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JOSE PEDRO BARRAN historia y presente _. Historia de la sensibilidad en el Uruguay TOMO 2 las pulsiones, de fa vigilancia de la mujer, el nifio, el ado- EL DISCIPLINAMIENTO f las clas lares, todo ell bre de scamlorsaraieagsierasmoacore: | (1860 - 1920) ' E La “civilizacién" fue la época del disciplinamiento de te, En el plano de los métodos de contrat social, la nueva Sensibilidad se horrorizd ante el castigo del cuerpo pero ad- mitié en su lugar la més eficaz domesticacién del alma. Es- ta es, entonces, una historia de prohibiciones internas, de culpas que fueron como el cimiento conservador del Uru Quay “progresista” en el Novecientos. Ediciones de la Banda Oriental : Ediciones de la Banda Oriental Facultad de Humanidades y Ciencias Facultad de Humanidades y Ciencias 100 La “‘dulcificacion’’ del castigo fue, por cierto, un resultado impor- tante de 1a sensibilidad “‘civilizada’’. Sin embargo, su logro més espec- tacular, aquel que denoté los extremos a que podia llegar el horror por el castigo del cuerpo y Ia predilecci6n por Ia represin del alma, fue et descubrimiento det nifo, la comprensién, entre vigilante y amorosa, de su singularidad. CAPITULO IE : EL DESCUBRIMIENTO DEL NINO J. El descubrimiento. La 6poca “*bérbara"’, protagonizada por los jévenes, no tuvo una ima- gen muy diferenciada de las etapas de la vida. La nifiez no fue otra cosa, por ejemplo, que la primera fase hacia la plenitud. En las concepeiones pedagogicas predominantes el nifio era considerado un hombre peque- fio, y de ah, en parte, el uso del castigo corporal como pena y correctivo de todos, nifios, adoiescentes y hombres. Personas maduras, j6venes, adolescentes ¢ infantes convivian en, ¥ co-participaban de, todos tos hechos bsicos de Ia cultura ‘*bérbara". Los nifios y los mayores estaban por doquiera omnipresentes, los primeros, por ejemplo, en las ejecuciones pablicas de los tes y en las agonfas y velorios, los segundos, en la esfera de los juegos, hoy casi reservada con exclusividad a la infancia como las ceremonias de la muerte 1o estén a los mayores. La época “‘civilizada"* cambiard todos estos supuestos culturales. El nifio seré visto como un ser diferente, con derechos ¥ deberes propios de su edad; le serén vedados rubros enteros de la actividad social (las ce- remonias de 1a muerte, por ejemplo), y otros se te rescrvardn especial- mente (la escuela y el juego), y, sobre todo, adultos y niflos se separarén de manera rigurosa en los dormitorios, en los almuerzos y cenas, en la ensefianza, en las diversiones y espectdculos. De 1a indiferenciacion que impficaba también la convivencia. se pasard a la diferenciaci6n y el apart- heid, todo eifo, sin embargo, en aras del amor y la vigilancia. Porque fue por ver al nifio que la sensibilidad “‘civilizada™ to apart6 y segree6. Lo que aquetla sensibilidad no podfa hacer, ademas de verlo, era inte grarlo, Le integraci6n hubiera violado dos tabsies de 1a nueva cultura: ef respeio a Ia seriedad de la vida que haba ganado al mundo adutto, y et mor ala sexualidad. El mundo adulto, compuesto ahora de dinero y tra: 102 bajo, no podta ser comprendido por los nifios y sf alterado, y el mundo infantil, idencificado ahora, al menos en los dichos, com la “puteza", po- dia ser corrompido por los adultos (las famosas ‘*malas companias"” con- tra las que preventan tanto los textos morales catéticos como la escuela varelianay Por todo esto, en primer lugar se procuré reservar la maria diurna para los nitlos no menores de seis aflos ni mays torce (el peligroso adolescente debfa ser excluido), segtin et Reglamento de 1865 (306), buscandose de este modo preservarios de los contagios. Por todo eso también, Ios niftos ya no debian “asistir a una visita sino cuando sean lamados por expreso deseo del visitante, y en este caso de~ berdn comportarse con la mayor compostura, contestar respetuosamente 4 las preguntas que se le dirigen y retirarse enseguida"', como decia el “-Tratado de Urbanidad”’ de 1890 (307). La vida de los mayores se habla madificado por efecto del mundo del trabajo y del dinero en que estaban sumidos y los nifios y su identificacién casi absoluta con et juego y Ta in- disciplina, ahora s{ desentonaban. El émpaque de la vida, connatural de esta “civilizacién"’, con-llevaba el alejamiento del nifio migntras 110 ac~ tuase con la mayor “"compostura"* Se le segreg6, es cierto, pero también se le vio, se le apreci6 en su singularidad. Algunos testimonios objetivos lo probarén Todavia en 1869, de 31 avisos comerciales del exterior de medica~ mentos y alimentos para "‘personas débiles'’ aparecidos en el diario “EL Siglo" S6lo el 6% menciona a los nilios como destinatarios entre otras categorfas de enfermos: el aliniento “de Liebiz"* que podia “'reemplazar perfectamente ta leche de la mujer", y €1 “Recachout de los drabes de Delangrenier'', ot60 “fortificante"’. En 1897, en cambio, de 45 avisos de esta indole, 14 mencionan a los nidos, el 31%, y en algiin caso el nino esel tinico destinatario del alimento o el “t6nico"", Inchuso en ciertos av 50S -tal el de la famosa “*Emuilsidn de Scott’ se hace hineapig en un dato ue revela el valor social que la ternura y el mimo -como cbservaremos nego estaban adguiriendo en la relacién del adulto con et nif: ese “aceite de higado de bacalao” no solo era el mejor para combatie “‘tacas lar en- fermedades extenuantes de nifior y adultos’, sino que también ten{a un “sabor agradable"" que lo hacfa tomar por estos “enemigos de toda Me- dicing [... con verdadero placer” (308). Casi veinte aos después. en 1916, en tos diarios ‘*E1 Dia", “‘La Tribuna Popular" y “La Democra- cia’, los avisos de talcos, alimentos, tonicos y prendas para ninios con 103 petian de igual a igual con los destinados a fos adultos y a la mujer, el otro “objeto” que esta cultura “*descubri6’ El Estado también comenzs a mirar al nifio y le desting instituciones. En 1577, el Gobierno de Lorenzo Latorre cred el “*Asilo Maternal"* co- mo asilo diurno de los niftos de 2 a°8 afios cuyos padres “por s# con- dicién de trabajaderes no pudieran atenderlos”* (309). En 1892, Ia es- cuela varetiana inauguré el primer “Jardin de Infantes"* bajo la direc- cin de la maestra Enriqueta Compte y Rigué (310), y en 1894, la Facultad de Medicina abrié su “Clinica de Nios’’ a cargo del doctor Francisco Soca (317) Desde sus disposiciones, fa escuela vareliana y et Derecho descu- bricron al niffo sobre todo para evitarle el castigo del cuerpo, la méxima “barbarie’ Ya en 1848 se prohibieron en las escuelas del Estado todos los cas- tigos corporales a los nifios pero en la prdctica autoridades y sociedad los siguicron admitindo. Fue a partir del ‘‘Reglamento General” para las escuielas Publicas del 30 de octubre de 1877, firmado por José Pedro Va- rela como Inspector Nacional, que la prohiibicién dej6 de ser letra muerta pues las nuevas autoridades de la ensefianza amenazaron a los maestros iniractores incluso con fa suspensiGn y privacidn del sueldo (312). Tam- bign José Pedro Varela aconsejé en 1874 y 1876 cambiar el antiguo mé- todo de ensefianza que insistfa en “‘el desenvolvimiento asombroso de la memoria en perjuicio de las demés facultades mentales y fisicas del alum- no", por una escuela primaria mds educadora que instructora, donde el autoritarismo no Wegara tan descarnadamente al espfritu (313). El castigo corporal en fa escuela fue condenado por sectores sociales amplios y no solo por los dirigentes ‘ilustrados”” de fa escuela vareliana. ‘A partir de 1860 se pueden hallar denuncias sobre este tema en ta prensa moutevideana, aunque al comienzo a sensibilidad no parece excesiva- mente encrvada por esa ‘'torpeza”, designaciGn de “El Siglo™” en 1866 que testimonia la comprensiGn con que se ta juzgaba (314), En 1903, en cambio, esa “eostumbre'" fue ealificada de “ferez"” si la practicaban los maestros (215), ¥ on 1897, los tfos que colozaron una barra de hietro y dieron rebencazos a su sobrino de 8 aiios en Mercedes, fueron llamados “monstraos" y “bérbaros" ...J ensanados en una infeliz criatura’™, pot 104 el periddico focal (316). El castigo corporal de los padres, en cambio, merecié otto tipo de valoracién social ya que los testimonios certifican que se le admitta aun- que dentro de I‘mites “‘prudentes’’. El problema histérico consiste en sa- ber qué entendia esta temprana “‘civilizacion™, todavia cercana a la “‘barbarie’*, por “‘prudencia’”. El Inspector Nacional Abel J. Pérez, dijo en 1903, “sin que [...] importe justificarlo"’, comprendes los castigos cor porales paternos —no las “excepciones monstruosas"’— basado en que “los padres tienen derechos de otra indole fque los maestros} que fluyen de vinculos poderosos [...] y que no se quiebran jamds con la explosion de un castigo que no obedece en iiltime término a otra cosa que ala ex- tinpacién de un defecto cualquiera que un amor previsory consciente quie- re corar"” (317). En realidad, la escuela vareliana desaconsej6 a los pa- dies los castigos corporales, como ya hemos visto en el capitulo anterior, pero admitio su existencia y hasta ciertas faltas de “paciencia” de 12 au- toridad por esos “*barbarosi’ etarios que eran los niffos. Por ello en el “Libro Tercero de Lectura" de 1896, obra de Alfredo Vasquez. Aceve- do, se discutps a los maestros y los padres cnando “‘pierden ta pactencia con niftos muy impertinentes y se expresan en términos més duuros y se- veros que los convenientes y debidos"’. Si ello sucedfa, los nifios debsan pensar “que pasan su vida entera lidiando [...] eon toda clase de mu- ‘chachitos, torpes unos, caprichosos otros, traviesos 0 mal criados mu- ‘ohos"” (318). A veces la “*barbarie"” reasomaba cuando tos nitios, transformados en adolescentes, se voivian “‘vagos en el mds completo abandono, entre- tenidos en juegos perniciosos con molestia de los transetintes"", como de- ofa el Jefe Politico y de Policta de Montevideo en abril de 1868. En esa fecha ordend su detencién y si.el padre no aparccfa, la colocaci6n ‘sin demora [...] en un taller de artes y oficios"" (319). Con ese antecedente, en 1879 ef Gobierno del Coronel Lorenzo Latorre ore6 a “Escuela de Artes y Oficios’’ 20), y Ia ley de vagos de 1882 ordend la remisién de Jos menores de esa condicién a ta nueva instituciGn estatal (321). El ré- gimen de internado af practicado Ia convirti6 en ios hechos en una car cel para adolescentes “incorregibles”’ (322). El derecho de 10s hijos fue descubierto en 1868 por el Cédigo Civil En la vieja legistacidn espaftola que hasta ese momento regia, Ia patria potestad solo conclufa cuando el hijo se casaba o era emancipado. “Para Henar este vacio"’, et Cédigo estipul6 que ‘la potestad de los padres’ 105 terminaria con la mayor edad de los hijos, los 21 afios cumplidos, ex- cepto que para casarse sin el consentimiento expreso del padre legftimo deberfan tencr 23 aftos las mujeres y 25 los varones, El Derecho Penal también vio a la infancia. El Cédigo de 1889 de- claré eximido de responsabilidad penal al ' menor de 10 avios"’, al menot de 14 “ano ser que conste que ha obrado con discernimiento’”, y entre fas circunstancias atenuantes de esa responsabilidad incluy6 “la de ser el culpable menor de 18 aiios"” (323). Hasta comienzos del siglo XX, sin embargo, la prensa siguié calificando a los nifios menores de 10 ahos que ocasionaban alguna muerte, de “‘asesinos"’o ‘'nifios con instintos de fie- ra" (324), 2. El nino amado La critica de las amas de leche y la preferencia confesada por el ama- mantamiento materno; el horror socializado ante et abandono de los re- ién nacidos: la reivindicacién, no sin discusiones, de las caricias y los mimos; la percepci6n de la mortalidad infantil como “‘excesiva’"; el pau- latino descenso de Ja natalidad y Ia sustitucion de las formas “*barbaras"* -ontrolarla —el infanticidio y el abandono— por ias “‘civilizadas”* el coitus interruptus y el aborto—, todos estos hechos denotan el surgimien- to de Ia estima social por los sentimientos matemos y paternos, ia valo- sizaci6n de la afectividad en la crianza y la educaci6n, 1a percepci6n de la individualidad msustituible de cada hijo, la aparicién, como modelo de conducta familiar, del amor al nif. (*) (2) Lo que sostenemos no es que en Ia gpoca “civilizada’™ haya nacido el amor ma- len y paterna, sino que la sociedad shara slo estimé exencial, lo cray parte iasustiuible en el sineulo padres-ijor y en In formacién del nid feliz, Le relacia entre ex estima social por el ace mateeno y patomo y és como hocho real o hstérico, os do seguro com pleja. Probablemente esa estima social por of amor hacia los hijos contibuy6, en ciertos 8505 que se Te sentfa, a proclamarlo sin la vergence con que se le msnifestabe et Ia época ‘pérbara™, y en ottos, on que aoe fe conta, inentar vivieo. Muy probablemente tam Dida, haya sido ol padre el verdadero descubridor del nfo y el aidntico czoador de fa mueva relacién sentimental, La madre lo debio huber entecedido tanto por razanes BcID3IeAs 6O- ical, El padeo habia visto —y ain vaia en pario— entiebiadas sus relacionse de rividad con Tos hijo por ef poder que sabre ellos le conzediaaquella cultura patiaral 106 La cultura de 1a €poca valor6 positivamente el amamantamiento ma- temo y reproché “la costumbre de que las madres confien sus hijos @ nodrizas que [...} los atenderdn Dios sabe cémo"’, por ello “'el descuido de la lactancia materna es una de las mas grandes Hagas sociales". Con estos consejos “‘para las madres"” publicados por ““El Diario Catélico"” en 1885 (325) estuvo también de acuerdo Ia escuela vareliana. Yaen 1881, el maestro Marcos Sastre incluyé la alimentacién “con la leche de vues- tro seno” entre sus "*Consejos de oro sobre fa educacién dedicados a fas madres de familia y a 10s institutores"” (326), y en las “*Lecciones de Eco- snomfa Doméstica’’ de 1905, se dio por “‘obvio [...J que el primero y ex- clusivo alimento det nifio debe ser la leche de su madre, y ésta debe acep- tar con jidbilo su misidn y prepararse, con toda la ternura y abnegacién que instintivamente le inspira el pequerio ser desvalido’’, La idea de que la lactancta “‘aja el curis y envejece antes de tiempo" era falsa ya que Ja majer joven y adulta posefa “un exceso de vida J...] destinado a ser trasmitido @ los pequeros seres"’. (327) La Medicina de su lado y desde los consultorios y la Clinica de Ni- os de 1894, impulsaba también el criterio de que ‘la alimentacién na- tural del nito recién nacido es ta leche de su madre", segin divulgara el doctor Pérez Valdés desde “La Tribuna Popular’’ en 1892. (328) Probablemente nunca fue mayoritario en el Uruguay el miimero de nifios criados por nodriza y ta preferencia, aun de fos que podian pagar- fs, tal vez estaba volcada por la lactancia materna. La autobiografia de Alfredo Vasquez Acevedo muestra que los hijos de esa pareja de clase acomodada nacidos entre 1868 y 1883 fueron todos criados por amas pe- x0 porque “la naturateca débil”” de la wadre lo hizo ‘necesario™. El pa- die incluso hizo notar que ‘“éstas no hactan mds que darles de mamar Juanita fla madref era la que los vestia y arreglaba, la que los cuidaba le noche y de 629) ¥ las “Lecciones de Economia Doméstica de 1906 citadas, dieron por sentado que “agut [...J no se acostwnbra criar con amas a los nifios". (330) Sin embargo, en 1914 el médico Andrés F. Puyol estimé en un 40% a las madres que habfan “‘despechado por ignorancia a sus hijos, las que por enfermedad no pueden criarlos y las que desde el nacimiento los han entregado a amas mercenarias"”, por 10 cual creyd necesatio “‘inculcar en las madres la idea de que el nifio cria. do a pecho rara vec enferma””. G31) (*) (¢) En 1904, i Junta Econdmico Administrative do Montevideo determind exizie wn cxamien midico & as nodkizas. 332) 107 La novedad de ta “civilizaci6a” fue, entonces, la prédica constante y en todas las esferas de su cultura, del amamantamiento mateo, todo porque ahora esos seres “/pequerios"’ y ““desvalidos"* convocabam a la so- ciedad entera ala "ternura’’y ala “abnegacién", tal vez, entre otros motivos, porque ya comenzaban a ser escasos ‘Tambign ocurrid Ia aparicion de un mds marcado y “civilizado™* ho- rror ante el abandono de recién nacidos. El mismo episodio histérico —los abandonos masivos de nifios durante 1a Cisplatina, hacia 1820— mereci6 dos juicios diferentes, uno al iniciarse 1a sensibilidad “‘civilizada”’, en 1864, y el otro al afianzarse, en 1891. Isidoro de Marfa fue ef autor de ambos. En su “Memoria Hist6rica det Hospital de Caridad’* de 1864, calificd de “doloreso"* el abandono y de “insoportable"” el peso que en aquel entonces se habfa hecho gravitar sobre las familias que habfan re- cogido a esos niflos. (333) Casi treinta afios después, en 1891, en “Et Libro de las Nifias"’, orey6 su deber enternecerse ante aquellos ““seres inocentes y desgraciados [que] morfan ateridos de frio’’ y exclamé: “esis! Jesis' ;Qué espectdculo aquel san desgarrador! Solo en pen- sarlo sufre el alma y cémo se horroriza"’ (334), y no dice, en cambio, una palabra sobre la carga “‘incoportable"’ de las familias ricas que cum- plicran Ja funci6n de asilo. El alejamiento de los hijos por razones de estudio comenzé a ser igual- mente resistido por esta sensibilidad. Separarse empez6 a vivirse por pa- dres ¢ hijos com una carga dramética que Ja época “'barbara”" habia, en general, eludido cuando se trataba de los viajes de aprendizaje de tos ado- lescentes de clase alta Con ese sentimiento chocd la nueva necesidad que sintieron los pa- dres acomodados que vivian en el medio rural, de enviar a sus hijos a formarse intelectual y moralmente en los colegios cat6licos que precisa mente nacieron en las capitales departamentales y en Montevideo a partir de 1860. Jesuitas y salesianos educaban a los varones y las Hermanas del Huerto, las Dominicas y las Hijas de Marfa Auxiliadora, a las mujeres. ‘Conocemos datos que permiten la comparaciOn entre los alos 1888 y 1895 ¥ las preferencias por Ins distintns ripns de estadfa que se podian realizar en esos establecimientos. La mayorfa del alumnado era externa —cerca del 80%—, un 10% no puede ser especificado y el otro 10% se repart 108 entre internos medios pupilos. Los internos aumentaron su mimero ua 24% y los medios pupilos un 213% . (335) Testimonian el nuevo enfague familiar det pupilaje tanto la mayor frecuencia de las visitas paternas pe! mitidas, como los avisos aparecidos en la prensa prometiendo regimenes “‘maternaies’’ (336), reclame por completo ausemte en la época “*barbara™, asf como'tos que decfan garantizar un “‘sistema penitenciario [...] con reflexiones carifiosas y el interés que inspira a una buena madre el bien de sus hijas™”. (337) Las caricias y mimos, que tan mala fama tuvieron en la époce ““bérbara’’ por revelar debilidades peligrosas de la autoridad paterna, fue- ron reivindicados por la sensibilidad nueva. El cuidado de los nifios gand terreno como preocupacién social y la termura se convirtié en un valor y hasta comenzé a percibirsela como pro- bable factor educative. La vida de Ia mujer sin hijos, sin “‘brindar una caricia [...] a esos tiernos seres"’ fue juegada muy 4rida por la macstra vareliana que en 1905 publics sus **Lecciones de Economfa Doméstica’* (338), y cn otro ‘manual similar de uso para las alumnas de 70. grado, el 43% del espacio se dedics a ensefiar a la futura madre, los cuidados del nifio: alimenta- ei6n, “Yactancia mercenaria y artificial’’, asco, vestido, ejercicio cor poral, las primeras enfermedades y los cuidados que “requeria la pri- mera denticién™. (339) E] consejo de evitar fajar af nitio y vestirlo con ropa que “nunca debe ser pesada [nif abrumar, ni quitarle la libertad de loz movimientos’” (340) testimonia un inusual respeto por el goz0 de su cuerpo —inusual, como observaremos, cn esta época de tiesara im- puesta a los otros cuerpos— y también el ejercicio frecuente de ta caricia, Précticamente vedada con el niflo fajado. En 1866 sc publicé en Francia una obra descubridora de las alegrias de la paternidad titulada: “Monsieur, Madame et Bebé", que tuvo mas de cien ediciones en 18 aftos. De la de 1899 existen ejemplares en la Bi- blioteca Nacional de Montevideo. AIM, en términos de ternura retorica, pero ternura al fin, se describe al bebé: “De su bonete escapa un rizo rubio y ondulada que nos hace felices, y cuando toc con mi dodo fuabla el padre/ su cuello blanco, estalla en risas y me muestra sus pequenas perlas blancas agarrando mi cabeza con sus dos brazos. Su primer diente 108 fue un acontecimiento {...] los abuelos se pusieron los lentes [...J y yo. i cuetio tenso, explicaba [...] Tomone papal cuanto estas palabras ali- ‘mentaron mi corazén [..] Mi gran dicha, ces también la vuestra?: asistir Gla escena de su despertar. Sé la hora, Levanta dulcemente las cortinas de su cuna y espero mirdndolo". (341) La definicion det amor paterno {que poco después sigue ¢8, en los hechos, un manifesto “civilizado” y tun verdadero desato al viejo concepto de! sentimiento de respeto que in- formaba fa relacién padre-hijo en la época “barbara: “‘Tiene sus foct- ras, sus debilidades, es pueril o sublime, no se analiza ni se explica, se sientey mo dejo ir deliciosamente, Que el padre sin debilidades me lance la primera piedra, las mamds me vengardn. Pensad que esta botita [...] tivada me recuerda su pequeto pie [...J. Me lo imagino [..} tiréndome la barba y riéndose [...] {Qué fiesta! Lo lovanto, Ahora es una alegria loca f...J sus piernas desnudas se agitan en el aire. De su boca [...] 3¢ escapa una carcajada de risas sonoras". (342) Probablemente la valoracién “civilizada’ dela caricéa matemna ¥ pa- tema, la “‘dulcificacion’” det trato hacia el nino que corre paralela con cl mismo hecho en relacién a fos delincuentes o a los animates, tardara en generalizarse como hecho social conereto. Sin embargo, ya la corres- pondencia de Eduardo Acevedo Diaz con su esposa, entre 1884 y 1897, se refiere en cada una de tes cartas a “nuestros queridos diablillos”’, en- vitindotes reprensiones pero sobre todo prometiéndoles regalos y “‘mimos”” El escritor y politico parafrasea allt el idioma infantil ("Di a Hugo que me haré vacarifiare mucho por él”) y a veces nos recuerda —como re cuerda la vida real a ta cultura lefda— al texto francés ya citado. Ast, £1 15 de noviembre de 1897, al despedirse de su esposa, atade: “*Muchor besos a Elza, cuyo parlotea delicioso siento hasta en suerios"™. (343) 1a valoracién del mimo como traduccidn fegltima del amor paterno tuvo ss enemigos, fos que en general actuaron en pro de la preservacion incolume dol poder del pater y de Ta fortaleza y “viritidad’* que soto el trato severo de los padres hacfa nacer 0 preservaba en fos hijos. ds mimos, “esas cuidadas excesivos que se encuentran a menudo en las clases pudientes”, “‘debilitaban' a 10s hijos, a decir de José Pe- dito Varela eft la dévada de los setenta (344), y les impedian cumplir ue go con sis roles dominantes en aqiella sociedad burguesa y masculina Pevp fue cute tos intelectuates cat6licos finiscculares que la vondena de Ja “eria on fos mimos y en fa molicie™ ateanz6 su climax, como reaccion alo que consideraban tm ablandamien(o de las normas morales, ina de~ 0 cadencia det respeto debido a la autoridad, fuera cual fuese ya que, como dijo Monsefior Mariano Soler en su pastoral de 1896, la educacion mo- dema “quita a las aimas y a los caracteres su virilidad y energta: se les ‘corrompe por las delicias y placeres y entonces cuando llega la hora del trabajo [...] el hombre que ha sido criado en medio de comodidades siem- pre exageradas, falto de energta o prudencia [...} agota su fortuna y le- gaa la abyeccién™. (345) En 1890, los consejos de Mariano Soler a los padres habfan sido més precisos atin: “a firmeza, la severidad, la co- rreceidn y a veces el acto mas riguroso de la autoridad, et castigo, es to que sobre todo encargan a los padres las Sagradas Escrituras [...] No es amar a un hijo escatimarle las correcciones [...] La sinra al coraz6n del nifio: solo la vara de la disciplina puede extirparla’’. Cla- ro que siempre tenfa que ser ‘una firmeza meditada, una severidad bien entendica y estuliada, jamds un arrebato de cdlera"’. (346) En realidad, la ditigencia cat6lica elabor6 un ¢6digo det disciplina- miento del nifio que pretendié poner coto a los “excesos”” de la nueva sensibilidad. ““El Amigo del Obrero" dio en 1899 este consejo: “No es- casees Ia correccién al nifto, pues aunque le des algiin castigo, no mo- rird: Aplica la vara del castigo y librards su alma del infierno"’. BS.cietto que: “El castigo [deblal ser proporcionado a ta falta cometida, que no sea demasiado rigido ni demasiado débil", asf como que “los nifios {fdebian] sentir ef rigor, y sentirlo solo en aquellas partes del cuerpo don- de no se han de producir lesiones"', pero ‘nunca se [deblal castigar con ira [pues el castigo [debiaf darse por amor al nivio y no por espiritu de venganza”’ y “el nifo [deblaj notar siempre que su padre lo feastigaba) con verdadero sentimiento y solo por necesidad'*. (347) Del castigo con amor se pas6 insensiblemente a la condena del “anor excesivo”, Lo hizo el Presbitero Marcos F. Iriarte en el libro de oraciones ya citado editado en Montevideo en 1901, cuando culpabilizé a 1a mujer casada "Si ama 4 sus hijos con carifio excesivo, dejdndolas vivir segiin sus caprichos, ex- cusdndolos y defendiéndolos cuando el padre quiere castigartos justa~ mente". 348) (*) in va unida () Ba los El cure Hora! Corazén de Jesis dl legios ewstigos se uss hasta avenzado et Nove el castigo fsieo. “Meriggi,alurano de & 10 aos entre 1900 y 1902 del Colegio del Sagrado js solesianos, record en carta a otro eligo que ally “en aguel Fionpo todavia se usabu e! sistema de que -Ia letra con sangre entra, [oplcandoee cobs todo} paios de escoba’” A peste do ese tea, el memorialista adi: “aie! colegio nae igustaha con locura, y ni a garrote Un cambidbamos por las escuelas del Estado" G40) m El codigo cat6lico del nifo tambien procuraba impedir la familiari- dad en el trato que venfa tal vez de la mano con la caricia y et “consentimiento"”. Aconsej6 el “Nuevo Catecismo en ejemplos"” de 1893: “Los padres deben evitar que sus hijos les hablen de ti, porque es poco respetueso””. (350) Monsefior Mariano Soler hizo stiyas en 1890 las re- comendaciones de la cat6tica italiana Livia Bianchetti: “No pongas tu au- toridad en manos de tus hijos, no permitas que te consideren como igual @ ellos [...] No te dejes arrastrar en este punto por las mdximas y cos~ tunbres que han invadido hoy el santuario de la familia: Mas vale que seas madre que amiga de tus hijos"’. (351) ¥ de su cosecha produjo estos Juicios acordes: “‘estoy en la creencia de que, hasta en lamés tiema edad, deben evitarse con los nifios esas caricias apasionadas, propias tan solo para formar nirios mimados. Ex indudable que en todas ocasiones con- viene usar con ellos de una bondad profunda y caritiosa [...] mas para conseguirlo no debe emplearse nada que se asemeje a la flojedad"’. Y poniendo el dedo en el centro de esta preocupacién clerical, afadi6: Jamis debe eoharse en olvido lo que la dignidlad patemna y materna exi- ge, y es que se respete a st misma si quiere ser respetada”. (352) En realidad, esta posicién catdlica dio cuenta de la complejidad y am- bivalencia de ‘la nueva sensibilidad que a la vez de enternecerse con el niflo pequefto se horrorizaba ante la ingobernabilidad de sus pulsiones, ante su desconocimiento “*bérbaro' de Ia autoridad familiar, La contra- diccion se resolvi6, como veremos, amando y ala vez, vigilando, cul Pabilizando, castigando “‘con verdadero sentimiento”, y “(por amor", CO- mo pedfa “El Amigodet-Obrero’ en 1899, Este conflicto entre la ‘ familiaridat afectuosa:”y el poder paterno, entre amar y vigilar, se ejemplificd en el drama de Florencio Sdnchez, “Mchijo el dotor"’, estrenado en 1903. Alls, Julio, el hijo moderno y ur- banizado de un padre antiguo y rural, le increpa a éste su autoritarismo y Su castigo fisico y le dice: “jCalma, cabal (Afable). Conste que lo quiero mucho. ;Todo evoluciona, viejo! y en estos tiempos han mandado archivar la moral, los hdbitos, los estilos de la épaca en que usted se ece- €6 [...J. Usted lama manoseos'a mis familiaridades mas afectuosas. Pre- fende, como los rigidos padres de antaio, que todas las marianas al le- vantarme le bese la mano y le pida la bendicion'’. (353) cientes por controlar la natalidad “‘civilizadamente"’, y a tornar insufri- ble la idea de su muerte, bechos culturales muy probablemente origina- dos en fos sectores sociales altos de Montevideo. AL fin y al cabo, ef descubrimiento del nifio era también el de su va- tor, el de su singularidad, ef de un carino que excluia otros nacimientos Juzgados como dispersiones del cuidado, ta atencisn, el amor y la edu- caciOn patemos, y juzgaba a su muerte como algo que simplemente no debfa suceder. El prologuista del “Anuario Estadistico™ hizo notar ya en 1398, “un descenso digno de tenerse en cuenta [...] comparando los nacidos con Ja poblaci6n f...] con mds intensién en la Capital que en la Campana”. En efecto, de 1a comparacign de los afios allf estudiados, surge el siguien- te cuadro: Nacimientos por mil habitantes. (354) ‘Aftos Repiblica 1881-85, 45,53 3886-90 44,56 1891-95, 40,82 1896-98 36,91 El descenso de la natalidad desde 1881-85 hasta 1895-98 fue en todo ¢l pafs de casi una quinta parte y en Montevideo de casi una tercera. Si consideramos el perfodo hasta el afio 1910, ef descenso en todo el pals equivale al que Montevideo haba alcanzado diez. aflos atras. Tambien des- cendié en cifras comparables a éstas y que luego expondremos, la mor- talidad, sobre todo la de tos niftos, al ser mejor controladas algunas en fermedades, por ejemplo, la difteria desde 1897 La montalidad infantil comenzé a vivirse de otra manera, a sentirse como Io més insoportable en Ja vida famitiar. El médico Eduardo de Sal terain en 1893 la calificé ya de “excesiva” (355), y un avanzado de la sensibilidad “‘civilizada"’, Alfredo Vasquez Acevedo, comentd de este mo- do ef deceso desu “hijita Pepita de edad 2 altos y 2 meses" ocutrido en 1875: "Era una criatura montsima, de una intcligencia notable [...} Murié de un ataque cerebral [...] La loramos mucho y por larga tiempo he conservado inalterables en la memoria las palabras ajectuosas que ella n3 usaba para llamamos a iu madrecita y a mi, ast como la entonacién es- pecial con que las promunciaba [...] Por una desgraciada casualidad no conservamos ningiin retrato de ella’. (356) Fue esta aprehensi6n de la singularidad de cada hijo, de su imposible sustitucién por otro —"‘a en tonacién especial” de su Hamado a los padtes, el deseo de tener su re- trato— lo que sentimentalizé el vinculo padres-hijo y torné en angustia la vieja comprension de ta inevitabilidad de fos antes tan frecuentes de- esos infantiles Tanto 1a muerte como el nacimiento de tos hijos empezaron a dejar de ser datos dados de una naturaleza vivida como inconmovible ¢ incon- trolable (si es que alguna vez lo fue por entero el nacimiento). La muerte se colored com el rojo vivo det dolor profundo y la concepeion se pre- cedi6 de Ia reflexin. Nuestras fuentes testimonian que detrés de {a timitacién voluntaria de tos nacimientos se halla et descubrimiento del derecho al destino in- dividual pleno, a la “'vida privada’", tanto la det hijo singular como la de os padres como personas, derecho que cucstions y problematiz6 los gastos de tiempo y dinero, y la “disipaci6n"” de posibilidades de vida, ‘que significaba 2 prole numerosa de Ia familia “bérbara’” En primer lugar. se trat6 de criar y asegurar mejor el porvenir de tog muy amados y, por ello mismo, pocos hijos. En 1926, escribié el mé- dico Augusto Turenne, un doctor con experiencia en confidencias de las. parejas uroguayas neomalthusianas: “hoy sabemos que para un padre cons- ciente de sus deberes, cada hijo que nace es un nuevo, Ya las veces, an- gustioso problema que se yergue en su porvenir. El deber estricto de ar- mar a tos hijos para permitirles vivir en medio de una lucha cada vez ‘és intensamente dura, hace que muchos hombres piensen, con razén, ex la limitacién de una procreacién que en vez de hombres libres lance «a fa vida futuros ilotas por falta de preparacién intelectual, fisica y mo- ral” O57) (*) (09 Algunos anacquists racionalizaron 4 su manera este enfogue ¥ se convitieron en propagandists do la Titan de nacimsentos en el Novecientos montevideano,te- Tevists catana, mensual eilustada, “Salud y Fuecza’", dor dietribaidores en Uniguay. Esta “obra tinica publicada en espaol {que teatabe} detonidamente (a dee enpoion de tos drgancs genitates det hombre y de [a mujer (peoporcionaba informect de fos madios efcaces tpara evita fa fecundacicn”, son el argmento n “desequlibr's inedios de absistencia™,y el modernisimo de que na En segundo lugar, pes6 la vivencia tanto en el padre como en la maa- dre de Ia privacidad de sus destinos, para los cuales la abundancia de hi jos podia ser una dificultad. En estos términos 1o explicd el médico Ta- renne en 1926: “Hay en nuestro pats un mal creciente y comin a todas las sociedades civilizadas actuaies: el afin de llegar pronto y por todos los medios [...] Frente a ese carribismon es indudable que una prole ra- merosa ex como pesada impedimenta"”. (360) Ya 10 habla dicho en len- ‘guaje mds discreto, Monsefior Mariano Soler en 1890: “Ay de las ma~ res que cediendo al temor cobarde de las santas fatigas de la dignidad paterna y materna, desconfian de la Providencia y del porvenir [y] en gatian a la naturaleza™. (361) En el Uruguay los moralistas advirtieron muy temprano —ya a fines del siglo XIX y en el Novecientos— este choque 0 divorcio entre la vida privada que ahora fos padres deseaban, y la prole numerosa. Por patriat- cal y misogina, aquella sociedad personaliz6 sobre todo en “la mujer de ‘mundo ak primer padre “‘egotsta”” que anteponfa su “placer” personal ala “abnegacién"’ y el “‘sacrificio™ que exigian los hijos. Ast 10 dijo ‘en 1892 el liberal y médico Joaquin de Salterain (362), tres aflos después {que su enemigo ideol6gico Mariano Soler, y lo reiter6 en 1906 la maestra vareliana Emma Catald de Princivalle en sus “‘Lecciones de Economia Doméstica”* al acusar a ‘muchas sefioras”* de creer que 10s “muchos hi- jos ajan y envejecen prematuramente”. (363) Un intelectual algo ms ecudnime que estos moralistas, crey6 de cubrir en los ““placeres'''individuales de los dos esposos, esta vez, 1a ad- version a los hijos abundantes. Juan Picén Olaondo publicé en 1899 un “la pradencia procreatris nes ensore a adaptar el nienaro de nur os hijes tas civeuns tanciar mds 0 menos favorables y a nuestros recurses”. (358) En setiembee de 1991, el diario easticn “EI Bien" denunct6 este tipo de pablicacicn derata tanto por sacar a orden socal y pollieo como por incitara “Ios pabrer yf. los obrero:”™ aperseguire} “decaimiono del crecimiento de la poblacién, como ha swcedido en i "0 (889) El riédico Augusto Turerine en o follet ye citado de 1926, confirma este tips de propagtnda spargoista, (2) Durante los carnavales de 1867, "La Teibunita" ela ur episodio que result6ann- ciador de ia moral mixdgina "sivlizada"” : uox sefora con un emborazo de B meses habia Hamada # la pactece afin de apresurar el puto para poder coacurtc n un bale pr “yr ecina In prtorn Ia devonganara, la linda ruer ha jwado gue esi invieme echard a stmnando a la colle, pues no end dispuesia a perder tnds bates. Par ser storie, rola anos al hecho". G64) 15 cuento en que el hijo enfermo fatigaba a los progenitores hasta hacertes aiiorar su pasada solterfa: "flalobstinacién estdpida y brutal de la enfer- medad [...] acabé por exasperarlos y cierto dia [...] irds wa mala noche pasada, mal abrigados, ateridos de jrio, dormitanda en sus sillones junto al lecho del enfermo, ellos despertaron évidos de luz, de aire f...] de vol- ver a gustar de todos aquellos placeres que tanto tiempo hacia que no saboreaban"'. (365) El cuidado de “la mujer de mundo” por su aspecto fisico y su salud (dos valores en esta cultura burguesa patriarcal que la queria madre y es- posa sana, y a la vez objeto hermoso), también contribuy6 a limitar los nacimientos. Guillermo Rawson desde "“E! Diario Catélico”’, en 1885 atri- buy6 fa no crianza matema de los hijos al “miedo de comprometer la fle~ wibilidad y elegancia de su talle"’ (366), ¥ a poco de finalizar este pe- Hiodo que estudiamos, una pareja confes6 a su médico en la tercera dé- cada del siglo XX, no desear ef embarazo por los “serios e irreparables inconvenientes [que presentabal desde ef punto de vista estético"’. (367) La sentimentalizacién de las relaciones de familia —de padres ¢ hi- jos, de marido y esposa, tipica de la ‘‘civilizacién’’— Ilev6 igualmente 2 Alfredo Vasquez Acevedo en sus ‘“Apuntes sobre mi vida"* a introducir otra nota: la preocupacién del esposo por la salud de su mujer compro- metida por los partos demasiado préximos. (368) Todos estos testimonios aluden a un medio geoerdfico —Montevideo, la ciudad—, y a un sector social, el alto. Alf comenzé fo que luego la sociedad entera adopt6: el control “‘civilizado"’ de la natalidad. Lo dijo y condend Carlos M. Maeso en 1895: “La aristocracia se contenta con paces hijos: las fiestas, los deberes sociales, limitan los contactos; se lle- ga rendidos al palacete y hay que mantenerse frescos para el recibo del dia siguiente. No ex cuestién de andar como los brutos haciendo cosas feas a cada momento". En cambio, en la clase media criolla era “todavia ‘admirable como entonan el himno a la naturaleza’’, (369) Y fueron esos sectores elevados también los que, de seguro, con- denaron primero:los antiguos métodos "*bérbaros** de ta limitacién de la prole —el abandono del recién nacido y cl infanticidio, practicados sobre todo por las clases populares en la primera mitad del siglo XIX— y bus- caron sustinutrlos por aquellos que parecfan respetar Ia vida y no violar el nuevo sentimiento que la sociedad reclamaba a los adres: el amor al hijo. Los métodos * ‘vilizados"’ de controlar la natalidad fucron cl coitus ne interruptus y ¢l aborto. El primero, una moda decimonGnica particular mente francesa (370), se difundi6 temprano y masivamente. La Iglesia, que lo conoci6 de inmediato a través del confesionario, lo condens ine” guivocamente en pastorales y devocionarios. Monsefior Mariano Soler cre- YO su deber aleztar a los esposos uruguayos ya en 1890: "Ay de las wnio-~ nes cuyos votos sonel ser estériles! ...} ay de los hombres que [...] echan aquty allé[...} al soplo de las pasiones, la misteriosa fuerza cuyo origen divino se halla en ellos [...] ay de las madres que [...J desechan lejos E.. hacia la nada esas criaturas". (371) El jesuita Elfas Reyero fue tam- bin disereto pero terminante en 1902 al preguntar en el examen de con- ciencia previo a la confesién: “(; Has impeiido la obra de Dios en e 10 matrimonio?"*, aclarando en nota: "Este ex el tinico pecado mortal que, por lo comitn, puede haber entre esposos [...} Cuando Dios da ma- chor hijor no niega con qué mantenerlos””. (372) La amplia difwsién en Montevideo de esta técnica hacia 1929 se comprucba pot el articulo so- bre los efectos “trawndricos"’ del coitus interruptus que se creyé obli- gada a publicar la “*Revista del Centro de Estudiantes de Ingenieria". De los 16 casos de enfermedades psiquicas que describid sut autor, el médico José Marfa Estapé, en 8 el coitus interruptus figura como la gran “causa Gel “histeriono"” la “angustia", la “ncurastenia" y ta “ansiedad'’ La Revista sefial6 en una nota de la redaccién que se habia estimado de “fundamental necesidad proporcionar a la juventud ral fprevencion}” 873) Et coitus interruptus, aunque condenado por la Iglesia y la Medicina, cumpifa para aquella cultura con el requisito esencial de no matar al nino amado y no traer a la vez al nuevo hijo temido. (*) El aborto, en cambio, mataba, sf, pero, en primer lugar, usaba de esa discreci6n que la sensibilidad “‘civilizada" imponfa a los hechos que aludian al sexo, por no mostrarse précticamente nunca a la pareja el feto extirpado y rodearse la ceremonia del secreto; y en segundo lugar, evi- taba el asesinato brutal de un niiio completo y berreante, un recién na ido, el antiguo método ““bdrbaro™ del infanticidio que ya no se podia cometer sin un sentimiento atroz de culpa. La culpa “civilizada” ante (©) Bi condén comengs a fabricarse en serie en Francia desp egs al Uruguay y se difundis particularmente como “ presenvatia” Aedes vencesas antes que vano wéealea amviconcepliva. oro sobre esta femutica poco, sf que se fe consideraba insexur 4s 1870. De seguro WwW el aborto tendfa, ademés, a mitigarse pues el sujeto suponta gue solo se habia afectado a un ser atin no feal del todo, a un proyecto de nifto. El hecho en sf del aborto no fue to novedoso, aclarémoslo, sino su masificacién. Ya en 1864, el Consejo de Higiene Pablica prohibié ex- presamente a las parteras ‘todo pario artificial por maniobra o instru- mento" (374), y en 1889 cl Cédigo Penal ordend el castigo a 2 mujer que causare su aborto 0 lo consintiera con prisién de 15 a 18 meses —la pena disminuirfa si lo hacta en “el interés de salvar su honor’, y al causante con penitenciarfa de 2 a 4 aftos. (375) En la dltima década del siglo XIX el aborto todavia parcosa ser un hecho insGtito digno de cons- tituir la materia novelesca —tal el caso en 1893 de ‘Las Hermanas Flam- mari"’ de Mateo Magarifios Solsona (376)—o merecer el titular y la cr6- nica de “El Dia" en 1899 bajo el titulo “Una denuncia grave". (377) Las dos primeras décadas del siglo XX asistirdn, en cambio, a su desa- rrollo. Observemos la siguiente estadistica entre 1899 y 1922 del servicio de la segunda Clfnica Obstétrica en la Casa de la Maternidad, a cargo jel médico Augusto Turenne: Aios Totat ‘Total partos ——_Porcentaje de abortos atendidos abortos sobre atondides partes 4 19s 2,05 a 404 10,14 159 687 2169 189 28 30 192 5 249 159 8i4 19,5 291 945 308 350 866 40,4 413 1063, 40.4 De las cifras se deduce que mientras el mimero de partos se multi- plied por 5 entre 1899 y 1922, ef de abortos lo hizo por 10S. El Dr. Tu- Tenne —un médico no catélico, valga la aclaracién porque importa— en la conferencia que publicara en 1926 calificé al ahorto “criminal” como un “grave problonta nacional’, ¥ estimé gue solo un tercio de los tca~ lizados en Montevideo Hegaba a conocimiento de las clinicas hospitala. 18 rias por ser ‘‘complicados"*. De su difusién realmente masiva en Ia se- gunda y tercera décadas del siglo XX da cuenta cl hecho de que los dia- rios “"serios"* offecfan avisos de parteras de este tenor: “Tratamiento con éxito para embarazadas. Se reciben pensionistas de ciudad y cam- pana”. (378) El nifio amado habla traido de la mano la muerte de su rival: el her- mano temido. 3. El nino vigilado y culpabilizado. Pero el nifio, aunque amuaclo, debfa ser vigilado y culpabilizado pues era un “barbaro”’ en estado de purezg, tanto en ef sentir de Ia escucla vateliana que queria “‘reprimir [sus] sentimientos inferiores"*, como ex. cl de Monsefior Mariano Soler que deseaba dominar “la parte mala de sus instintos"". ¥ de esos “malos instintos”* 0 “'sentimientos inferiores”*, los peores, ¢ interrelacionados, naturalmente, eran la rebekdta, 1a hol- ‘gazanerfa y la sexualidad temprana y “‘viciosa’* Lo primero a lograr era somieter, como decfa el maestro Marcos Sas- tre en 1881, “los vicios de la edlera, la indocilidad y la impaciencia"® G79), y obtener el gran bien: “Za docilidad"’, ‘parte importante de la prudencia y muy recomendable en los nifios", sein afiadicra en 1893 el “Nuevo Catecismo en ejemplos" (380), 0 "la obediencia’’, “Ta pun- ualidad, y “el respeto"’, como sumara la escuela vareliana desde 1877 G81). La mayor virtud seflalada en a nifia modelo deseripta por Isidoro de Maria en ““El Libro de las Niflas"* de 1891, era el ser “décil y obediente, al revés de su hermanita que no hacta caso a nadie, teniendo siempre @ su mamd disgustada’'; esa nifta modelo era ala vez “‘cariosa con to- dos y sumisa, jamds dio motivo a ser reprendida’’ (382). Y el defecto infantil que se menciona mds veces en el “‘Libro Tercero de Lectura’ de Alfredo Vasquez Acevedo de 1896, es la “‘desobediencia’? —9 re- ferencias de un total de 29, un 31%—, asf como su contraria, 1 “obediencia", es 1a que gana las palmas junto al cardcter de “rrabajador’ 9 entre fas virtudes que adornan al nifio modelo (383). (*) "El fuego y 1a ociosidad, las otras tendencias “"barbaras™* del nifio aie- recieron también la atenci6n preferente de catecismos, devocionarios, li bros de misa y de lectura. En estos dltimos, los fiiios se instrufan leyendo: permanentemente maximas como estas dos estampadas cn los Jibros es- eritos por José H. Figueira en 1899 y 1902: “Nunca estés ocioso, oct pate siempre de algo stil" (384) y “Es preciso para conservar la salud del cuerpo y del alma, trabajar sin fatiga y recrearse después de haber trabajado™ (385), Es que el ocio fomentaba la imaginaci6n y esta conducfa a toda clase de “excesos", sobre todo a una sexualidad calificada de temprana y vi- ciosa pues no era posible concebisla dentro de la “pureza"” en que vivia —o debia vivir— el nifio. Lo dijeron los devocionarios, Jo sostuvo, 1o que puede ser tal vez més sorprendente, 1a escuela vareliana, ‘Todos predicaron y buscaron imponer a los nifios Ia “templanca”’, “virtud que refrena la gulay los demés deleites ilfeitos, poniéndonos una ‘medida racional de los placeres titles y honestos”, como sostenta el Ca~ tecismo Diocesano de 1906 (392). La escuela vareliana en sus inicios la- mé a esa virtud con su sinénimo de “temperancia, y In predicé desde José Pedro Varela en 1874 quien vincul6 su préctica con la preservacion de “la salud del individuo™ pues “los excesos, las indiscreciones 0 los peligros"* en el comer, beber y ‘las pasiones”’ podian producir enfer- medades. En cuanto a los riesgos de la imaginacion durante el tiempo “perdido” en el ovio, José Pedro Varela opin6, al unfsono con el clero catdlico, que ellos podtan lanzarnos “en la via de los vicios mds despre- ciables’” (387). Por ello Ja "‘castidad’’ debla informar tanto Ja conducta del macstro, quign seria “‘prudente en sus movimientos y casto y digno ‘en sus arrebatos y en su conversacion””, segiin lo imaginara José Pedro Varela en 1874 (388), como 1a de los nifios, segdn enseflaba Pedro Ri- (*) Los defectos det niio mis safalador luego de Ia desobedieneie son: “travieso", ‘mentivoso” » “rabonero™, con un 28%, 14% y 10% respectivamente de referencias en tas Teccioncs de lecturncitadas, pero en realidad la mayor parte de ls “Yravesuras”” —y notucalivente, las rbonss todas alodian también a formas de la desobediencia. Los otros efectos mensionados eran la “‘evidia, 1a “haraganerfa" el "robo", Ia “ira, ee. La scala de tas roferencias 8 as viruies Gel nly snodels vs le siguiente: obediente, 24%, trabsjndoe, 24%, estidiosa, 143%, y vere, 10%. Las otras viludes mencionadas ona hon rader, Ia bondad, ol orden, ete 120 caldoni en sus “Preceptos de Moral" de 1883: ‘No es el verdadero bien quel que puede convertirse en mal, no pudindose, de consiguiente, con- siderar como tal el que se experimenta en los placeres corporates, por- que perjudican directamente el alma y no pocas veces también el cuer- po" G89) La pedagogia “‘civilizada’’ practicada por padres, médicos, maestros y curas, inclufa, entonces, una cuota muy importante de represién de la sexualidad infantil. Apareci6 1a obsesién, que los médicos y los padres fomentaban con la necesidad de ‘‘abrigarse"’, del nifio completamente vestido y, sobre todo, con sus Srganos genitales ocultos y cubiertos con més de una prenda. La vestimenta infantil debfa incluir prendas interio- tes y exteriores —calzén y a veces pantal6n bajo Ia falda de fas nifias, pantalén en tos nifios— para salvarlos de fos juegos ersticos que la d nudez o la semi-desnudez.facilitan y de ta curiosidad “*viciosa’’ de tos compafieros de juego (390) El “Tratado de Urbagidad’’ de 1890 aconseja incluso la manera de ir vestido en 1a intimidad del hogar: “Ef traje que Hevemos en casa, aun- que sea para las habitaciones reservadas, debe cubrimos completaren- te, y ser limpio y decoroso. Las mujeres, especialmente, nunca deben usar un traje en que aparezca de alguna manera descuidada la honestidad” Yoni aun ‘dentro de ta cama’ existia excusa para no “estar vestida con decencia". EI maximo cuidado debfan poner los nifios y adolescentes en ta hi- giene personal, esa necesidad de fa ““civilizacién’’ tan propensa a con- vertirse en ocasién de 10s vicios solitarios: ‘Ait los actos maz reserva- dos de la limpiezay poticta corporal deben hacerse con el mayor recato, por el respeto que a nosotros mismos debemos tenemos y para no fa~ miliarizaros con algunas costumbres que, por muy desarregladas que fucran, egartan a parecerios regulares si las ejecutésemos varias ve- ces". Los nifios debfan comenzar temprano por sentir Ja necesidad de Ia intimidad de ciertos actos, det aistamiento imprescindible en el vestirse y el asco: si se compartfa un dormitorio toda precaucién era poca para evitar ta mirada ajena; de nada valfa el parentesco en estos casos, pues, “entre personas de distinto sexo, por mity cercano que sea su parentes. c9, debe haber el mismo recato, y aiin mds si es posible, que entre per- sonas extrafas’” (391). Lo esencial era “‘crear''el pndar, 1a vergaenza del nino ante su desnudez mirada por otros, 1a vergiienza por mirarse a sf mismo desnudo. 121 Dos métodos admiti6 y defendis 1a sensibilidad “civitizada” a fin de convertir al nifo “barbaro” en nifio décil, aplicado al estudio y pu- doroso: la vigilancia externa y 1a culpabilizacién interna, ef mirar de fa autoridad y el mirarse como transresor. La vigilancia recuerda ta metodologia ‘“bérbara’’ al empleat sobre 1 sujeto 1a presién exterior, pero esta vigilancia fue "-civilizada’* porque bused suprimir el castigo fisico y suplirlo por la mirada atenta de la au- toridad. Vigitar al nifio fue ta obsesién del padre y el educador “civilizado™ Aconsejaba en 1899 a los padres, el catélico "EI Amigo del Obrero™ “Vigitese mucho pues, para prevenir que arraiguen en el corazdn del ni- Fo f...] vicios [...] td nunca te debes descuidar [...] Entérate si tus hijor mayores cumplen sus deberes religiosos, [si] de noche [estén] temprano en casa [...] Ten especial cuidado en alejar lox malos libros de tu case. Véase de vez en cuando lo que leen los niror' (392). Monsefior Mariano Soler dedicé al tema un sermén: “Es un deber de los padres vigilar la conducta de sus hijos; y esta vigilancia debe ser esmerada, continua y personal [...] Debe el padre no solo vigilar sobre los peligros exteriorer, sino que debe estudiar las inclinaciones, las cualidades, las defectos del nifio'* (393). Los nifios debfan siempre comprender, decia José Pedro Va- rela en 1877, que aunque en las horas de recteo escolar ‘‘no estén bajo Ia vista de sus padres [...] siempre hay alguien que vela sobre ellos" (394), conducta que Monsefior Mariano Soler, menos discreto, expres6 en estos términos et 1894: “los juegos inocentes y apropiadas de la niriec [se de- ben permit) con ta debidia vigilancia como estd establecido en los Ora- torios Festivos"’ (395) Pero el niflo sobre todo debfa mirarse a sf mismo y juzgarse, tal he cho evitarfa el castigo externo af imponer la auto-correceién. Asf alcan- zaba su clfmax Ia represi6n del alma. El catolicismo va habia fomentado a culpa desde el sacramento de Ja contesi6n. All, empero, era Dios mas que ef fiel mismo, el que todo to vets y juzgaba. En 1902, el jesuita Elfas Reyero aconsejaba a los nifios pre- egos con nites 0 nifiac, yendo ala ex guntarse: “;Has tenide mal cuela, 0 en ef campo, o sitias solitarios, en todos los cuales Dias te vio?" (396). En este caso la culpabilizaci6n interior todavia recuerda la ame- 12 naza externa, 1La escuela vareliana fue la que, en cambio, al secularizar fa culpa, Ja internaliz6 definitivamente y convirtié a la conciencia —el super yo, comenzaba ya a decirse esos afios en Viena— en Dios. Por ello el ““Tratado de Urbunidad’ de 1890 sostiene: “‘Seamos exigentes con nosotros mis- mes cuando nadie nos vea"’ (397); por ello el libro de lectura de 1907 incluye la lecci6n “La voz de la conciencia”* en que lo nifios podtan leer: “Madre zde quien es esa voz que en mi interior se deja oir a menudo Cuando alguna vez soy malo, me reprende bajitoy me hace sonrojar, aun cuando nadie me vea, pero cuando sey bueno, siento que esa vor me ani- ma(...] zNo atinas qud puede ser? Pues es la vor de la conciencia’’ (398). Los textos de moral de la escuela varetiana abundan y sobreabundan ‘enrelacién a la nocion de “‘deber’”. El maestro Marcos Sastre en su libro de 1881, Pedro Ricaldoni en sus “*Preceptos de Moral" de 1883, y Sa- uel Smiles en un libro titulado precisamente “El Debes"’, insistieron en que “al respeto propio es la ratz de la mayor parte de las virtudes dela limpieza, la castidad, la reverencia, la honradez, la sobriedad”’. El "dominio de sf mismo, ¢l autocontrol, era el objetivo 2 obtener ¢ im- ponerse (399). ¥ los libros de lectura abundan y sobre abundan en lec- ciones y maximas encaminadas a crear la culpa en sus niftos lectores. La culpa del nifio por sus rabonas, sus “‘travesuras™, sus roturas de vidrios ¥ objetos varios, era sistemdticamente sefialada con ademn acusador. Ast, fen el libro de lectura escrito por Alfredo Vasquez Acevedo en 1889, Ia madre dice al nifio que culpa a una silla por el efecto de su travesura: “la culpa es tuya [...] eres aturdido”’, y otro nifo, Inego de Tastimarse con un cuchillo, oye: “Ya sabes para otra vez, dijo su madre, que siem- pre me debes obedecer’ (400). Por ello también, José H. Figueira en el libro de lectura de 1907, estampé entre las frases sueltas & copiat: ' ‘Deseo que averigites quién ha sido el culpabie"' y no utiliz6 el nrds moderno y eufemistico vocablo: “responsable” (401) Esos libros muestran como conductas maternas ¥ paternas normales y a imitar, aquellas que mas deseaban provocar ta culpa y hasta el terror en el nino, Obsérvese esta leccién de 1907 sobre ““Cémo se portan en Ja mesa"’ y el uso casi hipndtico por reiterado del "no" debe hacer el nifio lo que naturalmente hace: —"Cutntas veces to he dicho ya, Julieta, que no dohes presentarte ‘en la mesa con las manos sucias y el cabello en desorden! Vé a peinarte ya lavarte esas manos enseguida. 2B Julieta se va y vuelve al momento. —Toma ahora tu sopa sin ruido, no pongas los codos sobre la mesa, y ten el cuerpo derecho. La sirvienta trae el puchero. —Toma el tenedor y el cuchillo como se debe: por el mango y no por la hoja, como ti lo haces. Aprende de tu hermana Carolina, que sien- do més joven que ti, sabe estar en la mesa como las personas educadas ‘Su vaso de vino, despuds que ha bebido, nunca tiene, como el tuyo, las manchas de grasa que dejan los labios, porque ella se limpia la boca con la servilleta antes de beber. Cualquier persona por exigente que sea pue- de sentarse sin cuidado al lado de Carolina, pues ella sabe cortar la car- ne como una persona mayor, sin salpicar con las salsas ni hacer saltar lor pedazos a derecha e izquierda, como tii lo haces’ (402) ‘La sensibilidad “‘civilizada’* también admitié y aconsej6 utilizar el amor materno y paterno como herramicnta culpabilizadora del nido. Por ello Alfredo Vasquez Acevedo hizo leer a los nifios en 1899 esta leccién titulada “Las madres", en que un hnérfano decta: “jh! ;Cudnto les de bemos a nuestras madres por los carifias que nos prodigan, por los cui dados que tienen con nosotres!. Yo no supe hasta después que perdt la mia, todo lo que valia, {Como senti entonces las palabras dsperas que algunas veces le dirigl, todas las molestias y todas los desagrados que le causé! ;Con cudnto placer, con eudinta alegrfa ta habria visto volver a la vida, para caer de rodillas a sus pies [y] pedirle perdént"” (403). Lo que debla decirse ef nifto, como Io indica el libro de “*Cultura “Moral” tilizado en 1925 en los cursos primarios de cuarto aio, era: “Me Juzgaré a m{ mismo"’,'y dado que estos liberales execraban a la confesion catdlica, 1o que recomendaban era hacer un laico “‘examen de concien- cia, es decir, repasar cuidadosamente todas tas ocurrencias del dia, co- mo lo hizo Séneca [...] quien todas las noches antes de acostarse se di- rigla a st [...] preguntas como las siguientes: [...] ¢Realicé algiin acto bueno 0 alguno malo?” (404). Ast, el descubrimiento del nifio equivali6 tanto ata proclamaci6a del amor paterno como a la necesidad de su “‘vigilancia exmerada, continua y personal", y su culpabilizacion. Solo de este modo, haciendo sentir la desobediencia como una falta contra el amor dado, como el incumpl 124 miento de una deuda que se “‘debfa’', sc lograrfa someter “los senti- mientos inferiores”’ de ese barbaro pequefio. El Padre, amante y devo- rador a la vez, tendrfa asf un hijo “‘carifioso™ y “d6cil", y Ia represion del alma lograrfa sus objetivos sin recurrir a la ‘’barbarie" de castigar el cuerpo. CAPITULO ITI: LA SEXUALIDAD NEGADA Y OMNIPRESENTE I. Los agentes represores. Ninguna época en la historia uruguaya fue tan puritana, tan separa- dora de los sexos, contempl6 con tal prevencién, que a veces era horror, a la sexualidad, como esta. Esa necesidad de castrar se cebo particular- mente en el adolescente y la mujer y se tradujo en la negacién formal de Ja sexualidad, en su obsesivo ocultamiento, notorio tanto en los silencios del fenguaje como en la discrecidn del trato entre hombres y mujeres. Y, sin embargo, como observaremos, en pocos perfodlos también, la sexu: Jidad estuvo tan presente como idea fija, como factor perturbador de to- das y cualquier relacién fumana. Probablemente la sociedad entera se hallaba en el origen de estas con- ductas, pero lo que 1a documentacién revela es la influencia y el papel predominante que euvieron en la difusién del puritanismo, ciertos agentes represores, en patticular, el cura, el maestro, el policta, et padre y el mé- dico. Observaremos primero al clero, tal vez el principal (al menos el mas notado por aquella sociedad, y por nosotros investigadores tambien) agen- te intemalizador del control de ‘los placeres de Ia came’ Del cleto ““barbaro™, liberal en materia politica y laxo en costum- bres, poco 0 nada quedaba ya en el Novecientos; desde Ia asuncién de Jacinto Vera en 1860, Vicario, Obispos y Arzobispos bregaron por su reforma teolégica y moral y ella incluy6, como aspecto clave, el triunfo de Ia “pureza”* y “tener su carne mas subyugada"’, en palabras apro- badas por Monsefior Mariano Soler en 1898. La vigilancia de la Curia sobre el clero crecid, la conducta de los proces, ¥ los curas sospechosos que liegabus desde ef exteritn, Fue Ub- servada hasta en los mds yfnimos detalles y cuando el Obispo salia de gira por el interior det pais, sus ayudantes desde fa capital Je tenfan al

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