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Treanor, Marie - Awakened by Blood 02 - Blood Sin
Treanor, Marie - Awakened by Blood 02 - Blood Sin
Agradecemos a todas aquellas personas por las cuales con su interés, colaboración
y apoyo condicional se pudo sacar adelante a este proyecto. También agradecemos
a nuestros lectores por su leal apoyo, esto es por ustedes.
Diseño luchita_c
Indice
Sinopsis 5
Capítulo 1 6
Capítulo 2 19
Capítulo 3 39
Capítulo 4 58
Capítulo 5 70
Capítulo 6 83
Capítulo 7 91
Capítulo 8 112
Capítulo 9 122
Capítulo 10 138
Capítulo 11 150
Capítulo 12 165
Capítulo 13 182
Capítulo 14 190
Capítulo 15 201
Capítulo 16 212
Capítulo 17 223
Capítulo 18 234
Capítulo 19 245
Capítulo 20 255
Capítulo 21 268
Epílogo 278
Adelanto de Blood Eternal 279
Sinopsis del tercer libro 288
Sobre la autora 289
Sinopsis
Traducido por Flochi
Corregido por majo2340
Aun cuando sus enemigos y aliados cambian sus lealtades y batallan por la
supremacía, Elizabeth debe decidir cuál gobernará su propio destino peligroso:
la lealtad no deseada o el amor pecaminoso.
Capítulo 1
Traducido por Nadia
Corregido por Selene
Y aun así, observando al anciano profesor arrastrando los pies a través del patio
lleno de viñas de su hogar de Salamanca, a Saloman se le antojó una caza
aún más dura, un enemigo lo suficientemente digno físicamente que lo hiciera
trabajar. En resumen, quería una pelea.
En cambio, saltó del techo, su chaqueta de cuero negro elevándose para frenar
su descenso, y aterrizó con impecable elegancia frente al profesor.
—¿Eres tú... Saloman? —preguntó, su voz tan frágil e insegura como su cuerpo.
Saloman sonrió.
—Me has estado esperando —dijo en tono burlón. Como si él fuera el anfitrión
en lugar del visitante, movió una mano en invitación al banco de piedra junto
a él, y el profesor se sentó, un poco demasiado rápido para ser grácil—. ¿Los
cazadores de vampiros explicaron la historia de tu familia, quizás? ¿Te dijeron
que tu ancestro Tsigana una vez me mató?
—No aquí. Siempre he sabido cómo protegerme de los de tu clase, así que
aunque los veo en la ciudad de tanto en tanto, ellos no están conscientes de mí
o mi ascendencia. —Miró a la distancia, y luego, como redescubriendo su hilo,
de vuelta a Saloman—. No, quise decir Dante, el americano. Él quería la espada.
—¿Se la diste?
—Ambos —contestó. Sus oídos atraparon un ligero sonido, como una suave brisa
soplando sobre el techo; sus sentidos picaron y él buscó alrededor en los cuatro
lados del pequeño patio—. Aunque parece que tendré que conformarme con
tu vida. ¿Quién es este Dante que te preguntó por mi espada?
Saloman se puso de pie de un salto mientras las negras sombras caían del techo
en tiempo perfecto. Estirándose tomó la más cercana, arrancándola del aire
Él suspiró.
¿Es así? Ella es una soberbia cogida pero apenas —cerró el amargo pensamiento.
No pensaría en Elizabeth. No aquí.
Poniéndose de pie, Saloman caminó a través del patio hacia el profesor, cuyos
ojos estaban muy abiertos en su cabeza semejante a un esqueleto.
—¿Lo dudabas?
—Soy viejo; estoy muriendo. He pensado en la muerte por tanto tiempo y con
tantas ganas que imaginé que sería fácil, aún en tus manos. Y ahora me pregunto
lo que mi egoísmo le costará al mundo. Si tú ganas fuerza con mi muerte…
—¿Ha habido alguna vez una fuerza más poderosa en el mundo? —El anciano
dijo desesperadamente—. Nadie puede enfrentarte.
—Pero confía en mí: La Muerte es mejor viniendo de mí que de ella. —Él hizo un
gesto a través del patio en la dirección general del lugar donde había matado
al último de sus atacantes, y se estiró hacia el profesor. Su deseo de pelear
aplacado, estaba complacido de darle al profesor una buena muerte, aun
cuando el anciano se esforzaba débilmente por alejarse de él.
El anciano movió sus labios débilmente, hablando casi con su último aliento.
—Ya se lo he dicho, no hay nadie con ese nombre alojándose aquí —la
recepcionista estaba recitando en una voz aburrida.
—¿Cómo puedes decirlo sin fijarte? —Fue la seca respuesta, y Josh sintió un
escalofrío pasar por su columna. Su voz era escocesa —educada escocesa,
supuso por el hecho que podía entenderla tan fácilmente— baja y clara. El tipo
de voz con el que él deseaba actuar, o aún ser opuesto, en cualquier número de
escenas románticas en y fuera de la pantalla.
hermosa mujer con una voz que enviaba escalofríos por su columna, buscándolo.
Era un regalo.
—Tu gerente, por favor —repitió—. Tan rápido como sea posible.
—Dudo que eso sea necesario —Josh dijo elegantemente—. ¿Puedo leer la nota
ahora? ¿Y eres realmente mi prima?
Sin afectación, ella ofreció una pequeña mano de dedos largos, libre de todo
anillo. Otra buena señal. Josh la tomó, sonriendo, y ella lo dejó ir de nuevo luego
del más breve de los apretones.
—Prima Elizabeth —dijo él, dejando que sus ojos rieran—. Qué maravilloso que
es conocerte finalmente. Gracias —agregó para la recepcionista, tomando el
sobre de sus dedos flojos, antes de alejar a la “Prima Elizabeth” del escritorio —y
hacia el grupo de guardaespaldas y su secretario de prensa que esperaban por
él.
Josh se encargó de sus objeciones antes de que fueran dichas con un perentorio
movimiento de su mano, y una mirada extra a Mark, quien sentía que las órdenes
que no le gustaban no debían aplicarse a él. Con reticencia así también como
con una mirada de sorpresa herida, Mark se retrasó también.
—¿Qué puedo hacer por ti, Prima? —preguntó Josh, sonriendo, cuando tuvieron
un par de pies de espacio.
Por primera vez, ella lució ligeramente desconcertada. Una pizca de color tiñó
sus pálidas mejillas.
—Somos realmente primos —dijo ella en tono de disculpas—. Muy distantes, pero
aun así relacionados. He estado intentando hablarte por meses —también mis
amigos— pero tu gente nunca nos deja acercarnos a ti, aún por teléfono.
—Lo lamento —dijo Josh fácilmente—. Me temo que recibo muchas cartas y
llamadas desagradables. Algunas genuinas son bloqueadas con ellas.
—Lo entiendo —dijo ella—. ¿Conoces tu árbol familiar? Nuestro ancestro común
más cercano es Harry Alexander, cuyo hijo Daniel emigró a América en el tardío
siglo XIX. La hija de Harry se casó con Robert Silk y se quedó en Escocia.
—El viejo Harry —dijo Josh, pero sintió la sonrisa desaparecer de sus labios. La Prima
Elizabeth Silk lo había sorprendido de nuevo. O bien había hecho un montón de
tarea –lo que la hacía ser más peligrosa que una fan oportunista —o realmente
era una prima lejana—. Eso fue hace mucho tiempo.
—Oh, va mucho más atrás, que es de lo que quiero hablar contigo. ¿Tienes unos
pocos minutos?
Demonios, era hermosa, y en la forma en que él no veía todos los días. Ella había
trabajado duro para llegar a él. Ella merecía un gusto, y después de todas las
dificultades de filmar en locación bajo el clima escocés, también se lo merecía
él. Por su hermoso cabello y su voz seductora, por no decir nada de cualquier
deleite que se escondía bajo sus anodinos jeans y chaqueta, él estaba preparado
para arriesgarse.
—Seguro —dijo, indicando el ascensor, fuera del cual su séquito todavía esperaba,
mirándolos con sospecha—. Mi cronograma está limpio. Sube.
Color inundó el rostro de ella. Ella sabía exactamente lo que él quería decir, y
el rápido flash de indignación en sus oscuros ojos avellana le dijo que él había
cometido un inusual error. De cualquier manera, su mirada se mantuvo firme.
—No puedo estar aquí por más de dos minutos, o el lugar resulta invadido por
la prensa. Probablemente ya estén en camino. Comprendo tu preocupación,
¡pero absuélveme de designios deshonestos! Yo sólo estaba buscando un poco
de privacidad.
—Está bien.
Ella era un deleite. No hubo un loca corrida para cambiarse para la cena, para
retocar el maquillaje —ella no parecía estar usando ninguno, según Josh podía
ver— o siquiera para peinarse. Ella simplemente caminó con él, Mark, y Fenstein
el guardaespaldas, fuera del hotel por la discreta salida lateral y dentro de un
taxi, el cual ella dirigió.
Elizabeth ni siquiera pestañeó cuando Mark entró al restaurante con ellos, habló
en voz baja con el gerente, y entregó el soborno que facilitaría una rápida salida
alrededor de la parte trasera si la prensa se enteraba de la presencia de Josh allí.
—¿Qué haces?
Pero maldición, era mucho más linda que cualquier otro de las académicos que
él había conocido antes. Y mucho más genial que muchas de las mujeres que
descaradamente lo buscaban con débiles excusas y mentiras obvias. Su sonrisa
era amistosa cuando ella encontró su curiosa mirada, pero no más que eso. Si
ella no hubiera estado quejándose en el hotel por él nunca hubiera creído que
ella estaba lo más remotamente interesada en él. Un poco desagradable para
el ego, quizás, pero por alguna razón la hacía mucho más intrigante.
No podía decidirse acerca de su edad. Podría ser tan joven como veintitrés o
veinticuatro años, o diez años mayor.
—¿Sí? Mi padre hubiera sido de mucha más ayuda en eso. Él tenía más
supersticiones que el resto de nosotros juntos.
—De todo tipo —dijo Josh. Él le dio la rápida, afectuosa sonrisa que la
conmovedora memoria de su padre siempre inspiraba—. Mi papá era un tipo
genial. Un poco excéntrico, quizás, pero ¿dónde está el daño en darle rienda
suelta a tu imaginación?
Josh mantuvo un flujo de conversación hasta que las entradas llegaron, contándole
divertidas anécdotas sobre viajes y filmaciones. Muchas de sus bromas eran en
contra suyo y era bastante divertido mirar a Elizabeth derretirse y encariñarse
con su desprecio hacia sí mismo. Tampoco era enteramente asumido. En verdad
Josh todavía encontraba divertida toda la cosa del estrellato. Emily, su esposa,
lo había ayudado a mantener sus pies en el suelo cuando él era más joven, y
ahora que ella estaba muerta, él parecía no poder tomar nada muy seriamente,
aún el estatus de mega-estrella que había venido con el éxito de “Física”
inevitablemente. Pero aún le gustaba sorprender a la enigmática Elizabeth.
—Así que —dijo sobre la entrada—, ¿de qué querías hablar en particular? ¿Familia
o superstición?
—Ambas.
Elizabeth sonrió.
—No que yo sepa. —Tomó un bocado del risotto de limón y pareció saborearlo
antes de agregar—, de hecho, lo que tú has heredado, no lo querrás. Tenemos
otro ancestro en común, mucho más antiguo que Harry Alexander. Una dama
húngara del Siglo XVII llamada Tsigana.
—¿No pueden acusarnos a nosotros por eso, no es cierto? —Josh preguntó con
falsa alarma.
—Continúa.
—Alguien todavía quiere venganza por esa muerte. Y se está vengando con los
descendientes de Tsigana.
Oh, maldición. Loca como una cabra. Josh sorbió su vino y dejó su vaso.
Josh no frunció el ceño. Por el contrario, mantuvo su rostro suave, sin ofrecer
pistas de sus verdaderos pensamientos.
—Bueno, gracias —dijo Josh, permitiendo que una chispa volviera a sus ojos.
Estaba seguro de que su juicio inicial era correcto, que ella no era peligrosa—.
Pero me temo que no entiendo exactamente de qué me estas advirtiendo.
¿Algún loco al que no le gusto porque soy descendiente de una mujer húngara?
—Okay. —Curiosamente, Josh la miró dejar su vaso—. Mantendré mis ojos abiertos
por ese lunático. Gracias por la advertencia.
Josh suspiró.
—No. No hombres lobo, duendes, zombis, demonios, o siquiera mala suerte. —Él
se movió en su silla y ahora sólo los buenos modales lo detenían de mirar el reloj.
Él diría que estaba cansado y se saltaría el postre. Maldición, él realmente quería
acostarse con alguien, y ella era tan deliciosamente apta para eso...
—Taxi para el Sr. Alexander —dijo ella con una rápida, irónica sonrisa,
sorprendiéndolo de nuevo. Claramente, no había nada malo con sus habilidades
de observación—. Está bien —ella lo calmó—. No estoy loca. Un año atrás, yo no
creía en ninguna de estas cosas tampoco, pero algunas de ellas, al menos, son
reales. Hay un vampiro ahí afuera —uno muy fuerte y despiadado— matando a
todos los descendientes vivos de Tsigana. Y los de los otros conspiradores en su
asesinato. No sólo por venganza, pero porque ellos, tú y yo, llevamos la sangre
de sus asesinos, y esa sangre le da un tipo de poder místico.
—Si Tsigana lo mató —Josh interpuso, buscando una victoria fácil a través de la
razón—. ¿Cómo es que todavía está corriendo por allí?
—Él fue... despertado. Por accidente. —Sus ojos se alejaron y volvieron, como si
brevemente hubiera perdido coraje y luego lo hubiera recobrado—. Su nombre
es Saloman.
—¿Sí?
—Prométeme que no tirarás esa carta que intenté dejarte en el hotel. Tiene los
números de teléfono de la gente que puede ayudarte si lo necesitas. Uno de ellos
es el mío. El otro es de una organización internacional que trata con amenazas
como esta. La que mencioné antes. Deberías contactarlos, dejarlos protegerte.
Josh pasó un dedo por sus labios. Quería ser honesto y decirle que tiraría la carta
tan pronto como volviera al hotel. Decirle que se fuera a la mierda porque ella
no era la mujer fácil pero excéntrica con la que podía acostarse que él había
pensado que era cuando hablaron la primera vez. Pero no podía quitarse de
encima la cortesía que formaba el cimiento de su naturaleza. Tampoco podía
mentir, se dio cuenta con arrepentimiento, aún a una extraña.
Josh suspiró y tocó el bolsillo de su pecho, donde había guardado la carta. Aun
resonaba.
—Lo prometo.
Capítulo 2
Traducido por ~NightW~
Corregido por Selene
R egresar al hotel por sí solo no había sido el plan original de Josh, pero
suponía, mientras cerraba la puerta de la habitación, que pudo
haber sido una noche peor. Una vez que la locura estuvo fuera de su
camino, pudo disfrutar la compañía de Elizabeth. Ella era inteligente y divertida y
estaba feliz de escuchar sus historias. Él incluso le contó un poco sobre Emily, y ella
no se preocupó no lo molesto con confusiones de falsa simpatía. Por el contrario,
sintió que ella comprendió su dolor y pudo captar una ola de compasión sincera
y tranquila. Le debería haber preguntado un poco más sobre su vida, haber
descubierto donde venía su comprensión, pero dudaba que la volviera a ver.
Eso sí, lejos de la locura de los vampiros y la venganza, se dio cuenta que en
realidad no se oponía a volver a verla una vez más. Después de todo, había
aceptado las rarezas similares de su padre y aun lo amaba. Se le ocurrió,
arrojando su chaqueta sobre su cama grande y vacía, que había habido una
cierta simpatía entre él y Elizabeth. O quizás se lo estaba imaginando porque
estaba aburrido de las sirenas ricas y egoístas que parecían constituir la mayor
parte de sus conocidos por esos días.
Sonriendo con amargura, camino hacia el baño, solo paras ser distraído por el
timbre de si teléfono. Lo levantó de la cómoda y miro el nombre en la pantalla.
Senador Dante. No se podía pasar por alto al Senador Grayson Dante.
—De cualquier forma, he alquilado una maravillosa casa por una semana, y
pensé en ofrecer una fiesta aquí este fin de semana.
—Suena como un plan —aprobó Josh, sacando la carta de Elizabeth del bolsillo
de su camiseta con una mano antes de arrojar la camisa sobre la cama al lado
de la chaqueta—. ¿Ira la reina?
Dante se echó a reír. Tenía una buena risa, lo cual le había proveído de muchos
amigos, incluyendo a Josh.
—¡Ojala! No, no, pero si tengo una promesa de tu hermosa co-estrella de Psíquicos
2, de manera que espero que puedas venir.
Josh hizo una mueca. Su hermosa compañera de reparto, Jerri Cusack, era una
perra de premio y le encantaba hacer la publicidad de un romance fuera de la
pantalla con uno que fuera dentro de la pantalla. Josh no podía hacerle frente.
Mirando la carta en su mano, dijo impulsivamente:
—¡Por supuesto! —acordó Dante de todo corazón, mientras Josh abría el sobre
con los dientes—. Espero que sea bonita, porque tengo otro invitado al que
particularmente que gustaría impresionar. ¿Conoces a Adam Simon?
—No —dijo Josh sin mucho interés. Estaba leyendo la carta de Elizabeth, un esbozo
breve y duro de la charla loca del restaurante, junto con dos números de teléfono,
uno de los cuales era el de ella. Josh sonrió y doblo la carta. Concentrándose,
repitió—. ¿Adam Simon? ¿Quién es él?
A Josh no le importaba que Dante usara su alto perfil para impresionar a cierta
gente. Estaba acostumbrado y lo suficientemente feliz como para ayudar a un
amigo. Había funcionado para todos en el pasado.
—¡Eres un hombre duro, Josh! No, la razón por la que pregunto es que, habrá
alguna gente por aquí durante el fin de semana, expertos en ese campo de
antigüedades, quienes podrían darte una valoración adecuada y tal vez incluso
más detalles de su historia. Si la traes contigo, puedo pedirles que le echen un
vistazo.
—Bueno, de acuerdo —dijo Josh de mala gana—, pero aún no estará a la venta,
sea lo que sea que me digan tus amigos.
Sacudió su cabeza para despejarla. Dante había resultado ser una visita
inesperada después de enterarse que tenían apartamentos en la misma
cuadra de la Ciudad de Nueva York; y después de un par de cervezas, cuando
la conversación se había desviado hacia las antigüedades y reliquias de la
familia, Josh le había mostrado la espada. Algo, ya sea electricidad estática o
imaginación, había hecho que Josh tirara el arma, sintiendo un dolor agudo el
su mano, algo que posiblemente no podía haber estado ahí. No era más real
que la visión extraña que había brillado delante de sus ojos, de un extraño joven
ensangrentado exigiendo el regreso de su espada en tono oscuro y amenazante.
Josh se estremeció y aclaró su mente. Había estado ebrio en ese entonces. Pero
lo que en realidad le había molestado de todo el episodio era la difícil idea de
aceptar que la espada no era en si de él. Con toda la sangre que tenía. Había
estado en su familia durante generaciones, y por lo que sabía, lo que había
dejado su padre —y ese viejo y horrible abrigo con el que estaba envuelto. Y
Josh estaba condenado si se la daba a alguien por cualquier precio.
***
Durante el viaje, oscilaba entre la satisfacción de haberle advertido por fin a Josh
Alexander del peligro que enfrentaba, y la frustración por no haber sido capaz
de hacerle creer nada de eso, y mucho menos para actuar en consecuencia.
Ahora solo le quedaba esperar que nunca descubriera que estaba equivocado.
Para ser una estrella de cine, era un tipo agradable. De hecho, era bastante
agradable, y ella le deseaba lo mejor.
Después de todo, ella tenía ninguna prueba de que Saloman fuera el responsable
de la muerte de los otros dos descendientes en el último par de meses. Ya
estaban viejos y la muerte fue certificada como de causas naturales. Pero aun
así, Elizabeth dudaba.
Cerró los ojos, dejando que el vacío familiar y la soledad la envolvieran. Las noches
eran lo peor. Cuando no podía dormir y no había distracciones, ni trabajos que
ser hecho en la mañana, sus pensamientos se dirigían hacia él, a la memoria y la
necesidad y la pérdida.
Un salvaje solo de guitarra llenó sus oídos, el implacable ritmo del Cd de rock
vibraba suavemente bajo sus pies y a través del sofá hasta su cuerpo. Casi podía
imaginarse estar de vuelta en Ángel, en Budapest, bailando en los brazos de
Saloman con un placer sensual y culpable. O acostada allí en el sofá observando
su espalda desnuda, mientras elegía el CD. La música rock le fascinaba, lo
maravillaba….
Con una intensidad repentina y dolorosa, ella lo quería aquí, ahora, para disfrutar
con ella. Quería verlo acechándola, con su piel suave y pálida brillando bajo la luz
tenue, ondeando sobre los músculos y tendones, mientras caminaba y se hundía en
el sofá junto a ella, tocándola con sus manos inteligentes y exigentes, acariciando
sus pechos y caderas mientras el peso de su cuerpo presionaba sobre ella, y se
inclinaba para morderla en el cuello y beber su sangre. A ella le encantaría la
carrera extraña, y perversa de su toque ahogando el instante de dolor, pero no
quería dejarlo ir por mucho tiempo. En su lugar, curaría las heridas con la punta de
la lengua, y antes de entrar en su cuerpo se movería para besar su boca.
Los besos de Saloman… nunca los volvería a sentir, nunca sentiría la emoción o
la alegría de su pasión única, abrumadora. El sexo con Saloman…
Solo Mort, sin duda el más poderoso de ellos, no hizo utilizó ningún pretexto de
bienvenida; y cuando recitó su discurso a regañadientes, los demás siguieron
mirando a Saloman en lo que sin duda esperaban que fuera una forma de
irritación. Ciertamente, sus colmillos estaban en exhibición.
—Lo está.
—¿Lo trajiste como un regalo para nosotros? —se burló uno de los vampiros.
Varios de los vampiros se echaron a reír. Saloman le ahorro a cada uno de ellos
un vistazo, a continuación, en silencio, dejó que su mirada se centrara en las
manchas de sangre en el piso, las áreas de descanso en bruto, que parecían
haberse desarrollado en varias esquinas de la fábrica.
—Bueno —murmuró—, me parece que sus vidas aquí son un poco… bestiales.
—Al mencionar la última palabra, volvió a fijar su vista en Mort—. Y son mejores
que eso. A medida que me juren lealtad y confíe en ustedes, me gustaría verlos
más… contentos.
La sorpresa garantizo el silencio de los vampiros. Unos cuantos miraron a Mort por
orientación.
—Solo fueron dos humanos —dijo Mort a toda prisa—, y nos deshicimos de los
cuerpos. No es un evento común. No deseamos atraer la atención de la policía
humana o de los cazadores.
—Muy sensible —dijo Saloman—. Y sin embargo, les sería muy fácil vivir en un
entorno más agradable sin problemas si acaban de aprender a no asesinar a su
presa.
James aquí. —Tomando el cuerpo sin resistencia, condujo a James un paso más
cerca, Saloman se inclinó y hundió sus dientes en la garganta del hombre.
—Abran sus mentes, tontos —pronunció con desprecio—. Ustedes son más que
humanos. Usen todos los sentidos que se les han dado y aprendan antes morir
como las ratas de alcantarilla en las que se han convertido ustedes mismos.
—Así —dijo, mostrándoles, es como bloqueo su mente ante lo que está sucediendo.
Algunos seres humanos pueden quedar irreparablemente traumatizados por
las mordeduras de vampiro, así que a menos que haya un entendimiento con
su presa, siempre imposibilitando recordar. Luego beban. Chupaba la sangre
de James, e incluso a través de su trance, logro suspirar de placer. Saloman se
aseguró de que los vampiros lo entendieran, les dejo ver a su vez el placer que
le daba. Y si sienten esto —se detuvo cuando el corazón de James empezó a
luchar— entonces habrán tomado demasiado.
Saloman liberó sus dientes una vez más, y lamió la herida para sanarla.
—Se sentirá un poco débil durante un día o dos, pero me recordara como nada
más que un compañero de copas agradable. Si me quedo en Londres el tiempo
suficiente, tal vez podamos ser amigos. Mientras tanto, me puedo mover entre
los humanos sin nadie cazándome. Puedo hacer algo más que pudrirme en una
fábrica en desuso y seguir adelante cuando lo necesite. Puedo hacer que mi
vida sea más agradable y que valga la pena…
—Lo que hacen con la existencia es, por supuesto, su propia elección. Pero es un
crimen no hacer nada. Es un crimen matar sin razón. Los vampiros no necesitamos
matar, solo sangre, para sobrevivir.
—Matar humanos fuertes puede hacernos más fuertes —dijo uno de ellos con un
toque de desesperación. Al fin el caos no era universalmente atractivo.
—Unos muy pocos humanos. —Saloman agitó una mano desdeñosa—. Aquellos
quienes han matado vampiros fuertes, o sus descendientes. Pero estos son raros,
aun entre los cazadores. Ustedes no ganan nada y lo pierden todo al matar
innecesariamente.
—Saloman tiene razón —dijo Mort con la determinación sincera que había sido
la razón principal para que Saloman manejara los asuntos de esa manera—. Ya
no vamos a matar como un asunto ordinario. Y podemos hacer algo mejor que
esto. —Agitó una mano alrededor de su casa, lo que indica no sólo el entorno
sombrío, sino también toda su existencia—. Sobrevivir a un día más, no tiene por
qué ser un fin en sí mismo.
O más. Él no tenía necesidad de decir las palabras. Ellos las entendieron, así
universalmente no hubieran querido. Entre las chispas de entusiasmo reflexivo, el
extraño vestigio de rebeldía inútil y testaruda todavía acechaba. Pero estaría de
vuelta para hacer frente a cualquier rebelde, y entonces no sería tan tolerante.
***
—No se puede hacer más que eso en este momento —dijo Mihaela cómodamente.
—Dentro de unos días, creo. Dijo que quería ver un poco de Escocia, ahora que
ha terminado de filmar aquí y que tiene tiempo libre.
—¿Por cuánto tiempo ha estado fuera de tu radar esta vez? —preguntó Elizabeth,
mordiendo su tostada.
—Un par de semanas —dijo Mihaela—. Esta vez. De hecho casi desde que
llegó de vuelta desde España. Ojala supiéramos en lo que anda. La palabra es,
desde que España lo envió, cada comunidad vampiro en el mundo ahora le
rinde homenajes de algún tipo. Aparte de Norte América. Las opiniones allí están
divididas. Aparentemente la comunidad de vampiros de Los Ángeles quiere una
alianza con él, pero los vampiros más poderosos en la Costa Este aún quieren su
independencia.
Mihaela resopló.
—Cierto —acordó Mihaela—. De hecho, los vampiros por aquí andan más
tranquilos por estos días. Menos ataques letales, menos novatos. Para ser honesta,
eso es lo que me tiene alucinando. Nadie puede ser capaz de controlarlos de
esa manera. Solo Dios sabe lo que podría obligarlos a hacer si se le diera la gana.
—¡Sí! Creo que lo es. Un poco más maduro, tal vez, porque definitivamente está
casi en sus cuarenta, al menos, pero creo que se le ve bien. Tiene una mirada
nerviosa, aunque no es del todo así por debajo. En realidad, es más bien dulce,
muy amable y divertido.
—Maldita sea —dijo Mihaela con temor. Había aprendido las palabras de
Elizabeth—. Tuviste una cena con Josh Alexander.
—Vaya, así que lo hice. Piensa en el prestigio que voy a tener en el club del
personal. ¡Y por fin puedo impresionar a mis estudiantes!
Una vez, que había naufragado cerca de la amistad espontánea que había
comenzado a formar, gracias a la distancia dado que no le había revelado
la verdad; pero ahora era más sabia y apreciaba lo que tenía con ellos,
especialmente Mihaela.
—Um, no, no realmente... Sólo quería hablar un momento con usted antes de
que llegaran todos. ¿Está bien?
—Por supuesto —dijo Elizabeth, abriendo la puerta para entrar. Tenía la clara
sensación de que no le iba a gustar—. Entra. ¿Café?
—Gracias, no, estoy bien. —Emma cerró firmemente la puerta detrás de ella.
No era un consuelo que Elizabeth lo hubiera visto venir. Gary no era un mal
muchacho, pero había dado muestras de actuar estúpidamente, tomando
conciencia del poder de su tamaño y flexionando sus músculos intelectuales, a
veces de forma muy inapropiada. Él y Emma habían estado juntos durante unas
semanas hasta que, de acuerdo a los rumores que escuchó a Elizabeth, él se
acostó con su amiga y Emma lo abandonó. Elizabeth había tenido el placer de
la despedida. Siempre había sentido que la dinámica entre Emma y Gary era de
alguna manera equivocada.
—Es demasiado… físico. El problema es que él sabe que todavía me gusta, eh,
de esa manera, pero estoy maldita si vuelvo a salir con él. De verdad no quiero
volver con él. No me cree. Me espera en los lugares que sabe que yo voy a
estar, bloqueándome, haciendo difícil que me escape. Esta es la única clase
que compartimos, y sé que se va a sentar a mi lado y…
—¿Y qué? —le preguntó Elizabeth. Había un paralelismo incómodo aquí: Saloman
bromeado en cuando a perseguirla en Rumania y Hungría, su rechazo ante él
en su cabeza mientras su cuerpo clamaba por un poco de todo lo que tenía
que ofrecer. De alguna manera había ido más allá en todo el camino, pero las
palabras de Emma trajeron los primeros días de vuelta.
—Se pone frente a mí, me humilla en frente de otros… —Ella miró para arriba,
una pizca de miseria en sus ojos cansados, y con una mezcla de alivio y pena,
Elizabeth sabía que esto era nada parecido a su propia experiencia después
de todo. Gary Jackson no era Saloman—. Mire, Srta. Silk, sé que esto suena
tonto, y no tiene nada que ver con el trabajo, pero tengo que pedirte un favor.
¿Puede hacer que se siente lejos de mí, y si se puede encontrar una excusa para
mantenerlo atrás por un minuto o dos cuando finalice la guía de aprendizaje...?
Cree que estoy siendo una idiota.
—No, en absoluto —dijo Elizabeth con tristeza. Había vislumbrado algo de esta
conducta la semana pasada, pero no se había dado cuenta de la magnitud de
la misma.
—Es estúpido. —Discontinua Emma una mano por los ojos cansados—. Me
encantaba estar aquí. Ahora no puedo esperar por el próximo par de semanas
a que se termine, de manera que pueda irme en verano. De verdad me gustaba
Gary, y ahora solo me siento… amenazada.
—Oh, creo que sí. —Alguien tenía que hacerlo, porque si lo dejaba a su suerte,
la intimidación empeoraría y Emma sin duda no sería la única víctima—. No te
preocupes, voy a ser amable con él —dijo con una sonrisa reconfortante.
Y eso no es todo.
descuido. Inteligente también, pero por debajo de la inteligencia clara, sus ojos
grises estaban un poco enrojecidos. Resaca, reconoció Elizabeth. Lo que no le
haría más fácil de manejar.
—Ah, Gary —gritó mientras empezaba a sacar la silla al lado de una rígida Emma,
y su dedo torcido.
—¿Qué?
—Necesito hablarte, por favor —dijo con sequedad. Desde que tomó, como
él pretendía, el hecho de que no le gustara lo que tenía que decir para ser
escuchado por los demás, se trasladó a regañadientes hacia ella.
Se encogió de hombros.
—Muy bien.
—¿Eso crees? Te fuiste demasiado rápido para mí para que pudiera hablar
contigo al final de la última sesión, pero tus respuestas me llevaron a creer que
tu comprensión de las cuestiones constitucionales todavía no es profunda. Si
quieres brillar, Gary, es necesario ponerte en las horas.
Ella captó el destello de resentimiento con algo de placer antes de que levantara
la vista y le pidió al último que cerrara la puerta. James MacQueen se dejó caer
en la silla vacía al lado de Emma.
—Bueno, creo que vamos a dejar ahí —dijo Elizabeth, con lo que la clase llego
a su fin—. Estoy segura que todos lo harán bien. ¡Buena suerte con el papel del
viernes! No, Gary —añadió mientras se levantó de un salto, sin duda para llegar
a Emma en las escaleras—. Necesito hablar contigo.
—No lo creo.
Aunque no gritó, puso hasta la última gota de acero en cada frase, y logró
atravesar el murmullo alegre provocado por la salida como un cuchillo. Todo el
mundo los volvió a mirar a ella y a Gary. Observándolos con los ojos abiertos, Ema
se dirigió a la puerta. Elizabeth no la culpo. No tenía idea de si Gary obedecería.
Si no lo hacía, necesitaría encontrar otra manera de lidiar con él.
Una risa irrisoria sonó de parte de uno de sus estudiantes. Alguien más dijo:
Sin embargo, comenzó casi tan pronto como la puerta estuvo cerrada. Dando
un paso más cerca de ella, dijo en tono irónico:
—¿Otra charla? Señorita Silk, ¿cómo me las arreglé para atraer tanta atención
de su parte?
—¿Cómo quiere que me comporte, Señorita Silk? —se las arregló para decir su
nombre en un tono que cruzara el insulto con una caricia.
Gary sonrió, un hombre joven que se creía a si mismo irresistible tan físicamente
como sexualmente.
Supuso que había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien lo hizo
sentir pequeño, y no era una técnica de la que ella normalmente se aprovechara.
En este caso, sin embargo, parecía necesario.
Pero ella le juzgó mal. La ira estaba allí, de acuerdo, furiosamente allí. Pero él
tenía un arsenal de armas. Cambiando de rumbo, sonrió a través de su odio, y,
en lugar de dar un paso atrás en su espacio personal, en realidad se acercó y le
tocó el cabello.
—Aw, Srta. Silk —dijo con dulzura—. ¿Qué la tiene tan caliente y molesta?
—¿O qué?
—¿Cómo? —preguntó Gary con una burla suave. Justo antes que ella le doblara
las piernas con un movimiento de su pie, y lo empujara a sentarse, manteniéndolo
allí con una mano dura sobre su pecho.
—Te pedí que te sentaras —dijo ella fríamente frente a su rostro aturdido.
—Y ahora escúchame. Hay una palabra para chicos como tú que descubren
como intimidar a una mujer. No me haga usarla, no en tu cara, y no con tus
padres, o las autoridades de la universidad. Tú no puedes intimidarme. Y tampoco
puedes intimidar a Emma Forrest.
Gary se alejó sin decir una palabra, levantó su bolso del suelo, y pasó junto a
Joanne, apenas evitando una colisión en su prisa por salir de la habitación.
Joanne alzo sus cejas.
—Gary. —Una parte de Elizabeth quería ver si respondería. La otra parte no tenía
nada más que decir. Al menos se detuvo. Un instante después, estremeció su
cabeza en dirección a su hombro. Era tan bueno como se sentía, y pensó que
era suficiente—. Eres un buen estudiante, Gary, uno de los mejores. No lo eches
a perder.
—¿Es ese Gary Jackson? He escuchado que está cambiando. Pudo haber sido
una buena idea que lo llevaras al departamento de apoyo de Richard antes de
confrontarlo. —Joanne le dio una rápida y ansiosa exploración.
—Estoy bien. Y creo que deje claro mi punto —dijo Elizabeth. En algún lugar,
estaba sorprendida que ambas oraciones fueran ciertas.
***
—Quizás por una semana o algo así —le respondió Elizabeth—. Tengo unos
cuantos amigos allí con los que me gustaría ponerme en contacto. —Mihaela
ya le había ofrecido su habitación de repuesto—. Y Richard sugirió que podía
pensar en convertir mi tesis en un libro… pero no tengo planes. No puedo pensar
más allá del PhD en estos momentos.
—Son un montón de gilipolleces. O al menos una parte de ella lo es. No dirías que
es brillante si hubiera escrito la verdad: que la mayoría de estas supersticiones
están basadas en el hecho que los vampiros siempre han existido.
—Puede que lo haga. —El problema era, que le gustaba aquí en San Andrew.
Desafortunadamente, su puesto era solo por este año.
—No significa que no puedas regresar cuando el viejo Doughty se retire —la
animó Joanne—. Pero no puedes esperar por eso. Puede que solo sea un año,
pero pueden ser tres, o incluso cinco si se sostiene con sus uñas. Richard aun te
tomara antes que a cualquier candidato. En más de una forma, —termino con
una sonrisa maliciosa.
Elizabeth le tiró una bolsa de papel, justo cuando su teléfono empezaba asonar.
Aunque le tomo algún tiempo encontrarlo en las profundidades de su bolso, y
no reconoció el número, presionó para recibir la llamada antes que dejara de
sonar.
—¿Hola?
—Hola, ¿hablo con Elizabeth Silk? —la voz, haciendo eco en su altavoz, al igual
que cuando había llamado a Mihaela, sonó americana y vagamente familiar,
aunque no podía identificarla del todo.
Oh, mierda, ¿esta él aquí? ¿Esta Saloman otra vez aquí? Inevitablemente, la
posibilidad genero una oleada de conflicto y miedo, nostalgia y temor.
—Nada. —Josh sonaba divertido—. Solo quería pedirte un favor. Escucha. Sé que
es muy poco tiempo, pero he sido invitado a esta aburrida fiesta en las tierras
altas del Este, este fin de semana, y esperaba que fueras conmigo para salvarme
del aburrimiento.
—Gracias por invitarme —se las arregló para decir—. Especialmente cuando
piensas que estoy loca. Pero para ser honesta, suena un poco estirado para mí.
Estaría fuera de lugar.
—Lo era —dijo Elizabeth con aire de suficiencia—. Es mi primo. Más o menos.
—No me jodas —dijo Joanne débilmente. Quitó sus pies del escritorio y se inclinó
hacia adelante—. ¿Puedo ir también?
Capítulo 3
Traducido por Selito
Corregido por V!an*
Konrad, más adecuado para la acción que para la investigación, ya había puesto
sus libros. Al igual que ella e Istvan, que obedientemente venía aquí para seguir
con el caso de Saloman siempre que tenía un momento libre. Pero cuando se
dirigían a las montañas de Transilvania, tan pronto como Istvan llegaba hasta ahí,
y Konrad claramente apareciendo se imaginó que su tiempo de investigación
había terminado.
Aparte del propio bibliotecario, ella y Konrad eran los únicos ocupantes de la
biblioteca, por lo que Mihaela rompió con la costumbre, levantando la voz para
decir:
—Lee esto. Es una profecía supuestamente hecha por el antiguo vampiro Luk, el
primo de Saloman.
—Profecías raramente echas —observó Miklόs, mirando por encima del hombro
de Mihaela—. ¿Qué libro es ése?
—Memorias de Szilágyi Gabor, el cazador del siglo XVI. Él tuvo unos cuantos
encuentros tanto con Saloman y Luk, y vivió para contarlo. Parece haber sido
durante un encuentro de tal manera que Luk de repente se sentó e hizo este
pronunciamiento. Aunque Luk estaba aparentemente vulnerable durante el
tiempo que hablaba, Szilágyi estaba demasiado —asombrado— para atacarlo.
—No necesariamente. —Miklόs se enderezó y se quitó las gafas para frotarse los
ojos—.Su problema es la interpretación, y es demasiado fácil hacer un evento
adecuado de algo viejo y de una antigua vaga profecía. Los primeros textos
están llenos de ellos, sin embargo, muestra que tanto los vampiros y los humanos
los tomaron en serio en su tiempo.
—No tiene mucho sentido —coincidió Mihaela—. Si ella puede derrotar Saloman
y traicionar a sus amigos, como se puede esperar que frene la actividad de
vampírica.
—No creo que deberíamos decirle al respecto. Puede hacerla correr riesgos si
ella cree en el dudoso destino.
—Entonces no hay que decirle —dijo Konrad decisivo, y se levantó mientas Istvan
se acercó a la mesa.
Elizabeth la echó por la puerta, riendo, y se fue por su retrasada larga ducha. Por
lo menos estaba vestida con unos decentes pantalones vaqueros y una camisa
verde nueva en el momento en que Josh llegó. Y aunque su pelo todavía estaba
húmedo, estaba peinado y suelto sobre los hombros.
Vagamente, sabía que debería estar más nerviosa por Josh Alexander caminando
a su casa. Pero ella había cambiado en pensar en lo que ella consideraba el
modo “cazador”. Este fin de semana no se trataba de socializar y, ciertamente,
no se trata de citas, como sea que Joanne se decidió a imaginar. Se trataba del
negocio de cazadores y hacer que Josh entendiera que estaba en peligro antes
de que fuera demasiado tarde.
Abriendo todos los cajones de la cómoda a la vez parecía la forma más rápida
de agarrar lo que necesitaba de camino, la ropa interior, las cosas de noche, tops,
y pantalones vaqueros, aunque aun así, ella rebuscó tanto por su suéter favorito
que la ropa empezó a desbordarse fuera del cajón de abajo y no se cerraría.
Ella lo ignoró y dio la vuelta al armario, examinando su colección de pobres de
vestidos y faldas. La mayoría de ellos procedían de tiendas de caridad, o por lo
menos de cinco años antes.
La única ropa decente que poseía era el atuendo que había comprado de
Jenners el año pasado y el vestido verde de noche color esmeralda adquirido en
las ventas de primavera para el baile de graduación. Ella se negaba a comprarlo
en un primer momento, insistiendo en que sus colegas le alentaban que era mala
suerte para el supuesto de que ella recibiría a su doctorado en el verano. Richard
había terminado el argumento de que la invitara a ir como su pareja. Gran parte
de la diversión apenas ocultada a Joanne.
Pero el itinerante ojo de Josh había aterrizado en el cajón del fondo y toda la
ropa se derramaba.
—Hey, eso es magnífico —dijo él, agachándose sin vergüenza para mirarlo mejor.
Irritada aún más, ella siguió su atención y sintió que una estaca en su corazón.
Era las ataduras de las joyas en la capa de Saloman.
Sin pensarlo, ella caminó alrededor de la cama y pasó junto a él, cayendo de
rodillas para esconderla de él.
Demonios, ¿por qué no podía haber tenido más cuidado? ¿Cuál era el punto
de ocultar esa cosa en el fondo de su cajón si luego revolvía todo para que se
extendiera por la parte superior?
de Mihaela. Si era un recuerdo de eso, o solo un poco de magia que venía con
un simple toque de él, la inundó de emoción.
—Yo la llevaba cuando me despertaste, y por esa razón, ese valor, te lo doy a ti.
Ella se cubrió la mano encerrando las joyas, enroscadas a través de sus dedos.
Él había sabido, más claramente aún que ella, que ella iba a necesitar hasta
el último gramo de fuerza, todas las comodidades que pudiera encontrar
para sobrevivir a su separación. Y cuando él se había ido, deslizándose por
la ventana en la niebla gris del cielo del amanecer, se había sentado en la
esquina durante horas, acurrucada en su capa, apoyando la mejilla en los
pliegues que pasaban por encima de ella —hasta sus rodillas, mientras que sus
lágrimas la mancharon.
Con cuidado, la puso en el cajón, la alisó y la cubrió con otro viejo, desarreglado
suéter.
—Me he escapado. —Josh sonrió, abriendo la puerta para ella antes de caminar
alrededor para guardar su bolsa en el maletero. Ella frunció, a la chatarra del
reordenamiento del equipaje, ella viajaba bastante más ligera que él.
—En realidad, hemos hecho la mayor parte en Borders. Sólo un día en Glencoe wow,
¡es un lugar espectacular!-lo suficiente como para gustarme el país. Estoy deseando
ver más. —Él miró hacia ella mientras cambia la velocidad—. Tu turno. Suéltalo.
—Sí, pero esas mujeres me quieren. A mí o mi dinero o la influencia que sea que
ellas imaginan que tengo en la industria. A ti te importa una mierda esas cosas,
¿verdad? Por el record, es por eso que te invité. Tú podrías terminar enamorándote
de mí después de una prolongada exposición.
Dios mío, no puede ser… Pero por supuesto que podría. Según la leyenda,
la espada de Saloman, se había perdido cuando ella lo despertó primero, y
según lo que había leído en la librería de los cazadores el año pasado, se había
quedado en poder de la familia Tsigana por generaciones. Era más que posible
que se tratara de la herencia de Josh.
No muy segura de cómo se sentía acerca de eso, se las arregló para preguntar:
—No, creo que soy paranoico sobre el robo —dijo con tristeza.
—¿Pero no sabes algo sobre que las compañías aéreas pierden tu equipaje?
—Cada uno tiene sus debilidades —dijo Josh fácilmente. Con tanta facilidad
que se preguntó si no había una razón más profunda detrás de su viaje con su
herencia.
—No, algunos rivales de negocios extranjeros. ¿Simon Adam? No, ¡Adam Simon!
¿Has oído hablar de él?
—Bueno, eso es bueno-le da algo sobre qué hablar. Nunca he estado allí en mi
vida.
Elizabeth rió.
Josh era fácil compañía, y mientras se dirigían a través de Fife y Perthshire y hasta
en paisajes cada vez más espectaculares, Elizabeth comenzó a pensar que el fin
de semana podría no ser tan malo después de todo. De hecho, si pudiera haber
tenido el fin de semana en su compañía sin la fiesta y senadores y los rivales de
negocios, habría sido muy feliz, a pesar de que podría haberle dado a Josh una
idea equivocada.
—¿Por qué no estás saliendo con alguna glamorosa actriz? —ella lo soltó, como
el pensamiento le vino a la cabeza.
—No quiero hacerlo —él dijo simplemente. Luego, con un infantil guiño—: En
realidad, tú eres mi protección contra ellas.
La casa que el Senador Dante había alquilado para la semana era una gran
locura victoriana de un lugar cerca de Loch Tummel. Incluso la lluvia y los
inevitables cielos grises que los habían seguido desde hace dos horas, no podían
echar a perder su esplendor. Todas las románticas torres y torretas, que habían
A pesar de que había hecho buen momento para la mayor parte del viaje, la
última parte estaba cubierta principalmente de un solo carril, caminos fangosos
con más curvas y hasta baches y colinas a los que Josh debería haber crecido
acostumbrado, las precedieron las siguientes horas. Para empeorar las cosas,
comenzó a llover y la visibilidad difícilmente creció. Pero al menos se encontraron
pocos coches que circularan en sentido contrario.
Dante se volvió hacia ella, ofreciendo su mano derecha, mientras que con la
izquierda sólo le tocó el codo con un gesto sincero de bienvenida. Elizabeth
tomó su mano casi aturdida. Este hombre con el pelo gris y sonrisa escarpada
y firme, vigoroso apretón de manos, tenía ojos azules increíblemente brillantes a
través de los cuales brillaba una enorme y poderosa personalidad. Casi parecía
impresionarla con un toque, y por alguna razón, aunque nada de buen carácter,
si lo practicara; la bienvenida brilló en sus ojos, un escalofrío recorrió la columna
vertebral de Elizabeth. Eso podría haber sido un anticipo.
***
Vagando en una habitación oscura con las cortinas cerradas, sin duda para
proteger el tapete verde de la enorme mesa de billar que llenaba la mayor
parte de ella, sin hacer nada levantó un taco y echando un admirativo ojo al
techo y las paredes antes de que su mirada se posara en un sillón elegante y su
ocupante.
A pesar de sí mismo, el estómago de Josh dio una sacudida que podría haber
sido culpa o sólo poca sorpresa, por la que no saltaría.
—Hola. —La voz del desconocido era profunda, baja, bien modulada,
recordándole a Josh a alguien o algo difícil de alcanzar.
Josh sonrió.
—Sí. Eso es lo que mi padre solía decir también cuando interrumpía sus ronquidos.
Josh se echó a reír y dio un paso más cerca para ofrecerle su mano.
El desconocido se puso de pie, lo que lo hizo varias pulgadas más alto que Josh,
tomando la mano de Josh en un agarre firme y frío.
Adam Simon, a quien quería Dante en la corte. Fue una sorpresa. El hombre se
parecía menos a un hombre de negocios que a una estrella de rock no entregada
por completo al desenfreno de la bebida y las drogas.
Adam Simon rompió el primer apretón de manos. Josh tuvo que abstenerse de
frotándose las manos para calentarse. Respecto a su —objetivo— con mayor
interés, señaló. —Mucho gusto. El senador me dijo que ibas a venir. He oído que
está ajustando el mundo de los negocios internacionales encendiéndolos.
—Tú siempre tan modesto, Josh —dijo el Senador Dante, entrando animadamente
en la habitación. Josh no sabía si se sentía más aliviado o molesto por la interrupción
de su extraña tête-à-tête—. Chicos ¿Quieren jugar?
—Tal vez más tarde —dijo Josh fácilmente—. Será mejor que me asegure de que
Elizabeth está bien. Mi prima. —añadió hacia Simón, que simplemente se inclinó
cortésmente, a pesar de su constante mirada que nunca dejó la cara de Josh.
Josh no esperó a oír la respuesta. Con los años había aprendido a aceptar a
la mayoría de la gente y encontrar un nivel en el que se siente a gusto con
ellos. Pero había pasado mucho tiempo desde que alguien había inspirado
fuertes emociones conflictivas en él como Adam Simón lo hizo. A la vez intrigado,
atraído y repelido por la fuerza de su personalidad que lo asaltó la hermosa cara
de Simón, Josh quería saber más y sin embargo, sentía una especie de alivio
cuando por fin salió de la habitación.
***
—¿Estás seguro de que esto está bien? —le preguntó a Josh, saliendo del cuarto
de baño para examinarse por una diferente luz en el espejo del dormitorio.
—¡Tú no me estás haciendo sentir mejor! ¿Quién está aquí? ¿Aparte de Jerri
Cusack y esta persona Simon a la que estás destinado a impresionar?
—Lo conocí —ofreció Josh—. Adam Simon. Dormido en la sala de billar. No, es en
absoluto lo que yo esperaba.
—Al contrario —dijo Josh—.Él me recordó más a una estrella de rock, pero no
tan perdido. Es una especie de encanto que no se lo toma demasiado en serio,
aunque tengo la sensación de que él hace seguro el que otros no cometan ese
mismo error! De todos modos, es un apuesto demonio - no me cabe duda de
que encontrarás fácil el hablar con él. De hecho, probablemente voy a estar
celoso.
—No tiene sentido —dijo Elizabeth sin pensar. Estaba concentrada en fijar la
pequeña hebilla del collar detrás de su cuello.
Parecía que era demasiado honesto para tomar el preservado ego de la forma
que ella le había dado. Cuan frustrante era, sin embargo, haciendo todo lo más
triste ya que ella no podía enamorarse de él como cualquier mujer normal.
—Hay una empatía entre nosotros eso es raro. Tú debes sentirla también. Sé que
te gusto.
—Lo hago —admitió Elizabeth—. Creo que esta empatía es hacer nuestra
herencia común. La sangre es realmente más gruesa que el agua. Por lo demás,
me gustas como un amigo, un amigo que odiaría ver sufriendo.
—Sufriendo. Es por eso que aceptaste venir. No te creo cuando me dijiste eso.
Pero Josh sólo le tomó la mano y la hizo girar suavemente en el aire sin evidente
resentimiento. —Es el hombre que te dio la capa, ¿no?
—¿Qué?
—Es la razón por la que rechazas un romance conmigo o con ningún otro. Y creo
que lo que pasó con él es la fuente del dolor que yo sentí cuando nos conocimos.
Elizabeth tragó.
—En parte. Una pena, tal vez. Pero prefiero pensar en ello como la fuente de mi
fuerza. —Ella dio una, torpe sonrisa rápida para desterrar cualquier patetismo, y
caminó hacia la puerta—. Eres sumamente perceptivo, ¿no es así, Josh?
—Soy bueno en los rostros. Y el tuyo, cuando tocaste la capa, era un libro abierto.
Elizabeth hizo una pausa, herida. ¿Cómo podía ella referirse a sí misma como
fuerte cuando se dio tan fácilmente?
—Oye, tú secreto está a salvo conmigo —dijo Josh, llegando junto a ella para
agarrar la manija—. Y no eres incómoda. No necesito una mujer loca en mi cama
de todos modos.
Elizabeth no pudo contener la risa, como ella pretendía. Ella sintió una renovada
oleada de simpatía por Josh.
—Um, una cosa más antes de bajar por tragos —ella dijo—. Jerri Cusack, mi co-
estrella en la nueva película. No te molestes si ella es un poco… extraña.
Elizabeth buscó su cara en busca de pistas. Había un brillo triste en sus ojos.
—Ella podría pensar que eres mi cita —explicó Josh—. Y a ella no le gustará eso.
—No, no, pero ella piensa que sería buena publicidad si estuviéramos, y a ella no
le gusta estar frustrada.
—Entonces ella va a odiar a mis pasos. —Elizabeth levantó la mano para contar
los puntos con los dedos—. Bueno, tengo que evitar a Jerri Cusack y buscar Adam
Simon. ¿Algo más?
Traducido en Purple Rose 53
Blood Sin Awakened by Blood Marie Treanor
—En serio —murmuró Josh—. Las fiestas de Dante son siempre divertidas. Ninguna
de las otras cosas que realmente importa. Todo el mundo será agradable.
Lo que podría haber sido su manera de decir que por mucho que Jerri odiara
su presencia, no sería demasiado desagradable. A Elizabeth realmente no le
importaba. Había conocido criaturas mucho más desagradables que una
maliciosa estrella de cine. Cuadrando sus hombros, se concentró en pasar la
noche lo más placenteramente posible, y de tener la esperanza de unas pocas
oportunidades para una amistosa conversación a solas con Josh. En el momento
en que la fiesta terminó, estaba decidida para convencerlo del peligro que
enfrentaba, y hacerle consciente de la posibilidad de la protección de un
cazador.
No había tanta gente como se había temido —tal vez alrededor de veinte.
Todos los hombres vestían ropa formal de noche, alguna tradicional corbata
negra, alguna un poco más individualista. Las mujeres llevaban también vestidos
formales, de todas longitudes y niveles de osadía. Elizabeth se concedió un
rápido suspiro de alivio ya que su propio vestido, ciertamente, era apropiado
para la ocasión. Entonces, se dio cuenta de que a pesar de la formalidad de la
vestimenta, los invitados no parecían ser ultraconservadores en lo más mínimo.
Varios la miraron por encima y sonrieron. Algunos incluso la saludaron, y un
hombre gritó:
—Todos estos chicos son anticuarios expertos —explicó—. Les estaba contando
sobre tu espada, Josh, y cómo te encantaría que le echaran un vistazo.
—Suena como la pieza más interesante —dijo uno de los hombres. Era americano
—. ¿Cuánto tiempo ha estado en tu familia?
—¿Cómo es eso que nunca has tratado de averiguar sobre ella antes? —Elizabeth
preguntó, curiosa.
—Realmente nunca pensé en eso porque siempre estaba por ahí cuando crecí.
Hace muy poco, me he vuelto más… intrigado por ella. ¡Sin duda a causa del
interés del senador!
Dante se rió y brindo con Josh con su champán. Por encima de su vaso, sus
penetrantes ojos azules brillaron, sin embargo, Elizabeth percibió un indicio de
dureza allí que podría haber sido codicia o desconfianza. Posiblemente este
último, porque por primera vez desde que lo había conocido, tuvo la incómoda
sensación de que Josh no estaba diciendo toda la verdad. Empezó a preguntarse
si no había más que su relación con Dante de lo que le había dado a conocer.
—Tengo una casa de subastas y Bill aquí posee una cadena de tiendas —ofreció
el hombre inglés—. Pero para la mayoría de nosotros el interés es el placer antes
que los negocios.
Elizabeth dejó que su mirada se desviase por los anticuarios y alrededor de los
otros invitados, quienes parecían estar todos de buen humor. Diviso a Jerri Cusack,
asombrosamente glamorosa en un vestido blanco subidito de tono, riendo hacia
un hombre alto y moreno —de espaldas a Elizabeth— cuyo brazo Jerri sacudió
juguetonamente. La mujer de su otro lado no parecía muy contenta, a juzgar por
su rígido lenguaje corporal, aunque seguía sonriendo
Qué coincidencia, pensó con un escalofrío repentino, que uno de los anticuarios
de Dante estaba interesado en lo paranormal. Si la espada de Josh era realmente
la de Saloman, ¿la reconocería Bill por lo que era?
Aunque una oleada de risas había dado la bienvenida a sus palabras, la respuesta
de Bill fue inmediata.
—¿Existen tales cosas? —Ese fue Josh, tomando las palabras de su boca.
Dante se rio.
—Sabes muy bien que lo psíquico es todo un puro disparate —dijo Josh
secamente—. Sin embargo es muy divertido.
—Pero verdaderamente existen esas cosas —dijo Bill. Apenas sonrió—. Con énfasis
en “reputación”.
—Por supuesto que no. Pero rara vez, muy rara vez. He encontrado uno o dos
objetos con propiedades mágicas. Uno era un cráneo humano, con cuernos.
—Otro era una máscara de oro, un objeto pagano antes de Cristo. Y confía en
mí, el poder que emanaba de estos objetos era intenso.
—¡Josh! ¡Cariño! —interrumpió una efusiva voz. Un instante más tarde Jerri Cusack
abrazó a Josh y todo el mundo se echó hacia atrás para darle cabida. Todos
sus movimientos eran rápidos y dramáticos, y parecía haberse lanzado hacia
el casi antes de que lo hubiera agarrado, alcanzando detrás de ella con gran
entusiasmo y exclamando—: ¡Tengo que presentarte a Adán Simon!
Entonces la alegría se abrió paso como una marea, impulsándola hacia adelante
y hacia sus brazos, su rostro ya alzado para su beso. Llamas ámbar bailaban en
sus ojos negros, quemándola con la fuerza de su deseo. Su boca ya no sonreía
mientras cubría la suya.
Saloman.
Traducido en Purple Rose 57
Blood Sin Awakened by Blood Marie Treanor
Capítulo 4
Traducido por elamela y nadia
Corregido por V!an*
Pero no era tan sencillo. Y no estaban solos. Un hecho que Saloman, claramente,
nunca había perdido de vista en ningún momento. A pesar de que ella jadeo en
su boca, tratando de obligarse a retroceder, para hacer preguntas que sólo había
medio formado en su cerebro, él ya la estaba liberando. Sus labios aturdidos se
sentían fríos, su cuerpo se rebelaba mientras sus brazos se desprendían. Aunque
la punta de sus dedos se arrastraron por su espalda desnuda y permanecieron
allí, sin embargo se quedó de pie en el círculo de su brazo, e inexorablemente
siendo girada como si él quisiera hacer alarde con sus amigos.
Como si desde muy lejos, la voz de Josh dijo. —No me di cuenta de que vosotros
dos os conocíais.
—¡Tampoco yo! —Elizabeth esperaba que no sonara tan histérica como se sentía.
—Nos conocimos en el este de Europa —dijo Saloman, y, Dios sí, su voz todavía
sonaba igual. Un poco más moderna en su entonación, tal vez, pero aun así
llegaba hacia su interior, volviéndola de afuera hacia adentro—. Espero que
Elizabeth recuerde la forma húngara de mi nombre.
burlona persona. Elevándola hacia sus labios con sus dedos rezo para que no
temblara visiblemente, tomó un gran trago y trato de pensar.
¿Qué demonios estaba haciendo aquí? ¿Y por qué se estaba haciéndose pasar
por Adam Simon? Mierda, ¿qué había hecho con el real hombre de negocios?
¿Estaba detrás de Dante?
¡No, ciega y tonta de capirote! ¡Está detrás de Josh! Josh, por quien viniste aquí
para protegerlo, ¿recuerdas? ¿Para advertirle de este gran vampiro? Bueno, Silk,
¡ahora es tu momento!
Instintivamente, ella se movió más cerca de Josh, un acto del cual Saloman
acusó recibo con una sonrisa insulsa.
—No confíes en Adam Simon —imploró. Él la miró, frunciendo el ceño, pero había
demasiadas personas alrededor—. Sólo no lo hagas —advirtió—. Te lo explicaré
después.
Quizás ella debería mantenerse con el elemento impostor. ¿Explicar que ella
había conocido a Adam Simon y que este no era él? Excepto que ya le había
negado a Josh que lo conociera.
Mierda, lo que ella realmente necesitaba era hablar con Saloman, advertirle
que se alejara de Josh. Después de todo, él había prometido dejar a Konrad
porque ella se lo había pedido.
Nunca se acabará. Eso era lo que él le había dicho en su última noche juntos.
¿Era esta su manera de probarlo? ¿O simplemente había venido por Josh? De
cualquier manera, ¿cómo iba ella a soportar la agonía de sentarse tan cerca de
él en público?
¿Lo era? ¿Cómo demonios podía hablar con él, hacerle preguntas útiles, con
Josh escuchando cada palabra? La respuesta obvia vino a ella casi como la
perilla de la luz de los dibujos animados en su cabeza.
Saloman, le envió.
La palabra rebotó sin hacer daño de vuelta hacia ella. El silencio la salud y ella
supo que no había llegado a él. Porque la había bloqueado, el maldito. ¿Qué
demonios significaba eso? ¿Que él no estaba listo aun para decir nada que
nadie más debiera oír?
—¡Así que tú eres la prima escocesa de Josh! —Jerri le lanzó sin advertencia.
La mujer estaba sonriendo, sus dientes blancos y perfecto entre labios llenos,
esculpidos, pero su mirada no parecía estar en Elizabeth. En cambio, iba
continuamente desde Josh a Saloman—. Wow, ¿cómo es vivir todo el tiempo en
este increíble país?
—Fascinante —dijo Nicola—. ¿Has conocido a Bill y Gerald? Les interesa ese tipo
de cosas.
—Pero ellos prefieren que objetos vayan con sus historias —señaló Saloman.
¿Objetos como tú? Ella lanzó el pensamiento en su dirección sin mirar, y esta vez
él eligió atraparlo. Ella sintió su presencia deslizarse dentro de su mente como un
trago tibio y familiar.
Oh, pienso que puedo ser un poquito demasiado fuerte para sus paladares,
devolvió, ligeramente divertido, y cuando ella le dio una mirada rápida, él sonrió
y agregó: Por supuesto, ellos no serían demasiado fuertes para el mío.
Todo su cuerpo se ruborizó ante la memoria, desde sus mejillas hasta sus muslos y
todos los puntos en medio. Peor aún, ella estaba segura de que él sentía el calor
y lo usaba, para su propia diversión o para hacer avanzar cualquier plan que lo
hubiera traído aquí.
¿No puedo? Él sonaba meramente divertido. ¿Por qué no? ¿Es tu amante?
—Así que, Elizabeth, ¿vives en St. Andrews? —Dante dijo jovialmente—. Amo esa
ciudad. Gran golf. ¿Juegas?
Desde el rabillo del ojo, mientras hablaba, ella pudo adivinar los largos, pálidos
dedos de Saloman curvados alrededor del tallo de su copa de cristal. Estaba
llena de vino rojo sangre. Él la sacó de su línea de visión, bebiendo mientras ella
intentaba concentrarse en el torrente de historias de golf que siguieron.
Luego vino una inevitable oleada de risas ante la historia de golf de Josh. Elizabeth,
quien apenas había oído una palabra, se forzó a sonreír. Saloman se movió en su
asiento y de repente su muslo estaba junto al de ella.
Ella movió su brazo, al menos, lejos de su contacto y se volvió para verlo pinchando
una pequeña porción de pescado con su tenedor. Más allá, la amistosa Nicola
dejaba su vaso. Detrás de su cuidadoso arreglo, ella lucía pensativa e inteligente,
con pequeñas pero profundas líneas de carácter, o quizás humor, en las esquinas
de sus ojos y boca.
—Publicidad —dijo Nicola—.Es por eso que conozco a Adam. Mi compañía está
haciendo algún trabajo para él.
Esto no tiene sentido. ¿Por qué ella cree que eres Adam Simon? ¿Dónde está él?
¿Hace cuánto que tú has…
Saloman...
Bueno, si ella era honesta, el hambre iba mucho más allá de estar un minuto en
sus brazos, pero no podía, realmente no podía darse el lujo de ser tan honesta.
Todo lo que ella podía hacer era quedarse cerca de Josh después de que
dejaran el comedor —la comida había sido deliciosa y Elizabeth se arrepentía
de estar demasiado ansiosa para hacerle justicia— y esperar por la llamada de
Saloman. La peor parte vino después de que se habían reunido una vez más en
el gran salón de dibujo, donde Dante los entretuvo con una ecléctica mezcla de
rock, country y música de jazz. La gente inevitablemente se separó en pequeños
grupos, y Josh eligió mantener su promesa al senador al buscar a Saloman y
contarle una historia acerca de cómo Dante había salvado sus intereses de
negocios.
Elizabeth se había encogido de temor por él, pero no podía detenerlo sin ser
maleducada. Saloman escuchaba con aparente interés, aun remarcando que
—jugador— era el senador. Inspirado, Josh le contó una historia divertida que
sirvió para mostrar justo cuán poderoso era el senador, porque incluía a todo tipo
de gente importante, incluyendo un anterior presidente de Estados Unidos.
—¡Tuve que aprender esto para mi última película! —se jactó Jerri, mostrando sus
largas y elegantes piernas.
—Ella puede bailar —Josh admitió, y Elizabeth tuvo que coincidir. De hecho,
estaba tan atrapada en ello que para cuando recordó mirar de nuevo, Saloman
ya no estaba en el cuarto.
¿En serio? Saloman siempre tenía maneras de saber cosas que él no podía
posiblemente saber.
—Así que, Josh. —Dante se le acercó por detrás y posó una mano paternal sobre
su hombro—. Estamos a punto de ir a la sala de estar más pequeña así podemos
mostrarles a estos muchachos algunas de las piezas que recolecté en el Reino
Unido. ¿Quieres traer tu espada?
—Perdón. Los seguiré, si está bien. —Si era Mihaela o uno de los otros cazadores,
ella ciertamente no quería que la conversación fuera oída por ninguno de los
coleccionistas de “objetos paranormales”.
Dante le dio una señal de aprobación mientras se iba. Josh palmeó su hombro y
guiñó el ojo. Elizabeth se movió hacia la puerta detrás de ellos, el número en la
pantalla nuevo para ella. Lo aceptó de todos modos.
—¿Hola?
—Elizabeth.
Ella se heló.
—¿Qué...?
¿Dónde demonios estaba eso? Ella tendría que salir por la puerta del frente y
caminar alrededor de la casa hasta que la encontrara.
—Hay una puerta corrediza —dijo Saloman desde el teléfono, como si hubiera
leído sus pensamientos—, detrás de las cortinas cerradas. Sólo sigue caminando.
Nadie pensará que es extraño si decides tomar la llamada en privado.
La larga tarde del norte casi se había vuelto noche. La lluvia golpeteaba contra
el toldo que cubría la terraza y sus pocas mesas y sillas de madera. Más allá se
estiraba un jardín bien cuidado, elevándose hacia afuera y arriba por las colinas
negras y neblinosas. A su pesar, la belleza de sus alrededores la distrajo, y casi se
asustó cuando una sombra se desprendió del muro de la casa.
Los besos de Saloman eran como una droga. Y se había visto privada de ellos por
tanto tiempo que seguramente no hubiera sido humana si no hubiera arrojado
sus brazos alrededor de cuello de él y le hubiera devuelto el beso.
Ella presionó contra él, lamiendo sus afilados, malvados dientes, succionando su
lengua, besándolo como si pudiera absorberlo dentro suyo. Entre sus muslos se
acumuló una tibia, lujuriosa humedad.
—Así veo. —Él se apoderó de nuevo de su boca, más lentamente ahora, pero
con una sensualidad deliberada que la devastó.
—¿Por qué? —jadeó ella—. ¿Viniste por Josh? ¿Por qué tanta gente piensa que
tú eres Adam Simon?
—Vine por muchas razones. Para conocer a Dante y a Josh; para tomar lo que es
mío; para besarte de nuevo. —Poniendo sus palabras en acción, él se volvió más
audaz, deslizando su mano dentro de su vestido para sentir el dolorido, tierno
pico de su pezón. Al mismo tiempo, movió su ingle contra ella, dejándole sentir la
forma y dureza de su erección. Liberando su boca, agregó—: Y ellos creen que
yo soy Adam Simon porque lo soy. Al menos, robé sus papeles para convertirme
en él. El verdadero Adam murió cuando era un bebé alrededor de la época en
que un hombre con mi apariencia puede haber nacido.
Aferrando su corbata de seda como soporte, ella miró su rostro sin comprender.
—¿Por qué?
—¿Tan rápido?
—Me ayudó tener algo guardado. El oro es muy valioso en estos días.
—Así que no te has rendido. Todavía quieres dominar el mundo, no sólo los
vampiros.
Ella se alejó de él, y aun así se lamentó perversamente cuando él la dejó ir.
Empujando sus dedos a través de su cabello, ella tironeó, y la mayoría cayó
alrededor de su cuello y hombros.
—Desde que Dmitriu me dio uno. Tiene razón. Son muy útiles.
Dmitriu, el enigmático vampiro que había causado que ella despertara a Saloman,
el “hijo” de Saloman, uno de los dos vampiros que se sabía que él había creado.
—¿Tú? ¿Están los cazadores de vampiros escondidos detrás del cobertizo del
jardín?
—¿Qué?
—Dios, odio la autocompasión —dijo ella amargamente, y vio sus labios curvarse
en una sonrisa, justo cuando las puertas corredizas se movieron con un quejido,
dejando salir una oleada de charla y música desde el cuarto de dibujo, y Nicola
Devon salió a la terraza.
—Querido —dijo ella enseguida, yendo hacia Saloman y tomando su brazo para
estirarse y besarlo brevemente en la boca—. Estamos a punto de jugar un poco
de póquer. ¿Quieres participar?
La atención de Nicola estaba concentrada en él, pero Saloman debió haber visto
lo que ese simple acto le hizo a Elizabeth. Parecía ser el día para esas perillas de
luz de los dibujos animados, por el descubrimiento tardío de cosas que deberían
haber sido obvias desde el principio. Nicola estaba aquí como la compañera
de Saloman, de la misma manera que Elizabeth estaba allí con Josh. Pero esa
familiaridad, ese beso, le dijo todo lo demás. Él ni siquiera lució sorprendido, sólo
lo aceptó como era.
Capítulo 5
Traducido por andre27xl
Corregido por V!an*
Sólo que, ¿cómo diablos iba a hacer eso? Oh, Nicola, realmente deberías dejar
a este tipo, es un vampiro.
Quizás sabía y no le importaba. Mierda, quizás ella era una también. Hubiera
sentido eso... ¿cierto? ¿O estoy demasiado ocupada ahogándome en mis
propias emociones como para ver lo que hay frente a mi nariz? ¿De nuevo?
Más lentamente, Elizabeth continuó subiendo las escaleras. No, Nicola no era
un vampiro, y si Saloman quería beber de ella, no había nada que Elizabeth
pudiera hacer para prevenirlo. Ella dudaba que matara a nadie aquí y arriesgar
la identidad de Adam Simon que se había tomado tanto problema en construir.
Los cazadores tenían que ser advertidos acerca de Simon. Sin nada más, sería más
fácil rastrearlo. Y aún si ella les decía ahora, si cazadores locales llegaban para
eliminarlo… Probablemente fallarían, como ya lo habían hecho los cazadores
húngaros, pero en cualquier caso ella no pensaba que podría soportar el ser la
que lo traicionara.
Unas voces rompieron sus caóticos pensamientos. Con alivio, reconoció a Josh
entre ellas, por detrás de una puerta del primer piso, y recordó la evaluación
de las antigüedades. Ella se había prometido estar allí, ver la espada de Josh.
Aparte de su curiosidad real, era probablemente lo que necesitaba, algo más
en lo que pensar por lo menos durante una hora. Quizás entonces sabría qué
hacer con respecto a Nicola y Saloman y Dante. Y con la espada, si era en
realidad de Saloman.
hacia ella. Aunque Josh sonrió y se levantó para darle la bienvenida, ella pudo
haber jurado que algunas de las otras caras habían expresado fastidio o incluso…
ansiedad.
Estaban sentados en una mesa redonda, que probablemente hubiera sido mejor
para póquer que las pequeñas mesas que colocaron abajo en la gran sala, en
el centro de la cual estaba una copa de oro incrustada de piedras brillantes y
joyas.
Frente a Dante, las cejas de Josh se levantaron con una gracia despectiva.
Dante lo palmeó en su hombro mientras los otros abrían paso para que Elizabeth
se uniera a los procedimientos.
—No lo desacredito. —Él sonrió mientras ella le lanzaba una rápida mirada—.
¿Encuentra eso raro?
en una caja de uno de los anticuarios levantados del suelo hacia la mesa—. De
acuerdo Josh, ¡trae la espada!
La espada era grande, mucho más grande y larga que el estoque moderno que
utilizaba en sus lecciones de esgrima. Su decoración de empuñadura estaba
tallada en oro brillante y plata intercalados, formando un patrón intrincado que
parecía formar la letra S. Un rubí grande y de color rojo sangre embellecía la
parte superior. La hoja estaba limpia, casi se veía como nueva. Ciertamente no
había nada que mostrara que el arma alguna vez hubiera sido usada en un
momento de furia. O si había sucedido, había sido muy bien cuidada y limpiada
después de eso.
Josh movió una mano dándole permiso, aunque no hizo ningún esfuerzo en tocar
la espada él mismo, ni siquiera para empujarla más cerca del senador.
—Esto —dijo Dante, agarrando la empuñadura con las dos manos y levantándola
con un esfuerzo obvio—, es la pieza más hermosa que he visto jamás.
—Así que, ¿qué piensan? —preguntó Josh—. ¿Qué tan antigua es? ¿Saben de
quién o de dónde vino originalmente? ¿Cuál es su valor? —Lanzó una mirada
rápida a Dante—. Aunque no la estoy vendiendo.
Más allá de él, Bill tocó la parte superior de la espada con su frente, justo como
Dante había hecho. Para Elizabeth, se veía raro como una adoración. De hecho,
mientras Hill pasaba la espada al hombre a su lado, le pareció que estaban
haciendo algún ritual bizarro, y una punzada de incomodidad pasó a través de
su columna vertebral.
—¿Estás herida?
—¿Qué sucede?
—¿Estás enferma?
Elizabeth gritó. La espada parecía soldada a sus dedos, y Josh estaba diciendo
su nombre una y otra vez.
Josh estaba abriendo su puño fuertemente cerrado, y con su fuerte jadeo, ella
miró su mano roja y quemada. Con razón dolía como el infierno, pensó ella
vagamente.
—Demasiado lejos, Dante —dijo Josh, y ella nunca lo había escuchado hablar de
esa manera antes, frío, duro, lleno de una furia apenas oprimida—. Demasiado
malditamente lejos. —Colocó su brazo alrededor de su cintura, levantándola
sobre sus pies temblorosos—. Fuera de mi camino —le gritó a alguien, y luego
mientras se abrían pasó a través de la habitación—: abre la puerta.
—Lo siento, Elizabeth —dijo mientras empezaban a subir las escaleras—. Nunca
pensé que él te haría eso, no a ti.
—Aquí —dijo él, abriendo la puerta de su habitación, y sin soltarla hasta que ella
se sentó en la cama—. Traeré algo de agua.
—No, espera. —Ella tomó sus manos y evitó que se levantara—. Josh, tienes
que escucharme. —Cerró sus ojos para apagar su ansiedad por cuenta propia.
He venido a llevarme lo que es mío—. Esa espada, tu espada, le pertenece a
Saloman, el vampiro del que te conté en Edimburgo.
—¿Piensas que fue un truco de magia? ¿Incluso cuando lo mismo te sucedió a ti?
Josh pasó sus dedos a través de sus cabellos. —El año pasado. Octubre, quizás.
Elizabeth asintió.
La mirada de Josh cayó a lo lejos. —En realidad, ¿tocarla con mis manos
desnudas? —Cuando Elizabeth asintió de nuevo, él suspiró—. Nunca. Para ser
honesto, mi experiencia con Dante me dejó con un disgusto a tocarla. La cargo,
la envuelvo, y la desenvuelvo con el abrigo sin nunca tocar mis manos con ella
directamente.
—Elizabeth, por favor no digas tantas bobadas, no esta noche. Sólo déjame
cuidarte las manos.
Mientras hablaba, les dio la vuelta con las suyas y abrió las palmas. Un par de sus
dedos todavía estaban rojos y no había ninguna marca de la herida en su mano
derecha. Pero no había ningún rastro ahora de la quemadura que había visto
formarse tras el incidente.
Josh dijo:
—He tenido la suficiente suerte como para nunca herirme demasiado mal.
—¿Y qué es lo peor? —inquirió Josh, con el aire de apenas estar bromeando con
ella.
Se había levantado sobre sus pies con más de un signo de impaciencia, pero
con su súplica, al menos la miró de vuelta. Ella lo miró de vuelta sin poder hacer
nada. Cuando venía de su parte, ella no podía delatar a Saloman, incluso ante
un hombre que no creía en él.
Él se encogió de hombros.
Josh frunció el ceño, como intentando recordar. —Le conté acerca de cómo la
llamó mi padre, la espada de Solomon, y se emocionó bastante.
—No creo que debas tener la espada en ningún lugar cercano a ti.
—Elizabeth, me gustas, loca y confundida como eres, pero será mejor que
entiendas esto de una vez. No está de tu parte el decidir qué hacer con la
espada. Es mía.
—No, no lo es. Sólo piensas que lo es. Ella dijo abruptamente —lo viste también,
¿cierto? A Saloman. Cuando tocaste la espada. ¿No dijo su nombre? ¿No te
recordó a nadie? ¿Cómo Adam Simon?
Ella lo miró.
Él sonrió.
—En estas circunstancias, no. Significa que eres una clase de persona
particularmente terca. Desearía que confiaras en mí en esto.
—No fue Dante —dijo ella, de forma automática, pero él se levantó y no pareció
escucharla.
—La coloqué en la caja fuerte con mis propias cosas. ¿Cómo está Elizabeth?
—Oh, no lo estoy, créeme. Estoy tan ansioso como tú en llegar al fondo de esto.
¿Ella quiere la espada?
—No, ¡ella no quiere la maldita espada! —Frustrado, Josh pasó su mano por su
cabello y miró al senador, cuyo rostro sólo demostraba preocupación y ansiedad
que Josh pudo haber jurado eran genuinos.
—Bien —dijo Dante, asintiendo—. Porque no creo que ninguno de ustedes deba
tenerla.
—Eso está cerca de lo que tu padre te dijo. ¿Y cómo conoce ella acerca de
Saloman?
—Oh, esta ridícula fantasía acerca de que lo despertó. Seguro conoció a otro
mentiroso como tú.
—Josh, Josh, el mundo no está lleno de mentirosos. —El senador palmeó su brazo,
y sin embargo Josh podía notar que su mente estaba en otra parte, en algo que
lo emocionaba mucho más que esta conversación. Irritado, Josh se alejó de él.
—Si insistes. Siempre me despierto temprano. ¿Por qué no vienes y juegas algo de
póquer? Adam nos está llevando a todos a la bancarrota.
ella había visto entrando o saliendo de ellas, ella se las arregló para restringir la
habitación de Saloman en una de cuatro.
Un par de pálidas lámparas nocturnas brillaban desde el techo. Al final del pasillo,
una ventana alta con cortinas abiertas dejaba entrar lo que la débil luz de las
estrellas podía parpadear entre las nubes. Elizabeth caminó rápidamente el
largo del pasillo y lo hizo de nuevo, deseando tener la habilidad de los vampiros
de “sentir” su presencia. Trató de construir a partir de la advertencia de peligro
que ella había sentido justo antes de que el vampiro la atacara en St. Andrews
el pasado otoño, dejando que su mente buscara una presencia similar. Pero este
era Saloman…
Las palabras le rebotaron de vuelta. Ella se echó hacia atrás, esperando, pero
todo lo que escuchó fue un chillido real femenino y un crujido de la cama.
Derrotada, Elizabeth se dio la vuelta y caminó de vuelta a su habitación.
Saloman
Capítulo 6
Traducido por Vannia
Corregido por Akanet
S aloman sabía que ella estaba allí, al otro lado de la puerta de su habitación.
A pesar de todo, incluyendo el hecho de que la semidesnuda Nicola
estaba haciendo su mejor esfuerzo para seducirlo mientras él yacía en la
cama, él quería que Elizabeth entrara. Incluso quitó el seguro de la puerta con su
mente, sin preocuparse de las consecuencias de que ella lo descubriera como
estaba. Una parte de él quería que viera, para que sufriera. Una parte de él sólo
la quería con él.
La mano de Nicola se deslizó bajo su bata de seda bajando por su cuerpo. En
el pasillo, Elizabeth esperaba, titubeando. Saloman envolvió a Nicola y ella chilló
de placer cuando la puso debajo de él. Sintió a Elizabeth llamando, pero no
contestó, no la dejó entrar. En vez de eso, llegó a ella en secreto, y sintió una ola
de desolación y ansiedad tan fuerte que se sorprendió.
Se levantó de la cama, como si él siempre hubiera pretendido simplemente
pasar sobre Nicola hacia el otro lado. Tal vez sí.
—Regresa a tu habitación —le aconsejó—. Estás cansada.
Abrió y cerró la puerta del dormitorio tan rápidamente que debió haber sido una
mancha borrosa para Nicola, si es que ella podía ver a través de su indignación. A
Saloman no le importó mucho. En el otro extremo del pasillo, Elizabeth caminaba
los últimos pasos hacia su habitación, sus hombros estaban caídos por la derrota.
Saloman corrió tras ella y, cuando ella abrió la puerta, se deslizó más allá de ella
hasta estar junto la ventana a la sombra de la lámpara. Un truco de niños, pero
no perjudicó para recordarle su poder a ella. Y le dio la gran oportunidad de
observar el juego de expresiones que atravesaban su rostro; impresión y miedo,
alivio, y luego otra vez miedo, ahora todo mezclado con las emociones a las
que ella se rehusó a ceder antes. Saloman quería hacer que ella las reconociera;
quería arrojarla sobre la cama y perderse en su calidez y su suavidad.
—Nunca aceches afuera de la puerta de un vampiro —dijo él suavemente—.
Eso se toma como una invitación.
Ella tragó saliva. —Bueno —dijo, cerrando la puerta tras de sí y recargándose en
ella—. Necesito hablar contigo. Aquí hay una espada. Ha estado en la familia de
Josh por generaciones y creo que es tuya.
Saloman esperó.
—¿Es así? —espetó ella, con un toque de impaciencia.
—Por supuesto.
—¿Y por eso es que estás aquí? ¿Para tomar la espada?
—Te dije que había muchas razones. Incluso te recité algunas de ellas.
—Olvidaste mencionar a Nicola.
Él admiró el tono secó en que lo dijo, mezclado incluso con un toque de humor.
Si no fuese por el dolor en sus hermosos ojos, incluso podría haberle creído.
Caminó hacia ella, empapándose de la alarma en su rostro, y la rigidez de
sus hombros mientras ella se preparaba para resistirse a él. Pero él no la tocó,
únicamente se detuvo a un palmo de ella.
—¿Qué pasa? ¿Crees que porque me enviaste lejos debo permanecer célibe
por el resto de mi larga vida? ¿O al menos durante lo que dure la tuya?
Ella lo miró fijamente un instante más, antes de que sus ojos se cerraran,
escondiendo el dolor. —No tengo derecho de esperar o pedirte cualquier cosa.
Pero necesito saber sobre la espada.
—Es mía. Eso es todo lo que necesitas saber.
—¿Qué tan peligrosa es?
—Ya sabes.
Sus párpados se abrieron de golpe otra vez, revelando la indignación en sus
ojos. Lentamente, él se estiró y tomó sus manos. Saltaron en las suyas, como si se
hubiese liberado; luego ella todavía estaba allí, dejando que él girara sus palmas
hacia arriba y viera la piel roja y en carne viva. La sangre de Tsigana fluyendo en
sus venas la sanó rápidamente, y aun así todavía debía dolerle.
Él le levantó su mano derecha hasta sus labios y besó su palma, pasando su
lengua delicadamente a través de la lesionada piel. Era bueno saborearla otra
vez, aspirar el aroma de flores de limón y vainilla y algo intangible que era peculiar
de Elizabeth. Ella jadeó, jalando su mano para alejarse de él una vez más, pero
él la sostuvo firmemente y llevó el primer dedo lesionado dentro de su boca,
moviendo su lengua alrededor de la yema de su dedo quemado.
—¡No necesito tu ayuda! —rugió ella.
El dejó su dedo y se giró hacia el siguiente. —Sí, la necesitas. Estás enojada de
que no te la haya ofrecido antes. Por lo que pensé que habías venido a mi
habitación para pedirla.
—Entonces es una suerte que no lo hiciera, ¡ya que estabas ocupado en otra
cosa! —Ella mordió su labio, obviamente enojada consigo misma.
Saloman sonrío alrededor de su tercer dedo, luego lamió el cuarto. Podía
escuchar el corazón de ella latiendo fuertemente, complacido al ver el rápido
levantamiento y caída de sus pechos bajo el suéter que debería haberse visto
ridículo con su vestido de noche pero aun así no lo hacía. Podía oler su dulce y
embriagadora sangre, queriendo extraerla en su propia boca. Se conformó con
lamer su piel.
Sin soltar su mano derecha, levantó la izquierda para ocupar su lugar. Las
quemaduras eran menos graves; únicamente las yemas de sus dedos parecían
dañadas y una pequeña parte de la base de su muñeca.
—Nicola —dijo ella, jadeando, como si tratara de concentrarse en otra cosa
que no fuera su boca. Él giró su lengua alrededor de su dedo medio, lamiendo
mucho más de lo que estaba lesionado, y lo succionó con su boca antes de
soltarlo.
—¿Qué hay con ella? —preguntó él sin interés.
—Ella está obsesionada contigo. Lo vi en su rostro. Déjala ir; no la lastimes.
Saloman sonrío y cerró sus puños. —No te preocupes por Nicola. Dante la contrató
para espiarme.
Le encantó la forma en que los labios de ella se separaron por el shock. Quería
besarlos, tirar de ella tan cerca de él que pudiera sentir aquellos hermosos
pechos presionando contra el suyo. Quería ponerla en la cama y desvestirla con
exquisito cuidado antes de seducirla, follarla y morderla hasta que se vuelva
dócil y dispuesta hasta la locura.
Así que cuando él sintió la corriente de la espada, no se movió.
La espada había estado en la habitación de abajo cuando Elizabeth la había
tocado. Un poco después, había sido movida, pero no muy lejos. Ahora Saloman
podía sentir la distancia entre él y la espada aumentando.
—¿Dante? ¿Por qué querría espiarte? —exigió Elizabeth.
—Para averiguar mi siguiente movimiento. El siguiente movimiento de Adam.
—Y Nicola… ¿Por qué no la envías lejos?
—Porque podría tener hambre.
—¡Para! —Ella arrastró sus manos para liberarse y trató de empujarlo, pero él no
la dejaría, simplemente se quedó inmóvil en su intento hasta que ella se dio por
vencida—. Algo hay acerca de Dante. Sabe demasiado, cree demasiadas de
estas cosas, y sus amigos están como en una especie de culto. ¿Sabe él sobre ti?
sí, él podía tomarla, empujarse dentro de ella ahora antes de que sus cuerpos
siquiera llegaran a la cama y ella se envolvería alrededor de él y lo acercaría
con entusiasmo.
Pero no cambiaría nada.
La mirada de ella se posó en sus labios. Él sonrió, porque no podía confiar en sí
mismo para besarla y aun así dejarla ir. Pero no por primera vez, ella lo sorprendió.
Se puso de puntitas y lo besó, justo como ella había hecho en el momento
después de intentar matarlo, en el instante antes de que ella confesara que lo
amaba.
Pero ese había sido un beso por la desesperación, una manifestación espontánea
de emoción. Este era uno por el calor, por descarada seducción. Sus labios
rozaron los suyos, los sujetaron con fiereza. Su lengua se deslizó dentro de su
boca, como si tratara de absorber todo de él. Succionó su lengua hasta que él
la detuvo y tomó el control, doblándola hacia atrás con la fuerza de su lujuria,
saqueó su boca mientras sus manos poseían su cuerpo, recorriendo sus pechos,
caderas y muslos.
Su bata se vino abajo con ella retorciéndose y gimiendo dentro de su boca
mientras sus manos se encontraron con su cuerpo desnudo. Ella era suya, como
siempre había sido suya.
Y follarla no la haría feliz. No por más tiempo de lo que durara follarla.
Se enderezó, atrayéndola con él, todavía besándola, pero más despacio ahora,
hasta que pudo separar sus bocas y darle aire.
Suavemente, él puso su frente contra la de ella. —Incluso las decisiones válidas
se pueden cambiar.
Ella lo miró fijamente a los ojos, esperanza y tentación persiguiéndose entre sí a
través de su rostro. Poco a poco el anhelo dio paso a la determinación que él
había visto demasiado a menudo antes.
Ella tragó saliva y se alejó de sus brazos. —Sólo por razones válidas.
Saloman inclinó su cabeza. Cual sea la conclusión a la que ella llegó, por lo
menos pensaría otra vez en su despedida.
Y su espada, maldito infierno, se había ido mucho más allá de su rango de
alcance. —Me vas a disculpar —murmuró, caminando a través de la habitación
hacia la ventana y retirando las cortinas—, si uso la salida alternativa.
—¿Por qué? ¿A dónde vas? —preguntó ella, desconcertada.
—Estoy de caza —dijo él, abriendo el marco de la ventana y saltando sobre el
alfeizar.
***
—¿Ni siquiera puedo darte el desayudo antes de que te vayas? —alegó Dante.
—No, gracias —respondió Josh, todavía con esa severidad que había usado
anoche después del incidente de la espada—. Sólo la espada. Necesitamos
seguir adelante.
Josh la había despertado tan temprano que se sentía como si nunca hubiera
estado dormida. Había permanecido despierta por horas, escuchando por los
sonidos de la noche que podrían indicar que Saloman había regresado a casa.
Sabía que debía estar ansiosa sobre lo que sea o quien sea que él estaba cazando
por ahí, pero en realidad simplemente se sentía complacida de que él no iba
tras nadie que ella conociera. Como Josh. O Nicola. Y egoísta y secretamente,
ella quería dormir bajo el mismo techo que Saloman, revolcándose en la
embriagadora mezcla de entusiasmo y seguridad perversa que su presencia
siempre traía.
Y ahora, mientras Dante lideraba el camino escaleras arriba hacia el estudio
donde él dijo que estaría la caja fuerte, ella tomó consciencia de incluso las
emociones más conflictivas. Estaba alegre y triste de estar saliendo de aquí
temprano, antes de que se encontrara con Saloman otra vez, o peor, a Saloman
con Nicola, a quien él había acusado de espiar para Dante.
Justo al lado de la puerta del estudio, Dante se detuvo en seco. Josh en realidad
se tropezó antes de disculparse con una pizca de irritación.
—Eso es extraño —dijo Dante, caminando a través de la habitación—. La puerta
está abierta.
Siguiéndolos adentro, Elizabeth vio que la puerta de la gran caja fuerte estaba
abierta del todo.
Dante casi se cayó sobre sus rodillas, rebuscando en su interior. —Dios mío —dijo
él con tono de incredulidad—. ¡Se ha ido! Ha sido robada…
—¿Qué se ha ido? —demandó Josh duramente—. ¿Dónde está mi espada?
—Desaparecida. —Dante se sentó sobre sus talones—. Se ha ido, Josh. Junto con
mi copa.
Capítulo 7
Traducido por kuami
Corregido por Selene
exuberante cuerpo, con sus ojos, sonrió―. Aunque puedes dejar a tu puta, si
prefieres.
Maggie le golpeó. O por lo menos ella lo intentó. Travis era demasiado rápido y
consiguió agacharse, riéndose. Severin la apartó se su camino. ―Retiro lo dicho,
pedazo de mierda ―dijo entre dientes.
―Bien ―dijo Travis, enderezándose, con la sonrisa muriendo de sus labios carnosos.
Sólo una llamarada malévola en sus ojos azules traicionó su intención―. Todos
ustedes, incluyendo tu puta, salgan de mi territorio.
El gruñido de descontento entre los vampiros en ambos lados se calló durante
un instante mientras Severin y Travis se miraron. Nadie dio la orden al final, nadie
la necesitaba. Con un solo movimiento, Severin y Travis saltaron en el aire y se
estrellaron uno contra el otro. Por encima del hombro de Travis, cada uno trató
prácticamente de desgarrar el cuello del otro, Severin miraba con una especie
de ansiedad infinita mientras los otros vampiros volaban unos sobre otros.
Sólo cuando él y Travis volvieron a caer en la tierra, y se desengancharon para
luchar de forma más grave a continuación, él notó a Maggie, en medio de todo
ello, blandiendo su estaca con una exactitud malévola, se volvió hacia uno de
los seguidores de Travis desintegrándolo.
Pero el orgullo de Severin por ella fue efímero. Ella se tambaleó por el golpe de
un puño, y al caer hacia abajo, una estaca la apuñaló y Maggie explotó en la
nada. Severin gritó de dolor y furia. ―¡Maten a los bastardos! ―gritó. No podía
evitar decir ahora―: ¡Vamos a dejar correr la sangre por las calles de Nueva York!
―Por Maggie, su amante que creyó en Saloman.
***
Después del extraño fin de semana entre ricos, famosos e influyentes, Elizabeth
encontró que hacer un par de ensayos a última hora del lunes por la mañana
era una especie de alivio.
Prometiendo mantenerse en contacto, Josh la había dejado en St. Andrews sin
nada más que un beso de primos en la mejilla, y era consciente de que sólo los
buenos modales, le habían impedido despotricar sobre la espada robada durante
todo el viaje. Abandonando su propuesta de vacaciones en Escocia, él estaba
volando a Londres hoy, sin duda para estar más cerca del Senador Dante, quien,
a pesar de todas las pruebas en contra, todavía le acusaba del robo.
Elizabeth le había enviado por correo electrónico a Mihaela una solicitud
de información sobre la espada, junto con una breve descripción de los
acontecimientos recientes y un anuncio contundente de que Saloman estaba
en Escocia, probablemente en busca de él y de Josh. Ahora, los cazadores
británicos debían ser conscientes de la presencia de Saloman en el Reino Unido,
aunque dudaba que supieran más de lo que ella sabía sobre su ubicación
exacta.
***
Una vez hecho esto, se dirigió a la joven casi inconsciente. Su cabeza colgaba
cuando la movió, pero cuando ella gimió de miedo, se quedó sin aliento para
darle la bienvenida cuando él le cubrió la herida con la boca. Fue más difícil
encontrar y expulsar los aterradores recuerdos que la traumatizó y desordenó
su mente, pero hurgando profundo, sanó lo peor de ellos y la dejó dormida
con una paz relativa en la puerta. Para que uno de los empleados del hotel la
descubriera pronto.
La próxima vez, anunció Saloman a la comunidad asombrada que había hecho
suya, supervísense ustedes. Confío que me he hecho entender.
No hubo desacuerdo, ni siquiera en los recovecos de la mente del vampiro más
fuerte. Satisfecho, Saloman saltó hacia el alféizar de la ventana del tercer piso y
se abrió camino en torno a su propia habitación.
Al entrar, registró el golpeteo insistente en la puerta de su habitación, El aroma
de Nicola Devon flotaba hacía él y suspiró, sacudiendo el polvo de su ropa.
Consideró ignorarla, desde que en su mente ya se estaba mudando. Pero en
realidad, no haría ningún daño, si la comunidad empresarial sabía que no se
podía poner sobre Adam Simon. Así que dijo despreocupadamente: ―Entra ―
mientras continuó con su tarea de tirar la ropa en una maleta, sin interrupción.
Nicola entró, vestida con su brillante traje de negocios favorito y con un periódico.
Recorrió la sala de estar con rapidez, entonces lo vio en el dormitorio y se dirigió
hacia él.
―Lo siento por pasar tan tarde, Adam. Por lo menos no te desperté. Esto estaba
fuera de tu puerta. ―Dejó el periódico en la cama y dejó caer su mirada a la
maleta―. ¿Te vas de Londres?
―Esta noche.
―Oh. ―Ella parecía desilusionada―. ¿A dónde vas?
―Aquí y allí.
Ella se acercó a él, como si buscara el coraje para darle un abrazo. Obviamente,
no lo encontró, por lo que tragó saliva y dijo con una voz extrañamente pequeña:
―¿Tienes tiempo para tomar una copa?"
―No.
Ella se hundió lentamente en la cama, mirándole, mientras él cerraba la tapa de
la maleta y la cremallera. ―Necesito hablar contigo, Adam. Yo… Yo no he sido
completamente recta contigo.
―Lo sé.
Su mirada voló hacia la de él. ―¿Lo sabes? ¿Cómo?
***
Elizabeth se despertó antes del alba, como hacía a menudo. Pero antes de que
incluso pensara en hacer café, normalmente su primer acto del día, alcanzó su
laptop para ver si había alguna respuesta de los cazadores sobre la espada de
Saloman.
Se acomodó atrás en las almohadas con la laptop sobre sus rodillas, descargó sus
correos electrónicos y de inmediato vio que había uno de Mihaela. Emocionada,
hizo clic en él y empezó a leer.
El principio del correo electrónico era principalmente una reiteración de la
información que ella había investigado en torno a otros lugares para ella el verano
pasado: que la espada había sido tomada por Tsigana y se había transmitido a
sus descendientes, y que la reputación de la espada era la de tener poderes
especiales.
Si creyeras todo que leíste ―Mihaela escribió―, entonces esta espada podría
hacer de todo, desde ganar una batalla hasta ayudarte con la cena. Muy poco
de esto se puede probar, pero lo que sí está claro es la importancia que se
concede a la espada por los descendientes de Tsigana. Y el hecho que se la
quedaron en gran parte los vampiros, sólo por eso. También se menciona en
las profecías, aunque no su propósito. Hay datos en algún punto del verdadero
poder de la espada. Lo más importante, es que tiene la fama de hacer al portador
invulnerable a cualquier ataque. Y he visto repetido en varios sitios diferentes, que
si un ser humano es asesinado por la espada y, posteriormente, se convierte en
vampiro, este vampiro será más fuerte que todos los demás. No hay evidencia
de esto último hasta ahora, pero eso no lo descarto.
***
El trabajo era lento. Era la época de exámenes, así que había poco que enseñar.
Y desde que su puesto estaba a punto de expirar, no tenía mucho trabajo
que preparar para el próximo año. No obstante, ella se quedó todo el día en
su departamento, aparte de alguna incursión a la biblioteca para devolver
algunos libros. Su piso la atrajo como un imán, pero ella no cedería. No iba a
volver para ver si aún estaba allí, y sin embargo el pensamiento de él sentado
en su sala de estar, leyendo sus libros, acostado en su cama, le retorcía el interior
con excitación.
Pasó la mayor parte del día repasando su tesis, revisando de dónde y cómo se
podría ampliar para hacer un libro de fácil lectura, pero académico. Finalmente,
se fue a las cinco, rechazando la oferta para ir a tomar una bebida improvisada
en el departamento.
Su corazón parecía tronar mientras caminaba cerca de la vivienda. Quería que
él se hubiera ido, que dejara de tentarla, y sin embargo anhelaba esa tentación,
incluso la posibilidad de no ceder a ella. Sólo para verle en su casa de nuevo,
para hablar con él, discutir con él. Había pensado que lo estaba manejando
bien, siguiendo adelante con todos los aspectos de su vida, hasta que un día él
apareció de nuevo e hizo que su vida plena y ocupada pareciera vacía.
Simplemente que se haya ido, ella rezó, mientras daba la vuelta a la llave en la
puerta.
Él se había ido.
Algo de su olor quedó en el aire, pero su presencia, el conocimiento aplastante
de su proximidad, había desaparecido. Ni siquiera podía esperar que él se
hubiera ocultado, el apartamento era demasiado pequeño para albergar
muchos lugares para esconderse.
Tirando su chaqueta en la silla de la cocina, Elizabeth miró sin ver por la ventana.
La calma por la que había luchado y trabajado tan duro para mantener había
desaparecido, como si los últimos seis meses nunca hubieran pasado. Él había
regresado, revolviendo todo, y había desaparecido, y ahora estaba todo para
ser construido de nuevo.
¿Con qué frecuencia tengo que seguir haciendo esto?
Al respirar profundamente, el punto de vista de la playa y el mar volvió a entrar en
su enfoque. Alejándose de la ventana, recogió un par de huevos de la nevera.
Huevos revueltos con tostadas estaría bien. ¿No?
A medio camino de batir los huevos, detuvo y buscó su teléfono, de repente
desesperada por escuchar la voz de Mihaela, como si quisiera que le recordara
por qué se necesitaba seguir rechazando a Saloman. Además, tenía que hacerle
una advertencia sobre el posible peligro que presentaba para el mundo el
Senador Dante. Encontró el número de la cazadora y pulsó conectar.
―Elizabeth. ―Mihaela logró sonar un tanto distraído y disculpándose, como si
estuviera todavía trabajando y hubiera pasado un día de prueba―. Lo siento, no
Elizabeth se rió. ―Bueno. ¿Y quizás podrías ver al Senador Dante? Me temo que
está persiguiendo la inmortalidad por una…
―Por supuesto ―la interrumpió Mihaela―. Pero no me gusta que estés en Estados
Unidos sin apoyo. No si vas a estar cerca de Severin... ―hubo una pausa corta;
y luego agregó, desafiante, como si alguien, tal vez Konrad, le gesticulara para
que callara—. Mira Elizabeth, ¿por qué no duermes, lo piensas? Y nos lo haces
saber por la mañana.
Dormir. Ella necesitaba dormir para aclarar el revoltijo de pensamientos de su
cabeza, pero ella estaba demasiado inquieta, incluso demasiado revuelta,
incluso para manejarlo. En alguna parte, reconoció que por lo menos una parte
de esta incomodidad era culpa suya.
Cuando el crepúsculo empezó a caer, agarró su chaqueta salió del apartamento,
decidida a caminar o incluso correr por la playa hasta que se agotara físicamente.
Al menos, así estaría bien para poder dormir o pensar.
Dormir sería mejor, se dijo a sí misma mientras caminaba fuera de la carretera
y cruzaba a la suave arena polvorienta para llegar al tramo de playa, más
compacta donde sería más fácil caminar. Pensando cómo traería de vuelta a
Saloman, Dante y Josh.
Josh, su primo lejana, la mega estrella a quien apenas conocía, y sin embargo,
ya parecía como un primo de verdad, alguien a quién debía cuidar y proteger
de los vampiros y de los aspirantes a vampiros que se cernían sobre él. E incluso
si no lo fuera, sabía que él no dejaría simplemente el tema de la espada. Para
alguien tan tolerante que tenía una veta muy determinada, un poco como la
suya, supuso tristemente, que la llevaba a aferrarse a algo que sólo tenía valor
para él, por el hecho de que su querido padre se la había dado. Si Dante no lo
buscaba, entonces Josh buscaría a Dante.
Y los dos estarían caminando en el medio de una guerra entre vampiros.
Saloman iba a Estados Unidos para afirmar su autoridad y recuperar la espada.
¿Habría que detener a Dante? ¿Realmente creía todas las cosas que Saloman
le había dicho? Una parte de ella, sin duda, sabía era cierto. Había leído sobre
eso. Y el interés de Dante en lo sobrenatural era reconocido por él mismo. No era
ninguna prueba. Sin embargo, Saloman se lo creyó.
Alertar a los cazadores era una excusa. Ella conocía a Josh y a Saloman como
ninguno de los cazadores lo hacía, y a pesar de todo, sabía que Saloman era la
mejor protección que Josh tenía.
Se estaba convirtiendo en una noche clara y estrellada. La brisa era suficiente
para soplar el pelo hacía atrás de la cara en lugar de hacerlo volar hacia el mar,
como a veces parecía intentar. A lo lejos algunos estudiantes estaban celebrando
el final de un examen con una botella compartida. Un par de paseadores de
perros se movían como alfileres en su visión. Elizabeth se dirigió en la dirección
Capítulo 8
Traducido por littlegirl
Corregido por Selene
***
inmediato y pedir disculpas... Excepto que se sentía tan bien. Podía permitirse este
momento de felicidad secreta. Si él pensaba que estaba dormida, ella podría
disfrutar de su aroma familiar, distintivo, la fuerza de su delgado y musculoso
cuerpo, el simple placer de estar cerca de él.
Su mano le acarició el cabello, se colocó en la nuca, y un agradable hormigueo
le recorrió por la cabeza y le recorrió la espalda. Abrió los ojos, bebiendo de los
ojos de él, aunque lo único que veía eran los botones de su camisa y la mano
larga, pálida descansando en su regazo.
Podría acostumbrarme a esto. Oh, pero no podía...
No era sólo el momento presente, el que había causado el aumento de la
añoranza. Era estar en su compañía tanto tiempo. Se había quedado en su piso
desde su encuentro en la playa. Había dormido en su propio dormitorio mientras
él tocaba música y veía la televisión, e incluso utilizaba su laptop en la sala
de estar. Había mantenido la distancia entre ellos tan bien que no hizo ningún
esfuerzo para unirse a ella.
Y al día siguiente, cuando ella había llegado a casa del trabajo después de
negociar con Richard para salir temprano, todavía había estado allí. Como no
tenía idea de qué decirle, los silencios eran largos, y sin embargo poco a poco
había dejado de ser incómodo y la charla había comenzado a fluir naturalmente,
hablaban de cosas que nada tenían que ver con los vampiros o las espadas o
dominar el mundo.
Durante largos períodos, había permanecido en el sofá con los ojos cerrados, y
tenía la impresión de que se estaba comunicando telepáticamente. No preguntó
con quién. No quería saber.
Se dio cuenta de que era peligroso caer en esto... la comodidad con él, pero tenía
la esperanza de que mientras mantuviera la distancia física, tal vez sobreviviría
tomar este riesgo.
Y ahora había dejado que se deslizara demasiado. Su mano se movió sobre su
pelo y se instaló en la espalda, explorándola ligeramente. Como si le importara.
Como si todavía significara algo más que el amor de un momento de una vida
muy larga.
Ella cerró los ojos. ¿Por qué tengo que creer eso? Muchas mujeres han vivido y
muerto con el amor de Saloman. Me pregunto cuántas realmente le llamaron la
atención. ¿Quién le cuidará cuando yo muera?
Horrorizada por la dirección de sus pensamientos, me senté, hablando entre
dientes: ―Lo siento. ―Su mano se deslizó fuera. Afortunadamente, la azafata
pasó, sirviendo bebidas, y cuando le entregaron su jugo de naranja, ella fue
capaz de mirarlo a los ojos de nuevo. Incluso podía estirar las piernas y decir con
satisfacción―: La primera clase es buena.
―Me alegro de ayudar ―dijo, una pizca de humor brillante en sus ojos oscuros.
Para todos los efectos, había existido durante unos pocos meses en el mundo
moderno, y sin embargo, nada parecía perturbarle. No los poderosos vuelos de
negocios o transatlánticos. Se sentía como en casa.
Bebí un sorbo de jugo, mirándolo por encima del borde de la copa y contando
las veces que ella le había visto desconcertado.
Una vez. Sólo una vez, cuando había tirado la estaca con la que había querido
matarlo y lo besó en su lugar. Había durado sólo un instante, pero lo atesoraba
tanto como el amor feroz, urgente que había llegado después.
El calor comenzó a extenderse por todo su cuerpo. Antes de que pudiera llegar a
su cara y la traicionara, dijo con un dejo de desesperación: ―¿Es esta realmente
la primera vez que has estado en Estados Unidos?
―Desde que me desperté, sí. Estoy seguro de que tus amigos cazadores han
dicho que ese es el caso. ―Él habló en rumano, sin duda en consideración de
sus compañeros de viaje, que posiblemente podrían escucharnos.
Me pregunté si conocía a los cazadores que le habían perdido por largo período
de tiempo. Pero, por supuesto que sí. Era totalmente deliberada, para dar a su
"caracterización” de Adam Simon un buen comienzo. Elizabeth hizo caso omiso
de la punzada de culpa porque todavía no les había dicho acerca de su nueva
identidad. Tenía la sensación de que Simon era la relación comercial de Saloman
que Mihaela estaba siguiendo, y que debería haber salvado a su amiga del
problema con sólo informarle abiertamente de que Simon era Saloman.
Esta extraña doble lealtad funcionaba sólo si ella y Salomon permanecían
separados. De lo contrario, siempre traicionaría a alguien. Así que se lanzó al
ataque. —Me dijeron que los vampiros de América del Norte no te reconocen.
¿Es otra razón para ir allí?
―Por supuesto ―dijo serenamente.
Ella dejó su copa sobre la mesa, y le echó una mirada dudosa. ―No vamos a
iniciar una guerra aquí, ¿verdad?
―Rara vez empiezan las guerras.
―He oído que una está en marcha ya.
Saloman se encogió de hombros con elegancia. ―Una escaramuza un poco
tonta con demasiados daños colaterales. Es la razón de la visita.
―¿Es eso lo que sucedió en España?
―Siempre hay algunos que no atienden razones.
―¿Estás esperando que los vampiros de América escuchen?
―Con el tiempo. ―Él sonrió, con una curvatura leve del labio que se desvaneció
casi tan pronto como se formó.
―No es tan fácil para mí decirle a la mierda cuando en realidad estoy justo en
frente de ellos.
A pesar de sí misma, Elizabeth soltó una risa. ―¿Es eso lo que dijo?
―Querido Travis ―dijo Saloman con cariño―. Estoy ansioso por contar con su
amistad.
***
Elizabeth paseaba por la azul y espaciosa suite de oro, tocando los respaldos
de las sillas, la madera pulida de las elegantes mesas, la tela gruesa de las
elaboradas cortinas de las ventanas de cuerpo entero. Nunca había estado en
un hotel de lujo en su vida.
Pero sólo había una cama.
―Es tuya ―dijo Saloman, mientras la puerta se cerraba detrás del portero que se
iba, y se dio vuelta para mirarlo de frente, casi culpable―. Yo no duermo.
―Me gustaría que dejaras de leer mi mente ―dijo con tristeza.
―En este caso, sólo estaba leyendo tu cara.
Mientras caminaba hacia ella, volvió la mirada hacia la ventana, bebiendo de
las impresionantes vistas verde oscuro por debajo de Central Park, y fuera de
ella, el famoso horizonte de Nueva York, se iluminado en la noche.
―Esto es increíble ―murmuró―. No sé si debo darte las gracias por este lujo o
regañarte por sin embargo insistir en pagarlo.
―Nada de esto es necesario. ¿Por qué no duermes?
―Podría tener una ducha rápida en este cuarto de baño de belleza extraordinaria
en primer lugar.
A pesar de que el agua no era tan rápida como había previsto, sirvió al propósito
de hacer su sueño verdad. Al salir del vapor en su camisón, el único elegante,
con una bata de baño del hotel agarrada en frente de ella como un escudo,
regresó rápidamente al dormitorio y se deslizó entre las sábanas frescas de la
enorme cama.
Por la puerta abierta, podía ver Saloman moverse a lo largo de las ventanas
de la sala de estar, tocando el cristal. Parecía estar murmurando para sí mismo,
como si estuviera hablando por su teléfono. Pero no era así.
Intrigada, lo miró hasta que se trasladó fuera de su vista. Una vez más, oyó el
murmullo sin ser capaz de distinguir las palabras. Luego entró en la habitación,
Ella tragó saliva, tratando de no ahogarse en sus ojos, en sus propias necesidades.
―No tengo idea de qué estás hablando.
―Sí, tú la tienes. ―Se inclinó hacia ella y su corazón pareció detenerse. Extendió
la mano y tocó el pulso latiendo en la base de su garganta―. He decidido
seducirte, y aún no te he seducido. He decidido matarte, y te he seducido de
nuevo. ―Sus dedos se perdían alrededor de su cuello en la vena lateral, donde
en voz baja, dio un sensual masaje―. Nunca sentí como me perdía, pero sé que
pasó.
Ella tragó. ―Nunca como yo.
―¿Qué te parece, Elizabeth? ¿Domaras a un monstruo? ¿O resistirás la tentación?
Su mirada siguió sus dedos, y con entusiasmo malvado, reconoció el hambre en
sus ojos. Era más que sexual. Quería su sangre. El monstruo estaba lejos de ser
domesticado, y Dios la ayudara, su miedo a él sólo alimentaba su propia hambre.
―No debería amarte y lo hice ―susurró. Mi alma se muere cuando estamos
separados.
Como si escuchara sus pensamientos, su mirada cambió de nuevo a su cara,
y la sed de sangre poco a poco murió, dejando sus ojos negros y opacos. Sin
embargo, todavía tenía miedo de moverse. Siempre se podía mover más rápido.
Dijo suavemente: ―No estamos tan lejos, tú y yo, y estamos aquí juntos. ―Su
mano se deslizó hacia ella para acariciarle el pelo de la frente―. Duerme. Y
luego vamos a hacer lo que vinimos a hacer.
***
Estaba oscuro en el dormitorio cuando Elizabeth se despertó, porque a pesar de
que era media mañana, las cortinas estaban cerradas. Se levantó y las abrió de
nuevo, dejando la increíble vista de Nueva York y el sol. No pudo evitar sonreír. Se
volvió y paseó por el resto de la suite en la búsqueda de Saloman para compartirlo
con él, pero estaba sola.
Con un suspiro, volvió a la habitación para terminar de desempacar y vestirse.
Estaba distraída cepillándose el pelo frente al espejo cuando Saloman entró sin
previo aviso. Vestía un traje elegante y camisa de seda blanca como la nieve,
con el cuello abierto, y aunque el pelo estaba recogido ligeramente detrás de
su cabeza, se las arregló para verse un poco salvaje y peligroso. Su belleza hizo
doler su garganta.
Atravesó la sala de estar detrás de su silla, y se encontró con su mirada en el
espejo.
―Tienes reflejo ―dijo ella con voz débil―. Nunca lo he visto antes.
Capítulo 9
Traducción SOS Susanauribe y SOS Little Rose
Corregido por Aldebarán
Mihaela se sentó de nuevo y miró la parte posterior de sus cabezas con hostilidad.
—¿Sabes qué es lo que odio de ti, Konrad? Tu pragmatismo.
—Eso nos mantiene vivos y nos hace el equipo de caza más exitoso del mundo.
Mihaela dio una pequeña y sin humor risotada. —Esperemos que eso también
mantenga a Elizabeth viva también.
***
El apartamento de Rudolph Meyer estaba en un viejo y arruinado edificio. El
elevador no funcionaba, así que Elizabeth tomó las estropeadas escaleras al
segundo piso y, a través de un corto y desnudo corredor, descubrió la puerta con
Meyer garabateado sobre una cartulina con un lápiz negro y pegado con cinta
adhesiva a una placa anterior.
Música venía de dentro del apartamento, así que al menos estaba dentro.
Elizabeth tocó el timbre y, luego de esperar varios momentos sin respuesta,
golpeó fuertemente. Después de otro medio minuto, timbró y golpeó de nuevo.
Oh, Dios, ¿Saloman ya estaba aquí?
¿Protegiendo a Josh, había condenado a lo desconocido a Rudolph como el
único que seguía a su disposición?
Pero no, estaba segura de que podía oír voces por encima de la música. De una
mujer y un hombre. Poniéndose en cuclillas, puso su ojo en el cerrojo antiguo,
justo cuando la puerta se abría.
—Ah —Elizabeth dijo. No había sido parte de su plan antagonizar al descendiente
con un espionaje tan obvio. Un hombre blanco con cabello plateado grisáceo,
alrededor de cuarenta y cincuenta de edad, la miró. Así también la joven mujer a
su lado, una chica negra que seguía en sus veinte, vestida con el mismo gastado
tipo de equipo de combate que el hombre, probablemente, Rudolph Meyer.
—¿Quién demonios es usted? —dijo él, empujándola mientras ella se ponía de
pie. Él se volteó para cerrar fuertemente y ponerle seguro a la puerta.
—Soy Elizabeth Silk —dijo aturdida.
La mujer paso a su lado también, y la pareja se alejó hacia las escaleras. Con
algo de asombro, Elizabeth se dio cuenta que simplemente la iban a ignorar e
irse.
—Estoy buscando a Rudolph Meyer —dijo, apresurándose detrás de ellos.
—Lo has encontrado —el hombre miró por encima de su hombro. Él y la chica
usaban mochilas bien rellenas, y sus bolsillos parecían gordos mientras sus jerseys
colgaban alrededor de sus caderas.
entonces. Luego, hace unos meses, empecé a recibir llamadas diciendo que
descendía de alguien que había matado a un pez gordo de los vampiros, y
ahora ese vampiro había despertado de nuevo, así que debería cuidarme. Los
ignoré, pero descifré que esa podía ser la razón por la que ese vampiro me eligió
en primer lugar.
—Usted tiene el aroma de una presa fuerte —Elizabeth estuvo de acuerdo. Miró
hacia la chica, Cyn—. ¿Cómo supo cómo matar el vampiro?
Los largos y curiosos ojos café oscuro encontraron su mirada. —Adiviné. Los
había visto antes, sabía lo que eran, aunque las personas me llamarían loca si lo
mencionaba. Es por eso que tenía ese paraguas en particular, y es por eso que
lo afilé.
—Wow… —Por un momento largo, Elizabeth la contempló con abierta admiración,
antes de que preguntara—: ¿Saben los cazadores de vampiros Americanos
sobre ustedes?
Rudolph y Cyn sonrieron. —Somos los cazadores de vampiros —Rudolph dijo con
un avistamiento de orgullo.
Elizabeth eligió dejar la discusión para luego, optando por el punto más inmediato.
—¿Es ahora a dónde se dirigen? ¿Caza de vampiros? ¿En plena luz del día?
—El mejor momento —Rudolph dijo—. Están encerrados y en reposo. Encontramos
un nuevo nido anoche. Deberíamos ser capaces de limpiar el lote antes de la
noche.
Elizabeth pestañeó, diciendo: —¿Necesitan ayuda? —ofreció.
Rudolph y Cyn intercambiaron miradas.
Rudolph dijo: —Sin ofender; señorita, pero si no puedes pelear, eres más un
estorbo que ayuda. La oportunidad de que todos estén durmiendo es remota.
—Puedo pelear un poco —Elizabeth dijo humildemente.
—¿Contra vampiros? —Cyn exigió, ya desabrochando su cinturón de seguridad
mientras Rudolph llevaba la camioneta hacia un alto afuera de un edificio de
oficinas en desuso, con las ventanas tapiadas y carteles con el nombre de alguna
empresa de la construcción.
—Principalmente —Elizabeth dijo con arrepentimiento—. Deberían saber que soy
quién despertó este antiguo vampiro del cual hay tanto alboroto. También, él
está en Nueva York y es fuerte, mucho más fuerte de cualquier cosa con la que
se hayan enfrentado hasta ahora.
Rudolph ya se había bajado, pero se volteó ahora para mirarla a través de la
puerta abierta. —¿Crees que nuestro nido lo incluya?
***
obtener el poder igual al de los antiguos. Que me gustaría compartir con usted,
por el don de la inmortalidad.
Travis inclinó la cabeza hacia un lado, mirándolo sin pestañear. —Adelante.
Dante dio otro respiro. Se sentía como si estuviera contando, como si cada
inspiración pudiera ser la última. —¿Cuánto sabes acerca de la espada?
Travis se encogió de hombros. —No mucho. Un poco de rumores, un poco de
leyendas.
—Se dice que un ser humano que es muerto por la espada y, posteriormente, se
convierte en vampiro, tiene el poder igual al del dueño original de la espada.
—Saloman —dijo Travis, casi en un susurro.
—Exactamente. —Por primera vez desde que había entrado en este lugar, Dante
sintió que estaba en control, y su confianza se disparó en respuesta. Se inclinó
hacia delante, sobre la mesa, diciendo—: Tienes toda una operación aquí. Que
no responde a nadie, siguen su propio camino, y te respetan mucho más allá del
mundo de los vampiros. Sé de estas cosas. Y no quiero me las quiero perder.
—¿Por qué te importa? —Travis lanzó.
—Porque creo que podemos trabajar juntos, en cooperación, sin que interfiramos
entre nosotros o pisando los dedos de los pies de los demás. Aquí está mi trato,
Sr. Travis. Me matas con la espada de Saloman, y me haces un vampiro. Lo
que voy a ganar en poder por la fuerza de eso, voy a compartirlo contigo. E,
inmediatamente, tendrás el uso de la espada para derrotar a Saloman.
Travis lo miró. En el silencio, Dante notó que los vampiros de la mesa de al lado
habían oído todo. ¿Importaba?
Probablemente no. La puerta por la que había entrado se abrió y alguien a
quien no pudo ver entró. La mirada de Travis cayó en los recién llegados, y dos
de los otros capós entraron y atravesaron el cuarto hacia ellos.
Dante preguntó: —¿Qué dices?
Travis lo consideró. —Digo que tu propuesta requiere demasiada confianza
de ambas partes. Ahora que sé que la tienes, podría quitártela en cualquier
momento y utilizarla para destruir a Saloman.
—Pero no tendrías un aliado poderoso en el mundo humano.
—¿Cómo puedo confiar en tu palabra de que cumplirás el trato una vez que
tengas lo que quieres?
Dante se encogió de hombros elegantemente.
Tan pronto como entró en la gran sala de juego, Elizabeth lo supo. No tenía
necesidad de utilizar los detectores de los cazadores para saberlo. Cada pelo
minúsculo situado en la parte de atrás de su cuello se puso de pie como un tallo.
Todos los sentidos reconocieron su quietud, su apariencia, su amenaza pura. Los
hombres que se acercaron a ellos, los que continuaron la expansión en la mesa
que acababa de dejar, y sin duda el hombre que se sentó con Dante, eran
vampiros.
La confianza de Elizabeth en sus poderes había aumentado en los últimos seis
meses, pero sabía que estaba superada. Sus instintos habían gritado que no
fuera allí, y estaban en lo cierto. Necesitaban salir de ahí lo antes posible.
Sólo que Josh no la acompañaría, y ahora también tenía que cuidar a Dante…
—Ahí está —suspiró Josh, moviéndose hacia la espalda de Dante.
—Tenemos que sacarlo de aquí —dijo duramente Elizabeth—. ¿Y, Josh? Ni siquiera
pienses en pelear con alguien. Son todos vampiros.
—Oh por el amor de… —Josh miró al techo, murmuró algo, y luego habló entre
dientes—: Elizabeth, no necesito esto ahora. —Y, mientras los dos vampiros en
trajes y con ametralladoras los alcanzaban, él alzó la voz y llamó a Dante.
Elizabeth mantuvo la mano en su bolso, sus dedos dentro de ella agarrando
la estaca. Su corazón martillaba; todos los sentidos estaban alerta, mientras
caminaban con su escolta vampiro hacia Dante, que parecía estar de todas
formas menos feliz de verlos. Por un instante, no había ninguna señal en absoluto
Antes de que pudiera observar más, Elizabeth le lanzó una mirada a quien la
tenía del brazo.
—¿Tragar? —dijo ella—. Sin presentarnos, ni siquiera permito una mordida. —Y
sacó la estaca, hundiéndola en su corazón, mientras que se volvía y pateaba al
otro vampiro cercano a Josh—. ¡Josh corre! —gritó, y miró a Dante, lo tomó de la
cintura y lo arrastró con ella—. ¡Vamos!
Era desesperante; probablemente necesitaban un milagro para que funcionara;
pero al menos les dio una oportunidad. Desafortunadamente, Elizabeth no contó
con el creciente escepticismo de Josh, que ella sólo había volado por las nubes al
vampiro. Se paró en seco, parpadeando hacia donde la criatura había estado.
Sus labios se movieron, sin hacer sonidos.
—Atrápenlos —espetó Travis. Elizabeth tironeó una última vez de Dante para que
la entendiera y tomó a Josh. No podía arrastrarlos a ambos y luchar al mismo
tiempo.
—Josh! —exclamó—. ¡Muévete!
Él trastabilló, pero ella tenía que golpear al vampiro que lo tenía agarrado.
Mientras Elizabeth lo mataba, pudo ver que el momento había pasado. Los
vampiros los estaban rodeando. Más salían de la puerta trasera, la que llevaba al
estacionamiento. Salvajemente, reviso el cuarto buscando una ruta de escape,
aún agarrada de Josh, quien respiraba agitadamente. Dante retrocedió hacia
Travis, quien, sin embargo, lo ignoró. La atención del líder de los vampiros estaba
en Elizabeth.
—¿Señor, tenemos un acuerdo? —gritó Dante.
—Ahora no Senador —Travis sonrió y caminó al círculo—. Es tiempo de comer.
Dante recorrió el camino a la salida, y comenzó a correr, pasando junto a los
vampiros que no estaban ni remotamente interesados en él cuando la sangre
de dos descendientes, uno de los cuales era un Despertador, estaba en juego.
—Lucharé, Josh —dijo Elizabeth—. Pero no puedo ganar. Si tienes una oportunidad,
huye —me quieren más a mí. Encuentra a Adam Simon y cuéntale lo que ocurrió.
¿Comprendes?
No había tiempo para responder. Los vampiros se acercaron, caminando y
acelerando el paso rápidamente. Elizabeth alzó la estaca y liberó a Josh para
tener ambos brazos libres.
—Adelante —suspiró, mientras se lanzaba al primer vampiro con un grito de
guerra.
Pero algo fue más fuerte que su grito —el ruido de la mampostería cayendo
cuando el techo comenzó a ceder. La distracción le hizo más fácil matar a varios.
Capítulo 10
Traducido por LizC
Corregido por Aldebarán
En piloto automático, Josh corrió con ella la longitud de la habitación. Ella abrió
de una patada la puerta, buscando por nuevas amenazas; luego, por primera
vez desde que esto comenzó, pareció vacilar. Miró por encima de su hombro, y
Josh miró con ella.
Todos los hombres de Travis... o al menos aquellos que no habían desaparecido en
nubes de polvo; todavía vestidos con sus trajes de gánster ridículos, se apiñaban
alrededor del hombre que se parecía a Adam. Elizabeth hizo un pequeño
movimiento, como si, después de todo, tuviera la intención de volver, pero al
final, con un sonido como un sollozo ahogado, arrancó y corrió directo hacia el
estacionamiento.
Josh corrió detrás de ella, agarrando la pata de la silla rota más como un talismán
que como un arma, y cuando todos ellos, excepto dos hombres se encontraron
corriendo desde el estacionamiento hacia el club, fue Elizabeth, quien apuñaló
a uno y pateó al otro. Pero su patada nunca conectó. El hombre estaba más
interesado en cualquier lucha que aún continuaba en el interior.
A medida que corrían hasta su coche, Josh notó que el vehículo de Dante se
había ido. Pero no había tiempo para debatir todo lo que esto significaba. Si
este sueño en realidad no era un sueño, lo más importante era que él y Elizabeth
salieran de aquí lo más rápido posible.
Por lo menos él había encontrado su llave y voló a la cerradura a tiempo para dar
un salto en el interior tan pronto como llegaron al coche. Sin ningún tipo de pausa
para sujetar los cinturones de seguridad, arrancó el motor, lo echó en reversa, y
rechinó a medida que aceleraba al salir del estacionamiento, estrellándose a
través de la barrera cerrada y saliendo a la carretera.
A su lado, Elizabeth dijo en voz baja: —¿Estás bien para conducir? —Ella estaba
tensa otra vez, como un resorte, y el miedo había vuelto a sus muy hermosos ojos
color avellana.
Josh arrastró su mirada de vuelta hacia el tráfico clamoroso, respiró hondo, y se
obligó a reducir la velocidad.
—Mierda —susurró, frotando una aún temblorosa mano sobre la parte posterior
de su cuello sudoroso volviéndola a colocar en el volante—. Esto no es un sueño,
¿verdad? ¿Qué diablos ha pasado, Elizabeth?
—Lo siento —dijo en voz baja—. Traté de decirte. Pero algunas cosas simplemente
no puedes creerlas hasta que lo ves por ti mismo. Así fue también para mí. Sólo
conocimos a Travis, el líder más fuerte de los vampiros en América del Norte, y
a sus guardaespaldas. Y fuimos reconocidos como descendientes de Tsigana.
Como te dije, nuestra sangre es valiosa para ellos.
Ella enterró la parte posterior de su cabeza en el reposacabezas.
—Caramba, debería haberte escuchado. No debería haber salido.
Josh no tenía idea de qué quería decir con eso. Pero un instante después, ella
parecía haberse calmado, guardando su estaca de madera cuidadosamente
en su bolso antes de que lo revolviera buscando su teléfono.
Josh se concentró en conducir. Lo que acababa de ver, lo que había visto hacer
a Elizabeth allí atrás, necesitaba una gran cantidad de procesamiento.
—Mihaela, soy yo —dijo en su teléfono. Hubo una pausa, y luego—: Estoy ahora
en Nueva York. ¿Puedes encontrarme lo que tienes sobre el vampiro Americano
Travis? Con especial referencia a una posible relación con el Senador Dante
Grayson.
Curiosamente, la naturaleza de sus palabras tranquilizó a Josh. A continuación,
Elizabeth dijo: —Tal vez, pero la red estadounidense no necesariamente me dará
la información... no me conocen. Vas a tener que hacerlo por mí... Sí, me temo
que es importante, Mihaela, sumamente importante. —Sonrió débilmente—.
Gracias, eres maravillosa —dijo, y cortó la comunicación.
Josh se echó a reír. Elizabeth lo miró con alarma, como si temiera que se hubiera
vuelto chiflado. Tal vez lo había hecho.
—¿Qué? —exigió—. ¿Qué es?
—Acabo de darme cuenta lo realmente molesto acerca de esta... aventura.
Hemos pasado por todo eso, y yo todavía no tengo mi maldita espada.
***
Todos ellos tenían algún tipo de estacas, muchas de ellas hechas después
del propio ejemplo de Saloman al usar la pata de una silla rota, y Travis era lo
suficientemente fuerte como para atravesar su piel. No había duda de que juntos
podrían tomarlo, debilitarlo drenando su sangre donde su piel era menos dura
que en su corazón, mientras que obtenían una mayor fuerza al beber su sangre,
impulsando una estaca cada vez más en su corazón hasta que, finalmente, él sería
enviado de vuelta al sueño agonizante del que Elizabeth le había despertado
hace menos de un año.
Tal vez no lo sabían, por supuesto. El matar a un Antiguo se había convertido en
algo así como un arte perdido en los últimos trescientos años. Pero a Saloman no le
importaba embarcarse en ello. Él podía luchar, confiar en su fuerza superior para
mantener a todos a raya mientras les hablaba de una matanza mutua, si podía.
Pero la sed de sangre de ellos había terminado. Elizabeth y Josh habían visto
que, y ahora, sin algún tipo de fuerte sacudida, era probable que no prestaran
mucha atención al hablar.
Una muestra de su poder superior era claramente necesaria. Lo debilitaría,
agotaría su fuerza y su capacidad para luchar por mucho más tiempo, así que si
su estratagema no funcionaba, estaría, según el lenguaje moderno, jodido.
Travis sonrió como si estuviera divertido, pero esta vez no pudo ocultar el brillo en
sus agudos ojos azules. —¿Y mi apuesta?
Saloman sonrió. —El señorío de los vampiros en América del Norte, por supuesto.
***
Si Saloman “moría” de nuevo, ella se preguntó si lo sabría. Había sido tan firme
en su instrucción telepática de que se fuera, tan entretenido por la mera idea
de que no podía hacer frente a los vampiros Americanos, que a pesar de los
temores mellados en su corazón, lo había dejado con el fin de cuidar a Josh.
Renunciando a la idea de que Saloman podría ser asesinado, se preguntó en
lugar cuáles serían las consecuencias de su victoria. ¿El conflicto se extendería
por toda la ciudad, como “luchas entre pandillas”, dejando a los humanos así
como a los vampiros como víctimas?
La garganta de Elizabeth se cerró con horror. ¿Tal vez simplemente significaría
que Saloman ahora controlaba a todos los vampiros de América? Lo que podría
ser más pacífico a corto plazo, pero era por lo que ella había venido hasta aquí
para evitar. ¿Realmente le había dado más poder en bandeja de plata al ir
por Travis? ¿Y condenado al mundo humano a cualquier regla que Saloman
decidiera infligir?
—¿Ese era Adam Simon? —dijo Josh abruptamente, rompiendo sus pensamientos
sombríos. Estaban de regreso a su apartamento, donde Josh estaba ignorando
los mensajes constantes que llegaban en su teléfono para hacer té. Dado que sus
manos habían dejado de temblar, Elizabeth había acordado en dejarlo hacerlo.
Él necesitaba de las tareas cotidianas para contrarrestar las rarezas del día.
Elizabeth negó con la cabeza. —No. —Era la verdad, viéndolo de cierta forma.
Josh frunció el ceño, dándole una taza de té. —Pero lo mencionaste. Me dijiste
que debía decirle lo que pasó si me iba. ¿Por qué? En Escocia, me dijiste que no
confiara en él. ¿Qué tiene que ver con todo esto?
Elizabeth le dio la espalda para caminar de nuevo a la espaciosa sala de
estar, donde se sentó en uno de los sofás de cuero. —Nada, en realidad —dijo
vagamente—. Sólo es un hombre que está involucrado en muchas cosas, útil
para tener a tu lado para salir de un apuro. Como en el que estamos metidos.
Otra idea se le ocurrió. En el calor del momento, había enviado a Josh no a
los cazadores quienes deberían haber sido su primera línea de defensa, sino a
Saloman, quien quería su sangre. ¿Qué clase de loco instinto era ese?
Pero Josh se había trasladado. Mientras que ella tomaba un sorbo de su té
ausentemente, él dijo—: No podías hacerles daño. No importa lo duro que lo
Se sintió mareada por el alivio, con el aumento del deseo impotente que siempre
la inundaba ante su presencia. Sin embargo, sólo soltó: —Las noticias dicen que
Dante está enfermo. Lo vi bastante bien mientras corría fuera del lugar de Travis.
Saloman se dirigió hacia ella. —Se está dando a sí mismo tiempo para actuar, y
un artículo de portada listo si tiene que retirarse de la escena pública durante un
período más largo.
—¿Lo cree así? —preguntó Elizabeth dubitativamente, ocultando su perversa
decepción cuando él pasó junto a ella hacia el dormitorio—. ¿Realmente fue
hasta Travis para pedir por inmortalidad?
—Sin lugar a dudas.
—¿Te lo dijo Travis? —preguntó, siguiéndolo hasta estar de pie en la puerta.
—No. —Él se hundió en la cama y a ella se le ocurrió, casi con asombro, que
Saloman estaba cansado—. Yo lo oí. Desde arriba.
Elizabeth se acercó a él. —¿Cómo lo sabía, Saloman?
—¿Saber qué?
—¡Todo! Acerca de la espada, sobre tu despertar. ¿Cómo sabía él dónde
encontrar a Travis?
Él esbozó una sonrisa, pero parecía estar más intrigado por el brillo de sus elegantes
zapatos negro. —Te dije que era un hombre interesante.
—Saloman, ¿te encuentras bien? —Con una repentina ansiedad se puso de
rodillas delante de él para mirar con detenimiento a su rostro pálido, y atractivo.
Aunque había sorpresa en sus ojos oscuros cuando miró a los ojos de ella, no
podía ver ningún signo de enfermedad, ni una sombra de cansancio o rubor de
fiebre. Pero eso no significaba nada. Él era un vampiro—. ¿Te lastimaste ahí atrás?
Sus ojos parecían iluminarse, suavizarse en la forma en que derretía su corazón.
—No seas tonta. Apenas gasté un poco de energía en un fuerte despliegue de
poder.
Ella se quedó sin aliento. —Espero que haya sido mientras te ibas.
—No del todo —dijo, después de una pausa, y sin quererlo, ella tomó sus brazos
como si quisiera sacudirlo.
—¿Te quedaste entre ellos de esa manera? ¿Podrían haberte matado entonces?
—En realidad, podrían haberme matado en cualquier momento —dijo Saloman,
deslizándose hasta liberar sus brazos, aunque sólo para tomar sus manos—. Por
suerte, no sabían cómo. Y ahora, Travis y yo somos los mejores amigos. Incluso
estamos jugando a un juego juntos. No sabía que te preocupabas por mí.
Ella tiró de sus manos para liberarse, tanto en protesta por su asunción de riesgos
como por su acusación. —No estoy preocupada —murmuró—. ¿Pero qué te
llevó hasta Travis? Pensé que Severin era tu mejor amigo.
Su ceja derecha se elevó. —¿En serio? No recuerdo haberte dicho eso.
Así que sabía que los cazadores sabían.
Ella no pensaba que importaba, y si lo hacía, ahora mismo no le importaba.
—¿Estás jugando el uno contra el otro para que puedan conseguir las piezas?
—preguntó ella, con los ojos entrecerrados. Otro pensamiento la golpeó como
un mazazo—. Saloman, ¿no le ordenaste a Severin a venir aquí y atacar a Travis?
Saloman frunció los labios. —Cualquier ataque bajo mis órdenes se lleva a cabo
con mucha más eficiencia. Por no hablar de éxito.
—Entonces, ¿Severin perdió la pelea? Por lo que el… —Bajo la sonrisa sardónica
de Saloman, ella dijo—: Pensé que todavía sigue dando vueltas en Nueva York
—terminó en tono desafiante—. Lo que no indica la derrota.
—Se quedó con el fin de reunirse conmigo, por supuesto.
—¿Ya lo has conocido? Pensé que estabas visitando a Dante Junior esta mañana.
—Lo hice también. Él y su hermana se sorprendieron bastante sobre algunos
de los tratos de su padre, y fueron muy susceptibles a mis sugerencias para el
futuro. —Sus dedos se apoderaron de la ropa de cama como para anclar sus
pensamientos—. Me sorprende que nadie se los haya dicho antes. También hice
algunas otras cosas, antes de que tu presencia se hiciera demasiado grande
cerca de Travis. —Sus ojos brillaban—. Como sabes, no me preocupa que otros
vampiros roben mi comida.
—Estás tratando de sacarme de quicio —observó, aunque no pudo evitar que
sus labios se curvaran en la más mínima sonrisa.
—Oh, no. —Él se recostó, extendiendo su cuerpo largo y esbelto en la cama, y
cerró los ojos.
La sonrisa murió en los labios de Elizabeth. Ella tragó. —¿Necesitas… beber? —
preguntó con torpeza.
—No. Bebí en el camino.
Ella frunció el ceño. —¿Cómo hiciste eso?
—Mordí al encargado del estacionamiento.
Sorprendentemente, tenía ganas de reír, y la sonrisa formándose y desvaneciéndose
en los labios de él decían traicioneramente que lo sabía. Observándolo, le
preguntó, curiosa: —¿Cómo te metiste en el lugar de Travis?
La verdad era que, el más poderoso… y más temido vampiro en el mundo, tenía
pocos puntos en común con ella. Deseando por ello no iba a cambiar eso. Él no
vacilaría en su búsqueda del poder, sin importar las consecuencias para nadie,
para el mundo mismo. Por lo que ella se obligó a bajar el deseo, y el dolor.
—No —dijo con firmeza—. No deberíamos.
Antes de que pudiera cambiar de opinión, se puso de pie. Rudy y Cyn se habían
ofrecido a reunirse con ella en Central Park mucho más tarde, cuando, Elizabeth
había esperado que, Saloman estuviera fuera cazando. Pero nunca tendría una
oportunidad mejor que ahora, cuando él estaba demasiado débil para seguirla.
—Pensé que podría ir abajo al bar, tal vez ir a dar un paseo. Puedes descansar
mientras estoy fuera.
—Gracias —dijo amablemente—. ¿Te vas a vestir primero?
—Por supuesto —murmuró ella, alcanzando los pantalones vaqueros y una
camiseta que había dejado ya en la silla.
Gritar desde el cuarto de baño parecía más fácil. Porque no podía ver su rostro
mientras ella hacía todo lo posible para traicionarlo.
—Si Travis tiene su sede en Queens —gritó casualmente, abrochándose los
pantalones y empujando sus pies en unas zapatillas cómodas—, ¿en dónde se
la pasa Severin?
—Te llevaré —dijo Saloman, su voz tan inesperadamente cerca que saltó y dio la
vuelta para mirarlo de frente—. Si estás desesperada por ir.
Elizabeth se quedó quieta. Saloman ofrecía la forma más rápida y segura de
localizar a su presa. Él era la única pista que tenía, y Severin podría salir de Nueva
York en cualquier momento. ¿Saloman sospechaba que tenía una misión de los
cazadores? En realidad no importaba. Cualquiera que sea el bien mayor, no
podía soportar usar a Saloman de esta manera.
—Difícilmente —murmuró, rozando al pasarlo para recoger su bolsa de la mesa.
***
Travis esperó hasta que el Antiguo se había ido, por los mismos medios con los
que había llegado, hasta que ya no podía escuchar el motor de retirada de su
coche. Luego entró en acción, volviéndose hacia sus subordinados sometidos
con un gruñido que apenas ocultaba su alegría.
—¡Limpien esta mierda hasta arriba! Quiero que reparen el techo y quiero muebles
nuevos aquí por la noche. Al, estarás a cargo. Tengo un pequeño negocio del
que encargarme. —El cual debería sacarle de su espalda al peligroso Antiguo
de una vez por todas, y enviar a Severin huyendo de nuevo a Los Ángeles.
Siempre y cuando, claro está, que Saloman fuera un vampiro honorable. Era
difícil decirlo por el poco tiempo conociéndolo, pero en todo caso, pondría al
bastardo arrogante en su sitio.
Dejando a sus subordinados barriendo, Travis se alejó hacia el estacionamiento.
Tenía una persiana semitransparente especial instalada en la ventana lateral de
su coche, para que pudiera dejarla abierta y aun así mantener el sol fuera. Era
útil para oler a los enemigos y, en este caso, a los amigos. El aroma de Grayson
Dante todavía estaba en sus fosas nasales. Era fácil rastrearlo, incluso entre el
denso tráfico, fue muy fácil encontrar el estacionamiento bajo el edificio de sus
apartamentos, con sólo seguir el rastro del Senador. Y allí, manteniendo un ojo en
el coche del Senador, se dispuso a esperar a la oscuridad. Había tenido malas
experiencias antes, visitando a los seres humanos en plena luz del día… todavía
tenía las cicatrices de quemaduras que lo demostraban.
La espera era fácil para un vampiro paciente. La parte más difícil de la expedición
resultó ser convencer al portero para que lo dejara entrar al vestíbulo. Al final
tuvo que usar una mirada hipnótica para conseguir que el hombre fuera lo
suficientemente cerca de la puerta de vidrio para vociferar a través de ella,
Senador Dante.
Afortunadamente, el hombre liberó entonces el bloqueo; Travis no tenía ganas
de patear el vidrio y provocar un incidente con su nuevo aliado.
—Señor, el Senador no está en casa.
—Sí, sí —dijo Travis—. Su coche está ahí abajo. Sólo llámelo, ¿quiere? Dígale que
estoy aquí. Mi nombre es Travis.
—Ah, Sr. Travis. Un momento. —Bajo la mirada airada de Travis, el hombre se
lanzó detrás de su escritorio y sacó un sobre, el cual le tendió conciliadoramente.
Travis se lo arrebató y lo abrió.
“Estimado Sr. Travis. Estoy buscando otras opciones en Budapest. Estaremos en
contacto.
D.”
—¡Mierda! —Travis arrugó el papel en su puño. Él no era lo suficientemente
estúpido para imaginar que Dante había dejado la espada en su apartamento,
así que, ¿cómo diablos iba a conseguirla ahora?
Empezó a pensar que hacer un trato con Saloman había sido un gran… un muy
inmenso… error.
Capítulo 11
Traducido por Graciela
Corregido por Kolxi
Pero parecía que se había equivocado, y los vampiros nativos no tenían prisa
ya sea para beber de ella o “regalarla” a Saloman. Mientras tanto la mano se
arrastró por la esfera del reloj, el cansancio arrastrando sus parpados. Cinco
minutos más, se dijo, y luego por su propia seguridad y por nada más, se tendría
que rendir por esta noche. Se obligó a permanecer alerta.
Una sombra salió de la luz de la luna. Un joven con vaqueros y camisa oscuros.
—No exactamente. —Pero nada de esto iba según lo planeado. ¿No sabía él
quién era ella por su olor? Travis la había reconocido—. ¿Quién eres tú?
Jacob sonrió. —No lo creo. Nueva York, nacido y muerto. ¿Vas a usar esa cosa?
—Lo haría —coincidió Elizabeth, por suerte sonaba más segura de lo que se sentía.
No había encontrado un vampiro como este antes—. Eres muy honesto —observó,
dividiendo su atención entre su rostro y sus manos, atenta a la menor amenaza.
—No soy conocido por eso —dijo Jacob—. En esta ciudad, un vampiro que se
mantiene apartado de Travis tiene que ganar todo el dinero que pueda.
Ella comenzó a comprender. —¿Así que pasan alrededor de Central Park para
robarle a los ladrones?
—No lo hace —el vampiro, ella sospechaba, era un artista de la estafa, entre otras
cosas. Ella no tenía absolutamente ninguna intención de bajar la guardia, o de
confiar en él. Pero tal vez podrían utilizarse el uno al otro—. ¿Por casualidad sabes
si el vampiro Severin se encuentra todavía en Nueva York? Y si es así ¿Dónde se
esconde?
***
Elizabeth despertó a oscuras.
Ahora nadie se movía, nadie respiraba, excepto ella, y sin embargo estaba
consciente de que estaba en la cama. Ella mantuvo los ojos cerrados, fingiendo
estar dormida, aunque su corazón martillaba en su pecho.
Saloman no iba a tolerar más la traición. Ella se había puesto en más peligro de
lo que había negociado en esta misión.
Con los dedos, le acaricio la mejilla, sus labios, tan suavemente que podría ser
su imaginación, a excepción del instantáneo cosquilleo en su piel. Tenía miedo
a respirar, ella quería llorar por su ternura, porque era claro para ella que él no
buscó nada de esto. Él quería tocarla sin despertarla.
La vergüenza la llenaba, junto con el dolor lacerante que había traído para sí
misma al tratar de elegir dos bandos opuestos. No era solo idealismo. Quería
ayudar a los cazadores, para aliviar la carga de Mihaela.
Por el momento, por esta noche, Elizabeth, te amo. Eso es lo que le había dicho
en Budapest. Siete semanas atrás, en SST. Andrews, ella no podía negar que esa
preciosa llama de cariño todavía ardía. Yo nunca te voy a matar, él le había
prometido, porque es demasiado difícil matar a quien se ha amado.
Ella no podía tomar la decisión en tal estado. Él estaba aquí con ella, y tendría
que ser suficiente. Cerró los ojos con firmeza y se recordó a sí misma que había
venido a Nueva York con buenas razones: Para advertir a Rudolph Meyer, para
encontrar y matar a Severin, para investigar y proteger a Dante Josh, quien al
menos ahora le creía.
***
Cuando la oscuridad comenzó a caer, Josh cerró todas las cortinas y persianas
en el apartamento, cerrando el paso de la noche, porque Elizabeth le había
dicho que era cuando los vampiros vagaban a su antojo. Tenía que confiar
en que ninguno de ellos lo buscara, especialmente cuando no estaba bajo la
protección de los cazadores, pero él no lo entendía. Que Travis pareciera muy
decidido a conseguirlo esta tarde, aunque hubiera imaginado una mordedura
de Elizabeth aún más.
Josh se sentó en la sala de estar con su cena en una bandeja y abrió una botella
de cerveza. Mañana la llamaría, le diría todas las cosas que debería haber hecho
hoy. Y le haría las preguntas que se le estaban ocurriendo desde que ella partió.
—Lo haré —dijo Garrik y colgó. Josh se desplazó hacia abajo hasta encontrar el
nuevo de Elizabeth, luego vaciló. Dado que la pobre chica seguro tenía defasaje
de horario encima de toda la emoción del día de hoy, tal vez solo debía enviar
un texto. Él lo hizo breve, ya que pensaba llamarla a la mañana.
***
Era difícil dormir sabiendo que él estaba allí, sabiendo que la quería más que
nada. De hecho se le hizo difícil permanecer quieta. Inquieta, ella cambio de
lugar su cabeza en la almohada, luego se volteó hacia el otro lado.
Arriesgándolo. Ella abrió sus ojos lentamente. Él estaba de pie dándole la espalda,
su silueta oscura contra la gran y plenamente extensa ventana. Una mano se
posó en la cortina retirándola mientras miraba la noche.
Él había dicho que no quería salir, que no era necesario, y sin duda en el momento
en que ella se fue a la cama, dejándolo enfrente de la computadora, el miraba
con todas sus fuerzas para que regresaran rápidamente. Pero ella comprendió
Se lamió los labios resecos, desterrando la culpa, así como los celos. —Puedes
salir si quieres —dijo en voz baja.
Elizabeth cerró los ojos. En ese momento, lo entendía tan completamente que
le dolía. Reconocía su soledad como si fuera propia, y esto era todo lo que
sería para ellos, noches arrebatadas para que cuando las circunstancias fueran
dictadas les permitieran estar juntos las 24 horas. Para un ser de miles de años,
era menos que una gota en un océano. Esto es todo lo hay. No lo pierdas, Silk.
Quería más, él aún quería más. Debería estar horrorizada, debería haberla
enviado corriendo a la cama con las sabanas hasta la barbilla protegiéndose.
No debería haber continuado allí con un camisón sexy, y ciertamente no debería
haber tomado su mano, enredando sus dedos mientras miraba a través de la
oscuridad de Central Park. Los sonidos del tráfico y las fiestas eran débiles pero
audibles.
—Nunca pensé que Nueva York podría ser ten hermosa —observó ella.
La sonrisa volvió brevemente y desapareció. —No desde que es así. Hace mucho
tiempo, antes que fuera llamada América.
Ella lo aceptó. Un día, tal vez mañana, le contaría al respecto. Esta noche, él
parecía no querer hablar. Así que levantó las manos unidas hacia la mejilla.
—Me gustaría que fuera diferente, Saloman —susurró, y luego, antes que las
lágrimas brotaran, dejó caer su mano y se alejó.
Pero ella se movió muy lentamente. Incluso antes que diera un paso más, le
había incautado la muñeca y volteado hacia él. Sus brazos estaban duros a
su alrededor y su cabeza se abalanzó como un ave de rapiña. No tuvo tiempo
para protestar antes de que sus labios se aplastaran contra los suyos. Su boca se
abrió en estado de shock, incluso tuvo la intención de oponerse, pero él tomó
posesión, se dio por vencida y se hundió en los brazos con un ahogado gemido
de alivio y alegría. Él inclinó su cuerpo hacia atrás, la dureza de su erección
se comprimía en su abdomen, y ella le echó los brazos alrededor de su cuello,
agarrando su pelo entre los dedos. A medida que profundizaba sus besos, ella
daba la bienvenida a su lengua con la suya., y cuando sintió el roce de sus
colmillos peligrosos, le lamió con avidez.
Saloman tiró por la correa, y sus camisón se agrupo en sus tobillos. Él al fin soltó
su boca, retrocediendo un poco para poder mirarla—. Desnuda en mis brazos
—susurró—. Ahí es donde debes estar.
—Pero tú no lo estás —exclamó ella—. Desnudo, quiero decir. —Él sonrió alrededor
del pezón, y luego levanto la cabeza para tomar de nuevo la boca dispuesta
mientras su mano se cerraba sobre su pecho una vez más. No necesito estarlo.
Elizabeth no estaba de acuerdo allí. Deslizó las manos por su espalda, le tiró
sacando la camisa de seda que llevaba, tratando de liberarla de sus pantalones,
pero al parecer las necesidades de Saloman eran más urgentes. Con una oleada
fresca de excitación, Elizabeth sintió que sus dedos presionaban entre sus cuerpos,
que trabajan en la cerradura de sus pantalones. Ella jadeó dentro de su boca
infectada con un inmediato deseo. Él alzó la cabeza y levantó su cintura. Por
instinto, ella envolvió sus piernas alrededor de su cadera. Llamas de color ámbar
tiraban a través de sus ojos negros y él la bajó lentamente. Su erección desnuda
le dio un empujón entre sus piernas, se condujo a lo largo de su miembro, por
lo que suspiró y se sacudió con la nitidez del placer, y luego se encontró con su
entrada, y la dejó deslizarse por su eje.
Por encima del hombro, se dio cuenta que las cortinas se deslizaron completamente
hacia atrás, que Saloman le hizo el amor sobre el fondo de la belleza de Nueva
York. En posición vertical en sus fuertes y firmes brazos, tenía la ilusión de que
flotaba sobre la ciudad, los dos únicos seres que existían allí. Y a medida que sus
cuerpos se empujaban, retorcían y tensaban con urgencia cada vez mayor, las
luces de la ciudad perdían foco, se confundían con el brillo de sus ardientes ojos
y construían un insostenible éxtasis en su interior pidiendo a gritos su liberación.
Se sentía como si estuviera girando a través del aire, media desmayada por la
sensación que ya no podía soportar. Y luego, con un sobresalto, se dio cuenta
que él la había puesto sobre la cama, todavía sepultado entre sus muslos mientras
se cernía sobre ella. Sus dientes separados de su garganta, presionaba su lengua
sobre la herida.
—Más tarde —él prometió con voz ronca—. Yo podría beber de ti para siempre.
Alzado sobre sus rodillas, arrancó su camisa y se deslizó para sacarse los pantalones
y la ropa interior, juntas. Él lanzo al suelo todo con tal fuerza que Elizabeth luchó
con su halo de alegría para decir. —¿Qué estás haciendo?
***
Saloman, era todo lo que había esperado y mucho más poderoso, impresionante,
imponente, también había sido extremadamente simpático en la reunión de
ayer a la mañana temprano. Parecía entender tanto la soledad de la posición
de Severin gobernado su pueblo rebelde y el golpe de la perdida de Maggie.
Saloman había dicho que estaba enfrentando a Travis, que Severin debería llevar
a sus vampiros a casa por seguridad. Y tenía razón.
Excepto la parte en que Severin exigía venganza por Maggie. Otra parte no le
gustaba ser sumiso, tan poderoso incluso un aliado. Sobre todo cuando este
aliado también estaba hablando con Travis. Este se había asegurado que supiera
sobre eso, enviándole una burla, un corto mensaje telepático que él y Saloman
estaban jugando al azar por el liderazgo de América.
¿Dónde estaba exactamente Severin en esto? Descontento como él, era difícil
de cuidar. Había perdido a Maggie, cuyo entusiasmo por el nuevo mundo había
convencido a Severin de venir aquí.
—Me alegra haberte encontrado —dijo Jacob. Su placer parecía muy genuino—.
Conocí a alguien que te estaba buscando.
—Una niña, humana, pero muy fuerte. No una cazadora. Quería saber dónde te
encontrabas.
Severin frunció los labios. —Supongo que ella pagó por la información.
Severin soltó una carcajada despectiva. —¿De verdad no tienes nada más en
mente que ganar dinero?
Severin entrecerró los ojos, pensando en los dos seres humanos que lo habían
seguido hasta el edificio de oficinas después de la caza del día anterior. —Ha
habido gente husmeado entre nosotros desde la lucha ¿Cómo es esta chica?
—Vamos a atrapar un regalo para Saloman —dijo Severin con gusto—. Lo que
nos debería dar un poco más de provecho en esta relación. Jacob, tu puedes
arreglarlo.
***
incluso acompañada por las charlas y risas letárgicas. Ella casi se había olvidado
su blanco y como la podía hacer reír, incluso cuando era lo último que quería
Sólo durante el amanecer, tendida desnuda sobre las almohadas sin el círculo
de su brazo, se acordó de por qué él había venido aquí, y qué había dicho en su
cansancio ayer a la noche.
—¿A qué estás jugando con Travis? —preguntó ella perezosamente corriendo
sus dedos a lo largo de las venas de su mano.
Ella parpadeo y detuvo la caricia para mirarlo. —¿No es eso un poco riesgoso?
—En este momento sí, pero estaba allí ayer. De hecho si no cayó en las garras de
Travis justo en el momento equivocado. Yo tendría que, eh, reclamarla. Esta es la
segunda vez que me distraes en esta búsqueda en particular.
—Yo tenía mejores cosas que hacer ayer por la noche —dijo y ella lo miró
provocativamente, su mano inquieta en su seno y añadió en modo de
explicación—. Follarte y beber tu sangre.
El color rosado del calor rápidamente dibujó su rostro. —Usaste eso para decirlo
porque pensaste que me sorprenderías.
Indignada ella le tiro de la mano lo que se vio favorecida la tortura de sus pechos
una vez más. —No soy tan superficial.
—¡Saloman!
—¿No tienes miedo de que Travis pudiera haber tomado la espada? —dijo
ella, retomando el tema con cierta dificultad distraída con sus dedos, que se
deslizaban de nuevo por su garganta hasta sus pechos.
—Un trago más pequeño —él dijo con voz ronca—. Sólo porque te recuperas tan
rápido. Y no —añadió sobre su piel—. Alguien le enseño a Dante a enmascarar
objetos. Dudo que Travis pudiera ver a través de él.
—No puedo —susurró ella—. Incluso cuando me duele todo, tan pronto como
me tocas se convierte en placer, y te quiero encima de nuevo. Esto tampoco es
natural.
***
Cuando ella se despertó, la luz del reloj de viaje le dijo que eran justo después de
las 9, lo que significaba que había dormido sólo un par de horas. Y sin embargo
se sentía fresca mientras se estiraba lujuriosamente a lo largo de la cama y veía
a través de la puerta abierta a Saloman, sentado en el escritorio de la sala de
estar de espaldas a ella.
Tal vez necesitaba menos horas de sueño para cultivar su fuerza física. Ella mató
varios vampiros ayer y algunos eran fuertes.
Entre sus piernas había un dolor sordo y placentero que se volvía más un
cosquilleo cuando miraba a Saloman. Imposible querer más sexo. Estaba hecha
pedazos. Sonriendo ante la ridícula idea, se levantó de la cama y caminó por
la habitación, deteniéndose para recoger del piso su camisón verde y colocarlo
por la cabeza mientras caminaba por la sala de estar.
Saloman, vestido con una camisa blanca suelta y unos pantalones oscuros,
levantó la vista y sonrió, extraño, la plena sonrisa calentaba su corazón. La había
visto mucho en las últimas 12 horas.
Ella parpadeó. —¡Yo pensaba que conocías más que todos los libros juntos!
—Sí, pero Dante no. Hiciste un buen punto la pasada noche. Está consiguiendo
esa información de alguna parte.
—Sí, pero ¿Podrás encontrar ese tipo de libro por Internet? Las librerías de los
cazadores no están disponibles —señaló Elizabeth.
—Tal vez su relación con Travis es de hace mucho tiempo. Travis podría haberle
dicho todo lo que sabe.
—Posiblemente.
De mala gana Elizabeth se deslizó fuera de sus brazos para ir a recoger su teléfono
desde el tocador. Mihaela puede que también descubriera una conexión entre
los dos improbables aliados. O alguna pista sobre el paradero de Severin que
podría ser el dudoso Jacob despedido. Pero el único mensaje que estaba
esperándola, era de Josh.
—OH, dios mío —dijo con tristeza, y cuando Saloman miro atrás de ella, ella
estuvo a punto de echarse a reír.
Capítulo 12
Traducido por Inthefreedomwings y Cami.Pineda (SOS)
Corregido por Kolxi
Sin embargo, mientras la llevaba a la cama una vez más, despertándola aún
más con las manos y los labios que conocían el cuerpo de ella cada vez mejor,
se sorprendió por su poderoso deseo de cuidarla. Era consciente de que había
agotado su última noche, había tenido más de su cuerpo de lo que era bueno
para un humano, y no sólo en términos de sangre ella se regeneraba bastante
rápido ahora. Y mientras él tomaba su placer en complacerla, siempre un placer
y dado ahora un exquisito borde de su restricción deliberada.
Sus ojos buscaron los de él, como por alguna insatisfacción, y luego,
presumiblemente, al no encontrarla, lo empujó con una sonrisa maliciosa, lo giró
para ponerse a horcajadas sobre él. Pero la levantó y la puso en el suelo.
Riéndose ella corrió al baño, aunque esta vez dejó la puerta abierta, como
una señal de su nueva intimidad, mientras llamaba a través de la puerta con
curiosidad espontánea. —¿Nunca necesitas una ducha?
A través del chapoteo, agregó. —Solía molestarme, ¡cómo siempre olías tan bien
cuando nunca te había visto lavarte ni una vez!
Caminó por la sala de estar hacia la puerta. Poniéndose a la altura de él, abrió
los labios para hacer más preguntas, como si fuera bien consciente de que no se
le estaba contando toda la verdad. Que, por supuesto, no lo estaba. No podía
decírselo a Elizabeth. No podía decírselo a nadie.
Ni siquiera necesitaba salir del coche. Sabía antes de entrar en el garaje del
estacionamiento debajo del edificio de Dante que la espada no estaba allí.
Mientras conducía hacia la salida y salía al tráfico una vez más, sintió su intensa
mirada en la cara. —¿Supones que la tiene Travis después de todo?
Saloman sonrió por su inocencia. —En ninguna parte que no pueda encontrar.
Además, si la tuviera, la estaría agitando en mi cara, ante tantos testigos como
pudiera reunir, incluido Severin, para demostrar que había ganado nuestra
apuesta y que ahora debería escabullirme con el rabo entre las piernas.
Por un instante, sus ojos color avellana claro parecieron atravesarlo, como si
estuviera tratando de examinar su propia alma. Luego le dio una sonrisa rápida,
desaprobadora y bajó la mirada.
—Tienes miedo de preguntar —observó, frenando para evitar una colisión con
un camión en su camino—. Pero te estás preguntando por qué no lo mato.
Una vez más, lo sorprendió, al ver tras la frivolidad de sus palabras la verdad más
profunda por debajo. —Es divertido para ti, ¿no? Acumular poder y territorio,
tirando de los hilos.
—No me crees —observó él. No debería haberle herido. Era muy consciente de
que ella todavía lo consideraba un enemigo. De hecho, ella se consideraba más
o menos bajo la misma luz, porque lo amaba.
La miró y vio una ligera sonrisa en sus labios. —Sí —dijo—. Aunque te remito a mi
advertencia anterior.
—No es tan difícil —dijo suavemente—, cuando se junta con lo que ya sabes de
mí. La existencia abarca toda la vida, lo bueno y lo malo, las emociones más
extremas, y las proezas físicas, así como los eventos menores y los momentos
tranquilos. ¿Cuál es la gracia de cualquier existencia si no experimentas todo
esto?
—Un capricho, si insistes —concedió—, pero no hubo nada simple sobre eso. Tomo
decisiones para el bien común, y que exigen ser fuerte, tanto emocionalmente
como físicamente.
Una vez más, sus ojos le quemaban. —¿Yo te hago fuerte? Aún con vida, ¿te
hago fuerte?
No pudo evitar sonreír ante su tono de voz, que logró mezclar la incredulidad
con el placer y franco asombro. Pero no la quería inmolada por los cazadores.
Así que lo replanteó. —Estás unida a mi existencia. —Vaciló y luego añadió—: Y
hay potencial en ti para ir más allá de lo personal.
Casi como si estuvieran casados, la dejó en la Quinta Avenida para mirar algunos
escaparates mientras iba a una reunión de negocios. En primer lugar, ella fue a
un cajero automático y retiró el dinero que no podía permitirse en caso de que
tuviera que pagarle a Jacob esa noche. Luego se relajó en modo turista.
Para Elizabeth, el futuro era un lienzo en blanco, y ella tenía cuidado de que
siguiera siendo así. En su corazón, sabía que esta frágil felicidad no podía durar,
pero se negó a pensar en ello como una ilusión, porque en este momento, era
real. Y ella se aferraba al momento con impaciencia.
Podía tener cómplices humanos. Era del tipo que lo haría. Ellos ni siquiera se
imaginaban lo que él era.
Jacob debería haber estado conduciendo tras ella para saber que reconociera
fácilmente la calle y se reuniera con él rápidamente. Y si estaba en una de las
tiendas, no se arriesgaría a atacarla.
Con cautela, entró. La tienda estaba oscura, con la mayoría de la luz solar
bloqueada por las persianas, pero aun así podía distinguir los bastidores de los
abrigos y chaquetas y vestidos. Demasiados lugares para que un vampiro se
ocultara. Si Jacob decidía que quería su sangre, además del dinero, ella tendría
que confiar en sus reflejos y que ellos la salvaran de perder cualquiera de los dos.
—Se mueven en círculos para asegurarse de que los chicos de Travis no los
encuentran. Pero en este momento Severin y su guardaespaldas están en el
Hotel Sheraton, en Long Island. Todos juntos en la habitación 212.
Ella escaneó su mirada fija. Nunca sabría si estaba mintiendo hasta que fuera allí.
Si fuera cierto, ¿habría tiempo para llegar y matar a Severin antes de que Saloman
la encontrara? Entonces al menos estaría por encima; habría completado su
misión.
—Ha sido un placer hacer negocios contigo, señora —dijo Jacob con un tirón de
burla en su melena mientras caminaba hacia la puerta con su dinero. El ser que
tiró hacia atrás por su pelo para ver su cara era un vampiro más fuerte. Podía
sentirlo. Y no estaba solo.
—Soy Severin —dijo con una mueca en sus labios, mientras otros dos vampiros
surgían de la parte trasera de la tienda—. He oído que has estado buscándome,
Elizabeth Silk.
No tuvo más opción que dejarle tirar de su pelo para ponerla de pie y girarla en
su rígido control para enfrentarlo. Era alto, negro, bien vestido, con la cabeza
rapada y el rostro inesperadamente pensativo.
—Quiero hacer una sugerencia —dijo, aliviada de que su voz no temblara. Sus
hombros le palpitaban por el golpe que había recibido.
—Tienes que ser muy inteligente para haberlo eludido durante tanto tiempo —
observó Severin—. Aunque, por supuesto, a él le gusta jugar al gato y al ratón.
He oído que también está jugando con Travis ahora. Le paga —agregó hacia
sus seguidores con una sacudida de cabeza, y Elizabeth se dio cuenta de que
Jacob todavía acechaba en la puerta.
Lo que, pensó Elizabeth, era lo único realmente cierto. A pesar de que Severin
claramente no tenía todos los hechos, con ella en su poder podía hacer que
Saloman no hiciera nada. Por muchas razones, Saloman no la arriesgaría. No dudó
de que si Severin se la llevaba a Saloman en este momento, el Antiguo la salvaría.
***
A pesar de que Grayson Dante no había visitado nunca antes Budapest, tenía
buenas vibraciones sobre la ciudad. Este lugar sería el escenario de la adquisición
Pasó a una pareja vestidos a la moda, riendo, a quienes les debió parecer un poco
raro, estudiando arquitectura en la oscuridad. No le importaba. Sospechaba de
algún tipo de hechizo enmascarador y estaba decidido a mirar a través de él. Si
lo habría hecho sin ayuda, nunca lo descubrió, por la pareja que desapareció
en una puerta frente a él.
Ahora, ¿por qué una pareja joven, vestida de punta en blanco como si fuera a una
fiesta, visitaría un edificio ruinoso que se parecía más a una nave? Deteniéndose
frente a la sucia y bien cerrada puerta, Dante miró a su alrededor del edificio por
encima de él y vio al ángel esculpido sobre la puerta.
Eureka.
Sonriendo, empujó la puerta, que cedió al instante. Tuvo tiempo, en su viaje por
la larga y sucia escalera, para preguntarse si se había equivocado. Una bombilla
desnuda que colgaba en aire en la parte superior del edificio, apenas iluminaba
las paredes en mal estado y la pintura desconchada. Los pasos debajo de la
suela de sus zapatos de cuero hechos a mano se sentían sucios y arenosos. Sin
embargo, en la cima de las escaleras, fue recibido por un hombre grande vestido
de negro que no mostró una sorpresa particular por encontrárselo.
—Hola —dijo Dante con amabilidad—. ¿Me podría ayudar, señor? ¿Este es el
Club del Ángel?
Dentro era masivamente diferente. Todo estaba limpio y bien iluminado, y con
buen gusto, los estantes de la pared daban una sensación de privacidad. Las
paredes estaban pintadas con murales barrocos brillantes, y una gran cúpula en
el dentro del techo con una ventana abierta de la que provenía una impresión
de luz, espacio y aire fresco. Debajo, unas cuantas personas estaban bailando
la ruidosa música moderna. No era del gusto de Dante, pero estaba feliz de
tolerarlo por una noche.
La pared más cerca de él estaba tomada por una larga barra, en la cual estaban
sentados uno o dos hombres y una hermosa mujer en vestido negro. Como era
La señorita sonrió. Ella tenía los ojos oscuros más sexys que Dante alguna vez
hubiera visto, y por primera vez en varios meses sintió el despertar de la lujuria.
Si ella era una vampira, era mucho más atractiva de lo que había visto su
ciertamente limitada experiencia. Se encontró a sí mismo preguntándose si los
vampiros follarían.
La hermosa mujer quien podría ser una vampiresa lo observó pagar la bebida,
diciendo suavemente. —Y aun así encontraste tu camino hasta aquí.
—Eso fue fácil. Tenía direcciones. ¿Puedo invitarle a una bebida señorita….?
Sacó su mano.
Dante sonrió. Eso había cogido su atención. El resto sería fácil. —Absolutamente.
Estaba esperando ver un amigo aquí.
Dante se dejó dudar, luego dijo. —No supongo… ¿Vienes mucho aquí, Angyalka?
¿Conoces a los regulares?
—¿Él está aquí? —preguntó Dante. Mierda, él sonó muy ansioso. Se tuvo que
decir a sí mismo que se contuviera. Era sólo que no esperaba que eso fuera tan
fácil.
—No. —No fue alentador, y tal vez él se veía tan abatido ya que de pronto ella
agregó—. Si lo veo, le digo que lo estás buscando.
***
Él no se volteó o hizo alguna respuesta. Luego de lo que había hecho, era una
locura haber regresado aquí con él. Pero su orgullo y desafío habían insistido.
Y ella no estaba sin defensas. Agarró la estaca de su bolsillo y, forzando sus
temblorosas piernas, se dirigió a través de la habitación.
—Sé que lo hiciste. —Él ni siquiera sonó rabioso, solo curioso, lo que hacía todo
peor. Al menos debía importarle lo suficiente para estar bravo—. Fuiste tras él por
los cazadores y lo asesinaste ¿Así que, por qué lloras?
—¡Porque estoy feliz que se haya ido! —Ella dio un tirón en vano contra su mano,
y un sollozo se levantó en la garganta, ahogándola. Cerró los ojos pero no pudo
callar las imágenes de Saloman o Severin—. Porque me siento como una asesina.
Porque él no era una bestia voraz.
Sus dientes le rozaban la piel. Sus palabras vibraban a lo largo de sus venas. —Yo
si me he lamentado la muerte de Severin. Pero no era él quien necesitaba morir.
Era Travis.
Parecía que se las había arreglado para hacer lo correcto, y aún guardar su
felicidad por otro día. Iba a haber tiempo, luego, una vez que ellos partieran,
para llegar a un acuerdo con las emociones que la rodeaban con la muerte de
Severin. Por ahora, el hecho de que Saloman la perdonara era muy raro para
dejar la habitación por cualquier cosa.
***
Josh, que había negociado la gracia de una semana para arreglar su espada
y los problemas de vampiros, ahora no sabía qué hacer consigo mismo. Él llamo
a Garrick, su detective, que no sabía más que la noche anterior, excepto que
Dante no había aparecido en Washington. Pensó en llamar a Elizabeth, pero le
daba al botón de apagar por los eventos tan bizarros del día anterior, que eran
más como un sueño, y no tenía ni idea cómo hablar sobre ellos, o incluso si debía.
—Lo siento, señor —le dijo ella por fin—. No hay respuesta en la habitación de la
señorita Silk. ¿Le gustaría dejar algún mensaje para ella?
Josh quiso reír en su cara. Claro, dígale que todo ese asunto de los vampiros me
está enloqueciendo… —No, así está bien. Gracias. —Se giró y salió de allí, entró
en el elevador y regresó a la planta baja. Decidió caminar alrededor de Central
Park antes de que todo quedara completamente oscuro, y él intentara en el
hotel de nuevo.
Se paró en seco mientras la miraba. Ella vestía una falda brillante estilo gitano
y una blusa, no eran nuevos ni a la moda, y sin embargo se veía radiante. Su
magnífico cabello caía suelto alrededor de sus hombros, brillando a la media luz
como el recuerdo de un atardecer. Relajada y con una sonrisa, completamente
ajena de que él la observaba, caminaba de la mano con un hombre que
reconoció. Adam Simon.
Él es un hombre con muchas conexiones, útil tenerlo de tu lado para salir libre de
algún problema.
Adam Simon, quien la conocía lo suficiente para besarla en los labios al saludarla
en la fiesta de Dante, quien ella le dijo a Josh que no confiara en él. Pero con
quien ahora caminaba de la luciendo… luciendo más feliz de lo que Josh jamás
la vio.
Bueno, él no le envidiada eso. Cualquier atracción que alguna vez hubo entre
él y Elizabeth parecía que se fue disminuyendo poco a poco a pura empatía
de su parte. De parte de ella, nunca había existido algo más. Él lo supo desde
el momento en que ella levantó la manta que había caído desde el cajón de
su cuarto en St. Andrews. Adam Simon le había dado esa manta. Él sabía eso
ahora, lo sabía tan bien como sabía que no sabía nada en realidad. Lo que no
entendía es qué estaba haciendo él con Elizabeth en Nueva York ahora, con el
Senador Dante, con su espada, o con los vampiros quienes los habían atacado.
Y mierda, si Simon no era el hombre que los había salvado de esa escapada,
entonces debería de tener un hermano que fuera casi idéntico a él.
¿Podría ser que Elizabeth le estuviera mintiendo? Elizabeth, sus primos que muy
apenas conocía y que había confiado por puro instinto, ¿Simplemente porque
él pensó que entendía las caras?
Sus puños se cerraron a sus costados. ¿Por qué rayos ella le mentía? ¿Qué
ganaba?
***
Después de una tardía cena de servicio al cuarto, Elizabeth abrió con culpa su
computadora por primera vez desde que había llegado a Nueva York. Tenía un
e-mail de Mihaela, pero antes de leerlo, ella quería contar sus noticias. Como
era muy posible ser vista de alguna manera por muchas personas, se mantuvo
desapasionada, y de alguna manera le resultó más fácil decir sobre su encuentro
con Rudy Meyer y Cyn, y de cómo el vampiro Jacob la había guiado a Severin,
a quien ella planeaba matar esa tarde.
—No —agrego Mihaela con su típica falta de respeto hacia la autoridad—, que
el Gran Maestro necesariamente sepa más que la gente en la calle, pero al
menos vale la pena intentar. Algunos de ellos prefieren ser más que cabezas
públicas. —Lo que fue un choque en el Gran Maestro Húngaro.
Elizabeth sonrió y miró el resto del e-mail. Nada aun sobre su tesis. Seguramente
no tardaría mucho ahora. ¿Qué pasaría si ellos quisieran entrevistarla de nuevo
y ella seguía en América?
—¿Qué?
—Sólo me preguntaba qué hacías con tanto afán. —Ella se levantó y caminó
hacia él.
—Deshaciendo un trato.
—¡Pero estás decidiendo de nuevo! —Con miseria cayó al piso con sus rodillas,
lo miró a la cara como suplicando que lo viera desde su punto de vista—. ¡Estás
decidiendo quién es digno de recibir tus armas! ¡Desearía que no tuvieras nada
que ver con cosas como esta!
Ella buscó sus ojos, sus dedos se apretaron en su muñeca. —Estás hablando en
serio. ¿Tú en realidad piensas que los humanos podrían trabajar con vampiros?
Travis para gobernador, ¿Tal vez?
Ella tragó, luchando contra sus instintos de creer sus convincentes pero imposibles
palabras. —Los humanos no podrían vivir sabiendo que los vampiros existen, ellos
los masacrarían sin piedad, y en la inevitable guerra, serían destruidos.
Saloman olfateó un poco el aire. —Huele a cacería —él se burló, y cuando ella
le aventó la mano en modo de protesta, él la tomo de nuevo y la trajo a su
rodilla—. Piensa por ti misma, Elizabeth. Eres una mujer inteligente —le dijo, como
otras veces, y la besó en la boca.
Ella no estaba lista para rendirse, no aún, pero no pudo mantenerse rígida entre
sus brazos por mucho tiempo, no cuando todo en su cuerpo saltó para satisfacer
la demanda de sus labios y deliberar la perversa sensualidad de sus manos. Había
Era una debilidad que ya no podía odiar, aunque en alguna parte ella recordaba
cómo alguna vez había despreciado a las mujeres que amaban y se quedaban
junto a los hombres a través de los más horribles crímenes. Amar a Saloman le
dio un nuevo entendimiento, y sin embargo ella sabía que llegaría el día, muy
pronto, cuando ella no pudiera estar más a su lado. Después de Dante y todo el
asunto de la espada haya sido lidiado, tendría que dejarlo de nuevo.
—Aun no —ella murmuró las palabras entre sus labios, llevando sus brazos
alrededor de su cuello—. Aún no.
Él se paró, cargándola entre sus brazos y se dirigió hacia la cama. —Sí, ahora
mismo —él demandó y lo poco que quedaba de su resistencia se convirtió
en cenizas. Ella le correspondió el beso, luchando por tomar el control, incluso
cuando jadeaba—. Sí, oh, sí. —Y cuando la dejó en la cama, ella lo arrastró
hacia ella, envolviendo sus piernas alrededor de su cadera para encontrarse
con su excitante erección.
Nunca había tenido una noche como ésta antes, y ella era consciente del peligro
mientras se retorcía debajo de él, quitando su ropa y retorciéndose para sentirlo
contra su desesperado cuerpo. Se estaba hundiendo más profundamente en la
oscuridad pero ella sentía como incrementaba la luz.
Capítulo 13
Traducido por Vannia
Corregido Vapino
Por eso él fue excesivamente cortés cuando el Gran Maestro se giró hacia
su equipo, diciendo con apenas un toque de pomposidad: —Y todos mis
colaboradores se me unieron en el honor de dar la bienvenida al Gran Maestro
de la Orden Americana. Su Excelencia, permítame presentarle a mi asistente y
jefe bibliotecario, Miklós.
Igual que los americanos, estos chicos también cazaban en grupos de tres. El
equipo más antiguo consistía en dos hombres que se parecían estar en forma
y una mujer joven que lo miraba con halagadora intensidad. Dante los anotó
en su cabeza como aceptables mientras el Gran Maestro se los presentaba
únicamente por su nombre de pila, comenzando con su respetuoso líder,
Konrad. Dante olvidó el nombre del otro hombre porque la chica, Mihaela,
continuó viéndolo fijamente. Era casi inquietante, sobre todo porque sus mejillas
parecían ligeramente sonrojadas en la corriente de aire fresca del viejo vestíbulo,
***
Elizabeth, acostada sobre el pecho desnudo de él con su mentón sobre sus brazos
cruzados para poder verlo, frunció el ceño. Ella no estaba segura de si quería ser
interrumpida esta noche con una plática sobre acontecimientos externos, y aun
así eso no le molestaba tanto como esperaba, porque él estaba todavía aquí,
sin planes evidentes para cambiar eso en el futuro inmediato. Ella se levantó
para preguntar: —¿Adónde? ¿Cuándo?
Elizabeth sonrió. —¿Así que si nos quedamos aquí tranquilos un poco más, tú
sabrás dónde está Dante a través de Travis?
Ella movió sus brazos para darle un perezoso beso en la suave piel de su pecho.
—¿Y qué más deseas encontrar? ¿La espada o a Dante?
Parecía que ella lo conocía ahora, ella podría decir que él había revelado más
de lo que se proponía. —Pero es la espada lo que te impulsa —sugirió ella—. De
hecho, no estaría sorprendida si la búsqueda de la espada no te llevaría a él en
primer lugar.
—Pero casi podría jurar que Dante no sabía quién era yo hasta que toqué la
espada en la fiesta de su casa.
—En realidad —dijo Elizabeth, dejando que él tirara de ella hacia arriba más
cerca de su indagadora boca—. He pasado a una cuestión diferente. —Sus
labios se entreabrieron, cerniéndose sobre los de él.
184 Traducido en Purple Rose
Blood Sin Awakened by Blood Marie Treanor
—¿Y cuál es? —preguntó él. Las palabras estimularon sus labios, propagando
nuevas chispas a través de su saciado cuerpo.
Sus labios se curvaron contra los de ella tan ligeramente que podría haber sido
un accidente. —¿Te refieres a más poderosa que yo?
—Sí.
La mirada de él subió de sus labios a sus ojos. Hubo una pausa, como si la pregunta
significara más de lo que ella sabía, y repentinamente ella tuvo miedo de respirar.
Sus labios no se movieron para separase ni para unirse, y cuando él finalmente
habló, ella sintió las palabras deslizarse dentro de ella como un secreto nunca
antes revelado.
—Asesiné. Sí.
Conocía a Luk de toda mi vida. Cuando morí, fue él quien llevó mi resucitación,
quien se convirtió en mi guía en mi nueva existencia. Él era fuerte, inteligente, sólo
lo suficientemente rebelde para reclamar mi juventud. Su profunda sabiduría y
entendimiento de todas las razas de la tierra era inmejorable. Era respetado y
admirado, incluso por los ancianos que frecuentemente estaban de desacuerdo
con él. Y aun así él solía salirse con la suya por su otro don…
Profecía. Previsión. El don que es más que una maldición. La mayoría de mi gente
lo tenía hasta cierto punto, incluso yo; pero en la mayoría de nosotros no era más
que una sensación, un cosquilleo, un sueño principalmente olvidado asociado
con algún objeto que tocamos, un lugar que vimos, una persona que conocimos.
Luk, sin embargo, tenía verdaderas visiones, y nadie más que yo pudo ver cómo
lo destrozaron y lo llevaron hacia la locura…
Amaba a Luk más que cualquier otro ser, y eso me partió el corazón cuando él
comenzó a perder la cabeza y volverse contra mí. Se puso celoso por mi creciente
poder, y al final no podía ver más allá de Tsigana, más allá de quitármela.
Te odiaste a ti mismo por eso, logró decir ella al fin. La pena por él, por ella, de
alguna forma se había mezclado con la felicidad sexual. Juntos subieron más
alto, abrumándola.
Ella quiso llorar por el choque de placer físico, porque comprendió que no había
querido decirle esto: Luk era su propio dolor escondido que él pretendía que
permaneciera así. Se movió a su núcleo, ella se arqueó debajo de él, besándolo
ahora con compasión, amor y gratitud. Ella únicamente podía estar orgullosa,
profundamente feliz, si el haber usado su cuerpo había disminuido parte de su
dolor.
Ella abrió su boca para responder, pero él no le dio tiempo. Se empujó una vez
más en su interior, un movimiento perezoso y sensual que atrapó las chispas
escondidas de su orgasmo y la hizo jadear. —Y nunca dudes que puedo tomarte
también.
Oh, Jesús, hazlo. No me des elección, sin pensarlo; sólo hazlo, sólo déjame estar
contigo… Todo en ella saltó para satisfacer su demanda implícita, y aún en su
sano juicio, pensando que incluso sabía entonces que esa no era una tentación
que pudiera seguir.
Lo abrazó hacia ella, sus palmas contra su dura espalda. Luego ella arrastró sus
manos hacia arriba para tocar su rostro con las yemas de sus dedos. —Saloman
—susurró—. Saloman.
Oh, insecto, ¿qué tan lejos voy? Recuperando el aliento, ella presionó contestar.
—¿Mihaela? Tengo tu e-mail…
—Eso no importa ahora —dijo la voz de Mihaela, baja y urgente, como si ella
estuviera hablando frente a otros que no quería que la escucharan.
—Sí, pero quiero decir aquí —fue la respuesta impaciente—. ¡En el cuartel general!
¡Él es el Gran Maestro de los cazadores americanos!
—No —respondió tristemente—. Hay algo acerca de él… No quería ser parte de
lo que él está tramando, y sabiendo de tus sospechas… Mierda, cada instinto
es en contra de tener algo que hacer con él, así que hablé con Konrad fuera
del voluntariado. Él no está demasiado contento conmigo, y tal vez tiene razón,
porque si Dante nos tomaba al menos todos sabríamos lo que estaba haciendo.
—Gracias, Mihaela. Llegaré tan pronto como pueda conseguir un vuelo. Mientras
tanto, ¿me llamarás si descubres cuál es su misión?
—Seguro. Hablaré con mis colegas si puedo. Será bueno verte —añadió Mihaela
cálidamente.
¿Lo será? ¿De esta forma? ¿En la cama del enemigo? Sus ojos se cerraron por
la vergüenza, por escuchar la voz de Mihaela traída desde casa, que ella no
sólo estaba traicionando algún impersonal ideal de los que representaban los
cazadores. Estaba traicionando a sus amigos. Estaba traicionando a Mihaela.
La mano de Saloman sobre su hombro se quedó quieta. Saloman. Ella abrió los
ojos otra vez y sonrió, porque sabía lo que pasaba, no podía arrepentirse de los
últimos dos días más que de lo que se arrepentía de sus encuentros anteriores.
Si ella pudiera elegir de nuevo, no lo haría de diferente manera. —Podemos
encontrarte en el aeropuerto —ofreció Mihaela.
—No, todo está bien —dijo ella rápidamente, y Saloman sonrió, pasando sus
labios a lo largo de su hombro—. Te llamo cuando llegue ahí.
—No a mí —repitió él, sus ojos ardiendo por la repentina y aterradora furia—. A mi
sangre. Él quiere ser convertido con la sangre de un Antiguo, diluida sin embargo,
para darle mayor poder. —Agarró su ropa del suelo—. Ha ido por Dmitriu.
Capítulo 14
Traducido por andre27xl
Corregido por Vapino
El club estaba más lleno que la noche anterior. Angyalka, sirviendo tras el bar,
le dio una sonrisa bochornosa de bienvenida mientras se acercaba. —Buenas
noches, señor. ¿Qué le gustaría? ¿Bourbon?
Él había sospechado anoche que ella era un vampiro. Los cazadores húngaros
habían confirmado esa sospecha, y también le habían dicho que era la dueña
del establecimiento, y la principal razón para que el club fuera tolerado. Como
el lugar de Travis en Nueva York, había sido conocido por los cazadores durante
muchos meses y hasta un punto casi cerrado. Pero habían decidido dejarlo al
final, principalmente porque no tenían idea de dónde el próximo lugar como
ese abriría si este se desvanecía. Y de esa forma el Ángel se mantenía, una
guarida documentada de vampiros que podían ser observados así. Y Angyalka,
ella misma, no toleraba la violencia en su local. La única pelea conocida había
tenido lugar durante una redada fracasada por los cazadores para capturar al
Anciano Saloman.
—Sí, por favor, —dijo Dante, y ella agarró la botella. El conocimiento de su poder,
un poder que él pronto superaría, envió un pequeño y delicioso temblor a través
de su cuerpo.
—Es bueno verlo de Nuevo, —dijo Angyalka, pero aunque Dante esperó, no dijo
nada acerca de Dmitriu, apenas le presentó su copa y se dio la vuelta hacia su
siguiente cliente.
vuelta sobre su taburete para observar a los bailarines, quienes, esta noche,
tenían una banda de rock en vivo para bailar enérgicamente. Dante tenía la
esperanza de no tener que esperar demasiado tiempo, la música hacía que su
cabeza le doliera.
Dante sonrió. Si decía que sí no tendría excusa para quedarse, y sin embargo
su expresión debió haber de dolor para suscitar el comentario. —Me estoy
acostumbrando. —Miró a su compañero, sin estar seguro de si había estado allí
cuando había llegado.
El hombre a su lado era joven, quizá en sus treinta o muy tempranos cuarentas.
Había hablado en inglés y tenía una visión inteligente de él, y ya que proyectaba
amabilidad confortable en vez de amenaza, Dante se imaginó que había peores
formas de pasar el tiempo que en una conversación.
Luchando contra ello, sacó su mano. —Hey, Dmitriu, qué bueno conocerte
finalmente. Soy Grayson.
—Me has sido recomendado, —dijo Dante, esperando formar alguna clase de
confianza.
—Por mucha gente —dijo Dante vagamente, entonces, mientras los labios del
vampiro se curvaban, añadió de prisa—, mira, Dmitriu, no pelearé contra un
árbol aquí. La línea final es que tengo una proposición para ti.
Traducido en Purple Rose 191
Blood Sin Awakened by Blood Marie Treanor
Entonces Dmitriu se empujó fuera del taburete, claramente esperando para que
Dante hiciera lo mismo. Dante sonrió. Incluso recordó decirle buenas noches
a Angyalka mientras tanto, bajo pretexto de revisar su bolsillo por su cartera y
teléfono, presionó el “vibrador” que los cazadores le habían dado para que
colocara junto a su celular. Ahora ellos sabrían que él y Dmitriu estaban en
camino.
Aunque Dmitriu no era extravagante y creído como Travis, Dante no era engañado.
Sabía que Dmitriu era fuerte y alguna clase de enigma para los cazadores; de
hecho, su propia negligencia por dejar el bar con un completo extraño con un
pretexto tan pobre hablaba de una creencia de que él no podía, o no podría,
ser dañado. Dante estaba feliz de fomentar esa creencia durante el próximo par
de minutos.
Dmitriu inclinó su cabeza y se detuvo mientras Dante abría las puertas de su auto.
Lanzando una mirada subrepticia en la dirección por la que habían venido, vio
a los dos cazadores caminando inteligentemente tras Dmitriu. Dante se inclinó
y sintió otro temblor mientras tocaba la espada, incluso a través del viejo abrigo
del padre de Josh, y atrajo el bulto hacia él.
Su corazón se aceleró. El tiempo lo era todo aquí. Los pasos de los cazadores se
estaban acercando. Tres, dos, uno.
Dante dejó la espada libre y se dio la vuelta hacia el todavía pasivo Dmitriu, justo
cuando los cazadores saltaban.
El vampiro caminó intencionalmente hacia él, y Dante vio que sus llameantes
ojos negros no eran para nada amigables. Los cazadores, todavía aturdidos,
se arrastraron a los lados fuera de su camino, claramente tratando de reunir su
energía para otro ataque.
—No quiero matarte —dijo Dante. Con renovada emoción, se dio cuenta de que
la mirada de Dmitriu estaba centrada en el arma. La reconocía, seguramente,
conocía su poder.
Pero por muchos latidos de corazón, nada pasó. La espada no obligó a Dmitriu
a rendirse. Quizás necesitaba sangre. Salvajemente, Dante la balanceó hacia el
hombro del vampiro. No vio a Dmitriu moverse, pero se dio cuenta inmediatamente
que el golpe había sido desviado hasta hacerle un mero rasguño. Y que Dmitriu
continuó mirándolo con curiosidad pero sin ninguna sumisión en su oscura cara.
Mierda. ¿Qué diablos hago ahora? ¿Cómo funciona esta maldita cosa?
—¡Tres! —gritó el jefe cazador, y una vez más los tres se lanzaron hacia el vampiro,
quien los sacudió como moscas.
Dante se rindió y gritó por refuerzos. Tuvo un par de momentos para sentirse
orgulloso de sus matones, Dmitriu claramente no los había esperado. Mientras
Dmitriu se daba la vuelta para enfrentar la nueva amenaza que salía del auto
cruzando la calle, los cazadores se las arreglaron para darle un par de buenos
golpes que enviaron al vampiro asombrado hacia atrás. Y para entonces los
cuatro matones estaban sobre él.
Podía distinguir al vampiro ahora, sosteniendo uno de sus matones con las dos
manos. Con una facilidad monstruosa, Dmitriu rompió su cuello y lo lanzó al suelo.
Dante, agarrando la espada con fuerza, se movió hacia delante, y Dmitriu avanzó
de nuevo para encontrarlo. Sus puños volaron, noqueando a los cazadores que
todavía peleaban al lado de sus matones caídos, e increíblemente, Dante supo
que había perdido.
Al mismo tiempo, su corazón rugió con emoción, por la absoluta fuerza de Dmitriu.
No podía prevenir el miedo congelante y que lo dejaba atontando, pero eso no
cambiaba el oleaje de nostalgia, su conocimiento desesperado de que esto era
el verdadero y reclamado, este poder, que nunca moriría sino que crecería con
el paso del tiempo.
La mirada de Dmitriu cayó sobre la espada, que arrancó del agarre de Dante sin
mayores prevenciones.
—Tengo una proposición para ti —graznó Dante, justo cuando uno de sus
matones recostado a los pies de Dmitriu rodaba hacia las piernas del vampiro,
tratando de hacerlo perder el equilibrio.
Estuvo terminado con una rapidez vertiginosa, el vampiro dejando caer el cuerpo
drenado al suelo como si fuera una lata de cerveza terminada. La punta de la
espada de Saloman pinchó la garganta de Dante.
—¡Dmitriu! —gritó Dante suplicante—. ¡Espera! —Intentó correr tras él, pero sus
piernas temblaban demasiado y nunca se había sentido tan viejo en su vida.
Para el momento en que había pasado el último de sus secuaces, Dmitriu estaba
fuera de su vista, y Dante fue dejado solo con al menos dos cadáveres y muchas
víctimas de violencia inconscientes.
***
Saloman. Tengo algo que es tuyo.
Sabes que me gusta la vida pacífica. Dijo Dmitriu reprochándolo. ¿Por qué los
mataría?
Autodefensa.
Bueno, esa fue la parte interesante. No tenían estacas. Y tu hombre Dante tiene
un deseo de muerte. ¿O de no muerte?
—Tu primo está aquí —dijo él, como forma de explicación, y su mirada se movió
con la suya hacia la puerta de la sala de espera, a través de la cual pasó Josh
Alexander, con estilo y apuesto con lentes oscuros. Parecía que iba solo, sin
ninguno del grupo de alrededor y los fanáticos esperados por una estrella de
cine. Claramente, iba viajando incógnito.
Josh lo miró a los ojos. —Me imaginé que ibas a dónde mi espada estuviera.
Los ojos de Josh se abrieron; luego su mirada cayó en lo que pudo haber sido no
más que un pestañeo. Se colocó de nuevo los lentes de sol.
—No —dijo Saloman lamentándolo—. Por otra parte, tampoco está no muerto.
—¿Así que cual es tu historia, Adam? ¿Qué tienes que ver con la espada, con
todo esto?
***
Cuando Dante finalmente abrió la puerta de su modesta habitación de hotel,
sus pies estaban arrastrándose y su cabeza dando vueltas con la velocidad de
su derrota y con esfuerzos desesperados en pensar lo que esto significaba para
sus planes. Después de todo lo que había hecho para obtenerla, se las había
arreglado para perder la espada. Y se imaginó que aliarse con el vampiro Dmitriu
fue otro error. No sabía si sería peor para Dmitriu mantener la espada para sus
propios fines, o devolvérsela al legendario e incluso misterioso Anciano Saloman.
Sin embargo, la creación de Saloman se la había quitado Dmitriu tan fácil como
quitarle un dulce a un bebé. Como si pudiera sentir su falta de poder, la espada
no pelearía por Dante. ¿Por qué todavía no estaba no muerto? Quizás debería
enviar a los cazadores a atrapar a una salvaje y esclava bestia de la sangre para
que hiciera la transformación.
Pero Dante había ansiado lo mejor, una vez que había entendido algo de la
jerarquía de los no muertos inmortales. Y ahora, el mero vampirismo bestial no era
suficiente para él. Quería ser renacido al menos al nivel de Dmitriu, con suficiente
estatus y auto control para usar la espada con su mejor ventaja. De otra forma no
podía esperar presentar ningún reto significativo a Saloman, quien simplemente
lo mataría cuando sus caminos eventualmente se cruzaran. Necesitaba ser
transformado con alguna clase de forma de la sangre de Saloman, de otra
forma todo el esfuerzo sería en vano.
Cerrando la puerta, Dante se inclinó contra ella y cerró los ojos. En ese instante,
sintió la otra presencia en la habitación con una certeza que lo tuvo buscando,
temblando, por el ligero cambio.
¡Que no fuera Saloman! Oh, por favor, que no fuera Saloman. No sin antes tener
tiempo de pensar, de planificar…
***
—¿Qué hay con Josh? —dijo Elizabeth de repente, mientras se arreglaban para el
vuelo que conectaba con el aeropuerto de Zúrich. Ella había pasado la mayoría
del vuelo trasatlántico dormida, como si toda la emoción y el cansancio de
los últimos días finalmente la hubieran atrapado. Ella había dormida inclinada
sobre el hombro de Saloman, aunque un par de veces se había despertado
desparramada a través de su pecho, como si estuviera agarrándose a él en
los sueños porque la fantasía de la pareja de Nueva York estaba a punto de
terminar.
En Budapest, donde Saloman la había seducido por primera vez, también era
casa de sus amigos los cazadores de vampiros, quienes no tolerarían ninguna
alianza, y menos un romance, con el vampiro que los había derrotado en St.
Andrews y que había eludido la captura dos veces desde entonces; que había
bebido de Honrad y también de Elizabeth. Y que no había matado a ninguno,
le recordó a ellos en su cabeza, como suplicando con su caso. No habría
oportunidad para eso.
Tendría que darles la espada a los cazadores para mantener la paz, para ocultarla
por siempre de todos los vampiros. Y de Josh.
—¿Qué quieres hacer con él? —Inquirió Saloman, sin molestarse en mirar a Josh
que había tomado su asiento lejos en el avión.
Elizabeth lo miró insegura. Era la respuesta obvia, por supuesto, pero significaba
una visita temprana, a la que no estaba demasiado lista aún. Y él debió entender
eso sin ser dicho. Él siempre entendía demasiado. Desviando la atención en sí
misma, ella habló desafiante dentro de su cabeza. ¿Ya te has dado por vencido
con matar a Josh?
¿Qué tan seguros son los cazadores? La pregunta había salido hacia él
solamente porque no pudo detenerla. Honrad, como un descendiente de la
pareja de Tsigana en el crimen, era valioso para él, como también el valor de
la propaganda de matar un cazador. En la noche de la batalla en St. Andrews,
ella lo había detenido violentamente de matar a Konrad, y más tarde, en la
cercanía, ella había suplicado por la vida del cazador y se le había concedido.
Había entendido que él había liberado a esos tres cazadores porque ella se lo
había pedido. Pero ¿qué tanto se estiraría esa promesa si ella robaba su espada?
Hasta que la tocó de nuevo, como hizo ahora, trazando sus dedos a través de los
de ellas entre los asientos, y entonces ella se derritió de nuevo.
Tan a salvo como necesitan serlo. Los cazadores eligen su propio camino. Pero
como te dije, las decisiones pueden ser cambiadas y nuevas elecciones tomadas.
Ella cerró los ojos, dejando que su cabeza cayera hacia atrás en el asiento
mientras el dolor familiar y la nostalgia la llenaban. La elección de quedarse con
él. Impensable. ¿Y sin embargo qué tan fácil había sido en Nueva York? Había
más también, un conocimiento que había estado luchando por reconocimiento
desde la lucha en el club de apuestas de Travis, una que ella todavía se rehusaba
a ver.
Capítulo 15
Traducido por LizC
Corregido por Abrilnya
—¿Tu amigo vive aquí? —dijo Josh, mientras salía y miraba hacia el feo edificio,
con sus ventanas rotas y el grafiti de varias décadas. Por primera vez, en realidad
parecía intimidado—. ¿Cómo diablos puede mantener algo seguro aquí? ¡Y
mucho menos una antigüedad invaluable!
—Te sorprenderías —dijo Saloman, cerrando la puerta del coche con un golpe
casual y liderando el camino dentro del edificio.
Elizabeth tocó el brazo de Josh. —Dmitriu es un vampiro —dijo en voz baja, y
cuando la cabeza de Josh se alzó y miró a todos lados en pánico, ella se apresuró
a añadir—: No te atacará. Confía en mí, no nos llevaría a otro desastre como el
de Travis. Conozco a esta ciudad un poco mejor que Nueva York. —Y estamos
bajo la protección del vampiro más fuerte de todos ellos.
Saloman los condujo por el edificio desnudo, vacío, llevando su forma elegante
sobre los escombros y vidrios rotos de una escalera de piedra sucia. Empezaron
a subir.
—Has traído compañía —observó una voz desde lo alto. Habló en Inglés, lo
que significaba que había reconocido a Elizabeth. A pesar de que ella y Josh
se detuvieron y miraron hacia arriba por instinto, Saloman se limitó a sonreír,
continuando subiendo con pasos largos y constantes.
—Sólo lo mejor —le dijo a Dmitriu—. Espero que hayas limpiado.
Parecía que lo había hecho. A pesar de que todas las ventanas estaban subidas,
y alguien había pintado imágenes brillantes, y arremolinadas sobre ellas. Había
incluso una gruesa alfombra en el piso de madera barrido, y un cómodo sofá
de cuero oscuro. Una incongruente pantalla de cristal cubría la bombilla tenue
que colgaba del techo y difundiendo un resplandor curiosamente acogedor
alrededor de esta parte del sombrío, y lúgubre edificio.
—Dmitriu, permíteme presentarte a tus invitados —dijo Saloman amablemente—.
Josh Alexander de América; y Elizabeth Silk, creo que ya la conoces.
Dmitriu no se ofreció a darle la mano, por lo que Josh se veía plenamente
agradecido, pero se limitó a inclinar su cabeza y hombros en una especie de
reverencia antigua que alguna vez pudo haber intercambiado con sus iguales
sociales.
—Y, Señorita Silk —dijo suavemente, en su Inglés preciso, concediéndole una
reverencia similar—, estoy, por supuesto, encantado de verla de nuevo. Por
favor, pónganse cómodos.
A medida que lo pasaron, moviéndose en dirección vaga hacia el sofá, Dmitriu
se dirigió a Saloman en húngaro.
—¿Dos descendientes? ¿Trajiste la cena para mí también?
—Dmitriu —lo regañó Saloman a la vez—. ¿Te has olvidado que Elizabeth es
competente en el húngaro así como en el rumano?
Por supuesto que no. Lo había dicho deliberadamente para provocar algún tipo
de reacción. Dmitriu, sospechaba que hacia eso constantemente: les arrojó a
los cazadores un pedazo de información para ver qué harían con ello; envió a la
escéptica académica a la cripta de Saloman, pulsando una espina en su mano
para ver si sangraba por todas partes su tumba para despertarlo; acudiendo
a luchar al lado de Saloman después de que el Antiguo había descubierto su
traición, para ver si Saloman lo mataba o le daba la bienvenida.
Elizabeth le lanzó una breve mirada, sardónica, mirándolo fijamente a los oscuros,
y brillantes ojos.
—La espada. —Jadeó Josh, distrayendo a todos. Se dirigió hacia el sofá, donde
yacía la larga espada de oro. Elizabeth, golpeada de nuevo por su belleza, casi
se olvidó de respirar. Después de dos pasos rápidos, Josh se detuvo, recordando,
sin duda, que no podía tocar la espada con impunidad. Dmitriu pasó junto a él
y levantó el arma con una naturalidad que parecía simplemente errónea. —Ten
—dijo negligentemente, y la arrojó a Saloman.
Cortó a través del aire con un zumbido, lo suficientemente cerca de Elizabeth
que sintió el aire volando desplazando su cabello.
La luz resplandecía en la hoja y la empuñadura de oro brillaba mientras volaba,
aterrizando de lleno en la mano alzada de Saloman.
Oh, sí, había un poder enorme, sin explotar en la espada. Parecía electrificar la
columna vertebral de Elizabeth.
Los dedos de Saloman se cerraron alrededor de la empuñadura como en la
mano de un viejo amigo.
—Gracias —dijo suavemente, pero sus dedos se mostraban blanco donde la
agarraban, y mientras se alejaba, deslizándose en el aire con un trazo limpio y
elegante, el corazón de Elizabeth sufrió por él. Por primera vez que podía recordar,
sus hombros parecían tensos y rígidos. Hubiera dado mucho por estar a solas.
¿Los vampiros lloran?
Ella no había tenido la intención de que él escuchara el pensamiento errante,
pero después de la más mínima pausa, él respondió—: Sí. Pero no lo haré.
Se volvió hacia ellos, bajando la punta de la hoja en el suelo mientras miraba a
Dmitriu.
—Gracias. Ahora tengo otro favor que pedirte.
Dmitriu suspiró, agitando una mano resignada. —Pide y será tuyo.
bueno, reconoció. Ella tenía confianza de nuevo, era más capaz de cuidar de sí
misma y de otras personas. Entendía más, estaba abierta a más. Y, sin embargo
no podía dejar de preguntarse si sus padres la habrían aprobado como era
ahora. ¿Incluso la reconocerían? ¿Lo harían sus viejos amigos quienes alguna
vez la habían ayudado a cuidarlos y protegidos por ella en la escuela? ¿Tenía
que morir la antigua Elizabeth para dar paso a la nueva?
No le gustaba esa idea. Inquietamente, se puso de pie, caminó por la habitación
grande y vacía, deseando que hubiera siquiera una ventana en la que pudiera
ver a través de ella. Incluso en la oscuridad, podría haber algo que la distrajera
de su desagradable auto-análisis.
Saloman, Saloman.
Sacudiéndose a sí misma, se inclinó y comenzó a acumular los platos usados y
envases de alimentos. Se quedó con ellos y cruzó la habitación hasta la puerta
por la que Dmitriu los había traído antes.
—¿Dmitriu?
Parecía ser una especie de cocina. Por lo menos, tenía un fregadero y agua
corriente y una mesa un poco desvencijada en la que Dmitriu estaba sentado,
aparentemente mirando al vacío.
Levantó la mirada e hizo un gesto al fregadero. —Gracias.
Dejó caer los platos en el fregadero y empujó los contenedores a un lado para
más adelante. Se sentía lo suficientemente frío aquí como para ser un refrigerador.
Los grifos funcionaban también, corriendo ambos, agua caliente y fría, sobre los
platos y tazas. Finalmente, debido a que realmente quería saber, le preguntó—:
¿Estás hablando con él?
Dmitriu sonrió débilmente, mirándola poner la segunda copa lavada en el
escurridor. —No. Sólo estaba pensando. Acerca de ti, en realidad.
Elizabeth enjuagó un plato y lo balanceó, goteando, en contra de las copas. —
No tiene sentido. Sería mala para tu digestión.
Dmitriu soltó una carcajada sorprendida. —Malditamente cierto —dijo con
sentimiento—. Saloman me pondría del revés.
—No soy tan fácil de morder en estos días tampoco —dijo, injustificadamente
molesta.
—Así he oído. El poder de la Despertadora es fuerte y cada vez más fuerte con
cada muerte. —Ante su estremecimiento involuntario, sonrió—. Interesante.
Todavía no te gusta esa palabra. ¿No disfrutas de matar a mi clase?
—No —dijo ella, por lo bajo. Agregó el segundo plato junto a la demás vajilla
goteando y añadió con honestidad—: A veces me gusta la lucha. —Como en
donde Travis, con él detrás de mí...
El labio de Dmitriu se curvó. —Como a nosotros.
Por dentro, ella gritó en señal de protesta. Era lo que había estado evitando
desde el conflicto en donde Travis, y estaba condenada si pensaba sobre ello
ahora delante de Dmitriu.
—Te está desgarrando, ¿cierto? —Observó con interés distante—. Siendo la
mejor amiga de los cazadores y la amante de Saloman. Siendo tan parecida a
nosotros cuando nosotros encarnamos todo lo que odias.
Cristo, era casi tan malo como Saloman. Se dio la vuelta al fregadero.
—No quiero matar —murmuró ella, tirando el cuchillo del pan con excesiva
fuerza.
—E hiciste un pacto con Saloman, para no matarse entre sí.
Ella miró por encima del hombro. —¿Él te dijo eso?
Poco a poco, se volvió y se sentó en el taburete vacío contrario al de Dmitriu.
—No —admitió él—. Pero todavía estás viva. Y tu amor es tan evidente como el
de él.
El calor golpeó a través de su cuerpo en dirección a su cara. —Él no me quiere —
susurró—. Tiene miles de años de edad y pase unas cuantas noches con él. —Oh,
mierda, ¿realmente dije eso?
Pero Dmitriu, al parecer, no estaba dispuesto a burlarse. Sus ojos eran
inesperadamente graves cuando se encontraron con su mirada desesperada.
—¿Crees que ese sentimiento es menos intenso para él porque ha vivido tanto
tiempo y lo ha sentido todo antes?
Era tan exactamente lo que pensaba que no parecía haber ningún punto de
incluso en asentir con la cabeza. Ella siguió mirándolo en desconcierto.
Él casi se encogió de hombros. —Es cierto que ha vivido en gran medida en
el momento, buscando la novedad en todas sus formas para mantenerse
entretenido. Pude ver que le divertía dormir con su Despertadora antes de
matarla… especialmente cuando ella era tan hermosa como tú.
Elizabeth arrancó hasta liberar su mirada y empujó hacia atrás el taburete hasta
que rechinó desagradablemente en el suelo. Cuando el dolor fue soportable, se
puso de pie y se fue caminando.
Capítulo 16
Traducido por LizC
Corregido por Abrilnya
de que no había sido escuchado. ¿Sobre qué demonios había estado hablando
Elizabeth con Dmitriu? Ella había sonado intensa y afligida, mientras que el tono
del vampiro era moderado y razonable. Pero sea lo que sea que habían estado
discutiendo, estaba agradecido de que los había mantenido distraídos, porque
Elizabeth le había dicho después del incidente de Travis que los sentidos de los
vampiros eran mucho más poderosos que el de los humanos.
Cuando llegó a la carretera principal, se limitó a caminar, sonriendo para sí mismo
porque había sido más listo que todos y había conseguido de vuelta su espada.
Ahora se dirigiría de regreso al aeropuerto, conseguiría el primer vuelo a casa en
los Estados Unidos, y pondría la espada en una caja de seguridad. Él no tendría
que mirar mucho, pero bueno, nunca había hecho mucho de eso de todos
modos. Al menos seguiría siendo suya y él no tendría esa molesta sensación de
haber decepcionado a su padre.
Su padre, quien había creído en todas esas cosas de las que Josh había negado
hasta esta semana. Su padre había estado en lo correcto, y Josh estaba
totalmente equivocado por haber dudado de él. Suponía que, mientras él echó
a andar por el camino y explorar en busca de taxis, debía de sentirse culpable,
incluso avergonzado de su escepticismo determinado, pero en realidad, lo que
principalmente sentía era un orgullo satisfecho sobre su padre que le hizo sonreír.
Aún estaba sonriendo cuando el vehículo patinó hasta detenerse con un chirrido
de los frenos justo después de pasar junto a él. Un instante después retrocedió
a velocidad, evitando por poco el camión tocando la bocina a todo volumen
obligado a desviarse hacia el carril de al lado. Josh ni siquiera sintió la sacudida
de pánico hasta que Travis saltó del coche y lo agarró.
Instintivamente, Josh trató de sacudírselo, pero la bolsa de viaje le fue arrancada
de sus manos y arrojada dentro del vehículo. Josh gritó con furia, pero un segundo
después, fue arrojado detrás de ella, justo como si no pesara más que una pelota
de tenis.
***
Elizabeth se obligó a ser prudente. Dmitriu estaba en lo cierto. Se podría mover más
deprisa sin ella; sin duda no la necesitaba para seguir a Josh. Así que cuando la
puerta se cerró de golpe detrás de él, ella se sentó en las sucias, y rotas escaleras,
y trató de pensar. Dmitriu no lastimaría a Josh; Saloman le había dicho que no
lo hiciera. No había necesidad de llamar a Saloman por protección ahora. De
hecho, Saloman podría estar tan cabreado con Josh robando la espada tan
pronto después de que él la devuelva que podría lastimar a Josh por sí mismo.
Tal vez sería mejor si Josh escapaba con la espada; sólo que lo dejaba solo y
sin protección y la espada abierta a cualquier mal que sea lo suficientemente
rápido para agarrarla primero. Elizabeth apoyó sus codos en las rodillas y la
cabeza entre las manos, frotando duro como para restaurar sus propios poderes
de pensamiento.
El problema era que, su corazón quería que Saloman tuviera la espada de su
primo. Era su cabeza la que sabía que él no podía permitir su poder añadirse a su
cuenta. ¿Podrían los cazadores llegar a Josh antes que Dmitriu lo hiciera? Ella lo
dudaba, pero ahora parecía sumamente claro que el único lugar seguro tanto
para Josh como para la espada era con los cazadores.
Corrió escaleras arriba para buscar su teléfono, y llegó tan lejos desplazándose
hasta el número de Mihaela antes de que lo arrojara sobre el sofá de cuero de
Dmitriu. —¡Oh, maldita, maldita sea! ¡No puedo tenerlos tropezando con Saloman
y Dmitriu y luchando por Josh como perros con algún hueso particularmente
jugoso! Yo necesito encontrar a Josh.
Era poco probable que llegara a él antes que alguien más, pero ciertamente
no lo haría si ella se sentaba aquí y esperaba. Levantando el teléfono, marcó el
número de Josh en su lugar. Al no obtener respuesta, lo metió en su bolso y corrió
hacia las escaleras.
Elizabeth se sentía un poco entumecida cuando llegó al aeropuerto de Budapest
por segunda vez en doce horas. Había estado tan segura de que Josh ya estaría
allí o arribaría tan pronto después de que ella llegara. Pero había estado allí por
casi tres horas, paseando por el hall de entrada, frecuentando los cafés y los
mostradores de las aerolíneas estadounidenses, y todavía no había rastro de él.
En el exterior, era de día. El cielo era de un azul brillante, el levantar de un
hermoso día de verano. Dmitriu con suerte estaría de vuelta en su “pent-house”
con Josh. Esperaba ahora sin reservas que Dmitriu lo hubiera encontrado, porque
la alternativa era impensable.
Caminando hacia los taxis del aeropuerto, se preguntaba si en realidad podría
dirigir al conductor a dónde quería ir. Había llegado hasta aquí desde el almacén
por una mezcla de carreras y de taxis, pero el nuevo hogar de Dmitriu no estaba
en una parte de la ciudad con la que ella estuviera muy familiarizada. No tenía
ni idea de los distritos o de los nombres de las calles.
Elizabeth.
La voz en su cabeza fue electrizante. Desde un abatimiento ligeramente
entumecido, de repente pareció sentir todo al mismo tiempo, el efecto seductor
de su voz, la alegría de su presencia que era inútil negar, la maravilla de las
palabras de Dmitriu de la noche anterior. Y pisándole los talones a eso, el
conocimiento que de alguna manera ella y Dmitriu habían perdido su espada, y
que había peores personas que Saloman que podrían tenerla para ahora.
Ella se detuvo, apoyándose en un codo contra una barandilla.
Saloman. ¿Dónde estás?
Estoy en donde Dmitriu. Solo.
Oh, mierda. Arrastró su mano por su cabello. Josh se fue con la espada. Dmitriu
y yo fuimos en busca de él, no debería haber sido capaz de llegar muy lejos
para el tiempo que lo hizo, pero no está en el aeropuerto, y si Dmitriu no ha
regresado… Su mano volvió a caer a su lado. ¿Por qué Dmitriu no ha regresado?
El sol está bien arriba.
Saloman se quedó en silencio durante tanto tiempo que Elizabeth se preguntó si
realmente había roto la conexión.
No había ni rastro de ira, o de cualquier expresión alguna en su breve saludo, pero
él no podría haber estado satisfecho. Incluso los Antiguos deben estar sujetos a
extrañas rabietas.
Sólo que, las rabietas de Saloman mataban personas. Como su primo.
Vuelve donde Dmitriu ―dijo él secamente―. Espérame allí.
Elizabeth se erizó ante su tono de mando. ¿Acaso él pensaba que era uno de sus
secuaces? ¿Por qué, a dónde vas? preguntó ella.
Tengo una adquisición por finalizar y algunas personas por organizar. De hecho,
llego tarde.
Elizabeth se apartó de una mujer con un carrito de equipaje que estaba mirando
hacia ella, presumiblemente a causa de la expresión horrorizada en su cara.
¿Vas a una maldita reunión de trabajo? ¡Saloman, Josh podría estar en cualquier
lugar! ¡Dante y probablemente Travis están aquí, por no hablar de los vampiros
locales a quienes les encantaría beber su sangre!
Mis planes no se van a detener porque hayas extraviado a tu primo.
He perdido la espada también, chilló. ¿No quieres eso de vuelta?
Oh, la voy a tener de vuelta. Otra vez. Incluso tendré a tu miserable Josh de
vuelta. Más tarde.
Elizabeth tomó un sorbo de su excelente café para reforzar su valor luego bajó
su taza. —Han ocurrido un par de acontecimientos desde entonces. Dmitriu…
su antiguo compañero Dmitriu, tomó la espada de Dante. Josh la robó cuando
él… y yo le dimos la espalda, y se perdió en la noche. Ni Dmitriu ni yo lo pudimos
encontrar, y ahora no sé ni dónde está Dmitriu. —Ella miró alrededor de sus rostros
aturdidos y esbozó una débil, sonrisa irónica—. En pocas palabras —finalizó.
Konrad dejó escapar un suspiro que fue mitad silbido mientras se acomodaba
en su silla. —Bien... creo que has sido engañada. Dmitriu nunca fue nuestro
aliado, era sencillamente un informante inconstante. Creo que nos daba de
comer bocados de información de vez en cuando para mantenernos fuera de
su espalda, pero su lealtad, como creo que quedó claro dada su postura en St.
Andrews el año pasado, aún está en Saloman.
—Sé eso —murmuró Elizabeth.
—El escenario más probable —dijo István en gran medida—, es que Dmitriu se
encontró con Josh y, o bien lo mató o se lo llevó de vuelta a Saloman para que
lo mate. En cuyo caso, Saloman tiene la espada también.
—No. —Elizabeth miró alrededor de las tres caras de sorpresa sobre la mesa—.
Sucede que sé que Saloman la sigue buscando.
—¿Cómo sabes eso? —Exigió Mihaela, inclinándose hacia adelante—. Elizabeth,
¿qué está pasando aquí? Si estás trabajando con Dmitriu, puede ser que también
estés trabajando con Saloman. En todo caso, Dmitriu te utilizó, consiguió lo que
quería, y ahora ha desaparecido de tu radar.
Elizabeth levantó ambas manos en un gesto de aceptación antes de cerrar
ambas en torno a su taza de café, a pesar del calor de la tarde. —He cometido
errores. Todos sabemos que no soy un verdadero cazador. Pero lo principal es
encontrar a Josh. Lo he estado pensando y estoy segura de que no está muerto.
—¿Por qué? —preguntó István.
Elizabeth se encogió de hombros un poco incómoda. —Es una cosa de empatía.
Tal vez me estoy engañando a mí misma, pero en cierto modo comprendo a
Josh, sé lo que piensa cuando estoy con él, y estoy bastante segura de que
sabría si estuviera muerto. Todavía puedo... sentirlo.
Mihaela e István intercambiaron una mirada apresurada, pero Konrad mantuvo
su mirada en Elizabeth. —¿Has descubierto una especie de telepatía?
—Ha estado creciendo —dijo con extraña reticencia—. Desde el año pasado.
Konrad asintió con la cabeza. —Mientras te haces cada vez más fuerte. Yo tengo
un poco, aunque sólo con las matanzas hasta ahora.
—¿Los vampiros que mataste hablan contigo?
Los labios de Konrad se torcieron. —No por mucho tiempo. Pero de vez en cuando
los escucho, sí. ¿Es eso lo que escuchas?
—No, pero... —Ella vaciló, y luego tomó una respiración profunda—. Escucho a
Saloman. Cuando lo elige.
—Mierda —dijo Konrad con asombro.
István frunció los labios en un silbido silencioso.
—¿Lo elige a menudo? —preguntó Mihaela, y parte de la inflexión de su voz hizo
que Elizabeth la mirara con más cautela. Los ojos oscuros y perceptivos de su
amiga, le devolvieron la mirada con más preocupación que sospecha, y tuvo
que luchar contra la repentina urgencia de poner todo a los pies de Mihaela.
Pero compartir el dolor era un lujo que ella no podía permitirse. Eso la distraería
de la cuestión principal, que era encontrar a Josh y detener a Dante de usar la
espada para convertirse en un no-muerto.
—No, no a menudo —dijo firmemente. No lo suficiente.
—¿Crees que puede leer lo que está en tu cabeza? —preguntó con ansiedad
István.
Era una buena pregunta y una que todavía no estaba muy segura de cuál era la
respuesta. —No lo —dijo con cautela—. Creo que tengo que... ¿proyectarlo?...
para que él lo reciba. Es un poco como una conversación por radio. —Miró
alrededor de todos—. No me miren así. Él no me pregunta acerca de ustedes o
me dice algo sobre lo que está haciendo. Él sólo lo hace para entretenerse, para
mantenerme al límite... —Para mantenerme en la esclavitud.
—¿Cuándo fue la última vez que contactó contigo de esta manera? —preguntó
Konrad.
—Esta mañana —dijo Elizabeth firmemente—. Así es como sé que él no tiene la
espada o Josh o incluso Dmitriu.
—¿Está tan preocupado como nosotros? —Konrad dio una breve carcajada—.
Bueno, bueno, tal vez vamos a tomar la delantera en esta ocasión, después de
todo. Entonces, ¿cuál es tu teoría, Elizabeth? ¿En dónde están Josh y la espada?
Elizabeth levantó su taza. —Creo que están con Dante.
Konrad echó una rápida mirada alrededor de las mesas cercanas, las cuales se
estaban llenando a mediad que avanzaba la tarde.
—Vamos —murmuró—. Vamos a ir a un lugar más privado.
Mientras viajaban por toda la ciudad hasta el apartamento brillante, y casi
impersonal de Mihaela; Elizabeth le explicó su temor de que Dante buscaba no
sólo la inmortalidad, sino el poder instantánea en el mundo de los vampiros.
—¿Es eso posible? —dijo Mihaela dubitativa, apartando sus ojos de la carretera
para echarle un vistazo a Konrad en el asiento a su lado—. ¿Podría realmente
volverse tan poderoso como Saloman así como así?
—No sé —admitió Konrad—. Depende de qué poderosa es realmente esta
espada. Nadie fiable la ha estudiado jamás; ha sido efectivamente oculta
desde el siglo XVIII, por lo que no tenemos ninguna manera de saber qué parte
de la leyenda es verdad. Sin embargo, el hecho de que él mismo Saloman está
buscándola probablemente nos dice lo suficiente.
—La has visto, Elizabeth —dijo István—. ¿Sentiste o fuiste testigo de algún poder
especial?
—Me quemó cuando la toqué, alzó una visión de Saloman exigiendo su
devolución. Le hizo lo mismo a Josh, pero sólo después de que Saloman se
despertara. Creo que nos reconoce como descendientes. Lo que es importante
que recuerdes, Konrad, siempre y cuando la encontremos. No la toques.
Konrad se asomó de vuelta entre los asientos delanteros y asintió con la cabeza.
Condujeron el resto del camino en silencio, pensativos, e István insistió en llevar su
bolso un poco maltratado de viaje hasta el apartamento de Mihaela.
—En algún momento —dijo Mihaela, abriendo la puerta de la nevera en busca
de leche para su café—, debemos reunirnos sin una crisis. —Ella echó la mano a
la botella de vino, pero sólo en su camino a la leche—. Tengo una buena botella
de vino allí, pero creo que será mejor que la deje hasta que tratemos con esto.
—Creo que tienes razón —dijo Elizabeth con tristeza.
Mihaela la miró. —Tienes buen aspecto.
—¿Lo tengo? —Elizabeth se rió—. No estoy segura de cómo… siento como si no
he dormido en la última semana. Aparte de en el avión hacia aquí.
Mihaela sonrió débilmente, salpicando la leche en una jarra y colocándola en
la bandeja al lado del café y las copas. —¿No debo suponer que eso es porque
tú y Josh...?
—Oh, no —dijo Elizabeth, y sin embargo se sintió ruborizar, porque Mihaela había
supuesto tanto de la verdad, sólo que con la pareja equivocada—. ¿Y tú? —
preguntó a la ligera—. ¿Has descubierto algún amante sexy entre las expediciones
de cazas?
Mihaela arrugó la nariz. —Nadie que me haya importado como para presentarlo
a mi abuela. O incluso a ti. —Ella le lanzó un paquete de galletas a Elizabeth, quien
la atrapó con una mano y levantó las cejas con curiosidad hasta que Mihaela
suspiró y dejó de lado la bandeja que había estado a punto de levantar—. Creo
que sólo voy tras los hombres inadecuados por lo que no me siento mal al no
poder formar una relación con ellos. ¿Quién quiere a un hijo de puta por novio?
¿Alguna vez han escuchado que una alarma se active, o cualquier otro detector
de vampiros en el edificio? Decimos que está enmascarada, como si estuviera
disfrazada de otra cosa, pero vamos, chicos, ¿un letrero diciendo: “Oficina Estatal
de Pensiones”, o algo así podría engañar a un vampiro?
István gruñó, claramente no estando convencido.
—¡István, hemos tenido prisioneros vampiros ahí! ¡Hemos tenido víctimas
transeúntes, codiciados descendientes, incluso a una Despertadora! —Mihaela
arrojó su mano hacia Elizabeth—. Sin ataques, nada. Los vampiros saben que
existimos, sólo que no saben dónde encontrarnos.
—Los vampiros usan encantamientos —ofreció Elizabeth—. Y utilizan la palabra
“máscara”. Pueden enmascararse a sí mismos o a objetos que elijan para ocultar.
Estoy segura de que es por eso que nunca han encontrado el pal… guarida de
Saloman —se corrigió rápidamente, consciente de que la otra razón era que
ella misma nunca había elegido llevarlos allí—. Y creo que hay algún tipo de
máscara en el Club Ángel también.
Los demás la miraron con cierta sorpresa, claramente pensando en ello. Elizabeth
miró a Mihaela. —¿Qué clase de encantamientos ha estado estudiando Dante?
—Enmascaramiento de gran alcance. Sea lo que sea eso. Sólo tuve un vistazo
a su pila de libros antes de que recibiéramos la llamada de emergencia a las
montañas ayer.
—Cuanto más poderoso es el vampiro —dijo Elizabeth lentamente—, más
poderosa será la máscara para esconderse de él. Él debe estar tratando de
esconderse de Saloman.
—No lo culpes —dijo Konrad con sentimiento—. Si él tiene la espada y a Dmitriu,
entonces Saloman va a estar en una imponente furia. La pregunta aquí es,
¿queremos que Dante o Saloman hagan el trabajo sucio por nosotros al
encargarse de los demás?
—¡No! —dijo Elizabeth con una reacción espontánea, y cuando todo el mundo
parecía sorprendido al ser un poco llevada por su vehemencia, se las arregló
para decir a modo de explicación—, Josh. ¿Dónde va a quedar en alguna
batalla entre Dante y Saloman? Me parece que nuestra mayor esperanza es
encontrar a Josh y a Dante antes que Saloman lo haga. Rescatar a Josh y llevar
la espada a la seguridad de la sede. Acerca del propio Dante, si lo atrapamos
antes de que él se convierta, simplemente llevándolo a través de las redes de
los cazadores del mundo debería cortarle las alas lo suficiente. En el frente de lo
paranormal.
De su bolso de mano, su teléfono echó a sonar un pitido de carga. Elizabeth se
inclinó para hurgar por él y el cargador.
—Podría ser suficiente —admitió Konrad. Elizabeth sacó su teléfono, junto con
el cargador que quería, además de un peine y su pasaporte, los cuales no
necesitaba. Cayeron al suelo y su olvidado periódico estadounidense cayó
también, saltando libre sobre la alfombra y desenrollándose abiertamente en la
fotografía de “Adam Simon”.
Elizabeth dejó caer el teléfono para meter todo rápidamente de vuelta al bolso.
Pero la mano de Mihaela fue antes que la de ella hacia el periódico, por lo que
Elizabeth se enderezó, observando el rostro de Mihaela.
—Así que esa es la conexión que hemos estado buscando —dijo Mihaela
lentamente—. No hay influencia sobre Adam Simon. Él es Adam Simon. —Su
mirada oscura se levantó hacia Elizabeth—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—No ha habido tiempo —exclamó Elizabeth—. ¡He estado distraída con la
espada y la desaparición de Josh! —Era cierto, y sin embargo, se merecía todos
sus sentimientos de incomodidad de culpa, porque su instinto había sido el de
encubrir el periódico antes que los cazadores vieran la fotografía. Con el fin de
proteger a Saloman. Se preguntó cuándo les diría sobre ello… si es que alguna
vez lo haría.
La mirada de Mihaela cayó. —Tienes razón, por supuesto. Y ahora que sabemos,
tendremos más posibilidades de lidiar con ello. Una vez que hayamos lidiado con
Dante.
—El cuál es el problema —coincidió Elizabeth—. ¿Cómo diablos lo encontramos.
Capítulo 17
Traducido por Rihano
Corregido por Akanet
—¿Por qué no? —Dante había preguntado—. Habría pensado que los vampiros
por lo menos habrían prosperado aquí.
Travis se encogió de hombros. —Hay otros túneles por aquí, llenos de turistas. Y
esta parte, probablemente, corre demasiado cerca del río. La mayoría de los
vampiros no se preocupa por el agua corriente.
Dante había escuchado el leve arrullo de la corriente de agua de lo que tenía
que ser el río Danubio ya que estaba cerca. —¿No te importa?
—No. Jamás he oído de un vampiro que se ahogara.
Dante llamó con fuerza a la puerta de hierro. Esta se abrió de una y se cerró
detrás de él tan pronto como se había deslizado en la cámara.
Travis y sus cuatro guardaespaldas vampiro, incluyendo el que lo había dejado
entrar, se sentaron en un círculo en el piso jugando a las cartas con el resto de
los propios hombres de Dante, él había traído a dos nuevos para reemplazar
a los muertos. Todos ellos jugaron con una mezcla extraña de dólares y florines
húngaros, como si tuvieran igual valor.
—¿Aún no está oscuro? —exigió Travis—. Me muero de hambre.
Dante miró ansiosamente a Josh mientras caminaba hacia él, comprobando su
cuello por marcas de pinchazos.
—No lo has tocado, ¿verdad? —demandó él.
—Vete a la mierda —gruñó Josh. Era bravuconería. Sabía que sería la primera
comida de Dante. Un descendiente de los asesinos de un Antiguo sería una
primera comida poderosa para seguir a su bebida de bienvenida por Dmitriu, el
intercambio de sangre que lo cambiaría.
—Tres horas hasta el atardecer —dijo Dante, volviéndose hacia Dmitriu al fin.
Aún encadenado, colgando de la pared, descansaba su cabeza contra la
piedra como si estuviera dormido. Su expresión era tranquila, pero Travis ya le
había explicado a él cómo los nervios del vampiro estarían saltando como un
drogadicto sin una solución. Demacrado, pálido como el alabastro, Dmitriu
no parecía nada más que una estatua. Una estatua con una camisa blanca
desgarrada.
La ropa hecha jirones, sin embargo, era la única señal que todavía llevaba de
la lucha feroz que finalmente le había capturado. Las heridas de la paliza se
habían curado, el rastro de sangre y las costras secas reabsorbidas en su cuerpo.
Dante no había sabido si resentir la velocidad inconveniente de su curación, ya
que Travis se había negado a tomarse la molestia de pegarle un poco más, o
quedar impresionado con tal poder, el cual se replicaría en sí mismo tan pronto
como Dmitriu cediera y acordara convertirlo.
—¿Listo para el intercambio de sangre? —le dijo Dante ahora, como lo había
dicho muchas veces en los últimos dos días y noches.
—No —dijo Dmitriu sin abrir los ojos, como había respondido en cada vez.
—¿Qué estás haciendo allí, Dmitriu? ¿Conservando tu energía? —Dante trató de
provocarlo—. ¿Para qué diablos?
—Matarte—. Los ojos del vampiro se abrieron, y a pesar de sí mismo Dante se
estremeció con una mezcla de miedo y deseo—. Sin la posibilidad de revivir.
—¿Cómo planeas hacer eso? —preguntó Dante con fingido interés, señalando las
cadenas que lo sujetaban. Dmitriu sólo frunció los labios. Dante tenía la necesidad
de acercarse más, susurrar en el oído del vampiro y usar la fuerza intensa de
su personalidad para persuadirlo como había persuadido a tantos otros a su
voluntad. Los vampiros no eran inmunes a los seres humanos fuertes, después
de todo. Pero por otra parte, Travis le había advertido sobre la importancia de
mantener su distancia, no sólo por la velocidad de Dmitriu y su imprevisibilidad,
sino porque una vez fuera de la cámara y los túneles, habría desplegado la
esencia de todo lo que él tocó a cada vampiro vigilante en la ciudad.
Y esta, más que ninguna otra, era la ciudad de Saloman.
—No lo he decidido aún —dijo Dmitriu con dignidad.
—Vamos, Dmitriu —instó Dante—. ¿Qué tienes que perder? Haz lo que pido y
sales libre y limpio de aquí. Incluso te dejaría tener un bocado de Josh antes de
irte, siempre y cuando dejes la mayor parte y la muerte para mí. Luego puedes
irte de juerga.
—No recuerdo pedirle permiso.
Dante sonrió. Detrás de la respuesta murmurada detectó el cansancio terrible
y agotador, el hambre que lo estaba destrozando. —¿No te vuelve loco? —dijo
en voz baja—. ¿Simplemente ahí colgando, oliendo la sangre en Josh? ¿La mía?
¿Mirando a esos chicos volver cada noche, repletos de sangre, mientras que
tú sólo sigues colgado aquí como un pedazo de carne, falto de energía? Es
fácil, Dmitriu. Sólo tienes que cambiarme. Intercambiar tu sangre, la sangre de
Saloman, conmigo...
Dmitriu se echó a reír. Era un sonido débil que le dio a Dante esperanza a pesar
de las desafiantes palabras que le siguieron. —Si quieres tanto la sangre de
Saloman, ¿por qué simplemente no se la pides?
—Estás más cerca —dijo Dante con un rápido gesto de desprecio hacia sus
cadenas.
—No mucho.
Dante frunció el ceño. —¿Qué quieres decir con eso? —Él dio un paso rápido
acercándose, entonces, recordando la advertencia de Travis, se alejó de
nuevo—. ¿Está Saloman en Budapest?
—Él viene por ti —se burló Dmitriu.
Travis, desde su posición en el suelo, tiró sus cartas hacia abajo y dijo—: No, no lo
hace. Me he reunido con él, y lo olería si él estuviera aquí.
—¿Tú? —se burló Dmitriu—. No podrías oler a tu propia abuela si ella estuviera
pudriéndose junto a ti.
Pero las palabras de Travis habían llamado la atención de Dante por otra razón.
—¿Te has reunido con Saloman? ¿Cuándo? ¿Dónde?
Travis se encogió de hombros. —En Nueva York. Usted sólo se lo perdió, de
hecho—. Se rascó y bostezó, y Dante, acostumbrado ahora al lenguaje corporal
del vampiro americano, supo que él no le estaba diciendo toda la verdad. No
podía trabajarlo como lo importante que era, tal vez, porque justo ahora tenía
preocupaciones más acuciantes.
A grandes zancadas fue hacia Travis, le dijo con impaciencia, —¿No podemos
acelerar esto? No podemos quedarnos aquí por tiempo indefinido, lo sabes. ¿Por
qué no lo maltratas un poco? ¿Tortúralo o algo así?
Travis se encogió de hombros y se puso de pie, considerando a Dmitriu con la
cabeza inclinada hacia un lado. —No tiene sentido. El hambre es una tortura
suficiente. Si puede soportar eso, puede soportar unos cuantos huesos rotos y
contusiones. Además, se cura muy rápido para que valga la pena el esfuerzo.
Si quieres mi opinión, nunca va a ceder, por lo que podrías considerar otras
opciones para que podamos salir fuera de esta tumba de mierda aburrida.
Tengo negocios en los Estados Unidos.
—¿Qué otras opciones? —exigió Dante.
Travis metió las manos en los bolsillos y se apoyó contra la puerta, su mirada en la
espada que estaba en el rincón más alejado, envuelta una vez más en el viejo
abrigo del padre de Josh, más para evitar tentar a los secuaces de Travis que
para ocultar su presencia. —Yo podría convertirte.
—Tu sangre es fuerte —aceptó secamente Dante—. Pero no es tan fuerte como
la suya. El niño de Saloman y la espada de Saloman me permitirán hacer frente
a Saloman.
Travis dijo suavemente—: salvo que me estás dando la espada a mí.
—Me refería a la espada Saloman en mi cambio, eso es todo. No he olvidado
nuestro trato.
—Bien, porque por muy fuerte que te haga, todavía puedo forzarla.
Capítulo 18
Traducido por LizC y Little Rose
Corregido por Akanet
H abían pasado seis meses desde que había estado aquí, y el “palacio”
de Saloman había ganado un poco más de muebles, algunos
cuadros más, y ricas alfombras bajo sus pies. En la sala de dibujo
donde él la había seducido una vez, preparándose para matarla, había ahora
un arpa y un piano de cola y una estantería de caoba llena de libros.
Elizabeth se sentó en el sofá de terciopelo y bebió de una botella de agua antes
de abrir el recipiente de plástico lleno de estofado y ensalada ordenados en una
tienda de comida para llevar en el camino. Saloman se sentó agraciadamente
sobre un cojín a sus pies y la observó comer.
Era ridículo, esta felicidad de tan sólo estar con él, esta sensación de que ahora,
porque él se sentó a su lado, todos los males de su mundo se resolverían. Josh
regresaría sano y salvo y Dante sería detenido y enviado a casa para ser un
buen senador. La espada estaría a salvo. Y ella... ¿Qué diablos iba a hacer ella?
¿Dejarlo otra vez?
Todo en ella dolía por él, dolía con la felicidad de solo mirarlo, dolía con la pena
de alguna despedida futura que no podía soportar contemplar. La calidez la
inundó de gozo secreto al recordar a Dmitriu diciéndole lo especial que era para
él. Su compañera.
Ella contuvo el aliento, tratando de concentrarse en el presente. —He estado
enojada con Josh —exclamó, levantando el tenedor del sabroso estofado—.
Enojada con él por huir, por ser tan estúpido como para dejarse atrapar y haber
dejado que le quitaran la espada de nuevo.
Masticó y tragó antes de agregar con tristeza—: Y además estoy enojada
conmigo misma por no vigilarlo, por distraer a Dmitriu, por no convencerlo, por
estar demasiado involucrada contigo para molestarme en entenderlo.
—Y entonces estás enojada conmigo. Lo entiendo.
Ella lo miró por encima de un nuevo bocado. —¿Estás realmente cerca de saber
dónde están?
—Sé que están bajo tierra, en algún lugar en las proximidades del castillo. Sé que
Travis y sus seguidores están allí custodiándolos.
—¿Y entonces? —Su corazón latía con fuerza—. ¿Puedes sacarlos? ¿Sin ayuda
de nadie?
El labio de Saloman se arqueó. —Podríamos ir los dos.
Luchando codo con codo como lo habían hecho en Nueva York...
Pero se dio cuenta de que no había respondido a la pregunta. Saloman no
tenía necesidad de ir sin ayuda de nadie. Él tenía una ciudad llena de vampiros
que podían y lo seguirían. Probablemente ya había extendido un llamado para
voluntarios.
Y él tomaría la espada.
Como si él escuchara sus pensamientos, dijo—: Estás pensando demasiado lejos.
En primer lugar, tenemos que saber dónde están. ¿Has terminado de comer?
Ella asintió tontamente, y él tomó el recipiente de su regazo y lo puso al lado de
la botella de agua en el suelo.
—Dame tus manos—. Levanto las suyas en forma perentoria y ella las tomó,
deslizándose sobre el suelo frente a él. Sus ojos, perdidos en los de ella, parecían
suaves y ardientes al mismo tiempo, retorciéndose por su corazón hasta su centro.
Inesperadamente, se llevó sus manos a los labios, una tras otra, recordándole
insoportablemente su seducción en esta misma sala hace siete meses. En una
batalla para salvar su vida y lograr una noche de placer sexual sin precedentes.
Había ganado ambas y había estado tan enamorada después de ello que no
había sido capaz de pensar con claridad desde entonces.
¿Por qué demonios estaba luchando ahora?
Por amor... ¿Ese era su pensamiento o el de él? No importaba.
Él susurró—: Quiero realmente hacerte el amor. Cuando esto termine, tienes que
venir conmigo. Lo hemos intentado a tu manera y no funciona.
Ella tragó. —¿Cuál es tu manera?
Su boca se cernía sobre la suya. —De todas las manera.
No podía permanecer tranquila mientras la lujuria se disparaba en ella, haciéndola
retorcerse. Podía distinguir la textura de sus labios, cada pliegue, cada pequeño
y sexy movimiento, por lo que no pudo evitar rozarlos con los suyos.
—Más tarde, Saloman. Cuando los hayamos encontrado. —Ahora, oh, ahora,
antes de hacer cualquier otra cosa, sólo una rápida, dura, deliciosa follada…
Sorprendida de sí misma, dejó escapar un grito de asombro que era mitad risa
y mitad sollozo, y se alejó de él. —Muéstrame tu visión de nuevo —dijo con voz
temblorosa—, y dime cómo llegar a él.
¿Elizabeth? Por supuesto que no, estoy soñando… Un buen sueño, sin embargo,
porque he querido pedirte perdón por huir de esa manera. Al menos debería
haberme despedido y darte las gracias; y viendo el lío en el que estoy ahora, sé
que sólo estabas tratando cuidar de mí.
Había tomado un largo tiempo, vaciar su mente de todo pensamiento ajeno,
incluso de la inquietante presencia de Saloman, de modo que ella pudiera
concentrarse en Josh, sobre todo en Josh mientras veía la visión desagradable
que Saloman había extraído de la cabeza de Dante. La escena ayudaba, como
Saloman había dicho que haría, le había dado un contexto en el que poner sus
pensamientos y llamarlo.
En varias ocasiones ella sabía que lo había alcanzado, sabía que había entrado
en su mente. Pero él la ignoró. No era como las llamadas a Saloman que
rebotaban cuando la bloqueaba. Josh no estaba bloqueándola, simplemente
era ajeno. Él sacudió la cabeza, como si tratara de aclarar los pensamientos de
ella, haciendo doblemente difícil para ella permanecer adentro.
El trabajo era agotador, pero con la fuerza de Saloman, sus firmes manos
sosteniendo las suyas, se sintió sostenida y siguió intentando. Sin embargo, Josh se
había quedado dormido antes de que finalmente le respondiera, y la emoción
después de tan largo silencio la sorprendió tanto que casi sale de su mente ante
el repentino deseo de alardearle a Saloman de su inteligencia.
Conteniéndose, ella se calmó y dejó a Josh balbucear un poco.
Si me matan, voy a estar contento de haber podido hablar contigo.
No te van a matar, Josh, dijo ella seriamente. No, si podemos encontrarte. Dime
dónde estás.
No quiero pensar en dónde estoy.
Entonces dime cómo llegaste allí, dijo ella con paciencia.
Saltaron de un coche, a poca distancia de ese almacén al que me llevaste.
Travis y sus compinches. Me agarraron y me llevaron a través de la ciudad.
Calma, Elizabeth sintió que el miedo lo abrumaba de nuevo, y como se difundió
a través de ella, se apoderó de los dedos de Saloman tan duro que debe al
menos haber hecho una mueca de dolor.
¿A dónde? le preguntó. ¿Dónde se detuvieron?
Cerca del castillo... Ellos me sacaron del coche y luego Dante se alejó, dejándome
con ellos, y Dios me ayude, eso era más aterrador que todo esto. Dante era el
jefe, eso era obvio, pero al menos es de la misma especie...
Está bien, lo tranquilizó Elizabeth. Entiendo. ¿Qué pasó entonces?
podía ver la textura de las piedras antiguas cercanas a Josh. Vio las sombras, y
vio al montón de hombres y vampiros dormidos o jugando a las cartas.
Dante yacía solo en una manta, durmiendo. No es de extrañar que tuviera la
impresión de que no dormía en su cama en el hotel.
La mirada de Josh cambió de nuevo a los vampiros, dos de los cuales estaban
discutiendo sobre las cartas. Josh claramente no estaba interesado. Siguió
mirando todo el resto de la habitación, hacia el bulto familiar del abrigo viejo
donde sus ojos permanecieron. La espada, dijo con torpeza en la cabeza de
Elizabeth.
La veo.
Su mirada siguió adelante y ella vio cadenas unidas a la pared. Cadenas que
sostenían los brazos de un hombre a cada lado de su cabeza. No a un hombre,
a un vampiro. Dmitriu.
Sus ojos deben haber estado mirando directamente a Josh, ya que parecían
mirar directo hacia ella. Ella sintió el golpe de los ojos oscuros y conocedores,
llenos de dolor y hambre y furia. Y detrás de ellos le parecía ver los más negros y
densos ojos de Saloman, quien veía a Josh a través de Dmitriu.
La visión brilló y se rompió y ella parpadeó para encontrar el rostro de Saloman
muy cerca de ella. Él Sonrió.
—Saloman —susurró—, vi...
—Lo sé—. Sin advertencia, se puso de pie, arrastrándola con él. Hubo un abrazo,
fuerte y cargado, y sus labios se pegaron decididos a los de ella—. Qué inteligente
eres —dijo, medio orgulloso, medio burlándose—. Ahora tenemos algo. Vamos.
Elizabeth apenas tuvo tiempo para tomar su chaqueta antes que la llevara de
la mano, apresurándose escaleras abajo hacia la noche. Apresurándose, ella
corrió a su lado por la calle oscura y vacía hasta que él la tomó de la cintura y
saltó.
Mientras volaba hacia arriba en su agarre, parecía dejando su estómago girando
en el suelo. Había viajado por este camino antes con él, pero olvidaba el terror
que implicaba ser levantado tan alto, ser llevada con él a velocidades imposibles
por distancias imposibles, a una altura que debería haberla hecho gritar. Más que
nunca, ella simpatizaba con Josh. Pero después de unos momentos de alternar
el correr y el saltar por los tejados y las farolas con él, ella sintió que su pánico
instintivo disminuía y que se entregaba a la emoción de la misma, a la emoción
de la caza, porque ahora, por fin, tenían pistas hacia la prisión oculta de Josh.
—Había túneles bajo el castillo —Saloman dijo mientras corría sobre el Puente
de las Cadenas Danubio con Elizabeth en sus brazos. No había tráfico, y si
alguien hubiera levantado la mirada no habría visto más que un borrón, una
sombra que pasaba—. Muchos más que el llamado laberinto que muestran a los
turistas hoy en día, como aquellos, que estaban destinados a proporcionar las
bodegas, así como escondites y vías de escape, extendiéndose a cada lado de
la colina. Algunos son más antiguos que el primer castillo. Pero muchos de ellos
se desplomaron y cayeron en el desuso, mucho antes de que fuera estacado.
—¿Crees que alguien reparó esos túneles olvidados?
—Vamos a ver si ellos están ahí. Josh y Dmitriu podrían haber sido engañados
deliberadamente sólo en caso de que me abriera paso a los pensamientos de
Dmitriu.
El optimismo de Elizabeth cayó en picado. —¿En serio? ¿Es eso probable?
—Es posible. Travis no es tonto.
—Casi suenas como si te gustara —dijo Elizabeth con curiosidad.
—Podría ser, con el tiempo.
Entraron en el castillo, como lo había visto en la mente de Josh, saltando sobre
los techos y las paredes y entre los patios oscuros.
—No queda nada de los palacios de aquí que conocía —dijo Saloman—. Está
todo cubierto y enterrado.
Sin embargo, él parecía saber a dónde iba. Sin preocuparse mucho por perturbar
a los vigilantes nocturnos o las alarmas automáticas, lideró a Elizabeth por la
base del edificio y a unas escaleras en bruto que habían sido bloqueadas con
tablones de los trabajadores y avisos de Mantenerse Alejado. Dando tumbos
en la oscuridad Elizabeth sacó una linterna de bolsillo para iluminar los últimos
pasos. Allí, en la parte inferior, sobre el suelo desnudo de barro, había una lona
acordonada.
El corazón de Elizabeth se aceleró. —Esto es, ¿cierto?
Saloman se quedó muy quieto, sólo sus delgadas y delicadas fosas nasales se
movían. —Han estado aquí. Dante. Travis, los vampiros de Travis, otros humanos
con el olor de Dante—. Se arrodilló en el piso, tocando la suciedad, el polvo—.
No encuentro un rastro de Josh ni Dmitriu, pero eso no significa que no estuvieron
aquí. Si los arrastraron, su presencia se habría perdido en el aire instantáneamente.
Sus ojos se concentraron en la trampilla mientras se concentraba profundamente.
Sus dedos hicieron trazos en el polvo. —Hay un túnel. Muy profundo, pero puedo
seguirlo—. Enderezándose, siguió el camino tan rápido que ella apenas lo vio
moverse, y para cuando se puso en marcha detrás de él, él ya estaba mirando
fijamente un punto de la pared como si esperara hacerlo explotar con los ojos.
Sin decir nada, él pasó su brazo por la cintura de ella y saltó. Libre del castillo, la
guió por las calles y callejones, sobre otros edificios y paredes y jardines y a otras
calles. Para Elizabeth, era más como su búsqueda a ciegas con los cazadores
que el seguir un camino, pero Saloman eventualmente se detuvo entre una
cerca rota y una gran pared de un extraño edificio.
—Estamos casi en el río —dijo—. Pero este túnel no termina, no tiene salida—.
Miró el piso, y bajo la mirada ansiosa de Elizabeth, eventualmente sonrió—. Te
tengo —dijo suavemente.
No sabía que estaba conteniendo la respiración hasta que la soltó aliviada.
—¿En serio? ¿Josh y Dmitriu?
—Con Dante y muchos otros seres humanos y vampiros. Y mi espada.
—¿Puedes hacer que salgan?
—Probablemente —dijo Saloman, sin expresión. Miró al cielo, como si midiera el
tiempo. No parecía intimidado, ni mucho menos preocupado, pero Elizabeth
podría decir por su silencio, por la firmeza de sus ojos fríos y opacos que estaba
sumido en sus pensamientos. Estaba planeando, se dio cuenta con el corazón
encogido, no sólo la forma de rescatar a su amigo y a él de ella, sino la forma
de hacer este trabajo útil para su plan más grande. Poco a poco, su mirada se
volvió hacia ella y volvió a concentrarse—. En primer lugar —dijo—, tenemos que
hablar. Ven.
—¿Qué pasa? —preguntó Elizabeth sin aliento mientras saltaba techos y los
espacios entre ellos hasta que pudo ver las paredes y terrazas distintivas del
Bastión de los Pescadores—. ¿Podrá Travis oírnos? ¿Sentirnos?
—No a través de mi máscara, si es que aún puede sentir a través de la piedra.
Sólo necesitamos espacio para pensar.
El espacio que Saloman tenía en mente resultó ser una de las torres del Bastión,
todos los torreones, arcos y pasillos. Recuperando el aliento, Elizabeth miró más
allá de la torre de cuento de hadas a través de la ciudad. El Danubio estaba
negro y aún en la oscuridad, con sólo algunos reflejos de las luces centelleantes
de los puentes, y más allá se extendía como una plaga, la mitad más reciente de
la ciudad. La vista era magnífica, pero Saloman eligió sentarse en la pared, de
espaldas a ello, así que sólo podía ver a Elizabeth y la torre detrás de ella.
—¿En qué estamos pensando? —preguntó, sólo un poco nerviosa—. ¿En cómo
rescatar a Josh y a Dmitriu?
—Por supuesto. Podría entrar y matarlos a todos los que necesite. Probablemente
podría liberar a Dmitriu para que me ayudara, aunque debe estar demasiado
débil para hacer algo más que cuidarme la espalda. Soy rápido, pero no estoy
seguro de serlo lo suficiente como para salvar a nuestros amigos, si los vampiros—o
los empleaduchos humanos de Dante—tienen órdenes de matarlos.
El estómago de Elizabeth se revolvió. —Puedo pelear. Soy más fuerte que en St.
Andrews.
—Incluso más fuerte que en Nueva York. Lo sé—. Se estiró y le acarició la mejilla,
los labios—. Pero las armas pueden matarte. Dmitriu dice que cada uno de los
cuatro tipos de Dante tiene una. No puedo salvarte de todos ellos y ocuparme
de los vampiros al mismo tiempo—. Su labios se torcieron—. Aunque me gustaría
pelear espalda contra espalda otra vez contigo, esta pelea no es la indicada
para eso.
—Creo que ya te has decidido —observó ella—. Quieres más vampiros ahí
contigo.
—Dos, o quizás tres, me bastarían.
Ella tragó. —¿Matarías a Dante?
—Sí—. Solo para Dmitriu, esa sería su justicia. Y estaría salvando al mundo de una
amenaza peligrosa.
La idea de Dante como un vampiro era demasiado terrorífica como para
considerarla. La brisa le erizó el cabello. Bajo la pálida luz de la luna, sus ojos
estaban más abiertos y fijos que nunca.
—¿Y los otros humanos? —preguntó con la voz ronca.
—Si se meten en mi camino, los mataré. Yo o mis acompañantes. Los hombres de
Dante tienen tanto estacas como armas. Igual que Travis.
Su estómago se retorció, recordándole otra vez, por si lo necesitaba, la gran
diferencia entre ella y el hermoso y letal ser que estaba a su lado. Feliz de utilizar
la muerte para castigar y salvar a sus amigos.
—¿Pero traerías a Josh sano y salvo? —preguntó ansiosa.
Sus labios se torcieron de un lado. —¿Sin daño por mí y mis vampiros, quieres
decir?
No tenía sentido negarlo. —Sí.
—Si lo quieres.
Ella se lamió los labios resecos. —¿Y la espada?
—La tomaré, por supuesto.
Por supuesto.
Se deslizó de la pared, lo que lo llevó muy cerca de ella. Ella no podía pensar
cuando cada nervio suyo estaba tan consciente de él, de lo que podía hacer
con ella. Él dijo—: El argumento en contra de este plan es que es probable que
sea demasiado tarde para hacerlo esta noche. Para el momento en que pueda
llamar a Angyalka y los otros vampiros que prefiero a mi espalda, será demasiado
cerca de la salida del sol, y puede ser imposible salir a salvo.
—¿Tienen otra noche? —preguntó Elizabeth cada vez más desesperada.
—Oh, sí, creo que sí. Están alimentando a Josh, ya sabes. Dante quiere que esté
saludable para cuando beba su sangre. Y Dmitriu puede soportar una noche
más sin comer, ya que él sabe que yo voy por él. Pero tendrá que ser rápido.
Si Dmitriu no está de acuerdo con cambiarlo para entonces, Dante y Travis lo
forzarán.
—¿Lo forzarán? ¿Cómo diablos… —se interrumpió—. No, no me lo digas—. Ella
miró a Saloman.
—Tenemos que estar en el lugar para la puesta de sol. Poco después puede ser
demasiado tarde.
—Puede serlo.
—Lo que lo hace más difícil para los vampiros.
—Podemos caminar en el crepúsculo. O en las sombras.
—¿Será eso suficiente?
—No lo sé.
—Y podrían verte.
—Estás demasiado preocupada por eso. Tarde o temprano el mundo verá a los
vampiros.
—Esa es una lucha para otro día —dijo impacientemente Elizabeth, y él inclinó su
cabeza, aun mirándola. Ella suspiró, mordiéndose el labio inferior—. Tengo otro
plan. Hacemos a los cazadores nuestros aliados por esta vez.
Cuando su expresión no cambió, ella se apresuró. —Ellos no se preocupan por
los atardeceres o amaneceres, y pueden entrar en el castillo cuando quieren sin
referencia a los horarios de apertura oficial.
—Puedo ver que serías más feliz con los aliados humanos —dijo Saloman sin
problemas—. Pero no trabajarían conmigo, y me temo que insisto en ser parte
de todo.
Para asegurarse de que Dmitriu viviera, y tomar la espada. —No hay otra opción
—dijo Elizabeth con una voz que sonaba dura incluso para ella. —Te necesitamos
allí.
Una vez más, inclinó la cabeza, y Elizabeth tenía la sensación extraña, casi
vertiginosa de que ella sólo había llevado a cabo sus deseos. ¿Era posible que
en realidad quisiera a los cazadores?
—Los cazadores no deben matar a Dmitriu —advirtió—. Y todavía tomaré la
espada.
—No —dijo Elizabeth.
Sin embargo sus ojos no cambiaron y ella supo que su protesta no hizo ninguna
diferencia. Él lo haría de todos modos si no podía convencerlo. Y Dios sabía que
ella no quería eso. Ella aferró a sus brazos, deslizando sus dedos hasta sus hombros.
—Saloman, yo sé lo que la espada significa para ti, pero debes ver que no
pueden permitir que tengas este poder adicional. No te importa a ti, ¡ya eres
más fuerte que cualquier otro ser! Los cazadores la mantendrían alejada de tus
enemigos, de todos los otros vampiros y los humanos, y nunca lo usarían ellos
mismos. Sabiendo eso, ¿no les dejarías tenerla? He estado pensando en esto
mucho, Saloman, y creo que es la única solución posible.
Por un momento, estuvo rígido en sus manos, ni la alejaba ni la abrazaba cuando
ella hizo su declaración desde el corazón. Entonces, por fin, sus ojos se suavizaron
y él la tomó en sus brazos.
—Elizabeth, ésta es una petición que no concederé—. Besó su boca protestante,
silenciándola—. Pero si te digo el verdadero poder de la espada, creo que ya no
me pedirás esto.
Elizabeth, tratando de sofocar la respuesta de su cuerpo al beso, apretó su agarre
sobre sus hombros. Finalmente, ella aprendería la verdad acerca de la espada.
Tomó aire y dijo con voz temblorosa —Dime.
Capítulo 19
Traducido por Ximeyrami y Abril.
Corregido por Akanet
—Quizás... porque quiere que crean que no es el monstruo que piensan que
es—. Las palabras salieron con dificultad, y aún no estaba segura de que fueran
verdad.
—¿De veras? —preguntó István.
Ella sintió la sonrisa aparecer y morir en sus labios sin permiso.
—No lo sé—. Encontró su mirada, luego pasó a Konrad y finalmente a Mihaela—.
Pero pienso, al menos en este caso, que tenemos que correr el riesgo. Por Josh.
El aliento de Mihaela salió de prisa. —Espero que tengas razón.
Elizabeth sonrió, sabiendo que había ganado. La débil curva en los labios de
Mihaela como respuesta se sentía como una recompensa. —Yo también —dijo
fervientemente.
—Vamos a hablar con él —dijo Konrad severamente—. No estoy prometiendo
nada más que eso. No podemos confiar en ese maldito bastardo, y esa es la
línea final.
Elizabeth elevó su voz. —Saloman.
—Oh, mierda —dijo Mihaela, y Saloman apareció en el pasaje de la derecha.
Cada uno de los cazadores hizo un movimiento brusco instintivo hacia sus bolsillos
o mochilas, dependiendo de dónde guardaban sus estacas de emergencia.
Se juntaron infinitesimalmente también, manteniendo a Elizabeth dentro de su
círculo protector.
Saloman se veía artístico y bohemio esta mañana, con pantalones oscuros y
una blanca camiseta de seda sin mangas. Su cabello estaba atado detrás de
su cabeza, y llevaba su familiar abrigo de cuero sobre su hombro. A pesar que
él debía haber visto la profunda, si es que discreta impresión que su presencia
les había dado a los cazadores, no dio señales de ello, meramente se detuvo a
unos cuantos pies de distancia e inclinó su cabeza como un príncipe saludando
a sus súbditos.
En cualquier lugar y sin importar quién estuviera presente, él siempre se las
arreglaba para verse espléndido y totalmente al mando. Y sexy.
Alejando sus obstinados pensamientos de esa dirección, Elizabeth murmuró —
Dudo que las presentaciones formales sean necesarias.
—No lo creo. —Konrad miró directamente a Saloman, quizás para probar que no
estaba asustado—. La última vez que nos encontramos, me mordiste.
De nuevo, Saloman inclinó su cabeza. —Sabes bien —dijo gentilmente, como si
estuviera dando un cumplido.
***
Travis estaba aburrido. Él ya había estado encerrado aquí por tres noches, con
solo unas de las pausas más cortas para cazar, y estaba harto de sus compañeros,
a muchos de los cuales tenía que separar antes de que se mataran entre ellos
de vez en cuando. Sus vampiros querían alimentarse de los hombres de Dante,
quienes iban y venían con más libertad, pero siempre estaban cerca por la noche
cuando Dante estaba presente. Travis no tenía problemas en usar a los matones
como un suministro de alimento, pero Dante se lo prohibió, y por el momento,
por lo menos, Travis estaba de acuerdo con él. Sospechaba que Dante los
estaba salvando para el mismo, para después de que Dmitriu eventualmente
lo convirtiera. Dante era la clase de persona que hubiera querido esclavos
humanos.
De hecho, paseando por la habitación, pasando al yaciente y miserable
humano, Josh, y sus propios vampiros, mitad dormidos y mitad jugando, Travis
era consciente de su creciente disgusto por esta aventura. Estaba tomando
demasiado tiempo y estaba deseando volver a América para verificar su propia
operación y reunir lo que había quedado de la de Severin. Si no fuera por la
espada sangrienta y la apuesta de Saloman, hubiera dejado que Dante se
fastidiara. Diablos, ni siquiera estaría aquí.
Travis detuvo su inquieto merodeo junto al encadenado vampiro Dmitriu. Solo
faltaban unas pocas horas para el anochecer. Cuando Dante no estaba aquí,
como ahora, la máscara de sereno desprecio de Dmitriu ocasionalmente se
esfumaba. Travis podía ver y sentir su agonía y eso sumado a su disgusto.
Travis quería ir a casa y poner a sus propios secuaces en orden a la fuerza. Quería
ejecutar sus operaciones y morder a los pocos favorecidos de sus invitados que
nunca recordaba. No quería forzar a este, debilitado pero poderoso vampiro
—más fuerte que Travis, a decir verdad— a beber de Dante. De hecho, Travis
mismo ya no estaba tan interesado en beber de Dante. Y era consciente de
que una vez que Dante se convirtiera, habría un conflicto por la posesión de
la espada. Era un conflicto que Travis pensó que podría ganar, pero no tenía
forma de saber cómo la muerte, a través de la espada, afectaría a Dante como
vampiro. En cualquier caso, una vez que la espada fuera de Travis y él ganara su
apuesta con Saloman, realmente no querría cambiar un rival por otro.
A Travis no le gustaban muchas criaturas. A Dante lo estaba empezando a
detestar profundamente. Dmitriu, en cambio, era, por lo menos, interesante,
aunque solo fuera porque Travis no sabía que lo motivaba.
Ahora, él estaba colgado allí, con los ojos cerrados, y con un ceño fruncido en su
ensangrentado rostro. El hambre le hacía sudar la poca sangre que le quedaba.
Y sólo empeoraría cuando el sol se ocultara.
—¿Por qué no sólo lo haces? —dijo Travis abruptamente—. Morder al bastardo,
matarlo, dejarlo beber de ti. ¿A quién le importa? Ambos estaremos fuera de
este agujero de mierda.
La frente de Dmitriu se relajó; sus ojos se abrieron. A pesar de que ocultaba todo
lo que podía su dolor, Travis aún podía verlo. —No puedo —dijo Dmitriu—. El huele
mal. Sabrá peor.
—Va a pasar. ¿No puedes simplemente hacerlo más rápido y más fácil para
todos nosotros? —Lo que Travis no quería era que no se convirtiera: que Dmitriu
no ingiriera suficiente sangre de Dante para que “funcionara” la transformación.
Eso solo los arrastraría al principio, y a una noche más en este ataúd de piedra.
—No —dijo Dmitriu. Él ni siquiera pretendió considerarlo.
Travis lo miro con curiosidad. —¿Por qué no? ¿Qué te hace tan jodidamente
obstinado?
Dmitriu pareció considerarlo. El velo de desdén se alzó de sus ojos llenos de dolor.
—No abusaré de la espada de Saloman ni la dejaré con él. Por encima de eso,
él no es digno de la inmortalidad.
—¿Digno? —Travis lo miró—. ¿Yo soy digno? ¿Tú lo eres?
Dmitriu hizo una pausa de nuevo. Luego dijo: —Tú, quizás. Yo, algunas veces,
cuando recuerdo.
—Estas delirando —decidió Travis—. A no ser que siempre hables mierdas como
estas. ¿Has convertido alguna vez a un vampiro que no haya sido digno?
—No —dijo Dmitriu—. ¿Y tú?
Travis dudó. La verdad era, que él no había creado a nadie desde hacía mucho
tiempo. Él había perdido el ánimo. Por lo menos dijo: —nunca tuve el chance de
descubrirlo. Murieron como polluelos.
El humano, que se había vuelto cada vez más taciturno y poco comunicativo
con el tiempo, sorprendió a Travis con una explosión de risa amarga. —¿Por qué
es eso, Senador? ¿No podía pertenecerme, porque tú la querías?
Dmitriu dijo provocativamente —No le pertenece a ninguno de ustedes. Es de
Saloman.
Dante lo ignoró. Fue Travis quien se levantó con impaciencia y se dirigió hacia el
“niño” de Saloman. Embistiendo de cerca el rostro de Dmitriu, dijo en voz baja
—¿Saloman le tiene miedo a Dante? ¿Es por eso que no lo convertías?
Dmitriu no dijo nada.
Travis puso sus labios muy cerca del oído de Dmitriu—. ¿O le tienes miedo a
Saloman?
Retrocediendo para ver el efecto de sus palabras, estaba frustrado al ver a
Dmitriu sonriendo. —Sólo tanto como debería estarlo. Eres tú quien debería estar
verdaderamente asustado.
Un instante después se encontró con los ojos fijos de Dmitriu. Mientras un malestar
se retorcía en él, trato de abrirse paso hacia la mente del otro vampiro, pero
incluso débil como estaba, Dmitriu mantuvo la puerta firmemente cerrada.
Travis se dio cuenta de que a través del cuarto, Josh estaba viendo. Había habido
poca, o casi ninguna, comunicación entre los cautivos, los cuales, dadas las
circunstancias, tal vez, no estaban sorprendidos, pero de alguna manera todo
ello se sumaba al malestar de Travis.
Saloman. Él estaba obligado a estar aquí en Budapest buscando la espada,
quizás, incluso buscando a Dmitriu. Y el sol se escondería en unos minutos.
—Jefe, ¿puedo irme por un momento? —pregunto uno de los hombres de Dante,
interrumpiendo el amor por la espada del senador.
Dante agito su mano hacia él. —Apresúrate, dos a la vez—. Su mirada, brillante y
triunfante, se posó sobre Dmitriu—. Comenzamos en diez minutos.
Capítulo 20
Traducción por ~NightW~
Corregido por Aldebarán
I stván, alguna vez el científico, dijo: —¿Son estos túneles siquiera más
antiguos que los conocidos laberintos bajo el antiguo Buda? —se golpeó
en la cabeza y se agachó aún más, rozándose en una forma irritada.
—Algunos de ellos —respondió Saloman.
Son una mezcla de lo que podríamos llamar la edad prehistórica, oscura y
medieval. Algunos estuvieron una vez conectados a un laberinto actual, pero
han sido bloqueados.
Se movió, extendiendo sus manos sobre la cabeza inclinada de Mihaela para
coger un trozo de escombros caídos del derrumbe del techo.
—Como puede ver, no son terriblemente seguros.
—Gracias —murmuró Mihaela, y Elizabeth se preguntaba si hubiera preferido
haber tenido la caída de piedras sobre su cabeza. No quería estar en deuda con
Saloman, ninguno de ellos quería. Todavía no. Pero Elizabeth estaba empezando
a ver un camino para seguir, un atisbo de la sombra al comienzo de algo más
grande que el antagonismo y el asesinato mutuo.
Estaba empezando a ver la forma Saloman hacia adelante, y ya no parecía tan
temible.
Saloman se detuvo, con las manos extendidas para detener a István y Mihaela a
cada lado de él. —Humanos —dijo en voz baja, apenas más fuerte que el aliento
de Elizabeth—. Dos, viniendo hacia acá.
Entrecerrando los ojos más, antes de que la luz se apagara, Elizabeth vislumbró
el túnel de adelante. Unos pocos metros más allá, el techo inclinado se veía más
alto para que la mayoría de la gente fuera capaz de soportarlo. Entonces el
túnel giraba hacia una esquina.
—No podemos luchar aquí —susurró Konrad—. ¡Adelante!
Pero Saloman ya se estaba moviendo, casi deslizándose por delante de Mihaela
e István, escabulléndose detrás de él como un enorme cangrejo en la oscuridad.
Elizabeth se revolvió a su paso, de repente claustrofóbica.
Liberándose del túnel bajo y extenso,
***
otra lucha- salvo que de repente la mujer cazadora también estaba allí, con la
estaca lista para sumergirse en la matanza.
Y ahora era Travis el que estaba atrapado con la guardia baja catastróficamente.
No había dónde ir, no había manera de evitarlo. En la velocidad del pensamiento
extraño que acompaña a estos acontecimientos monumentales, tuvo tiempo
de pensar, Mierda. Ahora, ¿quién va a cuidar de mis tontos en Estados Unidos?
Y entonces, incluso antes de que la estaca perforara la piel sobre su corazón,
esta desapareció. La cazadora se le quedó mirando, como si pensara que lo
había hecho por sí mismo. Pero fue Saloman, sin mirar siquiera a Travis mientras
señalaba la espada recta en la garganta de Dante, quien sostenía la estaca
por el extremo. La sangre derramada a través de los dedos del Antiguo desde la
herida en la palma de su mano.
—Saloman —gritó el Despertador con un angustia peculiar de tal manera que
Travis no pudo decir si su preocupación era por la cazadora o el vampiro herido.
Travis dio marcha atrás en la confusión.
No tenía sentido. Su enemigo había lanzado apenas su mano debajo de la
hoguera para salvarlo.
Saloman le lanzó una mirada al Despertador y Travis estaba seguro de que algún
tipo de comunicación breve brilló entre ellos. Por derechos, Saloman debería
haberla asesinado hacía meses para ganar la fuerza especial de su Despertador
y sin embargo, aquí estaba todavía, luchando a su lado como lo había hecho
en Nueva York. Algo raro estaba pasando allí.
En medio de una salpicadura de sangre, Saloman lanzó la estaca al suelo, para
ser recogida por Dmitriu. Sentado en el suelo, el vampiro hambriento sonrió y
apuntó un tiro en el corazón de Travis.
—¡Ya basta! —dijo Saloman estruendosamente, aunque Travis le había oído
hablar mucho antes—.¡Ya está terminado!
Travis miró a su alrededor. Todos sus vampiros se habían ido. Uno de los
guardaespaldas de Dante yacía muerto en la pared, mientras que otro estaba
inconsciente, con la pierna en un ángulo grotesco. Con su mano libre, herida,
Saloman dio a Dante un casual empujón que lo lanzó contra la pared al lado de
Josh. Una huella sangrienta resbalaba ahora por la camisa brillante del senador.
De verdad había terminado.
A medida que el Despertador y la Cazadora corrían para liberar a Josh, los
hombres avanzaban sobre Dante.
Saloman los ignoró a todos ellos.
Levantó la espada, la introdujo en la vaina de Travis que ni siquiera había notado
que llevaba puesta. Fue un gesto extrañamente satisfecho, aunque no había
***
miles de años. Han estado perdiendo el tiempo, señores. En cuya nota, Senador,
recele a cualquier creador en el que crea y prepárese para morir. Sin renacer.
Bajó la espada, sosteniéndola suspendida sobre el corazón de Dante. Justicia.
Ejecución. El mayor bien del mundo. Por todas aquellas razones, Saloman
asesinaría a Dante a sangre fría y nunca vería el crimen.
Elizabeth obligó a sus labios entumecidos a abrirse. —Saloman —dijo con voz
ronca. Ni siquiera la miró. Toda su atención estaba en Dante, cuyo horrorizado
y aterrorizado rostro finalmente tuvo el conocimiento de que había perdido. No
sólo se le escapaba la inmortalidad; la mortalidad se iría mucho más rápido de
lo que debería haber sido.
Con urgencia, Elizabeth tomó el brazo de Saloman. —No —suplicó—. Saloman,
por favor no lo mates así.
—¿Cómo te gustaría que lo mate?
—¡No quiero que lo mates en lo absoluto!
Sus ojos fríos, sin compasión, se movieron, mirándola a ella en su lugar. La espada
se quedó dónde estaba. Repitiendo el argumento que a menudo había usado
con él, dijo: —No depende de ti.
Entonces se quedó sin aliento. Se puso delante de Dante, golpeando la espada
hacia un lado. En el último momento, él se lo permitió, cambiando de modo que
no la cortara.
—Sí —dijo con gravedad—, depende de ti.
No voy a dejarte hacer esto, Saloman.
—Elizabeth, ¿qué estás haciendo? —dijo Mihaela con urgencia. Su voz era alta
por el miedo—. ¡Hazte a un lado, por el amor de Dios!”
—¡Fuera de su camino! —ordenó Konrad.
Elizabeth no podía mirarlos. Tenía que sostener la mirada de Saloman, hacerle
entender que ya se habían producido demasiados asesinatos. Se le cruzó por la
cabeza que los cazadores podrían hacer algo realmente estúpido para salvarla,
como intentar enterrarle la estaca Saloman y entonces el baño de sangre sería
impensable. También se le pasó por la cabeza que Saloman no retrasaría su
justicia, ni siquiera por ella.
Nunca te mataré, le había dicho una vez. Pero ella no lo había desafiado cuando
su sangre estaba en juego, cuando estaba encendido por la ira. Excepto cuando
había tenido la intención de matarla en St. Andrews y ella había confesado su
amor y lo besó. Eso había funcionado.
Antes de que pudiera volver a intentarlo, él se acercó.
—¡Elizabeth, ahora! —exclamó Konrad, y ella sintió que los cazadores se movieron
como uno solo hacia Saloman, con una intención que ella nunca descifró, ya que
Saloman sólo colocó una mano sobre su hombro y tiró de ella inexorablemente
contra de su cuerpo, donde la sostuvo, con la espada de nuevo en el pecho de
Dante. Desconcertados, los cazadores patinaron hasta detenerse una vez más.
—No puedes detenerme, Elizabeth —dijo Saloman—. No esta vez.
Ella se retorcía en sus brazos para poder mirarlo a la cara. —Entonces detente
tú mismo. Si no depende de mí, tampoco depende de ti. Depende de todos
nosotros. ¿No es eso lo que quieres? ¿Con el tiempo?
Poco a poco, su mirada cayó hacia ella una vez más. —¿Por qué tienes tantas
ganas de salvarlo? Lo hubieras matado tu misma hace sólo unos minutos.
—En una pelea —reconoció—, podría haberlo hecho. Esta no es una lucha. Es un
asesinato. Por favor, no lo hagas…
—Una distinción extraña —observó, pero tenía la impresión de que hablaban las
palabras sin pensarlas. Un gesto débil estropeó el ceño mientras buscaba en sus
ojos—. De verdad no quieres que lo mate.
Ella no podía hablar, ni siquiera asentir. Era como si toda su energía estuviera
siendo dispuesta sólo para que comprendiera.
Y sin embargo, en todas sus relaciones, nunca había reconocido antes con tanta
claridad su diferencia con ella y con todo el mundo que conocía, su extrañeza
enorme, impredecible. Sus argumentos no podían influir en él y su justicia era
inhumana, no había nada que pudiera hacer. Las palabras de persuasión, los
motivos emocionales, todos murieron en sus labios sin poder mencionarlos. No
podían salvar a Dante.
Saloman bajó la espada.
Aturdida, Elizabeth dejó que su aliento saliera en un apuro. Cerró los ojos con
gratitud y profundo alivio, y se desplomó contra él.
Él le dijo: —Tengo la sensación de que todos lo lamentaremos y puedo decir “te
lo dije”. Hasta entonces, puede irse antes de que cambie de opinión.
Dante, aún no entendía de que iba a ser salvado, tuvo que ser guiado por István,
quien lo empujó hacia la puerta, diciendo con urgencia: —Ve, date prisa. Nadie
te va a salvar la próxima vez.
Saloman liberó a Elizabeth y paseó por la habitación. Sólo entonces, entre las
miradas de los otros cazadores, pudo ver la expresión de Mihaela. Nada de ira
o dolor. Si no compasión.
Saloman hizo una pausa, mirando al viejo abrigo que había sido del padre de
Josh y había cubierto la espada durante todo el tiempo que había estado en
Capítulo 21
Traducido por flochi
Corregido por Aldebarán
***
Saloman estaba llegando tarde. Podía decirlo debido al color del cielo, con
la luna ya desaparecida, que el sol no tardaría en levantarse. Había arreglado
encontrarse con Elizabeth aquí en el Puente de las Cadenas Széchenyi cuando
todo acabara, y como un chico humano en una cita, siguió esperando solo en
caso de que ella apareciera.
Bajó la vista a las profundidades del Danubio. El amplio y aparentemente
interminable río era casi todo lo que quedaba de la ciudad que él recordaba.
Le gustaba la nueva Budapest; se sentía más en casa aquí. Pero a veces era
bueno estar con el pasado. Recordar los triunfos pasados, lo amores pasados, las
pérdidas pasadas. Para recordarse a sí mismo que todo pasaba.
Había muchas razones para que Elizabeth no fuera, todas ellas válidas. Pero
hubiera sido bueno estar aquí juntos, mirando el río fluir bajo ellos en lo que
quedaba de la noche.
Siempre había sabido que esto sería difícil para ella. Cuando ella estaba rodeada
por cazadores, fue tironeada por ambos lados, y él prefirió pensar que el gato
estaba fuera de la bolsa ahora, hasta donde le concernía a los cazadores.
Dos minutos para mirar el Danubio y la amenazante luz del cielo, para imaginarla
con él… para desear tan fuerte que en el final no se sorprendiera cuando a
último minuto le realidad llegara. Sintió la presencia de ella a medida que se
aproximaba desde un costado del puente del castillo, fatigada por correr.
Sintió la calidez de sus brazos cuando ella se apoyó en la pared junto a él.
Olió su sangre, dulce, fuerte y eternamente seductora. El puente estaba vacío
salvo ellos dos: sin autos o peatones para perturbar la ilusión de que eran los
únicos dos seres en la tranquila ciudad.
Parecía no haber nada que decir, ahora que ella había llegado, por lo que
simplemente dejó absorber el momento, empaparse de la alegría de su presencia.
Después de un minuto, ella sacó el teléfono de su bolso y se lo tendió.
Miró a la pantalla un mensaje de alguien llamado Richard. Contenía solamente
dos palabras: “Dra. Silk.”
Sonrió.
—Obtuviste tu doctorado.
Ella asintió, tomando el teléfono y tirándolo en su bolsa. —Estoy contento. Te has
esforzado tanto y lo querías tanto.
—Era algo que necesitaba. Probar que soy buena en algo. Casi como una
justificación de mi existencia. —Le dio una sonrisa rápida y de disculpas—. Tengo
problemas de confianza.
—No tanto —dijo Saloman. Uno de sus muchos placeres en ella era verla crecer.
Apoyó su cabeza sobre su brazo como en agradecimiento. —Lo gracioso es,
ahora que lo tengo, no estoy tan satisfecha como pensé que lo estaría. No parece
tan… importante, a la luz de… —Ella ondeó una mano, abarcando ambos lados
de la ciudad, y queriendo decir, probablemente, el mundo entero y todo lo que
ella había descubierto en él.
—¿Y qué harás ahora? —preguntó él, dándose la vuelta para enfrentarla y
reclinándose en la pared—. ¿Ir a casa y celebrar?
Ella asintió. —Supongo que lo haré.
—Y los cazadores saben que estás conmigo esta noche.
Ella tragó saliva, y él supo que lo que fuera que hubiera pasado cuando se fue no
había sido fácil para ella. Sintió una oleada de indignación por la interferencia
de los cazadores, por tratar de estropear lo que ella había encontrado con él.
Pudo imaginar lo que le dijeron, sabía algo de eso, al menos, era la verdad.
—Mihaela lo sabe. No creo que los otros estén muy seguros de qué demonios
está pasando.
Tampoco yo.
Ella levantó su mirada del río, girando su rostro para mirarlo. Sus ojos estaban claros
y hermosos y desgarradoramente trágicos. —No quería hacer esto, Saloman.
No pude evitar el amor, pero eso no significa profundizarlo; no significa
entenderte, preocuparme por cada pensamiento, sueño tuyo y… —inhaló otra
vez inestablemente—. No quise nada de esto, sea lo que sea.
Se revolvió, como si eso cambiara el dolor. —¿Te arrepientes?
Y todo su rostro se suavizó en una sonrisa que lo derritió. —Ni siquiera puedo
hacer eso. No puedo detenerlo y no quiero hacerlo.
Escuchó el rápido y fuerte latido de su corazón, comparándolo con el ritmo más
lento y más firme de él. —Entonces no lo hagas. No hay necesidad de tomar
decisiones negras o blancas. Tienes una vida, una buena vida que hiciste por
ti misma, una casa que cuidar. Sólo construye otro hogar que sea siempre
bienvenido.
Una alegría más profunda, de anticipación y emoción, hicieron que sus ojos, su
rostro entero, brillara. —¿Dónde? —preguntó ella.
—Donde sea que esté yo.
Ella levantó sus brazos y rodeó su cuello, de puntillas, y lo besó. Su aliento en su
boca era dulce, casi como la sangre de vida cuando la aplastó contra él.
—Saloman, Saloman —susurró contra sus labios, intercalando las palabras con
besos salvajes y sensuales—. Estoy más allá del amor, fuera de control…
—Esa es la manera en que gustas —dijo con voz ronca, y saltó. En cualquier
momento, el sol podría chamuscarlo, y no estaría más caliente por el deseo
quemando dentro de él ahora. Quería tomarla mientras corría, deteniéndose
contra las chimeneas y balcones para acariciar su salvaje pequeño cuerpo
ambicioso, para besarla y follarla y escuchar sus gritos antes de saltar a la siguiente
superficie estable y hacerlo todo de nuevo. Pero no había tiempo. Tenía que salir
del sol. Y después a la cama.
***
Inmortalidad.
Ella pudo ver el encanto de ello mientras se sentía caer desnuda en la cama
cubierta de seda. Pasar la eternidad así, con Saloman. El pensamiento la hizo
sonreír, recibiéndolo mientras se cernía sobre ella, su cuerpo pálido, y fuerte sobre
el de ella. Ya estaba húmeda para él, lo había estado desde que se habían
quedado abrazándose sobre el puente, y la euforia de la carrera contra el sol
no había apagado el fuego. Entró inmediatamente en ella, como si no pudiera
esperar otro momento más, y sólo entonces, cuando ella jadeó ante la familiar
mezcla de shock y placer, él se detuvo con un gruñido de satisfacción.
—Al fin —susurró—. Te he extrañado, he extrañado esto.
—Igual yo.
La característica media sonrisa se formó y decayó de sus sensuales labios antes
de besarla. Por instinto, ella se arqueó hacia arriba, abrazándolo con sus músculos
internos, pero todavía él no se movía dentro de ella.
—¿Sabías que los vampiros experimentan más intenso placer sexual que los
humanos?
—Recuerdo que lo mencionaste —dijo ella temblorosamente, aunque ahora
mismo, con él, no podía imaginar cómo era posible tal cosa.
Su mano bajó hacia un lado de su seno, después se movió hacia el centro.
Un dedo trazó el oscuro círculo alrededor de su pezón, provocando. —Esto se
debe a que nuestros sentidos físicos están mejorados. Y también, debido a que,
telepáticamente, podemos disfrutar el placer de nuestras compañeras y añadir
el propio. ¿Te gustaría sentir mi placer, Elizabeth?
Ella miró en sus profundos, ardientes ojos, empañados con una feroz lujuria
que era más excitante por ser temporalmente controlada. Tragó saliva. —¿Me
mataría? —preguntó ella, sin bromear completamente.
—No tienes fe —dijo, agachando su boca al pezón que su dedo estaba
provocando—, en las capacidades de tu cuerpo para el placer. —En tanto
besaba su pezón, lamiéndolo con su sensual y malvada lengua, continuó
trazando arcos alrededor de él con su dedo, y otra vez sus músculos internos se
contrajeron alrededor de él, urgiéndolo a empujar.
—¿Qué hago? —susurró ella con dificultad.
Levantó su cabeza. —Abre tu mente. Como si me estuvieras hablando. Te dejaré
entrar. Y si quieres, puedes permitirme sentir junto a ti.
—¿Estás listo?
—Hasta cierto punto. Lo quiero todo.
***
Enroscada en su hombro con sus brazos alrededor de ella, las sábanas de seda
fría contra su cuerpo caliente y saciado, casi estaba dormida cuando sus ojos se
volvieron a abrir.
Dmitriu estaba equivocado.
Él no le había ofreció la inmortalidad.
El conocimiento cortó a través de la neblina de felicidad como un cuchillo. No
cambiaba nada. Él todavía yacía a su lado, su amante, su compañero. Y ella
yacía en sus brazos, al igual que tantas que pasaron por su vida antes que ella.
Como Tsigana.
Epílogo
Traducido por elamela
Corregido por Selene
Era un lujo que no debería haberse permitido. Reconoció eso mientras la cornisa
de roca se resquebrajaba bajo su espalda, arrojándolo por el borde. En el último
momento, se aferró a una esquina estable, dándose un mínimo control mientras
saltaba los cincuenta pies o así hacia el duro e irregular suelo de abajo – más
por el recuerdo del paisaje que por la vista, ya que las rocas desplomándose y el
polvo afectaba su visión nocturna.
En el momento en el que había encontrado un punto de apoyo plano, lo
suficientemente protegido para evitar que más piedras aterrizaran en su cabeza
y en sus hombros, el temblor había cesado. La montaña, sin embargo, no.
Continuaba escupiendo piedras hacia abajo, hacia él, y por debajo podía
oírlas acumulándose en ritmo y cantidad. Por la mañana, la montaña habría
cambiado su forma.
El miedo era bueno. Se alegró de haber venido hasta aquí para recordar lo que
era tener miedo. Enfrenta tus miedos, le había dicho su primo Luk, incluso antes
de que Saloman hubiera muerto y renaciera como un vampiro. Luk lo había
convertido, y le había enseñado bien, como si hubiera sabido que Saloman
sería el último de su raza de Antiguos. Saloman había aprendido a enfrentar la
soledad que destruye el alma, había combatido y derrotado a todos los que lo
amenazaban. Ya no quedaba nadie que pudiera invadir su mente y encontrar
lo que deseaba–lo cual había sido su primer y más intenso temor, lo único que se
había formado en su infancia y nunca lo dejaba absolutamente. Y sin embargo,
no podía pensar en su padre ahora sin dolor o daño o terror, y sabía que si hubiera
sido posible que se volvieran a reunir, no tendría miedo. No tenía razón de ser.
Saloman se tendió una vez más, mirando al cielo constantemente mientras que
la montaña se reorganizaba ruidosamente, con un ataque de polvo. Sonrió,
porque nadie más posiblemente podría haber hecho lo que él acaba de hacer.
Nadie siquiera había hecho lo que él estaba haciendo ahora.
Mírame, Elizabeth. Prevaleceré. El mundo hará mi voluntad. No puedes dudar de
eso.
Fue su propio pensamiento. No se lo envió. Ni siquiera le contaría sobre esto, le
dejaría descubrirlo por ella misma. Tal vez incluso iría hasta ella, así estaría con
ella cuando hiciera el descubrimiento. El hambre le desgarro. Sangre y sexo y
Elizabeth. Una recompensa antes de que comenzara la siguiente etapa.
Se sentó, incapaz de estar quieto por más tiempo. Su lección de humildad había,
al final, alimentado su confianza en sí mismo. Sólo él podría haber sobrevivido al
terremoto de aquí, sólo él podía unir y dirigir el mundo. Nadie podía detenerlo. Y
mientras el mundo se enteraba de su poder, ¿quién lo querría? Él encontraría su
camino por la montaña y bebería un poco de sangre humana antes de iniciar su
viaje a través del mundo hacia Escocia.
Pero mientras se levantaba, un grito de rabia y terror se estrelló contra su mente.
Saloman dejó escapar un grito involuntario, agarrando su cabeza con ambas
manos para evitar el dolor, la angustia, e instintivamente tratando de sacar la
aullante voz que debería haber sido simplemente un recuerdo y, sin embargo
se sentía tan real como las rocas deslizándose y chocando en su camino hacia
abajo de la montaña. El destello de la imposible presencia surgió y luego se
desvaneció tan rápidamente como había llegado, dejando a Saloman bajando
lentamente sus manos por su cara.
Lo cual es cuando se dio cuenta de que no tenía tiempo para analizar su cordura
o el daño. En un momento, iba a ser enterrado bajo una avalancha. Saloman se
arrojó hacia adelante y saltó hacia la oscuridad.
A seis mil millas de distancia, en un café de Escocia, Elizabeth Silk contuvo el
aliento y se estremeció incontrolablemente.
—¿Qué pasa?, —exigió su amiga Joanne, colocando dos grandes tazas de café
en la mesa de café antes de volver a su asiento junto a Elizabeth.
—Oh, nada, —dijo Elizabeth evasivamente. Hay un vampiro en mi cabeza. O,
al menos lo había hace un instante. ¿Qué haría Joanne con eso? —Alguien
caminaba sobre mi tumba.
El problema era que se sentía como Saloman, aunque su telepatía por un segundo
lo busco sin golpear nada. No es de extrañar. A pesar de que sus habilidades
habían crecido a pasos agigantados en los últimos meses, todavía funcionaba
mejor con paz para concentrarse, incluso cuando Saloman elegía recibirla. Algo
había sucedido, estaba segura, aunque si se trataba de un peligro físico o un
trastorno emocional, no tenía forma de saberlo. Una vez, ella habría negado
esta última posibilidad. Ahora lo conocía mejor, lo conocía como un ser con
sentimientos profundos, a pesar de que a menudo sobrepasaba los límites de su
capacidad de comprensión. Si algo había ocurrido, si la necesitaba. . .
Empujando su inquietud a un lado, sonrió y llevó su taza a sus labios.
—Quiero decir en general, —dijo Joanne secamente. Era una baja y llamativa
mujer con un pelo teñido de púrpura y rizado y una mente aguda.
—Pareces un poco triste.
—Sólo son las diez de la mañana y estoy levantada desde las tres.
—¿Haciendo qué? —preguntó Joanne.
—Escribiendo. Creo que he terminado el libro basado en mi tesis. Se lo enviare a
tu agente mañana.
—Será tu agente también un día después —dijo Joanne con una sonrisa confiada.
—Eso espero. ¡Finalmente estoy feliz de haber logrado el equilibrio adecuado
entre lo académico y lo popular – lo cual es muy importante con un tema como
los vampiros y las supersticiones!
—Tienes razón en eso, —dijo Joanne, levantando su taza en un brindis.
—Me quito el sombrero ante ti. Por lo tanto, eso está fuera del camino - ¿y ahora
qué? ¿Glasgow?
—Ah. Tal vez por eso es que me veo triste. No conseguí el trabajo en Glasgow.
—Había sido una oportunidad única, duradera, un puesto a tiempo completo en
la Universidad de Glasgow. Elizabeth se había aplicado, sabiendo que tendría
que ser estúpida para no hacerlo, y sin embargo su corazón no había estado en
ello. Tal vez esto se había interpuesto en su entrevista.
—Idiotas —dijo Joanne rotundamente.
Elizabeth le dio una sonrisa torcida. —Gracias por el apoyo. Ni siquiera estaba
segura de que lo quería, por lo que no tengo derecho a quejarme por no
conseguirlo.
—Estoy bastante segura de que habrá una vacante aquí en St. Andrews el
próximo año —dijo Joanne—. ¿Qué más hay en la lista todavía por ahora?
Elizabeth se encogió de hombros. —Nada verdaderamente inspirador. Una
universidad en Londres, a tiempo parcial. Y un puesto por permiso de maternidad
en la Universidad de Aberdeen.
Ella vaciló hasta que Joanne le dio un codazo y le ordenó: —Escúpelo.
Elizabeth se rio. —Bueno, hay un puesto de un año en la Universidad de Budapest.
Joanne se enderezó. —¡Budapest!
—Es más lo mío, incluye enseñar en un curso especial del valor histórico de las
supersticiones, y habrá oportunidades de investigación en otras áreas. Además,
hablo el idioma, más o menos. . . .
—Y tu hombre está allí —terminó Joanne con una apreciación innecesaria.
Elizabeth sintió el color de su piel, y bebió un apresurado trago de café para
tratar de cubrirlo. —Sólo a veces, —murmuró—. Viaja mucho. Entonces… —ya
que Joanne seguía mirándola, bajó su taza y suspiró—. No quiero que piense que
lo estoy persiguiendo.
—Podría querer que lo hicieras.
—¡Pero no lo estoy haciendo!
Joanne parpadeó —¿No lo estás haciendo? Yo lo haría dichosamente.
Elizabeth no pudo dejar de reír por el fervor de su amiga. Todavía recordaba
la noche en la que se había visto obligada a presentar a Joanne a su amante
vampiro como el momento más extraño de su creciente extraña vida. Saloman
había llegado a su apartamento sin previo aviso hace dos meses, mientras ella
y Joanne habían estado poniendo el mundo al derecho en la sala de estar con
a Hungría. Fuera del Café Victoria estaba lloviendo, una fina y brumosa llovizna
que parecía ejemplificar el aburrido verano escocés.
—Bueno, de vuelta al trabajo —dijo Joanne, lo suficientemente feliz—. ¿Qué vas
a hacer el resto del día?
—Le dije a un amigo que le haría un favor, visitar a este soldado herido en Glasgow.
—¿Muy malherido? —preguntó Joanne con simpatía.
—Bastante mal, pero está bastante bien recuperado físicamente. Al parecer,
todavía está traumatizado.
—Suena como un día digno pero demasiado para ti, entonces —observó Joanne,
levantando su mano para despedirse. Estaba claramente ansiosa por volver a
sus libros. Elizabeth la vio caminando rápidamente por la calle del mercado con
un sentimiento que se acercaba a la envidia. Una vez, estar perdida en el mundo
académico había sido suficiente para Elizabeth también. Y visitar a un soldado
herido habría despertado en ella una compasión mucho más simple, sin esta
culpable y molesta esperanza porque los cazadores de vampiros británicos le
habían pedido que fuera, él tendría algo paranormal e interesante que decir.
Estaba aburrida, se dio cuenta con cierta sorpresa. Lograr su doctorado había
sido satisfactorio; escribir el libro había sido divertido, la investigación y la
docencia en alguna institución académica todavía eran una parte necesaria
de sus ambiciones, por no decir nada acerca de poner comida sobre la mesa.
Hace seis meses, al tratar desesperadamente de mantener su vida estable y
normal en medio de unas nuevas responsabilidades no solicitadas y deseadas
y de peligros que no hubiera creído que fueran posible, incluso ahora, quizás
influyeron en su anterior temblor de ansiedad, y que en realidad echaba de
menos el intimidante mundo de la oscuridad y de los vampiros, un mundo en el
cual su mente y su cuerpo podían expandirse sin obstáculos y con éxito.
Echaba de menos a Saloman.
Con el sonido del grito sobrenatural del vampiro resonando en sus oídos, el
senador Grayson Dante sabía que había ido todo muy mal. Dante pensó de
nuevo en los acontecimientos que había leído del despertar de Saloman,
tomados del testimonio de Elizabeth Silk. También se había encontrado en una
cámara subterránea vacía, excepto que había resultado que no estaba tan
vacía. Había estado sangrando por el pinchazo de una espina y supuso que
fueron las gotas de su sangre lo que había hecho en primer lugar la muerte de
Saloman visible para ella. Lo había confundido con un sarcófago de piedra.
Dante se agachó y hurgo en su bolsa para recuperar el frasco de sangre. Era una
pequeña cantidad, extraída de la mancha de sangre de Saloman que queda
en su camiseta durante su último violento encuentro. No podía permitirse el lujo
de malgastar nada. Estaba seguro de que esta habitación estaba encantada,
al igual que la cueva exterior lo había estado, para disuadir a los visitantes. Pero
Fin
Sobre la autora
Marie Treanor vive en Escocia con su
esposo y sus tres hijos es excéntrica mucho
-demasiado- inteligente. Después de
haber aburrido con la vida de la ciudad,
se encuentra estos días en un pueblo
pintoresco a orillas del mar donde tiene la
suerte de disfrutar de sí misma para evitar
las tareas domésticas y escribir historias
sensuales de romance paranormal y la
fantasía. Puede encontrar más información
acerca de María y sus libros en su página
web.
¡Te Esperamos!
http://www.purplerose1.net/