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CHÁVEZ Y EL SOCIALISMO NUESTROAMERICANO DEL SIGLO XXI: RAÍZ INDÍGENA Y


AFRICANA

José Gregorio Linares

Saber de dónde venimos es decisivo para no perder el rumbo

Hugo Chávez

Contenido
Chávez y el socialismo nuestroamericano del siglo XXI: raíz indígena y africana ...............1
El Comunitarismo indígena ................................................................................................... 2
África y el Socialismo ............................................................................................................. 3
Las utopías posibles de Nuestra América ............................................................................ 5
Valoración de los Liderazgos ................................................................................................ 7
El Servicio ............................................................................................................................... 9

Hugo Chávez es el principal creador y el promotor del socialismo nuestroamericano del


siglo XXI. Junto a otros luchadores latinoamericanos y caribeños enarboló las banderas
de un nuevo tipo de socialismo, que se nutre de nuestras propias fuentes y emerge del
surco más profundo de la historia.Un socialismo propio, distinto a cualquier modelo
ajeno a nuestra idiosincrasia y a nuestra esencia como pueblo. Un “socialismo raizal”
como lo denominaba el revolucionario colombiano Orlando Fals Borda.

Este socialismo se nutre de la tierra. Su potencia depende del suelo que le da vigor,
porque como lo decía José Martí: “Las ideas, como los árboles, han de venir de larga raíz,
y ser de suelo afín, para que prendan y prosperen”.

Por esas razones el socialismo que postula Chávez tiene, en lo fundamental, su origen en
el ideario y las experiencias de los hombres y las mujeres de nuestras patrias que han
luchado por la felicidad, el bienestar y la justicia.Sus raíces se sustentan en cada acto de
sacrificio y heroísmo del pueblo a lo largo de nuestra historia.
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Con Chávez aprendimos que del mundo entero podríamos incorporar diversas nociones
y experiencias de interpretación de la realidad y de lucha para transformarla, pero la
esencia de la sociedad que construiremos se hará con nuestro propio barro, en sintonía
con nuestra idiosincrasia, con el adobe de lo aprendido en nuestra original historia,
asentados en nuestra particular geografía, con las manos astrosas de nuestra gente, con
la vista puesta en nuestro propio horizonte andino y caribeño. Por estas razones Chávez
no tenía ningún problema en afirmar: “El socialismo hay que crearlo; no es copia de nada.
La invención tiene un nombre: socialismo”

El Comunitarismo indígena

Chávez siempre repetía que había que aprender del comunitarismo indígena el cual tiene
mucho que aportarle a nuestro proyecto socialista. Insistió en la importancia de asumir
la actitud de “aprender de lo indígena” más que de intentar “enseñar al indio”.

En nuestras comunidades originarias y en los pueblos indígenas que aún sobreviven


encontraremos, probablemente, muchos de los elementos comunitarios de los cuales
mucho podemos aprender en función de enriquecer el nuevo socialismo que deseamos
crear. Entre estos valores indígenas se podrían destacar, entre otros, los siguientes: 1.-
Los valores de la solidaridad o el siempre ofrecer, 2.- los de la reciprocidad o el siempre
devolver; 3.-la no acumulación o el siempre distribuir; 4.- el extraer recursos de la
naturaleza, sin excederse.5.- la libertad y la autonomía, frente a cualquier clase de
opresión o de dependencia. 6.-la dignidad, individual y colectiva, como principio
fundamental para valorar la cultura propia y respetar las otras.

De los caribes a Chávez le gustaba repetir su grito de combate frente al colonialista


español (Ana Karina Rote Amucon Papororo Itonato) “Sólo nosotros somos Gente. Aquí
no hay cobardes y nadie se rinde. Esta Tierra es nuestra”. En Cuba repitió las palabras de
Martí en relación con nuestras etnias: “Con Guaicaipuro, Paramaconi-los desnudos y
heroicos caracas-, hemos de estar, y no con las llamas que los quemaron, ni con las
cuerdas que los ataron, ni con los aceros que los degollaron, ni con los perros que los
mordieron.” En Bolivia estudió, al lado de Evo Morales, el código de ética incaico que se
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resume en tres preceptos: No mentir, no robar y no holgazanear ni explotar a nadie. Y


de la guatemalteca Rigoberta Menchú aprendió que “los Pueblos Indígenas hemos
perdido mucho. Y, sin embargo, solo tenemos mucho que ganar en el futuro”

Por tanto, concluyó, que de lo que se trata es de construir un socialismo suramericano,


caribeño, que surja de la misma tierra donde se siembra la yuca, el maíz, el cacao, la papa
y la quinua. Un socialismo que nace en la cordillera andina, mira hacia el mismo cielo
donde planea el cóndor, se estremece en las olas del Mar Caribe, y es capaz de arribar
también, a la cumbre del Chimborazo, a las entrañas del Amazonas o a la Tierra del
Fuego. Un socialismo coloreado de onoto. Un socialismo de piel cobriza, de espíritu de
cerbatana y curare, cuyo corazón habrá que buscar en los pueblos originarios de este
continente.

El camino a seguir es uno: el socialismo con base en lo indoamericano. En sus variadas


vertientes, es la alternativa de redención, de justicia, en estas tierras indoamericanas
enamoradas del sol del trópico; de estos pueblos que tienen la fortaleza del Aconcagua
y son capaces de hacer una revolución mansa como la ensenada de Puerto Cabello o
turbulenta como las cataratas del Iguazú.

África y el Socialismo

Chávez decía “Soy el hermano más oscuro de América, pidiendo justicia para la raza
negra americana, para los afroamericanos”. Insistía en que en momentos en que nos
planteamos la construcción de un mundo justo, es indispensable valorar el legado
africano para transformar la sociedad donde vivimos e “inventar” una sociedad nueva.
Y si África es reconocida como la Cuna de la Humanidad, de allí también han de venir las
enseñanzas que habrán de salvar al género humano en momentos en que el planeta
entero se encuentra en peligro de extinción por obra de un capitalismo de piel rubia.

Uno de los mayores aportes de África en la construcción de un mundo mejor en América


y el Caribe es, quizás, su espíritu inquebrantable de rebeldía contra la opresión; su tenaz
legado de resistencia política y cultural en búsqueda de la libertad; su capacidad de
organización para enfrentar la esclavitud y todas las formas de injusticia; su firme
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oposición a la violencia de la que ha sido víctima; su sentido de autoafirmación y de


confianza en sus propias fuerzas; su interés por recuperar el pasado como condición para
construir un mejor futuro.

De allí que cada vez que en América emprendemos un nuevo combate, una memoria
genética nos conecta con cada momento del pasado en que luchamos por nuestros
derechos. Un mandato atávico nos conmina a seguir luchando, porque fueron
antepasados nuestros los que aún amenazados de muerte rompieron las primeras
cadenas. Y este espíritu de rebelión que se hace tormenta libertaria forma parte del ser
afroamericano. Se halla en la esencia de todo proyecto igualitario, de toda propuesta de
reforma social que aspiremos a impulsar desde esta América mestiza, hermana del África
negra.

Nuestros sueños de igualdad, soberanía y dignidad no tienen amo. Somos pueblos libres.
No aceptaremos ningún yugo. Nunca más seremos esclavizados. Ninguna marca
permanecerá en nuestra piel y nadie encadenará nuestra mente. No seremos vasallos de
nadie. Ni colonia de ninguna potencia. Lucharemos contra cualquier forma de opresión.
Es la herencia sagrada que nos dejaron nuestros padres y madres africanos. Es el legado
que dejaremos a nuestros descendientes afroamericanos.

Las luchas contemporáneas en nuestro continente están marcadas por la herencia


africana. Las nuevas sociedades que habremos de construir se nutren de los valores que
enarbolaron los que lucharon y luchan contra la opresión y el desprecio .Así, afincados
en estos valores construiremos sociedades de hombres y mujeres libres. Un socialismo
fundado en la justicia. Un socialismo de piel morena.

No nos quedamos en proyectos. Chávez insistía en que toda América Latina será un gran
palenque, donde vivan hombres y mujeres felices. No son puras ilusiones. Porque en
Latinoamérica, los africanos y sus descendientes no se conformaron con hacer simples
elucubraciones teóricas acerca del tema de la libertad, la igualdad y la justicia -nociones
claves en el diseño de la sociedad socialista que construiremos- sino que han sido
pueblos con una disposición práctica. Crearon la primera República negra e
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independiente de América, Haití; y cientos de pueblos de cimarrones, donde los


principios de solidaridad, dignidad, resistencia cultural y militar se mantienen presentes.
Todo esto sedimenta una memoria ancestral que se orienta hacia la liberación, se hace
eco del llamado eterno de lucha del África irredenta, construye una genética del alma
que nos conmina a enfrentarnos a todo tipo de colonialismo, a cualquier forma de
racismo o segregación, y perfila un imaginario donde las injusticias producto de la
desigualdad deben ser combatidas y superadas.

Las utopías posibles de Nuestra América

Chávez es el gran impulsor de las utopías posibles del siglo XXI. Siempre creyó que la condición
fundamental para crear una sociedad nueva, es soñarla. Nos decía “Un mundo mejor es
posible...si nosotros lo hacemos posible”.

América Latina ha sido siempre un territorio fértil para las utopías posibles. La utopía socialista
que impulsó Chávez se alimenta de las utopías soñadas y realizadas en tierras de Nuestra
América. La de Bartolomé de las Casas quien quiso implantar en el continente latinoamericano
uno de los primeros proyectos utópicos: una comunidad donde reinase la justicia. El plan se se
desarrolla en el oriente de Venezuela, en Cumaná en 1520, cuando habían transcurrido apenas
algo más de dos décadas de la invasión europea a las costas del continente, y aún no se había
dado las conquistas de México (1521), del Perú (1532), o de Yucatán (1546).

En esa “Tierra de Gracia” como se le llamó, el Padre Bartolomé de las Casas (1474-1566)
intenta fundar un poblado indígena basado en los principios cristianos comunitarios,
libre de la violencia y de las formas de explotación- la esclavitud, la encomienda y los
repartimientos - que ya causaban estragos entre la población autóctona y sobre la
economía en las islas antillanas y en las costas de “tierra firme” recién invadidas por el
europeo. En efecto:

Don Bartolomé propone al Emperador Carlos V que le ceda mil leguas, costa
abajo, desde cien leguas arriba de Paria. Las colonizará con cincuenta
hombres, pues lo que no hacen cincuenta de buena voluntad, no lo harán cien
ni quinientos. Esos cincuenta elegidos podrán adquirir riquezas de manera
lícita, aunque Fray Bartolomé espera que ellos obren por amor a la virtud y
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deseos de servir a Dios más que por codicia. (…) En la expedición irían doce
religiosos de Santo Domingo y de San Francisco. (…) Demandaba que le
fueran entregados a él, para restituirlos a sus tierras, todos los indios que
habían sido esclavizados en la zona que ahora le pertenecía” (Isaac J, Pardo,
Esta Tierra de Gracia, pp.37-38)
Lamentablemente este proyecto chocó con los intereses de los encomenderos.

La codicia que desataban las perlas en las costas de Paria, los asaltos de los
soldados españoles ávidos de fortuna, los ataques de los traficantes de
esclavos de la isla de Cubagua, el contrabando de aguardiente y múltiples
actos de violencia contra los indígenas de Cumaná frustraron uno de los más
hermosos proyectos… (Carlos Edsel, Una Hoguera al Amanecer del Nuevo
Mundo P. 14).
Otro de los ensayos utópicos comunitarios latinoamericanos se desarrolló en México,
liderizado por el jurista y obispo de Michoacán Vasco de Quiroga (1470 – 1565) quien
promovió el proyecto de los hospitales-pueblo de Santa Fe, inspirado en la obra de
Tomás Moro -apenas habían transcurrido tres lustros de la publicación de Utopía-
complementado con la tradición municipal hispánica, el cristianismo primitivo y la
práctica comunal de los pueblos originarios de la región conocidos como los tarascos o
purépuchas.

Igualmente, en tierras de las actuales Paraguay, Argentina, Uruguay, Brasil, y Bolivia, los
jesuitas estructuraron durante casi dos siglos (1603- 1768) sociedades indígenas
comunales con pobladores guaraníes y otros pueblos afines o cercanos, a las que se les
llamó misiones. Fundaron diversos poblados lejos de las áreas de influencia del
conquistador. Su estructura doctrinaria se funda en principios de paz, justicia, igualdad.
Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina, habla de esta audaz
experiencia comunitaria:

En las misiones no existía el latifundio; la tierra se cultivaba en parte para la


satisfacción de las necesidades individuales y en parte para desarrollar obras
de interés general y adquirir los instrumentos de trabajo necesarios, que eran
de propiedad colectiva. La vida de los indios estaba sabiamente organizada;
en los talleres y en las escuelas se hacían músicos, y artesanos, agricultores,
tejedores, actores, pintores, constructores. (Eduardo Galeano, Las venas
abiertas de América Latina. 297-298)
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Asimismo, los libertadores fueron soñadores de utopías realizables. Fueron Soldados de


la utopía Nuestra América. Bolívar a pesar de que alertaba “No hagamos castillos en el
aire”, insistía en que “en esto nadie será mejor arquitecto que yo”. Del mismo modo
Simón Rodríguez, incitaba: “La América está llamada, si los que la gobiernan lo
entienden, a ser el modelo de la buena sociedad”.

Los luchadores latinoamericanos de todas las épocas han creído que un mundo mejor es
posible. El cubano Julio Antonio Mella enfatizaba. “Todo tiempo futuro tiene que ser
mejor.” Este optimismo en el futuro de los pueblos de nuestro continente fue el que nos
inculcó Chávez, quien nos recordaba que los luchadores de épocas pasadas nos
contagian su fe inquebrantable en la victoria final. Desde los territorios de las utopías
posibles nos transmiten su confianza en la creación de mundos mejores Nos exhortan a
no dar descanso a nuestro brazo ni reposo a nuestra alma, hasta que hayamos roto las
cadenas que nos oprimen. Nos invitan a no desmayar en la lucha, porque como lo dijera
Emilio Castelar:

El bien, una idea verdadera, una acción recta, el esfuerzo por los oprimidos,
la luz llevada a la conciencia de los ignorantes, la pugna por el derecho y la
justicia pueden transitoriamente malograrse; pero en el movimiento general
de la humanidad les toca, tarde o temprano, seguramente, una grande y
definitiva victoria. (Disponible en:
http://www.eumed.net/textos/07/fbc/index.htm).

Valoración de los Liderazgos

Chávez nos enseñó que en el desarrollo de la lucha revolucionaria y en el proceso de


construcción del socialismo hay que reconocer los liderazgos que surgen al calor de las luchas
sociales y nacionales. En nuestra América, donde se ha sufrido de una suerte de amnesia
histórica es indispensable dar a conocer y divulgar a nuestros héroes y heroínas del pasado y
del presente, quienes han sido capaces de darlo todo por su pueblo y por su patria.
Parafraseando a José Martí insistía en no dejarse cautivar por “héroes de colorín”, y valorizar
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“los héroes verdaderos de la vida, los que padecemos por los demás, y
queremos que los hombres sean mejores de lo que son pues los pueblos
tienen la necesidad de amar algo grande, de poner en objeto sensible su
fuerza de creencia y amor.” (En José Gregorio Linares, La utopía posible, P.
38)

Chávez nos decía que si queremos alcanzar elevados ideales y anhelamos acompañar la lucha
de los pueblos de América Latina y el Caribe encontraremos en el pensamiento y obra de los
personajes de la historia de nuestro continente los mejores ejemplos a emular.

Y es que para poder alcanzar el cielo de nuestros sueños tenemos que apoyarnos en nuestro
propio suelo, en la consistencia de nuestra tierra, en la fortaleza de nuestra gente, en los
personajes de carne y hueso cuyo ejemplo y anhelos, nos sirven de fuente de inspiración para
continuar la obra social que dejaron inconclusa y que nosotros, sus hijos e hijas, sangre de su
sangre, estamos dispuestos a continuar.

Lamentablemente, los hombres y mujeres, los jóvenes de estos pueblos desconocen su propia
historia. Ignoran aquellos personajes y hechos que los enaltecen. Esto no es casual ni inocente.
Destruyendo nuestra memoria, los imperios y sus cipayos pretenden despojarnos hoy de la
fuerza con que construiremos una sociedad justa mañana. Ocultando en el anonimato a
nuestros líderes quieren evitar que su nombre, como una chispa, encienda la llama de nuestras
conciencias.

Nos corresponde hacer justicia. Por eso creemos en la reivindicación de los hombres y mujeres
de nuestra historia. Pero no solo los del pasado, también los del presente, Estamos en tiempos
de revolución; y una revolución es, sobre todo, la oportunidad de hacer justicia, de promover
a la gente que nos guía con su ejemplo y de valorar a los hombres y mujeres que están dando
aportes sustanciales para construir un mundo más hermoso para todos, especialmente para
los de abajo, los excluidos, los condenados de la tierra.

En esta Nueva Época es fundamental que visibilicemos, que recordemos los nombres, que nos
familiaricemos con los rostros, que reconozcamos expresamente a las mujeres y a los hombres
que han sido protagonistas de estos procesos contemporáneos de lucha. Personajes que son
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una referencia para el pueblo. Han dedicado sus vidas a construir este presente; y hoy en este
crucial período histórico, continúan aportando sus enseñanzas, nos impulsan a seguir
estudiando y luchando para que el socialismo nuestroamericano del siglo XXI se haga realidad.

El Servicio

Chávez decía “No hay amor más grande que el que uno siente aquí en el pecho por una causa,
por una patria, por una gente, por un pueblo”. Si en las sociedades basadas en la explotación,
el egoísmo es el principal móvil que impulsa la actuación de las personas, el amor constituye,
en cambio, el aliento que anima al hombre nuevo. El valor cardinal en el que se cimienta la
nueva sociedad. La cualidad fundamental a ser cultivada por los ciudadanos en el proceso de
edificación del socialismo. Este amor se exprese en el servicio, porque el amor no puede ser
etéreo. Muchas veces se inspiró en las palabras de Gandhi:

El servicio no es posible si no está enraizado en el amor… El verdadero amor


es ilimitado como el océano, crece y aumenta dentro de la persona, se
extiende fuera de ella y cruza todas las fronteras hasta envolver al mundo
entero. (Mahatma Gandhi, Escritos Esenciales, P. 87).

Chávez repetía también las palabras de Simón Rodríguez.” Las revoluciones se hacen para
servir a los necesitados: “Para dar de comer al hambriento. Para dar de vestir al desnudo. Para
dar posada al peregrino. Para dar remedio al enfermo, Y para distraer de sus penas al triste. E
Insistía con Bolívar “Hacer bien no cuesta nada y vale mucho”.

Esta fue la última lección de Chávez. Sin servicio no hay revolución. Sin vocación de servicio no
se puede ser revolucionario. Sin calidad en el servicio no puede construirse una sociedad
socialista. La misión cardinal de una gestión que aspire a ser socialista es servir a la gente,
especialmente a los más necesitados. Quien no tenga esto claro no puede aspirar a ser
revolucionario. No debe pretender formar parte de ningún movimiento popular. Quien no
aplique este principio no debe asumir ningún cargo en un Estado que se perfila hacia el
socialismo, ni militar en ningún partido u organización socialista o comunista. Ésta fue la última
bandera que enarboló Chávez.
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Con su prédica y su ejemplo nos enseñó que ser revolucionario significa convertirse en un
servidor y que servir a los demás es la mejor manera de hacer una revolución y consolidarla. El
espíritu de servicio y la práctica correspondiente constituyen un principio clave para construir
una nueva sociedad, basada en la ayuda a nuestros semejantes y a los que son distintos a
nosotros, para forjar mujeres y hombres de alma superior que lleven hasta sus últimas
consecuencias aquel viejo mandamiento que contiene, en menos de una línea, todas las
doctrinas sobre el bien que en el mundo ha habido: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

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