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La falsabilidad y el avance de la ciencia: inductivismo y falsacionismo

Reseña: Capítulos 5 y 8 de ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? (Chalmers, Alan. 1999)
Sebastián Rojas Silva
Universidad Nacional de Colombia
Maestría en Estudios Sociales de la Ciencia

Como reacción al inductivismo propuesto desde el Círculo de Viena, que concebía


la ciencia como una actividad intelectual que va desde lo particular hacia lo universal, Karl
Popper propone que, de hecho, la ciencia ha de buscar negaciones ‒o, en términos del
mismo Popper, «falsaciones» ‒ de sus teorías que las pongan a prueba para determinar su
verosimilitud, o, evidentemente, su falsabilidad. Con el propósito de ilustrar
apropiadamente las diferencias entre el inductivismo y el falsacionismo puede considerarse
el siguiente ejemplo, que constituye uno de los más conocidos dentro de la filosofía de la
ciencia: un inductivista que durante su vida ha visto miles de cisnes blancos conjeturaría,
naturalmente, que todos los cisnes son blancos, y podría fácilmente ser víctima de la
esencia de su propio método cuando, eventualmente, vea por primera vez un cisne de otro
color. Es evidente que frente a la concepción inductivista de la ciencia surge una dificultad
infranqueable: no importa cuántos casos particulares estén de acuerdo con una conjetura,
siempre será posible encontrar uno que no lo esté, y que, en consecuencia, tire al suelo toda
la teoría. En el mismo escenario, antes de ir desde lo particular hacia lo universal y afirmar
luego de sus miles de avistamientos de cisnes blancos que todos los cisnes son blancos, un
falsacionista sabría de antemano que la información empírica con la que cuenta en este
escenario particular no es suficiente para su conjetura, pues bastaría un solo cisne de un
color diferente para mostrar que sus supuestos no serían ciertos. Por otra parte, el
infortunado inductivista tendría que observar a todos los cisnes que pudieran existir si
quisiera concluir con seguridad que todos los cisnes son blancos.
Dentro del desarrollo histórico de la ciencia podemos ver que las propuestas del
falsacionismo conducen a la sustitución de una teoría científica por otra que es capaz de
soportar más pruebas de falsación. Si la teoría A no es suficiente para dar respuesta a
determinado cuestionamiento ‒a determinada prueba de falsación‒, pero la teoría B explica
satisfactoriamente todo lo que A respondía previamente y, además, supera
contundentemente los nuevos intentos de falsación, estaríamos entonces frente a una teoría
«mejor» que debe sustituir a aquella de menor falsabilidad. No está de más aclarar que ante
los nuevos intentos de falsabilidad a los que una teoría se enfrentará frecuentemente no
tiene sentido alguno proponer excepciones o condicionamientos apropiados; estos
condicionamientos «ad hoc», son, a todas luces, característicos de cualquier otra cosa
menos que de una ciencia. Como lo afirma Chalmers, y como será explorado a
continuación: «El falsacionista desea rechazar las hipótesis ad hoc y estimular la propuesta
de hipótesis audaces como mejoras potenciales de las teorías falsadas» (p. 82).
Cuando se trata de una teoría científica audaz ‒es decir, de una proposición que se
aleja considerablemente del corpus científico existente‒, la comprobación de su
verosimilitud tendría como consecuencia inmediata la revelación de nuevos conocimientos
revolucionarios para la ciencia. Si, por ejemplo, la audaz teoría del campo unificado llegara
a condensar en una sencilla y elegante ecuación la naturaleza física de nuestro universo, el
progreso científico que la acompañaría sería inconmensurable. Por otra parte, una teoría
que carezca de audacia y que sea comprobada con facilidad poco aportará al avance de la
ciencia. Similarmente, de acuerdo con el falsacionismo, «las falsaciones de conjeturas
prudentes son informativas porque establecen que lo que se considera sin más problemas
verdadero es en realidad falso». Chalmers ejemplifica la inmensa utilidad que tienen para el
progreso de la ciencia este último escenario con un ejemplo que sacude los cimientos
mismos de las matemáticas. Cuando Bertrand Rusell encontró que la teoría de conjuntos, a
partir de la cual se habían construido hasta el momento poco menos de la totalidad de las
matemáticas, se trató de un incidente revolucionario dentro de la historia de la ciencia.
Rusell había comprobado que lo que hasta entonces se asumía como una teoría sin el más
mínimo riesgo, resultó estar equivocada. La sencilla paradoja del conjunto de todos los
conjuntos que no se contienen a sí mismos mostraba la posibilidad de construir estructuras
contradictorias dentro de la teoría de conjuntos de Cantor y Frege, y que, en consecuencia,
la estructura misma de una importante porción de las matemáticas debía ser formulada
nuevamente.
Considérese finalmente la siguiente analogía que propongo para terminar de
explorar las diferencias entre el método inductivista y el método falsacionista estudiadas
por Chalmers: un escultor puede seguir dos rumbos diferentes para crear su obra,
considerando que, en cualquier escenario, el resultado final sería, en el caso de la filosofía
de la ciencia, la concepción de una teoría «completa» que se acerque a la verdad en la
mayor medida posible. En esta situación, el escultor bien podría añadir gradualmente
pequeñas porciones de arcilla a su estructura inicial, y gradualmente acercarse desde
«adentro» hacia su obra final, careciendo de antemano de una visión sensata del posible
resultado. De otra manera, bien podría empezar su obra haciendo refinamientos desde un
gran bloque de mármol, a veces agresivos, y en otras ocasiones sutiles, que lo conducirían
por un camino más eficiente hacia su otra terminada.

Bibliografía
Chalmers, Alan. (1999). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? (capítulos 5 y 8). Madrid: Siglo
XXI.

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