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Institut

français
d’études
andines
Choquequirao

Muerte de Huayna
Cápac y lucha por la
mascapaicha
p. 63-98
Texto completo
1 Huayna Cápac gobernó aproximadamente hasta 1525,
cuando la muerte lo sorprendió en la parte norte del
Imperio, sin haber podido elegir un sucesor que redujera
la ambición de otros aspirantes a la mascapaicha, símbolo
del poder. La cuestión de la sucesión era un problema
bastante complicado para un imperio que apenas había
sido instaurado recién por Pachacuti, retomando viejos
patrones y principios andinos que al parecer no
otorgaban la debida estabilidad a una organización
política de tipo imperial. El dualismo de las jefaturas de
los ayllus y etnias, en la división hurin y hanan,
identificados como un modelo predominante de gobierno
en los Andes, ha sido propuesto para explicar la
organización política de gobierno del Tawantinsuyu.
20
2
3 No obstante las discrepancias sobre el modelo de sucesión
inca, existían condiciones que, al parecer, cada eventual
aspirante debía cumplir. Estos requisitos eran
indispensables para ser considerado un candidato serio
en la obtención de la mascapaicha. Las principales
características de la disputa por la sucesión estaban dadas
por la influencia de las parentelas maternas (panacas), la
callpa o examen ritual de las visceras de llama, la elección
según capacidades personales del aspirante contrastadas
por las señales que debía dar la divinidad solar, la
capacidad del aspirante para obtener control de la
producción de tubérculos, coca, ají y maíz; el incremento
de la parentela a través de las mujeres, sea por
intercambios o acuerdos; tener ancestros prestigiosos
ocupando rangos importantes en la jerarquía Inca,
constituían también mecanismos de legitimación
(Regalado 1993: 74-75).
4 Hacia 1527 el imperio Inca se encontraba en una seria
disyuntiva para consolidar su estabilidad política. Túpac
Inca Yupanqui había llegado a conquistar territorios en el
norte del Perú y los Andes ecuatorianos, sometiendo a los
tallanes, cayambis y cañaris. Estos últimos le opusieron
una tenaz resistencia al punto que para someterlos el inca
diezmaría a gran parte de su población. Más adelante
Huayna Cápac, soberano que seguiría la pauta
conquistadora de sus dos antepasados inmediatos, llegó
hasta el sur de Colombia, logrando someter en parte a los
pastos y popayanes, tribus con escaso grado de cohesión
política y famosos por practicar el canibalismo. La
extensión territorial del Imperio exigió entonces la
formación de nuevos centros de control y dominio
efectivo; Huayna Cápac fundó entonces Tumibamba (hoy
Cuenca) y construyó lo que entonces se llamaría un
segundo Cusco. El significado de ambos detalles,
conquistas y fundación de ciudades con sus respectivas
construcciones, eran relevantes en la consolidación de los
grupos de poder —las panacas— no sólo en función del
control y dominio político efectivo, sino también porque
prestigiaban a la panaca de origen, consolidando con ello
sus derechos a la sucesión.
5 Según las crónicas y los historiadores que han seguido los
dramáticos sucesos durante el ascenso de un nuevo
gobernante inca luego de la muerte de Huayna Cápac,
sostienen que el sucesor fue Ninan Cuyochi, un infante
apenas recién nacido que no sobrevivió a la muerte de su
padre. Luego fue nombrado Huáscar, gobernador del
Cusco (por tanto, su correinante), el mismo que no recibió
la confirmación debida del soberano extinto. Huáscar,
hijo de Huayna Cápac y perteneciente a la rama guerrera
inca de los Hanan Cusco, descendiente de la panaca de
Túpac Inca Yupanqui,21 tuvo que vencer las
insurrecciones de Cusi Atauchi y otros hermanos más, así
como también enfrentar la oposición del clero tradicional,
los albaceas y generales de su propio padre, quienes
expresaban sus preferencias por Atahualpa. Atahualpa,
hijo de una noble palla cusqueña y perteneciente a la
panaca de Pachacuti y de la línea también de Hanan
Cusco, impulsado posiblemente por los nuevos intereses
creados en el norte y por los generales de su padre,
emprendió la lucha por la borla y terminó enfrentando en
varias batallas a su hermano Huáscar, quien fue
finalmente vencido, en la batalla de Cotapampa, luego
trasladado a Huanucopampa y ejecutado en Andamarca
con toda su parentela, descendiente de la panaca de
Túpac Inca Yupanqui.

Los andenes ornamentales de la ladera oriental


6 Hasta allí el registro de la historia inca se reduce a una
serie de luchas, conflictos y traiciones por acceder al
trono imperial. Cada panaca se formaba a la muerte de
cada emperador y la integraban sus hijos y
eventualmente hermanos importantes, creando así
fuentes de riqueza (tierras, yanas y mitmas) para
mantener el recuerdo, el prestigio y el potencial político
de los descendientes agrupados en una panaca. En ciertas
ocasiones las panacas tendían a aprovisionarse de nuevos
recursos para distribuir entre sus grupos aliados favores
que los obligaban a obtener más tierras, mano de obra y
producción agrícola y minera para el mantenimiento y
reproducción de privilegios, incluido el nuevo acceso a la
mascapaicha. Estas situaciones tendían a crear más
luchas y conflictos por acceder a esos recursos materiales
y simbólicos, multiplicaba también la necesidad de
extenderse a más territorios, crear espacios personales de
apropiación y emprender costosas empresas
constructivas de edificios para realzar el prestigio
personal de la panaca y reforzar las infraestructuras
burocráticas en los territorios sometidos. Indistintamente,
las diferentes etnias y naciones andinas que habían sido
sometidas veían en esas luchas entre las élites
gobernantes, la oportunidad de sumarse a los bandos en
disputa para obtener concesiones y ventajas, sea como
grupos étnicos, mitmas o yanaconas.
La plaza principal vista desde el camino al ushnu
7 Así, los competidores —apoyados en sus respectivas
panacas de origen— utilizaban a estos grupos de poder
para acceder a la jefatura imperial. A su vez las panacas,
especialmente de Pachacuti y Túpac Inca Yupanqui,
intentaban recuperar a través de los incas en pugna, los
antiguos privilegios de que gozaron con los primeros
emperadores. La disminución de los beneficios y el
predominio de la panaca recién establecida de Huayna
Cápac que acababa de fallecer y de Huáscar que dejaba la
jefatura de Cusco para asumir las funciones de gobierno,
hacían ver que el diseño jerárquico establecido para la
obtención de tierras y prestigio creado por Pachacuti para
conservar las ambiciones de las élites incas estaba
llegando a una situación de agotamiento (Betanzos 1999
[1557]: 243; Guzmán 1997). En la lucha por la sucesión, los
descendientes de Pachacuti que estaban en Cusco
apoyaron también a Atahualpa; sin embargo, resulta
difícil de explicar aún los motivos que indujeron a ambas
panacas —la de Pachacuti y la de Túpac Inca Yupanqui—
a encontrarse en el período de Huáscar en una pugna que
terminaría por destruirlos tanto a ellos como a su propio
Imperio.22
8 En los casos de Huáscar y Atahualpa, resulta claro que
ambos personajes intentaban reafirmar sus derechos
sobre el Imperio, a pesar del nombramiento de Huáscar
por su padre, pues continuaron con sus políticas de
expansión y de construcciones que consolidaran sus
derechos a la primacía del gobierno. Mientras Atahualpa
y los generales de su padre seguían comandando las
conquistas al norte del Tawantinsuyu o «visitando» zonas
que ya habían sido sometidas en busca de conseguir las
lealtades debidas a su persona, tarea que además
consolidó con las construcciones en Quito, Huáscar pasó,
en cambio, a formar parte de los Hurin Cusco y amenazó
con una contrarreforma religiosa que enterrase las
momias y abrir con ello la posibilidad de quitar las tierras
de las panacas que no respetaran su autoridad. Esto y su
pretensión de seguir haciendo para sí palacios en Calca,
serían parte de su afirmación a los derechos sobre el
gobierno del Imperio.

La marcha española al Cusco: inicio de la


resistencia
9 Cuando Francisco Pizarro, en 1529, contactó en Tumbes
con los primeros súbditos de los Incas de tierra firme,
tomó noticia de la lucha entre los principales señores. Así,
no perdió la oportunidad de aprovechar el conflicto
existente con una audaz acción en la plaza de Cajamarca,
capturando al inca Atahualpa, triunfante hasta ese
momento de la guerra entre panacas, y manteniéndolo
fuera del escenario durante un año para luego ejecutarlo
y presentarse como restaurador de las tradiciones
imperiales que por un momento Huáscar había
amenazado. Corría el año 1533 y Pizarro, ante la
necesidad de tener un jefe nominal inca, hizo nombrar en
ese momento a un sucesor ficticio de Atahualpa: Túpac
Hualpa y emprendió su marcha al Cusco.
10 Las huestes de Atahualpa habían logrado apoderarse de
los Andes centrales, desde Quito, a Jauja, Vilcas,
Andahuaylas, Abancay y Cusco. Sus generales
Chalcochima y Quisquis conducían la reconquista del
Imperio, empezando por el exterminio de la panaca de
Túpac Inca que había apoyado a Huáscar. Mientras tanto,
el grupo español dirigido por Francisco Pizarro, siguió
hacia Cusco. En el transcurso de su viaje —en realidad
desde Cajamarca mismo— encontraron el apoyo de jefes
étnicos como los cañaris, chachapoyas y huancas.
También se le sumaron los sobrevivientes del bando de
Huáscar y otros miembros de la nobleza inca; entre los
más destacados estaban Manco Inca y Paullu Inca.
Vano de entrada a la plaza principal
11 Manco Inca y Paullu Inca eran también hijos de Huayna
Cápac, y si bien la lucha de los hermanos mayores los
había mantenido apartados del núcleo de la contienda
principal, las persecuciones de Atahualpa y sus generales
los tenían a salvo de la mortandad que afectó a la familia
imperial. Ambos hijos se apoyaron en la hueste
conquistadora. Manco Inca, afirmado en sus derechos por
Paullu Inca, se ofreció luchar contra las tropas de
Quisquis estacionadas en Cusco; a cambio de ello, pidió a
Pizarro que eliminase al capturado jefe atahualpista
Chalcochima, lo que efectivamente hizo tras ese primer
encuentro de jefes incas y españoles, entre Vilcaconga y
Jaquijahuana (hoy provincia de Anta). Mientras tanto,
Quisquis dejó la capital imperial a merced de Manco Inca,
pues se encontraba ubicado en territorio enemigo. Manco
Inca pudo ingresar triunfalmente al Cusco y con la ayuda
de Pizarro se coronó inca sin haber cumplido los rituales
de ley (1533). Al fin, la debilitada nobleza inca no
atahualpista ni huascarista pudo llegar a contar con un
auqui que podía continuar con las tradiciones imperiales.
Manco Inca había sido el guardián de la panaca de
Huayna Cápac y cuidaba su momia, mientras Paullu Inca
—quien era nieto además de un importante jefe de los
Guayllas y tenía por esto un importante ascendiente en la
región de Charcas y Lupacas en la actual Bolivia—
sostendría una campaña de reconquista en la parte sur
del Imperio, que se había relajado contra la autoridad
imperial a raíz de las guerras civiles entre las panacas.23
12 No obstante, en el Cusco, el desencanto sería total.
Francisco Pizarro y Manco Inca tenían que acabar con la
resistencia atahualpista de Quisquis en Jauja, donde sus
aliados huancas (en realidad más aliados de Pizarro que
de Manco Inca), eran amenazados. Éstos fueron
derrotados por las fuerzas imperiales del sur (léase los
cinco mil soldados de Manco Inca, jefe del sur del
Tawantinsuyu y los cincuenta españoles de Hernando de
Soto) en Maraycalla en mayo de 1534, huyendo luego
hacia el norte. Hasta ese entonces, el impacto de la
presencia de los conquistadores sería notable. Tenían a su
favor la diezmada simpatía de los nobles incas, que no
aceptaban totalmente la autoridad de Manco Inca, la
propia dependencia de éste para legitimar su mandato,
las simpatías de las principales y más aguerridas naciones
de un imperio recién formado: los cañaris, los
chachapoyas y los huancas. Tenían además el prestigio de
ser considerados seres sobrenaturales, por la tecnología
bélica que los encumbraba sobre ejércitos indígenas y un
factor crucial que en ese momento se hacía notar
cíclicamente: las epidemias que diezmaban a la población
y conferían un significado trágico y fatalista al momento
que vivían, las mismas que debilitarían el sentido
religioso de las poblaciones andinas frente a una agresiva
evangelización cristiana.
13 Manco Inca pudo mantenerse, sin embargo, en el Cusco;
mas la rapacidad y la extorsión de los conquistadores
(tanto de jefes como de subalternos), humillaron hasta tal
extremo la dignidad del Inca que las naciones ya no le
obedecían sin el consentimiento de sus «aliados
españoles», ni tampoco los mismos yanaconas y
mitmacunas,24 lo que lo convirtió prácticamente en un
inca fantoche. El imperio de los incas o Tawantinsuyu
había sido herido en el centro vital de su ordenamiento
político: el Inca, jefe e hijo de la deidad solar en la tierra,
había perdido la autoridad para cohesionar de modo
legítimo la diversidad de naciones y tierras que habían
usufructuado durante noventa años.
14 Ante esta realidad, la disyuntiva era obvia: dejar que la
ficción de un reinado continuase o iniciar una lucha y
resistencia que recuperase la plenitud de su dominio
sobre aquellas tierras y pueblos. La elección para Manco
Inca no fue difícil, planteó la guerra contra los cristianos:
política, económica, religiosa y militarmente.25
15 El primer acto de esta resistencia fue la fuga a Calca, la
antigua residencia de Huayna Cápac, lugar de recreo del
soberano, que pasó a ser un primer refugio de Manco
Inca, para luego esconderse en Tampu (Ollantaytambo),
centro de almacenamiento y administración inca desde
donde pudo coordinar, organizar y dirigir los ejes de
resistencia de todas las regiones sobre las que aún poseía
autoridad, especialmente sobre el aparato burocrático,
militar y religioso que mantenía en las regiones cercanas
al Cusco.26

Resistencia desde Ollantaytambo


16 Tampu, conocido también como Ollantaytambo, es una
zona anexada al Imperio para despensa de los incas. No
resulta fortuita la fuga de Manco Inca a esta región, por
varios motivos: sea por su alta capacidad productiva y
diversificada, por la cercanía al Cusco, por sus conexiones
a Vilcabamba y Anta en caso de ser necesario, entre otros.
De todos estos factores merece destacarse el primero.
Vista panorámica del cerro Choquequirao y de sus
andenes orientales
17 En esta área, como lo afirma Ann Kendall,27 la
infraestructura de la zona para el cultivo y la producción
—especialmente en tierras del Inca y del Sol— se prestaba
para un aprovechamiento intensivo de la población
asentada en el lugar, un área que en su extensión total
(Quente-Torontoy Cusichaca y Ollantaytambo) podía
mantener en una temporada hasta cien mil personas
(1991: 28-29). Esta área fue aprovechada para escapar de
Cusco y mantenerse a una prudente distancia, para luego
intentar la recuperación de la ciudad. Por otro lado, la
recuperación del Cusco imponía la necesidad de rodearla
por sus cuatro salidas y Ollantaytambo ofrecía esa
ventaja, pues sus salidas por el Antisuyu hacia Huayopata
y Amaibamba o la conexión con Anta y Limatambo, que
era el Chinchaysuyu, eran relativamente fáciles partiendo
desde la quebrada de Patacancha y las punas de
Pumamarca en Tambo que contaba con caminos,
corredores y una zona de tambos y miradores conectados
entre sí y que atravesaban el monte Salcantay para
desembocar por las abras a Mollepata, Marcahuasi y al
río Apurímac, facilitando de ese modo la reunión de
contingentes runas hacia la zona de conflicto.28

Fracaso del sitio del Cusco


18 Según la tradición histórica, Manco Inca pudo levantar un
inmenso ejército para tomar la ciudad del Cusco en mayo
de 1536. El cerco duró diez meses. Lo comandaba aún
desde Calca y tenía el control de Yucay. La defensa del
Cusco frente a las fuerzas de Manco Inca, que rodearon
por los cuatro lados a la ciudad, estaba constituida
también por fuerzas imperiales al mando de sus
hermanos y rivales de otras panacas.29 Igualmente,
formaban los contingentes defensivos de la ciudad:
cañaris, chachapoyas, mitmas y los grupos étnicos recién
llegados con los españoles, al mando de Chilche y los
huancas, aliados de Pizarro. Estos huancas, que habían
sido llevados como auxiliares y cargadores y habían
participado en el saqueo de la ciudad, al entrar por
primera vez, ahora la defendían contra Manco Inca
(Espinoza 1990: 98).
19 La defensa, confiada a los contingentes incaicos y étnicos
aliados a los españoles, que tenían el mando, pudo resistir
los repetidos embates de una estrategia mal planteada
por Manco Inca, sujeto además a imperativos andinos
frente a una lógica y práctica occidental del combate.30
Manco Inca no pudo tomar la ciudad y la mayor parte de
sus fuerzas se replegaron a Sacsayhuaman:
[...] cada uno de ellos con grandes cuadrillas de indios, los
cuales dieron gran consuelo a los cristianos, que después
que se vieron con ellos é vista la necesidad y hambre que
pasaban, dieron orden de meter en la ciudad gran
cantidad de comida para el socorro y mantenimiento de
los cristianos e indios que estaban en ayuda y socorro de
ellos, que fueron más de dos mil ánimas de yanaconas y
cañares y chachapoyas de los cuales vinieron de Quito al
saco del Cusco, los cuáles se quedaron por yanaconas de
los españoles. (Quipucamayocs 1974 [1542-44]: 65)
Vista panorámica del conjunto desde el ushnu
20 Sacsayhuaman es una construcción inca que no pudo
concluirse. Hubo de convertirse, pues, en reducto y
fortaleza de las fuerzas de Manco Inca; luego, fue tomada
por la alianza hispa-no-indígena. A la larga, muchas
edificaciones incas de similares condiciones se irían
convirtiendo en fortalezas, por las necesidades de la
guerra.
21 Hacia mayo de 1537, las fuerzas de Manco Inca se
encontraban replegadas y comenzaron a desbandarse,
porque no podían sostener un largo asedio sin descuidar
las cosechas, única fuente de subsistencia de los runas y
sus ayllus. Ollantaytambo tampoco ofrecía las seguridades
ante la llegada de más refuerzos españoles de Alonso de
Alvarado y, especialmente, por el retorno de Diego de
Almagro con el príncipe Paullu, quien dejó de reconocer
la autoridad de su hermano y aceptó ser coronado en su
lugar con la mascapaicha.31
22 Manco Inca se retiró de Ollantaytambo a Vitcos, seguido
de algunos miembros de la nobleza inca con el fin de
reagrupar sus fuerzas y defenderse de la persecución de
Almagro, los Pizarro, sus propios hermanos y antiguos
súbditos en Cusco.32 Tras este retiro, el Tawantinsuyu
como entidad política imperial inca había desaparecido
de la historia. Sólo quedarían grupos nobles dispersos
que, en algunos casos, alternarían la lucha y las
negociaciones hasta 1572, y, en otros casos, la
incorporación de privilegios temporales y perpetuos
(Marquesado de Oropesa), al tiempo que se consumaba la
conquista.33

Plaza principal del sector bajo con sus edificios

Resistencia en Vitcos
23 Tras el fracaso de la toma de Cusco y de Lima en febrero
de 1538, y en vista de las persecuciones organizadas por
Diego de Almagro y Hernando Pizarro, siempre con ayuda
de los nobles incas, Manco Inca se retiró a Vitcos. Siguió la
ruta del abra de Málaga o Panticalla y el río Lucumayo,
una zona de difícil acceso que lleva a los antiguos palacios
de Huamanmarca pertenecientes a Pachacuti y poblados
entonces por mitmas chachapoyas. Ingresó al valle de
Amaibamba para cruzar el río Urubamba por el puente
de Chuquichaca a la altura del pueblo de Chaullay. En el
transcurso de esta retirada, Manco Inca atacó a los
mitmas chachas que habían estado ayudando a los
españoles en su captura (Murúa 2001: 234-35; Rostworowski
1993).
24 El cortejo de la retirada fue por lo demás emotivo, Manco
Inca aún contaba con la esperanza de organizar desde las
montañas de Vilcabamba la expulsión de los españoles;
disponía para ello de ejércitos en el Collao, Contisuyu,
Conchucos y Huánuco. También se organizaron conatos
de resistencia y apoyo a los conquistadores entre las
diferentes etnias en el Collao, en la región huanca, en la
sierra central y en el callejón de Huaylas, lo que
demuestra la enorme fragmentación y rivalidad
interétnicas avivada por la presencia de los
conquistadores españoles (Guillén 1981: 56-58).
25 Manco Inca pudo organizar la resistencia desde su refugio
en Vitcos a través de las diferentes redes de gobierno que
todavía conservaba, por ejemplo, su ejército que no se
disolvió hasta las derrotas de 1539 y 1541, y por la
disposición de los caminos que atraviesan toda la región
de Vilcabamba, que había pasado a ser de un territorio de
colonización inca, a una zona enteramente de refugio.
Entre esos caminos se puede señalar la ruta que
manifiesta Pedro Cieza de León y que va de Vilcabamba a
Huamanga, el mismo que aún es transitado hoy en día,
especialmente por las poblaciones de Ayacucho y
Andahuaylas entre las quebradas de Arma, Huarancalqui
y Pampaconas (Cosío 1951: 16).34
26 Estos caminos —pequeños y «farragosos» en la
terminología de la época— atraviesan el río Apurímac
para llegar hasta Vilcabamba, luego de atravesar sus
cumbres. Por la misma ruta a Andahuaylas, por el pueblo
de Carco y el puente de Osambre (Cusambi), Sayre Túpac
saldría de Vilcabamba a Lima para tomar la encomienda
ofrecida por la Corona en Yucay. Otra ruta es la que
atraviesa Vilcabamba a Vitcos y que parte del lado del
Cusco, y que actualmente se usa para el transporte de
arrieraje y de turistas de aventura que parten del pueblo
de Santa Teresa de Huadquiña del río Urubamba, para
venir directamente a Cusco por Machu Picchu.
Probablemente fue la primera ruta usada por Pachacuti
para llegar a Vitcos en su campaña de conquista tras
someter a los Chancas, ruta que fue relegada por mucho
tiempo por la ruta del Panticalla o abra Málaga y que usó
Manco Inca en su fuga. Otros caminos pasan por el río
Apurímac, a través de puentes que llevan a Choquequirao
y Vitcos, tal como se menciona en un documento de
1661.35 Había otra ruta fluvial que unía a la zona de
Vilcabamba con la del centro y nororiente de los Andes, a
través de los ríos Apurímac, Ene y Ucayali hasta el
Huallaga y que contempló Manco Inca para su escape de
Vilcabamba a la región de los chachapoyas; ésta era muy
usada por la etnia piro en su comercio amazónico.36

Templo del sector Hanan y cerro Corihuayrachina


27 Vitcos, por otro lado, se convirtió en centro de gobierno,
con carácter ceremonial y de supervivencia de los usos y
la cultura inca, aunque también se vería influida por las
necesidades de la guerra así como por su vecindario con
las tribus amazónicas en la adopción de nuevos usos y
costumbres. Las ruinas más importantes del lugar son
Rosaspata, Chuquipallpa, el pueblo de Pucquiura y
Pampaconas; las llamadas fortalezas de Huayna Pucara y
Machu Pucara sirvieron, primero, como centros
colonizadores y de avanzadas de administración para
pasar luego a ser refugio del último de los jefes de la
nobleza de los orejones; sin embargo, no fueron
suficientes como para detener las expediciones de
Rodrigo de Orgóñez y los Pizarro en 1539, aunque con
muchas bajas de parte de este último y donde el Inca
perdió a su esposa luego de una salvaje tortura aplicada
por parte de sus captores. Así, Manco Inca aprovechó
hasta donde pudo las ventajas de aquella herencia
imperial desde su residencia de Vitcos, pero entre 1544 y
1545 sería asesinado alevosamente por perseguidores
almagristas a los que había dado refugio, concluyendo de
esta forma la etapa de resistencia de uno de los linajes
más sobresalientes del incario. Dejaba el escenario para
las guerras civiles entre españoles que asolarían al país
durante los siguientes diez años.

Vilcabamba: luchas y negociaciones


28 La trágica muerte de Manco Inca señaló la extinción de
un intento organizado por recuperar el control de un
imperio que cayó por entero en manos de los españoles.
La caída de los Pizarro —de Francisco en 1541 y de
Gonzalo en 1548—, la muerte de Paullu en 1549 y la
instauración del virreinato como organización política de
gobierno colonial, señaló el inicio de una nueva etapa
para atraer a su favor (o dominio) la lealtad de los
soberanos incas que habían hallado su último reducto en
Vilcabamba. Con la mayor parte del territorio sometido,
Manco Inca había dejado de lado su enfrentamiento con
los españoles, limitándose a observar las luchas que éstos
desataron sobre su antiguo Imperio. Con su muerte, su
hijo Sayre Túpac (Tabaco Real), de 11 años de edad, fue
nombrado por los orejones refugiados de Vilcabamba
como nuevo Inca, encerrándose más en su territorio.
29 En 1548, el presidente licenciado Pedro La Gasca entabló
conversaciones con la corte de Vilcabamba a través de los
familiares de Sayre Túpac que habían servido a la Corona
española, es decir, a través de su tío Paullu y una tía de
Sayre, Beatriz Yupanqui, esposa del conquistador Diego
Hernández.37 Estas negociaciones iniciales entre ambos
grupos no eran nuevas, ya que el propio Vaca de Castro
había intentado persuadir la rendición de Manco Inca,
llegando inclusive a enviarse regalos mutuamente. En
aquella oportunidad Manco Inca fue categórico en
solicitar tierras, sirvientes rucanas que lo llevaran en
andas, sitios de placer, chacras de coca, otros territorios
para criar camélidos, maíz y orejones (Hemming 1982: 327).
Definitivamente, lo que pedía Manco Inca eran las
antiguas tierras, heredades y privilegios que sus
antepasados habían fundado entre los ríos Urubamba y
Apurímac y que ahora él poseía en parte; esto lo confirmó
el propio rey Carlos V en una Real Provisión dada el 9 de
febrero de 1554, a favor de Sayre Túpac que a la letra
dice:
Consigo tiene hasta el dia que viniesen de paz e que asi
mismo viniendo a nuestra real obediencia. Le hiziesemos
merced de yndios en Abancay y de la volver las casas y
Tierras que su padre dejo en esta ciudad del Cusco y le
señalasemos tierra en que poblase los yndios que en su
campaña tiene o como la nuestra merced fuese lo qual
visto por el dicho presidente e oydores fue acordado que
deviamos mandar dar esta nuestra carta para vos en la
dicha razon e nos tovimoslo por bien/ por la qual
perdonamos al dicho Mango Ynga, Xairetopa e a los
dichos capitanes e yndios que consigo tuviere todos e
cualesquier robos e delitos que hubiesen cometido hasta
el día que venga a nuestra real obediencia e viniendo a
ella junto remitimos cualquier pena en que avia
yncurrido por razon de los aver cometido/ e prometemos
que veniendo como dicho es le seran dados yndios en la
provincia de Abancay y le mandaremos volver las tierras
y casas que su padre dejo e tenia en la ciudad del Cusco y
haremos proveer de tierras en que pueblen los indios que
en su compañía tienen e teniendo efeto su venida
mediante la diligencia y cuidado.38

30 El licenciado Pedro La Gasca optó por hacer un informe al


rey en 1548, luego de haber enviado una expedición
negociadora a la corte de Vilcabamba y éstos devolverle la
visita con emisarios del Inca para cerciorarse de la verdad
de tales ofrecimientos. En estas negociaciones, La Gasca
no dejó de mezclar la buena voluntad y los regalos con las
amenazas de capturarlos si es que no accedían a su
solicitud. Para entonces, lo que pedían los regentes se
mantenía en los puntos exigidos por Manco Inca, y
confirmados luego en la real provisión de 1554, donde se
mencionaba que:
[...] debían dársele las tierras que ocupaba en ese
momento en Vilcabamba más todo el triangulo
comprendido entre el Apurímac y el Abancay desde su
confluencia hasta el camino real, más unas casas que
habían sido de su abuelo en Cusco, y cierta heredad y el
solar de unas casas de placer que en Jaquijahuana solía
tener su abuelo. (En Hemming 1982: 336)

31 La provisión de La Gasea del 1 de septiembre de 1548


establece en realidad una zona de ocupación en el río
Apurímac; en ésta se incluía el pueblo de Tacamarca, que
contaba con 354 ayllus (350 a 400 indios) y que estaba en
poder de Pedro Alonso de Carrasco. El pueblo de Ancoy
que tenía Hernando Pizarro con 200 indios que, junto con
30 indios sumaban con otros que no se precisan, 630
indios. Los territorios establecidos y que solicitaban los
regentes del nuevo Inca, Sayre Túpac, hijo de Manco Inca,
abarcaban desde el puente del río Apurímac hasta
Abancay; ocupaban ocho leguas, y las que hay desde el río
Abancay hasta su confluencia con el Apurímac que son
siete leguas, más diez leguas que estaban al lado del río
Apurímac. El camino real era entonces el límite, y
Choquequirao se hallaba unos kilómetros adentro.
También solicitó que se le hiciera merced de 90 fanegadas
de tierras que poseyó su padre Manco Ynga. Asimismo
solicitó las 20 leguas de tierras que sus antepasados
habían desmontado para cocales y que estaban en
Vilcabamba, pero que habían sido asignadas a Hernando
Pizarro en la primera distribución de encomiendas que
hiciera su hermano. También reclamaba los solares en el
Cusco y el asiento de Pumacurca con sus casas y que
estaba en poder de Pedro Alonso de Carrasco, además de
los asientos y solares que tenía en Jaquijahuana y
Tambocancha, que habían sido las casas de placer de
Huayna Cápac. En total solicitaba la cesión de 49 leguas
que le correspondían por derecho39 (ver mapa 1).

Vista global del templo Hanan y del cerro


Corihuyarachina
32 Las propiedades de los Pizarro y sus aliados eran ahora
usadas como bienes de negociación con los incas de
Vilcabamba, como una manera de resarcimiento —según
la Corona— y devolución de la dignidad de la que habían
sido despojados durante la conquista de estos territorios.40
Lo que no admitió la Corona fue la conservación de
Vilcabamba en su poder, pues ello su-ponía un peligro
para la estabilidad de la región y de todo el país, dado que
«podían levantarse cuando quisieran». Este juego de los
españoles y los incas, sin embargo, queda mejor
esclarecido cuando se trata con las pretensiones
frustradas de Paullu Inca, el abado «incondicional» que
solicitó las mismas tierras que el Inca sublevado ocupaba
en la región, y que nunca le fueron concedidas.41 Paullu
Inca no era cualquier aliado; desde un principio había
ayudado a los españoles, asumiendo su condición de
colaborador nativo. Pero los territorios que reclamaba,
aunque eran difíciles de poblarlos no eran difíciles de
dominar; así lo demuestran las campañas de Orgóñez y
Gonzalo Pizarro contra Manco Inca y luego de Toledo
contra Túpac Amaru I. Paullu, sin embargo, no dejaba de
ser para los españoles parte de la raza que habían
sometido; además, era un personaje representativo, pues
también había sido coronado como Inca y en un sistema
político tan endeble y conflictivo para la sucesión de los
Sapa Incas, ello representaba mucho para quienes
pretendiesen ceñirse la autoridad entre los runas ahora
sometidos a la Corona. Paullu era respetado por los
curacas y le servían y tributaban como a un Inca
auténtico (Lamana 2001: 31, 35). Por lo menos así lo
demostró desde su conflicto con Manco Inca:
Mango Inga se metió en la tierra de los Andes [...] y Paullo
Topa Inga al tiempo que salía de esta jornada con sus
diligencias y amonestaciones hizo que se vinieran a él y a
los cristianos casi toda la gente de guerra que Mango Inga
tenía consigo, desamparándole. (Quipucamayocs 1974 [1542-
44]: 71)42

33 Muchos españoles desconfiaban de Paullu, y él mismo —


aun-que según los documentos intentaba disimularlo—,
no dejaba de demostrar su categoría de un Inca
pretendiente, desde su apoyo a un Manco Inca coronado,
su alianza con un Almagro triunfante en Cusco, pasó
luego al campo pizarrista cuando éstos fueron ejecutados,
y de ese mismo modo terminó sirviendo a la Corona con
el triunfo de La Gasca. Alegaba con ello su poca
disposición a la lealtad, si es que no estaba en función de
sus intereses, tal como lo demostró en el cerco del Cusco
por Manco Inca:

Mapa 1: Etnias y poblados antiguos


[...] dijo que este testigo vido en la dicha parte de
Cochacaxa estaban cuatro mil yndios, poco mas o menos
peleando con los dichos españoles del dicho capitán
Alonso de Alvarado, he dicho mariscal e su gente estaban
de los yndios un tiro de piedra diziendo el dicho mariscal
al ynga (Paullu) que porque no hechaba a los ¡españoles
los diez mil yndios que le avía prometido para que diese
en ello por las espaldas, y el dicho ynga dezía que aquel
día venían, que no tuviese pena, y que no vinieron más de
los que allí estaban, porque al parecer de este testigo el
ynga tenía poca gana de dar en los dicho cristianos. (En
Lamana 1997: 257)

34 Pero ésta no era una actitud particular de Paullu, Manco


Inca la mostró en sus negociaciones con los españoles;
Sayre Túpac también accedió, por las encomiendas que le
ofreció la Corona a cambio de su sometimiento, como
luego lo haría su hermano Titu Cusi Yupanqui; la
diferencia es que esta actitud finalmente les costó la vida
a los tres incas de Vilcabamba, mientras que Paullu pudo
disfrutar en paz de sus «premios». Por otro lado, los
españoles no estarían dispuestos a tolerar que existiese
un territorio liberado tras la cordillera de Vilcabamba y al
otro lado del río Urubamba, con una hegemonía liderada
por una nobleza inca.

Andenes del sector Hanan con nichos ceremoniales


35 Para el gobierno español, los incas de Vilcabamba eran
una amenaza; lo grafica mejor el oidor de la Audiencia de
Lima, licenciado Juan de Matienzo en su obra Gobierno
del Perú, quien sostenía la necesidad de afirmar el orden
colonial por sobre cualquier otra consideración, aun
negociando con los incas, puesto que Vilcabamba era una
zona de mucho riesgo en una guerra contra el Inca.
Además era una zona de difícil acceso y control, su
conquista no garantizaba un sometimiento pleno; tanto
para los rebeldes como para los aliados de la Corona,
ambos sectores verían siempre la oportunidad de
levantarse en cualquier momento contra el dominio
colonial. Esta era una situación complicada para el
gobierno español, en la medida que los indios siempre
veían en el Inca un señor natural al cual acudir en caso de
desobediencia y resistencia al régimen, más aún cuando
éste recibía en sus posesiones a súbditos prófugos
(Matienzo 1967 [1567]: 308).
36 Vilcabamba había dejado de ser entonces un foco activo
de resistencia militar y se convirtió, en cambio, en un
espacio de revitalización cultural, religiosa y de vigencia
política de los grupos nobles incas que no se sometieron a
la Corona. Una de las primeras acciones que realizó
Manco Inca fue trasladar las momias de sus antepasados
y la imagen del Sol — conocido como Punchao—,
señalando de ese modo la continuidad de las tradiciones
cultivadas por sus ancestros. En esta región, conocida
luego por los españoles como la provincia de Vilcabamba,
encontramos una serie de construcciones ubicadas en las
márgenes del río del mismo nombre; una de ellas fue
conocida anteriormente como Vitcos, que era el nombre
de la capital que ocupó primero Manco Inca, ubicada en
el territorio de los manaríes. El cronista fray Martín de
Murúa nos describe el templo dedicado al Sol en
Chuquipalta, junto al pueblo de Vitcos, donde se adoraba
una piedra grande encima de un manantial de agua, sitio
tenido por sagrado y como oráculo por los súbditos de los
incas y donde se le ofrendaban oro y plata (Hemming 1982:
384; Murúa 2001 [1616]: 259). En la probanza de la bisnieta
de Huayna Cápac, Beatriz Coya, se reconoce también que
Vilcabamba, además de ser una zona enferma e
inhabitable y habitada únicamente por mitmas, el inca
ordenaba guardar ídolos, guacas y cosas particulares que
en ella quería conservar (Rostworowski 1970: 241, pregunta
36).

37 Diego Rodríguez de Figueroa, emisario español enviado


por el virrey Diego Zúñiga Velasco, Conde de Nieva, y el
único que escribió sobre la llamada «tierra del Inga» en
sus viajes entre los años 1565 y 1567, nos da una
descripción de los poblados existentes y de cómo se vivía
en aquellos tiempos. En su primera entrada a Vilcabamba
—nos relata en 1565— describe las construcciones de
Pampaconas, mientras que en la parte baja del valle había
casas del pueblo, y se llegaba a él —desde el lado de los
principales poblados de Vitcos, Lucuma, Pucquira y
Layancalla— a través de un camino «muy limpio en un
llano muy grande» sembrado además de pequeños fuertes
de protección y teniendo enfrente la cordillera de
Vilcabamba. Pampaconas era uno de los principales
asentamientos en Vitcos y el mismo Vitcos era el más
antiguo de todos en Vilcabamba,43 se hallaba
resguardado, además, por trescientos indios lanceros que
se desplazaban por todo el territorio. Las construcciones
estaban hechas de barro colorado y el pueblo poseía una
plaza principal que Rodríguez la identifica con un teatro;
allí el Inca tenía su asiento principal, un Ushnu sin duda.
La entrada del Inca es relatada así por el embajador
español:

Santuario méridional de la plaza principal con su muro


«triunfal»
El ynga venia delante de todos con unas coracinas de oro
de muchos colores y con una patena de plata delante de
los pechos e una rodela de oro e una media lanza con el
hierro e unas cintas, que bolteavan las lanzas, e unos
garavatos, e todo de oro. Traía unos cinojiles de pluma en
las pantorrillas, y en los tovillos, colgado de ellos unos
cascavales de palo, traía en la cave[z]a una diadema de
muchas plumas; y asi mesmo en el pescue[z]o otra. Traía
un puñal dorado en la mano de la rodela de Castilla, y
venía enmascarado de un mandul colorado, e a cabos
verde e á cabo morado de diferentes colores, echando los
pasos en horden. Y llegado al llano donde estavan puesto
su asiento y los del pueblo e yo, miró hazia donde el sol
estava, e hizole con la mano una manera de reberencia, a
quien llaman ellos mocha, e luego se fue a su asiento.
(Rodríguez de Figueroa 1910: 98-99)

38 Las tradiciones imperiales se habían conservado, pero


con ingredientes adicionales de carácter amazónico.
Objetos usados por los incas, como los adornos y pinturas
que vestían y ornamentaban el cuerpo del Inca, típicas de
las tribus amazónicas con quienes convivían e
intercambiaban, se complementaban además con una
corte también influida por usos y costumbre amazónicas
(Rodríguez de Figueroa 1910).
39 Vilcabamba y los poblados vecinos vivían de productos
agrícolas que los incas habían introducido en la región,
consumían papas y maíz, frijoles y otros productos
aclimatados en la zona como algodón, maníes, plátanos,
ajíes, paltas, yucas y frutales como guayabas, piñas,
lúcumas, papayas, pacaes y hasta caña de azúcar. En
cambio se consumía poca carne, sin duda camélidos y
cuyes, usados en los rituales de augurio, pero también
animales y aves selváticas. Se introdujeron, además,
animales europeos tales como los carneros de Castilla,
ganados vacunos, ovejas y puercos que conservaba el Inca
en Pampaconas (Murúa 2001 [1616]: 279). La chicha era
una bebida que se conservaba en su dieta, pero era
utilizada más para los rituales y las fiestas. Sobre estas
fiestas, Rodríguez hace la siguiente descripción donde se
destaca el carácter mítico y ritual que los incas de
Vilcabamba habían dado a su lucha y resistencia contra
los españoles:
E de enzima de un cerrito vi las fiestas que le hacían al
ynga, e cantos. E los bailes eran con las lanzas en las
manos á uso de guerra, tirándose unos de otros de botes,
donde salieron heridos uno o dos; que creo que con la
mucha chicha que avian bevido desatinaban e hazían
semejantes cosas.
Y el ynga me enbió a llamar sobre la tarde, e fui contra mi
voluntad. E luego me mandó sentar, y empezó a decir
cosas muy brabas, diziendo que avía de matar a todos
cuantos españoles, que havía en todo este reino, e que él
solo bastava para matar a cincuenta españoles. [...] E
luego vinieron todos aquellos Andes a ofrecerse al ynga, e
que si quería, que luego me comería[n] allí crudo,
diziéndole: ¿qué haces con este barbudillo aquí que te
quiere engañar? Mas vale que lo comamos luego. E luego
vinieron dos orejones yngas, con dos lanzas en las manos
derechos hazia mí, tirándome botes y arrimándome el
hierro en las costillas, diziendo: ¡a barbudos nuestros
enemigos! E yo á todo esto me reía, e por otra parte me
encomendava a Dios. E le dixe al Ynga que me hiziese
merced, que quería yr a proveerme; y assi me escabulli de
aquella jente renegada y me escondí hasta la mañana.
(Rodríguez de Figueroa 1910: 110-11)

40 En otra entrada a Vilcabamba, en 1567, el embajador


Diego Rodríguez de Figueroa empleó esta vez la ruta de
ingreso por Andahuaylas; es decir, el otro extremo del
territorio inca, cruzando desde Huamanga, el puente
Osambre (hoy Cusambi) y asentándose en el pueblo de
Carco (la ribera derecha del río Apurímac), donde el Inca
le alcanzaría una memoria de todos los pueblos bajo su
dominio (se mencionan doce) desde el pueblo de Carco
hasta Taraura, ubicado posiblemente entre los ríos
Vilcabamba y Urubamba (Guillén 1977: 642, 646).44 Al
revés de la visita anterior, se describe el activo comercio
entre los indios de Vilcabamba con los indios de
Andahuaylas y Abancay, de productos ganaderos,
comestibles y donde la coca era la moneda corriente de
transacción, junto con la sal. Ello continuaba así una larga
tradición de circuitos de intercambio entre los runas
andinos y los habitantes amazónicos, teniendo esta vez
como intermediarios a los incas (Guillén 1977: 644).
41 Entre las características que se describen en estos
informes están las penosas condiciones de vida en que la
población de estas regiones vivía: «[...] estas tierras del
Inga están muy enfermas y se ha muerto mucha gente
allí», especialmente por el estado de abandono. La muerte
acechaba a sus moradores; incluso el propio inca Titu
Cusi lo señala (1985 [1570]: 647-48), lo que confirma hasta
cierto punto el tremendo colapso demográfico regional
luego de las guerras civiles, conquista y al derrumbe del
mundo andino. Ello confirma también la frágil situación
en que vivía la sociedad indígena de Vilcabamba hacia la
mitad del siglo xvi, luego de haber sido una zona
eminentemente dedicada a la producción de tributos en
alimentos, andinos y amazónicos, y especialmente
minerales y coca.
42 Las misiones diplomáticas de la Corona española
enviadas a Vilcabamba, desde la época de Vaca de Castro
y de La Gasca —con criados que llevaron obsequios y que
regresaron cargados con más regalos—, y una misión
más, intentada por Paullu Inca en 1549, pero que no se
realizó por muerte del mismo, fracasaron en su intento de
lograr una apertura de los incas a las negociaciones. Sólo
en 1557 se realizó otra misión, esta vez enviada por el
virrey Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, con
familiares del joven inca Sayre Túpac — entre ellos un
primo mestizo suyo y un tío político que se haría célebre
como cronista: Juan de Betanzos—, con la misión de
convencer al Inca de aceptar el vasallaje al soberano
español. Aunque en esta oportunidad pasaron sólo los
familiares indios, incluido su primo mestizo, Juan Sierra,
hijo del conquistador Mancio Sierra y de la hermana de
Manco Inca, la ñusta Beatriz Huaylas, no pudieron pasar
los españoles más allá del puente Chuquichaca, aunque
lograron convencer al Inca de aceptar el perdón, las
mercedes y encomiendas que la Corona le ofrecía.
43 La oferta que Sayre Túpac terminó por aceptar
contemplaba, en primer lugar, un «perdón» formal del
rey, además de recibir el nombramiento de «Adelantado»
del valle de Yucay:
Su principal repartimiento estaba cerca de Oropesa, en el
extremo superior de ese hermoso valle, donde solían los
incas (Pachacútec, Túpac Inca y Huayna Cápac) tener «sus
casas de placer». Las tierras de Oropesa estaban
cultivadas por los españoles con viña y cereales, por lo
que no quedaban muchos indios tributarios, pero las otras
encomiendas de Sayre Túpac eran mucho más lucrativas,
particularmente Jaquijahuana, en la llanura al noroeste
del Cusco, que era una de las encomiendas más ricas del
Perú, confiscada poco antes al rebelde Francisco
Hernández Girón. Otros repartimientos confiscados al
mismo Hernández Girón incluían la fortaleza de Pucará,
en el camino al Titicaca [...] Los indios de esas fincas
pagaban a su propietario un tributo anual de más de
diecisiete mil pesos de oro, es decir, equivalente a 71 kilos
de oro: Sayre Túpac era pues un magnate territorial con
una renta anual de alrededor de 150 mil pesos. Y el virrey
[marqués de] Cañete impresionado, por la majestad de su
huésped y orgulloso de su propio triunfo diplomático, le
había concedido las encomiendas no por las habituales
dos vidas sino a perpetuidad. (Hemming 1982: 352-53)

44 Así se dejaba de lado las ofertas que cedían los primeros


territorios ubicados en el triángulo de Abancay —entre
los ríos Pachachaca, Apurímac y Vilcabamba— y se
concedían en cambio las propiedades de sus antecesores
en el valle de Yucay, que eran valles estrictamente de
propiedad Inca, los mismos que formaban parte de los
patrimonios personales de sus antecesores y que
finalmente eran los que daban dignidad a los gobernantes
del Cusco45 (ver mapas 1 y 2).
45 Las mercedes otorgadas por la Corona y aceptadas por el
joven Inca (quien no contaba con más de veinte años)
eran de modo perpetuo, a diferencia de las mercedes que
por dos vidas usualmente recibían los encomenderos. Ello
se puede evaluar como un intento político de la Corona
por legitimar sus derechos a ejercer el dominio en el
mundo andino sobre dos bases: la cristianización de los
indios infieles y la civilización de los territorios ocupados
(Hanke 1988; Pereña 1992). Desde este punto de vista, la
Corona pretendió obtener un derecho de continuidad al
dominio que los incas habían ejercido sobre las
poblaciones andinas. Pero someter la línea parental de
Manco Inca era fundamental, pues si bien éste fue un
gobernante elegido por los Pizarro para poder mediar en
la caída de su propio imperio, fue también el único que
pudo plantear una lucha de resistencia contra la invasión
hispánica con el grado de legitimidad que le
correspondía.46 La situación de la conquista, dada la
rebeldía de muchos de los conquistadores, obligó a la
Corona a plantear la necesidad de ceder una pequeña
parte de lo obtenido a la línea de Manco Inca, vía estas
mercedes. Con ello la Corona demostraba su capacidad
para imponer un orden colonial bajo su control,
aplicando condiciones bajo las cuales las élites indígenas
se convertían en un eslabón más del dominio colonial
(Lamana 1996: 80).
46 En las apreciaciones del Inca y de la corte de Vilcabamba
se apreciaba, sin embargo, un sinsabor respecto a los
territorios y pueblos ofrecidos y concedidos por la Corona
española entre 1548 y 1554. Si bien el ofrecimiento del
perdón real y la concesión de mercedes fueron siempre
los medios sobre los cuales los incas de Vilcabamba
aceptaron prestar sumisión y lealtad a la Corona, al
parecer —y esto se desprende de las informaciones que
dan los cronistas tanto españoles, mestizos e indios— los
incas de Vilcabamba se hallaban disconformes sobre el
lugar que les correspondería en la nueva sociedad
colonial. Sayre Túpac manifestó, por ejemplo, su
desencanto haciendo una analogía sobre el mantel que
poseía por derecho de sus antepasados (se refería al
Imperio) y la hilacha que ahora recibía de los españoles
(las encomiendas) en la cena que el virrey y toda la corte
de Lima le organizaron para recibir el perdón y los
beneficios de la cédula del rey (Hemming 1982: 352).

Mapa 2: Propiedades reales, tierras del Sol y tierras del


Estado

Vivienda de «los sacerdotes» ubicada al sur del ushnu


47 Los derechos que reclamaban eran los que les
correspondían como linajes de nobleza inca, es decir,
como jefes de panacas que ahora eran y que
representaban las principales cabezas dirigentes del
antiguo Imperio. En este sentido, los linajes nobles que se
creían desde los tiempos imperiales con derechos sobre
tierras y hombres (moyas y yanas), retrucaron en los
primeros tiempos de la colonia su lógica de resistencia
militar hacia una resistencia cultural, enfatizando esta
actitud especialmente en sus fiestas y rituales que
celebraban en su refugio, para proclamar que poseían los
atributos suficientes para ser ubicados como los grupos
de más alta jerarquía y con privilegios entre los
dominados, pues habían sido los antiguos y más
poderosos señores de estas tierras.47 En ese contexto, es
importante situar el siguiente discurso de Sayre Túpac —
citado por María Rostworowski (1970: 199-200)—, en su
salida de Vilcabamba para recibir el perdón real y las
encomiendas ofrecidas, tras la consulta a los augures de
su corte:
Claro es, que aquí yo soy señor de todo lo que
buenamente puedo querer, pues aquí me pueden venir a
servir todos los indios con sus mitas: de lo qual se les
sigue gran trabajo, y de mí también tenéis que soy
mancebo belicoso, y de tanto ánimo como mis passados,
que todo conocisteis su valor: pero aveis de considerar
que el Sol quiere que yo salga, por ser cosa que me
cumple, y porque me vea aumentado en Señorío, para que
alla afuera pueda ser remedio de mi sangre, y de todos
vosotros por lo qual os digo, que yo quiero salir, bien que
supiese que me costase por ello la vida, por eso todos los
que bien me quisiéredes, y mi servicio, me seguid en esta
empresa, e los que no, os quedad, porque yo os prometo
que antes de mucho tiempo os arrepintáis, y que yo tome
la enmienda en por ello, haziendo castigo en vosotros.
[Énfasis del autor].

48 El discurso está tomado de la probanza de Beatriz Coya,


hija de Sayre Túpac, en el juicio contra la Corona por la
devolución de los indios de las encomiendas que le
habían sido quitadas (Rostworowski 1970: 199-200), y
señala los motivos de fondo que fueron movilizando a los
incas de Vilcabamba para aceptar las reglas de juego de
los españoles y defender sus derechos como noblezas
aborígenes.
49 Con esta lógica de negociación se guió Titu Cusi Yupanqui,
y señaló precisamente el juego que este Inca de
Vilcabamba, el más enérgico y hábil político desde Manco
Inca, guiaría a su parentela hasta su muerte en 1569.
Vilcabamba para entonces había dejado de ser la rica
tierra de colonización inca, para convertirse en un refugio
de los restos de la nobleza cusqueña. Vilcabamba era una
zona bastante limitada productivamente, quizá por la
escasa población y porque era un territorio cercado por el
imperio español y apoyado por etnias que buscaban
vengarse de viejas ofensas. Estos últimos incas apenas
contaban con unos pocos nobles y menos yanaconas o
mitmas que se habían fugado del Cusco o estaban siendo
diezmados por el medioambiente, las plagas y las
enfermedades. Por otro lado, contaban con un dudoso
apoyo de aquellas etnias y tribus amazónicas del que
tanto se jactó Titu Cusi Yupanqui durante su entrevista
con el oidor Matienzo.48
50 Los registros que tenemos de las incursiones incas al
territorio bajo dominio español describen más que
campañas sistemáticas para enfrentar la presencia
española, unos intentos para negociar mercedes y
beneficios, los mismos que se concentraban en el
territorio ocupado por los encomenderos de Cusco y
Huamanga entre Abancay y Andahuaylas, y en
Amaibamba, ubicado en la ribera izquierda del río
Urubamba. No se descarta por esto que muchas
edificaciones antes mencionadas —ahora sitios
arqueológicos— siguieran cumpliendo, hasta muy
avanzado el período de la conquista y la colonia, una de
las funciones más importantes para las que fueron
creadas en la época inca: producir para aprovisionar y
satisfacer la necesidad de los guerreros vilcabambinos en
su tránsito hacia los valles de Abancay.49

La evangelización y despoblación en
Vilcabamba
51 Los puntos de negociación establecidos por Titu Cusi
Yupanqui, en su afán de posesionarse en el naciente
sistema colonial y adquirir un espacio económico que le
permita sustentar la dignidad de su línea familiar,
estaban hábilmente definidos por una lógica inca de
conservación de privilegios y de estatus, vía los
mayorazgos, los derechos de las élites vencidas, que
reconocieron como el único modo de sobrevivir en paz
tras el colapso de su Imperio. De este modo, para los incas
de Vilcabamba conservar la primacía de su propio linaje
por sobre las demás estirpes nobles indígenas que
también se habían adscrito al sistema colonial español era
un modo de conservar, dentro de éste, el estatus de ser
reconocidos como la única línea de nobleza real legítima.
52 En este contexto se explica la pugna entre diferentes
noblezas que reclamaban mayor legitimidad sobre la
herencia inca.50 Es el caso, por ejemplo, de Sayre Túpac
que asumió que la posesión de las encomiendas era más
un deber político familiar en la tierra donde se había
nacido.51
53 Las negociaciones entabladas entre Titu Cusi y la Corona
hacían hincapié en concesiones significativas para ambos
bandos. Por un lado, la Corona legitimaba la continuidad
del gobierno colonial, sometiendo a las noblezas nativas a
un consentimiento sucesorio y natural del régimen; y,
para las noblezas, significaba mantener su estatus y
privilegios en el nuevo orden. Sin embargo, para el
régimen inca de Vilcabamba esta política negociadora
colisionaba con un problema fundamental: la cuestión
religiosa.52 Las señas de identidad de la sociedad
vilcabambina estaban íntimamente ligadas a la creencia
de que el Inca era un señor con poder y autoridad
esencialmente religiosas, como hijo del Sol y como
mediador entre el mundo de las huacas y de los runas; se
encontraba, además, en disputa con el dios de los
cristianos. En la jerarquía de poder de la nobleza incaica
en Vilcabamba, estudiada por la historiadora Liliana
Regalado, se puede distinguir cómo la división de
funciones políticas y administrativas estaba vinculada
también a las responsabilidades religiosas de cada uno de
los cuatro miembros que formaban la cabeza dirigente de
este bastión andino. En Vilcabamba, la jerarquía política y
religiosa se formaba desde Manco Inca, manteniendo el
principio andino de la dualidad y oposición.

Kallanka de la plaza principal con el ushnu al fondo


54 Cuando fue asesinado Manco Inca, los regentes coronaron
a Sayre Túpac, su segunda persona en hanan (línea de los
guerreros y con poder temporal). Titu Cusi, que era el hijo
mayor de Manco Inca —aunque no se sabe si de una
madre de origen noble—, y primero en importancia
jerárquica entre los hurin (línea sacerdotal) y segundo
entre los incas, se mantuvo como sumo sacerdote dejando
a Túpac Amaru I en segundo puesto en la línea sacerdotal
de los hurin y convirtiendo posiblemente a un capitán de
la nobleza en segunda persona, en hanan (Regalado 1993:
112-14). Más adelante, y con la muerte de Titu Cusi, lo
sucederá Túpac Amaru I, pasando a formar parte de los
hanan y el hijo de Titu Cusi, Quispe Titu, ocupará
entonces el puesto de sumo sacerdote del Sol (Regalado
1993: 114-15).
55 Si la posible estructura de gobierno, tal como sostiene la
historiadora Regalado, se cierra con la captura y muerte
de Túpac Amaru I y la condena o destierro de todos los
capitanes de Vilcabamba, no podemos dejar de señalar
cómo esta misma estructura se había visto ya perturbada
en sus cimientos culturales dos veces en forma sensible.
La primera fue cuando Sayre Túpac abandona
Vilcabamba y se bautiza pasando al cristianismo; la
segunda, cuando Titu Cusi —que había desempeñado el
papel de sacerdote y ahora Inca (aunque por encargo,
según dice en su carta al rey, por la minoría de edad de
Túpac Amaru I)—, también se bautiza y permite la
entrada de frailes evan-gelizadores como parte de los
acuerdos y muestra de la buena voluntad del Inca para
negociar su salida con los españoles, causando con ello
una conmoción entre sus seguidores.53 El círculo de
resistencia de los incas de Vilcabamba se estaba cerrando
también en la esfera cultural, con las concesiones y la
paulatina cristianización de los refugiados.
56 Los primeros sacerdotes católicos ingresaron en 1565 al
reducto inca de Vilcabamba, como parte de los acuerdos
previstos por Titu Cusi, para encargarse del
adoctrinamiento de su hijo Quispe Titu, incluyendo
además el hecho de que apoyarían la construcción de una
iglesia en Carco. Ya desde la entrada de Rodríguez de
Figueroa, el Inca se había mostrado tolerante a la
propagación del cristianismo en sus dominios, y hasta él
mismo se había dejado bautizar. El propio Inca solicitaba
evange-lizadores en sus dominios, y la Iglesia católica en
el Cusco respondía entusiasmada a estos pedidos. Titu
Cusi recibió personalmente la comisión de frailes y
vecinos en 1568 en Lucuma y Vitcos, y fue nuevamente
bautizado, adoptando el nombre de Diego de Castro Titu
Cusi Yupanqui (como el virrey de ese entonces) y a una de
sus esposas la bautizaron como Angelina Polan Quilaco
(como el nombre de su madrina Angelina Siza Ocllo).
Quizá Titu Cusi estaba introduciendo el cristianismo en
sus dominios en un afán de salvar lo que quedaba de las
noblezas incas.54
57 Entre 1565 y 1568 la actividad misionera, aunque
pequeña fue muy intensa por parte del padre Antonio de
Vera; lo reemplazarían luego los frailes agustinos fray
Marcos García y Diego Ruiz Ortiz, el primero de profunda
convicción religiosa y el segundo participante en la
evangelización y extirpación idolátrica en Chuquiago (La
Paz), Potosí y Capinota en Cochabamba (Gisbert 1992:
196). Empezaron su obra misionera pidiendo permiso al
Inca para fundar una iglesia en Huarancalla (hoy
Layancalla), y fray Marcos García se quedó en Puquiura,
pasando al lado del río Apurímac con Martín Pando, entre
Carco y presumiblemente Andahuaylas; allí fundaron
capillas, levantaron cruces y bautizaron a los lugareños;
también se sumaron a este repertorio de bautizos los
pilcozones, una etnia amazónica que solicitó tal ritual. Sin
embargo, los nuevos convertidos seguían sus prácticas
idolátricas y ello creaba demasiados conflictos con los
frailes. Esta fue, no obstante, una primera oportunidad
para que los frailes ingresaran a Vilcabamba, llamada la
«universidad de la idolatría», viaje realizado
probablemente en 1569, y donde el Inca dictó su famosa
Instrucción... en 1570, declarando su voluntad personal
por convertir a las etnias amazónicas. A pesar de ello, los
frailes vieron que el entusiasmo cristianizador del Inca y
de los propios bautizados era superficial y compartido
con sus antiguas creencias. El capítulo trágico de esta
historia llegó a su cenit cuando los frailes convocaron a
los indios cristianos para destruir el adoratorio de Yurac-
Rami en Chuquipalta, el oráculo del agua, la piedra blanca
y el templo del Sol fue consumido por el fuego en
Puquiura.
58 En un contexto tan encendido como éste, los principales
opositores a la evangelización eran los capitanes
guerreros incas, quienes detentaban las principales
funciones de gobierno y de defensa, y naturalmente los
sacerdotes indígenas. Esta réplica del antiguo Imperio, tal
como menciona el historiador Hemming, tenía una
debilidad fundamental: la escasez de hombres como
mano de obra para el cultivo y la defensa. Si los capitanes
permitieron las negociaciones durante este período entre
Sayre Túpac y Titu Cusi fue porque ellos coconducían al
Estado inca en la cuádruple cabeza dirigente de
Vilcabamba.55 Ostentaban además los privilegios que esta
pequeña sociedad inca trató de conservar a partir de los
modelos sociales prevalecientes en el desaparecido
imperio, pero la limitación para esta reproducción del
modelo clásico del Tawantinsuyo siempre fue la mano de
obra. Sobre esta situación, es explicable que la dilación de
las conversaciones y el final incumplimiento de los
acuerdos tuvieran en este componente económico y social
una de sus mayores trabas para que los incas salieran de
Vilcabamba. Titu Cusi lo declaró así al licenciado
Matienzo, la imposibilidad de cumplir con la devolución
de indios secuestrados en las zonas de Apurímac y
Amaibamba, era por la oposición de sus capitanes:

La kallanka de la plaza principal con el cerro


Corihuayrachina
Yo [Matienzo] respondí agradeciéndole mucho lo que
había dicho y le concedí [a Titu Cusi] —en el nombre de su
Majestad— todo lo que pedía, y que todo se cumpliría,
xcepto en lo de los indios que él en su tiempo había
tomado, que estos se habían de volver a sus
repartimientos, si ellos quisiesen, porque Su Majestad
quiere que los indios sean libres todos, y nadie les haga
fuerza. Esto sintieron mal sus capitanes, porque los tenían
ya repartidos entre sí, para hacer sus chácaras, diciendo
que los tenían ganados en buena guerra, según de los
españoles que allá quedaron en rehenes. (Matienzo 1967
[1567]: 304. Énfasis del autor.)

59 Matienzo comprendía esta situación y por eso llegó a


proponer, de su lado, la posibilidad de replicar el modelo
mitma inca, es decir, compensar a los encomenderos
trasladando indios de otros lugares para sus servicios.
Esta situación también explica el motivo del porqué Titu
Cusi solicitaba de la Corona la autorización para fundar
pueblos en Amaibamba y Piccho, sin presencia española
alrededor, al parecer quería satisfacer las necesidades de
conservación de su propia línea familiar, también los
intereses de sus capitanes y evitar de paso la entrada
hispánica a una región que se ha presumido desde
siempre como rica en oro y plata.
60 El mal endémico de la despoblación, las agresivas
campañas evangelizadoras de los frailes, la demora en la
confirmación de los acuerdos de Acobamba por parte del
rey, el celo religioso de los sacerdotes andinos y los
intereses creados por los intransigentes capitanes incas
que se había reforzado con los asaltos y secuestros de
indios, más la amenaza permanente de invasión al
pequeño Estado vilcabambino, crearon la atmósfera para
precipitar la muerte de Titu Cusi Yupanqui, envenenado
probablemente, por sus propios súbditos que veían
amenazados sus intereses frente a su política negociadora
y la tolerancia a la introducción del cristianismo en sus
dominios. Era 1571 y Vilcabamba se quedó sin un líder
que los condujese a buen término en las negociaciones.
61 Si bien las principales defensas de Vilcabamba habían
sido hasta ese momento las cordilleras desérticas, el clima
sofocante, lluvioso y húmedo, las guerras civiles entre
españoles y las negociaciones de los incas, estos factores
dejaron de servir cuando murió este Inca y llegó el nuevo
virrey Francisco de Toledo (1569), con la resuelta
intención de reorganizar el virreinato y poner fin a las
negociaciones.

Notas
20. En la tradición historiográfica se ha planteado el modelo de la
monarquía teocrática hereditaria. No obstante, se ha establecido
también la posibilidad de que pudiesen haber dos, tres y aún cuatro
incas simultáneos que gobernasen un suyo de modo respectivo. Cf.
Duviols 1980; María Rostworowski, en el capítulo «La diarquía entre
los Incas» (1986: 130-179); Martti Pärssinen, cap. 4: «La organización
sociopolítica del Cusco» (2003).
21. Es importante anotar que en la dualidad de la etnia inca, los
Hanan Cusco eran los guerreros por antonomasia, en oposición a los
sacerdotes que eran los Hurin y que están ligados fundamentalmente
a la etapa preimperial desde su fundador Manco Cápac y, por ironía,
al último inca Túpac Amaru. María Rostworowski no descarta, sin
embargo, que existieran también sublinajes guerreros en Hurin
Cusco como sacerdotales en Hanan. De los soberanos incas, los tres
incas históricos son conquistadores, pertenecen al linaje Hanan y sus
panacas: Pachacútec y Hatun Ayllu, Túpac Inca Yupanqui y Cápac
Ayllu y Huayna Cápac y Tumibamba Panaca, con este último nombre
se fundaría un segundo Cusco en Quito. De estas panacas se
generarían los conflictos por la sucesión.
22. Una explicación la da Pärssinen (2003:181) en el sentido que las
parentelas divididas en tres categorías: Qollana, Payan y Kayaw (más
alto, alto y bajo estatus, respectivamente) estarían más cerca del
prestigio a medida que hubiese referencia de parentesco con el Inca
gobernante vivo, el mismo que designaba a su sucesor o sucesores, lo
que de hecho implicaba privilegios y beneficios a quienes más cerca
se ubicaban al Inca de turno. Obviamente, con este sistema se
favorecía al Inca gobernante y a su familia más cercana, pero a
medida que se nombraban nuevos monarcas y se creaban nuevas
panacas, éstos entraban en conflicto con los antiguos linajes que iban
pasando a posiciones cada vez más relegadas.
23. Para ello Paullu Inca, hasta entonces fiel súbdito de Manco Inca,
contó con la ayuda de la hueste dirigida por Diego de Almagro.
Usualmente esta última parte de la historia inca se ha visto como el
inicio de la conquista de Chile por los españoles y, por tanto, como
una extensión a la primera etapa de la conquista del Perú; sin
embargo, Almagro no pudo conseguir nada, ni señorío, ni riquezas, ni
encomiendas, ni posesiones. Su regreso al Cusco estaría teñido de
graves consecuencias, iniciando la primera guerra civil entre
conquistadores.
24. Empezando por sus hermanos que conspiraban contra él, entre
los principales mitmacunas al servicio de la casta imperial, el más
destacado sin duda era Chilche, jefe de los mitmas cañaris designado
por Huayna Cápac para servir en sus tierras personales en Yucay, y
que se sometió a Pizarro incluso antes que Manco Inca, en las cuestas
de Limatambo, ofreciéndole servirle fielmente, razón por la que
Pizarro lo nombró su administrador en las tierras que se había
apropiado de Huayna Cápac (cf. Villanueva 1970: 6-10).
25. La guerra de Manco Inca, desde su fuga del Cusco en 1536, abarcó
estos cuatro aspectos de modo intermitente; primero con el vigor
militar de la lucha y luego con sus incursiones y negociaciones
políticas hasta su trágica muerte en 1545. No se deja de lado tampoco
el hecho de que la visualización de la contienda entre dos adversarios
fundamentales fuese vista desde el mayor sacerdote andino, Vilaoma,
quien planteó con claridad dónde residía el mayor peligro entre todos
los conflictos que atravesaba el Tawantinsuyu, y éste era la contienda
con los españoles, pues «no venían a obedecer sino a mandar», a lo
que se podría agregar: con otro señor, con otra cultura y con otra
religión.
26. Otro asentamiento de resistencia vendría a constituir Tarawasi,
centro ceremonial ubicado en Limatambo, cerca al Cusco y que
estaba ubicado en el Chinchaysuyu.
27. Especialmente para el valle de Yucay, Huayna Cápac hizo traer
dos mil mitmas del Chinchaysuyu y Collasuyu, y los hizo sembrar
maíz, ají, algodón, coca, maní, camote (cf. Villanueva 1970: 4, 14).
28. Cf. mapa 2 en Kendall 1991. La visita realizada por nuestro equipo
de investigación confirma esta suposición.
29. Waypar, Inguill y Pascac según Edmundo Guillén (1981: 38),
Hemming (1982: 233); Titu Cusi (1985 [1570]: 70), Murúa (2001: 222).
Este último da mayores detalles de la lucha dinástica continuada en
esta guerra, que ya no era sólo entre los incas sino una lucha
atravesada por la conquista de los españoles, cuando sucedió la fuga
de Manco Inca a Calca en Yucay: «Cuando salió [Manco Inca] para
irse a Yucay se quedaron, que no quisieron ir con él o por deseo de
servir a su Magestad o por particulares pasiones y odios que entre
ellos hubiese, Pazca, Huaypara Soptor, Cayo Topa, hijos de Auqui
Topa Ynga y sobrinos de Huayna Cápac. También se quedó don Juan
lona y don Luis Utupa Yupanqui y don Pedro Mayor Rimachi, con
otros muchos indios naturales del Cusco».
30. Para muestra, dos botones: los rituales de luna llena y la
confianza excesiva en la masificación (cf. Hemming 1982: 234-35). Por
el lado español, además de las armas de fuego, la coraza y
principalmente la caballería no tenían más que mostrar su astucia, el
ciego valor de cruzados en algunos, pues como dice el cronista, de los
190 españoles que tenía la ciudad, la mayoría eran cojos, mancos y
cobardes. Tampoco Hernando Pizarro dejó de lado el terrorismo
como arma contra los prisioneros, a quienes cortaba la mano derecha
para escarmiento del enemigo.
31. Almagro ciñó la mascapaicha a Paullu a su regreso al Cusco, de
este modo podría contar con un aliado coronado.
32. El envío de tropas leales de Manco Inca a Lima y Charcas entre
1536 y 1539 señala un período de reconquista de los territorios
perdidos que no tocaremos en este trabajo. Pueden consultarse los
textos de Edmundo Guillén (1982) y John Hemming (1982).
33. La otra rama conocida sería la de Paullu Inca, que generaría la
rama de los Sahuaraura (cf. Dunbar Temple 1949).
34. Hablamos de una hoya conformada, además, por otras redes
tributarias de ríos como son el Pampas, Ene, Perené y Apurímac. Fue
propuesta esta ruta por el citado autor como probable ingreso de un
ferrocarril que uniese los centros arqueológicos adyacentes con
Machu Picchu.
35. «Título de real composición de Cotaqui, Vilca-Arpay y otros
(Huanipaca). Año 1618». Folio 24v. Títulos antiguos. Sección colonial.
Archivo regional de Apurímac, Abancay. Atestiguado y aseverado
también por viajeros españoles del siglo xviii como Juan Arias Dias
Topete en 1710 (cf. Bueno 1951 [1764-68]: 96-97; Huertas 1973: 204-207;
Oricaín 1906 [17901: 346-347).
36. Se señala la fortaleza de Rabantu (Cusi Yupanqui 1985 [1570]: 28).
Hemming supone que podría ser Kuelap o Abiseo (cf. 1982: 277-79).
Ver también el Informe Antropológico en Anexo.
37. Paullu Inca, hermano de Manco Inca, recibió a cambio de su
invaluable ayuda en la conquista del Tawantinsuyu propiedades en el
Cusco: el palacio de Colcampata que perteneció a Huáscar, tierras en
Copacabana sobre el Titicaca y Jaquijahuana en el Cusco; la
encomienda de Hatun Cana habitada por los pueblos de Canas en el
río Apurímac (922 indios tributarios y 4391 habitantes trasladados),
en Muyna, en Condesuyos. Además se le reconoció la legitimidad de
todos sus hijos y hasta se le otorgó un escudo de armas (Hemming 1982:
304-6).
38. «Real Provisión de don Carlos V dado el 9 de febrero de 1554», ff.
4v y 5r, doc. 32, libro 6. Serie Colección Diego Felipe Betancur.
Genealogía de Saire Topa. Sección Libros antiguos, impresos y
manuscritos. Archivo Regional del Cusco.
39. «Provisión librada en el tambo de Hatun Lucana en 1 de
septiembre de 1548», ff. 5r al 7v, doc. 32, libro 6. Serie: Colección
Diego Felipe Betancur. Genealogía de Saire Topa. Sección: Libros
antiguos, impresos y manuscritos. Archivo Regional del Cusco.
40. «Real Provisión de don Carlos V dada el 9 de febrero de 1554», f.
4r.
41. «Real Cédula para que se informe acerca de ciertos indios y tierras
que solicita Paullu Inga. 29 de noviembre de 1541» (en Medina 1895:
VI, 198).
42. También el siguiente testimonio de su nieto concuerda con los
quipucamayocs: «[...] aviso dello muchos de sus caciques principales
y otros indios de los que se avían alzado con el dicho Mango Ynga su
hermano para que le dexasen y viniesen de paz que él los ampararía
y alcanzaría perdón de los españoles mediante la qual y muchas otras
diligencias y otros muchos medios que para ello hizo tubo» (citado
por Lamana 1997: 250).
43. Vitcos figura inclusive como poblado preinca, conquistado por
Pachacútec y Túpac Inca.
44. Guillén identifica Taraura como un poblado a espaldas del Cusco,
el mismo que no se ha hallaba aún bajo dominio del Inca. En otra
información, dicho autor señala entre 1976-1977, en la Revista del
Museo Nacional de Historia, documentos inéditos del mestizo Martín
Pando, escribano de Titu Cusi Yupanqui fechados también en 1567
desde Taraura, donde identifica a Taraura con Talawara. Siguiendo el
criterio de este estudioso con un documento hallado por nuestro
equipo de investigación en el Archivo del Ministerio de Agricultura
de Cusco, nosotros ubicamos Talawara como hacienda con el nombre
también de Ccayarapampa. En: «Procedimiento de afectación del
Predio ‘Talahuara o Ccayarapampa’ y anexos ‘Chaupihuaycco y
Quishuarhuaycco.’ 1965-1971», ff. 36r y 39r. Afectaciones y predios.
Reforma Agraria y Afectaciones. Archivo del Ministerio de
Agricultura, Cusco. Esto es cerca al río Santa Teresa que desemboca
en el río Urubamba-Vilcanota cerca de Machu Picchu. Lo que hace
factible una hipótesis: que la extensión política territorial de
Vilcabamba como dominio Inca iba desde los márgenes del río
Apurímac, lindando con el río Pampas y Andahuaylas hasta el
margen del río Urubamba en que cambia a Vilcanota.
45. Un inca era esencialmente una autoridad con una dignidad
religiosa y política; mediaba entre el dios Sol y la tierra de los runas, e
intercambiaba, negociaba, conquistaba y construía con los señores de
estos runas para ser considerado como tal. Las panacas a las que
pertenecía el inca eran las privilegiadas social y económicamente con
el poder creciente del Imperio. Tenían capacidad para influenciar en
los asuntos políticos pero no para manejarlos, porque para eso se
contaba con la burocracia imperial conformada de miembros de
élites incas y no incas; éstos dependían precisamente del poder
político y religioso. Para una mayor exposición de esta lógica véase de
Liliana Regalado de Hurtado «Control de excedentes y proceso
sucesorio en el período incaico: algunos aspectos relacionados con la
organización política» (1997).
46. El otro fue Paullu Inca, nombrado por Almagro, pero éste se pudo
acomodar rápido a la hegemonía hispánica. Sobre las complicadas
normas de herencia entre los incas, véase el apartado
correspondiente en este trabajo.
47. Dicha actitud de los nobles incas en el régimen colonial, para
perpetuar su condición legítima de antiguos señores del Perú, se halla
presente en una posición que John Rowe llamó «Movimiento
Nacional Inca» y que se manifestaba en las esferas de los desfiles
públicos, el atuendo, la construcción de genealogías, las pinturas y
retratos de los nobles, la literatura, especialmente del Inca Garcilaso
de la Vega, etc. Esta actitud persistió hasta la rebelión de Túpac
Amaru II, cuando se descabezó a la nobleza inca hereditaria,
iniciándose la supresión de las manifestaciones culturales incas (en
Rowe 2003).
48. Los siguientes son los nombres de pueblos que se decían eran
tributarios de Titu Cusi Yupanqui y que en realidad se identifican
como etnias: Viticos, Manaríes, Sicuanies; los siguientes se identifican
como provincias: Chacumanchay, Nigrias, Opataris, Paucarmayo,
localizados, según testimonio de Titu Cusi al oidor Matienzo, entre la
cordillera al mar del norte (océano Atlántico) y hacia los Chunchos, la
provincia de Pilcozuni hacia la región Rupa-Rupa (al norte de
Vilcabamba siguiendo los ríos Apurímac, Ene, Tambo, Perené,
Urubamba Alto), la provincia de Guaranipu y Peati (Paititi), la
provincia de Chirinaua y la provincia de Chiponaua (hacia los ríos
Acre, Madre de Dios y el Guapote en el triángulo amazónico
boliviano, brasileño y paraguayo) —cf. Matienzo 1967 [1567]: 294.
49. En «Tres documentos inéditos para la historia de la guerra de
reconquista inca. Las declaraciones de Lorenzo Manko y Diego Yucra
Tizona, servidores de Manco Inca Yupanqui y de Francisco Waman
Rinmachi, testigos presenciales de los sucesos de 1533 a 1558», se
señala cuáles fueron los pueblos encomendados y atacados por los
guerreros de Vilcabamba (en Guillén 1984: 13-49).
50. Entre los enfrentamientos célebres de líneas familiares incas por
hacerse reconocer como «las más legítimas, rectas y derechas», con
motivo del reclamo de herencia a la primacía de la representación
Inca en el período colonial, están precisamente los originados por la
pugna entre Manco Inca y Paullu Inca; sobre este último, véase al
respecto los trabajos de Ella Dunbar Temple (1937; 1939; 1949; 1951
-52), Rostworowski (1970); Horacio Villanueva Urteaga (1970), entre
otros.
51. En lo que parece ser una emotiva confesión personal hecha por
Titu Cusi al licenciado Matienzo, en su entrevista en el puente
Chuquichaca, el Oidor anota lo siguiente del Inca: «Lo primero que
hizo fue darme cuenta de su destierro, con lágrimas que me
movieron a compasión, escusándome de los saltos que había hecho,
porque habían sido por los malos tratamientos que a él y a su padre
habían hecho los españoles, persiguiéndoles y no dejándoles sino
aquella pobre tierra, a do desheredados de todo el Perú, se había
recoxido, a do había muy poca carne, y ansi les era forzado tomarla
adonde la hallase por fuerza de armas» (Matienzo 1967 [1567]: 301).
52. Al revés de todas las élites incas y nativas de los Andes,
Vilcabamba era un reducto de resistencia cultural, puesto que la
mayoría de los curacas y orejones que apoyaron la caída del Imperio
adoptaron dos cualidades en sus personas: nombres castellanos,
generalmente de los conquistadores o de los jefes y gobernadores
hispánicos, seguidos del nombre completo andino; y para adquirir
este rasgo, obviamente dichos curacas y señores nativos tenían que
bautizarse, sólo así podían entrar al nuevo establishment del poder
colonial.
53. Cosa que el Inca niega en su: Instrucción... (Cusi Yupanqui 1985
[1570]: 33-34).
54. Incluso se ofreció él mismo a predicar y evangelizar entre los
indios (cf. Hemming 1982: 387, nota 18). No es lejana esta posibilidad,
pues sus parientes cristianizados y en general, en los Andes, los
indígenas convertidos, podían continuar manteniendo sus
tradiciones con la condición de eliminar de su repertorio de creencias
los nombres de los antiguos dioses y huacas y transponerlos en el
dios cristiano y sus santos. Los propios incas usaban el factor
religioso como medio político de inserción y no negaron nunca esta
posibilidad en su época de apogeo; el culto al Sol estaba acompañado
de un amplio número de dioses regionales. La unificación de las
múltiples etnias andinas encontraba en este modo, probablemente
implantado por Pachacútec hacía poco más de un siglo, la forma más
eficiente de legitimar su dominio. Otra posibilidad, extendiendo la
lógica expuesta, es que la guerra de conquista fue también una
guerra entre dioses y religiones, en la que el resultado dado en el
mundo de los runas no daba lugar a dudas acerca de que el
cristianismo era el vencedor y por tanto una religión más poderosa
que la vencida.
55. Rodríguez de Figueroa hace notar a lo largo de su Relación de
viaje, el estatus que los capitanes del Inca tenían, incluso sentándose
a la derecha y siguiendo a Titu Cusi en su entrevista con él.

© Institut français d’études andines, 2008

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Referencia electrónica del capítulo


Muerte de Huayna Cápac y lucha por la mascapaicha In:
Choquequirao: Símbolo de la resistencia andina (historia, antropología
y lingüística) [en línea]. Lima: Institut français d’études andines, 2008
(generado el 28 septembre 2021). Disponible en Internet:
<http://books.openedition.org/ifea/5993>. ISBN: 9782821844261. DOI:
https://doi.org/10.4000/books.ifea.5993.

Referencia electrónica del libro


BURGA, Manuel (dir.). Choquequirao: Símbolo de la resistencia andina
(historia, antropología y lingüística). Nueva edición [en línea]. Lima:
Institut français d’études andines, 2008 (generado el 28 septembre
2021). Disponible en Internet:
<http://books.openedition.org/ifea/5979>. ISBN: 9782821844261. DOI:
https://doi.org/10.4000/books.ifea.5979.
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