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Viernes de La X-Wps Office
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Oficio de lectura
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora, el Oficio comienza con la siguiente
invocación; pero si empieza con el Invitatorio se omite.
Invocación inicial
Himno
Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura.
Si se toma de Laudes:
Si se toma de Vísperas:
recién atardecido,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
no le venció la fosa,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
Amén.
Himno latino
Ad te preces, píissime
ut flagitémus vúlnerum
a te medélam ómnium,
in nóctibus delíquimus,
Ant. 1.
me arrastra la corriente.
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
se burlan de mí;
se ríen de mí;
Ant.
Ant. 2.
II
mi vergüenza y mi deshonra;
Ant.
Ant. 3.
III
Ant.
Versículo
Primera lectura
Después de la fiesta de Pentecostés, Judas y los suyos se lanzaron contra Gorgias, gobernador de
Idumea. Gorgias salió con tres mil de infantería y cuatrocientos jinetes; se entabló el combate, y los
judíos tuvieron unas cuantas bajas.
Un tal Dositeo, jinete muy valiente de los de Bacenor, sujetaba a Gorgias por el manto y lo arrastraba a
pura fuerza, queriendo cazar vivo a aquel maldito; pero uno de los jinetes tracios se lanzó contra
Dositeo, le cercenó el brazo, y así Gorgias pudo huir a Maresá. Por otra parte, los de Esdrías estaban
agotados, porque llevaban combatiendo mucho tiempo. Judas invocó al Señor para que se mostrara
aliado y dirigiera la batalla. En la lengua materna lanzó el grito de guerra y, entonando himnos, irrumpió
por sorpresa entre los de Gorgias y los puso en fuga.
Judas congregó el ejército y marchó a la ciudad de Adulán y, como llegaba el día séptimo, se purificaron
según el rito acostumbrado, y allí mismo celebraron el sábado. Al día siguiente, porque ya urgía, los de
Judas fueron a recoger los cadáveres de los caídos, para sepultarlos con sus parientes en las sepulturas
familiares. Y bajo la túnica de cada muerto encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia, que la ley
prohíbe a los judíos.
Todos vieron claramente que aquella era la razón de su muerte. Así que todos alababan las obras del
Señor, justo juez, que descubre lo oculto, e hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido
quedara borrado por completo. Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin pecado,
después de ver con sus propios ojos las consecuencias del pecado de los caídos.
Después recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un
sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera
esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero,
considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la
idea es piadosa y santa. Por eso, hizo una expiación por los muertos, para que fueran liberados del
pecado.
Responsorio
V.A los que han muerto piadosamente les está reservado un magnífico premio.
R.A los que han muerto piadosamente les está reservado un magnífico premio.
V.Es una idea piadosa y santa rezar por los muertos, para que sean liberados del pecado.
Segunda lectura
“¿Qué es el hombre para que te ocupes de él?” Un gran misterio me envuelve y me penetra. Pequeño
soy y, al mismo tiempo, grande, exiguo y sublime, mortal e inmortal, terreno y celeste. Con Cristo soy
sepultado, y con Cristo debo resucitar; estoy llamado a ser coheredero de Cristo e hijo de Dios; llegaré
incluso a ser Dios mismo.
Esto es lo que significa nuestro gran misterio; esto lo que Dios nos ha concedido, y, para que nosotros lo
alcancemos, quiso hacerse hombre; quiso ser pobre, para levantar así la carne postrada y dar la
incolumidad al hombre que él mismo había creado a su imagen; así todos nosotros llegamos a ser uno
en Cristo, pues él ha querido que todos nosotros lleguemos a ser aquello mismo que él es con toda
perfección; así entre nosotros “ya no hay distinción entre hombres y mujeres, bárbaros y escitas,
esclavos y libres”, es decir, no queda ya ningún residuo ni discriminación de la carne, sino que brilla solo
en nosotros la imagen de Dios, por quien y para quien hemos sido creados y a cuya semejanza estamos
plasmados y hechos, para que nos reconozcamos siempre como hechura suya.
¡Ojalá alcancemos un día aquello que esperamos de la gran munificencia y benignidad de nuestro Dios!
Él pide cosas insignificantes y promete, en cambio, grandes dones, tanto en este mundo como en el
futuro, a quienes lo aman sinceramente. “Sufrámoslo”, pues, todo por él y “aguantémoslo” todo
esperando en él; démosle gracias por todo (él sabe ciertamente que, con frecuencia, nuestros
sufrimientos son un instrumento de salvación); encomendémosle nuestras vidas y las de aquellos que,
habiendo vivido en otro tiempo con nosotros, nos han precedido ya en la morada eterna.
¡Señor y hacedor de todo, y especialmente del ser humano! ¡Dios, Padre y guía de los hombres que
creaste! ¡Árbitro de la vida y de la muerte! ¡Guardián y bienhechor de nuestras almas! ¡Tú que lo
realizas todo en su momento oportuno y, por tu Verbo, vas llevando a su fin todas las cosas según la
sublimidad de aquella sabiduría tuya que todo lo sabe y todo lo penetra! Te pedimos que recibas ahora
en tu reino a Cesáreo, que como primicia de nuestra comunidad ha ido ya hacia ti.
Dígnate también, Señor, velar por nuestra vida, mientras moramos en este mundo, y, cuando nos llegue
el momento de dejarlo, haz que lleguemos a ti preparados por el temor que tuvimos de ofenderte,
aunque no ciertamente poseídos de terror. No permitas, Señor, que en la hora de nuestra muerte,
desesperados y sin acordarnos de ti, nos sintamos como arrancados y expulsados de este mundo, como
suele acontecer con los hombres que viven entregados a los placeres de esta vida, sino que, por el
contrario, alegres y bien dispuestos, lleguemos a la vida eterna y feliz, en Cristo Jesús, Señor nuestro, a
quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Responsorio
V.Te rogamos, Señor, Dios nuestro, que recibas las almas de nuestros difuntos, por quienes derramaste
tu sangre. Acuérdate de que somos barro y de que el hombre es como la hierba o la flor del campo.
R.Te rogamos, Señor, Dios nuestro, que recibas las almas de nuestros difuntos, por quienes derramaste
tu sangre. *Acuérdate de que somos barro y de que el hombre es como la hierba o la flor del campo.
R.Acuérdate de que somos barro y de que el hombre es como la hierba o la flor del campo.
Oración conclusiva
V.Oremos.
Dios de poder y misericordia, de quien procede el que tus fieles te sirvan digna y meritoriamente,
concédenos avanzar sin obstáculos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R.Amén.
Conclusión
V.Bendigamos al Señor.
HIMNO
SALMODIA
Ant. 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Salmo 50
limpia mi pecado.
tú no lo desprecias.
ofrendas y holocaustos,
Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
(Mc 1, 15)
Salmo 99
un canto de victoria.
(S. Atanasio)
RESPONSORIO BREVE
PRIMERA LECTURA
—Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto, pues quedamos
muy pocos de tantos que éramos, como bien puedes ver. Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino
que hemos de seguir y lo que debemos hacer.
—De acuerdo. Rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís. Y os comunicaré, sin ocultaros nada, todo
lo que el Señor me responda.
—Que el Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te
mande decirnos.Tanto si nos gusta como si no nos gusta, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien
nosotros te enviamos. De este modo, si obedecemos al Señor, nuestro Dios, todo nos irá bien.
Pasados diez días, Jeremías recibió la palabra del Señor. Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos sus
oficiales y al resto de la gente, del más pequeño al más grande, y les dijo:
—Esto dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas:
«Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré, pues
me pesa el mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, como hacéis ahora; no lo temáis —
oráculo del Señor—, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. Le infundiré
compasión para que se compadezca de vosotros y os deje volver a vuestras tierras.
Pero si decís que no queréis habitar en este país —desoyendo así la voz del Señor, vuestro Dios—, y que
preferís ir a vivir a Egipto, pensando que allí no conoceréis guerras, ni oiréis toques de alarma, ni
pasaréis hambre, entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor: Esto dice el Señor del universo,
Dios de Israel: Si os empeñáis en ir a Egipto para residir allí, la espada que teméis os alcanzará allí, en
Egipto, y el hambre que os asusta os perseguirá en Egipto, donde moriréis.
Yojanán, hijo de Caréaj, los oficiales del ejército y el resto de la gente se negaron a obedecer al Señor,
que les mandaba quedarse a vivir en Judá. Así que Yojanán, hijo de Caréaj, y sus oficiales reunieron al
resto de Judá, que había vuelto de todos los países por donde se habían dispersado: hombres y mujeres,
niños y princesas reales, y cuantos Nabuzardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo
de Ajicán y nieto de Safán. También se llevaron al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y así,
desobedeciendo la voz del Señor, llegaron a Egipto y se instalaron en Tafne.
Responsorio Jr 42, 2; 1 M 5, 3
R. Ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todos los que han sobrevivido, * porque hemos quedado
pocos de los muchos que éramos.
V. Hemos quedado como huérfanos sin padre, y nuestras madres son como viudas.
SEGUNDA LECTURA
Quiero que sepáis, carísimos hermanos, que así como Dios es todopoderoso por naturaleza, por
naturaleza es también benigno y clemente; es extremadamente fuerte y sabio en sus acciones, y rico en
misericordia. El solo lo gobierna, rige y conserva todo, y es cariñoso con todas sus criaturas.
Por eso, el Dios benigno y clemente, contemplando la inacabable esclavitud del género humano, con
que el antiguo enemigo cruelmente le oprimía, y resuelto como estaba a liberarlo misericordiosamente,
lo consuela por medio del profeta, diciendo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas
vacilantes. Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis: mirad a vuestro Dios que trae el
desquite». Se refiere al yugo de la dura esclavitud, al yugo de la miseria y de la infelicidad, con que le
había esclavizado el antiguo enemigo por culpa del primer hombre.
Efectivamente, aquel autor de toda malignidad había tan cruelmente afligido al género humano, que ni
la oblación, ni el sacrificio, ni el holocausto de ningún patriarca o profeta había conseguido liberarlo del
poder del infierno. Por eso, Isaías, en son de queja, dice: Nuestra justicia era un paño manchado.
Pero, previendo el tiempo de la humana liberación de este durísimo yugo, nuevamente decía el profeta,
en son de congratulación: Arrancarán el yugo de tu cuello. También Jeremías preveía que un día el
género humano sería liberado del dominio del antiguo enemigo y sometido al servicio de Dios, cuando
proclamaba por orden de Dios: Aquel día —oráculo del Señor de los ejércitos romperé el yugo de tu
cuello y haré saltar las correas; ya no servirán a extranjeros, servirán al Señor, su Dios, y a David, el rey
que les nombraré, es decir, Cristo. David, en efecto, ya había muerto, pero de su linaje había de nacer
Cristo. Pues también David fue deseable, puntualizando que fue deseable en su estirpe, prefigurando a
aquel de quien canta el profeta, cuando dice: Vendrá el Deseado de todas las naciones, a saber, el Hijo
de Dios, que, en espíritu, había sido previamente revelado a los padres del antiguo Testamento.
R. Ya ha cumplido su milicia.
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no
podrás seguir administrando”.
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar
me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre
quien me reciba en su casa”.
Él le dijo:
Él dijo:
Le dice:
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de
este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES
A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
hágase tu voluntad
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
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Tiempo Ordinario
Primera Lectura
Oficiante de Cristo Jesús para con los gentiles, para que la ofrenda de los gentiles agrade a Dios
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y
de que tenéis suficiente saber para aconsejaros unos a otros.
Pese a todo, os he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar vuestros recuerdos.
Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los
gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles,
consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable.
Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me
atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de
los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de
Dios.
Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el
anuncio del Evangelio de Cristo.
Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya
pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito:
Los que no tenían noticia lo verán,
Salmo Responsorial
Evangelio
Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no
podrás seguir administrando”.
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar
me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre
quien me reciba en su casa”.
Este respondió:
Él le dijo:
Él dijo:
Le dice:
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de
este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
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05 de Noviembre
En Sevilla, en España, santa Ángela de la Cruz Guerrero González, fundadora del Instituto de las
Hermanas de la Cruz, que no se reservó ningún derecho para sí sino que lo dejó todo para los pobres, a
los cuales acostumbraba llamar sus señores, y los servía de verdad.
(Martirologio Romano)
Vida
Ángela nació en las afueras de Sevilla el día 30 de enero de 1846. Fue bautizada el 2 de febrero siguiente
en la parroquia de Santa Lucía. Su padre, Francisco, era cocinero del convento de los Trinitarios, y su
madre, Josefa, costurera allí mismo. Tuvieron catorce hijos, de los que solamente seis llegaron con vida
a la mayoría de edad. Como tantas niñas pobres sevillanas de su tiempo, fue poco al colegio,
aprendiendo a escribir, sin dominar la ortografía, algunas nociones de aritmética y catecismo. Su
pobreza no le impedía, desde niña y adolescente, compartir con los más pobres los bienes que tenían en
la familia, pues les llevaba mantas de su casa cuando no tenían ellos para todos.
En el hogar aprendió a rezar el rosario y las oraciones del mes de mayo dedicado a la Virgen María. Con
su padre acudía al rosario de la aurora y su madre se prestaba a ser madrina de los niños del barrio que
lo necesitaban. Hizo la primera comunión en 1854 y recibió la confirmación en 1855. A los doce años
tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su familia como aprendiz en la zapatería Maldonado, donde
también se rezaba diariamente el rosario, y tuvo sus primeras experiencias místicas. Ella misma se puso
a enseñar el oficio a otras niñas, como oficiala de primera, en una institución llamada «Las
Arrepentidas», en aquella Sevilla que entonces tenía rango de Corte por la presencia en el palacio de
San Telmo de los duques de Montpensier.
El canónigo que confesaba a Angelita, el padre Torres, le ayudó a encontrar lo que Dios le pedía: ser
monja. En 1865, acompañada de su hermana Joaquina, llamó a las puertas del Carmelo que había
fundado en Sevilla santa Teresa de Jesús, pero, a pesar de su gran capacidad para la vida contemplativa,
no fue admitida porque no tenía suficiente salud para la vida tan austera del Carmelo. En 1868 entró
como postulante en las Hijas de la Caridad del hospital central de Sevilla, pero por su salud quebrantada
fue trasladada a Cuenca, por si le sentaba mejor aquel clima. En 1870 tuvo que dejar definitivamente a
las Hijas de la Caridad, a pesar de su entrega y fidelidad generosa.
Resignada a vivir como «monja sin convento», volvió a su trabajo y se sometió en obediencia a su
director espiritual, escribiendo todos los pensamientos y deseos de su alma, hasta que en 1875 vio
durante la oración el monte Calvario con una cruz frente a la de Cristo crucificado: “Al ver a mi Señor
crucificado deseaba con todas las veras de mi corazón imitarle; conocía con bastante claridad que en
aquella otra cruz que estaba frente a la de mi Señor debía crucificarme, con toda la igualdad que es
posible a una criatura…”. En una ocasión, después de escuchar las quejas de los pobres que sufren,
escribe al padre: “Si, para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es
preciso llevarla, vivirla, sentirse pobre... ¡qué hermoso sería un instituto que por amor a Dios abrazara la
mayor pobreza!”, recibiendo así la inspiración de fundar una «Compañía».
En sus Escritos íntimos, páginas asombrosas para una mujer iletrada, con faltas ortográficas pero con
una identidad cristiana y eclesial admirable, redactó su proyecto de Compañía, con una dimensión
caritativa y social a favor de los pobres y con un impacto enorme en la Iglesia y en la sociedad de Sevilla,
por su identificación con los menesterosos: «Hacerse pobre con los pobres». No quería hacer la caridad
«desde arriba» sino ayudar a los pobres «desde dentro». Escribía y lo vivía: «La primera pobre, yo...».
El día 2 de agosto de 1875 el padre Torres celebraba la Eucaristía en la iglesia del convento jerónimo de
Santa Paula, a la que asistían, con Ángela, que era terciaria franciscana, otras tres mujeres, Juana, Josefa
y otra Juana, dispuestas a desentrañar el misterio de la cruz en la oración y en el servicio a los pobres.
Acabada la misa, se trasladaron a vivir a un cuarto alquilado en la calle de San Luis, n. 13, en el que había
una mesa, unas sillas y unas esteras de junco que servían de colchón y de almohada, un crucifijo y un
cuadro de la Virgen de los Dolores. Estaban naciendo las Hermanas de la Cruz.
En 1879 el arzobispo fray Joaquín Lluch aprobó las primeras Constituciones de la Compañía de las
Hermanas de la Cruz, en una síntesis de oración y austeridad, contemplación y alegría en el servicio a los
pobres. Las Hermanas de la Cruz fueron extendiéndose por Andalucía y Extremadura, La Mancha,
Castilla, Galicia, Valladolid, Valencia y Madrid, las Islas Canarias, Italia y América. En Sevilla se
trasladarían a lo que después sería la casa madre en la calle de Los Alcázares. En 1894 sor Ángela,
«madre Angelita» o simplemente «madre» como se le llamaba ya en Sevilla, viajó a Roma para asistir a
la beatificación del maestro Juan de Ávila y fray Diego de Cádiz, pudiendo entrevistarse con el Papa León
XIII, quien más tarde concedió el decreto inicial para la aprobación de la Compañía, que firmaría en 1904
san Pío X.
En 1907 sor Ángela asumió el gobierno y la responsabilidad de su instituto religioso como primera
madre general, reelegida cuatro veces. Aunque tenía fama de «milagrera», destacaba por su naturalidad
y sencillez. En 1928, a pesar de la exposición iberoamericana, en Sevilla continuaba habiendo pobres y
necesidades; por eso las Hermanas de la Cruz rondaban por los barrios más pobres, santificándose
especialmente con la virtud de la mortificación, al servicio de Dios en los pobres, haciéndose pobres
como ellos. Sor Ángela aceptó la decisión del arzobispo y, al no continuar siendo madre general, se puso
a disposición de la nueva, aconsejando a sus hermanas y a cuantas personas acudían a pedirle ayuda,
atraídas por sus virtudes. Las Hermanas de la Cruz, de entonces y de ahora, siguen a rajatabla las normas
de mortificación establecidas por sor Ángela: comen de «vigilia», duermen sobre una tarima de madera
las noches que no les toca velar, duermen poquísimo, pues quieren estar «instaladas en la cruz»,
«enfrente y muy cerca de la cruz de Jesús», renunciando a los bienes de este mundo y acudiendo sin
tardanza donde los pobres las necesiten.
El 7 de julio de 1931 la madre Ángela tuvo una trombosis cerebral que, nueve meses después, la llevaría
a la muerte. Estuvo paralizada de medio cuerpo, pero continuó resplandeciendo en su virtud de la
humildad, tratando de agradar y nunca molestar. Después de una larga agonía y de haber recibido los
últimos sacramentos, murió en Sevilla, en su tarima de dormir, el 2 de marzo de 1932. Sevilla entera
pasó durante tres días enteros por la capilla ardiente hasta que, por privilegio especial, fue sepultada en
la cripta de la casa madre. Fue beatificada en Sevilla por el Papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982,
y canonizada por el mismo en Madrid el 4 de mayo de 2003. Su cuerpo incorrupto reposa en su capilla
de la casa madre y su memoria litúrgica se viene celebrando el día 5 de noviembre.
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