusnón deberá presentarse
ante la sala respectiva del Tribunal Superior de Justicitu
(82) Ver art. 379.
183) Proyecto Nazar, art. 379, inc. T': "Puede deducirse el recurso de revisión
contra las sentencias definitivas que la Corte Suprema dicte en virtud de Sil
competencia ordinaria. Sólo proceden en los casos siguientes: 1") Si se
hubiese pronunciado sobre puntos no comprendidos en el pleito...».
(84) Código de Procedimientos Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba (ley
1419), art. 1272: «El recurso de revisión procede contra las sentencias definiti-
El Fraude
Procesal

de 189684 que se equivocan al hacer objeto de recurso


revisión lo que debe serlo del de nulidad. Claro está que no
faltan enumeraciones casuísticas elogiables por la
escrupulosidad con que se han ceñido a lo que debe ser
materia del recurso de revisión. Entre ellas merecen 144
citarse las practicadas por el art. 590 del proyecto GarcWi y el
art. 861 del Proyecto Clariá, el último de los cuales reza:
«Motivos. La revisión sólo puede interponerse por los
siguientes motivos: 10) Obtentación o recuperación con
posterioridad al pronunciamiento de documentos decisivos
ignorados o retenidos por fuerza mayor o por obra de la parte
favorecida o de un tercero 20)Pronunciamiento recaído en
virtud de documentos que al tiempo de dictarse ignoraba la
parte impugnante que hubieran sido declarados falsos o
reconocidos falsos o cuya falsedad se reconoció o declaró
después de dictado 30 ) Pronunciamiento motivado de manera
decisiva en uno o más testimonios, y cuando uno de los
testigos hubiese sido condenado por falsedad en su
declaración. 40) Cohecho, violencia u otra maquinación
fraudulenta para obtener el pronunciamiento»
La lectura atenta de las disposiciones arriba
indicadas, así como también de las demás
enumeraciones de casos de procedencia del recurso
de revisión, permiten arribar a la conclusión de que
se ha ido perfilando, inadvertidamente desde vieja
data, un concepto del fraude procesal muy afín al
que nosotros proponemos bajo la

vas de las Cámaras de Apelación o de árbitros, enjuicio pendiente ante


ellas. con tal que concurran algunas de las circunstancias siguientes: I")
Que In resolución hubiera recaído sobre cosas no demandadas. 2") que se
otorgue en la sentencia más de lo pedido o que se provea en ella sobre
algunos de los extremos de la demanda o de la reconvención. In sentencia
contenga disposiciones contradictorias. 4") Que haya recaído contra
distinta persona de aqueIla contra la cual se interpuso la demanda...,..
(85 ) Proyecto Garcia, arti 590: "Procede el recurso de revisión contra la sen
tencua pasada en autoridad de cosa juzgada en los siguientes casos: I") Si
después de dictada se recobrasen documentos decisivos detenidos por
fuerza mayor o por obra de un tercero o de la parte a favor de la cual se
El Fraude
hubiere dictado. 2') Si hubiere recaido en virtud de documentos que al
tiempo de dictarse ignoraba una de las partes haber sido reconocidos y
declarados falsos o cuya falsedad se reconociere o declarare después. 3")
Si habiéndose dictado en virtud de prueba testifical, los testigos hubieren
sido condenados por falso testimonio dado en las declaraciones que
sirvieron de fundamento la sentencitu 4") Si la sentencia firme se hubiera
ganado illJ ustamente en virtud de cohecho, violencia u otra maquinación
fraudulenta».
(86) Ver art. 861 del Proyecto Clariá.
Jorge W. Peyrano
denominación de «desviación procesal», noción ésta (la
nuestra) mucho más amplia que la correspondiente al
enfoque tradicional del fraude procesal. Es que ésta, por
ejemplo, influida por su rótulo con tan claras connotacimes
alusorias a un contenido Intencion al, parece exigir que su
configuración presuponga una maniobra o 145 actitud
dolosa.
Por el contrario, varias de las enu meraciones lega-

les de hipótesis de procedencia del recurso de


revisión incluyen casos de admisibilidad del mismo,
en situaciones en las cuales no juega intención
dolosa alguna. Así sucede, V.g., con el inc. 10 del
art. 681 del Proyecto Clariá, el inc. 10 del art. 590
del Proyecto García y el inc. 20 del art. 379 del
Proyecto Nazar, que prevén la procedencia del
recurso de revisión contra una sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada, que no hubiera ponderado
documentos decisivos vinculados con el thema
decidendum (por haberse extraviado, ignorado su
existencia, estar retenidos por razones de fuerza
mayor o encontrarse en poder de terceros). Por esa
razón esas disposiciones legales pueden calificarse,
sin habérselo propuesto, como pioneras de la recién
comenzada lucha por imponer un nuevo concepto, el
de «desviación procesal», que abarque todas las
situaciones (con contenido doloso y sin él) que
apartan el proceso de sus fines.

4. Resoluciones suceptibles de ser atacadas por


esta vía. Es unánime el criterio legal de limitar la
viabilidad del recurso de revisión al supuesto de que
se intente contra una sentencia firme; exigiendo
explícitamente además, en congruencia con los
principios generales, el Proyecto Clariá y el Código
formal cordobés de 189687 que la resolución
impugnada haya recaído en juicio cuyo objeto no
pueda ser nuevamente ventilado, Cabe consignar que
El Fraude
los dos cuerpos legales precitados presentan la
particularidad de aclarar expresamente la
procedencia del recurso de revisión contra las
sentencias de tribunales arbitrales,
(87) Código de Procedimiento Civil y Comercial de /tt Prouncta de Córdoba
(ley 1419), art. 1275: "No se dará el recurso de revisión contra las
sentencias recaídas en los juicios que, después de terminados, ono obstan
a la promoción de otro sobre el mismo objeto».
5. Plazo de interposición. Algunos de los
proyectos prealudidos han tenido la previsión de fijar los
Pla _ zos dentro de los cuales debe deducirse el recurso
en estudio. Así lo hacen, por ejemplo, los proyectos
Clariáks 146 y GarcíaS9, que, inclusive, han establecido
un plazo de caducidad definitivo, vencido el cual no
puede intentárselo, cualquiera hubiera sido el motivo de
la no interposición in tempore. Previsión esta última
congruente con el movimiento legislativo
contemporáneo producido en pro de un ascenso en la
escala axiológica del valor seguridad jurídica.
6. Balance. Es conveniente ahora efectuar un
cotejo entre las dos grandes vías que pueden tomarse
para atacar directamente la «cosa juzgada fraudulenta»
o, usando nuestra terminología, la desviación procesal
operada». Vías que no son otras que las ya examinadas
bajo los rótulos «pretensión autónoma tendiente a
enervar la eficacia de la cosa juzgada fraudulenta», y
«recurso de revisión». Cotejo que llevamos a cabo
teniendo en cuenta los antecedentes nacionales en la
materia, pero cuyas resultas no se hallarían muy
distantes de las obtenidas mediante una confrontación de
alcance más vasto.
La evidente similitud de propósitos perseguidos
por ambas vías obsta, so pena de introducir una
perjudicial confusión en el tema, a su reglamentación
conjunta. Por ello es que debe optarse por una o por
Jorge W. Peyrano
otra; imposición que asumimos prefiriendo la
primera de las vías prealudidas.
Fundamos, principalmente, nuestra preferencia
por la denominada «pretensión autónoma tendiente a
enervar la eficacia de la cosa juzgada fraudulenta»;
en que, como vimos, la mayoría de los antecedentes
legales na-
188) Proyecto 863: „Caducidad. La de impugnar en caducará: l") en el plazo de
seis meses computados desde que el interesado tuvo conocimiento del hecho o
acto ju rídico funda mentador del motivo de la impugnación que hubiere de
invocarse, o desde que fueron recobrados o encontrados los (loctunentos. 2")
en todo caso, cuando hubieren transcurrido cinco años desde que quedo firme
la sentencia o a tito objeto de revisión»
(89) Proyecto García, art. .592• «En ningún caso podrá interponerse el
recurso de revisión después de transcurridos veinte años desde la fecha
de la sentencia hubiere podido motivarlo. Si se presentare pasado este
plazo se rechazará
Jorge Peyrano
W,

cionales han asignado competencia para entender en el


recurso de revisión al órgano jurisdiccional de máxima
jerarquía en la pirámide judicial correspondiente. Ello unido
a su naturaleza recursiva, ha motivado que el recurso de
revisión sea considerado frecuentemente como 147 un
remedio extraordinario cuya instancia sólo puede abrirse
excepcionalmente9() En rigor de verdad ello es sólo
parcialmente cierto, ya que desde el punto de vista del vicio
que se desea remover, denomíneselo «fraude procesal»,
«desviación procesal» o como se quiera, los hechos mandan
y lo real es que la instancia recursiva, tal como suele
acontecer con la generalidad de los recursos deducidos ante
la máxima autoridad judicial respectiva, rara vez se abre.
También hemos computado para volcar nuestra
elección la circunstancia de que la vía por nosotros
acogida permite, allí donde se la adopta, la posibilidad
de la doble instancia; posibilidad de la cual se ve
privado el articulante del recurso de revisión, Si bien,
como es sabido, la doble instancia no figura entre las
garantías constitucionales, la experiencia indica lo
beneficioso de su establecimiento por obra de la ley.
Finalmente, también debe ponderarse en respaldo
de nuestra elección, el hecho de que, salvo casos
excepcionales como el Proyecto Clariá91 los
antecedentes legales nacionales no han legitimado
expresamente al tercero afectado para deducir el
recurso de revisión. Por el contrario, el esquema que
hemos propuesto para disciplinar la restante vía en
cotejo, se ha preocupado, explícitamente, por
contemplar la situación del tercero perjudicado por una
sentencia fraudulenta.
Todo lo dicho no quita que en oportunidad de
producirse la futura y deseada reglamentación legal de
la «pretensión autónoma tendiente a enervar la eficacia
de la
Jorge Peyrano

(90) STCórd0ba, en pleno, 28-2-75, JA, 26-1975-433.


(91) Proyecto Clariá, 862: "Revisión del tercero. Podrán impugnar en revisión por
cualquiera de los motivos enumerados en el artículo anterior, pero bajo lu
condición de que acreditenprimu facie la existencia del fraude o colusión entre
las partes: 1") los que sin haber sido partes en el proceso, resultaren directamente
afectados en su derecho por el pronunciamiento y carezcan de otra vía legal para
reparar el perjuicio sufrido. 20) el ministerio fiscal o pupilar si con motivo del
pronunciamiento se hubiere afectado un interés público o el de un incapaz
carente de representación».
El Fraude
Procesal

cosa juzgada fraudulenta», deba tenerse muy en


cuenta la normativa existente en materia de revisión, así
como también la experiencia recogida a través de su
empleo máxime cuando, como ya lo hemos señalado,
media tan. 148 ta proximidad teleológica entre aquélla v
éste

d) Incidente de nulidad.- Un fallo plenario


(le las Cámaras Civiles de la Capital Federa192,
pronunciado hace ya algún tiempo, declaró idónea
la vía del incidente de nulidad al efecto de enervar
una sentencia fraudulenta, cualquiera fuere la
instancia en la que hubiere sido dictada y la
naturaleza del juicio respectivo, cuando su
promotor invoca haber sido privado de la garantía
de defensa enjuicio. Posición que en el plano
doctrinario parece compartir algún prestigioso
autor nacionalen
Por nuestra parte, no creemos que resulte
beneficiosa la opinión recién expuesta. Más aún:
entendemos que su propugnación resultaba explicable
en épocas en las que sola alusión a lo ventajoso de
adoptar una pretensión autónoma tendiente a enervar la
«cosa juzgada fraudulenta» sonaba a herejía. Entre los
motivos de nuestro rechazo, entresacamos los
siguientes: 10) Inconveniencia de sujetar al naturalmente
limitado trámite Incidental la estabilidad de la cosa
juzgada. 20) Si bien puede ser defendida la viabilidad
del incidente de nulidad para remover un «fraude
cometido en el proceso»; es decir, aquel que perjudica
los legítimos intereses de terceros. Tal circunstancia
hace, a nuestro entender, que no resulte provechosa la
adopción de un instrumento de combate contra el
«fraude procesal» que sólo contaría con una
operatividad limitada. 30) Aunque el argumento huela a
Jorge Peyrano
arcaico, seguimos creyendo que la competencia del
tribunal sobre la cuestión debatida cesa con el
pronunciamiento de mérito; siendo procedente la
articulación del incidente de nulidad tan sólo con
relación a actos procesales previos a dicho momento.

e) La intervención de terceros en el
proceso.No obstante lo arduo de pergeñar

adecuados carri pássim.


W.

les legales para disciplinar la intervención de terceros


en el proceso pendiente, de lo cual da buena cuenta la
anarquía doctrinaria y legislativa que caracteriza el
tema, estamos convencidos de que la profilaxis del
«fraude procesal» así lo exige. La intervención de que
habla- 149 mos, de indudable cuño germano, sea bajo la
forma adhesiva o excluyente, es un arma poderosa en el
arsenal de medios preventivos contra la comisión de
fraudes procesales o, si se prefiere nuestro léxico,
«desviaciones procesales». Justamente alabada ha sido
en la materia la ley ritual santafesina de 1962, tanto por
lo exhaustivo de la reglamentación contenida, como
también por su calidad de señera al normar aspectos
poco explorados de esa intrincada problemática.
Toca ahora examinar la bien conocida por la
doctrina francesa, canónica e italiana, figura de la
«oposición de terceros».
Estamos persuadidos de la carencia de
autonomía científica de la oposición de terceros.
Díaz comparte tal certeza: «¿oposición del tercero
a la autoridad de la llamada cosa juzgada? [Como
forma de impugnar el fraude procesal]. La
oposición del tercero, institución que se difunde a
través de las legislaciones francesa e italiana, ha
encontrado resistencia en el país, pues en realidad
no es sino un derivado de la pretensión autónoma
El Fraude
de sentencia de anulación, cuya legitimación
solamente ostenta el tercero a quien la sentencia
perjudica, a los causahabientes y acreedores de
una de las partes, cuando la sentencia es el
resultado de acciones dolosas o colusivas
realizadas con la intención de dañar sus
intereses»94 En esencia, la figura sub examine no
es otra cosa que la vía subsanadora de fraudes
procesales que nosotros denominamos
«pretensión autónoma declarativa de oponibilidad
de desviaciones procesales operadas» o, lo que es
lo mismo, la pretensión autónoma que puede
esgrimir el tercero afectado por una «cosa juzgada
fraudulenta» si desea lograr la declaración de
inoponibilidad a su respecto de la sentencia en
cuestión. Cabe consig-

(94 ) Díaz, Clemente, Revocación de sentencia firme (nota a fallo), en «Revista


Argentina de Derecho Procesal», no I, p. 541, al pie.
Procesal

nar que, entre otros, Couture9• y Véscovi9U


concuerdan con lo arriba aseverado. El primero en lo que
atañe al calificativo de pretensión autónoma que Ic
asignamos a la figura en estudio y el segundo en lo
referente a nues150 tro enfoque sobre el propósito
perseguido por el «tercero opositor»: lograr la
declaración de inoponibilidad de la sentencia que lo
perjudica.
Jorge Peyrano

(95) Couture,Reuocación de los.... p. 407: «En un punto intermedio


entre la Impugnación por recurso y la acción autónoma, se hallan las vías
de oposición de los terceros en el juicio. La tierce opposition y la
opposizione di terzo del derecho francés e italiano son, por su naturaleza,
ncciones autónomas al punto de que toleran, a vez, oposición, apelación
y casación; pero al mismo tiempo se hallan vincu ladas de tal manera al
juicio anterior, que pueden fOrmar con él una verdadera unidad procesal
en cuanto se refiere a competencia, personería, etc.„v
(96) Véscovi, Fraude procesal.. p. 95: «El problema esencial consiste
en resolver la cuestión cuando no existen previsiones.éxpresas en los
ordenamientos po$ltivos como sucede en nuestro Código Ise refiere al
uruguayo) y en el actual de la Nación argentina. Entendemos que pueden
considerarse diversas posibilidndes. En primer lugar la intervención del
tercero en el juicio, tendrá derecho a alegar la inoponibili(lad de la cosa
juzgada frente a él de acuerdo con los principios generales»

También podría gustarte