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La Tierra es un planeta rico y nos ofrece sus recursos, es nuestra responsabilidad preservarlo.
Los humanos somos parte del “problema” del planeta: el consumo, la industria y la
contaminación son obra nuestra y tienen un gran impacto sobre el medio ambiente. Carecemos
de la información precisa y necesaria, y frecuentemente no somos conscientes de lo que afecta
nuestra actividad diaria, en términos ecológicos, en el deterioro del planeta.

Siempre que sea posible, debemos cambiar los patrones de consumo e integrar en nuestra
rutina hábitos sostenibles y respetuosos con el medio ambiente, con el objetivo de reducir la
contaminación. Solo así lograremos reconducir el calentamiento global.

Desde Solideo os animamos a realizar 7 sencillas prácticas que protegen el medio amiente y
combaten el efecto invernadero. Seguramente muchas las hemos incorporado ya en nuestro día
a día.

1. Reciclar
Sin duda es una de las formas más sencillas de contrarrestar lo mucho que “ensuciamos”. En el
artículo donde comentamos prácticas para reducir la contaminación , como evitar el uso de
plásticos y ahorrar el consumo de agua dijimos que la gestión de los residuos es crucial, fácil
de llevar a cabo y que es uno de los principales modos que tenemos a nuestro alcance, de
manera individual para ser respetuosos con el medio ambiente.
Quedan pocas localidades en el país en las que esta práctica no pueda realizarse: depositar en
contenedores diferenciados los desechos del hogar. Es importante entender y estar atentos a la
información y normativa sobre medidas de reciclaje, y compartirla con familia, amigos, vecinos.
Es necesario separar cristal, plástico, papel, restos orgánicos, medicamentos, calzado y ropa,
muebles y trastos, componentes eléctricos (bombillas, pilas, baterías, CD…) y aceite usado.
Tenemos a nuestra disposición, en la mayoría de los casos, contenedores específicos, puntos
limpios o verdes y servicios de recogida a domicilio a través de los ayuntamientos. No existe
ninguna excusa razonable para no separar y reciclar, y comportamientos incívicos como dejar
basura en la vía pública o depositarla en contenedores incorrectos ya no deberían ocurrir.

Reciclar también significa darle otro uso a cosas que queremos desechar o alargar la vida de
algunos objetos. ¿Tienes una silla rota? ¿Una lámpara que ya no te gusta, pero funciona? Dale
vida, dale otro uso. Piensa antes de tirar trastos si tienen opción de restaurarse, regalarse o
servir para otro uso distinto.

El objetivo es común para todos: producir menos basura, reducir el consumo de material
contaminante y depositar cada resto según su origen o composición en el contenedor o lugar
adecuado. Reciclar es una de las formas más inteligentes de cuidar el planeta.

2. Ahorrar agua de la cisterna


Se estima que en 2050 habrá escasez de agua, si seguimos al mismo ritmo de crecimiento de la
población mundial y no empezamos cuanto antes a realizar un  consumo racional del agua . Es
crucial que tomemos conciencia del mal uso o desperdicio del agua como medida de ahorro, no
solamente a nivel particular sino para contribuir globalmente a preservar este bien necesario y
tan preciado.
Entre las medidas más básicas, pero menos frecuentes para ahorrar agua en el hogar, se
encuentra el consumo de nuestra cisterna. A menudo nos centramos en otras prácticas
ahorrativas, como realizar lavadoras completas en lugar de media carga, no lavar el suelo a
manguerazos, optar por ducha en lugar del baño o a instalar grifos que reducen el caudal;
olvidamos que también se “consumen” muchos litros de agua desechada por el inodoro.

Hay que decir que en los inodoros modernos ya se incorpora un dosificador, pero si necesitamos
reducir la carga podemos recurrir al viejo truco del falso volumen: se trata de introducir en la
cisterna un objeto estanco con cierto volumen, como por ejemplo una botella de plástico llena de
agua. El efecto es que se reduce exactamente esa cantidad de agua en la cisterna y por lo tanto
se ahorra por cada tirada. Por poner un ejemplo práctico: una botella de 1 litro en la cisterna
supone un ahorro diario de unos 15 litros para un hogar de tres personas. En un año, el ahorro
ascendería a unos 5.000 litros, que en euros rondaría los 30€ en función de la población. Ahora,
multipliquemos el ahorro en agua por los habitantes del planeta.

 Otra práctica sencilla es adquirir el hábito de reciclar el agua que empleamos para lavar: llenar
una balda, garrafa o cubo de agua para vaciar el inodoro en lugar de desperdiciarla sin más.
Sencillo, ¿verdad? El agua que usamos para fregar platos puede almacenarse en una balda y el
agua sucia del cubo de fregar puede servir también. La carga del inodoro estándar es de unos
10 litros de media. Un cubo de fregar puede rondar lo mismo. Si volvemos al cálculo
matemático, estamos hablando de un ahorro de agua inmenso a nivel mundial.  

3. Apoyar las energías renovables


Las energías alternativas a nuestro alcance son respetuosas con el medio ambiente. Aplicarlas
en nuestro hogar no solo significa un ahorro considerable en términos económicos, sino que
demuestra que estamos tomando conciencia medioambiental.

En el planeta disponemos de hasta siete fuentes de energía renovable, lo único es que no


todas son aprovechables pues varía en función del país. En España disponemos de  tres
grandes fuentes de energía verde : la hidráulica, la eólica y la solar.

A nivel industrial se aplican las tres y convierten el movimiento de aire o agua, junto con la
captación de rayos solares, en  energía sostenible, limpia y autóctona .
A nivel residencial, también podemos generar energía renovable: placas solares para calentar
el agua y para producir energía eléctrica, aerogeneradores para producir energía eólica con
diferentes aplicaciones, biomasa para sustituir el gas, el gasoil o la electricidad para obtener
calefacción… Estas son las alternativas más populares para ahorrar y reducir el consumo de
nuestros suministros habituales.

En nuestro artículo sobre cómo ahorrar dinero en la factura de la luz  te ofrecemos cinco ideas o
trucos que son fácilmente adaptables a la mayoría de los hogares.
Está en nuestras manos evolucionar hacia un consumo más ecológico y sostenible mediante el
apoyo a las energías renovables.

4. Evitar el consumismo, especialmente de ropa


Si te preguntas qué tiene que ver comprar ropa con el calentamiento global, te ofrecemos unas
cifras: la industria de la moda es inmensa y produce cada año alrededor de 100.000 millones de
prendas a nivel mundial. Su huella contaminante es proporcional. La mala noticia es que, si
seguimos con esta tendencia -especialmente en Occidente- de  consumismo, cada vez
compraremos más ropa, pero le daremos una vida útil cada vez menor.
Las predicciones para el año 2030 son de un aumento de hasta un 50% en consumo de agua, la
huella de carbono mundial aumentará a casi 3.000 toneladas y los residuos, hasta las 150
toneladas. Una huella demasiado grande y peligrosa para nuestro planeta. ¿Cómo
frenarla? Replantearnos el ritmo de consumo  en los países donde se ha convertido en un
verdadero problema.
Maneras de ser más conscientes:

 medir nuestro ritmo de consumo y grado de consumismo, con franqueza

 ser críticos con el impacto publicitario y entender el mensaje, no siempre es para nosotros

 agotar la vida útil de las cosas

 autocrítica: pensemos en la imagen que proyectamos

No ir “a la moda” no significa falta de buen gusto en la vestimenta, ni la austeridad es


necesariamente una mortificación ni sinónimo de pobreza ni dejadez ni suciedad. Buscar
prendas baratas en mercadillos, sean nuevas o de segunda mano, no debería vincularse a nada
negativo, puede responder sencillamente a tener mayor conciencia ecológica.

Puedes seguir unas normas básicas para tener un armario “ético”, independientemente de tu
presupuesto en ropa:

 Da valor y cuida la ropa que ya tienes.

 Compra menos y elige mejor.

 Apuesta por la calidad.

 Apoya las marcas de ropa éticas.

 No tires la ropa, recicla: vende o dona las prendas que no vas a usar.
Siendo más conscientes del consumismo desmedido y del  verdadero efecto de la
moda podremos minimizar -entre todos- el impacto medioambiental asociado a la industria
textil.

5. Reducir el consumo de carne


Según concluye un estudio realizado por la Universidad de Oxford en Inglaterra junto con el
Instituto Agroscope de Suiza,  “dejar de consumir carne o leche de vaca es una de las acciones
más efectivas que los consumidores pueden realizar para combatir el cambio climático.”
El ganado en general y las vacas en concreto producen una gran cantidad de metano, un
potente gas de efecto invernadero, al digerir sus alimentos. Además, provocan deforestación,
pues se necesita de grandes campos abiertos para el pasto, especialmente en Sudamérica.

Incluso la ONU advierte que para frenar el calentamiento global es esencial la reducción del
consumo de carne, además de implementar medidas en contra de la deforestación y en favor
del uso sostenible de la tierra.

La gestión de pasturas y la cría de razas más productivas también son necesarias. Algunos
analistas afirman que el cambio de producción cárnica por campos de cultivo tampoco serían
una panacea, del mismo modo que no es posible en muchos casos cambiar una granja por un
campo de cultivo. En términos de deforestación y sus efectos en el medio ambiente, no siempre
es la solución para ofrecer a la población fuentes de proteína alternativas.

Otro factor que se maneja es la trazabilidad de los productos: etiquetados convenientemente


con información veraz sobre su origen, nos permitiría poder optar por ejemplo por la compra de
carne proveniente de productoras locales, con menor impacto ambiental.

Si bien convertirse en vegetariano o vegano puede responder a una razón ética y totalmente
personal, hay que tener claro que no es la solución universal para “salvar el planeta”, aunque
tenga un impacto ambiental distinto. No existe una fórmula definitiva para evitar el efecto
invernadero, pero es importante reducir las emisiones de la ganadería en el planeta, esto es
algo en lo que coinciden todos los países que investigan en el efecto invernadero.

Si bien no existe organismo ni autoridad mundial que pueda obligarnos o decirnos qué debemos
o no comer, sí que existe una gran cantidad de estudios, informes y consejos que apoyan
globalmente la dieta equilibrada, que contenga alimentos de origen vegetal y de  origen animal
producidos de forma sostenible .
Si nunca lo has probado y quieres entretenerte en descubrir   cómo afecta cada comida o bebida
al medio ambiente, puedes encontrar  calculadoras  en Internet que te informan con datos y
comparativas interesantes, como descubrir la equivalencia de 3 cafés diarios en kilómetros
recorridos por un coche (contaminación) o cuantos litros de agua invertidos hay detrás de su
producción. Calcula tu huella de plástico, el CO ₂   que hay detrás de los alimentos consumidos o
las equivalencias de tu dieta y el efecto invernadero.

6. Usar las papeleras y contenedores


Es una práctica responsable y sencilla que debemos inculcar a las generaciones siguientes.
Usarlas y, además, correctamente, porque una papelera no es un contenedor.

Hace años -y todavía es así en algunos países-, no había papeleras en la vía pública. Ahora
forman parte del mobiliario urbano y rural. Basta con visitar otros lugares para observar cómo la
conciencia de la población varía en cuanto a la limpieza vial. Podríamos hablar de educación y
de conciencia, porque no tirar cosas al suelo, recoger excrementos de mascotas y  usar
debidamente papeleras y contenedores , debería estar integrado en nuestro modo de pensar y
actuar. Somos responsables de nuestra basura , cuidemos nuestro entorno.
Tirar papeles en la papelera, además de garantizar la limpieza del suelo, permite reciclar y por
consiguiente frenar la tala de árboles. Expliquemos a los pequeños de casa la importancia de
este gesto.

En nuestros paseos y excursiones a la naturaleza, parques, bosques, prados, montañas,


playas… recojamos toda la basura y restos que hayamos generado, con atención extrema a
plásticos y vidrios, que además de ser tóxicos pueden provocar daños graves como por ejemplo
lesiones a personas y animales, incendios, etc.

Las cosas más habituales que a veces encontramos tiradas a nuestro paso  tardan una
eternidad en desaparecer . ¿Conoces el ciclo de vida de un simple folio? ¿De un chicle?
Papel: un folio de papel blanco tarda alrededor de 1 año en desaparecer. Si llueve, quizá lo
haga antes.

Chicle: el chicle se endurece y adhiere a la superficie, queda como una piedra. Necesita unos 5
años para desintegrarse del todo. Observa el suelo de cualquier calle y detecta las manchas
negras que en gran mayoría son chicles.

Lata de refresco: producidas con aluminio y muy prácticas por su ligereza y resistencia. El
problema lo tiene el bosque cuando trata de eliminarla. Ha de pasar por un larguísimo proceso
de oxidación y ciclos de lluvia para que termine desapareciendo: unos 10 años.

Cartón de zumo, leche, caldo: su composición lleva cartón, plástico y aluminio. Eso le aporta
una vida de hasta 30 años. Cuando veas un tetrabrik en el suelo, deposítalo en una papelera,
estás haciendo un gran bien.

Bolsa de plástico: lo sabemos, la mejor alternativa a esta pieza tan tóxica es sustituirla por una
reciclable y usar cartón o tela. Una simple bolsa del supermercado no ecológica dura ¡entre 150
y 300 años! Si la usas, recicla o desecha en el contenedor correcto.

Botella de plástico: son prácticas e inocuas para nuestra salud, pero resistentes y por ello más
que terribles para el medio ambiente, pues tardan hasta 4.000 años en desaparecer. Sí, has
leído bien.

Juguetes: incluso una simple muñeca abandonada puede tardar hasta 100 años en
desaparecer. La mayoría de los juguetes llevan plásticos y componentes que soportan la acción
del agua y de los rayos solares.

Calzado: especial mención para el calzado deportivo, que es el que más se fabrica con gomas y
materiales sintéticos. Estos ingredientes nunca desaparecen, solo se reducen…
Pilas: es importante depositarlas en los contenedores específicos y no mezclarlas con otros
restos en la basura, porque contienen productos químicos peligrosos. Si se rompen, liberan su
“veneno”. Imagina el daño que supone tirar una pila en un entorno natural. Tardan entre 500 y
1.000 años en perder su forma y desparecer (¿del todo?).

7. Usar envases biodegradables


En nuestro artículo sobre cómo reducir la contaminación también hablamos de la urgente
necesidad de reducir el consumo de plásticos. El plástico, igual que el aluminio, son materiales
que sin duda han contribuido a facilitar el envasado y nos ha aportado practicidad entre otros
beneficios, la pega es que están inundando el planeta y representan un grado de toxicidad
elevado para flora, fauna y mares.

Además de los consejos para reducir el uso de plásticos, aquí queremos compartir las opciones
de envases biodegradables que encontraremos en el mercado.  Los materiales biodegradables
son los que están fabricados en su mayor parte de productos orgánicos, por lo tanto se reciclan
o degradan de modo “natural” sin la necesidad de la intervención humana: el calor del sol, la
lluvia, las bacterias, el viento, la humedad y los hongos se encargan de hacerlos desaparecer.
Los residuos, además, pueden ser utilizados para compostar, resultan perfectos como abono
para plantas.
En el mercado podremos encontrar envases diseñados con diversos fines, producidos a base
de cartón, hoja de palma, madera, fibra vegetal, bambú o bioplástico. Los envases fabricados
con bioplásticos son también, pese a su nombre, una alternativa sostenible: provienen de
recursos vegetales como la caña de azúcar o el almidón de patata. El PHA o
polihidroxialcanoato se obtiene con la fermentación de materia prima vegetal usando ciertas
cepas de bacterias.

Los envases biodegradables producen menos residuos, se precisa normalmente menos energía
para su fabricación, son renovables al 100%, pueden usarse como fertilizantes, no alteran el
sabor ni el olor de los alimentos, ni contienen sustancias químicas perjudiciales. Son una
excelente opción para contribuir a preservar el medio ambiente.

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