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CHILE (1967-1973)
con
Índice
Dedicatoria
Introducción 1
Los participantes 3
PONENCIAS
DISCUSION
APENDICES
Apéndice I
Discurso en la inauguración del Año Académico de la UC, 7 de abril de 1967 210
Apéndice II
Carta Abierta de la FEUT a los profesores, 25 de septiembre de 1967 219
Apéndice III
Cronología parcial de la Reforma Universitaria 234
Siglas 243
1
INTRODUCCION.
LOS PARTICIPANTES.
PROLOGO.
1.
Se me ha pedido que reflexione desde una perspectiva prospectiva en los procesos de
Reforma Universitaria ocurridos a fines de la década del sesenta.
La tarea encomendada no es para nada simple desde el punto de vista intelectual. Reflexionar
sobre la importancia de los procesos de Reforma Universitaria con el objeto de pensar la vida futura
de nuestra sociedad implica alinearse tras ciertos supuestos discutibles.
El principal de los supuestos es el de la objetividad de la historia y el segundo de ellos es el
del carácter didáctico de la historia.
En esta reflexión preliminar el tema de la objetividad no podemos limitarlo al conocimiento
histórico, dejando de lado el problema conexo de los procesos históricos mismos. Hay que decir que
aun si estos tuvieran una especie de realidad dura, permanecería el asunto de la capacidad del
conocimiento humano de captarla inequívocamente.
Sin embargo, es menester dudar de que los acontecimientos se presenten como los hechos de
Durkheim, de la manera como una estrella se presenta a la visión técnicamente equipada del
astrónomo. En realidad, los procesos históricos mismos constituyen el entrecruce de proyectos,
intereses, sueños y utopías de actores múltiples que se producen en el marco de instituciones, a su
vez productos de la praxis humana cristalizada. Casi podría decirse que no existe historia en sí
misma, que ella sólo existe al producirse el recorte, el enmarcamiento de la mirada que genera el
conocimiento histórico.
Esa mirada no es reproductora de la realidad pasada sino generadora de una realidad nueva a
la que se da el nombre de pasado. La historia es siempre interpretativa o, dicho de otra manera, el
conocimiento histórico no refleja la realidad pasada, la crea desde las urgencias e intereses del
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presente.
Al concebirse de esta manera la historia, su importancia para el futuro debe pensarse en una
clave que descarte el cientificismo. La historia no enseña; apenas proporciona pistas, porque el
conocimiento histórico constituye sólo una apropiación del pasado, una creación de él y no el relato
realista de sucesos incontrovertibles.
Pero dicho esto, es menester agregar que los hombres usan la historia como guía. Recurren a
la memoria vigente del pasado para hacerse la ilusión de poder dominar el presente. Esa ilusión
revela la creencia que tras la aparente irrepetibilidad de la historia existe una estructuración. Y en
verdad no es así. Los cursos históricos son irrepetibles y las miradas cambian porque se realizan
desde lugares nuevos, desde atmósferas distintas, desde parámetros culturales absolutamente
modificados.
Pero, pese a que hay que evitar la visión cientificista de la historia y la posibilidad que ella
establezca derroteros fijos e inevitables para el futuro, no es menos cierto que la elaboración de la
memoria que realiza el conocimiento histórico constituye una parte decisiva de la autorreflexión de
la sociedad sobre sí misma. Ella sólo proporciona protocolos interpretativos de la experiencia
humana pasada, sólo mapea, da pistas para la incierta experiencia de vivir cada vez el mundo como
si fuera nuevo.
2.
¿Qué pistas encontramos para vivir la actualidad y el futuro en el estudio de los procesos de
Reforma Universitaria?
La década del sesenta en su conjunto, pero especialmente sus años finales, es un tiempo
histórico obsesionado por la idea del cambio social, por la creencia en la necesidad de reformas
estructurales que hicieran de Chile un país más justo y más democrático. Góngora denominó a esos
esfuerzos "planificaciones globales". Su noción apunta a un aspecto central de la época.
Efectivamente el cambio es pensado como una resultante de la praxis social, de un proyecto planeado
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e intencional. En esa visión está expresada una idea central de la época, la idea que los hombres
podían intervenir intencionalmente la historia y que la vida social era regulable desde un centro, un
lugar decisivo del poder, el Estado. Se pensaba que era posible crear alternativas de racionalidad
distintas que las del capitalismo y que esas alternativas eran superiores.
La sociedad actual vive la obsesión conservadora de la reproductibilidad. Supone que no hay
alternativas de racionalidad diferentes a las del tipo actual de sociedad y además afirma que no hay
que pretender intervenir desde arriba sobre las lógicas de regulación desde abajo, desagregadas, las
del mercado y las de los individuos que buscan maximizar su bienestar. Las sociedades son sistemas
que se autorregulan y por ello es necesario reducir al máximo la posibilidad que el Estado intervenga
sobre esos procesos atomísticos.
Esta época y especialmente la sociedad chilena, se han instalado en un conformismo dentro
del cual la idea de historicidad no tiene cabida. La historia consistiría en la prolongación de las
energías ya contenidas en el actual sistema de vida. La idea de sujetos sociales no tiene cabida en
esta visión, que cree innecesaria la historicidad, los esfuerzos de radical transformación de lo actual.
Los procesos de Reforma Universitaria reposaban sobre la idea de movimiento estudiantil. El
estudiantado era pensado como un actor colectivo que tomaba a su cargo la lucha por el destino
superior de la vida académica.
Pensemos la pérdida de complejidad de nuestra cultura que ha significado la erosión de la
idea de sujeto social, en particular de los estudiantes como movimiento social.
Vivimos una época en que los estudiantes no están en condiciones de pensarse como
movimiento que asume la crítica radical de la institución universitaria actual. Vivimos, por tanto, una
época de empantanamiento. Un momento en que la institución universitaria no está sometida a la
tensión de una fuerza interna que busca desequilibrarla para recrearla.
El gran aporte del movimiento de Reforma fue que el movimiento estudiantil transformó en
política la discusión sobre el destino de la vida académica, transformó en política la discusión sobre
la enseñanza.
8
3.
Lo más interesante del movimiento estudiantil de fines de los sesenta fue que superó la
estrecha concepción de lo político prevaleciente.
Supo superar en su acción política tanto el estrecho partidismo como el estrecho estatismo.
Al convertir la organización de la enseñanza superior en un tema político, se ubica en un espacio de
la "sociedad civil" y en una perspectiva de reforma cultural.
Al ser capaz de encontrar temas unificadores de todos los estudiantes interesados en romper
las concepciones tradicionales de la enseñanza, pudo superar los antagonismos partidarios estrechos
e incluso conectarse con grupos estudiantiles que se situaban en perspectivas academicistas. Esto
mismo le permitió al movimiento estudiantil establecer espacios de colaboración con académicos
interesados en romper los estrechos marcos profesionalizantes de la universidad de entonces, en
9
4.
En la atmósfera de estas sociedades es bien difícil que pueda constituirse algo parecido a lo
que fue el movimiento estudiantil de fines de los sesenta.
Habría que reconstruir la premisa cultural que lo hizo posible: la idea que el orden existente
no es natural, que es perfectible y que puede ser mejorado por la acción concertada de sujetos
sociales.
Podemos decir que esa tarea nos espera. Ese tipo de visión social y no natural del orden social
es la fuente nutriente de la historicidad. Si ella falta es bien difícil que los actores puedan colocarse
frente a la sociedad como sujetos.
No hay que pensar, sin embargo, que la sociedad actual está estancada. Sabemos que ella es
enormemente creativa y que revoluciona la vida cotidiana, las formas de comunicación, entretención,
de consumo y de trabajo. Pero esta sociedad ha logrado instalar la convicción de que el futuro está
contenido en el presente.
Esta sociedad ha logrado no sólo eliminar la pregunta por los fundamentos, sino también la
10
pregunta por el buen orden, quizás porque su respuesta requiere de algún fundamento ¿Desde dónde
rechazar lo actual, desde qué valores, qué ética, qué teoría de la historia?
5.
Esta imposibilidad de los universitarios actuales de situarse como protagonistas en la
discusión sobre la malograda institución de la enseñanza superior chilena se explica como un efecto
del nihilismo conformista que crea la sociedad neoliberal.
No es que no exista una actitud crítica o una cultura crítica entre los jóvenes, pero ella toma
esta forma fácilmente absorbible de la negatividad. Lo interesante que había en el movimiento
estudiantil de fines de los sesenta era su positividad. Una positividad que, aunque articulada con la
globalidad, no subordina la transformación de la universidad a la transformación del todo.
Algunos piensan que esta sequía actual terminará por sí misma. No lo creo. Enfrentamos un
largo trabajo de reforma cultural porque se han erosionado las bases mismas de la praxis.
Un libro como éste, que trae desde lejos, casi desde otra galaxia, el relato de una experiencia
de lucha y transformación es - sin duda - un grano de arena en la recomposición de condiciones para
la acción.
Contiene un protocolo de experiencias que no es posible copiar, ni en sus detalles ni siquiera
en su inspiración. Quizás ellas dejen algunos ecos resonando en la mente de los universitarios de
hoy. Quizás haga surgir en algunos las energías que requiere enfrentar la compleja situación actual.
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PONENCIAS
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Me corresponde hablar del entorno histórico1. Han querido los azares de la historia que esta
Mesa Redonda, auspiciada por la Fundación Enrique Kirberg, se celebre al día siguiente de un
acontecimiento que Chile ha esperado durante 20 años y que, por lo tanto, forma parte inevitable de
la historia: el fallo en el proceso por el asesinato en Washington de Orlando Letelier, que fuera
canciller del presidente constitucional, Salvador Allende.
Estamos bajo la emoción del hecho y esperamos que la sentencia de la Corte Suprema se
cumpla, no obstante, las proclamaciones sediciosas del principal condenado, Manuel Contreras. Y lo
digo recordando a Enrique Kirberg, quien, junto a Edgardo Enríquez, compartieron el campo de
concentración de la isla Dawson con Orlando Letelier. Dos rectores junto a un economista, ministros,
dirigentes de la Unidad Popular, intelectuales, gente granada de Chile, que se había entregado por
entero a la tarea de hacer un país mejor y más justo.
Yo creo que los signos de la historia tienen un valor y representan también un gran drama
colectivo, que las distintas generaciones chilenas han ido protagonizando, una lucha que será larga.
Yo aquí en el Salón de Honor de esta Universidad, quiero recalcar el hecho de que ayer los tribunales
1 Nota del Editor: Para otras visiones del entorno histórico de la Reforma ver, por ejemplo,
artículos de Tomás Moulián, Alejandro Rojas, Martín Hopenhayn y otros en Realidad Universitaria
No.5, CERC (1988).
Puede resultar interesante comparar dos enfoques doctrinariamente contrapuestos: a) Guy
Santibáñez, "En torno a la universidad y la cultura", LOM Ediciones (1996), que analiza la historia
de la Universidad de Chile en el período 1927-1996; b) Bernardino Bravo Lira, "La universidad en la
historia de Chile", Pehuén Editores (1992), que analiza la historia de las universidades coloniales, la
Universidad de Chile y la Universidad Católica (con menciones de las restantes) en el período 1622 -
1992. El primero es un enfoque abiertamente marxista, mientras el segundo no oculta su aprobación
de las políticas del período dictatorial.
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de justicia, las calles de Santiago se vieran conmocionadas por la presencia del pueblo, de familiares
de las víctimas de los atropellos a los derechos humanos, pero, la nota numerosa y fuerte fue la
presencia de los estudiantes, de la juventud.
Se habla de que vivimos una época lúgubre, donde los ideales han muerto, y donde la
esperanza también ha naufragado. Ayer, Santiago de Chile - y esto se ha proyectado a través de la
televisión por todos los lugares del mundo - dice que de nuevo Chile se pone en marcha. Como un
día, hace tiempo, seis décadas atrás, nos encontramos tres muchachos, muchos muchachos que
ingresábamos a la universidad, a nuestros estudios en Santiago. Uno de ellos era Enrique Kirberg,
presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de Artes y Oficios, otro era Hernán Ramírez
Necochea, presidente del Centro de Historia del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile,
luego Decano de la Facultad de Filosofía y Educación y el tercero (había muchos más) era yo mismo,
presidente del Centro de Derecho de la U. de Chile.
Allí estábamos en la tarea de la Reforma Universitaria y también del cambio de la sociedad
chilena, que soñábamos con la fuerza con que sueñan aquellos que tienen 18, 20 años. El más lúcido,
el más claro, el más organizado era Enrique Kirberg. Se había constituido recién el Grupo Avance,
organización de estudiantes de avanzada en aquel tiempo, fuerza primera en la universidad, que
presidía casi todos los centros y allí estábamos, pensando en la Reforma Universitaria.
Esta era una historia que venía de lejos, que tenía antecedentes. Hoy día se habla, y con
razón, de aquella memorable y significativa Reforma Universitaria de los años 67 al 73, pero los
estudiantes siempre han levantado esa bandera, han sido la levadura que levanta la masa a través de
la historia. Desde la fundación de las primeras universidades en Europa han tenido un papel
innovador, inquieto, que pide la adaptación de los claustros a las renovaciones de la época.
Nosotros todavía vivimos la proyección del grito de Córdoba, lanzado en 1918 por los estudiantes
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argentinos. En esa universidad tres veces centenaria pedían el remozamiento de las instituciones
conforme al principio muy repetido entonces que la juventud tiene una ventana inmensa, abierta a un
horizonte interminable y riquísimo. Este es el horizonte de la vida y las universidades de tipo
medieval se habían encerrado en sí mismas a lo sumo como una fábrica productora de profesionales,
vinculados al arte de hacer dinero o alcanzar situaciones prominentes en la sociedad con olvido del
progreso de la técnica, de la innovación y del cambio social, con olvido entero de la justicia.
El grito de Córdoba resonó en muchas partes de América Latina. En Lima los estudiantes de
San Marcos, dirigidos en ese momento por un muchacho llamado Víctor Raúl Haya de la Torre, se
levantaron también pidiendo la renovación de esa universidad colonial. Habían fundado,
paralelamente, la Universidad Popular González Prada, con la divisa que los trabajadores también
tenían derecho a la educación y a la cultura. Y así, en Chile la gloriosa generación del año 20, donde
había muchos estudiantes anarquistas y fogosos oradores y dirigentes como Juan Gandulfo, salieron
a la calle para pronunciarse por la amistad y la paz entre los pueblos en tiempos que en Chile se
hablaba de "la guerra de don Ladislao", aludiendo a Ladislao Errázuriz, quien proclamaba la
necesidad de una nueva guerra con el Perú a propósito del diferendo de Tacna y Arica.
Los estudiantes salieron a la calle y la respuesta de las guardias blancas, que siempre han
existido en Chile, fue asaltar la Federación de Estudiantes. Se toma preso al portavoz lírico de esa
generación, un poeta brillante, José Domingo Gómez Rojas. Se lo tortura, se lo golpea hasta
enloquecerlo. Muere víctima de esta reacción salvaje. Setenta mil personas asisten a su sepelio. La
conciencia pública se había despertado proyectándose más allá de las filas estudiantiles. Los obreros,
los trabajadores, los intelectuales los profesionales, la gente con sentido democrático de la época se
había puesto de pie.
Eran tiempos de cambio. En América Latina, se había producido la revolución mexicana. En
Rusia había triunfado el 25 de octubre de 1917 la revolución encabezada por los bolcheviques.
Europa venía saliendo de la primera Guerra Mundial. Todo era convulsión, ganas de un mundo
nuevo, de una vida mejor. Y cuando parecía que los jóvenes habían perdido un poeta, entonces, en
15
los Juegos Florales estudiantiles - porque los jóvenes no sólo deben estudiar, no sólo deben luchar,
sino que también tienen derecho a la alegría - en estas Fiestas de la Primavera resulta premiado un
muchacho de 17 años, Pablo Neruda, con su "Canción de la Fiesta", que los jóvenes aprendieron de
memoria. Decía:
Ya la generación del año 30 había pasado del anarquismo a la visión marxista de la política,
de la sociedad y tenía en la universidad una influencia grande. La juventud estudiantil, junto con los
trabajadores de Chile, jugó un papel enorme en la recuperación de la libertad y de la democracia para
nuestro país, alzándose contra la dictadura militar de Carlos Ibáñez del Campo. La dictadura
reprimió a los estudiantes y asesinó al estudiante de medicina Pinto Riesco, lo cual produjo una
efervescencia enorme. Las calles se poblaron de manifestantes, sobre un trasfondo de crisis
económica, consecuencia del crash de Wall Street en 1929, que se proyecta sobre Chile. Se cierran
todas las salitreras, se genera la desocupación más extendida que conoce el país y todo este complejo
histórico, junto con la lucha de los estudiantes, de los obreros, determina el derrocamiento de la
dictadura.
En ese momento nos encontramos, Enrique Kirberg, Hernán Ramírez, multitud de otros
estudiantes, en la batalla por la Reforma Universitaria. Eran tiempos tormentosos. El movimiento se
desarrollaba de una manera convulsa, impetuosa, desordenada a ratos, pero teniendo razón en el
fondo, queriendo una universidad nueva más justa, más abierta.
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Esta lucha universitaria continúa, prosigue y siempre en ellas está como alumno Enrique
Kirberg, con la particularidad de que el alumno Enrique Kirberg de la década de los 30 es rector de la
universidad en la década de los 60, a partir de 1968 hasta el 73. Y es un rector brillante, creador, un
rector de la Reforma, un hombre que representa un movimiento, que representa un pensamiento, que
representa una acumulación histórica de referencias y de necesidades y que hace de la Universidad
18
Técnica del Estado, en ese tiempo, una entidad nueva, donde si antes los obreros y los hijos de
obreros componían un 5% del alumnado, bajo su rectorado pasan a ser un 30 %. Se establece un
convenio con la Central Única de Trabajadores.
La universidad se proyecta a todo Chile, la universidad va a los lugares de trabajo, a las
minas, a las fábricas, es decir, respira un aire nuevo. Porque la Reforma Universitaria también
plantea la necesidad de vincularse con el resto de la sociedad y ponerse al servicio del país y al
servicio también de ese derecho sagrado que tiene cada ser humano, a educarse. Y a educarse
conforme a sus capacidades para llegar a los más altos niveles, no sólo limitarlo a la escuela primaria
para que luego algunos de ellos se conviertan en analfabetos por desuso.
Por eso yo, esta mañana, quiero decir que la Reforma Universitaria en Chile es un hecho
fundamental de la historia, que está inscrito dentro de un proceso general, que es el proceso de
renovación de la sociedad. Pasa también necesariamente no sólo por el desarrollo económico y la
macroeconomía, sino que pasa también por la microeconomía y por el derecho de cada ser humano a
ser todo lo que un ser humano puede ser, cualquiera que sea su condición social, en una sociedad que
hoy día necesita más que nunca Reforma universitaria y también Reforma social, porque hemos
vivido después del golpe de 1973 la contrarreforma universitaria, la contrarreforma social y laboral.
Todos la recuerdan aquí y muchos la han sufrido. Desde luego lo ha sufrido el que fuera
rector de la Universidad de Concepción, Edgardo Enríquez, aquí presente. La idea de una
universidad libre fue fríamente decapitada. Se trataba de decapitar, en el sentido preciso del término,
la cultura abierta y creadora, suprimir la mentalidad descubridora, hacer desaparecer el pensamiento
democrático para reemplazarlo por un pensamiento autocrático. Es así que se da, en Chile, único país
en el mundo, la rareza antropofágica de que veinte mil alumnos son expulsados de las universidades,
de que lo más brillante del cuerpo de profesores y de investigadores sea despedido y perseguido.
Muchos de ellos van a dar a la cárcel y se sufre la exquisitez increíble de que los rectores de
universidad sean generales, almirantes, gente que nunca pasó por la universidad. También toda esa
obra de extensión, toda esa apertura hacia la sociedad, el impulso democrático, popular, humanista
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Hace algunos momentos yo les decía a unos amigos de antaño y a los que me invitaron a estar
hoy aquí, que es la primera vez que me toca relatar "el cuento" de la Reforma2. Haré algunos
recuerdos, porque no tengo una historia muy estructurada, porque han pasado tantos años y yo no soy
experto en contar cuentos de lo que hemos hecho, más bien me he dedicado a llevar a cabo nuevas
cosas, continuación de las antiguas que hoy nos juntan.
Este Simposio me provocó a contar mis recuerdos porque creo que ha llegado el momento de
ajustar cuentas con el pasado. Parece que ayer empezamos [referencia a fallo en caso Letelier].
Porque el pasado no bien recordado trastorna la posibilidad de avanzar y porque estamos hechos de
pasado; cada pedazo nuestro, cada molécula de nuestro cuerpo, cada estructura cognitiva que
tenemos en la cabeza, cada cicatriz, cada poquito de colesterol en las arterias. Estamos construidos
de pasado, y yo creo que el pasado, en relación a este tema, es un pasado que ha sufrido de un doble
estándar, por un lado, demonizarlo y por otro lado ensalzarlo. Conviene ubicarse en qué es lo que
ocurrió y ver en qué medida ese pasado hoy día es presente y estamos cosechando lo que en ese
tiempo se sembró.
Actualmente yo soy docente de la Universidad de la Frontera, en Temuco, en la Escuela de
Medicina y hoy día, para dar un ejemplo extremo de "la cosecha", porque aquí no se puede gastar
mucha pólvora en sutilezas, somos capaces, en la docencia de primer año, de presentar un caso de
esquizofrenia, de locura, en que hemos logrado la relación entre la medicina tradicional mapuche,
2
Nota del Editor: En torno a la Reforma de la UC ver artículos de Luis Scherz, Cristián Gazmuri y
otros en Realidad Universitaria No. 6, CERC (1988). Para una visión más detallada consultar
Ricardo Krebs et al., "Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile”, Ed. U.C. (1994). Ver
también José J. Brunner, Documento de trabajo No. 133, FLACSO- Chile (1981) y Manuel A.
Garretón, Material de discusión No. 77, FLACSO-Chile (1985).
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con su machitún, y la medicina moderna con su electroshock. Estaba lejos, en mis tiempos de
estudiante de medicina, ni siquiera de entender eso, pero sí sabíamos que nuestra universidad estaba
ajena a la realidad social, histórica, popular y mapuche. Nuestro esfuerzo mayor fue tratar de llenarla
de vasos comunicantes, de lograr que la Universidad Católica de Chile - en ese tiempo, Católica de
Chile, después le pusieron Pontificia, no sé por qué - fuera reapropiada por el último poseedor que es
el pueblo chileno. No se trata da hacer apología histórica, no se trata de traer un recuerdo de una cosa
que fue ideal y que fue estupenda, o que fue terrible y dañina, sino como el desarrollo de semillas
que, sembradas en los 60, están actualmente en pleno despliegue.
El movimiento estudiantil reformista, para comenzar por el punto que me tocó vivir en la
Universidad Católica, empezó mucho antes del 67, empezó en 1961, con Claudio Orrego, siguió
después con Andrés Varela, Carlos Eugenio Beca, Manuel Antonio Garretón, Fernán Díaz y a mí me
tocó meter el gol, por así decirlo. Pero no puedo dejar de contar cuál era el ambiente estudiantil en
que se dio esta situación.
Una parte muy importante de la calidad de la educación superior está en lo que los
estudiantes se comunican entre sí. En ese tiempo había comunicación interpersonal, pero muy
organizada a través de los centros de estudiantes y de la FEUC.
Voy a mencionar las cuatro o cinco cosas que constituían las actividades básicas del
movimiento estudiantil de ese tiempo:
Festivales de la Canción; había grandes Festivales, previos o simultáneos al de Viña, en el
estadio Nataniel. Para traer una cita actual, me parece que la primera vez que Gloria Simonetti cantó
en Chile ante gran público, fue en el festival del año 65, que a mí me tocó organizar. Todos los años
estos grandes Festivales atraían a grandes masas estudiantiles. Naturalmente, la canción era una
cuestión que a todos nos recorría. Estábamos metidos dentro del nuevo ciclo de la canción chilena de
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protesta o no protesta.
Otra gran actividad de aquel movimiento estudiantil eran las Semanas Universitarias, en que
la universidad entera se movilizaba para competencias de diversos grados. Yo recuerdo que una vez,
para conseguir puntos, se robaron un Rembrandt del Museo de Arte, hubo cierre de fronteras, en fin,
toda esa cosa que se produce en esos casos y a lo mejor ni siquiera era un Rembrandt. La Semana
Universitaria terminaba con un inmenso desfile de muchos carros alegóricos, que empezaba en la
Plaza Italia y terminaba frente al Club de la Unión. Cada escuela tenía su carro alegórico, era una
cosa que venía del pasado y que todavía tenía presencia; toda la universidad participaba. Recuerdo
que una vez los puntajes para elegir la reina de la UC se hicieron en torno a juntar botellas, creo que
juntamos miles o hasta un millón de botellas. Se le regalaron a la Fundación Emaús, que hacía
reciclaje. Camiones y camiones de botellas que venían no sólo de Santiago, sino que también de
otras partes como Rancagua y ciudades cercanas.
Cuento todo esto porque era un movimiento estudiantil que se movía sobre una gran base
gremial. Yo puedo decir que los que se decían "gremialistas" nunca fueron tan gremialistas como
nosotros, nunca respondieron en tan gran medida a los intereses estudiantiles, lo digo de los que
fueron nuestros detractores en ese minuto. Nos movíamos sobre intereses muy generales, como era la
canción, como era la celebración, la competencia y la alegría estudiantil.
Con participación de sectores un poquito menos numerosos, había actividades que fueron
muy significativas y las más importante de todas fueron los Trabajos de Verano. Los Trabajos de
Verano significaron que estudiantes de sectores medios - ya la Universidad Católica había crecido y
tenía todo el espectro social, ya no era una universidad pije - empezaron a salir sistemáticamente a la
provincia de Arauco. El año 1967, recuerdo que fue la fecha que me tocó a mí ser presidente de
FEUC, llevamos el 10% de la universidad a trabajar a Punta Lavapié con los pescadores, en el río
Túbul con los recolectores de algas, en Curanilahue con los mineros del carbón, en Antiquina y otros
lugares con los campesinos mapuches, etc. Era un gran contacto de estudiantes con el pueblo
campesino, el pueblo obrero de Chile. Esto es muy importante para entender la génesis del proceso
23
posteriormente. El 10% de los estudiantes tuvo esta gran experiencia formativa, lo cual causó un
inmenso impacto ideológico y emocional al interior de la Universidad Católica.
Otra actividad muy importante eran las Semanas Sociales, una tradición que venía de parte de
la Iglesia Católica, toda la tradición social de la Iglesia Católica se expresaba ahí con importantes
conferencistas.
También había, curiosamente, una alta actividad de reflexión de los estudiantes en torno a sus
vivencias personales, en torno a su destino. Y recuerdo que los novatos eran recibidos en la
universidad con una "Carta a los Novatos", que terminó siendo un libraco bastante denso y
complicado, escrito por los estudiantes más pensadores y más sufridos. Todo esto dentro de la
Semana Novata, que era una tradición menos agresiva que la de hoy día. Había un fuerte intento de
generar una reflexión vivencial sobre el destino vital, sobre la vida personal de los estudiantes
universitarios.
Y una actividad más del mundo estudiantil que era muy importante, eran las Convenciones de
Estudiantes. Hubo grandes convenciones, creo que fueron dos o tres, no tengo recuerdo preciso, en
que se juntaban trescientos a cuatrocientos estudiantes durante una semana entera a discutir el
problema de la universidad. Era una visión doctrinaria, pero alimentada por los problemas
curriculares, con lo que sucedía en el aula y en la sociedad. Todo eso se iba haciendo más abstracto
hasta llegar a grandes definiciones programáticas universitarias. En la convención se juntaban
muchos estudiantes, se publicaban libros inmensos y se los entregábamos a las autoridades
universitarias para que ellos las aplicaran.
Propósito de la Reforma.
Es sobre la base de las vivencias producidas por las actividades que he recordado que se
generó en los estudiantes, de repente, un impulso: "parece que lo que tenemos que hacer es cambiar
la universidad". Yo quiero leer el final de un discurso pronunciado el día 7 de abril de 1967, en la
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inauguración del año académico, ante el mismo rector Monseñor Alfredo Silva Santiago, y que me
tocó decir a mí cuando lanzamos el movimiento de cambio del poder en la Universidad Católica3. En
él recordamos, justamente, que tal vez el elemento más importante que nos empujó a la reforma, fue
la experiencia de contacto de los estudiantes de la Universidad Católica con los sectores populares de
la provincia de Arauco.
"Cuando en el mes de febrero de este año cuatrocientos universitarios nos despedíamos de la
provincia de Arauco, había una petición en la boca de los hombres y mujeres de esa lejana región:
no nos olviden. Prometimos no hacerlo y las palabras que dijimos esa noche en la Plaza de
Curanilahue podemos repetirlas hoy textualmente: No nos olvidaremos porque vamos a aplicar el
espíritu que en Arauco hemos encontrado, en nuestra universidad, le vamos a exigir que cambie sus
viejas estructuras y los hombres que las sostienen, para que se coloque al servicio de su pueblo,
para que cumpla el mandato de la hora presente y se abra a todos los sectores sociales, que
investigue la realidad de este país y elabore la tecnología, ciencia y cultura que la comunidad
nacional requiere. Que en fin sea la culminación intelectual del vivir de su pueblo, porque allí esta
su energía y vitalidad".
El propósito de nuestra Reforma era abrirse. Apertura más que entregar un saber. Yo nunca
he compartido mucho eso de que la universidad es la conciencia crítica de la sociedad, como una
especie de conciencia superior. Parece que tampoco lo compartí en ese minuto. Abrirse en términos
demográficos era parte de esa consigna, abrirse a que todos pudieran llegar a la universidad, era
abrirse en términos sociales a todos los estratos. Que la universidad investigara la realidad de este
país era abrirse como universidad. La universidad debía ser un lugar para la investigación, para el
conocimiento, para el saber, pero para investigar los problemas nuestros. Nuestros científicos
investigaban poco y, además, problemas de otros. Que la universidad elabore la ciencia y la cultura
que la comunidad nacional requiere, en fin, que sea la culminación intelectual del vivir de su pueblo,
3
Nota del Editor: Ver versión completa del discurso de Miguel Ángel Solar en la inauguración del
año académico 1967 en el Apéndice I.
25
porque allí está su "energía y vitalidad". Esa es la base sobre la cual nace este movimiento.
Cuando yo llegué a ser presidente de la FEUC era un tipo gremialista, participaba en la cosa
más gremial que ya describí, pero nos dimos cuenta que había una gran insatisfacción con la
universidad, y había frustración porque habíamos planteado programas, habíamos creído en las
autoridades y le habíamos hecho empeño y las cosas no avanzaban y había una gente muy "diestra"
en el Consejo Universitario.
Yo recuerdo que cuando entré en el Consejo Universitario vi gente que no tenía nada que ver
con lo que habíamos esperado los estudiantes. Entonces ya habíamos dicho que el problema no era
de estructura y de reglamentos, sino que, definitivamente, de cambio de "personas en la dirección de
la universidad", cambio de clase en el poder, para decirlo en los términos de esos tiempos. El 7 de
abril, con el rector presente - un arzobispo tradicionalista en el sentido eclesiástico, es decir, muy de
derecha en ese minuto - en el gimnasio universitario yo leo el discurso recordado diciéndole:
Excelentísimo Señor rector, arzobispo, queremos que se vaya. Porque, entre paréntesis, siempre hubo
un trato de extraordinaria comunicación, nosotros nunca rompimos las relaciones interpersonales,
incluso mandábamos las cartas a Roma, porque esto fue una conspiración internacional y hasta el
Papa [Paulo VI] se metió al final. Mandábamos la carta a Roma, al Ministro de Educación del Papa,
y después íbamos a conversar con el rector, de modo que lo supiera por nosotros, por supuesto
cuando ya nosotros sabíamos que el rector no podía obstaculizarla. Esto con buenas palabras, mucho
respeto, porque lo teníamos. No era un problema de descartar las personas, sino su función como
autoridad.
Y ahí se inicia el proceso de discusión universitaria, los profesores se involucran, empieza a
haber co-inspiración. Después vimos que allí se cumplió la máxima de Lenin, que las revoluciones
son posibles cuando los que viven bajo el poder no quieren seguir viviendo así y los que ejercen el
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poder no pueden seguir ejerciéndolo, o sea, cuando todos quieren cambiar, son posibles las
revoluciones. Y también había en el movimiento de profesores ideas de cambio. Nosotros quisimos
que el cambio fuera a nuestro modo, esa fue la gracia, intuitivamente.
Bueno, se inicia un proceso que va tomando fuerza, y ahí se nos ocurre una idea que después
un señor General nos imita, muchos años después, que es la idea del plebiscito. Por ahí por junio de
1967, llamamos a un plebiscito estudiantil, sin ninguna legalidad naturalmente, igual que el
plebiscito de poco tiempo después, y en el que le preguntamos a todos los estudiantes si estaban de
acuerdo con el cambio de rector. En esos tiempos significó una gran novedad que los estudiantes se
atrevieran a preguntar eso. Pero se produjo una tremenda reacción de la derecha y del Mercurio.
Recuerdo que fueron millones y millones de pesos en inserciones en la prensa que afirmaban que era
imposible aceptar que esa pregunta se pudiera hacer.
Pero lo hicimos y alrededor del 80% del estudiantado votó que sí. El Comité Permanente del
Episcopado se metió y prometió a los estudiantes un prorrector, o sea, un segundo rector que fuera de
total garantía. Pero todos estos cambios de personas en el gobierno universitario ¿para qué?
El programa de la reforma.
Vamos a la parte programática, y a pesar de que es un poco latera, creo que tiene interés
porque incluía lo que hoy día llamaríamos modernización y democratización.
En primer lugar, era clave que todos opináramos, es lo que la empresa moderna pide hoy. No
es posible hoy en día no escuchar al portero: el portero está escuchando la demanda, dice la gente
experta en gestión moderna. Él sabe lo que el cliente quiere, o sea, todos deben participar en la mesa
de decisión, en diferentes maneras, de acuerdo con sus competencias técnicas. Y por eso para
nosotros fue claro que los administrativos, los estudiantes y los docentes, en diferentes
combinaciones como fuese adecuado, debían decidir sobre el futuro de la universidad. Esto nos
parecía modernizador, nos parecía eficiente; así se hacen las cosas en todas partes del mundo hoy.
27
La otra cosa que nos preocupaba era el insuficiente desarrollo de la investigación. Había
facultades que investigaban más que otras, pero algunas investigaciones nos parecían poco
pertinentes, teníamos muchas preguntas sin respuesta. En mi Facultad de Medicina no se investigaba
el cólico hepático, la vesícula. El 80% de los pabellones en Chile operan de vesícula y nadie
investigaba eso, pero estábamos investigando cosas que le interesaban a la Fuerza Aérea
norteamericana, porque ellos pagaban los grants, porque ellos invertían. No teníamos investigación
pertinente y no veíamos un proceso en que la investigación fuera importante.
Otro elemento clave era la formación estudiantil. Nos parecía unidimensional,
profesionalizante y sin buena base. Hoy día sabemos que la producción moderna requiere gente
altamente capacitada, capaz de desplazarse en las labores productivas, que son muy cambiantes.
Propusimos el currículum flexible, la departamentalización, una serie de otros fenómenos que tenían
que ver con esto.
La universidad, decíamos, debía ser la institución social capaz de cristalizar intelectualmente
el devenir de su pueblo. Y por ello no podíamos dejar de plantear las circunstancias que el pueblo
nuestro vivía el año 1967. Nos guiaban las palabras del Papa de ese tiempo: "circunstancias posibles
de definir por el afán incontenible de los hombres postergados, para derribar las disparidades
hirientes, no solamente del goce de los bienes sino todavía más, en el ejercicio del poder", palabras
de Pablo VI, que en ese minuto gobernaba la Iglesia Católica, quien además agregaba: "mientras que
en algunas regiones una oligarquía goza de una civilización refinada, el resto de la población pobre
y dispersa está privada de toda las iniciativas personales y responsabilidad y aún muchas veces
incluso viviendo en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana".
Decíamos también que no se trataba de transformar la universidad en un servicio público,
sino que participara justamente en cuanto a formadora de las personas, en cuanto a investigadora de
la realidad.
Otro punto programático tenía que ver con la particularidad de una Universidad Católica. Nos
parecía que lo católico de la universidad no consistía en llamarse "pontificia". Una Universidad
28
Católica - y cualquier universidad puede serlo - lo es si el fenómeno religioso está presente como
parte de la investigación, si la teología es parte de la formación. Porque el hecho religioso, o la
antropología de la trascendencia, es la antropología a la cual, en ese minuto, y todavía hoy, adhiero.
Adhiero no en el sentido de creer que hay cielo - de eso no estoy seguro, nadie está seguro, sólo la
gracia de la fe da alguna certidumbre -, sino que creo que el hombre es un animal diferente de los
demás por ser el único animal que inventó o reconoció un bien que siendo parecido a sí mismo es
inmensamente más que sí mismo; la realidad de Dios.
Para nosotros, el catolicismo de la universidad no tenía nada que ver con la dependencia
pontificia, ni siquiera con la Iglesia Católica. Si mañana la Universidad de Chile tenía su cátedra de
teología, para mí era tan válida la Católica como la Chile.
En fin, en ese tiempo dijimos éste es nuestro programa, hemos hecho muchos esfuerzos para
que nos entiendan, pero aquí hay una autoridad que ha perdido autoridad y tenemos que cambiarla. Y
por eso el plebiscito que hacemos el año 1967, en junio, es: señores ¿se va o no el rector? y se
produjo un terremoto de opinión pública. Ese plebiscito nos promete un prorrector en junio de 1967
y ahí se produjo el fenómeno de impasse porque el Consejo Superior no encontró a nadie que
quisiera asumir el cargo.
El triunfo de la Reforma.
Hay muchas cosas que hurgar en nuestra historia. Recuerdo que me reuní el día 9 de agosto
con Leighton, que era ministro del Interior, y le dije "Don Bernardo aquí no ha pasado nada, no nos
van a cumplir". Respondió "No hombre no ha pasado nada, pero paciencia, lo vamos a solucionar".
El hermano Bernardo era muy bueno para arreglar las cosas, se reunió con el Cardenal y trataron,
pero no pudieron. El Cardenal nos apoyaba bastante y se produce la huelga.
El primer día de la toma, el 11 de agosto, la derecha intenta retomarse la universidad. Hay
quinientos estudiantes dentro de la universidad. Yo estoy muy cansado, estoy durmiendo y me entero
casi cuando ya está terminando, y alguien llama a Espartaco. Espartaco era un grupo político ligado a
un filósofo. Llegaron estos tipos, unos camiones, así de grandes, muy poderosos. Llegaron algo así
como 20 y nos ayudaron a salvar la toma ese día, del punto de vista disuasivo físico, porque fue una
pelea sin heridos4.
Pero después la derecha quiso retomar de nuevo con unos camiones del fundo de Melipilla y
quien nos salva es el Grupo Móvil, el mismo que ayer estaba tirando agua por las calles de Santiago.
¿Por qué? porque el hermano Bernardo [Leighton, entonces ministro del Interior] mandó a rodear la
universidad con el Grupo Móvil, para que no pasara nada, pero en los hechos nos protegía, porque
que no pasara nada significaba que nosotros seguíamos adentro. En este contexto se da y se produce
la larga negociación de la toma. Todo termina cuando Roma, el Papa, nos apoya.
Termina la toma, la ganamos; a nosotros nos interesaba sobre todo elegir un prorrector, este
fue Fernando Castillo Velasco. Nosotros no lo conocíamos y fue un éxito que él fuera el rector, sin
ninguna duda. Hay un claustro en que los estudiantes participan con un 25%, y para que ustedes
entiendan el grado de amplitud del movimiento, el reglamento del claustro, que afirma ese 25%, lo
hace una comisión, pero el hombre que nos aportó la técnica jurídica para hacerlo fue Sergio Díez
4 Nota del Editor: Alejandro Yáñez - ex-presidente de la FEUT y coautor del presente tomo
- ha señalado que un grupo de 20 estudiantes de la UTE, sin relación con Espartaco, acudió ese día a
defender la toma de la UC. El Editor comprobó que esta afirmación es efectiva. Cabe la posibilidad
de que ambos grupos (UTE y Espartaco) se hayan hecho presentes.
30
Urzúa, hoy senador de Renovación Nacional. Incluso nos convidó a un cóctel en su casa, donde
había una piña con unos camarones ensartados, muy ricos.
Ese proceso de quiebre de una universidad tradicional, de apertura de la universidad al
ámbito social, a una perspectiva ideológica, a una sensibilidad de país, fue producto de un
movimiento de gran amplitud, y eso fue lo que lo hizo posible y lo que lo ha hecho durable. Yo creo
que la Reforma fue exitosa, que cumplió sus objetivos y que la dictadura no pudo triunfar con su
intento de restauración. Lo digo por la propuesta general nuestra, como generación y como sociedad,
yo creo que fuimos exitosos, tuvimos una reacción, pero esa reacción restauradora fracasó y la
Universidad Católica es hoy mejor que antes. Yo creo que hoy es más abierta socialmente que antes.
Yo creo que el dolor que significó el intento de restauración que tuvimos, con toda la dureza
que significó para muchos de nosotros y para los que están aquí presentes, nos impide ver cuánto de
lo que se sembró en ese tiempo está hoy presente. A veces está chiquitito, pero está ahí como para
regarlo. La Reforma no hay que hacerla de nuevo, hay que continuarla.
La Reforma continúa.
La Reforma ya se hizo y, en lo profundo, fue exitosa. Ahora los estudiantes no votan, pero yo
no sé si se trata de votar. Si yo fuera estudiante, no sé si votaría. Yo quisiera, más bien, evaluar al
profesor y si el profesor en la evaluación no sale bien, cambiar de profesor. Y digo esto desde el
ámbito en que estoy, porque estoy en un Consejo Universitario. Yo quisiera hoy que hubiera
participación, no de un estudiante, ni de cinco estudiantes ni de veinte, sino de miles de estudiantes
en su proceso de aprendizaje. Pero para lograr eso hay que pensar que la universidad está permeable
y porosa y aventar el miedo que aún nos queda.
Yo quisiera acentuar esta idea de que no hubo restauración real, que el proceso de Reforma
está en desarrollo. Si está paralizado ese proceso es porque en la cabeza nuestra hemos creído que
alguien lo paralizó. Ahora hay cosas en que yo creo que estamos avanzando con inmensa velocidad.
31
En mi tiempo había una Facultad de Medicina que a uno lo hacía estudiar matemáticas, física,
química, y con o sin quererlo, le sacaba toda idea de la persona humana en los primeros años. Uno
aprendía que los hombres son primero números, después átomos, después moléculas, finalmente
células y la persona desaparece. El paciente es una persona, pero eso es lo más importante para un
médico, entender a la persona como tal.
Nosotros hemos logrado que el estudiante de medicina, a los 15 días de clases, vaya al
hospital. Ustedes me dicen ¿a qué? A escuchar a un paciente, a escucharlo por tres horas. Los que
hemos sido pacientes y seremos pacientes, cuánto nos serviría que los médicos nos escucharan 10 ó
15 minutos o más si es necesario. Y nos escucharan de verdad, aprendieran a escuchar, porque la
clínica nace del acto de escuchar al otro y en esto, el lenguaje corporal y el lenguaje verbal son
claves. Es lo que estamos aprendiendo, o sea, estamos avanzando en los curricula, ellos tenían que
ser el blanco final de la Reforma. La Reforma tenía que terminar en el aula, en el aprendizaje, en la
evaluación. Son ejemplos personales, pero podría dar muchos otros, de estudiantes que cambian el
ramo a la mitad del camino, que dicen: "profesor, Ud. nos enseña esto, pero para enseñarlo bastan
cinco sesiones ¿Qué más sabe Ud.? Enséñenos eso otro", esa es la principal participación hoy en día
y de una inmensa potencialidad.
32
Antecedentes
Los movimientos estudiantiles de los años 60, que ocurren en forma casi simultánea en
muchos países europeos y americanos, forman parte del proceso general de la sociedad
contemporánea de posguerra. Se vivía en esos años con gran intensidad las causas sociales. En los
países de gran desarrollo industrial eran temas de alta vigencia la guerra de Vietnam, las campañas
de desarme nuclear, los movimientos de liberación de la mujer, la discriminación étnica, los derechos
civiles de los negros en los Estados Unidos, el anticolonialismo en Inglaterra y Francia, etc. En
Latinoamérica surgían fuertes movimientos sociales y políticos tendientes a la transformación de las
estructuras socioeconómicas, se apoyaba la lucha antimperialista y se observaba con admiración la
Revolución Cubana.
Frente a estos acontecimientos, los jóvenes universitarios se consideraban marginados de los
problemas más importantes de su tiempo y encerrados dentro de la institución a que pertenecían, sin
opciones de expresión ni participación. Se objetaba, en general, la rigidez y el régimen autoritario de
las universidades5. No obstante, las características que adquirieron los movimientos estudiantiles en
los diversos países estuvieron grandemente determinadas por las condiciones propias de cada uno de
ellos. Comprometer a la universidad con la necesidad de cambios sociales fue uno de los principales
postulados de dichos movimientos.
5
Nota del Editor: Otra visión de la Reforma de la U. de Chile, así como de la U. Católica y
diversos otros aspectos del proceso reformista se encuentran en la serie "Biblioteca del movimiento
estudiantil" (10 tomos) de Manuel A. Garretón y Javier Martínez (editores), Ediciones Sur (1988).
Ver también José J. Brunner, Documento de Trabajo No. 117, FLACSO-Chile (1981).
33
normalización del proceso nombrando en forma interina a los nuevos decanos y directores elegidos.
Los Plenarios de Reforma tenían por finalidad aprobar un nuevo estatuto y establecer un
sistema de gobierno transitorio hasta que se promulgase la nueva ley que permitiría elegir las
autoridades definitivas.
En los Plenarios hubo consenso que el proceso reformista deseaba una universidad
democrática, pluralista, autónoma, creadora y crítica. La Universidad de Chile debería tener carácter
nacional y estar integrada por sedes.
Las autoridades administrativas serían generadas por elecciones. Grupos colegiados, con
participación de los tres estamentos de la comunidad universitaria - académicos, estudiantes y
funcionarios - definirían la política universitaria que deberían cumplir las autoridades unipersonales.
Se acordó que los estudiantes participarían con una ponderación del 25%. Aunque durante los
Plenarios no hubo acuerdo sobre la ponderación del personal no-académico, posteriormente se
aprobó el 10%.
La carrera académica, en cambio, no debía estar sometida a ningún tipo de votaciones, sino
estar basada exclusivamente en la evaluación por comisiones idóneas de los antecedentes y méritos
de los académicos en sus labores de investigación y docencia, con prescindencia de cualquier otro
factor.
Existió también consenso en los Plenarios que la nueva universidad debía estar estructurada
en razón del conocimiento y la cultura y no de las profesiones. La unidad básica debía ser el
departamento, unidad natural de investigación, docencia y extensión en un campo determinado del
saber, que garantizaría la autonomía de la labor académica, introduciendo independencia entre la
organización académica y la estructura administrativa o de poder. Se deseaba abolir la cátedra
tradicional que concentraba jerárquicamente en una misma persona la máxima autoridad académica y
35
administrativa.
La universidad debía proporcionar al académico derecho a la experiencia, a la libertad de
pensamiento y de expresión, fuera de toda censura política o ideológica, derecho a realizar su propio
proyecto de conocimiento y ciencia y participación libre en la enseñanza fuera de los programas.
El departamento debía ofrecer al estudiante la posibilidad de aprender en un proceso sobre el
cual pudiese ejercer una acción crítica, tener derecho a obtener una preparación válida y útil para la
sociedad y derecho a una cultura que le permitiese participar en la aventura intelectual de la
humanidad.
La producción de profesionales debería ser realizada en íntima consonancia con las
necesidades del medio social en que la universidad existe y con visión de los requerimientos futuros
y de cambio.
Las materias que no lograron ser aprobadas por los dos tercios de los convencionales en los
Plenarios pasaron a un referéndum que debía servir para que la Comisión Central de Reforma
redactase en definitiva el proyecto de estatuto. Si no se cumplía con la elaboración del proyecto
dentro del plazo establecido, la Mesa Directiva de los Plenarios convocaría a la elección de un
Senado Académico Transitorio que reemplazaría a la Mesa Directiva y a la Comisión Central de
Reforma, para llevar adelante la tarea. Entretanto, la administración de la universidad se mantenía en
el antiguo Consejo Universitario, formado por los decanos.
Múltiples dificultades impidieron cumplir dentro de los plazos establecidos. Uno de los
conflictos más graves y prolongados que vivió la Universidad de Chile en esos días fue provocado
por la inexplicable expulsión de 14 profesores universitarios argentinos, realizada por orden del
gobierno de la época.
Para dar un claro marco legal al proceso de reforma, el Consejo Universitario logró obtener la
36
El nuevo gobierno universitario debería cumplir sus funciones en el plazo de un año y tan
pronto el nuevo estatuto orgánico lo permitiera debería procederse a la elección de las autoridades
definitivas. La labor se cumplió en un año y medio.
37
En junio de 1971 tuvo lugar la elección universitaria de acuerdo al nuevo Estatuto Orgánico.
El binomio Boeninger-Bitrán, candidatos a rector y secretario general, obtuvo el 51% de los votos y
el binomio Novoa-Lagos el 48%. En el Consejo Normativo Superior, los grupos de izquierda
simpatizantes de la Unidad Popular obtuvieron mayoría con 53 consejeros sobre 47 de la lista de
partidarios del Frente Universitario y la Democracia Cristiana, mayoría que se reflejó también en el
Comité Directivo Superior elegido por el Consejo.
Tratando de sobrepasar la mayoría que le era adversa en el Consejo Normativo Superior, el
Frente Universitario planteaba llevar a plebiscito las materias sobre las que le competía pronunciarse
al Consejo. Crecientes disturbios paralizaban en esos días varias facultades de la universidad. Los
Comandos de Toma del Frente Universitario interrumpían las actividades académicas en varias
facultades, las que eran visitadas por el rector, donde era aclamado por sus partidarios.
Finalmente, las partes acordaron la renuncia de ambas autoridades centrales, del rector y el
secretario general y del Consejo Normativo Superior, la realización de nuevas elecciones y llevar a
plebiscito la estructura académica de las 4 sedes de Santiago y otras materias que no se habían
logrado resolver. Un proyecto de ley del Ejecutivo enviado al Congreso con carácter de urgencia
permitió dar solución al conflicto.
El Plebiscito
En la intensa campaña electoral que siguió, los grupos progresistas fueron consecuentes y
mantuvieron la propuesta inicial del movimiento de Reforma de estructurar la universidad tomando
como base las grandes áreas del conocimiento integradas en facultades, por ejemplo, una Facultad
única de Ciencias de la Salud y una Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales.
El Frente Universitario, en cambio, optó por satisfacer todas las aspiraciones de
independencia de diversos grupos de académicos y planteó en el plebiscito, por ejemplo, facultades
separadas para las Ciencias de la Salud - Medicina, Odontología, Química y Farmacia -, la
38
La Comisión Reestructuradora
trabajó intensamente en una veintena de comisiones que continuaron los estudios de los principales
problemas de la Facultad; ello permitió la clarificación de un conjunto de ideas fundamentales para
la elaboración de los proyectos llevados a la práctica en los meses siguientes.
La Reforma Adelantada
Democratización
41
Joaquín Aguirre, donde anteriormente se repetían con gran frecuencia paros prolongados.
La posibilidad de discusión y entendimiento a nivel de los organismos de cogobierno
prevenía de manera natural los movimientos de presión.
La Comisión Reestructuradora debió ser reemplazada en marzo de 1969 por el Consejo
Superior de la Facultad, de acuerdo a las ideas aprobadas en los Plenarios de la Reforma. El Consejo
Superior de Facultad, a su vez, fue reemplazado en 1970 por el Consejo de Facultad, de acuerdo a las
disposiciones derivadas de la Ley 17.200, que por otra parte otorgó reconocimiento legal a todo lo
obrado por la Comisión Reestructuradora y el Consejo Superior de la Facultad. De este modo, la
Facultad de Medicina afianzó la valiosa experiencia que había adelantado en concordancia con los
planteamientos de la Reforma.
Departamentalización
Universidad de Chile.
El Consejo Universitario finalmente aprobó la departamentalización el 10 de septiembre de
1969, constituyéndose la Facultad de Medicina en la primera que abolió oficialmente las cátedras y
adelantó la nueva estructura propuesta por los postulados reformistas.
Evaluación Académica
Universidad de Chile.
Por otra parte, la evaluación académica permitió a la Facultad agregar mayor objetividad al
procedimiento de los concursos para llenar los cargos docentes. Es digno de destacar que en los
centenares de concursos realizados durante el período de la Reforma haya sido excepcional la
apelación de los fallos, lo que revela la alta idoneidad de las comisiones que actuaron.
Expansión de la Facultad
Otro aspecto que contribuyó a asegurar la cooperación de los docentes en los planes de
expansión fue el respeto a la autonomía académica de los departamentos, los que podían organizar
con libertad las actividades docentes, dentro de los objetivos generales de la Facultad para la
formación de los profesionales de la salud. Esto significó que las posiciones políticas que dividían a
los integrantes de la Facultad - al igual que a los chilenos de cualquier otro sector - no se proyectaban
en los planes internos porque existía consenso sobre los objetivos y libertad académica para
alcanzarlos. No obstante, las diferencias ideológicas persistían y, con el correr del tiempo, la
polarización que tenía lugar en el país se reflejó cada vez más en los procesos electorales. Dada la
composición económico-social de los miembros de esta comunidad, los universitarios que
simpatizaban con el Gobierno de la Unidad Popular fueron perdiendo terreno y llegaron a ser franca
minoría.
La confrontación política llevó a nuestros adversarios a desencadenar increíbles ataques
contra el proceso de Reforma de la Facultad y en especial contra el decano. Las campañas de
desprestigio, las tergiversaciones y las calumnias, a través de la prensa y la radio, alcanzaron grados
insólitos de virulencia, que daban al público una idea muy falsa de lo que realmente ocurría. Sin
embargo, debemos reconocer que, internamente, el decanato de la Reforma siguió recibiendo
siempre apoyo y colaboración para los proyectos de expansión de parte de los sectores que le eran
ideológicamente adversos.
La expansión de la Facultad se realizó constituyendo, en colaboración con el Servicio
Nacional de Salud, 5 áreas docente-hospitalarias en Santiago. Las áreas comprendían los siguientes
hospitales:
Área Norte: Hospitales José Joaquín Aguirre, Roberto del Río, y Hospital Psiquiátrico;
Área Sur: Hospitales Exequiel González Cortés y Barros Luco-Troudeau;
Área Oriente: Hospitales Salvador y Calvo Mackenna;
Área Occidente: Hospitales San Juan de Dios y Félix Bulnes; y
Área Central: Hospitales San Fco. de Borja y Manuel Arriarán.
46
Expansión de Matrículas del Primer Año de las Carreras de la Salud entre 1968 y 1972
1968 1972
Medicina 160 370
Enfermería 100 450
Tecnología Médica 70 250
Obstetricia 120 130
Nutrición 40 60
Terapia Ocupacional 15 60
En 1970 se logró la creación de las carreras vespertinas para favorecer el ingreso de los
trabajadores a las carreras de la salud.
Se innovaron los planes y programas de todas las carreras para adecuar los contenidos a las
necesidades actuales del país. Se introdujo la integración de las materias básicas con las materias
47
clínicas, lo que permitió en la carrera de Medicina concentrar la enseñanza en los 5 primeros años y
ampliar la práctica de internado a 2 años sin aumentar la duración de la carrera; se incorporaron las
ciencias psicosociales, cursos de ética, materias humanísticas y electivas; se aumentaron las prácticas
en consultorios y en la comunidad para mejor conocimiento de la patología prevalente. Se inauguró
el internado rural, con participación de estudiantes de las diversas carreras para completar la
formación sobre la realidad nacional y fortalecer el sentido de trabajo cooperativo dentro del equipo
de salud. Se modificaron los sistemas de evaluación y se introdujo la evaluación continua para
optimizar el rendimiento estudiantil. Se suprimió el examen de grado teórico final de Medicina y se
reemplazó por evaluaciones clínicas teórico-prácticas.
La Facultad apoyó el desarrollo de otras facultades y escuelas: contribuyó a la creación de la
carrera de Medicina en Antofagasta y Temuco y a la iniciación de la carrera de Enfermería en Chillán
y Punta Arenas, esta última creada por la Universidad Técnica del Estado bajo la supervisión
académica de la Facultad de Medicina. Se aportó gran colaboración a la incipiente carrera de
Medicina en Valdivia.
En la docencia de postgrado se creó el Plan de Formación de Académicos para satisfacer las
necesidades docentes de las sedes en expansión.
Se elaboraron y aprobaron los Programas de Formación de Especialistas en:
Anestesiología, Cirugía, Dermatología,
Ginecología y Obstetricia, Medicina Interna,
Microbiología, Neurocirugía, Neurología,
Neumotisiología, Oftalmología, Oncología,
Otorrinolaringología, Patología, Pediatría,
Psiquiatría, Radiodiagnóstico Adulto,
Radiodiagnóstico Infantil, Traumatología y Urología.
La Facultad mantuvo intensa relación con otras facultades que estaban interesadas en el proceso de
Reforma que la Facultad llevaba a cabo. La participación oficial de la Facultad en reuniones
internacionales sobre Educación Médica y materias conexas comprendió:
Conclusiones y Perspectivas
50
La Reforma Universitaria puso término a un sistema y un régimen y logró iniciar una nueva
etapa en la historia de la Universidad de Chile, definida por la plena participación de la comunidad
universitaria en su destino.
- Se intentó dar a la universidad una estructura que favoreciera la integración del
conocimiento dentro de las diversas áreas y un quehacer más creativo, coherente y productivo en
beneficio de los aportes a la cultura y a los grandes intereses nacionales.
- Se introdujo la democratización interna de la universidad a través de la elección de los
cargos directivos y del cogobierno en los cuerpos colegiados.
- Se abrió espacio para la carrera académica completa independiente de las funciones
administrativas universitarias.
- Se fortaleció entre los académicos la corriente de opinión sobre el rol fundamental de la
ciencia en la lucha contra el subdesarrollo y la responsabilidad de adecuar el quehacer académico al
servicio de los grandes problemas nacionales. Se crearon los primeros doctorados en colaboración
con la Facultad de Ciencias.
- Se avanzó en la democratización del ingreso a la universidad mediante los concursos
especiales para los trabajadores y la creación de carreras vespertinas.
- Se logró una expansión importante de las matrículas y se crearon carreras nuevas en
concordancia con las necesidades del país.
- Se renovaron los planes y programas de todas las carreras de la salud y se incorporó en ellos
las ciencias psicosociales, cursos de ética y materias humanísticas y electivas. Se acentuó el trabajo
en la comunidad y se creó el internado rural multidisciplinario.
- Se abolieron las diferencias de derechos que existían entre los estudiantes de diversas
carreras, los funcionarios de diversas escuelas y los académicos de diferentes profesiones.
- Se progresó en la dignificación del trabajo y se adoptaron medidas que aumentaron el grado
de satisfacción de los funcionarios en los planos social, económico y cultural.
51
se inició con la Ley Orgánica de la Universidad de Chile, promulgada por el Presidente Manuel
Bulnes y su Ministro Manuel Montt el 19 de noviembre de 1842, reformada después por Decreto con
Fuerza de Ley el 20 de mayo de 1931, y disgregada, en razón del Plebiscito del 28 de septiembre de
1972, en 4 Facultades de Medicina en la ciudad de Santiago - correspondientes a las respectivas
sedes cardinales de la Universidad de Chile - y en 6 departamentos independientes de las facultades.
En particular la Facultad de Medicina fue, además, seriamente afectada por la reducción del
gasto público en el Ministerio de Salud, que redujo de 300 a 50 el número anual de becas de
postgrado para la formación de especialistas y provocó a través de los años un progresivo y grave
déficit de especialistas a lo largo de todo el país.
el trato preferencial que tuvo en el pasado en razón de su rol señero en la vida nacional. Algunas
autoridades universitarias tratan de adaptarse a las nuevas condiciones y dar a la universidad el
carácter de empresa para competir en el mercado de la educación.
Se deja sentir en la Universidad de Chile la falta de un proyecto definido que le permita
superar la simple competitividad del mercado y alzarse magnánima en defensa de los valores
fundamentales que la justifican. Estos valores se han cumplido históricamente a través de la
formación de académicos y profesionales y de la orientación de su quehacer, con sentido social y
solidario, hacia las necesidades nacionales. En lo que respecta en particular a la Facultad de
Medicina, estas funciones le fueron claramente encomendadas al momento de su fundación por la
Ley Orgánica de 1842:
proyectos. Se hicieron habituales los trabajos voluntarios, las horas extraordinarias no rentadas, las
incansables comisiones de estudio, las reuniones y seminarios en días sábado y domingo y las
sesiones semanales de la facultad fuera de las jornadas de trabajo.
Todo esto fue posible porque los estudiantes, funcionarios y académicos sentían propio el
proyecto de la universidad durante la Reforma.
La recuperación de la Universidad de Chile requiere del compromiso masivo de los
universitarios. La esperanza de futuro de la universidad está en lograr la plena participación de sus
integrantes en los niveles de reflexión y decisión para realizar la acción crítica y creadora que le
permita renovarse permanentemente en función del rol nacional que le dio origen.
56
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1991.
58
miembros del Directorio de la FECh, y culminó con la publicación de unos cuadernos de Reforma
Universitaria que fueron el sostén ideológico de los movimientos universitarios que se
desencadenaron posteriormente como una avalancha.
El gobierno de la universidad no era un tema prioritario en ese momento. Menos el
cogobierno, tema que después marcó los conflictos políticos o de poder. Esta fue la característica de
los años 67 a 73. En el último período se discutió mucho más de poder que de los contenidos de la
Reforma; hubo un cambio muy fuerte.
En la Escuela de Derecho el proceso reformista comenzó el año 68, con una rebelión de los
profesores jóvenes y los estudiantes que logró un cambio importante en la forma de enseñar Derecho:
la posibilidad de elegir ramos, de cambiar la estructura de la cátedra y los departamentos por
fórmulas más flexibles.
Era decano don Eugenio Velasco y la facultad una de las más tradicionales. Sin embargo,
Velasco se puso a la cabeza del movimiento con lo cual se mantuvo electo como decano y a la vez
impulsó cambios importantes en la enseñanza, que en mi opinión se fueron revirtiendo durante las
décadas posteriores. Estuve nuevamente en la Escuela de Derecho este año y encontré que sigue más
o menos con la misma estructura curricular que tenía cuando era estudiante entre el 62 y el 67, antes
de la Reforma.
El resultado, en esos años, fue que hubo mucho mayor apertura, mayor participación de los
académicos y no sólo de los profesores titulares, más flexibilidad y mayor valorización del trabajo
del estudiante en el año, que era un tema muy precario en esta escuela. Uno "se la jugaba" en los
exámenes con un sistema muy liberal y centrado en el profesor más que en un equipo de trabajo
académico. Se usaba la cátedra magistral como mecanismo de enseñanza. Eso cambió entre fines de
los 60 y principios de los 70, aunque estuvo terriblemente cruzado por peleas de poder. Hubo huelgas
larguísimas, pero, más que por motivos académicos, por razones de tipo político y por la
extraordinaria ideologización que se produjo en ese momento en el país.
Hubo etapas muy marcadas. Los planteamientos de los estudiantes en la época de los rectores
60
Juan Gómez Millas y Eugenio González era muy valorizada y escuchada por el Consejo
Universitario y las autoridades por la seriedad de sus planteamientos. Normalmente estaban
representados por dirigentes de muy buen nivel académico y estudiantil. Eran estudiantes destacados
y se trabajaba, se preparaban las sesiones con mucha seriedad. Sin embargo, todo este planteamiento
de Reforma en la Chile, que partió antes que el resto de las universidades, se vio demorada por las
luchas de poder en una estructura extraordinariamente feudal que eran las facultades y las escuelas.
El rector Eugenio González tenía una muy buena disposición y era un hombre con un gran pasado
político. Paradojalmente, siendo él socialista, era bastante conservador en materia universitaria.
La Reforma en la Chile partió el año 66 a través de seminarios de contenido muy coherente, y
publicaciones. En esa época existía la UFUCh, que era la Unión de Federaciones Universitarias de
Chile, donde la FECh jugaba un rol muy importante de liderazgo y, a través de la UFUCh, fuimos
haciendo conciencia de una suerte de ideología común, donde, salvo en torno al cogobierno - que en
ese momento era una cosa teórica -, no había grandes diferencias con la izquierda. Esto permitió
pasar el mensaje al resto de las universidades del país.
En otras universidades los conflictos surgieron, más que por una modernización de la
universidad, por una mayor representatividad de sus autoridades y una mayor participación en la
gestión. Recordemos que la Universidad de Chile era un ente semidemocrático. Para elegir rector
votaban los profesores ordinarios [titulares], que constituían el 20% del estamento académico. Era un
sistema democrático imperfecto, pero mucho mejor que el manejo de la Universidad Santa María,
que lo hacía un grupo de albaceas, o las Universidades Católicas que tenían subordinación al
Arzobispado o directamente a Roma, y en las que no había ningún esquema de participación, ni
siquiera de los académicos, en el fijar políticas universitarias.
En ese período había una discusión permanente, pero no mucho avance. Todo cruzado por
peleas de tipo ideológico, lo que fue caldeando el ánimo estudiantil. Después de un período entre el
68 y el 70, donde se estructura un proceso de Reforma, donde los estudiantes nos tomamos la
universidad, nos tomamos las escuelas, se hizo una Convención de Reforma, se amplió el Consejo
61
Universitario a profesores, estudiantes y no académicos. La verdad es que rara vez se votaba, pero se
sentaron las bases de una Reforma Universitaria que buscaba poner mucho énfasis en la vinculación
de la universidad al país, a la realidad nacional, en que una universidad debía incentivar la
investigación y la extensión y se enfatizaba su vinculación con la sociedad como conciencia crítica
del país. Además, se planteaba suprimir la cátedra como unidad básica de enseñanza y pasar a
trabajar con el concepto de departamento, que tenía una mayor pluralidad, coordinación e
integración.
Se valorizaba no sólo el trabajo del profesor de cátedra sino también el trabajo de los
docentes o académicos que cumplían funciones auxiliares. Con ello buscábamos también reemplazar
el método de la conferencia por otros más participativos y más interactivos, como se diría hoy día.
En eso yo creo que hubo una coincidencia muy grande. Sin embargo, todos estos proyectos, donde
había coincidencia teórica, eran cruzados por el enfrentamiento de los "tres tercios" del país. La
derecha era muy débil en la universidad, pero se enfrentaban la Democracia Cristiana con los
partidos socialista y comunista que tenían un peso muy importante.
Entonces la Reforma dejó de ser un movimiento donde podían estar más o menos en las
mismas posiciones, desde D’Etigny hasta Ramírez Necochea. Al politizarse la vida universitaria - en
realidad siempre hubo algo de política y algo de ideología -, el movimiento estudiantil perdió
coherencia y consistencia y pasó a ser mucho más importante la definición política que la coherencia
interna.
Este proceso se rompe, incluso desde el punto de vista institucional, a partir ya del año 71
cuando el país vivía divisiones muy profundas que se discutían con mucha más fuerza en la
universidad. Esto generó que se rompiera la FECh, que se rompiera toda organización. No había
posibilidad de respeto democrático, de convivencia. El que no le gustaba algo, se tomaba la facultad,
se personalizaban los conflictos. Fue un período extraordinariamente caótico, que abortó las buenas
ideas de modernización universitaria - de Reforma, como la llamábamos en esa época - que contenía
nuestros planteamientos y que eran muy compartidos entre los académicos jóvenes y los estudiantes.
62
académicos, quizá en distinto grado, pero creo que es bueno que participen porque el quehacer de
una universidad se debe más a la razón que a un autoritarismo geriátrico.
Defiendo la idea de que los estudiantes participen. Lo que no me parece razonable es que
participen en cuanto a número. Una universidad está basada en la calidad, y creo que cuando se
nombra representantes usualmente se busca gente coherente, porque en un cuerpo colegiado uno no
impone sino convence. Cuando yo recuerdo dirigentes estudiantiles de los más variados grupos
políticos como un Marco Antonio Roca, un José Tohá, un Luis Maira, un Jorge Arrate, un Carlos
Cerda, un Jorge Navarrete o un Sergio Ramos, para dar nombres de la Chile, esa gente valía por sí
misma, ninguno era un porro, como lo fueron después ciertos dirigentes estudiantiles, tanto de la
izquierda como de la DC, que eran verdaderos activistas profesionales.
Después del golpe de Estado, las universidades fueron perdiendo absolutamente la autonomía
y pasaron a ser intervenidas. Hubo supresión de cargos, lo cual permitió una razzia completa, en la
que nada tuvo que ver la calidad académica. Durante la Reforma se votaba por un profesor de
acuerdo a si era demócrata cristiano, comunista o socialista y no valorizando realmente si era el
mejor postulante. Luego del 73, viene una razzia inversa, esto es, salieron no por razones académicas
sino por razones políticas y hubo un verdadero amordazamiento, un deterioro de lo que es la función
universitaria.
La Reforma fue una etapa importante, hay que rescatarla en términos de su contenido y no de
sus formas ni de sus luchas por el poder. Creo que eso último habría que borrarlo y ojalá no volverlo
a repetir. Tiendo a pensar, aunque estoy muy distante en el tiempo y muy distante de la actividad
académica, que muchas de las ideas de la Reforma fueron premonitorias en términos de una
modernización universitaria y que hasta el día de hoy tienen vigencia.
Una nueva Reforma en Chile es bastante necesaria. Me atrevo a decir que hay dos tipos de
universidad : escuelas de docencia que no hacen investigación y cuya vinculación con la comunidad
está muy en pañales - aunque hay excepciones - y otras universidades de tipo tradicional, como la
Universidad de Chile, que la siento extraordinariamente anquilosada y con la necesidad de hacer
64
algunos cambios estructurales y de función, soltar algunas amarras que hoy día impiden su
funcionamiento más descentralizado, más autónomo de manera de hacerla competir también con las
universidades privadas que tienen un conjunto de ventajas.
Una nueva Reforma debería impulsar una mayor modernización de la mecánica universitaria,
de su forma de trabajo; una mayor vinculación a los problemas de tipo regional y nacional; debería
también tender a que muchas universidades privadas, que han irrumpido con mucha fuerza, se
conviertan efectivamente en universidades. Esto es, que no hagan sólo docencia, sino que tengan
capacidad de atraer académicos para realizar las labores de investigación y de extensión necesarias a
la tarea intelectual.
En esa hipotética Reforma futura, definitivamente veo la participación estudiantil en los
organismos colegiados. No veo ninguna necesidad de elegir, de un cogobierno que se traduzca en
elegir profesores y autoridades, más aún cuando noto que los movimientos estudiantiles en la
universidad están extraordinariamente debilitados en comparación a lo que eran en los años 60.
Estoy alejado del mundo académico como para atreverme a pontificar y a dar consejos, sin embargo,
no creo que sea necesario que en la universidad se tenga que votar para rector o para decano por un
profesor demócrata cristiano o radical, masón, socialista, comunista o de derecha. Si llegamos a ese
grado de politización vamos a perder el rigor del trabajo académico de las universidades. Creo que
uno puede elegir por simpatías de tipo ideológico global, pero básicamente debe hacerlo en función
de la calidad de la gente que postula, más que en función de su color político.
En cuanto a la estructura y quehacer universitario, no creo que haya un modelo común para
todo el mundo. Cada universidad debe adaptarse a sus realidades, a su nivel de masificación, a la
idiosincrasia de su pueblo. Tampoco me atrevería a recomendar un sistema político, municipal,
regional o nacional para todos los países del mundo. Yo creo que tienen que adaptarse a sus
realidades.
Quisiera terminar señalando que me preocupa mucho la debilidad del movimiento estudiantil.
Creo que lo está por falta de cultura democrática y por la intención de instrumentalizar la federación
65
de estudiantes y no entender que es una expresión integral del estudiante. Muchos dirigentes
políticos desprecian la preocupación por el bienestar de los estudiantes, por la actividad deportiva y
cultural, pero para eso es el movimiento estudiantil. No es sólo para opinar sobre la libertad de
prensa o de la prisión del general Contreras. Yo creo que es legítimo que lo hagan, es
extraordinariamente educativo y valioso que opinen, pero circunscribirse sólo a una suerte de
activismo político hace que se alejen de la masa estudiantil y por tanto no sean representativos; que
surja todo tipo de divisiones por esta falta de cultura democrática, que cruza hasta a los miembros de
un mismo partido y que hace que el movimiento estudiantil esté hoy muy debilitado. Revertir esta
situación va a tomar tiempo y requiere que estudiantes de calidad vuelvan a asumir funciones de
liderazgo y que entiendan que ser dirigente es atender las múltiples necesidades del estudiante, no
sólo la actividad política.
LA REFORMA EN LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO.
La Universidad Técnica del Estado tuvo su origen más remoto en la Escuela de Artes y
Oficios (EAO), creada en 1849 mediante decreto supremo del presidente Manuel Bulnes. La Escuela
de Artes y Oficios fue concebida como "un plantel de enseñanza industrial para el pueblo" que tenía
por objetivo "formar artesanos instruidos, laboriosos y honrados, que, con su ejemplo y
conocimiento, contribuyen al adelantamiento de la industria en Chile y a la reforma de nuestra
clase trabajadora", como decía textualmente su primer reglamento [1].
La Universidad de Chile había sido creada siete años antes, en 1842, mediante una ley
aprobada en el Congreso y sobre la base de proposiciones contenidas en el estudio de don Andrés
Bello. Según el propio Bello, la universidad se creaba para tomar de Europa las deducciones de la
ciencia y aplicarlas a Chile en un programa netamente nacional y con el objetivo central de servir a la
patria mediante las investigaciones de sus miembros y el estudio de sus alumnos.
La Universidad de Chile comenzó con las cátedras de filosofía y humanidades, leyes y
ciencias políticas, matemáticas y física, medicina y teología, mientras la Escuela de Artes y Oficios
ponía énfasis en la formación práctica en mecánica industrial, fundición, herrería y modelaje en
madera, a la que se sumaban cursos en álgebra, geometría elemental y descriptiva, trigonometría,
física, química aplicada, dibujo técnico y otros.
El desarrollo del país obligó relativamente pronto a crear nuevas escuelas de tipo industrial.
La Escuela de Minas de Copiapó fue fundada en 1857, la Escuela de Minas de La Serena en 1887, la
Escuela Industrial de Chillán (trasladada luego a Concepción) en 1905, la Escuela Industrial de
Temuco en 1916, la Escuela de Salitre y Minas de Antofagasta en 1918 y la Escuela Industrial de
Valdivia en 1934.
El aspecto social en los sistemas educativos.
6
Nota del Editor: Cabe hacer notar que las Escuelas de Artes y Oficios (Acoles des Arts. et
Metieres) surgieron en Francia como escuelas vespertinas para obreros, mientras que las Escuelas
Politécnicas (Acoles Polytechniques) nacieron como escuelas terciarias con régimen de internado. La
EAO nació como escuela secundaria técnica con régimen de internado, lo que dio a Jariez la
oportunidad de formar cuadros técnicos de nivel superior.
formar "subingenieros" de nivel postsecundario y, a partir de 1916, comenzó oficialmente a entregar
educación terciaria (el Grado de Técnico) en un rango mayor de especialidades (entre ellas,
mecánica, electricidad, química industrial y fundición), mientras siguió ofreciendo estudios de nivel
secundario (el Grado de Oficios) con el fin de preparar "jefes de talleres" [2].
En las décadas siguientes las demás escuelas mineras e industriales comenzaron también a
ofrecer estudios terciarios. Paralelamente se desarrolló un nuevo sistema estatal de educación técnica
secundaria (escuelas industriales y escuelas técnicas femeninas). En 1929 se decidió que la EAO
formaría ingenieros de nivel equivalente a los de la Universidad de Chile, pero esta decisión sólo
pudo implementarse once años después.
Pese a su expansión, el sistema universitario chileno de los años 50 seguía siendo
esencialmente elitista. La clase media baja y la clase trabajadora tenían escasas posibilidades de
acceso al sistema universitario, a pesar que los estudios eran prácticamente gratuitos. La verdad es
que las condiciones económicas imperantes obligaban a los hijos de trabajadores y campesinos a
trabajar desde temprana edad para contribuir a su propio sustento y el de sus hermanos menores, lo
que producía deserción masiva ya a nivel de escuela básica y eran escasos los que lograban
completar la educación media, menos aun los que lograban llegar a la universidad.
En cambio, el acceso a la educación técnica, tanto secundaria como terciaria, era facilitado
para las capas bajas de la sociedad en la medida que se disponía de becas y régimen de internados
gratuitos. Había, pues, una cuestión de extracción social y, como resultado, un problema de
reconocimiento y estatus, que estaba ligado a la pertenencia a uno u otro segmento de la educación.
La sociedad chilena siempre impuso requerimientos académicos al sistema universitario. En
la primera parte del siglo XX la Universidad de Chile gozaba de un alto prestigio en el concierto
latinoamericano. Los profesionales chilenos fueron altamente calificados en la recepción de
conocimientos venidos del extranjero y también creadores, sobre todo en el terreno de las artes, de
las ciencias sociales, las leyes y la medicina. No lo fueron tanto en el terreno de las ciencias naturales
y la tecnología, lo que produjo un desnivel notorio que se fue acrecentando con el vertiginoso
crecimiento de la ciencia en el mundo. En los años 50 de este siglo la Universidad de Chile, bajo el
rectorado de don Juan Gómez Millas, tuvo que reconocer esta situación e iniciar un extenso
programa de formación de jóvenes científicos en planes de doctorado en el extranjero y aportar
ingentes recursos para implementar laboratorios en Chile.
La Universidad Técnica del Estado nace como tal precisamente cuando todo este proceso
esbozado comenzaba a cobrar fuerza [3,4]. La lucha de los egresados y de los alumnos del sistema de
educación técnica superior por acceder a ser admitidos en los poderosos colegios profesionales de la
época, dominados por egresados de la Universidad de Chile que les negaban este derecho y, por
sobre todo, para obtener una formación que los capacitara a un mayor nivel, había logrado que se
creara en 1940 la Escuela de Ingenieros Industriales destinada a capacitar, hasta el nivel de ingeniero,
a los técnicos egresados del sistema. Se creó así el Grado de Ingeniero Industrial. En 1944, se había
fundado también el Instituto Pedagógico Técnico con la misión de formar docentes para el sistema
de educación secundaria técnica.
La Universidad Técnica del Estado fue creada en 1947 como producto de la movilización de
los estudiantes de las escuelas técnicas superiores chilenas [4] y entró en funciones en 1952. En su
primera etapa no fue más que una sumatoria de las escuelas técnicas terciarias a lo largo del país -
incluidas la Escuela de Artes y Oficios, el Instituto Pedagógico Técnico y la Escuela de Ingenieros
Industriales - agrupadas bajo un Consejo Superior, un rector y un secretario general.
Muy pronto la nueva universidad comenzó a experimentar tensiones internas, principalmente
por demandas estudiantiles de acceso a los colegios profesionales, situación que la creación de la
UTE no había solucionado. Tampoco había cambiado el estatus social, ya que la nueva universidad
seguía siendo considerada de segundo orden, como lo habían sido sus institutos de origen, a pesar del
considerable prestigio de que gozaban sus profesionales en el ámbito industrial.
A esta nueva universidad le resultaba más difícil acomodarse a los requerimientos urgentes
del desarrollo del país. Debía producirse la transformación de escuelas técnicas terciarias en escuelas
universitarias en medio de un proceso explosivo de aumento de los requisitos de nivel para todas las
universidades. En la Universidad Técnica del Estado hubo un número considerable de docentes que,
careciendo de previa experiencia universitaria, no supo o no pudo acomodarse a las nuevas
circunstancias.
Existían también rigideces en el sistema de formación. No había flexibilidad curricular ni
posibilidades de acceso a una variedad de especializaciones. Además, se siguió funcionando en base
a la estructura anterior, lo que significó que el estudiante tenía que hacer sus estudios de ingeniería
en dos niveles secuenciales: primero el Grado de Técnico en cuatro años de estudios y después el de
Ingeniero Industrial, en tres años adicionales.
La estructura de la universidad en base a escuelas cerradas no permitía unificar esfuerzos ni
crear departamentos académicos a nivel de Sede, lo que evidentemente perjudicaba el desarrollo de
la institución. La investigación y la extensión eran prácticamente inexistentes en esta nueva
universidad.
Por último podemos mencionar que el poder de conducción y administración de la
Universidad Técnica del Estado radicaba en un Consejo Superior establecido por ley, formado por 23
personas y que incluía a directores de escuela, presidentes de unidades académicas llamadas
Consejos Docentes (análogas a facultades), representantes de los estudiantes, de los profesores y
funcionarios y representantes externos de instituciones como la Sociedad de Fomento Fabril, la
CORFO, más los directores de enseñanza media y profesional del Ministerio de Educación. Este
Consejo nombraba al rector, al secretario general y a todas las autoridades unipersonales.
- La universidad debe darse una estructura que le permita permanecer siempre atenta a cautelar el
cumplimiento de su misión, lo que se consigue sólo en la medida que cada uno de sus integrantes
tenga objetivamente el deber y el derecho de participar, opinar y decidir. La democracia es el sistema
que mejor permite garantizar este derecho y por eso la universidad debe ser esencialmente
democrática.
- La universidad debe ser un actor en la solución de los problemas sociales y abrirse a los sectores
más amplios posibles de la población, sin consideración de origen y posición social. La universidad
debe vincularse con el pueblo y con la vida de la nación y de allí la importancia de la extensión
universitaria, de las sedes universitarias en ciudades con mayores necesidades de educación,
desarrollo tecnológico y cultural, y de la preocupación por la educación de trabajadores.
Logros de la Reforma.
REFERENCIAS.
[1] Juan G. Muñoz C. et al., "La Universidad de Santiago de Chile", USACh (1987)
[2] Luis Cifuentes S., "¿Cuándo comenzó la formación de ingenieros en la Escuela de Artes y
Oficios?", Revista Alumni (Facultad de Ingeniería USACh), mayo 1996.
[3] Enrique Kirberg B., "Los nuevos profesionales", Universidad de Guadalajara, México (1981)
[4] Luis Cifuentes S., "Kirberg: Testigo y Actor del Siglo XX", Fundación Enrique Kirberg (1993)
[5] Ángel Pizarro R., "Aportes de la Universidad Técnica del Estado a la teoría y práctica de la
universidad chilena", Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, No.3 (1985)
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO.
Estas páginas tienen por objeto examinar aspectos de la experiencia del movimiento
estudiantil de la UTE en los años 60. Para situar el tema, comencemos por un breve vistazo a la
historia. Las primeras instituciones de educación superior con el nombre de "universidades"
surgieron entre los siglos XI y XII en Europa. Ellas fueron de dos tipos. El primero, la universitas
scholarium (gremio de estudiantes), el segundo, la universitas magistrorum (gremio de maestros).
Las universidades escolares eran agrupaciones de jóvenes que contrataban docentes para que
les impartieran formación fundamental en las Siete Artes Liberales (el trivium: gramática, retórica y
dialéctica; y el quadrivium: aritmética, geometría, astronomía y música) y formación profesional en
Medicina, Derecho o Teología. Los estudiantes regían y los maestros debían jurar obediencia al
rector, que era un estudiante. El prototipo fue la Universidad de Bolonia, que recibió respaldo
jurídico en la Carta de Privilegios concedida a sus estudiantes por el emperador Federico I Barbarroja
en 1158. Como resultado de los privilegios, el rector-estudiante llegó a tener amplísimos poderes y
decisión final sobre cualquier proceso legal - civil o criminal - en que se viera envuelto un educando.
En contraste, las universidades magisteriales eran agrupaciones de maestros que ofrecían sus
servicios a los estudiantes; los maestros regían y el rector era un maestro. El prototipo fue la
Universidad de París.
Muchas universidades medievales siguieron el molde boloñés (escolar), entre ellas, casi todas
las italianas: Reggio, nacida en 1188; Vicenza, 1204; Padua, 1222; Vercelli, 1228; Siena, 1246;
Piacenza, 1248; Roma, 1303; Treviso, 1318; Pisa, 1343; Florencia, 1349; Pavia, 1361; Ferrara, 1391;
Turín, 1405 y Catania, 1444. También hubo rectores-estudiantes en las universidades de Praga, 1347;
Perpignan, 1350; Cracovia, 1364; Viena, 1365; Aix-en-Provence, 1413 y Glasgow, 1450.
En general, las universidades del norte de Europa (Norte de Francia, Alemania, Inglaterra)
siguieron el molde parisino (magisterial). En otras universidades - en particular las españolas y las
del sur de Francia - hubo cogobierno de profesores y estudiantes. A modo de ejemplo, en los
estatutos de 1422 de la Universidad de Salamanca se establece que el Consejo está integrado por el
rector, el canciller, veinte delegados estudiantiles y diez delegados docentes. En las universidades
hispanas los estudiantes tuvieron, durante varios siglos, el derecho exclusivo a elegir a los profesores
en concursos de oposición7.
El período de decadencia de las universidades, entre los siglos XVI y XVIII, terminó con la
participación estudiantil. Junto con oponerse al Renacimiento, a la Reforma y a la ciencia moderna,
las universidades pasaron a convertirse en enclaves autoritarios e intrascendentes. El siglo XIX vio el
renacer de la educación superior en tres modelos: la universidad profesional de Napoleón (la
refundada Universidad de París, 1806), la universidad investigadora de Humboldt (la Universidad de
Berlín, 1809) y la universidad técnica, la primera de las cuales fue la Escuela Politécnica de París,
1794. El modelo de Humboldt se basó en los principios de Lehrfreiheit y Lernfreiheit (libertad de
enseñanza y libertad de aprendizaje). Los estudiantes tuvieron el derecho de elegir profesores entre
cátedras paralelas, determinar la duración de sus estudios, cambiarse de carrera y hasta de plantel a
voluntad.
A comienzos del siglo XX la primera guerra mundial y su secuela tuvieron poderosos ecos,
que en Latinoamérica se unieron al ascenso político de las clases medias para configurar un seminal
movimiento reformista en las universidades, gatillado por el Manifiesto Liminar de Córdoba
7
Nota del Editor : En torno a la participación estudiantil en el gobierno de las universidades
medievales, ver H. Rashdall, "The Universities of Europe in the Middle Ages" (3 tomos), Editada
por F.M. Powicke y A.B. Emden, Oxford University Press (1987) y H. de Ridder-Symoens, "A
History of the University in Europe", Tomo I, Cambridge University Press (1992).
(Argentina) en 1918. El movimiento de los años veinte, liderado por los estudiantes, provocó un
cambio gradual que, en las décadas posteriores, terminó con las peores formas de irracionalidad y
corrupción en la universidad, pero es posible afirmar que tal proceso nunca llegó a completarse, de
aquí que los intentos reformistas formen un continuo, de los años 20 a los 60.
El movimiento de los años 60 tuvo su origen en los complejos y apasionantes sucesos de la
primera mitad del siglo y, de manera inmediata, en la reconstrucción o readecuación de las
economías dominantes impuesta por la segunda guerra mundial. Un gran auge económico en los
países desarrollados generó un clima de esperanza y optimismo globales, que comenzó a fines de los
cincuenta. Las necesidades de la metrópolis de importar materias primas y exportar capitales
provocaron una activación de las economías periféricas. Aunque la prosperidad no llegó a todo el
mundo, sí lo hicieron las esperanzas. El derrumbe de los imperios coloniales originó un clima
libertario. Desarrollos tecnológicos tales como la radio a transistores, la televisión, la carrera espacial
y el uso de computadores contribuyeron al carácter global y optimista de una gran ola cultural y
política. Hubo un clamor mundial por desconcentrar el poder, por participar del proceso de toma de
decisiones. En este contexto de esperanza debe entenderse el movimiento reformista de los 60.
De la discusión previa fluye que la participación estudiantil no sólo en el debate, sino en el
gobierno mismo de la universidad, lejos de ser una novedad de la "década prodigiosa", es parte de
una tradición casi milenaria, que nació con la universidad.
Para entender el proceso de Reforma en la Universidad Técnica del Estado hay que reconocer
primero que esta universidad fue hija de sus estudiantes. Fueron los alumnos de las escuelas técnicas
superiores chilenas (Nota 1), agrupados en la Federación de Estudiantes Mineros e Industriales de
Chile (FEMICh) quienes, en 1945, iniciaron la pelea por fundar una universidad que cobijara a estas
escuelas que, a la sazón eran nueve, de Antofagasta a Valdivia. La campaña, masiva y prolongada,
logró suscitar el apoyo del movimiento sindical, de los partidos políticos progresistas y de la
masonería, venciendo la oposición de los sectores más conservadores. En 1947 Gabriel González
Videla firmó el decreto de fundación de la UTE y en 1952 fue promulgada su primera Ley Orgánica
[1,2,3].
Sin embargo, la UTE nació llevando en sí una doble carga. Por una parte, su largo pasado no
universitario significó un lastre considerable, debido a la ausencia de tradiciones propiamente
académicas, a hábitos administrativos y docentes anticuados y a la desmedrada presencia de la
investigación. Por otra parte, la UTE heredó el poder de tipo feudal que los directores de las escuelas
técnicas superiores habían tenido por tradición. El rector de la UTE no era elegido por los
catedráticos, como en la Universidad de Chile, sino por un grupo mucho más reducido: el Consejo
Universitario. En suma, la estructura de gestión era antidemocrática. Estos problemas generaron
intenciones de Reforma ya a fines de los años 50.
En abril de 1961 los estudiantes de la Sede de Copiapó ocuparon sus locales en protesta por
la antidemocrática elección del director. El 25 de mayo la Federación de Estudiantes de la UTE
(FEUT) llamó a un movimiento de protesta en todas las Sedes restantes iniciándose así la campaña
por la Reforma. Desde ese momento comenzó un trabajo serio, responsable, prolongado y paciente
de debate y elaboración. Durante los años siguientes, en convenciones, congresos y asambleas, como
también en conversaciones de pasillo, peña y casino, incluidas muchas discusiones de trasnoche,
fueron forjándose las ideas y conceptos que, sobre el futuro de la universidad, propuso el
movimiento estudiantil. Estas se plasmaron en artículos, declaraciones, ponencias e informes que, al
ser discutidos y rediscutidos, fueron destilando las ideas que posteriormente concitarían el apoyo de
toda la comunidad.
En 1966, al cabo de cinco años de campaña reformista de sus estudiantes, la UTE entró en
una grave crisis presupuestaria debido al desorden administrativo e incompetencia de sus
autoridades. La FEUT llamó a un movimiento nacional en defensa de la universidad, que se expresó
en grandes marchas que confluyeron hasta Santiago desde las más lejanas sedes provinciales. A su
paso por diversas ciudades los jóvenes fueron recibidos y apoyados por los sindicatos y los sectores
progresistas. Una vez en Santiago, hubo grandes movilizaciones con considerable apoyo ciudadano y
el movimiento terminó con éxito.
Hay quienes dan el año 1967 como fecha de inicio del movimiento reformista en Chile, pero
esto es un error: si bien fue durante ese año que este proceso llegó a ocupar los titulares de la prensa,
especialmente debido a los acontecimientos en las Universidades Católicas de Santiago y Valparaíso,
en varias universidades había desarrollos previos8, como queda de manifiesto en el caso de la UTE.
Quienes busquen una relación causal entre los acontecimientos de mayo y junio del 68 en
París y el movimiento reformista chileno, fracasarán en sus intentos. Sólo encontrarán ecos formales
en las barricadas santiaguinas de fines del 68, pero para quienes participamos en aquella ola de
cambio, los eventos parisinos fueron una mera confirmación de algo que, teniendo sus raíces en la
misma historia contemporánea, había comenzado a manifestarse en Chile - y en muchos otros países
- varios años antes.
En 1967 el paciente trabajo de elaboración de la FEUT llegó a un punto trascendente. Fue ese
año que la FEUT llamó a profesores y estudiantes a constituir organismos colegiados democráticos
de facto, a nivel de departamento. Estos no sólo se constituyeron, sino que, en muchos casos, los
documentos propuestos por la FEUT fueron adoptados como pauta normativa con la anuencia
unánime del profesorado.
Cuando el grupo de poder intentó reelegir al rector por los viejos y repudiados mecanismos,
el 14 de septiembre del 67 los estudiantes ocupamos la totalidad de las dependencias universitarias,
8 Nota del Editor : Desde los años 60, miembros de diversas universidades han reclamado prioridad en
el inicio del proceso reformista para sus propias casas de estudio. Pareciera que este enigma carece de solución
precisa, dado el continuo de debates y movimientos reformistas iniciado en los años 20 y que nunca ha cesado
por completo. En cuanto a quién fue el primer rector elegido por la Reforma, la respuesta varía de acuerdo a si
nos referimos a un rector designado por una autoridad superior (Fernando Castillo, prorrector de la UC, Agosto
de 1967), elegido en claustro de académicos y representantes estudiantiles (Fernando Castillo, rector de la UC,
Noviembre de 1967), elegido en votación universal (claustro pleno) de profesores y estudiantes (Enrique
Kirberg, rector de la UTE, Agosto de 1968) o elegido en claustro pleno de profesores, estudiantes y
funcionarios (Edgardo Enríquez, rector de la U. de Concepción, Diciembre de 1968). Entre 1969 y Septiembre
de 1973 todos los rectores y Consejos Superiores fueron elegidos en claustro triestamental.
de Antofagasta a Punta Arenas, con el apoyo de numerosos profesores y funcionarios, lo que se
expresó, por ejemplo, en declaraciones públicas de apoyo al movimiento emitidas por los Consejos
de Profesores de la Escuela de Ingenieros y de la Sede de Concepción. El 27 de octubre de 1967, el
gobierno de Eduardo Frei Montalva intervino y creó la Comisión de Reforma de la UTE en términos
muy similares a los propuestos por el estudiantado. Esto condujo a la renuncia del rector Horacio
Aravena a comienzos de 1968, a la primera elección democrática de rector en agosto del mismo año,
en la que fue elegido el abanderado reformista, Enrique Kirberg en claustro pleno de profesores y
estudiantes (Nota 2), y a la redacción de una nueva Ley Orgánica de la UTE, que sería finalmente
promulgada el 7 de diciembre de 1971, durante el gobierno de Salvador Allende Gossens.
Logros de la Reforma.
Para entender los logros de la Reforma Universitaria en la UTE es preciso saber que el
movimiento reformista tuvo un carácter amplísimo, que superó con creces al ámbito de la izquierda.
Se identificaron con las ideas del cambio grandes números de académicos, funcionarios y
estudiantes, por sobre militancias políticas. Hubo académicos derechistas que apoyaron con
entusiasmo la campaña por la Reforma y la gestión de Enrique Kirberg. En ese sector doctrinario se
destacó el prestigiado profesor de física don Rubén Toro, que fue uno de los más cercanos
colaboradores de Kirberg y animador de sus campañas eleccionarias, a pesar de no haber apoyado
nunca a la izquierda en el plano político.
Kirberg, militante comunista, nunca se presentó ante la comunidad como candidato de su
partido y ni siquiera de la izquierda; fue, en tres elecciones de rector (1968, 1969 y 1972), el
abanderado de la Reforma y obtuvo el apoyo de la inmensa mayoría de los independientes de la
UTE. De la misma manera ejerció su alto cargo. Cabe señalar como detalle decidor que, en 1968,
con ocasión de la primera elección de rector, el Partido Comunista de la UTE se reducía a un puñado
de académicos y funcionarios organizados pocos meses antes [1]. En el plano estudiantil, si bien la
Juventud Comunista era fuerte, en ningún caso se acercaba al 80% de los sufragios que Kirberg
obtuvo en ese estamento.
El Consejo Superior de la UTE, elegido en claustro pleno, se compuso de representantes de
todas las tendencias doctrinarias presentes en la universidad y tuvo un funcionamiento armonioso, en
una atmósfera constructiva y de colaboración. En todo momento las autoridades electas buscaron el
consenso y el diálogo, aún en circunstancias de aguda confrontación política e ideológica en el plano
nacional.
Tal vez por estas razones la Reforma de la UTE daría notables frutos: se abrieron las puertas
de la participación y se desató la discusión sobre la totalidad de la problemática universitaria, que
muy luego incluyó los temas más relevantes a nivel nacional e internacional; se procedió al
ordenamiento administrativo y financiero de la corporación; se aceleró el proceso de modernización
de planes y programas; entre 1967 y 1973 se fomentó la investigación, aumentando en un 220% el
número de investigadores; la fracción de estudiantes trabajadores y de origen obrero o campesino
creció de un 5% a un 30%; el número de mujeres estudiantes incrementó de un 10% a un 31%; más
de cien profesores obtuvieron becas de postgrado; la UTE firmó más de 50 convenios de
colaboración con la industria; abrió 37 cursos para trabajadores, dictados en las empresas, con más
de 4 mil alumnos en 1973; la universidad creció de 10 mil estudiantes en 1968 a más de 32 mil en
1973 y llegó a tener sedes o escuelas en 24 ciudades chilenas, de Arica a Punta Arenas (ver Nota 1).
La Extensión Universitaria cobró nueva importancia y fue dirigida hacia los sectores menos
privilegiados del país, incorporando a destacados artistas nacionales (Nota 3); el número de
asistentes a las escuelas de temporada de la UTE aumentó de 3 mil 500 en 1969 a 52 mil en 1973.
Como un símbolo de los nuevos horizontes de la UTE, el doble laureado con el Premio Nobel, Linus
Pauling, dictó un ciclo de conferencias y sostuvo numerosos encuentros y conversaciones informales
con profesores y estudiantes.
Pero la atmósfera de progreso y creatividad produjo otros frutos trascendentes: de las peñas
estudiantiles de la FEUT surgió el conjunto Inti-Illimani, hoy, galardonado en todo el mundo; un
dirigente de la FEUT, Alejandro Yáñez, se convirtió en el primer chileno en ocupar la
vicepresidencia de la Unión Internacional de Estudiantes (Nota 4); la FEUT realizó las primeras
Escuelas Internacionales de dirigentes estudiantiles, con participación de delegados de toda América
Latina. El movimiento estudiantil, padre y madre de la Reforma, encabezó así la proyección
internacional de la UTE, que ésta se plantearía asumir y desarrollar, comenzando por varios
convenios de intercambio con universidades extranjeras.
Cuando entre 1970 y 73 la UTE impulsó la creación de Institutos Tecnológicos con la
colaboración de municipalidades, sindicatos, gremios empresariales y todo tipo de organizaciones de
base, llovieron las invitaciones y las iniciativas locales. Pareció que cada ciudad chilena quiso tener
su propia sede de la UTE. La inmersión en la problemática de su zona hizo a cada sede echar firmes
raíces en su comunidad y generar numerosas e importantes manifestaciones de apoyo y
reconocimiento [2].
El resultado del conjunto de estas transformaciones fue un cambio radical en la
autopercepción de una gran parte de la comunidad universitaria. Muchos abandonaron la noción de
la UTE como una universidad menor: de hecho, era la segunda del país en tamaño y la más extendida
a lo largo del territorio. El desarrollo de la investigación y el creciente número de docentes con
calificaciones de postgrado, incluido el doctorado, influyeron también en una nueva autovaloración.
La UTE se atrevió a todo y comenzó a darse metas de mucho mayor ambición. El ex-secretario
general de la UTE, ex-vicepresidente del Senado y actual senador Ricardo Núñez ha señalado que la
transformación de la UTE fue el más serio intento de comprensión de la relación entre la universidad
y su entorno social en los años 60-70 [4].
En medio de este ambiente de logro el prestigio del movimiento estudiantil de la UTE fue
extraordinario. Cuando los dirigentes de la FEUT viajaban a las Sedes provinciales eran recibidos
como autoridades, invitados a participar en el Claustro local y a entrevistarse con las máximas
autoridades académicas. Además, se les invitaba a visitar otras universidades, estatales o privadas, a
exponer la experiencia de la UTE. Por otra parte, cuando no existía acuerdo entre los distintos grupos
docentes para la nominación de candidatos académicos a cargos de representación, más de una vez se
solicitó la participación de la FEUT para actuar como mediadora y generar consenso, lo que se
consiguió en todos los casos. El movimiento estudiantil de la UTE no sólo lideraba el proceso, sino
que todos los sectores reconocían explícitamente su liderazgo.
Sin embargo, idealizar el proceso reformista es tan malo como demonizarlo. En ambos casos
nos privamos de extraer enseñanzas valiosas. Fuera de las omnipresentes debilidades humanas, a las
que no escapan moros ni cristianos, hubo errores de comprensión y de ejecución.
En primer lugar, el origen y dirección estudiantil del movimiento reformista generaron una
limitación de enfoque y de elaboración. Los jóvenes carecíamos de la experiencia académica
suficiente como para abarcar la complejidad de la universidad en todas sus dimensiones y nuestras
ideas no fueron suficientemente complementadas por la mayor experiencia de los académicos y
funcionarios. Esto condujo a un grado de sobresimplificación en el debate de los aspectos más
propiamente académicos de la Reforma, que contrastó con el buen nivel de la discusión en los
aspectos estructurales y de gestión.
En segundo lugar, la universidad no fue impermeable a la marea de los tiempos. La extrema
polarización política que desgarró al país a comienzos de los 70 afectó también a la universidad.
Todas las corrientes doctrinarias fueron culpables de sectarismo e intentos de exclusión de sus
adversarios. Esto redundó en un empobrecimiento del debate a partir de 1971 y en un descenso de la
participación de la comunidad en las tareas de dirección de la universidad, dado que la problemática
política nacional pasó a primer plano y absorbió la casi totalidad de las energías de todos los grupos
protagónicos.
En tercer lugar, algunos sectores del movimiento reformista se vieron aquejados de una
fiebre democraticista. Las autoridades unipersonales, elegidas con procedimientos democráticos y
transparentes, eran acosadas con exigencias de "consultar al claustro" antes de tomar decisiones
menores. Esta deformación, aparte de causar una gran pérdida de tiempo en discusiones inútiles,
condujo a muchas autoridades a la vacilación, cuando la dinámica de los acontecimientos exigía
decisiones día a día.
En cuarto lugar, la retórica y la rigidez ideológica cobraron una importancia hasta entonces
desconocida en la vida universitaria. A modo de ejemplo, hubo sectores reformistas que señalaban el
aumento en el porcentaje de estudiantes trabajadores como prueba decisiva del éxito de la Reforma.
Sin embargo, lo realmente trascendente era el posible cambio en la composición social de las
promociones de egreso, es decir, el grado de éxito que alcanzaran los estudiantes de origen obrero y
campesino en sus estudios. Pero este criterio, así como otros que permitieran cuantificar los logros de
la Reforma en términos de productividad o efectividad, fueron despreciados o ignorados por muchos.
En reconocimiento de estas debilidades, en 1973 se alzaron voces llamando a iniciar una
segunda etapa de la Reforma, que pusiera énfasis en logros concretos y, especialmente, en el ámbito
de las funciones universitarias, pero, como sabemos, la Reforma terminaría poco después a sangre y
fuego. Entre las enseñanzas de ese intenso y vital proceso podemos señalar las siguientes:
Primero: En torno a un plan de transformación universitaria que tenga como meta los
intereses superiores del país, es posible concitar el entusiasmo y la activa participación de profesores,
estudiantes y funcionarios.
Segundo: Cualquier plan de Reforma debe comprender a la universidad en toda su
complejidad. El enfatizar una de sus dimensiones en desmedro de las otras equivale a impulsar un
desarrollo desigual, sembrando problemas para el mañana.
Tercero: La universidad y su futuro deben ser vistos como fines en sí. Ella es inmanente y
trasciende a la contingencia. Construir una universidad mejor y a la altura de su época es un aporte
histórico considerable, al margen de consideraciones doctrinarias, políticas o ideológicas.
Cuarto: El criterio de éxito o fracaso de toda Reforma debe consistir en la medida del nuevo
aporte de la universidad a los requerimientos reales del país. La Reforma habrá triunfado cuando la
universidad esté entregando más y mejores profesionales, produzca más y mejor investigación, tenga
más y mejores comunicaciones, haga más y mejor integración cultural.
Quinto: La democracia universitaria debe ser una fortaleza, y no una limitación al desarrollo
de la corporación. La discusión de claustro no debe utilizarse como procedimiento diario ni trivial,
sino reservarse para discutir las grandes líneas de desarrollo, recibir cuentas periódicas de las
autoridades electas y tomar decisiones trascendentes.
A objeto de comprender el entorno del fin del proceso reformista es preciso examinar el
claroscuro de los años 60. Entender que el período no sólo fue de esperanzas, sino también de
grandes riesgos. En Chile, el consenso democrático existente desde los años 30 se desmoronó en los
60. Sectores sociales considerables en número y altamente organizados, tales como los obreros,
campesinos y la mayor parte de la juventud, plantearon sus demandas de participación. El sistema
institucional fue incapaz de darles cabida debido a limitaciones de tipo económico, constitucional,
social y político. Esto se manifestó en conflictos intelectuales e ideológicos a comienzos de la década
y en una aguda polarización política a fines de ella y comienzos de los 70. En 1973, los problemas
estructurales no resueltos se precipitaron para configurar una crisis múltiple y mayúscula que
conllevó al fin del sistema democrático.
Por otra parte, a nivel mundial, los logros tangibles de los 60 fueron prácticamente nulos. Las
grandes esperanzas no fueron satisfechas. Los jóvenes pidieron lo imposible y no lo consiguieron. La
imaginación no llegó al poder. A los sueños multitudinarios siguieron catástrofes sociales. El abismo
entre países ricos y pobres creció a un ritmo inusitado; la contaminación del medio ambiente inició
su crecimiento exponencial; la carrera armamentista nuclear alcanzó su apogeo. Al final del camino,
los movimientos políticos que se nutrieron de los 60 encontraron lo contrario de lo que habían
anhelado.
No cabe duda de que los cambios institucionales que conseguimos fueron dramáticamente
reversibles. El mundo resultante no fue mejor. Tal vez con cierta razón, algunos jóvenes de hoy
culpan a las generaciones previas por haber tenido que crecer en sociedades deshumanizadas, donde
la educación y la salud son un lujo, donde los rigores de la vida dejan poco tiempo para la recreación,
la creatividad o el contacto humano.
Sin embargo, si se puede concebir logros intangibles, creo que esos pueden aún manifestarse.
Los años 60 demostraron posibilidades inéditas, que de alguna manera han ocasionado ya algunos
cambios en las actitudes individuales de muchas personas.
Ahora sabemos que es posible romper cadenas milenarias en las formas de expresión; que es
posible, para una multitud ingenua y desarmada, infundir pavor entre los poderosos; que es posible el
surgimiento de un movimiento global con objetivos y símbolos comunes; que es posible transformar
profundamente aquellas instituciones más íntimamente ligadas a la cultura y, desde ellas, cuestionar
el resto de la institucionalidad, su estructura, sus valores, su historia oficial; que es posible inducir la
vergüenza entre los privilegiados; que es posible que los viejos pensadores contestatarios se
transformen en best sellers; que es posible que la cultura popular adquiera dimensiones nacionales y
fuerce la mano del establishment; que es posible debatir en público, libremente y sin temores,
cualquier tema de interés; que es posible el acercamiento, el diálogo y la fraternidad entre sectores
sociales tradicionalmente desligados; que es posible desatar la generosidad colectiva en jornadas que
anuncien, así sea fugazmente, formas de convivencia realmente humanas.
Como resultado, se ha abierto paso una mayor sensibilidad colectiva ante, por ejemplo, la
discriminación contra la mujer y contra las minorías de todo tipo, ante el maltrato de niños, ancianos
y animales, ante el despilfarro de los recursos naturales con la consiguiente degradación de la
biósfera. La diversidad en las ideas, los valores y los proyectos de vida ha cobrado legitimidad. La
problemática en torno al futuro del planeta se debate hoy mucho más que durante la "década
prodigiosa". Está aún por verse si estos fenómenos podrán, algún día, constituir ingredientes de un
mundo más humano.
El fin de la Reforma.
La Reforma llegó a un fin abrupto y dramático. El día 11 de septiembre de 1973 la UTE fue
rodeada por fuerzas militares y baleada durante toda la noche. En la mañana del día 12 la universidad
fue asaltada, la Casa Central fue atacada con artillería y más de mil profesores, estudiantes y
funcionarios fueron hechos prisioneros políticos y conducidos a campos de concentración. Un
recuento realizado en 1992 revelaría 62 casos comprobados de muertos y desaparecidos de la UTE.
En el período siguiente la universidad sufrió un asedio sistemático y demoledor. El 50% de su
personal académico y administrativo fue despedido sin darse justificación ni realizarse sumario
alguno. El Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ingeniería fue eliminado. Todos los
planes de desarrollo de la UTE, algunos de los cuales contaban con apoyo de la UNESCO y otros
organismos internacionales, fueron abandonados. Sólo se salvó el Planetario, que había sido
concebido como parte de un gran Museo de Ciencia y Tecnología. El edificio en construcción del
hospital que iba a constituir el núcleo de la Facultad de la Salud, fue abandonado y su armazón vacía
aún acusa a los hechores. Durante los años siguientes todas las Sedes o escuelas provinciales, que
sumaban 23, de Arica a Punta Arenas, fueron cerradas o cercenadas del tronco central.
El término del período reformista anunció el comienzo de su demonización. Ante la
imposibilidad de opiniones contrarias, los dueños del megáfono desataron una ola de desinformación
respecto de la Reforma. No se perdonó a la UTE su identificación con los grupos sociales más
desposeídos y tradicionalmente marginados de la educación superior. Lo que más disgusta a los
detractores de la Reforma en la UTE es que, en el marco de una cristalina democracia universitaria
generada por su propia comunidad, fueron los sectores progresistas quienes conquistaron
sistemáticamente el apoyo de la inmensa mayoría de la comunidad. Por ello, la universidad fue tan
duramente castigada y tantos odios y pavores se mezclaron en su desmantelamiento. Para completar
un patético exorcismo, en 1981, el nombre mismo de la UTE fue eliminado por simple decisión de
las autoridades impuestas, sin consulta alguna a su comunidad.
Un argumento de quienes propiciaron la destrucción de la UTE consistió en afirmar que la
Reforma habría sido caótica e impuesta por minorías militantes. Tal afirmación carece de asidero en
la realidad. El curso de la Reforma fue, a cada paso, decidido por la comunidad universitaria. En el
Consejo Superior de la UTE reinó, hasta el mismo 11 de septiembre de 1973, un espíritu de diálogo,
respeto y colaboración entre representantes de un amplísimo espectro de posiciones políticas.
Más aún, si ignoramos lo positivo del proceso, el período entero se torna inexplicable.
¿Cómo llegó a triunfar el abanderado reformista, don Enrique Kirberg, en tres elecciones
consecutivas de rector? ¿Cómo se entiende que en un Consejo Superior que contaba con un tercio de
sus miembros representando a partidos opositores al gobierno de Allende no haya habido, en cinco
años de administración reformista, ninguna queja ni denuncia por abusos o arbitrariedades de las
fuerzas que dirigían la universidad? ¿Cómo fue posible que el rectorado de Kirberg haya suscitado el
apoyo de miles de independientes y hasta de académicos derechistas? ¿Cómo se explica que el día 11
de septiembre del 73 una delegación de académicos demócrata cristianos se haya presentado en la
Casa Central para ponerse a disposición del rector Kirberg en dramáticas circunstancias? Los
demonologistas carecen de explicación para estos hechos irrefutables, acerca de los cuales existe
abundante documentación.
El cogobierno.
Después del derrumbe de los socialismos reales y el naufragio de las utopías, la "cultura del
contentamiento" anunciada por Galbraith parece, en verdad, haber invadido el planeta. Los proyectos
vitales individuales, enmarcados y determinados por el neoliberalismo, aparentan hoy superar
largamente en trascendencia a los proyectos colectivos. La preocupación por la propia carrera y el
propio bienestar parecen dejar poco lugar para la solidaridad, la participación, la construcción de
futuros. Hay quienes han dicho que el movimiento estudiantil masivo y unitario está siendo
reemplazado por muchos movimientos, más pequeños, menos pretenciosos y más específicos, bajo el
signo del pragmatismo.
Corresponde a la generación joven hacer el análisis de su tiempo, de sus planes y esperanzas,
de sus aspiraciones, de sus posibilidades reales. Corresponde sólo a ellos determinar su curso de
acción, establecer si desean construir grandes o pequeños movimientos, con grandes o pequeñas
metas, determinar el grado de su osadía y el precio que estén dispuestos a pagar por ella. Les
corresponde, en particular, a ellos dimensionar a su universidad y decidir si desean o no
transformarla, en qué dirección y con qué visión de futuro. Sin duda alguna cometerán sus errores,
como nosotros cometimos los nuestros.
Pienso que necesariamente habrá una nueva Reforma de la universidad chilena. En particular,
las universidades estatales viven hoy una situación crítica y en proceso de agudización. Si han de
sobrevivir, deberán transformarse. Sin embargo, la futura Reforma tendrá que ajustarse a su realidad.
A quienes sueñan con una repetición del proceso de los 60, digo que no sólo el entorno histórico es
hoy radicalmente distinto, sino que hasta los principios en torno a los cuales podría nuclearse un
movimiento reformista están en discusión. Se abren paso nuevas comprensiones de la democracia, de
la participación, del compromiso; se suman, a los grandes temas de aquella década, la defensa del
medio ambiente, la legitimidad de las minorías, el respeto a la diversidad en las ideas, en los
proyectos de vida, en los comportamientos y en las estructuras. La riqueza en los valores e
identidades, así como en la comprensión de la complejidad del mundo, es hoy mayor que en los 60.
La cálida e intensa experiencia del movimiento estudiantil de la UTE marcó positiva e
irreversiblemente a quienes hicimos de ella "nuestra madre e hija". Acaso nuestra acción alegre,
esforzada, imperfecta e ingenua, haya provocado ya, y siga provocando, algunos cambios
imperceptibles, pero significativos en el largo plazo, en las actitudes individuales de muchas
personas. Tal vez nuestros mejores sueños sean realizados, en un futuro indeterminado, por jóvenes
mejores, armados de una nueva y luminosa utopía, pero con los pies firmemente puestos en la tierra.
REFERENCIAS.
[1] Luis Cifuentes S., "Kirberg: Testigo y Actor del Siglo XX", Fundación Enrique Kirberg (1994).
[2] Enrique Kirberg B., "Los nuevos profesionales", Universidad de Guadalajara, México (1981).
[3] Juan G. Muñoz C. et al., "La Universidad de Santiago de Chile", USACh (1987)
[4] Ricardo Núñez, "La Universidad Técnica del Estado: Ayer y Siempre", Revista Alumni (Fac. de
Ingeniería USACh), mayo de 1996.
NOTAS.
(1) En 1945 había nueve escuelas técnicas superiores en Chile: la Escuela de Artes y Oficios
(fundada en Santiago en 1849), las Escuelas de Minas de Copiapó (1857), La Serena (1887) y
Antofagasta (1918), las Escuelas Industriales de Concepción (1905), Temuco (1916) y Valdivia
(1934), la Escuela de Ingenieros Industriales (1940) y el Instituto Pedagógico Técnico (1944), las dos
últimas, en Santiago.
En 1963, ya fundada la UTE y convertidas las escuelas provinciales en Sedes, se crearon las
Sedes de Talca y Punta Arenas y la Escuela de Construcción Civil, en Santiago. Con ello la UTE
llegó a tener un total de nueve Sedes, incluida la de Santiago.
Entre 1969 y 1973 fueron creados Institutos Tecnológicos en Santiago y en todas las Sedes
provinciales y además en Arica, Calama, Vallenar, Ovalle, San Antonio, Rancagua, San Fernando,
Linares, Chillán, Lota, Angol, Puerto Montt, Castro, Coyhaique y Puerto Aysén, con lo que la UTE
llegó a tener presencia en 24 ciudades, de Arica a Punta Arenas.
(2) En agosto de 1968, la ponderación de los votos del claustro fue: académicos 75% y estudiantes
25%. Un año más tarde, la ponderación fue: académicos 65%, estudiantes 25% y funcionarios 10%.
Esta proporción permanecería hasta el fin de la Reforma. Curiosamente, la ausencia de los
funcionarios en el primer claustro pleno se debió a que sus dirigentes gremiales se resistieron a
participar. Un año más tarde, las bases funcionarias forzaron un cambio en la actitud de su directiva.
(3) Entre los integrantes del equipo de Extensión de la UTE en el período 1968 - 1973, podemos
contar a Víctor Jara, al Coro de Mario Baeza, a los conjuntos Inti-Illimani y Quilapayún, a Isabel
Parra, al Ballet Folklórico de la UTE y al grupo de teatro Teknos.
Cabe señalar algunos rasgos que identificaron a nuestro juicio este proceso:
4) Otro aspecto original y que dice relación con la catolicidad de la universidad incidió en la
creación del Instituto de Teología - actual Instituto de Ciencias Religiosas - que tuvo justamente por
objeto dar una presencia viva a lo religioso en el quehacer científico e intelectual de la universidad.
[1] Carlos Huneeus, "La Reforma Universitaria 20 años después”, CPU, Santiago (1988).
[2] Carlos Huneeus, obra citada.
[3] Huneeus señala que se trató de "una Reforma en la cual la coalición reformista fue muy
amplia, pues abarcó desde un comienzo no sólo a la DC y la izquierda: también la derecha asumió
una postura reformista". Esto dio -según este autor- a la experiencia de la UCV "una gran amplitud
y legitimidad a la demanda reformista, de tal manera que no fue contra algo, sino más bien un
movimiento a favor de fines bastante compartidos". La realidad a nuestro juicio fue más allá: el
movimiento hacia una Reforma académica y estructural fue definitorio, muy radical para quienes
participaron en ella y resultó entonces, natural que se superaran las lealtades partidarias o de
tendencias y que los docentes, por regla general, se manifestaran según su posición, en favor o en
contra de la Reforma particularmente en la etapa inicial del proceso.
[4] Entre quienes ofrecían estos seminarios cabe destacar al ingeniero y sociólogo Luis
Scherz quien escribió una tesis sobre la universidad latinoamericana. Scherz prosiguió su carrera
académica en Santiago y no tuvo participación directa en el proceso de Reforma de la UCV pero sus
ideas fueron influyentes en la formación de dirigentes estudiantiles que tuvieron participación
destacada en 1967 y 1968. Algunos de estos dirigentes asumieron posteriormente la carrera
académica y permanecen hasta hoy en la universidad.
[5] Alfonso Muga, "La Reforma de la UCV (junio 1967 - septiembre 1968)", mimeo,
Valparaíso (1987)
[6] A. Muga, obra citada.
LA REFORMA EN LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION.
A riesgo de que se nos pueda tildar de presumidos, podemos afirmar que la Universidad de
Concepción nació reformada, en marzo de 1919. En efecto, ante las reiteradas postergaciones que,
por decenios, pusieron los gobernantes de esa época para autorizar la fundación de esa casa de
estudios superiores, los integrantes del comité organizador, francmasones en su mayoría, declararon
orgullosamente que no se trataba de la creación de una nueva universidad, sino de una Universidad
Nueva. No una más, sino una diferente a las existentes. Sin entrar en detalles, enumeremos algunas
de esas diferencias.
a) La Universidad de Concepción fue fundada por un grupo selecto de ciudadanos de la
región, no por el gobierno. El decreto supremo que autorizó su fundación tiene fecha 14 de mayo de
1920, y los fundadores de la nueva casa de estudios, "en un gesto de audacia y de fe", como escribiría
más adelante don Enrique Molina, primer rector, habían abierto matrícula e iniciado las clases el 19
de marzo de 1919.
b) Sus fines fueron claramente orientados al desarrollo y progreso regionales. Una de sus
cuatro escuelas iniciales fue una creación novedosa: Química Industrial, para formar los técnicos e
investigadores que aprovecharan las materias primas existentes en la región, como el carbón piedra,
productos del mar, bosques nativos, etc.
c) Su organización se basó en el sistema de institutos centrales de docencia, investigación y
difusión. Esta iniciativa fue adoptada después por otras universidades del país. Se formó con ellos
una Ciudad Universitaria.
d) Su financiamiento punto importantísimo, fue también original: subsidios de industriales
comerciantes, agricultores, simples particulares, empleados, etc., con sorteos periódicos.
Como hacer sorteos era ilegal, los fundadores de la universidad fueron amenazados con la
cárcel.
e) Contrariamente a lo esperado por los enemigos de "la nueva fábrica de profesionales", así
la calificaban, los habitantes de la región se levantaron en defensa de esa universidad que abría
puertas a la juventud provinciana, obligada antes a viajar y vivir en Santiago si quería continuar sus
estudios, gastos que muchísimas familias no podían financiar. Hubo huelgas hasta del comercio para
defender a su universidad y la lotería que la sostenía.
f) Contrató a profesores e investigadores de prestigio nacional e internacional a "jornada
completa y dedicación exclusiva" a los que, además de montarles laboratorios con personal propio,
pagó sueldos de excepción para la época.
Cuando la Universidad de Concepción empezó a pagar sueldos de 5.000 pesos mensuales,
jornada completa y dedicación exclusiva, lo que eran algo así como 600 dólares al cambio de
entonces, hubo escándalo nacional y regional y hubo quienes criticaron que se contratara al doctor
Alejandro Lipschutz, por ejemplo, un sabio de fama internacional que estaba escribiendo sus
estudios sobre las glándulas de secreción interna, las glándulas sexuales, y hubo gente importante del
país que dijo: "este sabio que han traído, ha venido aquí a mariconar y desmariconar cuyes" porque
les ponía hormonas y hacía dar leche a los machos y después los volvía a hacer padres de familia. Así
era de difícil luchar contra el ambiente.
Aunque parezca extraño, los tenía y muy poderosos. Para comprenderlo, debemos situarnos
en la época tan agitada políticamente que vivía Chile durante los últimos años de gobierno de don
Juan Luis Sanfuentes. Recordemos algunos nombres: Arturo Alessandri Palma, Ladislao Errázuriz,
Luis Barros Borgoño, etc., etc. A esto se suma la presión interna para que, de una vez, se aprobara la
Ley de Instrucción Primaria Obligatoria postergada por más de 20 años en el congreso; la cuestión de
límites con el Perú y el plebiscito que, para Tacna y Arica, impulsaban especialmente los Estados
Unidos; la separación de la Iglesia del Estado contenida en el programa del candidato Arturo
Alessandri Palma; la lucha entre masones y católicos que era muy fuerte en Santiago y Concepción.
No olvidemos que la Universidad de Concepción había nacido en las logias masónicas "Fraternidad"
No. 2 y "Paz y Concordia" No. 13.
Agréguese a esto la agitación que en la Universidad de Chile produjo la Reforma
Universitaria iniciada en Córdoba, Argentina y el asalto a la Federación de Estudiantes de Chile
cometido por los que don Arturo Alessandri Palma llamara "la canalla dorada". Ese asalto, con
destrucción de muebles, del piano, de los archivos, de la biblioteca, etc., fue presenciado por la
policía que no hizo nada para impedirlo ni proteger a los estudiantes que fueron brutalmente
golpeados por los asaltantes.
De los estudiantes reformistas de esa época, los derechistas dijeron que eran traidores
pagados por el oro del Perú. A estos enemigos de la fundación de la Universidad Nueva de
Concepción, se agregaron los que se sintieron postergados al no quedar incluidos en las listas de
profesores y, como dijera don Enrique Molina, los envidiosos y los "movidos por un menguado
corazón".
En todo lo relativo a reglamentos, programas, etc., esta dependencia total fue muy justa y
muy lógica, pero no siempre se aplicó en forma imparcial. Paso a dar algunos ejemplos de
arbitrariedades y acciones que, algunas veces, estuvieron muy lejos de ser universitarias y de mínima
cortesía. Los exámenes anuales de todos los alumnos tenían que ser rendidos ante comisiones de la
Universidad de Chile. Nadie discutía esa exigencia, pero ocurrió con frecuencia que las comisiones
anunciaran su llegada para una fecha y, sin aviso dado, no llegaban. Como alumno de primer año de
Medicina, en 1930, tuve que esperar un mes la llegada de la comisión.
Los integrantes de la comisión examinadora de la Universidad de Chile no siempre fueron
profesores, sino ayudantes de cátedras. Se dio así el caso de que el sabio profesor Lipschutz viniera a
controlarlo un ayudante de fisiología de la Universidad de Chile sin ningún antecedente académico.
Lo más grave fue que esos ayudantes de cátedras transformados en examinadores, procedieran en
forma descriteriada y arbitraria. Para ellos, no había antecedente ninguno de los alumnos: todos se
presentaban en "cero", lo único que valía era lo que, según su criterio, decía el alumno durante los 20
a 30 minutos que duraba el examen.
Agréguese a esto que, cuando menos en Medicina, se daban todos los exámenes el mismo
día. En una amplia sala funcionaban simultáneamente las cuatro o cinco comisiones. El alumno
entraba por una puerta y una hora y media después salía por la otra sin haber tenido tiempo de
tomarse un vaso de agua entre comisión y comisión.
Por reglamento, no se daba al examinando la calificación obtenida. Tenía que esperar tres o
cuatro días a que fuera un consejo de profesores el que entregara la inapelable lista de los aprobados.
Con el sistema, los reprobados eran siempre sobre el 60% en primero y en segundo año. De mi curso,
de 40 alumnos de primero, aprobaron 11. En tercero de medicina, un ayudante dentista de la
comisión venida de la Universidad de Chile, reprobó 21 de 30 alumnos, con preguntas de fórmulas
químicas de memoria que, en nuestra escuela, ni el profesor Lipschutz exigió jamás: para eso están
los textos, decía.
Era una tradición en la Escuela de Medicina de la Universidad de Concepción que el
estudiante debía conocer los grupos funcionales presentes en una molécula orgánica compleja, pero
no había para qué saber de memoria la fórmula. Lipschutz le dijo a un ayudante, cuando hizo esa
pregunta "¿Ud. pide la fórmula de esa molécula? Mire, yo no la sé y he contribuido a descubrirla". El
examinador de Santiago - todavía está vivo ese pícaro - no le hizo caso.
Hubo examinadores de los primeros años de Medicina que, por años, sostuvieron que ellos
debían decidir qué joven tenía capacidad para ser médico. Lo grave del asunto es que entre esos
examinadores "tan capacitados", hubo racistas antijudíos, antiárabes, antijóvenes de acentuados
rasgos mapuches o nativos. Una vez estábamos esperando los exámenes en primer año, cuando veo
bajar a un alumno de tercero corriendo ¿Y a dónde vas hombre? le dije, ¿no están examinando allá
arriba? "Sí", me dijo, "me voy a afeitar el bigote". ¿Pero ahora se te ocurre afeitarte el bigote? "Es
que está el profesor tal, que saca mal a todos los alumnos con bigote". Yo me reí, creí que era una
broma. Bueno, hecho el arqueo después, todos los que se presentaron con bigote salieron mal.
¿Coincidencia? No sé. ¡Ah! y presentarse un alumno sin corbata a dar examen, no lo recibían. Con el
pelo largo, a nadie se le ocurría.
En 1932 y 1933, los estudiantes de Concepción, que en julio del año anterior habíamos
contribuido poderosamente al derrocamiento del dictador Carlos Ibáñez - o así nos parecía a nosotros
- no pudimos seguir aceptando tales arbitrariedades rayanas en el menosprecio.
Eran los años en que los estudiantes habían tomado la Universidad de Chile. En ese tiempo
los estudiantes se sentían todopoderosos. Tanto que había una canción que se llamaba "los
estudiantes pasan", que la cantaban los estudiantes, y tenía esa canción el mérito de que en cuanto la
empezaban a cantar, los carabineros atacaban con las lanzas inmediatamente. Y escribieron en un
diario un artículo muy divertido, que decía "los estudiantes pasan, pesan, pisan, posan".
Organizamos prolongadas huelgas que las autoridades de gobierno y universitarias de
Santiago y locales, se esforzaron en derrotar. Personalmente fui expulsado varias veces y, en dos
ocasiones, como alumno de cuarto año de Medicina, mi nombre fue borrado de los libros de
matrículas. ¡Menudos apuros pasé para convencer a mi severo padre de la justicia de nuestro
movimiento estudiantil!
Finalmente triunfamos y obtuvimos lo siguiente:
- Si la Comisión examinadora de la Universidad de Chile no llegaba el día anunciado y
convenido, los exámenes anuales los tomaban profesores y autoridades universitarias de Concepción.
- Sólo profesores titulares de la Universidad de Chile podían integrar la comisión
examinadora. Nunca más simples ayudantes de cátedra.
- Los exámenes anuales no se rendían todos el mismo día.
- Después de cada examen, y en presencia del examinando, los profesores examinadores
colocaban su calificación que tenía que ser dada inmediatamente al alumno.
Podemos considerar que estas justas conquistas, respetadas íntegramente desde diciembre de
1933, constituían una valiosa pre-reforma. Hubo otras, especialmente en 1953, muy importantes pero
que sería largo de detallar. La más decisiva fue la obtenida por la ley 11.861, del 22 de agosto de
1955, que reconoció, con ciertas limitaciones, la autonomía de las Escuelas de Medicina de las
Universidades de Concepción y Católica de Santiago.
El examen de grado se rendía ante una comisión de la Universidad de Chile, integrada por un
profesor de la respectiva universidad privada. El título de médico lo entregaba la Universidad de
Chile, que disponía de todos los antecedentes de cada candidato.
Su fortaleza principal estuvo en que, por haber sido estudiada largamente por toda la
comunidad universitaria, los postulados de la Reforma correspondían a las aspiraciones de la
inmensa mayoría de los universitarios de Concepción. Además, las elecciones de las autoridades
superiores y de los miembros del Consejo Superior habían sido intachables y por amplísimas
mayorías.
En numerosas ocasiones, verbalmente y por escrito, he detallado los logros que obtuvimos en
el corto período de cuatro años: enero de 1969 a enero de 1973.
Ahora solamente haremos casi una simple enumeración:
- Como ya indicamos, democratizamos la universidad.
-Aumentamos considerablemente la cantidad de estudiantes. De 4.600 alumnos que teníamos
cuando asumí la rectoría, pasamos a 17.200 al momento de entregarla en enero de 1973.
- Creamos profesiones y estudios nuevos: subimos de 33 a 66 carreras, muchas cortas, y
adecuadas a alumnos de Cursos Vespertinos que tenían que estudiar y trabajar.
- Ampliamos la ayuda económica y social a los alumnos de escasos recursos. De 460 alumnos
becados con que recibimos la universidad en enero de 1969, llegamos a 4.687 con beca, a los que
deben sumarse 579 que recibían otro tipo de ayuda (trabajo en la universidad, ayudantías, etc.). En
total, tuvimos el año 1972, 5.266 alumnos con ayuda, lo que representaba el 30,97% de la matrícula
total.
-Creamos varios nuevos hogares estudiantiles en los que jóvenes y niños tenían alojamiento y
alimentación gratuita, los becados, y de bajo costo los de reducidos medios. En 1969, los estudiantes
residentes en hogares estudiantiles eran 394. En septiembre de 1972, este total alcanzaba a 1.367. Al
final de mi rectoría, había tres nuevos hogares en construcción para 234 nuevos alumnos. A fines de
1972, CORMU inició la construcción de otro hogar estudiantil.
-Creamos la Universidad del Carbón con asiento en Coronel que llegó a tener unos 3.000
alumnos. La estábamos dotando de hogar y biblioteca propias.
-Creamos Salas Cunas y Jardines Infantiles para los hijos de los alumnos y funcionarios no
docentes.
-Creamos el Estatuto Docente de la Universidad de Concepción, aprobado por el Claustro
Pleno de unos 1.500 miembros que pude presidir muy bien. Se aprobó por Decreto Supremo 398 del
Ministerio de Justicia (1971).
-Duplicamos el horario de atención de la Biblioteca Central, la cual, reorganizada y ampliada,
disponía de 1.200 escritorios individuales. A ella podían ir a estudiar los alumnos hasta las 23 horas,
con lo que pudieron disponer de local iluminado y calefaccionado en horas de la noche de invierno,
muy frías en Concepción.
-Enriquecimos en un 21% las excelentes colecciones de la Pinacoteca de la Universidad de
Concepción, la mejor del mundo en pinturas chilenas.
-Creamos el Instituto de Artes, sentida aspiración de la zona.
-Abrimos la posibilidad de estudiar en la universidad a miles de jóvenes de escasos recursos
económicos (obreros, modestos empleados, campesinos, mineros o hijos de éstos).
En 1972 el 48% de nuestro alumnado provenía de familias cuyo ingreso familiar era inferior a
tres sueldos vitales.
Antes de 1969, este porcentaje no alcanzaba al 10% del alumnado.
-Demostramos con hechos que era falsa la afirmación de que los estudios universitarios eran
superiores a la capacidad intelectual de los obreros o de sus hijos. Hubo entre ellos excelentes
alumnos.
-Aumentamos en 38% la superficie edificada de la universidad, en laboratorios, aulas
hogares, bibliotecas, salas cuna, clínicas dentales, etc. Es decir, en cuatro años, ampliamos en 38% la
superficie edificada por la universidad en los 49 años anteriores a nuestra Reforma.
- Mejoramos la Previsión del Personal Universitario que se regía por el Decreto con Fuerza
de Ley 1.340 bis, de 1930. Estaba 42 años atrasado.
- Cumplimos un extenso programa de actividades artísticas y culturales.
En los cuatro años se montaron 14 obras de teatro, no sólo en Concepción, sino también en
ciudades y provincias vecinas.
La Orquesta de Cámara de 15 músicos con que contaba la universidad, pasó a ser la Orquesta
Sinfónica de la Universidad de Concepción, con 60 músicos. Se pudieron ejecutar así las nueve
Sinfonías de Beethoven, ya en la temporada de 1970. Se montó la representación de varias óperas y
distinguidos directores trabajaron con nuestra orquesta. Como el teatro, la orquesta recorrió el sur de
Chile. Llegaron a Ancud y Castro. En un año, se dieron 120 conciertos de este tipo.
- Se organizaron Escuelas y Cursos de Temporada en diversas ciudades del país, de
preferencia, las aisladas y alejadas de los grandes centros.
- Se aumentó en proporción adecuada el número de docentes titulares.
Esto, que parece algo tan sencillo, fue una conquista de alcances muy grandes. En
Concepción había sólo un profesor por cátedra y los que querían hacer carrera tenían que esperar que
ese profesor se muriera, porque no había calificación, no había nada. Yo esperé 25 años, como jefe
de ayudantes, hasta que se murió mi profesor, y entonces pude postular a concurso. Para satisfacer el
mayor número de carreras y de alumnos, se aprovechó mejor el tiempo contratado del personal
universitario y la capacidad instalada de la universidad en laboratorios, etc.
- Mantuvimos más de 85 docentes perfeccionándose en prestigiosas universidades de
extranjero, cantidad superior a la que habían mantenido las rectorías anteriores. Gracias a esta sana
política, el 30% de los docentes de nuestros Institutos y Centros poseía títulos de doctores y
maestros.
-Iniciamos la construcción del Estadio en el Campus Universitario.
-Realizamos una reunión de rectores de Universidades Chilenas, a la que asistió el presidente
Allende, en Concepción (1970).
-Con los demás rectores de las universidades chilenas, obtuvimos durante el gobierno de
Allende que se reconocieran e incluyeran como garantías constitucionales la libertad de cátedra y las
autonomías administrativa, académica y económica (esta también para las universidades privadas
reconocidas por el Estado). La autonomía territorial fue reconocida por Ley de la República.
- Desarrollamos enérgicamente la Biología Marina. Hasta iniciamos la construcción de un
buquecito de 15 metros de eslora (el Lund) y formamos, en Estados Unidos, dos doctores en Biología
Marina.
- Con el apoyo del Presidente Allende estábamos obteniendo la derogación de la Ley 17.377
que nos prohibía tener canal propio de televisión. Se estudiaba la autorización de uno especial para
las universidades que carecían de este importantísimo medio de difusión cultural y científico.
Prohibírnoslo era como pretender prohibirnos utilizar la imprenta.
- Aunque habíamos hecho grandes ampliaciones, construcciones, adquisiciones, etc., la
universidad la entregué financiada. Tenía deudas, pero pagaderas en cuotas acordadas y
perfectamente financiadas con el presupuesto ordinario. Yo, en cambio, la recibí prácticamente en
falencia el 3 de enero de 1969.
Al llegar el primer día al gabinete de rector, me recibe la secretaria muy sonriente, me estaba
esperando el tesorero y el tesorero me dice "Doctor son las ocho cinco, en 55 minutos más abren los
bancos". Bueno, dije, qué hay con eso. "Es que la administración anterior firmó el viernes un cheque
sin fondos por quinientos mil pesos, y hay que pagarlos ahora en la mañana". Bueno, le dije, saque
dinero de otro ítem y yo en el primer consejo pido autorización para que autoricen este traspaso de
ítem. "¿Y de qué ítem?" me dijo "si no tenemos nada". Quinientos mil pesos en el presupuesto de la
universidad era mucha plata. El presupuesto de la Universidad de Concepción eran 96 millones de
pesos al año y estaba desfinanciada, con una deuda de arrastre de 14 y tantos millones.
- A petición expresa de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL), la
Universidad de Concepción debió organizar y realizar la Primera Conferencia Latinoamericana sobre
Planeamiento Universitario (septiembre 28 - octubre 4 de 1969).
A pesar de las dificultades que pusieron el gobierno de la época y los enemigos emboscados
de la Reforma que actuaban solapadamente hasta dentro del Consejo Superior, esta Conferencia fue
un éxito total, como tuvo que reconocer la propia prensa demócrata cristiana.
- A fines de agosto y primeros días de septiembre de 1969, la Universidad de Concepción
organizó y realizó un Encuentro Internacional y Nacional de Escritores, que contó con gran asistencia
de celebridades. En esa oportunidad el gobierno y su prensa, aprovechando un asalto a un
supermercado de Santiago, trató de mezclar a mis hijos miristas en ese acto delictual y obligarme
moralmente a renunciar a la rectoría. Probada la ninguna participación de mis hijos y del MIR en ese
asalto, el Consejo Superior y la opinión pública nacional me dieron toda su adhesión. Los alumnos,
en masa, sin citación de nadie, concurrieron frente a mi casa en número cercano a los dos mil, a
darme todo su apoyo. Venimos, dijeron, a apoyar a "nuestro padre". Todavía me emociono al
recordarlo. Jamás en mi vida, he visto un viraje en 180 grados igual al de los atacantes del día
anterior. Y se trataba de hombres y mujeres adultos.
Sus efectos fueron terribles. Se cerraron sedes universitarias, escuelas, institutos, centros,
hogares, etc. Sobre autoridades, docentes, funcionarios, estudiantes, obreros, la dictadura descargó
toda su furia nazista. Exoneró, encarceló, torturó, asesinó, desterró a miles, varios miles. De esto,
también me he ocupado con publicidad en el extranjero y en Chile durante todos los años a partir de
septiembre de 1973, hasta esta fecha.
A mí me exoneraron y el decreto dice "por no presentarse a su trabajo, se lo exonera, se lo
9
Nota del Editor : En Noviembre de 1972 el académico Carlos von Plessing fue elegido rector
con apoyo de la DC y la derecha, derrotando al profesor Galo Gómez, apoyado por la Unidad
Popular.
despide". ¿Cómo me iba a presentar a mi trabajo, si yo estaba en la Isla Dawson? Enviado allí por el
mismo gobierno - llamémoslo gobierno - la misma autoridad que había designado un rector delegado
que era contador de la Marina, que no había asistido jamás a una clase universitaria.
Abordar este punto es sumamente difícil y complejo, hasta peligroso, pues, quien lo hace, se
echa enemigos. Aunque muy honestamente declaro que no soy imparcial frente a este problema,
deseo dar sobre él algunas opiniones.
En Chile, hay consenso general en que la educación que se impartió en el pasado y que se
está dando en el presente, no fue ni es mejor ni más adecuada y que, por tanto, necesitó y necesita
una profunda reforma. No obstante, cuando se trata de puntualizar cuáles son las reformas que deben
hacerse, se rompe el acuerdo y empiezan las discusiones, por lo general bastante acaloradas y no
siempre muy racionales.
Es que se sabe que, como dijera Egaña, Ministro de Educación de la Patria Vieja, en 1813 al
inaugurar el Instituto Nacional, "la ignorancia es la más fuerte cadena de los esclavos". Enseñar al
pueblo es liberarlo, crearle inquietudes, abrirle los ojos, producirle aspiraciones, deseos de
liberación, hambre de justicia. La educación en Chile, especialmente la superior, estuvo limitada, en
general, a las minorías dominantes.
La Reforma Universitaria de 1967 - 1973 democratizó a las universidades y permitió que, a
ellas ingresaran obreros, campesinos, mineros, los hijos e hijas de éstos y hasta los que vivían en
poblaciones "callampas". Este solo hecho puso inmediatamente en contra de ella a los latifundistas,
los empresarios, los accionistas, los políticos y gobernantes derechistas y sus acólitos.
Como he recordado en otras oportunidades, cuando era muchacho y acababa de ser fundada
la Universidad de Concepción, con frecuencia escuché a "la gente bien", a los que poseían fortunas y
seguridad económica y social, decir a los jóvenes de la clase media "aspirantistas", seguramente para
desalentarlos: "sólo los rotos estudian". Aprobada y ya en plena aplicación la Reforma Universitaria,
la consigna cambió radicalmente: "hay que impedir que los rotos estudien".
¿Cómo? Haciendo fracasar la Reforma, desprestigiándola, atacándola, negando los
presupuestos indispensables, persiguiendo a los que están llevándola adelante. Y esta lucha fue
esencialmente encarnizada contra la Universidad de Concepción. ¿Por qué? Fue una de las primeras
en aprobar y empezar a aplicar la Reforma. Había interés en que fracasara para que las que todavía
estaban en estudio en las demás universidades, no aprobaran ciertos principios y prácticas, como la
del cogobierno estudiantil, por ejemplo.
Y en esta lucha se perdieron las proporciones y hasta las normas elementales del derecho.
Dura afirmación que debo demostrar. En junio de 1969, ante un hecho policial censurable y estúpido,
el gobierno del partido único hizo allanar la universidad, detuvo a numerosos estudiantes e inició
despiadada e injusta persecución ideológica de los universitarios de Concepción, incluidos el rector y
demás autoridades y consejeros. La prensa incondicional escrita y hablada aplaudió entusiastamente.
Hubo un senador que, olvidando principios éticos fundamentales, atacó en plena sesión del Senado a
mi esposa, como madre de mis hijos dirigentes de MIR, opositores al gobierno. Se perdió el sentido
de las proporciones, pues ese senador fue siempre un caballero y Raquel, mi esposa, jamás actuó en
política.
Producidos el allanamiento y la violación brutal de la autonomía universitaria, con toda la
comunidad progresista de profesores, alumnos, autoridades, funcionarios, obreros de la universidad y
muchos diputados, senadores, ex-alumnos, personalidades, intelectuales, artistas nacionales y
extranjeros, universitarios de otras casas de estudios superiores, dirigimos una enérgica campaña en
defensa de la autonomía universitaria.
El gobierno del partido único, y su prensa incondicional, intentaron ponerme en ridículo por
hablar en defensa de la autonomía universitaria. Pretende, dijeron, crear un Estado dentro de otro
Estado. Pues bien, esos mismos personajes, producida, en septiembre de 1970, la derrota de los
candidatos derechistas a la presidencia de la república, corrieron a pedir a Salvador Allende que
garantizara el respeto del nuevo gobierno a la citada autonomía. Es más, aprobaron con sus votos que
se le diera carácter de garantía constitucional y legal, como expresamos hace unos momentos en esta
misma intervención. Sin duda, se trataba de hombres y mujeres de sólidos principios.
Distinguidas damas, señores: Con pesar he debido recordar hechos ingratos. Podría citar
muchísimos más, pero no deseo hacerlo, salvo que alguien desee rebatirme. Hace unos meses, como
corresponde a los viejos, pasaba unos días de veraneo en unas termas (los jóvenes lo hacen en las
playas). Se me acercó un señor que, muy correcta y respetuosamente me pidió que lo escuchara.
"Usted, rector, no me conoce. Yo, en cambio, lo conozco desde mi juventud. Soy hijo de un obrero
de Concepción. Con mis padres y hermanos menores, vivíamos en una población callampa en la
ribera misma del río Bío-Bío. En invierno, hubo siempre unos centímetros de agua en el piso de
arena de mi dormitorio. Llegó usted a la rectoría y, con la Reforma, se ampliaron las matrículas y los
pobres pudimos estudiar. Soy ingeniero y docente de la universidad. Saqué a mi familia de la
costanera, mis hermanos también pudieron estudiar. Me casé; ella es mi señora, estos dos, mis hijos"
- era una típica y hermosa familia de clase media - "Todo esto, se lo debo a usted, rector y a la
Reforma."
REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS.
[1] Jorge Gilbert, "Edgardo Enríquez Frödden: testimonio de un destierro", Mosquito Editores
(1992)
[2] Edgardo Enríquez, "En el nombre de una vida" (3 tomos), UAM, México (1992)
LA LUCHA POR LA REFORMA UNIVERSITARIA EN LA UTE
Chile vivió un profundo proceso de Reforma Universitaria en la década del 60. Todas las
universidades, estatales y privadas, fueron oxigenadas con ese aire renovador que hizo historia. Fue,
en verdad, un acontecimiento de carácter nacional, pues la Reforma Universitaria es un reencuentro
vital de la universidad consigo misma y con el país de que forma parte.
Lo primero que se derrumba al levantarse la bandera de la Reforma es el concepto de
universidad como una "torre de marfil", privilegio de los privilegios, aislado del mundo real y
dedicada sólo a una elite que tiene la suerte, los medios económicos e influencias para acceder a ella.
La lucha por la Reforma Universitaria fue una cruzada por ligar a la universidad con los
destinos de Chile y de su pueblo; por democratizarla a fondo desde el punto de vista de la generación
y ejercicio del poder universitario y por abrirla a la sociedad en la plenitud de sus funciones de
formación profesional, investigación científica y extensión cultural.
Donde primero se replanteó el tema de una Reforma Universitaria integral fue en la
Universidad Técnica del Estado, en mayo de 1961. Digo se "replanteó", porque la Reforma tuvo su
primera aparición en escena al inicio de los años 20, como parte del movimiento de los estudiantes
de la Universidad de Córdoba (Argentina) en 1918. Esa lucha se extendió por América Latina como
reguero de pólvora y repercutió en toda la Argentina, en Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Bolivia,
Venezuela, Colombia, Costa Rica, México, Cuba y otros países. La FECh, que daba sus primeros
pasos en la vida nacional, levantó como propias esas demandas.
El ideario de la Reforma Universitaria se sintetizó en el "Manifiesto Liminar de Córdoba", de
1918 emitido por la Federación de Estudiantes de aquella universidad y firmado en la sala del
Consejo Universitario, tomada por el estudiantado.
El Manifiesto Liminar se alzó contra la universidad monárquica y monástica, refugio de la
mediocridad y de los intereses creados, repetida en prebendas y distribuida en pequeños feudos como
pago de favores, una universidad medieval que se viene abajo ante los embates de un estudiantado
ansioso de cultura, de libertad, de verdadera vida universitaria y de renovación social.
Cuarenta años después, cuando nuestra generación se enfrentó a los problemas que nos
llevaron a tomar el camino de la lucha estudiantil, los planteamientos de 1918 de los estudiantes
argentinos reflejaron enteramente nuestros anhelos. "La juventud vive siempre en trance de heroísmo
- dice el Manifiesto Liminar de Córdoba - es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo de
contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se
hace mérito adulando o comprando. Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y
directores, seguro de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante, sólo podrán
ser maestros en la futura República Universitaria los verdaderos constructores de almas, los
creadores de la verdad, de la belleza y del bien".
En nuestras asambleas resonaban esas frases como imperativos morales que nos impulsaban
adelante. Nosotros nos constituimos en herederos de esa gesta iniciada en 1918 y decidimos hacer
también una Reforma Universitaria auténtica. La realidad que vivíamos se parecía a la de Córdoba.
El motivo por el cual se inició el movimiento de mayo de 1961 fue la elección del director de
la Escuela de Minas de Copiapó, parte de la Universidad Técnica del Estado. Los estudiantes de ese
establecimiento repudiaron el método con que fue elegido y nos dimos cuenta que ese método estaba
establecido en la Ley Orgánica de la universidad. De allí a cuestionar toda la institucionalidad
universitaria fue cosa de días. La huelga iniciada en Copiapó se extendió por todas las escuelas de la
UTE que terminaron tomadas en poder de los estudiantes.
Cada día se realizaban multitudinarias asambleas estudiantiles que eran verdaderos foros de
cultura universal, de debates filosóficos e históricos, de referencia a la rica tradición de los
estudiantes latinoamericanos y chilenos por una auténtica universidad. En polémicas memorables
analizábamos nuestros problemas específicos y los destinos de la UTE.
En esa semana de conmoción tan intensa nos convertimos de estudiantes rutinarios en
adalides de un proceso que tenía historia, en portadores de una idea libertaria que haría de nuestra
universidad una gran institución chilena. Fue un auténtico despertar.
El movimiento de mayo de 1961 logró resolver el problema del nuevo director en Copiapó,
pero no tuvo fuerzas suficientes ni tampoco estaba aún maduro para hacer una Reforma Universitaria
integral. Pero fue el inicio de todo lo que ocurrió después. Dejó la tarea planteada y creó los actores
que, más tarde, la haríamos realidad.
En 1961 estábamos recién asomándonos a la vida del movimiento estudiantil, escuchando y
captando todo lo que se decía y discutía, como esponjas ilimitadas en su capacidad de absorber.
De esa lucha surgió una declaración solemne, inspirada en la de Córdoba, que se tituló
"Declaración del 25 mayo", firmada por la Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del
Estado, FEUT. Esa declaración resumió el programa fundamental de la Reforma Universitaria de la
UTE. Dice en alguno de sus párrafos:
"Los estudiantes de la Universidad Técnica del Estado mantuvimos un movimiento
huelguístico, el que culminó con la toma de seis escuelas por nuestra parte. En la historia de las
luchas estudiantiles del país, por problemas estrictamente legales, ha sido ésta la mayor batalla. El
hecho que motivara el conflicto es sólo un apéndice de problemas estructurales de la universidad.
La hora llegó de cortar la raíz misma de esos defectos. Los estudiantes pensamos que ha llegado el
momento de realizar una profunda Reforma Universitaria".
Más adelante agrega:
"Proclamamos inicialmente, que rechazamos por injusto el falso concepto del principio de
autoridad basado en el texto frío de la ley. Sólo acatamos la autoridad fundamentada en la razón y
en la justicia. La que ve en nuestras peticiones ansias de renovación y no actos de entorpecimiento.
Lamentamos que esa autoridad sólo nos escuche cuando escogemos la senda franca de la rebeldía".
"Constituimos la razón de ser de la universidad. Reclamamos por ello nuestro derecho a
participar plena y activamente en la dirección de los destinos universitarios. Frente a la idea de
permanecer estáticamente gobernados, planteamos nuestra actitud de ser activos gobernantes. La
experiencia del movimiento estudiantil de Chile y Latinoamérica, demuestra fehacientemente, que
los universitarios somos capaces de participar en el gobierno de la universidad. Como centro de la
vida universitaria experimentamos en carne propia sus bondades y defectos. Tenemos derecho a
participar en la elección de nuestros maestros y autoridades".
Parafraseando a Fidel, esa pequeña humanidad había dicho basta y echado a andar. Siguieron
años en que la bandera de la Reforma Universitaria se mantuvo en alto a través de debates,
seminarios, congresos, asambleas y discusiones en los organismos estudiantiles, en el Consejo
Universitario y también en el Parlamento y en las esferas gubernamentales.
Simultáneamente surgían focos análogos en otras universidades chilenas. En la Universidad
de Concepción, en la Católica de Valparaíso, en la Católica de Santiago, en la Universidad de Chile
de Valparaíso, en el Pedagógico de la Universidad de Chile de Santiago, en la Universidad Técnica
Federico Santa María, por nombrar sólo algunos lugares donde la reforma ya caminaba por patios,
asambleas y pasillos.
En esos años todas las federaciones estaban agrupadas en la Unión de Federaciones
Universitarias de Chile (UFUCh) y el debate de la Reforma llegó a sus instancias. La bandera de la
Reforma Universitaria pasó a convertirse en programa de lucha de todo el movimiento estudiantil
chileno.
Eran tiempos de conmoción en Chile y en América Latina. En el plano internacional, Cuba y
Vietnam ocupaban la atención pública, junto a las hazañas cósmicas de la URSS, los discursos de
Martin Luther King y la Alianza para el Progreso de Kennedy.
En nuestro país los anhelos de cambio y revolución social buscaban un camino para hacerse
realidad. La lucha por la nacionalización del cobre y demás riquezas naturales y por la Reforma
Agraria; el despertar de los pobladores, juntas de vecinos y organizaciones populares; el auge del
movimiento obrero y sindical agrupado en la CUT, de la canción protesta, de las peñas folklóricas,
de la pintura mural y de otras manifestaciones de la cultura nacional creaban un ambiente que nutría
a la universidad. La masificación de la vida política del país en que cientos de miles o millones de
personas participaban en la cosa pública, constituían un fermento poderoso para el estudiantado que
se había puesto en marcha.
En ese ámbito, la universidad era un gran foco de actividad, ideas e ideales que a su vez
impactaban en la opinión pública y la hacían partícipe de su gran renovación. Los dirigentes de la
FEUT teníamos muy claro que la lucha universitaria tendría éxito si lograba convertirse en lucha de
todo el pueblo, si se insertaba en las demandas de amplios sectores sociales.
Era habitual que nuestras asambleas participaran líderes sindicales y políticos y que
dirigentes estudiantiles estuvieran presentes en las luchas populares. La consigna "obreros y
estudiantes, unidos adelante" que voceábamos desafiantes en nuestras marchas callejeras,
sintetizaban una solidaridad real, eficaz y constante entre el movimiento estudiantil y los trabajadores
chilenos.
En los veranos, la universidad, a través de sus estudiantes, se vaciaba al campo. Éramos
miles, de todas las universidades, los que entregábamos un mes de vacaciones trabajando
voluntariamente en zonas agrarias. Y con nosotros iba la cultura y el entusiasmo estudiantil a lugares
alejados que nunca antes habían sabido de universidad. Doble descubrimiento se producía así, el de
un pueblo que no conocía a sus estudiantes, y de estudiantes, por lo general de hogares acomodados,
que no conocían al pueblo.
Un factor relevante en nuestro proceso fueron las relaciones internacionales de la FEUT.
Nuestros vínculos con estudiantes argentinos, uruguayos, cubanos, puertorriqueños, panameños,
costarricenses y de otros continentes nos ampliaban la visión del mundo y de la vida. La FEUT con
el apoyo de la Unión Internacional de Estudiantes - UIE - y la Organización Continental
Latinoamericana de Estudiantes - OCLAE - organizaba en julio de cada año una Escuela
Internacional de Dirigentes Estudiantiles en la cual se formaron muchos líderes de nuestros centros
de alumnos y de la FEUT.
En la Universidad Técnica del Estado, la lucha por la Reforma Universitaria recibió un nuevo
impulso en 1966 con el gran movimiento huelguístico que levantó la exigencia de un mejor
presupuesto para la universidad.
La Reforma de nuestra universidad y su desarrollo integral debía dar cuenta de tres trabas
fundamentales:
a) La traba económica, que por la vía de disminuir y limitar el presupuesto universitario
dejaba muchas aspiraciones sin realizar y proyectos sin concretar. A nuestro juicio, el Estado tenía
que asumir en plenitud el adecuado financiamiento de una universidad estatal, como era la nuestra.
b) La traba legal, que se enfocaba en la ley orgánica de la universidad que la convertía en una
institución anquilosada y en manos de un reducido grupo de poder.
c) La traba humana, consecuencia de las otras dos, que enquistaba en los cargos directivos a
personas que no contaban con el apoyo de la universidad y, por otro lado, por la falta de presupuesto,
muchas veces, no se podía retener en la universidad a excelentes profesores que eran tentados por
otras casas de estudio y por la empresa privada.
En el año 1966 enfrentamos la traba económica y le dimos solución a través de un
movimiento huelguístico que duró un mes entero y puso a la Universidad Técnica del Estado en el
centro de la atención nacional.
El año 1967 abordamos la traba legal y la traba humana. Ese año correspondía la elección
regular de rector de la universidad. La ley orgánica vigente entregaba al Presidente de la República la
facultad de designar al rector a proposición del Consejo Universitario. Dicho consejo estaba
constituido, en su mayoría, por miembros externos a la universidad y los que eran de ella, los
designaba el propio Consejo. O sea, había un círculo vicioso de autogeneración del poder donde no
tenían ninguna injerencia los profesores y los estudiantes.
A esa altura del debate sobre estos problemas, ni el rector, ni ninguna autoridad universitaria
defendía la ley vigente. Pero como estaba vigente, decían, había que cumplirla. Era una disculpa para
mantener un orden que les convenía.
La FEUT se propuso que la nueva elección de rector debía realizarse conforme a los
principios de la Reforma Universitaria, es decir, con la participación de profesores y estudiantes, con
debate universitario, con los candidatos a rector exponiendo sus propósitos y con el rector saliente
rindiendo cuenta de su gestión ante la universidad.
Esta decisión la proclamamos urbi et orbi con mucha antelación.
Con ley vigente o sin ley vigente, el nuevo rector de la UTE tenía que surgir de la opinión y
votación de la universidad. Esa era la posición del estudiantado.
Las autoridades pensaban que nunca se iba a aprobar una ley antes de la fecha de elección,
por las demoras parlamentarias y legales. Por eso maniobraron y prometieron mil cosas, aceptaron
formalmente lo que la FEUT les proponía, conscientes que la hora decisiva podrían decirnos
"Estuvimos de acuerdo en todo con Uds. pero no resultó por culpa del Parlamento". Según ellos, no
quedaría otro camino que elegir rector "a la antigua". El rector en ejercicio así aseguraba su
reelección por cuatro años más.
Convencidos que los estudiantes no tendríamos otra alternativa, si no aceptar el imperio de la
ley, citaron al Consejo Universitario en la Casa Central para el viernes 15 de septiembre de 1967, a
fin de proponer la terna para elegir al nuevo rector.
Ante ese hecho consumado la Federación de Estudiantes se tomó, la noche del 14 de
septiembre, la Casa Central de la UTE e impidió que se reuniera en ella el Consejo Universitario.
No se pudo hacer la elección programada. A partir de ese momento el rector comenzó a pedir
a los Directores de las Escuelas universitarias de Santiago que prestaran sus sedes para reunir al
Consejo. Ninguno se las facilitó. Era obvio que cualquier Escuela que se ofreciera sería
inmediatamente tomada por los estudiantes.
Conclusión, el rector tuvo que citar al Consejo Universitario a una pequeña oficina que
arrendaba la universidad, detrás del cerro Santa Lucía, y allí, escondido de la universidad, consumó
su reelección como rector, que obviamente desconocimos.
Y luego se dio la siguiente paradoja: la Federación de Estudiantes sesionando en la sala del
Consejo Universitario, con la Casa Central en su poder, llamó al estudiantado a asistir a clases y
mantener la marcha normal de la universidad como forma de lucha, mientras el rector instaba al
profesorado a suspender las clases en solidaridad con él.
En esa encrucijada, emitió la FEUT su "Carta Abierta al profesor universitario", documento
fechado el 25 de septiembre de 1967 y que los presidentes de curso tenían que entregar a sus
profesores en las horas de clases. En ella se resumía la historia de casi una década de nuestra lucha.
Se explicaba el por qué nos habíamos tomado la Casa Central e invitaba a los profesores a sumarse al
movimiento, seguir haciendo clases y exigir, junto a nosotros, una elección democrática de rector y
una profunda Reforma Universitaria.
El profesorado respondió afirmativamente al llamado de los estudiantes. Se mantuvo en
funciones, se constituyó en Consejos de Profesores por Escuelas y se sumó a las demandas de la
Federación de Estudiantes. El rector fracasó en su propósito y a partir de ese momento la victoria del
movimiento de Reforma Universitaria en la UTE estuvo asegurada.
10
La "Carta Abierta al Profesor Universitario" , es el tercer documento trascendental de
nuestra lucha. Junto al Manifiesto de Córdoba y la Declaración del 25 de mayo de 1961, la Carta
Abierta de 1967 marcó un hito decisivo. Su idea medular es que los estudiantes solos podíamos parar
la universidad, pero, no podíamos hacerla funcionar. Solamente unidos, estudiantes y profesores,
podemos hacer realidad una verdadera Reforma Universitaria.
Podemos decir pues, que hija de la lucha nació la comunidad universitaria en la UTE, esa que
une a profesores y estudiantes en un esfuerzo y aventura común. De esa idea fue nutriéndose la UTE
reformada que luego le correspondió encabezar al rector Kirberg, elegido democráticamente por la
mayoría absoluta de la comunidad, a la cual fueron integrados también los funcionarios
administrativos que contribuyen con su trabajo al quehacer universitario.
Hay que decir que, entre los profesores de 1967, no pocos habían sido estudiantes en 1961 y
apoyaban la idea de la Reforma Universitaria sembrada en ese primer conflicto. Cuarenta años
habían transcurrido desde el grito de Córdoba hasta nuestras luchas. Treinta años han pasado desde
10
Nota del Editor: Ver texto completo en el Apéndice II.
nuestras luchas hasta hoy. La historia volverá a repetirse. Nuevos estudiantes, tan jóvenes como lo
fuimos nosotros, recogerán el legado de generaciones anteriores que no se doblegaron ante la
mediocridad ambiente y quisieron cambiar la universidad y el mundo en que vivían.
¿Cuál es el nexo entre una generación y otra? Eso es impredecible. Tal vez un libro, un
profesor, un testimonio de otra época, una charla, una conferencia, un debate, una asamblea
estudiantil, un movimiento político o todo eso en su conjunto.
En el caso de la UTE, las ideas del movimiento de Reforma Universitaria iniciado en
Córdoba, llegaron por medio de los estudiantes comunistas y de izquierda.
Al principio éramos muy pocos. Prevalecía en la UTE un apoliticismo chato y retardatario.
Después, logramos la hegemonía, unidos con los socialistas e independientes de izquierda. También
ejercían una gran influencia los estudiantes demócrata cristianos y radicales. La derecha casi no tenía
expresión entre nosotros.
La vida y la confrontación política en el estudiantado era intensa, pero ello no debilitaba la
unidad y la fuerza del movimiento estudiantil. Al contrario, era un factor de enorme vitalidad y muy
alta exigencia.
Los estudiantes son la razón de ser de la universidad. Son los portadores de la vida, de las
inquietudes, de lo nuevo; son los que desafían y aceptan los desafíos, los que avanzan hacia lo
desconocido. Cuando están dormidos, la universidad languidece por falta de estímulos. Sin ellos, la
universidad no existe.
Por lo mismo, sin movimiento estudiantil no hay Reforma Universitaria posible.
Estudiantes, en la universidad, hay siempre. El movimiento estudiantil, en cambio, pasa por
ciclos, tiene altos y bajos, avances y retrocesos. Pero cuando se reanima, no parte de cero, une sus
luchas presentes a las luchas del pasado, se nutre de sus éxitos y derrotas anteriores, se inspira en su
propia historia.
Hay que tener confianza. El movimiento estudiantil chileno, como el de la UTE, volverá a
levantar cabeza. Las proclamas de Córdoba de 1918 y de mayo del 61 reaparecerán en las asambleas.
Siempre hay en la universidad problemas viejos recurrentes y problemas nuevos, propios de
cada época. Cada generación enfrenta unos y otros de manera original.
Hoy, por ejemplo, está de moda concebir a la universidad como una empresa comercial que
vende servicios. Se ve en los estudiantes a clientes y en los docentes a promotores. No es la cultura
ni la enseñanza profesional, ni la ciencia la principal preocupación, sino el autofinanciamiento. "Ser
rentable o morir" es la consigna.
En el caso de la Universidad Técnica del Estado la situación es particularmente patética: ya
no existe como universidad. Su creación en 1947 obedeció a razones de mucho peso que por décadas
fueron impulsadas por los estudiantes, profesores y egresados de las escuelas que le dieron origen
hasta que el Gobierno y el Parlamento de Chile se hicieron eco de esa demanda.
El decreto de su formación, contiene los fundamentos que el país tuvo en cuenta para
constituirla:
"DECRETO DE CREACION DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DE ESTADO.
Aprobado por Decreto No. 1831, de 9 de abril de 1947, publicado en el Diario Oficial de
fecha 28 de abril de 1947.
Teniendo presente:
Que al asumir este Gobierno las responsabilidades directivas de la nación manifestó a la
ciudadanía que la finalidad primordial de su programa sería la de transformar la economía
nacional, creando un nuevo sentido de orientación económica que permitiera el aprovechamiento
total de los recursos naturales de país;
Que el territorio nacional cuenta con inmensas riquezas que aún no han sido aprovechadas
integralmente en beneficio de la colectividad, por la subsistencia de una economía atrasada;
Que nuestro potencial humano, por sus condiciones de inteligencia y de adaptabilidad a toda
la forma de actividad creadora, constituye un elemento valioso al cual no se ha dado las
posibilidades de integrarse a una intensa vida de trabajo y de producción;
Que, para el mejor aprovechamiento de todos los elementos de la industrialización de país,
es indispensable ir a una investigación científica y técnica de los factores de la producción;
Que nuestras necesidades económicas reclaman con urgencia la formación de técnicos para
impulsar el desarrollo de la riqueza nacional;
Que es necesario dar a la educación pública una nueva orientación, a fin de que ella se
ponga al servicio de la política económica del gobierno y de sus planes de industrialización..."
En el contexto de los años 60, la elección presidencial de 1964 trajo algo nuevo en cantidad y
calidad: los chilenos protagonizaron la más amplia y compleja movilización socio-política conocida
hasta la fecha.
Tres años más tarde se observan signos de una agitación generalizada en las universidades.
Se iniciaron reflexiones y enjuiciamientos de los regímenes internos de cada una de las principales
casas de educación superior; avanzó el adelantamiento de plataformas democratizadoras que
invocaban una relación entre la crisis de "las estructuras del capitalismo dependiente" y las crisis
universitarias con cierto hilo conductor de la socialización de percepciones críticas se refería a la
inadecuación del sistema global de educación. Los efectos de la explosión demográfica, del
crecimiento urbano, así como aquellos relativos al desarrollo de un agotamiento del modelo de
acumulación del capital (vigente desde la posguerra), de la internacionalización de la economía, los
nuevos rasgos de las relaciones de dependencia y del desarrollo industrial cayeron de forma
específica sobre las expectativas de las clases y capas sociales intermedias. Estas, tradicionalmente
habían contado con la profesionalización universitaria como un recurso muy importante para su
reproducción y movilidad social ascendente. De ese modo, la manifestación de la presión por el
ingreso a los diferentes tramos del sistema educacional motivó e informó la considerable dimensión
y profundidad que alcanzara la Reforma Educacional implementada por el gobierno de Eduardo Frei
11
Nota del Editor: Para un tratamiento más extenso del tema, ver Augusto Samaniego,
"Aproximación Histórica a la Reforma Universitaria", Contribuciones Científicas y Tecnológicas
(USACh), Área Ciencias Sociales y Humanidades, No. 102, 43-81, diciembre de 1993.
Montalva. En este contexto cobró una significación principal el gran salto experimentado por la
enseñanza básica: una ampliación rápida de la cobertura, hasta absorber casi toda la demanda de
escolaridad y la modernización de sus contenidos y currículos. Ese vuelco, en buena medida,
determinó y precipitó el acrecentamiento de la demanda sobre la enseñanza media.
Un nudo conflictivo capital pasó a ser, entonces, el reclamo y las acciones gestadas en las
organizaciones gremiales de los estudiantes que reivindicaron ante las estructuras y direcciones de
las universidades, y finalmente del Estado, medidas eficaces para multiplicar las tasas de ingreso a la
educación superior, concepto que en el Chile de los 60 coincidía casi totalmente con las ocho
universidades existentes. Por cierto, varias decenas de miles de postulantes eran rechazados año a
año mediante la prueba de aptitud académica, destinada a operar una selección predeterminada por el
número de vacantes financiables.
Ante la magnitud y las proyecciones de tal desajuste, aparecía ineludible el debate sobre "un
crecimiento racionalmente planificado" de los planteles existentes: dos universidades estatales más
una pontificia. Cada una de ellas detentaba numerosas Sedes o Centros regionales. Además, se
ramificaban a buen ritmo y debían competir con las otras cinco universidades "privadas". Todas
recibían aportes estatales ampliamente mayoritarios en su presupuesto.
Las cifras son elocuentes: en la U. de Chile, la cantidad de estudiantes pasó de 6 mil en 1940
a 29 mil en 1967; sus Facultades de 8 a 13, las Escuelas de 26 a más de 70. Entre los años 1964 y
1971, el conjunto de las universidades multiplicó 2,6 veces sus estudiantes, de 36.841 a 96.200, lo
que implicaba un crecimiento anual del 15%, es decir, seis veces el crecimiento demográfico del
país.
No varió sustancialmente el carácter socialmente discriminador del sistema. En la U. de
Chile, principal plantel estatal, el total de jóvenes provenientes de hogares obreros o campesinos no
excedía el 2,1% (Nota 1).
En su expresión más inmediata y recurrente, el conflicto social se derivaba de que la
masificación del ingreso venía agudizando, necesariamente, las restricciones del presupuesto que el
Estado entregaba a los distintos planteles; los debates sobre la necesidad de reestructuración y
renovación académicas parecían condenados a la frustración. No obstante, en las distintas
comunidades universitarias ganan dinamismo argumentos que reviven el deseo de desarrollar la
investigación, mejorar las condiciones para la docencia, crear nuevas bases para una formación
profesional que satisficiera "los requerimientos del país y sus procesos de cambio". Lo singular fue
que la idea de Reforma Universitaria crecería a ritmos inéditos entre las distintas corrientes
estudiantiles políticas e impulsada por ellas en las organizaciones corporativas (desde los Centros de
Alumnos de escuelas, a las Federaciones de cada universidad, así como la Unión de Federaciones,
UFUCh). Más novedoso aún era el sentimiento favorable a un cambio universitario profundo que
involucraba a sectores ya significativos de académicos y funcionarios.
Se manifestaba así el choque con los grupos de influencia económica y sociopolítica más
tradicionales. Estos habían venido usufructuando de mecanismos aptos para una alta concentración
del poder. Autorreprodujeron su influencia en la dirección de las casas de estudio, adecuando ciertas
impostergables modernizaciones científicas y administrativas con la subsistencia de una matriz
jerárquica y de estructuras semicerradas y volcadas a una formación profesionalizante (lo que, desde
las posiciones críticas - reformistas - se caracterizó como "el modelo napoleónico" propio de la
organización de la universidad chilena desde el siglo XIX).
El año 1967 proyectó la imagen de una explosión estudiantil imprevista y dotada de
capacidad de convocatoria ante las comunidades universitarias (noción inhabitual que se instalara en
el vocabulario y en el sentido común, en el contexto que aludimos). Se delineó un movimiento social
portador de reivindicaciones específicas; demandas que, a la vez, eran entendidas como soportes
insustituibles de la ampliación democrática y de los fines del desarrollo nacional; ello implicaba
sustancialmente ópticas acerca del "desarrollo progresista" con rápidos avances de la justicia social y
mediante el resguardo de la soberanía sobre los recursos humanos y físicos de la nación.
Sociológicamente sus protagonistas mostraban una especial capacidad de representación de las
vastas capas medias vinculadas a las tendencias más nítidas de la modernización, sea en los planos
productivos o de la circulación intelectual e instalación de nuevos elementos y prácticas culturales
(internacionalmente muy vivaces en la década de los 60).
El movimiento estudiantil, en su conjunto, contaba con una larga tradición de unidad
orgánica sobre la base del pluralismo político y el debate ideológico interno; tradición de luchas
reivindicativas y de opinión relativas a las visiones del país, así como de solidaridad con las
organizaciones de asalariados sindicalizados, cuya capacidad de expresión y de representación de
dimensión nacional, se plasmaba en una Central Única de Trabajadores de Chile (CUT), ya
consolidada. Los movimientos de Reforma, entonces, gatillarán correlaciones distintas entre las
fuerzas políticas presentes, en realidades universitarias diversas.
La Universidad de Chile.
En la U. de Chile, el grupo DC que dirigía la FECh se vio enfrentado a una situación que era
reflejo de las tendencias generales ya expuestas. Su compromiso o responsabilidad de orientar la
acción de la Federación de Estudiantes en concordancia con las políticas de gobierno, chocaban con
las tensiones específicas que caracterizaron a los movimientos universitarios. La razón política
coyuntural (defensa u oposición al gobierno de Frei) actuó rigidizando disyuntivas tales como:
aumentos permanentes de los presupuestos fiscales para las universidades, versus racionalización de
los medios existentes; democratización interna de las estructuras académicas, de la dirección
unipersonal y de los claustros elitistas, en contraste con la visión más radical de una
"democratización del poder universitario" (idea que se planteaba en estrecha vinculación con la
necesidad de obtener un reconocimiento por parte del Estado de la misión de la universidad en y para
el cambio social, que las comunidades universitarias definiesen).
De ese modo, las transformaciones más o menos radicales de los mecanismos de la
generación del poder en las casas de estudio se ubicaron en la base de los programas de Reforma. Es
decir, se estimaba que las palancas imprescindibles para transformar los fines y los medios del
quehacer universitario pasaban a depender de las capacidades y derechos que se le reconociesen o
denegasen a los estamentos que dan vida a la universidad. Esas agrupaciones naturales se entendían,
integraban la comunidad y es ésta quien debiera decidir sobre sus fines, gestionar sus medios en
interlocución con la sociedad y en una relación democráticamente normada con el Estado; por lo
tanto, una comunidad que genera pluralistamente el poder que la representa y que funda en todas esas
condiciones su autonomía académica, financiera y hasta territorial, respecto del poder administrativo-
político de los gobiernos).
La directiva de la FECh, de filiación DC, organizó una Convención de Reforma a fines de
1966. Con ello se proponía retomar la iniciativa, acorde a la tradición e imagen de la más antigua de
las federaciones de estudiantes (Nota 2).
Además de la iniciativa y convocatoria ganada hasta entonces por la Federación de
Estudiantes de la Universidad Técnica (FEUT) - la cual encarnaba hasta ese instante la alternativa o
"desafío desde la izquierda" - se hacía presente una sensibilidad inédita en los grupos demócrata
cristianos que dirigían las Federaciones estudiantiles de las Universidades Católicas (de Valparaíso y
Santiago), abocados ya a contradecir el poder designado y la ausencia de principios de democracia y
de readecuación del rol de esas Instituciones ante el cambio social.
La Convención de la FECh difundió los antecedentes del crecimiento inarticulado de las
"universidades de masa" y puso el acento en que las aspiraciones de reforma debían coadyuvar a una
política estatal de coordinación y avances hacia la construcción de un sistema nacional de educación
superior (Nota 3).
Dos factores, al menos, contradecían la visión con que el sector dirigente de la FECh aspiraba
a encauzar las inquietudes mayoritarias. De un lado, el gobierno no desplegaba iniciativas
importantes en pro de la implementación de un sistema nacional de desarrollo universitario. De otra
parte, los anhelos más inmediatos de los estudiantes, de los académicos y funcionarios, excluidos de
la dirección política en las casas de estudio, se hallaba centrado en las demandas de democratización
de las estructuras y formas de generación del poder.
En la U. de Chile - como en las demás - el rector, los decanos y directores de escuela eran
elegidos por claustros muy reducidos, sólo integrados por los académicos de las máximas jerarquías
(catedráticos). Estos cuerpos académicos detentores del poder se autorreproducían, juzgando sobre la
investidura de sus pares mediante concursos cuyas normas y criterios resultaban más bien opacas
para la comunidad. La autoridad unipersonal campeaba por sobre los consejos, de carácter
principalmente consultivos. Sólo en algunos cuerpos colegiados eran admitidos,
consuetudinariamente, delegados de los estudiantes.
El profesor Eugenio González Rojas, asumió la rectoría de la U. de Chile el 1 de septiembre
de 1963. Sólo 817 profesores eran integrantes del Claustro Pleno (electoral). En dicha elección
votaron 739, con el siguiente resultado en la segunda vuelta que dirimió entre las dos más altas
mayorías:
Eugenio González 388 votos
Luis Escobar 328 votos
Blancos 20 votos
Eugenio González, relevante figura intelectual y ex-senador socialista, al vivir los
acontecimientos del desarrollo del Movimiento de Reforma, reafirmaba su visión de la Universidad
vinculada al cambio social: "El problema universitario... es político... la democratización de la
universidad sólo será posible en forma cabal, cuando se democratice la educación nacional en su
conjunto lo que supone cambios auténticamente revolucionarios en la estructura básica, económica,
social y política".
No obstante, su opinión percibía el rol de los movimientos y la participación estudiantil en
cuanto a hacer posible logros democratizadores y de adecuación (modernización) de las funciones de
la Universidad conforme a las necesidades del cambio y el desarrollo social: a modernizar planes y
programas, métodos de enseñanza; democratizar la conducción política y la gestión de la
Universidad, mejorando "la participación de las jerarquías del saber" (extender los derechos políticos
de la mayoría de los académicos); ampliar la participación en "las jerarquías de gobierno y
administración". Todo ello con el fin de "preparar a la Universidad para cumplir plenamente sus
funciones cuando las fuerzas progresistas... configuren un nuevo Estado al servicio de una nueva
sociedad" ("El Mercurio", 20 de junio, 1968).
Todos los sectores ciudadanos percibieron el acontecer universitario muy ligado a la
conformación de nuevas tendencias en la opinión nacional. Las ideas de reforma, cuyos contenidos
explícitos resultaban aún difusos, requerían de un clima de aperturas, de debates, dentro y fuera de
las normas vigentes. Ello conllevaba una dinámica rupturista, peligro ante el cual el gobierno optó
por aconsejar a la directiva de la FECh que intentara una vía de institucionalización del conflicto; es
decir, una estrategia alternativa al clima conducente al estado de asamblea que la izquierda se
proponía instalar. Esto último - como ocurrió finalmente - disminuiría la fuerza del gobierno para
mantener sus criterios y ejercer una influencia decisiva en el curso de las negociaciones que
terminaron por consensuar el cambio institucional en las universidades.
La polarización política entre la DC y la izquierda envolvió, así, tempranamente el proceso de
reforma en la U. de Chile. Bloqueó el debate pluralista que siempre realizaron las corrientes políticas
estudiantiles y que, en tantas otras ocasiones significativas, había logrado proyectar la unidad de
acción desde la FECh (rasgo histórico de los movimientos de Reforma Universitaria en el
continente).
De ese modo, la profundización de los contenidos de la reforma asumió, en buena medida,
formas impuestas por la polarización política; las propuestas de cambio (formuladas por la izquierda
o por la DC) se vieron como antagónicas en razón de los múltiples paros, tomas y, luego,
confrontaciones electorales en las distintas instancias de dirección institucional.
Sin embargo, desde una u otra posición se apreciaba que la mutación deseada (o resistida) del
"deber ser" de la universidad había quedado irrevocablemente vinculada a los conceptos y
procedimientos de la democratización del poder. En torno a eso se conformó un nuevo sentido
común, y el movimiento estudiantil se hizo más decisivo que en cualquier coyuntura anterior.
La izquierda de la U. de Chile - ahora comunistas, socialistas y radicales - asumió la
reivindicación histórica del cogobierno. No se trató de una simple memoria reiterada del pasado más
o menos épico (en Chile ni las luchas estudiantiles más vigorosas de 1920, 27, 31 etc. habían logrado
instituir el voto estudiantil para elegir autoridades o instancias colegiadas del poder), sino de la
certeza de que los estudiantes constituían la única fuerza social interna con capacidad para trastrocar
la inercia institucional, autorreproductora de la vieja universidad.
A inicios de 1967 el grupo DC que dirigía la FECh se propuso retomar prontamente la
iniciativa política. Convocó a un plebiscito con el fin de zanjar el debate sobre el cogobierno o, más
explícitamente, la propuesta de la izquierda consiste en dar por superado el Estatuto Universitario y
proceder a la elección de todas las autoridades unipersonales y cuerpos colegiados mediante el voto
ponderado de los tres universos estamentales: estudiantes, académicos (de todas las categorías) y
funcionarios (sin distinción). La DC contaba con una sólida mayoría, como lo mostraba todo tipo de
elecciones estudiantiles a lo largo de una década en la U. de Chile. La izquierda parecía aún lejos de
representar una alternativa de reemplazo. La tesis contraria al voto estudiantil ponderado en las
elecciones de autoridades unipersonales (directores, decanos, rector), sostenidas por la DC, triunfó
ampliamente.
El resultado del plebiscito realizado por la FECh aparecía en concordancia con la lógica de
los datos conocidos. Más aún, el plebiscito se realizó cuando no existía un clima de agitación
particular en la U. de Chile. Todo indicaba que la izquierda debería someterse a la decisión adoptada
ad referendum, a menos que optara por correr el riesgo insensato de hacerse responsable de quebrar
la unidad orgánica del movimiento estudiantil (valor en sí, identificado de larga data con la primera
organización de estudiantes).
No obstante, los jóvenes demócrata cristianos que dirigían las federaciones de las
universidades católicas justificaban el cogobierno explicitando que los derechos políticos reclamados
por los estudiantes para sí mismos y para los demás integrantes de la universidad hasta entonces
excluidos, constituían la única fuerza capaz de operar la ruptura de la matriz elitista heredada y
vigente y la única garantía de la readecuación: la universidad comprometida con una sociedad en
transformación.
Esa contradicción entre los estudiantes DC de la U. de Chile y de las universidades católicas,
aparecía ante la izquierda derrotada en el plebiscito de la FECh como una indicación significativa de
que el rechazo electoral del cogobierno era más bien una "incomprensión" transitoria; los estudiantes
llegarían a entender que sus derechos de participación política plena eran consubstanciales al cambio
si se creaba una experiencia rupturista.
En tales circunstancias, el Centro de Estudiantes de Pedagogía realizó la toma de locales de la
Facultad de Filosofía y Educación (que concentraba cerca de un tercio del alumnado de la U. de
Chile en Santiago, ver Nota 4); los estudiantes de las otras Escuelas de esa Facultad, incluido el
Instituto Pedagógico de Valparaíso, se sumaron al movimiento que había asumido de hecho la
ruptura con la institucionalidad, el desconocimiento de las autoridades superiores de la U. de Chile y
de las resoluciones oficiales de la FECh. El decano de Filosofía y Educación (Julio Heisse) renunció.
Bajo el efecto de la acción de los estudiantes, se constituyó de facto una comisión bipartita de
académicos representativos y dirigentes estudiantiles (conocida como "Comisión del 14"). Esa
instancia se ubicó evidentemente fuera de toda legalidad, circunstancia que adquirirá mayor relieve al
emitir, dicha comisión, sus acuerdos. Las resoluciones allí adoptadas consagrarán las ideas fuerza de
la Reforma de la U. de Chile, fundamentadas en la defensa del cogobierno y la transformación de las
estructuras de funcionamiento académico, innovación de planes y programas de formación, así como
de la articulación y desenvolvimiento de las funciones universitarias de investigación, docencia y
extensión.
La Facultad de Filosofía y Educación (Campus Macul) procedió, así, a elegir mediante el
voto universal ponderado - y evidentemente fuera de lo legal, en ese momento - a su nuevo decano,
el profesor Hernán Ramírez Necochea. A instancias del rector Eugenio González Rojas, el Consejo
Universitario refrendó dicha elección. Sin embargo, al continuar aplicando los principios y
procedimientos reformistas en la implementación de los cambios en esa facultad, se amplificaba el
ejemplo rebelde; el Consejo Universitario, compuesto por los 13 decanos, declara, "intervenida" la
facultad disidente (Sesión del 22 de mayo de 1968) y el rector González renuncia a sus funciones por
hallarse en desacuerdo con el Consejo. La directiva DC de la FECh cambia bruscamente su posición.
Asume la necesidad del cogobierno y la federación rechaza la intervención de la Facultad de
Filosofía y Educación (Nota 5).
Dicha sanción o intento de reponer la plena autoridad resultaba ya ineficaz. Las medidas de
fuerza con que un sector masivo del estudiantado reivindicó el cogobierno operaron como clave
desencadenante, transformando el conflicto inicial de la U. de Chile en un capítulo decisivo para que
el movimiento de la Reforma Universitaria adoptase un carácter nacional. El cogobierno se ubicaría
ahora como el punto de coincidencia de los estudiantes de las universidades católicas, la U. Técnica
del Estado, la U. de Concepción y la U. de Chile.
El otro aspecto muy relevante - y prácticamente inédito - es el encuentro de las aspiraciones
de académicos y estudiantes, lo cual pasó a constituirse en la piedra angular de las correlaciones de
fuerza favorables al cambio. Sólo la exigencia de participación estudiantil con voto ponderado en un
25% (porcentaje, cabe anotar, inferior a la tradición latinoamericana) podía realizar la alianza con la
masa de académicos excluidos cuyos votos ponderados alcanzarían al 65% y con los funcionarios
que serían reconocidos como parte de la comunidad a través de su participación electoral ponderada
en 10%.
En la Sede de la U. de Chile en Valparaíso, la comunidad universitaria asumió radicalmente
los nuevos principios de la Reforma. Las otras universidades de la segunda ciudad del país se
encontraban en similar conflicto. Las restantes sedes provinciales de la U. de Chile se sumaron a las
demandas, poniendo de relieve las trabas que oponían a su desarrollo el centralismo tradicional de la
Institución. El proceso rupturista sobrepasó definitivamente el resultado plebiscitario y las posiciones
de la dirección FECh tendientes a restringir el concepto cogobiernista.
La DC realizó la toma de la Casa Central de la U. Chile a fin de explicar su aceptación del
pleno voto estudiantil y argumentando que la situación había cambiado luego de la renuncia del
rector. Sobrevino un rápido itinerario de medidas para la democratización interna. Los Plenarios
Nacionales de Reforma (14 de septiembre de 1968) consagraron la votación universal ponderada y
convocaron a la elección de un Senado Universitario, el cual decidiría sobre las nuevas estructuras,
las políticas de desarrollo y haría culminar la etapa mediante la elaboración de un nuevo Estatuto
Orgánico, en reemplazo del de 1931.
Es posible concluir que la iniciativa intelectual y práctica de los movimientos estudiantiles
generó la Reforma en las universidades estatales (U. Técnica del Estado, U. de Chile y las sedes
provinciales de ambas) a fines de los 60. Bajo su impulso fueron creadas las propuestas
fundamentales, así como las luchas que generaron y encauzaron soluciones institucionales al
conflicto. Tanto el rector de la UTE, profesor Enrique Kirberg, elegido en 1968, como el decano de
Filosofía y Educación de la U. de Chile, elegido el año 67, fueron investidos en la ruptura del orden
legal cuestionado. En 1969, legitimados ya nacionalmente los cambios en las universidades y
legalizadas las normas reformistas fue elegido rector de la U. de Chile el profesor Edgardo
Boeninger (Nota 6).
No analizaremos aquí los contextos históricos, nacionales e internacionales, que puedan dar
cuenta del complejo y agudo proceso sociopolítico experimentado durante el Gobierno de mil días
presidido por Salvador Allende. Por cierto, la suerte de la Reforma Universitaria estaba
indisolublemente vinculada al desarrollo de las contradicciones sociales que marcaban las
posibilidades, alcances, límites y el desenlace del programa propuesto por la colisión de la Unidad
Popular desde el gobierno constitucionalmente elegido.
El núcleo teórico de las políticas que aquellos sectores de la izquierda consideraban promover
como metas para el movimiento reformista y para la universidad, se expresaba en las siguientes
concepciones.
En su nueva fase, la universidad democratizada debería proyectarse en relación a los procesos
de transformaciones estructurales en la sociedad, conforme a las definiciones del programa de
gobierno de la Unidad Popular.
La responsabilidad más específica de la educación superior era el desarrollo científico-
tecnológico, la formación de cuadros profesionales en cantidad y calidad adecuada para responder a
los desafíos muy complejos que, ciertamente, se podían derivar de las medidas orientadas a terminar
con las relaciones de dependencia económica, así como las relativas a la constitución de nuevas
relaciones sociales en la producción y en la convivencia social, cultural y política en general.
La educación superior debería jugar un rol relevante en la concepción de soluciones acorde
con las metas del desarrollo económico para el sexenio. Se destacaba la fundamental relación entre
universidad y la organización social de los trabajadores que, prontamente, se expresó como el
objetivo de la "batalla de la producción", llegando a cruzar los más significativos planos de conflicto
socio-político exacerbado.
La formación del área social de la economía, era concebida como el eje de la democratización
y del progreso de la actividad económica nacional. De allí se desprendían las posibilidades de una
eficaz planificación del desarrollo regional y nacional; del crecimiento sin trabas de la participación
de los trabajadores en la gestión, desde las empresas hasta los entes estatales y de la producción y los
servicios. El propósito de avanzar radicalmente hacía la participación política plena de los
ciudadanos trabajadores en la conducción del país implicaba una particular capacidad de inducir
procesos masivos de superación cultural, científica y técnica de los sectores postergados.
Se preveía que el choque de los intereses de los grupos monopólicos y con las compañías
transnacionales, que habían aumentado considerablemente sus inversiones en Chile, afectaría
seriamente los procesos de transferencias de tecnologías, piezas y elementos de recambios o
insumos; en consecuencia, se hace necesario estimular las innovaciones tecnológicas nacionales. A
esa nueva conciencia, mediante la cual los trabajadores-ciudadanos deberían sustentar la soberanía
popular en las decisiones y el desarrollo socioeconómico independiente, la Universidad tendría que
aportar desplegando la creación artística, el desenvolvimiento de las Ciencias Sociales y la
Humanidades.
Los nuevos profesionales requerirían, así, una formación plural que sobrepasase los "valores
individualistas". Se afirmaba con énfasis, no obstante, que "la nueva conciencia social" deseada no
sería gestada en las casas de estudio mediante la imposición de disciplinas o programas
concientizadores, sino vinculando la teoría y la práctica y descubriendo en esos procesos la
proyección que en la transformación social resulta propia a cada disciplina y quehacer científico, a la
reflexión y a la creación humanistas (Nota 7).
La articulación entre ciencia / educación superior y nuevos sistemas productivos / relaciones
sociales, tendría que aplicar los recursos de las universidades hacia sectores prioritarios, por ejemplo:
- desarrollo de los sectores productivos directamente ligados al abastecimiento y consumo de
la población;
- a la producción de cobre y, en general a los recursos naturales básicos del país;
- al comercio exterior y las transferencias de tecnologías para responder adecuadamente a las
presiones imperialistas.
La democratización social profunda de la educación, el acceso de todos los educandos
realmente aptos a la educación superior, sería un resultado de las nuevas estructuras y fines del
progreso. Sin embargo, medidas urgentes debían adoptarse para mejorar y diversificar la enseñanza
media, correlativas a la educación de la superior.
El movimiento estudiantil vivió una estimulante renovación. Cobró gran relieve el trabajo
voluntario ligado a ámbitos precisos de la producción y el desarrollo comunitario, organizado por las
federaciones. En los distintos períodos de vacaciones, los estudiantes colaboraron a la construcción
de represas, puentes, caminos, infraestructuras de urbanización local, cosechas agrícolas y apoyo
técnico a las empresas. A la par, protagonizaron iniciativas de valor ético y práctico sin precedentes;
se dio relevancia al debate sobre la elevación del rendimiento académico y se organizaron grupos de
estudio; tutoras voluntarias; turnos estudiantiles para hacer funcionar en horarios extraordinarios
laboratorios y bibliotecas.
Las casas de estudios superiores experimentaron muy directa y dramáticamente la
polarización vivida por nuestra sociedad. La interpretación del cambio universitario gestado en
condiciones de extensión de la participación democrática, no puede separarse de la agudización de
las contradicciones sociales que caracterizaron el período. Las fuerzas interesadas en precipitar una
escalada desestabilizadora del gobierno de Salvador Allende y del estado de derecho, en especial,
luego del resultado electoral favorable para la UP en las parlamentarias de marzo de 1973, centraron
buena parte de sus iniciativas políticas en el desprestigio de los principios de la Reforma
Universitaria. Ese afán político parecía muy relevante para implementar un proyecto antidemocrático
de largo alcance, por cuanto la nueva institucionalidad universitaria normaba la convivencia
democrática de los futuros profesionales e influía en la creación de valores significativos para
sectores de las capas medias y, en general, para el clima ideológico en el cual la sociedad legitimaba
o rechazaba soluciones de fuerza. En ocasiones, tales iniciativas tendientes a mostrar al movimiento
de Reforma Universitaria como el origen del "caos", la politización y de un "democratismo sin
sentido", se vieron facilitadas por vicios de funcionamiento que afectaron a los cuerpos colegiados, y
rasgos de reiterativo asambleísmo, todo lo cual burocratizaba y frenaba dinámicas más eficientes de
participación de la comunidad universitaria en la gestión académica y administrativa.
No obstante, lo decisivo era la tendencia al fraccionamiento y a la pérdida de una
racionalidad en la búsqueda de consensos para el resguardo de los principios fundantes del cambio
universitario que separó a las distintas corrientes ideológicas interesadas en el programa de la
Reforma. Por cierto, a ello contribuía el contexto de país polarizado.
(3) Cabe indicar que, al inicio de la década de los 60, la U. de Chile experimentaba un "crecimiento
inducido por la alta presión por el acceso a la Educación Superior, necesidades de abordar nuevas
disciplinas y formaciones científicas y responder a las demandas de las regiones". Se creó la
Facultad de Ciencias y, en 1960, los Colegios Universitarios en provincias; estos dependientes de la
Facultad de Filosofía y Educación (bajo el decanato de Eugenio González R. y la rectoría de Juan
Gómez Millas).
(4) En 1967 la Facultad de Filosofía y Educación tenía 6.423 estudiantes. La seguían en número de
matriculados la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas con 2.539.
(7) Cabe anotar, a modo de ejemplo que los universitarios experimentaban el impacto de proyectos
ajenos a su participación como Plan Camelot, denunciado en el Parlamento. "En 1964 el Special
Operation Research Office (SORO) de la American University, Washington D.C. encargó a
investigadores... un estudio cuyo objetivo es determinar la factibilidad... de un modelo general de
sistema social en las naciones en vías de desarrollo".
Específicamente, evaluar "el potencial de guerra interna dentro de las sociedades
nacionales", determinar acciones gubernamentales y recoger amplia información. El proyecto se
orientó hacia América latina a un costo anual de 1 a 1,5 millones de dólares, patrocinado por el
Ejército, el Departamento de Defensa y otras agencias estadounidenses. En Chile se intentó hacer
"trabajo de campo" desde la Universidad (Irwin L. Horowitz (ed.), "The Rise and Fall of Project
Camelot: Studies in the Relationship between Social Sciences and Practical Politics", MIT Press,
Cambridge, Mass., 1967).
REFORMA Y DESCENTRALIZACION EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE:
LA EXPERIENCIA DE LAS SEDES REGIONALES
Introducción
Apreciaciones Finales
UNIVERSIDAD DE CHILE
Totales 6.462 8.436 2.403 4.823 20.32 4.952 24.81 7.878 11.47 1.806 60.05 153.4
6 8 9 4 37
FUENTE: Consejo de Rectores Universidades Chilenas, Anuario Estadístico pág. 3 - 1993
CUADRO 4
Luis Izquierdo, "Sobre el Futuro Gobierno Universitario", Revista Realidad Universitaria, No.1,
1987.
"Referéndun", Comisión Central de Reforma. Legajo Preparado con las Materias de la Consulta del
26 y 29 de noviembre.
Edgardo Boeninger K., "Programa para una Universidad de Chile Crítica, Pluralista y Creadora.
Unidad Universitaria, noviembre de 1968.
Nota del Editor: De la prolongada discusión sostenida en torno a las ponencias presentadas ante el
Simposio "La Reforma Universitaria en Chile (1967-1973)", se ha incluido aquí los extractos de
mayor relevancia.
VOLODIA TEITELBOIM: Yo creo que una obra maestra, por no decir una obra macabra de la
dictadura, tal vez su triunfo de más larga duración y en mayor profundidad, fue destruir la conciencia
democrática mayoritaria que existía en el país hasta el momento del golpe. Y lo hizo sobre la base de
muy distintos métodos: el terrorismo de Estado, la persecución, el exilio y también apropiarse de
todos los órganos de reproducción intelectual, partiendo por las universidades, de todo el sistema de
enseñanza. Estableciendo la censura más estrecha y creando una serie de mitos negativos respecto de
los valores democráticos, respecto de los partidos, respecto de la política, respecto de aquellos que
no viven sólo en función estrechamente individual, sino que dedican su vida a servir a la sociedad, al
hombre, al pueblo, a la gente. Entonces ellos pasaron a ser delincuentes, bandidos, lunáticos, gente
despreciable y se produjeron 20 años de black out, de obscurecimiento.
Ellos mismos, un miembro de la Armada chilena, dijo que "en Chile se ha producido el
apagón cultural", esta fue la fórmula oficial. Y es verdad que se produjo el apagón cultural desde
arriba y trataron de cambiar todas las conciencias y en verdad consiguieron mellarlas, entre otras
cosas a través de un medio temible y de un arma fatídica: ¡el miedo! Era imposible que el miedo no
se propagara como ellos lo querían para inmovilizar a la gente, porque había mucho desaparecido de
por medio, mucho perseguido, y naturalmente la gente, mucha gente, millones de personas se
enclaustraron en sí mismas, temiendo por su propia vida, por su trabajo, por su situación. Cuando las
cosas se meten dentro de la conciencia, son procesos de largo aliento, que demoran tiempo en
superarse.
En medio de esto existió un número apreciable de chilenos que luchó por la libertad de la
manera más decidida, poniendo en juego su vida mil veces y a veces perdiéndola, pero la perdían
para que el pueblo ganara la libertad y eso fue también el error de la dictadura.
Eso no era una conciencia absolutamente mayoritaria, aunque la mayoría de Chile votó en
contra de Pinochet en 1988, y eso ya era una cosa importante. Querían terminar con aquello, pero la
mentalidad salió dañada, desde el punto de vista de los valores democráticos y de los valores de la
participación directa de la gente, que entonces se recluyó en sus pequeños círculos, dejó de
intervenir, y esto hay que recuperarlo, porque el miedo aún existe.
Ayer, Sola Sierra, entrevistada por la televisión decía, "esto es un paso adelante, esto es un
triunfo" y nosotros sentimos que cuando se hace justicia, en el caso Letelier, de alguna manera se
hace un poquito de justicia en el caso de nuestros seres queridos que han desaparecido, es una
victoria de todos, pero es una victoria y es un camino muy largo, por lo tanto, hay que perseverar. La
lucha es absolutamente necesaria.
Yo creo que es muy importante llevar esto a la universidad. Esta universidad [la UTE-
USACh], fue una universidad brillante como pléyade de grandes creadores estudiantiles. De aquí
salieron los grandes conjuntos, que todavía existen, como Inti - Illimani, aquí trabajó también Víctor
Jara. Estos ejemplos hay que proponerlos.
Se trata de la recomposición, reconquista y recuperación de la conciencia. Pero esto supone
también un gran esfuerzo de parte de aquellos que estén conscientes de esta tarea y que la asuman.
Yo creo que la Fundación Kirberg, que es una fundación académica, en el sentido que representa un
valor universitario fundamental, tiene un sentido social, pero me parece que los alumnos también
tienen la tarea de recuperar la confianza de todos los educandos, de todos sus compañeros, para
proyectarlos en una tarea seria de colaborar a la grandeza de su universidad, su propio desarrollo,
pero también a la reconquista de la democracia en Chile.
Yo tengo confianza en que estamos saliendo de la boca obscura del túnel. Todavía queda
mucho por caminar y estamos repechando una cuesta larga y empinada, pero creo que el camino ha
recomenzado y el problema es ponerle el hombro a la tarea, por lo tanto, hay que saludar a hombres
como Enrique Kirberg, precursores, creadores que nunca descansaron un día y que siempre
proyectaron su trabajo hacia los demás, que se acordaron de los trabajadores, de los alumnos, de la
universidad y no con criterio sectario - porque el sectarismo debe ser completamente extirpado -
sino de plena amplitud para la recuperación de los valores humanos.
PREGUNTA: En el período reformista hubo intelectuales que se opusieron a la Reforma. ¿No cree
Ud. que en el diseño de la política cultural del régimen militar participaron intelectuales?
VOLODIA TEITELBOIM: Yo creo que sí, creo que es un hecho, todos los regímenes tienen sus
intelectuales. No hay gobierno, no hay sistema que no cuente con ellos. Son diseñadores de
proyectos, aunque a veces reciban la orientación principal de quienes dirigen auténticamente. Pero es
evidente que la dictadura tuvo sus intelectuales. Los tuvo el día 11 de septiembre cuando algún
escritor se instaló en la sala del Ministerio de Defensa a redactar los bandos, porque él sabía redactar.
Hubo intelectuales en muchos aspectos y toda esta planificación económica y la planificación
política, la redacción de la constitución del 80, todo eso lo hicieron intelectuales, intelectuales al
servicio de la dictadura, por lo tanto, yo no creo que los intelectuales sean sólo intelectuales de
avanzada.
El que cumple con el deber humanista fundamental, que también supone la responsabilidad
del intelectual, es aquel que, con amplitud, con grandeza, sin sectarismo, con ventanas abiertas al
conocimiento, pero también con una noción de respeto por el ser humano, trabaja por el ser humano
y no por su destrucción, ni tampoco por el aniquilamiento de los derechos de la gente, del pueblo.
El manifiesto sedicioso que ayer ha expresado a través de la televisión Manuel Contreras,
responde también a ciertas ideas de ellos, justificando esto de cualquier manera y hay gente que,
frente a esto, calla y que incluso trata de colaborar. Nosotros creemos que hay que denunciar esto,
que hay que rechazarlo, porque se empieza con un discurso, se empieza con palabras, pero se termina
con miles de desaparecidos.
FERNANDO CASTILLO: Yo viví, durante muchos años, un sueño que tuvo un despertar
tremendamente patético. Lo veo tan lejano a las actividades que hoy desarrollo, mi memoria es tan
frágil, viví tan plenamente momentos tan históricos para Chile, que no sabría qué actitud tener para
explicar la Reforma de la Universidad Católica por mi propia voz. Pero, he querido venir de todas
maneras porque, si entre esos tengo recuerdos hermosos, son del rector Kirberg, con su joven
elegancia espiritual, su elegancia en el vestir, su rigurosidad en la palabra, su tratar de penetrar en la
verdad. Me quedaron muy grabados y por eso mi presencia aquí es como un testimonio de mi
admiración por él. También de admiración por esta universidad [la UTE - USACh], que yo contribuí
a construir físicamente - ya que fui su arquitecto - pero no espiritualmente. Quisiera saludar a su
actual rector [Eduardo Morales], quien tuvo un papel tan importante como representante de los
funcionarios en la Reforma de la Universidad Católica.
Yo pienso que las universidades están viviendo un momento que no va a perdurar, una
especie de gran silencio. Tal vez ésta sea la universidad menos silenciosa, pero no creo que haya un
joven en Chile que no esté pendiente de su futuro y de lo que ha de acontecer aquí. Así creo que este
Simposio tiene ese tremendo valor, tratar de retrotraer la historia, llevarla atrás, para mirar sobre qué
cimientos podemos construir un futuro para nuestra juventud. Yo creo que los 20 años de dictadura
fueron un tremendo mazazo en la capacidad de la juventud organizada, para expresar sus anhelos,
para expresar sus vocaciones.
Los años de la Reforma Universitaria tuvieron esa maravillosa razón de ser, el que la
juventud fue capaz de vaciarse, los menos jóvenes recibieron sus mensajes, entendimos lo creadora
que es la juventud y la capacidad que tendríamos de encauzar el quehacer universitario, atendiendo a
esos anhelos, a esos sueños de los jóvenes que no les bastaba con formarse profesionalmente sino
que sentían la fuerza y la trascendencia y la responsabilidad que tenían por pertenecer a esta elite
intelectual de la universidad, hacerse cargo de la patria como su conjunto, liberar a su pueblo, tratar
de engrandecer la inteligencia de todos a través de poner inmersa en la sociedad a la universidad.
PREGUNTA: Ud. fue elegido rector de la UC en 1967 por un claustro de representantes. ¿Operó en
algún momento en la UC un claustro pleno en la elección de rector?
FERNANDO CASTILLO: Sí. La segunda vez, en 1969, fui elegido por la comunidad entera.
Todos los estudiantes votaron, no sólo los representantes, todos los profesores, pero, con una
ponderación, por cierto. Era voto acumulativo, los estudiantes representaban el 25% de la votación
total, los profesores un 70%, el Episcopado y los administrativos tenían una pequeña cuota.
OBSERVACION: Una cosa que ahora me sorprende es el desconocimiento que había en cada
universidad respecto de los demás procesos reformistas. Escuchando su intervención, reparo en que
las Reformas fueron muy similares, a pesar de que entonces no lo supiéramos.
FERNANDO CASTILLO: Yo creo que eran muy similares. Desde luego, existía el Consejo de
Rectores donde organizamos una labor importante en conjugar acciones y postular a integrarse a
todas las universidades en un sólo gran proceso. Yo creo que eso se dio con mucha fuerza. El rector
aquí presente, Edgardo Enríquez, tendrá que tener recuerdos de sus viajes de Concepción a Santiago,
más de una vez al mes, donde realmente trabajábamos.
PREGUNTA: ¿Cómo tomó el Vaticano el proceso de Reforma y, más tarde, el hecho de que Ud.
fuera cesado en su cargo de rector?
FERNANDO CASTILLO: Yo creo que la Iglesia, el Vaticano, reaccionó ante la Reforma
estudiantil inicialmente con malos ojos, porque el prorrector era un Obispo, pero entendió muy
claramente que había cuestiones de fondo que cambiar en la universidad y aceptó que el Cardenal
Silva fuese el dialogante con los estudiantes y le dio plenitud de atribuciones. De esa manera yo
llegué a ser prorrector confirmado por la Santa Sede y después elegido rector, también confirmado
por la Santa Sede. Fui a Roma en una ocasión, estuve con el Santo Padre [Paulo VI] y estaba
entusiasmado con lo que estábamos haciendo. Creo que el Papa tuvo una fuerte influencia. Asumió
que la universidad debiera seguir el proceso político del país. La Iglesia no se declaró en rebeldía
ante el régimen imperante, cosa que hubiese sido casi imposible de pretender.
PREGUNTA: ¿Por qué no hubo energía suficiente para transformar la universidad en liberadora?
¿Fue una limitación cultural o política?
FERNANDO CASTILLO: Todos los grandes procesos son culturales, y creo que la universidad,
todo el conjunto de las universidades hubiese planteado una actitud liberadora para el pueblo. De
hecho, yo creo que todas lo hicieron. La Universidad de Concepción, evidentemente la Universidad
Técnica del Estado, pero yo creo que el país no estaba capacitado para construir eso en un clima de
paz, de entendimiento, de transformación voluntaria. El pueblo no tenía la conciencia de eso y los
que gobernaban no tenían tampoco la voluntad de un cambio de ese tipo porque el país mismo no
estaba preparado. Desde luego, los procesos militares que llegaron a América, fueron porque lo que
se logró hacer hasta ese momento fue para ellos inaceptable. Si hubiésemos trabajado más
abiertamente en eso, el golpe habría sido antes y tal vez más sangriento.
EDGARDO ENRIQUEZ: Quiero adherirme a lo que se ha dicho aquí sobre lo que fue el
cogobierno estudiantil. Nosotros en Concepción tuvimos en el Consejo Superior y en todos los
consejos de las distintas escuelas, un 25% de representación estudiantil y el resultado fue muy bueno
¡muy bueno! Ahí teníamos gente de todos los partidos, dominaba un poco la izquierda por supuesto,
y entre la izquierda estaba el MIR. Aunque mis hijos eran fundadores y dirigentes del MIR, no es que
me hicieran oposición a mí, sino que estaban todo el tiempo haciendo mayores exigencias y no
podíamos acceder a todo lo que ellos pedían.
Quiero confirmar algo dicho previamente, que las universidades eran gratuitas. Efectivamente
los alumnos no pagaban, pero quiero insistir en este punto: los alumnos recibían ayuda económica.
La Universidad de Concepción, cuando la recibí como rector, en enero del año 69, tenía 4.600
alumnos y 460 alumnos becados; las becas eran muy pobres. Cuando me he alejado, 4 años después,
tenía 17.200 alumnos y 4.600 alumnos becados, y otros con ayuda económica en forma de
ayudantías, trabajo en la universidad, etc. Sumaban entonces más de 5.700 alumnos con ayuda
económica de la universidad. Es más, el 48% de nuestros estudiantes pertenecía a familias de
modestos recursos, que no alcanzaba la entrada familiar a llegar a 3 sueldos vitales. No sólo no se
pagaba, sino que los alumnos más necesitados recibían ayuda, apoyo económico.
PREGUNTA: Se habla de crisis de la universidad chilena. ¿Qué opinas de la situación actual de las
universidades estatales?
LUIS CIFUENTES: Tal como se dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen - y creo
que lamentablemente es así -, también los países tienen las universidades que se merecen. Ningún
partido político chileno ha colocado jamás el acento en la universidad, a pesar de la enorme
trascendencia que, se ha demostrado, tiene tanto lo que ella hace como lo que ella no hace. Existe
una especie de complejo universitario, una tendencia a pensar que el tema es para una minoría, que
es elitista. Se prefiere hablar de vivienda, de salud, de educación básica, de infraestructura, pero la
calidad de la universidad va a determinar en gran medida la calidad de la vivienda, de la salud, de la
educación básica y de la infraestructura de aquí a veinte o treinta años. La universidad es postergada
como tema porque no se le asigna la importancia social y la proyección a futuro que ella tiene.
La situación de las universidades estatales chilenas es particularmente crítica. Ellas se
encuentran en caída libre y si continúa la rutina actual, desaparecerán en el mediano plazo. Esto es,
en primer lugar, un resultado de la política de la dictadura, que tuvo como propósito central la
degradación de las universidades del Estado; en segundo lugar, es consecuencia de la complacencia
de los gobiernos de la Concertación, que se han negado a reconocer la crisis; en tercer lugar, es
producto de la inacción de las comunidades universitarias, que han dejado de pensar colectivamente.
Chile tiene que decidir qué universidades quiere y qué universidades estatales quiere. Y debe
también decidir cuánto está dispuesto a gastar en ellas. Debe construirse un compromiso mutuo. Las
universidades deben comprometerse con la excelencia académica, la no discriminación, la
participación, la eficiencia, la equidad y la transparencia en la gestión. El país debe comprometerse a
dar a las universidades estatales un financiamiento adecuado, garantizar la equidad en el acceso por
medio de arancel diferenciado y de becas integrales para los jóvenes de menores recursos; debe
también respetar la autonomía de las universidades, impidiendo que ellas sean sometidas a presiones
ideológicas ni a los intereses de grupos financieros o doctrinarios.
A las universidades estatales les corresponde pensar al Chile del futuro, adelantándose a
acontecimientos que el mercado es incapaz de prever en su real trascendencia; les cabe también
convertirse en el lugar geométrico nacional de la diversidad cultural, de la reflexión crítica y del
debate libre, convocando a toda la ciudadanía. Es necesario que se expresen en la universidad los
intereses de la sociedad civil y las necesidades de un futuro posible y sustentable para Chile. Se
necesita una nueva Reforma de la universidad estatal, una Reforma para hoy, no un imposible
retorno al pasado.
PREGUNTA: En el período reformista los estudiantes de la UC tenían que vérselas con el rector
Alfredo Silva Santiago y los estudiantes de la UTE, con don Horacio Aravena Andaúr. Pero ocurría
que, cada vez que íbamos a hablar con el rector Aravena, salíamos impresionados por su vasta
cultura y sus habilidades personales. Resultaba difícil mirarlo como "el enemigo", hasta el punto que
le propusimos que él encabezara el proceso reformista, pero se negó. ¿Les pasaba a Uds. algo
parecido en la Católica?
MIGUEL ANGEL SOLAR: No. Era distinto. Aquí no había ninguna duda de que era un hombre
muy antiguo, un hombre del medioevo, siendo una persona que hizo crecer mucho a la universidad
en términos físicos. Hay una foto de él en Temuco, en la casa de Ejercicios del Obispado, en que no
solamente está con capa, sino con estola de armiño, antes de irse a la Católica. No, no corrimos
nunca ese riesgo porque era un hombre de otra época; esa fue una ventaja, una ventaja inmensa.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Si tú me preguntas qué haría yo, por ejemplo, con el Consejo
Universitario de la Universidad de la Frontera y con su rectoría. Yo esa estructura la disminuiría
inmensamente en su capacidad de decisión. Me explico: hoy día las unidades básicas de producción
académica son departamentales, son 3 o 4 docentes que se juntan, trabajan juntos y producen algo en
el terreno de la investigación, la docencia y la extensión. Creo que el elemento clave del poder está
ahí, y yo quisiera que estuviese ahí. Yo quisiera, y lo estoy logrando en la Universidad de la Frontera,
que la plata, para decirlo en términos crudos, se maneje ahí. Yo tengo centros de costo y soy capaz ya
de administrar recursos financieros directamente de mi mano. Esa es la estructura básica, las otras
estructuras, llámese departamento, llámese facultad o llámese Consejo Universitario, a mi modo de
ver son estructuras de coordinación de estas unidades básicas, que son las unidades productoras.
Hoy día hay un gran centralismo en la universidad, se le entrega a la rectoría y a los Consejos
Universitarios la capacidad de decisión, ineficiente, injusta y además altamente peligrosa. Llevado el
poder básico de la admisión, del curriculum, de la inscripción de los estudiantes, del diseño de las
investigaciones, del manejo financiero, y con todo lo administrativo que involucra, a estos centros de
comando de la universidad, diría que la base de la participación estudiantil debiera estar ahí. Ellos
son los que producen el pan. Y es a esa unidad que los estudiantes pueden decir: "eso no lo compro",
"eso es malo, está mal hecho", "me prometieron esto y no me cumplieron", "el profesor no llegó", "la
investigación no se hizo", "no tengo el apoyo necesario", "no hay la biblioteca que me dijeron que
aquí iba a tener", etc.
Por eso que mi respuesta tiene esa complicación, pero me es pensable una universidad en que
una serie de autoridades, por encima de estas unidades productoras, tuvieran papeles muy lábiles,
muy frágiles y muy evanescentes. No veo estructuras centralizadas de alto poder. En la unidad que yo
trabajo, lo digo francamente, aunque suene pretencioso, nunca nadie me ha ayudado a nada. Hoy día
el problema universitario en el ámbito de la investigación y la docencia, ya no es un problema de
importar cosas, como era cuando yo me crié como estudiante. El problema de la ciencia y la
tecnología era básicamente traer cosas de afuera. Hoy día los problemas que tenemos en todos los
ámbitos son problemas de innovación. Nosotros tenemos que crear tecnología, lo que implica
realmente armar diseños propios. Entonces esta estructura en que alguien llegaba aquí como
instructor y subía a profesor asociado, asistente, y después jefe de departamento, cuando había
departamentos, o jefe de cátedra cuando eran cátedras, entonces había un "arriba", hoy día yo creo
que el arriba es cada vez más débil.
En el Consejo en que yo participo, participan dos estudiantes. Veo que expresan algunas
opiniones sobre elementos críticos, como el arancel, algunos problemas que tienen que ver con
elementos curriculares, muy poquitos, porque para hablar del curriculum hay que hablar a nivel de
clases, tienen que hablar los 40 estudiantes del curso sobre el curriculum para realmente constituir
una opinión que tenga cierto peso contra la tradición, muy consolidada, muy conservadora en el
curriculum. Los veo participando en eso, no tengo ningún problema en que participen, me gusta, pero
los veo perdidos, esa es mi impresión.
Creo que hay una competencia total entre universidades hoy día. Yo soy el que más defiendo
los intereses estudiantiles en el Consejo Universitario, pero no por haber sido dirigente estudiantil,
sino porque si no defiendo los intereses estudiantiles, se va a cerrar la Universidad de la Frontera y
ya se está cerrando. Hay carreras que se están cerrando, porque son malas, porque la gente prefiere
cosas privadas. Sí la pública no es buena, y sí yo pudiera, a mi hija que estudia psicología en la U. de
la Frontera, la mandaría a estudiar a la Diego Portales, lo digo francamente. Defiendo a los
estudiantes por problemas de gestión y creo que los grandes defensores de los intereses estudiantiles
deben ser los docentes, proponer la participación estudiantil en todos los niveles necesarios, si no, no
vamos a tener estudiantes. La cuestión tiene esa complejidad. Este es un diálogo entre estudiantes y
profesores, y yo he dicho lo mío. Que los estudiantes digan lo suyo. Yo no les fui a preguntar a los
profesores cómo debían participar los estudiantes cuando yo era estudiante.
PREGUNTA: No entiendo cómo las personas que participaron de la Reforma de los 60 rechacen los
principios que ellos mismos fueron capaces de implementar e impulsar en la universidad.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Estoy opinando como profesor, sería demagógico que lo hiciera como
estudiante, porque no soy estudiante. Cuando yo participé como estudiante, opiné como estudiante y
cuando opiné como estudiante, si tú vas a la historia, nosotros nunca pedimos participación
permanente. Por una vez pedimos, curiosamente, y la historia lo dice así. No quiero discutir que, a lo
mejor, deberíamos pedir siempre, y a lo mejor hay que pedir siempre.
Si tú me llevas al extremo no sé si hay que tener rector, así es que no sé si hay que participar
en la elección del rector. Y yo soy partidario de que no hubiese dos candidatos a rector en la
Universidad de la Frontera para no fortalecer cargos de rector, para decirlo así derechamente, no sé.
Es más complicado que una respuesta sí o no. No es un problema de la participación estudiantil.
Nosotros la elaboramos en ese tiempo para cambiar a ese rector.
Si tú me preguntas hoy día si yo, como estudiante, estaría empeñado en participar en el
Consejo Universitario, te contesto que trataría de no estar. Francamente, creo que es una pérdida de
tiempo, y si yo quisiera participar como estudiante, si me pongo la camiseta de estudiante o si veo lo
que hacen mis hijas, que son estudiantes universitarias, interesa que ellos participen en el diseño del
curriculum y, si a partir de ese diseño hay que ir al Consejo Universitario, que lo hagan. Yo no
quiero que pierdan el tiempo mis hijas. Como padre, no quiero que se metan en lugares en que no
van a poder intervenir realmente en las decisiones.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Porque yo no las veo intervenir en este momento. Por alguna razón
que los estudiantes me tienen que explicar, los estudiantes no están interviniendo en forma donde
participan o porque están dedicados a sus estudios o porque se requiere mucho tiempo, porque eran
federaciones poderosas en tiempos de la Reforma, en torno a esas federaciones había 500 personas
trabajando todos los días del año.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Yo creo que este diálogo es bueno porque tiene que ser así. Si a mí los
estudiantes me plantean eso, y lo plantean y lo quieren ejercer, yo no le veo problema. Yo, como
padre de estudiantes, les estoy pidiendo a mis hijas que por favor cambien a ese profesor, que por
favor cambien ese curriculum, que por favor peleemos. Yo soy parte de los que compran la
universidad también, así es que yo participo. La modalidad precisa, no sé cómo será en cada lugar, y
donde veo participación estudiantil, en un Consejo Universitario, por alguna razón que no entiendo,
esa participación no tiene la eficacia que podría tener, porque no hay una masa estudiantil organizada
capaz de hacer uso de ese espacio, a lo mejor hay que formarla de nuevo. No sé cómo es el caso
tampoco de la USACh.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Yo concuerdo con todo eso, pero para mí hoy día la universidad es mi
unidad académica, y en mi unidad académica, en esta unidad de 4 ó 5 profesores que ya mencioné,
participa la secretaria, participa naturalmente el administrador, el contador, discutimos con la
persona que está en la atención de los bienes y servicios de la unidad. Con los estudiantes discutimos
el curriculum, los docentes discutimos entre nosotros todo, en un pie de igualdad, o sea, ese esquema
que usted me mantiene de comunidad universitaria yo lo manejo en el terreno micro, no sé si el
macro sirve. Es lo que yo quiero como profesor y mis estudiantes quieren eso, esa es mi experiencia
personal.
MIGUEL ANGEL SOLAR: Mi posición es que la Reforma fue exitosa, pero no nos hemos dado
cuenta que fue exitosa. Los dolores de la restauración nos impiden ver los éxitos que tuvimos - y yo
no digo el comunismo, pero podríamos decir el socialismo comunitario, u otros términos - tenemos
mucho más socialismo comunitario de lo que eran las posturas de los tiempos. Hoy día uso el
término sociedad familiar comunitaria, modo de producción familiar comunitario, que es el
mapuche. Ninguna autoridad universitaria le dice nada significativo a ninguna unidad académica.
Esa es mi impresión en este minuto, nada. Incluso creo que le estamos pagando mucho a la autoridad
universitaria yo empezaría por rebajarlo, producto de acuerdos. Lo digo francamente porque no
hacen nada por el elemento productor.
El centralismo al interior de la universidad es inmenso y posiblemente el gran problema de
las universidades estatales es que tienen mucha más burocracia que las universidades privadas. Se
supone que nos van a dar consejo en puntos que no pueden aconsejar. Si ni siquiera nosotros
sabemos qué vamos a hacer el próximo año porque estamos avanzando todos los días en materias
que no se conocen.
Yo creo que en este minuto el gran acento que hay que poner en la participación estudiantil,
está a nivel de la unidad académica, del curriculum. Es el gran acento, hay que empezar a evaluar a
ese nivel, y creo que los estudiantes deben ser capaces de definir el curriculum como grupo y como
estudiantes, y ellos que son personas que saben comprar, sabrán que cuando entran al supermercado
de la educación superior es como entrar al supermercado de fulano de tal, qué combinación de bienes
van a comprar para hacer las cosas y si van a ser capaces de aconsejar.
Obviamente que se van a producir también asociaciones entre unidades académicas. A mí no
me sirve enseñar medicina general, o enseñar gestión si no me asocio con determinada psicología,
política, antropología, economía, etc. Hoy no sirve la formación parcializada, yo he sido médico
general durante 20 años, yo veo todos los pacientes, de chico a viejo, de embarazadas a locos. Creo
que las modalidades de interacción son muy variadas. Es diferente la intervención en Concepción
que aquí en Santiago, diferente en Temuco, etc. No es lo mismo integrar en una parte que en otra, y
por eso dije que, comparado con la última vez que me invitaron a contar este cuento, yo me siento
mucho más cálido aquí, me siento en un debate que hay que seguir, pero aquella vez terminé de
hablar y hubo un frío, unos aplausos así de ocasión, porque dije - y lo digo francamente - que difiero
del estado de ánimo de pensar que hoy día estamos peor que antes. No veo que haya nada que
reconstruir del pasado. Tenemos que avanzar mucho más adelante, a partir de desarrollar el pasado,
pero ¿volver a un pasado? No. Hoy día nuestros hijos son mejores que nosotros.
CONCLUSIONES TENTATIVAS.
Excelentísimo Sr. Rector, Monseñor Alfredo Silva Santiago; Honorable Consejo Superior;
Sr. Presidente de la Federación de Trabajadores de la Universidad Católica; Sres. Presidentes de
Centro; compañeras y compañeros estudiantes, y muy en especial, amigas y amigos que hoy entran a
la universidad:
Hoy se inaugura el Año Académico, y con ello comienza oficialmente otra etapa de la
universidad. Año plagado de esperanzas, de propósitos y de temores ante lo que se avecina, pero hoy
también recibimos con regocijo la llegada de nuevos integrantes que ingresan a los primeros años de
la universidad.
Como Presidente de la Federación de Estudiantes, máxima expresión de la comunidad
estudiantil, debo expresarles la alegría por la llegada de sangre nueva a los viejos patios de la
Universidad Católica. La comunidad estudiantil, esa unidad, ese ser colectivo, ese resumen
personalizante de 6.000 estudiantes de esta universidad, hombres y mujeres jóvenes que pertenecen a
un mismo tiempo, viven en similar circunstancia y tienen comunes aspiraciones, ve ingresar en su
seno a una nueva generación.
Compañero de primer año, al acceder a la comunidad estudiantil no lo haces a algo que hoy
día recién comienza, sino a una entidad que es tan vieja como la vieja universidad, que tiene sus
tradiciones, su historia, sus defectos, sus virtudes, sus triunfos y sus instituciones, siendo la máxima
de ellas la Federación de Estudiantes. Es una comunidad que canta en los Festivales de la Canción,
que realiza su aporte a Chile en los Trabajos de Verano, que discute posiciones en las Convenciones
de Estudiantes, que se alegra y comunica su alegría a la ciudad en las Semanas universitarias, en
síntesis, una comunidad estudiantil que es el receptáculo donde toman su expresión colectiva las
aspiraciones de cada universitario. Hoy al ingresar a ella, te haces partícipe de su pasado, pero más
que nada te haces responsable de su porvenir, porque a ti especialmente te pertenece. En el nombre
de todos los estudiantes de esta universidad te hago llegar, compañero de primer año, el saludo más
fraterno y la invitación más ferviente a que dentro de ella cumplas el papel que todos esperamos.
Hoy la universidad toda se ha reunido en este Gimnasio para reflexionar acerca de su futuro.
El Excelentísimo Sr. Rector lo ha hecho en nombre de la Dirección de la universidad, los estudiantes
- como es tradicional - debemos decir también una palabra en esta ocasión, y lo haremos con la plena
libertad de espíritu que la vida universitaria nos concede y con el único afán de buscar el bien de la
universidad. Nunca hemos creído - y nuestra trayectoria así lo ha demostrado - que el bien de la
universidad requiere la concordancia de los diferentes sectores de ella, sino que muchas veces, y los
tiempos en que vivimos así lo necesitan, es imprescindible plantear las discrepancias, sin desconocer
los elementos positivos. Destruir lo que nosotros creemos que es maleza, para que una vez quemada
la cizaña el trigo nazca con toda su vitalidad.
Desde hace mucho tiempo la Federación de Estudiantes viene planteándose el problema de la
universidad, preocupación que ha tomado, como nombre genérico, la Reforma Universitaria. Hace
siete años la preocupación se manifestaba por la denuncia un poco romántica de los males que ella
padecía. Años posteriores vieron a los estudiantes preocupados de formular planteamientos concretos
tendientes a resolver lo que habían denunciado y, dentro de ese camino, la participación estudiantil
en todos los niveles y en especial en el Consejo Superior, fue el instrumento necesario. En esta
ocasión, debemos recapitular los elementos del pasado y plantear claramente las condiciones para el
porvenir.
Años de reflexión han permitido a los estudiantes formular una tesis por muchos compartida,
esto es, que nuestra universidad vive una crisis integral. Crisis que se manifiesta en tres aspectos:
En primer lugar, insuficiente desarrollo de su misión esencial, es decir en aquello que
trasciende "el aquí y el ahora" y que es propio de la universidad medieval y de la moderna. Ser una
comunidad de maestros y discípulos en búsqueda de la verdad, el bien y la belleza.
Desgraciadamente la dimensión comunitaria de la universidad no existe. Los diversos sectores de
ella - profesores, Dirección, alumnos, trabajadores - llevan una vida aislada. Nuestros profesores, en
general de gran calidad, como grupo se han caracterizado por su desorganización y falta de
participación en las decisiones y en las responsabilidades universitarias que por su naturaleza les
corresponden. Hemos percibido en este aspecto signos de renovación, que muestran la preocupación
del profesorado joven de la universidad por comenzar a participar en la vida académica en una forma
más plena.
Los trabajadores de la universidad, hoy día organizados en una Federación, deben también
tomar su papel específico. Los propósitos que ellos han demostrado en el sentido de participar en los
organismos de decisión administrativa, son plenamente compartidos por los estudiantes; ello será un
elemento importante para impedir que las relaciones con los trabajadores tomen un cariz de capital a
obrero. El papel de los estudiantes y de la Dirección de la universidad - relativo a la dimensión
comunitaria de ella - será cuestión de análisis posterior.
Dentro del incumplimiento de su misión esencial, otra manifestación es el insuficiente
desarrollo de la investigación científica, y, por ende, la carencia de cuadros científicos. No queremos
con esto desconocer los esfuerzos aislados de algunas Facultades y decanos, pero es indiscutible que
ello no ha contado con el respaldo necesario de parte de la autoridad universitaria. Esta apreciación
es la misma que todo hombre de ciencia de esta universidad hace sobre este problema.
Finalmente, otra manifestación de este aspecto de la crisis de la universidad es la carencia de
una formación integral para el universitario, porque sólo recibe el punto de vista especializado de
cada Facultad y no se le proporciona una visión integradora del hombre y de su mundo que le
permita coger los problemas que hoy día enfrenta, con una dimensión humanística. La falta de un
foco de ciencias antropológicas dentro de la universidad, o de la falta de irradiación de los reducidos
focos que hoy día existen, agudiza aún más este problema.
En segundo término, la crisis de la universidad se ha manifestado por su incapacidad para
responder el momento histórico. Cada época requiere una comunicación con la circunstancia
concreta que lo rodea. Si de ella se careciera, la elaboración cultural que la universidad realiza,
perdería vitalidad y se deshumanizaría. La universidad debe ser la institución social capaz de
cristalizar intelectualmente el vivir de su pueblo.
Nadie puede olvidar las circunstancias sociales que hoy día vive Chile. Circunstancias
posibles de definir por el afán incontenible de los hombres postergados para derribar las
"disparidades hirientes, no solamente en el goce de los bienes, sino todavía más en el ejercicio del
poder", como ha dicho Paulo VI, quien además agrega "mientras que en algunas regiones una
oligarquía goza de una civilización refinada, el resto de la población, pobre y dispersa, está privada
de todas las iniciativas personales y de responsabilidad, y aún muchas veces incluso viviendo en
condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana". Son las palabras de Roma las
mejores para señalar la situación que hoy día nuestro país vive. A ello la universidad no puede
aparecer dándole la espalda, sino que, muy por el contrario, encarnándose en su tiempo. Es un hecho
que esta universidad vive ausente de esa preocupación. Sólo podríamos mencionar, para ser justos,
las realizaciones aisladas de algunos profesores y las actividades de acción sociales de los alumnos.
Algunos argumentan en contra de esta exigencia, diciendo "la universidad no puede
transformarse en un servicio de la Administración Pública, para ello está el Estado". Los que así
hablan no han entendido la naturaleza del requerimiento histórico. No han sido capaces de percibir
que lo único que se le pide a la universidad es que, reflexionando en su silencio, sea capaz de ser
verdadera universidad, y al mismo tiempo históricamente situada y no ajena a su país. Ello requiere
imaginación, experimentación, y, sobre todo, una autoridad que sepa conducir los impulsos ya hoy
día existentes. Los que han tenido oportunidad de vivir los Trabajos de Verano, han podido auscultar
que en ellos se da una forma quizá rudimentaria del ansiado propósito de tener una universidad que
viva inserta en su pueblo.
El último elemento de la crisis de la Universidad Católica se puede señalar paradojalmente en
lo "católico". Creemos firmemente en la compatibilidad de lo católico y de lo universitario, porque
creemos que en la plenitud de lo humano se encuentra el cristiano. Porque al final de la historia no
está el término, sino la parusía. Esta convicción debe concretarse en los momentos actuales en una
modalidad de universidad que en cierta forma prefigure la meta que sostenemos. Queremos una
universidad en que lo católico se exprese fundamentalmente por la elaboración de una antropología
cristiana merced a un diálogo incesante e integral entre la ciencia y la fe, entre la filosofía, las
ciencias naturales y la teología. La carencia de una Facultad de Teología con una presencia activa en
el resto de la universidad impide que el diálogo creador entre la verdad revelada y las ciencias del
hombre se produzca. Sólo nos resta señalar que la única actividad que tiende a este objetivo, los
cursos de cultura católica, son en gran medida insuficientes.
Hemos analizado a grandes rasgos los elementos que configuran la crisis integral de la
Universidad Católica, muchos podrán sentirse tentados a escandalizarse por la insistencia de los
alumnos en la denuncia de los males, pero creemos que nuestro papel es justamente insistir
abiertamente en aquello que otros sólo mencionan en los pasillos, o lo aceptan con cierto fatalismo.
Nos parece que no hay ninguna novedad en lo dicho. Que ello ha sido múltiples veces repetido, y que
los universitarios ya están cansados de escucharlo, y el anhelo de esta ocasión es visualizar un
camino de superación definitivo. La esperanza se ha convertido en frustración en el espíritu de
alumnos y profesores, y ya todos miran con cierto recelo a aquellos que prometen cambios en la
universidad.
Sin embargo, para ser justos, no debemos callar los hechos positivos y elementos promisorios
que se han producido en la universidad. Así podemos mencionar como la reorganización
administrativa ha sido un paso importante para la vida académica. El crecimiento sustancial de la
universidad - medible en presupuesto, profesores y alumnado - aunque se ha realizado en forma
inorgánica, significa un esfuerzo que se debe valorar. El enfrentamiento reciente - merced en parte a
la actuación del Centro de Alumnos - de la situación de Pedagógico, mediante la normalización de la
autoridad académica, el aumento presupuestario, la contratación de profesores, es otro elemento que
se debe señalar. Finalmente, el comienzo de una planificación académica y el nombramiento del
decano de la Facultad de Agronomía, nos parecen hechos positivos. Pecaríamos de mediocridad si
nos sintiéramos satisfechos con estas realizaciones, son demasiado grandes y urgentes las exigencias
como para adormecernos y no seguir luchando.
Enfrentados a la necesidad de resucitar la mística y el entusiasmo en alumnos y profesores
para cambiar la universidad, es necesario descubrir aquello que impide la rápida transformación. Por
todos lados uno observa la preocupación y el deseo de enfrentar los males y buscar soluciones. Hay
una tremenda energía entre los profesores y alumnos que no ha sido actualizada. El Sr. Rector ha
podido observar concretamente esa aserción cuando el lunes pasado recorría la exposición realizada
por el Centro de Alumnos de la Escuela de Arquitectura llamada "El rostro de la universidad", o en
la movilización de estudiantes para los Trabajos Voluntarios en los meses de verano.
Es fácil percibir un consenso general entre profesores y estudiantes de la meta a perseguir.
Avanzar rápidamente hacia una nueva universidad, realmente creadora, formadora de hombres
verdaderamente cultos, auténticamente comunitaria, propiamente católica, e íntimamente ligada al
desarrollo del país. Cuando existe el propósito y la energía suficiente como para llevarlo a cabo, sólo
se requiere de la transformación sea encabezada por hombres de vocación universitaria verdadera,
claramente representativos y conscientes de la urgencia del cambio. En síntesis, es necesaria una
autoridad que sea capaz de conducir lo que ya está dispuesto. Sin esta condición, muy poco se puede
hacer.
A través del transcurso de mis palabras hemos analizado una realidad, señalado un propósito
y afirmado una exigencia. Exigencia de contar con una autoridad adecuada para el cumplimiento del
propósito. Debemos en esta hora, responsable y serenamente, analizar cómo es la autoridad de la
Universidad Católica.
El Consejo Superior, presidido por el Sr. Rector, se puede señalar como el cuerpo
jurídicamente establecido para conducir la vida académica de la universidad. Es de todos conocida la
opinión de los alumnos con respecto a dicho Consejo. Sintetizando, tendríamos que decir que no
cumple ninguna función de mando y que se limita a tratar temas intrascendentes, e incluso ésos los
resuelve en forma poco seria. Lo hemos dicho en las paredes de la universidad, no sería honesto
callarlo en esta ocasión. El Sr. Rector y los Honorables Consejeros muy bien saben la periodicidad
con que se reúne este Consejo, la falta total de antecedentes con que cuenta para tomar decisiones y
la importancia que el resto de la universidad le concede. En resumen, éste no es otra cosa que una
superestructura sin ninguna capacidad real de decisión y en la cual, por ende, la participación
estudiantil pierde toda consistencia y eficacia.
Las diversas Facultades están conscientes - y esto lo decimos porque se lo hemos escuchado -
que las decisiones importantes se toman en otros niveles creando con ello una situación inorgánica
que conduce a la frustración de algunos y al excesivo poder para otros. Ningún decano que tenga
intenciones de dar curso a un proyecto importante recurre al Consejo Superior y para él sólo se deja
aquello intrascendente con el objeto de conservar la formalidad.
La situación anormal existente para la toma de decisiones hace posible que vastos sectores -
entre los cuales se encuentra el profesorado joven de la universidad, algunas Facultades e Institutos,
y en general hombres genuinamente universitarios - se marginan de la responsabilidad, que por su
misma naturaleza les cabe dentro del contexto de la universidad. La falta de una institucionalidad
para ejercer el poder hace posible que factores extra universitarios, especialmente los políticos de
cualquier tendencia, sean elementos decisivos para la conducción de la universidad. La universidad
sabe que funciona a pesar del Consejo Superior, y tolera esa situación, algunos debido a la inercia o
impotencia y otros debido a que les es favorable.
La falta de representatividad de la autoridad universitaria ha sido enfrentada por los
estudiantes a través de la FEUC, mediante una lucha por cambiar la estructura de poder de la
universidad permitiendo que la autoridad sea generada democráticamente. El proyecto no ha sido
impugnado por nadie y aceptado en la forma por todos, pero los 20 meses de tramitación y la
incertidumbre han desilusionado a los estudiantes de la eficacia del método y de la real disposición
del Consejo Superior para aprobarlo.
La conducta de los alumnos es consecuente con la situación descrita. Es así como la
indisciplina, la falta de consideración con la jerarquía, la desobediencia reiterada, son hechos que
mirados en forma absoluta podrían ser negativos, pero que, a la luz de las consideraciones anteriores,
son totalmente explicables y moralmente lícitos.
Nos parece lógico concluir, después de hacer este análisis, que la realidad indica claramente
una crisis de autoridad, crisis por deficiencia de la autoridad, trayendo consigo una pérdida de los
requisitos esenciales para el gobierno, ya que al no ser representativa de la comunidad que dirige, es
incapaz de interpretar sus aspiraciones y de unificar los dinamismos que en ella se dan. Lo anterior
impide a la autoridad garantizar el bien común, esto es, tomando las palabras de Santo Tomás: "el
conjunto de recursos espirituales y materiales necesarios a la comunidad para que pueda vivir y
ofrecer a sus miembros el medio de realizar lo más perfectamente su destino personal".
La crisis de autoridad es para nosotros la causa última de la deficiencia de nuestra
universidad, y aunque su superación no es sinónimo de Nueva universidad, ella es condición
necesaria para indicar el camino. Es por ello que el Comité Ejecutivo que presido postuló en el mes
de noviembre del año recién pasado [1966] que el camino de Reforma universitaria no consistía en la
presentación de proyectos de reformas estructurales al Consejo Superior, sino que simplemente en un
cambio de personas en la Dirección de la universidad.
No quisiera que mis palabras se interpretaran como un ataque a la dignidad de las personas,
ni un desconocimiento de su labor, porque sabemos que muchas de ellas tienen un real espíritu de
servicio y de entrega a la universidad, lo que simplemente hacemos notar es que, debido a las
condiciones descritas, el espíritu de servicio es estéril.
He querido ser extremadamente franco en este día de Inauguración del Año Académico y no
dejar nada sugerido. El diálogo, como dice el Pastor Romano, si no es claro ni se da en la confianza
de que el interlocutor pueda acoger la palabra, no produce frutos, pero "cuando así se conduce se
realiza la unión de la verdad con la caridad y la inteligencia con el amor".
Cuando en el mes de febrero de este año 400 universitarios nos despedíamos de la provincia
de Arauco, había una petición en la boca de los hombres y mujeres de esa lejana región. "No nos
olviden". Y prometimos no hacerlo. Y las palabras que esa noche dijimos en la plaza de Curanilahue,
podemos repetirlas hoy textualmente: "No nos olvidaremos porque vamos a aplicar el espíritu que
en Arauco hemos encontrado a nuestra universidad. Le vamos a exigir que cambie sus viejas
estructuras y los hombres que las sostienen, para que se coloque al servicio de su pueblo, para que
cumpla el mandato de la hora presente y se abra a todos los sectores sociales, que investigue la
realidad de este país y elabore la tecnología, ciencia y cultura que la comunidad nacional le
requiere. Que, en fin, sea la culminación intelectual del vivir de su pueblo, porque allí está su
energía y vitalidad".
Seremos fieles a la palabra empeñada porque es en esta forma como entendemos el mandato
evangélico "ser levadura en la masa y sal en la tierra".
APENDICE II.
NOTA DEL EDITOR: Esta recopilación de datos, aportados en el Simposio, intenta establecer una
secuencia parcial de hechos significativos del período reformista. No se incluyen antecedentes de la
Universidad del Norte, de la Universidad Técnica Federico Santa María ni de la Universidad Austral.
1918
Manifiesto Liminar de Córdoba, movimiento de Reforma Universitaria en Argentina.
1920-1940
Movimientos de Reforma en la Universidad de Chile.
1945-1952
Movimientos de Reforma en la Facultad de Filosofía (con ocupación de locales), en la Facultad de
Arquitectura y en la Facultad de Medicina de la U. de Chile.
1952 - 1960
Debate en torno a ideas reformistas en varias universidades.
1961
25 de mayo: La Federación de Estudiantes de la UTE (FEUT) inicia la campaña por la Reforma de la
UTE con una toma de todos los locales universitarios.
1963
A instancias de la FEUT se realiza Seminario de Reforma Universitaria con participación de
docentes, estudiantes y autoridades.
1964
El profesor Luis Scherz inicia seminarios de Reforma Universitaria en la Universidad Católica de
Valparaíso.
1966
25-29 de junio: Convención de Reforma Universitaria en la U. de Chile.
1967
15 de junio: Toma de la Casa Central de la Universidad Católica de Valparaíso.
Julio: Cientos de estudiantes de las universidades de Santiago (U. de Chile, UTE, UC) viajan a
Valparaíso en apoyo de los estudiantes de la UC de Valparaíso.
21 de agosto: Fin de la toma de la UC de Santiago y renuncia del rector Alfredo Silva Santiago.
Octubre: Elección en claustro de Hernán Ramírez Necochea como decano de la Facultad de Filosofía
y Educación de la U. de Chile, en rebeldía contra Consejo Universitario.
1968
Marzo: Renuncia el rector de la UTE, Horacio Aravena y se convoca a elección democrática de
rector.
16 de abril: Renuncia rector de la UCV y Raúl Allard es designado rector por el arzobispo de
Valparaíso.
1969
Agosto: Enrique Kirberg es reelegido rector de la UTE en claustro pleno de docentes, estudiantes y
funcionarios (65, 25 y 10 % de los votos ponderados respectivamente).
1970
Julio : Congreso de Reforma en la UTE aprueba nueva Ley Orgánica y elige un Consejo Superior
Transitorio.
1971
10 de junio: Edgardo Boeninger es reelegido rector de la U. de Chile en claustro pleno, pero la
izquierda gana mayoría en Consejo Superior.
Agosto: Raúl Allard es reelegido rector de la UCV en claustro pleno de docentes, estudiantes y
funcionarios.
1972
Ante crisis de poder entre la Rectoría y el Consejo Superior, Boeninger renuncia y se llama a
elección de rector de la U. de Chile.
Abril: Boeninger es reelegido por segunda vez y obtiene mayoría en Consejo Superior.
Agosto: Enrique Kirberg es reelegido por segunda vez como rector de la UTE en claustro pleno.
(La nacionalidad del nombrado es chilena a menos que se indique otra cosa. Se indica el cargo o
función en que fue citado.)