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LA FE DE LOS DEMONIOS

(o el ateísmo superado)

Fabrice Hadjadj

Traducción

Sebastidn Montiel

PUBLICACIONES DEL INSTITUTO

DE TEOLOGÍA «LUMEN GENTIUM»

Editorial Nuevo Inicio

Granada 2 0 1 1
Índice

Introducción 15

PRIMERA PARTE:

Los demonios también creen (o de cómo se

puede tener una fe infalible y caer en el peor

Título original: La foi des démom (ou l'atheisme dépassé) de los pecados) 27

Copyright © Éditions Salvator, Paris, 2009 Yves Briend Editeur S. A.


Primera lección

Copyright edición en español© 2009 Editorial Nuevo Inicio S. L. Las tentaciones en el desierto 31

Lo tenebroso en la vidriera 31
Traducción del francés por Sebasrián Momiel
Satán biblista 34

Derechos de propiedad exclusivos de la traducción y de edición . . . y pedagogo 39


en español reservados para todo el mundo
Genialidad de las tres tentaciones .42

Diseño de la portada: nexumweb.com Si eres Hijo de Dios .44


Maquetación: TADIGRA
El Seductor entre los fieles 47
Imprime: Imprenta Luque, S. L.
Falso diálogo 49

La edición de esta obra ha sido financiada por

la Fundación Nuevo Inicio y la Fundación CajaSur,


Segunda lección
a las que agradecemos extraordinariamente su colaboración
Evangelio del diablo según San Marcos 53

4• edición Una respuesta silenciosa 53

Milagro en Cafarnaúm 55
ISBNI3: 978-84-938997-3-8

Depósito legal: C0-989-2009


En Gerasa, adoración y participación 59

... y oración de los demonios 61


Editorial Nuevo Inicio S. L.
Fe de los demonios e incredulidad de los discípulos 62
Pza. Alonso Cano sin

18001 Granada, España Satanismo pontifical 64


Tlf: 00 34 958 2 1 6 246

Tercera lección
www.nuevoinicio.es

La lucidez de las tinieblas 67


Impreso en España
l.a/r dr los demonios Índice

<.'rt'l'r ,1 Dios y rrrrr rn Dios 67 Lo verdadero sometido a tensión 148

( .'d,n(} sr ¡,,,.,.,¡ dr tinte! a demonio (I): De la primera letra de la Biblia, o el dos

l.a soberbia y la envidia 73 entre el dúo y lo dual 151

( .'dm(} sr /"'-'"'' de dngel a demonio (JI): Cómo se vuelven locas las virtudes 155

l.a parábola de los dos hijos 75 El principio de Calcedonia: sextuplicidad

( .ámo s,· pasa de dngel a demonio (!JI) del error y más 157

Hacer el bien según los propios proyectos 78 Por qué los hijos de este mundo son m á s astutos 161

Verdadero monólogo 80

El diablo es amor propio 82 Tercera lección

Liturgia del pandemónium 85 La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo 167

¿Jesús contra la apologética? 89 Origen y valor del ateísmo desde el punto

Por qué se esconde Dios 92 de vista demoníaco 167

Si Satán expulsa Satán, o el pecado irremisible 1 74

SEGUNDA PARTE: El grito de Job y la fe de sus amigos 179

Padre nuestro de la mentira (o de cómo la fe La teodicea peor que el ateísmo 181

de los demonios fecunda los errores de los hombres) . . . . . 99 La ilusión de la cristiandad 185

La gran jugada doble: Iglesia pequeña

Primera lección y mundo ateo 192

Extensión del ámbito de la lucha 105 Bienaventuranzas del infierno: la misericordia

La tentación en el jardín 105 pirateada 195

Santa No toques, protopecadora 110

La culpa de Adán o la compasión pervertida 115 TERCERA PARTE:

Las flores del mal y el infierno del progreso 117 Sol de Satán y noche de la fe (o de lo que no tienen

Allí arriba, un ejército combate por mí 121 los demonios: la carne, la muerte, la gracia) . . . 201

De cómo nada es diabólico de por sí, sino

que todo se puede reconquistar 125 Primera lección

Entre la perdición y el orgullo: el diablo dividido 130 El fruto de las entrañas 209

Entre la tentación y la prueba: el diablo Enemistad pondré entre ti y la mujer 209

exasperado 133 Lo demoníaco y la filiación 215

Israel, o el combate con el Ángel 218

Segunda lección Cuerpo y ofrenda 221

Un orquestador de debates 139 Pobres medios para una suprema riqueza 225

Del temblor de tierra al temblor de cielo 139 Si no amas a tu hermano a quien ves 231

De las bestialidades a la Bestia 142 Elogio de una puta (vuelta a la Epístola

El heresiarca dogmático 146 de Santiago) 237

Vlll IX
La fe de Los demonios

Segunda lección

Aunque es de noche 243

Si así foe tomado el que creía 243

La gracia de la reconciliación 246

Del primer mandamiento, o el ateísmo

judeocristiano 250

Contra el dngel de luz 254

El amor en la noche 258

Más allá de la fe que se toma el pulso y del estudio

que no cree 262

El sitio de Dios en mí alma está vacío


¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el
(Madre Teresa) 266 poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti,
Que se cante el Credo 271 para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto,

confirma a tus hermanos.


Tercera lección

Para ser escrita por la gracia con la propia sangre 275 Le 22, 3 1 - 3 2

Agradecimientos 277

X
A [ean-Louis Chrétien,

]acques Cazeaux

y al hermano Michel Cagin,

así como a todos mis de m á s rabíes,

scientes quoniam maius

iudicium sumitis (St 3, 1 )


Introducción

La joven -es mi alma- es introducida por los cua­

tro demonios alados, en mi habitación, con los brazos

atados. ¡Le van a cortar las muñecas! Se desmaya. Pero

Nuestro Señor dice: "Venid por aquí, porque entre los

santos hay muchos niños que se os parecen".

Max Jacob, La défense de Tartuffi

1 . Algunos no sueñan con otra cosa: que todos profesen la fe

cristiana y el mundo será perfecto. La conversión es a sus ojos

un término más que un comienzo. Desde ese punto de vista,

como he sido bautizado ya adulto, yo mismo me saco de apu­

ros y doy por aquí y por allá mi "testimonio" bajo rótulos que

parpadean y tras micrófonos que retumban: "El judío converti­

do", "De Nietzsche a Jesús", "Cómo, de nihilista, me he hecho

cristiano", etc. Casi ha llegado a darme pena no haber sido por

añadidura drogadicto e invertido, asesino a sueldo quizás o, al

menos, actor de películas X -con una pata de palo.

Porque mi conversión no debe ser sólo un término, tiene que

ser también lo bastante estimulante como para que la gente no

se haya perdido vanamente una tarde de cine. ¿Para qué iba yo

a dar un testimonio tan monótono como la blanca hostia en el

ostensorio? Necesito cautivar mejor a mi público y en conse­

cuencia adornar mi relato con las peripecias más espectaculares.

15
l.11.fr dr los demonios Introducción

1'udo 11 bontfkln posihlt' para el oyente: a diferencia de esas como yo.ª Los que reclaman mi testimonio trabajan, a pesar de

dlvtr1lonc• lit 11111 llllt' u n o vuelve con algún escrúpulo, nuestra ellos, para que me vuelva peor. Le tomo cada vez más gusto a

cuncltnd11 lllJUI 11c queda en paz, nuestra amable distracción sir­ hablar de mi itinerario, a media voz, claro está: soy demasiado

YI como rtlif i c u c i ó n m o r a l . . . inteligente para usar la trompeta, eso me haría pasar por dema­

siado vanidoso, en su lugar empleo la lira y la flauta, y mi en­

" [ l n g n u o ! " , me espetarán. Pero apenas exagero. Que se sepa al deble conversión se transforma, por el hecho mismo de narrarla

menos c u á n t o me disgustan este tipo de exhibiciones. Si fuera en pú blico , en una clara ocasión de seducción. No digo que

para c a n t a r el oro y la miel en los que una infinita misericordia hubiera sido mejor que yo pudiera hablar, en vez de eso, de una

ha transuscanciado mi recalcitrante basura, ¡pase! Pero las más vida de satisfecho libertinaje. Constato simplemente un hecho:

de las veces, ¡ay!, es para que todos nos sintamos más calentitos, la conversión sigue siendo una prueba hasta la muerte. O bien,

en el buen camino, entre las paredes de nuestra capilla. invirtiendo los célebres versos de Holderlin:

En los lugares donde está la salvación

2. ¿ Y si esas paredes fueran menos las de un refugio que las de Brota también el peligro.

una palestra? ¿ Y si hacerse cristiano abriera la posibilidad de lo

peor? Mi estado es mejor, sin duda, pero ¿significa eso que nece­ Cristo no cesa de decirles a los apóstoles: Aquel siervo que,

sariamente yo soy mejor? Mi alma puede haberse convertido en conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha

una casada riquísima y dar menos, en proporción, que el óbolo obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no

de la viuda. Haber ganado el gordo no dice nada acerca del uso la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le

que yo pueda hacer de todo ese dinero. Estar mejor de salud dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le

puede dotarme de más fuerzas para estrangular a mi hermano. pedirá más. (Le 12, 47-48) . No hay duda de que a los "cathos'"

"No hay hostilidad tan excelente como la cristiana. Nuestro no les gusta demasiado escuchar esos versículos. Para recordár­

celo hace maravillas cuando va a la zaga de nuestra inclinación selos, para recordárnoslos como una banderilla clavada en el

hacia el odio, la crueldad, la ambición, la avaricia, la detracción, flanco de nuestra conciencia, quisiera p ro p oner la lectura de las
1
la rebelión" . En fin, ¿no era Judas primero uno de los apóstoles l ín eas que siguen en esta obra. - ¿A qué llamo yo "ca c ho", con

e incluso el que de entre ellos estaba a cargo, si no de las llaves, un apócope que frisa en la apostasía? A un cristiano que se que­

al menos del tesoro? da corto. A un testigo que no llega hasta el final. A un católico

Así pues, puede que yo me haya vuelco peor que antes y que

el Marqués de Sade, el Comte-Sponville y otros promotores de


' [Aquí juega Fabrice Hadjadj con el titulo nobiliario de marqués del famoso iniciador del
anticristianismo o de trascendencia laica no sean tan pecadores
"sadismo" y el apellido compuesto del filósofo materialista epicúreo contemporáneo André

Cornre-Sponville, a cuyo apellido antepone un "el" para que la lectura suene a algo así como "el

Marqués de Sade y el Conde Sponville". N del T.]

b [En el francés coloquial actual, sobre todo en medios cristianos, se suele denominar a los ca·

I
Michel de Montaigne, "Apologie de Raimond Sebond", Essais, II, XII, Oeuures completes, cólicos (catholiques) con el apócope catbos. El autor juega entonces con el fragmento apocopado

Gallimard, col. "Bibliotheque de la Pléiade", París, 1962, p. 4 2 1 . "<lique", que suena como el término latino hic ("aquí"). N del T.]

16 17
/.,, fi, ti, /01 demonios Introducción

IUI ti ,,,. y hura rre• veces sin el bic, quiero decir, hurtándose 4. En el fondo, sólo merece la invectiva el que no busca. Su

11111 ti hlc dtl problema, ante el hic del aquí y ahora y ante el inteligencia tiene hambre de verdad, su corazón aspira a la bien­

hll dt 11 c:opa HnRrAntc: Hic est calix . . . O sea, a un pobre tipo aventuranza y, no obstante, por huir frente a la angustia de una

muerte que parece golpearlo todo con la nada, resulta que su­
'°"'º yo.
cumbe ante el prestigio de lo virtual, se entrega a las delicias del

anonadamiento, intenta abolir en él esa tensión propiamente

;i. En tanto que niega la existencia de Dios o la divinidad de humana entre la conciencia de una muerte espantosa y el deseo

Jt1ú1, el ateísmo no es el peor rechazo posible de Dios. Pascal llega de una dicha perfecta. Se adormece más acá de la creencia y de

1t ver en él, cuando ese ateísmo es una inquietud y no un contenta­ la duda, de la blasfemia y la alabanza, del odio y del amor que

miento, un estado del que hay que apiadarse más que condenarlo: nos llevan más allá.

"Apiadarse de los ateos que buscan, porque ¿acaso no son desdi­

chados? Lanzar invectivas contra los que alardean de ello" .2 Es difícil, sin embargo, confesarse a uno mismo que ya no

se busca. El mundo nos exhorta a ser curiosos y los motores

El ateo que busca no está satisfecho con su ateísmo. Adivina de búsqueda están a tiro de ratón: hagamos clic en la página,

que ese ateísmo, si llega a ser demasiado confortable, se trans­ naveguemos de sitio en sitio, seamos net-explorers dedicados a

formaría en un fetiche doméstico. No es fácil ser ateo de una ese enciclopedismo lleno de artículos "interesantes" tanto sobre

vez por todas. Se rompe un ídolo. ¡Vale! Pero que no sea para "concursos de animales" como sobre los "legionarios de Cristo".

construir otro inmediatamente: el dinero, la voluptuosidad, el De esta manera podemos no formar parte jamás de lo esencial.

arte, la ciencia . . . Que no sea tampoco para sacralizar el gesto de Despedimos sin remordimientos de conciencia todo saber que

la ruptura: existe un integrismo de la transgresión y sus sacerdo­ nos comprometa en cuerpo y alma. Porque, evidentemente, esa

tes son tanto más feroces cuanto más persuadidos están de ser búsqueda es una dispersión, no un recogimiento. Nos deslum­

los turiferarios de la libertad absoluta. bra más que iluminarnos. Y para mejor ignorar el sol, desmul­

tiplica su ciencia de las sombras. Su búsqueda es una pose, su

No, el ateo que busca es a la vez el ateo de verdad y el ateo que conocimiento, un espectáculo.

termina. Verdadero, porque no hace un dios de su ateísmo; que

termina, porque sufre, por consiguiente, de seguir siendo ateo, La invectiva debe desperezar especialmente al que se "enva­

teme esa cerrazón que él denuncia en el que cree. Esa paradoja nece", como dice Pascal, de ser un supuesto "buscador de senti­

puede mantenerlo mucho tiempo como una cobaya en la rueda do". Si sigue buscando, si corre sin parar, es para esquivar mejor

de su jaula. Para salir de ella hace falta una gracia. Por eso Pas­ un hallazgo que lo cuestionaría, para ahogar una llamada que

cal lo admira y a la vez se apiada de él. Por eso piensa también invertiría los datos y le haría descubrir que, a decir verdad, el

que el ateísmo, por instancia propia y no por apelación exterior buscado desde siempre es él y que de él, quizás, es de quien se

alguna, exige ser superado. espera una respuesta . . .

2
Blaise Pascal, Pensées, § 145, edición Le Guern, Gallimard, París, 1977.

18 19
/.,,fe de los demonios Introduccián

5, Cuando prcd,111 su tipología de las actitudes frente a Dios, Tal es el lugar de lo demoníaco. Concierne primeramente

l•u�•I retonu, 11u distinción entre el ateo que busca y el ateo a los demonios, sin duda, pero un cristiano no debería desco­

que y• no busca, a la que afiade, evidentemente, la categoría nocerlo, porque también describe una posibilidad trágicamente

del tld: "Sólo hay tres clases de personas: los que habiendo en­ suya: una falsedad en la que uno se sumerge estando en medio

centrado a Dios le sirven, los que no habiéndolo encontrado se de la verdad misma, una perdición que se abre en el corazón

dedican a buscarlo y los que viven sin haberlo encontrado y sin mismo de la cristiandad.

buscarlo. Los primeros son razonables y dichosos, los últimos

son e s t ú p i d o s y desdichados, los del medio son desdichados y


3
razonables". 6. ¿Cóm o una e puede ser a la vez exacta e infiel, errática
f y

si n error? ¿Significa eso q u e , a la inversa, cierta falta de fe, un

No se trata aquí de darse cuenta de que cierto ateísmo puede desconocimiento intelectual de D ios, p odría ocultar cierta fi­

ser razonable, tesis que no deja de plantear graves problemas (el d elidad, una fi delidad más verdadera que una p rotestación an
t

único ateísmo razonable es un ateísmo que debería alejarse de excesivamente clarividente? ¿Q ué pasa entonces con la lucha

sí mismo sin cesar para no zozobrar en su propia idolatría). Se contra el ateísmo y la defensa de la fe?

trata de completar una tipología que se pretendería exhaustiva

y que, no obstante, omite el peor de los casos. Además de los L a apologética se esfuerza en mostrar la verdad del cristia­

fieles que habiéndolo encontrado sirven a Dios, de los ateos ni smo, p ero esa verdad conocida no impide ser p eor. Abre la

que no habiéndolo encontrado buscan todavía y de los que, sin p osibilidad de la conversión, p ero también la de un rechazo

haberlo encontrado, ya no buscan, hay otros que han encontra­ co nsumado: el apologeta puede hacer de sus oyentes unos ende­

do a Dios y sin embargo no le sirven. Se pierden en la medida moniados y, si se imagina a sí mismo convirtiendo a los demás

misma en que lo han encontrado. Le sirven tanto menos cuanto con sus p iadosos discursos, obteniendo un arrepentimiento al

que se sirven a sí mismos. No escriben Tratados de ateologia: cab o de u na disertación, se convierte en endemoniado él mis­

Son demasiado espirituales para tal cosa. Los artículos de la fe m o , al tiempo que se jacta de comunicar la fe. U na astucia del

católica no plantean a sus ojos la más mínima duda. Y a pesar di ablo consi ste en, mientras luchamos contra el ateísmo, hacer­

de ello rechazan a Dios de la manera más radical -con conoci­ nos caer en su teísmo: u na fe llena de mí mismo , egológica y a

miento de causa. Superan el ateísmo y nos descubren un lugar partir de ese momento no teologal.

tanto más tenebroso cuanto que se sirve de la luz para adensar

sus tinieblas: la claridad hecha para iluminar es desviada y así se En fi n , sirva lo qu e sigue como advertencia ara los amantes
p

acrece su negrura. d e la " e s piritu al idad " . ¿H abremos de p ensar que la espirituali­

dad es el r emedio y que la humanidad p erece p or estar dema­

siado apegada a la materia? L a espiritualidad de nuestro tiem­

p o inv ade las estanterías: se compara, se compra, se vende en

eBay. L o mismo remite al ashram de Beaune-la-Rolande q ue


3
Ibídem,§ 149.
a l a E scuela de Psico-Antropología de S elim Abitbol. Aunque
e [ Traite d'athéoLogie ( Tratado de ateoLogía) es el título de un best-seller reciente del filósofo

epicúreo francés Michel Onfray. N del T.] h ay qu e tener cuidado y elegir bien su espíritu. Par ece necesaria

20 21
La fe de los demonios Introducción

una guía del consumidor. Pero uno se da cuenta rápidamente: (con lo cual no estamos aquí ni en el materialismo ni en el es­

la idea misma de que en este ámbito haga falca que cada uno piritualismo).

elija su iluminación de entre las estanterías nos encierra ya en

una espiritualidad de consumo. Por decirlo todo, el verdadero Sin embargo, si el lector volviera a cerrar estas páginas sin una

problema es el siguiente: Satán es muy espiritual. Su naturaleza confianza más profunda aún, es decir, de una profundidad de

es, incluso, la de un espíritu puro. No hay ni un gramo de ma­ confianza que llegue hasta el punto en que, sin doblegarse, haya

teria en él. Ninguna inclinación personal hacia el materialismo. dejado que ahonde la inquietud, entonces habríamos perdido

Así que, créanlo, la espiritualidad es su truco. De tal forma es su la partida: ¿No se venden dos pajarillos por un as?, pregunta la

truco que, evidentemente, el Espíritu de la Verdad nos empuja continuación del pasaje citado anteriormente. Pues bien, ni uno

más hacia lo carnal que hacia esa espiritualidad. de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En

cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos

contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajari­

7. Este libro, estará claro ya, es mucho menos un tratado de llos. (Me 1 0 , 29-30). ¿Quién es como este Dios que, contra las

demonología que un ensayo sobre el combate de la fe. Podría alas de los ángeles malvados, se cuida del hombre hasta en sus

comenzar con esta observación de San Juan Crisóstomo: "Cier­ cabellos?

tamente no nos agrada hablaros del diablo, pero la doctrina que


4
él me brinda la ocasión de proponeros es de la mayor utilidad". En una primera parte, estudiaremos la fe de los demonios en

¿En qué consiste esa utilidad superlativa? El pecado del ángel, sí misma, tal como se muestra en la Escritura y como la gran

pecado del espíritu contra el Espíritu, es perfectamente irremi­ teología se esfuerza en pensarla; esta reflexión nos llevará, como

sible. Meditar sobre su naturaleza (o sobre su contranaturaleza) contraste, a reconocer que el principio radical de la culpa no

es meditar sobre lo que nos amenaza radicalmente. Y prepararse se encuentra en la ignorancia atea ni en la debilidad carnal. En

para el pugilato más interior. una segunda parte, intentaremos ver la manera en que esa fe

fluye por el mundo en infidelidades contrarias desde su fuente

Si el lector cierra estas páginas sin ver acrecentada su inquie­ desecante -sobre el tablero del error los demonios se divierten

tud, no habrán servido a su finalidad: Y no temáis a los que ma­ jugando a dos bandas: nos preguntaremos entonces si su mayor

tan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a interés es la propagación del ateísmo así como la incitación a

aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna los pecados de la carne, o si esa táctica, tan elaborada desde los

(Mt 1 0 , 2 8 ) . Se trata claramente de ese temor a lo que nos in­ siglos, no es más que una pieza en el interior de una maquina­

vita la Verdad. Y, lo digo desde el principio, ese temor no sólo ria mucho más sabia y astuta. Finalmente, en una última parte

es para el alma, sin tener en cuenta el cuerpo, sino para el alma (pongamos que penúltima, porque la última no nos pertenece),

y el cuerpo a su manera desgarrante indisolublemente unidos consideraremos la fe de los fieles, tanto en su encarnación viva

como en su noche oscura: después de haber entrevisto el mal en

los espíritus puros, nos acercaremos al bien en seres de carne y

hueso; después de haber oído a Satán discurrir como un teólo­


4
Dediabolo tentatore, homiL 11, 1 , PG 49, pp. 257-258. go, escucharemos a algunos santos hablar casi como ateos. En

22 23
l.a fe de Los demonios Introduccián

tm.lor. los casos, nos encontraremos como de pasada con cierta ¿Quién habla así de pasar la prueba demoníaca y de recibir

s u p e r a c i ó n del ateísmo. Lo mismo que, en el Fedro, distingue la bendición de la Providencia? Adolf Hitler, evidentemente.

Plutón entre dos locuras contrarias, una animal y otra divina, Estas líneas están sacadas de su discurso a los industriales del

c11tu superación puede explicarse por lo mejor y por lo peor, 26 de julio de 1944, inmediatamente después de una derrota
5
cr. decir, canto por el lado de la gracia como por el lado de lo militar. A posteriori uno se da cuenta del voluntarismo, de la

demoníaco. soberbia y de la obstinación que afloran en esas palabras. Pero

sólo a posteriori . . .

8. Última monición antes de la lectura: hay una cierta ambi­

valencia en decir que uno lucha contra el diablo. ¿Esa certeza

de batallar como es debido no sería, a su vez, caer en un orgullo

diabólico? Después de todo, ¿no está persuadido el demonio

de estar librando un buen combate? ¿No está seguro incluso de

servir al designio de Dios a pesar de todo? Por otro lado, ¿acaso

la mayor tentación no es demonizar al prójimo, ver en el otro

más que en uno mismo el principio de todo mal? ¿No significa

"Satán" Acusador, es decir, aquel que hace recaer toda culpa

sobre los demás?

Para comprender este problema, es importante, en el umbral

de estas páginas, citar a una persona que estuvo segura y cierta

de combatir al Maligno. Su elevado lenguaje espiritual parece

además adoptar la entonación de un Padre del Desierto que se

dirigiera a los hombres de su tiempo: "A menudo tengo la im­

presión de que hay que pasar por todas las pruebas enviadas por

Satán, los demonios y el infierno antes de obtener finalmente la

victoria definitiva . . . Sin duda, no soy lo que se llama un beato,

con seguridad no lo soy. Pero, en el fondo de mí mismo, soy

un hombre religioso, es decir, creo que cualquiera que combata

valientemente en esta tierra, conforme a las leyes naturales que

fueron creadas por un dios, aquel que nunca capitule, sino que

se reponga sin cesar y siga siempre adelante, ése, creo que no

será abandonado por el autor de esas leyes, sino que finalmente

obtendrá la bendición de la Providencia. Y así es como ha ocu­

5
rrido con todos los grandes espíritus de esta tierra". Albert Speer, Au coeur du troisiéme Reich, Fayard, Paris, 1 9 7 1 , p. 764.

24 25
P R I M E R A P A R T E

LOS DEMONIOS TAMBIÉN CREEN

(o de cómo se puede tener una fe infalible

y caer en el peor de los pecados)


¿Se puede hablar de una fe demoníaca? ¿No es eso jugar con el

oxímoron y la provocación? A pesar de las apariencias, no es la

excentricidad, sino la simplicidad evangélica la que nos lleva a

ello. Esta noción paradójica parece esencial a la predicación de

Cristo. Sus más severas palabras no son para los paganos, sino

para las ovejas de Israel. No ataca en primer lugar al infiel, sino

al doctor de la Ley. Jamás denuncia el ateísmo, sino, principal­

mente, cierta fe farisaica, más pura, más exacta que la de los

publicanos o de los saduceos.

El escriba dice a Jesús: Muy bien, Maestro; tienes razón al decir

que Él es único y que no hay otro faera de Él y amarlo con todo

el corazón, con toda la inteligencia y con todas las faerzas, y amar

al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos

y sacrificios. Pero Jesús le responde solamente: No estás lejos del

Reino (Me 12, 33-34), es decir, "Todavía no estás en él". Y

más adelante prosigue advirtiendo: Guardaos de los escribas (Me

12, 38). ¿Cómo comprender que el que enuncia claramente

los dos preceptos de la Ley nueva pueda ser al mismo tiempo

peligroso? ¿Y cómo comprenderlo sin temblar, puesto que se

trata de comprender que precisamente la comprensión apenas

basta? Atender a esa advertencia como lo haría un escriba sería,

en efecto, caer en la trampa contra la que la advertencia que­

rría preservarnos. Ahora bien, aquí, puesto que esto sólo es un

libro, también hay un escriba hablando. De ahí su temblor:

29
Los demonios también creen

¡que no sea como el que, con los ojos fijos en el mapa, cae en
Primera Lección
el hoyo!

Las tentaciones en el desierto


Pero lo más inquietante es otra cosa: aun cuando el autor de

estas líneas sólo quisiera deshacerse en acciones de gracias, toda­

vía podría preguntarse si no es demoníaco. Acordémonos de la

oración del fariseo: De pie, oraba en su interior de esta manera:

'¡Oh Dios! Te ofrezco la eucaristía [traducción literal] porque no

soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampo­

co como ese publicano. Ayuno dos veces en semana, doy el diezmo

de todas mis ganancias". En cambio el publicano, manteniéndose Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el

a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se diablo. Y, después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al

golpeaba el pecho, diciendo: '¡Oh Dios! ¡ Ten compasión de mí, fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: "Si eres Hijo de Dios,

que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél di que estas piedras se conviertan en panes". Mas él respondió: "Está escrito:

no (Le 18, 1 1 - 1 4 ) . ¡Ay! ¡La imagen a mí también me afecta de No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'.

lleno! Porque ¿qué quiere decir no ser justificado, sino ser como Entonces el diablo lo lleva consigo a la Ciudad Sanca, lo pone sobre el alero

el diablo? ¡Sería entonces como el diablo el mismo que ofrece la del Templo, y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:

eucaristía! Pero eso no es lo más gracioso: el santo no es el que A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece

ocupa la primera fila, de pie, junto al altar, es el pobre que se tu pie en piedra alguna". Jesús le dijo: "También está escrito: No tentarás al

mantiene a distancia e incluso, dice misteriosamente el texto, Señor tu Dios". Todavía lo lleva consigo el diablo a un monte muy aleo, le

no quiere levantar los ojos al cielo . . . muestra codos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: "Todo esto te daré

si postrándote me adoras". Dícele entonces Jesús: "Apártate, Satán, porque

está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto". Entonces el

diablo lo deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.

Mt 4, 1 - 1 1

Lo tenebroso en la vidriera

La iglesia de San Pedro, en Montfort-l'Amaury, se ilumina

con una vidriera cuya misma claridad evoca la mayor oscuridad.

De primeras, ciertamente, toda vidriera lleva en sí la imagen

de la vida interior. Vista desde el exterior es opaca y apagada;

contemplada desde el interior recoge el sol y se adorna de cien

matices. Así es toda vida profunda: la superficie no refleja nada

30 31
La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

y aparece sin brillo, pero eso es porque es transparente a la luz del texto plantea sin embargo un matiz: los hijos se presentan,

y la deja penetrar hasta su fondo. A la inversa, los exteriores de­ Satán no se presenta; va en medio. La primera carta de San Juan

masiado brillantes permiten augurar una falta de luz íntima: los señala esa ambigüedad con una fórmula en quiasmo y, al pa­

rayos son reflejados en lugar de ser absorbidos, lo cual implica recer, contradictoria. Observa a propósito de los "anticristos":

la opacidad del interior. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros ( 1 Jn 2, 1 9 ) .

Están, pues, entre nosotros sin serlo. Y esta situación tiene algo

Tratándose de la vidriera de Montfort, no obstante, su mis­ de extrema, ya que, nos dice el texto ( 1 Jn 2, 1 8 ) , es la de "la

mo lado luminoso representa una realidad de doble cara. Si última hora" (eschate hora).

bien la oscuridad material del exterior remite a la luz material

del interior, la luz material del interior remite a una oscuridad Volvamos, sin embargo, a la vidriera de Montfort-l'Amaury.

espiritual. El vidriero anónimo pinta en ella una Tentación de Es interesante que se encuentre en Montfort-l'Amaury. Ese to­

Cristo en el Desierto y el Tentador aparece en primer plano ponímico llama la atención de cualquier oído familiarizado con

bajo la apariencia de un santo eremita. Va tocado con un bo­ la historia, porque no puede escucharse sin evocar los nombres

nete doctoral. Luce una barba blanca bajo un rostro de rasgos de Simon de Montfort y de Arnaud Amaury y sin pensar in­

acusados. Lleva un hábito con capucha de un azul celeste pare­ mediatamente en la cruzada contra los cátaros. Ahora bien, el

cido al manto de la Virgen. Giovanni Papini habla del "diablo cátaro se señalaba por su doctrina sobre Satán. La Suma contra
1
con vestiduras sagradas". Su mano derecha le ofrece una piedra los herejes, atribuida a Prévostin de Cremona, la refiere así: "El

al sublime hambriento para ser transformada por él en pan; su Dios todopoderoso sólo creó los seres invisibles e incorpóreos.

mano izquierda, como en un gesto de pudor, se repliega en su En cuanto al diablo, que es llamado dios de las tinieblas, creó

bajo vientre. Nada de cuernos ni de rabo. Ninguna expresión los seres visibles y corpóreos. Hay por tanto dos principios de

de odio en su cara. Sólo un detalle traiciona su carácter anfibio: las cosas: el principio del bien, a saber, Dios todopoderoso; el

sus pies con espolones, palmeados y rojos. principio del mal, a saber, el diablo. También existen dos na­

turalezas, una buena, la de los incorpóreos, creados por Dios

Ese retrato del demonio como monje no tiene nada de sor­ todopoderoso; otra mala, la de los seres corpóreos, creada por

prendente para el siglo XV. Se encuentra de nuevo en la retórica el diablo".' La línea divisoria entre bien y mal es nítida: de un

protestante. En el caso que tratamos, sin embargo, lo expone lado, la carne, del otro, el espíritu. Y forzosamente, zanjando las

la Iglesia católica, no para hacer burla de la vida monástica, cosas de esta forma, el diablo ya no puede ser tan espiritual. El

sino para subrayar la astucia demoníaca. El diablo no es de la título de demiurgo que se le otorga es también una degradación

Iglesia, sin duda; nada le impide, a pesar de todo, deslizarse de su naturaleza. La materia tiene que corroerlo y entorpecerlo,

dentro. El libro de Job lo presenta como alguien familiar en la puesto que es malo.

corte divina: El día en que los hijos de Dios venían a presentarse

ante el Eterno, vino también entre ellos el Satán (Jb l , 6). La letra

2
Prévostin de Crémone, Summa contra baereticos, chap. !, editada por l N. Garvin y J, A
1
Giovanni Papini, Le diable, Flammarion, Paris, 1954, P: 1 4 1 . Corbert, Universiry ofNotre Dame, Notre Dame, IN, 1958, P: 4,

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La fe de Los demonios Las tentaciones en el desierto

Contra esta herejía coriácea, al cabo de nervios y predicación, biblista y que usa de la progresión con fines pedagógicos. U na

y como se acabara de asesinar a su legado Pierre de Castelnau, vez que Cristo ha citado el Deuteronomio para rechazar la pri­

ordena el Papa lnocencio 111 una expedición armada. Para ha­ mera tentación, Satán cita un salmo para proponer la siguiente:

cerles comprender que el cuerpo no es malo bien merece la pena Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "A sus dngeles

que algunos soldados los metan en cintura. El abad de Citeaux se te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece

pone al frente. Es Arnaud Amaury. Enseguida enrola al barón de tu pie en piedra alguna." (Mt 4, 6). Esos versículos del Salmo

Montfort, célebre por las palabras que habría pronunciado du­ 9 1 están entre los que cantan los monjes todas las noches en el

rante el saqueo de Béziers. Palabras discutidas, porque el monje oficio de completas. Nada más pertinente, entonces, que pintar

Cesáreo de Heisterbach, el único que las refiere, las pone más al diablo en hábito monástico.

bien en boca del mismo Amaury. Los soldados le habrían pre­

guntado al gran abad cómo distinguir, durante el ataque, a un Su astucia consiste en usar nuestras propias defensas y volver­

hereje de un católico. Y el abad habría respondido: "Matadlos las contra nosotros. Con toda arma que no sea el Todopodero­

a todos, Dios reconocerá a los suyos". Anécdota cuya veracidad so mismo puede atacarnos. Así, utiliza la palabra de Dios para

hoy día se cuestiona. Pero importa poco: el hecho de la violencia tentar a Aquel que es la Palabra de Dios en persona. Emplea la

está ahí. El valor de esta orden está en que da la réplica justa al letra de las Escrituras para corromper su espíritu. Y lo hace con

dualismo cátaro, La línea divisoria entre el bien y el mal está aquí una pertinencia, con un a propósito, que extraviaría sin duda a

difuminada. Sólo Dios, en efecto, puede reconocer a los suyos. esos protestantes que se saben de memoria muchos pasajes de

la Biblia y se los asestan a los católicos menos sabios para des­

Pero ¿dónde está el diablo en esta historia? ¿Entre los cáta­ animarlos. Sola scriptura, esa consigna le gusta enormemente al

ros que propagan el error o entre los católicos que perpetran la diablo, si es que quiere decir Escritura sola y separada de Dios.

masacre? Está en los dos campamentos, el muy espiritual. Sabe

muy bien que él no ha creado el mundo visible, que la carne es Satán es un biblista. Podría darles cien vueltas a algunos pro­

buena por naturaleza, que la Iglesia no miente; pero se alía con fesores de seminario y desentrañar mejor que ellos los detalles

la herejía, porque eso lo divierte, e inflama a los ortodoxos, pues de un problema de traducción o de una querella sobre términos.

ello los provoca a cometer la más terrible falta. En un lado, bajo Es un maestro incomparable en exégesis histórico-crítica, amigo

la máscara del error; en el otro, con el vestido de la fidelidad. Y de Reimarus y de Wolf, hermano de Renan y de Loisy, verdade­

precisamente así, no como un hirsuto macho cabrío, sino como ro padre para J ulius Welhausen. De buena gana trocea la Torah

padre abad de Citeaux, es como resulta más horrendo. (yahvista, elohista, deuteronomista y demás), siempre que eso

permita protegerse contra una Inspiración molesta; siempre que

eso nos lleve al texto en sí más que abrirnos al Otro; siempre

Satán biblista . . . que la letra, mejor disecada, siga siendo letra muerta. No es que

la exégesis histórico-crítica sea en sí misma demoníaca, pero sí

Para quien lee los Evangelios es manifiesto el saber de los que sigue con facilidad la pendiente que se perfila en la Ten­

demonios. La Tentación en el desierto, precisamente, nos pre­ tación desértica: aferrarse al verbo escrito para perder mejor al

senta un Adversario que cita las Escrituras como un auténtico Verbo viviente.

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La fe de los demonios las tentaciones en el desierto

Se podría objetar que el diablo se parece más en eso a un lector el esfuerzo de su propia respuesta. Porque, según Mateo y

literalista que a un modernista. Admitámoslo. Pero, tanto en Lucas (y según Lucas más, puesto que Lucas invierte el orden de

uno como en otro caso, se trata de negar la mediación del Li­ las tentaciones, de suerte que la cita diabólica del salmo se con­

bro inspirado. Esa mediación, en efecto, se puede negar de dos vierte en la última tentación), el uso de la Biblia, tanto en sus

maneras: ya sea por disección sin fin ya sea por fijación sin aper­ manuscritos hebraicos como en los griegos, es demoníaco si no

tura. De un lado, se la desbarata; del otro, se la petrifica. Ahora se hace en la Misericordia divina (siendo además esa misericor­

bien, el diablo siempre es doble: como enemigo de la vida que dia del orden de la tachadura que borra la deuda en el libro de

es, tanto halaga al ectoplasma como al fósil. La segunda tenta­ contabilidad). Pero hay que reconocer que los autores sagrados

ción se puede presentar, pues, de esas dos formas. Nos pone a permiten siempre ese juego del que habla Platón y que exige, en

la vista esos dos enemigos --el hipercriticismo y el fundamen­ el corazón de la letra, ir hacia el espíritu.

talismo- como dos gemelos miméticos que se enfrentan y se

ponen a la vez de acuerdo para negar a la Biblia su función En la filología logófoba de que hace aquí gala el diablo y que

de intermediaria. Religiosidad del individuo que no acoge la se desenmascara también en los escribas y otros doctores de la

sorpresa de una Revelación; religión del Libro que rechaza la Ley reconce Jean-Claude Milner un "momento decisivo del sa­
4
prueba de la Palabra viva. ber moderno". La modernidad se caracteriza ante todo por una

relación crítica con los textos fundantes (ya se trate de Homero

Es como si, en esos pocos versículos, se hubiera retomado o de Moisés). Opera de esta forma el paso desde un saber rela­
3
y sobreelevado la crítica platónica de la escritura. Lo escrito cional a un saber absoluto. El saber relacional está "embragado"

habla y, sin embargo, en lo escrito nadie habla. Planteémosle en la existencia: se lee el texto por su relación con lo real y para

una pregunta, que siempre repetirá lo mismo. Pidámosle que se que el lector sea transformado por él. El saber absoluto, por el

adapte a nosotros, que se aferrará a su vocabulario. Por dirigirse contrario, sólo aspira a un "plus-de-saber". La razón se engrasa

invariablemente a todos, el texto parece no dirigirse a nadie en con él, pero el corazón no. Lo escrito ya sólo es para lo escrito.

particular. Por no haber nadie ahí para defender su sentido, La ciencia no se hace sabiduría: no se vuelve hacia la bondad.

cada cual puede sacar de él lo que quiera, ser interpretado en Henri de Buit, en un sentido bastante parecido al de Milner,

falso, serle quitada su fuerza. Se hace posible ese puro saber deja entender que el deslizamiento totalitario de la modernidad

libresco, disociado de la vida, que hace extraña a esa gente, ha­ no habría que buscarlo en primer lugar del lado de las ciencias

bladora a raudales y a la vez impermeable al diálogo, que en de la naturaleza, sino del lado del predominio de lo escrito sobre

una misma pieza es muy sabia en superficie y muy ignara en la palabra. De todas las técnicas, la escritura es la primera (no en

profundidad. Grandes amantes de la palabrería, huyen de la Pa­ el orden cronológico, sin duda, sino en el orden lógico); la per­

labra encarnada. Porque, según Platón, los buenos libros nunca versión de la técnica en tecnocracia hay que buscarla, pues, en

se deben tomar en serio, sino que deben manejarse con la ironía primer lugar en una perversión de la escritura: "Lo que se debe

del juego que permite la lectura entre líneas y que reclama del poner en cuestión no es la lógica de las ideas, es decir, la ideolo-

3
Véase Platón, Fedro, 274c-277a. 'Jean-Claude Milner, le juifde sauoir, Grassec, Paris, 2006, p. 77.

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La fa de los demonios Las tentaciones en el desierto

gía, sino el soporte de la transmisión de las ideas: pensamos que que hay una lectura antropocéntrica de la Biblia que la reduce a

la escritura, como instrumento esencial de la transmisión, es la los mezquinos principios de una moral terrestre, el diablo hace

que ha engendrado y servido de palanca a las ideologías mortífe­ gala de una moral angelocéntrica, sacada también de su propia

ras". 5 La segunda (o tercera) tentación en el desierto nos invita a interpretación.

pensar en esa misma dirección tanto la génesis del totalitarismo

como la del individualismo.

•.• y pedagogo

La evidencia muestra que aquí no hay "versículos satánicos",

sino un uso satánico de los versículos, sean los que fueren. Ha­ Nuestro biblista alado manifiesta también un gran sentido

bría podido decir muy bien: "Está escrito: 'Ama a tu prójimo pedagógico para inducir al pecado. En la primera tentación, la

como a ti mismo', por tanto acuéstate con esta chica que te del pan, no profiere ningún versículo, sino que retoma la otra

desea". O también: "Insulta a tu padre y a tu madre, pues está Ley de Dios, la no escrita, la de la creación. No cita la Escritura,

escrito: 'A Dios solo darás culto'", Ningún versículo aislado incita la naturaleza. De igual forma que busca oponer la palabra

está protegido frente a las desviaciones. Pero tampoco hay que a la Palabra, quiere enfrentar a la naturaleza contra su Crea­

renegar de ningún versículo por haber servido a las tinieblas. dor. ¿Qué mal hay en contentar el hambre tras cuarenta días

Los monjes, lo hemos dicho antes, no cesan de canear por la de ayuno? Vamos, sólo se trata de operar un milagrito discreto,

noche las palabras deformadas por el diablo para devolverles sin alharacas, en el secreto de las arenas, en fin, transformar en

así su verdadero sentido. Por lo demás, a lo largo de toda la panes algunas piedras (mientras que Mateo habla de "panes" en

Tentación, para cerrarle el pico al diablo, el judío Jesús cita en plural, Lucas, que insiste en el envite espiritual de esta hambre

cada ocasión la Torah (las únicas palabras suyas que no están material, escribe "pan" en singular, de suerte que uno se ima­

sacadas del Deutoronomio son su mandato irresistible: ¡Apár­ gina no se qué paródica eucaristía donde no se convierte el pan

tate, S a t á n ñ . Pero sus citas conservan la apertura original y re­ en el Cuerpo de Cristo, sino la piedra en el pan del demonio).

miten a lo que trasciende infinitamente lo escrito: los versículos ¿No es la ocasión de inventar esa restauración rápida que nos

elegidos se vuelven hacia ese Otro al que él llama El Señor o agiliza el trabajo apostólico? ¡Ábrase, pues, el primer fast-food

también Tu Dios. Cada pasaje se abre como un paso en medio del desierto y el misionero podrá recuperar sus energías sin per­

del mar de las páginas. Lo citado se transforma en vivido. Al der tiempo ni en la cocina ni en el oratorio! ¿Qué hay de malo

revés y de forma significativa, la única cita de Satán no con­ en reponer fuerzas para ir después a comenzar la predicación? El

tiene el Nombre de Dios (solamente el pronombre É�, sino mismo realismo de la Encarnación parece invitar a ello.

el de los ángeles. Esa referencia traiciona su manera de leer.

Él mismo es un ángel. Y los ángeles guardianes, sus enemigos Santo Tomás comenta: "La tentación que viene del enemigo

connaturales, forman parte de sus obsesiones. Así, lo mismo se realiza a modo de sugerencia. Ahora bien, una sugerencia no

se propone a todos de la misma forma: a cada uno se le presenta

partiendo de aquello a lo que está apegado. Por eso, el demonio


5
Henri de Buit, "L'étre et l'argent", en Les provinciales, nº 8 1 , lunes 2 de junio de 2008, p.
no tienta de primeras al hombre espiritual con pecados graves,
7. Véase también, del mismo autor, Ce qui est écrit est écrit, Les Provinciales, Sainr-Victor-de­

Morestel, 2008. sino que comienza por cosas ligeras para llevarlo más tarde a

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La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

6
cosas graves". El Seductor sigue un orden, comienza por algo prójimo, siendo ambos necesarios, si no para conducir, al me­

sin importancia, que ni siquiera parece una falta, para enseguida nos para seducir a las almas como de la mano. Para llevarlas mds

arrastrar a la codicia -poseer todos los reinos de la tierra- y arriba (Le 4, 5 ) , sobre el alero del Templo (Mt 4, 5 ) , a un monte

a la vanagloria -ser Hijo de Dios paseándose tranquilamente muy alto (Mt 4, 8 ) , es decir, siempre mejor al borde del precipi­

en un coche tirado por ángeles ( el orden de estas dos cosas no cio. Notemos que los tres lugares, en los que el demonio opera

es el mismo en Lucas y en Mateo, pero esta permutación po­ paternalmente, no son sitios especialmente peligrosos o aguje­

sible es una demostración de la flexibilidad diabólica). La usa ros sórdidos. Son el desierto, la montaña y el Templo -los tres

con nosotros como un buen educador: adapta su pedagogía lugares tradicionales de la Revelación.

en función de sus alumnos, primero se esfuerza en conocerlos

y proponerles el crimen del que son capaces en breve. Rasca Se pueden sacar de ello dos enseñanzas. Por una parte, Satán

exactamente donde nos pica. Golpea, no tanto donde está el desea imitar a Dios hasta producir en los mismos lugares sus pro­

defecto de la coraza, sino donde brilla más, en el punto del que pias epifanías: Belén es el lugar de la Natividad, el diablo hace de

más orgullosos estamos y por eso menos prevenidos: tienta, dice él el lugar de la masacre de los inocentes; Jerusalén es la Ciudad

Tomás, "partiendo de aquello a lo que cada uno está apegado". Santa, él la transforma en el sitio donde se da muerte al Santo. Por

Puede ser cualquier cosa, hasta la más noble: ese rezo del ro­ otra parte, allí donde el fiel ha recibido más es donde más puede

sario, por ejemplo, que nos lleva a detestar al importuno que perder. El Éxodo puede llevar a una esclavitud peor que la de

reclama nuestra ayuda y nos impide así meditar el misterio de Egipto: la esclavitud más sutil del orgullo. El testamento de San

la Visitación. Luis advierte al príncipe Felipe, desde su segunda cláusula, con­

tra dicha amenaza interior: "Si Dios te da prosperidad, agradé­

El signo de esta pedagogía que sabe arrancar desde lo que celo humildemente, para que no seas peor, bien por orgullo bien

piensa el alumno se manifiesta en Mateo con cada reanudación por otras maneras, sirviéndote de ella para tu aprovechamiento;
7
diabólica. Jesús dice: "Está escrito", el diablo responde: "Está porque no se debe combatir a Dios con sus dones" . Combatir a

escrito". Jesús dice: "También está escrito", la nueva acción del Dios con sus dones, eso es lo que el pedagogo Satán, como quien

diablo se introduce con un "Todavía" (palin). La última répli­ no quiere la cosa, nos incita a hacer, desplazándonos impercep­

ca de Jesús comienza con un "Entonces", el último gesto del tiblemente en un mismo asunto, desde la acción de gracias hasta

diablo comienza con un "Entonces" (tote): Entonces el diablo lo la altivez del accionista. Da testimonio con su propio ejemplo: él,

deja, retirada que también descubre cierto pirateo. Pienso en el el jefe de los ángeles, la primera de las criaturas, tomó ocasión de

final de la Anunciación: Entonces el dngel la dejó (Le l , 3 8 ) . su propia excelencia para hacer un solo, como se dice en música,

y Lucifer, el portaluz, se convirtió en el príncipe de las Tinieblas.

Hallamos, por tanto, en el demonio no sólo un conocimien­ Cuanto mayor es el don de Dios, siempre que no se trate de Dios

to, si no íntimo al menos integral, de la Sagrada Escritura, sino mismo, mayor es también el riesgo de enorgullecerse. En un o r á -

también un conocimiento, si no amante al menos lúcido, del

7
Jean deJoinville, ViedeSaint Louis, § 7 4 1 , editado por J. Monfrin, Classiques Gamicr, París,
6
Summa Tbeologiae, III, q. 4 1 , a. 4. 1998, p. 367.

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La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

culo de Ezequiel a propósito del castigo de Jerusalén, el Señor Tal es la tesis de Doscoyevski: las tres tentaciones resumen

ordena: Comenzad por mi santuario (Ez 9, 5-6). La condenación todo el drama de la humanidad futura. Se basa en las palabras

es posible en el centro mismo de la bendición. que, en Lucas y sólo en Lucas, cierran el episodio: Acabada toda

tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno (Le

4, 1 3 ) . Todas las tentaciones se encuentran "consumadas". El

Genialidad de las tres tentaciones verbo griego empleado, syntélein, no deja de recordar ese otro

verbo, tetélein, que señala la última palabra de Cristo en la Cruz,

Hasta el momento sólo hemos hablado del modo de la tenta­ según San Juan. Puede traducirse por "acabar", "completar",

ción. Conviene ahora abordar su contenido, acordándonos siem­ "consumar": en el libro de Ben Sirá se utiliza para calificar el

pre de que, por muy lejos que podamos llegar, no agotaremos el trabajo del obrero cuidadoso: Pone todo su empeño en acabar sus

misterio y seguiremos en el umbral. ¿Cómo iba a agotar nuestra obras (Si 38, 28). Satán no es un abandonado. Le gusta que su

pobre inteligencia la tentación del espíritu-no-santo? La supera ídolo esté acabalado. Es un promotor del trabajo bien hecho, de

tanto por su capacidad de engaño como por su perspicacia. Sabe la tarea absorbente, de la obra que embarga hasta el punto de

leer escas líneas a medida que las voy escribiendo y para embotar hacer olvidar codo lo demás, especialmente a Dios y al prójimo.

su filo inventa nuevas estrategias. Doscoyevski lo reconocía en En estas eres tentaciones ha proporcionado sustancialmente la

boca de su Gran Inquisidor dirigiéndose a Cristo: "¿Se podía de­ obra maestra que la sucesión de los tiempos se contentará con

cir algo más profundo que lo que se te dijo en las eres preguntas acuñar bajo diversas formas.

o, empleando el lenguaje de las Escrituras, en las tres tentaciones

que tú rechazaste? Si hubo alguna vez un milagro auténtico, ful­ Segundo indicio de que estamos frente a un precipitado de

gurante, ocurrió el día de esas tres tentaciones. El solo hecho de toda la historia humana: el número de días y de noches en que

que esas tres preguntas se pudieran plantear es en sí mismo un Cristo ayuna, cuarenta, cifra de la completitud. "Los Padres

milagro. Supongamos que hubieran sido borradas del Libro, que consideraron la cifra 40 como la cifra cósmica, la cifra del mun­

hiciera falta reconstituirlas, imaginarlas de nuevo para volver a do en su conjunto: los cuatro puntos cardinales delimitan el

colocarlas en él, y que con ese fin fueran reunidos codos los gran­ todo y diez es el número de los mandamientos. La cifra cósmica

des de la tierra, hombres de estado, príncipes de la Iglesia, sabios, multiplicada por el número de los mandamientos [el todo físico

filósofos, poetas, diciéndoles: 'Buscad, encontrad eres preguntas por el todo moral] se convierte en la expresión simbólica de la

que no sólo correspondan a la grandeza del acontecimiento, sino historia del mundo. De alguna forma, Jesús recorre de nuevo

que expresen también en tres frases coda la historia de la huma­ el Éxodo de Israel, después las correrías y desórdenes de toda la
9
nidad futura', ¿crees que ese congreso de todas las inteligencias historia" .

terrestres podría imaginar algo tan fuerce, tan elevado, como las
8
tres preguntas que te planteó entonces el poderoso Espíricu?" Tercer indicio, finalmente, de que estas eres tentaciones resu­

men en ellas codos los vagabundeos posibles: coinciden con tres

8
Fiodor Doscoiesvski, Les freres Karamazoo, Gallimard, col. "Folio", París, 1952, pp. 3 5 1 -
9
352. Joseph Rarzínger/Benotr XVI, jésus de Nazaretb, Flarnmarion, París, 2007, pp. 49-50.

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La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

peticiones del Padrenuestro. Donde el demonio le propone a ción comienza con un condicional: Si eres Hijo de Dios . . . En

Jesús transformar las piedras en panes, la oración pide a nuestro un primer análisis ese condicional vale como cuestión para el

Padre de los Cielos nuestro pan de cada día. Donde lo lleva a mismo demonio: la tentación es un test. Después de haber oído

la cima del Templo para que Jesús fuerce caprichosamente la durante el bautismo: Éste es mi Hijo querido, mi predilecto (Mt

voluntad divina, la oración responde: Hágase tu voluntad, la de 3, 1 7 ) se trata de verificar en qué sentido Jesús es Hijo de Dios.

Dios, no la mía. Donde le ofrece todos los reinos de la tierra si Porque, aunque el demonio posee un saber natural infalible,

Jesús se prosterna ante él, la oración dice simplemente: Venga tu su conocimiento de lo sobrenatural es endeble: sólo lo conoce

reino, el de la Verdad y el Amor, y no el mío. ¿Qué decir de las por ciertos signos sensibles y milagrosos. Así, apenas ha visto

otras cuatro peticiones? La primera se refiere a la santificación descender a la paloma y después ha oído la voz del cielo ya no lo

del Nombre, la kiddush hashem, que describe en una sola expre­ duda ni un solo instante: Jesús es el Mesías. Nada que objetar.

sión la esencia de la piedad judía: esa petición tiene, pues, un Ninguno de los contemporáneos estará jamás tan seguro. Pero

lugar aparte, es la fuente y el coronamiento de todas las demás. que sea Dios mismo y, por tanto, el Hijo eterno del Padre, ése

La quinta supone que el hombre ya ha caído: Perdona nuestras es un saber que la mayoría de los teólogos niegan a los demonios

ofensas y a ella le corresponde sin duda una doble tentación: el antes del acontecimiento de la Resurrección. Se basan en la pa­

rechazo de la misericordia o bien el deseo de un perdón privati­ labra de San Pablo a los corintios: Hablamos de una sabiduría de

vo, para uno solo y no para los demás, pero, por ser la peor esta Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los

tentación no tiene nada de inaugural. En cuanto a la sexta y a la siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los príncipes de este

séptima peticiones, nos colocan exactamente en la situación de mundo, pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor

Cristo en el desierto: No nos dejes caer en la tentación, y líbranos de la Gloria ( 1 Co 2, 7-8). ¿Para qué tentar a Dios en persona?

del Mal Se puede pensar entonces que esas tres peticiones en el ¿Para qué trabajar llevándolo a la cruz? Si el demonio lo hubiera

corazón del Padrenuestro están ahí colocadas como réplica a las sabido, no habría mordido el anzuelo: no se habría tragado ese

tres tentaciones. Si bien unas son como imágenes especulares garfio con su hombre-gusano, como diría David, hasta el punto

de las otras, porque las tentaciones van de la más ligera a la más de hacerse instrumento de la Redención y de ser vencido por

grave, mientras que las peticiones, a la inversa, quieren preser­ causa de sí mismo.

varnos de lo peor y comienzan, por tanto, por la más importan­

te. Que la operación "Tentación en el Desierto" sea el negativo ¿Y por qué no, después de todo? No nos movemos en el plano

de la oración por excelencia y que ese negativo adelante crono­ de las demostraciones, sino en el de los motivos de convenien­

lógicamente al positivo correspondiente nos deja entrever qué cia. Ahora bien, un buen diablo podría muy bien objetar que,

grado de elevación alcanza la ciencia satánica. puesto que el Verbo se ha hecho carne y por ende capaz de

sufrir, ¡aprovechemos, muchachos! ¡Con tal de que reciba lo

más posible durante su carrera terrestre, poco importa si es una

Si eres Hijo de Dios . . . trampa: aunque sea para bien! . . . No obstante, no quisiera yo

oponerme a tradición tan antigua y razonable. Por lo demás,

Más allá del carácter exhaustivo de ese pasaje, que fue inter­ me permite ver algo preciosísimo. El demonio oye que se nos

pretado por Dostoyevski con la mayor pertinencia, la seduc- atribuye una verdadera dignidad y a partir de esa dignidad pre-

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La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

para nuestra caída. Si eres Hijo de Dios, haz esto . . . Pero hacer "El infierno, decía Simone Weil, es creerse en el Paraíso por

esto es, en verdad, dejar de ser Hijo de Dios. El condicional es error". El Partido no quiere desengañarse de ese error. La teo­

una antífrasis (ésa es la retórica del Anti cristo). La Verdad diría: logía sostiene que el demonio quiere precipitarnos a las llamas

"Si quieres dejar de ser Hijo de Dios . . . " El demonio, en Mateo, infernales. ¿Quién podría contradecirla? Pero va demasiado de

oculta su juego hasta la última tentación en la que abandona prisa. "La tentación no nos invita directamente al mal, sería

ese giro y sin más ocultaciones deja caer: Todo esto te daré si algo demasiado grosero. Pretende mostrarnos lo mejor: aban­

postrdndote me adoras (Mt 4, 9). No vale la pena seguir fingien­ donar finalmente las ilusiones y emplear eficazmente nuestras

do. Este último condicional desvela el verdadero sentido de los fuerzas para mejorar el mundo. Se presenta también con la pre­
10
condicionales precedentes. El Si eres Hijo de Dios disfrazaba un tensión del verdadero realismo". Concedámosle al Gancho esa

Sí quieres adorar al diablo. beneficencia de que se adornan todas sus seducciones: lo que

propone siempre es un contra-Paraíso y, por tanto, también un

Pero lo esencial es otra cosa y Dostoyevski se da cuenta. Tras la paraíso, pero artificial, soberbio y hueco.

mentira se esconde un auténtico proyecto. El Si eres Hijo de Dios

aspira a abrir camino a otro mesianismo. Las tres tentaciones

conspiran para proponer una Salvación de sustitución. Sin duda El Seductor entre los fieles

tienen por meta obstaculizar el Camino, pero lo hacen trazando

la senda de una felicidad estrictamente terrestre: el pan, la paz, No olvidemos, sin embargo, que el Gran Inquisidor es cató­

la tierra -no conocer más el hambre, no experimentar más la lico. Es un viejo prelado español, de la misma ciudad que don

inquietud de conciencia, conquistar el mundo y sus prestigios, Juan: otro burlador de Sevilla, pues, mucho mayor, mucho más

eso es lo que debe ofertar el verdadero mesías a los ojos del fuerte que el adulador de mujeres, puesto que él se pretende

infierno. ¿No era ésa la gran v i s i ó n del nacionalsocialismo: una salvador de la humanidad. Dostoyevski creía este cuento: "El

Europa más unida donde reinaría el hombre regenerado? ¿No catolicismo romano ha vendido a Cristo a cambio del reino de
11
eran ésos los mañanas que cantan del socialismo soviético: la la cierra", escribe en su Diario de un escritor. Creía que el Papa

sociedad sin clases donde todos los proletarios se tenderían la se tenía por César. No percibía que el pontificado supremo era

mano? ¿No es ése siempre el proyecto de la tecnocracia: producir el extremo más afilado de la Encarnación, el contrapeso de car­

el superhombre pacificado del gran hipermercado mundial? ¿O ne para toda ideología, que empuja a los fieles a congregarse no

incluso la reivindicación de los yihadistas: establecer el islam sólo alrededor de una doctrina, sino también de un hombre con

planetario que gozará de codas las bendiciones materiales de un rostro y una historia, porque el amor de Dios es indisociable

Allah? Se trata, en cada ocasión, de fabricar la sociedad perfecta del amor del prójimo y la voz del Cristo docente debe oírse aún

donde el pan, la paz y la tierra ofrezcan al hombre una felicidad en la voz de ese prójimo magisterial -el Santo Padre.

de animal saciado. Pero, para ello, hay que eliminar todo lo

que es impuro, débil o deforme, y principalmente a los que

predican un gozo más universal y más profundo: el Partido de

la Paz mundana no tiene peores enemigos que los apóstoles de IO fbidem, p. 48.
11
la Bienaventuranza. Citado por Henri de Lubac, Le drame de l'bumanisme atbée, Spes, Paris, 1945, pp. 344-345.

46 47
La fe de los demonios Las tentaciones en el desierto

Lo que sin embargo hay que reconocer, a la vez con y contra Falso diálogo

Dostoyevski, es que las tres tentaciones no sólo conciernen a los

ateos. Comentarlas únicamente para evocar los totalitarismos -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en

del siglo XX es propio de una visión miope. El diablo se felicita pan . . . ¿No predica la Iglesia la "opción preferencial por los po­

por ello entre el auditorio. Porque, si observamos atentamente, bres"? ¿No tiene que penetrar en su oído y hasta en su alma el

hemos de confesarlo: esas tres tentaciones no son algo exterior a grito de los hambrientos? ¡Que se organice el clero para enviar

la Iglesia. La asedian desde el interior. Anuncian tres desviacio­ sacos de arroz y de trigo a todas las naciones! ¡Poco importa que

nes internas, tan internas que parecen confundirse con la recta la hostia sea consagrada con tal de que sea sustanciosa! ¡Que se

doctrina. - Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto convierta en un verdadero bocadillo que llene el estómago! ¿No

para ser tentado por el diablo (Mt 4, 1 ) . El que conduce a Je­ era la Cena una comida donde se servía cordero de verdad de

sús al desierto es el Espíritu Santo (Marcos llega a decir que lo carne y hueso? ¡Adiós pues a la transustanciación! ¡Que el obis­

arroja, ekballei, como Jesús arrojará al demonio). La prueba del po cambie la mitra por el gorro de cocinero! ¡Que en lugar del

desierto está especialmente, por tanto, allí donde se encuentra crucifijo se erija un espetón para asar corderos! ¡Un frigorífico

el Espíritu. lleno en lugar del tabernáculo y sobre el altar cubiertos para

trece o más: bienaventurados los pobres porque estáis invitados

¿Los nombres de esas tres tentaciones interiores? Humanita­ a la comida del Jefe! ¡Primero la panzada, luego la pensada! ¿No

rismo, quietismo y evangelismo (o activismo misionero). Per­ es un escándalo ofrecerle piedras al hambriento, aunque fueren

vierten tres aspectos esenciales de la vida cristiana: el amor a los las Tablas de la Ley o vuestro Pedro sobre el que se edifica la

pobres, el abandono a la Providencia y el anuncio de la Buena Iglesia, en vez de darle una buena hogaza comestible?

Noticia. Esa manera de considerarlas respeta su carácter sucesi­

vo -e incluso dialéctico. Hace imposible la concomitancia que -Ese escándalo es el de Judas cuando la unción en Betania

les otorga el sistema del Gran Inquisidor: allí donde el pan, la (]n 1 2 , 5 ) : ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos

paz y la tierra iban al unísono, el humanitarismo, el quietismo denarios y se ha dado a los pobres? ¿Por qué no vender incluso a

y el evangelismo se oponen entre ellos. El humanitarismo es la Palabra por sólo treinta denarios? Por lo demás, ¿esa primacía

contrario al espiritualismo, y su activismo se opone al activismo del pan no formaba parte de la política de los emperadores,

misionero; de igual forma, el quietismo y el evangelismo son junto con los juegos, para debilitar toda contestación? Se puede

adversarios, puesto que el primero es inerte mientras que el se­ entender entonces que, en el argot de otros tiempos, al diablo

gundo tiene culo de mal asiento. Tienden, pues, a desgarrar a se le llamara el "Panadero". Si la Iglesia sólo se ocupara del pan

los cristianos entre ellos y en ellos mismos, rompiendo el tenso se identificaría con el poder temporal, competiría con el estado,

equilibrio entre la naturaleza y la gracia, entre la acción y la de suerte que el aparente abajamiento sería también su exten­

contemplación. sión totalitaria. Y además, sustituyendo con el pan el sentido y

la libertad, el hombre podría ser tratado como un animal. Se

le forzaría a trabajar para producir más carne. Se le prohibiría

todo shabbat donde encontrar recogimiento. ¿Para qué celebrar

la palabra, si se trata de vivir al nivel del pesebre? . . . Pero el ver-

48 49
La Je de los demonios Las tentaciones en el desierto

dadero pesebre es el de Navidad. No sólo de pan vive el hombre, en él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17, 28). Además, ¿no

sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Sabe además ha­ es Dios tan creador de la materia como del espíritu? ¿No habla

cer huelga de hambre cuando siente que la justicia es vulnerada. también por medio de la vajilla que hay que lavar, la bombilla que

Sabe también, cuando ya no hay razón para vivir, pegarse un hay que cambiar, el bebé que hay que limpiar, si todo eso se hace

tiro en la cabeza en medio de la fiesta. Resulta que, en su mismo con amor? Los verdaderos beatos no tienen alas, pero tampoco

cuerpo, es espíritu. Está tejido de palabras. Tiene necesidad, por tienen el culo de plomo. Su contemplación sobreabunda en apos­

tanto, en primer lugar de ese alimento. Podremos multiplicar tolado. Porque la caridad que hace amar a Dios es la misma que

los panes, pero será siempre para hablar del Reino (Le 9, 1 1 ) . hace amar al prójimo, llamado a ser un Dios por participación.

-¡Lo espiritual, tienes toda la razón! ¿Cómo no se me habrá -¡El apostolado, es verdad! ¡Que se anuncie el Evangelio, que

ocurrido antes? ¡Me es familiar lo espiritual! ¿No soy yo mismo se lo trompetee por las plazas, que se le haga resonar como un

un espíritu puro? ¡Soy un fanático de los espiritualismos! Oye, címbalo! Corred por el mundo entero a proclamar vuestro boni­

me has abierto los ojos: a partir de este momento preconizo una to Reino. Pero no olvidéis que soy Príncipe de este mundo. Soy

vida completamente aligerada del peso de la carne. Si eres Hijo máster en marketing, doctor en propaganda, experto internacio­

de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomen­ nal en mensajes subliminales y en fascinación publicitaria. ¡Mira

dará, y en sus manos te llevarán . . . Sí, abandónate a la providen­ cómo consigo que ese pobre diablo compre un coche por encima

cia divina. Dios es bueno, es bueno para todo. No escuches al de sus posibilidades como si fuera el carro de Elías! ¡Admírate de

pobre que llama a tu puerta, reza: un ángel o un cuervo acabarán cómo puedo hacer que elijan al político más mediocre con la sola

por alimentarlo. Haz oración, y no hagas nada más. Sé María a mediación de la maravilla mediática! Te daré todos los reinos del

los pies de Jesús y desprecia a Marta que se agita en el servicio. mundo con su gloria si, postrándote, me adoras... ¡Haremos una

Deja a los imperfectos el cuidado de la materia, el forraje de las Operación Triunfo del canto gregoriano. Organizaremos un Gran

vacas, el pasto de los corderos. Ya balen o aúllen, concentra la Hermano del sacerdocio. Nos arreglaremos para que el Doctor

atención en tu vida interior. Olvida todas esas mezquinas obli­ House se convierta y para que las Desperate Housewives encuentren

gaciones cotidianas que son la evidencia de la gente mezquina. en su vida de ficción la esperanza teologal. Todos los telediarios

Tú estás hecho para tareas más elevadas. Eres un hijo de Dios: de las nueve, codos los prime-times, todos los sitios de Google es­

alisa tus plumas y deja el plomo para los demás. tarán al servicio de tu Iglesia y tendrán un atractivo que envidia­

rán las cadenas pornográficas y las mejores series americanas! ¡El

-Abandonarse a Dios es abandonarse a la causa primera de catolicismo estará de moda. El periódico El Mundo se rebautizará

todo obrar. Eso no conduce a la inercia, sino a una actividad su­ como El Espíritu. La vida espiritual de Catherine M será el best­

perior, menos dispersa, más recogida, que sabe ir a lo esencial. seller universal! ¡Dan Brown se hará numerario del Opus Deií''

Cuanto más próxima está al torrente más rápida va la barca.

Cuando Dios nos atrae hacia su corazón es, como las plumas de
d [La vida sexual de Catherine M fue un besr-seller autobiográfico publicado en Francia, y luego
una flecha, para enviarnos más lejos. Dejarlo actuar no es no ha­
traducido a muchos idiomas, donde Catherine Millet, una famosa crítico de arte, contaba las
cer nada. No tentarás al Señor tu Dios. No harás como si, siendo él
escabrosas peripecias de su vida. Dan Brown es, por supuesto, el autor de El código da Vinci y

el Creador, no debiera obrar por medio de ti, su criatura. Porque de Ángeles y demonios. N del T.]

50 51
La Je de los demonios

-¡Apdrtate, Satán! No te he dicho que fuéramos una em­ Segunda Lección


presa filantrópica, ni siquiera espiritual, sino la aventura de un

encuentro con el último y más corriente de los ciudadanos, ex­ Evangelio del diablo según San Marcos
poniendo nuestro rostro a sus puños, abriendo nuestras manos

también, por si quiere traspasarlas. El Reino de Dios se anun­

cia en la pobreza. Se ama al prójimo en la proximidad. En el

riesgo de un abrazo donde ese prójimo puede abrirse o puede

estrangularnos. Un abrazo, y no una llave de judo. Nada de se­

ducciones psicológicas. Nada de palo y zanahoria, sino el pobre

y feo crucifijo . . . Porque debe consumarse un encuentro perso­

nal ante el cual nosotros debemos desaparecer. Al Señor tu Dios Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por

adorarás, tú y no un don, y sólo a él darás culto, si bien no serás un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué tenemos

esclavizado por poder alguno de la tierra o del cielo, sino que nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruir­

serás libre en ese solo a Solo, en donde, puesto que el Solo es nos? Sé quién eres rú: el Santo de Dios".

también el Creador de todos los seres, podrás tener intimidad Me 1 , 23-24

con cada ser . . .

Permítaseme una vez más una pequeña discusión para sub­

rayar el saber hacer, si no la sabiduría, de las tres tentaciones. Una respuesta silenciosa

Satán se revela en ellas fino conocedor de la misión de la Iglesia.

Se esfuerza por transformarla, insensiblemente, en bombardeo El Evangelio según San Marcos no enumera las tentaciones

o abdicación. Y entrevemos ya la lógica de sus mensajes (lógica como los otros sinópticos. Le bastan dos frases. La prueba del

que será objeto de nuestra segunda parte): separación o confu­ desierto sólo dura un versículo. Este evangelio -coinciden la

sión que desembocan en tres errores contrarios que se sostienen mayoría de los exégetas- sería el más primitivo de los cuatro,

unos a otros. Para decirlo breve y, por tanto, por el momento redactado alrededor de los años 60 (los auténticos sixties). ¿Es,

reductivamente, lo que está en juego en ellas es la carne y el por consiguiente, el más embrionario o el más seco, de suer­

Espíritu. Con el pan, tenemos la carne sin el Espíritu; con el te que Mateo y Lucas se esforzaron por desarrollarlo? El más

abandono a los ángeles, el espíritu sin la carne; con la propuesta cortante, más bien. Si se retirara del Nuevo Testamento con el

de los reinos terrestres, una carne y un espíritu unidos pero dis­ pretexto de que parece incluido en los otros, si se viera como

minuidos, digamos que una carne hecha virtual por un espíritu una trama o un borrador cuya conservación fuera redundante,

mundano, a fin de obtener una golosa contradicción: el gran se embotaría el filo de la Noticia. Como siempre ocurre con

espectáculo de la oración, el gran divertimento de la fe . . . Marcos, la brevedad de su palabra es la de un golpe seco, la con­

cisión de su testimonio es también su circuncisión. El simple

versículo del que hablamos, Me 1 , 1 3 , lo probaría por sí solo,

como la falla por donde se abre el abismo. Para entenderlo me-

52 53
La fe de los demonios Evangelio del diablo según San Marcos

1
jor, lo voy a cortar en seis versos que lo alargan y hacen ver su medio de toda la intriga de su relato. Marcos no deja de insis­

paralelismo concertado:
tir en la fe de los demonios y de oponerle, paradójicamente, la

incredulidad de los discípulos. Lleva esto hasta tal punto que, a

Ypermaneció la hora de la Pasión, el discípulo huye completamente desnudo,

en el desierto cuarenta días, las mujeres se mantienen a distancia, los que pasan e incluso los

siendo tentado por Satanás. otros crucificados ultrajan al Verbo suspendido y no hay nadie

Estaba que lo reconozca, salvo un centurión del ejército romano. Aquel

entre los animales del campo mismo que traspasa el costado del Señor y remata así el suplicio,

y los dngeles le servían. al final confiesa: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios

(Me 1 5 , 39).

Dos frases similares, pues, equilibrándose una a otra, donde

el desierto cuadragesimal se pone en paralelo con los animales

salvajes, donde la tentación de Satán se compensa con el ser­ Milagro en Cafarnaúrn

vicio de los ángeles. Y qué cosa más bella: Jesús -la Palabra

hecha carne- no dice nada. Estd, eso es todo. El texto lo repite Según Marcos, el comienzo de su Vida pública no es menos

de forma anafórica. Si parece no actuar es porque se mantie­ perturbador que ese final. Donde Mateo, tras la vocación de

ne en el acto más puro. Si parece no responder es porque da los primeros discípulos, evoca una gran cantidad de curaciones

la respuesta más metafísica: no hablando, sino simplemente y Juan presenta como primer signo el milagro en las bodas de

siendo la Palabra. Su actitud no es menos ejemplar. Indica el Caná, Marcos cuenta con precisión un shabbat en Cafarnaúm.

camino del mandamiento más breve y más completo: ¡Sé! Sé El episodio vuelve a encontrarse en Lucas más o menos en el

plenamente. Recuerda, no obstante, que tú no eres el ser. Para mismo lugar, pero viene precedido por un primer conflicto en

ser plenamente tienes que hacerte receptáculo. A Catalina de Nazaret (Nadie es profeta en su tierra) y seguido solamente por

Siena le dice Dios: "Yo soy El que es, tú eres la que no es". Y la llamada a los discípulos. En Marcos, pues, el pasaje en Cafar­
� de: "H azte
ana cauce, yo me
hare I
torrente
,,
.
" - '
ru.1 pues, tu ser te naúm tiene, verdaderamente, algo de inaugural y se desarrolla

ha sido dado, lo recibes de Dios y de Dios a través de la his­ a continuación de la primera predicación de la fe: Convertíos y

toria, lo mismo que todas las criaturas. De modo que tu ser creed en la Buena Nueva (Me 1 , 1 5 ) . En el teatro, se trataría de

es amor. "Sé plenamente" no significa, por tanto, "llénate de una escena de exposición (en el boxeo, de un asalto de obser­

ti solo", sino sé como el receptáculo de la existencia que eres vación). Anuda la intriga entre dos parejas antagonistas que no

junto con toda la Creación: sé siempre más en Dios y en la cesarán de enfrentarse a partir de ese momento: fe teologal y fe

comunión con todos esos otros seres que como tú se reciben a de los demonios, autoridad de Jesús y autoridad de los escribas.

sí mismos, esa violeta, ese estornino, esa taza que refleja el sol En medio de ese enfrentamiento, los discípulos se encuentran
-tus hermanos . . .

Jesús es -tentado por Satdn. Discreción del evangelista. Pero I


Sobre este tema, véase el primer capítulo del primer libro de Jean-Louis Chrétien, Lueur du

lo que se está callando lo pone de manifiesto tanto mejor por secret, L'Herne, Paris, 1985.

54 55
La Je de los demonios Evangelio del diablo segú,n San Marcos

como desorientados o, más bien, enloquecidos como una brú­ más hondo del pozo"(Is 1 4 , 1 2 - 1 5 ) . Así pues, la suerte de Satán

jula demasiado cerca del polo. La Meta está ahí, en medio de sirve para calificar la suerte de Cafarnaúm. Lo cafarnaúmico se

ellos, por eso ya no saben muy bien su camino. identifica con lo satánico, pero con un satánico de rostro hu­

mano, por así decir. Ahora bien, el relato de Marcos, desde el

Nos encontramos, pues, en pleno Cafarnaúm. ¿Cómo ha lle­ principio, intenta delimitar ese mal radical. El encuentro con el

gado a designar ese topónimo como nombre común "un lugar espíritu impuro no se opera en Cafarnaúm como en el desierto.

de desorden y depravación" o también un vasto "montón de Se realiza en medio de la asamblea. La atraviesa un hombre al

objetos diversos"? El Tesoro de la lengua .francesa lo explica re­ que ese espíritu poseía.

cordando que, en esta ciudad en la orilla de lago Tiberíades,

"Jesús fue asaltado por una turba heteróclita de enfermos que Jesús enseña, pues, durante el shabbat y todos quedan im­

apelaban a su poder de curación". Cafarnaúm sería, en primer presionados por su enseñanza, porque les enseñaba como quien

lugar, sinónimo de corte de los milagros. Pero esta singularidad tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su

jocosa oculta otra, más temible. Lucas y Mateo cuentan a pro­ sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso

pósito de esta ciudad lo que quizás sea la maldición más grave a gritar: '¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has

proferida por Cristo: Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios". Jesús,

encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se entonces, le conminó diciendo: "Cállate y sal de é l " . Y agitándole

hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.

el día de hoy. Por eso os digo que el día deljuicio habrá menos rigor Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos

para la tierra de Sodoma que para ti. (Mt 1 1 , 23-24 // Le 1 0 , a otros: '¿Qué es esto?"(Mc l , 22-27).

1 5 ) . Ser cafarnaumita sería, por tanto, peor que ser sodomita.

Todavía más contra natura. Pero, ¿de qué se trata? ¿Sería la mis­ Interroguémonos a nuestra vez (sabiendo, no obstante, que si

ma fe sorprendida aquí a contracorriente? no vamos más allá de la simple interrogación: "¿Qué es esto?",

no seremos mejores que la gente de Cafarnaúm). Y primera­

He aquí una singularidad que lo precisa: al comienzo de esta mente, señalemos lo extraño que es que el espíritu impuro no

cita del Nuevo Testamento se encuentra incrustada una cita del impida a nuestro hombre acudir a la sinagoga, es decir, extra­

Antiguo, desde entonces siempre nuevo. Jesús cita al profeta polándolo a nuestros días, acudir a la iglesia, o al menos a un

lsaías. Retoma dos frases de la sátira contra el rey de Babilonia. grupo de oración. El demonio no se opone al hecho de abrir el

Ahora bien, los Padres de la Iglesia interpretaron generalmente libro por la página 1 3 1 para cantar el cántico 669, llega incluso

esa sátira como una descripción de la caída de Satán: ¡Cómo has a aplaudir la homilía de algunos sacerdotes. ¿Por qué iba a alejar

caído de los cielos, Lucero [ en latín, Lucifer], hijo de la Aurora! del lugar de culto el cuerpo de aquel a quien atormenta? Lo

¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías esencial es alejar del culto su corazón.

dicho en tu corazón: "Al cielo voy a subir, por encima de las

estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Después, el demonio reconoce inmediatamente la identidad

Reunión, en el extremo norte. Subiré a las alturas del nublado, de Cristo. Afirma sin titubear ni un solo instante: Sé quién eres

me asemejaré al Altísimo. ¡Ya! Al seol has sido precipitado, a lo tú: el Santo de Dios. Algunos traducen incluso "sé muy bien", a

56 57
La fe de los demonios Evangelio del diablo según San Marcos

fin de que la expresión destile una seguridad del tipo apropiado fieles? ¿No recuerda esa orden de Cristo de no proclamar su

a un doctor en teología. Nadie más en la sinagoga sabe tanto. identidad los decretos de los perseguidores?

Ni siquiera los primeros discípulos que han entrado con Jesús.

Es la primera vez que una criatura se hace eco de la voz bajada

del cielo durante el Bautismo en el Jordán: Tú eres mi Hijo ama­ En Gerasa, adoración y participación ...

do, en ti me complazco (Me l , 1 1 ) . Como si el espíritu impuro se

hiciera el igual de la blanca paloma . . . Los demonios van aún más lejos en esa aparente piedad. Sa­

ben asociar la postración a la profesión de fe. El célebre pasaje

Además, el demonio obedece a Jesús. Cuando éste le ordena: que sirve de exergo a Los demonios de Dostoyevski nos hace

Cállate (que, según la exacta elocuencia de nuestra época, se descubrir ese aspecto de su vida espiritual, así como otros dos

traduciría: "¡Cierra el pico!") y sal de él, obedece sin falta. Por no menos interesantes.

supuesto que hace lo que se le manda dando un gran grito,

compelido y forzado por el soberano poder del Verbo: no es Jesús acaba de hacer callar a la tempestad y de decir a los

obediencia propiamente hablando, porque la obediencia es li­ discípulos que habían tenido miedo: ¿Cómo no tenéis fe? Una

bre por naturaleza, pero, en cualquier caso, lo aparenta. vez que la barca navega sobre las olas calmas, resulta que des­

embarca en la región de los gerasenos y, allí, el primero en venir

Finalmente, y todavía más sorprendente, si Jesús lo manda inmediatamente a su encuentro es un hombre poseído por un

callar no es a causa de la insolencia de su tono, sino por el con­ espíritu malvado, que tiene su morada entre las tumbas, a quien

tenido de sus palabras. La continuación lo deja bien claro para nadie ha conseguido encadenar: Al ver de lejos a Jesús, corrió y

quien todavía lo dudara. La tarde de ese mismo día, tras la caída se postró ante él y gritó con gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, jesús,

del sol, toda la ciudad de Cafarnaúm se reúne a la puerta donde Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes

Jesús cura a numerosos enfermos: Y expulsó muchos demonios. (Me 5, 6-7). Al acercarse Cristo el demonio habría debido huir.

Y no dejaba hablar a los demonios, pues lo conocían (Me 1 , 34). Eso es al menos lo que habría propuesto un director de escena

Ahora bien, ¿la misión de la Iglesia no es anunciar quién es Je­ humano. Pero resulta que inicia un movimiento semejante al

sús? ¿Por qué, entonces, silenciar tan persuasivas declaraciones? del amor: el amante, viendo de lejos a su bienamado, corre a su

encuentro, cae a sus pies. San Jerónimo no duda en traducir ese

El bien y el mal parecen intercambiar sus papeles. El anhelo verbo griego, proskynein, "postrarse", por adorare: literalmente

nitzscheano de invertir todos los valores es satisfecho más allá de el demonio "adoró" al Hijo del Altísimo. Y le suplica al instante

su deseo. El Evangelio de Marcos nos indica como cualidades -¡por Dios! Sí, conjura a Cristo por Dios, como uno que cono­

demoníacas: la asiduidad en acudir a la iglesia, el conocimiento ciera su religión. El contenido de su súplica: No me atormentes,

de Jesús, la sumisión automática a sus mandatos . . . Y nos señala es lo que sin duda traiciona al endemoniado, aunque también

también como una verdadera imitación de Cristo la maravilla hace pensar en la de Simón Pedro después de la pesca milagrosa:

de hacer callar una afirmación del dogma. ¿Cómo no íbamos Cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Aléjate de mí, Señor, que soy

a quedar nosotros tan estupefactos como los habitantes de Ca­ un hombre pecador (Le 5, 8 ) .

farnaúm? ¿No recuerdan esas cualidades demoníacas las de los

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La fe de los demonios Evangelio del diablo según San Marcos

Cuando Cristo le pregunta su nombre, el espíritu responde ... y oración de los demonios

operando un extraño cambio del singular al plural, pasando

de "yo" al "nosotros" (inverso al de Cafarnaúm que pasaba del Los demonios se ponen entonces a suplicar a Jesús que no

"nosotros" al "yo"): Mi nombre es Legión, porque somos muchos los mande fuera de la región. "Suplicar" puede traducirse aquí

(Me 5, 9). Una legión, en tiempos de Augusto, eran 6.826 per­ por "rezar". Pero, ¿qué significado tiene esta oración? Lo precisa

sonas, de las cuales 726 jinetes y 6 . 1 0 0 infantes. ¡Qué sublime Lucas: se trata de no ir al abismo (Le 8, 3 1 ) . El Legión quieren
2
sentido de la participación! ¿Qué parroquia, a lo largo de la más permanecer en la tierra a toda costa: como el Verbo baja del

ferviente cuaresma, alcanzaría tales cifras en la distribución de Cielo, el Legión desean subir del infierno para vagar entre no­

sus bienes? ¿Qué club de intercambios incluso, en el transcur­ sotros. De ahí la oración que dirige a Cristo, en la que no po­

so de su orgía más febril? Tenemos esa pobre alma de nuestro demos dejar de reconocer la inclinación de algunas de nuestras

poseído sola, y los demonios se la pasan, se la reparten y coha­ peticiones: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos (Me

bitan en masa con una solidaridad que envidiaría el ministerio 5, 12). "Sí, mejor que estar contigo y seguirte por el camino

de Cohesión social. Sin duda, nosotros diríamos que esta parti­ del Calvario, envíanos a esos puercos, hay en ellos una santidad

cipación tiene más de gang bang que de comunión: es un festín a nuestra medida, una vida al alcance del hocico, sonrosada,

de carroñeros más que una comida de amigos. Pero no por eso redonda y serena. Del misterio de Navidad nuestra piedad sólo

menos fascinante. Porque, tras el deslizamiento del singular al quiere conocer el cálido establo. Ésa es la meta de nuestro viaje,

plural, se perfila algo mucho más profundo. oh compañeros de Ulises, gracias al hechizo de Circe más que

a la oración de María, una gracia bastante grasa . . . Por tanto,

Ese deslizamiento se refiere a un poseído que vive entre tum­ Señor, es inútil que derramemos nuestra sangre, ¡no somos ka­

bas, es decir, a un hombre al que atrae la nada. Ahora bien, el sher! Déjanos cebarnos tranquilos. Y cubrir a nuestras cerdas en

mismo desplazamiento gramatical vuelve a aparecer dos veces, paz. Sabremos escrutar bien el suelo para salvación de nuestro

en paralelo, cuando el hombre es sacado de la nada. Es el primer tocino. Sabremos encontrar en el fango un cielo suficiente y

capítulo del Génesis: Y dijo Dios [singular]: ''Hagamos [plural] acogedor. Considera nuestra modestia, Hijo de Dios Altísimo.

al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y man­ Preferimos la pocilga que nos reboza a tu alegría que hace llorar.

den en los peces del mar y en las aves de los cielos': etc. ( Gn 1 , 26). La menor cochinada nos satisfará. No necesitamos tu hostia ra­

Dios es Uno en Tres Personas. Y lo humano manifiesta corpo­ diante: nos contentaremos con nuestras bellotitas".

ralmente su imagen por medio de la relación viviente entre un

hombre y una mujer. Ese Legión es, pues, un simulacro de la Y Jesús satisface esa petición de una pseudo-encarnación por­

comunión trinitaria y, a la vez, de la alianza sexual. La posesión cina. Es increíble: el demonio ruega a Dios y Dios lo escucha

de nuestro pobre tiparraco por una turba de demonios es una sin falta. Esperaríamos una eficacia como ésa de la oración de

réplica envidiosa de la inhabitación de la Trinidad en el alma un santo. Marcos nos revela que puede corresponder a la suplí-

fiel. Es asimismo como un negativo de las bodas en su fecundi­

dad: una especie de cópula múltiple, una gran orgía espiritual,

no para traer al mundo a un niño, sino para llevar al hombre 2


Fuerzo aquí dos veces la gramática para hacer sentir mejor la monstruosidad de la cosa que ha

viejo al infierno . . . tomado posesión del hombre. No sin aludir al 1984 de George Orwell y a su "neolengua",

60 61
La fe de los demonios Evangelio del diablo según San Marcos

cación del diablo. Y los espíritus inmundos salieron y entraron en ¡pobres diablos! Algunos parientes de Jesús lo acusan: Es t á fuera

los puercos, y la piara, unos dos mil, se arrojó al mar de lo alto del de sí. Los escribas pujan más alto: Es t á poseído por Beelzebul (Me

precipicio y se fueron ahogando en el mar (Me 5, 1 3 ) . Mueren por 3, 2 1 - 2 2 ) . Sus paisanos de Nazaret se irritan por sus palabras:

causa de Jesús. Se dirían mártires de la fe. Porque, muriendo ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?Y Jesús se sorprende, la

así, parecen testimoniar su fuerza: ¡Mirad al potente hechicero, Sabiduría eterna se maravilla de su falta de fe (Me 6, 3-6).

ved al que encorteza los espíritus en cerdos, admirad su mágica

charcutería! Un suicidio que caricaturiza el martirio, un testi­ En cuanto a los discípulos, son unos pedazos de incrédulos e

monio de la voluntad de poder, allí donde Cristo quiere un incapaces. Han visto a Cristo obrar milagros, han oído su en­

testimonio de su abajamiento por amor. señanza, han recibido incluso la explicación de las parábolas y,

durante la tempestad en el lago, ya lo hemos dicho, enloquecen

Así hacen malversación los demonios de todo lo cristiano y de tal forma que el Maestro les dice: ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se

proclaman su evangelio para los cochinos. Los pobres que ven llenaron de gran temor y se decían unos a otros: ''Pues ¿quién es éste

estos prodigios, influenciados por esta proclamación, o bien se que hasta el viento y el mar le obedecen?" (Me 4, 4 0 - 4 1 ) . Allí don­

agolpan a riesgo de aplastarlo (Me 3, 9) o bien suplican al aho­ de el demonio de Cafarnaúm decía pomposamente: Sé quién

gador de cerdos que se alejara de su término (Me 5, 17). Los eres tú, los discípulos se interrogan tímidamente: Pues ¿quién es

que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son éste? Su incertidumbre humana es, sin duda, infinitamente me­

aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra nos perversa que la certeza demoníaca. A continuación sigue esa

sembrada en ellos (Me 4, 1 5 ) . Airó, el verbo que se traduce aquí terrible frase que sale de la boca de la Verdad: No tenéis fe. Más

por "llevarse" puede traducirse también por "levantar del suelo" increíblemente todavía, el omnisciente, en su exceso de amor

o también por "apropiarse". Satán no destruye, pues, la pre­ por sus discípulos, parece olvidar que lo sabe todo y pregunta

dicación. La metaboliza orgullosamente. La eleva en artificio: dolorosamente: ¿Cómo no tenéis fe?

que el grano no penetre en el suelo, que el grano de mostaza

sea reemplazado por una manzana bien grande y visible, que no Sus ojos no están listos para abrirse ni sus oídos para desen­

se respete el ritmo natural de su crecimiento, que no se le deje taponarse. Tras la primera multiplicación de los panes, aunque

actuar según esta parábola que sólo se encuentra en Marcos y en vuelven de la misión y han expulsado demonios en nombre de

la que el Reino se compara a un grano que crece él solo, sin que Jesús, aunque acaban de asistir a esa multiplicación maravillo­

se sepa cómo, en la gracia de Dios (Me 4, 26-29). Quiere que se sa, Marcos lo confiesa nuevamente: Estupefactos, pues no habían

controle totalmente el crecimiento del grano. Quiere una fe que entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada (Me

se suba a la cabeza, y no que baje al corazón. 6, 5 1 - 5 2 ) . Tras la segunda multiplicación, como mínimo, se

esperaría un pequeño progreso . . . ¡Niet! Y Cristo les dice: ¿Aún

no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?

Fe de los demonios e incredulidad de los discípulos ¿ Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? (Me 8, 1 7 - 1 9 ) .

De atenernos sólo a Marcos, habría que decir que los demo­ Con la historia de aquel epiléptico del que no logran expul­

nios poseen una fe muy expresiva, mientras que los hombres, sar el demonio, el Señor ya no aguanta y gime: ¡Oh generación

62 63
La fe de los demonios Evangelio del diablo según San Marcos

incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré El que acaba de ser instituido príncipe de los Apóstoles se ve

de soportaros? (Me 9, 19). Incluso después de la Resurrección, rebajado de golpe al rango de príncipe de las Tinieblas. Pero

los apóstoles no quieren creer a María Magdalena de la que él hay que precisar inmediatamente esta diferencia con el vade

había expulsado siete demonios (Me 16, 9 - 1 1 ) , y una vez más, retro de la tentación en el desierto en Mateo: son las mismas

sólo seis versículos antes del final, Jesús levantado de entre los palabras, con ese inciso de más -detrás de mí- que modifica

muertos les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón el significado de la orden. Satán debe retirarse, nada más. Pedro

(Me 1 6 , 1 4 ) . debe retirarse para pasar detrás de Jesús. Esa acusación de ser un

Adversario es aquí una admonición del Amor. Lejos de apartar­

lo, lo atrae y precisa el sentido de su institución como vicario de

Satanismo pontifical Cristo. Porque la expresión reaparece en el versículo siguiente,

que habla justamente del seguimiento, explicitando ese "detrás"

Pero lo más fuerte está situado exactamente en el centro de o "en pos de mí": Llamando a la gente a la vez que a sus discí­

este Evangelio. Se sabe que en la composición bíblica, como pulos, les dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí

en un candelabro de siete brazos, frecuentemente se coloca en mismo, tome su cruz y slgame" (Me 8, 34).

medio aquello que soporta la estructura: en medio del libro del

Éxodo, por ejemplo, está el Decálogo; en medio del segundo Comentando la interpelación a Pedro, Jacques Maritain es­

libro de Samuel, el arrepentimiento de David; en medio del cribe: "No creo que lo que el Evangelio nos quiera decir aquí
3
Sermón de la Montaña, el Padrenuestro. Ahora bien, ¿qué hay haga referencia a la debilidad humana a la que Pedro estaba

en medio del Evangelio según San Marcos? Ese pasaje en que expuesto, la historia de sus tres negaciones es suficiente para

Pedro profesa la fe verdadera y luego él mismo oye cómo es ca­ eso. Teniendo en cuenta la oposición que establece Jesús al re­

lificado de Satán. Ahí está situada la bisagra de todo el libro. prenderlo entre 'lo que es de los hombres' y 'lo que es de Dios',

me parece que lo que se nos quiere decir tiene relación, más

Y él les preguntaba: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro bien, con los peligros de toda soberanía de aquí abajo, con la

le contesta: "Tú eres el Cristo': Y les mandó enérgicamente que a atmósfera de adulación, de autoritarismo y de amor al prestigio

nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo que se crea a su alrededor, en el mundo eclesiástico no menos

del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, que en el mundo laico".'

los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres

días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándolo aparte, Pedro, se Pero la paradoja más profunda es otra: Jesús asimila esa mun­

puso a reprenderlo. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, danidad, a la que gustaría apañar la Cruz para transformarla en

reprendió a Pedro, diciéndole: ';·Quítate de mi vista, Satanás! Por­ una tumbona, con el infierno mismo. A este propósito, y según

que tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" sus propias palabras, lo que es de los hombres coincide con lo

(Me 8, 29-33). que es de Satán. Y ahora estamos ante un misterio inescrutable:

3
Sobre los principios de la composición bíblica, léase Jacques Cazeaux, Histoire, utopie, mysti­
4
que: Ouvrir la Bible comme un liure, Cerf, Paris, 2003. Jacques Maricain, De l'Église du Cbrist; DDB, Paris, 1970, pp. 113-114.

64 65
La fe de los demonios

lo satánico del caso ya no es sólo conducir a la Cruz, es también Tercera Lección


impedirlo; ya no es sólo la crueldad del verdugo, es también la

compasión del sentimental. Y esa falsa compasión podría co­ La lucidez de las tinieblas
rresponder a la peor crueldad, porque con sus mil caricias haría

fracasar a la verdadera Vida. Podemos sacar esta muy proba­

ble conclusión: en su doble ciencia, el demonio busca asesinar

a Cristo tanto como hacer que sea amado de mala manera. Y

protegiéndolo de esa atroz humillación por la cual salvará a los

hombres, podría hacer que lo proclamarán rey temporal de Is­

rael. Reúne, pues, a las multitudes a su alrededor, hace que lo

aclamen como taumaturgo, que lo persigan como zelote vic­ ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengo

torioso, que lo admiren como al mayor sabio de este mundo. fe", si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo la fe? Si un her­

Comentando la alegoría de la Caverna, Heidegger señala que mano o una hermana están desnudos y carecen del sustento

la forma contemporánea de dar muerte al filósofo es hacerlo diario, y alguno de vosotros les dice: "Idos en paz, calentaos

célebre. Nada más eficaz para neutralizar al sabio que hacer de y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de

él people, nada mejor tampoco para eclipsar su estrella que hacer qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente

de él una estrella de los medios. Una vez seccionada su palabra muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: "¿Tú tienes fe?;

en eslóganes que van de boca en boca, ya no hay nada que te­ pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te pro­

mer. Ya no cuestiona nada, contribuye a la cháchara. ¿Quién baré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios?

sabe si esa fama basada en el malentendido no es uno de los Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan".

primeros objetivos del diablo? ¿Y quién sabe si algunos pseudo­ St 2, 1 4 - 1 9

apóstoles, de nuestros días, no se quedan en esa fe?

No obstante, tenemos que reconocer la evidencia siguiente:

por muy coriácea que sea, la incredulidad de los discípulos vale Creer a Dios y creer en Dios

más que la fe de los demonios (lo mismo que la desobediencia

del leproso purificado que, a pesar de la "severa advertencia" de La Epístola de Santiago es el lugar donde la fe de los demonios

callarse, difunde la noticia de su curación vale más que la obe­ se afirma como tal: También los demonios creen, y tiemblan. El

diencia del espíritu impuro que se calla cuando Jesús se lo orde­ verbo que usa el apóstol, pisteyein, no es distinto del que designa

na -(Me 1 , 40-45). Pero, ¿cómo un desconocimiento puede casi en todas partes el creer de los fieles (por ejemplo, cuando

ser mejor que ese saber angélico? ¿Cómo cierto ateísmo puede Jesús se dirige al jefe de la sinagoga a propósito de la muerte -y

ser, en el fondo, menos malo que ese conocimiento de Jesús? de la resurrección- de su hija: No temas; solamente ten fe (Me

¿Habrá que desconfiar de la misma fe? Hasta nueva orden sólo 5, 36). En cuanto a ese otro verbo que expresa el efecto de esa

podemos exclamar como el padre del endemoniado epiléptico: fe, pbrissein, sólo aparece aquí en todo el Nuevo Testamento y

¡Creo, ayuda a mi poca fe! (Me 9, 24). alude a la vez al miedo, al estremecimiento y al frío.

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La fe de los demonios

lo satánico del caso ya no es sólo conducir a la Cruz, es también Tercera Lección


impedirlo; ya no es sólo la crueldad del verdugo, es también la

compasión del sentimental. Y esa falsa compasión podría co­ La lucidez de las tinieblas
rresponder a la peor crueldad, porque con sus mil caricias haría

fracasar a la verdadera Vida. Podemos sacar esta muy proba­

ble conclusión: en su doble ciencia, el demonio busca asesinar

a Cristo tanto como hacer que sea amado de mala manera. Y

protegiéndolo de esa atroz humillación por la cual salvará a los

hombres, podría hacer que lo proclamarán rey temporal de Is­

rael. Reúne, pues, a las multitudes a su alrededor, hace que lo

aclamen como taumaturgo, que lo persigan como zelote vic­ ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengo

torioso, que lo admiren como al mayor sabio de este mundo. fe", si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo la fe? Si un her­

Comentando la alegoría de la Caverna, Heidegger señala que mano o una hermana están desnudos y carecen del sustento

la forma contemporánea de dar muerte al filósofo es hacerlo diario, y alguno de vosotros les dice: "Idos en paz, calentaos

célebre. Nada más eficaz para neutralizar al sabio que hacer de y hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de

él people, nada mejor tampoco para eclipsar su estrella que hacer qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente

de él una estrella de los medios. Una vez seccionada su palabra muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: "¿Tú tienes fe?;

en eslóganes que van de boca en boca, ya no hay nada que te­ pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te pro­

mer. Ya no cuestiona nada, contribuye a la cháchara. ¿Quién baré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios?

sabe si esa fama basada en el malentendido no es uno de los Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan".

primeros objetivos del diablo? ¿Y quién sabe si algunos pseudo­ St 2, 1 4 - 1 9

apóstoles, de nuestros días, no se quedan en esa fe?

No obstante, tenemos que reconocer la evidencia siguiente:

por muy coriácea que sea, la incredulidad de los discípulos vale Creer a Dios y creer en Dios

más que la fe de los demonios (lo mismo que la desobediencia

del leproso purificado que, a pesar de la "severa advertencia" de La Epístola de Santiago es el lugar donde la fe de los demonios

callarse, difunde la noticia de su curación vale más que la obe­ se afirma como tal: También los demonios creen, y tiemblan. El

diencia del espíritu impuro que se calla cuando Jesús se lo orde­ verbo que usa el apóstol, pisteyein, no es distinto del que designa

na -(Me 1 , 40-45). Pero, ¿cómo un desconocimiento puede casi en todas partes el creer de los fieles (por ejemplo, cuando

ser mejor que ese saber angélico? ¿Cómo cierto ateísmo puede Jesús se dirige al jefe de la sinagoga a propósito de la muerte -y

ser, en el fondo, menos malo que ese conocimiento de Jesús? de la resurrección- de su hija: No temas; solamente ten fe (Me

¿Habrá que desconfiar de la misma fe? Hasta nueva orden sólo 5, 36). En cuanto a ese otro verbo que expresa el efecto de esa

podemos exclamar como el padre del endemoniado epiléptico: fe, pbrissein, sólo aparece aquí en todo el Nuevo Testamento y

¡Creo, ayuda a mi poca fe! (Me 9, 24). alude a la vez al miedo, al estremecimiento y al frío.

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La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

La costumbre es referir el contexto de esta afirmación a la Beda el Venerable retoma esta distinción diciendo que una

cuestión de la relación entre la fe y las obras y hallar en ella cier­ cosa es creer algo ( credere illum) y otra es creer en algo ( credere

ta divergencia entre Santiago y Pablo, ya que este último había in illum): "Creer que Dios es, creer que lo que Él dice es ver­

escrito que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley dad, eso pueden hacerlo los demonios. Pero creer en Dios, eso

(Rm 3, 2 8 ) . También Lutero califica esta carta de "epístola de sólo se alcanza a los que aman a Dios, es decir, a los que no son

paja" y la rechaza del canon de sus Escrituras. Le parece muy cristianos sólo por el nombre, sino también por la vida y por los
2
alejada del sola fides, de la fe que justifica por sí sola, de acuerdo actos". Creer en Dios (acusativo) implica ir hacia Él, y como
1
con su propia lectura de la Carta a los Romanos. No es cues­ lo que nos hace salir de nosotros mismos para tender hacia el

tión de entrar aquí en ese debate. Nótese solamente que ese otro es el amor, puesto que el que ama tiene puestos su corazón

Jacob del Nuevo Testamento, como el del Antiguo, combate y su espíritu intencionalmente en su bienamado más que en sí

con el Ángel. No pretende tanto oponer la fe y las obras cuanto mismo, sólo la caridad divina nos da el creer verdaderamente en

que oponer una fe a otra fe, cosa mucho más profunda y de más Dios. Desde ese punto de vista, los demonios no creen en, sino

graves consecuencias: no sólo nuestras obras, sino ni siquiera fuera de Dios, es decir, sin amor.

nuestra fe, bastan para salvarnos. ¿Cómo no iba a quedarse cojo

el cristiano con una revelación como ésa? Imposible mantenerse San Agustín subraya que la diferencia se encuentra bajo afir­

en pie como el fariseo de la parábola, imposible fiarse demasia­ maciones idénticas: "Pedro dice: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios

do de las propias piernas. vivo. Los demonios dicen también: Sabemos quién eres, el Hijo

de Dios, el Santo de Dios. Lo que dice Pedro lo dicen los demo­

Pero, ¿de qué fe se nos habla aquí? Tú crees que hay un solo nios t amb ién: las mismas palabras, pero no el mismo espíritu.

Dios, dice Santiago. No se trata de un movimiento voluntario, ¿ Y dónde está la prueba de que Pedro decía de otra forma las

de un creer a o en alguien, que implique someterse a él o al mismas palabras? En que la fe del cristiano va acompañada de

menos otorgarle la propia confianza. Se trata de una certeza es­ dilección, la del demonio no. Los demonios hablaban de esa

peculativa, de un creer que esto es verdad, sin que esté en juego forma para que Cristo se alejara de ellos. Porque, antes de de­

ningún abandono a la palabra del otro. Una fe sin confianza, cir: Sabemos quién eres, etc., habían dicho: ¿Qué tenemos nosotros

desconfiada incluso, una fe con canguelo, si es que la teología se contigo? ¿Ha venido a destruirnos antes del tiempo señalado? Así

puede permitir un poco de argot. pues, una cosa es confesar a Cristo para atarse a Cristo y otra
3
es confesar a Cristo para arrojarlo lejos de ti" . Confesión esta

última, pues, que no va a confesarse; recepción de la hostia en

la boca para, medio masticada, escupirla mejor.

1
Hay otro aspecto de esta epístola que repugna especialmente a Lutero. Que en ella se encuen­

tra el fundamento escriturfstico del sacramento de la unción de los enfermos: "Afirmo, escribe,

que si alguna vez se ha delirado es sobre todo en esta carra" (De captivitate Babylonis, citado por

Joseph Chaine, L 'Épitre de saint Jacques, París, 1927). Que Lutero vea en ella un ejemplo de

delirio interesa especialmente a nuestra reflexión: los demonios, cuando creen, apenas deliran,

2
mientras que el fiel se adentra en cierra necedad (la méria tou kérygmatos, la necedad de la pre­ Jacques-Paul Migne, Patrología Latina, XCIII, 22.

3
dicación, de la que habla San Pablo -1 C o l , 2 1 ) . San Agustín, Sobre la Primera Epístola de San juan, tratado X, capítulo 1 .

68 69
La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

Tomás de Aquino es más preciso aún en su terminología. Al usar el verbo "creer" no cometemos, pues, una usurpación

A la distinción entre credere in Deum (creer en/hacia Dios) y del término, aunque describa en este caso cierta usurpación. Es

credere Deum (creer que tal es Dios) añade él la de credere Deo equívoco en relación con el carácter infuso (credere Deo) y salví­
4
(creer a Dios). En el primero de los casos, se trata del objeto de fico (credere in Deum) de la fe teologal, puesto que designa una

la fe considerado desde el punto de vista del fin, como aquello fe adquirida y condenada: desde ese ángulo se podría hablar más

que realiza la bienaventuranza; en el segundo, el objeto de la fe bien de "saber". Pero el término es adecuado con respecto a la

se considera desde el punto de vista material, es decir, en tanto definición general, natural, de la creencia concebida no como

que tal o cual artículo propuesto referido a Dios; en el tercer opinión probable, sino como conocimiento cierto de lo que no

caso, el objeto de la fe se considera desde el punto de vista for­ se ve: lo mismo que yo creo con certeza, deduciéndolo de nume­

mal, como aquello que la motiva, a saber, la autoridad de Dios rosos testimonios, que Ravaillac asesinó a Enrique IV, así cree

que se revela. Si en el primer caso el objeto de la fe, percibido el demonio que Jesús es el Hijo de Dios por los prodigios que

como bien soberano, pone en movimiento la voluntad (credere lo rodean y que hablan a su espíritu con elocuencia suficiente:

in Deum), en los demás casos, el objeto de la fe concierne a la "En los demonios, la fe no es un don de la gracia; sino que se

inteligencia y se presenta como aquello en lo que creo (quod ven constreñidos más bien a creer por la perspicacia de su inteli­
5
creditur) y como aquello por lo que creo (quo creditur). Ahora gencia natural" . Bajo esta constricción, tiemblan, sin duda, for­

bien, por lo que respecta al quo creditur, el motivo de la fe de­ zados a acercarse a esa inocencia que denuncia su negrura. Pero

moníaca no es el mismo que el de la fe teologal. El credere Deo también experimentan esta gran satisfacción: poder descifrar un

(dativo) es más que un acto de confianza. Es un creer a partir jeroglífico con el qué la razón humana, por sus propias fuerzas,

de Dios que se revela: el Eterno mismo ilumina la inteligencia sólo puede romperse la cabeza. Es el placer de saberlo todo por

y la lleva a acoger una Revelación que supera sus fuerzas natu­ adquisición, de conocerlo todo por posesión, de ser iluminado

rales. Ahora bien, los demonios, ante todo, no quieren nada sin hacerse vulnerable a una luz más elevada que deslumbra y

que los sobrepase, tanto del lado de la voluntad como del de traspasa. Es el contentamiento de un saber totalitario. A ese pro­

la inteligencia. Creen, y se enorgullecen de ello, a partir de su pósito, el padre Bonino señala muy justamente: "La pretensión
6
propia penetración de espíritu: los milagros que rodean a Jesús de cerrar la sociedad sobre sí misma tiene algo de diabólico".

y la verdad que sale de su boca bastan para hacerles deducir su

identidad mesiánica: "Ven muchos indicios y muy claros [a sus ' del " creer-que " , el " creer-a " y el " creer-en " , S an M ar-
Ad emas

ojos] por medio de los cuales perciben que la enseñanza de la cos, propone desde el comienzo una cuarta posibilidad, que re­

Iglesia viene de Dios, mientras que esas mismas cosas que la toma el dativo de la segunda y la preposición de la tercera: crede­

Iglesia enseña no las ven . . . " re in Deo, creer en Dios, no en el sentido de ir hacia Él, sino en

el de encontrarse dentro de Él, como en el hueco de su mano.

En efecto, los demonios no poseen la visión beatífica. Creer

no es ver, sino conocer por mediación de signos o testimonios.

s lbidem, II-11, 5, 2.

6
Serge-Thornas Bonino OP, Les anges et les demons, Parole et Silence, col. "Bibliotheque de la

• Sanco Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 11-II, 2, 2. Revue thornisre", Paris, 2007, p. 154.

70 71
La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

La fórmula aparece con exactitud en las primeras palabras de Cómo se pasa de ángel a demonio (1)

Cristo, las que inauguran su predicación en Marcos: Convertíos La soberbia y la envidia

y creed en la Buena Nueva (Me 1 , 1 5 ) . "La construcción 'creer

dentro de', pisteyo + e n + dativo, comentaJean Delorme, es ex­ El demonio sabe lo que hace mucho mejor que nosotros.

cepcionalmente rara y sólo se encuentra aquí, en Marcos. No Considerando únicamente el plano especulativo, es mejor teó­

se encuentra ni en el griego clásico ni en el griego común de logo que nosotros. No hay en él ninguna debilidad de la carne:

los papiros. Está atestiguada en los Setenta y algunos textos del no conoce la fatiga, no es aficionado al alcohol, no se complace

Nuevo Testamento se le parecen. Ordinariamente, se explica en las obscenidades genitales, no tiene apetito desordenado por
9
como un giro semítico o como una confusión, frecuente en el los bienes materiales. Es casto y pobre sin votos, es decir, por

griego común, entre las preposiciones en (con dativo, "dentro naturaleza. Tampoco hay en él ignorancia alguna del lado de su

de" sin movimiento) y eis (con acusativo, "dentro de" o "ha­ inteligencia natural: no tiene necesidad de aprender a hablar,

cia" con movimiento)".7 Para pronunciar el esencial creer en la no va a la escuela, no ha de formular como nosotros arriesgados

buena nueva hace falta como subvertir el griego de la sabiduría razonamientos. Por naturaleza, igualmente, es sabio sin esfuer­

natural con el hebreo de la Revelación. El barbarismo resulta zo, maestro sin rabí -lleva integrado en su sustancia misma

en este caso una finura divina. Le dice hasta a la gramática lo el más potente motor de búsqueda. ¿Cuál es su mal, entonces?

que opera la verdadera fe: la infusión del Espíritu Santo en el Exclusivamente espiritual. Lo expone San Agustín: "Es infini­

corazón del hombre, que se asemeja a la intrusión de la lengua tamente soberbio y envidioso"." Dicho esto, no hay que caer

de Moisés en la lengua de Esquilo. en una imaginería más engañosa que la del macho cabrío o la

del duende maligno (estos últimos, aunque hagan perderse la

Ante tal posibilidad al diablo no le gustaría nada perder su grie­ esencia espiritual del ángel, no dejan de expresar la duplicidad

go. Se parece a "esos hombres que ponen más cuidado en obser­ demoníaca). Su envidia es rica en sutileza. Su soberbia está llena
8
var las leyes de los gramáticos que las de Dios". "Creer dentro de refinamiento.

de Dios", como quien viviera en sus entrañas, ¿qué habría más

repugnante para él? Ese giro hace que uno se vuelva en exceso. Pero, de esos dos vicios, ¿cuál es el primero? Algunos Padres

Expresa con fuerza aquello de lo que uno se vuelve. Marcos no de la Iglesia, y no de los menores, insisten en la envidia. Estaría

podía dejar de emplearlo -como una luz y un contrapeso- en en el principio del pecado angélico. Algunos ángeles habrían

el umbral de un relato que no cesa de atestiguar la infalibilidad cobrado celos de los arcillosos Adán y Eva, de que estuvieran

demoníaca. El demonio sabe, sin duda, pero no está. Como dice también, como ellos, llamados a la bienaventuranza divina. San

mi vecino que toca el trombón: "Cuando se interpreta música, Bernardo tiene una página admirable acerca de este particular:

una cosa es conocer la partitura y otra estar 'dentro"'. "Lucifer, 'lleno de sabiduría y perfecto en belleza', pudo saber

de antemano que un día habría hombres y que alcanzarían tam-

7
Jean Delorme, L 'hereuse annonce selon Marc, Cerf, col. "Lectio divina", nº 2 1 9 , Paris, 2007,
9
p. 78. Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, !, 63, 2.
8 10
San Agustín, Confesiones, libro I, capítulo XVIII. San Agustln, La ciudad de Dios, libro XIV, III.
La Je de los demonios La lucidez de las tinieblas

bién una gloria igual a la suya. Pero además de saberlo de an­ cayó de las moradas celestes porque envidió al hombre hecho

temano, sin duda alguna lo vio en el Verbo de Dios y, en su a imagen de Dios. Pero la envidia sigue a la soberbia y no la

rabia, concibió la envidia. Así es como proyectó tener súbditos, precede: la envidia, en efecto, no es causa de orgullo, pero la so­

rechazando con desdén tener compañeros. Los hombres, dijo, berbia sí da razones para envidiar". La envidia de la que se trata

son débiles e inferiores por naturaleza: no les conviene ser mis supone el previo rechazo al designio generoso de Dios. Cuando

conciudadanos ni mis iguales en la gloria" . ' 1 Lo apreciable de los obreros de la primera hora se irritan de que los de la última

esta tesis es que, en ella, el diablo se muestra puritano. Y nada reciban el mismo salario, rechazan primeramente la voluntad

lo motiva más que su puritanismo a empujar a los hombres a la del dueño. Ese rechazo manifiesta la soberbia: quiero definir

lujuria, para revolcarlos mejor en ese vergonzoso fango y pavo­ por mí mismo lo que debe ser el bien para mí.

nearse en su superioridad incorpórea (por eso, algunos de entre

nosotros experimentamos un placer maligno cuando los demás Finalmente, la primacía de la envidia permite pensar a Satán

se arrastran en el estupro, mientras que nosotros seguimos sin como un dominador que desprecia a los hombres, pero impide

mancha a ese respecto -para llevar entonces la suciedad al fon­ representárselo como un pseudo-liberador. Ahora bien, con­

do de nuestra alma). siderando sólo sus iniciativas más recientes sería de ciegos no

verlo como profesor de dignidad, doctor en autonomía y, por

Aquí lo tenemos, por tanto, protestando: -¿Cómo? ¿ Tene­ consiguiente, verdadero anticristo o contra-Mesías. Le sugiere

mas que soportar a esas paletadas de tierra en el Cielo? Jamás! a cada uno que se salve a sí mismo. Lo anima a fabricarse su

¡Os lo juro! Mean y cagan, ¿y van a ser llamados a la misma pequeño cielo privado. Sólo la primacía de la soberbia sobre la

gloria que los espíritus puros? Y no os digo lo peor: ¡copulan! envidia autoriza a pensar esta seducción pródiga: Satán, gerente

¡Ufl ¡Entre los dos forman la bestia de las dos espaldas y vamos de la suficiencia y padre de la utopía.

a tener que decir nosotros amén a esa monstruosidad como a

no sé qué viscosa imagen de la Trinidad!. . . ¡Impidamos ese ab­

surdo! ¡Hagamos pensar que la carne es mala por sí misma o, al Cómo se pasa de ángel a demonio (11)

menos, que no tiene nada que ver con el espíritu! La parábola de los dos hijos

Nadie le puede negar su valor explicativo a esa tesis de la caída He preferido el término "soberbia" al de "orgullo" para seña­

envidiosa. Pero sigue siendo parcial y no se remonta lo bastante lar mejor la inteligencia, el brío, la casi sabiduría o la "verdad

lejos. Aunque el libro de la Sabiduría dice que por envidia del menos un poco" del pecado demoníaco. Para hablar de él sin re­

diablo entró la muerte en el mundo (Sb 2, 24), no dice que tam­ bajarlo con una soberbia comparable, para explicitarlo un poco

bién por ella entró la muerte en el diablo. Por otra parte, el libro como lo siente él, habría que afirmar que el demonio es EL QUE

de Ben Sirá nos recuerda: El comienzo del pecado es el orgullo (Si DIJO sr, o también EL QUE NO CESA DE REPETIR: ¡SEÑOR! ¡SEÑOR!

1 0 , 1 5 ) . San Agustín observa: "Algunos dicen que el demonio Esta definición puede resultar provocadora. No la aventuraría si

no se encontrara en la Palabra de Dios. Por lo demás, la Epístola

de Judas nos advierte que es peligroso despreciar al demonio:

ll San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares, XVII, 5-6. En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo, no

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La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: justicia? Pero, ¿cómo pensarlo también? El santo es el que dice

"Que te castigue el Señor': Debemos, pues, esforzarnos, para imi­ no, pero cuyo no se convierte en un sí, tras un arrepentimiento.

tar a San Miguel, en dar a Satán nombres de ángel mejor que El maligno es el que dijo sí, pero cuyo sí disimula un no, sin

nombres de pájaro. Concedámosle todo el crédito compatible remordimiento alguno.

con su condenación.

Para entenderlo mejor, hay que subrayar las dos palabras em­

¿Dónde están los versículos que autorizan a llamarlo "el que pleadas por el segundo hijo. Comencemos por la segunda: Se­

no cesa de repetir: ¡Señor! ¡Señor!"? En Mateo, al final del Ser­ ñor. El otro hijo había dicho solamente: No quiero. No llama

món de la Montaña: Muchos me dirdn aquel Día: "Señor, Señor, a su padre "Señor". Ese empleo manifiesta en el segundo una

¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos de­ relación menos filial que servil, basada en el temor más que en

monios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les el amor. Quizás en la burla, como yo diría a mi mujer: "¡Sí,

declararé: '¡Jamds os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" jefe!" Pero resulta que la primera palabra se traduce con fre­
12
(Mt 7, 22-23). ¿Para quién son estas últimas palabras, sino para cuencia por "Entendido", "Voy", "Sí, Señor". Sólo se trata de

el condenado? Ahora bien, si son para el condenado, valen tam­ un pronombre griego que no es necesario traducir: Ego. En el

bién para el diablo. ¿No es él el que comete iniquidad? ¿No es contexto, significa: "¡Aquí estoy! ¡A tu servicio!" Pero este O.K.

él al que Cristo jamás conoció? ¿No llega incluso a expulsar un encubre su Good Bye. Este "¡Aquí estoy!" significa "Aquí estoy

demonio para colocar a otro, más competente? Hay que dedu­ Yo". En eso está la soberbia. No tanto en el rechazo al servicio

cir de ello, pues, que forma parte de los que, el día del juicio, como en el deseo de servir según su criterio, un poco como el

repiten: Señor, Señor, etc. esclavo de la dialéctica hegeliana: sirve de manera que el amo

se convierte en deudor suyo y, al final, en siervo del siervo (esa

¿Dónde están los versículos que autorizan a llamarlo "el que inversión constituye toda la intriga de The Servant, de Harold

dijo sí"? En Mateo también, al día siguiente de la expulsión de Pinter: el mayordomo acaba siendo efectivamente el amo de su

los mercaderes del Templo: "Pero ¿qué os parece? Un hombre amo, por medio de un servicio que lo embauca artificiosamen­

tenía dos hijos. Llegdndose al primero, le dijo: 'Hijo, vete hoy a te): "Soy yo, Señor, que vengo en tu ayuda. Yo no soy como mi

trabajar en la viña: Y él respondió: 'No quiero: pero después se hermano. Yo no digo que no. Déjame, por tanto, servir como

arrepintió y foe. Llegdndose al segundo, le dijo lo mismo. Y él res­ yo quiero".

pondió: 'Voy, Señor: y no foe. ¿Cudl de los dos hizo la voluntad

del padre?" - "El primero"- le dicen. Díceles jesús: "En verdad Eso nos permite penetrar, a su vez, en el sentido profundo de

os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros ese No quiero del hijo que se arrepiente. ¿No es ya una especie

al Reino de Dios" (Mt 2 1 , 28-31). No hacer la voluntad del de confesión? ¿No se podría leer: "Está por encima de mis fuer­

Padre es el pecado mismo. Pero lo que lo radicaliza es haber zas, por encima de mi voluntad"? Pero resulta que va a trabajar

prometido antes que esa voluntad se iba a cumplir. ¿Cómo no a la viña. ¿De dónde le viene esta repentina capacidad de hacer

pensar, si el pecado demoníaco es radical, que se trata de un sí

sin continuación, de una promesa no mantenida, como antes,


12
de una doble evocación del Justo (¡Señor! ¡Señor.� sin acto de Respectivamente la TOB, la Biblia de Jerusalén y la traducción litúrgica oficial.

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La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

lo que no quería, quizás lo que no podía? Hay en ello como la codiciar una igualdad absurda con Dios, sino querer cierta si­

secreta irrupción de una gracia. Recibe desde fuera una fuerza militud con Él de manera desordenada.

nueva que no ha merecido. No hay de qué enorgullecerse: Yesto

no viene de vosotros, sino que es don de Dios (Ef 2, 8). Lo acepta Pero sabe también otra cosa más extraña y sobre la que se in­

humildemente. No sirve sólo según sus propios planes, sino se­ siste menos: que, siendo un ángel, por naturaleza, es mensajero

gún el designio de su padre. o siervo del Altísimo. ¿Cómo lo iba a ignorar? Realiza siempre

una función en la gran sinfonía del universo, hasta sus disonan­

cias formarán parte de la partitura, sus ataques se emplearán,

Cómo se pasa de ángel a demonio (111) como para J ob, en manifestar la fe del j usto. Tampoco es menos

Hacer el bien según los propios proyectos absurdo a sus ojos pretender escapar al poder del Todopodero­

so. El demonio no sabría querer escapar de Él por cuanto Él es

Tomás de Aquino hace notar, contra un error común, que si su Creador. Lo rechaza únicamente en tanto que, por añadidu­

bien el demonio deseó ser como Dios, no quiso, sin embargo, ra, Él quiere ser su Esposo, porque no podría haber matrimonio

igualarlo: "Sabía, por conocimiento natural, que ello era impo­ sin consentimiento mutuo. Pero no por eso le rinde menos ser­

sible". A ciencia cierta él se sabe criatura y sabe que un abismo vicio. Es incluso un siervo útil (sólo los santos son siervos inútiles

infinito lo separa del Altísimo. Además, precisa el Aquinate, -Le 17 , 1 O- es decir, salen de la lógica utilitaria, funcional,

"ninguna realidad perteneciente a un grado de naturaleza infe­ para entrar en la libertad del amor). Su pecado no es, por tanto,

rior puede desear un grado superior: el burro no desea conver­ no servir, sino estar sirviendo sin amor, trabajar en la viña, sin

tirse en caballo, porque dejaría de ser él mismo. Pero es verdad duda, pero sin acoger el orden sobrenatural o bien trabajar en

que, en algunas cosas, la imaginación nos engaña". Cambiar de ella como el Botrytis Cinerea, llamado también "podredumbre

naturaleza, aunque fuera por una naturaleza superior, equivale a noble" : un hongo que por sí mismo no hace más que arruinar

una destrucción de sí. El burro no desea convertirse en caballo, las cosechas, pero que en ciertas condiciones de humedad y de

pero eventualmente desea, sin dejar de ser burro, adquirir cuali­ sol, al absorber el agua de las uvas, hace que se concentre en ellas

dades equinas, como la velocidad y la elegancia. La imaginación el azúcar y que se forman esos racimos de oro y miel de donde

puede hacer nacer en nosotros vanas pretensiones: "¡Ah! ¡Si yo se saca el vino de Sauternes.

fuera un ángel!" o con más frecuencia: "¡Si yo fuera un perro!"

Ahora bien, el demonio no tiene imaginación: es inteligencia Pero, ¿cómo definir mejor ese desorden en el impulso por

pura, sin otro defecto que su coraza. Sabe muy bien que no se servir a D ios y parecerle? Santo Tomás emplea palabras sor­
13
puede querer cambiar de naturaleza. Su pecado no es, pues, prendentes. Lo llama "posesión de la bienaventuranza postrera
14
por las propias fuerz as" . ¿No es ésa la virtud primordial del

hombre lleno de confianza en sí mismo? Y sin embargo, querer


13
Tampoco el hombre se convierte nunca en Dios, pero puede ser divinizado sin que nada de su obtener la propia felicidad y la de los demás por uno mismo
personalidad sea alienado. Ni la gracia ni la gloria cancelan la naturaleza humana para transus­

tanciarla en naturaleza divina. Muy al contrario, la preservan, la restauran, la elevan y hacen al

hombre tanto más humano cuanto que participa más en la divinidad-tanto más carnal cuanto

14
que más espiritual, habría dicho Péguy. Santo Tomás de Aquino, Summa Tbeologiae, I, 63, 3.

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La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

supone cambiar necesariamente la providencia por el planning, al desgarro de su esposo. Yo quiero ser la Virgen no esposada,

seguir una rutina sin acontecimientos, no encontrar la resisten­ que no es rescatada por nadie. Yo quiero ser el Hijo sin padre,

cia del otro, en fin, no acoger a Aquel que viene. El diablo es un que se aparta de su origen y sólo se encuentra a gusto en lo que

hacedor. Sabe hacer caridad en tanto que no sea para vivir de él inventa a partir de la nada. Yo quiero ser el siervo absoluto,

ella. La hace de la misma manera que se dice también "hacer el que sabe enseñar a cada uno a no depender de nadie. Yo quie­

amor", es decir, transformando el lugar de una posesión amoro­ ro ser el Verbo que no ha sido proferido, la Palabra que no

sa por una cadena de montaje del placer. procede de ninguna escucha, el puro Monologos . . . Y además

ese orden de la gracia perturba demasiado el orden de la natu­

Las propias fuerzas, o sea, las fuerzas naturales, ya las recibe raleza: ¡Nosotros, ángeles, podemos acabar siendo iguales que

el ángel del Dios creador, claro está; pero, una vez creado, Dios los hombres! ¡Nosotros, ángeles, tendríamos que adorar la hu­

se las da como por justicia y débito. No ocurre lo mismo con la manidad de Cristo! ¡Nosotros, ángeles, tendríamos que venerar

gracia: no se le debe a la criatura, es un don de amor gratuito. como reina nuestra a esa hebreíta: a la virgen María! ¿ Virgen de

No exige a cambio absolutamente nada, y precisamente eso es qué, si se deja abrazar incestuosamente por el Espíritu del Padre

lo más difícil para quien se cree algo. Reclama de nosotros no y del Hijo? Lo repito, yo soy la verdadera Virgen, la criatura

hacer, sino dejar que Dios haga en nosotros. Y nosotros respon­ que menos contacto tiene con su Creador . . . ¿Y os gustaría que

demos no siendo obstáculos a ese amor libre y divino que ella esa injusticia sangrante nos dejara sin capacidad de reacción, os

misma suscita en nosotros. Pero el demonio no quiere aban­ gustaría que no aplaudiéramos la amargura del hijo mayor ante

donarse. Prefiere ser un self-made-man. Me lo imagino perfec­ la acogida del hijo pródigo? Esas obscenas bodas de la gracia,

tamente montando un curso de desarrollo personal -convir­ esa orgullosa comunión en la divinidad, las rechazamos. Pero

tiéndose en el coach de los winners, abasteciendo de almohadas decimos "Sí" a la naturaleza pura. Respondemos "Aquí estoy" a

a quien no tenga dónde reclinar la cabeza, aplicándole la euta­ cualquiera que quiera fabricar su felicidad, no sin Dios-Causa­

nasia al varón de dolores. primera, por supuesto, porque por fuerza salimos de él, pero sí

sin Dios-Esposo-último, porque podemos no volver a él. Cada

uno debe poder alcanzarla solo del todo, como un adulto. Cada

Verdadero monólogo uno, sin ser forzado a acoger en su seno esa semilla del Verbo,

¡como está escrito en su abyecta parábola del sembrador! En

-Dame lo que se debe a mi naturaleza y, en cuanto a lo de­ fin, contempladme, ¡yo soy el verdadero siervo sufriente que

más, estamos en paz. No quiero de esa gracia que reclama como sufre con un sufrimiento eterno! Apenco, a pesar de todo, para

respuesta nuestra Alianza. Quiero ser el único en fabricar mi el Altísimo, sin tener el reposo del sábado ni el del domingo.

propia felicidad y animar a los demás a fabricar la suya por sus Acepto a los Job más ingratos. Porque, ¿quién les da brillo a sus

propios medios o, al menos, a rechazar esa felicidad envenenada bonitos santos, quién les quita el óxido y los hace relucir? ¡Mi

que nos propones, ese don que, por muy gratuito que sea, nos menda! Los tiento con la desgracia, toco sus propiedades, pudro

obliga, nos convierte en deudores hasta el infinito, nos impone su carne, corroo sus huesos, como hice con el tío del país de

no sé qué clase de muerte a nosotros mismos en la ofrenda a Ti Us; o bien los tiento con la comodidad, enriquezco sus propie­

de nuestra vida como la virgen que ofrece sus piernas abiertas dades, acaricio su carne, endurezco sus huesos, como hago con

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todos los consumidores del país de Jauja; pero si no sucumben, otro mundo. Ocurre a veces, como con la Génitrix de Mauriac,

si conservan el gusto por la bendición, su gloria acabará sien­ que la madre y el asesino son la misma persona sofocante. Es

do mayor. ¿Creéis que obtengo a cambio siquiera un agradeci­ que todo odio se enraíza en un amor. Si yo no amara nada, no

miento? Todo eso lo hago como una máquina suya, sin esperar podría odiar nada. Si amo algo, odiaré todo lo que sea contrario

recompensa. ¡Humilde, muy humilde es mi amor, puesto que a la cosa amada. Así, el santo ama a Dios y, por consiguiente,

no está interesado en su bienaventuranza! Puro, muy puro es mi detesta el pecado. Y Satán se ama también, intensamente, a sí

amor: ¡alcohol de cien grados que procura una borrachera de la mismo y sus propios puntos de vista. El amor a uno mismo

que uno no se desembriaga nunca! Entendedme bien. El otro no es malo, si es para la comunión que Dios da -es incluso el

está en el Cielo desde entonces, en su esplendor, con sus ángeles fundamento del amor al prójimo: amo la Vida, la amo también

postrados y sus llagas chorreando de luz, ¿mientras que yo? Yo en mí y deseo comunicarla a los demás. Pero ese amor a uno

soy la víctima auténtica y pura sin propiciación. ¿El Verbo se mismo llega a ser perverso en la medida en que no se abre a lo

hizo carne? Yo caí como el rayo. Y nunca me levantaré . . . Mi que lo supera. Se transforma en ese amor propio del que Santa

dolor, lo mismo que mi placer, son sin retorno . . . Brígida decía que mejor se debería llamar "odio propio". La

ventaja de su nombre habitual y, por así decir, impropio es que

Ese discurso aparentará estar lleno de orgullo y de envidia. El señala la máscara seductora bajo la que se presenta ese vicio:

demonio llama a eso humildad y justicia. Su encadenamiento al "Yo soy propiamente el amor y el otro, el que exige el éxtasis y

pecado lo considera emancipación, en tanto que la santidad le el abandono en brazos de otro más grande, no es más que des­

parece el colmo del orgullo. Su odio a Dios lo ve como desha­ precio a uno mismo".

cedor de entuertos: "¿Por qué no se ha limitado a la naturaleza?

¿Por qué esa supererogación, ese don de lo sobrenatural que nos Dios es amor, ¡enhorabuena! El diablo también, sólo que

coloca en igualdad de condiciones con inferiores y nos obliga amor propio. Su odio únicamente corresponde a ese amor y a

a agradecerlo con toda nuestra existencia, sin que quede nada su deseo de difundirlo. Eso le confiere una especie de vigilancia

para uno solo?" maternal sobre ese mal que es su bien, así como el instinto de

ese sobrenatural del que quiere mantenerse virgen. Con sólo

acercarse lo sobrenatural, él lo reconoce por todos los poros de

El diablo es amor . . . propio su sustancia y exclama de pronto: ¿Qué tengo yo contigo, Hijo

de Dios? ¿Has venido para atormentarnos antes de tiempo? (Mt

Ese odio por lo sobrenatural, que electriza la transparencia de 8, 29; Me 5, 7; Le 8, 28). Lo que teme aquí no es la reclusión

su inteligencia, le da también al demonio cierto instinto de las en el infierno, puesto que es el lugar que con todas sus fuerzas

cosas divinas, una clarividencia comparable a la de los santos. ha elegido como domicilio. Lo que le hace temblar, lo que lo

Ese odio adivina como el amor. Su adivinación es exterior y atormenta, es la cercanía de la alegría, esa alegría que Jesús viene

superficial, pero no menos perspicaz y detallada. No hay como a dar gratuitamente por su cruz. La presión que hace sobre él

la madre para estar atenta a los menores males de su hijo, pero ese bien gracioso al que se ha cerrado para siempre provoca su

no hay como el asesino para gozar de los sufrimientos de la víc­ miedo y su indignación. Porque la alegría en cuestión tiene que

tima, no quiere perderse ni uno, y con su trabajo la manda al romper nuestra compostura en una alabanza sin fin. Horrible

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herida en el costado del amor propio. Frente al grito de alaban­ nada proporciona mejor acceso a sus sugerencias que creerlo

za contenido en el nombre del arcángel Miguel: Quis ut Deusi, más estúpido que nosotros. Y entre todas las estupideces que se

"¿Quién es como Dios?", él lanza hacia la multitud su grito de le imputan, la peor es hacerlo ignorante de las consecuencias de

asamblea: Quis ut ego?, "¿Quién como Yo solo?". la caridad, porque supone que uno no ha comprendido su su­

blime exigencia. Con el diablo no se trata de jugar al más fuerte,

Muchos hacen como si el ángel malo ignorara que Dios es sino de reconocerse débil. No se trata de jugar al más listo, sino

amor: ¡Pobre diablo, qué ignorante! Se contentan esos tales con de quererse más amante.

citar su primer eructo: Jesús de Nazaret, ¿has venido a perdernos?

(Me 1 , 24). ¡Qué flagrante error: tomar al Salvador por alguien

que nos pierde! ¡Claro que no! ¡Viene a salvarnos! ¡Es el ABC Liturgia del pandemónium

del catecismo! Imposible, por lo tanto, que el demonio no lo

sepa. Lo sabe, en todo caso, mejor que los que creen que la Para hacernos percibir mejor el peligro que se cierne sobre no­

Redención es una bromita. Su Evangelio de la Perdición es más sotros y que se vuelve tanto más terrible cuanto más a salvo nos

cierto que el de la comodidad. No quiero decir que él sueñe con creemos, nos recuerda Santo Tomás que "el pecado del ángel

la gehenna prometida a los machos cabríos. Habla de la caridad. no supone la ignorancia, sino sólo la ausencia de consideración

Del amor verdadero, del amor al que reclama la noche nupcial de lo que se debe, es decir, del orden requerido por la voluntad

y la ofrenda de los cuerpos. Sabe que el amor a Dios nos pierde. divina", y lo compara con "alguien que decide rezar y lo hace
15
Cristo lo dirá más adelante: Quien pierda su vida por mí y por el sin observar las reglas litúrgicas instituidas por la Iglesia". Este

Evangelio, la salvará (Me 8, 3 5 ) . Lo que escandaliza al demonio ejemplo siempre me ha asustado. Nos confirma rigurosamente

y lo hace encabritarse espontáneamente al acercarse es preci­ que lo demoníaco no es tanto querer el mal como querer hacer

samente esa pérdida de la criatura que se transforma en hostia el bien sin obedecer a la fuente de todo bien, querer hacer el

viva. Quiere luchar contra esa perdición. Prefiere salvarse de bien según la propia regla, como un don que pretende no reci­

ella . . . en el infierno. Que todo el mundo pueda ir malviviendo, bir nada, en una especie de generosidad que coincide con el más

darle al Señor su finiquito, agradecerle sus servicios como a un fino orgullo. No hay en ello una ignorancia especulativa, sino

profesional, lo mismo que uno se despide de un buen sirvien­ una ignorancia práctica, activa, que se esfuerza en no considerar

te . . . ¡Pues no! ¡Ese sirviente quiere seguir en la habitación, y las mediaciones queridas por el Altísimo para nuestra mutua co­

acostarse conmigo, y arrancarme ese grito que me arranca de mí munión, para nuestra dependencia de los unos respecto de los

mismo! Ésa es la depravación divina. ¿Por qué no se contenta otros. Es oír hablar de reglas litúrgicas, de derecho canónico, de

con un agradecimiento cordial? ¿Por qué nos quiere enteramen­ magisterio y el demonio empieza a cocear: lo hace en nombre

te en ese amor abandonado? de su tradicionalismo, más viejo que la tradición, o de su pro­

gresismo, más up to date que el mundo futuro. En todo caso, lo

Los que creen que el demonio desconoce la radicalidad del hemos visto más arriba, él reza con ardiente fervor: ¡ Te conjuro

amor divino cometen el más grave error con respecto a él, pues­

to que la causa de su rebeldía es ese amor. Así, no sólo lo excu­


15
san, sino que se convierten más fácilmente en juguetes suyos: Ibídem, I, 63, l .

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La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

POR DIOS que no me atormentes! (Me 5, 7). Siempre que sea con Jean-Joseph Surin nos informa, en efecto, de que "el infierno

un misal confeccionado ad hoc, para su uso personal, o para su se encuentra en una confusión continua": en un P DG (Pro­

secta del momento, en una espiritualidad que oscila entre lo fessional Development Group) como ése, obsesionado por la

masturbatorio y lo orgiástico. productividad, el príncipe esclaviza a los demonios subalternos,

especialmente "cuando no consiguen hacer todo el mal que él

La liturgia del pandemónium no posee la unidad viviente de quisiera"; y éstos, que golpean a su vez a sus propios inferiores,

la de la Iglesia. Cuando pretende ser una se bloquea. Cuando " sólo lo obedecen a su pesar, y en lo que es conforme a su pa­
17
pretende ser viva hormiguea. Como la fe de los demonios no sión, que es el odio a D ios". El genio violento de Santa Tere­

tiene su fuente en la visión de Cristo, sino en la inteligencia na­ sita prolonga la experiencia del gran exorcista (Surin fue el que

tural de cada uno, no se puede hablar con propiedad entre ellos luchó contra el ejército demoníaco que había tomado posesión

de una sola fe (Ef 4, 1 6 ) , dependiente del don único de Dios, de las religiosas de Loudun). En una "pieza piadosa", El triunfo

sino de un conocimiento dividido, que uno puede reivindicar de la humildad, muestra ella las querellas litúrgicas que desga­

contra otro como fruto de sus propios esfuerzos. Sus creencias rran el pandemónium. Beelzebul grita a su príncipe Lucifer:

son individualistas. Dividualistas incluso. Esa división mutua "Non serviam!. . . ¿Eres tú quien me ha dado esa divisa y crees

se complica, en efecto, con una división individual: habiendo que te obedeceré después de haberme negado a abajarme ante

desviado el pecado el impulso primordial hacia Dios de su natu­ . . . . ·N o.I


D.ros 1 J amas,
' J. am as
' .... 1 Aqm' ca da uno es su prop10
. due-
1

raleza, su libre arbitrio se vuelve contra su vocación esencial, su ño; por eso tenemos una unión tan grande, nuestras legiones es­

voluntad ut voluntas se opone a su voluntad ut natura, porque tán tan admirablemente entrenadas, por eso nuestros adorado­
16
"el alma del perverso está desgarrada por las facciones". El de­ res no cesan de disputar sobre los particulares de nuestros ritos

monio no puede recogerse. Entonces se divierte. sagrados . . . Tú sabes mejor que nadie, vieja serpiente astuta, que

la discordia es la marca de tu realeza . . . Nuestro único punto de

¿Cuál es el solo principio unificador de este reino desmigaja­ acuerdo es el odio implacable que profesamos a los mortales. Es

do, el punto de encuentro litúrgico en el país de Legión? El odio verdad que eso no nos impide llamarlos muy queridos amigos
"18
al mismo Enemigo. La filosofía política de Carl Schmitt se le nuestros . . .

aplica bastante bien al pandemónium. El acuerdo del demonio

consigo mismo y con los demás no se realiza más que en razón La ejemplaridad de Lucifer se vuelve contra él, pues se fun­

de ese odio. Sólo remienda su ser por medio de su rabiosa pasión damenta en la desobediencia. Diciendo a su vez: No serviré, se

por deshacer la obra del Altísimo. Para ese menester, los diablos le sirve tanto como se le perjudica. Cada uno es su esclavo en la

se entienden como ladrones en feria, con vistas a una rapiña que medida en que cree ser el único dueño. Cuando se desobedece

exige, aunque sólo sea por mor de la eficacia, obrar en conserva. a Dios se le obedece a él. Cuando se le desobedece a él, se sigue

Pero esta asociación de malhechores se disloca en cuanto se trata

de repartir el botín. La feria se convierte en agarrada.


17
Jean-Joseph Surin, Triompbe de l'amour divin sur les puissances de l'Enfar, seguido de Science

expérimentale des cboses de l'autre vie ( 1 6 5 3 - 1 6 6 0 ) , Jeróme Millon, Grenoble, 1990, p. 360.
18
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Théátre au Carmel, Cerf-DDB, Paris, 1985,
16
Aristóteles, Ética a Nicámaco. IX, 1 1 6 6 b. p. 252.

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también su ejemplo, aun cuando sea "para condenación suya", puedo ser causa primera de la nada. En lugar de ser hijo en este

literalmente. Obtiene un mal de ello para sí mismo, pero se universo, a la vez el más trágico y el más gozoso, prefiero reinar

satisface contra Dios. De todas formas, lo que le produce placer solo en un mundo virtual. Así ocurre cuando me siento lesio­

no puede, por otro lado, más que causarle sufrimiento. Tiene nado, acuso a los demás y me niego a reconciliarme con ellos:

razón el padre Bonina cuando escribe: "Prefirió seguir siendo el sufro y no alcanzo a más que a hurgar en mi herida, pero disfru­

primero en un orden inferior que llegar a ser uno entre tantos to viéndome en el centro de un pequeño mundo ilusorio donde

en un orden superior";'? El hombre que peca, como decía San me alzo como juez supremo. Ello implica, sin duda, en alguna

Bernardo, se hace súbdito suyo: al perder esa gracia que lo eleva parte de mi naturaleza, cierta infeudación al diablo. Pero aun

por encima de su naturaleza cae por debajo de la naturaleza an­ cuando este último me haya tentado, sólo yo soy formalmente

gélica, incluso de la viciada. Pero decir sólo eso sería perder de responsable de la culpa (si la culpa no procediera de mi volun­

vista lo que constituye la fascinación del mal, es decir, ese "bien tad, yo no sería culpable) y él no puede retirarme el mezquino

negativo" que el pecado proporciona a quien sea. Porque si yo placer de reinar sobre mis quimeras.

lo elijo resueltamente no es porque quiera ser súbdito de Satán.

Tras ese sometimiento hay otra cosa, como una especie de de­ Así pues, en el infierno, reza cada uno por su cuenta, por sí

mocracia, digamos de liberación, aunque fuera una caída en la solo, con una oración que pretende saber exactamente lo que a

vida: "Aquí cada uno es su propio dueño", dice Beelzebul. él le hace falta. Y cuando se reza por los demás (¿por qué no?)

es porque uno los representa y para obtenerles un bien que se

Para entender esta situación hay que pensar el pecado de ma­ ha decidido por y para ellos -por ejemplo, alojarse en unos

nera metafísica. Dios es Causa primera del ser. Toda obra bue­ puercos . . . Pero, en ocasiones, también rezan todos juntos si es

na, es decir, abierta a la plenitud del ser, la realizamos, pues, con para rechazar una ofensiva del Santo. La liturgia demoníaca es

él, bajo su impulso último. Por el contrario, a la obra mala, es unas veces masiva y otras dispersa. Cuando se trata de oponerse

decir, desviada por una carencia de ser, el Creador le confiere su al Verbo hecho judío, es una fascinante ceremonia de Nüren­

parte de positividad, pero su parte de negatividad, propiamente berg. Cuando la cosa es codiciar el bien propio, es una for­

pecaminosa, no procede más que de mí, criatura sacada de la midable cacofonía. Pulverización libertaria en el amor propio,

nada y capaz de aniquilar en mí el influjo del ser. Por ejemplo, solidificación totalitaria en el odio a Dios. Orgía impersonal en

la fuerza de mis brazos se basa en última instancia en la bondad funcionamiento, competencia feroz entre individuos. Así es la

del Creador que quiere que me sirva de ellos para ayudar al po­ pulsación infernal.

bre; pero, si yo los empleo para degollarlo, desvío el impulso de

dicha fuerza, arruino su plenitud en la comunión (con Dios así

como con el prójimo), es decir, en una existencia más dilatada. ¿Jesús contra la apologética?

Y esa desviación se debe sólo a mí mismo. Tal es la delectación

que procura el mal: yo no puedo ser causa primera del ser, pero ¿La fe de los demonios es una posibilidad para el hombre?

Un hombre, por su sola inteligencia, frente a los milagros o a

la doctrina del Mesías, ¿puede adquirir la misma certeza que


19
Bonino, Les anges et les démons, p. 2 1 1 . los espíritus impuros de Cafarnaúm o de Gerasa? Es una cues-

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tión decisiva. Podría relacionarse con el conflicto que enfrentó a son suficientes para que la inteligencia preste un asentimiento

protestantes y jesuitas, por ejemplo, a Lutero y a Malina. que no sea absurdo; pero son insuficientes para producir una

adhesión forzada como, por ejemplo, la que se pueda dar ante

El pesimismo de Lutero le hace concebir como arruinada la la evidencia del teorema de Pitágoras. Para que se dé ese asen­

inteligencia humana: la fe es para nosotros puro don de la gra­ timiento hace falta, bajo el impulso de la gracia, un acto libre y

cia y corresponde, como más tarde desarrollará Kierkegaard, a personal de la voluntad.

un salto en el absurdo. Ningún argumento racional, ningún

motivo de credibilidad podrían apuntalar el acto de fe. El hu­ Así, los mismos milagros, las mismas palabras, bastan para

manismo de Malina lo conduce, por el contrario, a concebir la forzar la inteligencia del ángel, pero no bastan para obligar la

fe teologal como pura continuidad de la razón: se puede demos­ del hombre. ¿Por qué? Desde el punto de vista del sujeto se ex­

trar la credibilidad del cristianismo y producir, como al término plica fácilmente: la inteligencia angélica es incomparablemente

de una clase magistral, un acto de fe natural, razonable, que la más perspicaz que la nuestra. Pero, ¿y desde el punto de vis­

gracia podrá hacer salvífica. De un lado, credo quia absurdum; ta del objeto? ¿Por qué no ha querido Dios producir signos lo

del otro, credo quia rationale. Lo cual implica dos posturas con­ bastante fuertes para nosotros? ¿Por qué en el momento de la

trarias en el anuncio de la fe: para el luterano, las arengas de la . consagración eucarística no se abre el cielo para que descienda

predicación y la sola scriptura; para el molinista, las demostra­ visiblemente Jesús? ¿Por qué las palabras de todo predicador

ciones de la apologética y la prima ratio. no van acompañadas de llamas que salgan de su boca? ¿Y por

qué no se alarga la nariz de los herejes como la de Pinocho?

Ahora bien, en los dos casos se da un error acerca de la rela­ ¿No serían mejor de esa forma las cosas? Y eso no sólo para el

ción entre la naturaleza y la gracia. El primero afirma una rup­ orden de la Revelación, también para el de la naturaleza. La luz

tura violenta, el segundo supone una continuidad niveladora y, natural de nuestra razón es capaz, sin duda, a partir de las cosas

así, el diablo, como siempre pasa con las oposiciones estériles, de aquí abajo, de remontarse hasta la necesidad de una Causa

puede frotarse las alas. La posición pesimista hace de la fe un primera y alcanzar una prueba de la existencia de Dios. Pero esa

acto tan separado del orden racional que dicha fe tiende a con­ prueba no es inmediata y las preocupaciones de esta vida, las

vertirse en ciega y, recortando poco a poco los dogmas, a adorar debilidades de nuestra reflexión, los meandros de nuestro co­

una Iglesia sin visibilidad, a un Cristo sin objetividad, a un Dios razón, nos extravían con tanta facilidad . . . ¿No podía habernos

sin rostro, moldeable según los caprichos de uno. Más peligrosa implantado Dios un auricular que sintonizara sólo su palabra

todavía es, no obstante, la posición humanista: la fe a la que cree en directo, sonora y convincente? ¿No podía haber firmado sus

dar lugar su apologética no es nada más que la fe de los demo­ obras a la vista, como un pintor, para hacer crecer su popula­

nios. Se adhiere uno a la Revelación como a una fe exterior, con ridad? Una palabrita en cada flor (lo cual implica que no basta

la inteligencia solamente, y no con el corazón. Pero ni una cosa su belleza). ¡O al menos un murmullo de consuelo cada vez

ni la otra corresponden a la realidad del hombre. Éste usa siem­ que uno sufre que nos garantizara la ternura cautivadora del

pre de su razón, hasta en el ámbito de la fe. Pero esta razón no Eterno, articulado, no por las páginas de un libro, tampoco por

basta para hacerlo creer en Jesús, incluso ante motivos reales de la voz de un rabino y menos todavía por el sacramento que

credibilidad. Dicho de otra forma, los motivos de credibilidad administra un cura, sino por ti, Señor -tan claro como que el

90 91
La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

agua moja- evidentemente por ti! ¡Cuántas guerras de religión te a los leprosos que cura tocando: Mira, no digas nada a nadie,

evitadas! ¡Cuántos errores imposibilitados! Nada de anticristia­ sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda

nismo. Nada de ateísmo tampoco. Al menos en el plano espe­ que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. Con ello da

culativo. Porque en el plano práctico . . . a entender Jesús, sin duda, que su misión es un cumplimiento,

y no una superación, de la ley judía. Pero esa llamada a la dis­

Tocamos aquí la condición de posibilidad objetiva de la in­ creción sigue siendo extraña. El leproso no consigue contener

creencia atea o anticristiana, que pone de manifiesto la insufi­ la lengua, difunde la noticia, de modo que ya no podía jesús pre­

ciencia intelectual de los signos proporcionados por Dios. No sentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las

son signos absolutamente oscuros. Pero tampoco son lo bastan­ afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes (Me 1 ,

te claros. ¿Deberían serlo más? ¿Hay culpa en ello por parte de 44-45). ¡Vaya afirmación tonta: ya no podía presentarse en públi­

Dios? Se trata de ese signo de tipo deslumbrante que también co allí mismo donde con más éxito sería acogido! De la misma

querían los sumos sacerdotes al pie de la Cruz. Sus burlas eran forma, tras la resurrección de la hija de jairo, jefe de sinagoga,

una petición; su incredulidad, fe a condición del milagro últi­ les insistió mucho en que nadie lo supiera (Me 5, 43). ¿No pone

mo. Imagino la angustia que oprimía sus almas en ese instante: trabas él mismo a su propia revelación? ¡Y al mismo pueblo

"¿ Y si estuviéramos equivocados? ¿Y si ése fuera el Mesías de elegido! Una operación de publicidad más juiciosa, con signos

verdad?" Entonces, para no perder la cara, pasan de contraban­ convincentes, ¿no habría evitado esa herida de la historia que

do esta oración, so capa de mofa: A otros salvó y a sí mismo no pasa por mi propia familiai" Pero, después de cada multiplica­

puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y cree­ ción de los panes, Jesús huye: arregla redes en una barca, pone

remos en él. Ha puesto su confianza, en Dios; que lo salve ahora, si entre él y los demás la barrera del agua. Cuando no es la barrera

es que de verdad lo quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios': (Mt de la roca: Al ver la gente la señal que había realizado, decía: ''Éste

27, 42-43). No puedo escuchar esas palabras sin sentir un alda­ es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo': Dándose

bonazo en el corazón. Es la queja de todos los que vacilan y le cuenta jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza, para

piden a Dios más visibilidad. Pero, ¿ese más no sería un menos? hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo (jn 6, 1 4 - 1 5 ) . ¡Qué

Si Jesús hubiera bajado de su Cruz para probar irrefutablemente ocasión desperdiciada! ¡Cuántos católicos trabajan para que se

su divinidad, ¿qué fe tendríamos ahora nosotros, con nuestra realice el Reino social de Cristo y resulta que Él, en su época, lo

bajeza, sino la del demonio que adora? rechaza! ¿A qué jugaba, entonces?

No se debería dudar, al menos, de su inocencia: en Dios no

Por qué se esconde Dios hay diversiones perversas, no hay manipulaciones del estilo de

"yo-tampoco-te-quiero", no hay placer cobrado al precio del

A lo largo de todo el Evangelio de Marcos, como hemos en­ suplicio de Támalo. Su discreción no son secretitos, lo mismo

trevisto más arriba, Cristo exige que se silencien las exclamacio­

nes que declaran su identidad y que se oculten los milagros que

atestiguan su poder. Si a los demonios que lo designan como e [No se debe olvidar que, aunque de nombre árabe y de confesión católica, el autor, Fabrice

Hijo de Dios los reduce al silencio, también advierte seueramen- Hadjadj, es de ascendencia judía. De ahí la referencia a su familia. N. del T.]

92 93
La je de los demonios La lucidez de las tinieblas

que su anuncio no es exhibición. Es necesario, por tanto, man­ Por otra parte, desde el punto de vista del sujeto de la fe, esta

tener la paradoja: esa reticencia es una palabra. Lejos de ahogar reticencia dificulta que el Anuncio se reciba como una ciencia

la proclamación, la despliega en profundidad. Lejos de rechazar más que como una vida. No se trata con la Revelación de una

su Reino (cada Padrenuestro pide su advenimiento), lo afirma, doctrina que haya que transmitir, sino de una Alianza que hay

pero como un Reino de amor, no de fuerza, como un Reino que consumar. Por lo que respecta a la doctrina, al sistema de

para los miserables que necesitan Misericordia, y no como una valores que el cristianismo contendría, los demonios conocen

monarquía donde todos están fascinados por el espectáculo de todas las respuestas; por lo que respecta a la Alianza, no quieren

la proeza. saber nada. Tanto es así que su manía recurrente es borrar de

la Revelación el misterio nupcial para reducirla a un moralismo

Por una parte, desde el punto de vista del objeto de la fe, esa (o a un inmoralismo, por otra parte), a una dogmática inerte (o

reticencia impide el malentendido sobre la misión de Cristo, a un pragmatismo puro), con tal de que no se trate de un en­

que es una misión de humildad. Sus milagros pudieran hacer­ cuentro. Por eso se revela Jesús a través de un secreto: no viene a

lo pasar por un taumaturgo. Como han de manifestar algo de proponer una teoría perfecta pero exterior a nuestros corazones;

su poder divino, corren el riesgo de ofuscar algo de su divino no quiere un saber tan resplandeciente que nos cautive como a

amor. Ahora bien, una fascinación ante el Profeta de los cien mariposas en la bombilla. Nadie ha de acogerlo como sabio más

retornos haría tanto más inadmisible el camino de su Pasión. que como amigo -en ello está la sabiduría más alta, inflamada

La desventura con Herodes lo demuestra. Ha oído hablar de los por el amor. Por eso se deja buscar. La Alianza del Eterno con

prodigios, así, cuando le llevan a Jesús arrestado, experimenta un alma exige ese deseo y esa intimidad personal de la habi­

una gran alegría al verlo, espera que le muestre alguna maravilla. tación de bodas. El don de la Revelación no se da nunca, por

El padre había ordenado la masacre de los inocentes, el hijo tanto, sin cierto repliegue, cierto pudor. Jesús podía hacer bajar

espera del Inocente un milagro. Pero como el Inocente no le ejércitos de ángeles más eficaces que nuestros mejores expertos

responde nada presentándose tan desarmado como aquellos pe­ en marketing operativo. Pero él no es precisamente el Seductor.

queños matados en otro tiempo por su padre, acaba por bur­ Se puede forzar una adhesión intelectual. No se puede forzar

larse de él, lo viste con un manto cómico y lo remite a Pilato. un corazón.

Cuanto más se reduzca a Cristo a un milagrero, menos se le

podrá reconocer como Salvador en la Cruz. Cuanto más se le Los signos que ofrece respetan nuestra inteligencia. La pre­

exalte como Rey temporal, como el día de los Ramos, menos servan de la violación de lo absurdo, pero también la protegen

se le soportará como cordero para el matadero, lo mismo que contra la violencia de la gloria. Si, para nosotros, no producen

los que lo habían aclamado en su entrada a Jerusalén se ponen evidencias tan deslumbradoras que nos fuercen como esclavos,

a abuchearlo en su salida hacia el Gólgota. Finalmente, en el es porque quiere liberarnos como hermanos. Esa penumbra es

momento en que Pedro quiere para su Maestro la corona de para mendigar el plus de un consentimiento libre. Ciertamente,

oro mejor que la de espinas, es calificado de Satán. Porque el su poder podría hacer que en cada eucaristía una columna de

Maestro no es un Führer. Va contra la voluntad de poder. No fuego abrasara el altar, pero ¿qué sería de esa penumbra amo­

quiere ser un modelo de struggle far life y de supervivencia del rosa? Nuestra adoración sería exterior, forzada, servil, mientras

más fuerte, sino de atención a los pequeños y de merey far all: que, viniendo en pobres especies, Dios nos da el darle nuestra

94 95
La fe de los demonios La lucidez de las tinieblas

confianza, nos mendiga el amor que Él nos insufla en secreto sus signos para preservarnos de la soberbia más negra. Decir no

y nos lleva a volvernos, a nuestra vez, hacia los pobres. El cual, en la luz es más tenebroso que decirlo en la penumbra; pero

siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais también decir sí en la penumbra es más meritorio que decirlo

con su pobreza (2 Co 8, 9 ) . en la luz. Esta semioscuridad, para nosotros, de la Revelación

nos preserva, por un lado, de una fe absolutamente demoníaca,

Pascal es el pensador de esa pobreza que es nuestra riqueza, de adquirida en el orgullo; por otro lado, nos hace experimentar

ese repliegue que es un don, de esa oscuridad que permite una nuestra miseria -hace que nuestra oración no sea una pose ni

luz más íntima. Repite sin cesar que no se le puede reprochar una exhibición de valentía, sino un abandono y un grito; en fin,

a la Revelación esa oscuridad de los signos y de las profecías. nos hace participar del Amor divino, donde la izquierda ignora

Contra aquellos que se lamentan: "¡Ay, si Miqueas o Isaías nos lo que hace la derecha -donde Dios da sin hacerse ver, y su

hubieran proporcionado de antemano una filiación indudable Criatura da gracias sin estar obligada a hacerlo.

del Mesías!", Pascal observa que Isaías y Miqueas dicen que den­

tro de la vocación mesiánica está precisamente sufrir el despre­ Pero hay un cuarto motivo, deducible de los otros tres, que

cio: "¿Qué dicen los profetas? ¿Que será evidentemente Dios? hace bendita esa sombra: si todo el mundo fuera "vidente", Cris­

No, sino que es un Dios verdaderamente escondido, que será to no tendría Cuerpo, quiero decir, no tendría Cuerpo místico.

ignorado, que no se pensará que sea él, que será una piedra de No tendríamos que encontrarlo los unos en los otros. No sería­

escándalo en la que muchos tropezarán, etc. Que no se nos re­ mos miembros los unos de los otros. Al no revelarse inmediata­

proche, pues, la falta de claridad, puesto que hacemos profesión mente, Dios deja espacio para la mediación de sus criaturas. Ya se
20
de ella". Aunque no hable de la fe de los demonios, Pascal deja trate de una peonía o de un tigre, de un mendigo o del arzobispo,

entrever que la razón última de esta sombra es arrancarnos de cada uno en su orden, les concede a todos la dignidad de ser por­

nuestras tinieblas: "Dios quiere disponer más la voluntad que tavoces suyos, voz suya que grita en el desierto. De esta forma,

el entendimiento; la claridad perfecta serviría al entendimiento no podemos ir hacia él sin ir hacia los demás, de suerte que su

y perjudicaría a la voluntad. Quiere abajar la soberbia"." En santo pudor no es sólo para nuestra alianza con él, solo, separada­

otro fragmento precisa: "Si no hubiera oscuridad, el hombre no mente, sino para que esa alianza nos obligue a acogernos en una

notaría su corrupción; si no hubiera luz, el hombre no espera­ comunión, siendo cada uno para el otro testigo del misterio.

ría remedio. Así pues, no sólo es justo, sino también útil para

nosotros, que Dios esté parcialmente escondido, y parcialmente Por esa disposición misericordiosa, el Eterno corre un riesgo:

descubierto, puesto que es igualmente peligroso para el hombre se hacen posibles el ateísmo o el anticristianismo o la herejía.

conocer a Dios sin conocer su miseria y conocer su miseria sin Pero aunque esa incredulidad de los hombres llegara a hacer de
22
conocer a Dios". El Señor calibra para nosotros la claridad de ellos perseguidores, sigue siendo menos grave que la fe sin tacha

de los demonios. Porque tiene la excusa de la ignorancia. Se

debe a la pesadez de nuestra razón y a la resistencia de nuestros

corazones. Pero, al menos, es cuestión de corazón. La fe de los


20
Pascal, Pensées, § 2 1 3 .
21 demonios se debe a la celeridad de sus inteligencias y no hay
Ibídem,§ 2 1 9 .
22
Ibidem, § 4 1 6 . corazón en ella, ni lo habrá jamás. Entre el desconocimiento

96 97
La fe de los demonios

del que conserva laborable su corazón y la certeza del que lo ha

cerrado para siempre, la segunda es infinitamente peor.

Dios se oculta, pues, en buena parte, para que el hombre lo

busque con deseo y lo busque a través de sus hermanos, es decir,

tanto en su suegra como en un petirrojo. Para mantener despierta

su atención hacia las cosas pequeñas. Para darle un espacio en el

que arriesgar su propio camino. Para que su voluntad no se quede,

respecto de su inteligencia, fatalmente retrasada. La idea de que

la reserva es, en este caso, el lugar de una ofrenda no está lejos del
S E G U N D A P A R T E
tsimtsum de la mística judía: Dios crea el mundo como el océano

hace aparecer la tierra, retirándose de ella. Encuentra su más bella

expresión en esa historia de un nieto y de su abuelo, el rabí Baruj, PADRE NUESTRO DE LA MENTIRA

nieto a su vez de Baal Shem Tov: "Yehiel, el nieto de rabí Baruj,

jugaba un día al escondite con otro niño. Encontró un escondrijo (o de cómo la fe de los demonios fecunda los errores

estupendo, se metió y esperó a que su compañero viniera a descu­ de los hombres)

brirlo. Pero, después de haber esperado mucho tiempo, acabó por

salir y no vio en ninguna parte a su amigo. Se dio cuenta entonces

de que el otro niño no lo había buscado en absoluto y rompió a

llorar y llorar. Fue corriendo, y todavía sollozando, a buscar a su

abuelo para quejarse a gritos de la maldad de su compañero, de

aquel malvado niño que no había querido buscarlo, ¡y eso que él

estaba tan bien escondido! Sólo con gran trabajo consiguió aguan­

tarse las lágrimas el mismo Justo: -Es exactamente lo mismo que


23
dice Dios: "Me escondo y nadie quiere buscarme".

¿A qué juega Dios? Juega al escondite. Quizás sea ése uno de los

sentidos esenciales de la palabra: Yo os aseguro: el que no reciba el Rei­

no de Dios como niño, no entrará en él (Me 1 O, 1 5 ) . Dios nos da los

signos precisos para que veamos bien que es invisible. Así podemos

jugar con él a ese escondite a la vez trágico y travieso como la músi­

ca judía: su espíritu de infancia nos preserva del espíritu impuro.

23
Martín Bubber, Récits bassidiques, Édítions du Rocher, París, 1978, pp. 157 - 1 5 8 .

98
Como tal, la fe de los demonios nos es inaccesible. Nuestra ra­

zón es demasiado débil. Demasiado débil nuestro corazón. Se

esfuerzan ellos, entonces, en empujarnos hacia diversos suce­

dáneos. Puesto que no pueden aprovechar nuestra voluntad y

nuestra inteligencia, aprovecharán nuestra ignorancia y nuestra

debilidad. Tallan para nosotros una perversión a medida, an­

gelismo tonto, bestialismo con medias de seda, ateísmo ciego y

sordo, religión dura y chillona. Intentan curarnos, estos bien­

hechores, de las quemaduras del Fuego devorador. Gregorio

Magno cuenta el encuentro de San Benito y uno de estos espi­

rituales, Purgón: "Un día, el hombre de Dios se dirigía al ora­

torio de San Juan situado en la cima de la montaña. El antiguo

enemigo salió a su encuentro con el aspecto de un veterinario

que llevaba su retorta y su trípode. '¿Dónde vas?', le preguntó el

santo. El diablo respondió: 'Voy donde tus hermanos a darles la


1
medicina"'. Siendo, como es, Benito patrón de Europa, se pue­

de inferir cuánta medicina ha podido administrar -administra

todavía- en el Viejo Continente.

Ésta es la parte de verdad que contienen las muy falsas teorías

conspirativas. Teorías que pretenden localizar la última instan­

cia del mal en las urdimbres secretas, probadas o imaginarias,

I
Saint Grégoire le Grand, La vie et la regle de saint Benott, Téqui, Paris, 1994, p. 1 1 1 .

101
Padre nuestro de la mentira La fe de los demonios

de alguna comunidad humana: protocolos de los sabios de Sión Comprender el concierto infernal de nuestros errores y de

o francmasonería, Opus Dei o Al-Qaeda . . . ¡Qué candor! Ol­ nuestras pasiones contrarias significa intentar no volver a com­

vidan remontarse hasta un complot todavía más secreto y más batir el exceso con el defecto, ni la separación con la confusión,

tentacular, es decir, hasta un complot angélico. Una conspira­ ni la paja en el ojo ajeno con la viga en el de uno mismo. No

ción que sabe jugar con facciones opuestas, que sabe coordinar instalarse en una prudencia tan precavida que se transforme en

para la destrucción las entidades más contrarias: progresismo dimisión, sino esforzarse en una misión a la vez más pugnaz y

e integrismo, capitalismo y comunismo, satanismo en bruto e más misericordiosa. Más pugnaz porque, siguiendo a San Pa­

irenismo remilgado, aquel ejército democrático y aquella otra blo, se trata de ejercer el pugi.lato, no como dando golpes en el

organización islámica, americanismo belicoso y antiamericanis­ vacío ( l Co 9, 26). Más misericordiosa porque, como explica

mo pacifista, militantes proabortistas y pro-Life feroces . . . Hay San Agustín, sólo los enemigos angélicos lo son con seguridad

acuerdos que pasan por encima de las cabezas de hombres que y definitivamente. Por lo que se refiere a los hombres, escribe:

se odian. Hay guerras que se declaran por debajo de corazones "[Que [la familia rescatada por Dios] recuerde que sus enemigos

que se adulan. Lo esencial para esta conspiración, simultánea­ esconden entre sus filas a algunos de sus futuros conciudadanos,

mente más alta y más baja, es cultivar el odio tanto como las no vaya a ser que crea estéril la paciencia de soportarlos como

complacencias que contribuyen a la condenación. enemigos esperando la alegría de recibirlos como confesores!

¡Que recuerde también que durante su peregrinación por este

Todo ello no libera a los hombres de su responsabilidad. Úni­ mundo se le han unido algunos por la comunión en los sacra­

camente nos impide imputarles una responsabilidad tan origi­ mentos que no estarán asociados a ella en la eterna felicidad de

nal, y tan cierta, y tan irrevocable, que no nos dejaría atribuirles los santos!'?

ni siquiera la responsabilidad de su arrepentimiento. Porque la

tendencia de una época que ya no cree en el demonio es demo­ Es inútil decir que estos últimos participan en mayor medida

nizar cualquier cosa por menos de nada y alzar nuevas hogueras en el complot más oscuro, puesto que maniobran en el seno

llameantes en nombre de la humanidad. Nos imaginamos que, mismo de la luz. La conspiración más oculta no es la que obra

una vez que ese sucio tipo y su malvada ideología ya no estén en en el exterior, sino la que obra en medio de nosotros. ¿Quién

condiciones de hacer daño, habremos acabado de una vez para sabe, por tanto, si no somos nosotros sus instrumentos más

siempre con el crimen. Pero resulta que descubrimos a nuestras insidiosos? Yo mismo no me fío demasiado. El Enemigo no

expensas que, con la cizaña, también hemos arrancado el trigo podría hacer otra cosa mejor, por consiguiente, que ir reclu­

bueno y que, por no haber llevado también la yihad contra nues­ tándome poco a poco, casi sin que yo me diera cuenta, como

tra malignidad, hemos dejado que nos invada. Más que el justo agente secreto s u y o . . . Se comprende entonces por qué en el

equilibrio de la balanza, favorecemos el vaivén del balancín. Y último oficio monástico, antes del gran silencio de la noche,

más que el combate contra el verdadero "imperio del mal", pro­ se repite la exhortación de Pedro: Sed sobrios y velad Vuestro

movemos paces leoninas y guerras injustas. Debería, sin embar­

go, saltar a la vista por poca atención que pusiéramos: las estu­

pideces nuestras, que se oponen unas a otras, están orquestadas


2
por una inteligencia que nos supera; las bajezas nuestras, que se San Agustín, La ciudad de Dios, libro !, capítulo XXXV.

miman entre sí, contribuyen a un horror que nos aniquila.

102 103
Padre nuestro de la mentira

adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién Primera Lección
devorar. Resistid/e firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos

que están en el mundo soportan los mismos suftimientos (1 P 5,


Extensión del ámbito de la lucha
8-9). Es una lástima que, en el breviario, la cita esté truncada

antes del final de la frase (¿fue devorado ese final por el león en

cuestión?). Porque lo expresa admirablemente: en lo referente

a la instrumentación diabólica, la oposición entre los que están

en el mundo y los que se han retirado de él ya no juega ningún

papel, de modo que en la lucha contra esa instrumentalización

se despliega una fraternidad más amplia.

Éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la

verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira

[pseudo], dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso

y padre de la mentira.

Jn 8, 44

La tentación en el Jardín

"¡Yo no he empezado!" Así es como se justifica el niño peque­

ño ante su censor. Y el antiguo terrorista no lo hace mejor. Con

un argumento de ese tipo, lo sabemos muy bien todos, la con­

ciencia puede perpetrar genocidios. Después de todo, ¿quién

puede decir que no ha padecido nada con anterioridad, que

no ha sido ofendido en nada, que no ha sufrido antes de hacer

sufrir? Así pues, la agresión más descarada puede argumentarse

como legítima defensa. Y los verdugos se hacen la competen­

cia con el pretexto de que fueron primero, más que los otros,

víctimas. ¿A quién beneficia más todo esto? Al que realmente

empezó con el mal.

Mucho antes de las tentaciones en el desierto fue la tentación

del Jardín. En el Edén, la serpiente empieza (con ese comienzo

que, en realidad, no es más que una manera de acabar). Después

de lo cual empieza también para nosotros la mala fe. El horn-

104 105
La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

bre: "Yo no he empezado, Señor, ¡ha sido la mujer que me diste propio fondo" (ek ton idion), sino "ser sincero"? La sinceridad

por compañera!"La mujer: "Yo no he empezado, Señor, ¡ha sido consiste en decir lo que uno piensa, es decir, lo que tiene en el

la serpiente que me ha seducido!" Eva está más cerca que Adán fondo de sí. Más específicamente en esta ocasión, en decir lo

de la verdad. Además, la respuesta de este último, más evasiva, que uno piensa por sí mismo. Así, el mentiroso por excelencia

manifiesta una culpa redoblada por su parte: después de haber puede ser el sincero por principio. No se contenta con decir lo

desobedecido a Dios arroja su pecado sobre la vecina. Pero la falso. Es falso, aun cuando pretendiera decir la verdad. ¿ Y cuál

esposa hace también como si la seducción no le hubiera dejado es la esencia de esa falsedad? Una sinceridad absoluta que en úl­

ninguna libertad. Ésas son nuestras primeras mentiras. tima instancia refiere la verdad a sí, en lugar de a la Verdad mis­

ma. En este sentido hay que leer la expresión "padre de ello". El

¿Cómo hemos llegado a ese extremo? Más vale releer el pasaje genitivo no se refiere a "mentira", sino a "mentiroso". El diablo

siempre inaudito de la primera seducción. Puesto que original, es padre del mentiroso que es él. Lo que califica radicalmente su

debe tener algo de estructural. Ver cómo el astuto ha embau­ mal es exactamente esa pretensión de ser padre de sí mismo en

cado a la mujer es ver también cómo nos embauca a nosotros, vez de hijo de Dios, de hablar desde su propio fondo en vez de

y cómo nosotros nos dejamos cazar tontamente porque preten­ desde la Palabra.

demos responderle por nosotros mismos. Se acuerda uno de la

Epístola de Judas, que cita el libro de Zacarías: Dijo el ángel del Diciéndolo de otra forma: Satán ama el don de sí. Ése es su

Señor al Satán: ';·El Señor te reprima, Satán!" (Za 3, 2). ¿No ten­ orgullo más sutil: el don de sí hasta el extremo de querer dar sin

dría la mujer que haber respondido así a la serpiente, mandán­ haber recibido, de hablar sin haber escuchado, sino partiendo

dola al diablo, es decir, encomendándose a Dios? Pero no, ella únicamente de lo que proceda de sí solo y sin importar si, como

quiere tener la iniciativa y lo que da, en lugar de una respuesta, consecuencia, no acaba dando más que la nada. Ahora bien,

es una réplica. Ése es, de entrada, el primer traspiés y la raíz del la mujer, al escuchar a la serpiente, cae de lleno en ese defec­

desarraigo paradisíaco. to. Quiere defenderse ek ton idion, por ella misma, sola como

una grande, sin Dios ni prójimo (¿por qué no llama tampoco a

Una palabra de Jesús nos advierte acerca de esto en el Evan­ Adán?) y así es como se deja alcanzar.

gelio de San Juan. Pero esa palabra raramente se traduce con

toda su significativa ambivalencia. Jesús remite explícitamente Pero detallemos el proceso de ese alcance retomando el doble

en ella a la culpa original. Habla del que fue homicida desde el monólogo (no puede tratarse de un verdadero diálogo) que da

principio. Y lo califica de esta extraña manera (traduzco ahora los tres golpes' de todas las tragedias futuras: La serpiente era el

de la manera más literal posible): Cuando dice la mentira, dice más astuto de todos los animales del campo que YHVH Dios había

desde lo que le es propio, porque mentiroso es y el padre de ello an


8, 44). Ese "ello" del que es padre (pater autou) lo refieren la ' [ E l autor se refiere aquí a una antigua costumbre del teatro francés que exige que, justo antes

mayoría de los traductores a "mentira": el diablo es "mentiro­ del comienzo de la representación, se den tres golpes en el suelo del escenario con un bastón.

Podría ser una manera de atraer la atención del público. Algunos afirman que la tradición
so y padre de la mentira". Pero el versículo nos está diciendo
procede de la Edad Media y que los tres golpes serían una referencia a la Trinidad. Otros hacen

-¡qué sorpresa!- que esa mentira corresponde a la mayor de corresponder los tres golpes a los tres saludos que hadan los comediantes cuando actuaban en

la Corre. Uno al rey, otro a la reina y otro al público. N del T.]


las sinceridades. ¿Qué quiere decir, en efecto, "hablar desde su

106 107
La fa de los demonios Extensión del ámbitode la lucha

hecho. Y dijo a la mujer: ''¿Cómo es que Dios os ha dicho: No co­ del artificio, de la sobrecarga, de ese más que en realidad es un

mdis de ninguno de los árbolesdeljardín?" Respondió la mujer a la menos, puesto que no ha sido querido por Aquel que es. ¿Qué

serpiente: ''Podemos comer del fruto de los árbolesdel jardín. Mas es, de hecho, el mandato sino un suplemento que niega el don

delfruto del á r b o lque está en medio deljardín, ha dicho Dios: ''No originario? El espejismo de un oasis para el que se niega la fuen­

comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte': Replicó la serpiente te verdadera. Pero lo bueno es que ese espejismo soy yo quien lo

a la mujer: ''De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy fabrica con mi pequeño proyector.

bien que el día en que comiereis de él se os abrirán los ojos y seréis

como dioses, conocedores del bien y del mal': Y como viese la mujer Viene después la mentira enorme: Dios os ha dicho: ''No comáis

que el á r b o lera bueno para comer, apetecible a la vista y excelente de ninguno de los árbolesdel jardín': Ése es el cebo. Su grosería

para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su misma traiciona su doble sutileza. Primera sutileza: no comer

marido, que igualmente comió (Gn 3, 1 - 6 ) . de ningún árbol, de ningún alimento material, es lo propio de

un espíritu puro como él. Se manifiesta así su desprecio por la

La serpiente es "el más astuto", con un adjetivo hebreo que carne y su amor por la "espiritualidad". ¿Cómo es que no vais a

puede leerse también como "el más desnudo". Ese doble sen­ comer . . . ? se puede entender como queriendo decir: ''¿Conque

tido es una imagen, diría un poeta: con el mismo término se vais a ser dngeles como yo?" Son palabras que transpiran la ven­

denota la sinuosidad del reptil y sus frecuentes cambios de piel. taja de una espiritualidad pura, lejos de cualquier dependencia

Pero, ¿en qué consiste esa astucia que también es desnudez? En de un huerto, lejos de la bovinidad de cualquier manducación.

la inteligencia separada de la gracia, diría un teólogo. La ser­ Eso es lo que sugiere de primeras su conversación, aun cuan­

piente, aunque es una virtuosa de los entrechats y de los ronds de do la tentación parece tomar el camino inverso de animar a la

jambe,g en fin, aunque es flexible y contráctil, a pesar de todo, manduca. Pero, ¿no es lo normal para el demonio saber manejar

nunca es graciosa. El hecho de que sea clasificada entre los ani­ expresiones de doble sentido?

males del "campo" podría confirmarlo: aunque fue hecha por

"YHVH Dios", procede primeramente del "campo", no de la La primera mujer, muy de carne, a la fuerza, no puede en­

tierra virgen tal como graciosamente había salido de las manos tender lo sobreentendido. Sólo comprende el sentido obvio de

de Dios, sino de la tierra ya trabajada, transformada median­ la declaración, es decir, "no tenéis derecho a comer de ningún

te algún artificio. La primera palabra de la serpiente explicita árbol" . ¿ Cómo puede decir la serpiente algo tan estúpido? ¿Está

esa industriosa observación: ¿Cómo es que . . . ? (aj), que tiene el ciega además de sorda? ¿No ve esos labios aún relucientes por

sentido de Conque . . . Con ella se nos sitúa siempre del lado el melocotón o incluso por la jugosa manzana? Ahí radica la

segunda sutileza: se hace el cateto adrede. Se acerca con unos

bastos zuecos de campesino. ¡Es tan evidente que el animal

racional tiene que comer para sobrevivir! La señora, enfrente,


' [Hemos preferido dejar el francés original que es la lengua usual en todos los países para los

tecnicismos del ballet clásico, al que aquí se refiere el autor como una de las habilidades de la puede sentirse por lo tanto inteligente. Puede sentirse segura de
serpiente. En efecto, los entrechats son saltos en los que el bailarín brinca en el aire y rápidamen­
sí misma. La sabia Mujer sabrá defenderse sola . . .
te cruza las piernas hacia delante y detrás alternativamente. El rond dejambe es un movimiento

circular de la pierna. Está claro que la referencia al ballet es doblemente irónica puesto que la

serpiente no tiene patas. N del T.]

108 109
La Je de los demonios Extensión del dmbito de la lucha

Santa Notoques," protopecadora árbol que está en medio del jardín"? Al centrarse en el conoci­

miento más que en la vida, la mujer parece inclinarse ya del lado

El autor del Génesis emplea la ironía con una ligereza asom­ de la exageración de la serpiente, cuya inteligencia siempre se

brosa. La respuesta que pone en boca de la mujer se parece al retrasa respecto del amor. Al evocar el fruto prohibido en lugar

mandato divino; tiene el sabor del mandato divino, pero ya no del fruto ofrecido, lo prohibido en lugar del don, parece decaer

es el mandato divino. Contiene una sustracción y una adición de la mística a la moral.

(un "conque . . . " del diablo). La mujer se enfrenta a la serpiente,

sin ninguna duda, pero ya se ha dejado llevar a su terreno: Po­ Lo hace por defender esa prohibición, ¡y con qué celo! Sin

demos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del Adán, sin el Nombre divino (en su réplica no hay una invoca­

árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: "No comáis de ción del Tetragrámaton), se cree lo bastante fuerte para ser la

él etc. "Tras haber afirmado el permiso para comer de todos los defensora de la prohibición divina, la abogada del Paráclito,

árboles, olvida recordar la disponibilidad central del árbol de la el mirlo blanco capaz de proteger a la Paloma. Y ahí está la

vida, pues para ella es más importante la prohibición del árbol segunda desviación: YHVH Dios sólo había dicho: Del árbol

del conocimiento. ¿Qué nos había dicho el capítulo preceden­ de la ciencia del bien y del mal no comerás, y la mujer declara:

te?' YHVH Dios plantó en medio del jardín el árbol de la vida, Ha dicho Dios: "No comáis de él, NI LO TOQUÉIS . . . "¡Añade una

y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2, 9). El árbol del prohibición! ¡Se convierte literalmente en una Santa Noto­

conocimiento no se sitúa con exactitud. Se puede suponer que ques!

crece junto al árbol de la vida. Pero, hablando con propiedad, es

el árbol de la vida el que está en medio del jardín y no el árbol ¿Quién fue lo bastante mal lector, y más aún mal tiparraco,

del conocimiento, como pretende la mujer. A no ser que ella se para pensar que el primer pecado tenía que ver con la lujuria?

imagine que la prohibición se refería al árbol de la vida. Ahí se El ni lo toquéis pone claramente de manifiesto que ese pecado

produce su primera desviación de la palabra: de manera subrep­ tiene que ver más bien con cierto orgullo puritano. Aunque

ticia -rampante- lo negativo llega a ser más central que lo para muchos cristianos esa evidencia pasa todavía desapercibi­

positivo, la prohibición prevalece sobre el don del Eterno. da, entre los judíos se habla de ella desde siempre. A los ojos de

rabí Hiya, sabio del Talmud, ese añadido es la primera mentira

¿No debería haberle respondido a la serpiente exactamente del hombre y su verdadero punto de inflexión. Así lo comenta

lo contrario, sinañadir nada más: "Podemos comer incluso del el Midrash Rabbah: "Está escrito: No añadas nada a Sus pala­

bras, no sea que te reprenda y pases por mentiroso (Pr 30, 6). Rabí

Hiya enseñaba: 'No hagas el cerco más importante que la cepa y

evitarás que cuando caiga arranque la planta. El Santo, bendito


h [Hemos traducido la expresión francesa Sainte-Nitoucbe por Santa Notoques, siguiendo es­
sea, había dicho 'porque el día que comieres de él, morirás',
trictamente su etimología (sainte n y touches). Hay, sin embargo, un matiz con el que va a jugar

el autor en esta sección que se pierde, ya que, en francés, una persona se dice ser una sainte­ ahora bien, eso no es lo que repitió la mujer, sino: 'Ha dicho
nitouche cuando es hipócrita y parece actuar piadosamente, una mosquita muerta, en español.
Dios: No comáis de él, ni lo toquéis'. Desde que la serpiente
N del T]
I
Con respecto a la exégesis que sigue, mi deuda mayor es con el bellísimo libro de Jacques
vio a Eva pasar delante del árbol, la cogió y la empujó contra

Cazeaux, Le partage de minuit: Essai sur la Genése, Cerf, Paris, 2006. él. '¡Mira!, exclamó, ¡no estás muerta! ¡Lo has tocado y no estás

110 111
La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

2
muerta! ¡Tampoco morirás si comes de él!"' Así es como Santa os mantiene en una ceguera de esclavos. Comed, y se abrirán

Notoques se transforma en libertina. Mostrándole que lo que a vuestros ojos". Pero, ¿no ocurre, en realidad, como con Jesús en

ella le producía tan gran espanto no era tan malo como se figu­ el desierto, que el diablo asume la palabra divina y juega sola­

raba. Todo su pequeño sistema se derrumba. Es fácil, después mente con su interpretación? De ninguna manera moriréis, es de­

de eso, precipitarla en el vacío. Como la prohibición inventada cir, "moriréis" debe interpretarse como "no mo r iréis " . En efecto,

no tenía razón de ser, ella acaba creyendo que la prohibición Dios es enteramente bueno, quiere vuestro bien: esa muerte de la

divina no vale apenas más que la otra. Dejemos ya de asombrar­ que habla es un paso hacia una vida más elevada. Pero quiere que

nos al ver a las puritanas caer de culo en el desenfreno. El día tengáis también espíritu de iniciativa. Sabe muy bien que el día en

en que se dan cuenta, con razón, de que su exceso moralizador que comiereis de él se os abrirán los ojos, y seréis finalmente como

es insufrible, se ponen a juzgar equivocadamente que hasta la él, con él. . . La serpiente no puede empujar a la mujer a una

verdadera moral va contra la vida. transgresión demasiado patente: su conciencia la sorprendería en

delito flagrante y retendría su mano. Va muy despacio. No niega

La serpiente puede dar el golpe de desgracia. Su primer argu­ la prueba del árbol. Pero invierte su sentido. Y esas maneras son

mento era grosero, el segundo es de un refinamiento extremado. muy dignas de una inteligencia tan sutil como caída. Se trata cla­

En el primer relato de la creación, el de los siete días, se habla del ramente de una seducción: la mujer se refiere siempre al manda­

hombre a imagen y semejanza de Dios (Gn 1 , 26-27). Nada de miento divino, pero ya no lo hace partiendo de la Palabra divina

eso en el segundo relato, el del Edén. Excepto en la lengua bífida. viviente, sino partiendo de ella y de la autoridad usurpada por el

Sólo la serpiente habla en ese relato de ser a imagen de Dios. Sólo primer glosador, Satán. Ella desea la bienaventuranza prometida

ella propone la semejanza testimoniada por Dios mismo en el por Dios (llegar a ser como Él), pero a partir de este momento

relato precedente: Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. por sus propias fuerzas, imaginándose que Dios no le había di­

Mientras que en su primera réplica fingía cometer un enorme cho todo. Quizás incluso se figure que su "moriréis" significa

error, en ésta se apoya en una verdad esencial. Hace poco, decía "moriréis a vosotros mismos y entraréis en mi Vida", porque así

algo que no era; ahora, invita a algo que ya es. Hace poco, exage­ de hábil es el orgullo para forjarse pretextos de humildad.

raba el mandamiento negativo; ahora usa del mandamiento po­

sitivo. Porque Adán y su mujer conocen ya el bien y el mal, que La continuación pone de manifiesto una última serie de inver­

se distinguen precisamente a través del respeto o el desprecio a la siones. La mujer ve que el á r b o lera bueno para comer, apetecible a

prohibición referente al árbol. Y ya son como Dios, por naturale­ la vista y excelente para lograr sabiduría. En el capítulo que evoca

za y por gracia, aunque tengan el deber de serlo más en la gloria. la creación del Jardín, las cosas estaban escritas en otro orden:

YHVH hizo brotar del suelo toda clase de árbolesdeleitosos a la vista

Es habitual admitir que la frase del tentador deja traslucir unos y buenos para comer (Gn 2, 9) . La contemplación precedía a la

celos, una mentira de YHVH: "O s ha hecho creer que moriréis, acción. Ahora aparece el mundo al revés ("de-mon ", en verlan),i

el muy avaro, porque no quiere comunicaros su bien. Además,

'[El uerlan es, en francés, un tipo de argot que consiste en invertir el orden de las sílabas de cada
2
Midrach Rabba, t. I, Genese Rabba, Verdier, Lagrasse, 1987, p. 2 1 5 . palabra y, a veces, elidir algún sonido. El término uerlan proviene de invertir de esa forma las

113
La fo de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

la acción precede a la contemplación. Primero se come, después la independencia. Y además, el fruto que logramos alcanzar por

se ve. Comer en sí no es malo, ni mirar. El mal no está en la cosa, nosotros mismos nunca es mayor que la pequeñez de nuestras

está en el uso que se hace de ella, en la prioridad que se le otorga manos, mientras que el fruto que Dios da lleva en sí la medida

indebidamente. Ahora bien, si uno la coge antes de acogerla, la de su inmensidad. Es la diferencia que hay entre tomar un vaso

acción se transforma en depredación y la contemplación ya sólo de agua y tomar el mar.

es un digestivo.

Llega el colmo: la palabra "árbol" se repite para precisarnos La culpa de Adán o la compasión pervertida

lo que la mujer busca en su consumición, a saber, la sabiduría.

El término es el que empleará el salmista para designar la virtud La mujer toma, come y da al hombre. ¿No es sorprendente?

propia del que busca a Dios: Se asoma el Señor desde los cielos . . . Su primer acto después de la culpa es una donación. No de ava­

por ver si hay un sabio, alguien que busque a Dios (Sal 13, 2); ricia, sino de generosidad. Don de la contaminación, sin duda,

Dame sabiduría, y aprenderé tus mandamientos (Sal 118, 73). generosidad degenerativa, pero repartición al menos. ¿No había

¡La mujer también desea, en el instante mismo de su culpa, la sido creada como una ayuda? Viene, pues, en su ayuda, como

sabiduría que hace observar los mandamientos de Dios! No hay uno sordo y ciego ayudaría a un niño en una travesía. Porque

ironía más trágica. Una vez más, lo malo no es la cosa que se dar es bello, pero hay que tener cuidado con lo que se da, y velar

vislumbra, sino la manera de alcanzarla. El verbo empleado (la­ para que lo que se da no perjudique y no sea venenoso.

qakh) puede traducirse por "tomar", "adquirir", "apoderarse".

Ahora bien, para la verdadera sabiduría, ya proceda de los oídos ¿Qué se nos dice de Adán? Estaba junto a ella, y comió. Largo

de una fe amante o bien de los ojos de una alma bienaventura­ fue el proceso de la mujer antes de la caída. El del hombre es

da, no se trata ni de tomar ni de soltar la presa. Se trata de de­ inmediato. La culpa de nuestro primer padre, la culpa capital

jarse tomar por la gracia. El mismo verbo se vuelve a encontrar, que rebrota en toda su descendencia, se cuenta en apenas unas

en efecto, en boca de Abraham: YHVH, Dios de los cielos y Dios palabras, ni siquiera un versículo, sólo media frase. Y dio tam­

de la tierra, que ME TOMÓ de mi casa paterna y de mi patria (Gn bién a su marido, que igualmente [en hebreo, "estaba con ella"]

24, 7 ) . Se oye también en la zarza ardiente: Yo os TOMARÉ como comió. ¿Por qué tan poca cosa para un desastre tal? ¿No habría

pueblo mío, y seré vuestro Dios; y sabréis que Yo soy YHVH, vues­ debido decirnos algo más el autor sagrado? Hay que creer que

tro Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto (Ex 6, 7). Se trata dice lo suficiente. La ausencia de desarrollo basta para señalar la

nada menos que de una gracia del Señor contra los trabajos gravedad del gesto: pecado sin seducción previa y, por tanto, sin

forzados de Faraón: es la Verdad que viene por bondad a tomar­ excusa, peor que el de la mujer. La presencia de la preposición

nos, y no nosotros los que la tomaríamos por fuerza. Porque esa "con" es suficiente para especificar la culpa: tiene que ver con el

Verdad es la del encuentro y la comunión, no la de la proeza y "estar con", con la comunión misma (será además otra comu­

nión aquella en la que se comerá para estar con).

sílabas de la expresión a l'enuers (al revés). Está claro entonces que monde (mundo) se traduce en
¿Qué pretende indicar esta situación del hombre junto a o

uerlan por démon (demonio). N del T.] con la mujer? Hace poco estaba sola, y resulta que ahora Adán

114 115
La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

estaba con ella. No se trata sólo de vecindad, sino de conyuga­ pecado. Adán desciende a su mujer pecadora para complacer­
lidad. La unión del hombre y la mujer era el único sacramento se en su pecado. Comunión sin el ser, cena en casa, eucaristía
del Edén. Su matrimonio es a imagen de Dios, signo sensible desdichada. Torna del fruto prohibido y es como si celebrara el
y activo de la divina comunión. ¿No dice San Juan que la Pa­
don de su mancha, como si ordenara a todos lo que saldrán de
labra estaba con Dios On l, 1 ) ? De igual forma, Adán está con
él: Tomad y comed todos de él. . . Pequemos uno tras otro para
su esposa. Por ese flanco lo va a alcanzar el demonio. Tentar estar juntos. Como si el pecado no replegara a cada uno sobre
directamente a ese Adán que había oído a Dios en directo no sí mismo. La compasión de Adán se mira a sí misma; es un des­
parecía algo factible. Desaparece, pues, de escena, pero es para censo narcisista, un descenso satisfecho de su abajamiento por
golpear mejor a través de su propia costilla, carne de su carne, el otro que olvida entretanto que el fin no es arrastrase con él en
hueso de sus huesos, hasta llegar al corazón. Tras haber inverti­ el fango, sino sacarlo de él.
do el sentido de la prueba, invierte el sentido de la comunión.

El sacramentum Dei se convierte en ínstrumentum díabolí. La


Ése es el doble orgullo original -el grado supremo de la pa­
asistencia mutua se deforma en mutua adulación. rodia: creer que se puede defender a Dios sin Dios, creer que

se puede salvar al hombre sin la gracia. ¿Y cómo no admirar


El hombre, por fidelidad a la mujer -pero una fidelidad re­ la maestría con la que la serpiente ha llevado a término, por
pentina peor que cualquier adulterio- come lo que la mujer le así decir, su empresa? La secuencia es como de una sola pieza:
da. Lo que se pervierte ahora no es sólo la relación con la Ley un error grosero fingido provoca una réplica excesiva; la répli­
(no comerds-Gn 2, 1 7 ) , es también la relación con el Amor (se ca, un desequilibrio a partir de su exceso; el desequilibrio, una
hacen una sola carne-Gn 2, 24). inversión en el orden de los bienes; la inversión, un ruinoso

consumo del árbol; el consumo ruinoso, una falsa compasión;


De manera más precisa, mientras que la mujer ha deformado la compasión falsa, una caricatura lograda de la imagen de Dios.
la relación con la Verdad, el hombre deforma la relación con la Se puede decir que su golpe ha tenido éxito. Entonces, ¿cómo
Misericordia. Porque resulta que, ahora, tiene a una miserable iba a fallar el golpe con nosotros?
ante él. Su comunión con ella tiene que pasar, a partir de ahora,

por la conmiseración: "Pobrecita mía, tú solita, amorcito mío,

¿qué te ha pasado? Pero tú no tengas miedo. Tomo sobre mí Las flores del mal y el infierno del progreso
tu desdicha y me hundo contigo". ¿Eso no nos recuerda algo?

Adán debía haber sido en esta ocasión el Agnus Dei. El que carga En la Tentación en el desierto, Satán ofrece a Jesús todos los
con el pecado del mundo, siendo para él el mundo esa mujer. reinos del mundo y su gloría (Mt 4, 8 ) , y el Señor no cuestiona
Pero, en vez de cargar, suelta, cede, cae en una compasión que
que posea dicho imperio. El que es echado fuera (In 1 2 , 3 1 ) es
tiene algo de complicidad. el que el Verbo mismo se atreve a denominar también el prín­

cipe de este mundo. Y San Pablo, a ejemplo del Maestro, puede


Su pseudo-misericordia es una caricatura de la Redención. llamarlo sin sacrilegio el dios de este mundo (2 Co 4, 4). Ahora
Adán está con ella, el Señor está con nosotros. Pero el Verbo bien, el demonio no se desencoleriza precisamente porque está
desciende a nuestra carne pecadora para sacarnos de nuestro
vencido. ¡Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado

116
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La fe de los demonios Extensión del ámbitode la lucha

donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo! gran bonachona; pero está poseída. El Diablo la ha persuadido de

(Ap 12, 12). Una vez perdido, ya no tiene nada que perder. fiarse de su buen corazón y su buen sentido, para que ella persua­

Sobre todo, no tiene que perder el tiempo. da a los demás de fiarse de sus buenos corazones y sus buenos

sentidos".' No se podría interpretar mejor el pecado de Eva. En

Los que dicen, como objeción al cristianismo, que la Encar­ cuanto al de Adán, no lo entiende peor Baudelaire: en este caso,

nación no ha hecho el mundo mejor deberían reconocer, al la posesión más diabólica no es la medieval, sino la progresista:

menos, que ha permitido que llegara a ser peor. La historia se "¿En qué consiste entregarse a Satán? ¿Qué hay más absurdo

ha acelerado, la Buena Noticia ha hecho posibles, para los que que el Progreso, puesto que el hombre, como demuestra la vida

la rechazan o se la incautan, noticias cada vez más insidiosas y diaria, es siempre semejante e igual al hombre, es decir, siempre

cada vez más odiosas, un crecimiento colosal de la cizaña que está en estado salvaje? ¿Qué son los peligros de la selva y de la

aprovecha la tierra abonada para el trigo bueno. El Apocalipsis pradera al lado de los choques y conflictos cotidianos de la ci­

da testimonio de ello: se trata de la victoria misma del Cordero vilización?"" Entregarse a Satán, según Baudelaire, es creer que

que arroja a la tierra al gran Dragón, el seductor del mundo ente­ se ha acabado con él y que uno se las arreglará solo gracias a sus

ro, y a sus dngeles con él (Ap 1 2 , 9). Despechado contra la Mujer, buenos sentimientos y a sus potentes máquinas: "Pereceremos

dice San Juan, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que por aquello por lo que hemos creído vivir. La mecánica nos

guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de habrá americanizado de tal forma, el progreso habrá atrofiado

jesús (Ap 12, 1 7 ) . Por medio de la Bestia, se le concedió hacer en nosotros de tal forma la parte espiritual, que ninguna de las

la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda ensoñaciones sanguinarias, sacrílegas o antinaturales de los uto­
5
raza, pueblo, lengua y nación (Ap 1 3 , 7), es decir, el mismo ám­ pistas podrá compararse con sus resultados positivos".

bito que a la redención operada por el Cordero, que compró para

Dios con su sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación La ambición de extirpar por nosotros mismos todo el mal de

(Ap 5, 9). aquí abajo es una ambición maléfica en sí. Después de haber

olvidado al diablo (la mejor manera de interesarlo), desprecia

Este artículo de fe ya no está de moda, ni siquiera en la Iglesia. tanto la libertad humana como la divina, ignora la realidad de

Las Luces de la industria lo han mandado al diablo. Baudelaire la concupiscencia y de la gracia, rechaza lo trágico de nuestra

lo adivinó bien: esa forma de "agradecerlo" sólo podía tener condición. Sus "resultados positivos" implican pues un acha­

basamentos infernales. El mejor satanismo no está siempre allí tamiento de nuestra vocación espiritual y carnal. Proceden de

donde se hace más visible, entre adolescentes de cuero negro ese deseo que hemos visto constituía la esencia del pecado de­

con pentáculos y calaveras: su sátiro rojo con cuernos no pasa moníaco: hacer el bien por las propias fuerzas, planificar una

nunca de ser un Papá Noel de la rebelión. Cuando ya no se dicha sin sorpresas. Entonces, más que ese satanismo larvado,

cree en un Dios con barba, hay que esperarse diablos sin rabo.

Escribe el poeta en su diario íntimo: "La mejor astucia del Dia­


3
Charles Baudelaire, Mon coeur mis a nu, XVI, Oeuvres completes, Robert Laffont, col.
blo es persuadirnos de que no existe". Igualmente, la posesión
"Bouquins", París, 1980, p. 4 1 1 .

más diabólica no es la histérica, sino la sentimental: "Fijaos en 4


Baudelaire, Fusées, XIV, Oeuvres completes, p. 397.

'Ibídem, p. 399.
George Sand. Sobre todo y más que cualquier otra cosa es una

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La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

Baudelaire lanza la operación Las flores del mal Viene a recordar Como decía Léon Bloy a propósito de los Chants de Maldo­

a los creyentes de la Democracia y el Progreso que al que ya no ror, el mundo de la eficacia y del espectáculo necesita de esa

ven fuera de ellos no lo ven porque está más adentro: "Francia "Buena Nueva de la Condenación". Si no la escucháramos, se

atraviesa una fase de vulgaridad. París, centro irradiador de es­ proclamaría para sí misma. En el siglo XX, que tan poco creyó

tupidez universal. A pesar de Moliere y Béranger, nunca se hu­ en el diablo, los más incrédulos confiesan su satanismo agudo,

biera podido creer que Francia iría a tal velocidad por la vía del pero no llegan a enfocar bien del todo las cosas y se quedan

Progreso . . . El Diablo. El pecado original. Es más difícil amar a en una visión grosera que les sirve para blanquear sus manos.

Dios que creer en él. Por el contrario, a los hombres de este siglo Porque tuvimos a Hitler y a Stalin, por supuesto. Pero tam­

les es más difícil creer en el diablo que amarlo. Toda el mundo bién tuvimos a los Aliados, y tuvimos esa fecha maravillosa que
6
le sirve y nadie cree en él". Entonces, ya que lo malo conocido vendría que ni pintada para una jornada mundial del Demonio

vale más que lo bueno por conocer, es oportuno entonar de una (bajo el patronazgo de la Unesco): el 8 de agosto de 1 9 4 5 . Es

vez, como un verdadero cristiano, las "Letanías de Satán": el día en que el tribunal militar de Nürenberg codificó jurídi­

camente la noción de crimen contra la Humanidad. Dos días

Tú, cuya mano inmensa tapa los precipicios después de Hiroshima. La víspera de Nagasaki. De suerte que

Al sonámbulo errante junto a los edificios, los que denunciaban el gran crimen eran también los mismos

que, teniendo ante los ojos los efectos de la primera, largaban

¡Oh Satán, ten piedad de mi grande miseria! también la segunda bomba . . . El 8 de agosto es también la fiesta

de Santo Domingo. Un día, un fraile le preguntó: "Maestro

Tú que impones tu marca, oh cómplice sutil, Domingo, ¿estas grandes desdichas no acabarán nunca?" Tras

En la frente del Creso despiadado y vil, un largo silencio respondió: "Ciertamente, toda esta maldad

acabará . . . Acabará, pero su término está lejos. Muchos derra­

¡Oh Satán, ten piedad de mi grande miseria! marán su sangre de aquí a entonces".

Como un verdadero cristiano, digo, porque al menos esto nos

hace despabilar. Nos saca de nuestras mecedoras, de nuestros Allí arriba, un ejército combate por mí

bonitos cánticos, de nuestras blasfemias cobardonas. Nos hace

darnos cuenta, por contraste, de cuánta falta nos hace el verda­ ¿Tenemos que desesperar de nuestra condición? San Pablo

dero Miserere. coloca el cuadrilátero un poco alto: Porque nuestra lucha no es

contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las

Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, con­

tra los Espíritus del Mal que están en las alturas (Ef 6, 1 2 ) . En

6
Baudelaire, "Projet de Préface aux Fleurs du mal", Oeuvres completes, p. 132. Nótese que las este pasaje, el Apóstol rompe un viejo cliché: el combate no
dos frases acerca de la dificultad de amar a Dios mayor que la de creer en él y de la dificultad
es tanto contra la carne como contra los espíritus. Desde este
de creer en el Diablo mayor que la de amarlo, se sitúan de lleno en nuestra problemática: la fe
punto de vista, el cristianismo es un antiespiritualismo. Pero,
demoníaca consiste en creer en Dios sin amarlo y, por ende, sin darse cuenca, en amar al Diablo

imitando su fe. ¿qué pueden hombres contra ángeles? Éstos, tanto los malos

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La fe de los demonios Extensián del ámbito de la lucha

como los buenos, tienen poder sobre todo lo que les es inferior ¿qué puedo contra las imágenes interiores? Me siguen por todas

en naturaleza, a saber, no sobre nuestro espíritu, pero sí sobre partes y si cerrara los ojos más fuerte sería mi obsesión. El diablo

nuestra carne, precisamente: pueden trabajar los cuerpos hasta es más portátil que un teléfono móvil, está más implantado que

plegarlos en contorsiones improbables; pueden actuar sobre la un marcapasos. También él sabe entrar con todas las puertas

imaginación componiendo imágenes falaces o perturbadoras, · cerradas: los sectarios que creen que la suciedad sólo está en

apropiadas para parasitar la razón o para motivar la voluntad. el exterior, lo único que hacen es recibirla mejor en su círculo

cerrado.

Igual que un enemigo que tuviera inteligencias en el inte­

rior de la ciudad que está sitiando. Sus ataques son tanto más El combate, por consiguiente, ¿no es demasiado desigual?

capciosos cuanto que vienen de nuestro propio fondo. A veces Santo Tomás de Aquino se plantea la cuestión: "No es justo

parecen incluso hacer cuerpo con nuestro ser, aunque ignore­ exponer a la guerra al débil contra el fuerte, al ignorante con­

mos su procedencia ajena, y la aguja que nos atraviesa pase por tra el astuto. Ahora bien, los hombres son débiles e ignorantes,

ser nuestra propia fibra. El espíritu malo usa de nuestra carne, mientras que los demonios son poderosos y astutísimos. Así

buena por naturaleza, pero herida en el origen y por eso más pues, Dios, que es autor de toda justicia, no debe permitir que

dócil a sus manipulaciones. Por eso el que entra en el combate los demonios ataquen a los hombres. Además, para ejercitar

espiritual puede cometer este error: luchar contra su propia car­ la paciencia de estos últimos, el combate que les presentan el
9
ne sin ver la mano que empuña la navaja; pensar que él mismo mundo y la carne ya es de sobra suficiente". ¿No será que la

es un tirado, malo e irrecuperable por causa de las pasiones que Providencia tiene un poquito de mala idea? ¿No tenemos ya

lo invaden o de las imágenes que lo acusan. que luchar contra las preocupaciones del mundo y las debili­

dades de la carne? ¿Por qué añadirles a ese enemigo inasequible

Máximo el Confesor insistía en las dificultades de una lucha que las maneja como hábil lanzador de cuchillos? En fin, ¿cómo

como ésa: "Lo mismo que pecar de pensamiento es más fácil nosotros, pesados mamíferos, íbamos a estar por encima de tan

que pecar de obra, el combate contra los recuerdos es más duro aéreas criaturas?
7
que el combate contra las cosas". Los psicoanalistas reconoce­

rían la pertinencia cínica de estas palabras. Pero la zona de los Ellos conflan en sus carros, dice el salmista, nosotros confiamos en

combates se extiende mucho más allá del inconsciente psíquico: el Nombre del Señor nuestro Díos. Ese Nombre, al parecer, basta

"Los demonios nos hacen la guerra mediante los pensamientos, para hacernos mucho más sabios y poderosos. Para manifestár­

y esa guerra es más dura que la que nos hacen las realidades selo a Madián y a Amalee, con una fuerza de centenares de miles
8
exteriores". Puedo huir de las cosas adversas con mis piernas, de soldados, el Eterno reduce el ejército de Gedeón de veintidós

cerrarles mis párpados, entrar en mí y encontrar refugio. Pero, mil a trescientos hombres y le concede vencer a un adversario

tan numeroso como la langosta armados únicamente con . . . ¡cán­

taros! Bueno, ¿no tenemos nosotros un cántaro a mano? ¿No

7
Saint Maxime le Confesseur, Centuries sur l'amour, I, § 63, Philocalie des Peres neptiques, 6,

Abbaye de Bellefontaine, 1985, p. 26.


9
•Ibídem,§ 9 1 , p. 30. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, 1 1 4 , l , 2-3.

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La fe de los demonios Extensión del ámbitode la lucha

soy bastante cántaro yo mismo? Al menos puedo aspirar a serlo, ha y a las manos unidas más fuertes que las que manejan un

pues es cierto que un cántaro para servir un vaso de agua con cañón: "Cuando en un tiempo de alboroto, en una cizaña que

caridad es más poderoso que todas las coaliciones tenebrosas. ha puesto, que parece lleva a todos tras sí medio ciegos, porque

"Para que la lucha no sea desigual, explica Tomás de Aquino, el es debajo de buen celo, levanta Dios uno que los abra los ojos y

hombre recibe en compensación principalmente la ayuda de la diga que miren los ha puesto niebla para no ver el camino, ¡qué

gracia divina y, en segundo lugar, la custodia de los ángeles. Por grandeza de Dios, que puede más a las veces un hombre solo o

eso dice Eliseo a su sirviente: No temas, que hay mds con nosotros dos que digan verdad, que muchos juntosl, tornan poco a poco

que con ellos (2 R 6, 16)". Y Guejazí, atemorizado por las legio­ a descubrir el camino, dales Dios á n i m o " . " Una sola criatura

nes arameas que rodean la ciudad, ve de pronto que la. montaña terrosa, una niña pequeña incluso, puede resultar temible para

estaba llena de caballos y carros de fuego en torno a Elíseo. toda la jauría de los espíritus malos, porque recoge en su alma la

caridad divina. Ésa es la razón por la que no podemos invocar

Así, cada alma es objeto de un combate invisible entre ángeles el poderío de esa jauría como excusa perpetua. "Dejarse llevar

y demonios. Si viéramos en frente de nosotros lo que se trama demasiado fácilmente por pretextos de solicitación demonía­

por encima de la permanente de una portera quedaríamos mu­ ca" 11 no podría encontrar en las realidades vislumbradas aquí

cho más sobrecogidos que por la mayor superproducción de ninguna j usti fi cació n . Pero esas realidades nos impiden asimis­

Hollywood, e incluso más que por una cuarta guerra mundial. mo proferir una acusación absoluta contra quienquiera sea aquí

¿Qué hay en el fulano más insulso? Un cristo en potencia, una abajo. El combate no es principalmente contra la carne y la

humanidad añadida para el Señor. Por ella se enfrentan incal­ sangre. Acusador de nuestros hermanos es uno de los nombres del

culables milicias angélicas, lo mismo que otros lo hacen por el demonio (Ap 1 2 , 1 0 ) .

oro o por el petróleo: los ángeles saben que ahí es donde está la

verdadera riqueza. Y el ángel de la guarda, más especialmente

que cualquier otro, vigila que la tentación no sobrepase nunca De cómo nada es diabólico de por sí, sino que todo se puede

las fuerzas de aquel al que protege o, al menos, como el de Doña reconquistar

Prouheze en El mpato de raso, que nuestros pecados sirvan tam­

bién para algo. Pero más profundamente aún actúa la gracia que Nada es diabólico en sí mismo. Satán es el príncipe de este

nos protege a la vez que nos expone. La vida divina en nosotros, mundo, pero sería falso deducir de ello que las cosas de este

por poco que la acojamos, atrae y repele a la vez los asaltos de­ mundo sean malas. A él mismo le gustaría hacérnoslo creer:

moníacos. Los atrae y los incita a redoblar su rabia porque los confundiendo el mal y el ser podríamos acabar odiando el

demonios quieren apartarnos de esa vida. Los repele y los deja universo salido de las manos del Creador y refugiándonos en

impotentes porque el menor grado de la gracia es mayor que nuestros privativos mundos interiores. Puesto que el mal es una

todo el bien de la naturaleza, incluso la angélica. Su valor puede

con el número. Pero hay que dejarla actuar en nosotros.

to Santa Teresa de Ávila, Camino de perfecci6n, capítulo XXI, 9.

Teresa de Ávila tiene en cuenta con frecuencia esa inversión 11


"Foi chrétienne et dérnonologie", L'Osservatore Romano (version francaise), 4 de julio de

de la situación que hace al cántaro más ofensivo que una bom- 1975.

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La fe de los demonios Extensián del ámbitode la lucha

privación, lo irreal, lo virtual, lo ficticio, lo que no es y lo que afirma que en el Juicio el pastor separará las ovejas de los cabritos

no actúa constituyen precisamente el dominio privado del Ma­ (Mt 2 5 , 32).

ligno. Ninguna realidad pertenece de por sí a la maldad. Si se

hiciera el inventario de las cosas que se le atribuyen, todas y -Podemos acabar locos como cabras, pero también el ma­

cada una podrían ser devueltas a un orden benéfico. cho cabrío, el famoso éhivo expiatorio, es una figura de Cristo.

Está escrito en el Levítico: Tomad un macho cabrío para el sacri­

-Consideremos la palabra seréis como dioses (Gn 3, 5 ) . ¿No ficio por el pecado (Lv 9, 3). Y, en fin, antes de ponernos a hablar

es la palabra satánica por excelencia? sobre el gran y malvado lobo, digamos que también el lobo,

emblema de Satán, puede ser símbolo de luz y de fecundidad,

-Quizás, pero un salmo pone en boca del mismo Señor: Yo como la loba de Roma o el lobo blanco de Apolo (ese Apolo-Sol

había dicho: ';· Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísi­ que "tuvo el honor de ser asimilado alegóricamente a Jesucristo
12

mo!" (Sal 8 1 , 6). por la Iglesia occidental de los primeros siglos" ).

- ¿Y el número 666? Es la cifra de la Bestia en el Apocalipsis -¿Ni siquiera nos quedaremos con el sapo? El sapo, por fa­

(Ap 1 3 , 1 8 ) . vor, es el símbolo de la lujuria . . .

-También es el número de los hijos de Adonicam, en el -El sapo es utilísimo en los jardines. Devora los gusanos pa­

libro de Esdras (Es 2, 1 3 ) . Dejaron el exilio de Babilonia y vol­ rásitos. En su Diccionario de arqueología cristiana, Dom Lecler­

vieron a la Tierra prometida. Además, Adonicam significa "mi cq llega a apuntar que, junto con la rana, fue uno de los "símbo­

Señor se ha levantado". los de la resurrección". La trasformación del renacuajo acuático

en el voluminoso animal anfibio proporcionaba, en efecto, una

-Pero, ¿y la serpiente? ¡No se puede negar que la serpiente especie de imagen suya. Pero hemos dicho que el sapo se comía

es un símbolo del diablo e incluso del diablo en persona en el los gusanos parásitos: no deberíamos tampoco hacernos una

Génesis! idea maléfica de estos últimos. El Mesías en persona se asimila a

su pobre especie: Yyo, gusano, que no hombre (Sal 2 1 , 7).

-También es un símbolo tradicional del Crucificado. En el

desierto, Moisés fabrica una serpiente de bronce y los hebreos -Con esto no podremos: la cruz invertida . . . ¡Es la joya de los

que la miran son librados de la mordedura de las serpientes satánicos, la perversión pura!

abrasadoras (Nm 2 1 , 6-9). Jesús mismo se identifica con ella:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser -¡El blasón del primer Papa! ¡El signo del martirio de San

levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Pedro que, por humildad, no quiso ser crucificado al derecho,

él vida eterna Qn 3, 1 4 - 1 5 ) . como su Maestro! . . .

-Pero, ¿y los cabritos qué? Toda una iconografía represen­


12
ta al diablo bajo la forma de un macho cabrío. Además, Jesús Louis Charbonneau-Lassay, Le bestiaire du Christ, Albin Michel, París, 2006, p. 307.

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La fe de los demonios Extensión del ámbito de fa lucha

-Entonces, el pentáculo, esa estrella de cinco puntas que se Cordero místico convertido en reclamo de estancias turísticas . . .

opone a la estrella de David . . . A pesar de todo, príncipe de este mundo. Que el ritual propon­

ga un exorcismo hasta para el agua muestra que hasta la materia

-Se pueden ver pentáculos en algunas iglesias. Por lo demás, que lava puede servirle a él para ensuciar.

cinco es el número de panes que multiplica Jesús en cinco mil

(Mt 1 6 , 9). Y es también el número que corresponde a una Pero todo lo que se ha corrompido, tiene que restaurarlo el

recompensa otorgada al pueblo que sigue los mandamientos de justo. De nuevo, el mal moral no es una cosa, malum non est ali­

Dios: Perseguiréis a vuestros enemigos; que caerán ante vosotros quid, como dicen los escolásticos, sino cierto uso desordenado

a filo de espada. Cinco de vosotros perseguiréis a cien... (Lv 26, de las cosas. Lo vimos en el relato de la caída: allí donde las cosas

7-8). son apetecibles a la vista y luego buenas para comer, la mirada

se nubla y el fruto se convierte en, primeramente, bueno para

-¿ Y los cuernos, qué pasa con los cuernos? comer (ese fruto que sólo era, el único entre todos, apetecible

a la vista y, sin duda, incluso agradable al tacto). La culpa no

-Los del carnero enviado por Dios y que salva a Isaac de la produce nada real. Solamente no sigue el orden requerido. No

inmolación (Gn 22, 1 3 ) . pertenece a la creación, sino a la descreación. Es necesaria esta

insistencia. Nos evita ese defecto habitual de demonizar tal o

-¿ Y la cola, que arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo cual realidad en sí misma.

(Ap 1 2 , 4)?

Lo que el magisterio llama "cultura de la muerte" no es un

-Moisés también le ofrece al Eterno el rabo del cordero sa­ conjunto de objetos malignos. Es un uso perverso de los mis­

crificado (Lv 8, 2 5 ) . mos objetos que la "cultura de la vida" usa bien. Un dvd de

pornografía degradante puede ser útil para calzar una cómoda

-¿ Y el azufre fétido? (lo mismo que una película pringada de sentimentalismo). Una

voluminosa biblia litúrgica puede emplearse como arma con­

-El aliento de YHVH, cual torrente de azufre (Is 30, 33) . . . tundente para golpear mortalmente al prójimo. Está claro que

dicho dvd sólo será un calzo mediocre y que la biblia valdrá más

El teorema "ninguna cosa pertenece de por sí a la maldad" como medio para alcanzar sabiduría: uno y otra fueron conce­

implica también este corolario: "cualquier cosa, salvo Dios y sus bidos para un uso distinto contenido intencionalmente en ellos

santos, puede ser corrompida". El sable, el hisopo,' un icono de y que nos incita a tender a él. Pero nada impide, una vez que

la Virgen Santa, un tabernáculo hecho caja fuerte, el retablo del ambas cosas existen, corromper una de ellas usando la fuerza o

restaurar la otra usando la dulzura. Pongamos otros dos ejem­

plos, quizás más neutros y más iluminadores. El diagnóstico

prenatal fue inventado por el profesor Lejeune para cuidar del


' [En el original francés, esta relación de cosas corruptibles comienza por le sabre, le gÓupilúm, . . .
niño disminuido lo más precozmente posible, pero nos servi­
(el sable, el hisopo, . . . ). Pero la expresión francesa le sabre et le goupiUon es la forma habitual­

mente peyorativa de aludir a la conjunción del ejército y la Iglesia. N del T.] mos de él para eliminarlo in utero, porque una vez fuera somos

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La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

demasiado sensibles para ahogarlo mirándolo de frente. El En jimos que su única unidad consistía en su odio común. Pero,

busca del tiempo perdido de Proust ha llegado a ser un florón de a decir verdad, es muy probable que también esté dividido en

los gay & lesbian studies, pero puedo arrancarlo a esa reducción su estrategia de combate contra los hombres. Se presentan ante

segregativa y reabrir las páginas del libro a la luz trágica de un él dos tácticas rivales: la que nos empuja al error y se sirve de

tiempo reencontrado para volver a perderse. Mil autos de fe no nuestra debilidad y la que nos empuja al orgullo y se sirve de

equivaldrían a un solo acto de fe. Más vale una relectura crítica. nuestra fuerza. Porque, sin bien el odio a los hombres lo incita

Un fuego que purifique más que un fuego que consuma. Tanto a rebajarlos muy por debajo de sí mismo, el odio a Dios lo lle­

más cuanto que hay obras sulfurosas que esconden diamantes va a convertirlos a una rebeldía como la suya. Su rebelión nos

bajo su ganga y obras que exhalan incienso que no son más que exalta mientras su envidia nos aplasta. Si bien, por un lado, nos

bisutería barata. Examinad/o todo (panta) y quedaos con lo bueno arrastra por el fango, por el otro, fomenta nuestros soberbios

( 1 Ts 5, 2 1 ) . Considerando esa forma de examinar al fuego, el levantamientos. Induciendo por allí al error, incitando por aquí

Anticristo de Nietzsche es más cristiano que todo lo que uno a la traición, lo veremos tan pronto inhumano, tan pronto hu­

pueda sacar alguna vez de un catecismo de los años setenta. manista, tan pronto profesor de angelismo, tan pronto culpable

de bestialismo. O bien hace del hombre una cosa que él posee

Ser católico es ser universal. Ay de aquel que adujera ese título o bien, mediante el halago, hace de él su émulo. Acordémonos

para destruir lo que quiera que fuese: su misión, como la luz que de que Cristo lo llama a la vez mentiroso y padre del mentiroso

expulsa las tinieblas, es disipar la ilusión de lo que no es. Usar (]n 8, 44). ¿Se trata de una redundancia o de la distinción en­

cada cosa, como diría el Eclesiastés, en su lugar y momento. El tre esas dos tácticas contrarias, de esa división interna del falso

diablo triunfa cada vez que despreciamos una parcela de la crea­ que quiere que o bien creamos lo falso o bien seamos falsos?

ción, porque a través de ese desprecio se insulta al Creador. Por El demonio quiere que seamos engañados y, sin embargo, no

lo demás, hasta del mismo demonio se puede desviar su ataque desdeña que, sobre la espuma de su estela y como justificando

y emplearlo como en esas fábulas donde las nalgas ardientes su camino, seamos lúcidamente engañadores. Mentiroso, nos

de un diablillo se usan para hacer hervir la marmita: "No era embauca y ejerce su dominio sobre nosotros, pero también, y

ciertamente intención de los tiranos que, por sus persecuciones, en ello radica su contraprestación, nos proporciona circunstan­

irradiara la paciencia de los mártires", pero la gracia sabe ser­ cias atenuantes, ya que la ignorancia y la debilidad disminuyen

virse para su vida propia de aquello mismo que quiere matarla la gravedad del pecado. Padre de los mentirosos, no nos miente

-sin lo cual ya no sería la gracia soberana. Con ella, pues, no necesariamente, pero nos invita a mentir como él, a ser, como

hay que rechazar -a priori-- nada. Todo está por recoger. él, falsos en la misma verdad, lo cual constituye un camino más

seguro hacia la condenación. Ahí lo tenemos debatiéndose. Pi­

sotea al hombre para aliviar sus celos, se prohíbe por lo tanto

Entre la perdición y el orgullo: el diablo dividido enorgullecerlo. Lo eleva, por el contrario, para cazarlo en su

orgullo, se impide entonces aliviar su envidia.

El diablo es, etimológicamente, el que pasa a través. Rom­

pe el vínculo, levanta el obstáculo, divide lo que estaba unido. "Los demonios, escribe San Agustín, inducen al error por su

Vislumbramos el desorden reinante en el pandemónium y di- celo engañador y por una intención celosa según la cual ponen

130 131
La fe de los demonios Extensión del ámbitode la lucha

13
su alegría en la perdición de los hombres". El no va más de esa luciferino: mejor que reinar sobre el universo obedeciendo a

perdición parece encontrarse en la posesión. El hombre aban­ Dios, no obedecer más que a uno mismo, servirme de las cosas

dona entonces su buen sentido y se convierte en algo así como de Dios para mi propio provecho y coronarme así como sátrapa

la sala de juegos de una plétora maligna. Lo vemos hablando esquizofrénico de un mundo de estrás'' y de estrés, fantasmal

lenguas que no ha aprendido nunca, descubriendo cosas lejanas y autónomo. Jules Michelet presintió claramente esta verdad,

y ocultas, contorsionando su columna vertebral con proezas de cuando en las tinieblas de su Edad Media ve al príncipe de las

acróbata, en fin, blasfemando y gesticulando con payasadas sa­ tinieblas como un precursor de las Luces: "Satán es el gran pros­

crílegas. Con todo eso se puede hacer una película que ponga la crito y concede a los suyos el gozo de las libertades de la natura­
15
carne de gallina. Pero no manifiesta todavía lo que es el espíritu leza, el gozo salvaje de ser un mundo que se basta a sí mismo".

del demonio, porque, para el que pertenece a lo demoníaco, eso Ser un mundo que se basta a sí mismo: de ninguna forma se

son sólo niñerías. El pobre diablo no es más que un títere. Los podría expresar mejor lo que nos tienta, lo que nos fascina en el

demonios lo cabalgan hasta el punto de ponerlo fuera de sí de pecado. Para conseguirlo hay que tener la cabeza muy clara, y

forma que apenas está presente en las torpezas que se realizan también creer tenerla muy grande.

con su cuerpo. No es más que la víctima de una violación angé­

lica. Lo mejor, lo peor, sería que se convirtiera en verdugo. El demonio posee mejor al hombre no poseyéndolo, sino

arrastrándolo a esa suficiencia planetaria. Que puede, por lo

Desde esa perspectiva, la posesión es una vía menos ideal que demás, adoptar formas remilgadas y de apariencia benigna.

cierta filantropía. Dostoyevski le hace decir lo siguiente al dia­ Baudelaire lo señalaba a propósito de George Sand, cuando ella

blo que se le aparece a lvan Karamazov bajo el aspecto de un pretendía con su "buen corazón" que "los verdaderos cristianos

caballero "parásito": Satanas sum et nihil humaní a me alíenum no creen en el Infierno": "No puedo pensar en esa estúpida
14
puto. Es la célebre divisa del humanismo, que no hay que sor­ criatura sin cierto estremecimiento de horror. Si me la encon­

prenderse de encontrar travestida de tal guisa. Satán no deja de trara, no podría aguantarme las ganas de tirarle una pila de agua
16
ser generoso: quiere así que cada hombre sea a su manera, no bendita a la cabeza" .

un poseído, sino el único dueño de sí mismo, sin tener que dar

cuentas ni gracias. Por eso ya no propone esas horribles con­

vulsiones que se ven en El exorcista, sino, lo cual es mucho más Entre la tentación y la prueba: el diablo exasperado

terrible, cursos de desarrollo personal, de confianza en sí mismo

y de manejo rápido de la palabra, siempre que uno no se deje Hay otra cosa que despedaza al demonio. La historia de Job

manejar por ella. Más que poseedor se convierte en defensor se lo enseñó. Y asimismo todas sus desventuras con esos ilumi-

de los propietarios. Nos invita a un pecado lúcido y, por tanto,

k [El estrás es un vidrio inventado por el joyero alemán Georg Friedrich Srrass a partir de mine­

rales encontrados en el río Rin con el que consiguió excelentes imitaciones de piedras preciosas

13
San Agustín, De diuinatione daemonum, capítulo VI, 1 O. que se hicieron muy célebres en la corte del rey francés Luis XV. N. del T.]
14 15
Fiador Dosroyevski, Los hermanos Karamazou; libro XI, capítulo IX: "Soy Satán y estimo que Jules Michelet, La sorciére, VIII, GF, París, 1966, p. 99.

nada que sea humano me es ajeno".


16
Baudelaire, Mon coeur mis a nu, XVI, Oeuvres completes, p. 4 1 1 .

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La fe de los demonios Extensión del ámbitode la lucha

nadas que son los santos. Lo olvidaría si no pudiera leerlo en YHVH le preguntó: '¿De qué modo?' Respondió: 1ré y me haré

Tomás o incluso ahora en esta página (página que pudo leer an­ espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas: YHVH dijo:

tes que cualquier lector, antes que el mismo editor y casi antes 'Tú conseguirás engañarlo. Vete y hazlo asi'" ( 1 R 22, 19-22). En

que yo -pero ciertamente antes que el Saluator en persona). la historia del segundo, Satán favorece una prueba a pesar de él:

Y esto es lo que lo exaspera: que lo que él programa como una Y YHVH dijo al Satán: ''¿ Te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay

tentación para perder, la providencia lo reprograma como una nadie como él en la tierra: es un hombre cabal recto, que teme a

prueba para santificar. "A propósito de los ataques de los demo­ Dios y se aparta del mal! Aún persevera en su entereza, y bien sin

nios, debemos considerar dos cosas: los ataques en sí mismos y razón me has incitado contra él para perderle" (jb 2, 3 ) . En la

su papel en el plan divino. El ataque mismo proviene de la ma­ medida en que el aikido de la providencia emplea la fuerza del

licia de los demonios que, por envidia, se esfuerzan en impedir Adversario contrariando sus intenciones, el mal que hace a los

el progreso de los hombres y que, por orgullo, remedan el poder demás le hace daño a él en el corazón. ¿Cómo no iba a exaspe­

divino: lo mismo que los ángeles de Dios son enviados como rarse? Y eso en los dos sentidos del término: su tarea se ha vuelto

ministros para la salvación de los hombres, ellos se designan a más penosa y su rencor más cruel.

sí mismos como ministros para su perdición. Pero esos ataques

son sometidos finalmente al orden de Dios que, según sus de­ En el libro del Deuteronomio, el capítulo 1 3 (precisamente

signios, sabe servirse del mal, ordenándolo hacia el bien" . 1 7 el número de la mala suerte que se transforma aquí en buena

suerte) comienza con este sorprendente pasaje: Si surge en medio

Lo que el diablo perpetra por malignidad, Dios lo permite de ti un profeta o vidente en sueños, que te propone una señal o un

por amor. De suerte que aquél se encuentra a pesar suyo como prodigio, y llega a realizarse la señal o el prodigio que te ha anun­

instrumento de éste. Por medio de su rencilla condena al peca­ ciado, y te dice: "Vamos en pos de otros dioses (que tú no conoces) a

dor y así sirve a la justicia; prueba al santo y así sirve a la mise­ servirles': no escucharás las palabras de ese profeta o de ese vidente

ricordia: lo único que consigue es que obtenga más méritos y en sueños. Es que YHVH vuestro Dios os pone a prueba para saber

que su gracia se haga más resplandeciente. Así ocurre con el rey si verdaderamente amáis a YHVH vuestro Dios con todo vuestro

Ajab y con el justo Job. En la historia del primero, el demonio, corazón y con toda vuestra alma (Dt 1 3 , 2-4). La tentación del

a pesar suyo, favorece una corrección: Dijo Miqueas: ''Escucha diablo viene así redoblada por una tentación de Dios: el es­

la palabra de YHVH· He visto a YHVH sentado en un trono y píritu malo la obra para coger en falta, el Espíritu Santo para

todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda. recuperar en gracia, y eso significa, desde este punto de vista,

Preguntó YHVH· '¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga que el falso profeta, el contra-mesías mismo es una bendición.

en Ramot de Galaad?' Y el uno decía una cosa y el otro otra. Se El ateísmo nos tienta, la herejía busca seducirnos, la comodi­

adelantó el Espíritu, se puso ante YHVH y dijo: 'Yo le engañaré: dad encerrarnos en un capullo, la persecución desanimarnos,

todo querría reclutarnos para otros dioses, pero ése es también el

medio del que se sirve el Eterno para que su criatura temporal

pueda ser desbastada, como el rostro que se afina en el mármol


1
[El autor juega aquí con el hecho de que la editorial que publica su original francés se llama

Salvator. N. del T.]


a golpes de buril.
17
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, l, 1 1 4 , l.

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La fe de los demonios Extensión del ámbito de la lucha

Tertuliano comienza su Prescripción contra las herejías con tánico en sí, pero el Altísimo nos arranca de él por pura gracia,

unas palabras que incluyen las herejías en el ordenamiento sal­ sirve para gloria suya, para nuestra humildad, y contribuye a

vífica: "Las circunstancias de los tiempos presentes me obligan anudar y desanudar la alabanza en nuestros labios. Con ello el

también a recordar que no tenemos que conmocionarnos con diablo se enrabia más. Redobla su astucia. Cambia de aparien­

esas herejías, ni por su existencia -pues su aparición fue predi­ cia. Nunca termina de hacernos caer. Y su exasperación aumen­

cha- ni por el hecho de que perviertan la fe de algunos-pues­ ta sin fin porque cuanto más nos hunde, más riesgo hay de que

to que no tienen otro fin que poner a prueba la fe exponiéndola nuestro alzamiento sea mayormente glorioso. Conoce muy bien

a la tentación. Se debe, pues, a la sinrazón y a la falta de reflexión la parábola: ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le

que la mayoría se escandalice de ver que las herejías cobren ta­ descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve,

maña influencia". No es que no haya que combatir contra sus para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo

seducciones, muy al contrario. Pero el combate no lo es tanto de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nue­

por la destrucción del mal como por el crecimiento del bien. A ve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro

través de él, nuestra fe superficial, quizás incluso una pizca de­ Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños (M t 1 8 , 12-

moníaca -fe de cabeza y vísceras- debe profundizar, descen­ 1 4 ) . En la medida en que descarría la oveja, en esa medida, si la

der a la inteligencia y al corazón, llegar a ser esa fe que la caridad oveja se deja encontrar por el Señor, el demonio coopera a su

abrasa lo bastante como para que pueda pasar por las llamas. alegría. Y no sólo a la de Dios. A la de sus directos rivales, pues

Lucas habla de la alegría del Cielo entero y, más especialmente,

El diablo sirve, sin quererlo, para desechar lo diabólico (o de la alegría de los ángeles (Le 1 5 , 1 0 ) . Se puede comprender

bien para andarlo mejor en nosotros, puesto que se trata de una su amargura. Se pueden adivinar todos los esfuerzos de su inte­

prueba). Y lo dispone así la atención de un Dios de ternura, no ligencia para que la oveja acabe en paradero desconocido. Para

el divertimento de un genio dramaturgo. Porque uno podría que se metamorfosee en lobo. Definitivamente.

creer, a la manera de un Séneca, que el Señor se da un espec­

táculo y se complace coronando peones. Eso sería confundirlo

con el Adversario. Dios no manipula a nadie. Su providencia no

es oscura más que a fuerza de luz. En ella no hay tiniebla alguna.

Solamente que, por un don sin retractación, ha querido cria­

turas libres y capaces de mérito: no puede hacer nada si dichas

criaturas se entregan voluntariamente al mal, pero hace todo lo

que puede para que los males se corrijan unos a otros (mientras

que el Adversario hace todo lo que puede para que se exciten

unos a otros): los guijarros opacos y cortantes que se sacuden en

un saco acaban por pulirse y hacerse brillantes y lisos.

Satán nos hace, pues, caer en la miseria y ésa es ocasión para

Dios de prodigar su misericordia. Felix culpa, el pecado es sa-

136 137
Segunda Lección

Un orquestador de debates

¡Su risa! Ésa es el arma del príncipe de este mundo. Se oculta

lo mismo que miente, adopta codos los aspectos, incluso

el nuestro. Nunca espera, no se queda quieto en ningún

sitio. Está en la mirada que lo desafía, está en la boca que lo

niega. Está en la angustia mística, está en la seguridad y la

serenidad del necio . . .

Georges Bernanos, Bajo el sol de Satdn

Del temblor de tierra al temblor de cielo

El primero de noviembre de 1775 los muy católicos habi­

tantes de Lisboa festejan el día de Todos los Santos cuando

un enorme temblor de tierra sacude por tres veces la ciudad:

se hunde la catedral de Santa María, caen las basílicas de Sao

Paulo, Santa Catarina y Sao Vincente de Fora, se derrumba la

iglesia de la Misericordia. Los fieles son triturados de un golpe

mientras cantan Señor, ten piedad Se abren en el suelo grietas

de cinco metros sin cuidarse del trazado de las calles ni de los

edificios. ¡Las mujeres y los niños primero! Los que escapan al

abismo huyen hacia el mar que retrocede: tras ellos, sus casas

se deslizan con sus familiares dentro; ante ellos, vuelven a la

superficie viejos restos de barcos. Pero las olas desaparecidas

vuelven todas juntas de una vez en un inmenso maremoto que

se lleva a los supervivientes. La tierra había engullido su ración

139
La fe de los demonios Un orquestador de debates

de hombres, el agua acaba de engullir la suya: ¿cómo no iba el Ante el seísmo, la teología racionalista conoce el mismo co­

fuego a reclamar su parte? Los derrumbamientos de las chime­ lapso que los edificios de Lisboa. El mal es de una oscuridad

neas domésticas dispersan los rescoldos, después, poco a poco irreducible a la luz del espíritu humano. Y Voltaire, en el prefa­

las llamas se van uniendo para formar incendios que durante cio a sus versos, escribe estas asombrosas palabras: "Únicamente

cinco días harán sus estragos. La Opera Phoenix, flamante, lla­ la revelación puede desanudar ese gran nudo que han anuda­

mea de verdad: nunca renacerá de sus cenizas. El Palacio Real do los filósofos". Pero precisa que sus críticas contra Leibniz y

se abrasa con los setenta mil volúmenes de su biblioteca; lienzos Pope no van en el mismo sentido que las de los teólogos que les

de Correggio, Tiziano y Rubens sirven de leña. El Hospital de oponen la doctrina del pecado original: no, la naturaleza huma­

Todos los Santos, el mayor del mundo, se consume con varios na no está tan herida, la caída no es el verdadero epicentro de

centenares de pacientes suyos. En total mueren más de sesenta todas las catástrofes. El pesimismo volteriano se contorsiona en

mil personas, grandes y pequeños, buenos y malos, repartidos este punto en un extraño optimismo. Pero resulta que no mu­

en cuatro categorías: los aplastados bajo los escombros, los tra­ cho más tarde, para resolver algunas cuestiones más políticas,

gados por la tierra, los ahogados por el oleaje y los carbonizados Voltaire avala la postura de los filósofos que denuncia y añade a

por las llamas . . . Hay horrores que encuentran culpables. Pero, su poema sobre el desastre otro poema, mucho menos vibrante,

en este caso, ¿qué se hace? La violencia es tal que ni justicia sobre la Ley natural. ¡Adiós a la Revelación! A partir de ese mo­

ni injusticia aparecen a nivel humano. Y al mismo tiempo el mento pretende "establecer la existencia de una moral universal

desencadenamiento del horror se encadena con un encarniza­ e independiente, no sólo de toda religión revelada, sino de todo

miento tan refinado, una tortura tan sutil . . . ¿A quién acusar sistema particular sobre la naturaleza del Ser supremo". A lo

entonces? ¿A Dios? ¿Al destino? ¿Qué fado podría estar a la al­ que se añade un Cándido que se burla de tal manera de la teo­

tura del quejido? La sacudida se propaga por el pensamiento dicea que favorece una ateodicea lo mismo de presuntuosa. Las

europeo y su sombría fractura va a alojarse en lo más profundo lágrimas de 1 7 5 5 se enjugan en el sarcasmo.

del pensamiento de la Ilustración.

¿Cómo comprender esa transición? En toda su crítica, Vol­

"El temblor de tierra de Lisboa, comenta Adorno, bastó para taire no tiene en cuenta al diablo. Va atribuyendo el mal de

curar a Voltaire de la teodicea de Leibniz". Lo que ha hecho forma progresiva a la providencia misma, no por el mejor de

tambalearse la tierra hace que se tambalee su visión del Cielo. los mundos posibles, sino por el peor, un mundo en el que lo

Su Poema sobre el desastre lo manifiesta (con alejandrinos cuya único que queda es cultivar el jardín. Rousseau lo explica en sus

rotundidad nada hace tambalear): Confisiones: "Voltaire, aun aparentando siempre creer en Dios,

en realidad nunca ha creído más que en el diablo, puesto que su

Pensador engañado que clamas: "Todo es bueno"; pretendido Dios no es más que un ser maléfico que, según él,

Acércate y contempla esas ruinas horribles, sólo goza haciendo d a ñ o " . ' Olvidar al diablo para pensar el mal

Tantos restos, escombros, cenizas desdichadas, es acabar, sin saberlo, creyendo sólo en él.

Las mujeres, los niños, que amontonados yacen . . .

I
Jean-Jacques Rousseau, Les conftssions, Libro noveno, Gallimard, col. "Folio", París, 1973,

pp. 1 8 2 - 1 8 3 .

140 141
La fe de los demonios Un orquestador de debates

Recuerdo ese acontecimiento y sus marcas en cierto pensa­ entretejen unas con otras. Hermanos enemigos: el capitalista

miento porque ponen de manifiesto una admirable secuencia y el comunista, el relativista y el dogmático, el puritano y el

en la que se perciben las garras del experto. El demonio está libertino, etc. Observamos así necedades antagonistas que com­

tras el cataclismo. Pero estaba también tras la teodicea. Y estará piten, pujan, escalan a los extremos, como diría Clausewitz," en

también tras la negación de esta última. Es él el que sugiere fin, se engranan unas con otras como las ruedas de una tritu­

una justificación racionalista de Dios que se conforma con una radora gigantesca y supremamente inteligente: un mecanismo

resignación intelectual y ya no está abierta al abismo de la Cruz. que recluta a pobres diablos y los machaca de tal forma que,

Es él, también, el que coordina el furor de los elementos y las quejándose siempre de una mitad del torno, reactivan la mitad

pequeñas negligencias humanas para que desemboquen en el de detrás, ¡y así se empieza una nueva vuelta!

llamado desastre natural, que viene a contradecir la justificación

precedente. Es él, finalmente, el que, alentando el rechazo de A esta máquina de triturar hombres el magisterio reciente la

toda fe en la providencia, compromete al hombre en la procura llama "estructura de pecado". La expresión se usa con frecuen­

solitaria de su salvación. Optimismo de la teodicea, pesimismo cia, pero raramente se comprenden sus implicaciones. La pri­

de la antiteodicea, progresismo ateo (o también racionalismo mera es que dicha estructura no es fruto de una sola decisión,

deísta, fideísmo irracional, racionalismo descreído), la colisión ni siquiera comunitaria. No corresponde a una sola institución

del horror y el error le permite jugar una simultánea en todos humana, porque desborda a sus actores. Puede imputarse este

esos tableros. desbordamiento a la pérdida de visibilidad y de responsabilidad

que implica la división burocrática del trabajo. Pero la cosa va

Lo que sigue querría hacernos entrever mejor cómo se ope­ más lejos aún. La estructura de pecado tiene como trasfondo

ra toda esa gran maquinación. No en el plano estrictamente un conjunto de instituciones adversas, un encaje de intenciones

práctico -cómo se ensamblan una serie de irresponsabilidades contrarias, conflictos que se coordinan y nos engatusan para

corrientes nuestras para producir una catástrofe excepcional­ llevar al error al valiente cigoto. El efecto perverso que resulta

porque la cadena que entremezcla las acciones visibles y las in­ de ello sobrepasa la perversidad de los hombres que contribu­

visibles está hecha con eslabones demasiado singulares. Sino, yen. Aparecen éstos, pues, como "inocentes culpables", nunca

allí donde la concatenación más abstracta y general se hace más del todo inocentes, pero tampoco enteramente culpables. Y ése

comprensible, en el plano especulativo o ideológico: cómo se es quizás el logro mayor de una estructura como ésta: favorecer

orquestan errores contrarios para sustentarse unos a otros y con­ crímenes masivos, pero con aspecto de nadería, sin odio, por

tribuir a nuestra confusión recíproca y a nuestra destrucción higiene y por mecánica, de suerte que las conciencias no queden

mutua. demasiado perturbadas. Cada cual se cree en su derecho. Cada

cual puede sentir que combate el error opuesto. Y cada cual se

De las bestialidades a la Bestia


m [La "escalada a los extremos" es una tesis del teórico de la guerra Clausewitz, que justifica,

en el contexto del conflicto entre estados, una espiral de acción y reacción incalculable en sus
Las grandes guerras y los grandes desastres proceden de fac­
consecuencias, una vez que la máquina de responder al estado rival se ha puesto en marcha.

ciones que se alzan unas contra otras y que, sin embargo, se N del T.]

142 143
La fe de los demonios Un orquestador de debates

podrá quejar, más tarde, de haberse equivocado sólo a medias: los católicos llevaron a numerosos católicos a optar francamente

"No es culpa mía, yo no lo sabía, me han engañado, etc." por el bando contrario, el de los fascistas. Para rechazar al diablo

rojo abrazaron al demonio azul. Pero también estaba, compli­

He aquí, pues, un complot cuyos conspiradores no se han cando la situación y sirviendo a los otros dos de contrapunto,

puesto de acuerdo e incluso se denuncian recíprocamente. He el súcubo blanco del pacifismo. ¿Cómo evitar una trampa sin

aquí una necedad multiforme que se anticipa mejor que el más caer en la otra? ¿Cómo franquear ese estrecho donde no sólo

fino estratega y que sabe preparar una emboscada con un genio estaban el abismo de Caribdis y los dientes de Escila, sino tam­

que excede a sus protagonistas. Es la fábula de unas abejas cuyos bién las dulces torpezas de Calipso? Bernanos fue protegido por

intereses individuales y divergentes convergen, en la semi-in­ su sentido de lo demoníaco. Evitó tragarse acá o allá el triple

consciencia, no para producir miel, sino una fantástica amar­ anzuelo (lo cual lo enemistó para siempre con su familia de la

gura. ¿Cómo comprender esta garra invisible? Según Bernanos, Acción Francesa). Maritain también adivinaba la maniobra an­

un fenómeno como ése puede servir de base a una demostración gélica. Pretendió salir de ella franco sin tomar partido por Fran­

por reducción al absurdo de la existencia de un Genio Maligno co: perdió la amistad del gran dominico Garrigou-Lagrange y,

más maligno que el cartesiano: "O bien la Injusticia no es más aun siendo oblato de la abadía de Saint-Pierre, se convirtió en

que otro nombre de la Necedad-y yo no me atrevo a creerlo, persona non grata en Solesmes.

porque no para de tender trampas, mide sus golpes, tan pronto

se yergue tan pronto repta, adopta cualquier rostro, hasta el La argumentación de Bernanos hace remontarse las bestiali­

de la caridad- o bien es lo que imagino, tiene su voluntad en dades humanas a la Bestia del Apocalipsis. Tras nuestras bes­

algún lugar de la Creación, su conciencia, su monstruosa me­ tialidades concurrentes y cómplices se encuentra la imagen y la

moria. Si quieren pensarlo bien, convendrán ustedes en que no obra de esa Bestia. Pero dicha argumentación no proporciona

puede ser de otra forma, que estoy expresando en mi lenguaje una verdadera demostración. Adolece de lo que, en teología, se

una verdad de experiencia . . . Así pues, la Injusticia pertenece llama un argumento de conveniencia. Se le añade la fe, porque,

a nuestro mundo familiar, pero no le pertenece por completo. si uno se atiene a la razón natural, puede muy bien creer que el

Esa faz lívida, cuyo rictus se asemeja al de la lujuria, petrificada proceso es inmanente. Ése es el camino que toma la apologética

en el repugnante recogimiento de una codicia impensable, está de René Girard: "El Satán de los Evangelios sinópticos, escribe,

entre nosotros, pero el corazón del monstruo late en alguna otra y el diablo del Evangelio de Juan significan el mimetismo con­
3
parte, fuera de nuestro mundo, con solemne lentitud, y nunca flictivo, incluido el mecanismo de victimización". La rivalidad
2
le será dado a ningún hombre penetrar en sus designios". mimética y la competencia victimaria bastarían para explicar

esca maquinaria sin recurrir a ingeniero alguno (¿lo mismo que

Por algo se escribieron esas líneas bajo el fuego de la guerra de el darwinismo bastaría para comprender una selección sin selec­

España. Las exacciones cometidas por los republicanos contra cionador?). La gran orquestación cuyos principios intentaremos

desentrañar puede, en efecto, entenderse sin hacer referencia al

2
Georges Bernanos, Les grands cimetiéres sous la lune, I, III, en Essais et écrits de combat, 1, Ga­
3
llimard, col. "Bibliotheque de la Pléiade", Paris, 1 9 7 1 , pp. 405-406. René Girard, Je uois Satan tomber comme l'éclair, Grasset, Paris, 1999, p. 66.

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

director de la orquesta. Pero eso sería librarse a un doble peli­ Thomas Browne, en esa gran suma del siglo XVII inglés ti­

gro: 1 ° reducir a un mecanismo algo que siempre está lleno de tulada Pseudodoxia epidemica, o examen de numerosas ideas reci­

inventiva; 2° responder a ese mecanismo con las sutilezas de una bidas y verdades generalmente admitidas, consagra dos capítulos

lógica, cuando hay que desbaratarlo con el ardor de un amor. del primer libro a aquel que llama el "último y común pro­

motor de las opiniones falsas". Después de haber evocado "las

debilidades de la naturaleza humana", subrayando que "Adán,

El heresiarca dogmático abandonado a sus propios principios muy bien habría podido
4
pecar solo" , insiste en el hecho de que existe "también fuera

No hay un solo dogma, dijimos, cuya exacta verdad no co­ un Agente invisible y promotor secreto cuya actividad pasa des­

nozca el demonio. Ahora bien, eso es precisamente lo que lo apercibida y que se ríe de nosotros en las tinieblas: se trata del

habilita para sugerir herejías sin número. El conocimiento de primer urdidor del error y del enemigo probado de la Verdad,

una cosa hace conocer también su privación: un buen gramáti­ del diablo". Y añade modestamente: "Intentar redactar la lista

co sabe cómo inducir a cometer toda clase de faltas de ortogra­ de todas sus astucias es una aritmética demasiado complicada

fía; un informático especialista en antivirus sabe cómo fabricar para el hombre". Pretender haberlas visto con claridad comple­

virus implacables. La fe del diablo le permite sugerirnos una tamente sería convertirse en el títere de su actividad más oculta:

variedad indefinida de impiedades. Como dogmático frío, sabe sería algo vano, se ignoraría que este ángel huidizo e hiperactivo

muy bien cómo inspirar o, más bien, expirar, mediante despla­ no para de inventar nuevos ardides y que proliferan con dema­

zamientos insensibles, movimientos infinitesimales, tal o cual siada rapidez para que se pudiera cuantificarlos. El diablo no

desviación en el hombre persuadido de su superior rectitud. es un doctrinario. No está atado a un engaño o a un sistema

Llega a ser así el heresiarca de los herejes más hostiles entre ellos. específico. Goza de una flexibilidad tal que gusta de orques­

Aprovecha, además, el combate contra la herejía -es su espe­ tar errores contrarios. Su firma ilegible, tanto en el plano de la

cialidad- para atizar otra de sentido contrario. Y si comprueba afectividad como en el plano de la inteligencia, es jugar desde

la tenacidad de nuestra ortodoxia, aún le queda su mejor car­ todas las bandas de la mesa de póker. Así, Browne habla de "la

ta: llevarnos a una fidelidad tan estricta como la suya, es decir, extraña manera en la que nos llena de errores y nos incita con el

igualmente desprovista de caridad. engaño a falsedades contradictorias". Y, de entre esas falsedades,

nuestro autor inglés relaciona cinco que él estima primordiales

Nos damos cuenta ahora de lo que San Pablo quiere decir y que se irritan entre sí: "Que no hay Dios; que hay muchos

cuando afirma que Satán no sólo es el príncipe de este mundo, dioses; que él mismo es Dios; que él es inferior a los ángeles o a
5
sino el dios de este mundo (2 Co 4, 4): hay una gran mezcolanza, los hombres; que él no es nada en absoluto" .

los abogados de la fe son tan malos que preparan la llegada de la

infidelidad, los infieles muestran una inteligencia y a veces una

humildad que los hacen atractivos, y detrás de todo, moderador


4
Thomas Browne, Pseudodoxia epidemica, libro I, capítulo X, José Corti, Paris, 2004, p. 79.
inmoderado, animador de animadores, director de orquesta del
Puesto que la culpa moral involucra formalmente la voluntad, siempre se peca solo en última
guirigay humano, el Adversario favorece esos debates sin diálo­
instancia y eso es, dijimos, lo que constituye la fascinación solitaria del mal.

go y se ríe del espectáculo de nuestras agarradas. s Ibídem, p. 88.

146 147
La fe de los demonios Un orquestador de debates

¿Por qué ese pentágono de errores? ¿Por qué no hay siete u puede poner al otro como coartada: "No soy pródigo como ese

ocho, como en esa parábola que los editores titulan "retorno otro", explica el avaro, y el lujurioso: "No soy como esas purita­

ofensivo del espíritu impuro'"? ¿Por qué no seiscientos sesenta nas". Contra esa doble ladera, el justo medio de la virtud apare­

y seis como en el Apocalipsis? ¿Por qué no incluso seis mil ocho­ ce como la cuerda de cumbres de una sierra y, por tanto, como

cientos veinte y seis, como en una legión? ¿Hay una lógica que punto de equilibrio y de tensión. Los dos discípulos que llevan

conduzca a esa cifra? ¿No deberíamos, ordenando las cuestiones el mismo anuncio forman como un tiro de dos caballos en mar­

y siguiendo luego a Aristóteles en su Ética, reducirlos a dos? cha porque, en cada ocasión, deben ponerse de acuerdo entre

Porque, después de todo, nos enfrentamos a tres cuestiones: ellos y con la Verdad misma. Esa unidad reclama más energía

una acerca de la existencia de Dios, otra acerca de la del diablo que cualquier división. No hay duda de que la división es agita­

y la tercera acerca de su naturaleza, y para cada una tenemos dos da, su caos puede dar la apariencia de la más fuerte animación:

errores opuestos: no hay Dios/hay varios; el diablo no es/el dia­ el cadáver que se descompone hormiguea más que el hombre

blo es un absoluto; el diablo es menos que un hombre/el diablo vivo. Pero el hombre vivo, sobre todo si está en oración, de ro­

es más que un ángel (y como el cuarto y sexto errores coinciden, dillas e inmóvil, está en tensión hacia la energía más alta.

llegamos al número de cinco). Sea cual sea la proliferación del

error, su principio parece ser siempre la dualidad. Los dos frag­ Eso mismo ocurre con la Verdad tal como es captada por

mentos de la verdad escindida se convierten en adversarios y, nuestra inteligencia. Para nosotros, siempre está en tensión (es

por consiguiente, a causa de su inestabilidad, se fragmentan a su decir, a la vez ofrecida y reclamando, junto con nuestra aten­

vez y así sucesivamente, en cadena, como en la fisión nuclear. ción, cierta tensión en el enunciado). Mientras que el ángel co­

noce las cosas de manera completa en una sola intuición, nues­

tra inteligencia debe avanzar laboriosamente hacia lo verdadero,

Lo verdadero sometido a tensión a través de las rudas sendas del j uicio y del razonamiento. "El

intelecto humano, escribe To más, no obtiene desde la primera

El filósofo constata que a cada virtud se le oponen dos vicios, aprehensión el conocimiento perfecto de una realidad; primero

uno por exceso y otro por defecto. El valiente es aquel que no es conoce algo de ella, por ejemplo, su quididad, que es el ob­

ni cobarde ni temerario; el generoso, ni avaro ni pródigo; el cas­ jeto primero y propio del intelecto, después las propiedades,

to, ni insensible ni lujurioso. Así, los vicios van de dos en dos, los accidentes y las maneras de ser que rodean la esencia de

como los discípulos enviados en misión, pero allí donde éstos esa realidad. Y a causa de ello, le es necesario al intelecto unir

son dos testigos que se difuminan y se corroboran, aquéllos son los elementos conocidos [mediante la afirmación], o separarlos

dos enemigos que se excusan y se excitan. Porque uno siempre [mediante la negación], y después de esa composición o divi­

sión pasar a otra realidad [por ejemplo, mediante deducción o


6
inducción], lo cual es razonar". Este camino discursivo es de

n [Se refiere el autor a los distintos editores de la Biblia, que suelen dar título a las diferentes larga duración, la prueba la tenemos en estas páginas que, para
secciones dentro de los capítulos para facilitar la lectura. Las versiones francesas de la Biblia

suelen titular "Retour offensif de !'esprit impur" ("Retorno ofensivo del espíritu impuro") al

pasaje Me 1 2 , 43-45 (paralelo a Le 1 1 , 24-26) en que un demonio expulsado vuelve más tarde

6
con otros siete peores que él. N. del T.] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, 85, 5.

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

acotar esa sola realidad que es la fe de los demonios, se ven obli­ de conocer no es humano, y la desgracia quiere también, claro

gadas a multiplicarse, a sacar consecuencias, a aportar matices, está, que "quien quiere hacerse ángel se hace bestia"." Al redu­

a equilibrar ciertas afirmaciones demasiado densas. Llegar a la cir la tensión se disminuye el misterio, que se nos escapa en el

verdad acerca de un tema (no hablo de captarla confusamente) momento mismo en que creíamos inmovilizarlo con una llave

reclama tiempo y estudio y es algo que sólo puede ser refractario a nuestra medida.

a la instantaneidad del eslogan.

La segunda tiene que ver con el autonomismo: elegir la parte

Hasta el enunciado de una verdad simple en sí misma, para de la verdad que nos conviene y, después, dejar la otra, tener la

nosotros, es siempre complejo, y tanto más complejo cuanto dicha de construir uno mismo su propio sistema. Ése es el sen­

más simple es esa verdad, pues no está formada por elementos tido de la palabra "herejía". El griego hairésis, en efecto, designa

diversos que nuestra inteligencia podría componer o dividir se­ la acción de tomar partido, de hacer una elección. Elijo tal as­

gún su costumbre. Esa complejidad corresponde a una tensión pecto del dogma -Jesús es Dios- pero rechazo tal otro -no

entre extremos. Por ejemplo, el hombre es un animal racional: es el Dios del Antiguo Testamento (es el caso del marcionismo).

debo mantener unidas su animalidad y su racionalidad, su carne Se tiene la impresión de ser más libre. En verdad, no se ha salido

y su espíritu, y articular la una con la otra sin confundirlas ni del supermercado.

separarlas. Ahora bien, esa tensión se va haciendo cada vez más

fuerte a medida que nos acercamos a realidades más simples.

Los enunciados de la fe católica están ahí para facilitar la adhe­ De la primera letra de la Biblia, o el dos entre el dúo y lo

sión a la verdad simplicísima de Dios (como los diversos rasgos dual

están ahí para hacernos conocer el rostro único e indivisible de

una persona). Pero en sí mismos son múltiples y soportan una El comienzo de la Biblia es la palabra "comienzo". En hebreo,

tensión máxima: Dios es uno y trino, Cristo es verdadero Dios bereshit. Si bien la primera letra de toda la Sagrada Escritura

y verdadero hombre, María está redimida y es inmaculada, la es la letra beth (lo cual, en español, nos da precisamente una

Iglesia es sin pecado pero no sin pecadores, etc. homonimia con la Bestia, princesa del falso pretexto). Ahora

bien, el carácter inicial de esa beth abunda en numerosas signi­

El heresiarca dogmático lo sabe muy bien. Su placer maligno ficaciones. Los rabinos del Talmud se plantearon por tanto la

consiste en aprovechar nuestra debilidad para deshacer esa ten­ cuestión: ¿Por qué fue creado el mundo con la letra beth? Es la

sión. Nos incita a ello con una doble atracción. segunda letra del alfabeto, el comienzo comienza con lo que es

segundo: ¿No habría sido una mayor inspiración empezar con

La primera atracción tiene que ver con el angelismo: ¡Qué la primera, la alepb, que es además por la que comienza Elohim?

bien estaría alcanzar la verdad simple de manera simple, a la

manera de los ángeles! ¡Cuántos esfuerzos nos ahorraríamos,

cuántas rectificaciones e incluso errores! (sí, porque, como el


" [Pascal, Pensées, § 358. El célebre pensamiento de Pascal del que Hadjadj extrae aquí un
hombre presa de vértigo en un camino escarpado, lo que nos fragmento dice así: "El hombre no es ni ángel ni bestia, y la desgracia quiere que quien quiere

precipita es cierto temor al error). Ese modo angélico, intuitivo, hacerse ángel se hace bestia". N del T.]

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

Hubiera bastado permutar las palabras del primer versículo y El muy célebre capítulo tercero del Eclesiastés concibe ese

escribir simplemente: Elohim en el principio creó los cielos y la desdoblamiento como el del tiempo humano: Todo tiene su mo­

tierra. Pero con ese orden conforme a lo que es primero para mento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su

nosotros, habríamos perdido el sentido de la trascendencia. Los tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo

rabinos lo recuerdan tanto como Aristóteles: lo que para noso­ plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar. . . La sabiduría

tros es primero es segundo en sí mismo. No tenemos acceso di­ consiste en tomar conciencia de que nuestra condición no es la

recto a Dios, al Ser absolutamente primero. Nos hace falta pasar misma según las edades de la vida, de que una sola y misma ac­

por la mediación de las criaturas y de la Torah. La misma grafía titud, aunque fuera la más olímpica, no basta para la existencia

de la letra proporciona un indicio: "La beth está cerrada por to­ y de que el presente está siempre abierto a un porvenir radical,

dos sitios y sólo se abre hacia delante, dice rabí Yona en nombre en donde puede darse la impensable recaída o la remisión ines­

de rabí Levi [el mismo rabí Yona habla, notémoslo, como se­ perada. Eso remite también a esa otra interpretación talmúdica

gundo]. No tienes derecho a preguntar: ¿Qué hay por encima, de la beth inaugural: "Existen el mundo presente y el mundo
7
por debajo del mundo, antes y después de él? Te interrogarás venidero". El Génesis comienza por el dos porque nuestra ha­

solamente acerca de lo que es posterior al día de la creación del bitación es doble: la pasajera y la eterna. Y el lapso entre una y

mundo". Pero, hablando sólo de lo posterior, ¿no se corre el otra es el tiempo de la gracia ofertada. Querer todo desde ahora

riesgo del agnosticismo? No se debería decir nada del Creador. o trasladar todo al porvenir, estar demasiado seguro de la pro­

La continuación del midrash rechaza esa interpretación: "Co­ pia salvación o bien demasiado seguro de la propia perdición,

mentario de Bar Qapara: Pregunta a los tiempos antiguos, que te es pretender una unidad que no es nuestra y es -presunción

han precedido desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tie­ o desesperanza que consiguen helar la fuente- rehusar la sor­

rra (Dt 4, 3 2 ) " . Se trata de recordar que el Altísimo nos supera presa de Lo que viene. ¿No ése el pecado del ángel? Mejor que

y que nuestro conocimiento, que sólo se le aproxima partiendo recibir, tras un periodo de prueba, la bienaventuranza divina,

de sus efectos, lo vislumbra pero no lo comprende. Nuestra po­ prefirió darse una felicidad inmediatamente accesible y forzo­

sición es siempre segunda. Desde que empieza la partida, esa samente inferior.

primera letra del Génesis nos invita a la humildad.

El dos se explica de otra forma en el libro de Ben Sirá. Mani­

Pero posee dos sentidos más que se responden y que respon­ fiesta un doble sentido. En el capítulo trigésimo tercero, el de

den a nuestra reflexión. La letra beth es el número dos. Y beth, la dualidad: Frente al mal estd el bien, .frente a la muerte, la vida.

en hebreo, es también la casa. Sólo el Eterno es absolutamente Así .frente al piadoso, el pecador. Fíjate, pues, en todas las obras

Uno. La creación está, pues, del lado de lo que sale de la Unidad del Altísimo, dos a dos, una .frente a otra (Si 33, 1 4 - 1 5 ) . Ahora

absoluta. El dos es nuestra morada. Pero, ¿cómo entender ese bien, este último versículo se retoma en el capítulo cuadragé­

dos? ¿Qué significa vivir en la Casa del Dos? ¿Es el número del simo segundo, como un estribillo, pero esta vez para afirmar

par o de la dualidad? ¿De la duplicidad o del diálogo? Lo que la conyugalidad: Todas las cosas de dos en dos, una .frente a otra,

ya percibimos filosóficamente lo volvemos a encontrar en la Bi­

blia. El dos viene a sellar la tensión de una prueba.


7
Ibidem.

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

y nada ha hecho deficiente. Cada cosa afirma la excelencia de la lógica, hace falta que todo sea una conquista. Y basta sentirse

otra, ¿quién se hartará de contemplar su gloria? (Si 42, 24-25). libre. ¿Cómo no iba, por consiguiente, a arrojarse en picado,

En el primer caso se trata de no confundir lo que es realmente como un quebrantahuesos sobre un cordero, contra aquel que

contrario, por ejemplo, la justicia y la injusticia; en el segundo, realiza la relación última entre las cosas? No tanto para romper­

de no separar lo que realmente está unido, por ejemplo, la jus­ la absolutamente como para falsificarla: hacer de ella una presa

ticia y la misericordia. Y en este último caso, se afirma que una más que una acogida, un objeto de conocimiento más que un

cosa afirma la excelencia de la otra, es decir, que una no podría sujeto de reconocimiento.

funcionar sin la otra.

Puesto que consiste en mantener ese dos unido, la verdad es Cómo se vuelven locas las virtudes

siempre, por lo tanto, trinitaria: está uno, el otro y su relación.

Es el dos del dúo. Pero el diablo se presenta para que se rompa En cuanto el reconocimiento del Tercero se pierde, las virtudes

la relación y el uno se alce contra el otro. Es el dos de lo dual. se dispersan y se hacen odiosas. El mal más especioso no se en­

Así pues, el número dos es el de la prueba: o bien se va hacia cuentra en el vicio reconocido. El vicio en tanto que vicio no tiene

menos que dos, en la separación o en la confusión (pero como la fuerza de seducirnos. Nuestra voluntad no puede querer el mal

el Uno en sí nos está negado ese menos que dos vale por una por el mal. Para moverla es precisa una cierta apariencia de bien.

división indefinida); o bien se va hacia más que dos, en la aper­ Nos topamos aquí con el revés del pesimismo de La Rouche­

tura hacia un tercero inaprensible. Porque, ¿qué es esa relación foucauld. Sus máximas siempre tienen la forma restrictiva: "A

que puede unir las cosas más diversas, incluso reunir también al sólo es B", donde B e s un vicio y A una virtud. El epígrafe de sus

piadoso y al pecador? O mejor, ¿quién realiza esa relación? Ben "reflexiones morales" anuncia claramente esa estructura genética

Sirá habla de las obras del Altísimo o también de su gloria. Eso de todo lo que sigue a continuación: "Nuestras virtudes sólo son,

significa que lo que en última instancia realiza la unidad en la con mucha frecuencia, vicios disfrazados". Ahora bien, partiendo

diversidad es precisamente aquel que es el misterio en persona, de esa misma constatación, la penetración del metafísico vuelve

el Espíritu creador y redentor del universo. Ahora bien, ese mis­ moralista la sospecha. En lugar de la fórmula restrictiva: "Esto

terio no permite que uno se quede en el simple conocimiento. sólo es eso", le hace falta emplear la fórmula expansiva: "Eso es

Exige que se pase al reconocimiento, es decir, a lo que se sus­ más que esto, y depende de esto". El mal no es nada bueno en

tenta en los reencuentros y la acción de gracias. La razón última sí, para atraernos siempre tiene que tomar del bien su fachada,

de las cosas no es una razón, sino un amor. Los seres sustentan y lo que hace La Rouchefoucauld, al desvelar el mecanismo de

su existencia y su comunión en un don absolutamente gratuito, nuestra hipocresía o de nuestro orgullo, es denunciar la debilidad

sin otro motivo que él mismo. ontológica del vicio: para fascinarnos le es necesario adornarse

con plumas de pavo real, pretenderse superior, en fin, disfrazarse

Por eso ataca el diablo esa relación. La encuentra insopor­ de virtud. Y ese disfraz es tanto más fácil cuanto que no consiste

table. Le sugiere que todo es gracia, tanto en el orden natural en fingir virtud, sino, para que sigamos estando persuadidos de

como en el orden sobrenatural (gracia en el sentido estricto). nuestra rectitud, en separar una virtud de su virtud cónyuge, en

Lo convoca a una infinita gratitud. Ahora bien, según su propia romper el tiro en donde una afirma la excelencia de la otra.

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

Ya lo había visto perfectamente Chesterton. Se repite frecuen­ Siempre oímos la única palabra divina en la Casa del Dos, a

temente de él en nuestro entorno esta frase: "las ideas modernas través de un par de enunciados que hay que mantener unidos.

son ideas cristianas que se han vuelto locas", frase que, sacada de En este caso, la misericordia (tuyo, Señor, el amor) unida a la jus­

su contexto, deformada en su contenido, llega a ser una cantine­ ticia (tú al hombre pagas con arreglo a sus obras). Pero como esto

la y enloquece ella misma. Se ha olvidado, en el entretiempo, el no funciona, el mundo, según Chesterton, introduce el divor­

principio de esa locura ideal: el desmembramiento de la estructu­ cio en ese difícil matrimonio y resulta que cada virtud se vuel­

ra trinitaria de lo verdadero, la dislocación del organismo de las ve tanto más segura de sí misma cuanto más adúltera. El dúo

virtudes conexas. Éste es el pasaje de la Ortodoxia de donde está se trasforma en dualidad. La complementariedad se quiebra en

extraída la frase: "El mundo moderno no es malvado; en cier­ contrariedad. Como hemos visto, el genio diabólico no consiste

tos aspectos es incluso demasiado bueno. Está lleno de virtudes tanto en rechazar el bien como en acapararlo para provecho

salvajes y desperdiciadas. Cuando cierta orden religiosa se tam­ propio (rezar sin respetar el orden divino, decía Tomás). De esa

balea -como se tambaleó el cristianismo bajo la Reforma- los forma extravía incluso nuestro deseo de hacer el bien aislando

vicios no son los únicos en encontrarse liberados. Ciertamente, las bondades que la verdad vincula: la justicia sin misericordia,

los vicios son liberados y vagan a la aventura y hacen estragos. que se vuelve crueldad, frente a la misericordia sin justicia, que

Pero también las virtudes son liberadas y vagan, más salvajes se vuelve laxismo; la humildad sin magnanimidad, que se vuel­

todavía, y hacen estragos aún más terribles. El mundo moderno ve modestia perezosa, frente a la magnanimidad sin humildad,

está invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto que se vuelve activismo vanidoso . . . y finalmente, la verdad sin

locas. Las virtudes se han vuelto locas por haber sido aisladas amor, que es la fe de los demonios, frente al amor sin verdad,

unas de otras, obligadas a vagar cada una en su soledad. Vemos que es la filantropía del diablo. Corremos tras esas virtudes par­

a sabios apasionados por la verdad, pero su verdad es despiada­ ciales que son vicios completos y el mundo puede perecer por

da; a humanistas preocupados únicamente de la piedad, pero su nuestra diligencia.


8
piedad -siento decirlo- es con frecuencia mentirosa . . . "

Esas líneas beben en lo profundo de los últimos versículos del El principio de Calcedonia: sextuplicidad del error y más ...

Salmo 6 1 :

Pero no sólo está la estrategia de la separación. Recordemos

Dios ha hablado una vez, las citas del Eclesiastés y del Eclesiástico: también está la estra­

dos veces, lo he oído: tegia de la confusión, más perturbadora, menos reparable, que

Que de Dios es la faerza, correspondería por otra parte a la tercera tentación en el desier­

tuyo, Señor, el amor; to, tras la carne sin espíritu y el espíritu sin la carne, un espíritu

y: Que tú al hombre pagas disminuido en una carne mundana . . . El cristiano que oye que

con arreglo a sus obras. no hay que separar ni confundir, sino más bien distinguir para

unir, puede acordarse de Jacques Maritain (Distinguir para unir

es el primer título de su gran libro Los grados del saber), pero


8
Gilbert K. Chesterron, Onbodoxie, Gallimard, col. "Idées", Paris, 1984, pp. 43-44. debe acordarse primero de lo que se podría llamar el principio
La fe de los demonios Un orquestador de debates

de Calcedonia, que es como una versión sobrenatural del prin­ su madre y se unird a su mujer, y los dos se hardn una sola carne.

cipio de contradicción. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia (Ef 5,

3 1 - 3 2 ) . Las nupcias del hombre y de la mujer en la habitación

El 22 de octubre del año 4 5 1 es una de las fechas más decisi­ común significan las nupcias de la divinidad y la humanidad

vas para el pensamiento. Es el día en que el Concilio de Calce­ en el Verbo hecho carne. Y tampoco en este caso una absorbe a

donia publica una profesión de fe que explicita las de Nicea y la otra, sino que, en la relación, se realza su identidad: la mujer

Constantinopla, especialmente en lo relativo a las dos natura­ es tanto más femenina por unirse al hombre y, por unirse a la

lezas de Cristo. Su preámbulo habla de "cerrar la puerta a toda mujer, el hombre es tanto más viril.

maquinación (méchane) contra la verdad". Ahora bien, ¿cuál es

la llave que cierra esta maquinaria de los errores? Al parecer se la Volviendo a la definición de las dos naturalezas en una sola

podría encontrar en esta segunda definición: "Confesamos un persona divina, cuando se abandona el equilibrio nupcial de la

solo y mismo Cristo, Hijo, Señor, el único engendrado, recono­ verdad no hay ya dos errores genéricos, sino que vienen roda­

cido en dos naturalezas, sin confusión, sin transformación, sin dos seis. Tres provienen de la separación, según que se opte por

división, sin separación, no siendo en modo alguno suprimida uno u otro de los separados o que se opte por su yuxtaposición

por la unión la diferencia entre las dos naturalezas, sino siendo sin verdadera coyuntura: Cristo sólo es un hombre, sólo tenía

conservadas más bien y confluyendo la propiedad de una y otra apariencia divina; Cristo sólo es un Dios, sólo tenía apariencia

en una sola hipóstasis, un Cristo que no se fracciona ni se divide humana; Cristo es a la vez Dios y hombre, pero en dos personas

en dos personas, sino un solo y mismo Hijo, único engendrado, distintas bajo una carne esquizofrénica. Tres provienen de la

Dios Verbo, Señor Jesucristo, según lo que, desde hace mucho confusión, según que, en la mezcla, se disminuya una u otra o

tiempo, los profetas enseñaron acerca de él, lo que Jesucristo bien las dos naturalezas: Cristo es Dios que se disminuye para

mismo nos ha enseñado y lo que el Símbolo de los padres nos entrar en la naturaleza humana, Cristo es un hombre sin alma,

ha transmitido". pero cuya alma ha sido reemplazada por el Espíritu de Dios o

cuya humanidad se ha disuelto como una gota de miel en el

La naturaleza humana y la naturaleza divina están unidas en océano de la divinidad; finalmente, Cristo es un semihombre

la persona del Verbo sin confusión ni separación. No sólo es semidiós, reducción y mezcla de las dos en una sola naturaleza

que ambas estén intactas, sin disminución ni desnaturalización inédita. Por supuesto, esto no es todo. Bajo estos errores gené­

de ninguna otra clase, sino que cada una contribuye a la exce­ ricos se pueden agrupar múltiples variantes.

lencia de la otra: el Verbo es tanto más divino cuando se encar­

na; Jesús es tanto más humano por ser también Dios. Mi amigo Como ejercicio, y mediando los arreglos necesarios en cada

Thierry Paillard me hizo darme cuenta de hasta qué punto este cambio de tema, el lector puede aplicar estas mismas fórmulas

principio calcedoniano era un principio nupcial: la unión de las al caso de la relación entre el hombre y la mujer, el alma y el

dos naturalezas humana y divina en la única persona de Cristo cuerpo, la persona y el bien común, la acción y la contempla­

encuentra su primer símbolo en el abrazo conyugal del hombre ción, la naturaleza y la gracia, la justicia y la paz, etc. Podrá fa­

y la mujer. Es, por otra parte, lo que dice San Pablo cuando bricar su pequeño hexágono de errores contrarios y darse cuenta

habla del matrimonio: Por eso dejard el hombre a su padre y a de cómo, una vez abandonadas las nupcias de lo verdadero, esos

158 159
La fe de los demonios Un orquestador de debates

errores se interpelan mutuamente como en una acera donde se que es más simple a nuestros ojos con lo que es más simple en sí.

mendiga. Por otro lado, este esfuerzo por remitir la fe teologal al efecto de

una apologética lo único que consigue es reducirla, en cuanto a

Esos errores, repitámoslo, se encuentran en una relación de su modo, a la fe de los demonios.

incitación recíproca. Oponiéndose a uno siempre se corre el

riesgo de caer en el otro. En el prefacio de una obra polémica,

Gustave Thibon precisa de manera oportuna: "La salud bioló­ Por qué los hijos de este mundo son más astutos

gica, moral o social es sólo una línea divisoria, a menudo muy

estrecha, entre dos vertientes igualmente peligrosas. Nada se­ En una parábola propia de Lucas, Jesús parece alabar la mal­

ría, por tanto, más contrario a nuestro pensamiento que juzgar versación de un administrador astuto e infiel. Habiendo cons­

como tomas de posición absolutas e incondicionales la mayor tatado su amo que disipaba sus bienes, le anuncia una próxima

parte de los ataques o de las advertencias que se encontrarán en destitución. Como no se ve ni mendigando ni trabajando la

estas páginas. Cuando atacamos un exceso es para restablecer la tierra, aprovecha entretanto para condonar a los deudores de la

armonía y no por amor al exceso contrario. El médico que lucha propiedad una parte de su deuda, a fin de hacerse amigos para

con todas sus fuerzas contra el insomnio o la fiebre no es, sin cuando esté en la calle: - ¿Cuánto debes? -Cien medidas de
9
embargo, partidario de la letargia o de la hipotermia" . Lo cual aceite. -Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuen­

no impidió que su obra -¡ay!- fuera recuperada por algunos ta. Y tú, ¿cuánto debes? -Cien cargas de trigo. -Torna tu

de los ideólogos de Vichy . . . recibo y escribe ochenta . . . El señor a la b á al administrador injusto

porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo

Pero, a ese riesgo polémico se añade otro pedagógico (¿no son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. Yo

vimos ya qué pedagogo era Satán?): el deseo de simplificar la os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando

verdad, de hacerla más humanamente accesible, de atrapar me­ llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas (Le 1 6 , 8-9). Es

jor a la clientela de buscadores de sentido. Ajustarse a dogmas difícil la interpretación de este pasaje y nos contentaremos aquí

aceptables para la inteligencia media de los hombres. Favorecer con hablar sólo de uno de sus sentidos, que prolonga nuestra

una adhesión natural, como una carta en el correo. Pero, ¿en­ reflexión.

tonces cómo iba a seguir siendo divino el mensaje? Así, Sabe­

lio cree servir a sus feligreses explicándoles que la Trinidad es ¿Por qué los hijos de este mundo son más astutos, más pruden­

una manera de decir, no que haya tres personas cuya comunión tes, más sabios incluso (otras tantas aproximaciones al término

constituya un solo Dios-Amor, sino un solo Dios que se llama phronimos) que los hijos de la luz? El versículo no habla de una

Padre en tanto ha creado el mundo, Hijo en tanto que salva al superioridad absoluta, sino relativa a lo mundano, a la generación

mundo y Espíritu en tanto que glorifica al mundo redimido. a la que pertenecen esos hijos. Se pueden aducir tres razones al

Desde luego así se facilita el catecismo. Pero así se confunde lo respecto. La primera es que los hijos de este mundo no propo­

nen a este mundo más que cosas que están a su nivel, le rascan

donde le pica, no lo peinan a contrapelo. Nunca hablan de lo

9
Gustave Thibon, Retour au réel; H. Lardanchec, Lyon, 1943, p. xii. eterno, con lo que se ahorran balbuceos y situaciones compro-

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La fe de los demonios Un orquestador de debates

metidas. Segunda razón: no conocen los límites morales de los Pero, ¿qué puede querer decir el Verbo cuando ordena: Haceos

hijos de la luz, que aman a su prójimo. Para obtener algo de estos amigos con el Mammón injusto? No hay que servir a Mammón,

últimos todos los medios son buenos. No cuentan los estados de se nos dice más adelante. Lo cual no quiere decir que no haya

ánimo. Si tienen escrúpulos, porque no dejan de experimentar­ que servirse de él. ¿Con vistas a qué? No a Mammón mismo,

los en gran número, son sólo de tipo pragmático, en relación a sino a la amistad. Así es como puede interpretarse ese precepto

tal falta de eficacia o a tal fracaso comercial. Tercera razón, que en relación con nuestro propósito: en el combate contra la

nos reconduce a nuestras observaciones precedentes: los hijos de injusticia y el error, podéis serviros de ciertos medios de este

este mundo se sienten bien rompiendo la tensión del enunciado mundo, pero atención, el fin no es ser más eficaces, porque la

de lo verdadero. Pueden lanzar eslóganes, consignas simplistas, eficacia de esos medios sólo es absoluta para este mundo, o de

apelaciones tanto más fuertes cuanto más laxos son sus conteni­ otra forma, para Mammón mismo. El fin es hacerse amigos, es

dos, sin matices ni profundidad. Si la intimidad del misterio se decir, al combatir con las riquezas injustas no abandonar nunca

disipa en la propaganda y la publicidad, los clichés mundanos se la caridad.

abrillantan, los atajos revolucionarios se amplifican.

Porque ésa es una falsedad peor que el séxtuple error. Una

Para ellos, por tanto, para los hijos de este mundo, todo va so­ falsedad que es la séptima maravilla del demonio, el aquelarre

bre ruedas, mientras que los hijos de la luz están --{:Omo Jacob de las hechiceras, el retorno masivo del maligno una vez que se

al acabar el combate con el ángel- cojos. San Pablo compara ha limpiado bien la propia inteligencia: Cuando el espíritu in­

su condición con la de vasos de barro que llevan un tesoro. Son mundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca

hombres como nosotros, pequeños, oscuros y, no obstante, son de reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de

hijos de la luz. Son fabricantes de lonas, carpinteros, cobradores donde salí': Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces

de impuestos, antiguas prostitutas, pescadores pecadores y, sin va y toma otros siete espíritus peores que é l; entran y se instalan allí,

embargo, nos anuncian la vida eterna. También tienen algo de y elfinal de aquel hombre viene a ser peor que el principio (Le 1 1 ,

equívoco, de torpe, de irrisorio, de metepatas, yo diría incluso 24-26). ¿Qué estado es ése que es mucho peor que estar poseído

de falso, debido a la desproporción entre lo que son y lo que y que supone incluso que se ha expulsado previamente a un pri­

testimonian. Son, como en Platón, los supervivientes de la Ca­ mer diablo? ¿No deberíamos admitir que tal como se describe

verna: por pura bondad vuelven a descender a ella para liberar es posterior a la conversión? ¿ Y no hay que afirmar, además, que

a sus antiguos compañeros, pero sus ojos, acostumbrados ahora evoca por sí mismo a los otros siete diablos, que acoge los seis

a la luz del día, ya no se arreglan para ver entre las sombras; errores más una falsedad idéntica a la suya?

ya no tienen discernimiento para los fantasmas, ya no tienen

reflejos para los asuntos que agitan el mundo inferior. Aparecen Ya se habrá comprendido que esa falsedad no radica en el

entonces como tontos o como hipócritas. Incluso como tortu­ conocimiento, sino en los hechos. Consiste en defender la ver­

radores, pues proponen una verdad que nos arranca de nuestras dad sin amor, digamos incluso, la verdad sin verdad, que es

confortables opiniones. Quieren llevarnos hacia el sol, pero, a la ilusión más temible de todas: el error que se considera a sí

nosotros, amigos de la penumbra, sus rayos nos hacen daño, es mismo sin error, el desfallecimiento sin fallo que lo señale a la

como si quisieran reventarnos los ojos. inteligencia claramente. El contenido es verdadero, pero lama-

162 163
La fe de los demonios
Un orquestador de debates

nera es falsa. El conocimiento está ahí, pero sin reconocimien­


se ajusta el diablo rasgo por rasgo a las tres situaciones descritas
to. Aunque excite, en frente, a todos los falsos contenidos, cuyas
por San Pablo? Habla la lengua de los ángeles; es lo bastante es­
maneras podrían ser un poco más verdaderas. Y es que la verdad
piritual para que las montañas no sean un obstáculo a su fe; no
se declara nupcial y en tensión no sólo en su enunciado, sino
posee ningún bien material y no cesa de entregarse a las llamas
también en su modo y en su finalidad. Por decirlo en aristotéli­
o, más que un mártir, en ellas se siente como en casa.
co, la comunión no sólo se da en la causa material (el enunciado

verídico), sino también en la causa formal y en la causa final,

porque ella es la causa eficiente. Lo que es es en sí mismo co­

munión. Como fuente de la verdad, la comunión debe aparecer

en el enunciado verdadero, pero también debe manifestarse en

la manera de comunicarlo y como fin de esa comunicación. El

anuncio de la verdad se realiza en el amor divino al prójimo,

especialmente al pecador, no para tener razón, sino para estar

con él -comulgando. Se trata menos de dar una lección que de

acoger a un hermano. Eliminado ese impulso de comunión, por

muy ortodoxa que sea nuestra palabra, procederá de un hálito

impuro, poseerá un fondo demoníaco. Y nos habremos hecho

enemigos con las Riquezas justas.

Contra esa falsedad sin error canta San Pablo, en la Epístola a

los Corintios, un himno a la caridad: Aunque hablara las lenguas

de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce

que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía,

y conociera todos los misterios y toda la ciencia; AUNQUE TUVIERA

PLENITUD DE FE COMO PARA TRASLADAR MONTAÑAS, SI NO TENGO CA­

RIDAD, NADA SOY. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara

mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha

(1 Co 13, 1 - 3 ) . La palabra griega, oudeis, traducida aquí por

"nada" se descompone etimológicamente en ou-dbeis, lo cual

hace referencia al no-uno más que al no-ser (o nada). La ausen­

cia de caridad conduce a la negación de la unión. Y ese himno

al que habitualmente se le pone acento arrullador, aparece de

pronto como terrible: puedo hablar la lengua de los ángeles,

tener una fe "total", repartir mis bienes y entregar mi cuerpo a

las llamas, si no tengo caridad, todo eso viene del Maligno. ¿No

165
Tercera Lección

La gran maquinación: ateísmo

y fariseísmo

De Screwtape, subsecretario del estado satánico a su "so­

brino" Wormwood, demonio subalterno. " . . . Queremos

también que la Iglesia siga siendo pequeña, no sólo para

que los menos hombres posibles aprendan a conocer al Ene­

migo, sino sobre todo para que los que se vuelvan hacia él se

coloquen en ese estado de exaltación enfermiza y de fari­

seísmo agresivo característicos de una sociedad secreta o de

una pandilla.

C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino

Origen y valor del ateísmo desde el punto de vista demo­

níaco

Los ataques más ásperos de Cristo no son contra ateos, sino

contra escribas y doctores de la Ley. Forzosamente, se dirá, en

razón del contexto histórico: in illo tempore, se llevaban los hi­

pócritas, no los ateos, al menos no a la manera moderna, de los

afirman que Dios no existe. Sería, sin embargo, menospreciar la

omnipotencia divina creer que el Verbo, si hubiera sido necesa­

rio, no habría podido encarnarse en otro tiempo o bien predicar

en otro lugar. Nada impedía al Padre haber enviado a su Hijo

en misión visible cerca de ateos notorios. ¿Acaso no había, más

cerca o más lejos, discípulos de Demócrito, Protágoras o Epi­

curo? ¿No podía, habiendo elegido una época en que su venida,

167
La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

según ciertos eclesiásticos, hubiera sido mucho más saludable, trozos de la verdad fragmentada. A este respecto, se podría decir

haber maldecido en directo a tal o cual indígena del planeta que la Edad Media fue desleal, por ejemplo, cuando no supo

Marx? Sin problemas. Pero no lo hizo. ¿Por qué esa aparente hacerle un sitio al Israel de la carne, mientras heredaba algo

dimisión? ¿Por qué ese encarnizamiento con los creyentes? Yo de su espíritu. Y que los tiempos de la Contrarreforma fueron

adelantaría dos motivos al respecto. El primero es que el ateís­ desleales, por ejemplo, cuando tendían, como reacción al pro­

mo moderno es una herejía cristiana; era preciso, por tanto, que testantismo, a poner las grandezas del sacerdocio por encima

se hubiera proclamado el cristianismo para que apareciera esa de las grandezas de la santidad. En resumen, sólo en la eterni­

herejía. El segundo es que el ateísmo especulativo no es el peor dad encontraremos una época absolutamente leal . . . Por lo que

de los males; los demonios saben que Dios existe, que los judíos concierne a nuestra historia, el trigo bueno crece con la cizaña,

forman el pueblo elegido, que Jesús es el Mesías, no son por ello el columpio va y viene, las desviaciones se van interpelando, lo

menos diabólicos, al contrario . . . mismo que la separación de la Iglesia y el estado estuvo precedi­

da de su turbia colusión, que el clericalismo suscitó la reacción

El primer motivo se deduce del proceso que hemos observado del anticlericalismo y que el molinismo, a medida que proponía

a lo largo de toda la lección precedente. En un ensayo que se una apologética más racionalista, provocaba al mismo tiempo,

titula Elfin de los tiempos modernos, Romano Guardini muestra a su derecha, el fideísmo protestante y, a su izquierda, el racio­

qué desleal es la modernidad: hurta sus principios de entre las nalismo ateo.

nociones cristianas para volverlos contra el cristianismo mismo.

La consistencia del mundo creado, la realidad del libre albedrío, En cuanto al segundo motivo, puede explicitarse con la si­

el sentido de la historia, la afirmación de una laicidad, la gloria guiente pregunta: ¿nuestro ateísmo es lo que más satisface a los

de la carne, la dignidad del trabajo manual . . . , todo eso es sólo demonios? Pierre Bayle pretendía lo contrario afirmando que

una sombra en el paganismo y sólo encuentra su consistencia "a los demonios les gusta más la idolatría que el ateísmo": "La

a la luz judeocristiana. Pero, del siglo XVI al XVII, se pasa del razón de ese proceder es, en mi opinión, ésta: que los ateos no

humanismo beato al humanismo ateo, del optimismo cristiano rinden honor alguno al demonio, ni directa ni indirectamen­

al progresismo racionalista. La fe en el Salvador había aportado te, e incluso niegan su existencia; siendo así que él tiene tan

confianza en el hombre; se podía intentar creer en el hombre a gran parte en las adoraciones que se le rinden a los falsos dioses

secas, buscar una moral natural, sin referencia a la Revelación, que la Sagrada Escritura declara, en diversos lugares, que los

etsi Deus non daretur, según la expresión del apologista Grocio sacrificios ofrecidos a los falsos dioses son sacrificios ofrecidos
1
(como si Dios no existiera). Tanto más cuanto que los excesos y a los diablos". La tesis es interesante, pero se basa en dos su­

los crímenes cometidos por creyentes y otros eclesiásticos ha­ posiciones muy cuestionables: por una parte, que el ateísmo no

cían difícil la fe en las virtudes inmediatas del bautismo. es una idolatría; por otra, que los ateos no rinden, ni siquiera

indirectamente, culto alguno al demonio. Ahora bien, la idola­

Esa lógica de recuperación desleal no es característica, de to­ tría consiste en rendir a una criatura el honor que sólo se debe a

das formas, de los Tiempos Modernos. Es de todas las épocas,

propia de todo ir y venir: el demonio nos hace poner en juego

un exceso contra otro y lanza sus tentáculos partiendo de los ' Pierre Bayle, Pensées diuerses sur la comete,§ 1 1 3 , GF Flammarion, Paris, 2007, pp. 255-256.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo yfariseísmo

Dios (es decir, en hacer de ella el principio primero de su exis­ El ateo perfecto está de pie en el penúltimo escalón anterior a

tencia) y más específicamente en adorar la obra de sus manos: la fe perfecta (lo suba o no lo suba), mientras que el indiferente
3
¿quién puede decir que, en ese sentido, el ateísmo no es idólatra? no tiene ninguna fe, aparte de un miedo maligno". El ateo

Gracias a él, divinizamos el dinero, la técnica, la razón cerrada virulento está obsesionado con Dios. Se mueve en la a-teología,

(mucho peor que la casa cerradaº), la pose desesperada (no lo que es una teología en negativo. Y si su ateísmo se fundamenta

bastante desesperada para desgarrarse en oración). En cuanto al en un sentido agudo del mal irrecuperable en el mundo, en

homenaje rendido a los demonios, el ateísmo promueve, por así la Iglesia y en su propio corazón, entonces no está lejos de la

decir, un culto oculto. Ya leímos en Baudelaire cómo señalaba inversión. Simone Weil habla de "ateísmo purificador". Pero

con más perspicacia que Bayle: "Es más difícil amar a Dios que más valdría hablar de purificación del ateísmo: para llegar hasta

creer en él. Por el contrario, a los hombres de este siglo les es el final de su empresa, ser lo más puro posible, el ateo no debe

más difícil creer en el Diablo que amarlo. Todo el mundo le hacer de su ateísmo una nueva religión, de su propio juicio un
2
sirve y nadie cree en él. Sublime sutilidad la del Diablo". Rei­ dios; así se dispone a la verdadera trascendencia, a la acogida de

vindicar la propia autonomía absoluta, creer en el progreso por lo que está más allá del bien y del mal humanos . . . Ese ateísmo

la industria, querer hacerse a uno mismo por puños de forma no les podría gustar demasiado a los demonios. Si lo atizan es

onanista, es amar al diablo sin creer en él porque es imitar su para, inmediatamente, moderar su fuego y llevarlo a esa tibieza

prescripción. Nada de misas negras, porque no tenemos nada que vomita el Eterno, a esa indiferencia que cree en la verdad de

que ver con ellas, pero nuestro corazón sirve de hostia profa­ la neutralidad, que se fabrica un mundo donde Dios se convier­

nada y los humos de nuestras fábricas pueden abastecer de un te en una opción más que en el secreto de todas las cosas.

incienso conveniente.

Para los demonios, esa indiferencia es un éxito mundano in­

Pero, ¿de qué ateísmo hablamos? ¿De un ateísmo militante cuestionable. Conduce a un mundo de engañifa donde la di­

que lucha contra la creencia en Dios? ¿O bien de un ateísmo versión sienta plaza de liturgia cósmica. Pero, ¿es realmente un

muelle, una especie de comodidad agnóstica que se sitúa al mar­ éxito infernal? ¿Aumenta así la natalidad entre los condenados?

gen de la fe o de la anti-fe? ¿Cuál de los dos es el mejor desde un La oposición entre éxito mundano y éxito infernal corresponde

punto de vista demoníaco? Sobre esta cuestión, en Los demonios, a la división, en el espíritu diabólico, entre la envidia y el orgu­

el obispo Tijon se pronuncia sonriendo ante el maléfico Stavro­ llo. A través de nuestra indiferencia triunfa su envidia, puesto

guin. Allí donde Baudelaire hablaba de amar al diablo sin creer que nos envilece, retira a Dios del campo de nuestro deseo y

en él, Dostoyevski evoca la posibilidad de no creer hasta el pun­ de nuestras preocupaciones. Pero no se satisface su orgullo. Su

to de llegar a estar extremadamente cerca de la verdadera fe: "El rebelión hace escuela sólo superficialmente. No es seguro que

ateísmo total es más respetable que la indiferencia mundana . . . esos corazones que la ignoran detesten verdaderamente la gra­

cia. No, si esa ignorancia es involuntaria, si proviene de una co-

0
[Mairon e/ose (casa cerrada, literalmente) es una de las formas habituales de referirse en francés

a las mancebías. N del T.] ' Fiodor Dostoyevski, Le, démons (deuxieme partir), Acres Sud, col. "Babel", Arles, 1995, p.
2
Véase la nota 6 de la página 120. 499.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

mida de coco sufrida desde la infancia, el demonio no gana en para estar en el séquito del Mesías, basta que el propio corazón,

toda la línea. Puede, incluso, que al final pierda: es un gusto que aunque sólo fuera en el último momento, no rechace el pequeño

el hombre pase aquí abajo junto a la verdad y viva bajo un techo resplandor de verdad que se entrevé y que contiene implícita­

asfixiante, pero si ese hombre es humilde, si pone en práctica mente a la Verdad completa, para precipitarse tras Satán hace

lo poco que sabe sobre la justicia, si reconoce de alguna forma falta que el propio espíritu se enorgullezca contra lo que se entre­

el ser recibido, aun cuando no tuviera ningún conocimiento vé de la Misericordia y que se recele de la Misericordia completa.

del Donante, ¡maldición!, a pesar de todo, está salvado. Habrá El supremo interés del demonio es que yo me glorifique en mí

vivido quizás un infierno a su paso por la tierra, pero ¿para qué, mismo. Ésa es su liberalidad. Y su suprema victoria es cooperar

si está perdido para el infierno que no acaba? en nosotros a ese rechazo lúcido semejante al suyo. Para él no

se trata de impedir todo conocimiento de Dios, sino todo reco­

El ateísmo involuntario del que rechaza a una Iglesia sobre la nocimiento; no se trata de minar toda fe, sino la fe energúmena

que está equivocado y a la que acoge en su corazón con otros por caridad (Ga 5, 6). El ateísmo especulativo es para él un bien

nombres, para los demonios, es sólo una victoria de oropel. Les relativo, útil, todo lo más. Es mucho mejor el ateísmo práctico:

permite entenebrecer la tierra, no poblar el abismo. Parafrasean­ una gnosis que hincha, contra el agape que edifica ( 1 Co 8, 1 ) .

do a Cristo, Satán podría quejarse: "No es diciendo: 'Ni Dios

ni amo' como se descenderá a mi Principado del abismo, sino En una de sus Crónicas angélicas, Vladimir Volkoff cuenta la

haciendo la propia voluntad separada, como yo, que gozo en la historia de un sabio ruso que habría descubierto una demostra­

gehenna. Muchos me dirán aquel día: 'Satán, Satán, ¿no fuimos ción simple y accesible a todos de la existencia de Dios. Cuando

ateos en tu nombre y en tu nombre expulsamos a los cristianos lo arresta la policía soviética, él se espera la deportación a Siberia,

y en tu nombre cometimos persecuciones y te halagamos de pero el jefe de la Checa lo acoge con los brazos abiertos. Incluso

muchas más formas?' Entonces les mostraré mi trasero dicien­ prepara una conferencia de prensa para difundir sin tardanza su

do: 'Jamás os poseí enteramente. ¡De mí os alejasteis cuando no demostración: "¿Que la buena gente hará peregrinaciones como

practicasteis la justicia de los fariseos!" Los hombres están llenos si fuera gimnasia, cantará cánticos en lugar de la Internacional

de incoherencias: pueden pretender que Dios no existe y, sin y adorará los iconos en vez de leer los murales? ¿Por qué nos iba

embargo, vivir en la fe de una cierta bondad. Por eso, el ateísmo eso a molestar? Nosotros nos reconvertiremos más rápidamente

del carbonero no puede satisfacer enteramente al pobre diablo. que ellos. Vladimir Illich aquí presente se hará elegir patriar­

Haría falta añadirle el contentamiento, el rechazo a la Comu­ ca . . . " Algo así ocurre con el Gran Inquisidor de Los hermanos

nión como tal, cierta participación en la mala fe demoníaca. Karamazou: no hay que destruir la fe, sino recuperarla: "¿No

comprendéis que, si demostramos la existencia de Dios, recu­

En el condenado no faltó ningún conocimiento, ninguna peraremos el órgano de la fe como se recuperaría una fábrica de
4
gracia para poder decirle que sí a Dios. Se mantiene apartado maquinaria pesada que se adaptara para fabricar cañones?" Se

lejos del Cielo por propia elección y el infierno posee a sus ojos acuerda uno del endemoniado de Cafarnaúm y de su Sé quién

bastantes encantos para gozar de su predilección. Aun cuando

tras su muerte recibiera todo el conocimiento que no tenía, no


4
haría más que persistir en su rechazo. De la misma forma que, Vladimir Volkoff, Chroniques angéliques, "La preuve", Fallois, Paris, 1997.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseismo

eres tú. Afirma a Dios. Pero esa prueba de su existencia sirve a ser original: se busca la singularidad por comparación con

para evitar la prueba de su amor. los demás y partiendo de la propia talla, en lugar de buscar la

unicidad por comunión con el único, usando como rasero su

origen absoluto.

Si Satán expulsa a Satán, o el pecado irremisible

Todo eso se corresponde con el pecado del ángel malo. Pero

Nuestra pregunta: "¿Qué es lo que en nosotros alegra más al es también el del buen escriba. Volvamos a la fuente evangélica,

diablo?" se puede formular de otra manera: "¿En qué consiste a esos versículos que son los primeros en enunciar esas nociones

el pecado irremisible que se llama también blasfemia contra el de culpa eterna y de blasfemia contra el Espíritu Santo. El des­

Espíritu Santo?" Pedro Lombardo distingue seis clases que se­ cubrimiento es duro. El satanismo apuntado aquí no remite al

rán retomadas por la Tradición: la desesperación, la presunción, otro, al ignorante, al débil, sino que se parece a nuestra perfec­

la lucha contra la verdad conocida, la envidia por las gracias ta ortodoxia. Se podría encontrar a esca hora en cristianos que

otorgadas a nuestros hermanos, la resolución de no hacer peni­ leen un libro sobre la fe de los demonios y cuyo celo les hace
5
tencia y la obstinación complaciente en los bienes mediocres. descubrirla en otros ("Tú conoces, lector, a ese monstruo sen­

No hay necesidad alguna de cuernos ni de azufre: basta aprobar sible, I ¡Hipócrita lector, igual y hermano mío!"). Observamos

en una de esas seis asignaturas para obtener el diploma en sata­ ya cómo el combate contra la herejía puede engendrar la herejía

nismo agudo. Las seis tienen en común que designan la culpa contraria, cómo finge Satán expulsar sin tregua a Satán para

de resistirse a la misericordia y que no manifiestan ni ignorancia mejor afirmarlo bajo formas diferentes . . .

ni debilidad, sino malicia en estado puro: se conoce la verdad,

pero para no reconocerla en absoluto; se controlan las pasio­ Así, los guardianes de la Ley declaran: "Por el príncipe de los

nes, pero para ser su único dueño. La gracia divina siempre está demonios expulsa los demonios': Él llamándolos junto a sí, les

ofreciéndose (Dios es tan simple de Espíritu que no sabe hacer decía en parábolas: ''¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si

otra cosa) y uno prefiere, sin embargo, echar el ojo al platillo del un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsis­

vecino, quejarse de no haber tenido una suerte parecida: Hace tir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrd

tantos años que te sirvo, y jamds dejé de cumplir una orden tuya, subsistir. Ysi Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido,

pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar

amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu en la casa delfuerte y saquear su ajuar, si no ata primero alfuerte;

hacienda. con prostitutas, has matado para él el novillo cebado! (Le entonces podrd saquear su casa. Yo os aseguro que se perdo n a r á

1 5 , 29-30). El hermano mayor tienen celos del pródigo que re­ todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por

gresa y se cierra a lo que estaba destinado para él solo. Apenarse muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu

por no haber tenido la suerte del otro, o bien, ponerse adrede en Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, s e r á reo de pecado

lo contrario, convertirse en un excéntrico, es renunciar a llegar eterno': Es que decían: "Está poseído por un espíritu inmundo"

(Me 3, 23-30).

5
Véase Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-Il, 14, 2.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

-¡Pero nosotros no somos como esos escribas! Si Jesús hi­ La cosa es lo bastante curiosa como para que la destaquemos:

ciera hoy un milagro delante de nosotros, lo reconoceríamos Jesús llama a Satán "el fuerte" (ischyros), título que los impro­

inmediatamente, lo llevaríamos en triunfo, porque no somos perios del Vienes Santo atribuyen al Señor (Hagios Ischyros).

como nuestros padres, nosotros no asesinamos a los profetas, ¿Cómo es que el fuerte está, pues, atado, siendo el fuerte? ¿ Y

sino que los celebramos, nosotros les edificamos iglesias . . . cómo es que el crucificado es fuerte, estando crucificado? Ha­

bría que pensar que el fuerte está atado por su misma fuerza.

-Decís: "Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nues­ Aunque advenga esa gracia que sólo se acoge deponiendo el

tros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los propio poder para ser revestido de un poder superior, ahí está

profetas!" Con lo cual atestigudis contra vosotros mismos que sois impotente, atrapado en su camisa de fuerzas: es como el gatito

hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros que quisiera cazar el rayo de sol. Así ocurre con esos doctores

la medida de vuestros padres! (Mt 23, 30-32). de la Ley que pretenden conocer tan bien al Mesías según sus

profecías y que no pueden reconocerlo en carne y hueso. Su

El que testimonia con suficiencia, testimonia contra sí mis­ cristianismo se centra en una verdad abstracta y no en la Ver­

mo, sea cual sea la veracidad de su testimonio, porque el ver­ dad en persona. Se realiza en un saber y no en un encuentro.

dadero testigo de la Verdad no puede ser autosuficiente: signo En consecuencia, en él la delación sustituye a la hospitalidad; la

puro, debe ser transparente para Aquel de quien da testimonio, voluntad de poder al deseo de comunión.

que él reconoce como mayor y ante el cual se humilla y desapa­

rece para que otro pueda ir a su encuentro. Ahora bien, lo que Lucas nos advierte de ello en las dos referencias a los demonios

proporciona esa transparencia del signo es la opacidad misma con las que encuadra la misión de los setenta y dos discípulos.

del amor, de ese amor que ama al Otro en él mismo, más allá Ante esta misión, Juan toma la palabra: "Maestro, hemos visto a

de lo que se conoce de él, más allá de la sola transparencia in­ uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírse­

telectual. De donde, si la culpa eterna consiste en denunciar la lo, porque no viene con nosotros''. Pero jesús le dijo: "No se lo impi­

presencia del diablo allí donde en realidad se encuentra Dios, dáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros"(Lc 9, 49-

su error no es tanto intelectual, relativa al objeto que se de­ 50). A la vuelta de esta misión los Setenta y Dos exclaman con

nuncia, como moral, relativa a la manera en que se denuncia. alegría: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Él

Los escribas dicen: Por el príncipe de los demonios expulsa a los les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os

demonios, y nosotros sólo vemos en ello su grosera equivocación he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo

en cuanto a la identidad de Jesús. El fondo de su acusación no poder del enemigo, y nada os podr á hacer daño; pero no os alegréis

está en esa metedura de pata que nosotros podemos evitar con de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres

facilidad, sino en el proyecto de un mesianismo cuyo curso con­ estén escritos en los cielos" (Le 1 0 , 1 7 -20). Satán cae, pero nosotros

trolan ellos completamente, de un cristianismo sin un Cristo podemos caer con él, exactamente como la primera Mujer sabia,

que vendría a desbaratar su plan: Que su Venida no sea la de un demasiado segura de saber replicar a la Serpiente. Y si caemos es

Nazareno vivo y libre, inasible y activo, sino la de un socio cuyo por alegrarnos de nuestro poder en tanto que poder {los demonios

papel está escrito y que no se sale de las líneas previstas por la se nos someten) y de quererlo en exclusiva (se lo hemos impedido

puesta en escena de los especialistas. porque no viene con nosotros). Ahora bien, lo que debe provocar

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La fo de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

nuestra alegría es una gracia que nosotros no hemos merecido sotros, poner en circulación esa falsa moneda, esos billetes gran­

y que también se le ofrece al otro, al extraño, al endemoniado des que imitan en todo a los verdaderos, excepto por una ligera

incluso, pecador como nosotros y quizás menos que nosotros filigrana infalsificable que es el Rostro del Amor crucificado.

después que seamos cristianos y de que podamos pecar como él

a pesar de nuestros dones mayores. Los recién convertidos dan Los fariseos, perdón, los cristianos de hoy, y no los publica­

los inquisidores más virulentos. Consciente de ese grandísimo nos y las prostitutas, son los únicos capaces de acercarse a la

peligro, San Pablo prohíbe su ordenación a un lugar demasiado perfección demoníaca, a esa fe orgullosa, segura de su salvación,

elevado: Que el epíscopo no sea neófito, no sea que, llevado por la despreciativa con los demás pecadores. Cristo nos envía como

soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo ( 1 Tm 3, 6). ovejas entre lobos. Para asumir esa situación mortal, de nuevo

No hay como un cristiano con celo para entrar en la plenitud de esa tensión trágica de la verdad -no sólo en su enunciado,

lo demoníaco: ¿No era Satán el primero de los serafines y como sino también en su testimonio- debemos ser prudentes como

"hermano pequeño de Cristo", según Lactancio, estaba provisto las serpientes, y sencillos como las palomas (Mt 1 0 , 1 6 ) . A la vez

en el instante de su creación de la mayor gracia? También él, en palomas y serpientes, pero sin ser dobles, puesto que la palabra

un primer instante, estaba lleno de gracia, pero, en el instante si­ aquí traducida por "sencillo" significa literalmente "sin mezcla".

guiente, estaba vacío para no estar lleno ya más que de sí mismo. ¿Cómo hacerlo? En cuanto se pierde la Caridad orientada por la

Hay en ello como una prelatura del mal que se abre junto al otro, Verdad, la paloma se vuelve necia, permite hacer el mal, o bien

con el otro, como un abuso de bienes sociales. serpiente doble, y colabora en él directamente. Y por querer

haber resguardado nuestra comodidad, al ser ovejas entre lobos,

Santiago lo recuerda tras haber señalado la fe de los demonios. nos convertimos rápidamente en lobos disftaza,dos de ovejas (Mt

Ya no se trata solamente de la peligrosa altura del altar, sino de 7, 1 5 ) , más voraces por presentarnos con un hocico benigno.

la de toda cátedra profesora]: No os hagdis maestros muchos de

vosotros, hermanos míos, sabiendo que nosotros tendremos un juicio

más severo (Sr 3, 1 ) . En la medida que nuestro conocimiento de El grito de Job y la fe de sus amigos

la verdad crece, en la medida en que se manifiesta nuestro em­

peño en transmitirla, en esa medida aumenta nuestra capacidad Una cumbre de lo demoníaco se encuentra en los amigos de

de pecar más gravemente: no sólo en lo formal, porque peca­ Job. Las peores calamidades que debe sufrir el justo no son el

mos bajo el sol, sino en lo material, porque podemos disfrazar, robo de sus bienes, la muerte de sus hijos o la úlcera que de­

aunque fuera una sola iota, el depósito de la fe y porque nuestro vora su cuerpo, sino los consejos de su mujer y después de sus

pecado afecta entonces a una materia gravísima: "En efecto, es amigos. La primera lo invita a maldecir a Dios y morir. Los

mucho más grave corromper la fe que asegura la vida del alma otros, por el contrario, inician una defensa de Dios que tiende

que falsificar la moneda que permite satisfacer las necesidades a hacerle perder el ánimo. Y los peores son estos últimos. Su
6
de la vida temporal". Lo demoníaco es precisamente, para no- mujer, al menos, reconoce la oscuridad del mal y por eso le

pide que reniegue de la bondad divina. Sus amigos desprecian

el misterio y declaran que es normal, que no hay por qué gritar


6
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-Il, 1 1 , 3. contra el cielo. Elifaz de Temán lo reprueba: "Tú que afirmabas

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

a otros, ¿has perdido la fe? No tienes derecho a ceder", como si del pobre. Su solicitud se impacienta tanto por ayudar a Job con
la fe del santo fuera como el saber de los demonios, una obsti­ sus argumentos que le impiden, al no implorar con él, buscar su
nada propiedad intelectual. Bildad de Súaj lo acusa: "Lo que te consuelo en Dios.

pasa es porque, o tus hijos o tú, habéis pecado, y si pretendes

lo contrario, ¿no es ésa la prueba de tu orgullo y, por tanto, de A propósito de Elifaz, señala Tomás de Aquino: "Reprende a
que eres un pecador?", como si todo se redujera a una justicia Job por su impaciencia . . . pero él muestra el temperamento de
estricta y no a la prueba de una misericordia más radical. Sofar un hombre muy impaciente e irascible, que no soporta escuchar
de Naamat lo desanima: "Dios es absolutamente trascendente, hasta el final lo que se le dice y que se pone nervioso desde la
cómo ibas a poder disputar con él?", como si esa trascendencia primera palabra"." Así es a menudo el "catho", que cae sobre
no tuviera que trabajar para nosotros, suscitar el exceso del gri­ el desdichado para desembucharle su catecismo. Pero las cosas
to, provocar la violenta escena de matrimonio que es signo de pueden ir de otra forma y nuestro desolador consuelo al revés
una Alianza más profunda que todos los mimos. que el de los amigos de Job. Ya no sospechamos que el agobiado

es un pecador, pero le repetimos que "Dios es amor", que ape­


Esos buenos amigos quieren buenas cuentas a cualquier pre­ nas le queda sitio para el desamparo, y si escuchamos al otro es
cio: hay que taponar esa brecha en el edificio de la doctrina, menos para escucharlo que para vernos escuchando, para jugar
amordazar esa boca del pobre que gime demasiado fuerte. Sus al buen samaritano y pagarnos el billete para el cielo.
discursos no son falsos, pero los dicen de manera falsa y todo se

desvía en ellos. Sus intenciones están lejos de ser malas, pero en

lugar de llorar con el que llora, quieren secar sus lágrimas con La teodicea peor que el ateísmo
sus pañuelitos -y la espera del Salvador ya no tiene razón de

ser. Pretenden estar con Dios y contra Job sin tener el amor que En su notable opúsculo Sobre el fracaso de todos lo intentos

Dios le tiene a Job. San Juan Crisóstomo comenta: "Es evidente de teodicea, Kant se detiene también en los amigos de Job. Lo
que el que se encarga de dar una palabra de consuelo necesita hace tanto más cuanto que él puede acusarse a sí mismo de
tanta habilidad como el que cura las heridas. Con razón recibie­ haber caído de lleno en esta maléfica benevolencia, treinta y
ron de Job el nombre de 'médicos de desdicha' los que irritaban dos años antes, cuando siendo todavía leibniziano, y más aún
su herida y lo hacían por malignidad . . . Sus palabras no sólo no wolffiano, escribía sus Consideraciones sobre el optimismo y sos­
llevan ningún consuelo, sino que incluso inspiran un profun­ tenía el racionalismo beato del "mejor de los mundos posibles".
7
do desánimo y desarrollan largamente discursos acusadores". Ahora, y contra los dictadores de la resignación óptima, asume
Encargados de dar una palabra de consuelo, pero prodigando la defensa del que grita sobre su montón de estiércol: "Job dice
palabras desprovistas de consuelo: Juan Crisóstomo dice exac­ lo que piensa, lo que siente, y lo que todo el mundo sentiría en
tamente lo que son los amigos de Job. Su celo se da tanta prisa su lugar. Sus amigos, por el contrario, hablan como si el Todo­
en defender al Eterno que olvidan que el Eterno es el defensor poderoso, cuya conducta juzgan, no fuera más que su auditor y

7
San Juan Crisóscomo, Comentario sobre Job, IV, 1 . 8
Saine Thomas d'Aquin, Exposition sur le livre de Job, Téqui, Paris, 1998.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

de los hombres. El misterio del mal ya es sólo un problema es el opio del pueblo. Pero su lógica será en el fondo la misma:

cuya solución, tanto teórica como práctica, se puede encontrar. él se cree, según la expresión de Raymond Aron, "confidente

Pero esa justificación de Dios se convierte en una justificación de la providencia", poseedor de las leyes de la Historia, sabedor

del mal. El rabino Richard L. Rubenstein es de los pocos que de que el mal tiene su principio en la propiedad privada y de

pensaron no sólo la relación de la Shoah con la racionalización que el sufrimiento de los proletarios conduce dialécticamente a

de la existencia, sino sobre todo la de esa racionalización con la sociedad sin clases. Allí donde Malthus acababa justificando

cierta teodicea cristiana para la cual los caminos del Señor serían la violencia del Mercado, Marx justifica la de la Revolución.

para nosotros enteramente sondables y penetrables. La figura Comenzamos a entreverlo: de Malthus a Darwin, que aplica el

de Malthus es uno de los pivotes de esa buena intención totali­ principio de población a toda la naturaleza, y después de Marx

taria: "Su Ensayo sobre el principio de población es una teodicea, a Hitler, quienes, cada uno a su manera, lo reinyectan en el

es decir, un intento de demostrar la racionalidad inherente a orden político, el teísmo desaparece, pero la teodicea permanece

los caminos del Creador todopoderoso. Malthus era cristiano en esencia, como autodicea, con esa suficiencia que cree poseer

creyente e incluso sacerdote de la Iglesia anglicana. Pero fue la última palabra sobre el origen y sobre el fin de la historia

también el creador de una de las ideologías más influyentes para humana.

la legitimación de un sistema sociopolítico en el que los valores

morales heredados de la tradición judeocristiana dejaron paso a

simples cálculos de pérdidas y ganancias, siempre más exactos y La ilusión de la cristiandad

moralmente neutros. Al considerar la penuria de los recursos, el

exceso de la fecundidad humana y la lucha universal por la vida La posibilidad de lo demoníaco vaga por toda la obra de Kier­

como expresiones de la providencia divina, Malthus argumen­ kegaard. Es lo que da lugar a su definición de verdad: "La ver­

taba de hecho a favor de la racionalidad esencial de un orden dad es la subjetividad o la interioridad", definición que influirá

social en que los valores del Mercado sustituían inexorablemen­ en la de Heidegger. Lo serio de esta noción de Kierkegaard es
1 1
te a los principios de la tradición". que intenta hacernos salir del plano nocional para que la verdad

se haga carne en nosotros. Kierkegaard lo sabe: la Verdad es una

La cuestión era, para este pastor cristiano, la muerte de los persona, y no un texto, de suerte que si el texto subsiste es ante

pobres, cada vez más numerosos: ¿por qué la permitía Dios? todo para recordar la voz que lo excede y a la que revela: Yo soy

Malthus habría podido, como Job, quedarse en ese grito. Pero, la Verdad (]n 1 4 , 6 -Se podría pensar que todo el existencia­

¿cómo contentarse con un grito que es precisamente la ruptura lismo, hasta el de Sartre, procede, vía Kierkegaard, de esa afir­

de todo contentamiento? Quiso, pues, explicar, legitimar, de­ mación evangélica). La peor de las mentiras, por tanto, ya no es

mostrar que esas muertes ocurrían, desde cualquier punto de no decir la verdad, sino decirla sin cesar para luego no vivirla. La

vista, para lo mejor. Algunos años más tarde, Marx tendrá la palabra de sabiduría se corresponde con la más perversa de las

misma experiencia. Dirá, quizás contra Malthus, que la religión charlatanerías, puesto que es una charlatanería que se ignora a sí

misma o que considera su baba como rocío del cielo: un medio

de diferir siempre el paso a la existencia, de huir de la verdad del


11
Richard L. Rubenstein, Tbe Age ofTriage, Beacon Press, Bosron, 1983, pp. 54-55. discípulo abrazando la del profesor.

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La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo yfariseísmo

Kierkegaard define lo demoníaco como la angustia ante el bien. ca que se divierte en dos ámbitos. Y de entre los dos adversarios,

No todo pecador está endemoniado. El que está en el mal y tiene de entre el ateo con su extrapolación dudosa y el exégeta con sus

angustia del mal ya está iluminado por la luz del arrepentimiento: miles de notas a pie de página, el que está más cerca del diablo

visto desde arriba ya tiene un pie en el Reino. Pero al que yace en el es el segundo: se parece al elegante portavoz de la tentación en el

mal y tiene angustia del bien no lo ilumina ninguna luz para volver: desierto. Su fe ya no actúa y su propia boca lo condena.

pertenece a la especie de los demonios. Pero, esa angustia del bien

podría muy bien darse so capa de una defensa del bien: lo impor­ De ahí procede la crítica de Kierkegaard a la cristiandad. No

tante es diferir, aplazar, la asunción de nuestro ser en ese bien. "La tiene el carácter accidental de una indignación ante el penoso

verdad siempre tiene apóstoles que hablan con fuerte voz, pero la estado de la Iglesia danesa. Procede de su sentido de lo demo­

cuestión es saber si el hombre quiere reconocerla plenamente, de­ níaco y señala a la vez la fuerza mayor y, sin ninguna duda, el

jarla penetrar totalmente en su ser, si quiere aceptar todas sus con­ punto débil de su pensamiento. La cristiandad se presenta ante

secuencias sin reservarse, para el peor de los casos, una escapatoria él como la más radical subversión del cristianismo. Produce la

y no traicionarlas tampoco con un beso de Judas". Y Kierkegaard ilusión de que el cristianismo se manifieste como un estado ci­
14
compara más tarde al endemoniado partidario de la ortodoxia más vil. Gana en extensión lo que pierde en intensidad. Su fe tan

dura con "ese filósofo moderno inventor de una nueva demos­ fácil ya es sólo exterior y, por consiguiente, demoníaca: "¡Qué

tración de la inmortalidad del alma, pero incapaz de probarla en significa que tantos miles de hombres se digan cristianos sin
12
peligro de muerte por no tener a mano sus apuntes". ninguna dificultad! ¿Cómo pueden adoptar ese nombre . . . esos
15
hombres que hacen de cierta integridad cívica su ideal?"

Desde esa perspectiva, lo opuesto del creyente ya no es tanto

el incrédulo. El ortodoxo rígido se zafa tanto como el librepen­ Desde que el cristianismo se convierte en la ley de una socie­

sador, se resiste mejor a ella, a esa Verdad que habría querido dad temporal, su triunfo se transforma en un fracaso: "El cris­

asumir en ellos una especie de carne nueva: "Cuando un orto­ tianismo ha sido abolido por su propagación, por esos millones

doxo rígido pone todo su cuidado y su erudición en demostrar de cristianos de nombre cuyo número oculta la ausencia de cris­

que cada palabra del Nuevo Testamento procede del apóstol en tianos y la irrealidad del cristianismo . . . Toda la cristiandad (es

cuestión, entonces desaparece poco a poco la interioridad y él decir, todo el cristianismo histórico tal como se ha impuesto)

acaba comprendiendo algo completamente distinto de lo que no es otra cosa que el esfuerzo del género humano por salirse

pretendía. Cuando un librepensador emplea toda su sagacidad con la suya, por desembarazarse del cristianismo, pretendiendo
16
en probar que el Nuevo Testamento no fue escrito antes del siglo ser su cumplimiento" . El ataque se dirige, más que al poder

11, a lo que teme es a la interioridad; de ahí su preocupación por romano, a la reducción del cristianismo a una moral. El seguí-

calificar a toda costa al Nuevo Testamento como un libro más


13
entre tantos" . Volvemos a encontrar esa orquestación diabóli-
14
Véase Soren K.ierkegaard, Vingt et un articles, Oeuvres completes, 19, Éditions de ['Orante,

1982, p. 44.

" Kierkegaard, Point de vue explicatifde mon oeuure d'écriuain, Oeuvres completes, 16, 1 9 7 1 , p.
12
Soren Kierkegaard, Le concept de l'angoisse, Gallimard, col. "T el", París, 1990, pp. 309-31 O. 17.

13 6
[bidem, p. 3 1 4 . ' Kierkegaard, L 'instant; Oeuvres completes, 19, p. 145.

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miento de Cristo se transforma en persecución de un deber. Kierkegaard es favorable a la "minoría" hasta el extremo si­

La paradoja se reemplaza por la apariencia, el sufrimiento por guiente: "Se puede muy bien ser cristiano completamente solo.

el consuelo. En una palabra, el Creer queda expurgado de su Y si no se tiene una firmeza de espíritu muy grande, como me­

Cruz: "En el cristianismo de la cristiandad, la cruz se convierte dida de precaución cristiana, ¡más vale ser poco numerosos! . . .

en algo así como el caballo mecánico o la trompeta de un niño". Ser cristiano es ser sal y consentir en el sacrificio. Pero para eso

Su escándalo se resuelve en la escansión de una bonita coral. no están hechos ni los miles, ni (menos aún) los millones, ni

Lo que no es de este mundo es absorbido por los reinos de este (mucho menos aún) los países, reinos, estados, ni (¡en absolu­

mundo: los cristianos sucumben a la tercera tentación. Como rol) el mundo entero. Por el contrario, si se trata de provecho,

consecuencia, en una sociedad como ésa, el que quiera disipar de mediocridad, de todo lo que es contrario a la sal, de la insulsa

el espejismo debe hacer una antiprofesión de fe: "Si todos están necedad, la posibilidad de todo eso empieza con los cien mil y

en la ilusión de decirse cristianos y si hay que trabajar en contra aumenta con cada millón para culminar en el momento en que

de ello, dicha acción debe ser realizada indirectamente y no por el mundo entero se ha hecho cristiano. Por eso se preocupa 'el

un hombre que proclame bien alto que es un cristiano extraor­ hombre' de hacer cristianos a todos los pueblos, reinos, países,

dinario, sino por un hombre que, mejor informado, declare que al mundo entero; hay interés en ello -porque ser cristiano se
17
no es cristiano". Comenzar a ser verdaderamente cristiano es convierte entonces en algo muy distinto de lo que significa en el
18
reconocer que no se es, no todavía, no de tal forma que se pueda Nuevo Testamento". La evangelización del mundo, como ve­

hacer de ello una exhibición. mos, nunca es más que una mundanización del Evangelio. Lle­

var a Cristo a las multitudes no es más que rechazar el instante

En La subversión del cristianismo, J acques Ellul retoma el pen­ de llevarlo a uno mismo. El esfuerzo de la misión se vuelve hacia

samiento de Kierkegaard y concluye a partir de él que la secula­ este cobarde objetivo: fabricarse un entorno agradable donde el

rización no es más que la continuación de la cristiandad por sus martirio sea imposible, donde se felicite al misionero.

mismos medios. El paradigma mundano prosigue su sustitución

de la mística por la moral, del drama por la norma, de la gracia Pero inmediatamente se plantea una cuestión: ¿Por qué pu­

por la naturaleza. Prosigue hasta volverse contra los cristianos blica todo esto Kierkegaard? ¿Por qué, incluso, en el límite, se

"que no se conducen de forma distinta a cualquier otro", por­ tendría que publicar la Biblia? ¿No pone su difusión al alcance

que las malas acciones de la cristiandad se condenan en nombre de todos su uso perverso? ¿No conduce a hacer de la Biblia un

de la moral. . . La sociedad secular parece con razón más honesta libro rriás? Además, hasta lo escrito aparece ya como sospecho­

que la cristiandad mundana: aquélla, al menos, excluye a Cristo so, puesto que leer y escribir tampoco es poner en práctica. En

abiertamente. El verdadero cristiano no tiene, pues, por qué fin, si el cristianismo ya no es de una Iglesia que congrega, ¿se

quejarse. Pues en ella se encuentra la ocasión para una renova­ reducirá a un individuo que se pretende incomprendido?

ción del verdadero cristianismo, el de la minoría humillada, de

la antimoral, de la contracultura, de la sal de la tierra, etc.

18
17
Kierkegaard, Point de true explicatif.de mon oeuure d'écriuain, Oeuvres completes, 16, p. 19. Kierkegaard, Vingt et un articles, Oeuvres completes, 19, p. 44.

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Tiene razón Kierkegaard en denunciar la ilusión de la cris­ Iglesia y el estado, lo cual sería efectivamente un desastre. Deja

tiandad. Pero se equivoca al negarla como tal y al rechazar toda concebir un estado que no se repliega sobre sí mismo, sino que

institución cristiana. Sus publicaciones que hablan de interiori­ dispone un lugar vacante y libre para el anuncio del misterio

dad dan testimonio contra él y demuestran lo bien fundado de divino, y una Iglesia que tiene tanto más que dar al mundo

una conveniente propagación. Quiero decir que la institución cuanto menos mundana sea. Por encima de todo, contra un

cristiana posee por naturaleza el mismo sentido que la obra de elitismo que degradaría el Evangelio en una gnosis exotérica, la

Kierkegaard: análoga al texto que remite más allá de la letra, es cristiandad permite proponer la fe a todos, especialmente a la

como un signo, y hasta como un sacramento, que recuerda lo gente corriente, devorada de otra forma por las seducciones del

que obra en el secreto de la institución aparente, que hace cir­ mercado. Esa pobre gente que contempla la pantalla, ¿qué no

cular la Sangre del Cuerpo místico. habría dado de sí si la tendencia general hubiera sido contem­

plar la hostia? Todos esos pequeños que están hechos, más que

Sabemos que la ideología del Bien que se realiza por la fuer­ los sabios, mucho más que yo mismo, para irradiar la santidad,

za de la institución conduce al totalitarismo. Sabemos que lo resulta que agonizan bajo las patas de la bestia.

esencial está en "la 'pequeña bondad' que va de un hombre a

su prójimo", pero sería contradictorio proseguir diciendo con Guardarse de la cristiandad por miedo a la falsedad y guardarse

Lévinas que ese amor al prójimo "se pierde y se deforma desde de toda apologética por miedo al orgullo es creerse con demasiada

que se pretende doctrina, tratado político o teológico, Partido, facilidad libres de orgullo y de falsedad. La apologética es urgente
19
Estado e incluso Iglesia". Porque el que eso dice enuncia tam­ no para producir la fe, sino para disponer a ella, despejando el

bién una doctrina, y esa doctrina tiene necesidad, para expan­ terreno de todo error con vistas a que se pueda librar la verdadera

dirse, de cierta institución que repita: Lo que hicisteis con el más e íntima batalla. La extensión del cristianismo como cristiandad

pequeño, lo hicisteis con Dios . . . Despreciando las mediaciones, es algo deseable no por el éxito mundano de la Iglesia, sino por la

queriendo ser cristiano completamente solo o en petit comité, santificación de los pobres que, de otra forma, son tomados como

no 'se ve cómo la fe iba a escapar mejor al orgullo, al espíritu de rehenes. Ciertamente que la cristiandad no es un término. No

partido, al espíritu impuro, por tanto. El temor a lo demoníaco es el Reino de los cielos. Al contrario, en una sociedad donde se

parece formar parte aquí también de lo demoníaco. No ha sido conoce la verdadera caridad, siendo iguales todas las demás cosas,

vencido por la confianza en ese Resucitado que ordena: Id, pues, el pecado es mucho peor. Es posible que haya más condenados en

y haced discípulos de todas las gentes (Mr 28, 1 9 ) . una cristiandad lúcida que en una sociedad agnóstica por igno­

rancia. Por eso, la cristiandad no es un fin absoluto. Aun cuando

La cristiandad es sin duda un riesgo, el riesgo de una hipo­ todo el mundo se hiciera cristiano, el Reino sólo se seguiría encon­

cresía diabólica, de una tibieza vomitiva, de una perversidad trando en lo que los profetas llaman el pequeño Resto. Esa noción

plena so capa de caridad, pero ¿por qué iba a ser un riesgo que del "Resto de Israel" no es, sin embargo, numérica. No designa a

no haya que correr? No consiste en una identificación de la una minoría de elegidos. Significa que sólo es elegido aquel que

pasa por la prueba, es decir, el que permanece -tras haber sido

cribado como trigo. La cristiandad es precisamente el lugar donde


19
Emmanuel Lévinas, Entre nous, Grasset, Paris, 1 9 9 1 , p. 242. no se deja de recordar ese primado de la crisis espiritual (del grie-

190 191
La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

go krinein, pasar por la criba) sobre la comodidad moral. Como atea no es lo bastante placentera para él. Tras una cristiandad

sociedad donde el cristianismo se anuncia estructuralmente, es cuya colusión con el poder hizo sus delicias, tiende a promover

imposible no anunciarlo, aunque con su banalización la Buena simultáneamente una sociedad secular y, en medio de ella, un

Nueva corra el riesgo de parecerse a una vieja caprichosa y aun­ pequeño número de cristianos que se encierre en un fariseísmo

que haga falta, por tanto, combatir sin tregua para no reducir a superior -el fariseísmo del publicano, de alguna forma- que

un manual de saber vivir lo que es ante todo la gracia de un saber consiste en sentirse mejores al poder posar como minoría per­

resucitar y, por consiguiente, previamente, de un saber morir seguida. C. S. Lewis lo señaló así en una de sus obras maestras,

Cartas del diablo a su sobrino, título que en francés se traduce

habitualmente por "Táctica del diablo". En ella, un diablo jefe

La gran jugada doble: Iglesia pequeña y mundo ateo divulga, en efecto, algunos sabios consejos para tentar dedicados

a un demonio de segunda al que él llama su sobrino, porque no

El rey Salomón, en la dedicación del Templo, acaba su gran podría llamarlo hermano. Su intención a propósito del pequeño

plegaria con estas muy católicas palabras: Para que todos los pue­ número de cristianos se explica con finura: "Queremos que la

blos de la, tierra sepan que YHVH es Dios y no hay otro, y vuestros Iglesia siga siendo pequeña, no sólo para que los menos hom­

corazones estarán enteramente con YHVH, nuestro Dios, para ca­ bres posibles aprendan a conocer al Enemigo, sino sobre todo

minar según sus decretos y para guardar sus mandamientos como para que los que se vuelvan hacia él se coloquen en ese estado

hoy ( 1 R 8, 60-61). Guardar desde ahora sus mandamientos de exaltación enfermiza y de fariseísmo agresivo característicos

es estar en tensión hacia ese futuro en el que todos los pueblos de una sociedad secreta"." Ésa es la maquinación de Satán que

sabrán que el Señor es Dios. Claro que esa universalidad pue­ contenta a la vez su envidia y su orgullo, su celosa tiranía y su

de acabar en idolatría, como advierte el mismo autor sagrado: eficacia condenadora: la propagación del ateísmo, por un lado,

Salomón amó a muchas mujeres extranjeras ( el sabio llegó a la ci­ que sumerge a los hombres en una ignorancia a veces bestial; la

fra astronómica de setecientas esposas y trescientas concubinas) defensa de una Iglesia-secta, por otro, que fabrica cristianos casi

y se puso a seguir a Astarté, Milkom, Kemosh y muchos otros tan malignos como él.

dioses falsos ( 1 R 11, 1 - 8 ) . Se quiere hacer quetodos los pue­

blos vengan al Eterno y, al final, el Eterno se intercambia por A esos cristianos los extravía el demonio con una doble tác­

ídolos de calderilla. El deseo de comunión se ahoga en la codicia tica. Tan pronto los empuja hacia una falsa interioridad como

del comercio. El peligro es cierto, Kierkegaard lo recuerda. Pero hacia una exterioridad polémica. Screwtape, el demonio divul­

eso no impide que esto sea verdad: vuestros corazones estarán gador, escribe en primer lugar: "Concentra la atención de tu

enteramente con el Señor en la medida en que el Señor no esté protegido en su vida interior... Distráela de sus deberes más

sólo en vuestro pueblo, como una pequeña propiedad vuestra, elementales para dirigirla hacia las tareas más elevadas y más

sino en todos los pueblos de la, tierra. No se trata de conquista ni 'espirituales'. Acentúa en él ese rasgo tan humano que nos es

de anexión, sino de humildad y de ofrenda. tan útil: el horror o simplemente la negligencia relativos a las

Aquí comienza a dibujarse lo que puede ser la estrategia del


20
demonio con respecto al ateísmo. Una sociedad enteramente C. S. Lewis, Tactique du diable, EBV, Bale, 1980, p. 28.

192 193
La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

obligaciones que, sin embargo, parecen evidentes. Llévalo hasta nismo y la reforma de la ortografía. Si es necesario que sean

el punto de que pueda hacer su examen de conciencia durante cristianos, al menos, que lo sean con un rasgo distintivo. La fe se
23
una buena hora sin descubrir ni una sola de las culpas que saltan sustituye por una idea de moda teñida de cristianismo". Una

a la vista de cualquiera que haya vivido bajo su mismo techo o idea de moda es decir tanto como una idea que se contenta con

haya trabajado en su misma oficina"." ir a la contra, siempre que se tome una hostia en su salsa.

El espíritu malo es siempre favorable a los ejercicios espiritua­ Lo esencial de ese "y" es detraer del cristianismo su misterio

les, siempre que no se trate de una espiritualidad de la Encar­ de gracia. Una vez más, la fe de los demonios consiste no en

nación. Pero también es favorable a un apostolado muy activo, abolir, sino en, si me atrevo a decirlo, realizar una fe a la medida

siempre que no sea el de la caridad: "Mientras conceda más de la época, de las necesidades, de los caprichos. Nada mejor

importancia a las reuniones, a los panfletos, a la política, a los para ello que formar ya sea una gran Iglesia del mundo, como

movimientos, a la causas y a las cruzadas que a las oraciones, a si el Eterno tuviera una necesidad absoluta de estar en boga, ya

los sacramentos y al amor al prójimo, será de los nuestros -y sea una pequeña Iglesia de privilegiados, como si sólo tuviera

cuanto más 'religioso' sea (como nosotros lo entendemos), con necesidad absoluta de nosotros.

más seguridad nos pertenecerá . . . Lo único que cuenta es hacer

del cristianismo una religión mistérica de la que tu protegido se


22
sienta uno de sus iniciados". Bienaventuranzas del infierno: la misericordia pirateada

De lo que se trata es de dejarnos creer que ser cristiano es un Acordémonos de los demonios que se instalan en el alma ba­

título -siendo más miserables que los demás- y, por ende, rrida y ordenada. Siete más uno, ocho, es el número de las bien­

llevarnos a producir un cristianismo a nuestro gusto, con su aventuranzas. Como Satán es el "mono de Dios", me imagino

Cristo travestido de tradicionalista o de progresista, dolorido la parodia:

o hedonista, conservador o revolucionario, cristo de Apolo o

cristo de Pablo o cristo de Cefas, que podamos ser más católicos Bienaventurados los ricos de su propio espíritu, porque de

que el Papa, o más papistas que la Iglesia: "Si es necesario que ellos son los principados de este mundo.

los hombres se conviertan, al menos hemos de mantenerlos en Bienaventurados los duros, porque poseerán la tierra con­

esa disposición de espíritu que yo llamaría 'cristianismo y'. Ya quistada.

me entiendes -el cristianismo y la crisis, el cristianismo y la Bienaventurados los que lloran, siempre que digan que el

nueva psicología, el cristianismo y el orden nuevo, el cristia­ malo es siempre el otro.

nismo y la curación por la fe, el cristianismo y la investigación Bienaventurados los que tienen hambre y sed de su propia

parapsicológica, el cristianismo y el vegetarianismo, el cristia- justicia, porque siempre sabrán reivindicar.

21
Ibídem, p. 1 5 .
22 23
Ibídem, pp. 29 y 80. Ibídem, p. 8 1 .

194 195
La Je de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

Bienaventurados los misericordiosos, porque practicarán la Compasión de tripas sensibles contra la del corazón ardiente:

eutanasia. que habría consistido en hacer abortar a María para evitarle el

Bienaventurados los corazones que se sienten puros, porque repudio y a la vez ese hijo destinado a un suplicio monstruo­

verán al diablo. so y, si fuera demasiado tarde para tal solicitud, en, al menos,

Bienaventurados los pacifistas, porque firmarán otros atenta­ darle a Jesús no el vinagre en el Gólgota, sino un cóctel lítico

dos como el de Múnich. en Getsemaní. Los cristianos sociales temen pasar por tortura­

Bienaventurados los que se jactan de ser perseguidos y que se dores, aunque acaban cediendo a la amabilidad letal. Pero los

otorgan el derecho a perseguir a su vez, porque de ellos son los "católicos tradicionales", frente a ellos, se prestan también a ese

principados de este mundo. juego de la compasión: que todo se reduzca a la lucha contra el

aborto y que se olvide anunciar la Gracia que salva al miserable

Es sólo una versión discutible. La sirena sabe modular mil (especialmente al que aborta), lo cual regocija infinitamente al

variaciones para que nuestros tímpanos sean sensibles a sus sor­ infierno. Tenemas ante nosotros el debate modelo, perfecta­

tilegios. Lo esencial, si el misterio de Dios es un misterio de mente orquestado por el pandemónium.

amor, es caricaturizar el amor mismo. El ángel imitador ha con­

seguido tal éxito que tenemos que emplear siempre con reserva Para cocar el fondo de la fe demoníaca hay que afirmar, sin

una palabra que recuerda tanto los culebrones más empalagosos duda, que el diablo cree en su propia misericordia. Sabe que

como las reivindicaciones más mortíferas. El que quiere ser cris­ hace el mal en relación a Dios, pero no piensa que, en relación

tiano de veras se ve casi obligado, al estilo de Bloy, a ir contra a él mismo, cal cosa sea mal, de otra forma no se entregaría

el "amor" y preferir la cólera. ¿Qué hacer ante locuciones como plenamente a hacerlo. Aunque no haya en él error especulativo,

"hacer el amor" o "hacer caridad" que, tanto una como otra, hay, por el contrario, un error afectivo y moral: "Es evidente

profanan el acto al pretender consagrarlo? Es fuerte la tentación que el diablo obró mal, pero no juzga que obrara mal, porque

de rechazar la retórica del Dios manso y humilde de corazón y no comprende su culpa como un mal, sino que persevera en ella

de optar en su lugar por los rayos del Dios terrible, según el con espíritu obstinado. Esto pone de manifiesto la falsedad del
24
comienzo del Salmo 3 5 : Un oráculo para el impío es el pecado en conocimiento práctico o afeccivo". Sigue, pues, persuadido de

el fondo de su corazón; temor de Dios no existe delante de sus ojos. que lo que Dios reprueba es, no obstante, de por sí una mara­

Pero, reteniendo el terror contra el amor porque éste último es villa. Atención: sabe que la Verdad lo reprueba, pero prefiere su

entregado a la prostitución por toda lengua, el diablo sale de ficción, porque es sólo suya, más solitario que cualquier cartujo,

apuros (o más bien hunde su astilla). Para Satán, el Satán, o más que cualquier trapense en la Trapa. Y cada tarde lo encuen­

sea, el Adversario, es Dios. Le viene bien hacerlo aparecer bajo tra recitando su Magníficat:

la sola luz del Dies irae, como asimismo le gusta mostrarlo bajo

la sola fórmula del Dios es amor: lo importante es separar a los Proclama mi alma su propia grandeza,

dos, o trueno o malva . . . Se alegra mi espíritu en mí, mi propio salvador,

El gran engaño, en nuestras cristiandades descristianizadas,


24
consiste en recuperar la compasión para volverla contra Cristo. Sanco Tomás de Aquino, De malo, 16, 6, 8.

196 197
La fe de los demonios La gran maquinación: ateísmo y fariseísmo

Porque me he erigido como mi propio dueño, una invención también desprovista de motivos, aun cuando mi

Desde ahora me dirán autónomo todas las generaciones. hacer sólo consista en deshacer, aun cuando mi mejor placer me

sumerja en una mala tristeza. La descreación posee, en negativo,

Todo está ahí: no quiere acoger la misericordia de Aquel que una gratuidad semejante a la de la creación. La misericordia que

es; por eso se satisface con la misericordia de la nada. Dios lo aniquila la miseria por medio de la negación inmediata puede

creó gratuitamente. Que se atenga a ello: él obrará gratuitamen­ fascinar más, incluso, que la misericordia que transfigura la mi­

te. Porque también tiene él su gracia. Pero no es la gracia del seria con una gracia laboriosa. En relación a la Cruz que condu­

amor. Es la gratuidad de lo absurdo. Y ambas se parecen en que ce a la alegría, una buena bala en la cabeza, un amable bálsamo

brotan ex nihilo, como el relámpago. Pero, para la primera, se en el corazón, parecen más expeditivos. No me refiero, por su­

trata de una creación ex nihilo, para la segunda, de una nada ex puesto, a esos pobres suicidas a los que hunde la desesperación,

nihilo. Cuando pretende beber de un pozo que no ha recibido, ni a esos tristes sentimentales a los que calma un chupete, sino

que sólo le pertenecería a ella, que estaría fuera de toda comu­ a quienes, seguros de sí mismos y rompiendo las formas, se han

nión con Dios y con los demás, la criatura sólo puede volverse suicidado espiritualmente, casi sin darse cuenta.

a su nada. La misericordia diabólica consiste, por lo tanto, en

procurar la paz no por medio del ser, sino por medio de la nada,

no por medio de la sobreabundancia, sino por medio de la su­

presión: "¿Te duele el alma? Niega la existencia del alma. ¿Te

duele Dios? Niega el misterio de Dios. ¿Te duele el mal? Niega

que se trate de un mal. Mejor que la distinción entre el trigo

bueno y la cizaña que aguardan hasta la cosecha celeste, se arrasa

con todo gratis, o bien se hace como si sólo hubiera trigo . . . "

Política del avestruz o táctica de tierra quemada, es innegable

que son consuelos al alcance de la mano, que uno se puede dar

a sí mismo, con el placer de haber tenido la iniciativa de la mi­

sericordia.

Esta misericordia negativa, imitación de Dios sin Dios, es una

razón bastante buena para ir al infierno. Es un acto de indepen­

dencia. En lugar de una libertad que recibo al dar mi consenti­

miento a una alianza, una libertad que yo me otorgo cortando

los puentes, porque la ruptura también puede ser indisoluble y

la nada, en cierta manera, puede aparecer como un absoluto,

más allá de las cosas, inmutable, impasible, inaccesible. Dios

me ha creado sin que yo lo quiera. Pues bien, yo haré, en re­

vancha, algo que él no quiera. Con una gratuidad análoga, con

198 199
T E R C E R A P A R T E

SOL DE SATÁN Y NOCHE DE LA FE

(o de lo que no tienen los demonios: la carne,

la muerte, la gracia)
No se afirma la fe de los demonios sin graves consecuencias so­

bre nuestro enfoque acerca del mal moral. Está prohibida a par­

tir de ahora toda concepción gnóstica de la redención, así como

toda reducción carnal del pecado. Por concepción gnóstica de la

redención entiendo la idea de que el conocimiento especulativo

o una técnica de autodominio serían suficientes para salvarse, lo

que conduciría a reducir siempre el pecado a la ignorancia o a

la debilidad, o dicho de otra forma, a nuestra condición carnal,

siendo la carne a la vez el velo y el obstáculo. Esta visión de las

cosas contaminó el pensamiento cristiano a través del estoicis­

mo, sin duda todavía muy querido para el Pascal de las Entrevis­

tas con el señor de Sacy. Epicteto, que enuncia: "Cuando alguien

te hace un mal, él es quien se equivoca", escribe además: "Sólo

hay un camino que lleve al hombre a ser libre, despreciar codo

lo que no depende de nosotros".' Ser dueño de uno mismo, no

dejarse sofocar por las pasiones de la carne y las representaciones

erróneas del espíritu, ésa sería la única vía de la salvación. Ahora

bien, el demonio no tiene pasiones que desvíen su voluntad ni

representaciones que falseen su inteligencia. Es perfectamente

dueño de sí mismo. Nunca ha buscado nada que no dependa

exclusivamente de él. Su ciudadela interior es tan inexpugnable

que ni siquiera Dios sabría entrar en ella. En cuanto a nosotros,

I
Blaise Pascal, Manuel; XLII y XlX.

203
La fe de los demonios Sol de Satán y noche de la fe

es verdad, la mayor parte de nuestras andanzas proceden de la haga eludir esa prueba. Allí donde San Pablo habla de gemidos,

ignorancia y de la debilidad. Y el demonio sabe aprovechar­ las filosofías paganas hablan de ataraxia. Allí donde Cristo pide

se de ellas hasta tal punto que fiarse absolutamente de todo lo coger la propia cruz para un gozo desgarrador, las espiritualida­

que es carnal sería caer en el error contrario. Pero ignorancia y des humanas ordenan borrar la angustia con un contentamien­

debilidad no alcanzan lo demoníaco puro. Contrariamente a la to perfecto. Siempre flirtean con el pecado del ángel: que no es

tan difundida (se puede adivinar por quien) idea, lo peor no se haber fracasado en la prueba (Dios vendría entonces a rescatar),

corresponde ni con la barbarie ni con la bestialidad, y lo que sino haberla rechazado, pura y solitariamente, haberle negado

hace de nosotros aún hoy seres tan permeables al nazismo es toda pertinencia, porque la autonomía le pareció preferible a la

que lo denunciamos como si se tratara de una explosión salvaje comunión.

que se llevó por delante a los Untermenschen, aunque afectaba

especialmente a seres refinados que sabían mantenerse durante En el decisivo Libro XIV de La ciudad de Dios, San Agustín

cinco horas escuchando Tristan und !solde. descubre en esa tentación estoica una complicidad demoníaca.

En descarga de la carne, recuerda: "¿No puede ocurrir que la

Que el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Me 1 4 , 3 8 ) , idolatría o la herejía sean con frecuencia una razón para abste­

eso por descontado, pero esa palabra de Cristo puede tomarse nerse de las voluptuosidades de la carne? . . . Aunque de la corrup­

en un sentido que acusa el peligro de un pecado puramente ción de la carne nacen cierta inclinación al vicio y ciertos deseos

espiritual. La prontitud del espíritu puro le da la posibilidad de desordenados, guardémonos de atribuirle a la carne todos los

cometer culpas sin error, de echarse completamente en brazos desórdenes de la vida; porque eso sería justificar al demonio, que

de un mal que él toma como su bien, sin circunstancia atenuan­ no está en la carne. No se puede, en efecto, llamar al demonio

te alguna. Reducir toda culpa a la ignorancia y a la debilidad es fornicador o borracho, ni acusarlo de ningún otro vicio carnal,

no ver la raíz de la culpa que mata. Y caer, con el desprecio a la aunque sea el instigador oculto de parecidos crímenes, pero sí
2
carne, en el desprecio a la caridad. de ser infinitamente soberbio y envidioso". Para defender el

amor, aun en lo que tiene de cegador, añade: "Todas las pasio­

Carne y caridad se parecen por dos razones. Por una parte, nes son buenas o malas según que el amor sea bueno o malo . . .

amar como ser carnal es tener un punto débil, experimentar A veces, la emoción, no de una codicia reprensible, sino de una

cierta dependencia y, por tanto, ser vulnerable. Por otra par­ loable caridad nos arranca lágrimas a pesar nuestro . . . Si, pues,

te, tanto la carne como la caridad desbordan la simple claridad se llama apatía a la completa insensibilidad del alma, ¿quién no
3
natural de la razón, aquélla por debajo, ésta por encima: ambas ve que esa insensibilidad es el mayor de todos los vicios?' Quien

exigen una moral que no es sólo la del dominio, que en todo hace a la carne responsable de todos los desórdenes "justifica al

caso no tiene nada que ver con una moral heroica. La carne y la demonio": ése estima que domar sus deseos carnales sería sufi­

caridad, ligadas la una a una muerte física y la otra a una muerte ciente para hacerse bueno y olvida, por tanto, el mayor desor-

mística, implican cierto padecimiento: el hecho de ser entrega­

do a otro, para lo mejor y para lo peor, y de pasar, por lo tanto,

en su condición terrestre, por una prueba. La tentación de las 2


San Agustín, La ciudad de Dios, libro XIV, 2-3.
3
filosofías fue proponer una consolación que por sí misma nos Ibidem, 7 y 9.

204 205
La fa de los demonios Sol de Satán y noche de la fe

den, que es el orgullo. Quien hace del dominio de sí el nec plus culada de los demonios; nos acercaremos a la verdadera fe teo­
ultra de la moral cae en "el mayor de los vicios": desconoce ese logal en su doble tensión carnal y caritativa. Sólo decir que las
amor que nos arranca de nosotros mismos y nos hace llorar "a páginas que siguen son aún más balbuceances que las anteriores.
pesar nuestro" y rechaza, por tanto, la moral de la misericordia. De todas formas, su claridad sería de temer: para eclipsar el sol
Porque la verdadera moral no es una moral de éxitos. Es una de Satán no hay más que la Noche oscura.

moral de fracasos, de fallos, de esa miseria que la misericor­

dia viene a aprovechar, de esa concupiscencia que nos hinca en

tierra para que con nosotros, pero también a pesar nuestro, la

gracia venga a levantarnos.

El borracho que regaña por lo bajo con lo invisible atraerá

siempre la indulgencia y la simpatía. El religioso imbuido de sí

mismo siempre provocará la mayor de las repugnancias. En El

triunfo de la humildad, una pieza dramática de Sanca Teresita,

Lucifer se dirige a San Miguel a propósito del mal que amenaza

especialmente a las carmelitas: "Me da mucha risa tu ejército

de vírgenes . . . ¿No sabes que yo también tengo derechos sobre

él? Soy el príncipe del orgullo; ahora bien, si las vírgenes son

castas y pobres, ¿qué tienen más que yo? También yo soy vir­

gen y, prodigando riquezas a los hombres, las desprecio para

mí como si fueran humo . . . Me vas a contestar: ¿y tú practicas

la obediencia? . . . Ay, Miguel, soy tan astuto como tú . . . No, yo

no obedezco de buen grado, pero me someto a las órdenes de

Dios contra mi voluntad; las vírgenes también pueden obedecer

guardando en el fondo de su corazón su propia voluntad, pue­

den obedecer y desear mandar; ¿qué hacen entonces más que


4
yo?" En verdad hacen menos, si realmente son religiosas: dejan

hacer al Esposo.

En estas últimas lecciones evocaremos lo que mejor nos pro­

tege del mal virginal o, si se puede hablar así, del pecado inma-

4
Sainre Thérese de l'Enfant-jésus et de la Sainte-Face, Théatre au Carmel, Cerf-DDB, París,

1 9 8 5 , p. 257.

206 207
Primera Lección

El fruto de las entrañas

Dios mío, eso sólo quiero: tu palabra en mis entrañas.

Sal 39, 9

Enemistad pondré entre ti y la mujer

Un clásico del espiritualismo es demonizar la carne y, a tra­

vés de ella, a la mujer. A una y otra se las califica de instrumenta

diaboli. Por la mujer cayó Adán; por la carne de su carne perdió

el espíritu; y su descendencia lleva en sus fibras desde entonces

la mancha de una concupiscencia venenosa y la inclinación ha­

cia ella. De hecho, el diablo sabe cogernos por las partes bajas

y, desde el caos sensual, empujarnos a la falta. Si uno experi­

mentara la exigencia de la pureza no podría más que sentir, en

consecuencia, la necesidad de mortificar sus miembros. De eso

a ver en lo carnal un feudo perteneciente al malo sólo hay un

paso. Y caemos una vez más en el error contrario. Porque el

demonio, obviamente, está demasiado satisfecho con esa forma

de ver las cosas: no hay nada que el espíritu puro odie tanto

como la Encarnación, y sus PRIMERAS PALABRAS en la Biblia: No

comáis de ningún á rb o l, traicionan la ambición de una sustan­

cia que no se alimenta de carne, y por tanto sin el peso de la

carne.

209
La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

Pero además de esas primeras palabras de la serpiente tene­ y la de la mujer los frutos de buenas obras mediante los cuales

mos las últimas palabras del Eterno cuando se encuentran los se resiste a la tentación del mal. El diablo observa la planta del

dos: Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su pie de la mujer para ponerla bajo su yugo, si ella se deja llevar

linaje: él te pisa r á la cabeza mientras acechas tú su calcañar (Gn a los gozos prohibidos; por su parte, ella observa la cabeza de la

3, 1 5 ) . Según este versículo, lo que va contra lo demoníaco y serpiente para rechazarla desde que la tentación del mal se deja

acaba por aplastar la cresta de su orgullo son estas dos cosas que sentir". La mujer ya no aparece aquí como esa debilidad malea­

los tratados de teología olvidan muy a menudo: lo femenino y ble a las empresas demoníacas. Es el lugar de una resistencia. La

la filiación. Pero, ¿cómo se entiende esto? Y hablando en primer resistencia de las buenas obras, dice Agustín. ¡Sea! Pero, ¿por

lugar de lo femenino: ¿qué significa esa enemistad especial y qué esas buenas obras se ven a la luz de lo femenino?

hasta exclusiva entre la Mujer y la Serpiente?

De que realmente se trata de lo femenino en cuanto tal, y

San Agustín leía este pasaje en un sentido muy figurado: "Dios no de otra cosa, tenemos un indicio en la clausura de esta se­

no pone enemistad entre la serpiente y el hombre, la pone sola­ cuencia. Una vez que Adán acaba de escuchar su castigo, resulta

mente entre ella y la mujer. ¿Acaso es así porque el demonio no que se nos dice como contrapeso: El hombre llamó a su mujer

engaña ni tienta a los hombres? Es evidente que los engaña . . . "Eua", por ser ella la madre de todos los vivientes (Gn 3, 20). Es

¿Por qué, pues, esas palabras sino para mostrarnos con claridad la primera vez que aparece ese nombre. Está claro que Eva es

que no podemos ser tentados por el diablo más que a través de la misma santa notoques del jardín. Pero este nombre sólo le

esa parte animal representada por medio de la imagen y seme­ corresponde después de la caída. En el momento de su creación,
1
janza de la mujer?" Si sólo hay enemistad entre la serpiente Adán la llama solamente "mujer", ishah, derivado de la palabra

y la mujer es porque la mujer es aquí una alegoría de nuestra "hombre", ish, una derivación nominal que significa que ella

parte sensible; sensible a las sugerencias del demonio. La parte ha sido sacada de sí mismo. Viene la caída y la caída por la

intelectual escaparía al poder de este último, y aun cuando ella mujer: se comprendería que Adán la llamara de ese momento

es el principio del pecado mortal, puesto que es necesario haber en adelante la "Mortal" o la "Mortífera". Pero la llama Havah,

consentido para pecar formalmente, no sufre las perturbacio­ la "Viviente". Lo que más nos sorprende es la yuxtaposición de

nes y los ataques directos de los espíritus malos. No puedo, sin la muerte en el hombre y de la vida en la mujer. Léanse los dos

embargo, dejar de pensar que esta interpretación se opone al versículos correspondientes (Gn 3, 19-20) como se suceden, sin

sentido obvio del texto. ¿Por qué esa enemistad iba a ser más la transición alguna: "Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta

marca de un defecto que la de una fuerza? Agustín, en la con­ que vuelvas al suelo, pues de él fuiste formado. Porque eres polvo y

tinuación de su comentario, cambia súbitamente de perspec­ al polvo uoluerás". El hombre llamó a su mujer "Eua", por ser ella

tiva y propone una lectura distinta y más justa: "Hay también la madre de todos los vivientes... La transición es tan violenta

enemistades establecidas entre la simiente del diablo y la de la que los editores se sienten obligados a colocar un punto y aparte

mujer; la simiente del diablo significa las sugerencias perversas entre el 1 9 y el 20. El anuncio de la muerte debería haber arran­

cado en Adán un grito de espanto, empujarlo, por venganza, a

degollar a su mujer o, al menos, a insultarla a grito pelado. En


1
San Agustín, Del Génesis contra los maniqueos, libro II, capítulo XVIII. lugar de hacer tal cosa, la nombra con el nombre mismo de la

210 211
La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

Vida, sin ningún otro juicio. ¿Por qué? Según todos los indicios a pesar suyo. Por supuesto, esa división entre lo femenino y lo
porque escuchó la maldición de la serpiente: cree en el carácter masculino no se corresponde con exactitud a la de la mujer y el
salvífico, vivificante, de esa enemistad entre lo femenino y lo hombre. Ésta puede dejarse seducir por lo demoníaco. Como el
demoníaco. hombre ya no es masculino, sino fálico, ella ya no es femenina,

sino histérica: "La Venus eterna (capricho, histeria, fantasía) es


Para entrever tal cosa, conviene decir primero qué es lo feme­ una de las formas seductoras del Diablo''.2 Esa Venus eterna es
nino. Conocemos la concretísima definición de Aristóteles en la mujer que renuncia a las profundidades de la matriz, es decir,
su De generatione animalium: "Entendemos por macho aquel a un recogimiento fecundo de lo invisible.
ser que engendra en otro y por hembra aquel ser que engendra

en sí". Lo masculino corresponde a una operación transitiva y, Se puede pensar, por consiguiente, que la enemistad entre
por eso, visible: arroja su simiente fuera de sí mismo; su tiempo la mujer y la serpiente significa, en general, la receptividad a la
sexual es corto, su espacio, el de afuera; es el espacio-tiempo de gracia contra la reclusión en su pura naturaleza. Por eso remite
la eyaculación. Lo femenino corresponde a una operación in­ en particular, de forma preeminente, a la Virgen Santa, cuya
manente y por eso invisible: acoge en sí algo que se hace a pesar matriz es abisal y no es alcanzada por lo fálico. La Tradición la
suyo; su tiempo sexual es largo, su espacio, el de la interioridad; muestra pisando la serpiente con sus pies. Un instinto delicado
es el espacio-tiempo de la gestación. Llevar al otro en sí, dejar e infalible representa siempre esta pisada marial como algo que
que se opere en su seno un oscuro crecimiento, ¿no son esas se ejerce sin lucha, como si no ocurriera nada. María no vence
cualidades de lo femenino exactamente las del alma en relación al diablo como el Arcángel. San Miguel derriba por tierra al
con su Creador y Salvador? Porque el alma -y el Cantar de Dragón, activamente, apuntando hacia él y blandiendo la lanza
los Cantares bastaría para probarlo al pintar al pueblo elegido o la espada. Nuestra Señora, por el contrario, se mantiene so­
bajo la figura de la esposa- debe estar metafísicamente en una bre la serpiente como si esta última no estuviera debajo. No se
postura femenina en relación con Dios: la de una receptividad preocupa por ella. No pone su mirada en el talón. Todo su ser,
a la gracia que opera en nosotros a pesar nuestro, como en la en su feminidad, no es más que acogida al Altísimo. Si aplasta
parábola propia de Marcos que compara el Reino con un grano a Satán es por añadidura, porque no cesa de ser un receptáculo
que crece por sí solo. desbordante de gracia. Y por eso ella aplasta a Satán mejor que

el Arcángel: lo priva hasta del prestigio del combate.


De esa postura femenina es precisamente de la que reniega lo

demoníaco. El diablo no tiene entrañas. No acoge al otro en su Desde el siglo XVI los grandes comentaristas del Génesis re­
corazón, como aquello que sería más querido que uno mismo. conocen en nuestro pasaje lo que corrientemente se llama u n
Su voluntad de poder se reencuentra más explícitamente en el "protoevangelio", es decir -apenas consumada la caída y en
símbolo, no de lo masculino, sino de lo fálico, es decir, de un el mismo corazón de la maldición divina- el feliz anuncio del
masculino que querría autoconstituirse como una denegación Verbo hecho carne, nacido de una mujer, que traerá la victoria
de un femenino capaz de limitar su poder: símbolo de la con­

quista exterior, de la posesión del otro al hacerlo gozar, del do­

minio de lo visible, de la penetración que no quiere recibir nada 2


Charles Baudelaire, Mon coeur mis a un, XXVll.

212
213
La fe de los demonios El fruto de las entrañas

sobre el demonio. Grignion de Monfort escribe a este propósi­ Templo de Jerusalén, ese vientre tabernáculo más sagrado que

to: "La antigua serpiente teme más a María, no sólo que a todos los tabernáculos de nuestras iglesias.

los ángeles y a los hombres, sino, en cierto sentido, que a Dios

mismo. No es que . . . el poder de Dios no sea infinitamente

mayor que el de la Virgen Santa, pues las perfecciones de María Lo demoníaco y la filiación

son limitadas, sino que Satán, primeramente, por ser orgulloso,

sufre infinitamente más siendo vencido y castigado por una pe­ La enemistad no es sólo entre la mujer y la serpiente, también

queña y humilde sierva de Dios, y su humildad lo humilla más entre sus dos linajes (o "simientes" literalmente). Pero en esta
3
que el poder divino". Esta página es admirable desde el punto ocasión la misma palabra designa dos realidades esencialmente

de vista antropológico: María da más miedo a Satán que Dios, diferentes. La descendencia de la mujer es carnal; la de la ser­

no sólo porque es humilde (lo que también un ángel puede ser), piente es espiritual. La primera depende de la filiación en el

sino también porque es carnal o, diciendo las dos cosas a la vez, abrazo; la segunda de la sugerencia en el orgullo. Quien dice

porque acoge en sus entrañas la plenitud del misterio divino. filiación dice, por tanto, dos cosas que el orgullo rechaza, a sa­

¿Qué hay más normal que el Espíritu Santo triunfe del espíritu ber, el espíritu de infancia y la piedad filial. El salmo lo deja

malo? Que triunfe de él por medio de un espíritu bienaventu­ entender: ¡Oh YHVH, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por

rado, como el arcángel Miguel, es todavía tolerable. Pero que toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos, en boca

lo aplaste por medio de una pobre mujer de carne es lo más de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus

insoportable para el espíritu maléfico, eso es lo que lo humilla adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes (Sal 8, 2-3). El

de veras y realiza la sabiduría de Dios. baluarte donde se estrella el enemigo no está en la fuerza, sino

en aquella debilidad.

Las entrañas femeninas (rahamim en hebreo significa a la vez

"entrañas" y "misericordia") son, pues, signo de receptividad a A diferencia de los espíritus puros, el hombre, antes de ser

la gracia, ciertamente, pero de una receptividad espiritual y car­ maduro, conoce el "verde paraíso de los amores infantiles". Los

nal que compromete al cuerpo entero. Este compromiso remite ángeles nacen adultos, libres y perfectos en el acto. Nosotros

sin duda a la caridad fraterna, a la acción litúrgica, al martirio. pasamos por esa edad de vulnerabilidad y de dependencia ex­

Su insuperable horizonte se encuentra, no obstante, en la fisio­ tremas y, por esa misma razón, de despreocupación también y

logía marial, en la fisiología de esta mujer cuyas inteligencia y de gozoso abandono. El Altísimo no podía haber encontrado

voluntad, aunque también todo su organismo rodeando al úte­ nada mejor que ese paso por la infancia, que marca para siem­

ro-santuario, se movilizan como el de cualquier mujer encinta, pre el fondo de nuestro ser, para preservarnos en lo posible del

pero aquí para nutrir al Verbo, por estar encinta de Dios -ese mal definitivo. Bernanos es de los que mejor se dieron cuen­

cuerpo femenino como un templo más vivo y más vasto que el ta de ello. Toda su obra va y viene entre esas dos polaridades

contrarias de la infancia y de lo demoníaco. Albert Béguin lo

recuerda al hilo de su biografía: "Apenas hay personaje, en toda

3
Louis-Marie Grignion de Montfort, Traite de la vraie dévotion it la Sainte Vi"erge, 1, Médias­
la obra de Bernanos, que no se vuelva un día hacia su infancia
paul, 1997, pp. 62-63.
y que no conserve oscuramente, hasta en el seno de la peor de

214 215
La fe de los demonios El fruto de las entrañas

4
las degradaciones, la nostalgia del amanecer puro de su vida". ángel no puede volverse atrás: sus opciones son irrevocables, se

Y citemos las palabras de Simone Alfieri a Emmanuel Ganse en entrega a ellas sin moderación, sin potencialidad ninguna, sin el

Un mal sueño: "Quizás haya una parte de usted mismo que ha anclaje en esos comienzos que nos da la soltura para recomenzar

escatimado hasta ahora. Olvidado, más bien. ¡La infancia tiene una y otra vez hasta el umbral de la muerte, de reabrir en uno

una vida dura! Sólo que, amigo mío, ¡no se He! No es la prime­ mismo la disponibilidad al misterio. Así pues, la infancia es en

ra vez que alguien como usted lo intenta, y por muy acuciado nosotros la fuente de la renovación -esa provisión de aceite

que haya estado por ofrecer al público ese bocado tan delicado, que permite a las vírgenes prudentes estar abiertas a la venida

pienso que ninguno ha conseguido desarraigar por completo incalculable. Si bien el espíritu de infancia no es sólo docilidad

de sí mismo al niño pequeño que fue en otro tiempo. Los más a una providencia paterna, disposición a la gracia -cosas que

listos sólo han ofrecido vanos simulacros, horribles muñecas de el ángel bueno también detenta- sino punto de apoyo para

cera. En todo caso, si todavía existe dentro de usted, consérvelo. el arrepentimiento, posibilidad de retorno aun cuando se haya

Es poco creíble que le quede lo suficiente para ayudarle a vivir, caído. Porque las caídas, en el niño pequeño, no duelen. Y sabe

pero seguramente le servirá para morir". tambié n desarmar la cólera de su padre echándose en sus bra­

zos.

Desarraigar de uno mismo al niño pequeño que uno fue es

intentar hacerse el ángel y, por ende, llegar a ser un demonio. La filiación implica también esa piedad que funda la comu­

Uno se contempla a sí mismo como especie de pleno derecho, nidad fraternal. La gran tentación moderna, demo(nio)crática,

sin vínculo alguno de dependencia con las demás criaturas, sin es intentar constituir una fraternidad sin padre, es decir, una

un origen que reconocer, salvo el que fabriquen las opciones comunidad de individuos puros, sin carga histórica, sin ese vín­

tomadas como demiurgo de la propia vida. La frase de Berna­ culo de carne que escapa a la elección. Porque uno no elige su

nos sobre Hitler es significativa: "El señor Hitler no ha hecho familia, su lengua materna, ni siquiera su propio cuerpo, y la

más que realizar los sueños de su edad madura". Los sueños utopía libertaria sería verse como espíritu puro, sin el deber de

de la edad madura son los de la dominación. Los recuerdos de asumir y purificar una herencia, verse incluso como demonio,

la infancia son los de la admiración. Mientras que aquéllos lo queriendo reconocer en la autoridad del padre sólo el poder y

esperan todo de un acrecimiento del propio poder, éstos aguar­ no la ternura, sólo al que se impone y no al que instruye. "¡ Hi ­

dan un don que nos fascina y que no lleva más allá. La memoria jo s!, exclama el subsecretario del estado satánico, así es como

de esta edad primera se mantiene desde entonces como princi­ [Dios] los llama en un manía incurable de degradar el mundo

pio de las conversiones más elevadas: la infancia es en nosotros espiritual con esa clase de unión contra natura con esos anima­

5
como una reserva, el recuerdo de lo posible, de cierta inocencia les de dos patas " . Al diablo no le importa reconocer en Dios

y, por tanto, para el hombre viejo que se zambulle en ella, la al Creador, pero reconocer en él al Padre, ¡eso no! Sobre todo

vuelta de cierta frescura y la posibilidad de volver a empezar otra cuando, después de que el Hijo eterno se hiciera carne, Dios se

vez. Puesto que no tiene infancia, puesto que nace adulto, el haya convertido en el Padre de esos sucios animales poco racio-

5
• Albert Béguin, Bemanos, Seuil, col. "Écrivains de roujours", París, 1954, p. 5. Lewis, Tactique du diable, p. 13.

216 217
La fe de los demonios El fruto de las entrañas

nales, y Padre suyo tanto en el sentido espiritual como en el car­ cuando haya llegado el tiempo de su cumplimiento. Aparece,

nal: ¿cómo admitir esa fraternidad no buscada, esa comunión, pues, un cuerpo extraño en medio de las naciones, como asi­

no con una elite, sino con toda esa canalla de barro y sangre? mismo en los márgenes de la Iglesia. Aparece una especie de

monstruo que exactamente no se ve concernido ni por el apego

Así, la fe teologal se enraíza en esa realidad carnal de la fi­ telúrico a un suelo, a unos muertos, a una sangre, ni por la

liación. Ser creyente es ser hijo. Ahora bien, ser hijo es asumir entrada en una santidad que se ofrece a todos los hombres. Los

libremente una historia que pasa por el cuerpo y que Dios tran­ judíos constituyen una forma de existencia distinta, que no es

sita físicamente con su gracia, a pesar nuestro y a pesar de nues­ ni la de una nación particular ni la de la Iglesia universal. Irre­

tros crímenes, como revela en Mateo la genealogía de Cristo. Se ductibles a la historia en su dimensión natural e irreductibles

dice en el último libro de la Torah: Por el amor que os tiene y por también a lo sobrenatural tal como se realiza plenamente en la

guardtir el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado jerarquía apostólica. Aguafiestas, por canto, obstaculizadores de

YHVH con mano fuerte (De 7, 8 ) . No sólo por amor a nosotros, la vuelca en redondo y, por eso, incitadores de la crucifixión. Se

como pretenden el espiritualismo gnóstico y la amnesia funda­ comprende que toda tentativa totalitaria se abata especialmente

mentalista, despreciando la carne y la tierra, la cultura y la histo­ sobre ellos: constituyen un error de caja, una operación que

ria, sino también por la fidelidad a la promesa hecha a nuestros no quiere entrar en el total, un fenómeno paranormal, por así

padres, por medio de ese vínculo de las entrañas que nos obliga, decir, sobre el que tropieza la razón que quisiera cerrarse como

contra toda tentación revolucionaria o demiúrgica, a alcanzar sistema. Podemos captar la existencia de lo particular y pode­

la novedad de los frutos a través de la veneración de las raíces mos circunscribir su movimiento dialéctico hacia lo universal,

(no sin la poda de las ramas). Sin ese arraigo filial, nuestra fe no pero resulta que siempre se colocan atravesados y tan pronto

puede hacer otra cosa que deslizarse hacia lo demoníaco. arrancan a los pueblos de sus particularismos estrechos, como

impiden al mundo entrar en un universalismo nivelador. Son

signo de una irrupción de la eternidad en el tiempo. Son el

Israel, o el combate con el Ángel rastro de esa gracia que sale del capricho de Dios. Por eso, y

hasta el final, serán escándalo para todo intento de naturaliza­

Esa fidelidtid del Eterno al juramento hecho a nuestros padres ción de la Historia. Ya se inspire dicho intento en el hitleriano­

nos recuerda que la fe, orientándonos hacia el Cielo, nos inscri­ darwinismo, estimando que lo superior emerge de una selección

be mejor en la historia. No es una sabiduría que se deduzca por natural; en el liberalismo puro, creyendo que lo mejor proviene

sí misma, hace referencia ante todo a un acontecimiento (el del de la libre competencia del mercado; en la ideología de los de­

Mesías crucificado bajo Poncio Pilato y resucitado al tercer día rechos humanos, remitiendo todo a la igualdad de individuos

según las Escrituras) y supone, por lo tanto, el reconocimiento sin pertenencia; en el espíritu revolucionario, queriendo hacer

de un pasado común y de esa deuda infinita para con la inmen­ tabla rasa del pasado, la política que recuse este enigma de Li

sa cadena de los testigos que se han ido sucediendo hasta llegar historia no podrá más que tropezar con la presencia de los j 1 1

a mí. Ahora bien, esa cadena está provista de un eslabón duro, díos y esforzarse en reducirlos o bien por eliminación o h i c n por

que además es un misterio carnal: la presencia del pueblo judío, asimilación.

heredero de esa misma promesa, todavía promesa a sus ojos aun

218 219
La fe de los demonios Elfruto de fas entrañas

¿Cómo no iba a tener el demonio, aquel que rechaza la prue­ uniformidad y de la globalización. Hay algo que resiste. Hay un

ba de lo que lo llevaría más allá de sí mismo, una especie de don de Dios sin vuelta atrás que nos recuerda que, aunque se

preocupación selectiva por ellos? Su presencia singular está liga­ dé a través de su Esposa la Iglesia, el Eterno no es, sin embargo,

da al misterio mismo de la Encarnación. Tomás de Aquino lo propiedad de los cristianos.

recuerda: "Todas las naciones debían tener acceso a la salvación

realizada por Cristo, pero éste sólo podía nacer de un pueblo A quien no quiere perderse en la fe de los demonios le es

determinado, de donde se deducen para este pueblo prerroga­ necesario, por consiguiente, reconocer el verdadero misterio de

tivas especiales"." Tomar carne, para el Verbo, supone no sola­ Israel. Se demuestra así el amor a la Encarnación. A este propó­

mente una mujer en tanto que individuo hembra, sino también sito, escribe San Pablo en la Carta a los Romanos: Pues no quie­

una hija en tanto que heredera de una cultura que ella transmite ro que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sa­

a su Hijo, o dicho de otra forma, una judía. El Señor, explica la bios (Rm 1 1 , 2 5 ) . Ignorar el misterio de Israel es complacerse en

gran teología católica, eligió a ese pequeño pueblo, lo formó a el propio conocimiento: ¿no es ésta una definición de esa fe que

partir de Abraham, Isaac y Jacob, le dio leyes para que fuera la se pavoneaba diciendo: Sé quién eres tú: el Santo de Dios? To­

cuna del Verbo encarnado. Una vez que ese Verbo irradia sobre más de Aquino no teme comentar la frase de Pablo: "Ignorantia

las naciones, ¿se vuelve inútil la presencia de ese pueblo? ¿ Va a huius mysterii esset vobis damnosa-la ignorancia de ese misterio

renegar el hombre adulto del seno que lo llevó dentro? ¿El tiem­ sería condenatoria para vosotros". Los condenados ignoran a

po de las nupcias va a despreciar al del noviazgo? ¿La casa cons­ Israel, no con una ignorancia teórica, porque entonces no se­

truida va a hacer del andamio un cubo de la basura? El demonio rían culpables de ella, sino con una ignorancia práctica, activa,

sugiere con frecuencia a los cristianos que las cosas deberían ser orgullosa, porque la elección judía es un testimonio tanto de la

así. Su manera de actuar contra el misterio de Israel es multifor­ humillante gratuidad de la gracia como de la vocación divina

me: puede incitar a los judíos al orgullo de raza, como si su elec­ de la carne. Satán, acordémonos, quiere quedarse en el toma y

ción no fuera un don de Dios; o bien empujarlos a confundirse daca de la pura naturaleza, en una fe monetaria que existe como

en el movimiento de la historia como un pueblo cualquiera; o hay una moneda fiduciaria y considera inicua esa elevación de la

bien arrastrar a los no judíos a hacerlos desaparecer como tales; carne humana al rango de los espíritus puros: no puede más que

o también, más específicamente, animar a los cristianos a creer denunciar esa Elección como una injusticia mayor.

que los judíos son una anomalía en la epopeya de la Salvación,

que todos deberían haberse hecho católicos, que su resistencia

es una traba para el triunfo de la Iglesia universal. En verdad, Cuerpo y ofrenda

este misterio de Israel, irreductible a la Iglesia visible, es interior

a la misma Iglesia. Es el sello de su abertura secreta. Porque El peso del cuerpo, en la oración, es también lo que lo ele­

pone lo exterior dentro y lo singular en el corazón de lo católi­ va contra el diablo. Lo demuestra una secuencia del Evangelio

co, prohíbe a los cristianos encerrarse en un universalismo de la según San Mateo que se despliega entre el primer y el segundo

anuncios de la Pasión y que se articula alrededor de la Trans­

figuración en el Tabor (Mt 1 6 , 2 1 - 1 7 , 22). Este breve c o n j u n ­

6
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1-II, 98, 4, l . to, a caballo entre dos capítulos, basta para exhibir toda una

220 221
La fe de los demonios El Jrnto de las entrañas

espiritualidad de la carne contra la espiritualidad del orgullo. Esta doctrina en sí misma es demasiado dura. Difícil de ad­

Pedro acaba de hacer su profesión de fe: Tú eres el Cristo, el mitir. O más bien, admitirla fácilmente sería un gran peligro

Hijo de Dios vivo, a lo que Jesús le responde: Bienaventurado -caer en el dolorismo. Es necesario, pues completarla con algo

eres Simón, hijo de ]onás, porque no te ha revelado esto la carne ni que constituye su recurso gozoso. Tenemos el acontecimien­

la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. En ese punto, una to del Tabor: seis días después de esas palabras, el tiempo que

lectura precipitada podría dejar creer que la carne y la sangre hizo falta para la creación del mundo, la Transfiguración nos

son malas, que no participan en la gloria futura y que Pedro se hace volvernos hacia su recreación. Muestra físicamente a los

siente confortar en un espiritualismo beato. Pero resulta que discípulos que el cuerpo está llamado a la gloria divina. Esta

Jesús anuncia su crucifixión, que sólo puede tener lugar por el anticipación pasajera de la resurrección tiene lugar para darles

ministerio de la carne. el sentido de la Pasión: no el sufrimiento por sí mismo, sino por

el paraíso hoy (Le 23, 43), operándose el paso del uno al otro

Pedro protesta, como sabemos, contra la ignominia de ese su­ a través del acto de la ofrenda. Sin ese hedonismo cristiano, el

frimiento corporal arrojado al corazón del Dios vivo, y entonces cuerpo no sería ya más que un chivo expiatorio, con gran satis­

Jesús le ordena: ¡Quítate de mi vista, Satanás! (literalmente, ¡pasa facción del demonio. Es necesaria su vocación a la alegría para

tras de mí, Satánl). Luego explica a sus discípulos la condición que esté abierto a la cruz sin complacencia mórbida.

para pasar detrás de él y no dejarse enrolar por el príncipe de las

tinieblas: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, Viene después una cuestión sobre Elías, Elías que sobre el Ta­

tome su cruz y sígame. Si bien la carne no basta (ni siquiera todo bor ha aparecido hace un momento junto a Moisés, aquel cuyo

el orden natural) para confesar la fe teologal, sí es al menos ne­ cuerpo fue sustraído a los hebreos por el Señor para evitar la

cesaria para que esa fe sea testimoniada en la ofrenda. Porque idolatría, aquel cuyo cuerpo viviente fue arrebatado en un carro

lo específico del hombre en relación con los ángeles es poder de fuego para incitar a la esperanza. Nos topamos aquí de lleno

ofrecer su cuerpo, lo que Jesús llama "su cruz", con un posesivo con el problema del cuerpo en la salvación. Y la cuestión que

de desposesión. En este mundo herido, es decir, tan suturado por se plantea: "¿No debe venir primero Elías?" puede entenderse

la arrogancia, ofrecerse implica también abrirse y abrirse implica como: "¿Qué hay de aquel cuerpo que no conoció la muerte?"

sufrir, aunque esa ofrenda imposible para toda la jerarquía angé­ Ahora bien, Jesús responde que Elías vino ya, pero no lo recono­

lica no tiene otro sentido para el discípulo que el de llevar su cruz. cieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el

Charles de Foucauld lo descubre muy pronto: nuestra grandeza Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos. Los discípu­

en relación con las criaturas celestes se encuentra en esa pequeñez los comprenden que habla de Juan el Bautista, ciertamente, y

de una carne pasible: "Hay que sacar la fuerza de mi debilidad, del carácter insustituible del cuerpo: Elías no debe reencarnarse,

servirse para Dios de esta misma debilidad, ofrecérsela . . . En este su venida en Juan el Bautista es el cumplimiento que hace otro

triste mundo, tenemos en el fondo una dicha que no tienen ni los de su misión. Pero Cristo habla aquí insistiendo en el vínculo

santos ni los ángeles, la de sufrir con nuestro Bienamado" .7 entre la gloria y la cruz en la carne, como articulando los dos

episodios precedentes del anuncio de la Pasión y de la anticipa­

ción de la Resurrección: aquel a quien se espera para la instau­


7
Charles de Foucauld, Lettres et carnets, Seuil, Paris, 1966, p. 26. ración del Reino tendrá que sufrir como un malhechor.

222 223
La fo de los demonios Elfruto de las entrañas

Aparece de pronto el padre del niño epiléptico que muchas de las entrañas. No hay desprecio a la carne ni espiritualismo os­

veces cae en el.fuego y muchas en el agua, y que le pide a Jesús que tentoso algunos: por el contrario, se exige que cuidemos nuestra

tenga piedad de él: Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos piel, que el esfuerzo se oculte bajo una bella y ligera apariencia.

no han podido curarle. Y de golpe Cristo se le acerca y exclama: Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza. y lava tu rostro,

¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vo­ para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre

sotros? ¿Hasta c u á n do habré de soportaros? Expulsa al demonio que está allí, en lo secreto; y �u Padre, que ve en lo secreto, te re­

del niño y después viene este diálogo: Los discípulos se acercaron compensará (Mt 6, 1 7 - 1 8 ) . Este es el fundamento teológico de

a Jesús, en privado, y le dijeron: "¿Por qué nosotros no pudimos un maquillaje santo: el que ayuna debe perfumarse; el que hace

expulsarle?" Díceles: "Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si penitencia debe usar cosméticos. La mortificación no debe ser

tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: 'Desplázate mortal ni para uno mismo ni para los demás, sino que, como

de aquí allá: y se desplazará, y nada os será imposible. En cuanto la poda de los ávidos de belleza, concentra la savia vivificante y

a esta clase [de demonio}, sólo se la puede expulsar con la oración convierte a las rosas que florecen en espléndidas guirnaldas. Así

y el ayuno': Este último versículo está omitido en la Biblia de es la asombrosa sabiduría del Verbo hecho deseo, muy alejada

Jerusalén, porque falta en algunos manuscritos y parece ser una de toda anorexia suicida.

importación amplificada de Me 9, 29. No obstante, en el con­

texto que hemos acotado, es decisivo. ¿No es sorprendente que El ayuno, aun cuando no se hiciera mediante la privación

la ausencia de fe se relacione con la ausencia de oración y de del alimento, está ahí para señalar la exigencia de una oración

ayuno? ¿Qué relación hay entre saltarse una comida y transpor­ encarnada. Porque la oración no es evasión. Rezar por un amigo

tar una montaña? Se ve que con este versículo se puede concluir enfermo es tomarse en serio su enfermedad y haber experimen­

nuestra secuencia antes del segundo recordatorio de la Pasión tado ante ella la propia impotencia. No es el refugio de la inac­

que viene: sirve para insistir una vez más en la unión de la fe y ción, sino como la fuente y la cima de una acción ordenada, que

de la carne y saca de la Transfiguración este principio práctico: orienta la salud del cuerpo también hacia la santidad del alma.

la oración y el cuerpo deben unirse, en el discípulo, en su resis­ Pero, para eso, es precisa la implicación de la carne que se ofrece

tencia al demonio. y que sufre por el otro: "La encarnación es la garantía de que no
8
estamos en lo imaginario".

¿Qué significa el ayuno, en efecto, sino la participación del

cuerpo en la oración? Algunos Padres ven en ello una imitación

de la vida angélica. Eso no quiere decir que ayunar sea hacer Pobres medios para una suprema riqueza

como si no tuviéramos cuerpo. Sucumbiríamos así a la tenta­

ción de un cierto dualismo. Los ángeles, además, no ayunan. Esta afirmación del cuerpo en la oración y el ayuno rubrica

Se regalan sin cesar intelectualmente. El ayuno es un acto del también la potencia de su desnudez. La fecundidad espiritual

cuerpo y si imita a los bienaventurados serafines no es ranto del cuerpo no procede de los numerosos artefactos con los que

porque haga de nosotros espíritus puros, sino porque tiende

a hacernos presentar, como ellos, en ofrenda todo nuestro ser


8
entero, desde el extremo más sutil del alma hasta los meandros Joseph Rarzinger, L 'esprit de la liturgie, Ad Solem, Geneve, 2 0 0 1 , p. 175.

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La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

podría prolongarse. Gregario Magno observa que el diablo, es­ que él disponga de ellas como le plazca, y servirlo igualmente
10
píritu puro, no necesita riquezas materiales y nos las cede de sin ellas que con ellas".

buena gana. Esta liberalidad sólo sirve para proporcionarle más

agarraderos: puede poseernos por medio de nuestras posesiones; Jacques Maritain indicó muy bien el peligro de una Nueva

con las cosas a las que estamos apegados, puede llevarnos como Evangelización que olvidara esa desnudez para reducir su nove­

con una correa. El desprendimiento es, pues, el mejor escudo dad a la vieja tentación: contentarse con recurrir a los grandes

espiritual. La desnudez, nuestra más sólida armadura. Como medios del mundo, tener bastante con integrar nuevas tecnolo­

Jacob en el cuadro de Delacroix, hay que abandonar las armas gías. Recuerda él que el apostolado de Jesús se llevó a cabo sólo

demasiado pesadas para luchar con las manos desnudas, como mediante la presencia de un Cuerpo en una túnica sin costuras:

en una danza, con el ángel del Señor. Como el joven David en "¿Cuáles fueron los medios temporales de la Sabiduría encarna­

el valle del Terebinto, hay que rechazar el pesado equipamiento da? Predicó en las aldeas. No escribió libros, un medio dema­

de Saúl para desafiar a Goliat en singular combate: "Los espíri­ siado cargado de materia, no fundó periódicos ni revistas. No

tus del mal no poseen nada como propio en este mundo. Debe­ preparaba discursos ni conferencias, abría la boca y el clamor

mos, pues, luchar desnudos con esos seres desnudos. Porque si de la sabiduría, la frescura del cielo pasaba sobre los corazones.

un hombre vestido lucha con un hombre desnudo, rápidamen­ ¡Qué libertad! Si hubiera querido convertir el mundo con los

te es derribado en tierra, porque ofrece muchos agarraderos. ¿Y grandes medios del poder, con los ricos medios temporales, con

qué son en efecto todos los bienes terrestres, sino una especie de los métodos americanos, qué fácil hubiera sido. ¿No le ofreció

vestido para el cuerpo? El que se prepare, pues, para combatir al alguien todos los reinos de la tierra? Haec omnia tibi dabo. ¡Qué

diablo, que deje sus vestidos para no sucumbir". Pero Gregario ocasión para el apostolado! Nunca se encontrará otra parecida.
11
advierte enseguida: "No basta abandonar lo que es nuestro, si La rechazó".
9
no nos abandonamos también a nosotros mismos". Si de esa

desnudez sacamos orgullo, como esos campeones del ayuno que Más que nunca, en estos tiempos azarosos de la digitalización

desprecian a sus hermanos poco dotados para la ascesis, nos ha­ del anuncio y de la comunión de banda ancha, hay que insistir

cemos semejantes a esa serpiente de la que el Génesis nos dice en la actualidad, en la permanente novedad, de la proximidad

que era el más desnudo de todos los animales del campo. Estar des­ física en el orden más espiritual. Lo cual no quiere decir que se

nudo para luchar contra el demonio que está desnudo es a la vez tengan que despreciar libros, periódicos, conferencias, multi­

una exigencia y una prueba: una vez igualadas las armas se corre media, superproducciones, sino más bien comprender que esos

el riesgo de ser arrastrado a su terreno. La desnudez debe llegar medios pesados, superiores cuando se trata de vender una mer­

hasta esa desapropiación que consiste, según Francisco de Sales, cancía, son inferiores cuando se trata del testimonio de la fe.

en "poner todas las cosas en las manos de Nuestro Señor para Puedo predicar el amor al prójimo con un arma de propaganda

10
Saint Francois de Sales, Entretiens spirituels, en Oeuvres, Gallimard, col. "La Pléiade", Paris,

1969, p. 1035.
9 11
Citado y traducido por jean-Louis Chrétien, La uoie nue, Éditions du minuit, Paris, 1990, Jacques Maritain, Religion et culture, III, en Oeuvres completes, vol. IV, Sainr-Paul, Paris, .

p. 4 1 . 1983, p. 233.

226 227
La Je de los demonios
El frnto de las entrañas

masiva, en mundovisión. Pero más vale predicar ese amor en


grande; ahora bien, esa comunicación se opera siempre en la
una proximidad corporal, sin pantalla ninguna, porque, aunque
proximidad corporal, en el contacto físico: el sacerdote sumerge
el arma de propaganda masiva sea de una eficacia óptima para
a ese hombre en la piscina bautismal, pone las manos sobre su
la promoción de un eslogan de odio o de una videoconsola, es
cabeza para darle la fuerza del Espíritu, hace entrar a Cristo en
impotente para hacer que una persona se encuentre en la pre­
su mandíbula para que lo mastique, descarga el alma del horror
sencia de otro semejante. Podemos incluso pensar que hay tanta
que la posee dejando que ese penitente se arrodille anee él...
distancia entre el amor al prójimo y la Buena Noticia virtual
En los sacramentos, siempre se da la presencia mutua de los
como entre el abrazo conyugal y la pornografía: "Esos medios,
cuerpos: imposible confesarse por el Messenger o comulgar por
escribe Maritain, son los medios propios del mundo y, desde
webcam. Los dones supremos del Eterno reclaman la mediación
el pecado de Adán, manifiestan el dominio del príncipe de este
de esta carne perecedera y, en lugar de difundirse a distancia, sin
mundo. Nuestro oficio es arrancárselos en virtud de la sangre
rostro, sin encuentro con el prójimo, la gracia se hace más viva
de Cristo. Sería absurdo despreciarlos o rechazarlos, son necesa­
si se ofrece a través de un cura bien gordo.
rios, forman parte del tejido natural de la vida humana. La re­

ligión debe consentir en recibir su ayuda. Pero, por la salud del


Eso es lo terrible para el demonio. Hemos visto que, según
mundo, conviene que se salvaguarde la jerarquía de los medios
Grignion de Montíort, en cierta forma temía más a María que
y sus justas proporciones relativas". Y explica el filósofo que, en
a Dios mismo, porque le resultaba más humillante ser aplasta­
el ámbito de la fe, la jerarquía es inversa. Los medios temporales
do por una joven que por el Todopoderoso en sí. ¿Qué decir
ricos y pesados de la potencia mundial están subordinados a los
cuando es derribado no sólo por un ser de carne, sino por un
medios temporales pobres y ligeros del apóstol: No llevéis bolsa,
tipo que ni siquiera es inmaculado, por un pecador ordinario,
ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino (Le 1 O,
es decir, por un pobre sacerdote que recita su fórmula y por
4 ) . Esa pobreza es el medio más rico contra el que ofrece todos
cuyo intermedio da Dios su misericordia? El diablo no puede
los reinos de la tierra.
soportarlo. Es un hueso atravesado en la garganta: detesta el

sacerdocio hasta el extremo. ¡Ese poder divino que lo empuja


Hemos de creer además que, para una óptima comunicación,
mediante un cuerpo miles de veces a la más mínima es una
el Creador nos ha dotado, con nuestro cuerpo, nuestros ojos,
atrocidad! Él, el ángel que no conoce el peso de la carne, que no
nuestras manos, nuestra boca, de todo lo necesario para llegar
sufre las limitaciones del tiempo y del espacio cósmicos, resulta
a lo esencial. Si la telefonía móvil hubiera sido lo mejor en
que puede ser golpeado por un viejecito barrigón en la iglesia de
este orden de cosas, podemos estar seguros de que nos hubiera
Pruillé-le-Chétif a las 1 8 horas y 47 minutos. Y además, ya no
dotado del poder de la telepatía. Ahora bien, no hay nada de
puede hacer valer nuestro imaginario sobre una gracia invisible
eso. Únicamente nuestros brazos limpios son apropiados para
y distante que nos podríamos arrogar sin rodeos. Ya no puede
abrazar a un hermano. Únicamente nuestras palmas desnudas
hacernos soñar con una mística soberbia que desdeñaría pasar
tienen el poder de acariciar un rostro. Y hace falta que nuestras
por nuestro prosaico prójimo.
bocas abandonen el megáfono para ser capaces de besar. En

esto, el modelo de la comunicación perfecta se encuentra en


Tocamos aquí el misterio del papado. Muchos vieron en él
los sacramentos. Ahí es donde se comunica lo que hay de más
una instancia diabólica que pervertía el espíritu del Evangelio:

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229
La fe de los demonios El.fruto de las entrañas

cesaropapismo denunciado por los ortodoxos, papa-anticristo Si no amas a tu hermano a quien ves

según la calificación de Lutero . . . Ciertamente, al primado de

Pedro afirmado por Jesús le sigue inmediatamente el ¡Quítate de Es San Juan quien habla: En esto se reconocen los hijos de Dios

mi vista, Satanás! Como el demonio es humillado por el sacer­ y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios,

docio, no puede hacer otra cosa que emprenderlas especialmen­ ni tampoco el que no ama a su hermano... Si alguno dice: ':4.mo

te con los sacerdotes, convertirlos en blancos privilegiados de a Dios': y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no

su amor y, en el momento en que uno es elevado a la jerarquía ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no

apostólica, abatirse voluptuosamente sobre él: ¡con qué severi­ ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios,

dad, por tanto, no se arrojará contra el Soberano Pontífice para ame también a su hermano ( 1 Jn 3, 1 0 y 4, 2 0 - 2 1 ) . La línea divi­

hacerle tomar gusto por el poder y la pompa! Pero, considerar soria entre los hijos de Dios y los hijos del diablo no se coloca,

solamente este posible abuso es dar de lado a lo que Dios quiere. pues, entre los que dicen: "Amo a Dios" y los que dicen "No lo

Ahora bien, la institución pontifical que Dios quiere contraría amo". La Primera Epístola de San Juan hace ver al creyente otra

radicalmente al espiritualismo demoníaco, porque es una con­ posibilidad más peligrosa para él: declarar con unción: "Amo a

secuencia extrema de la Encarnación. A ese espíritu tan puro Dios" y no ser más que un pequeñuelo del demonio. La verda­

le gustaría que el cristianismo fuera exclusivamente una serie dera separación está, pues, entre quienes aman a su hermano a

de dogmas ideales, un cuerpo de doctrina sin cuerpo palpable quien ven, es decir, quienes aman a su prójimo, y quienes son

alguno. Sin duda alguna, el cuerpo le proporciona una zona de "misadelfos" (como diríamos "misóginos"), es decir, quienes lo

juegos para sus sugerencias, pero nada podría matarlo de abu­ detestan o, para ser más precisos, quienes lo aprecian enorme­

rrimiento más que el hecho de que ese cuerpo sea el lugar de la mente -cuando no lo ven.

irradiación divina. Y exactamente eso es lo que pasa tanto con

el Papa como con el mártir: es el vicario de Cristo, de suerte Esta palabra recuerda que el amor a Dios y el amor al prójimo

que el cristianismo no es una ideología, sino un magisterio vivo. no forman más que un solo mandamiento que, como la luna

Sus fieles se congregan no sólo alrededor de la unidad de unas bajo el sol, posee su cara oculta y su cara visible. El problema

ideas generosas, sino alrededor de la unicidad de ese prójimo de es que podemos confundir la negrura de la sombra, que se debe

carne y hueso, con su careto particular, su ascendencia polaca o a la potencia misma de la luz, con la negrura de las tinieblas,

bávara, o incluso negra, que asume las peripecias dolorosas de la debida a su ausencia. ¿Cómo saber que es a Dios a quien se ama

historia, sus tics que quizás nos lo hagan antipático y fácilmente y no a alguna quimera elucubrada por la quietud de nuestra

caricaturizable, pero que nos impiden planear en una ola de conciencia? Se hace tentador, para evitar toda ambigüedad, re­

abstracción y obligan a que la relación con el Evangelio se ejerza bajarse a una visibilidad sin sombra -el amor al hombre, tan

mediante una caridad concreta y filial hacia ese carcamal vesti­ evidente, tan accesible- y no preocuparse ya del amor a Dios,

do de blanco: un pobre hombre, en el fondo, si se considera en tan oscuro, tan indeciso. Pero conocemos la historia de Peter

relación con la Majestad divina, pero por eso mismo ejemplar Schlemihl, que vendió su sombra por una bolsa de donde se

de esos pobres hombres que somos nosotros, signo sensible del sacaba dinero sin fin: la pérdida de la sombra es la pérdida del

Verbo que se ha hecho uno de nosotros. alma y la luz en la que uno se encuentra después sólo puede ser

una luz falsa -un sol de Satán- como esos neones circulares

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La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

de los supermercados cuyo falso mediodía borra la silueta negra la sombra y el amor al otro sólo está asegurado en el amor a ese

a nuestros pies. Otro que es el único que me permite no sólo no reducir al otro

a una ambición mía, sino también dirigirlo a él mismo y dirigir

No se puede dudar de la resonancia de ese mandamiento: su camino hacia el gozo supremo.

Ama a tu prójimo a lo largo de la historia, que hizo posible el

ateísmo moderno. Y volvemos a encontrar al príncipe de este La segunda, que se trata aquí del amor al prójimo. Ahora

mundo como portaestandarte en los dos bandos e incubador de bien, ¿qué persona responde a ese nombre? La que puedo ver y

su doble primogenitura: entre los que pretenden amar a Dios nombrar con su nombre propio, la que se encuentra ahí justo

sin amar a su hermano, y entre los que pretenden amar a su al lado de mi camino, justo oponiéndose a él, y con la que,

hermano sin amar a Dios. De un lado, la teocracia inhumana; quizás, no tengo afinidades especiales; en resumen, aquel con

del otro, el humanismo ateo. quien me cruzo y que se convierte en mi cruz. La parábola con

la que Jesús responde a la pregunta: "¿Quién es mi prójimo?"

Contra esa cobarde división hay que insistir en dos cosas. La nos habla de un sacerdote y de un levita que van hacia Jerusa­

primera, que amar al otro consiste en querer su bien. No se lén, ven tirado en el suelo a un viajero herido y pasan de largo

trata sólo de buenos sentimientos, sino de la objetividad de la (Le 1 0 , 3 1 - 3 2 ) . ¿Qué van a hacer a Jerusalén esos dos dichosos

bienaventuranza. ¿En qué consiste ese bien capaz de colmarlo creyentes? Predicar el amor a los hermanos, por supuesto. Y la

verdaderamente? ¿Cuál es para él la dicha propiamente suya y preocupación por esa predicación los absorbe tanto que apenas

que no es sólo mi proyecto sobre él? ¿Cuál es, además, la alegría tienen tiempo que perder con el pobre que roza sus albas. Son

capaz de resistir a la injusticia y a la muerte? ¿Y cómo se la daré verdaderos filántropos. En nombre de Dios aman al Hombre.

yo, que soy mortal y estoy corroído por el pecado? Entonces se Pero ese amor al Hombre, que da pie a las más líricas decla­

descubre en nosotros nuestra radical impotencia para procurar­ maciones, permite también descuidar el amor al prójimo. El

le por nuestras solas fuerzas el bien personal e incorruptible que apóstol Judas es el héroe de ambos: cuando, en Betania, María

exige el amor; entonces se revela, a pesar de nuestros buenos Magdalena coge una libra de nardos para ungir los pies de Jesús

sentimientos, nuestra incapacidad de amarlo eficazmente por (el pobre por excelencia, pues el mismo Dios lo ha arrojado al

nosotros mismos. Porque yo quiero que mi hija estudie en la abismo más profundo de nuestra miseria), Judas clama por el

Escuela Politécnica y, si ésa no es su vocación, quizás acabe sien­ despilfarro, dice que con los trescientos denarios que cuesta ese

do una puta (lo cual no quiere decir, sino todo lo contrario, que perfume se habría podido ayudar a los pobres y rentabilizar­

no haya aprobado segundo de Primaria) y, después, de todas lo en gloria humanitaria. El starets Zosima,P en Los hermanos

formas, acabará pronto comida por los gusanos: contra eso no

podré hacer nada. ¿Cómo, entonces, no gritar al Cielo? ¿Cómo,

a no ser que mi amor sea chato y frío, no reclamar un Salvador?


P [Los starets de la tradición ortodoxa rusa nacieron en Optina Puscyn, un lugar (cercano a

Pero, aun considerando solamente el aspecto gozoso de nuestra Kozelsk, en Moscú) de enorme importancia para la vida espiritual de Rusia y el mejor ejemplo

del renacimiento espiritual ruso de finales del siglo XVIII. El monasterio de Oprina, uno de
condición, ¿cómo no reconocer que toda verdadera alegría vie­
los primeros y más antiguos monasterios de eremitas rusos, fue un milagroso oasis espiritual
ne de algo más lejano que nuestro poder y que siempre aparece
en donde se repitieron los dones de la gracia de Dios de los primeros siglos del monacato, que

como una gracia? Así, el rostro visible remite al rostro oculto en recibieron su expresión más completa en un servicio especial, el starchestuo. En efecto, los starets

232 233
La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

Karamazou, cuenta la conversación de un amigo suyo médico: parece necesaria una gracia divina. Hay que .creer en una provi­

"Amo, me decía, a la humanidad, pero, para gran sorpresa mía, dencia muy positiva para pensar que a ese tío que se atraviesa en

cuanto más amo a la humanidad en general, menos amo a la mi camino, es precisamente Dios quien lo envía.

gente en particular, como individuos. Más de una vez he soña­

do con pasión servir a la humanidad y quizás hubiera subido al El sentido de esta procedencia divina de la marujona y el fu­

calvario verdaderamente por mis semejantes, si hubiera hecho lano remite a lo que, a pesar de ser designado por la tradición

falta, aunque no puedo vivir con una persona dos días seguidos con un nombre lamentable, encubre la apertura más concreta

en la misma habitación, lo sé por experiencia. En cuanto siento posible a la providencia: el deber de estado. La Vida, por me­

a alguien cerca de mí, su personalidad oprime mi amor propio dio de mi cuerpo, me coloca en un lugar y en una función con

y estorba mi libertad. En veinticuatro horas puedo pillarle tirria unos próximos que me son dados y unas tareas que conforman

a la mejor persona: al uno porque se queda demasiado tiempo mi vocación propia; no debo desertar de esa avanzadilla; ahí es

sentado a la mesa, al otro porque está resfriado y no hace más donde tengo que amar, porque sólo ahí puedo amar realmente.

que estornudar"." E lvan el rebelde le dice más adelante a su San Francisco de Sales insiste en esca situación local y particu­

hermano Aliosha: "Tengo que confesarte algo: nunca he podido lar del mandamiento divino como "la palabra más grande y la

comprender cómo se puede amar al prójimo. Creo, precisamen­ menos escuchada de la conducta espiritual": "Y quienquiera no

te, que al prójimo es al que no se puede amar; por lo menos, la cumpla, aun cuando hiciera resucitar a los muertos, no deja
13
sólo se le puede amar a distancia". de estar en pecado, y de condenarse, si muere así. Por ejemplo,

como está mandado que los obispos visiten a sus ovejas, les en­

¿Quién no se reconoce en estas confesiones? Con el amor al señen, las guíen, las consuelen, si yo permanezco toda la semana

prójimo, ¡se acabaron los ideales! ¡Fuera los bonitos discursos! en oración, si ayuno toda mi vida, si sólo hago eso, me pierdo.

¡Muerte a la ensoñación romántica! Hay que soportar al comi­ Si una persona hace un milagro estando casado y no cumple los

lón y al que estornuda. ¿Dónde encontrar la fuerza? El amor sin deberes del matrimonio con su cónyuge o no se preocupa de sus
14
ilusión al que siempre está cerca es para nosotros lo más difícil. h ij os, es peor que si fuera infiel, dice San P ablo " . De hecho,

A nuestra vanidad le repugna. Nuestra fatuidad se siente agre­ está endemoniada espiritualmente. ¿N o consiste la culpa del

dida. En el amor, tenemos fuerza bastante para franquear con demonio, como decía Santo Tomás, en "rezar sin observar el

el pensamiento miles de kilómetros, pero para dar un solo paso orden requerido por Dios "? De igual forma, si yo me consumo

en oración cuando debiera socorrer a mi pró j imo , si resucito a

un muerto cuando debiera acostarme con mi mujer (es el ejem­

de Optina se distinguían por el mayor de todos los dones: el don de sensatez y también el de plo que pone San Francisco de S ales ), me hundo en la fe de los
perspicacia, el don de curación y el de obrar milagros. Se trata de un servicio profético que
demonios.
realizaban los starets, como hadan los profetas en los tiempos apostólicos, consolando a los ne­

cesitados y anunciando las cosas futuras, según la voluntad de Dios. Más tarde la palabra starets

ha adquirido en ruso varias acepciones: "anciano pobre y ciego"; "anciano" (con el matiz del

respeto y la estima); "monje anciano", "ermitaño" (en general), "monje" o persona, carente de

estado monástico alguno, que se considera "preceptor espiritual de los creyentes". N. del T.]
12 14
Dostoyevski, Le, fteres Karamazou; Il, IV, pp. 1 O 1 - 1 0 2 . Citado por el canónigo Vidal, Aux sources de la joie avec saint Francois de Sales, Monastere de
13
Ibidem, V, IV, p. 332. la Visitation, Annecy, 2006, p. 29.

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Elfruto de las entrañas
La fe de los demonios

rechazar esa mutua involución de la carne y del Espíritu Santo,


También en este caso, lo que constituye el obstáculo es cierto
del prójimo y de Dios, en el verdadero amor.
tipo de espiritualismo. Para no caer en él con Satán, la caridad

quiere que la fe en la Encarnación llegue a ser una fe encarnada

y que el amor a Dios se concrete en el amor a tal cuerpo vulne­


Elogio de una puta {vuelta a la Epístola de Santiago)
rable. Como con tanta justeza escribe Denis Vasse: "Solamente

la referencia al cuerpo hace que un hombre sea prójimo para


15 Todo lo precedente se encuentra en la Epístola de Santiago: si
otro hombre" . Y esa referencia es la que le duele al diablo,
yo fuera exegeta habría podido limitarme en mi discurso a su solo
porque ese señor espiritual es favorable a la fe, siempre que sea
comentario. Alrededor de su afirmación central de que los demo­
desencarnada, y se convierte de buena gana en promotor de la
nios son también creyentes, y vinculando la fe a las obras, no deja
caridad, en tanto que sea sólo discursiva o se mantenga a dis­
de ordenar su realización en el cuerpo. Comparando esta epístola
tancia.
con la de Pablo a los Romanos, el gran reformador decía: "Estos

dos textos son diametralmente opuestos: la fe es la que justifica y la


No olvidemos que también él es invisible. A menudo, no sé

por qué, cuando se habla de lo invisible, sólo se piensa en co­ fe sola no justifica. Si alguien puede hacer concordar esos dos pa­

sajes, le pondré mi birrete en la cabeza y aceptaré que me trate de


sas buenas y elevadas. Pero dicha palabra conviene también al
16
necio" . Se sobreentiende, sin duda, que la necedad convendría
pandemónium. Y lo que constituye el fondo de la rabia de ese

pandemónium es que, por la Encarnación, el Eterno se haya más a quien se pusiera a demostrar semejante concordancia. Pero

hecho visible en un niño, y que lo visible, a partir de ahora, sea yo quisiera que aceptáramos hasta el final su desafío y que, a partir

de ahora, pudiéramos tratar a Lutero de necio -por respeto.


el único camino hacia el Dios invisible, que el cuerpo, de ahora

en adelante, esté en contacto directo con el Verbo infinito. Por

eso promueve lo mismo la idolatría que la iconoclasia, la ado­ Hay que reconocer que nuestro rabí Jacob lleva un poco lejos

la inversión de los puntos de vista: Porque así como el cuerpo sin


ración a una imagen por ella misma o la adoración del odio a
espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta (St 2,
toda imagen; por eso induce al humanitarismo lo mismo que a
26). Paralelismo increíble que invierte las relaciones: ¿No era
las persecuciones, a un hombre engatusado como un cerdo que
más lógico ver la fe como lo que da la vida a las obras? ¿No está
se ceba o a un hombre degollado como ganado que se sacrifica.
la fe del lado del espíritu y las obras del lado del cuerpo? Ahora
Separador, le gusta mucho que se ame a Dios sin el prójimo,
bien, en este texto, lo que está del lado del cuerpo aparece como
o que se ame al prójimo sin Dios. Sembrador de confusión,
más espiritual que lo que está del lado del espíritu. Se compren­
admite esa mística humanista donde la caridad fraterna reduce
de la perplejidad de Lutero. Estaríamos también tentados de ex­
a la nada a la liturgia, lo mismo que esa mística de palabrería
pulsar del canon la Epístola de Santiago como una excrecencia
donde la liturgia reduce a la nada a la caridad fraterna. Para él,
monstruosa. Pero eso sería vincular a cada palabra un sentido
lo esencial es arrancar el rayo de sol del lugar de donde brota,
tan unívoco que se impediría ese juego de significantes que li-

16
15 Martín Luther, Propos de table, XLVI, Aubier, París, 1992, p. 348.
Den is Vasse, Le temps du désir, Seuil, col. "Points-Essais", París, 1997, p. 4 1 .

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La fe de los demonios Elfruto de las entrañas

bera el pensamiento. Porque la fe, para Santiago, ya lo hemos tiene, además de enseñarla, que sangrarla. Si su palabra no es
dicho, no es la fe teologal, la fides operans per caritatern, de San más que una finta para no entrar en la poesía concreta de la fe,
Pablo. Es una fe sin confianza en Dios, puramente teórica. Por si no es más que una arenga moralizadora, que echa sobre las es­
fuera, profesa los mismos artículos, sabe también adorar, como paldas de los demás fardos que él mismo no roza ni con el dedo
el endemoniado de Gerasa; por dentro, es de otra naturaleza. meñique, su pretendida evangelización de los demás coincide
¿Cómo distinguirlas en sustancia? El árbol se reconoce por sus con una infestación demoníaca de su propio corazón.
frutos: aunque sean exteriores, sólo ellos atestiguan el vigor de la

savia. Las obras son signos del espíritu que anima una fe viva. Por otro lado, la preocupación por las riquezas es signo de mi­

seria teologal: Habéis acumulado riquezas en estos días que son los
La Epístola de Santiago comienza también hablando de la prue­ últimos. Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que
ba de lafe(St 1 , 3). No nos equivoquemos acerca de ese genitivo: segaron vuestros campos es t á gritando; y los gritos de los segadores
es subjetivo, no objetivo. Se refiere menos a la fe que es probada han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre
que a la fe que prueba." La prueba fundamental no es exterior: no la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis
la gestionan las persecuciones del mundo o los picotazos del ateís­ hartado vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis
mo tanto como la concupiscencia del mismo creyente. Cada uno y matasteis al justo; él no os resiste (St 5, 3-6). La fe muerta está

es probado por su propia concupiscencia que lo arrastra y lo seduce (St muerta por la voluntad de poder. A ella se opone no una volun­
1 , 1 4 ) . ¿Cómo desprenderse de esta inclinación? Poned por obra tad de poder contraria que la apuntalaría en su mismo princi­
la Palabra y no os contentéis s á lo con oírla, engañdndoos a vosotros pio, sino la vulnerabilidad del justo (él no os resiste). Porque, si
mismos (St 1 , 22). Yo prefiero traducir: Sed poetas de la palabra y la fe está viva, es una riqueza ampliamente suficiente y uno ya
no os contentéis. . . vertiendo el griego original poietai por "poetas", no tiene la preocupación de amasar otras, sino más bien la de
porque, mejor que "realizadores" u "obradores", ese término su­ distribuir las propias a los pobres, y hasta la propia sangre.
giere la inventiva de la fe viva. Dicha poesía se opone a dos cosas

sobre las que Santiago insiste por dos veces con un quiasmo, de Y nos encontramos ahora ante lo más maravilloso de esta
una y otra parte de la mención principal de la fe de los demonios: epístola, maravilla que pondrá los pelos de punta tanto a los
la exageración del discurso y el olvido de los pobres. moralizantes como a los inmoralistas, en fin, a codos los separa­

dores de la carne y de la verdad: entre los de Abraham y de Job,


Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino aparece engastado como un rubí de la fe en el corazón de este
que engaña a su propio corazán, su religián es vana (St 1 , 26). texto el nombre de Rajab, la puta de Jericó (St 2, 2 5 ) : Del mis­
Habla, sin duda, de aquel que sólo es auditor de la Palabra. mo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedá justificada por las obras
También del que la enseña. Pero, precisamente, para ser creíble, dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro

camino? Estamos, en el sentido literal del término, ante pura

pornografía: "prostituta", en el griego de Santiago, se dice con

la palabra parné. En cuanto a los dos espías despachados por Jo­


s [La versión española de la Biblia de Jerusalén traduce ese genitivo optando por el sentido

objetivo, precisamente al revés de como le gustaría al autor, pues dice exactamente: La calidad sué/Jesús son curiosamente designados con el término aggélous,
probada de vuestra fo produce la paciencia en el 1ufomiento. N del TJ
que significa "enviados", pero al que se da también el sentido de

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La fe de los demonios El fruto de las entrañas

"ángeles". Anunciación a la Puta, pues, que prefigura la Anun­ de los dos enviados, y llega a ser madre de Booz, tatarabuelo de

ciación a la Inmaculada. Lo confirma ese cordón escarlata en su David y célebre soñador (Mt 1 , 5 ) . Dante no lo olvidará. En su

ventana con el que hace huir a los dos mensajeros, símbolo de Paraíso la coloca a la vez en el firmamento del Cielo de Venus y
18
la sangre derramada que redime a los pecadores. En esos dos en la Rosa blanca que se despliega alrededor de María. Folquet

detalles, San Hilario de Poitiers reconoce en Rajab una figura de Marsella, el trovador que llegó a ser obispo, hace esta sor­

de la Iglesia: "La prostituta recibe a dos exploradores enviados prendente declaración: "Fue elevada por encima de cualquier

por Josué para reconocer el país: la Iglesia que congrega a los otra alma en el triunfo de Cristo". Con Rajab se cumpliría la

pecadores recibe la Ley y la Profecía enviadas para reconocer la palabra de Jesús a los fariseos: Las rameras llegan antes que voso­

fe en los hombres, y por ellas confiesa que Dios es Dios arriba en tros al Reino de Dios (Mt 2 1 , 3 1 ) . Con Rajab, en cualquier caso,

el cielo y abajo en la tierra. Porque tras la generación espiritual se manifiesta esa ley de libertad, esa magnificencia de la gracia

del Señor, su nacimiento corporal está atestiguado con estas pa­ que escandaliza al demonio y salva al pecador: Porque tendrá un

labras: Después apareció ella [la sabiduría] en la tierra, y entre juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la mise­

los hombres convivió (Ba 3, 3 8 ) . De esos mismos exploradores· ricordia se siente superior [se ríe del] al juicio (St 2, 1 3 ) . Ésta es

recibe la Iglesia el signo de la salvación en el escarlata, color evi­ una burla insoportable para el Acusador: presupone que nadie

dentemente simbólico, en el plano de los honores, de la realeza, se salva a sí mismo, y que la verdadera felicidad es un don .

y en el plano físico, de la sangre. Dos realidades que se aplican

a la Pasión, ya que el Señor fue revestido de un manto de ese Todo eso será real, en efecto, sólo si reconozco primero que

color Qn 1 9 , 3) y la sangre manó de su costado Qn 1 9 , 3 1 ) " . 1 7 todo don perfecto no viene de mí, sino que viene de lo alto, des­

ciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra

Este comentario sobre Rajab entrelaza la fe y el cuerpo cen­ de rotación (St 1 , 1 7 ) . De ese reconocimiento proceden las tres

trando el episodio en el misterio de la Encarnación. Se nos pone conclusiones que hemos sacado con Santiago: l ') la primacía de

de manifiesto que esa insistencia en las obras no es una predi­ la escucha sobre el discurso; 2') la primacía de la caridad frater­

lección por la fanfarronería: Rajab esconde a los enviados. No es na sobre el enriquecimiento mundano; 3') la primacía de las en­

tampoco una declaración moralizante, una especie de aburgue­ trañas de misericordia sobre la cuchilla del juicio (la posibilidad

samiento de la fe que valora a la dama benefactora que reparte de que la ramera se convierta en santa). Se desprende así por

limosnas evidentes: Rajab es una puta. Simplemente manifiesta, tres veces la evidencia de que la fe viva no es posesión nuestra,

en contra del espiritualismo demoníaco, que la fe verdadera se sino que más bien nos desposee, nos hace entrar en el impulso

irradia en la carne y que esa carne, aun estando sumergida en de una donación que nos traspasa, cuya iniciativa no tenemos

el "porno", a menudo puede volver a florecer e ingresar en el nosotros y cuyo fin no somos nosotros. En el orden teologal,

linaje de las matriarcas que forman la genealogía de Cristo. En no tenemos la fe, la fe nos tiene a nosotros. Porque, desde el

efecto, Rajab se casa con Salmón ("la paz"), probablemente uno momento en que yo pretenda tenerla, debo preguntarme si no

es más bien el demonio el que me tiene a mí.

17
Saint Hilaire de Poitiers, Traité des mystéres, Il, 9, en Tbemes etfigures bibliques, DDB. Paris,
18
1984, pp. 59-60. Dante Alighieri, Paraíso, IX, 1 1 4 - 1 2 0 y XXXII, 1 5 .

240 241
Segunda Lección
1
Aunque es de noche

Un demonio se apareció a un anciano y le dijo: "Soy Cris­

to". Ame tal visión, el monje cerró los ojos. El demonio

le dijo: "Soy Cristo, ¿por qué cierras los ojos?" El anciano

replicó: "No quiero ver a Cristo aquí abajo, sino en la otra

vida". Ante estas palabras, el diablo desapareció.

Apotegma de los Padres del desierto

Si así fue tomado el que creía . . .

Nunca acabará nuestra exégesis de la Tentación en el desier­

to. Se encuentra en ella ese versículo exorbitante que podría

servir para una meditación de siglos: Entonces el diablo lo lleva

consigo a la Ciudad Santa y lo pone sobre el alero del Templo (Mt

4, 5 ) . ¿Colocar a Jesús en el pináculo del lugar sagrado no es lo

que debe hacer el piadoso constructor de catedrales? Además,

¿no es ésta una primera ascensión de Cristo, una especie de

parodia de la Ascensión futura? Pero, entre esas pocas palabras,

hay un verbo mucho más inquietante: paralambanein, tomar

consigo. Ese verbo ya lo había empleado Mateo. Y lo había

1
"Aunque es de noche" [en español en el original] es el estribillo de un poema de San Juan de

la Cruz.

243
La fe de los demonios Aunque es de noche

puesto en boca de un arcángel. Cuando José piensa en repudiar Pero esto q uiere decir también, recíprocamente, q ue en la cla­

en secreto a aquella de la que se siente indigno, el ángel Gabriel ridad mu ndana, la de u na ascensión demasiado visible al vértice

se le aparece en sueños: José, hijo de David, no temas tomar con­ del templo, puede al ojarse el príncipe de las tinieb l as. En Bajo el

tigo a María tu mujer (Mt 1 , 20). Nuestro verbo deja entender sol de Satán, las últimas palabras del diablo disfrazado de tratante

aquí una connotación nupcial. El pasaje de la Tentación que lo de ganado adoptan esa sinceridad total que onstituye el fondo
c

emplea tres capítulos más adelante se hace, por ello, pavoroso. de s u engaño: "Te he tenido junto a m i pecho; te he m ecido en

¿Puede el diablo tomar consigo a Jesús como José toma consigo m is brazos. ¡Cuántas veces aún m e harás m imos creyendo estre­

char al otro junto a tu c orazón! P orque se es


é u signo. Ése es en
t
a María?
3
t i el sello de m i odio". El sello de su odio es m ecernos en amor

El gran escritor dominico Louis Chardon confiesa su "ho­ propio. P ero, por mu y fuerte que nos estreche, Cristo, que se ha

rror" a este respecto: su "divino Maestro" se deja "abordar dejado estrechar por todas las fuerzas diabólicas hasta agotarlas,

por Satán en el desierto, que acerca sus ma nos sacrílegas hasta est á siempre ahí, y espera uestro abandono.
n orque Bernanos
P

abraz ar a su m ajestad sagrada, hasta apretarla en su seno y es­ no teme hacer decir al santo de Lumbres que la c aída es defini­

tre charla en sus brazos, con el p ro pós ito de llevarla al p in á culo tiva, que ya estamos vencidos por Satán. ero esa derrota no es
P

d el templo y a la cumbre d e la m ontaña. ¡J esús entre las m anos nuestra perdición: es el comienzo d e nuestra salvación. Tema­

de S atán! ¿Qu é i n lo ib a a creer? ¡Estrechado contra su p echo! mos, pues,· no sea que. . . alguno de vosotros parezca llegar rezagado

·Quién no s e espanta de tal cosa? e tenerlo entre esas brasas,


D
(Heb 4, 1 ) . ¿C ó m o ? ¿Ya hemos caído? ¡Magnífico! Sólo cuando
� . d
·quién no qu eda pa ralizado de terror? No pue e uno persua- ha pasado m ucho tiempo después de er demasiado
s arde para
t

di rse i
fác lm ente de que pueda hacer con él lo qu e q uiera. Q ue nuestras fuerzas, empezamos con la gracia de Di os. N o hay nin­

J esús o
l sufr a, qu e o
l p ermita, que consienta en ello y q ue, p ara guna otra escapatoria para nosotros, vencidos desde el origen,

ello pr ecisamente, ac omode su voluntad a la de ese monstruo m ás que dejarnos vencer además por el Altísimo: "¿Có m o ronda

inf ernal serían cosas inc reíbles si a


l im posibilidad p udiera en­ e l d iablo? Ronda como león rugiente, buscando a quién devorar ( 1
2
con trar u n sitio donde aloj arse entre los objetos de a
l e .
f " S e P 5 , 8). ¡Quién no caería en las garras de ese león, si otro l eón,

a sombra el fi el de esa p ermisividad de D ios qu e deja q ue el el León de la tribu de J udá, no lo hubiera vencido! Vemos, pues,
4
diablo ll egue a dar ese abrazo. P uede q uedar espantado. P ero l a al León contra el león, al Cordero contra el lobo".

t ravesía de ese espanto es el camino hacia una paz insondable.

Po rque el abrazo n
e c uestión nos hace ver que no hay horror, En su Ciencia experimental de cosas de la otra vida, el padre

ni siquiera el a coplamiento s atánico, al qu e no haya descendi­ Jean-Joseph Surin afirma q ue, tras el advenimiento de Cristo,

d o el Salvador, d e su erte q ue, en nuestra noche más negra sigue los de m onios se esfuerzan m ás en unirse a los hombres, en im­

primir en su m emoria e imaginación similitudes c on sus pen-


escondiéndose su uz inviolada.
l

3
Georges Bernanos, Sous le soleil de Satan, en Üeuures romanesques, Gallimard, col. "Bibliorhe­

que de la Pléiadc", Paris, 1962, p. 1 8 4 .


4
Dom Anschaire Vonier, La »ictoire du Christ, capítulo 8, L'oeuvre, Paris, 2009.
2 Louis Chardon, La croix de jésus [1647]. Cerf, Paris, 1937, p. 80.

244 24 5
La fe de los demonios Aunque es de noche

samientos, a fin de imitar la Encarnación. No se trata de que por cierto, el diablo siempre echa una mano). El nazismo qui­

el demonio quiera hacerse carne, sino más bien de que intenta, so producir, a través del Reich milenario, una Europa por fin

fundiéndose en su presa, desencarnada, adormecerla en un sue­ unida y saneada. El comunismo quiso sacarnos para siempre

ño angélico o animal. No tiene poder sobre nuestra conciencia, de la lucha de clases. Adalberto, un católico asesino de Ruanda

pero puede manipular nuestra imaginación y presionar sobre explica así lo que motivó el genocidio: "Deshacerse de un peli­

nuestros afectos: invitándonos al orgullo, perturba nuestra con­ gro para siempre", y Pío, otro artista del machete, lo corrobora
6
ciencia hasta el punto de que llegamos a creerla tanto mejor evocando "el deseo de ganar la partida definitivamente". Se

cuanto peores nos hayamos vuelto, o tanto peor cuanto más trata de nuevo de la parábola del grano de trigo y la cizaña. El

comience a rayar en ella la luz. "[Me harás mimos creyendo Enemigo es quien sembró su cizaña en mitad del grano bueno

estrechar al otro junto a tu corazón!" La única manera de salir mientras dormían los sirvientes; pero también es quien sugiere .

de ahí es evitar la vana introspección y remitirse a su inescruta­ a los sirvientes el afán bienintencionado de eliminar toda mala

ble misericordia. San Pablo nos da esta palabra: Cierto que mi hierba para eliminar así el trigo verde. De igual forma han aca­

conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi bado en destrucción todos nuestros grandes proyectos de re­

juez es el Señor ( l Ca 4, 4). Y San Juan nos da esta otra palabra conciliación. Todavía hoy, con la mayor de las compasiones

simétrica: Y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso posibles, el noble designio de fabricar un hombre nuevo paci­

de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que ficado y perfeccionado por la técnica acabará por dar al traste

nuestra conciencia (1 Jn 3, 19-20). En uno y otro caso, se trata con el obsoleto sapiens sapiens. Y, si se aspira al error contrario,

de no erigirse en juez supremo, ni siquiera en juez compasivo, y la fanática ambición de someter el mundo a Dios por el terror

de no fiarse de las propias luces, aun cuando fueran brillantes. acabará entregando el mundo al Diablo.

El hombre no debe tener la última palabra. Por supuesto, los

La gracia de la reconciliación agnósticos podrían decir eso mismo: tanto el religioso como el

ideólogo pretenden tener la última palabra, nosotros decimos

Detengámonos un instante en este hecho: el demonio se las que Dios es incognoscible y, de esa manera, somos bastante

da de víctima. Por esa razón es llamado el Acusador. Pero sabe humildes. Así se evita el totalitarismo, sin duda, pero no se evita

también perdonar en la medida en que el perdón le sirva de la mutilación: una vida boca abajo llenándose el gaznate en el

instrumento de poder y le permita no ver su propia injusticia. comedero. Porque la penúltima palabra se convierte ipso facto
5
Llega a ser incluso "un fanático de la conciliación". en la última palabra, si no hay última palabra eficaz. El religioso

ferviente, lejos de ser fanático, sabe que la última palabra es de

¿Qué fueron si no los grandes totalitarismos del siglo XX? Dios y que él mismo no debería tenerla ni para condenar ni

Grandes tentativas de una reconciliación definitiva por las solas para absolver. Si condena por sí mismo corre el riesgo de equi­

fuerzas del hombre (y cuando se trata de nuestras solas fuerzas, vocarse y cae en la superficialidad. Si absuelve por sí mismo,

5 6
Bernanos, Sous le soleil de Satan, p. 290. Jean Harzfeld, Une saison de macbettes, Seuil, col. "Points", Paris, 2003, p. 254.

246 247
La fe de los demonios Aunque es de noche

corre el riesgo de ser laxo y se desliza con facilidad hacia una mirar a su agradecido compañero desde arriba, como si él fuera

forma sorda de chantaje: "Te he perdonado, yo, el inocente, la el príncipe de la misericordia (querer ser el principio del bien,

víctima, ¡tienes conmigo una deuda aún mayor!" Esa manera de lo hemos visto, es el mal original). El despiadado apiadado se lo

dárselas de víctima absoluta, reivindicando la justicia o jactán­ habría hecho notar bien: "Mira lo que me debes, puesto que no

dose del propio perdón, está en el origen de todas esas revanchas te he enviado a prisión. ¡Anda! Voy a olvidar los cien denarios

y extorsiones que se perpetran con tanta más crueldad cuanto también, sí, los voy a olvidar y te recordaré a menudo que los he

más justificadas se creen ante la conciencia. En esa justicia pre­ olvidado . . . " De esa manera insiste en otra deuda, más espiritual,

suntuosa, en ese perdón arrogante, se encuentra el demonio. y lo encadena en otra prisión, psicológica, moral, más aislante

Porque la verdadera reconciliación exige, por el contrario, de­ que la prisión de piedra.

jarse reconciliar primero con el Padre de las misericordias, el

único que puede transformar en hermanos a los fratricidas que Esta desigualdad entre la víctima pura y el verdugo puro no

somos nosotros, fratricidas desde el origen, fratricidas incluso permite una verdadera reconciliación, ni siquiera preconizando

cuando pretendemos otorgar un perdón cuya fuente pura se­ una amnistía general. No deja entrar en la fraternidad. Para

ríamos nosotros mismos. Por eso se presenta San Pablo ante perdonar de verdad y en profundidad, sin usurpar una posición

los corintios no como maestro, sino como débil embajador de divina, hace falta que yo reconozca que también soy pecador, y

una reconciliación cuyo primer beneficiario es él: En nombre de un pecador bastante peor que aquel al que yo perdono, sea por­

Cristo os suplicamos: ¡dejaos reconciliar con Dios! (2 Co 5, 20). Lo que yo haya pecado tras recibir el perdón de Dios, sea porque,

cual quiere decir también: "Sin Dios no os dejéis reconciliar, por una gracia especial, haya sido preservado. Pero sé que sin

sería una diabólica ilusión". esa gracia de lo alto no habría podido dejar de ser un verdugo

más infame que todos los demás verdugos.

Para intentar acercarse a esa verdad, habría que releer la pa­

rábola del deudor despiadado (Mt 1 8 , 23-35). Es esa historia Entonces se realiza la verdadera reconciliación. Tampoco por

de un siervo insolvente que debe cien mil talentos, que es tanto las solas fuerzas del hombre, sino en primer lugar por su debili­

como decir una suma infinita. Se arroja a los pies de su amo su­ dad. Por su propia miseria confesa, que acoge al otro miserable

plicándole y el amo, apiadado de él, le perdona toda su deuda. en la Luz de una Misericordia infinita. Esa miseria no olvida la

Pero resulta que, al salir tan aligerado por tal gracia, el sirviente palabra de Pablo: Cuando estoy débil entonces es cuando soy foerte

se deja ir con todo su peso sobre un compañero que le debe cien (2 Co 1 2 , 1 0 ) . Cree asimismo que la palabra de Zacarías se rea­

denarios, que es tanto como decir, en comparación, casi nada. liza: ¡Mirardn al que atravesaron! ¡Y adelante! ¡Todos deicidas!

El texto dice que lo coge del cuello y, desoyendo su súplica, lo ¡Yo el primero, el más cobarde, el más frío bajo la fiebre de un

hace arrojar en prisión. ¿Qué ha pasado? El siervo que ahora se amor falso . . . ! Y entonces puede tener lugar la reconciliación.

ve libre de deudas se las da de víctima pura e inocente. Reclama

justicia para sí. Sin clemencia alguna hace aplicar la ley, cuan­ Quien tiene la fe teologal, esa fe que se dice tan consoladora,

do habría debido ejercer el perdón. Y, sin embargo, ¿no habría debe aprender primero que es un asesino. Cree, duro como el

dado lo mismo que hubiera perdonado con tal que hubiera con­ hierro, que ha entregado a la muerte al Hijo y descubre que ese

donado su deuda en tanto que víctima pura? Habría podido Hijo se ha encontrado con él en el fondo de su miseria para ha-

248 249
La fe de los demonios Aunque es de noche

cerle misericordia. Así, y sólo así, como hijo pródigo, pero cuyo fórmula nos arroja a un abismo. Queda la negativa, a nuestro

retorno es festejado por su Padre, como consecuencia, puede alcance: No habrá para ti otros elohim. Teología a martillazos.

hacer misericordia. Francisco de Asís, viendo a un condenado a El amanecer de Dios comienza con el crepúsculo de los ídolos.

muerte, reconoce ante él que, sin la Misericordia divina, habría La fe reclama que no tengamos otros dioses; que, por ese lado,

sido un criminal peor, y el condenado puede arrepentirse. Ca­ seamos perfectos ateos.

talina de Siena bebe la sangre de un decapitado como si fuera

para ella la del Redentor. ¿Cómo no iba a ocurrir lo mismo con Los paganos no se equivocaban. ¿Cómo calificar a unos tipos

María, la Virgen Inmaculada? Ella sabe en su corazón que, sin que no inmolaban al Emperador, que olvidaban a Venus y a

esa gracia por prevención, que procede de la Cruz de su Hijo, Mitra y que faltaban a ese integrismo que pretendía que uno se

ella tampoco habría sido la Hija de Sión, sino más bien la Gran tenía que acostar con prostitutas sagradas? A sus ojos, los pri­

Prostituta de Babilonia. Y porque lo sabe, la sierva humilde, en meros cristianos hacían profesión de ateísmo. Eran culpables de

su pureza extrema puede ser el "Refugio de los Pecadores". Si se un crimen público. Por darles muerte a los dioses, había que

hubiera creído inmaculada por ella misma, si se hubiera fiado castigarlos con la pena capital. Justino se ve obligado a defen­

de sus propias luces para tener la iniciativa de la misericordia, derse: "Se nos llama ateos. Sí, ciertamente somos ateos de esos

en fin, si se hubiera pavoneado de su plenitud de gracia como supuestos dioses, pero creemos en el Dios verdadero, padre de la

de algo debido a ella, habría sido hija de Satán. Pero es la Madre justicia, de la sabiduría y de las demás virtudes, en quien no hay
7
de Dios y lo es por haber sido entregada a Dios como una niña mezcla de mal alguno ". Tertuliano, a su vez, entona su alegato:

pequeña que no es nada sin su Padre. "Hemos dejado de honrar a vuestros dioses desde el momento en

que hemos reconocido que no son tales. Lo que tenéis, pues, que

exigirnos es que probemos que no son dioses y, de ahí, que no


8
Del primer mandamiento, o el ateísmo judeocristiano hay que rendirles c ul to " . Ésa es la consecuencia del primer man­

damiento en su formulación negativa: probar que los dioses no

No tener la última palabra, dejarse desgarrar por una tras­ son dioses. Así, la fe implica la razón, y la razón crítica. El diálogo

cendencia, ser arrancado de las luces estrechas de uno mismo con el Dios vivo exige que no nos equivoquemos de interlocutor

para entrar en una claridad cegadora, ése es el sentido del pri­ y, por lo tanto, que seamos ateos para todos los dioses muertos.

mer mandamiento. Algunos catecismos lo enuncian de forma

positiva para hacer mejor las rimas en "-ás": "A un solo Dios El ateísmo moderno es, en ese sentido, una herejía cristiana.

adorarás" ("El día del Señor descansarás", "A tu padre y a tu Procede de este ateísmo judío y cristiano. Pretende prolongar

madre honrarás", etc.) Pero, en la Torah, al menos en lo que su destrucción de los ídolos, pero hace un ídolo de su propio

se acostumbra a llamar el Decálogo, la fórmula es negativa: No martillo. El genio de Feuerbach consiste en situar ese ateísmo

habrá para ti otros dioses delante de mí (Ex 20, 3). Ese "mí", que con gran exactitud no contra las religiones, sino en el seno de su

hace del Decálogo no una declaración de derechos humanos,

sino un diálogo amoroso, la relación de un Yo y de un Tú,

ese "mí" en el versículo precedente hace referencia al Tetragra­ 7


Saint J ustin, Grand« apologie, en Justin martyr, Oeuures completes, Migne, Paris, 1994, p. 25.
8
ma, es decir, al Nombre impronunciable: la parte positiva de la Terrullien, Apologétique, Les belles lemes, París, 1929, p. 25.

250 251
La fe de los demonios Aunque es de noche

progreso histórico: "La religión es el ser de la humanidad en su Ese último concepto es de los más interesantes. Más que

infancia; pero el niño ve su esencia fuera de sí, en el hombre: en cualquier otro, parece desafiar la idolatría y responder al pri­

la infancia, el hombre es objeto para sí mismo bajo el aspecto mer mandamiento con una pureza insuperable. En el nombre

de otro hombre. Por eso, el progreso histórico de las religiones del Otro, del Completamente-Otro, se pretende admitir a un

consiste en que ahora se considera como subjetivo lo que las re­ Dios inaccesible, pero a fin de rechazar todo dogma, toda Igle­

ligiones primitivas tenían por objetivo o, dicho de otra manera, sia, toda religión instituida como fabricaciones humanas ya que

en que se conoce ahora como humano lo que en otro tiempo se mezclan lo Completamente-Otro con lo Idéntico para arrogarse

contemplaba y adoraba bajo las especies de Dios. Para la que le un pretendido acceso a la divinidad. Pero, ¿qué es ese Comple­
9
sucede, toda religión es idolatría". tamente-Otro abstracto, sin rostro ni palabra ni contacto, sino

una forma vacía y el negativo del yo? Ahora bien, si no se trata

La confesión es de aúpa: el ateísmo pretende inscribirse den­ más que de una forma vacía, puedo rellenarla a voluntad, según

tro del impulso del combate mosaico contra la idolatría como el capricho del momento. Y si no se trata más que del no-yo,

su última etapa y culminación. Mediante el gesto mismo de del no-humano, entonces lo humano y el yo siguen siendo los

su ruptura reconoce su dependencia respecto de la Revelación principios positivos. Una vez más, el ídolo se rompe sólo para

bíblica. Y su deuda especial respecto del cristianismo. Porque, mejor idolatrar el gesto de la ruptura. El demonio nos ayuda a

en ese proceso consistente en "conocer como humano lo que mantener el tipo, nos susurra al oído: "No escuches Israel, Dios

en otro tiempo se contemplaba y adoraba bajo las especies de es Completamente-Otro, está más allá de todas las sinagogas

Dios", la fe cristiana, con su Dios-Hombre y su Hostia-Verbo, y de todas las catedrales hechas por mano de hombre. Estos

parece poner un jalón decisivo. mandamientos que ennegrecen sus rollos y reverberan en sus

bóvedas no los grabes en tu corazón, no se los repitas a tus hijos.

El ateísmo moderno no es sólo un desplazamiento desde el Sólo son voces humanas. La mía es en verdad completamente

Dios trascendente al dios inexistente; es también la deriva de otra, sin timbre, sin rostro, sin Nombre propio, pues nos llama­

una devoción centrada en la humanidad de Cristo hacia una mos Legión . . . "

religión de la Humanidad a secas. La erradicación demasiado

humana de la idolatría está abocada a la fabricación del ídolo La salida de la idolatría supone una salida del orgullo y, por

humanista -como a un retorno al Becerro de oro. De hecho, consiguiente, un rompimiento cuya iniciativa no tenemos no­

cuando uno imagina acabar con la falsa devoción con sus pro­ sotros: un golpe de gracia, el relámpago de una Revelación. Está

pias fuerzas, cae en la devoción a uno mismo, es decir, en el en la apertura al Completamente-Otro, sin duda, pero a ese

culto demoníaco por excelencia, y los ídolos comienzan a pu­ Completamente-Otro real que se acerca con un rostro que no­

lular bajo materiales intangibles: el Progreso, la Revolución, el sotros no hemos elegido, que nos da una palabra más profunda

Mercado, el Planeta, el Otro . . . que nuestro silencio, porque no es la nuestra ni su negativo, y

que viene a tocarnos por sorpresa. Los dogmas y los sacramen­

tos no tienen otro sentido. Juan XXIII decía que un concilio

9
Ludwig Feuerbach, Maniftstes philosophiques, traducción de Louis Alrhusser, 10/18, 1973,
era un encuentro con el Rostro del Resucitado. Los dogmas son

pp. 96-97. también los rasgos misteriosos del Rostro divino; los sacramen-

252 253
La fe de los demonios Aunque es de noche

tos son sus tactos más íntimos; y unos y otros te llevarán adonde como traen estos bienes espirituales tan afuera y tan manuales
tú no quieras Qn 2 1 , 1 8 ) . Un Dios Completamente-Otro que en el sentido, caen en mayores inconvenientes y peligros que a
no se revela nunca es sólo un espíritu vago y sin amor. Sería el los principios dijimos . . . Porque aquí hace el demonio a muchos
espíritu del diablo, un espíritu que, prefiriendo todas las más­ creer visiones vanas y profecías falsas . . . Aquí los suele llenar el
caras inventadas por él mismo al rostro recibido del Creador, demonio de presunción y soberbia, y, atraídos de la vanidad
renuncia a su personalidad, opta por la alteridad informe: el y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parez­
otro siempre otro, sin diálogo sostenible, sin fidelidad posible, can de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias . . .
sin encarnación que lo ate a un cuerpo. Tantas falsedades y engaños suelen multiplicarse en algunos de

éstos, y tanto se envejecen en ellos, que es muy dudosa la vuelta

de ellos al camino puro de la virtud y verdadero espíritu. En


Contra el ángel de luz las cuales miserias vienen a dar, comenzando a darse con de­

masiada seguridad a las aprensiones y sentimientos espirituales,


Por otra parte, ¿no ha experimentado usted nunca esa repen­ cuando comenzaban a aprovechar en el camino"."

tina torpeza que se apodera de sus miembros en el momento

que usted empieza a rezar? Hay en ello una especie de prodigio. Juan de la Cruz insiste siempre en el peligro de la seguridad.
Hace un momento estábamos en pleno vigor para discutir e Porque nuestro sentimiento de seguridad aquí abajo no puede
indignarnos con los impíos y aparece esa viga invisible que se ser otra cosa que el colmo de la amenaza: nuestro pequeño pa­
descuelga del techo y nos aplasta de lleno como un matamoscas raíso es ya nuestro infierno, el infierno de la presunción. Sen­
a una avispa industriosa. ¿De dónde viene esa súbita depresión? tirse perfectamente al abrigo es ya haber caído en tierra, puesto
¿Solamente de uno mismo? ¿No es más bien como la fuerza de que en esa situación u130 ya no se desgarra en un grito dirigido
algún Otro que nos rodea y nos impide hacer el mal? La vida de al Salvador. Teresa de Avila recuerda que, en la comodidad ma­
oración es a lo que el demonio ha renunciado. La detesta más terial y moral, estamos tanto más como en tiempos de guerra:
que a ninguna otra. A los suyos no tiene más remedio que pre­ "Desasiéndonos del mundo, y deudos, y encerradas aquí con
servarlos de ella. Es un hiperactivo infatigable y lleno de nuevos las condiciones que están dichas, ya parece que lo tenemos todo
proyectos urgentes. Querría que todo dependiera únicamente hecho, y que no hay que pelear con nada. ¡Oh hermanas mías!,
de sus esfuerzos. No le gusta brillar más que por mérito propio. no os aseguréis, ni os echéis a dormir, que será como el que se
Se le hace imposible estar calmo. Por su influjo, de esa manera acuesta muy sosegado, habiendo muy bien cerrado sus puertas
tan misteriosa, sufrimos esa enfermedad que consiste en "no por miedo de ladrones, y se los deja en casa. a
Y s abéis, ue
q o
n

saber estarse quieto en una habitación". hay peor ladrón que el de casa, pues quedamos nosotras mes-
,, 11
m as .

Pero admitamos que vamos más allá de este obstáculo para

principiantes y llegamos a ser unos campeones de la oración.

El diablo sigue ahí todavía para ayudarnos. Pesa entonces en la

memoria del religioso, en su inclinación al placer, suscita en él


tu San Juan de la Cruz, La noche oscura, libro 2, capítulo 2, 3.

una impaciencia de la beatitud similar a la suya. "Mas algunos, 11


Santa Teresa de Ávila, Camino de perfección, capítulo X, 1 .

254 255
La fe de los demonios Aunque es de noche

La entrada en religión puede desembocar en la gehenna. Y todo rioridad de Calvino y de Lutero: si esos grandes cayeron en el

progreso espiritual dar ocasión a un desastre mayor: "Cuanto más error, en los tejemanejes del Maligno, ¿cómo yo, que soy más
12
se recibe, más riesgo se corre de sucumbir al orgullo". Por eso el pequeño, no iba a temer caer a mi vez? ¿Cómo, para librarme

demonio es habilidoso "endulzando y deslumbrando" el alma. Y de tal desgracia, no me iba a entregar a una obediencia tan libre

ello hasta un punto que nosotros no imaginamos: "Como se dis-. como completa al magisterio de la Iglesia?

fraza, de dngel de luz (2 Co 1 1 , 14), el alma sólo ve luz por todas


13
partes". U na fe que nos llevara a estar muy seguros de nosotros La verdadera fe hace, pues, entrar en la duda, no de Dios, sino

mismos, una fe sin noche, por ser a la medida de nuestras propias de uno mismo: "Señor, Dios mío, me he convertido en un enig­
15
luces, nos haría peores que el ateo que experimenta la existencia ma para mí mismo ante tus ojos". Y esa duda destruye el ídolo

de Dios. Ese ateo seguiría aún en el sufrimiento por causa de de mi compostura y me obliga a abandonarme en una confianza

otro, mientras que nuestro orgulloso espiritual ya no espera nada tanto más inquebrantable cuanto mejor destruido fuera el ídolo

más que gozar de los resplandores de sus cirios. en el poder del Altísimo. Juan de la Cruz recuerda a propósito

del demonio: "No hay poder humano comparable al suyo; sólo

Esas páginas tan terribles de nuestros dos grandes carmelitas el poder divino es capaz de superarlo, sólo la luz divina es capaz

no deben más que inspirar la mayor de las confianzas. Si no lo de desenredar sus artificios. El alma no podrá triunfar de una tal

entendemos es porque hemos olvidado que la noción de con­ fuerza sin la oración; no sabrá desbaratar parejos artificios sin la

fianza es en sí misma desgarradora. Prohíbe creer en la fortaleza humildad y la mortificación". Frente al diablo, la humildad es

lograda con nuestras manos. Confiesa nuestra angustia y apela la "precaución" primera. Pero esa humildad no consiste en aba­

a otro. La confianza en Dios presupone la desconfianza en uno jarse uno mismo. Eso sería seguir embriagándose en los propios

mismo. Felipe Neri le advertía a Jesús: "No te fíes de Felipe". proyectos, caer en lo que hemos reconocido como el pecado de

Y Vicente de Paúl confiaba en sus Conversaciones espirituales: Adán. Juan de la Cruz lo precisa con un solo trazo: "Quien se

"Toda mi vida he temido encontrarme en medio del nacimien­ apoya en sí mismo es peor que el demonio", y eso vale también

to de alguna herejía. Yo veía los grandes estragos que habían para quien se apoya en sí mismo para tirarse por el suelo, para

hecho las de Lutero y Calvino y cuántas personas de todas clases reducirse a la nada, para entregarse a no se sabe qué esclavitud

y condiciones habían absorbido el pernicioso veneno queriendo que libera de responsabilidades. La verdadera humildad no con­

gustar las falsas dulzuras de su pretendida reforma. Siempre he siste en rebajarse. Consiste en dejarse levantar por Dios. Y eso es

tenido miedo de verme enredado en los errores de alguna nueva lo más difícil. Consiste enseguida en levantar a los demás ante
14
doctrina, antes de darme cuenta de ello". No nos llamemos sus ojos. Y eso es lo más doloroso: "La humildad consiste en

a engaño, esta confesión es un homenaje al genio y a la supe- alegrarse del bien del otro como del tuyo propio, en desear que

los otros te sean preferidos en todas las cosas, a desearlo, digo


16
yo, muy sinceramente". Nada de indinar la cerviz de manera

12
Véase el estudio del padre Lucien-Marie de Sainr-joseph, "Sacan dans l'oeuvre de saint Jean

de la Croix", en Satan, DDB, Paris, 1978 (reimpresión del número de los Études carmélitaines

de 1948).
13
San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo, libro 3, capítulo 10. " San Agustín, Confesiones, X, 33.
16
14
Entretiens spirituels de saint Vincent de Paul; Seuil, Paris, 1960, p. 902. San Juan de la Cruz, "Las precauciones".

256 257
La fe de los demonios Aunque es de noche

ostensible, nada de componer una triste figura, sino una alegría algo no ve ese algo, sino la fiabilidad del testigo que lo cuen­

tanto más constante cuanto que supone nuestra nulidad y nues­ ta. Así, yo creo con certeza que Napoleón perdió la batalla de

tro descanso en el Eterno. Waterloo viendo los documentos innumerables y convergentes

que lo atestiguan. Creo sin género de duda en la existencia de

las cámaras de gas por los testimonios de esos judíos que no se

El amor en la noche han puesto de acuerdo (esa ausencia de acuerdo impide una

corroboración tal que los testimonios sean en todos los puntos

Dejarse abrir a la luz divina es entrar en esa noche del abrazo superponibles; ahora bien, precisamente en esos defectos que

en que la mujer se abandona a la penetración del esposo. El fiel, prueban su veracidad es donde el negacionista pretende fundar

en cierra manera, sabe cada vez menos, sabe menos que el ateo sus sospechas). Si pongo en duda esos testimonios evidente­

mismo. Cuando los demás creen saber y no saben, la sabiduría mente fiables caigo en la paranoia: debo forjarme una teoría de

de Sócrates es saber que no sabe nada. La sabiduría del cristiano la pérfida Albión; debo maquinar una tesis de la conspiración

es conocer a Dios corno inefable y dejar su saber a la puerca judía; sí, los que escaparon se habrían concertado para inventar

para entrar en los caminos nocturnos del amor: "Por tanto, toda ese horror y servirse de él corno medio de presión, corno esos

alma que hiciese caso de todo su saber y habilidad para venir a otros judíos, los Apóstoles, se habrían concertado para inventar

unirse con la sabiduría de Dios, sumamente es ignorante delan­ la Resurrección. Una paranoia corno ésa es imposible hasta para

te de Dios, y quedará muy lejos de ella . . . Y solos aquellos van un ángel caído. El testimonio de Cristo y de la Iglesia, fortale­

teniendo sabiduría de Dios que, corno niños ignorantes, depo­ cidos por milagros, si no basta para plegar la inteligencia hu­

niendo su saber, andan con amor en su servicio . . . De manera mana, basta, por el contrario, para convencer a una inteligencia

que, para venir el alma a unirse con la sabiduría de Dios, antes angélica. Los demonios creen en la Encarnación, la Trinidad y

ha de ir no sabiendo que por saber" . 1 7 todos los demás misterios que no ven en ellos mismos porque se

ven "obligados por la evidencia de los signos; y por eso el verbo

La fe teologal es, por tanto, a la vez cierta y oscura. Algunos, creer se emplea de manera equívoca cuando se aplica a los fieles

en razón de su oscuridad, la tienen por incierta: se extravían en y a los demonios, pues la fe en ellos no procede de una luz in­
18
el camino de una ciencia que se contenta con esas sombras y fusa de gracia, corno en los fieles" . Por consiguiente, en lo que

esos reflejos a medida de nuestros ojos de búho. Otros, en razón se refiere a su medida absoluta, la fe de los demonios es menos

de su certidumbre, la tienen por bastante clara: se protegen tras clara que la fe teologal: no se beneficia de la luz infusa de la gra­

el baluarte de una doctrina que teme la noche viviente de los cia. Si es más clara es en lo referente a su medida subjetiva: no

amantes. Si los primeros están seducidos por los demonios, es­ sufren el abrazo de esa luz que los supera, permanecen en una

tos últimos se les parecen. Para el demonio, claro está, el objeto creencia proporcionada a su naturaleza, que no los lleva más allá

de la fe no es claro en sí mismo: la visión beatífica es a lo que él de sí mismos, que no tiene por qué acabar en amor.

ha renunciado para siempre. De una manera general, el que cree

17
San Juan de la Cruz, Subida al monte Carmelo, libro 1, capítulo 4, 5. 18
Santo Tomás de Aquino, De ueritate, qu. 14, art. 9, ad 4.

258 259
La fe de los demonios Aunque es de noche

La certeza de la fe teologal tiene, pues, de paradójico lo si­ lo distinguen y lo ocultan, lo acoge cal como es hasta en la des­

guiente: allí donde la certeza científica se apoya en la claridad, nudez de su abismo.

ella recibe la suya en las tinieblas. Es una certeza que no en­

cuentra su apoyo en nosotros mismos, sino en Dios. La fe es, Pero Tomás de Aquino añade que, si bien alguien podría es­

pues, más objetiva y más cierta que toda ciencia, pues tiene por tar seguro de tener la fe, no se puede estar absolutamente seguro

principio lo Real absoluto y la Verdad en persona, pero es más de tener la caridad. La fe perfecciona la inteligencia, que pue­

oscura que la ignorancia y la duda. El ignorante no es trabajado de captarse a sí misma, mientras que la caridad perfecciona la

de esa manera por la noche. Y el que duda no se pone en cues­ voluntad, el sentimiento, que conserva algo del impulso cuyo

tión a sí mismo hasta ese punto. No vemos nada, pero es como origen y fin no percibe: El viento sopla donde quiere y oyes su voz,

si sintiéramos que Dios nos ve y traspasa nuestra nada. Porque pero no sabes de dónde viene ni a dónde va (jn 3, 8). A menos

como la fe tensa la inteligencia hacia Aquel que sacó todo de la de una excepcional confirmación en gracia, que se reserva a esos

nada, de alguna forma, precisamente haciéndonos pasar de nue­ santos que Dios afirma sólo para clavarlos mejor a su Cruz, la fe

vo por la nada nos hace unirnos con todas las criaturas y entrar formada por la caridad, la fe verdaderamente salvífica, se ignora

en comunión con ellas. Su certeza es nuestro desequilibrio y ese a sí misma en cuanto tal. Aunque estoy seguro de tenerla en tan­

desequilibrio se convierte en nuestro impulso. to conocimiento (y de tener también ese tener que me excede),

no estoy seguro de tenerla en tanto que asentimiento amoroso.

Su dinamismo interno nos hace pasar del conocimiento al Por eso, mientras que estoy peregrinando en esta tierra mi sal­

amor. La ausencia de visión de la que adolece la fe reclama el vación no es mía. La fe que justifica puede ser ontológicamente

albergue del amor que sabe unir a pesar de la noche: "Las demás mía, pero psicológicamente no me pertenece.

virtudes teologales comportan en su misma noción una cierta

distancia en relación a su objeto: la fe se refiere a lo que no se Una de las grandes angustias para el fiel aquí abajo es no estar

ve, la esperanza a lo que no se tiene. Pero el amor de caridad se nunca seguro de que ama a Dios. Esa angustia es, sin embargo,

refiere a lo que se tiene ya: de cierta manera, en efecto, el amado el principio de las más ardientes declaraciones de amor. En los

está en el que ama y, por su parte, el amante es llevado, por su últimos pasos de su Camino de perfección, y comentando la úl­

afección, a no hacerse uno más que con su amado; por eso se tima petición del Padrenuestro, Teresa de Avila puede gemir:

dice en San Juan: Quien permanece en el amor permanece en Dios "Y así lo suplico yo al Señor me libre de codo mal para siempre,
19
y Dios en él (1 Jn 4, 16)". Mientras que la fe es sólo para el pues no me desquito de lo que debo, sino que puede ser por

tiempo, la caridad es la misma en el tiempo y en la eternidad. ventura cada día me adeudo más. Y lo que no se puede sufrir,

El amor acoge al otro, no sólo tal como nuestra inteligencia Señor, es no poder saber cierto que os amo, ni si son aceptos
20
se lo representa y se lo acomoda, sino, traspasando todas sus mis deseos delante de Vos".

representaciones como otros tantos velos que simultáneamente

19 20
Santo Tomás de Aquino, Summa Tbeologiae, I-II, 66, 6. Santa Teresa de Avila, Camino de perfección, capitulo XLII, 2.

260 261
La fe de los demonios Aunque es de noche

Más allá de la fe que se toma el pulso y del estudio que no temente "divino". No obstante, hay que reconocer que el Señor

cree no es como un amante vanidoso, no nos pregunta: "¿La notas?"

Pero el diablo, probablemente sí. Admitamos que, favorecido

La psicología dice que quienquiera ama verdaderamente por el dngel de luz, Michel Houellebecq hubiera llegado al es­

piensa que aún no ama lo bastante. Pero no se trata aquí de tado por él codiciado de satisfacción constante, con lágrimas

psicología. Aunque la fe tiene alguna proporción con nuestro placenteras y fuertes palpitaciones. Se habría creído entonces en

tejido temporal, puesto que es sólo para el tiempo, la caridad, la Iglesia de Cristo, cuando sólo habría estado en la concha de

ya lo hemos dicho, es para la vida eterna. Más extensa que no­ un molusco. Es, pues, una gracia de Dios que por ahora se haya

sotros mismos, aunque en nosotros mismos, escapa a nuestra vuelto un descreído. Ese descreimiento puede estar más cerca de

comprensión. Éste es su vínculo con la humildad: nadie esta la verdadera fe que aquella creencia centrada en sí mismo.

seguro de ser humilde y el que se cree lo bastante ya no lo es.

Ahora bien, esa incertidumbre, tanto respecto de la humildad Para evitar esas intermitencias del corazón, ese equilibrio en­

como del amor, es lo que permite escapar a las contorsiones tre creencia y descreimiento según la impresión del momento,

introspectivas y fundamenta la despreocupada libertad de los ¿no habría que renunciar a la creencia por demasiado subjetiva

hijos de Dios. El fiel no es alguien que se toma el pulso, que se e idólatra, y reductora de Dios al sentimiento de Dios, y pre­

toma la temperatura, que siente que cree mucho esta mañana, ferir más bien el estudio y el respeto objetivo por la Ley? Es lo

un poco menos por la tarde y que llega a la noche descreyendo, que tendió a pensar el judaísmo rabínico, y hasta nuestros días.

a menos que tras el cierre de la contabilidad de la jornada palpe Cuando Alain Finkielkraut le decía a Benny Lévy que él no

de golpe esa enorme fe que mide su volumen de negocios. podía ser practicante porque no tenía fe, éste le respondía que

nadie le estaba pidiendo que creyera. Dios ordena únicamente

Cuando evoca su "tentación cristiana", Michel Houellebecq estudiar su Palabra y ponerla en práctica: "El punto de partida

muestra que nunca ha superado esa concepción sentimental y no es una evidencia interior, es la incomprensión total. Este

egocéntrica, digamos hipocondríaca, de la fe: "Oh sí, esas pa­ texto es completamente oscuro -y sin embargo nos llama. Ése

labras [las de la misa] penetraban en mí, yo las recibía directa­ es el punto de partida. No se expresa en términos de creencia.

mente en pleno corazón. Y durante cinco o diez minutos, cada Dejemos esos términos a los demás, no son cosa nuestra, no es
21 22
domingo, yo creía en Dios . . . " La frase es cómica por otorgarle nuestro lenguaje, no ocurre así entre nosotros". Benny Lévy

al Eterno un crédito de algunos minutos. Pero así demuestra deja entender que eso es lo que ocurre entre los cristianos. Si

que el objeto de la creencia houellebecquiana no era el Eterno, fuera así, sin duda, más valdría ser judío. Pero esa creencia que

sino el tiempo. Menos mal que no se empecinó en hacerse cris­ denuncia el rabino, completamente psicológica, es más bien una

tiano de esa manera: no quería a Dios, sino la sensación de algo ilusión confortable: se la llevará el viento de la primera prueba,

que nuestra pequeñez pueda hacernos estimar como lo suficien- a menos que el diablo la atice obstinadamente. A decir verdad,

la teología católica define la fe teologal, por el contrario, como

21
Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy, Ennemis publics, Flammarion-Grasset, Paris,
22
2008, pp. 147-148. Alain Finkielkraur y Benny Lévy, Le livre et les liures, Verdier, Lagrasse, 2006, p. 94.

262 263
La fe de los demonios Aunque es de noche

Benny Lévy define el estudio: no como una simple evidencia la fe formada por la caridad, más que poseerla el fiel, lo desposee

interior, como la fe de los demonios, sino como la acogida a a él de sí mismo. Es un tener que le hace perder todo, incluso él

una Palabra dada, la respuesta a una llamada objetiva que nos mismo, por Cristo. Tan cierto es que no tiene la fe, que la fe lo

supera, que libera en nosotros resonancias inauditas y que nos tiene a él, que lo desnuda y lo deja abrazarse en el amor.

compromete a cumplir los mandamientos: Quien dice: "Yo lo

conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la ver­ El modelo de esta virtud lo revela de inmediato. María no se

dad no está en él ( 1 Jn 2, 3). planta ante la Revelación como ante la claridad de un teorema,

ni disfruta de la fe como del más romántico de los sentimientos.

Como escribe con mucha justeza Jean-Louis Chrétien: "Pre­ Camina en la ignorancia más que en el conocimiento. Y conoce

guntarme a mí mismo cómo creo yo es, una vez más, interro­ el desgarro más que las delicias: Y a ti misma una espada te atra­

garme sobre mí, buscar algo en mí, de mí, para mí, girar en vesará el alma, le profetiza el viejo Simeón (Le 2, 3 5 ) . Para ella,

torno a mí como un lobo en una jaula y no dejar a Dios hacer el misterio es aún más misterioso, pues su oscuridad no procede

su obra, que es venir, hablar y prometer, venir el primero, ha­ de un defecto, sino de un exceso de luz. Su fe es más perfecta
23
blar el primero, prometer el primero". ¡Al diablo, pues, con porque la arroja mejor en brazos de lo incomprensible. Su no­

los embaucamientos de la creencia que se toma el pulso y con che es más intensa porque es más bien una noche de bodas. El

el ombliguismo del "sentimiento religioso"! Una y otra vez, la episodio del niño perdido y hallado en el Templo lo dice literal­

serpiente que se muerde la cola, mientras que, en el caso de la mente. Aquella cuya fe no desfalleció no deja de gritar retoman­

verdadera fe, se trata más bien de ese frailecillo ciego que abre la do y sobrepasando los gritos de Job: Hijo, ¿por qué nos has hecho

boca. Por supuesto, la fe teologal puede hacer que en nosotros esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando

se abran sus florecillas rosas y procurarnos emociones dichosas; (Le 2, 48). ¿Cómo? ¿María preguntándole a Dios: Por qué nos

pero ocurre como con la flor de la patata: pueden ser pisoteadas, has hecho esto? ¿María expresando un tormento suyo causado

estar marchitadas, muertas, y los frutos pueden ser saqueados por Jesús? Es habitual amortiguar esta queja para no perturbar

por los cuervos, lo esencial sigue estando a salvo, el tubérculo demasiado los pasteles de la imaginería sulpiciana. Sin embar­

comestible está siempre ahí escondido, crece en las tinieblas. go, la palabra que pone Lucas en los labios de la Virgen Santa,

odunomenos,
A « iado"
angustia o , C(
atormenta do"
o , C(
tortura do"
o , es 1a

La fe hace que el fiel entre en una oscuridad más profunda misma que pone en boca del rico que se abrasa en el Hades: Es­

que la noche del ateísmo, que es sólo una noche superficial, y en toy atormentado en esta llama (Le 1 6 , 24). La fe de María es una

una luz más deslumbrante que las claridades de Satán, que son fe sin falta, no es una fe, sin embargo, sin fractura: sufre aquí

claridades a su medida. Se ve mejor qué deficiente puede ser la abajo algo comparable a las penas del infierno y que consiste

expresión "tener fe". Sólo los demonios tienen fe como se tiene en la espada de ese amor que abre en su corazón una fractura

un objeto en la palma de la mano y se maneja a voluntad. Pero lo bastante grande para acoger en ella la plenitud desgarradora

del misterio divino. A su pregunta: ¿Por qué nos has hecho esto?

Dios responde con su voz de niño de doce años. Una revelación

23
Jean-Louis Chrétien, "Figures bibliques de la joie", en Sous le regard de la Bible, Bayard, Paris,
directa de la que María y José deberían estar al corriente a parcir

2008, p. 79. de entonces. Pero el Evangelio declara: Ellos no comprendieron

264 265
La Je de los demonios Aunque es de noche

la respuesta que les dio (Le 2, 5 0 ) . María no comprende los di­ sea con arrogancia, están de acuerdo en el fondo en repetir el

chos de su hijo. ¿Qué la distingue entonces de aquellos otros de proverbio: "Médico, cúrate a ti mismo". Ignoran el corazón del

los que el Hijo dirá, citando a Isaías, que oyen sin entender (Le misterio cristiano. No comprenden que esa máscara de la que

8, 1 0 ) ? Simplemente esto: Su madre conservaba cuidadosamente habla la santa no es la de la hipocresía. Por el contrario, es la

todas estas cosas en su corazón (Le 2, 5 1 ) . La Palabra es una espa­ máscara de la sinceridad más abisal, una sinceridad que toca
24
da, su corazón es vaina para ella. Allí donde otros lo cierran, fondo, no en un estado psicológico y pasajero, sino en esa ale­

el suyo sigue abierto para que lo incomprensible more en él con gría divina en la que ella cree y que, en este mundo, pasa por

todo su cortante filo. la Cruz.

De una Teresa a la otra, parece que la vida mística se haya

El sitio de Dios en mi alma está vacío (Madre Teresa) simplificado, pero asimismo que la "noche de la fe" se haya

hecho progresivamente un poco más prosaicamente oscura. Te­

Apenas publicadas en inglés, las cartas privadas de Madre Te­ resa de Ávila pinta con fuerza la avenida que penetra en las siete

resa suscitaron estupor. El mundo la había promovido como moradas, Teresa de Lisieu:x: abre su "pequeña senda", pero tam­

modelo del entusiasmo humanitario y resulta que el modelo re­ bién se sumerge en sequedades espantosas. Teresa-Benedicta de

velaba una angustia mística irrecuperable para cualquier publi­ la Cruz, pasando por una puerta más breve y aún más corriente,

cidad: "La situación física de mis pobres abandonados en plena muere en Auschwitz: entra en la cámara de gas como Elías en

calle, sin nadie que los encuentre útiles, que los ame, que los re­ el Horeb, prosternándose ante el silencio de Dios. Teresa de

clame, es la imagen exacta de mi propia vida espiritual, el estado Calcuta parece seguir un sendero aún más ordinario y, no obs­
25
de mi amor por Jesús . . . " Así, la Premio Nobel de la Paz vivía tante, se hunde en esas tinieblas que no comprende. No se trata

una guerra de las más profundas; así, aquella que veíamos exte­ de que le falte la ciencia carmelitana; es que esa ciencia ya no

riormente sonriente, estaba interiormente desolada: "'Siempre le alcanza en esa noche a la que ella ha descendido: "El sitio de

sonriendo': Las hermanas y la gente lo señalan siempre -Pien­ Dios en mi alma está vacío. En blanco. No está Dios en mí...

san que mi fe, mi confianza, el amor, llenan todo mi ser, que mi Mi alma no es más que un trozo de hielo-No tengo nada que

intimidad con Dios, mi unión a su Voluntad, deben absorber decir -Me escribe usted: 'Está tan cerca de usted que usted no

mi corazón -¡Si supieran! Si supieran que mi alegría es sólo la puede ver Lo, ni escuchar Lo, ni siquiera gustar de Su presencia'.
26
máscara tras la que oculto el vacío y la miseria . . . " No comprendo lo que tal cosa quiera decir, padre, y sin embar­
27
go me gustaría mucho poder comprenderlo . . . "

Ante esta confesión, los demasiado crédulos quedan conster­

nados, los muy cínicos disfrutan. Unos y otros, sea con pesar, En una carta que dirige a Jesús, Teresa compara su sufrimien­

to con el de los condenados: "Dicen que la gente sufre en el

infierno una pena eterna a causa de la pérdida de Dios y que, si


24
La imagen es del padre Pierre-Thomas Dehau en su admirable librito En priere avec Marie.
25
Carta al padre Neuner del 12 de mayo de 1969, en Madre Teresa, Come be my light, The

prívate writings o f Calcutta '; Doubleday, New York, 2007.


fthe "Saint o
27
26
Carta al padre Picachy del 3 de julio de 1 9 5 9 . Cartas al padre Neuner del primero de abril y del 8 de noviembre de 1 9 6 1 .

266 267
La fe de los demonios
Aunque es de noche

tuvieran la más mínima esperanza de poseer a Dios, pasarían a


¿Por qué, pues, esa profundización de la noche? La vida espi­
través de todo ese sufrimiento. Siento en mi alma exactamente
ritual no sería más que una ilusión si propusiera la evasión lejos
ese mismo dolor terrible de la pérdida -la pérdida de Dios que
de las noches de la Historia. Al contrario: para ser verídica, para
no me quiere- de Dios que no es Dios -de Dios que, en rea­
ser redentora, esa vida debe esposarlas en profundidad, de suer­
lidad, no existe (j e s ú s , por favor, ¡perdona mis blasfemias!- me
te que las humaredas del más puro incienso se humillen ante las
han pedido que lo escriba todo). Esas tinieblas me rodean por
de los hornos crematorios. La noche de este siglo XX genocida
todas partes. No puedo elevarme hacia Dios: ninguna luz, nin­
y ateo, la que quería amar a los más pobres, fue como obligada
guna inspiración penetra mi alma. Hablo del amor a las almas,
a refugiarse en aquéllos -que el soplo de su caridad entrara en
de un tierno amor por Dios -las palabras franquean mis labios
el lugar mismo de la asfixia.
y yo desespero de creer en ellas. ¿Para qué trabajo? Si no hay

ningún Dios no puede haber ninguna alma. Y si no hay alma,


Y por eso esas cartas, en razón misma de su angustia, son
entonces -Jesús- Tú tampoco, Tú no eres verdadero . . . El
de la más elevada consolación. Dan testimonio de la presencia
Cielo, ¡qué vacío! Ni la menor idea del Cielo entra en mi espíri­
de Dios allí mismo donde parece huirnos. Nos congregan en
tu. Porque no hay esperanza. Estoy horrorizada por notar todas
el lugar de nuestra propia noche. La teología mística explicaba
28
esas terribles cosas que atraviesan mi alma. Deben herirte".
la noche de la fe primeramente a partir de la trascendencia de

Dios: unirse al Altísimo exige del alma purificaciones que le


Cito este largo pasaje porque muestra la "contradicción" en
retiran todos su apoyos mundanos y la limpian hasta la mé­
la que se mantiene la santa. El taladro de la duda penetra cada
dula de los huesos. Con Madre Teresa, esa noche toma otro
vez más en ella para descubrir el yacimiento de una fe más pre­
sentido más. Ya no se trata solamente de unirse a Dios en la
ciosa: esa fe que decíamos que no se tiene, sino que nos tiene a
oscuridad y en la desnudez de las nupcias, se trata también de
nosotros y que nos lleva a una noche en la que ya no hay socorro
unirse al prójimo más miserable. Ahí radica la diferencia entre
humano, en la que hay que abandonarse al abismo de la miseri­
la obra teresiana y una obra humanitaria: "Queridas hijas mías,
cordia. Así, dudando de Jesús, Madre Teresa se sigue dirigiendo
sin nuestro sufrimiento nuestra obra sería sólo una obra social,
a Jesús. Al hablar del lugar vacío dejado por Dios, le sigue re­
muy buena y útil, sin duda, pero no sería la obra de Jesucristo
conociendo un lugar. Lo que le hace locamente concluir: "Soy
-una parte de la Redención. Jesús quiso venir en ayuda nues­
tuya. Hunde en mi alma, en mi vida, los sufrimientos de Tu
tra compartiendo nuestra vida, nuestra soledad, nuestra agonía
Corazón. No te preocupes por mis sentimientos. No te preocu­
y nuestra muerte. Todo eso lo tomó sobre Él y lo llevó hasta la
pes siquiera por mi dolor. Si mi separación de Ti conduce a los
noche más sombría. Si nos redimió, fue sólo haciéndose uno de
demás a Ti y, en su amor y su compañía, Tú encuentras tu gozo
nosotros. Nuestra misión es hacer otro tanto: toda la angustia
y tu placer -¿por qué, Jesús mío?- deseo con todo mi corazón
de los pobres, no sólo su pobreza material, sino también su mi­
soportar todo lo que soporto -y no sólo ahora- sino también
seria espiritual, debe ser redimida, y nosotras debemos buscar
durante toda la eternidad, si ello fuera posible". 29
en ello nuestro lote".

28
Carta al padre Picachy del 3 de septiembre de 1959. 29
Carta general de julio de 1 9 6 1 .

268
269
La fe de los demonios Aunque es de noche

Imitación del Verbo que se aniquila para llevar a sí al hombre de que, en ese placer, ya sólo piense en él mismo y en su bonita

fascinado por la nada (Flp 2, 7). Lección seguida ya por Moisés oración; Dios arrastra a Teresa a la angustia de los ateos, a fin

y San Pablo. Cuando el Eterno habla de erradicar a esos hebreos de que, en esa participación, su santidad irradie hasta ellos: "Si

de dura cerviz, Moisés le plantea este ultimátum: Si te dignas un día llego a ser santa, seré sin duda una santa de las 'tinieblas'.

perdonar su pecado . . . y si no, bárrame del libro que has escrito Me ausentaré del Cielo para siempre, para encender la lámpara
30
(Ex 32, 32). Y al decir San Pablo: Me he hecho todo a todos para de los que en la tierra están en las tinieblas". Esta noche de la

salvar a toda costa a algzmos ( 1 Co 9, 22), cuando se trata de la fe se parece a la noche del ateísmo, aunque en verdad la lleva

Salvación de los judíos declara: Pues desearía ser yo mismo anate­ dentro como una madre lleva a su hijo en su seno, para darle

ma, separado de Cristo, por mis hermanos (Rm 9, 3). Ese deseo de una luz que ella no comprende.

ser separado de Cristo por amor al prójimo es la mejor manera

de estar inseparablemente atado a él.

Que se cante el Credo

El mismo Cristo en la Cruz con su '¿Por qué me has aban­

donado?': pero quizás aún más en el Monte de los Olivos, pro­ Cuando recitamos el Credo, no decimos "Creo que Dios es

porciona un ejemplo de dicha contradicción. Su oración sigue Uno" ni siquiera "Creo a Dios", sino Credo in Unum Deum,

el mismo movimiento que las cartas de Teresa: Abba [habla un "Creo en Dios . . . ", en el sentido más fuerte de la preposición:

niño muy pequeño, asustado, que dice "papá" como nosotros es una tensión, un vuelo, un impulso hacia Dios como el de

llamamos a la "mamá"] Padre, todo es posible para ti; aparta de una novia que se dirige a su primera cita. ¿Quién iba a cantar

mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú . . . la Crítica de la razán práctica? ¿Quién haría melismas con la

(Me 14, 3 6 ) . ¿Qué significa apartar esa copa? Nada menos que Declaracián de los Derechos del Hombre? El Credo no pretende

el rechazo de la Redención. Acordémonos de que, después de solamente desplegar una serie de afirmaciones doctrinales, ni

haber agotado toda tentación en el desierto, el diablo se fue, encadenar algunos artículos jurídicos, sino decir una Revela­

acechando el momento oportuno. Ahora bien, ha llegado ese mo­ ción como una declaración de amor que ensancha el corazón.

mento. Es la hora de las tinieblas. El alma de Jesús está triste Qui propter nos homines et propter nostram salutem... ¡Sí, por

hasta el punto de morir. Se ve tentado a hurtarse a su misión, a nosotros, por nuestra salvación (lo que supone nuestra miseria

rechazar a la Misericordia misma. ¿No es eso exactamente pare­ irremediable para nuestros remedios), el Verbo bajó del Cielo,

cerse a Satán? Resulta, pues, que Dios desciende hasta el interior como un esposo penetró nuestra carne, se unió al hombre! ¡Ah!

del rechazo, de alguna manera lo esposa, para que hasta los que El Credo es palabra, pero también es lo que nos deja mudos de

rechazan su Misericordia puedan seguir siendo sorprendidos admiración. Por eso se canta: "El Credo puede cantarse, escribe

por su gracia. No lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú. Ernest Hello, porque no es solamente la exposición de una doc­
31
trina; da razón de la alegría". Ese canto no es la autohipnosis

Llegados a este punto de nuestro estudio, los clichés no po­

drían haber quedado más invertidos. Los demonios tienen fe;

los justos experimentan de alguna forma las penas de los con­ 30


Carta al padre Picachy del 6 de marzo de 1962.
31
denados. Satán endulza y deslumbra el alma del religioso, a fin Ernest Helio, Le siécle, XXXII, "Hamler en opéra", Perrin, París, 1923, pp. 224-225.

270 271
La fe de los demonios Aunque es de noche

conquistadora de una Internacional: es la confesión de nuestra deseo irresistible. La pérdida de articulación tiende a borrar las

debilidad que apela a una Justicia que no es la nuestra. Ese can­ palabras, pero la gracia de las modulaciones nos hace percibir

to tampoco es una melodía que dora una certeza especulativa, mejor el sentido: entrar en la alegría de Aquel que es amor, abo­

como un ornamento superfluo: expresa la esencia de esa certe­ carse a la fuente del canto.

za exorbitante y abrasadora de que el Eterno nos quiere -en

cuerpo y alma. ¿Cómo no iba a dar el amor una serenata bajo el Y sin embargo, entre los que cantan el Credo, algunos, qui­

balcón del Cielo? zás nosotros mismos, no tienen caridad, y los que la tienen no

poseen la seguridad plena de tenerla. ¿Cómo puede uno im­

Pero no sólo esto. En su exultación temblorosa, el Credo ponerse un "Creo en Dios" que parece tan difícil de decir sin

despliega una dimensión a la vez humilde y coral. -Humilde, cierta presunción? Sin duda, cuando la caridad nos falta indi­

porque los abismos que se profesan en él superan simultánea­ vidualmente, la caridad colectiva de la Iglesia hace que nuestra

mente las capacidades de nuestra inteligencia y los méritos de profesión sea verdadera a pesar de todo y, por eso, suple nuestra

nuestra vida; ahora bien, el canto, más que añadir una maestría falsedad personal: creemos entonces en Dios en la medida en

artística a la maestría teológica, da testimonio de un exceso, de que creemos en el seno del Cuerpo de Cristo. No mires nuestros

un desbordamiento, de lo que no se puede decir conteniendo pecados, suplica el sacerdote, sino la fe de tu Iglesia. También en

la palabra. -Coral, porque esa profesión de la fe resuena en la esto aparece el Credo como una coral, pero más como una fuga

comunión de la Iglesia; ahora bien, el unísono, al fundir la mul­ para coro: la fe del santo suple la del pecador y unos retoman el

titud de las voces en un solo cuerpo sonoro, atestigua la unidad canto allí donde otros se pierden cantándolo. ¿Y quién sabe si

en la diversidad (el unísono gregoriano más que la polifonía ese tal, en ese instante, cuando sus labios blasfeman, más allá de

barroca, porque pone de relieve la diversidad sustancial de los su ignorancia, en el secreto de su corazón, no está yendo hacia

timbres, mientras que la polifonía realza el valor de la diversidad Dios? ¿Quién sabe si no es él quien suple las carencias de mi

accidental de las notas). corazón, aunque sea en mis labios donde se expresa esa Verdad

que él sigue confusamente? En Credo in Deum, el acusativo la­

El Credo es además uno de los pocos cantos perfectamente tino puede traducirse como un hacia, pero también como un

gratuitos. ¿Por qué se canta, en efecto, sino por cantar? Dichosos contra, y sabemos que algunos se creen contra los que están to­

los que viven en tu casa, Señor, siempre cantan tus amores (Sal 8 3 , talmente en contra, y que otros creen ir hacia los que van hacia.

5). La doctrina y los acontecimientos que testimonia son los Los primeros, entonces, llevan a los segundos, aun cuando sean

que procuran la vida eterna. Son efectivamente, por lo tanto, la los segundos quienes predican la Salvación. Lo que éstos articu­

senda de un canto siempre nuevo. Se cantan para anunciar la lan con sus bocas, aquéllos lo modulan con sus almas.

posibilidad de cantar sin fin. No dicen nada que no sea el amor

que nos abre esa posibilidad. Mozart lo hace sentir con el Et Falta decir que entonar "Creo en Dios" sin abandonarse a

incarnatus est de su Gran Misa en do menor: las vocalizaciones Dios personalmente, sin ofrecerse por entero, como el ruiseñor

de la soprano, prolongando en su misterio la A del factus est, que pone todo su pequeño ser en cantar sus trinos durante la

nos hacen olvidar el contenido del artículo. ¿De qué se trataba? noche, es correr el riesgo de la más grave falsedad, aun cuan­

Ya no se sabe muy bien, pero se sabe que tiene que ver con un do la voz poseyera su justeza más sonora. Cantar el Credo es

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La fe de los demonios

también comprometerse a una prueba decisiva. Con el don de


Tercera Lección
la gracia se abre también la posibilidad infernal de su rechazo,

y ese rechazo, lo sabemos a partir de ahora, puede, a pesar de Para ser escrita por la gracia con la
todo, profesar públicamente: Sé que eres el Santo de Dios. Profe­ •
propia sangre
sión de fe de un verdadero profesional, motivo de orgullo para

él y de desprecio para con los incrédulos. ¿Qué elegiremos? ¿El

sol de Satán o las tinieblas del Altísimo? ¿La claridad del credo

demoníaco, que es natural y no está abierto a la gracia, o esa

noche de la fe amante, que es sobrenatural y tanto más fuerte

cuanto más se apoya en la debilidad y la oscuridad el acto de fe?

Desde el momento en que queremos transformar aquí abajo esa


¡Ven!

noche en sol, y contentarnos en nosotros mismos, pasamos de


Apocalipsis, passim

Dios al diablo, caemos seguros de haber conseguido elevarnos

a nosotros mismos. Una caída tan terrible sólo les es posible a

aquellos que han recibido mucho.

El infierno está, en primer lugar, poblado de creyentes, pues

los demonios también creen. Y si está poblado de hombres,

ciertamente lo está menos de ateos que de católicos o incluso

de apóstoles como Judas (Dante se especializó en alojar en él a

algunos obispos). Lo mismo se puede decir, no obstante, del Pa­

raíso . . . Sin embargo, los bienaventurados están en la Luz plena.

Se acabó el Credo: están cantando Veo en Dios. Sí, nuestro futu­

ro más divino es perder la fe. En el Cielo todos son videntes. Por

tanto, allí arriba sólo hay no creyentes. Pero su visión gloriosa

conserva lo que aquí abajo constituía la sustancia de su noche

mística y doliente: acoger a Aquel que tiene poder para realizar

todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o

pensar, conforme al poder que actúa en nosotros (Ef 3, 20).

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La fe de los demonios

Agradecimientos

En primer lugar, a jean-Noél Dumont, que me invitó en 2005

al Colegio Superior, en Lyon, para intervenir en el ciclo de con­

ferencias El ateísmo interrogado. Allí, ya con el título de "La fe

de los demonios", hice un esbozo de la meditación que se acaba

de leer. Sin esa primera invitación no existiría este trabajo.

Después, a Gabriel Raphaél Veyret, que casi no tuvo bastante

con su ángel de la guarda y sus dos arcángeles patrones para

atraparme y publicar este libro. Ya hacía propaganda de él sin

haberlo leído, obligado por mis retrasos a una noche oscura

editorial y a repetidos actos de abandono. Me he dado cuenta

a posteriori de lo oportuno que era que este libro apareciera

en la editorial Salvator. Por una vez, ese nombre en la parte

baja de la cubierta es más importante que el título y que mi

propio nombre, can es verdad que tenemos necesidad de un

Salvador.

Luego, al padre Serge-Thomas Bonino OP, a quien consulté

por su rigor teológico, y que me dio su amistoso nihil obstat. Es

inútil decir que recomiendo su libro Los dngeles y los demonios

a aquellos que quieran profundizar en la angeología subyacente

en estas páginas.

También a Céline Migeot, la bella helenista que se prestó

a releer mi manuscrito y a hacerme beneficiario de sus luces

276
La fe de los demonios

antiguas. Por mucho que la importuné con mil cuestiones de

traducción, siempre me respondió con alegría.

Finalmente, a mi mujer y a mis hijas, a las que descuidé para

escribir líneas decisivas sobre el concepto de "deber de estado".

No pueden dejar de perdonarme estos paréntesis (¿demonía­

cos?). Por ellas soy un ser de carne y no sólo de papel. Ellas son

el ostensorio de Dios en mi vida e, infinitamente más que mis

libros, mi verdadero camino de fe.

Esta iniciativa editorial se sostiene

principalmente gracias al trabajo, la

confianza y la buena voluntad de las

personas que creen en ella.

Si usted desea colaborar en este

proyecto puede enviar su donativo a:

Arzobispado de Granada

Fundación Nuevo Inicio

Plaza Alonso Cano s/n

1 8 0 0 1 Granada, España

Banco Santander Central Hispano

CC: 0049 0004 95 2814422084

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