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DESPERTAR DEL DESPERTAR

Yo solía creer en lo que decía gente como el maestro espiritual inglés Tony Parsons, quien afirmó que
después de haber despertado (algo que es visto como una especie de no-evento misterioso y raro, o
un cambio de perspectiva), la personalidad no cambiaría, y que no necesariamente habría más
alegría, intimidad o compasión en la vida. De hecho, después de despertar, uno puede seguir siendo
un depresivo al borde del suicidio, o sumamente violento o incluso un asesino serial.

En un principio, escuchar este tipo de mensaje tan radical y sorprendente se sentía como un especie
de alivio - hacía ver al despertar tan simple, tan fácil, tan accesible, tan... ordinario. "Antes del
despertar soy un imbécil, después de despertar sigo siendo un imbécil. Y tengo permiso de ser un
imbécil ahora porque me he liberado y nadie me puede tocar. Ah, y por cierto, ni hay un yo ni
tampoco ninguna elección que hacer. La imbecilidad sólo es. ¡¿Y qué?! ¿A quién le importa?
Supéralo, triste buscador." El ego celebraba. Ahora tenía carta abierta. ¡Ninguna responsabilidad!
¡Ninguna consecuencia! ¡Completamente libre! ¡Yuju! ¡La búsqueda había terminado!

Me llegué a dar cuenta que este mensaje "neo-Advaita", como ahora se conoce, es muy unilateral. Es
parcialmente verdadero, exquisitamente simple, pero no muestra, de ninguna manera, el panorama
completo (¡nada lo muestra!) y puede resultar muy dañino si se transmite o escucha o utiliza en una
forma inadecuada.

En un nivel absoluto, el despertar no cambia nada, eso es verdadero. Lo que eres - la vida misma, la
consciencia, el Ser, etc. - no cambia, es todo lo que es o lo que siempre ha sido. En ese sentido, nada
pasa. El despertar es un cero absoluto. Es un no-evento más allá del tiempo. Es anterior a las
palabras, después de todo, sólo puede ser sugerido.

Pero en un sentido relativo, el despertar lo cambia todo. Absolutamente. Ya que no hay ahora una
'persona' a la cual tenga que defenderse, ya que la vida deja de ser una tarea y ya que todos los
pensamientos y sentimientos están profundamente permitidos (sin esfuerzo) para que surjan y se
disuelvan en la inmensidad que eres. La resistencia desaparece en forma natural. El Saber Absoluto
se filtra en cada aspecto de la experiencia de vida relativa. La alegría brota. El miedo a la intimidad se
derrumba. Ya no te sientes interesado en defender tus posiciones mentales, en tener la razón, en
probar ningún tipo de auto-imagen, incluso la imagen de que estás más allá de las imágenes.
Reconoces que no eres ninguna imagen. La Vida se convierte en lo que siempre fue - en una
aventura. Apasionada. Vibrante. Profundamente conectada. La compasión, ahí, es natural. Te
encuentras a ti mismo escuchando con una profundidad que nunca antes habías practicado, a tus
seres queridos, a los desconocidos, a quienes tienen puntos de vista opuestos, precisamente porque
no hay un 'yo' escuchando, para nada. Abandonas tus intentos de sermonear, de enseñar o de
defender posiciones, ¡incluso la posición no-dual! Pierdes todo interés en probar que tan exitoso,
simpático o despierto estás, qué tan ausente está tu ego o qué tan libre te encuentras de un 'yo'. Tu
ausencia es esa abrumadora presencia de la vida. El mundo lo inunda todo y es tú mismo, y este es el
fin de la violencia y del conflicto interno. Porque no hay otro. Una paradoja, por supuesto. (¡Abraza la
paradoja!)

Este nuevo amor, esta nueva integridad no es tanto un logro o una ganancia personal, sino más bien
la desaparición de un malentendido, es el colapso de la guerra que se había sostenido en contra de la
vida.

Respeto mucho a todos esos maestros neo-Advaitas, pero fíjense en sus enseñanzas (lo siento, ¡las
no-enseñanzas impersonales de nadie!) cómo normalmente se sienten incompletas y unilaterales,
aunque se presenten como Verdades absolutas, inflexibles e inmutables. Llenas de sabiduría y
certeza mental, sí - pero sin incluir el ingrediente esencial: el corazón. Centradas en la nada y en la
ausencia de la 'persona' y de la ilusión del libre albedrío, sin embargo, negando sutilmente la
inclusión de absolutamente todo, de la diversidad de la vida, de la profunda humanidad, de la
comprensión humana y la compasión ante el sufrimiento, sin el cual, seríamos sólo robots,
marionetas, bestias y finalmente, asesinos. Enamorados de 'nadie aquí', sí, pero carentes de esa
alegría sin causa, que es el jugo real, el néctar de la vida, la gracia inesperada del despertar.

Una vez más vuelvo a citar la impresionantemente equilibrada e integrada reflexión de Nisargadatta
Maharaj:

“Sabiduría es reconocer que no soy nada.


Amor es reconocer que soy todo.
Entre los dos, mi vida fluye. "

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