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Choquequirao
Muerte de Huayna
Cápac y lucha por la
mascapaicha
p. 63-98
Texto completo
1 Huayna Cápac gobernó aproximadamente hasta 1525,
cuando la muerte lo sorprendió en la parte norte del
Imperio, sin haber podido elegir un sucesor que redujera
la ambición de otros aspirantes a la mascapaicha, símbolo
del poder. La cuestión de la sucesión era un problema
bastante complicado para un imperio que apenas había
sido instaurado recién por Pachacuti, retomando viejos
patrones y principios andinos que al parecer no
otorgaban la debida estabilidad a una organización
política de tipo imperial. El dualismo de las jefaturas de
los ayllus y etnias, en la división hurin y hanan,
identificados como un modelo predominante de gobierno
en los Andes, ha sido propuesto para explicar la
organización política de gobierno del Tawantinsuyu.
20
2
3 No obstante las discrepancias sobre el modelo de sucesión
inca, existían condiciones que, al parecer, cada eventual
aspirante debía cumplir. Estos requisitos eran
indispensables para ser considerado un candidato serio
en la obtención de la mascapaicha. Las principales
características de la disputa por la sucesión estaban dadas
por la influencia de las parentelas maternas (panacas), la
callpa o examen ritual de las visceras de llama, la elección
según capacidades personales del aspirante contrastadas
por las señales que debía dar la divinidad solar, la
capacidad del aspirante para obtener control de la
producción de tubérculos, coca, ají y maíz; el incremento
de la parentela a través de las mujeres, sea por
intercambios o acuerdos; tener ancestros prestigiosos
ocupando rangos importantes en la jerarquía Inca,
constituían también mecanismos de legitimación
(Regalado 1993: 74-75).
4 Hacia 1527 el imperio Inca se encontraba en una seria
disyuntiva para consolidar su estabilidad política. Túpac
Inca Yupanqui había llegado a conquistar territorios en el
norte del Perú y los Andes ecuatorianos, sometiendo a los
tallanes, cayambis y cañaris. Estos últimos le opusieron
una tenaz resistencia al punto que para someterlos el inca
diezmaría a gran parte de su población. Más adelante
Huayna Cápac, soberano que seguiría la pauta
conquistadora de sus dos antepasados inmediatos, llegó
hasta el sur de Colombia, logrando someter en parte a los
pastos y popayanes, tribus con escaso grado de cohesión
política y famosos por practicar el canibalismo. La
extensión territorial del Imperio exigió entonces la
formación de nuevos centros de control y dominio
efectivo; Huayna Cápac fundó entonces Tumibamba (hoy
Cuenca) y construyó lo que entonces se llamaría un
segundo Cusco. El significado de ambos detalles,
conquistas y fundación de ciudades con sus respectivas
construcciones, eran relevantes en la consolidación de los
grupos de poder —las panacas— no sólo en función del
control y dominio político efectivo, sino también porque
prestigiaban a la panaca de origen, consolidando con ello
sus derechos a la sucesión.
5 Según las crónicas y los historiadores que han seguido los
dramáticos sucesos durante el ascenso de un nuevo
gobernante inca luego de la muerte de Huayna Cápac,
sostienen que el sucesor fue Ninan Cuyochi, un infante
apenas recién nacido que no sobrevivió a la muerte de su
padre. Luego fue nombrado Huáscar, gobernador del
Cusco (por tanto, su correinante), el mismo que no recibió
la confirmación debida del soberano extinto. Huáscar,
hijo de Huayna Cápac y perteneciente a la rama guerrera
inca de los Hanan Cusco, descendiente de la panaca de
Túpac Inca Yupanqui,21 tuvo que vencer las
insurrecciones de Cusi Atauchi y otros hermanos más, así
como también enfrentar la oposición del clero tradicional,
los albaceas y generales de su propio padre, quienes
expresaban sus preferencias por Atahualpa. Atahualpa,
hijo de una noble palla cusqueña y perteneciente a la
panaca de Pachacuti y de la línea también de Hanan
Cusco, impulsado posiblemente por los nuevos intereses
creados en el norte y por los generales de su padre,
emprendió la lucha por la borla y terminó enfrentando en
varias batallas a su hermano Huáscar, quien fue
finalmente vencido, en la batalla de Cotapampa, luego
trasladado a Huanucopampa y ejecutado en Andamarca
con toda su parentela, descendiente de la panaca de
Túpac Inca Yupanqui.
Resistencia en Vitcos
23 Tras el fracaso de la toma de Cusco y de Lima en febrero
de 1538, y en vista de las persecuciones organizadas por
Diego de Almagro y Hernando Pizarro, siempre con ayuda
de los nobles incas, Manco Inca se retiró a Vitcos. Siguió la
ruta del abra de Málaga o Panticalla y el río Lucumayo,
una zona de difícil acceso que lleva a los antiguos palacios
de Huamanmarca pertenecientes a Pachacuti y poblados
entonces por mitmas chachapoyas. Ingresó al valle de
Amaibamba para cruzar el río Urubamba por el puente
de Chuquichaca a la altura del pueblo de Chaullay. En el
transcurso de esta retirada, Manco Inca atacó a los
mitmas chachas que habían estado ayudando a los
españoles en su captura (Murúa 2001: 234-35; Rostworowski
1993).
24 El cortejo de la retirada fue por lo demás emotivo, Manco
Inca aún contaba con la esperanza de organizar desde las
montañas de Vilcabamba la expulsión de los españoles;
disponía para ello de ejércitos en el Collao, Contisuyu,
Conchucos y Huánuco. También se organizaron conatos
de resistencia y apoyo a los conquistadores entre las
diferentes etnias en el Collao, en la región huanca, en la
sierra central y en el callejón de Huaylas, lo que
demuestra la enorme fragmentación y rivalidad
interétnicas avivada por la presencia de los
conquistadores españoles (Guillén 1981: 56-58).
25 Manco Inca pudo organizar la resistencia desde su refugio
en Vitcos a través de las diferentes redes de gobierno que
todavía conservaba, por ejemplo, su ejército que no se
disolvió hasta las derrotas de 1539 y 1541, y por la
disposición de los caminos que atraviesan toda la región
de Vilcabamba, que había pasado a ser de un territorio de
colonización inca, a una zona enteramente de refugio.
Entre esos caminos se puede señalar la ruta que
manifiesta Pedro Cieza de León y que va de Vilcabamba a
Huamanga, el mismo que aún es transitado hoy en día,
especialmente por las poblaciones de Ayacucho y
Andahuaylas entre las quebradas de Arma, Huarancalqui
y Pampaconas (Cosío 1951: 16).34
26 Estos caminos —pequeños y «farragosos» en la
terminología de la época— atraviesan el río Apurímac
para llegar hasta Vilcabamba, luego de atravesar sus
cumbres. Por la misma ruta a Andahuaylas, por el pueblo
de Carco y el puente de Osambre (Cusambi), Sayre Túpac
saldría de Vilcabamba a Lima para tomar la encomienda
ofrecida por la Corona en Yucay. Otra ruta es la que
atraviesa Vilcabamba a Vitcos y que parte del lado del
Cusco, y que actualmente se usa para el transporte de
arrieraje y de turistas de aventura que parten del pueblo
de Santa Teresa de Huadquiña del río Urubamba, para
venir directamente a Cusco por Machu Picchu.
Probablemente fue la primera ruta usada por Pachacuti
para llegar a Vitcos en su campaña de conquista tras
someter a los Chancas, ruta que fue relegada por mucho
tiempo por la ruta del Panticalla o abra Málaga y que usó
Manco Inca en su fuga. Otros caminos pasan por el río
Apurímac, a través de puentes que llevan a Choquequirao
y Vitcos, tal como se menciona en un documento de
1661.35 Había otra ruta fluvial que unía a la zona de
Vilcabamba con la del centro y nororiente de los Andes, a
través de los ríos Apurímac, Ene y Ucayali hasta el
Huallaga y que contempló Manco Inca para su escape de
Vilcabamba a la región de los chachapoyas; ésta era muy
usada por la etnia piro en su comercio amazónico.36
La evangelización y despoblación en
Vilcabamba
51 Los puntos de negociación establecidos por Titu Cusi
Yupanqui, en su afán de posesionarse en el naciente
sistema colonial y adquirir un espacio económico que le
permita sustentar la dignidad de su línea familiar,
estaban hábilmente definidos por una lógica inca de
conservación de privilegios y de estatus, vía los
mayorazgos, los derechos de las élites vencidas, que
reconocieron como el único modo de sobrevivir en paz
tras el colapso de su Imperio. De este modo, para los incas
de Vilcabamba conservar la primacía de su propio linaje
por sobre las demás estirpes nobles indígenas que
también se habían adscrito al sistema colonial español era
un modo de conservar, dentro de éste, el estatus de ser
reconocidos como la única línea de nobleza real legítima.
52 En este contexto se explica la pugna entre diferentes
noblezas que reclamaban mayor legitimidad sobre la
herencia inca.50 Es el caso, por ejemplo, de Sayre Túpac
que asumió que la posesión de las encomiendas era más
un deber político familiar en la tierra donde se había
nacido.51
53 Las negociaciones entabladas entre Titu Cusi y la Corona
hacían hincapié en concesiones significativas para ambos
bandos. Por un lado, la Corona legitimaba la continuidad
del gobierno colonial, sometiendo a las noblezas nativas a
un consentimiento sucesorio y natural del régimen; y,
para las noblezas, significaba mantener su estatus y
privilegios en el nuevo orden. Sin embargo, para el
régimen inca de Vilcabamba esta política negociadora
colisionaba con un problema fundamental: la cuestión
religiosa.52 Las señas de identidad de la sociedad
vilcabambina estaban íntimamente ligadas a la creencia
de que el Inca era un señor con poder y autoridad
esencialmente religiosas, como hijo del Sol y como
mediador entre el mundo de las huacas y de los runas; se
encontraba, además, en disputa con el dios de los
cristianos. En la jerarquía de poder de la nobleza incaica
en Vilcabamba, estudiada por la historiadora Liliana
Regalado, se puede distinguir cómo la división de
funciones políticas y administrativas estaba vinculada
también a las responsabilidades religiosas de cada uno de
los cuatro miembros que formaban la cabeza dirigente de
este bastión andino. En Vilcabamba, la jerarquía política y
religiosa se formaba desde Manco Inca, manteniendo el
principio andino de la dualidad y oposición.
Notas
20. En la tradición historiográfica se ha planteado el modelo de la
monarquía teocrática hereditaria. No obstante, se ha establecido
también la posibilidad de que pudiesen haber dos, tres y aún cuatro
incas simultáneos que gobernasen un suyo de modo respectivo. Cf.
Duviols 1980; María Rostworowski, en el capítulo «La diarquía entre
los Incas» (1986: 130-179); Martti Pärssinen, cap. 4: «La organización
sociopolítica del Cusco» (2003).
21. Es importante anotar que en la dualidad de la etnia inca, los
Hanan Cusco eran los guerreros por antonomasia, en oposición a los
sacerdotes que eran los Hurin y que están ligados fundamentalmente
a la etapa preimperial desde su fundador Manco Cápac y, por ironía,
al último inca Túpac Amaru. María Rostworowski no descarta, sin
embargo, que existieran también sublinajes guerreros en Hurin
Cusco como sacerdotales en Hanan. De los soberanos incas, los tres
incas históricos son conquistadores, pertenecen al linaje Hanan y sus
panacas: Pachacútec y Hatun Ayllu, Túpac Inca Yupanqui y Cápac
Ayllu y Huayna Cápac y Tumibamba Panaca, con este último nombre
se fundaría un segundo Cusco en Quito. De estas panacas se
generarían los conflictos por la sucesión.
22. Una explicación la da Pärssinen (2003:181) en el sentido que las
parentelas divididas en tres categorías: Qollana, Payan y Kayaw (más
alto, alto y bajo estatus, respectivamente) estarían más cerca del
prestigio a medida que hubiese referencia de parentesco con el Inca
gobernante vivo, el mismo que designaba a su sucesor o sucesores, lo
que de hecho implicaba privilegios y beneficios a quienes más cerca
se ubicaban al Inca de turno. Obviamente, con este sistema se
favorecía al Inca gobernante y a su familia más cercana, pero a
medida que se nombraban nuevos monarcas y se creaban nuevas
panacas, éstos entraban en conflicto con los antiguos linajes que iban
pasando a posiciones cada vez más relegadas.
23. Para ello Paullu Inca, hasta entonces fiel súbdito de Manco Inca,
contó con la ayuda de la hueste dirigida por Diego de Almagro.
Usualmente esta última parte de la historia inca se ha visto como el
inicio de la conquista de Chile por los españoles y, por tanto, como
una extensión a la primera etapa de la conquista del Perú; sin
embargo, Almagro no pudo conseguir nada, ni señorío, ni riquezas, ni
encomiendas, ni posesiones. Su regreso al Cusco estaría teñido de
graves consecuencias, iniciando la primera guerra civil entre
conquistadores.
24. Empezando por sus hermanos que conspiraban contra él, entre
los principales mitmacunas al servicio de la casta imperial, el más
destacado sin duda era Chilche, jefe de los mitmas cañaris designado
por Huayna Cápac para servir en sus tierras personales en Yucay, y
que se sometió a Pizarro incluso antes que Manco Inca, en las cuestas
de Limatambo, ofreciéndole servirle fielmente, razón por la que
Pizarro lo nombró su administrador en las tierras que se había
apropiado de Huayna Cápac (cf. Villanueva 1970: 6-10).
25. La guerra de Manco Inca, desde su fuga del Cusco en 1536, abarcó
estos cuatro aspectos de modo intermitente; primero con el vigor
militar de la lucha y luego con sus incursiones y negociaciones
políticas hasta su trágica muerte en 1545. No se deja de lado tampoco
el hecho de que la visualización de la contienda entre dos adversarios
fundamentales fuese vista desde el mayor sacerdote andino, Vilaoma,
quien planteó con claridad dónde residía el mayor peligro entre todos
los conflictos que atravesaba el Tawantinsuyu, y éste era la contienda
con los españoles, pues «no venían a obedecer sino a mandar», a lo
que se podría agregar: con otro señor, con otra cultura y con otra
religión.
26. Otro asentamiento de resistencia vendría a constituir Tarawasi,
centro ceremonial ubicado en Limatambo, cerca al Cusco y que
estaba ubicado en el Chinchaysuyu.
27. Especialmente para el valle de Yucay, Huayna Cápac hizo traer
dos mil mitmas del Chinchaysuyu y Collasuyu, y los hizo sembrar
maíz, ají, algodón, coca, maní, camote (cf. Villanueva 1970: 4, 14).
28. Cf. mapa 2 en Kendall 1991. La visita realizada por nuestro equipo
de investigación confirma esta suposición.
29. Waypar, Inguill y Pascac según Edmundo Guillén (1981: 38),
Hemming (1982: 233); Titu Cusi (1985 [1570]: 70), Murúa (2001: 222).
Este último da mayores detalles de la lucha dinástica continuada en
esta guerra, que ya no era sólo entre los incas sino una lucha
atravesada por la conquista de los españoles, cuando sucedió la fuga
de Manco Inca a Calca en Yucay: «Cuando salió [Manco Inca] para
irse a Yucay se quedaron, que no quisieron ir con él o por deseo de
servir a su Magestad o por particulares pasiones y odios que entre
ellos hubiese, Pazca, Huaypara Soptor, Cayo Topa, hijos de Auqui
Topa Ynga y sobrinos de Huayna Cápac. También se quedó don Juan
lona y don Luis Utupa Yupanqui y don Pedro Mayor Rimachi, con
otros muchos indios naturales del Cusco».
30. Para muestra, dos botones: los rituales de luna llena y la
confianza excesiva en la masificación (cf. Hemming 1982: 234-35). Por
el lado español, además de las armas de fuego, la coraza y
principalmente la caballería no tenían más que mostrar su astucia, el
ciego valor de cruzados en algunos, pues como dice el cronista, de los
190 españoles que tenía la ciudad, la mayoría eran cojos, mancos y
cobardes. Tampoco Hernando Pizarro dejó de lado el terrorismo
como arma contra los prisioneros, a quienes cortaba la mano derecha
para escarmiento del enemigo.
31. Almagro ciñó la mascapaicha a Paullu a su regreso al Cusco, de
este modo podría contar con un aliado coronado.
32. El envío de tropas leales de Manco Inca a Lima y Charcas entre
1536 y 1539 señala un período de reconquista de los territorios
perdidos que no tocaremos en este trabajo. Pueden consultarse los
textos de Edmundo Guillén (1982) y John Hemming (1982).
33. La otra rama conocida sería la de Paullu Inca, que generaría la
rama de los Sahuaraura (cf. Dunbar Temple 1949).
34. Hablamos de una hoya conformada, además, por otras redes
tributarias de ríos como son el Pampas, Ene, Perené y Apurímac. Fue
propuesta esta ruta por el citado autor como probable ingreso de un
ferrocarril que uniese los centros arqueológicos adyacentes con
Machu Picchu.
35. «Título de real composición de Cotaqui, Vilca-Arpay y otros
(Huanipaca). Año 1618». Folio 24v. Títulos antiguos. Sección colonial.
Archivo regional de Apurímac, Abancay. Atestiguado y aseverado
también por viajeros españoles del siglo xviii como Juan Arias Dias
Topete en 1710 (cf. Bueno 1951 [1764-68]: 96-97; Huertas 1973: 204-207;
Oricaín 1906 [17901: 346-347).
36. Se señala la fortaleza de Rabantu (Cusi Yupanqui 1985 [1570]: 28).
Hemming supone que podría ser Kuelap o Abiseo (cf. 1982: 277-79).
Ver también el Informe Antropológico en Anexo.
37. Paullu Inca, hermano de Manco Inca, recibió a cambio de su
invaluable ayuda en la conquista del Tawantinsuyu propiedades en el
Cusco: el palacio de Colcampata que perteneció a Huáscar, tierras en
Copacabana sobre el Titicaca y Jaquijahuana en el Cusco; la
encomienda de Hatun Cana habitada por los pueblos de Canas en el
río Apurímac (922 indios tributarios y 4391 habitantes trasladados),
en Muyna, en Condesuyos. Además se le reconoció la legitimidad de
todos sus hijos y hasta se le otorgó un escudo de armas (Hemming 1982:
304-6).
38. «Real Provisión de don Carlos V dado el 9 de febrero de 1554», ff.
4v y 5r, doc. 32, libro 6. Serie Colección Diego Felipe Betancur.
Genealogía de Saire Topa. Sección Libros antiguos, impresos y
manuscritos. Archivo Regional del Cusco.
39. «Provisión librada en el tambo de Hatun Lucana en 1 de
septiembre de 1548», ff. 5r al 7v, doc. 32, libro 6. Serie: Colección
Diego Felipe Betancur. Genealogía de Saire Topa. Sección: Libros
antiguos, impresos y manuscritos. Archivo Regional del Cusco.
40. «Real Provisión de don Carlos V dada el 9 de febrero de 1554», f.
4r.
41. «Real Cédula para que se informe acerca de ciertos indios y tierras
que solicita Paullu Inga. 29 de noviembre de 1541» (en Medina 1895:
VI, 198).
42. También el siguiente testimonio de su nieto concuerda con los
quipucamayocs: «[...] aviso dello muchos de sus caciques principales
y otros indios de los que se avían alzado con el dicho Mango Ynga su
hermano para que le dexasen y viniesen de paz que él los ampararía
y alcanzaría perdón de los españoles mediante la qual y muchas otras
diligencias y otros muchos medios que para ello hizo tubo» (citado
por Lamana 1997: 250).
43. Vitcos figura inclusive como poblado preinca, conquistado por
Pachacútec y Túpac Inca.
44. Guillén identifica Taraura como un poblado a espaldas del Cusco,
el mismo que no se ha hallaba aún bajo dominio del Inca. En otra
información, dicho autor señala entre 1976-1977, en la Revista del
Museo Nacional de Historia, documentos inéditos del mestizo Martín
Pando, escribano de Titu Cusi Yupanqui fechados también en 1567
desde Taraura, donde identifica a Taraura con Talawara. Siguiendo el
criterio de este estudioso con un documento hallado por nuestro
equipo de investigación en el Archivo del Ministerio de Agricultura
de Cusco, nosotros ubicamos Talawara como hacienda con el nombre
también de Ccayarapampa. En: «Procedimiento de afectación del
Predio ‘Talahuara o Ccayarapampa’ y anexos ‘Chaupihuaycco y
Quishuarhuaycco.’ 1965-1971», ff. 36r y 39r. Afectaciones y predios.
Reforma Agraria y Afectaciones. Archivo del Ministerio de
Agricultura, Cusco. Esto es cerca al río Santa Teresa que desemboca
en el río Urubamba-Vilcanota cerca de Machu Picchu. Lo que hace
factible una hipótesis: que la extensión política territorial de
Vilcabamba como dominio Inca iba desde los márgenes del río
Apurímac, lindando con el río Pampas y Andahuaylas hasta el
margen del río Urubamba en que cambia a Vilcanota.
45. Un inca era esencialmente una autoridad con una dignidad
religiosa y política; mediaba entre el dios Sol y la tierra de los runas, e
intercambiaba, negociaba, conquistaba y construía con los señores de
estos runas para ser considerado como tal. Las panacas a las que
pertenecía el inca eran las privilegiadas social y económicamente con
el poder creciente del Imperio. Tenían capacidad para influenciar en
los asuntos políticos pero no para manejarlos, porque para eso se
contaba con la burocracia imperial conformada de miembros de
élites incas y no incas; éstos dependían precisamente del poder
político y religioso. Para una mayor exposición de esta lógica véase de
Liliana Regalado de Hurtado «Control de excedentes y proceso
sucesorio en el período incaico: algunos aspectos relacionados con la
organización política» (1997).
46. El otro fue Paullu Inca, nombrado por Almagro, pero éste se pudo
acomodar rápido a la hegemonía hispánica. Sobre las complicadas
normas de herencia entre los incas, véase el apartado
correspondiente en este trabajo.
47. Dicha actitud de los nobles incas en el régimen colonial, para
perpetuar su condición legítima de antiguos señores del Perú, se halla
presente en una posición que John Rowe llamó «Movimiento
Nacional Inca» y que se manifestaba en las esferas de los desfiles
públicos, el atuendo, la construcción de genealogías, las pinturas y
retratos de los nobles, la literatura, especialmente del Inca Garcilaso
de la Vega, etc. Esta actitud persistió hasta la rebelión de Túpac
Amaru II, cuando se descabezó a la nobleza inca hereditaria,
iniciándose la supresión de las manifestaciones culturales incas (en
Rowe 2003).
48. Los siguientes son los nombres de pueblos que se decían eran
tributarios de Titu Cusi Yupanqui y que en realidad se identifican
como etnias: Viticos, Manaríes, Sicuanies; los siguientes se identifican
como provincias: Chacumanchay, Nigrias, Opataris, Paucarmayo,
localizados, según testimonio de Titu Cusi al oidor Matienzo, entre la
cordillera al mar del norte (océano Atlántico) y hacia los Chunchos, la
provincia de Pilcozuni hacia la región Rupa-Rupa (al norte de
Vilcabamba siguiendo los ríos Apurímac, Ene, Tambo, Perené,
Urubamba Alto), la provincia de Guaranipu y Peati (Paititi), la
provincia de Chirinaua y la provincia de Chiponaua (hacia los ríos
Acre, Madre de Dios y el Guapote en el triángulo amazónico
boliviano, brasileño y paraguayo) —cf. Matienzo 1967 [1567]: 294.
49. En «Tres documentos inéditos para la historia de la guerra de
reconquista inca. Las declaraciones de Lorenzo Manko y Diego Yucra
Tizona, servidores de Manco Inca Yupanqui y de Francisco Waman
Rinmachi, testigos presenciales de los sucesos de 1533 a 1558», se
señala cuáles fueron los pueblos encomendados y atacados por los
guerreros de Vilcabamba (en Guillén 1984: 13-49).
50. Entre los enfrentamientos célebres de líneas familiares incas por
hacerse reconocer como «las más legítimas, rectas y derechas», con
motivo del reclamo de herencia a la primacía de la representación
Inca en el período colonial, están precisamente los originados por la
pugna entre Manco Inca y Paullu Inca; sobre este último, véase al
respecto los trabajos de Ella Dunbar Temple (1937; 1939; 1949; 1951
-52), Rostworowski (1970); Horacio Villanueva Urteaga (1970), entre
otros.
51. En lo que parece ser una emotiva confesión personal hecha por
Titu Cusi al licenciado Matienzo, en su entrevista en el puente
Chuquichaca, el Oidor anota lo siguiente del Inca: «Lo primero que
hizo fue darme cuenta de su destierro, con lágrimas que me
movieron a compasión, escusándome de los saltos que había hecho,
porque habían sido por los malos tratamientos que a él y a su padre
habían hecho los españoles, persiguiéndoles y no dejándoles sino
aquella pobre tierra, a do desheredados de todo el Perú, se había
recoxido, a do había muy poca carne, y ansi les era forzado tomarla
adonde la hallase por fuerza de armas» (Matienzo 1967 [1567]: 301).
52. Al revés de todas las élites incas y nativas de los Andes,
Vilcabamba era un reducto de resistencia cultural, puesto que la
mayoría de los curacas y orejones que apoyaron la caída del Imperio
adoptaron dos cualidades en sus personas: nombres castellanos,
generalmente de los conquistadores o de los jefes y gobernadores
hispánicos, seguidos del nombre completo andino; y para adquirir
este rasgo, obviamente dichos curacas y señores nativos tenían que
bautizarse, sólo así podían entrar al nuevo establishment del poder
colonial.
53. Cosa que el Inca niega en su: Instrucción... (Cusi Yupanqui 1985
[1570]: 33-34).
54. Incluso se ofreció él mismo a predicar y evangelizar entre los
indios (cf. Hemming 1982: 387, nota 18). No es lejana esta posibilidad,
pues sus parientes cristianizados y en general, en los Andes, los
indígenas convertidos, podían continuar manteniendo sus
tradiciones con la condición de eliminar de su repertorio de creencias
los nombres de los antiguos dioses y huacas y transponerlos en el
dios cristiano y sus santos. Los propios incas usaban el factor
religioso como medio político de inserción y no negaron nunca esta
posibilidad en su época de apogeo; el culto al Sol estaba acompañado
de un amplio número de dioses regionales. La unificación de las
múltiples etnias andinas encontraba en este modo, probablemente
implantado por Pachacútec hacía poco más de un siglo, la forma más
eficiente de legitimar su dominio. Otra posibilidad, extendiendo la
lógica expuesta, es que la guerra de conquista fue también una
guerra entre dioses y religiones, en la que el resultado dado en el
mundo de los runas no daba lugar a dudas acerca de que el
cristianismo era el vencedor y por tanto una religión más poderosa
que la vencida.
55. Rodríguez de Figueroa hace notar a lo largo de su Relación de
viaje, el estatus que los capitanes del Inca tenían, incluso sentándose
a la derecha y siguiendo a Titu Cusi en su entrevista con él.