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Cuenta el Talmud sobre él: “un impúdico”. Explica Rabi Eleazar que
significa que era un mamzer (bastardo, hijo de una relación
prohibida). En el relato del Talmud se dice que Yehoshua no respetaba
a los rabinos, ¿la razón de esta conducta? Rabi Akiva sostuvo que era de
esperarse pues los “bastardos e hijos de la impureza” actúan
así. [Talmud, masejet Kala, ed. Koronel, pág. 18].
Este hecho es el mismo que el Sefer Toldot Yeshu registra como la raíz
de su sentimiento de inferioridad (no expresado externamente):
Primera nota: vea el lector cómo Lucas evidencia que no era judío
(como ya lo quieren poner nazarenos y mesiánicos) sino que cuando
cuenta algo típico judío se excluye a sí mismo: “para que muchos de
Israel se conviertan al Señor D-s de ellos” (1:16), “los días de la
purificación de ellos conforme a la ley de moisés” (2:22), “y enseñaba
en las sinagogas de ellos” (4:15).
Todos los relatos de Lucas son por el estilo, hacen énfasis especial en
inflar aún más el Ego y la Megalomanía que predicaba Yeshu sobre sí
mismo, pues casi todos son propaganda y concluyen imponiéndole
fama:
¿Cómo termina Lucas este largo relato? Con más de lo mismo, ego y
búsqueda de fama: “y se extendió la fama de él por toda Judea”. (Lc
7:17).
Cuando Juan envió a sus discípulos a preguntarse sobre si era el mesías
o no, este ególatra Yehoshua, hinchado el ego por su propia altanería,
no le quiso responder claramente sino que los despachó de mala gana,
les enunció sus “milagros” y los despidió con una petulante frase:
Tan envanecido era, que llegaba a un lugar y sólo ponía atención a sus
propios honores y requerimientos. Según Lucas (7:44-48),
supuestamente cierta vez visitó a un fariseo y cuando vio que lo podía
hacer, no se reservó en echarle en cara cómo éste no había cumplido
con los honores con los que él creía que le correspondían: “no me diste
agua para mis pies… no me diste beso… no ungiste mi cabeza”. Estoy
seguro que usted, querido lector, ha sido huésped alguna vez. Es de
buena educación y una buena medida de piedad según la Torah, que
uno como huésped no se ponga con exigencias ni cargue a sus
hospedadores con arrogancias. Si a uno sólo le ofrecen agua, uno
recibe el agua con agradecimiento. Si sólo hay una pequeña cama, el
justo se conforma con ello y agradece el gesto hospitalario que tienen
para con él. Pero Yeshu no fue así. Su mundo giraba en torno a su
arrogancia y su falta de agradecimiento.
En Lc. 8:19-21 comete uno de los más graves pecados: no honrar a sus
padres. Dice el relato que mientras él estaba en una reunión llegaron su
madre y sus hermanos. Cuando preguntaron por él, ¿qué hizo?
Nada. Desconoció en público a su madre y dijo que su madre y sus
hermanos en realidad eran los que le hicieran caso a él. Esta actitud
es totalmente repugnante para la Torah y la ética judía, pues el Kitzur
Shuljan Aruj (cap. 143) enseña a poner en tan alto lugar a la Mitzvá de
honrar al padre y a la madre, que incluso manda a que si padre o la
madre entran en donde está el hijo, éste debe levantarse para rendirle
honores. Un hijo tampoco puede ocupar la silla de sus padres, ni los
lugares donde éstos suelen rezar. Uno no debe contradecir las palabras
de su padre, ni siquiera corroborar sus palabras en su presencia (puesto
esto hace sentir mal al padre, ¿acaso sus palabras serán válidas sólo por
la corroboración de su hijo? No, sino que por sí mismas –por ser del
padre- ya merecen honor). Un hijo que sea regañado por su padres en
público –e incluso que sea humillado y escupido- no debe manifestar
malestar ni siquiera en gesto. Incluso si la persona ve a su padre o
madre infringiendo la Torah, debe evitar decirles: “estás haciendo mal”,
antes debe decirlo como preguntando “padre/madre, ¿la torah no dice
esto y aquello?” a fin de evitar vergüenza a su padre o su madre.
Pero Yeshu no hizo nada de esto, no fue humilde ante su madre que
llegó preguntando por él, no acudió a su llamado (la desobedeció) y
encima la negó y la puso por vergüenza entre el público (a quien
comparó con tanta o igual dignidad como si fueran sus nuevas madres y
sus nuevos hermanos). No solo lo hizo así él, sino que aconsejó a otros
a no honrar a sus padres: a uno no lo dejó ir a enterrar a su padre (Lc.
9:59-60) y a otro le prohibió incluso despedirse de los de su casa -
incluye sus padres, obviamente- (Lc. 9:61-62).
“Si alguno quiere venir EN POS DE MI… todo el que pierda su vida POR
MI CAUSA, la salvará.”
Para él, él y nadie más es digno de ocupar todo lugar de dignidad entre
su gente. A este periodo de orgullo enfermizo es al que pertenecen
todas sus famosas frases ególatras que constan en el resto de gilionim,
por ejemplo: “yo soy el camino, nadie va al Padre sino por MI”, “yo soy
la fuente, el que de MI bebe no tendrá sed jamás”.
“Ay de ti, Corazín!… Ay, de ti, Betsaida!… el juicio será más tolerable
para Sidón que para vosotras! Y tú, Cafarnajum… hasta el Hades serás
abatida! … el que me desecha A MI, desecha al que me envió.” (Lc.
10:13-16)
“En esa misma hora se regocijó en el espíritu, y dijo:… Todas las cosas
me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino
el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo (Yeshu
mismo) lo quiera revelar.” (Lc. 10:21,22).